Noche eclipsada por el carmesí.
Finalmente, había alcanzado la ansiada serenidad que he anhelado durante años.
Sin embargo, al llegar al majestuoso vestíbulo que se abre hacia la entrada, me encuentro sorprendido al ver a Rem, Ram y Emilia, sumidas en una conversación con un desconocido junto a la imponente puerta principal.
Me apresuro en acercarme, mis oídos captan palabras que nunca habría deseado escuchar.
—¡Mabestias están asaltando nuestro hogar! ¡Infligieron heridas a numeras personas y secuestran a varios de ellos! Les suplico, por favor, intervengan y salven a nuestras familias.
Las lágrimas del hombre y su atuendo manchado de sangre dejan en claro la magnitud de la tragedia que se avecina. La angustia se apodera de todos nosotros.
Rem y Ram, cuya misión principal es la custodia de la mansión, parecen desorientadas ante la inusual emergencia.
Es Emilia quien toma la iniciativa con una determinación inquebrantable.
—¡Debemos ir de inmediato! —exclama Emilia, sin la menor sombra de duda en su voz.
Rem y Ram intercambian miradas cargadas de seriedad.
—Nuestra responsabilidad es la protección de esta mansión —objetan en un tono apesadumbrado.
A pesar de que mis manos tiemblan, no puedo permitir que el miedo me paralice. Es necesario actuar de inmediato.
Me interpongo en la conversación con una decisión inflexible.
—Los habitantes de este pueblo también son parte integral de Roswaal.
Soy plenamente consciente de que abandonarlos a su suerte sería una traición a la palabra de Roswaal, sé que ellas también lo saben.
No hay tiempo que perder. Aunque desconozco los detalles de la situación, comprendo que esta no es una crisis que se pueda comparar con una simple narrativa.
El aire está saturado de urgencia y tensión, como un oscuro capítulo que se está escribiendo en la historia, pero estoy decidido a cambiar su rumbo.
Mis disculpas por la omisión anterior. A continuación, el texto siguiendo las reglas de escritura de la Real Academia Española:
—¡Debemos ir! —exclamo con firmeza, fijando mi mirada directamente en Rem. Es evidente que no podemos permitirnos dudar en estos momentos cruciales.
—Ese podría ser tu plan —responde Rem, su tono resonando con desconfianza.
Sin titubear, tomo su brazo con determinación y lo acerco hacia mí. Nuestros rostros se encuentran, el suyo mostrando sorpresa y enojo. No hay lugar para rodeos; necesito su apoyo para enfrentar esta situación.
Aprieto mi agarre y le hablo con convicción:
—Nunca querría causar daño a alguien que no lo merezca. Puedes odiarme, puede despreciarme, pero no me compares con un asesino ¡No me faltes el respeto! —Suelto su brazo con determinación—. Decide rápidamente si estás dispuesta a cruzar esa línea, porque esa elección está en tus manos. Yo haré todo lo que esté a mi alcance para salvar a estas personas.
Los tres nos quedamos mirándonos en un tenso silencio. Esta faceta de mi personalidad es desconocida para ellas, pero estoy cansado de mantenerme pasivo mientras la tragedia se cierne sobre nosotros.
—¡Habla! —exclamo desesperado hacia Rem.
Ella cierra los ojos por un momento, sus manos temblando, pero luego los abre de nuevo.
—No confío plenamente en ti, pero tampoco puedo permitir que las personas a las que el señor Roswaal cuida perezcan.
Una sonrisa de alivio se forma en mis labios al escuchar esas palabras. Emilia y yo compartimos una mirada que refleja nuestro agradecimiento. Ram, por su parte, parece comprender la gravedad de la situación.
—¡Ram! —le grito apresurado—. Transmitirás estas palabras a Beatrice: "Recuerda nuestra apuesta, necesito tu ayuda ahora". Ella entenderá —indico con urgencia.
Ram comprende al instante mi mensaje.
—Entendido —responde antes de correr hacia el interior de la mansión.
—Quédate en la mansión. Necesitamos llegar rápido —le digo al hombre que nos acompaña, notando que sostiene un hacha en su mano—. Por favor, entrégame el hacha. Necesito un medio de defensa.
Tomo el hacha y los tres nos dirigimos apresuradamente hacia el pueblo. Ram y Emilia llevan la delantera, sus cuerpos sobrepasan la velocidad humana, pero yo también tengo mis ases bajo la manga.
Sonrío mientras activo mi magia de viento, creando una ventisca a mis espaldas que me impulsa con mayor velocidad. Solo debo coordinar cada paso para evitar tropezarme.
Es un pequeño aumento, Emilia y Rem me llevan la ventaja pero algo es algo.
Es un inicio.
Nos precipitamos hacia el pueblo, nuestros corazones latiendo al ritmo de la urgencia y la incertidumbre. A medida que nos acercamos, la visión del fuego devorando la zona se hace más clara. Las llamas danzan salvajemente, alimentadas por el caos que se ha desatado. Los gritos desgarradores resuenan en el aire, una sinfonía desesperada de angustia y temor.
No puedo evitar gritar internamente.
«¡Rooswaal!»
El panorama que se despliega ante nuestros ojos es una visión dantesca, una pesadilla que parece haber cobrado vida.
El fuego se aferra a las casas como un monstruo insaciable, consumiendo madera y esperanza por igual. Las llamas danzan con furia desenfrenada, devorando todo a su paso y dejando tras de sí un rastro de desolación.
El suelo se tiñe de un carmesí oscuro, manchado por los rastros de sangre que han quedado como testigos mudos de la tragedia.
La escena es macabra, un recordatorio sombrío de la violencia y el sufrimiento que se han desatado en este lugar. Algunas bestias yacen sin vida en el suelo, muestra de que ha ocurrido una lucha.
Los gritos desgarradores cortan el aire, una sinfonía cacofónica de terror y desesperación.
La gente corre frenéticamente, buscando refugio en casas que aún no han sido devoradas por las llamas.
Pero no todos tienen la suerte de encontrar protección a tiempo, yace en el suelo un doloroso recordatorio de aquellos que no lograron escapar de la furia desatada.
Por un instante, quedamos paralizados ante la escena, inundados por una mezcla de incredulidad y horror. Pero el deber nos llama a actuar, a enfrentar la oscuridad con valentía y determinación.
Me dirijo a Emilia, consciente de que su habilidad para curar y proteger puede marcar la diferencia en medio del caos.
—Emilia, quédate en el pueblo, cura a los heridos y protege a los demás. Aguanta hasta que lleguen Beatrice y Ram —le indico a Emilia. Ella asiente decidida y se dirige hacia los gritos y las trincheras, dispuesta a enfrentar la adversidad con valentía.
Mientras observo su determinación, no puedo evitar sentir una mezcla de preocupación y desconcierto.
¿Por qué está ocurriendo esto?
¿Cómo es posible que el pueblo se haya sumido en este caos de sangre y fuego?
El hedor a sangre y la propagación de las llamas alimentan mi indignación y la necesidad de descubrir la verdad.
¿Por qué Roswaal haría algo así?
—¡Rem! Apaga el fuego.
Ella me mira durante unos breves instantes, pero su pronta respuesta deja claro que está dispuesta a actuar.
—¡Huma! —grita Rem, invocando grandes cantidades de agua que arroja con destreza hacia los puntos donde las llamas amenazan con devorarlo todo.
Es entonces cuando Rem señala un rastro de sangre que se asoma en el suelo, una pista que podría llevarnos hacia las personas desaparecidas.
—¡Debe ser donde se llevan a las personas! ¿Cómo demonios pasó algo así?
La rabia me consume. Estoy asqueado, no solo por el horror que nos rodea, sino también porque intuyo la mano del culpable detrás de todo esto.
Sé que el protagonista de la novela debía ganarse la confianza de los aldeanos al salvar a los niños, pero esto va más allá de una simple historia.
El secuestro selectivo solo puede tener un propósito más siniestro, uno que aun no comprendo del todo. No entiendo el porqué, pero tendré que descubrirlo.
Tengo que descubrir qué está en ese maldito libro.
—¡Vamos! —tomo del brazo a Rem y seguimos el camino.
Confío plenamente en que Emilia cumplirá su tarea con dedicación y coraje mientras nosotros avanzamos en busca de respuestas. A medida que nos adentramos en el bosque, notamos que varios cristales han desaparecido, un indicio más de que algo siniestro se está gestando en las sombras.
—Los cristales... —Rem mira dudosa hacía el bosque, pero luego me lanza una mirada.
La mirada dubitativa de Rem hacia el bosque al mencionar los cristales aumenta la preocupación que siento. El miedo se agolpa en mi interior mientras contemplo la incertidumbre reflejada en el rostro de Rem.
Sin embargo, no puedo permitir que la inocencia pague el precio de las ambiciones de un psicópata despiadado, ni que la mera existencia de mi ser provoque más muertes y sufrimiento.
No de nuevo.
En un intento de controlar mis temores, aprieto con firmeza el mango del hacha, buscando en él un apoyo tangible.
En ese preciso instante, tres mabestias emergen de entre los arbustos, su apariencia grotesca y sus cuernos amenazantes despiertan en mí una repulsión visceral.
Sin titubear, Rem se lanza contra los perros monstruosos.
Empuña su maso de alba con determinación y lo arroja con precisión, golpeando a las bestias una tras otra. Los impactos hacen estallar a los perros en una explosión de fuerza brutal, reduciéndolos a nada más que cuerpos inertes en el suelo.
La escena es impactante, los cuerpos sin vida de las mabestias yacen allí, sin haber tenido la oportunidad de ofrecer resistencia ante la arremetida de Rem.
—Eres fuerte. —Admiro los cuerpos de las mabestias.
—Eso no es algo que se le dice a una chica —responde Rem con una gran inconformidad.
Avanzamos con determinación a través del espeso bosque, con solo la tenue luz de la luna para guiarnos. Para contrarrestar la oscuridad, conjuro una pequeña llama de fuego sobre mi cabeza.
Aunque esto puede atraer a más mabestias, nos permite rastrear el camino marcado por la sangre.
Sin embargo, nuestra progresión no será sencilla. Varios monstruos se lanzan sobre nosotros, desatando su ferocidad sin piedad.
En un instante, una mabestia se abalanza hacia mi rostro con sus fauces abiertas, buscando morderme. Con una maniobra ágil, me agacho y la criatura pasa de largo, dándome una oportunidad de contraatacar.
Rápidamente, descargo un poderoso golpe con mi hacha, partiendo a la mabestia en dos mitades.
Sin pausa, giro mi cuerpo y, aprovechando el impulso, elevo el hacha desde abajo para atacar a otra de las mabestias. El filo del arma corta limpiamente a través de su cabeza, derribándola al suelo.
Aunque el impacto es fuerte y casi hace que pierda el agarre del hacha, me esfuerzo por mantenerlo firmemente entre mis manos.
Mientras tanto, dos perros más se abalanzan hacia mí desde los laterales. En ese momento, me doy cuenta de que no puedo depender únicamente de Rem, quien también está luchando contra sus propios enemigos.
Sin dudarlo, suelto el hacha y, con ambas manos, conjuro bolas de fuego que lanzo hacia las mabestias, buscando impactarlas y repeler su avance.
—¡Mueran! —grito mientras las llamas chocan directamente contra el rostro de las mabestias, deteniendo su avance y asfixiándolas.
Las criaturas luchan desesperadamente en todas direcciones, pero tomo mi hacha y, una por una, les corto la cabeza.
Siento el peso del esfuerzo en mi cuerpo; el hacha se hace cada vez más pesada y el uso constante de la magia agota mis energías.
Jadeo cansado, pero no podemos permitirnos perder tiempo.
—Recircula tu mana para tomar energías, no tenemos tiempo que perder.
La miro y veo que ha aniquilado a un gran número de mabestias. Su maso gotea sangre, pero su vestido permanece impoluto, lo cual demuestra sus impresionantes habilidades y destreza.
—¡Sí! —respondo con determinación.
Continuamos corriendo, sin detenernos, mientras nos enfrentamos a las mabestias que se interponen en nuestro camino.
Nuestro agotamiento comienza a notarse, especialmente en mí, ya que no poseo un cuerpo sobrehumano como el de Rem. Sin embargo, no dejamos que eso nos detenga y seguimos adelante, luchando sin descanso.
—¡Al frente! —grito y empiezo acelerar.
La escena es desgarradora.
Los cuerpos heridos y agonizantes esparcidos por el suelo, los aullidos silenciosos de aquellos que intentan pedir ayuda. Mi cuerpo reacciona con náuseas, pero me contengo para no vomitar.
Rem, más valiente que yo, se apresura a auxiliar a las personas heridas.
Entre los cuerpos, un niño sale de un arbusto y se aferra a mi pierna. Su mirada vacía y sus balbuceos incoherentes revelan que ha sido profundamente afectado por los ataques.
Su brazo está horriblemente mutilado, incluso puedo ver el hueso expuesto.
Mientras Rem comienza a curar a los heridos, comprendo que lo más importante es sacar a estas personas de aquí lo antes posible.
Tomo al niño en mis brazos con cuidado y lo llevo a un lugar seguro. Es evidente que necesitan atención médica urgente y que no podemos permitirnos perder más tiempo en este campo macabro.
Mi voz se entrecorta, pero trato de mantener la calma mientras busco soluciones para ayudar a estas víctimas desamparadas.
—¡Rem! —camino hacia ella con el niño en mis brazos—. Saca a los niños primeros, llevamos al pueblo con Emilia.
Le pongo el niño a un lado de ella.
Hay otros dos niños más, pero estos no parecen estar heridos, solo inconscientes.
—¡Pero las mabestias pueden venir! —dice Rem mirándome.
—No te preocupes. —Me pongo firme— Protegeré a esta gente con mi alma. —Le pongo mi mano para chocar los puños y sonrío.
Ella me ve sorprendida, después de todo el miedo dentro de mí ya no está.
—Te demostraré que soy de fiar, así que vete y vuelve rápido.
Rem me mira por unos segundos, rápidamente toma a los tres niños, y sin darme la mano sale del lugar.
—¡No mueras! —exclama Rem desapareciendo en la oscuridad del bosque.
—Si eso te hace feliz —respondo al aire.
Hay otras nueve personas en el suelo, rápidamente las acomodo boca arriba. Las heridas de algunos son mortales mientras que otros están con pequeñas laceraciones.
Con el hacha corto las prendas de las personas y empiezo a hacer torniquetes. No sé cuánto se tarde Rem, pero detener el sangrado es esencial.
Las personas apenas pueden abrir los ojos, algunos jadean mientras que otros escupen sangre por la boca.
Las heridas de algunos son mortales.
—¡Lo siento! —le digo a una persona, que con su pantalón y un palo hago un torniquete, para detener el sangrado de su pierna faltante.
—¡AAAGHH! —grita ese hombre, intentando sostener mi mano pero no puede generar fuerza para quitarme de encima.
Con el torniquete hecho, intento dirigirme hacia otra persona, una mujer, cuando me acerco veo que no está reaccionando, pero sus ojos me están mirando. Intento ver qué está sucediendo así que quito su camisa y...
—¡Mierda! —tapo instintivamente la zona —su vientre estaba masticado, la sangre ya estaba tapando todo su cuerpo, espesa.
Esta mujer ya está muerta.
Intento dirigirme a otra persona. Sin embargo la vida no es tan agradable.
¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr!
¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr! ¡Grr!
Giro mi cabeza en todas las direcciones, el gruñido de las mabestias llena el ambiente mientras mi única fuente de luz es la luna.
Aprieto el hacha con fuerza mientras me preparo, observando cómo varios ojos rojos se asoman desde las sombras. Estoy rodeado por estas bestias, con muchas personas detrás que proteger.
La situación está completamente en mi contra, no soy tan fuerte como Rem, ni tengo tantas ventajas mágicas como Emilia.
Pero...
—No crean que no defenderé a las personas aquí, no crean que me quedaré de brazos cruzados mientras un psicópata hace lo que quiere. —Aprieto el hacha y comienzo a generar fuego.
Es hora de darlo todo, es hora de hacer valer todo el trabajo que he realizado. Yo no soy alguien con quien puedan jugar a su antojo, nunca me rendiré.
Las llamas envuelven el hacha, ardiendo intensamente. El mango comienza a carbonizarse y a quebrarse, pero entonces creo un viento a mi alrededor.
Con el viento, moldeo el hacha, haciéndola fundirse con la temperatura que estoy generando. Al diablo con el miasma, ahora tengo algo que hacer.
—Protegeré estas personas con mi vida. —El hacha ahora es una masa de hierro líquido, el cual se sostiene por la presión y fuerza del viento— ¡Los protegeré porque me llamo Marco Luz!
Con un grito, doy un pisotón en el suelo, creando una potente onda de viento que azota en todas las direcciones.
Decenas de mabestias salen disparadas hacia mí, pero utilizo magia de viento para acelerar mi cuerpo y actuar con rapidez. Con un movimiento horizontal, las bestias son envueltas por las llamas, mientras que trozos de metal caen sobre ellas, dejándolas inmovilizadas.
El hacha ya no me permite moverme con agilidad, así que aprovecho para quemar a las mabestias restantes.
Caen una a una, pero sé que todo tiene un límite.
El hierro fundido en el hacha se agota, dejándome indefenso ante las mabestias restantes que se lanzan hacia mí. Soy atacado desde todas las direcciones, si me muerden, será mi fin.
—¡Fura! —creo una explosión de viento a mi alrededor, lanzando a las mabestias en diferentes direcciones.
Chocan con el suelo y los árboles, ocultándose entre los arbustos.
Ahora que he perdido el hacha, solo me queda esto. Miro un pequeño cuchillo de cocina que uno de los aldeanos tenía. Rápidamente adopto una postura defensiva, confiando en mi entrenamiento con armas de corto alcance.
Seguro de mí mismo, espero que las mabestias me ataquen, pero el ataque no llega. Parece que se burlan de mí, gruñendo en diferentes direcciones.
Pero entonces me doy cuenta de sus intenciones.
—¡Mierda!
Con un rápido movimiento, me lanzo hacia las mabestias que se acercan a los heridos, utilizando magia de viento para impulsarme.
Con todo mi impulso, me abalanzo sobre la primera mabestia y acuchillo su cuello, dejándola tendida en el suelo. Levanto mi brazo para acuchillar hacia otra mabestia que se acerca a una persona, pero los errores tienen consecuencias.
—¡Agh! —mi brazo es mordido por una mabestia, que utiliza su peso para hacerme perder el equilibrio y caer. Quedo indefenso en el suelo, sintiendo un dolor intenso. La mordida parece desgarrar por completo mis músculos.
Cierro los ojos por un momento, recordando aquel momento en el que fui atravesado por una bala.
En comparación, esto no es nada.
—¡Bastardo! —acuchillo directamente a la cabeza de la mabestia que me atacó, y una vez cae, me doy cuenta de que hay varias mabestias sobre mí.
Se lanzan directamente hacia mí, con sus bocas deseando desgarrarme por completo. Pero no se lo permitiré.
Con una explosión de viento, detengo la velocidad a la que se lanzan, haciendo que queden suspendidas en el aire por un instante.
En ese instante retrocedo y arrodillado uso otra magia.
Tal como si de un lanzallamas se tratase una llamarada atrapa a todas las bestias, haciendo que estas caigan al suelo carbonizadas.
Me levanto para ver la situación y aún quedan mabestias, viendo que su ataque sorpresa salió hay unas que se dirigen hacia mí. Pero no todas siguen a la manada, puedo ver como una está dirigiéndose hacia los heridos.
Intento mover mi brazo izquierdo, pero no responde.
La mabestia se acerca rápidamente, y me siento mareado por el estrés. Aunque estoy rodeado de mabestias, Rem no aparece por ninguna parte.
—¡Ya debería estar aquí! ¡Ella es más rápida que yo! ¿Me dejará morir?
¿Será un error de cálculo y me dejará morir? La sangre hierve dentro de mí, al final, ella sigue siendo la misma bastarda.
Pero yo no lo soy.
Sin opciones, utilizo el fuego para derretir el cuchillo de cocina, transformándolo en una bola de hierro fundido. Tomo una posición de lanzamiento y, como si estuviera lanzando una bola de béisbol, disparo la bola de hierro fundido.
Utilizo magia de viento para impulsarla, haciendo que viaje a una velocidad increíble. La bola atraviesa a la mabestia y, por un breve momento, sonrío por haberlos salvado.
Pero como mencioné antes, los errores tienen consecuencias.
El proyectil destruye parte de un árbol, que comienza a caer en dirección a las personas. Instintivamente, corro hacia el lugar y, utilizando magia de viento, intento empujar el árbol en otra dirección.
Sin embargo, parece que mi magia no es lo suficientemente fuerte y no logra tener efecto debido a mi debilidad.
«Mierda» «Mierda»
«No es momento de contenerse»
Con ese pensamiento, libero mi maná sin control. Me lanzo hacia el árbol mientras cae y, en el aire, me coloco en posición para patearlo. En el momento en que mi pierna toca el árbol, grito:
—¡FURA! —mi propia versión del hechizo se desata, canalizando la presión en mis pies y haciendo que todo el viento ataque en un instante.
El viento por sí solo es inútil, pero a altas velocidades puede levantar incluso casas sin esfuerzo.
El viento me lleva junto con el trozo de árbol, volando en el aire hasta caer al suelo.
Intento controlar mi caída utilizando magia de viento, pero el golpe que recibo me arrastra hasta chocar con el tronco del árbol.
Mi realidad comienza a verse borrosa, pero no tengo tiempo que perder. Camino hacia donde se encuentran los heridos, dando pequeños pasos mientras siento como todo mi cuerpo está destrozado.
Siento la sangre caer mientras que mis ojos buscan desesperadamente cerrarse.
Mientras camino, me doy cuenta de que partes del árbol están incrustadas en mi pierna.
El dolor es insoportable, mi cuerpo arde y mis ojos se sienten pesados. Pero no me voy a rendir, no lo haré en este mundo, aunque me cueste la vida.
Cuando finalmente llego, veo que las mabestias me estaban esperando, como si estuviera orquestado de alguna manera.
Sus miradas llenas de furia se clavan en mí, pero mi determinación aplasta cualquier atisbo de miedo que pueda surgir. Tengo mi última gota de maná y quiero probar algo.
Después de todo, el viento es el mejor conductor del sonido.
Si utilizo una onda mecánica y la potencio con magia de viento para aumentar su fuerza y alcance, tal vez pueda lograr algo. Me posiciono frente a los heridos, mis propias heridas gotean sangre mientras jadeo exhausto.
—¡No soy un juguete! —preparo mi garganta mientras todas las mabestias me observan con ira. Rápidamente finalizo los preparativos y grito: —¡MUERAAAN!
Una onda increíblemente poderosa se propaga por el aire, levantando polvo a su paso. Avanza hacia las mabestias, obligándolas a retroceder debido a la intensidad del grito.
Mis oídos comienzan a sangrar, al igual que los de los heridos.
Ya no puedo más.
—¡Buarh! —una gran cantidad de sangre sale de mi garganta. Mi corazón late con fuerza, mi visión se vuelve rojiza.
En este preciso momento, el miasma me ataca con ferocidad, mi corazón parece querer escapar de mi pecho mientras caigo al suelo sin fuerzas.
Arrodillado, intento reunir maná para controlar el miasma, pero no logro concentrarme. Para empeorar las cosas, como si fuera una broma cruel, los escucho.
¡Grr!
Tres mabestias permanecen frente a mí, las demás han escapado pero por alguna razón estas tres se han quedado.
Su saliva es roja, parecen heridas pero a la vez me observan fijamente.
Soy su alimento para recuperarse.
Mientras se acercan, intento levantarme, usando todas mis fuerzas, pero mi corazón vuelve a doler y la sangre brota de mi nariz y oídos.
Caigo al suelo, esperando mi final, al fin y al cabo, todo lo que hice fue en vano. No pude lograr que Rem confiara en mí y por eso ahora moriré.
El haberme ilusionado por mejorar mi fuerza durante esta semana ha sido un error que debo pagar. Las mabestias saltan hacia mí y no puedo hacer más que observar cómo intentan devorarme.
Mi brazo está roto, mis piernas están heridas por completo, no puedo usar maná debido al miasma. Lo único que puedo hacer es mirar cómo se acercan lentamente, deseosas de comenzar de nuevo.
No voy a cerrar los ojos, no voy a huir. Si este caos es algo que debo soportar siempre, entonces debo fortalecerme, acostumbrarme y seguir adelante.
—¡Huma!
Escucho un grito distorsionado a mi lado y, en esa dirección, múltiples estacas de hielo atraviesan a las tres mabestias, que caen completamente destruidas a mi lado.
—¿¡Estas bien!? —grita Rem, poniéndose a mi lado y sin dudarlo un segundo, usa magia de sanación.
Yo la tomo del brazo y la señalo hacia los heridos.
—Yo me encargo de alejar a las mabestias, puedes ir a rescatarlos.
Rem me mira por un instante. Aunque estoy a punto de morir, debo actuar de acuerdo con lo que creo.
Puedo sobrevivir, pero ya hay muertos allí. Cada vida que salve es una ganancia.
Rem asiente y rápidamente carga a múltiples personas. Mientras estoy acostado, intento alzar un poco la vista para ver mis heridas. Sin darme cuenta, mis piernas tienen mordeduras de las mabestias, probablemente cuando estaban por atacar a los heridos.
Actué sin pensar, usé mi cuchillo pero no me di cuenta de las otras bestias.
Supongo que no tengo más opciones. Deben estar cerca, después de todo, no creo que hayan huido muy lejos.
Pasados unos minutos, Rem ya ha llevado a todos los heridos, confirmando lo que pensaba.
Realmente me estaba observando.
La ira surge en mí. Después de todo, nunca intenté nada malo ni hice algo sospechoso. Por este maldito miasma, yo.
Doy un suspiro, riéndome ante el destino. Y entonces...
Oscuridad...
