Aquel Fuego Intenso.

Abro mis ojos y soy recibido por el hermoso firmamento, mi cuerpo duele por montón pero ya me puedo mover. Intento levantarme, a pesar de mi dolor muscular tengo que saber que sucedió.

Cuando me levanto miro que a mi alrededor solo se pueden ver personas en mí misma situación, unos acostados durmiendo y otros jadeando de dolor. Giro mi cabeza y puedo ver que Emilia se encuentra curando heridos en otro lado.

—Despertaste, supongo. —Detrás de mí está Beatrice.

Al verla, parece estar molesta. La verdad es que no esperaba que viniera. Le doy una sonrisa agradecida y tomo su mano, lo que la sorprende.

—Gracias por salvarme, Beatrice. No estás obligada a hacerlo, pero gracias por venir.

—¡Hmpf! Una apuesta es una apuesta —dice Beatrice, ladeando la cabeza.

Yo me río un poco, pero inmediatamente empiezo a toser.

—No te esfuerces, tu cuerpo está en un mal estado. Aunque no tengas problemas con tu sangre y demás, tu puerta está en un estado delicado.

Puedo sentirlo. Mi puerta está descontrolada. Beatrice rápidamente me dice que el miasma que antes no tenía comenzó a salir. De alguna forma, ahora estoy como si hubiera muerto.

Miro a Beatrice con seriedad.

—¿Qué ha sucedido?

—Verás...

Cuando ella llegó, Emilia ya había aniquilado a todas las mabestias y estaba curando a los heridos lentamente. Sin embargo, las mabestias volvieron a atacar de repente, lo que la obligó a detenerse en su labor de curación.

Hace unos minutos, volvieron a reanudar las curaciones, ya que las mabestias huyeron nuevamente. Cuando llegué, mis heridas eran bastante graves, pero Beatrice me curó por completo, aunque mi puerta no puede ser curada debido a la interferencia del miasma.

—Tu puerta tiene que curarse por sí misma. Yo simplemente le di el maná necesario para hacerlo. No te recomiendo usar magia mientras eso sucede. Afortunadamente, tienes una gran cantidad de maná, así que no debería tomar más que unos días.

—¿Pudiste remover las maldiciones? —le pregunto a Beatrice.

Entonces, ella me mira con seriedad

—Sí, pude remover casi todas, pero en tu pierna derecha hay una serie de maldiciones complejas.

Al parecer, hay varias maldiciones en mi pierna que impiden que Beatrice haga los cálculos necesarios para curarla. No me había dado cuenta de su existencia.

—¿Es posible que una sola mabestia haya hecho eso? —pregunto.

—No tengo conocimiento al respecto —responde Beatrice—. Sin embargo, es posible que haya alguna bestia que haya mutado para tener esa capacidad. Por eso...

Beatrice señala hacia la entrada del bosque.

—La chica que te trajo, la ogro de pelo azul, fue a matar a esa bestia.

—¿Rem? —la miro con extrañeza. No tiene sentido— ¿Estás segura de que fue Rem, la sirvienta?

Beatrice asiente con la cabeza. En ese momento, me levanto instintivamente y miro a mi alrededor, pero no veo a Rem. Entonces, Ram aparece detrás de mí, da la vuelta y me toma de la camisa.

—¿Dónde está Rem? —pregunta Ram, mirándome con enojo.

—Según Beatrice, está en el bosque. Acabo de enterarme de eso —respondo.

Ram se suelta de mi agarre y camina decidida hacia el bosque. La tomo del brazo y le digo:

—¿Qué planeas hacer si vas allí? ¿Tienes algún plan?

—¡Cállate! Tengo mis propios métodos para localizarla. Si tan solo no hubiera usado su forma demonio...

Ram me explica que, como gemelas, son capaces de sentir las emociones y pequeñas sensaciones de la otra, dependiendo de cuánto una desee enviar esa sensación. Sin embargo, Rem está en un estado de trance en el que su fuerza se incrementa, pero solo piensa en matar todo a su alrededor.

Ram me revela que tiene una habilidad que le permite compartir sentidos con otros seres vivos, lo que le permitiría averiguar la posición de Rem.

—Aun así, todavía es de noche. Si esperamos hasta que amanezca, tendremos más posibilidades —sugiero.

No puedo arriesgarme ahora. Aunque me encuentro en esta situación, no tiene sentido arriesgarlo todo sin un plan sólido.

El grito desesperado de una mujer nos interrumpe a Ram y a mí. Nos giramos rápidamente para ver a una mujer caminando de manera errática, sus brazos cubiertos de vendajes manchados de sangre. A pesar de sus heridas, la mujer parece no notar el dolor. Cuando me ve, se acerca hacia mí.

—¿Has visto a Petra? No la trajiste con las personas que salvaste —dice la mujer, con una mirada vacía. Aunque llora, sus emociones parecen distantes e indescriptibles

—Lo siento, no pude verla —respondo seriamente, mirándola a los ojos.

La madre me mira y cae de rodillas al suelo. Por un momento, agarra con fuerza el suelo, luego se levanta y comienza a correr hacia el bosque. La detengo agarrándola del brazo, pero ella lanza un puñetazo hacia mi rostro sin detenerse.

—¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Mi hija! ¡Mi pequeña! —grita, cayendo al suelo por mi agarre, mientras llora desconsoladamente— ¡Tengo que ir a por ella! —ignora sus heridas que vuelven a abrirse, sus brazos empiezan a sangrar mientras intenta levantarse y liberarse de mi agarre.

No puedo evitar sentir asombro. Nunca había presenciado el amor incondicional de una madre por su hija, incluso en medio del dolor y la certeza de su propia muerte. Es algo abrumador.

O quizás, si lo he hecho…

Con cuidado, suelto a la mujer y la ayudo a levantarse.

—Usted es realmente una gran madre —le digo, mirándola a los ojos—. Iré a buscar a su hija. Usted quédese aquí y espérela. Le prometo que la traeré, sin importar lo que cueste.

La mujer me mira y me abraza sin dudarlo, continuando con sus lágrimas mientras me agradece.

—¡Gracias! ¡Gracias de verdad!

Miro a Ram a los ojos y ella me devuelve la mirada. Ambos nos dirigimos hacia el bosque determinados.

—¿Te vas aun con tus heridas? ¿No temes morir? —Beatrice me mira con preocupación.

Me detengo ante esa pregunta de Beatrice.

Observo a Beatrice con determinación cuando me pregunta si voy a ir con mis heridas y si temo morir. Su preocupación es comprensible, pero le respondo con orgullo:

—¿Miedo? Por supuesto que sí, pero sentir miedo y hacer lo que debo hacer son cosas diferentes. —Le sonrío—. Ya no huiré más por miedo.

Beatrice no dice nada, pero suelta un suspiro y algo cae a mi lado, clavado en el suelo con un brillo violeta.

—Al menos, defiéndete, supongo. Tienes que mostrarme más de tu mundo de hecho—Beatrice me da la espalda, visiblemente ruborizada por sus propias palabras. —Me agacho y tomo la daga, agradecido por el gesto—. Jaja, ojalá sea cierto.

Empezamos a correr hacia el lugar donde estaban los heridos, cuando llegamos solo pude ver los rastros de mi pelea.

—¿Esto lo hiciste tu? —dice Ram con su mirada hacia todo el lugar.

—Tengo una buena maestra. —Pongo mi mano en su hombro—. Anda, usa esa habilidad para ver que está sucediendo.

Ram cierra los ojos, aunque para mí solo está de pie con los ojos cerrados puedo sentir un flujo de maná saliendo de ella.

Unos segundos después ella abre los ojos.

—Marco, los animales parecen estar huyendo de esa dirección —Ram señala hacía el lugar donde estaba el tronco caído.

—Vamos entonces, no hay tiempo que perder.

Ambos corremos por unos minutos, no habían mabestias por ningún lado, en cambio solo estaba calmado.

—Eso es extrañó —dice Ram mientras mira a su alrededor.

—Está demasiado calmado.

Ya me esperaba que varias mabestias nos atacaran, pero ninguna ha atacado hasta el momento. Seguimos corriendo pero entonces empezamos a escuchar ataques.

Aceleramos el paso y llegamos a un campo abierto rodeado de árboles, como un círculo simulando un coliseo.

Al llegar al campo abierto rodeado de árboles, notamos que en el centro se encuentra Rem, la chica de pelo celeste, luchando ferozmente contra las mabestias en todas las direcciones. Quedo impresionado por sus habilidades, su manejo del maso y su fluidez en los movimientos. Ella aplasta a las mabestias una tras otra, mientras una mabestia más pequeña se encuentra a un lado.

Sin embargo, no había considerado algo importante: mi presencia y el miasma que está emanando de mí. Antes de que pueda reaccionar, Ram me empuja y rápidamente desata sus habilidades, formando espadas de viento para enfrentar a una mabestia, despedazándola al instante.

«Maldición, olvidé que mi miasma puede atraer a las mabestias.» Dije a mi mismo.

Observo a mi alrededor y veo a Petra, que está sentada desmayada en un árbol en el extremo opuesto del campo.

Me levanto rápidamente y apunto hacia Petra con determinación.

—Iras por ella y la llevaras a la aldea, luego vendrás por nosotros. ¿Entendiste?

—Esto no es momento de bromas, si ambos salimos seremos atacador por todos.

Entonces le doy una leve palmada a la espalda de Ram, esto hace que ella me mire con enojo.

—Confía en mí, cuando salga te vas a tapar los oídos, entonces irás por Petra —miro a Ram con confianza— Rem puede cuidarse a sí misma pero esa niña no.

Miro hacia Rem. Al verla no puedo sentir más que odio, mi mirada se contorsiona pensando en que estuvo viendo mientras yo me mataba.

Pero Ram me toma el hombro.

—Perdona a Rem, ella ha pasado por mucho, pero no es mala persona —me dice Ram antes de tapar sus oídos con sus manos.

¿Buena persona?

Si lo fue antes no sé, pero no puedo pensar en ella como una buena persona.

Aunque yo tampoco lo soy. Se que si reinicio puedo salvarlos a todos, pero eso significa tener que empezar de nuevo, significa tener que buscar otra forma de ganarme la confianza para poder salvarlos.

Significa tener que luchar de nuevo.

Corro a toda velocidad hacía Rem, corro determinado, después de todo tengo que aprovechar ese instante para distraerla.

Mi objetivo es distraerla lo suficiente para que Ram pueda llegar hasta Petra y mantenerla a salvo. Aunque siento odio y resentimiento hacia Rem en este momento, entiendo que Ram confía en ella y que ha pasado por dificultades.

A medida que me acerco, mis pensamientos se entrelazan con la determinación de no desperdiciar mi vida y arriesgarla por una causa justa. Estoy dispuesto a luchar y reiniciar si es necesario, pero no voy a permitir que mi vida sea en vano.

Cuando estoy lo suficientemente cerca, grito con todas mis fuerzas, tratando de llamar la atención de Rem y distraerla de las mabestias a su alrededor.

—¡Puedo regresar... —El mundo se detiene en un instante crucial, suspendido en un vacío que solo permite percibir sombras y silencio. Mi cuerpo se vuelve inmóvil, aprisionado en un estado de impotencia mientras una neblina misteriosa envuelve mi visión, sumiéndome en una oscuridad opresiva.

Aunque mis ojos no captan nada, puedo sentirlo, una presencia etérea que se acerca lentamente.

Una mano invisible, casi etérea, comienza a deslizarse suavemente por mis piernas, ascendiendo con una delicadeza cautivadora. No puedo moverme ni resistirme, pero siento una respuesta latente dentro de mí, una conexión que trasciende los límites físicos.

La mano continúa su ascenso, recorriendo cada centímetro de mi cuerpo, despertando sensaciones contradictorias de placer y dolor.

Mis sentidos se agudizan cuando la mano finalmente alcanza mi pecho, penetrando sin esfuerzo. Un torrente de dolor se desata, recorriendo mi ser en oleadas, como si mi cuerpo fuese un lienzo donde se pintará el sufrimiento.

Sin poder resistirme, contemplo con angustia cómo la mano alcanza mi corazón, aplastándolo con una fuerza abrumadora.

En un instante, la bruma se desvanece y regreso a la realidad, jadeando por el dolor que se desvaneció pero aún lacerante en mi interior. Mi corazón parece latir con una intensidad renovada, como si hubiera sido arrancado de las fauces de la muerte. Rem sin poder pensar grita hacia mí con todas su fuerzas, abalanzándose para atacarme.

Las mabestias hacen lo mismo pero al interponerse en el camino de Rem estas son aplastadas por ella.

Rem, en un acto desesperado, lanza su maso con determinación, apuntando directamente a mi cabeza. Sin embargo, con una ágil pirueta, consigo esquivarlo en el último momento, librando mi cabeza de un destino funesto. Enfocado en mi objetivo, comienzo a correr a toda velocidad, alejándome de Rem y dirigiéndome hacia un grupo de mabestias que esperan ansiosas.

Mientras tanto, mis ojos buscan a Ram, pero ella ha desaparecido, llevándose a Petra consigo.

Ahora, solo me queda despertar a Rem de su trance y contar con su ayuda para poder enfrentar esta batalla que se avecina. Afortunadamente, sé que no ha pasado mucho tiempo en su estado, por lo que confío en hacerla regresar a la realidad.

Entonces me olvido de alguien. La maldición de mi olvido se ve interrumpida por una exclamación de frustración que escapa de mis labios.

—¡Mierda!

Sin previo aviso, un pilar de tierra surge del suelo, elevándome en el aire y lanzándome hacia las alturas. Me veo obligado a recurrir a mi magia para detener la caída. Concentro toda mi energía en generar un viento ascendente que actúe como un paracaídas, ralentizando mi descenso.

Sin embargo, los efectos de la magia se manifiestan de forma irregular y no logro controlarla adecuadamente, lo que resulta en un aterrizaje forzoso y doloroso.

Justo en ese instante, una horda de mabestias se abalanza sobre mí. Mi cuerpo, aún afectado por los efectos de la magia, se encuentra en un estado de debilidad y no puedo reaccionar con la rapidez necesaria.

Consigo acuchillar a una de las mabestias, pero es insuficiente para detenerlas. Están a punto de atacarme, sus fauces ansiosas por desgarrarme, cuando alguien me empuja de repente.

Cuando vuelvo a tomar conciencia de la situación, me doy cuenta de que Rem se ha colocado en mi lugar, todavía transformada en una bestia. A pesar de su estado, en un fugaz instante, logra esbozar una sonrisa, salvándome de las garras de las mabestias.

Ella me salvo...

—¡Y una mierda!

No puedo permitir que esto suceda. No puedo aceptar que ella asuma ese riesgo por mí.

Agarro su brazo y lo tiro hacia mí con fuerza, utilizando mi magia de viento para impulsarnos hacia atrás. Caemos al suelo, rodando violentamente y deteniéndonos abruptamente al chocar con un árbol. A pesar del dolor que me recorre, no me suelto de Rem, la abrazo con fuerza.

Caímos a varios metros, ocultos entre los arbustos y el bosque.

Aun herido, hago un último esfuerzo y utilizo la daga que me queda para golpear el cuerno de Rem. La daga se rompe al impacto, pero el cuerno Rem comienza a disminuir de tamaño. Rem, sin embargo, se desmaya por el agotamiento de su transformación. Rápidamente, le doy una fruta bocco para despertarla, colocándola con suavidad en sus labios.

Sus ojos se abren lentamente, confusos y aturdidos. Lo primero que intenta hacer es levantarse, pero no la suelto de mis brazos, impidiéndole moverse.

—No te muevas. —Le advierto con voz firme, tratando de ocultar el dolor en mi tono—. No debes tener magia.

Pero ella no puede contener sus emociones y comienza a sollozar, su voz quebrada por el llanto.

—Pero ¿por qué me salvaste? —pregunta Rem entre sollozos, con voz entrecortada por la angustia que la consume.

Las lágrimas bañan su rostro mientras busca desesperadamente una explicación a mi acto de valentía. Su rostro, antes radiante y adorable, ahora se contorsiona, revelando sus verdaderas emociones y su dolorosa autorreflexión.

En medio de ese tenso silencio, Rem se voltea hacia mí, con ojos vidriosos y enojo palpable. Siente la necesidad de señalar mi presencia en este caos y recordarme el temor que le infundía.

Su voz resuena en el aire cargada de reproche y frustración.

—Tú hiciste todo esto, incluso viniste a rescatar a quien te intimidó —sus palabras parecen un grito desgarrador.

Mientras sostengo su mirada, observo cómo sus lágrimas persisten, negándose a detenerse. Su rostro, una vez adorable, se transforma en una máscara de dolor y justificación de su sacrificio.

Con un gesto de determinación, me pongo de pie, alejándome de ella. Aunque intenta gritarme, sus palabras apenas alcanzan mi oído.

—¡Debiste haberme dejado! ¡Soy inútil! En lugar de ser útil, solo causo más y más caos. Todo lo que he hecho en el pasado es el karma que ahora me golpea —su voz se quiebra, mientras sus piernas flaquean en el intento de levantarse— ¡Déjame! ¡Déjame morir aquí! Mi vida ya no tiene valor, cualquier cosa que haga solo me genera insatisfacción, no puedo olvidar mis pecados pasados.

Le doy la espalda, preparándome para enfrentar a las mabestias con coraje y determinación. Sin embargo, sus palabras retumban en mi mente, dejando un eco persistente.

—¡Te odio! Desde el momento en que llegaste a este lugar, te odié por tu mera presencia. Cada palabra que pronunciabas despertaba en mí una sensación de repulsión, incluso llegué a vomitar todos tus desayuno a causa de tu asquerosa existencia. ¡Yo también vi de comienzo a fin como eras atacado por las mabestias!

Mientras verifico que todo lo que había preparado para esta confrontación se encuentre intacto y listo para ser utilizado, me doy cuenta de que algo falta en esta ecuación.

—¡Me odio a mí misma! Odio todo lo que he hecho hasta ahora —pronuncia con voz ronca y apretando los puños con fuerza, dejando escapar su frustración—. Y lo sé, sé que también sientes asco por mí, sé que no soportabas escucharme siento fría contigo. Sé que me odias también.

Justo en ese momento, Interrumpo su desahogo con una voz firme.

—Lo sé, lo sé todo.

—Si lo sabes, entonces ¿por qué viniste? —pregunta, sus lágrimas continúan fluyendo, su cuerpo tiembla mientras lucha por levantarse.

Contemplo sus ojos vidriosos por un instante, y una respuesta sincera escapa de mis labios.

—Si he de pensar en una razón, no la tengo.

—¡Entonces!

—Morir es el final, aun si no me caes bien no te voy a dejar morir. Yo me prometí no volverlo a hacer. —Le doy una sonrisa—. Ya me salvaste dos veces, al menos déjame salvarte una vez.

Corro hacia las mabestias, empiezo a esquivar los ataques de tierra mientras cargo con maná lo que preparé.

Cuando veo que la mabestia que antes era un perro pequeño se transforma en un monstruo gigante hablo.

—¡Meili! —grito con todas mis fuerzas, si ella de verdad esta entonces puedo intentar negociar—. Se que estás ahí, domadora de bestias.

Las mabestias dejan de moverse, incluso la mabestia gigante deja de moverse, en cambio todas se quedan calladas, incluso dejando de gruñir.

—Vaya, ¿me podrías decir quién es el hermanito? ¿Nos hemos visto antes? —la voz de la mabestia retumba en el aire, y de entre las fauces de la criatura surge una niña vestida con una túnica. Sus ojos se dirigen hacia mi posición con una mirada desafiante.

—No, solo sé quién eres. Solo quiero darte una advertencia: si no quieres morir, sería mejor que te alejes —respondo, manteniendo la serenidad en mi voz.

La chica, en respuesta a mis palabras, guarda silencio por un instante antes de romper en risas desenfrenadas.

—JAJAJA, no sé qué te hace pensar eso, hermanito. Eres solo un humano rodeado de mis mascotas. No entiendo por qué debería temerte —su voz se llena de burla y desprecio.

Un esbozo de sonrisa se dibuja en mis labios, consciente de que aquel que ríe último ríe mejor. Adopto una postura de lanzamiento, tomo una bola de cristal blanca entre mis manos, sintiendo cómo quema mi piel con su gélido poder.

Ahora que está activada, es imposible detenerla, pero es mi carta final.

Dentro de la bola se encuentra un líquido letal, y ha llegado el momento de liberarlo.

Con todas mis fuerzas, lanzo la bola directo hacia las fauces de la mabestia gigante. La esfera emprende un veloz viaje hacia su objetivo, mientras Meili observa confundida y la mabestia intenta desesperadamente romper la esfera con sus poderosos brazos.

En ese instante, corro hacia Rem y me coloco delante de ella, dispuesto a protegerla. Mi cuerpo comienza a generar una barrera de fuego, y en medio de las llamas grito con determinación:

—¡Este es el poder de la ciencia!

¡BOOM! El estruendo retumba en el aire mientras una lluvia de nitrógeno líquido cae por todas partes. Utilizo toda mi reserva de mana para crear una poderosa barrera de fuego alrededor de Rem y de mí.

Con determinación, intento desintegrar las gotas que logran atravesar la barrera con el poder de mi fuego, pero algunas logran esquivar mis llamas y alcanzan a mojarnos, ardiendo fuertemente, siendo las quemaduras y el hielo arrasar por completo con mi piel. Rápidamente, me coloco frente a Rem, protegiéndola con mi cuerpo, mientras ella continúa llorando.

Con ternura y preocupación, poso mis manos en su rostro para secar sus lágrimas. En medio de una esfera de fuego que nos envuelve, somos solo ella y yo. A pesar de las gotas que siguen cayendo, congelando mi espalda, no aparto la mirada de sus ojos.

De alguna manera, me siento profundamente conectado con ella. Su odio, su ansiedad, todo ha sido provocado por la tragedia que ha vivido.

Mientras fui perseguido, hubo momentos en los que hice planes para matar a mis vecinos y escapar. Solo porque pensaba que eran espías en mi contra, claro que a diferencia yo nunca los traté mal.

—Rem, todos cometemos errores. Todos nos enfrentamos a nuestros demonios y a las consecuencias de nuestras malas decisiones. Es natural sentir odio hacia uno mismo, creer que el mundo está en nuestra contra y que nuestro sufrimiento justifica nuestras acciones

Una gota cae en mi cuello, atravesándome con un dolor tan intenso que la sangre empieza a caer de este.

—Puede parecer que debemos hacer cosas para compensar, pero a veces nos damos cuenta de que eso solo es hipocresía. Es posible que desees morir para poner fin a ese dolor, para escapar de esa sensación.

—¡Sí! ¡Si muero, todo mejorará! Soy solo una inútil cargada de ira y dolor.

En ese momento, tomo su mentón suavemente, acerco su rostro al mío y le hablo desde lo más profundo de mi corazón.

—Morir no hará que todo mejore. Todo lo que dices y haces tiene consecuencias, pero es precisamente eso lo que te hace moverte. Lo que te hace diferente es cómo actúas. No se trata de sufrir eternamente.

—¿Entonces? ¿Si no se trata de odiarse, de qué se trata? —pregunta, reflejando en sus ojos una imagen que casi puedo reconocer como mi propia.

—Se trata de mejorar. De avanzar, de seguir adelante y reírle a la adversidad. Lo que hiciste no puede cambiar, pero tienes la oportunidad de aprender y crecer a partir de ello. Puedes disculparte por tus errores y seguir adelante. —Sostengo sus manos con firmeza mientras dejo de mantener la barrera de fuego y un aura de frío nos envuelve—. Lo lograrás. Comenzarás a moverte desde este momento, avanzarás y te convertirás en una mejor versión de ti misma. Cuando sientas que todo se desmorona, cuando quieras compartir una alegría o simplemente necesites compañía, estaré allí para ti.

Palabras hipócritas, palabras que siempre quise escuchar pero que no quiero decir.

Rem aprieta mis manos con fuerza, intentando esbozar una sonrisa entre las lágrimas.

—No merezco eso.

—Nadie lo merece. En cambio, debes ser agradecida por lo que tienes. —Sonrío—. El merecimiento está en tu interior.

El tiempo se agota y debo hablar rápido. Estoy quedándome sin fuerzas.

—Haz que esas personas olviden el daño que les hiciste. Convierte el odio que diste mil veces en amor. Ve y expresa todo lo que llevas en tu corazón, purifícate a ti misma y sigue adelante.

Siento que mi cuerpo ya no responde, estoy a punto de colapsar. El miasma dentro de mi puerta está causando estragos. He utilizado demasiada magia incluso con mi puerta dañada. Si no sobrevivo, todo habrá sido en vano.

—Vive por ti, vive para ser feliz. La vida está hecha para eso, para ser feliz y hacer felices a las personas que aprecias. Creo en ti, estaré contigo cuando me necesites.

Esas son mis últimas palabras antes de girar la cabeza y vomitar una gran cantidad de sangre. Mis ojos se nublan y mientras caigo, escucho a Rem gritando mi nombre. Aún no estoy inconsciente, puedo sentir la llegada de Ram y luego me encuentro en una cama.

La increíble comodidad me hace desear dormir para siempre.

Todo es caos, toda esta destrucción es indirectamente culpa mía. Al final, todo lo que hago parece llevar a la muerte.

Quizás ese sea mi destino, pero no dejaré de luchar.

Cuando me doy cuenta, siento unas manos pequeñas en mi pecho y a alguien sostiene mi mano con fuerza. Esas pequeñas manos parecen temblar. El flujo de magia excesiva no debe ser algo sin importancia.

El miasma ha invadido mi puerta debido a la falta de maná. Como un veneno letal, está destruyendo todo en su interior.

De las manos de Beatrice siento una sensación cálida mientras ella canaliza su mana con todas sus fuerzas. Escucho las últimas palabras de este día.

—No mueras, porque si mueres... estaré sola de nuevo.

Oscuridad...


SS-Rem.

Aquel desconocido.

Sostengo su mano con fuerza, mis lágrimas se mezclan con el torrente de emociones que atraviesan mi ser. Mientras lo miro, inconsciente y vulnerable, un cúmulo de recuerdos de esta semana se agolpan en mi mente.

El primer día que llegó, su presencia se hizo evidente en el momento en que abrió la puerta de su carruaje. Un aroma peculiar impregnó mis sentidos, sentí inmediatamente el olor del miasma. Si no fuera por las palabras de mi hermana, lo habría atacado sin pensar.

No me considero una persona virtuosa, pero sin duda soy mejor que esos despreciables cultistas. Por eso no permití que encontrara la felicidad en este lugar.

Recuerdo claramente la primera vez que se atrevió a pronunciar esas palabras que sacudieron mi existencia:

"No soy de este mundo".

Instintivamente, dirigí mi mirada hacia el espíritu que nos acompañaba, esperando escuchar su negación, deseando que fuera una mentira para poder atraparlo en sus propias palabras. Sin embargo, su sorpresa genuina evidenciaba su veracidad.

Cuando logró que el señor Roswaal accediera a permitir que nadie lo atacara dentro de los dominios de la mansión, una inquietud invadió mi ser. Si aquel repugnante individuo tenía algún plan maquiavélico para dañar a los habitantes de la mansión, no debía permitirse su presencia aquí.

Mi mente gritaba en silencio: "Es un cultista".

Pero fue mi hermana quien me recordó que en ninguna circunstancia podía atacarlo. Ella y el señor Roswaal lo estaban protegiendo, resguardando a ese asqueroso cultista de sus deseos más oscuros.

Luego, tuvo el atrevimiento de preparar el desayuno. Cuando vi a mi hermana sentada frente a esa bandeja de alimentos que él había elaborado, casi sucumbí ante un impulso irreversible. La sensación de repulsión se apoderó de mí y apenas pude contenerla.

Fingí comer con normalidad, pero en cuanto tuve la oportunidad, me dirigí rápidamente al baño para vomitarlo todo. Aquel hombre había irrumpido en mi rutina, arruinando mi paz y perturbando mi mundo.

Lo peor de todo es que nadie parecía cuestionarlo, como si ignoraran la posibilidad de que fuera un espía infiltrado. Incluso mi propia hermana parecía estar comenzando a simpatizar con él.

—No es una mala persona, si tan solo hablaras con él lo entenderías —me dijo mi hermana esta mañana, tratando de convencerme de que le diera una oportunidad.

Pero yo no podía ignorar mis instintos, mi desconfianza hacia aquel individuo. Su olor, curiosamente, había disminuido en los últimos días, lo cual me generaba cierto alivio.

No sabía si los cultistas eran capaces de ocultar su esencia de esa manera, pero al menos esa disminución me brindaba un poco de tranquilidad. Después de todo, si realmente fuera un cultista, no habría ocultado su esencia, ya que para ellos eso sería considerado un pecado imperdonable.

Sin embargo, a pesar de todo, no pude permitirme comer lo que él había preparado.

Mis sospechas y desconfianza se acentuaron cuando, por la mañana, se atrevió a agarrarme del hombro. En ese momento, mi mente se inundó de temores y pensamientos apocalípticos. "Me va a atacar", resonaba en mi cabeza. Luego, con voz firme, me pidió hablar, asegurando que sabía que lo odiaba, pero desconocía el motivo.

"Porque eres un asqueroso cultista", deseé gritarle, dejando que mi repulsión y resentimiento se manifestaran abiertamente. Sin embargo, me contuve.

Durante su conversación con el espíritu, apenas lograba escuchar lo que decían. Las palabras se perdían en el aire, como susurros incomprensibles. Pero algo en su actitud me llamó la atención: parecía estar enseñándole algo al espíritu, algo que no alcanzaba a comprender. Y entonces...

¡BOOM!

Un estruendo estremecedor recorrió todo el lugar, haciendo temblar los cimientos de la mansión. A lo lejos, pude ver cómo los árboles se encontraban congelados, víctimas de un ataque sorprendentemente veloz, mucho más rápido que una flecha o una bala mágica. Mis piernas temblaron instantáneamente ante aquel suceso, pues recordé que solo hace poco tiempo esa persona no era capaz de utilizar magia.

Incluso cuando observé su puerta mágica por primera vez mientras dormía, aparte del ominoso miasma, no pude percibir ninguna señal de algo extraordinario.

Esto me llevó a recordar las extrañas anomalías relacionadas con su puerta. "No puede ser", murmuré al segundo día de su llegada. Su puerta estaba adquiriendo forma y estructura, algo que solo ocurre cuando se aprende a controlar la magia por primera vez.

Es decir, él nunca había utilizado la magia de manera consciente. A partir de entonces, día tras día, esa puerta comenzó a revelarse con mayor claridad y a someterse a su voluntad. Su progreso en el arte mágico era simplemente indescriptible. De alguna manera, parecía asimilarlo todo rápidamente, aprendiendo a conjurar magia.

Sin embargo, todo esto parecía demasiado sospechoso, demasiado bueno para ser verdad. Era lógico desconfiar y mantener mis reservas. ¿No es así?

Entonces, la tragedia ocurrió. Aquella misma tarde, nuestro señor partió para atender asuntos relacionados con la petición de esa persona. Lo primero que vino a mi mente fue que este individuo tenía la intención de asesinar a todos, desacreditando al señor Roswaal en el proceso.

Sin poder contenerme, le grité que eso era parte de su siniestro plan y que deseaba acabar con él en ese mismo instante. Sin embargo, algo en su mirada, algo en su semblante, dejaba entrever un profundo temor, incluso mientras sonreía. Tenía miedo, pero se negaba a rendirse.

Entonces, pronunció palabras que retumbaron en mi mente: "Jamás mataría a alguien que no lo merece. Puedes desconfiar de mí, pero no me compares con un asesino".

¡Mentiroso!, exclamé en mi interior. ¡En mi aldea también ocurrió algo similar! Quería liberar toda mi ira y acabar con esta situación de una vez por todas. Sin embargo, opté por seguirlo, lo seguí únicamente porque él también tenía miedo.

Al igual que yo, él también tenía miedo.

Permanecí allí, observando desde la distancia mientras se desataba su batalla. Mostró un hechizo mágico asombroso, algo que nunca había presenciado en nadie. Mi hermana decía que él tenía talento, pero por alguna razón no podía utilizar la magia de manera convencional.

Así que esperé, y seguí esperando...

Mientras el daba su vida por esas personas yo estaba viéndolo desde un árbol. Quería que muriese, quería decir que fue a causa de su miasma, que fue porque era un cultista y se equivocó—.

Cuando hizo que cayese el árbol, una sonrisa apareció en mí. Sorprendida toque mis labios, sintiendo como se arquean. Casi como esa vez, esa vez cuando mi hermana perdió su cuerno.

"¡Por fin!" Grite para mí misma.

Pensé que el causaría la muerte de esas personas, entonces podría matarlo diciendo que lo hizo él. Que es un traidor y por ello lo mató.

Para mi sorpresa eso no sucedió, se lanzó con todas sus fuerzas y arriesgando su vida logro salvar la de los demás. Cuando él estuvo por morir, sin darme cuenta ya había bajado y usado mi magia para salvarle la vida.

Reproche mi cuerpo por hacerlo, pero ya lo había hecho.

No fue entonces cuando lo estaba curando que dijo:

—Lleva a los heridos primero.

Cuando él dijo eso me di cuenta de mi error, ese hombre estaba herido, su puerta estaba sobrecargada de miasma y el olor que antes no estaba apareció luchando para salvarlos. No sé cómo o porqué, pero aunque el olor me hacía querer matarlo no lo hice.

En cambio decidí acabar con las mabestias que lo maldijeron. El grito que el dio causo que todas se dirigiesen en una misma dirección, así que cuando lo dejé con la señorita Beatrice inmediatamente me dirigí hacia ese lugar.

Entonces todo se volvió nebuloso.

Solo estaba actuando acorde a mis pensamientos. Quería morir por mis actos, siempre causando caos, siempre causando malas cosas a los demás. Esa persona les salvo usando su vida como sacrificio y yo quería matarlo.

Destruí a todas las mabestias que pude mientras era mordida y atacada.

Mi cuerpo no me respondía, simplemente estaba actuando instintivamente. "Usar mi vida como ficha para redimirme" Ese es el único pensamiento que estaba en mi cabeza.

No podía ver que sucedía, como si estuviese atrapada en una prisión dentro de mí.

Pero entonces, cuando recobre la consciencia, estaba en frente de él. Lo había empujado para sacarlo de todas las mabestias. Lo había salvado de nuevo, con la intención de ofrecerme de sacrificio y que me perdonase.

Quería pedir perdón, pero no iba a poder.

Luego, cuando volví a abrir los ojos una sensación cálida rodeo mi cuerpo. Ese hombre me estaba abrazando, quise quitármelo de encima pero no pude, no quería hacerlo.

Pero él había arruinado mi acto.

Le grité, le grité y grité hasta cansarme. No podía ver que expresion estaba haciendo pero de seguro me veía asquerosa. Llena de sangre con lágrimas en los ojos, le grité todo lo que pude pensar para que me dejará morir.

Para que se salvara.

—Ya lo sé, lo sé todo.

Fue su primera respuesta, entonces aprieta sus puños con fuerza. No pude ver su expresion pero sus palabras mostraron la rabia que tenía.

—Se que estabas viendo.

Cuando dijo eso me sorprendí, después de todo me oculté bastante bien, pero de algún motivo se dio cuenta.

Entonces va y crea un caos impresionante. De su costado saco una bola blanca de un tamaño mayor al de una manzana, no sabía que era pero se parecía al hechizo de la mañana, entonces. Una explosión de escarcha estaba a punto de tocarme.

"Por fin, me va a matar" Pensé.

Cerré mis ojos esperando el final pero entonces un calor fue lo que recorrió mi cuerpo. No fue la fría muerte si no un calor abrasador.

Me enfurecí, consumida por la rabia de que él me hubiera salvado. Deseaba morir en ese instante, poner fin a mi sufrimiento y rendirme ante el destino. Sin embargo, él comenzó a hablar, mientras las gotas que congelaban su espalda caían. A medida que mi deseo de morir aumentaba, él era la única fuente de luz que podía ver. Estaba allí, frente a mí, protegiéndome de todo.

Le confesé que merecía la muerte, que deseaba abandonar este mundo.

Pero él acercó su rostro.

Le dije que me odiaba, que no valía nada y que debería morir.

Sin embargo, él tomo mis manos.

Me estaba viendo a mí, no veía a la Rem perfecta que realizaba las tareas del hogar y cumplía con sus responsabilidades. Él había visto mi horrendo interior, le dije cosas terribles, hice cosas que no tienen perdón.

Mientras lloraba y mi rostro se contorsionaba, podía verlo a él. Decidido, con una sonrisa en su rostro a pesar de todo el dolor que debía estar soportando. Me protegía con su calidez. Deshizo su magia y el viento irrumpió sin piedad, pero en ese momento no sentí el frío. Su calor recorría mi cuerpo y su mirada se adentraba en mí como si siempre hubiera estado esperándola.

Irónicamente, la persona a la que menos esperaba era la que más deseaba. La persona que tenía frente a mí pronunció las palabras que siempre anhelé escuchar.

"Creo en ti, estaré contigo cuando lo necesites".

Ese hombre que tenía frente a mí había despertado algo en mi interior. Sentía que mi vida, antes gris, comenzaba a vibrar con colores intensos. Sentía que podía moverme, que deseaba seguir adelante y poder verlo más.

Pero entonces, él cayó al suelo después de vomitar sangre. Y solo en ese momento, por primera vez, pronuncié su nombre.

—¡Marco.!