Capítulo 10
Un último Plan
—Así que más de la mitad de los nobles tienen miasma consigo, y un tercio de los caballeros también... —Miro toda la capital desde un balcón. Tras ser apartado, solo me queda esperar a que todo termine.
Suspiro con una sonrisa, reflexionando sobre si lo que hice estuvo bien. La mirada molesta de Crusch me dolió, aunque sé que era fingida, sentí que mi corazón se agrietaba. Deberé invitarla a una cita para quitarme este mal sabor, ahora estoy seguro de que lo ha notado.
Es densa, pero no estúpida.
«Jeje, quiero llevarla con Helena». Comprar unos libros, pasear; todo lo que quiero es vivir una vida tranquila. Estando con ella puedo ser yo mismo sin miedo alguno, es ahí donde pertenezco y lo protegeré con todas mis fuerzas.
Crusch aún no sabe cuándo alguien está interesado en ella, pero no me preocupa, solo tengo que hacérselo ver. María y ella se parecen mucho, pero sus personalidades son totalmente opuestas. María era más asertiva y firme, Crusch es firme, pero no tan asertiva.
Miro el sol brillar con intensidad, iluminando la hermosa capital de Lugunica. Desde lo alto, puedo verlo todo, incluso el árbol Flugel. Las casas, los negocios, todo se extiende desde mi campo de vista.
Es una vista tan amplia, pero a la vez tan solitaria.
Me sentiría bien viéndola de vez en cuando, pero prefiero tener a mi vista gente con quien charlar, vecinos que saludar. Tampoco me importa demasiado, pero me pregunto cómo será el futuro.
Escucho unos pasos que me hacen girar hacia otro lado; es Félix acompañado de Julius. Como estaba previsto, mi ofensa hacia los caballeros se hizo escuchar. Julius lo hace para protegerme, sacrificando su orgullo.
«Será divertido».
—¿Qué quieren? —pregunto, mirándolos con molestia a ambos. Félix mantiene una expresión seria, su mirada enojada es sincera. Claramente no le dijimos a Félix, al igual que Emilia, y Félix no sabe actuar en este tipo de situaciones, lo que aprovecharé para molestarlo luego.
—¿Qué fue esa estupidez, nyan? —pregunta Félix molesto, pero yo lo ignoro y me pongo enfrente de Julius.
—¿Quién eres? —pregunto, y él me mira con una expresión neutra, pero en el fondo su molestia es tan clara como el agua. Ambos, frente a frente, nos quedamos mirándonos.
Félix me mira extrañado, pero luego se da media vuelta.
—Soy un caballero real del reino de Lugunica, caballero espiritual Julius Juukulius. —Sus palabras vienen cargadas de seriedad, pero yo no deseo extender más esto. No me cae mal Julius, realmente siento un poco de pena por él—. Tu acabas de ofender a todos los presentes con ese acto.
—No dije ninguna mentira. Mientras ustedes se centran en proteger a los nobles y a la gente de poder, todo el pueblo estaba siendo masacrado por los cultistas. —Señalo hacia la capital, mirándolo con enojo—. ¡Ustedes no protegen sino a quien quieren! ¡Sal! Vive entre el barro y usa tu cuerpo para proteger a quienes lo necesitan.
Me acerco a él y lo tomo de su traje, lo agarro con firmeza mientras uso mi maná para amenazarlo. Julius pone sus manos en mis brazos, pero con mi fuerza actual es imposible para él quitarme fácilmente.
—Ustedes no son más que personas que nacieron en una cuna de oro, todo el esfuerzo, todos esos callos no se comparan a aguantar hambre, a no saber si podrás vivir al día siguiente o a dar el pan sobrante para alimentar a tus hijos. A sentir la impotencia de no ser suficiente porque el mundo no les da la más mínima oportunidad. —Quizas lo estoy mirando con demasiada intensidad, ni siquiera yo sabía que esto estaba en mi interior—. Las personas que fueron asesinadas no tenían como defenderse, nunca pudieron hacerlo porque personas como ustedes solo estaban jactándose de su fuerza, acaparándolo todo.
Escupo al suelo, sonriendo y tragando saliva para evitar vomitar. Todavía lo puedo recordar, el olor a sangre, el olor a quemado.
La pólvora mezclada con cadáveres.
—¿Que mierda es ser un caballero honorario si no puedes proteger a quienes lo necesitan? ¿Qué tan jodida tienes la mente? —Lo empujo con fuerza, haciendo que retroceda—. Te importan más mis palabras que tu jodida ineptitud, ¡imbécil!
Gracias a la explicación de Wilhelm, fue fácil aprender la técnica para mejorar físicamente mi cuerpo con maná. Ahora la diferencia está en cómo puedes mejorarlo.
El cuerpo humano es mágico. Hasta ahora no sabía que Wilhelm podía mejorar su cuerpo de esa forma. Crusch lo sabe, pero para mi sorpresa, no sabía cómo explicarlo. Es bastante simple, usas el maná para que, en vez de tenerlo en tu cuerpo, fluya por tu torrente sanguíneo.
Eso significa una cosa: el maná en sí no te da la fuerza, sino el cambio que hay en tu cuerpo. Wilhelm y yo estuvimos probando con ayuda de Félix. Usamos su magia para apoyar ese cambio y ver cómo funcionaba.
—No sabes lo que tuve que ver, ni lo que tuve que sufrir. —Puedo recordar sus voces pidiendo auxilio, cada día, cada noche, me persiguen como si fuese un recordatorio de mi propia debilidad—. Hablas en nombre del grupo de estúpidos que no pueden aceptar una crítica en nombre del "honor".
Realmente morí unas cuantas veces, pero nada de qué sorprenderse.
Al final, encontré la respuesta: usar sistemáticamente el maná en diferentes partes del cuerpo. Al usar magia en mi sangre, aumentó la cantidad de mitocondrias que puedo producir. Lo vimos bajo un microscopio, así que es completamente cierto. Este cambio no podía funcionar por sí mismo, y por eso morí varias veces.
El problema fue que, ante muchas células, no había energía, por lo que debía aumentar el ATP, dándole energía a cada una. Mi cuerpo se descompensa cuando lo uso en exceso, pero con comer cantidades inmensas de comida se recupera.
—Ustedes sabían que el culto estaba activo, en vez de centrar fuerzas y contratar mercenarios para proteger a los pueblos decidieron que no les importa, que cada persona debe encargarse de sus tierras. —Suspiro, encogiéndome de hombros—. Les importa una mierda la gente, acéptenlo.
Lo mismo crítique cuando Crusch dijo algo así, pero ella sí pudo aceptarlo.
La adrenalina es útil, pero no para tenerla todo el tiempo, por eso no la consideré hasta el último momento.
—¿Qué te pasa hoy nya? Estas actuando como un demente. —Félix me mira seriamente, pero yo solo puedo apretar mis labios con fuerza. No puedo detenerme, no puedo detenerme al ver la mirada de esté gran idiota.
Félix usa su magia sutilmente, infundiendo un poco de energía para calmar mi mente.
—¡Tsh! —saco la mano de Félix, mirándolo con molestia.
Al parecer, la mejor magia siempre será la magia de sanación. Incluso para Félix fue posible aplicar estos cambios, con la diferencia de que él lo hacía de forma inmediata, como si hubiese nacido con ello. El mayor cambio fue en mi cerebro, mejorando la sensibilidad de los neurotransmisores.
Fue duro, pero lo logré en mi intento número treinta sin morir. Ahora mi velocidad de reacción ha superado la de un humano convencional.
—Te voy a partir la cara, demostrarte que tu esfuerzo cegado es solo para ti mismo. —Lo señalo con fuerza mientras me trueno los nudillos—. Te demostraré que tu caballerosidad no puede vencerme, pues yo cargo el arrepentimiento de mi propia debilidad. Tu poder, tu fuerza, tu autoproclamado título de caballero espiritual es solo basura si no tienes los huevos para arrastrarte por el barro y proteger a quienes te necesitan.
«Wilhelm tenía razón, la caballerosidad ha muerto».
Una vena crece en la garganta de Julius, su forma de contener sus emociones es de admirar. Toma mi guante y me da la espalda.
—Prepárate, porque yo, el caballero espiritual Julius Juukulius. —Empieza a caminar, alejándose de nosotros—. No me pienso contener.
Aunque le pese, Julius es capaz de ver la verdad. Sé que en su interior entiende lo que le digo, sé que lo hizo para evitar que el resto de los caballeros me atacasen, pero esas cosas son inevitables.
«Sin un caballero se atreve a atacarme, a mí, que soy prácticamente inmortal».
Sonrío, viendo las injusticias de la vida.
Félix me mira sorprendido, pero realmente solo quiero salir de esto rápido para poder ir a la capital. Debemos hacer el congreso y obtener el apoyo de Anastasia. Quiero ver hasta dónde puedo llegar, hasta dónde puede ver Anastasia.
«Si me ofrece unirme a ella, entonces alguien debió ordenárselo, por ende, sería parte del culto». Obtener información es una cosa, pero si lo que sospecho es cierto, es posible que las candidatas, aunque ninguna posea miasma, puedan estar aliadas al culto.
Cuando Emilia se acercó, pude hablar con Puck y descubrir que los guardias que me querían matar también tenían miasma. La información de Puck es veraz, por lo que realmente debo considerar todas las posibilidades.
«Si tan solo Betty estuviese aquí». Pude sentir algo, pero todavía me falta práctica. Quizás deba hacerlo en un año más o menos, algún día que tenga libre sería lo mejor.
Durante la selección, no podía poseer miasma porque interferiría con las mediciones de Puck, así que morir no era una opción. La lucha no es contra las candidatas, sino contra el culto de la bruja.
—¿Por qué dijiste todo eso? —Cuando Félix se acerca coloco mi mano en su cabeza—. ¿Nya?
Su mirada confundida me saca una sonrisa.
—Era solo un acto que Crusch y yo planeamos para atraer la atención del enemigo. —Le guiño el ojo—. Aunque perdí el control en esa última parte, gracias.
Félix me sigue mirando confundido, pero yo no puedo evitar si no pesar.
Anastasia es un obstáculo demasiado grande. Saber que ella no es parte del culto nos permitirá actuar más libremente. El hecho de que supieran las rutas de las carrozas, el hecho de que convenientemente aparecieran de inmediato...
«Tengo que evitar el destino de Crusch a toda costa». No importa cuántas veces muera, es igual que durante la batalla contra el culto. Todo lo que tengo que hacer es llevar mi cuerpo al límite. «Morir es solo morir, realmente no cambia nada».
Morir dos veces es lo mismo que hacerlo mil veces. La única realmente dolorosa es la primera, el resto ya no se siente igual. De un momento a otro morir es solo morir, no significa nada más.
Con mi poder, puedo ser el más fuerte de todos, y el único precio es morir. «Mientras siga las reglas que me impuse, no caeré en la locura».
Rápidamente nos dirigimos a un gran estadio circular. La gente está sentada, expectante de la gran batalla en la que destrozarán a un pobre crédulo. Bueno, eso es lo que creen. El olor a polvo invade mis sentidos, la arena viaja con el viento.
Julius me mira con su expresión seria, mientras yo lo miro enojado.
Debo actuar como el protagonista de la novela, pero también debo ser diferente.
«Si todos piensan que no soy una amenaza, será mejor». Debo mostrar la fuerza para derrotar a un cultista, pero no la fuerza para ser una amenaza. Es así de simple. Si estuviese en otro tipo de situación, sería mejor mostrar todo lo que tengo, pero si lo hiciera, llamaría demasiado la atención.
«Imagina derrotar a uno de los mejores caballeros sin problema». No he hablado con Crusch, puesto que no debemos tener contacto hasta el final de esta batalla. Lo que necesito ahora es que crean que conmigo como mediador pueden afectar a Crusch.
Intentarán contactarme y engañarme, entonces caerán en nuestra trampa.
El coliseo ruge con el estruendo de miles de espectadores. La arena vibra bajo los pies de los combatientes, cada paso levanta una nube de polvo. El ambiente está cargado de tensión y anticipación. Julius Juukulius, con su espada de madera en mano, se enfrenta a mí, su mirada tan afilada como su hoja.
—¡Comiencen! —grita el juez, y la batalla inicia.
Apunto mi rifle mágico, infundido con magia de viento, hacia Julius. La magia, cuando se entiende a nivel más profundo, abre un mundo de posibilidades infinitas. Disparo sin dudar, un estallido ensordecedor que resuena en el coliseo.
Bang!
Julius reacciona de inmediato, su espada se mueve con una gracia casi sobrenatural, lista para interceptar la bala. Pero un pequeño ajuste de mi parte, una mínima alteración en la trayectoria de la bala cambia todo.
La bala impacta su hombro, rompiendo la piel y haciendo brotar sangre. El estadio se sumerge en un silencio de asombro.
—¿Seguro que no necesitas una espada de verdad? —pregunto, mi voz cargada de sarcasmo—. Parece que no esperabas eso.
Cambiar la trayectoria de una bala no es fácil, pues necesitas un control adecuado del viento. Cualquier pequeño fluyo puede alterar el curso de la bala, si no lo hacía bien alguien del publico hubiese salido herido y entonces tendría que reiniciar.
Julius, herido pero no abatido, me mira con una mezcla de respeto y furia. La magia que he desplegado no es común, y él lo sabe. Dejo caer mi rifle al suelo, decidido a llevar la batalla al siguiente nivel.
Avanzo hacia él, mis años de entrenamiento alimentando cada movimiento.
—Tu carácter y actitud no van con tu poder, es un desperdicio de potencial. —Julius me mira con molestia, sanando su herida con uno de sus espíritus.
Julius se abalanza, su espada envuelta en maná. De un solo golpe, rompo su espada de madera y, antes de que pueda reaccionar, mi puño impacta su estómago con una explosión de maná.
Sangre corre por mi mano, la piel rota por la explosión, pero no me detengo.
Julius recupera el equilibrio rápidamente. Con una mirada de determinación, invoca a sus espíritus una vez más. La energía mágica fluye a su alrededor, envolviéndolo en un aura brillante.
Sus espíritus, visibles como figuras etéreas, lo rodean, listos para el combate.
—¡Clarista! —exclama, infundiendo su brazo en múltiples elementos—. Debo admitir que en un principio te subestimé, pero, como caballero, no puedo permitir que mancilles nuestro honor con tus palabras.
—¡Ja! —Rio al ver su acto tan lustroso—. Solo estas desahogando tu frustración con un desconocido, ese es el acto menos caballeroso que he visto.
«Parece que de verdad va a ir en serio».
Julius, por segunda vez, se abalanza hacía mí. En un abrir y cerrar de ojos se posiciona en frente. Su ataque busca matarme, su puño dorado quiere atravesarme por completo. Lo veo lentamente, la segregación de adrenalina siendo impulsada por mi magia.
Como si me desmayase, me dejo caer levemente. El puño de Julius golpea el aire, creando una onda de choque que hace temblar el suelo. En ese mismo instante creo una explosión de viento en mi codo, impulsando mi brazo hacía su mandíbula.
—No creas que con magia me vas a ganar. —Julius esquiva mi golpe, pero en ese instante lo hago retroceder con una patada giratoria.
Al golpearlo me doy cuenta de que ha potenciado su cuerpo. Sentí como su hubiese golpeado un muro de acero.
—¿En qué lugar aprendiste esos movimientos? —pregunta, pero yo solo le saco el dedo, cosa que no parece entender.
Me abalanzo hacía él, girando y atacando con velocidad. Cada puño que doy es interceptado, cada patada es bloqueada por sus ataques. Ninguno de los dos parece dar oportunidad, pero esto no es suficiente para mí.
—¡Ul Goa! —Grito estirando mi mano. Julius la agarra para moverla, pero en ese mismo instante sonrío—. ¿Por qué agarraste mi mano?
Pateo su costado con todas mis fuerzas, explotando el hechizo en mi pie. Julius sale volando, mientras que yo caigo arrastrado por el suelo. Miro mi píe casi carbonizado. Intento mover mis dedos, pero parece ya son comestibles.
—Usas trucos desagradables a pesar de proclamarte un héroe. —La mirada de Julius viene acompañada del hueco en su camisa, con la marca de quemadura en su cuerpo.
Me levanto, sosteniendo mi sonrisa.
—Dije que era un héroe, no que era un idiota crédulo. —Escupo la sangre acumulada al suelo. Preparado para continuar—. Si para salvar a alguien tengo que usar trucos lo haré, esa es la diferencia, a mí no me importa mi honor si sirve para hacer el bien.
Si quisiera pudiese terminar esto, no es tan difícil. Todas las personas de este mundo carecen de algo, carecen de control. No tengo miedo a morir, no tengo miedo al dolor. No tengo miedo a perder, ni a ser humillado.
Mi único miedo es no poder retroceder al momento correcto, pero incluso eso es solo arrepentimiento.
No saben cómo funciona el mundo que les rodea, no les interesa.
Concentro mi magia en las manos, invocando una esfera de aire comprimido que empieza a vibrar a frecuencias extremadamente altas. La esfera se forma lentamente, su color y energía cambiando con cada ajuste de la frecuencia. La vibración es casi inaudible, pero la presión que genera es palpable.
—Sigues con tu acto, bien por mí. Entonces deberás soportar las consecuencias —digo, mirando a Julius mientras se abalanza hacia mí. Su cuerpo parece sanar y potenciarse a la vez gracias a la magia de los espíritus que lo rodea. Veo cómo sus músculos se tensan y su aura brilla con una intensidad renovada.
Justo cuando Julius está a punto de llegar a mi alcance.
—¡PUDRETE! —libero la esfera de aire comprimido. La esfera se dispara hacia él con una velocidad implacable, y el impacto es inmediato. Un estallido de sonido reverbera a través del coliseo, la onda acústica golpea sus oídos con una fuerza tan intensa que siento cómo la vibración atraviesa el aire.
Veo a Julius tambalearse, su rostro contorsionado en una mueca de agonía. De sus oídos brota sangre, escurridos rojos que manchan su rostro y su armadura. La explosión acústica ha sido tan potente que sus tímpanos no han soportado el golpe. Siento una mezcla de admiración y desprecio mientras lo observo, pues a pesar de todo mantiene su acto elegante, con su espada rota en la mano.
Ni siquiera yo puedo escuchar a la audiencia, pues todo lo que escucho es un pitido.
—Los tímpanos son los que te permiten escuchar, ahora probablemente no tienes nada. —Sé que no me puede escuchar, pero igual te lo diré.
—Necto. —Sonrío, viendo que Julius ha conectado su puerta con la mía—. ¿Qué fue lo que hiciste? Ese hechizo…
Esto era justo lo que quería, conectar nuestras mentes para poder hablar con él a gusto.
—¿Lo ves? Tu control es solo una ilusión —murmuro, observando su lucha con una calma calculada—. En donde vivo, no hay lugar para la debilidad. Solo los que entienden el verdadero funcionamiento de la realidad sobreviven. Por eso me da rabia, me molesta que ustedes no me crean un héroe.
Arrogante, pero fuerte. Las cualidades para ser manipulado no es necesariamente ser idiota, si no ser alguien que se deja llevar fácilmente por sus emociones. Un ignorante que sabe controlar sus emociones es más capaz que cualquier genio que no.
—¿Qué te parece si solo vemos tú y yo? —pregunto, pero el apenas parece recuperar su balance.
La confusión en sus ojos, la sangre en sus oídos, todo es una prueba de mi dominio sobre este campo de batalla. Mientras Julius lucha por recuperar el equilibrio, sé que el control está completamente en mis manos.
El órgano que nos da el equilibrio es el odio, un daño grave en estos y solo levantarte te sería imposible. El hecho que ni siquiera ha vomitado o ha escupido demuestran la fortaleza de su cuerpo y mente.
Mientras él se tambalea, desorientado y herido, yo permanezco en el centro del coliseo, sabiendo que he demostrado mi superioridad en el combate.
«Acabemos con esto».
Con magia de viento, manipulo el oxígeno a nuestro alrededor. Agrupo las partículas cerca de mi mano, creando una cúpula de fuego que nos aísla del resto del coliseo. Julius empieza a toser, su cuerpo buscando desesperadamente el oxígeno que he retirado.
Su mirada se torna desesperada, pero no es un oponente fácil.
Invoca a sus espíritus, creando ondas de viento que se agrupan en su interior. Imbuido en sus espíritus, parece que su cuerpo está siendo oxigenado sin necesidad de respirar.
—¡Tú! —grita, lanzando un puño hacia mi rostro.
Anticipo su movimiento, giro ligeramente mi pie y esquivo su ataque. Con un rápido movimiento, extiendo mi mano derecha, una bola de oxígeno concentrado chisporrotea en mi palma. La prendo con una chispa de magia de fuego, creando una explosión que envuelve a Julius en llamas.
Julius, envuelto en fuego, usa su magia para apagar las llamas, su rostro muestra una determinación feroz. No estoy aquí para matarlo, sino para demostrar mi fuerza y capacidad.
Julius se lanza de nuevo, su espada rota regenerada por su magia. La arena del coliseo tiembla bajo nuestros pies mientras nuestras magias chocan, el aire se llena de chispas y energía pura.
—¿Lo ves? Tengo más poder para salvar a quienes lo necesitan que tú. No puedes vencerme. —Sonrío de forma asquerosa, mirándolo como si no fuese más que basura—. Eres solo un caballero fracasado.
Julius se queda callado, concentrándose en mis movimientos.
—Vamos, ¿no vas a decir nada? —Lanzo un gancho directo a su rostro, pero Julius lo recibe con su mano desnuda.
—Esto debe acabar. —Una onda de viento disipa la cúpula de fuego, todos los espectadores miran como Julius parece tener la ventaja. Yo sonrío, pues ya he logrado lo que quería.
Julius lanza un puño a mi rostro, pero yo lo esquivo girando. Retiro mi mano de su agarre, pero este lanza una patada giratoria hacía mí. Abro mis ojos en sorpresa, y, con su pierna imbuida en magia espiritual, soy pateado hacía el suelo.
Uso mis brazos para cubrirme, rebotando en el suelo y cayendo.
—¡ESOOO! —Grita el público emocionado al verme caer.
Julius me mira sin mostrar expresion alguna, pero yo, en ese mismo instante me abalanzo hacía él.
—El Goa. —Creo una bola de fuego en mi mano, lanzando mi puño. El hace lo mismo, dispuesto a romper mi hechizo con su propia fuerza.
¡BOOM!
Una explosión a gran escala revuelve todo el lugar. Uso el alcance oculto para crear una barrera que protege a Julius, mientras que yo salgo disparado, siendo arrastrado por el suelo y cayendo sin poder hacer nada.
Mi brazo está roto y creo que también algunas costillas. Si no fuese por el refuerzo en mi cuerpo, habría muerto.
Escupo sangre al suelo, intentando levantarme pero, rompiendo mi pierna, caigo al suelo.
—¡Falle! —exclamo, quedándome en el suelo sin poder moverme. Julius debe estar con heridas poco visibles, aun así eso ya demuestra mi fuerza. Yo puedo reforzar mi cuerpo con maná, y aun así, tengo varios huesos rotos.
«Si tan solo Betty estuviese aquí podría curarme».
Abro mis ojos, viendo que estoy en una cama completamente curado. Es una cama grande, puedo ver que las decoraciones son propias del mismo lugar en el reino. Sigo en el castillo, parece ser esta la habitación que usan los nobles.
Giro mi cabeza y distingo a Crusch, que está de pie junto a la ventana, su mirada fija en el horizonte. La luz de la tarde se filtra a través del cristal, envolviéndola en un halo suave y dorado.
—¿Cómo fue todo? —pregunto, pero no obtengo respuesta—. ¿Crusch?
La veo presionar un poco más contra el vidrio, sus dedos extendidos como si intentaran tocar algo que está más allá de este mundo. Sus ojos, enigmáticos y llenos de emociones que no logro descifrar, se asoman a través del reflejo de la ventana.
—¿Qué es la vida para ti? —su voz suena suave, pero cargada de una intensidad que me sorprende. Entrecierro los labios, preparándome para lo que parece ser una conversación dolorosa.
Siento que es el momento de ser completamente honesto, sin evasivas.
—La vida es algo precioso para las personas, pero, para mí, mi vida no es más que una ficha en un tablero. —Mis palabras son sinceras, aunque reconozco que suenan frías. No puedo engañarla; la verdad es que el concepto llamado vida ya no aplica para mí.
—Mi vida actual solo caerá cuando pierda la cordura.
Slap!
De repente, siento una explosión de calor en mi mejilla, y el dolor me sorprende. Miro la cama con incredulidad mientras sostengo mi rostro, atónito. Alzo la vista hacia Crusch y veo que una lágrima solitaria rueda por su mejilla antes de caer al suelo, como una perla de tristeza.
—¡Tú eres importante, Marco Luz! —exclama con una pasión que me conmueve. Su voz tiembla, pero está cargada de una sinceridad que desarma cualquier defensa.
—Yo no planeaba morir —digo, intentando explicar. —Quiero decir, mi vida puede parecer una ficha, pero eso no significa que no sea importante.
El peso de mis palabras parece mezclarse con el dolor que veo en sus ojos. El nudo en mi estómago se aprieta más, una sensación de desesperación que no puedo ignorar. Sin pensarlo, saco una mano oculta y la coloco suavemente en su espalda, empujándola con cuidado hasta que cae en mi pecho.
—No planeo perder todo, sé que parecía que estaba dispuesto a morir, y, aunque sea cierto, sabía que no iba a dejar que algo malo me pasase. —No puedo decir que no puedo morir, pero puedo hacer alusiones a ello—. Tenía todo bajo control, solo fue una pantalla, perdona por ocultártelo.
Crusch es la persona más honesta y fuerte que conozco, y verla llorar por mí es una tortura. No quiero que sufra por mi causa; es la persona que menos quiero ver sufrir. No importa lo que diga, su dolor es real, y yo quiero ser el refugio en el que pueda encontrar consuelo.
Además, no es la primera vez que la hago llorar.
«Me llena de admiración y dolor verla así, tan fuerte como para llorar por mí».
—Lo siento, no volveré a hacerte sentir así —digo, sintiendo cómo mi voz se quiebra. —Aprecio y valoro la vida, no te preocupes. No me alejaré de tu lado. Soy un estafador, pero también un humano con sentimientos.
Siento que ella podría no entender por completo el motivo de mi abrazo, pero no me importa. Mi poder hace que la vida parezca sin valor, pero eso no cambia cuánto me importan las personas a mi alrededor. Ella es la vida que más me importa, y en mis brazos, siento que puedo mantenerla a salvo, sin importar cuantas veces vuelva.
Todos me importan, aún si puedo reiniciar y salvar sus vidas, aun si mi vida es como la de un juego, todo lo que tengo a mi alrededor es real. No importa si puedo volver de la muerte, lo que importa es que ellos no pueden hacer eso.
—¿Por qué me abrazas? —pregunta con una mezcla de confusión y curiosidad. Su pregunta es sincera y vulnerable.
—Estoy recargando energías para poder seguir adelante —respondo con una sonrisa suave. Sin necesidad de palabras adicionales, nos quedamos así, abrazados, compartiendo el silencio y el consuelo de nuestra cercanía.
En este momento, en la simpleza de un abrazo, encontramos la fortaleza para enfrentar lo que venga.
El tiempo avanza sin prisas, y me encuentro en un modesto restaurante de hamburguesas. Las hamburguesas no son nada del otro mundo, pero la presencia de salsa de tomate me sorprende más de lo que debería.
No soy un experto en gastronomía, pero es un detalle curioso que añade un matiz inesperado a este momento.
—¿Qué quieres de mí? —pregunto con desdén, fijando mi mirada en Anastasia.
Estoy en la guarida de la serpiente, el escenario donde nuestro plan se despliega. Estoy aquí para discernir si Anastasia puede ser una aliada valiosa o si, en su lugar, será un enemigo.
Mis investigaciones con los textos de Crusch revelaron un dato: hay un manipulador en las sombras, alguien que podría estar detrás de todo. La realidad misma podría estar moldeada por su influencia.
Tal vez el joven que desapareció de la casa de los abuelos es el verdadero protagonista de este juego, manipulando la historia. No puedo predecir el desenlace, pero para enfrentar la tormenta, necesito unir todas las fuerzas disponibles.
Luego de Anastasia, me dirigiré a Felt y a Priscilla. Mi monopolio tiene un propósito específico: proteger este mundo en el que deseo permanecer. Anastasia, sin saberlo, está a punto de ser evaluada.
Su sonrisa permanece, pero su actitud es una pista de que tiene un plan para mí.
—¿Cómo conociste a Crusch Karsten? —pregunta, provocando una reacción instintiva en mí.
—Lady Crusch Karsten —respondo, mi tono frío mientras cruzo los brazos. Su sorpresa es evidente, una chispa de curiosidad brilla en sus ojos. Mimi y Hetaro, a mi alrededor, se deleitan con la comida sin preocuparse por la tensión en la conversación.
—Mis disculpas, pensaba que no tenías sentimientos hacia alguien que te trató de esa manera. —Sus ojos se afinan, agudos como cuchillas.
Ella puede reconocer mi fortaleza, pero su confianza en Julius la hace menos cautelosa. Lo que ella ignora es que estoy preparado para cualquier confrontación. Mis manos, ocultas bajo las mangas, están listas para actuar si la situación lo requiere.
Mi poder, una vez aceptado, no es incompatible con el miasma; al contrario, puede integrarse con mis genes. Las palabras de Sekmeth resuenan claras: aceptar el poder era la clave.
Gracias a la teletransportación de Betty, obtuve la información deseada, y aunque liberé el santuario para obtener información posible del futuro, solo tuve que reiniciar para devolver todo a la normalidad.
Bajo la cabeza, una expresión de derrota cuidadosamente calculada en mi rostro.
—No importa… ¿Qué necesitas? —pregunto, rascándome la cabeza con fingida desazón. —¿Es solo eso?
Anastasia asiente con una sonrisa astuta. Yo mantengo mi fachada de derrota mientras empiezo a relatar una historia de engaños cuidadosamente retocados.
—Lady Crusch vio mi poder y me llevó con ella. Me entrenó y eso me permitió derrotar a una arzobispo. —Mis labios se aprietan en una mueca de tristeza mientras la miro—. Aunque ahora está enojada conmigo y no me quiere hablar.
Anastasia sonríe mientras toma un vaso de agua. Su rostro se ilumina con un entusiasmo que parece genuino.
—Es una pena, pero puedo ayudarte con eso. —Bebe un sorbo y me observa con una alegría calculada—. Solo necesito que me hagas un favor.
Mi escepticismo se manifiesta en mi expresión mientras inclino la cabeza y frunzo el ceño.
—¿Por qué querrías ayudar a alguien como yo?
Ella devuelve la sonrisa con una mezcla de dulzura y malevolencia, dejando claro lo que busca.
—Solo quiero saber un poco sobre ella, deseo ser su amiga. Aunque somos rivales, creo que todos podemos ser amigos. —Sus palabras parecen seguir el ritmo de mi propia narración.
Abro los ojos y respondo con una sonrisa calculada.
—¿En serio?
—¡Sí! Le pediré que te perdone.
Sus palabras, aunque parecen un bálsamo, son parte de un juego. Asiento, excitado por lo que está a punto de desencadenarse.
—¿Qué quieres saber en particular? —pregunto con una mezcla de curiosidad y precaución. Ella se toma su tiempo antes de responder.
—¿Sabes si se reúne con mucha gente? —La pregunta es extraña, pero lógica dado su rol como duquesa.
—Bueno… —Reflexiono por un momento—. Desde los últimos eventos, está más cautelosa. Parece estar acumulando armas, y también hay algo más que la inquieta. Ella no me cuenta muchas cosas, pues yo me mantengo entrenando, pero si me ha confiado algunas. También está el otro, aquel inventor que estará en el congreso, siempre se sienta junto a ella en todas las reuniones.
Anastasia arquea una ceja, dudosa.
—¿Estás seguro de que está bien que digas esto? —pregunta, y yo sonrío con picardía y determinación.
—Ella me dijo que era un secreto, pero como no me habla, lo diré. —Mi sonrisa se amplía al notar cómo la expresión de Anastasia se torna más compleja.
«Parece disgustada por mi presencia», pienso.
Anastasia es astuta, pero su disgusto por la traición a alguien que me ha cuidado no la detiene. Justo lo que quería provocar.
—Sí, ella ha expulsado a muchas personas por sospechas de pertenecer al culto. —La información es crucial para mis propósitos.
Anastasia muestra sorpresa antes de apartar la mirada, suspirando. Su reacción confirma mis sospechas sobre su conocimiento del culto y sus propios planes.
—Es un secreto grande, pero realmente no lo entiendo, dado que estamos reuniendo fuerzas para enfrentar una de las grandes mabestias. —La miro alegremente, mientras ella me devuelve una sonrisa incómoda—. También hay un motivo por el cual sabe todo sobre la selección real y sobre ti.
Anastasia me mira fijamente, esperando.
—Esto podría tener un impacto considerable en ella, así que mantén esto en secreto. —Me inclino hacia ella, acercándome levemente—. El motivo es que…
Una mano pálida se interpone en mi visión. La miro con sorpresa, es la mano de Anastasia. Retrocedo mientras ella se toma la cabeza, su sonrisa se desvanece y la expresión de asco se hace evidente.
—Soy alguien que no teme tomar oportunidades, pero esto es repugnante. —Se levanta de la silla y todos a mi alrededor se ponen en pie—. Eres fuerte, pero tu alma está tan corrompida como tu actitud estúpida.
Sus palabras son cortantes, pero mi silencio permanece imperturbable.
—Te haré un favor por la información que me has dado: no vayas a la mansión Karsten, ella querrá degollarte cuando le cuente todo. —Ella se aleja con paso firme. Mimi se despide con un gesto y Hetaro me observa con desdén.
Quedándome solo con una hamburguesa caliente, la tomo con las manos y la muerdo con deleite. Mientras ella obtiene la confianza de Crusch y utiliza mis palabras para sus propios fines, todo está en su lugar.
Es una pena que no le sirva de nada.
«Ella será una de nuestras aliadas».
Después del congreso, nos dirigimos hacia la mansión Karsten. Anastasia ha acordado una reunión con Crusch para discutir su propuesta. En la oficina de Crusch, esperamos a Anastasia con una sensación de expectativa palpable. El congreso ha sido un éxito rotundo; la presentación de la máquina a vapor no solo atrajo la atención, sino que también generó una serie de contratos prometedores.
Dado el revés que sufrió mi imagen, he tenido que idear una nueva estrategia. La capucha que oculta mi rostro se convierte en una herramienta invaluable, permitiéndome mantener mi identidad en secreto mientras navego por el ojo de la gente.
Dos nuevos prospectos, un tonto poderosos y un gran inventor.
Ambos del mismo lugar.
Gracias a Roswaal, quien me enseñó el hechizo necesario, pude asegurar el futuro de la máquina a vapor. Con numerosos contratos firmados, el ducado Karsten está a punto de multiplicar sus fondos.
Aunque ya somos ricos, el objetivo es mucho más grande. Mi alias, "Lasko", comienza a tomar notoriedad tras el congreso. La fama es una consecuencia inevitable, pero no me preocupa demasiado.
Mi objetivo final es revelar mi verdadera identidad y alterar el equilibrio del poder.
—Esa capucha que oculta tu rostro es verdaderamente magnífica —comenta Crusch mientras lleva una taza de té a sus labios.
—Jaja, Roswaal la hizo para mí como un favor por ayudarle —respondo. La magia es más que solo los elementos; es un universo completo que estoy descubriendo poco a poco. La capucha es una extensión de ese descubrimiento.
Crusch asiente, y por un momento, siento la tentación de ir a mi habitación y buscar "eso" que me mantiene en la sombra. Sin embargo, me contengo con firmeza.
—Debo estar presentable para alguien —murmuro, mirando hacia la ventana para ocultar mi sonrisa.
Crusch se muestra satisfecha con mi apariencia. Justo cuando estoy a punto de decir algo, Félix entra con una expresión que indica que Anastasia ha llegado. Se coloca al lado de Crusch mientras observo el pasillo con calma, sintiendo una mezcla de tranquilidad y tensión creciente.
Mis ojos se encuentran con los de Anastasia cuando ella entra en la sala, y una sonrisa confiada se dibuja en mi rostro. Ella abre los ojos levemente y luego suspira, derrotada.
—Fue una trampa magnífica —comenta Anastasia con una sonrisa que revela su reconocimiento hacia nuestro plan.
Me levanto, colocando mi mano en el pecho y realizando una reverencia profunda. Mi gesto agradece su elogio a la representación que hemos llevado a cabo.
—Muchas gracias, señorita Hoshin —digo con una inclinación de cabeza, antes de fijar mi mirada en Julius—. Caballero Espiritual Juukulius, me disculpo por mi comportamiento durante el duelo, deshonré nuestra confrontación, por eso me disculpo.
El honor mancillado no es algo que tomo a la ligera. Sin embargo, el desvío de atención necesario para el plan justifica la acción. Un enfrentamiento real habría llamado una atención indeseada, especialmente si lo hubiera derrotado con contundencia.
Ambos, Anastasia y Julius, me miran sorprendidos por mi cambio de actitud, mientras Crusch mantiene su compostura. Se sientan, y yo intercambió miradas con Crusch, sacando la lengua de manera juguetona y guiñándole el ojo.
Ella sonríe en respuesta.
Crusch se levanta con firmeza y se sienta a mi lado.
—Es un placer tenerlos a ambos aquí. Estoy segura de que tienen muchas preguntas —comienza Crusch, pero ya sé lo que va a decir.
Anastasia y Julius esperan pacientemente. La percepción de control se ha trasladado a nuestro lado. Lo que hacemos es demostrar el dominio de la situación, con Crusch y yo sentados en una posición de superioridad.
—Primero me gustaría presentarme, soy Marco Luz, un inventor —anuncio con una sonrisa y una inclinación de cabeza—. También soy el responsable de la derrota del arzobispo, pero no entremos en detalles. Estoy seguro de que están interesados en saber el motivo de mi actuación.
—Así como el motivo de que te trajo aquí —añade Crusch, mientras observo las reacciones de ambos.
Anastasia y Julius permanecen expectantes. Es evidente que Anastasia ya tiene una idea, su mente y la mía operan de forma similar. El desafío ahora es descubrir hasta dónde están dispuestos a llegar.
—Aunque, señorita Hoshin, seguro usted ya sabe el motivo —afirmo, haciendo que ella tome la palabra.
Anastasia es difícil de manejar, realmente lo es. Hago todos estos planes solo para este momento, de lo contrario, tendríamos que ceder en muchos aspectos. Si queremos que ella esté de nuestro lado, necesitamos establecer las condiciones.
Esa es la diferencia con respecto a la historia original. Aquí tenemos el control sobre sus acciones, así como también deberíamos conocer sus motivaciones reales.
Ella sonríe y empieza a hablar con un tono tranquilo:
—Querías saber si éramos parte del culto, ¿cierto? —Las palabras de Anastasia hacen que Julius nos mire. Su expresión es serena, pero en sus ojos se ve la furia contenida.
Asiento, y ella continúa:
—Luchaste contra mi caballero a propósito para demostrar que derrotaste al arzobispo, pero decidiste no ganar para mostrar que podían tenerte bajo control. —La miro con una sonrisa, ignorando la mirada de Julius.
Tenemos sintonía en nuestros pensamientos. Estoy seguro de que si formamos un equipo, acabaremos fácilmente con todos los problemas. El problema es que aún estamos compitiendo por las elecciones.
«Será difícil.»
—Si fingiste ser de esa forma en público es porque querías arruinar tu imagen a propósito para desviar la atención de la medio elfa, así como ocultar que eres una amenaza para sus intenciones. Sobre todo, con los nobles. —A la gente del pueblo eso no le importa, pero a los nobles sí—. Asi como aquellos que están con el culto.
Sonrío, señalando hacia el cielo.
—Más de la mitad de los nobles está aliado con el culto, y un tercio de los caballeros imperiales también —afirmo, y por primera vez veo la expresión preocupada de Anastasia. Un leve temblor en sus manos, y el movimiento de sus ojos buscando refugio.
No es algo trivial, pero sin duda es relevante.
—¡Dime quiénes son esos caballeros! —Julius se levanta, y lo detengo con la mano. Más que su elegancia, su sentido del deber y honor son admirables.
Sé que él sabe que no puede actuar ahora, pero decírselo no ayudaría.
—Decirlo no ayudará —responde Crusch, y asiento de inmediato. Ella se levanta y camina hacia la ventana—. La situación con las elecciones no es fácil. El motivo por el cual descubrimos quiénes son es debido a la actuación de Marco.
Anastasia y Julius pasan de mirar a Crusch a verme.
—El espíritu de la señorita Emilia puede ver el miasma propio de cada cultista, pero ellos pueden esconderlo. Solo cuando sus emociones se alteran se hace más evidente. —Mentiras entre la verdad, pero no es realmente importante. Lo importante es que no piensen en la habilidad de Crusch.
Sé que no están aliados con el culto, pero siguen siendo rivales.
—La señorita Emilia también está con nosotros. Con su poderío, podemos formar una gran fuerza. —Saco unos papeles y muestro los contratos de la máquina a vapor—. Esto fue lo que reunimos del congreso, la información de las personas que pidieron contratos nos permitirá actuar más cerca con muchos nobles.
Anastasia abre los ojos con fuerza. Me mira y, con mi sonrisa, le confirmo mi identidad, sellando por completo lo que puedo hacer.
—Sí, también somos parte del gremio de inversiones que compró las opciones, el método nuevo de inversión. Eso lo inventé yo. —Me levanto, y Crusch se pone a mi lado. Ambos de pie, mirándolos con firmeza desde arriba. Crusch y yo somos dos caras de la misma moneda, por eso podemos apoyarnos mutuamente.
—Somos rivales, pero si queremos el trono, primero debemos arreglar la situación con el culto. Luego podemos luchar con lo que tengamos. —Crusch extiende su brazo, y Anastasia mira la mano por varios segundos—. O podemos hacer algo más grande juntos.
Es claro que es algo importante que considerar. No podemos darles la información a menos que hagamos algo más.
Crusch me mira, y yo asiento de inmediato.
—Parece que ustedes también saben algo, por eso quiero proponer algo. —Los miro a ambos, cerrando los ojos unos segundos y luego los abro con determinación—. Hagamos un contrato de alma. Es un hechizo que unirá nuestras almas por las condiciones que pongamos.
Es un arma de doble filo para mí, pero si elijo bien mis palabras, no será un problema. En cualquier caso, solo debo reiniciar.
—¿Puedes hacer eso? —Asiento ante la pregunta de Anastasia, explicando que me lo enseñó Roswaal. No fue sencillo aprenderlo, pero es la mejor herramienta que tengo hasta la fecha.
—Con un contrato de alma, podemos asegurarnos de que lucharemos juntos hasta acabar con el culto de la bruja. Luego llevaremos nuestra competencia sin problemas. —Crusch mira a Anastasia, y ella suspira, derrotada.
—Esto parece tener meses de preparación. —La mente aguda de Anastasia me sorprende, pero no hay nada que pueda hacer—. Por lo menos, con esto puedo saber con quién voy a aliarme. Si pudieron engañarme de esta forma, puedo confiar en sus habilidades.
Parece que lo que sabe es tan importante como lo que sabemos. Si no, habría dudado mucho más. Anastasia se levanta y toma la mano de Crusch, yo pongo mi mano y Julius hace lo mismo.
Uso el hechizo, dando la mitad de mi maná para formar los contratos. Siento un fuego en mi corazón, pero rápidamente se detiene.
—Ninguno puede adorar a la bruja, ni unirse al culto con propósitos de dañar a los civiles. No nos traicionaremos, y quien lo haga morirá. Asimismo, este contrato será vigente hasta que todos estemos de acuerdo en retirarlo, o hasta que terminemos con el culto de la bruja.
Todos asienten, y el contrato queda sellado.
—Ya, con esto ya podemos comenzar.
Anastasia nos mira a ambos, luego mira hacia Julius para que salga. Julius sale y vuelve a entrar con un libro. Ella lo coloca en la mesa, y yo lo miro unos segundos, abriendo los ojos con fuerza al ver su portada.
"Diario de Hoshin, segunda edición."
