Capítulo 6
La Propuesta.
Salgo del ministerio, sintiendo el frio colarse por mis manos. Pronto el invierno vendrá, con ello, muchas cosas cambiaran.
El siguiente evento grande debería ser la invitación de Anastasia, pero con los cambios del futuro quien sabe si va a suceder.
Miro a la gente caminar, miro como todos avanzan.
Si quiero protegerlos tengo que hacerme más fuerte, tengo que hacer de Irlam y su gente una potencia. Hacerlos sabios, capaces de crear sus propios inventos. La matemáticas son algo que tiene un potencial de avance, pero realmente yo no la conozco como debe ser.
La ciencias puras se escapan de mi conocimiento, por lo cual no puedo ayudar en ese sentido por completo. Establecí reglas básicas, pero, ni siquiera las sé todas o como demostrarlas en su totalidad.
—Señor alcalde, disculpe la demora —dice el hombre en el carruaje, sonriendo mientras se baja para abrirme la puerta.
Hay varios carruajes que funcionan como transporte público, algunos están únicamente destinados para la gente del ejército; la base militar ciertamente está alejada del pueblo. Además, es más organizado de esta forma.
El carruaje es grande, ciertamente con la forma y la longitud de una buseta. Puede ser exagerado, pero es la mejor forma de hacerlo. Cuando la ciudad crezca más entonces llegaran más buses.
Miro por la ventana, tratando de asimilar toda la información que tengo.
Nos van a inculpar diciendo que nosotros fuimos quienes transformamos esos cuerpos, dirán que usamos elementos del culto o algún elemento usado durante la guerra demihumana. La mejor prueba que tenemos es el demihumano que Emilia congeló, y también el cuerpo de un capitán mutado que ella mató.
Además, también tenemos muestras del líquido y la comparación con el líquido usado por Flynn. Frey Karsten todavía no ha respondido a mi carta, pero si se pone de nuestro lado entonces tendremos las pruebas necesarias.
El cuerpo de Flynn no existe, así que no tenemos muchas más opciones que recurrir a Erick.
Llegamos, y cuando salgo puedo ver que la base militar está casi vacía. Todos los que hicieron servicio durante la guerra están descansando por una semana. Los únicos en la base militar son los que tienen oficios administrativos.
Asi como el escuadrón que irá con nosotros a la capital.
El silencio reina, pero el deber no espera.
Entro a mi oficina y veo todo como lo dejé. Dejo el cristal en donde Beatrice lo mantenía; ella siempre decía que no lo tocase.
Intento sentir el maná en la sala, sin embargo no puedo notarlo.
Esperaba sentirlo, este lugar fue donde se instaló el hechizo fisico para transportarse a la biblioteca.
—No siento la conexión con la biblioteca perdida. —Miro a mi alrededor, buscando entre los estantes el libro que tiene el hechizo de transporte.
«Mejor intento usar mi sentido de maná cerrando los ojos».
Me concentro, intentando sentir la fluctuación de maná que hay. La oficina fue construida con cristales que recolectan maná, alimentando el libro. Si lo encuentro, solo deberé hacer uso de magia espacial para poder ir a la biblioteca.
El problema es que, como medida preventiva, ese libro cambia al azar cada día, además de necesitar mínimo cincuenta libros en los estantes para funcionar, estando el hechizo en una sola hoja de estos.
Para Beatrice era fácil saber cuál es, pero para mí, que apenas estoy aprendiendo a usar este nuevo poder, será un gran desafío.
El tiempo pasa y:
—No lo encuentro… —ha pasado ya bastante tiempo, pero sigo sin poder verlo.
Supongo que tendré que seguir entrenando, no tengo prisa de momento. Ahora lo más importante es la situación con Erick.
¡Toc! ¡Toc!
El capitán Bright abre la puerta, haciendo un saludo militar.
—Buenos días, ¡mi general! —Bright me mira con una expresion seria, y este rápidamente se aproxima hacía mí—. Erick Costuul ya fue trasladado a la sala de interrogatorio, el informe que hizo también está completo.
El trato que el ejército le dio a Erick fue bueno; confiando en él y dándole libertades para ver su comportamiento.
—¿Has visto alguna anomalía? —pregunto mientras salgo de mi oficina junto a él.
—No señor, de vez en cuando sufre ataques de pánico, asi como gritos en las noches. —Bright me entrega una hoja—. No hubo una sola noche en la que no gritase, o en la que se le viera diferente. Sin embargo, no podemos descartar que un intruso muy poderoso haya pasado a través de todos.
Con la existencia de la magia es muy complicado actuar. Aunque no haya nada raro, no se puede descartar nunca.
—¿Ya está listo el carruaje de Erick? —pregunto, y este me entrega el informe de inmediato.
Planeábamos transportar a Erick por aire, pero ahora que no tengo a Beatrice ciertamente sería muy peligroso. Incluso si uso magia de viento, volar es una cuestión aparte. Usaremos un globo como pantalla, mientras que dos carrosas irán por debajo del globo.
En una irá el escuadrón del ejército y en otra estará Erick.
Emilia y yo iremos en el globo, de esta forma podremos vigilar si viene alguien. Sus ojos están a otro nivel, asi que puedo confiar en ella. Incluso, si hay un ataque, ella puede bajar de rapidez y atacar.
Al final solo tiene que usar magia para amortiguar la caída haciendo una rampa de hielo. Ella es la única capaz de eso, por lo que no habría problema.
El carruaje de Erick es básicamente una cajón reforzado de acero con un orifico de aire que se activa por presión con un lagmita de viento que permite la salida, y un lamicta de fuego en la parte superior que baja la densidad del aire, haciendo que entre aire a la cabina.
De esta forma no hay espacio para que puedan matarlo sin atravesar el acero, pero incluso así, hay un lamicta de agua que inundará la cabina, protegiéndolo en caso de que haya problemas con el fuego.
Cuando se llena, este empieza a sacar el agua por un orificio activado por la presión de esta. Podría decirse como un sensor rudimentario.
Esto lo construyó Baltazar con su pupilo, todo durante el tiempo que estuve en el santuario. Me sorprendí al ver su creación mientras estaba recuperándome, pero ciertamente es la mejor forma de protegerlo.
Quedamos en frente de la sala de interrogatorio. Bright me entrega unos guantes blancos; siempre he creído que dependiendo de que tan manchados queden, significa lo bien que lo hiciste.
Si obtienes todo sin una sola mancha, entonces es un buen trabajo.
Entro de inmediato, y soy recibido por una pequeña luz que viene de una lampara. La habitación no tiene ventanas, y es insonorizada usando capas de hierro y acero. Tengo planeado usar un metía, pero todavía no es el momento.
En frente de mí hay una pequeña mesa de metal con una silla diminuta en la que se encuentra Erick Costuul. El punto por el cual lo cité a aquí es porque quiero mantener el temor de la última vez que trate con él.
Casi lo mato, y, de hecho, ganas no me faltan.
—Buenos días, señor Erick. —Sonrío, tomando asiento mientras miro su expresión.
Está asustado, puedo ver que no ha dormido bien por los sacos negros debajo de sus ojos. Parece que está comiendo menos, pero, no veo algo significativo. Me concentró, intentando ver más profundo en él.
Su maná es estable, no veo signos de que tenga la turbulencia de alguien que haya usado miasma en su cuerpo. Si fuese un arzobispo o alguien que tenga mucho control del miasma podría pasar desapercibido, pero no siento peligro en él.
—Conde Marco, es un placer verle. —Su voz es débil y sin energías, su mirada perdida y sin ánimos—. Hice lo que me pidió, todo lo que sé está aquí.
Crusch ya verificó estos documentos, asi que no hay problema con la información.
—No te preocupes, no vine realmente por esto. —Para que mi plan funcione necesito tener a Erick en mis manos.
Por la información que obtuve de Crusch, a Erick si le importaban los demihumanos. Fingía ese trato por la forma en la que era su padre, pero no tenía exactamente sus mismos ideales. Fue su sugerencia usar los prisioneros con delitos graves para evitar que el duque tomara gente de la ciudad.
«Parece que bajo esa capa había el intento de alguien noble, mi error.» Su intento de dejar ser capturado era para que pudiese obtener esta información. Él quería salvar a su amada y hacer caer a su padre.
«¿Qué debo hacer con él?»
Erick me mira con temor, como si fuese a caer en la locura en cualquier momento.
—Erick, la situación de tu amada está en tus manos. —Lo miro con seriedad, y su mirada pasa de miedo a ira—. Tu amada probablemente está viva, pero hay varias situaciones posibles.
Tengo que hacerle ver que somos su única salida.
—Harald Costuul planea contactarte. —Me cruzo de hombros, mirándolo determinado—. No ha matado a tu amada porque sabe que es su ficha para ponerte de su lado.
Es común usar el amor para obtener lo que quieres. Lo normal sería que lo contactase ahora, pero debido a la seguridad en Irlam es muy probable que lo haga durante el juicio.
—Durante el juicio te propondrá traicionarnos, usarnos para poder obtener lo que quiere. —Lo miro con una sonrisa—. Y luego serás libre.
Una propuesta aparentemente atractiva, pero incluso Erick debe saber lo que significa. Harald Costuul es tan despiadado como para cometer tal masacre, eso significa que su sangre no es más que la de un monstruo.
—Morirán ambos, y entonces los usarán en nuestra contra. —La respuesta más lógica que se me ocurre, todos los trucos que tienen hacen que esté sea el más inesperado—. Quiero que entiendas algo primero.
«¡Mátalo!» Mi cuerpo me lo suplica, mi interior arde con solo verlo, trayendo los recuerdos de mi hija.
Pero Betty no querría que yo me dejase controlar por mi mente.
Cierro mis ojos unos segundos, dejando que el odio salga en cada exhalación.
—Nos hicieron un gran daño, pero, no tengo planeado matarte. —Abro mis ojos, mirándolo con determinación—. Quiero que seas el dueño de Costuul, pero quiero que estes bajo mi mando. Sabes que en Irlam todos son tratados por igual, pero igual hay jerarquías.
«No hay mejor forma de obtener la lealtad que la de un enemigo que no te odia».
El sistema de ley que estoy creando será quien priorice este tipo de elementos.
—Solo tú puedes detener a tu padre y salvar a tu amada; queda en tus manos hacerlo realidad. —Lo miro, sin mostrar emoción alguna—. ¿Qué dices?
Erick me mira unos segundos sin decir nada, sus manos tiemblan, sus ojos parecen desesperados en busca de una esperanza.
Honestamente quiero matarlo, y ciertamente no tengo confianza en sus acciones.
«No… Yo mismo he sido así.» El odio que siento en él es el mismo odio que siente y sintió mucha gente por mí.
Si quiero hacer algo entonces solo debo usarlo, ponerle restricciones y hacer de su vida la de un esclavo a mi mando.
Al salvarle la vida y darle una oportunidad me hago ver como alguien de quien depender, pero para evitar que me traicione tengo que estar atento a sus movimientos. Será fácil porque ya ambos sabemos que las tretas amistosas no pueden existir.
De esa forma no hay traición que no espere.
Todos tienen la posibilidad de cambiar y esta es su oportunidad para hacerlo. El hecho que le dé una oportunidad no significa que vaya a confiar en él, pero al menos merece un trato humano.
El fija su mirada en los documentos que ha escrito.
Mi actitud no va a cambiar, no pienso ser cordial de repente, eso lo asustaría demasiado. Ser muy amigable con él también es una forma de tortura.
Pero no es algo que necesite.
—Yo… —Erick parece indeciso, pero la cartas ya están puestas—. ¿De verdad lo merezco?
Erick me mira, parece que su consciencia le ha estado jugando una mala pasada. El ejercito le mostró los horrores sucedidos tras la batalla, todo con la excusa de identificar los cadáveres de los capitanes que fueron descuartizados por los demihumanos.
—No lo mereces, pero ciertamente tienes la posibilidad de cambiar, —aunque me revuelva el estómago decirlo, es una verdad que tengo que aceptar—. Si quieres ayudar a compensar lo que hiciste empieza por obrar bien, sabes que tu padre es un tirano que merece pagar por sus crímenes, entonces empieza por ahí.
Lo miro, sonriendo un poco para hacerle tomar confianza.
—Nuestro primer paso será rescatar a tu amada, de esta forma podremos usarla como prueba del trato de Harald hacía los demihumanos. —Extiendo mi mano, mirándolo seriamente—. Es tu última oportunidad de ponerte los pantalones y ser un hombre. Erick Costuul Fromm, ¿vas a apoyarnos o vas a apoyar al culto de la bruja?
La implicación de su padre con el culto es clara, incluso si es algo que no reconoce. De esta forma directamente pongo dos limites completamente opuestos aprovechando el odio que toda la gente tiene hacía el culto.
—Lo… lo haré, estaré bajo su mando. —Su mirada sigue apagada, pero es normal en esta situación—. Si hay una posibilidad de verla de nuevo es con ustedes, mi padre no me dejaría verla con vida más de una vez.
Erick aprieta sus labios, tomando mi mano con delicadeza. Yo lo aprieto firmemente, y este se sorprende. Erick Costuul es alguien que ha sido abusado mental y físicamente toda su vida.
Su forma de sobrevivir es la de alguien que se apega a un superior, maniéndose por lo bajo para luego dar un golpe fuerte. Si no se hubiesen metido con el culto y hubieran intentado una guerra honesta, habría aceptado su propuesta.
No justifica sus acciones, pero veamos que puede suceder.
—Me alegra, pero quiero recordarte algo. —Lo halo, acercándolo a mi hasta estar de frente. Lo miro con furia, apretando aún más fuerte su mano hasta que hace una mueca de dolor—. Si nos llegas a traicionar… suicídate, porque la muerte será algo más piadoso de lo que te haré.
Erick asiente, tragando saliva y luego, cuando retiro mi mano, este empieza a sobar la suya. Ciertamente no es resultado ideal, pero, no tengo de otra. Con las preguntas de seguridad de Crusch no hay forma de que nos traicione.
Leer este informe será un trabajo para la noche, deberé trasnochar para hacer un plan perfecto con lo que tengo.
Tenemos que jugar con la opinión de las masas, asi como volver a descubrir nuestros aliados.
«Ya no serán aliados de Roswaal, si no aliados de Irlam».
Salgo de la sala de interrogatorio, colgando mis guantes limpios.
Sin Roswaal, estoy seguro de que los aliados de él que tienen contratos con nosotros nos abandonaran.
Empezarán a pedir bajas de precios y más. Pero no me preocupa, si Roswaal me cedió sus títulos entonces deberán subir mi rango de noble. Sé que no seré un marques, eso sería pedir mucho.
Solo necesito lo suficiente como para poder incursionarme bien en la política.
Cuando vean que tenemos un monopolio será tarde, ya Emilia será reina y con eso tendremos el control de todo Lugunica; en todos sus aspectos. Luego iremos dividendo el poder, hasta que haya un control adecuado del estado.
No dejaré ningún cabo suelto, los verdaderos males nunca son un enemigo especifico: El hambre y la ignorancia. Todo eso es algo que se debe tratar, pero al no ser cosas que se pueden simplemente derrotar con fuerza son más difíciles de tratar.
Es más fácil derrotar a Satella que solucionar estas cosas.
Si soy realista, no puedo impedir la pobreza, siempre habrá alguien más pobre que otro. No puedo impedir la ignorancia, no puedo parar el odio. Pero si puedo apaciguarlo, hacer que la diferencia no sea entre la vida y la muerte.
Que un pobre pueda vivir sin morir de hambre y sed, que pueda avanzar y alcanzar el punto de otra persona con su esfuerzo.
«Aunque, de alguna forma, siento que son las dificultades que hacen a los fuertes».
Tengo que planearlo bien.
Aprieto mis manos, mirando hacía el frente decidido.
—Seremos quienes cambien este mundo.
Llego a la habitación privada preparada con antelación.
En ella se encuentra una mujer, o más precisamente, mi posesión personal. En este momento en su cristal piroxeno están las almas de todas las brujas, eso significa que tengo muchas perspectivas de lo sucedido hace 400 años.
Aunque solo Echidna tiene que obedecerme, ciertamente puedo preguntarle a las demás.
Abro la puerta, viendo que levanta sus ojos de un libro. Su apariencia pasó de ser Ryuzu a la Echidna que vi durante las pruebas. Emilia me dijo que, ciertamente, la apariencia en su tumba es diferente a la apariencia en el castillo de los sueños, más que nada en términos de edad.
Los planes de Echidna en este mundo no se dejarán sin cumplir, el perder no le impedirá seguir adelante.
—Buenos días, Echidna. —La miro seriamente, mientras ella me devuelve una sonrisa placida.
