En el Corazón de Marco Luz


Estiro mis brazos con suavidad, sintiendo cómo el tiempo parece ralentizarse a mi alrededor. Con un leve bostezo que apenas logra escaparse de mis labios, inicio mi caminata, absorta en cada detalle del camino que se despliega ante mí mientras contemplo la imponente estructura del santuario.

Me encuentro ante una tumba de dimensiones imponentes, una morada demasiado grande para albergar a alguien tan diminuto como Echidna.

Una risita juguetona se escapa de mis labios al reconocer lo malvado de mis pensamientos. Echidna, en su esencia, es tan pequeña y vulnerable como su morada.

Sin embargo, me embarga un sutil sentimiento de compasión por ella, como si su fragilidad resonara con la mía de alguna manera. Pero rápidamente aparto esos pensamientos, consciente de que no debería ser tan dura con alguien que simplemente está siendo quien es.

—Si, asi como ella es está bien. Es Echidna después de todo. —Entrecierro mis ojos, esperando que lo haya escuchado.

Los padres de Marco, en cambio, me dejan una impresión diferente. Su amor y unión son palpables, y siento un anhelo repentino por conocerlos más, por descubrir las historias y experiencias que los han llevado a ser pareja.

«Es una pena, pero supongo que Marco sabrá».

Cada paso que doy parece fortalecer mi determinación, y el aire impregnado de maná me llena de una energía revitalizante. Siento como si los espíritus mismos estuvieran guiándome en mi camino, como si estuvieran alentándome a seguir adelante.

Al salir de la tumba y contemplar la belleza de la noche, me siento llena de gratitud y determinación.

Miro hacia el cielo estrellado, dejándome envolver por la calidez de la noche. La luna, radiante en su plenitud, ilumina el camino con su luz plateada, y una sensación de serenidad me invade.

Una sonrisa tierna se dibuja en mis labios al recordar a Marco y su inquebrantable fe en que nuestros seres queridos nos observan desde el cielo. Aunque pueda ser solo una ilusión reconfortante, no puedo evitar sentirme reconfortada por la idea de que están ahí, velando por nosotros.

«No necesito que sea verdad, solo necesito tener fe en ello».

La noche se muestra majestuosa, con los árboles susurrando secretos al viento y el cielo estrellado extendiéndose hasta el infinito.

—¿Qué tal te fue? —una voz me hace saltar de sorpresa, descubriendo a Crusch al lado de la entrada. Cruzada de brazos, ella me mira reposando su espalda en el muro.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho, impulsado por una emoción que no puedo describir.

Cierro los ojos por un instante y coloco mi mano sobre mi pecho. Tras un suspiro, esbozo una sonrisa.

—¡Me asustaste! —hago un gesto de puchero, provocando una sonrisa en ella—. Estaba tan concentrada que ni siquiera te vi venir.

Con una sonrisa juguetona en los labios y el corazón lleno de esperanza, me dirijo hacia Crusch, lista para compartir mis pensamientos y emociones con ella.

No hay necesidad de palabras, es obvio que he superado la prueba. Crusch pone su mano en mi hombro, y aunque su leve tensión indica que hay problemas, todo a mi alrededor parece más brillante, más vívido.

—No tenemos mucho tiempo, la situación en Irlam es crítica. Sé que deberías descansar, pero lo mejor es terminar con la prueba lo antes posible. —Su mirada está llena de preocupación, pero yo le devuelvo una sonrisa radiante.

Tal como me enseñaron, me abalanzo sobre Crusch. Ella queda rígida por la sorpresa, con sus brazos extendidos, mientras yo la abrazo con firmeza, sintiendo su calidez que me reconforta.

No había hecho esto, pero realmente se siente bien. Ella pone su mano en mi espalda, mientras yo la sostengo con firmeza.

No hay nada que me vaya a detener.

—Entonces, salvemos a la persona que solucionará esto. —Mis palabras suenan llenas de determinación—. Ya solucionaremos eso cuando salgamos de aquí; todos juntos.

Ella asiente, y ese gesto es suficiente para llenarme de confianza mientras emprendemos nuestro camino juntas.

Mientras caminamos por el sendero de tierra, el ambiente parece impregnado de una atmósfera mágica y serena. La majestuosa luna se alza en lo alto, derramando su luz plateada sobre nosotros, iluminando nuestro camino con un brillo suave y tranquilizador.

Siento que mi maná esta en su auge, siento que soy capaz de lograrlo todo. Sonrío hacia la luna, para decirle que todo estará bien. Miro aquella constelación, reconociendo el valor que tiene.

«Cumpliré con mi propósito, Pucky».

—No sé qué fue lo que viste, pero debió ayudarte mucho. —Crusch mira hacia adelante con una sonrisa. Su expresion, aunque sonriente, parece también preocupada. La responsabilidad que tiene, las consecuencias de la guerra.

Todos tenemos un gran peso en nuestras espaldas, y para ella, parece haber algo más que la situación de Irlam.

Niego con la cabeza, recordando lo que vi, pero ahora todo parece más claro, más comprensible.

—Lo que vi fue el pasado de Marco, un pasado lleno de dolor y malas decisiones. —Una sonrisa se dibuja en mi rostro al recordarlo, un suspiro de anhelo sale de mi pecho al recordar a sus padres. Aprieto mis manos, reconociendo mi fortaleza—. Pero ahora soy capaz de aceptarlo, de entender que su pasado no tiene por qué definirlo. El pasado lo puede condicionar, pero no lo define.

Además de algo que pude vivir, algo que quedará enmarcado en mi corazón por toda la eternidad de mi existencia.

—¿Cómo piensas convencer a Marco? —su pregunta es natural, y yo ya tengo la respuesta lista.

—No lo sé. —Levanto la vista hacia el cielo antes de continuar—. Mostraré todo lo que soy, desnudaré mi corazón y se lo mostraré a Marco. Si eso no funciona, tendré que idear un plan diferente.

Entre cruzo mis dedos, intento sonar segura, aunque quizás mis palabras no sean las más adecuadas. Cierro los ojos unos segundos, mientras ambas seguimos caminando por este hermosos bosque.

Entonces giro mi rostro hacía ella y abro mis ojos con alegría.

—Va a funcionar, no hay duda de ello —aseguro, mirándola con determinación—. Estoy mu~~y preparada.

Crusch abre sus ojos en sorpresa ante mis palabras, probablemente sin entender que es lo que tengo en mente. Luego, con un gesto majestuoso, ella levanta su mano al cielo y una ráfaga de viento se eleva en espiral hacia las estrellas.

Bajo el resplandor plateado de la luna, que se filtra entre las ramas de los árboles, y el murmullo reconfortante del viento acariciando las hojas, nos adentramos aún más en el bosque con determinación y esperanza palpable en nuestros corazones.

Cada paso que damos parece resonar con la promesa de un futuro incierto pero lleno de posibilidades.

—No puedo asegurar que vaya a funcionar, pero si alguien puede lograrlo, eres tú. —La mirada de Crusch me atraviesa con una intensidad que no puedo ignorar, mientras varias luciérnagas comienzan a danzar a nuestro alrededor, como pequeños faros de luz en la oscuridad.

Niego con la cabeza nuevamente, reconociendo la mentira y la verdad en sus palabras, sintiendo una conexión más profunda con ella y con el propósito que compartimos.

—Tú también tienes a Marco profundamente arraigado en ti, al igual que él te tiene a ti en su corazón. Aunque soy nueva en esto, creo que ambas lo amamos de alguna manera; aunque lo que sientes podría ser simplemente un presentimiento mío. —Es una verdad que resuena en lo más profundo de mi ser, una certeza que no puedo negar, pero no por ello me desmotivaré. Me giro, mirándola y guiñándole un ojo, para luego decirle—: Aun así, no te lo daré.

No sé que hay entre ellos, y quizás de alguna forma sean más compatibles entre sí, puesto que ambos pueden llevar un nivel intelectual similar. Quizas, en algún momento, si yo no hubiese aparecido y en ese momento quien ayudaba a Marco era Crusch…

Crusch sonríe levemente, como si sus pensamientos estuvieran inmersos en un mundo distante, mientras el resplandor de las luciérnagas ilumina su semblante con destellos dorados.

—Yo no, yo tengo muchas responsabilidades antes de considerar el amor, pero ciertamente lo aprecio lo suficiente para importarme. —Sus palabras suenan cargadas de determinación, aunque su mirada se pierde en el suave parpadeo de las luciérnagas que comienzan a dirigirnos a un lugar, como pequeñas estrellas fugaces en la oscuridad del bosque—. El amor es algo en lo que no debo pensar si quiero cumplir mis objetivos.

Es probable que ese mismo pensamiento este en la mente de Marco.

—Jejeje. —Rio, respirando con fuerza para impregnar mis pulmones con el rico aire. Nunca me había sentido así; tan ligera, llena de energía y poder. Siento que todo está bajo control, siento que, aunque pasen problemas podré afrontarlos.

«Así que este es el poder del cariño».

El poder de superarlo todo, y quizás no necesariamente sea por Marco. Siento que el cariño también esta conmigo, con lo que veo. No pensé que darme cuenta de mis sentimientos me hiciera ver el mundo tan diferente.

«Ahora entiendo, la soledad que se experimenta sin amor».

Amar la vida, disfrutar todo.

Sonrío, mirando hacía Crusch. Tomo sus manos, haciendo que dirija su mirada hacía mí. Entonces, le digo con calma:

—Me dijiste que el cariño es la fuente de la fuerza, que el amor es la máxima expresión del cariño. —Las luciérnagas nos guían con su luz titilante, y Crusch, como si estuviera hipnotizada por su resplandor, me mira fijamente—. Deberías permitir que el amor forme parte de tus objetivos también.

Las luciérnagas empiezan a formar una línea, por lo que Otto debe estar guiándonos. Crusch me mira fijamente, pero luego sonríe, dando media vuelta para seguir adelante.

Avanzamos por el bosque, cada paso sumido en un silencio lleno de significado, mientras las luciérnagas nos conducen con su resplandor suave y reconfortante. El bosque, iluminado por la luz plateada de la luna y el parpadeo dorado de nuestros pequeños guías, adquiere una belleza mística que parece sacada de un cuento.

Incluso la oscuridad de la noche parece cobrar vida propia, sus sombras danzando en armonía con la luz de las luciérnagas, creando un paisaje que parece guiarnos a un buen camino.

Es una bendición divina, una experiencia que trasciende las palabras y se convierte en pura emoción.

—He escuchado que primero está el deber y luego el amor. —Niego con la cabeza, desafiando esa creencia arraigada en nuestra sociedad. Después de todo yo lo vi, como ambos cumplían su deber y se amaban a la vez—. Pero creo que ambos pueden coexistir en armonía, el deber dándole sentido al amor y el amor infundiendo energía al deber.

Crusch abre los ojos con sorpresa ante mis palabras, como si nunca hubiera considerado esa posibilidad.

—No necesariamente amar a alguien, no creo que amar se base en depender de una persona. —Extiendo mi mano al cielo, viendo que la respuesta siempre estuvo ahí—. Se trata de apreciar, de saber lo que estas viviendo, de aceptar tu vida y salir adelante.

Entonces, una idea viene a mi mente.

—¡Imagínate!, si las personas son felices cumpliendo sus sueños, ahora imagina ser feliz durante el trayecto también. —Mis palabras resuenan en el aire nocturno, impregnadas de esperanza y determinación—. El amor no tiene por qué ser un obstáculo en la búsqueda de nuestros sueños, sino que puede ser nuestro compañero de viaje, brindándonos fuerza y apoyo en cada paso del camino.

Quizás soy demasiado joven e inexperta para hablar del amor con tanta convicción. Quizás simplemente estoy repitiendo palabras que he escuchado en historias y leyendas. Asi como las veces que mis amigas intentaron explicarme.

Pero al final, siento que cada palabra que digo viene de lo más profundo de mi corazón.

Todos cambiamos con el tiempo, y con cada cambio, nuestro entendimiento del amor y de la vida también cambia. Aceptar estos cambios y adaptarnos a ellos es parte de crecer y madurar como personas.

Seguiré avanzando, con el corazón abierto a nuevas experiencias y con la esperanza de que el amor sea siempre mi guía en este viaje llamado vida.

—De la forma en que lo veo, el amor nos acerca más a nuestros sueños, no nos aleja de ellos. —Mis palabras resuenan en el aire nocturno, cargadas de emoción y convicción, mientras me inclino levemente hacia Crusch, buscando transmitirle mi fuerza y mi determinación a través de mi mirada—. Y si alguna vez dudas de ello, aquí estaré para recordártelo.

Una sonrisa se dibuja en mis labios, llenándome de una sensación de paz y plenitud que solo el amor puede traer.

«Nunca pensé que podría decir algo así, jejeje.»

Crusch se detiene un momento, su cabello esmeralda brillando con los débiles resplandores de las luciérnagas que danzan a nuestro alrededor, como pequeñas estrellas fugaces en la noche.

—Has madurado mucho en solo una noche —comenta Crusch, su voz cargada de admiración y sorpresa.

Dirijo mi mirada hacia adelante, contemplando el bosque que se extiende ante nosotros, maravillándome con la belleza que yace en su interior.

—Fue el transcurso de muchos años y experiencias lo que me llevó hasta aquí —respondo, recordando todo lo que he vivido y superado para llegar a este momento.

Crusch sonríe, y juntas reanudamos nuestra caminata por el bosque. Puedo sentir que estamos cerca, pues el aura de Marco se hace cada vez más intensa a medida que avanzamos.

—Tomaré tus palabras en cuenta, pero ahora concentrémonos en lo que está por venir —dice Crusch, su voz firme y decidida.

Asiento con la cabeza, centrando mi atención en el objetivo que tenemos por delante.

—Sí, es hora de rescatarlo —afirmo, sintiendo una mezcla de determinación y nerviosismo recorrer mi cuerpo.

Finalmente, llegamos a un claro en el bosque, donde una cabaña de madera se encuentra iluminada por la suave luz de la luna. En ese momento, escucho a Otto gritando desde fuera de la cabaña, indicando que Marco debe estar dentro.

Marco debe estar luchando con el poder de Padre Guise en este momento, así como con el collar de miasma que contiene a Betty.

—¡Tienes que ir a verla! —exclama Otto, intentando hacer salir a Marco de la cabaña.

Nosotras nos mantenemos ocultas detrás de un árbol, aunque en este momento eso parece tener poco valor. Marco probablemente ya ha recuperado todos sus recuerdos, tanto los que fueron borrados como los que permanecían ocultos.

—Luan debe estar distrayendo a Garfield con Ram. Otto intentó llevarlo al santuario para que tuvieran privacidad, pero parece que no funcionó —comenta Crusch, preparándose para actuar.

Pongo mi mano en su hombro, mirándola con determinación.

—Yo me encargaré de Marco, tú ve a buscar a Garfield —digo, tratando de transmitir confianza en mis palabras—. Frederica me dijo que su hermano es muy fuerte y estoy preocupada por ellos. Si tú vas, me sentiré más tranquila.

Crusch me mira por unos segundos antes de asentir con la cabeza.

—Lo retendré. Es probable que se dirija hacia aquí, así que lo detendré para que puedas hablar con Marco.

Con un gesto de complicidad, nos despedimos y Crusch se aleja, dejándome sola con mis pensamientos y la creciente agitación de mi corazón.

«Estoy nerviosa», reconozco para mí misma mientras me preparo para enfrentar lo que está por venir.

Comienzo por caminar hacia donde se encuentra Otto. Al escuchar mis pasos, él se voltea con una mirada preocupada que se transforma en una sonrisa plena al verme. Ni siquiera se molesta en preguntar si he pasado la prueba, simplemente se acerca a mí con alegría.

—El muy tonto no quiere salir —dice Otto, encogiéndose de hombros y suspirando agotado—. Garfield está luchando, parece ser bastante fuerte, los animales no se atreven a acercarse. Quizás debería ir a ayudar.

Puedo notar que las piernas de Otto tiemblan levemente, lo que indica que está nervioso. A pesar de su debilidad en términos de magia o fuerza, su ingenio y determinación lo hacen fuerte.

—¿Tienes algún plan? —le pregunto, a lo que Otto simplemente sonríe.

—Pensaba en usar lamictas de fuego, pero no quiero que piense queremos hacerle daño, después de todo, no es nuestro enemigo —responde Otto, sacando pequeñas bolsas de pólvora de su bolsillo—. A los gatos no les gustan los sonidos estridentes, ¿verdad? Quizás pueda utilizarlo a nuestro favor. Veremos qué hacemos en el camino.

Aunque me preocupa enviarlo solo, sé que Ram, Luan y Crusch están cerca, por lo que no debería haber problemas en detener a Garfield si es necesario.

«Si llega a hacerles daño, tendré que tomar medidas», pienso, apretando mi puño mientras considero esa posibilidad.

—Además, creo que sé cómo poner a Garfield de nuestro lado, solo debo ir —añade Otto antes de comenzar a correr, adentrándose rápidamente en el bosque.

Quedo sola, bajo el resplandor intenso de la luna. Me doy media vuelta para dirigirme hacia la cabaña, pero antes de poder avanzar, me encuentro con Ryuzu, una mujer de cabello púrpura y cuerpo pequeño, vestida con un traje negro.

«No me percaté de su presencia hasta este momento». Ella extiende sus brazos, indicándome que no puedo seguir adelante.

—Debo detenerte, señorita Emilia —dice con determinación en su mirada, aunque parece que algo la preocupa.

Me agacho con calma, pensando en cómo convencerla. Podría simplemente ignorarla y seguir adelante, pero ese no es el camino que elijo seguir. Su mirada nerviosa parece también estar resignada.

—¿Marco te pidió algo? —pregunto, y ella asiente de inmediato.

Con la mirada fija en el cielo nocturno, ella comienza a abrir lentamente la boca.

—Me prometió darme la ubicación de la madre de Garfield —dice en voz baja, revelando una información que me toma por sorpresa.

Hasta ahora, mi conocimiento sobre Garfield se limita a lo que Frederica me ha contado, pero parece que Marco se adelantó en la búsqueda de su madre.

Con gesto sereno, poso mi mano sobre su cabeza.

—Yo también puedo proporcionarte esa información —le aseguro con una leve sonrisa, tratando de transmitir calma y confianza.

Cuando saque a Marco de donde está, seguramente estará dispuesto a cumplir su promesa y revelar la ubicación de la madre de Garfield. Podremos organizar el transporte necesario y pagarle un viaje si desea reunirse con ella.

Todo parece resolver fácilmente.

Aprieto mis manos, sintiendo una emoción creciente en mi interior mientras la miro.

Ella me devuelve la mirada, con una intensidad que parece traspasar el alma.

—Soy Ryuzu Shima, una de las copias de Ryuzu Meyer —se presenta, su tono de voz intenta imponerse, pero ante mi falta de intimidación, suspira derrotada—. Hay muchas cosas que se pueden hacer, pero parece que no lo entenderás.

Observo a mi alrededor, sorprendida por la presencia de varias copias de Ryuzu frente a mí. Algunas están a mi lado, otras encima de mí, e incluso unas cuantas en el suelo. A pesar de ello, ninguna de ellas parece representar una amenaza.

No pesan nada, asi que no podrán tumbarme incluso si todas vienen.

—¡Te lo aseguro! —respondo con determinación, sin intención alguna de causarles daño. Marco confiaría en mí para encontrar una solución pacífica.

No necesito recurrir a la violencia, solo debo utilizar las palabras adecuadas.

—Marco no tiene planes de revelarte esa información, está tramando algo más —le advierto, preocupada por la posibilidad de que Marco intente escapar—. ¡Ya he superado una de las pruebas!

Mi declaración parece tomarla por sorpresa, pues observa sus manos con evidente nerviosismo. Sin embargo, parece haber tomado una decisión.

Ryuzu Shima toma a las otras copias de Ryuzu con determinación, antes de señalar hacia la cabaña con gesto serio. Parece que se dio cuenta que no hay forma de evitar que vaya, ni con magia, ni con fuerza.

—Puedo ser una anciana, pero no soy fácil de engañar —afirma con firmeza, revelando una determinación que me deja intrigada.

Debo admitir que algo la preocupa más allá de la simple presencia de Marco. Estoy segura de que hay algo más en juego en su relación con él.

—Cuando regrese, me contarás todo, ¿de acuerdo? —le digo con una sonrisa reconfortante—. Estaré aquí para ayudarte en todo lo que necesites.

Aunque sus ojos parecen apagados, reflejando la pérdida de esperanza en su mirada, se nota claramente su preocupación. Aunque el destello de esperanza aún no brilla en ellos, al menos puedo ofrecerle ayuda en lo que me ha pedido.

Castigaré a Marco si no cumple su promesa, ¡Hmpf! —Aprieto mis manos, mostrándole que hablo enserio.

—Esperaré con ansias —responde, y su respuesta me devuelve una sonrisa a los labios—. Para ser honesta, tampoco tenía muchas esperanzas. El Marco que imaginé parece estar ausente.

—¿Lo conocías? —pregunto, pero ella me sorprende sacando algo de su ropa.

Un periódico, donde se habla de Marco como el héroe que derrotó al culto y también quien hizo un gran logro en la lucha contra la ballena.

—Garfield siempre estuvo emocionado viendo las noticias, quería conocerlo más que nadie. —Sonríe levemente, haciendo que yo le sonría de vuelta—. Asi que: traelo a la luz.

Tras sus palabras siento cómo mi corazón se calma. La ansiedad que antes me atenazaba parece disiparse. Cada paso que doy se impregna de determinación. Me acerco cada vez más a la cabaña, y una extraña sensación me recorre.

«¿Será acaso el poder de Marco?»

Subo los escalones, sintiendo cómo la madera cruje bajo mis pies. Es triste ver que Shima se haya alejado tanto del pueblo; claramente necesita nuestra ayuda lo antes posible.

Me detengo frente a la puerta y levanto la mano para tocar, pero de repente me doy cuenta de que nadie vendrá a abrir.

«Él no quiere verme...» pienso en un primer instante, dejando que la duda se apodere de mí. Pero rápidamente intento superar esa idea.

Tal vez, solo tal vez, él desea ver a alguien más.

A sus padres.

A Betty.

Cierro los ojos, dejando vagar mis pensamientos.

A María.

Con un ligero temblor en mis manos, me acerco a la puerta de la cabaña de madera. La madera áspera bajo mis dedos me recuerda a los días en el bosque de elior.

Cierro los ojos por un momento, intentando calmar mi corazón que late con fuerza en mi pecho. La mera idea de enfrentarme a Marco después de tanto tiempo me llena de nerviosismo y emoción a partes iguales.

Giro lentamente la manija, dejando que la puerta se abra con un ligero crujido. El aroma del té recién hecho y el humo del cigarro llenan mis sentidos, envolviéndome en una atmósfera familiar y a la vez desconocida.

Marco está allí, sentado a la mesa, perdido en sus pensamientos. Su figura se recorta contra la luz tenue que se filtra por las cortinas entreabiertas, y por un momento, me quedo observándolo en silencio.

Sus ojos, profundos y oscuros como la noche, se encuentran con los míos cuando levanta la mirada. Un destello de sorpresa cruza su rostro antes de que logre ocultarlo tras una máscara de indiferencia. Pero yo puedo ver más allá de esa fachada, puedo ver la tormenta de emociones que se agita en su interior.

«No se me ocurre nada que decir».

—Hola… —mi voz suena más débil de lo que esperaba, pero es suficiente para romper el silencio tenso que se ha formado entre nosotros.

«¡Tonta Emilia!»

Intenté decir algo, pero ya lo he arruinado.

«¡Tonta, Tonta!»

Marco levanta una ceja, sus labios curvándose en una sonrisa leve pero no menos cautivadora.

—¿Qué haces aquí? —su tono es un tanto brusco, como si estuviera tratando de ocultar algo detrás de sus palabras.

—He superado la prueba —digo, intentando mantener la compostura a pesar del nudo en mi garganta.

Marco parece auténticamente sorprendido por mi gesto, sus ojos se abren brevemente y sus labios esbozan una mueca de asombro. Sin embargo, esa sorpresa desaparece rápidamente, sustituida por una expresión de indiferencia que oculta sus verdaderos sentimientos.

Su rostro se transforma en una máscara impasible, como si intentara evitar mostrar cualquier emoción que pudiera revelar su vulnerabilidad.

—Felicidades —responde, aunque su voz carece del entusiasmo que esperaba escuchar.

Trago saliva, sintiendo cómo los nervios comienzan a apoderarse de mí. Esta no es la reacción que esperaba, y de repente me siento perdida, sin saber qué decir o hacer para romper el hielo entre nosotros.

"Lo único que sé es que debemos ser fuertes.". Recuerdo esas palabras, tan vivas como si estuviese de nuevo viviéndolo.

Decido acercarme lentamente a la mesa, sintiendo el calor del té que emana de la taza frente a Marco. El aroma dulce y reconfortante del brebaje me reconforta, haciéndome sentir un poco más segura de mí misma.

Miro el cigarro fijamente; luego, extiendo mi mano y lo congelo de inmediato. Marco lo mira caer, pero no dice nada.

No esperaba ninguna respuesta de su parte, pero al menos siento que está siendo sincero. Esta cabaña, aunque para mí sea un lugar común, tiene un valor especial para Ryuzu u otras personas.

Así como sus palabras tienen un significado importante para mí.

La expresión aburrida en el rostro de Marco no pasa desapercibida. Su mirada parece perdida, como si estuviera buscando algo en el vacío.

Podría recitarle un discurso preparado o intentar persuadirlo con palabras emotivas, tal como me han enseñado. Hay tantas estrategias que podría emplear, pero lo único que realmente me importa es abordar la situación de la manera que sienta auténtica y verdadera para mí.

La forma en la que quiero hacer esto debe tener mi firma.

—¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? —mi voz suena débil, casi como un susurro, pero sé que Marco puede escucharme.

Él me mira fijamente, sus ojos oscuros buscando los míos en busca de algo que no puedo identificar. Por un momento, hay una chispa de algo en su mirada, un destello de emoción que se desvanece tan rápido como apareció.

—No, Emilia. No hay nada que puedas hacer —responde, su voz más dura de lo que esperaba.

Me siento desanimada por su respuesta, pero decido no rendirme tan fácilmente. Sé que algo no está bien con Marco, y no voy a dejarlo solo en su lucha interna.

Marco, con su usual confianza, parece siempre encontrar la manera de brindar apoyo a los demás, para él es fácil ver las emociones de las personas. A diferencia de él, para mí resulta un desafío, pero estoy decidida a hacer todo lo posible por ayudarlo.

Sin embargo, «¿cómo se ayuda a alguien que ha cometido actos tan horribles?» Cuando planteo esta pregunta, Marco me mira con una sonrisa arrogante, como si estuviese leyendo mis pensamientos.

—¿Por qué debería responder a eso? Al final, ya no importa —responde Marco, desviando la mirada hacia algún punto lejano en la tenue cabaña.

Sacudo la cabeza resignada, consciente de que Marco no está interesado en discutir sobre su pasado. A pesar de ello, siento la necesidad de continuar.

—Ya superé la primera prueba, estoy segura de poder superar las otras dos —le informo, tratando de mantener la esperanza.

Sin embargo, en lugar de recibir una respuesta alentadora, Marco se levanta con brusquedad, sus ojos destellan con furia mientras se encuentran con los míos. Ante mi persistencia, desvía la mirada y me da la espalda.

—Deja de darte libertades. Todo lo que he hecho forma parte de mí. El monstruo en mi interior siempre ha estado presente —declara Marco, dirigiéndose hacia la ventana como si buscara respuestas en el horizonte—. Mi pasado está claro, alguien como yo no merece redención.

Mis pasos rápidos me acercan a él, y sin pensarlo, coloco mi mano en su hombro en un intento de consolarlo. Lo miro preocupada, pero él no me dirige la mirada.

—Eso puede haber cambiado. Incluso si cometiste errores en el pasado, no define quién eres ahora…

¡Slap!

El golpe repentino de Marco aparta mi mano con fuerza, su expresión derrotada trata de desestabilizarme.

A pesar del dolor y la decepción, me mantengo firme, decidida a seguir adelante.

—¡Yo hice todo eso! —exclama Marco, llevándose las manos a la cabeza antes de mostrarme sus palmas abiertas—. ¡Con mis propias manos! ¡YO lo hice!

Aunque sus palabras son duras, sé que también hay dolor detrás de ellas. Trato de encontrar las palabras adecuadas para hacerle entender.

—Estabas siendo manipulado. Sé que lo puedes reconocer —respondo, mirándolo con compasión—. No tenías control sobre tus acciones, ni el control sobre tus sentimientos.

Marco sostiene el collar, un símbolo de su pasado que seguro le trae recuerdos dolorosos.

Suspira, como si estuviera debatiéndose entre el arrepentimiento y la resignación. Luego, mira hacia el collar, como si tratara de encontrar consuelo en él.

—Puede que tengas razón, pero eso no cambia el hecho de que... —comienza Marco, pero se detiene antes de terminar la frase.

—No tienes que cargar con todo eso solo, Marco. Estoy aquí para ti, para ayudarte a superarlo juntos —le aseguro, poniendo una mano en su hombro en un gesto de solidaridad.

Marco parece sorprendido por mi afirmación. Sus ojos encuentran los míos, buscando algo que quizás aún no puede expresar con palabras.

Marco se aleja, caminando hasta acercarse a la mesa en el centro de la sala.

—No puedo aceptarlo, Emilia. Soy un monstruo, y no puedo esperar que tú... —sus palabras se desvanecen, llenas de tristeza y auto rechazo.

No es el mismo, eso está claro. No sé qué oscuridad pueda albergar en su interior. Sin embargo, estoy segura de que tienen el mismo origen.

—Lo sabes, Marco. Alguien más ha estado manipulándote, tus acciones no fueron completamente bajo tu control —afirmo, buscando su mirada, pero él desvía la vista con furia. Pongo mi mano en mi pecho, mirándolo con cierta tristeza al recordar su pasado—. Lo que hiciste no fue bajo el poder del Marco que está en frente de mí. Lo que hiciste no fue algo que el Marco que conozco haría.

Marco mira hacía la mesa, el pocillo de té humeando; esperando a ser consumido.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —responde Marco con amargura, sus manos apretadas con fuerza—. ¿Qué sabes tú del monstruo que habita en mí?

Sus palabras me golpean como un puñetazo en el estómago. Trago saliva, luchando por encontrar las palabras adecuadas.

«Al final, si se mucho».

—Yo lo vi, Marco, por eso sé que no eres el único responsable. Me costó entenderlo, me cuesta aceptarlo, pero sé que no por eso tienes que ser un miserable. Después de todo, ese no eras tú.

No pude verlo antes, no entendía lo que realmente estaba ocurriendo en su interior. Ahora, con las revelaciones de sus padres, todo cobra sentido. El miedo de Marco, su visión fatalista de sí mismo.

—No puedes comprenderlo, Emilia. No puedes entender el dolor que he causado, el no saber que es lo que habita en mí —murmura Marco, con la voz cargada de desesperación—. Siempre pensé que era yo, siempre pensé que ese tipo de palabras era solo para personas estúpidas que querían salir de sus problemas.

Marco me señala, mirándome con odio.

—Simplemente no lo entiendes.

—Lo entiendo, y por eso puedo estar aquí para ti, puedo ayudarte a enfrentar a ese monstruo —insisto, acercándome con cautela—. No tienes que luchar solo, Marco. Estoy aquí, contigo.

Lo miro a los ojos, intentando transmitir mi determinación.

Sus ojos, llenos de tormento, se encuentran con los míos por un instante antes de apartarse con brusquedad. Marco me empuja, alejándome de él y apretando sus manos con fuerza.

—¡NO, Emilia! ¡No entiendes! ¡Nadie puede entender! —grita Marco, su voz llena de amargura y desesperación—. Soy un monstruo, y siempre lo seré. Igual que un cultista, igual que cualquier asesino. Ya no soy un ser humano. —Marco toma un poco de espacio, mirando hacía el suelo derrotado—. No puedo serlo después de recordar todo eso…

Cada palabra suya es como un cuchillo que se clava en mi corazón, pero no puedo rendirme.

—Pero puedes serlo, Marco. Puedes elegir ser diferente, puedes elegir luchar contra esa oscuridad —le digo con voz temblorosa, luchando por contener las lágrimas que amenazan con brotar.

Entonces el me mira, con una sonrisa culposa, con decepción. Extiende su mano, intentando mostrarme que es lo que siente.

—¿Y qué si no quiero luchar? ¿Y qué si prefiero rendirme ante la oscuridad que habita en mí? —responde Marco con resignación, sus ojos llenos de dolor y autodesprecio—. Luchar contra esa oscuridad solo hizo que todos murieran, luchar contra ella; creyendo que hacía el bien, solo hizo que Beatrice muriera.

Siento un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. No puedo permitir que se rinda, no puedo dejar que la oscuridad gane.

—Porque eres más fuerte que eso, Marco. Eres más que tus errores, más que tu pasado —le digo con voz firme, acercándome un poco más—. Y yo estaré aquí para ayudarte a recordarlo, aunque tú no puedas verlo ahora mismo.

Sus ojos, llenos de dolor y confusión, se encuentran con los míos por un instante antes de apartarse de nuevo, esta vez con resignación.

—Lo siento, Emilia. Pero no puedo aceptar tu ayuda. No puedo aceptar nada de nadie, ni siquiera de ti —murmura Marco, su voz llena de tristeza y desesperación—. Soy un monstruo, y es hora de que empiece a actuar como tal.

«Es casi como si estuviésemos en mi habitación, cuando yo estaba en su situación».

El corazón se me encoge al escuchar sus palabras, pero sé que no puedo rendirme. No puedo dejarlo solo en su oscuridad, no cuando sé que aún hay una chispa de luz dentro de él.

—Marco, tú sabes que no es así, sabes que el miasma no puede ser una excusa para justificar tus acciones; te estas contradiciendo tú mismo —respondo con firmeza, mis ojos buscando los suyos con determinación. El me mira sorprendido ante mis palabras, probablemente no esperase que conociera todo su secreto—. Tu error fue aliarte con el mal, ese fue tu verdadero error. Aunque fue una elección apresurada, sé que no tenías otra opción en ese momento. Pero eso no te convierte en un monstruo.

La tensión en la habitación es palpable mientras nuestras miradas se enfrentan. Marco parece estar luchando internamente, sus manos apretadas con fuerza a su lado. Luchar contra uno mismo es más difícil que luchar contra

—¡YA BASTA! —de repente, Marco avanza hacia mí, sus manos agarrando mis hombros con fuerza.

El peso de su mirada, cargada de odio y desesperación, se siente como una losa sobre mis hombros.

«Ya no puedo soportarlo más, este Marco me está hartando».

—¡YO LO SÉ! —exclamo, empujándolo con todas mis fuerzas, haciendo que caiga al suelo con un golpe sordo. Su expresión de sorpresa me hace darme cuenta del impacto de mis palabras—. ¡Yo lo sé, Marco! ¡Sé todo lo que has sufrido!

El silencio se cierne sobre nosotros mientras nuestras respiraciones entrecortadas llenan la habitación. Puedo ver el tormento en los ojos de Marco, la lucha interna que está librando consigo mismo.

—¡Marco, despierta! —Me lanzo sobre él, sujetándolo por la chaqueta con determinación—. ¡Deja de huir de tus emociones, deja de escapar de tu realidad!

Sus ojos, antes llenos de dolor y desesperación, ahora están abiertos de par en par, incapaces de articular palabra alguna. Siento que finalmente estoy llegando a él, que estoy rompiendo esa barrera que ha construido a su alrededor.

—¡Esta bien que sufras, Marco! —le digo con un tono lleno de fuerza y determinación—. ¡Deja de pensar que eres el único que no puede cometer errores! ¡Deja de pensar que tienes que cargar con todo el peso del mundo sobre tus hombros! ¡Deja de pensar en que debes ser un monstruo!

La habitación se llena con el eco de mis palabras, y por un momento, puedo ver una chispa de esperanza brillando en los ojos de Marco.

Aunque es disipada rápidamente por su tormentosa alma.

Marco me mira con una intensidad que corta el aire entre nosotros. Sus ojos, oscuros y tormentosos, reflejan la tormenta que agita su alma. Cada línea de su rostro está marcada por la tensión, y sus puños apretados revelan la lucha interna que libra.

—¡Soy un inútil! —las palabras brotan de sus labios con una mezcla de furia y desesperación, su voz temblorosa apenas logra contener el torrente de emociones que amenaza con desbordarse—. Por más esfuerzo que realice, mi mera existencia desemboca en la muerte de seres humanos. Quise mantenerme fuerte, manifestar esperanza, pero los recuerdos de mi pasado emergen deshaciendo toda fuerza en mí.

Puedo ver cómo sus manos se aferran a cualquier cosa a su alcance, como si estuviera buscando desesperadamente algo en qué apoyarse para no desmoronarse por completo.

—De que mierda sirve hacer una ciudad, de que mierda sirve tener dinero. —Marco golpea su pecho con fuerza—. De que mierda sirve prometer un buen futuro si lo único que soy es un maldito monstruo. De que mierda sirve actuar como si lo pudiese todo, si a la final soy quien más ha fallado.

Cada músculo tenso en su cuerpo parece estar al borde de la ruptura, y su respiración agitada lucha por encontrar un ritmo estable.

—No hay forma —continúa, su voz ahora apenas un susurro cargado de dolor. Marco camina de un lado a otro, toma algún objeto y lo vuelve a poner en su lugar, mira hacía todas partes, cierra unas cortinas—. Por más que lo intente, no puedo escapar de lo que fui. —Pone sus manos en su rostro, para luego pasarla por su cabello con desesperación—. El peso de mis acciones, el eco de mis errores, todo ello me arrastra hacia abajo. Gracias a mi muchas personas que debían estar vivas murieron.

Marco se tambalea ligeramente, como si el peso de sus palabras fuera demasiado para soportar. Puedo ver cómo lucha por mantenerse en pie, cómo sus piernas tiemblan bajo el peso de su propio sufrimiento.

Este se apoya en la pared, mira la ventana, recorre la casa. No sé qué es lo que está buscando, sin embargo, pronto haré que lo encuentre.

Quiero correr hacia él, envolverlo en mis brazos y ofrecerle consuelo, pero sé que eso no bastará para sanar las heridas que lo consumen.

—Soy un error, esto no debía suceder —susurra, sus palabras apenas audibles sobre el rugido del viento que parece haberse levantado a nuestro alrededor—. Soy un "y si" que nunca debió existir. Si tan solo las cosas hubieran sido diferentes, si tan solo yo no hubiera venido a este mundo. Todo habría sido diferente, habría terminado bien, de una forma u otra.

Sus palabras se pierden en el aire, pero su dolor resuena en cada rincón de la habitación.

Quiero decirle que está equivocado, que sus acciones no definen quién es, pero sé que es inútil. En este momento, Marco está atrapado en la vorágine de su propio sufrimiento, y yo soy incapaz de rescatarlo.

Mientras habla, sus puños golpean con furia la pared cercana, dejando marcas en la superficie.

La habitación parece vibrar con la fuerza de su ira, y el sonido retumba en mis oídos como un eco de su tormento interior. Estoy paralizada por la magnitud de su dolor, incapaz de hacer otra cosa que mirar impotente mientras se consume ante mis ojos.

O eso sería si fuese mi yo antigua.

—¡YA BASTA! —grito de nuevo, mi voz resonando en la habitación con una fuerza que no sabía que poseía—. No eres un error, Marco. Eres un ser humano, con todas tus virtudes y tus defectos. No puedes cambiar tu pasado, pero puedes elegir cómo enfrentar tu futuro.

Aunque sea una luz débil en la oscuridad, debo intentarlo. Porque si hay algo que he aprendido, es que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una chispa de esperanza que puede encender un fuego capaz de iluminar incluso la noche más oscura.

—Si no hubieses venido a este mundo, Irlam nunca se habría salvado del ataque de las mabestias, nunca habríamos logrado derrotar a la ballena blanca —mi voz resuena con determinación, intentando transmitirle la importancia de su existencia en este mundo.

El gira su mirada hacía mí. Sus ojos trasmiten una culpa, un dolor que no comprendo aún. Algo que no puedo entender, trasmiten emociones tan fuertes que, por un instante, siento que estoy de vuelta en esa fría sala de cine.

Marco aprieta los puños con tal fuerza que los nudillos se tornan blancos, y un golpe seco retumba en la habitación cuando golpea la mesa cercana con un gesto brusco, como si quisiera descargar toda su frustración en ese simple acto.

—¡Si yo no hubiese venido, si hubiesen traído a otra persona! Esa persona habría evitado las muertes de todos, y, con eso nada malo sucedería —sus palabras brotan cargadas de amargura, mientras sus ojos destellan con una mezcla de rabia y desesperación. Camina hacía la mesa de madera, su mirada fija en sus manos apretadas. Luego, las extiende para dar un fuerte manotazo a la mesa—. ¡Si tan solo no hubiese existido!

Me lanzo hacia él, agarrando su brazo con determinación y obligándolo a enfrentarme cara a cara, deseando con todas mis fuerzas que pueda percibir el amor y la esperanza que emanan de mi mirada.

—Él hubiera no existe —mi voz suena firme pero suave, decidida a romper las cadenas de su autodesprecio—. Lo importante para mí es que estás aquí, que te conocí, que hemos pasado por tantos problemas que me costaría enumerarlos, pero también hemos compartido momentos de felicidad que valen más que todo el sufrimiento del mundo.

Cierro los ojos por un instante, dejando que la memoria de Betty y Puck inunde mi mente.

Sonrío con melancolía ante los recuerdos de los momentos felices que compartimos, y sé que es por ellos que debo seguir adelante, que debo encontrar la fuerza para ayudar a Marco a superar este oscuro momento.

—Marco, Betty está viva, tú lo sabes —susurro lleno de esperanza, pero él niega con la cabeza con desánimo, como si no pudiera permitirse creer en esa posibilidad.

—Yo no, yo no puedo más —muerde su labio, su voz es un murmullo apagado, y su mirada perdida refleja la rendición que siente en su corazón, como si ya hubiera aceptado su destino—. Yo ya estoy muerto.

—¡Ya has vuelto de la muerte! —mi voz suena más fuerte ahora, llena de determinación y compasión. Su mirada se fija en mí, tan profunda, su sorpresa parece ser tan grande que es como si estuviese hondando en un gran secreto en tu corazón—. Tu padre me lo dijo, toda la historia. Él confía en ti, y yo también lo hago. Tienes la fuerza para superar esto, Marco, lo sé.

Rápidamente le cuento lo que sé, viendo cómo su sorpresa se refleja en sus ojos. Parece que había bloqueado esos recuerdos por completo, pero ahora es el momento de enfrentarlos y aceptarlos.

Marco baja la mirada, suspirando con resignación, como si el peso de su pasado fuera demasiado grande para él.

—Yo no puedo más. He sido un monstruo, todo este tiempo —sus palabras son un susurro lleno de autodesprecio, y su voz tiembla ligeramente—. No soy más que un ser despreciable que hace que todo a su alrededor fallezca. Todo lo que tengo en mis manos es la sangre de las personas que amo, por ello, lo único que merezco es la muerte.

Sin pensarlo, sin poder contenerme más, le abofeteo con fuerza y lo agarro de la chaqueta con determinación, queriendo sacudirlo y hacerle entender. Dejo salir mi rabia contenida, dejo salir la frustración de Marco a través de mis palabras.

—¡No permitiré que pronuncies esas palabras nuevamente! —mi voz suena temblorosa, pero llena de determinación y amor. Lo miro de frente, y exaltándome, le grito—: ¡No te atrevas a hablar así del Marco que amo! Eres mucho más que tus errores, eres una persona valiosa y digna de amor.

Bajo mi cabeza, ocultando mi rostro sonrojado. Tras unos segundos lo vuelvo a ver, determinada a mostrarlo por completo.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras fijo mi mirada en sus ojos, sintiendo cómo un cambio se produce dentro de mí.

No puedo permitir que Marco se rinda, no puedo dejar que su autodesprecio lo consuma. Estoy decidida a ayudarlo a encontrar la luz dentro de la oscuridad que lo rodea, porque sé que juntos podemos superar cualquier obstáculo y encontrar la felicidad que tanto merecemos.

Marco desvía su mirada, y siento cómo un muro se alza entre nosotros, separándonos más que nunca.

Entonces, lo romperé ahora mismo.

—¡Mírame a los ojos cuando te hablo! —exclamo con vehemencia, aunque mi voz tiemble por la avalancha de emociones que me abruman. Estoy enfadada, triste, desesperada, pero, sobre todo, llena de un amor que se niega a dejarse opacar por la oscuridad que lo rodea—. Quiero que me mires a los ojos y te atrevas a decírmelo en la cara.

Los ojos de Marco buscan refugio en algún punto indeterminado del horizonte, pero se quedan fijados con los míos. La oscuridad en ellos, que parece tan revuelta que no se puede ver más allá.

—Tú eres Marco Luz, el faro que guía a todos cuando se pierden en la oscuridad, el consuelo de los desamparados, todos tienen su esperanza fija en que podrás salir adelante —mis palabras fluyen con una intensidad que viene del corazón, mis lágrimas dibujan un sendero por mis mejillas—. Cada acto de bondad que has realizado ha sido como una pequeña estrella que ha iluminado la noche más oscura en la vida de alguien.

Los recuerdos de todas las vidas que ha tocado con su bondad inundan mi mente, creando un mar de emociones que amenaza con ahogarme.

—El amor que has dado ha dejado una huella imborrable en el corazón de cada persona que has tocado, aunque tú mismo no lo hayas percibido —mi voz suena ahora como un susurro cargado de ternura y comprensión—. Cada sonrisa que has regalado, cada gesto de amabilidad ha sido como un rayo de sol en un día nublado.

Todos lo tratan con respeto y cariño. Todos van cuando el da clases en sus tiempos libres. Si está por la calle siempre recibe sonrisas, e incluso, de vez en cuando lo invitan a cenar a sus hogares.

Marco siempre ha recibido el amor del pueblo, y eso es algo que me hace muy feliz.

—Todas las puertas de Irlam están abiertas para ti.

Sé que está luchando contra sus propios monstruos, pero también sé que hay una parte de él que anhela la luz.

—Ya lo sé, Marco Luz —le digo con suavidad, acercándome un poco más a él—. Conozco tus heridas, tus cicatrices, pero también conozco tu capacidad para sanar y para irradiar amor y compasión.

Sé todo lo que ha tenido que sufrir por hacer lo correcto, sé que he sido parte de su sufrimiento.

—No tienes que ser excepcional para ser extraordinario. No necesitas ser fuerte para ser un caballero. Solo tienes que ser Marco Luz, eso es todo.

Una única lágrima se desliza por su mejilla, una lágrima que lleva consigo el peso de todas sus emociones.

Es una lágrima que carga con la tragedia de su pasado, con el peso de ser Marco Luz en un mundo oscuro y hostil. Es una lágrima que refleja el dolor, pero también la esperanza que aún late en lo más profundo de su ser.

Es una lágrima que simboliza su lucha interna, su constante batalla contra sus propios males. Y en esa lágrima, en ese pequeño destello de luz en medio de la oscuridad, veo reflejado todo su ser, toda su esencia como ser humano.

—Marco, no hay mayor inteligencia que la del corazón, eso me lo enseñaste tú —le digo con sinceridad, colocando mi mano sobre su pecho, sintiendo su fuerte latido—. Tu corazón es tan grande y luminoso que puede iluminar incluso la más profunda de las tinieblas.

Nuestros corazones laten al unísono, como dos estrellas que brillan en la negrura del universo, recordándome que el amor siempre prevalecerá sobre la oscuridad.

—Tu determinación, tu sacrificio por los demás, son parte de lo que te hace único —mi voz tiembla ligeramente, pero sostengo su mirada con determinación mientras mi corazón late con fuerza, intentando transmitirle todo mi amor y comprensión—. Yo también he luchado contra mis propios males, pero sé que no es necesario seguir atrapado en esa oscuridad.

Entonces lo recuerdo, una vez, hace mucho tiempo.

—Ser adulto no te hace insensible ante estas situaciones. —Sonrío, sintiendo que por fin puedo entenderlo.

Marco desvía la mirada por un momento, pero luego vuelve a encontrarse con la mía, sus ojos reflejando un mar de emociones.

Por fin, ya no hay solo oscuridad.

—Cada vez que te veo, cada vez que siento tu presencia, percibo ese dolor que llevas dentro, ese deseo de ser aceptado y amado —mi voz se quiebra ligeramente, pero continúo hablando con sinceridad—. Pero ya tienes eso, Marco. Tienes el amor de Betty, el cariño de la gente de Irlam, el aprecio de tus amigos, y, también… —me sonrojo, sintiendo que mi cara se está incendiando, pero aun asi lo digo—: tienes mi amor.

Aunque la idea de no ser correspondida me duele profundamente, me obligo a seguir hablando. Mi corazón late como loco, mis manos tiemblan, mis orejas arden; apenas puedo controlar mi respiración.

—Marco, no pretendo ser alguien muy inteligente —admito con humildad—. No tengo tu capacidad para penetrar en la profundidad de las personas, a veces ni siquiera puedo ver lo que tengo delante de mis ojos. Pero lo único que puedo hacer es escuchar y tratar de ayudar.

Una lágrima se escapa de mis ojos, pero no me detengo.

—Deja de pensar que eres un monstruo, porque no lo eres. Eres un ser humano que ha atravesado por momentos difíciles, pero eso no te define —mi voz se llena de determinación.

Un niño que se vio obligado a crecer rápidamente, que vivió cosas que nadie querría vivir. Que se convirtió en un hombre creyendo que ser un monstruo era la única forma de sobrevivir.

—Eres un hombre valiente, compasivo y amoroso, y mereces reconocer eso en ti mismo.

Me acerco un poco más, sintiendo el latir de mi corazón resonar en cada palabra.

—Tú eres la persona que me ha salvado, que me ha mostrado la verdadera bondad y el amor incondicional —mi voz se quiebra un poco más, pero continúo—. Eres una de las razones por la que sigo adelante cada día, una luz en mi vida que me da esperanza y fuerza para seguir luchando.

Marco aprieta sus manos con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven blancos, como si estuviera tratando de contener todo el torrente de emociones que lo abruma. Suelta un profundo suspiro, como si estuviera dejando escapar parte del peso que lleva sobre sus hombros.

—Yo no soy una buena persona. Si me hacen algo mal, busco cómo devolverlo al doble. He pensado en matar como si fuera algo normal. He normalizado tanto las emociones negativas que siento que algo horrible se esconde en mí —confiesa Marco, con la voz cargada de angustia y auto condena—. No lloré la muerte de mis padres, no lloré cuando maté a María.

Niego con tristeza, comprendiendo la profundidad de su tormento.

—No has llorado, pero no necesitas lágrimas para sufrir su pérdida, esa sola lagrima es suficiente. —Me acerco a él, sintiendo la calidez de su presencia en medio del silencio nocturno y el suave resplandor de la luz que se cuela por la ventana. Pongo mi mano con delicadeza en su frente, para luego acariciar un poco su cabeza.

Sostengo mi mirada con la suya, recordando ese libro—. Además, de bebé eras un llorón.

Sonrío, intentando hacerlo sonreír para aliviar la carga de su confesión. Se que la situación es mucho más seria de lo que puedo expresar con palabras, pero asi es como los padres de Marco lo hubiesen querido.

Y así es como yo también quiero hacerlo.

Marco sonríe levemente, probablemente al imaginarse la situación.

—Has dicho tantas palabras reconfortantes, has ayudado a tanta gente a sentirse bien. Das tantos consejos, pero también necesitas aplicarlos para ti mismo —le digo con sinceridad, tratando de ofrecerle un rayo de esperanza en medio de su oscuridad—. Marco Luz, eres un ser humano común y corriente. Eres cálido cuando estás feliz, distante cuando estás triste. Cuando te enojas, buscas formas de liberar el estrés sin que te vean. Cuando estás nervioso, aprietas tus manos para aliviar la tensión. Hasta tal punto que muchos de nosotros hemos adoptado tus hábitos sin darnos cuenta.

Su influencia en todos nosotros es innegable, pero también lo es su humanidad y sus propias luchas internas.

—Tienes emociones, como todos nosotros. Es normal sentir miedo de mostrarlas, pero no tienes que enfrentarlas solo —digo, mientras tomo sus mejillas entre mis manos, buscando conectar con él a un nivel más profundo—. Déjanos ayudarte, déjame ayudarte.

En este momento, somos solo él y yo, compartiendo un momento de vulnerabilidad y conexión.

—La barrera que tenías se ha roto, así que deja que todo salga. Deja que las palabras fluyan y libera lo que está dentro de ti —le insto, sintiendo la conexión entre nosotros mientras toma mi mano con la suya—. Deja de creer que eres un monstruo por sentir de forma diferente. Deja de tratar de convertirte en lo que crees que los demás necesitan. Deja de pensar que no puedes ser tú mismo. Deja de creer que eres solo debilidad, que la fortaleza en esta en no conectar con nadie ni nada.

Ambos, mirándonos el uno al otro, yo tratando de transmitirle todo mi apoyo y amor en este momento de necesidad compartida, y el, intentando dejar salir lo que oculta su interior.

En esta noche, bajo el resplandor de la luna, ambos enfrentamos el mismo dolor; cada uno a nuestra manera.

Puede que no tenga sentido, pero, tal vez no necesite tenerlo.

Lo único importante es que estamos juntos, luchando contra nuestras propias batallas y encontrando consuelo en la presencia del otro.

El corazón late desbocado en mi pecho mientras lo miro. Sé que este es un momento crucial, un punto de inflexión en nuestra relación, y no puedo evitar sentirme abrumada por la intensidad del momento.

—¡Tengo miedo! Es la verdad, no puedo evitar sobre analizar cada situación, preocuparme en exceso por cómo salir adelante, incluso cuestionar la lealtad de aquellos que están cerca de mí. ¡No fui capaz de confiar en ti! —Marco me mira, su voz llena de pesar y sus ojos cristalizados reflejan su vulnerabilidad, pero también su fuerza al enfrentar sus propios demonios—. Solo anhelaba ser alguien común y corriente, llevar una vida tranquila. Solo quería ser feliz, no presenciar la muerte de mi antigua amada, de mis padres, de mis amigos, todo por las decisiones que tomé, los corazones que destrocé. Aunque parte de eso haya sido borrado, sigue siendo una realidad de lo que soy capaz de hacer.

Marco sigue hablando, mirándome fijamente.

«Eso es, no apartes tu mirada, yo no me iré a ninguna parte». A pesar de que Marco me cuenta un dolor profundo, a pesar de que debería estar triste por sus emociones, yo sonrío. Mantengo mi mirada alegre, mostrándole que nada de lo que diga me va a hacer daño, que puedo aceptarlo y estar junto a él.

—Sin duda, fui responsable de la muerte de María, vi partir a mi madre, abandoné a mi padre, incluso mis amigos llegaron a desear mi muerte. —Marco baja la cabeza, colocando sus manos en sus piernas—. Me aterra enfrentarme al monstruo que habita en mi interior. Por eso, debo reprimir todo eso que siento, o me convertiré nuevamente en el mismo monstruo de antes.

Sin pensarlo, lo rodeo con mis brazos, aferrándome a él con todas mis fuerzas. Marco es un ser humano, lleno de sueños y lamentos, y aunque sus palabras sean duras de escuchar, son la prueba de su humanidad.

Lo acaricio, para alejar las malas energías de él.

—Yo pasé la prueba, Marco. Jamás permitiré que te conviertas en alguien quien no eres —le digo con determinación, sintiendo el latido de su corazón sincronizarse con el mío. Me acomodo, tocando mi frente con la suya, sosteniendo sus manos con firmeza—. Donde estés, yo estaré contigo. Seamos fuertes juntos, seamos débiles juntos, seamos tristes juntos, seamos felices juntos.

Su sorpresa es evidente en su mirada, pero no vacilo. Sé lo que siento, y estoy dispuesta a luchar por nuestra felicidad.

—Todo lo que quiero es verte feliz. Por eso lucharé, lucharé por la felicidad de ambos —le aseguro, sintiendo cómo mi corazón late con fuerza en mi pecho—. Ya has dejado salir todo lo que te atormentaba, ahora eres libre.

Mis ojos se posan en sus labios, y una oleada de nervios me recorre de pies a cabeza.

«¿Cómo reaccionará?»

«¿Será capaz de corresponder mis sentimientos?»

Tomo sus mejillas con delicadeza, sin mucha fuerza, para mostrarle que puede huir. Lo miro, y todo el espacio se vuelve blanco. Todo lo que puedo ver a Marco, todo lo que puedo ver es a la persona que amo.

—Alejate si no quieres —le digo con firmeza, aunque mi corazón tiembla de temor.

Mis labios buscan los suyos con timidez, temblando de anticipación y emoción. No puedo evitar pensar en todas las posibilidades, en todas las emociones que este beso puede desencadenar.

«No puede ser, no puede ser, no puede ser...»

Observo sus labios detenidamente. Mi corazón late con fuerza, clamando por lo que está por suceder. No puedo apartar la mirada de ellos, ahora que entiendo el profundo significado que encierran.

«¿Sentirá él lo mismo que yo durante la prueba?». Los nervios me invaden, me tiemblan las manos y me pregunto cómo reaccionará.

«¿Me rechazará?»

«¿Tengo los labios secos?»

Mi mente no cesa de pensar en todo tipo de cosas. Me acerco lentamente, sintiendo su presencia cercana, puedo sentirlo, puedo ver que el no me está rechazando.

«¿Sabré hacerlo bien?» Mis nervios aumentan a medida que me acerco más. Marco simplemente me observa, como si estuviera esperando algo.

«¿Y si dice que no sé hacerlo?» Descarto esa idea de inmediato, porque sé que Marco no es un hombre grosero.

«¡Concéntrate, Emilia!»

Me concentro, intentando apartar todas las distracciones y centrarme en este momento único.

«¿Qué fue lo que comí antes?»

Lo miro, ambos cerca el uno del otro.

—Una vez me dijiste que debíamos empezar desde cero, pero eso nunca será cierto —susurro con la respiración entrecortada, sintiendo su presencia tan cerca de la mía—. Nuestra historia empezó desde que te conocí, y no hay nada que pueda borrar eso.

Marco no dice una palabra, pero su sonrisa lo dice todo. Sus ojos brillan con anticipación, como si estuvieran ansiosos por lo que está por suceder. Coloco una mano sobre su pecho, sintiendo el suave latir de su corazón bajo las yemas de mis dedos.

Quizás él no haya llorado a mares, quizás no haya experimentado lo mismo que yo, pero ahora puedo comprenderlo.

Cada uno tiene su propia manera de enfrentar el dolor, de expresar sus sentimientos. Y en este momento, solo puedo alegrarme si las cosas funcionan, aunque no sea exactamente como lo imaginé.

Inclino ligeramente mi cuerpo hacia adelante, acercándome aún más a él. Puedo sentir su respiración cálida en mi rostro, su presencia tan cerca de la mía.

«No puede ser, no puede ser, no puede ser», repite mi mente una y otra vez, pero sé que este momento es real.

Cierro mis ojos, dejando que mi cuerpo se mueva por si solo. Siento su respiración, escucho el latir de su corazón.

—No estamos comenzando desde cero, simplemente seguimos avanzando —susurro, dejándome llevar por completo por mis emociones—. La vida continúa su curso, y quiero aprovechar cada momento para estar contigo.

Entonces...

En un instante efímero, el mundo parece detenerse a mi alrededor al sentir el ligero roce de sus labios. Es como si todo el universo convergiera en ese simple contacto, y mi cuerpo responde de manera instintiva, como una mariposa que emerge de su capullo, desplegando sus alas ante la promesa del vuelo.

Un torrente de sensaciones me invade, cada fibra de mi ser se enciende con una energía abrasadora que recorre mi piel y enciende el fuego de mi corazón.

«Me estoy quemando».

Es un calor ardiente que se expande desde el epicentro de mis labios hasta el último rincón de mi ser, una llama que consume toda duda, todo temor, dejando solo la certeza de este momento único.

Entonces, nuestros dedos se entrelazan con suavidad, acariciándose con ternura en una danza silenciosa que habla sobre nuestras emociones. Las que Marco ha decidido liberar, las que estuvieron en mi hasta que por fin tuvieron su valor.

Su mano viaja por mi cintura, acaricia mi espalda y me acerca más a él.

Se lo estoy entregando, cumpliendo mi palabra con el padre de Marco.

«Le entrego el pincel, le entrego los colores».

—No dejes de abrazarme. —le susurro, mirándolo con deseo, deseando que se aferre a mí, deseando aferrarme a él.

Siento que soy ligera, que puedo caminar en las nubes. No quiero que deje de abrazarme, ya que, si deja de hacerlo.

«Quizas vuele hasta la luna».

Marco sonríe, tomándome con firmeza.

Cuando nuestros labios se encuentran de nuevo, es como si el tiempo se detuviera y el mundo entero desapareciera, dejándonos a solas en un universo paralelo donde solo existimos nosotros dos.

Y en medio de este torbellino de emociones, puedo sentir su esencia impregnando la mía, como una fragancia embriagadora que se adueña de mis sentidos.

«Sabe a te de hojas», rio en mi interior. «Mi primer beso sabe a té de hojas».

Mis manos se deslizan por su espalda, explorando cada centímetro de su piel con una delicadeza reverencial, como si estuviera descubriendo un tesoro oculto.

Las lágrimas brotan de mis ojos, pero no son lágrimas de tristeza, sino lágrimas de pura dicha, de gratitud por este instante de plenitud compartida. Y cuando siento su mano acariciando mi mejilla, aceptando este acto de entrega y amor, mi corazón se desborda de felicidad. Entonces intento ir más allá, pero…

«¡Sus dientes!»

Un gran rubor tiñe mis mejillas mientras me doy cuenta de mi error, pero en lugar de alejarse o corregirme, Marco me permite seguir adelante, como si entendiera que este pequeño tropiezo es solo una parte de mí.

Sé que este es el lugar donde pertenezco, junto a él, en este abrazo. Somos dos seres fundiéndonos en uno solo, dos corazones latiendo al unísono en esta danza. Como en Irlam, esta es la culminación de lo que nunca hicimos.

«Intenté pintar en tu lienzo, pero aquí estas; llenando de colores el mío».

Nuestros cuerpos se mueven con armonía, acercándose y alejándose en una coreografía perfecta, incrementando más y más mi deseo por seguir. Cada roce, cada contacto, es una caricia que enciende el fuego de mi pasión, una chispa que viva la llama del amor que arde en mi corazón.

«No sabía nada sobre el amor; no sabía nada, y ahora siento que lo sé todo».

Y cuando finalmente nos separamos, siento como si hubiera perdido una parte de mí misma, como si una parte de mi alma se hubiera desprendido y quedara flotando en el aire entre nosotros.

Pero en medio de ese vacío, también hay una sensación de plenitud.

«Siento haber tocado el cielo con las manos, y experimentar la eternidad en un instante».

Nuestras manos se entrelazan de nuevo, buscando consuelo y seguridad en el contacto del otro. Y en este momento, sé que estoy exactamente donde debo estar, en sus brazos, junto a su corazón, en este rincón del universo que hemos creado juntos.

—¿Eh?

Entonces me doy cuenta, estoy jadeando, el aire que falta en mi rápidamente intentando volver a mis pulmones. Pongo mi mano en mi pecho, intentando tomar aire rápidamente.

—A veces puedes dejar de respirar, además, estas roja como un tomate. —Este me toma de los hombros, mirándome fijamente con una sonrisa.

Mientras jadeo por el esfuerzo y tomo bocanadas de aire, puedo sentir la risa burbujeando en mi pecho, una risa liberadora que brota de lo más profundo de mi ser.

—¿De quién crees que es la culpa? —respondo, mostrándole mi lengua de forma burlona, para luego volver a mirarlo con una sonrisa cómplice.

Chocamos nuestras frentes con cuidado, mientras sostenemos nuestras manos. Ambos empezamos a reír, dejándonos llevar por la euforia. Luego, simplemente nos miramos.

Ambos nos quedamos mirándonos fijamente, sumidos en un silencio cargado de emociones. Marco sostiene mi mirada con intensidad, y siento cómo mi corazón late con fuerza, como si estuviera a punto de salir disparado de mi pecho.

Por un instante, siento el impulso de huir, pero también de abrazarlo con fuerza.

«Aun así, tengo que ser firme».

—Hubo un momento en el que nuestras vidas se entrelazaron, pero sé que ahora no es el momento adecuado para obtener una respuesta. —Mis labios curvan una sonrisa, aunque siento un ligero punzón en mi corazón.

No quiero presionarlo ni apresurarlo. No quiero ponerle grilletes, solo quiero mostrarle lo que hay dentro de mí, lo que siento por él.

Lo amo, pero no por eso lo obligaré.

Sé que necesita tiempo para sanar, para que, cuando lo haga; su amor sea tan puro como lo sintió una vez.

E incluso más que eso.

—No me iré a ningún lado, así que puedo esperar. —Mis palabras son sinceras, no hay razón para apresurarme. Aunque mi deseo de seguir besándolo y hacer cosas que antes no haría existe, sé que habrá tiempo para eso.

Cuando Marco esté listo y me corresponda, sé que seré más feliz que si lo obligase ahora.

«Que nuestro amor sea recíproco, eso es lo que más deseo».

—Por eso te esperaré, a que puedas sanar. —Le guiño un ojo, acercándome de nuevo a él. Con delicadeza, mi dedo toca la punta de su nariz—. Verás que me adentraré tanto en tu corazón que no podrás apartar los ojos de mí.

«¡No puedo creer que haya dicho eso!», grito internamente mientras lo miro nerviosa, esperando sus palabras.

Estoy feliz, nunca había sentido tantas emociones al mismo tiempo.

Pero, sobre todo, la felicidad que siento en este momento es abrumadora.

—Yo creí que el amor era algo imposible, después de lo de María, que estaba destinado a sufrir en soledad. —Marco niega con la cabeza—. Pero ahora sé que nunca estuve solo. En aquel entonces no pude reconocerlo. Me di cuenta en la capital; sobre tus sentimientos, pero no quería si quiera pensar en ello.

Asiento levemente, viendo cómo Marco ha percibido mis sentimientos incluso antes que yo misma.

«Es un malvado…»

—A pesar de todo, has sido valiente, y después de Beatrice, eres la persona a la que más quiero, aunque ahora tendré que verte de manera diferente. —Sonrío, compartiendo su sentimiento—. Te lo prometo, sé que a partir de ahora empezaré a cambiar, veré las cosas con una nueva perspectiva. No puedo darte una respuesta definitiva en este momento, pues sería injusto contigo ya que no sería una respuesta apropiada.

Nos abrazamos de nuevo, sintiéndonos más unidos que nunca. Aunque Marco no me ha aceptado aún, tampoco me ha rechazado.

—Pero puedo estoy seguro de que volveré a amar de nuevo, y sé que tú estarás a mi lado cuando eso suceda.

A veces, las cosas no necesitan ser tan claras, y eso está bien para mí.

—Ya hemos cambiado, ambos. —Tomo sus manos, mirándolo a los ojos—. Y seguiremos cambiando juntos, pero seguiremos siendo nosotros mismos.

Le doy un último beso, para quedarme con la sensación en mis labios. Para inmortalizarlo en mi memoria y que pueda aguantar hasta entonces. No tengo dudas, aunque este un poco triste no hay dudas en mi corazón.

—Marco, tu padre quería decirte algo, pero lo diré con mis palabras. —Las palabras que quería transmitir su padre con esa mirada—. Abraza la incertidumbre, acógela y permítete vivir en su compañía. Porque es precisamente en la oscuridad de la incertidumbre donde emerge la estrella más brillante de todas.

Sé que seguiré amándolo en el futuro, porque el Marco que tengo en frente seguirá tomando todo de mí.

Ahora, juntos, avanzaremos…

Hacía un mañana más brillante.