Hola! Buenas tardes! Muchas gracias por su paciencia! Les recuerdo que la historia No es para menores de edad.

GRACIAS POR SU COMPRENSIÓN.

DESTINO

CAPÍTULO 49

El viento de la primavera se dejaba sentir en Lakewood, la tía abuela había llegado junto con Albert, Anthony, Candy, Alexander, Archie y por supuesto Stear y su familia, quienes vivían ahí desde hacía algún tiempo.

-¡Qué hermoso lugar! - Dijo Candy admirando el hermoso portal de rosas que ya comenzaba a mostrar sus primeros botones.

-¡Qué casota! – Dijo Alexander maravillado con la imponente mansión que estaba frente a él.

-Nosotros vivimos aquí. – Dijo Ángel con la inocencia de un niño de cuatro años, quien junto con su hermanito Alan sonreían para invitar a su primo a jugar.

-¿Puedo mamá? – Preguntó Alexander a su mamá, quien miró a Anthony sin saber qué responder, ella misma se sentía cohibida en un lugar tan hermoso como en el que estaban. Anthony le sonrió seguro de que los tres niños estarían seguros.

-Puedes hijo. – Le Respondió Candy después de que Anthony asintiera a su pregunta hecha con la mirada.

-¿No se perderán? – Preguntó Candy con cierta desconfianza.

-No te preocupes Candy, yo iré con ellos. – Dijo Archie ofreciéndose a cuidar a los tres niños. Candy le agradeció con una sonrisa, igual que Anthony, quien a pesar de saber a Niel en Chicago no se sentía del todo tranquilo.

-Esta es también tu casa. – Dijo Elroy al ver a Candy, quien no podía evitar sentirse un poco cohibida con la majestuosidad y la elegancia de aquella mansión.

La mansión de Lakewood, era la mansión más hermosa que poseía la familia Ardlay, en ella se encontraban la mayoría de los restos de los antepasados de la familia, aquel había sido el lugar elegido para tener su última morada.

-Muchas gracias señora Elroy. – Dijo Candy con cierta timidez.

-Ya te he dicho que me llames tía abuela. – Dijo Elroy con una sonrisa, insistiendo una vez más a la pecosa que la llamara de la misma forma con la que la llamaban sus nietos.

-Gracias… tía abuela… - Dijo Candy con cierta pena en su voz, mientras Anthony la miraba feliz de tenerla en aquel espacio en el cual él había sido tan feliz cuando niño.

-¿Quieres conocer el jardín? – Preguntó Anthony orgulloso de mostrar a Candy aquella creación que debía a su madre, la cual después de su muerte él había cuidado con esmero y dedicación y que ahora estaba a cargo de los jardineros que trabajaban ahí.

-Me encantaría. – Dijo Candy con emoción, ya que jamás había visto en toda su vida un jardín de rosas tan extenso y hermoso como ese.

-Nosotros iremos a descansar. – Dijo Albert refiriéndose a la tía abuela, quien se podía advertir un poco cansada por el viaje, aunque el semblante de felicidad que expresaba en su rostro era inigualable.

Candy y Anthony caminaron tomados de la mano, observando ambos la majestuosidad con la que los rosales habían sido colocados estratégicamente para mostrar una especie de laberinto en su interior.

-El jardín fue hecho especialmente para mi madre. – Dijo Anthony con orgullo, recordando a la hermosa dama que había inspirado aquella obra de arte. Candy lo escuchaba con atención y cierta admiración por la manera en la que su amado hablaba de su madre. – Ella adoraba las rosas y mi abuelo con el afán de consentirla mandó construir los rosedales, ella los cultivó por muchos años hasta que… - Las palabras de Anthony se detuvieron por un segundo, mientras sus hermosos ojos azules intentaban contener una lágrima por el recuerdo del ser que más lo había amado. Candy se abrazó a él en muestra de mostrar su soporte.

-Es un lugar maravilloso. – Dijo Candy sincera, observando aquel lugar que bellamente había sido labrado con amor y cuidado. Anthony sonrió con un nuevo brío, con una esperanza de que ahora él tenía a su propia familia, familia que hubiese deseado conociera a su mujer y a su hijo.

-Por un tiempo también yo me hice cargo de los rosedales. – Dijo Anthony con orgullo. Candy lo miró con mayor admiración que antes, porque sabia que su dedicación era en honor a su madre.

-La Dulce Candy crecería aquí muy bien. – Dijo la rubia con emoción, recordando el hermoso rosal que Anthony había cultivado para ella. Anthony sonrió recordando la hermosa flor que había creado inspirado en su hermosa dama. – Annie y yo tuvimos que dejar los rosales en el hogar de Ponny. – Dijo un tanto apenada porque se había tenido que desprender de ese hermoso regalo que Anthony le había obsequiado el día de su cumpleaños.

-Lo sé… - Dijo Anthony sonriendo con ternura, mientras despejaba su rostro. – El día que fui a buscarte me di cuenta que están ahí. – Dijo con tranquilidad, seguro que en aquel lugar habían florecido sin problemas. – Sería bueno que tomara algunos esquejes para ver si pueden crecer también aquí en el portal de las rosas. – Dijo una vez más el rubio con la esperanza de que aquellas flores que él mismo había creado pudieran crecer libremente en la mansión de las rosas.

-¡Eso sería maravilloso! – Dijo Candy con emoción, le gustaba ser parte ahora de aquel jardín que pertenecía a la familia de su esposo.

-¿Te gustaría vivir en Lakewood? – Preguntó Anthony con la mirada brillante de gusto, él siempre había soñado con vivir cerca del lugar donde había quedado sepultada su madre.

-Es un lugar hermoso para vivir. – Dijo Candy convencida de que viviría en cualquier lugar que su amado Anthony le propusiera, además creía que era un lugar maravilloso para criar a Alexander y a los hijos que pudieran tener en un futuro.

-¿Entonces no te importa si busco un lugar para nosotros tres? – Preguntó acercándose a ella, abrazándola por la cintura mientras sus labios rozaban los de la joven enfermera. Candy se quedó de pronto sin aliento al sentir la boca de su hombre muy cerca de sus labios.

-No… - Respondió en un murmullo, esperando que los labios de Anthony la tomaran una vez más.

Candy cerró los ojos esperando que Anthony la besara, sin embargo el rubio primero admiró la belleza de su mujer, le causaba ternura el gesto tan ansioso y enrojecido que brillaba frente a él, dispuesta a recibir aquel beso que también él anhelaba. El deseo de Candy pronto llegó y los labios de Anthony se posaron en los de ella, comenzando un beso lento y tierno, un beso que buscaba calmar la ansiedad de su amor.

Su boca comenzó a explorar delicadamente el interior de la boca ajena, saboreando el delicado y mentado sabor fresco que ella tenía, embriagándose de aquel elixir que lo tenía hipnotizado.

-Te amo… - Susurró Anthony muy cerca de sus labios, mientras su manos se aferraban a su cintura atrayéndola por completo a su cuerpo, permitiéndose y permitiéndole a ella sentir el calor que de pronto lo asaltaba, ese calor que subía desde sus entrañas y llegaba hasta su cabeza para hacerla jadear y enrojecer por el deseo y la pasión que comenzaba a hervir en su piel. La sonrisa de Anthony fue de orgullo, un orgullo que le producía ver la reacción tan intensa de su dama, quien al igual que él deseaba aquel contacto más íntimo que los tenía embriagados, necesitados cada uno de aquellas caricias que se limitaban solo por las noches y alguna que otra mañana en la que Alexander no se levantaba primero que ellos.

-Y yo a ti… - Respondió Candy con su aliento quemando el rostro de Anthony. Él Besó el dorso de su mano con sensualidad, dejando un rastro húmedo en su tersa piel, logrando que Candy se estremeciera por completo ante aquella sensual caricia.

-Esta noche, volverás a ser mía… - Le dijo mirándola a los ojos con verdadero fuego, con las pupilas dilatadas y la promesa en sus palabras de volver a hacerla su mujer. Candy contuvo el aliento al imaginar la candente entrega que anhelaba desde hacía días, en las que por un motivo o por otro habían tenido que posponer dicho encuentro. Anthony sonrió complacido con la reacción del rostro de Candy, para después acercarse a ella y robar un nuevo beso con la promesa implícita en la pasión que imprimía con sus labios. – Vamos… - Le dijo una vez que terminó el apasionado beso que le había proporcionado, beso que elevó la temperatura de Candy y que la dejó deseosa de continuar con aquel preámbulo que le ofrecía su amor.

Caminaron hasta el interior de la mansión y Anthony fue el encargado de mostrarle gran parte de la mansión, la cual era demasiado grande para poder terminar de ver en un solo día.

-¿Qué hay en el tercer piso? – Preguntó Candy con curiosidad, porque Anthony solo le había mostrado una parte del primer piso y le había mencionado lo que había en el ala sur y norte del segundo piso, pero no había mencionado por ningún motivo el tercer piso desde donde se veían las escaleras que los llevaban hasta ahí.

-Ahí es donde hay una habitación terrible en la casa. – Dijo Stear acercándose a los dos rubios. Anthony lo observó con travesura y Candy con interés, ya que a ella le llamaba la atención ese tipo de historias.

-¿Fantasmal? – Preguntó Candy con intriga y curiosidad. Stear asintió con una mirada que escondía algo.

-En el tercer piso aparece el fantasma de un antepasado… Cuando el reloj de la torre del sur da las diez, se ilumina la habitación que se suponía vacía… – Decía Stear mientras Anthony lo observaba con diversión, sabía bien que aquella leyenda era parte de la historia de cuando estaban pequeños. – Un hombre con sombrero negro de copa y negra capa se pasea, nadie en el pasillo, nadie puede salir y camina dejando huecos en sus pisadas. – Candy parecía muy tensa ante la seriedad con la que Stear contaba la historia, pero la risa del inventor, seguida por la risa de Anthony le hizo advertir que se estaban burlando de ella.

-¡Es mentira! – Dijo Candy ofendida al darse cuenta que todo había sido una burla de ellos.

-¿Qué sucede? – Preguntó Archie, quien venía en compañía de sus tres sobrinos.

-Nada, solo que Candy no cree en la historia de la mansión. – Dijo Stear a sabiendas que su hermano comprendería la cita.

-¿Le contaron? – Preguntó Archie también divertido. Candy miró a los tres con descuerdo.

-Eso es cruel. – Dijo Candy molesta con los tres, incluido Archie.

-¡Yo no dije nada! – Dijo Archie deslindándose de la culpa que le imputaban.

-Fue Stear el que habló. – Dijo Anthony a sabiendas de que tal vez pasaría otra noche en abstinencia. Candy lo miró divertida al imaginar sus pensamientos.

-¡Mamá, me gusta mucho esta casa, es como un castillo! – Dijo Alexander acercándose a su madre, inocente de la broma que su tío Stear le había gastado.

-Sí mi amor, es como un hermoso castillo. – Dijo Candy poniendo atención ahora a su hijo.

-Quiero conocerlo todo. – Dijo Alexander con emoción, con la misma emoción con la que había explorado la mansión de Chicago.

-Deberás esperar para mañana. – Dijo Candy segura que en ese momento debía asearse. – Ahora es momento de darse un baño. – Dijo mirando a Anthony, quien le sonreía dispuesto a llevarla hasta su habitación.

Stear y Archie hicieron lo mismo ya que pronto se serviría la comida. Anthony levantó a Alexander en brazos para llevarlo hasta la habitación que sería de él.

-Esta será tú habitación hijo. – Dijo Anthony con ternura, mientras el pequeño Alexander entraba como el ciclón que era inspeccionando cada rincón de aquel hermoso lugar.

-¡Es enorme! – Dijo emocionado de ver lo espacioso que era su habitación.

Alexander observaba emocionado los juguetes que había en el lugar, era como si supieran que un niño vendría a la mansión, había varios juguetes con los cuales él podría entretenerse entre ellos, un pequeño caballo de madera y algunos soldaditos que estaban alineados, había pelotas y algún coche de juguete que parecían ser algo antiguos.

-Esta era mi habitación cuando era niño. – Dijo Anthony para sorpresa de Candy y Alexander, quien con mayor razón miraba cada detalle con asombro y admiración.

-¿Aquí dormías papá? – Preguntó Alexander mirando una vez más, pero ahora con otros ojos. Anthony asintió.

-Y esta puerta. – Dijo señalando la puerta que estaba al lado derecho de la habitación. – Es la que te lleva a nuestro dormitorio. – Le dijo a Alexander y a Candy, quien sonrió un tanto tímida al pensar en aquella habitación, pero al mismo tiempo más tranquila de saber que había una manera de llegar más rápido si era necesario hacerlo junto a su pequeño remolino.

Los tres caminaron por la puerta que comunicaba a ambas habitaciones y en segundos habían pasado de una habitación decorada de manera infantil y colores brillantes a una habitación un poco más sobria y elegante, una habitación que era evidente pertenecía a dos personas un poco más adultas.

-¿Te gusta? – Preguntó Anthony a Candy, quien observaba maravillada cada espacio de aquella elegante habitación, era mucho más grande y espaciosa que la que habían compartido en Chicago.

-Es hermosa… - Dijo Candy sin dejar de admirar aquel hermoso lugar, era tan grande y tan elegante que sentía que no merecía tanto. – Es demasiado… - Decía un tanto avergonzada, Alexander por su lado se entretenía corriendo de una habitación a otra.

-Es poco para todo lo que merecen tú y Alexander. – Dijo Anthony seguro que quería dar a su familia lo mejor que tenía para ellos. – Pero eso es temporal, compraré una casa para nosotros tres… - Dijo abrazando a la rubia por la cintura. – Y para los que vengan… - Dijo acariciando su vientre con delicadeza, demostrando que estaba ansioso de tener más hijos. Candy sonrió enamorada, un deslumbrante brillo se reflejó en sus ojos y Anthony la besó con ternura.

Después de que se hubieran cambiado e instalado en la habitación, bajaron al comedor donde les asignaron a cada uno los lugares que debían ocupar, según la importancia o el rango que ocuparían de ahora en adelante. Alexander estaba confundido, ya que para él sentarse en cualquier asiento le parecería lo mismo, sin embargo estaba dispuesto a aprender esas reglas de etiqueta que la abuela Elroy quería compartir con él y que le parecían entretenidas.

Los días pasaban y mientras los preparativos de la boda avanzaban, Alexander se entretenía jugando con sus primos Ángel y Alan, así como su tío Archivald quien era el que quería aprovechar más tiempo con ellos.


Annie había permanecido en Chicago terminado los vestidos que usarían el día de la boda de Candy, todos ellos habían sido diseñados con prontitud y cuidado, pero el vestido de Candy era el que había llevado más tiempo de realizar, todo porque Annie quería que fuese perfecto.

-Te quedó hermoso. – Dijo Marie observando el resultado final.

-Candy se verá hermosa. – Dijo Annie con los ojos enrojecidos por la emoción, el pensar en Candy por fin casada la hacía sentirse muy feliz.

-Es mejor que te apures, no querrás que se les haga tarde en el camino. - Dijo Marie apurando a Annie, quien terminaba de empacar los vestidos.

-¡Tienes razón! – Dijo Annie al ver por que Cassie llegaba por ella junto a su esposo.

-¿Lista? – Preguntó Cassie con una gran sonrisa.

-Deja empaco el vestido de Candy. – Dijo Annie pidiendo a Marie su ayuda. La joven de inmediato corrió por una caja para empacar el fino vestido.

-¡Es hermoso! – Dijo Cassie con el rostro visiblemente sorprendido. - ¡Candy se verá hermosa con él! – Dijo encantada con el diseño actual del vestido.

-¿Verdad que sí? – Preguntó Annie con interés, emocionada porque reconocieran que no solo era el vestido lo que luciría, sino que su hermana era la que daría ese porte distinguido que poseía.

El vestido que Annie había confeccionado a marchas forzadas para Candy, era un vestido de seda con encaje, el vestido hacía lucir la figura estilo sirena sin ser muy ajustado, las mangas y escote habían sido elaboradas con encaje francés, lo mismo que la cola del vestido, que cubría la mayor parte del vuelo de la falda inferior, la cual era tan larga que se ampliaba al frente y hacia atrás con grandes holanes en la parte inferior. El velo había sido confeccionado con organza y encaje, estaba adornado con una corona de diamantes y también le había hecho unos guantes a la medida, para completar el ajuar, había diseñado los zapatos y todo el guardarropa interior que utilizaría Candy en ese día tan especial.

-¡Que hermosa casa! – Dijo Annie sorprendida con la belleza de la mansión de las rosas.

-No la recordaba así… - Dijo Cassie al ver la majestuosidad del jardín, el cual debido a la llegada de la primavera había comenzado a florecer y el aroma que desprendía el rosedal era la bienvenida a los visitantes.

-¡Vaya! Es impresionante el jardín. – Reconoció Terry al igual que Annie, quien jamás había estado en aquella mansión.

-¿Quién vive aquí, mamá? – Preguntó Julieta con interés.

-Aquí vive Alexander. – Respondió Cassie a su hija, de esta manera la niña identificaría a alguien que conociera perfectamente. Julieta se puso de color carmín al escuchar el nombre del pecoso. Terry se quedó muy serio al ver el sonrojo de su hija y Cassie sonrió divertida, le causaba ternura ver cómo su hija se había enamorado a una edad tan temprana del hijo de su hermanita Candy.

Alexander corría entre el gran prado de la mansión junto a sus primos y su tío Archie, quien había jugado con ellos gran parte de la mañana.

-Ya, no puedo más. – Dijo Archie quien tenía la camisa arremangada y respiraba un tanto agitado.

-Anda tío, ahí viene mi tía Annie, que ella vea que eres divertido. – Dijo Alexander con travesura al ver que el automóvil en el que viajaban Annie y los Grandchester habían llegado. Archie observó con sorpresa hacia donde su inquieto sobrino le anunciaba.

-Veo que también viene Julieta. – Mencionó Archie con la misma travesura que su sobrino.

-Sí, pero ella ya me ha visto jugar y sabe que soy divertido. – Dijo Alexander con tranquilidad, mientras Archie abría los ojos sorprendido por la manera en la que el pequeño rubio actuaba. - ¡Vamos tío! – Gritó Alexander de pronto llamando la atención de Archie, quien no sabía qué era lo que el pequeño haría.

Alexander comenzó a correr de un lado para otro, logrando que Archie intentara alcanzarlo, mientras Ángel y Alan seguían lo que hacía el pecoso, corriendo entre ellos, divirtiéndose y riendo a carcajadas, mientras Archie corría por atrapar a alguno de ellos. La atención de Annie fue directamente hasta donde corrían los cuatro, no pudo evitar sonrojarse al ver a Archie corriendo divertido junto a los tres pequeños.

-¡Te tengo! – Gritó Archie al tomar entre sus brazos al pequeño Ángel, quien gritó decepcionado porque era al primero que atrapaban en ese repentino juego en el cual no le habían explicado las reglas, pero de que había perdido, había perdido.

-¡No es justo! – Gritó Ángel con sobrada diversión, riendo a carcajadas mientras intentaba respirar con tranquilidad.

-¡Ahora toca el turno de atrapar al tío Archie! – Gritó Alexander para obligar a sus primos a perseguir a Archie, quien todavía más sorprendido por ser ahora la presa, comenzó a correr sin tener otra alternativa.

-¡No me atraparán tan fácil! – Gritaba Archie comenzando a entrar una vez más en calor con el juego.

-Corre hacia dónde está mi tía, Annie… - Dijo Alexander en voz baja para advertir a Archie que se acercara hacia la diseñadora. – ¡Vamos tras él! – Dijo el pecoso a sus primos, quienes con la misma chispa que el rubio corrían divertidos detrás de su tío.

El grito de guerra que los tres niños emitían sorprendió a Archie, quien no tuvo más opción que salir corriendo hacia donde Alexander le había señalado, no era como si hubiera tenido mucho tiempo de pensar en lo que estaba haciendo, ya que los niños parecían una pequeña estampida que lo atropellaría instantáneamente, para suerte de Archie antes de llegar y ver a la joven diseñadora, un hueco entre el césped del prado se atravesó en su camino logrando que cayera y fuera atrapado por los tres niños, quienes comenzaron a hacerle cosquillas solo por diversión.

-¡Me rindo! – Gritaba Archie entre risas mientras se movía intentando zafarse del ataque del cual era objeto.

-No esperaba menos de ti. – Dijo Terry al ver que Archie se rendía ante tres niños. Los tres pequeños dejaron de hacer cosquillas al elegante y giraron su rostro al escuchar la voz del actor.

-Te invito a que te unas unos minutos en el juego. – Dijo Archie poniéndose de pie mientras Alexander observaba al padre de Julieta, sabía que no los aguantaría ni siquiera cinco minutos.

-¿Quieres jugar tío? – Preguntó el inocente Alexander a Terry, quien lo miró con diversión, mientras los otros dos pequeños parecían un par de inocentes angelitos junto al rubio. Archie sonrió imaginando lo que harían sus tremendos sobrinos.

-Tal vez más tarde. – Dijo Terry extendiendo la mano para saludar a Archie, quien ya se había incorporado.

-No esperaba menos de ti… - Dijo Archie con una sonrisa de lado, regresando el comentario hecho momentos antes. Terry lo miró sonriendo de la misma manera comprendiendo el comentario.

-Buenas tardes. – Dijo Annie quien venía llegando junto a Cassie y Julieta.

-Annie… - Dijo Archie un tanto sorprendido, porque una cosa era que le dijeran que Annie había llegado y otra era verla de frente. El rostro de Annie se enrojeció con nerviosismo a pesar de que había estado atenta del jugueteo que Archie tenía con los niños. Archie se acercó a ella y besó el dorso de su mano con elegancia.

-¿Cómo estás? – Preguntó Annie un tanto nerviosa, pero al mismo tiempo emocionada por volver a verlo, tenía varias semanas sin verlo y estar ahí frente a él por fin, lograba que las mariposas de su estómago se sintieran liberadas.

-Hola Archie… - Dijo Cassie con diversión al darse cuenta que Archie había olvidado saludarla.

-¡Cassie! Bienvenidos. – Dijo Archie con una sonrisa boba al darse cuenta de su falta de modales. Terry sonrió divertido al ver que Archie se ponía nervioso con la presencia de Annie.

-¡Annie! ¡Cassie! – Se escuchó de pronto. Candy había visto desde su habitación que su hermana había llegado por fin y bajaba junto a Anthony para recibirlos. - ¡Por fin llegaron! – Gritó la rubia al ver a sus hermanas por fin en la mansión de las rosas.

-¡Candy! – Gritaron al mismo tiempo Annie y Cassie, quienes se acercaron hasta el pie de la escalera que daba a la mansión para abrazar a la rubia, quien se unía junto a ellas.

-¡Te ves hermosa! – Dijo Annie admirando el rostro rejuvenecido de Candy, quien era imposible que no irradiara la felicidad que ahora la embargaba. Un brillo muy especial en sus ojos se desprendió al momento de ver a sus dos hermanas.

-¡Annie tiene razón, jamás te había visto más bella! – Dijo Cassie con sinceridad al ver a la joven enfermera. Candy se sonrojó por el halago de sus hermanas, sobre todo porque al sentir que Anthony llegaba detrás de ella fue inevitable la reacción de su cuerpo al sentir tan cerca al motivo de aquella felicidad que irradiaba.

-¡Mamá, Papá! – Gritó Alexander con excitación al ver a sus padres recibiendo a los recién llegados. – Hasta que bajaron. – Dijo echándolos de cabeza con sutil inocencia.

-Hola Alexander… - Dijo Julieta con timidez al ver al pecoso que aún no la saludaba.

-Hola Julieta, ¿Quieres venir a jugar? – Preguntó con esa inocencia que poseía el pequeño. Julieta observó a su padre para ver si este le daba la autorización para ir a jugar un rato con los niños.

-Es mejor que descansemos un poco. – Dijo Terry a la pregunta silenciosa de su hija. Julieta asintió decepcionada por la respuesta de su padre y solo miró a Alexander con ganas de ir con él. Alexander sonrió como diciendo que ya sería para la próxima.

Todos entraron a la mansión, mientras Annie y Cassie acompañaban a Candy a su habitación, los empleados habían comenzado a bajar el equipaje y a llevar los paquetes del ajuar de novia, hasta una habitación especial, donde Candy sería arreglada el día de la boda ya que en su habitación no podían dejar nada que pudiera ver el novio.

La tía abuela estaba feliz de tener más cercana la boda de Anthony y Candy, se sentía cada vez más débil pero al mismo tiempo aquella fecha la llenaba de tranquilidad y una felicidad infinita, sentía que era como una especie de redención por todo el mal que había hecho, al mismo tiempo disfrutaba ver cómo sus bisnietos y la pequeña hija de Cassie y Terry jugaban entre sí intentando hacerla reír.

-Candy, en verdad te digo que te verás hermosa con el vestido que Annie ha diseñado para ti. – Dijo Cassie emocionada a la pecosa. Annie sonrió imaginando a Candy en su creación.

-Es perfecto para ti. – Dijo Annie observando que su hermana de vez en cuando escapaba su mirada hacia Anthony, quien hacía lo mismo que ella. Anthony estaba con los caballeros platicando mientras Candy estaba junto a sus hermanas y Patty, quien se había incluido al grupo desde que Elisa se había ido de luna de miel.

-Perfecto… - Dijo Candy sin dejar de mirar a su príncipe quien guiñaba un ojo té coqueto. Annie sonrió con diversión, pero su rostro se tiñó de rojo al descubrir que ella también había estado siendo observada por un elegante joven de ojos ámbar y cabellos castaños.

-Creo que Archie quiere hablar contigo. – Dijo Cassie con travesura, al ver que Archie se acercaba a ellas.

-¿Conmigo? – Preguntó Annie con el corazón acelerado, pensando que tal vez solo quería acercarse a saludar.

-Anda Annie… - Le dijo Cassie animándola a acercarse a él, ya que se había quedado esperando que la joven se acercara.

-Pero… Candy… su ajuar… el vestido… - Decía Annie sin poder evitar sentirse nerviosa por la manera en la que sus hermanas la animaban a acercarse a Archie.

-Tranquila Annie… - Dijo Candy con una sonrisa para intentar tranquilizarla. – Tenemos tiempo para que me hagas los ajustes necesarios. – Dijo una vez más la rubia, quien lograba que Annie respirara un poco más tranquila. Annie sonrió dándose cuenta que su reacción era algo exagerada, no tenía motivo para sentirse nerviosa ante la presencia de Archie, solo era Archie, un amigo, el primo del marido de su hermana, su ex novio por el cual ya no sentía nada… o eso quería creer.

-Annie… ¿Podemos hablar un momento? – Preguntó Archie un tanto inquieto, revelando ante las damas que al igual que Annie no sabía cómo acercarse a ella. Cassie le dio un leve empujón y tanto Candy, como Patty no pudieron evitar sonreír.

-Eh… ¡Sí! – Dijo Annie sin imaginarse el motivo por el cual Archie quería hablar con ella.

Archie ofreció su brazo para que ella lo tomara y comenzar así a caminar con ella entre el gran salón de la mansión, mientras las otras tres jóvenes giraban su rostro con discreción al ver a la pareja caminar en busca de un poco de privacidad.

-Hacen una hermosa pareja. – Dijo Patty animada por la manera en la que su cuñado y la joven diseñadora se veían juntos.

-Siempre me ha gustado como se ven juntos. – Dijo Cassie convencida de que a pesar de todo Archie era la pareja ideal para Annie. Después de lo que había sucedido en la boda de Elisa y Tom, ella había quedado totalmente convencida de que ya había perdonado a Archie después de la manera en la que había tratado a su hermana, sin embargo a pesar de todo estaba dispuesta a estar alerta con tal de que no volviera a hacerla sufrir.

-Annie siempre ha amado a Archie… - Dijo Candy segura de que conocía bien los sentimientos de Annie. – Pero intentó convencerse a sí misma de que había logrado olvidarlo y confió demasiado en Wilberth. – Dijo una vez más, reconociendo que Annie había bajado la guardia con Wilberth por querer aferrarse al olvido de Archie.

Candy, Cassie y Patty, decidieron ir hasta donde se encontraban sus parejas, quienes al igual que ellas, habían estado platicando de Archie y de Annie.

-¿Cómo sigue Albert? – Preguntó Cassie para saber del joven patriarca, porque era al único que no había visto en la mansión.

-Ha estado muy bien. – Dijo Candy con una sonrisa, mientras miraba a Anthony, quien confirmaba con un asentamiento de cabeza que era verdad.

-Solo que fue a revisión con la doctora Kelly. – Dijo Anthony con doble intención, todos sabían que Albert estaba enamorado de Kelly y que la joven doctora tenía una preferencia por aquel paciente que había llegado a su cuidado un año antes.

-Parece que tenemos a otro enamorado. – Dijo Terry con diversión, ya que estimaba mucho a Albert.

-Me parece imposible que Tom jamás se haya percatado de que Albert no estaba fingiendo. – Dijo Cassie recordando que Tom sabía que Albert vivía cerca de Candy para cuidarla.

-Tom creyó que Albert solo pretendía no recordar nada y como habían acordado que ninguno de los dos hablaría, él respetó su acuerdo en todo momento. – Dijo Candy con tranquilidad.

-Algo es seguro. – Dijo Stear con diversión. – Todos sabemos que podemos confiar en que Tom no hablará. – Dijo de nuevo, provocando la risa de todos.

Archie por su lado, había llevado a Annie hasta el jardín con el pretexto de mostrarle el lugar en dónde Anthony había plantado el rosal que le había regalado tiempo atrás.

-Fuimos hasta el hogar de Ponny para obtener una de las plantas. – Dijo ante la sorpresa de Annie, quien se emocionaba porque después de mucho tiempo volvía a ver aquel hermoso rosal que estaba a punto de florecer. A pesar de que le recordaba una etapa triste de su vida, ella recordaba a aquella flor como un poco de esperanza en su vida.

-Siempre me ha encantado esta flor. – Dijo Annie acercándose hasta el botón que estaba a punto de reventar, llenándose de su dulce aroma a rosas.

-Es una rosa hermosa… - Dijo Archie mirando a Annie en lugar del rosal. Annie se dio cuenta de ello y sonrió nerviosa al elegante. - ¿Sucede algo? – Preguntó al ver que Annie se mostraba un tanto inquieta y que se levantaba de su lugar de manera repentina.

-La verdad es que sí… - Dijo Annie armándose de valor, ella no quería volver a ser engañada por nadie, había sido engañada por Archie, después por Wilberth y ahora estaba ahí junto a Archie nuevamente, quien se mostraba interesado y ella temía volver a equivocarse. Archie la escuchó con atención. – ¿Qué es lo que pretendes Archie? – Preguntó Annie directamente, para sorpresa de Archie, quien no se esperaba que lo enfrentara de esa manera tan directa.

-¿A qué te refieres? – Preguntó un poco confundido con la pregunta hecha por la diseñadora.

-A esto… - Dijo señalándolo a él y a ella.

-Solo quiero pasar un momento a solas contigo. – Dijo Archie acercándose a ella con interés, pero Annie dio un paso para alejarse de él, se sentía intranquila, nerviosa, no sabía qué esperar de él. Archie se detuvo al ver que ella se alejaba.

-A eso mismo me refiero Archie. – Dijo Annie mirándolo a los ojos. Archie puso atención a lo que decía la joven. – No quiero volver a equivocarme… - Dijo Annie con los ojos llenos de emoción, con las lágrimas detenidas porque no quería verse vulnerable ante él. – Me he equivocado muchas veces y no quiero volver a hacerlo… no creo resistirlo… - Dijo mirando a Archie fijamente a los ojos. Archie la miró sintiéndose tan culpable por haberla hecho sufrir.

-Tú no te equivocaste Annie… - Dijo Archie seguro de que ella no se había equivocado. – Tú confiaste en un par de jóvenes inmaduros, inexpertos, que solo pensaban en su propio beneficio, tú no te equivocaste… el que se equivocó fui yo… el que se equivocó fue el tonto de Wilberth… - Dijo mirándola a los ojos con sinceridad. Annie lo escuchaba sorprendida, mientras su corazón latía con emoción, temeroso del sentimiento que habitaba dentro de ella. – Pero a pesar de todo, me alegra que él se haya equivocado… - Dijo acercándose nuevamente a ella, esta vez Annie no se alejó de él, sino que lo miró confundido por lo que había dicho. – Sí Annie… me alegro de que todo eso haya pasado porque de esa manera te alejaste de él. – Dijo tomando sus manos para después posar su frente en la de ella. Annie no se movió ni un centímetro, por el contrario, lo miraba sorprendida por su cercanía, se sentía incapaz de alejarse de él, se sentía tan necesitada de su cercanía, estaba cansada de aparentar que no quería tenerlo cerca, estaba tan cansada de huir de sus sentimientos, había corrido más de cinco años intentando que no la alcanzara ese amor que había albergado todos esos años que ya no quería huir, pero al mismo tiempo temía detenerse, temía volver a confiar en él y volver a ser rechazada.

-Yo… no sé… - Dijo Annie sin saber que decir. Archie la tomó por el cuello y la acercó a su rostro sintiendo como su aliento quemaba sus labios.

-Me alegra que estés libre porque te quiero para mí… - Le dijo Archie por fin. Annie se quedó sin aliento al escuchar aquellas palabras que pensó jamás escucharía de él. – Te amo Annie… fui un tonto… te amé desde el primer día pero tuve miedo de mis sentimientos… - Dijo rosando sus labios mientras ella lo escuchaba sin decir una palabra. – Me deslumbré con Candy por inmaduro, pero el verdadero amor eres tú damita… siempre fuiste tú… jamás había sentido lo que sentí al conocerte, jamás había estado tan temeroso de sentirme atrapado como cuando te conocí, por eso corrí, dejé que mi antiguo yo emergiera y volviera a sus malas costumbres… pero ya no… fueron cinco años de arrepentimiento, cinco años de soledad y vacío sin ti… viví buscándote en cualquier dama que conocía, pero nadie era lo suficientemente interesante para mantenerme a su lado, nadie eras tú…

-¿Y si ese interés se va…? – Preguntó Annie con temor, no estaba segura si podría mantener ese interés en él porque no lo había sabido mantener en el pasado, es más, ni siquiera sabía cómo había conseguido que él se fijara en ella en primer lugar.

-No se ha ido en cinco años, damita… - Dijo rosando una vez más su boca, sin atreverse a besarla por temor de ofenderla, quería hacerlo, quería robarle un beso, pero temía que huyera una vez más como la mañana después de la boda de Tom y Elisa, cuando llegó a su habitación para hablarle de sus sentimientos y descubrir que se había ido.

-¿Cómo estar segura de ello? – Preguntó Annie, quien quería tener la certeza que no mentía esta vez.

-No puedes… - Dijo Archie con tristeza, seguro que no podía darle su palabra porque sabía que esa palabra ya no valía para ella. – No puedes estar segura de ello… - Le dijo Archie sincero, porque sabía que para Annie ahora las palabras se las llevaba el viento. – Pero yo sí puedo… -Dijo sonriéndole con esa seguridad que él tenía de su amor por ella. Annie lo miró con un brillo de esperanza, con un brillo de ilusión, uno que intentaba controlar porque temía dejarse llevar por lo que sentía por él.

-Archie… yo… necesito tiempo… necesito pensar… - Dijo Annie segura de que no quería precipitarse.

-Muy bien… - Le dijo Archie con una sonrisa de resignación, una sonrisa que demostraba que no quería forzarla, sino que quería que ella se diera cuenta de sus sentimientos, quería que lo aceptara de nuevo por convicción, por amor y no por sentirse presionada por él o los demás. – Solo quiero hacer algo antes de darte el tiempo que creas necesario para aceptarme de nuevo… - Le dijo mirándola a los ojos mientras acariciaba su mejilla delicadamente.

-¿Qué…? – Preguntó Annie con el rostro totalmente enrojecido por el calor que comenzaba a subirse por su cabeza.

-Esto… - Dijo Archie besando con ternura su boca, apropiándose de sus labios de una manera lenta, mientras Annie cerraba sus ojos víctima de la suavidad de sus labios y lo profundo de sus palabras, permitiendo que Archie la besara larga y dulcemente.

Los labios de Archie se apropiaron de la boca de Annie, quien con los ojos cerrados movía su boca al ritmo de la boca de Archie, la cual se movía con lentitud, como saboreando cada rincón de su boca, como buscando la manera de amoldar sus labios a su boca una vez más, buscando borrar los besos que un día había compartido con Wilberth y que le habían dejado siempre un sabor amargo al cual ella se había acostumbrado, un sabor que le había borrado fácilmente los escasos besos que el elegante le había dado en aquella época, permitiendo que ocultara el dulce sabor que había conocido en su adolescencia.

-Te amo Annie… - Le dijo en un susurro muy cerca de su boca, permitiendo que Annie se acostumbrara a esa voz que él tantas veces había soñado con dejar escapar de su boca para que ella lo escuchara.

-Archie yo… - Dijo Annie incapaz de confesar que también lo amaba, a pesar de ese beso tan maravilloso que había logrado catapultarla hasta las nubes, temía dejarse llevar por ese pulcro sentimiento.

-No digas nada… - Dijo Archie permitiendo que ella bebiera de su aliento. – Te amo… y por ahora me alcanza con este beso… - Le dijo con ternura, aguantando las ganas que tenía por volver a besarla, aguantando volver a imprimir en su boca la pasión que le provocaba, las ganas que tenía de volver a llenarse de su tierno sabor. Annie asintió con timidez, soportando también las ganas que surgían de sus labios por volver a besarlo.

Annie sentía que su cuerpo se incendiaba cuando estaba junto a Archie, se sentía en peligro porque jamás se había sentido de esa manera cuando estaba junto a Wilberth, cuando estaba junto a él se sentía presionada, se sentía acosada, era como si la presencia de aquel joven la obligara a desearlo y a pesar de que se había dejado llevar por la pasión que su cuerpo sentía ante sus caricias, había algo que era incorrecto, pero al estar en los brazos de Archie y no tener la presencia de Wilberth en su vida, había demostrado que su cuerpo pedía más, quería dejarse llevar por ese calor infinito que se apropiaba de su cuerpo cuando estaba junto a él, percibiendo que estaba en peligro cuando él la besaba y no ese peligro que acecha para hacer daño, sino en ese peligro de sucumbir ante sus caricias, en ese peligro que la seducía para dejarse llevar por sus besos, por sus caricias y olvidar por completo que deseaba llegar virgen al matrimonio, quería perderse entre sus brazos, quería fundirse en su piel y probar la miel de su amor.

-¿Vamos? – Preguntó Archie a la joven diseñadora, quien con los ojos cerrados asentía con dificultad para que la regresara al interior de la mansión.

Annie tomó el brazo de Archie y se dejó guiar por él hacia el interior, pero a pesar de que se sentía tranquila por su comportamiento, al mismo tiempo se sentía desilusionada porque quería continuar con aquella muestra de amor que él le había declarado.

-¿Y bien? – Preguntó Terry al verlos llegar. Archie miró al actor como diciéndole lo metiche e impertinente que era. Terry lo sabía, pero simplemente no le importaba. - ¿Ahora si te vas a portar bien con mi cuñada? – Preguntó de nuevo, provocando que Annie se pusiera más nerviosa al creerse descubiertos.

-Creo que eso es algo que solo nos incumbe a Annie y a mí… - Le dijo Archie a Terry.

Candy, Anthony y los demás, simplemente sonrieron ante el rostro enrojecido de Annie, quien se delataba con que había sucedido algo entre ellos, pero como Archie había dicho, eso era algo que solo incumbía a ellos dos y a nadie más.

Alexander se había dormido profundamente después de haber cansado a su tío Archie, los invitados estaban en sus habitaciones y todos dormían plácidamente en esa noche en Lakewood, todos menos una pareja de rubios que permanecían abrazados al centro de la cama.

-¿Crees que Archie vaya en serio esta vez? – Preguntó Candy con cierto temor en su voz, le era imposible no tener esa preocupación después de todo lo que había sucedido.

-Creo que Archie ha madurado estos años. – Dijo Anthony seguro de que su primo había aprendido la lección. – Estoy seguro que ahora sí sabrá valorar el amor que Annie siente por él. – Dijo besando la mejilla de su esposa.

-Annie se veía feliz. – Dijo Candy con el corazón bailando de felicidad.

-Sí… también Archie… - Dijo Anthony recordando el rostro de su primo cuando regresaba con Annie por la tarde. – Pero te digo algo… - Dijo de nuevo mirando a su mujer. Candy giró su rostro para verlo de frente. – Nadie es más feliz que yo… - Le dijo besando los labios de la pecosa, quien de inmediato se dejó llevar por los ardientes besos de su amante.

-Anthony… - Gimió en su boca, esperando que la tomara, de pronto se había sentido necesitada de él, de sus besos, de su cuerpo.

Anthony sintió en la piel de la pecosa, la necesidad de ser tomada y pronto se colocó encima de ella para besarla apasionadamente, mientras con sus manos acariciaba el delicado cuerpo de la pecosa.

La entrega ocurrida aquella noche, fue una entrega llena de pasión y deseo, una entrega muy necesitada por parte de Candy, quien quería saciar su cuerpo de él, quería llenarse por completo de todo lo que Anthony le ofrecía y disfrutarlo, quería sentirlo dentro, quería que la llenara de su humedad, de sus besos y que la llevara al clímax de una manera repentina, de una manera que ella misma ni lo esperara, para después de haberlo amado, de haberlo sentido moverse y crecer en su interior, y haber disfrutado del calor de su humedad, poder envolverse en ese dulce abrazo que él le proporcionaba después de la llegada a la cumbre, le gustaba que le envolviera cerca de su pecho y escuchar su corazón latir de manera acelerada, le gustaba sentir la manera en la que comenzaba a tranquilizarse después de haber estado en la cima, le gustaba sentir sus cuerpos desnudos tocarse después del acto, cuantas noches se había aguantado de estar con él cuando esperaba a Alexander, cuantas veces deseó tenerlo dentro, que la amara y la llevara al cielo para calmar el ardor que sentía en su centro gracias a las hormonas, cuantas veces padeció su ausencia y en ese momento, ella quería aprovechar cada segundo a su lado, quería saciarse de él, se sentía más necesitada que nunca de su calor, de sus besos, de su cuerpo, quería cansarlo, quería sentirlo dentro de ella, siendo parte de ella, disfrutar cada momento y hacerle el amor hasta que ya no pudiera moverse más.

-Te amo tanto Candy… - Le dijo Anthony una vez que la voz había vuelto a su boca. Candy sonrió cansada, deseosa de continuar. – No sé qué sería de mí si no te hubiera encontrado de nuevo. – Le decía apretándola con ansiedad a su pecho, sintiendo como la respiración de su amada se regularizaba después de su culminación.

-Ni lo menciones… - Dijo Candy con verdadero temor tan solo de pensar en lo que pudieran seguir sufriendo por su separación. – No quiero ni siquiera pensar qué sería de Alexander… o de mí… - Le dijo besando sus labios con impaciencia. Anthony le sonrió con ternura, sosteniendo su rostro con ambas manos.

-Aquí estoy… para ustedes… - Le dijo mirándola fijamente a los ojos. Candy sonrió y una vez más el brillo de sus ojos lo dejó enamorado. – Te amo… los amo… - Le dijo tomando su boca una vez más para después girarla en su posición y mantenerla debajo de él, un movimiento que encendió una vez más el cuerpo de Candy, el cual estaba extrañamente muy necesitado de amor.

Anthony la amó nuevamente demostrándole que su necesidad no era de solo un momento, sino que era para siempre. Candy se dejó llevar por sus caricias, para después hundir en su piel las uñas que se aferraban a su espalda al sentir la erupción que estallaba en su centro una vez más, sus cuerpos eran como un volcán en erupción, un volcán con un intenso río de lava que recorría el interior de sus cuerpos y los abrasaba intensamente. Una sonrisa de total satisfacción y casi agradecimiento apareció en el rostro de Candy al sentir como su hombre volvía a llenarla de esa pasión que compartía con ella y que la dejaba completamente satisfecha una vez más, lista para un nuevo encuentro.

Continuará…

Hermosas! Una disculpa! He tenido algunos problemas de conexión, no sé si es el internet o la página, pero hay ocasiones en las que no aparecen todos los capítulos y después mágicamente reaparecen, siento la espera y los inconvenientes.

Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes!

GeoMtzR

13/02/2025.

FELIZ DIA DE SAN VALENTIN