Nota de Autora: ¡Hola! Este capítulo quedó cortito, pero bueno, prefiero presentar algo; a presentar la nada misma.
El próximo capítulo estimo que estará listo para la próxima semana. Yo quería publicarlo este fin de semana, pero no podré porque tengo trabajar el sábado y el domingo también, por eso dudo que llegue a tiempo...
Aquí, en Fanfiction, me llegaron dos mensajes privados. Prometo que apenas tenga tiempo les responderé a los dos. Gracias a ambos: a Janet Emily y a Jorcavsopra por sus mensajes.
Y como siempre, gracias a quienes leen, releen y aman esta historia, porque en realidad son ustedes quienes les dan vida a este fic.
Gracias.
Ya nos estaremos leyendo pronto.
Saludos...
Posdata: disfruten de esta brevedad llamada "capítulo" (me burlo de mí misma, jajaja)
Remus no deseaba por nada del mundo que Hermione viera su verdadero trabajo. Él ya había cometido la idiotez de decírselo, y eso provocó que ella tuviera que renunciar a sus recuerdos para protegerlo. Así que, ya habían tenido suficiente amnesia selectiva para toda una vida, e incluso alcanzaba para las siguientes también:
Él dejó la tarea de ordenar su estudio para después (de hecho tenía pensado llamar a Feathers para que él le diera una mano y los ojos también) pero en lo que sí se apresuró en hacer, fue en alejar a su invitada de su lugar de trabajo...
Mientras bajaban las escaleras para regresar a la cocina, Remus rogaba internamente por que ella no hubiese visto los documentos falsos que estaban sobre la mesa-atril. Pero se tranquilizaba al recordarse que la atención de ella había sido totalmente capturada por su preciado cuadro.
—¿En serio que no quieres que te ayude a ordenar tu estudio? —se ofreció Hermione una vez más.
—Leona, ¿Qué clase de anfitrión seré si te pongo a ordenar mi desastre? Eres mi invitada, y anoche ya te he molestado bastante.
—Pero no es una molestia para mí ayudarte, ¿Por qué no quieres que lo haga?
—Tú no te preocupes, que ya vendrá mi mayordomo. Solo tengo que llamarlo... Pero no ahora, lo llamaré... el lunes, sí el lunes. No lo hago ahora porque no quiero arruinar su fin de semana.
—¿De verdad tienes mayordomo? —preguntó escéptica, y con una sonrisa burlona en los labios.
—Sí... —respondió muy convincente —pero solo de lunes a jueves. Los fines de semana él se dedica a buscar novia, y yo no puedo arruinarle esa noble y ardua tarea. Soy un jefe muy comprensivo, como puedes ver.
—¿Hablas en serio? —preguntó Hermione, sin creerle ni una palabra.
—¡Por supuesto! —respondió de inmediato —Leona, yo soy comprensión garantizada: ¡porque sé! Sé en carne propia lo que es, "desear conversar" con tu pretendida y que fastidiosos terceros vengan a interrumpir "la tan deseada conversación"
Hermione no sabía si reír o llorar por lo dicho... No podía negar que parte de esas palabras tenían su veracidad (más allá de que, el tono con que Remus las decía las hacía sonar como una broma cruel) pero por otro lado, Hermione sentía que él estaba escapando de algo: en la voz de Remus había nerviosismo o tal vez ansiedad; al menos así lo percibió ella. Así que naturalmente (y como era de esperarse de parte de Hermione) a la Leona le surgió una poderosa curiosidad:
Bruscamente, ella se paró frente a él, deteniendo su paso.
—¿Qué es lo que no quieres que vea? —preguntó sin dar ni un rodeo.
Casi nadie lograba ese efecto en él (ni su jefe, ni su esposa) pero bastaba con que la Leona se pusiera en modo cazadora para que el experimentado estafador comenzara a balbucear como un completo bobo...
—¿Qué? ¿Yo? ¡No! Nada... Nada, cariño ¿Qué podría estar ocultando allá arriba? —hablaba apresurado, mientras ella se cruzaba de brazos y no le quitaba los ojos de encima. Y Remus podía sentir esa mirada penetrante...
—No lo sé; no sé que escondes. Para mí te has convertido en una caja llena de sorpresas. Así que, ya no sé que esperar de ti.
—Está bien, confesaré... —dijo poniéndose serio, o al menos el cabrón lo intentaba —Escondo a mis... (como Sirius solía llamarlas) a mis amantes de pergamino. Y además, tengo todo tipo de... de obras plásticas...
—¿Tienes más cuadros?
—Sí, en realidad son bocetos, dibujos... Cientos de ellos, de todo tipo... —respondió tranquilo, porque decía la verdad. No estaba siendo específico; pero sí honesto.
—¿Y eso es lo que tanto temes que vea?
—Es que temo que pienses mal de mí. En el fondo soy un alma sensible, ¿sabes? Y no ese degenerado que tú crees que soy...
Hermione acabó sonriendo y luego soltando una risa suave que relajó a Remus. Ella negaba con la cabeza, mientras ingresaba en la cocina y él siguiéndola como un perro fiel...
—Está bien... —dijo Hermione, volteando nuevamente hacia él, provocando que ambos chocaran de frente —siento que es verdad lo que has dicho; por lo que no me queda más remedio que creer en ti.
—Uffff... —suspiró aliviado Remus.
—Pero...
—¿Pero?... —repitió, poniéndose nervioso otra vez, mientras que por su frente corrían unas diminutas gotas de sudor.
—Pero... —continuó ella, hablándole de manera coqueta —me gustaría poder ver tus otras obras. ¿Puedo, Remus?
—Puedes —aceptó él, con su cerebro hirviendo en el propio líquido cefalorraquídeo...
—Remus —susurró Hermione.
—¿Sí, Leona?...
—Estás sudando y temblando, ¿Por qué? —preguntó ella, fingiendo ingenuidad.
—¡Por tu culpa! —exclamó con voz ronca, sujetándola por la cintura y recuperando ese carácter suyo —Me pones contra el paredón para acribillarme con preguntas. Y luego me rematas con que "por qué tiemblo"
—Quien oculta cosas es quién tiembla por no ser expuesto... —replicó ella, abrazándolo también.
—Lo que más he ocultado durante años, ya ha quedado expuesto. Y me alegro de que haya sido ante tus ojos; y no ante los de Teddy. No quiero que mi hijo, menor de edad, vea ese cuadro tan...
—¿Explícito?
—Leona, eso no es pornografía; es erotismo, es arte. No es lo mismo, esto es esto, aquello es aquello...
Hermione lo besó en la comisura de los labios y él se quedó quieto y callado. Como si le hubiesen aplicado un buen sedante...
Y antes de que Remus pudiera aprovechar la oportunidad, la muy escurridiza se le escapó de las manos; alejándose con una sonrisa pícara y sabiendo muy bien que lo estaba provocando...
—Cazador... No te será tan fácil conseguir lo que buscas —lo desafió Hermione.
El rostro de ella había recuperado color, haciéndola ver más viva que nunca; y los ojos muertos de Remus ahora lucían el brillo que le habían arrebatado alguna vez...
Y cuando él entendió que estaba cayendo bajo el encanto de la astuta leona, recuperó su actitud de: «Yo soy indomable, mujer. A mí nadie me saca a pasear con la correa puesta»
—¿Ah, sí? —dijo Remus, cayendo en el juego de la Djinn...
Y la risa de Hermione como respuesta lo provocó aún más...
—Debes saber, Leona... —decía él, mientras se acercaba a ella como un lobo al acecho —que a mi juego me has llamado.
—Pero si yo no te he hecho nada —replicó ella, con voz suave.
A Remus se le dibujó una sonrisa lobuna en el rostro... La Leona le estaba dando de probar de su propia medicina y encima, en su propia casa...
—¿Sabes qué es lo que quisiera darte, Leona?
Hermione se quedó en silencio, mientras sus mejillas pecosas se sonrojaban al imaginar distintas situaciones en las que Remus era muy dadivoso con ella...
—No... no logro imaginarlo —respondió finalmente.
—Me gustaría poder darte una buena compensación... Si tú me lo permites, por supuesto... —dijo él, sacando a relucir esa voz melosa que rebosaba de almíbar y peligro...
—¿Qué intenciones traes ahora? —preguntó Hermione con una magnífica puntería.
—Oh, Mione, cuánta desconfianza hacia mí. Y yo no me la merezco... —suspiró Remus, victimizandose —ya te lo he dicho. Solo quiero demostrarte que no soy un bestia bruta, y que puedo llegar a ser muy amable... ¡De verdad! ¿Es que no me crees?
—Yo creo que no te has tomado muy bien el que te haya "toreado" hace un instante.
—¿Te refieres al que me hayas estimulado para luego abandonar mis brazos? Oh no, Leona, para nada... De hecho, he depurado mi habilidad para sobrellevar los dolores que deja la no concreción: El dolor diestro y el siniestro... —dijo el "poeta" Remus, haciendo referencia a sus nobles testículos.
Hermione bajó la cabeza y se mordió el labio para no reír. No quería que Remus la escuchara porque eso sería la gota que definitivamente rebasaría el vaso... Ya que lo que ella deseaba, era darle de probar a Remus de su propia medicina...
—De acuerdo, Remus, me quedaré un poco más. Solo para permitirte la oportunidad de demostrarme tu lado más bondadoso —aceptó ella sin lograr ocultar su diversión —No me gustaría ser yo la causante de todas tus frustraciones.
Internamente, el licántropo se frotaba las manos. Pero también se esforzaba por fingir que era todo un caballero...
—Con esas pocas palabras, me acabas de hacer inmensamente feliz —dijo Remus, con una peligrosa voz dulce... —Permíteme, servirte.
Dijo el "caballeroso señor", mientras se acercaba a la mesa para ofrecerle a la dama el asiento.
—Gracias —respondió Hermione, aceptando tomar ese lugar.
—Es un placer para mí —replicó Remus.
Y con la excusa de querer cersiorarse de que su invitada estaba cómodamente sentada, aprovechó la cercanía, y con sus dedos rozó el muslo desnudo de Hermione.
—Perdona —dijo el sinvergüenza, retirando su mano rápidamente —ya sabes que como no puedo ver, debo tocar.
«Ay, Morgana... yo no saldré invicta de esta casa» pensó ella.
—Eso lo sé muy bien, Remus. No tienes que pedir disculpas por eso... No es tu culpa —lo excusó Hermione con amabilidad.
Él le sonrió de una manera que la hizo estremecer, y luego de eso, se dirigió a la encimera, dónde había dejado a medias lo que había estado cocinando antes de que Hermione despertara...
