Aquí vamos otra vez…
Anotaciones:
Y aquí llega la tercera entrega de esta fantástica (no lo es) ficción.
Disfruten.
Alerta: En esta historia se narran variadas situaciones que catalogan como contenido adulto y que pueden ser muy sensibles para algunos. Todas (o casi todas) cuestiones tratadas en mayor o menor profundidad dentro del juego Cyberpunk 2077, y que también se tocarán en esta ficción. Si has jugado al juego, sabrás lo que te espera (e incluso así puede que te sorprendas). Leer con discreción.
~~o~~
Kurama Projekt
~~Introducción~~
Capítulo 3: Worldstar Money
~~o~~
"Los ciberpsicópatas siempre comienzan del mismo modo. Días de mal humor, desasosiego por razones insospechadas, temblores que en un principio son simples gestos casi invisibles y que luego son incapaces de contenerlos; un desapego generalizado por todo lo emocional, lo no práctico para sus intereses velados en metal cromado. Abandonan a sus familias, a sus amigos, a sus amantes…"
Sentía la cabeza como entre dos apisonadoras que se debatían por cuál le reventaría los sesos antes; empataban en potencia, acrecentando y dilatando su miseria. Gruñó, o eso pretendió hacer en el mar de dolor. Él no fue capaz de oír su propio gemido sufrido. Pero dolía, de eso no hay duda. Fue la peor de las sensaciones que pudo obtener desde que nació. Encima las palabras de aquel fantasma no hacían nada positivo para calmarlo, a él o a su dolor.
"Y mientras estos se mantienen alejados de sus seres queridos, caen a un precipicio, un abismo del que son irrecuperables, da igual que tanta «humanidad» perciba en su tratamiento recuperador. Ya no son humanos: son máquinas, generalmente entrenadas para matar a diestra y siniestra bajo un comando neuronal bastante radical y anárquico."
En los intersticios del acantilado derrumbado que era su psique, Naruto trató de coordinar un pensamiento coherente detrás de otro. Entre las rendijas de luz sonsacó y pretendió dilucidar algo que se pudiera tantear real, masticable. Un asidero por el cual devolverse del inframundo. Con tal de adaptarse a la incómoda situación, de disponer de los rasgos somáticos, haría cualquier cosa.
"Sin embargo, tampoco son máquinas, pues la emocionalidad susceptible de estos los hace imprácticos para las tareas de una máquina cien por ciento artificial; las máquinas no pretenden quemar todo a su paso y son mucho más útiles por ese sencillo hecho: su no explosividad sentimental. Y entonces, los psicóticos adictos al cromo, se dan cuenta de que no son nada, y demasiado tarde es para regresar a los brazos de los amados. Y destinados a ser sacrificados, para dar ejemplo a la sociedad de cómo acaban los que pierden los estribos, están estos sujetos."
Con un temor que crujía en su interior como los engranajes desaceitados de una antigua maquinaria, abrió los párpados, o procuró hacerlo. Le llevó entre unos ocho u once intentos el lograr mantenerlos abiertos, aun con la vista entrecerrada. Respiró con gravedad, como faltándole el aire; le estaba dando un ataque de pánico, demasiada luz de sopetón. El lugar donde se acostaba, en apariencia, se hundía en un pozo sin fondo. Curioso era que en sus alrededores nada se modificaba, pero sí percibía el vértigo de darse inmediatamente de bruces contra una superficie dura e intransigente que no llegaría.
Pasaron los minutos y la diafanidad de que jamás habría un golpe lo tranquilizó, al menos unos instantes. Lo suficiente como para recuperar la audición de entre sus embotados sentidos, embriagados de pura aflicción y ficción.
"Debes permanecer tranquilo. Respira profundamente; todo ya ha pasado." Una voz le alertó. La misma que le narró su trastorno padecido. Quién fuera, sabía perfectamente lo que hacía: le decía lo que él quería escuchar, confortándolo con el cariño dedicado de una madre, una hermana o una amante. Tenía un tono femenino y comprensivo, que lo amamantaba con una ternura indecible. "Debes estar sediento. Toma un poco de agua."
Eso era verdad. La sequedad en su garganta se asimilaba a un día soleado en Kazajistán, y eso que nunca estuvo allí. Aun así, era consabido a esa aridez.
Una mano lo asistió para que se incorporara, cual herido de guerra que ha quedado paralítico; quién sabe cuántas balas atravesaron su pecho, alojándose perennemente en su desabrigado ser. Con la vista nublosa a Naruto le acercaron un vaso de agua que desesperado bebió, atragantándose un poco, tosiendo. Vació el contenido del vaso y se relajó en la cama; el divino ser que se apiadó de su alma guardaba un silencio absoluto. Embotado como estaba, Naruto difícilmente podía decir qué estaba haciendo, con exactitud, aquel anónimo que lo cuidaba; escuchaba que se movía y diferenciaba su informe figura en la habitación del Halcali a cuestas.
Naruto percibió un olor a orín, que asqueaba, cuando su olfato regresó. La humedad de sus pantalones (y la de la totalidad de su cuerpo) databa lo que pasó en la madrugada, cuando perdió el control total. Puede que fuera la primera ocasión que no era capaz de recordar qué lo detuvo ni por qué seguía vivo y en su hogar. Se había orinado, y agradeció no comer nada sustancial que arruinara definitivamente su última y única muda de pantalones que conservaba.
El mar de ideas revuelto, desastroso como la costa que ha sufrido el embiste de un huracán enajenado de la realidad, perteneciente a la atmósfera de un gigante gaseoso de danza neuronal de ciencia ficción. Lo sucedido ayer llegó como diminutas balas, algunas explosivas, de información. Lo fragmentaban y lo atravesaban, recogiendo e hilvanando conceptos e ideas que a su esperpento de cerebro (muy probablemente hirviendo, quizá cocinado en parte) le costó horrores rejuntar. El qué había pasado ayer se convirtió en qué ocurrió para que él se detuviese cuando la ciberpsicosis le pegó de forma terminal en altas horas de la noche, en la madrugada, dejando de ser una benigna tara que lo arribaba en puntos muy específicos de su existencia.
Había llegado a su límite, lo superó con creces. Puede que Naruto nunca haya esperado que la ciberpsicosis, debido a tantos años de penurias donde no lo derribó, al fin le ganara y le friera sus sesos, no obstante, lo que menos esperaba en la vida fue que alguien estuviera allí para rescatarlo y, de un modo incomprensible, retardara y redujera los efectos de su locura efervescente. Aún podía notar la sombra psicótica ahí, en el fondo de su mente, como un grito ausente.
Aguantó unos minutos, puede que horas, hasta que finalmente fue capaz de focalizar, un poco, la visión, sin las sombras opalescentes y la neblina de confusión que obtuvo nada más despertarse. Lo primero que hizo, fue mirar a un lado, a una observante.
Sentada en un taburete, que probablemente sacó de la cocina, si es que todavía sobrevivía alguno del saqueo, Naruto vio a una mujer irreconocible que lo escudriñaba calmadamente. Nunca antes la vio. Pelo pelirrojo que caía en un gran mechón hacia la derecha, rasgos indefinidos: labios ni muy gruesos ni muy finos, nariz pequeña pero común, unos ojos negros tan pasables y poco destacables que, de inmediato, lo llevaron a notar su desapercibida forma. Todo en ella se tanteaba tan insulsamente poco resaltable que Naruto sospechó, y creyó qué o quién era la mujer.
"Cambiaformas." Reflexionó, o dijo, Naruto, aún con la mente aletargada y recuperándose de un ataque psicótico como jamás lo había vivido previamente (y eso que tuvo experiencias deplorables de sobra en su historial).
"Reconoces lo que soy." Dijo la mujer. No se oía como una pregunta. "Incluso así, tan… marchito, desvencijado, eres un buen observador. No me extraña que hayas reparado en que te perseguía, desde la mañana del día de ayer." Debió ser muy obvia su cara de cavilación profunda, se dijo Naruto, o puede que soltara sus pensamientos por la boca de un modo inintencionado. "Supongo que es lo que hace la experiencia y la paranoia: crear inescrupulosos soldados con manías persecutorias. Fue difícil esconderse de ti, aunque tampoco te enorgullezcas sobremanera: ya conoces esta forma, solamente no la recuerdas."
Entonces fue ella: su perseguidora y atacante (realmente Naruto fue el que la atacó; ella ni hizo el ademán de defenderse cuando intentó acorralarla, no pudo). Llevaba unos pantalones de tela de jean oscuros, una fina chaqueta de color caqui y una camiseta de una banda de rock nipona ignota. En sus pies zapatillas deportivas japonesas de buena marca. Y en sus manos, dispuestas en sus piernas cruzadas, él avistó el abrigo largo y con capucha que la recubrió en la noche. Las preguntas afloraron en la cabeza de Naruto con un crepitar indecente, sintiéndose casi amenazado.
"¿Arasaka?" Esta vez Naruto estaba seguro de que lo dijo en voz alta, para que su interlocutora enigmática lo escuchara. Ella en un principio no mostró un ápice de reacción; pero, tras unos segundos, negó lentamente con la cabeza.
"No soy de Arasaka, si es lo que preguntas." Dijo la mujer, que ahora Naruto se fijó en lo joven que era. "No obstante, te acercas bastante."
Naruto se enfrascó en la mirada indiferente de la mujer pelirroja. Y llegó a una conclusión que, en mejores condiciones, lo habría hecho saltar de la cama y ponerse en guardia. Ahora solo se sacudió un poco al darse cuenta de quién podría ser esa mujer. 'Si no es Arasaka, siempre es Militech; y viceversa. Lección de vida.'
"Militech… ¿Alex?" Preguntó Naruto; incluso mantener una conversación tan simple le hacía reverberar dolores desconocidos, y por conocer, en todo su cuerpo.
"No…" Respondió la mujer, denotando cierta amargura.
Aquello descolocó al rubio, quien de sus contactos cambiaformas solo recordaba a la agente (¿o exagente?) de NUSA, el títere vasallo favorito de Militech.
"Entonces…" La realidad inmediatamente lo golpeó como un asteroide a trescientos kilómetros por hora. La chica joven con rasgos indefinidos y ocultos le había hackeado su sistema central con una facilidad apabullante, casi como si realizara esas tareas, la de inutilizar a mercenarios con años de experiencia, a diario. "¿So Mi?" Habría exclamado ferozmente aquel nombre de no ser por su lamentable estado.
La susodicha se tomó su tiempo, pero finalmente asintió. Acto seguido, su rostro se deformó bajo una desconstrucción de la realidad misma que reconvirtió sus rasgos faciales a la de una vieja conocida. Asiática, dos mechones largos de púrpura rojizo divididos enmarcando un rostro de ojos pardos singulares, labios rojos, nariz proporcionada y trazos de ciberware que se pronunciaban debajo de sus cuencas y en el mentón. Naruto tenía que admitirlo: era una chica hermosa, no muy exuberante y explosivamente sexy, pero sí muy bonita. Y la recordaba bien.
"Un gusto volvernos a encontrar, Naruto." Dijo So Mi de un modo que, en verdad, no demostraba el afecto de sus palabras.
Naruto frunció el ceño, no demasiado para que la jaqueca empeorara. Naruto conoció a Songbird, So Mi para los amigos (aunque tampoco es que ellos fueran especialmente cercanos), durante sus años de servicio: ella terminó siendo un agente muy importante de la FIA, por lo que él supo. Aquel oscuro tiempo donde le venía bien cualquier excusa para arriesgar la vida y ganar unos créditos. Cuando se retiró de las fuerzas, hizo unos cuantos trabajos para Militech y NUSA (que venían a ser básicamente lo mismo, difiriendo sus apodos y orden de prioridades según las circunstancias) hasta que finalmente se hastió de ser un solo, el perrito faldero de las corporaciones, y volvió a Japón para emprender su carrera como edgerunner a tiempo completo. Desde hacía un tiempo que no sabía nada sobre ellos, hará un año y poco más, y justo en su peor momento tenían que venir a incordiarlo.
"No pareces muy contento." Dijo Songbird, en su cara reconformada en la persona que supo ser su mejor corredora de apoyo. En realidad, So Mi no fue una mera corredora de apoyo, era una netrunner que se comparaba con los mejores de la historia; un recurso muy valioso para NUSA como para dejarla ir en solitario por Japón. ¿Qué pretendía Myers con esto? ¿Siquiera estaba enterada de esto?
"No lo estoy. Para nada." Dijo el rubio tocándose la frente. Se apoyó contra la pared impregnada de hollín, donde cerca de su cabeza hubo un cuadro que ocultaba todos sus bienes: dinero y más dinero.
"Tampoco pareces encontrarte en la mejor de las situaciones, edgerunner."
¿Por qué todo mundo se dirigía a él con tanta vanidad y superioridad? ¿No se suponía que era él una leyenda que inspiraba a las detestables criaturas de los bajos fondos? Vaya uno a saber en qué páramo ignominioso se perdió el respeto por el Kiiroi Senkō, el Rayo Amarillo de Japón.
"No." Dijo él. "No." Repitió, como si conversara con un fantasma que a sus preguntas él no podía concederle más que certezas inocuas.
"¿No qué?" So Mi lo escudriñó con ojos entornados. Le incomodaba a Naruto que la chica en su habitación se comportara como Songbird, hablara como Songbird y que, hace momentos, no se pareciera ni remotamente a la Songbird que él conoció. Los cambiaformas lo perturbaban, más todavía si se trataba de un competente netrunner el que se transforma. "¿De qué hablas?"
"Creo que sé por qué estás aquí." Dijo Naruto mientras le sostenía la mirada. "Simplemente: no." Naruto, menos ahora, no quería tener nada que ver con los intereses de Militech; estaba retirado. Además, era lo más aledaño a firmar un pacto con el diablo. Se recuperaría por su cuenta.
Dicho y hecho, inició tratativas para alzarse sobre sus pies; Songbird pareció hacer el ademán de querer ayudarlo, pero conociéndolo ella supo que rehusaría. El ojiazul probó sus laxas piernas, endebles cual gelatina. Juró que vomitaría si no tomaba un descanso y se apoyaba un rato, y solo dio tres pasos. Su cuerpo realmente pedía a gritos algo de tiempo muerto. En el vidrio del ventanal que daba al barrio de Shinjuku, un daño crítico, la prueba fidedigna de su ataque psicótico de anoche: la punzada de una Garra Mantis que dejó un corte algo recto rodeado por las estrías del cristal roto. Si no fuera antibalas se habría venido abajo y habría dormido con en el frescor de la ciudad. Se acomodó en el sofá. Dio respiraciones profundas.
"No deberías forzarte." Dijo Songbird. "No mucha gente, por no decir nadie, sobrevive a lo que tú."
Naruto entornó sus azules ojos hacia ella.
"¿Cómo has conseguido ponerte el equipo de un cambiaformas? ¿Acaso el equipamiento de netrunner de élite que llevas no te empuja lo suficientemente al límite?"
"Quizás te sorprenda, pero no todos poseemos tus genialidades genéticas, Uzumaki." Dijo Songbird, levantándose y lanzando su abrigo de encubierta al asiento sin respaldo. Se paró en mitad de la habitación, con los brazos cruzados. "Tuve que retrotraerme a un penoso equipo de nivel cuatro para soportar las nuevas adquisiciones. Aunque es momentáneo, hasta que termine mi misión contigo. Tengo programada una operación para dentro de tres días."
Para Naruto, un «penoso nivel cuatro», era más que una excusa digna para ponerlo contra las cuerdas. Gracias a su Sandevistan, y las drogas de Volgarr, no fue una presa inofensiva para So Mi. Solo por eso.
"Deberías de retrasarla, muñequita, si es que lo que creo que buscas soy yo." Naruto extendió los brazos en el respaldo de su asiento, mirando al techo de placas aluminosas. Al rubio lo pasmaba la facilidad con la que la gente se quitaba y ponía implantes, como si fueran las prendas para una salida nocturna. Muy hipócrita de su parte.
"Ni siquiera has escuchado mi oferta." Se quejó la agente de la FIA.
"Y no me interesa. De eso sí que no tengo dudas." Afirmó él, sin prestarle atención.
La aprensión de Naruto estaba totalmente justificada, más aún con los atroces encargos que ellos en un pasado no demasiado lejano le habían encomendado. Y él, como un tonto poco visionario y muy manipulable, los llevó a cabo sin pestañear. Ya no sería así. No necesitaba del empujón de las intrigantes manos de los corporativos. Iba por libre. Era libre.
"Sigo sin entender cómo se supone que me derribaste estando en mitad de una refriega ciberpsicótica." Mencionó Naruto, recordando de repente que, en teoría, anoche fue su sentencia de muerte al no tomarse el inmunosupresor que, tal vez, le conseguiría un tiempo extra en su paupérrimo estadio. Una prolongación innecesaria.
Songbird no contestó. En cambio, sacó del interior de su chaqueta un inyector y se lo lanzó. Naruto lo atrapó. Blanco con detalles en negro, una tapa semitranslúcida cubría el botón superior que sacaba a relucir, en el cabo contrario, el filo de una aguja con sustancia inodora.
"No es un inmunosupresor, he de suponer." Dijo Naruto. "No uno corriente."
"Así es. Se trata de algo mucho más… efectivo. Puede detener sin mayores complicaciones la ciberpsicosis, da igual lo avanzado que esté el proceso de deshumanización. También tuve que atacarte con una sobrecarga; me llevaste al límite." La voz de Song sonaba angustiada, como recordando una pésima experiencia cercana a la muerte. "Casi me quemas los puertos… maldito idiota." Susurró.
"Suena como magia." Espetó Naruto con acritud, ignorando, concienzudo, los insultos por lo bajo. "¿Cuáles son los efectos secundarios?"
So Mi no respondió. Naruto la miró un momento.
"No los hay." Dijo ella. "O están disminuidos en la mayoría de organismos hasta tal punto que no se siente al menos que rebusques a consciencia."
"¿Un inmunosupresor infalible que además no te deja consecuencias colaterales? ¿Cómo es que Militech y NUSA no se aprovechan de esta gloriosa oportunidad de mercado y venden esto a mansalva?" Dijo Naruto. "Podrían dejar el negocio de invadir países y ciudades de extranjeros, y dejar de socavar los justos intentos de soberanía de países subyugados por férulas fascistas. Tal vez…"
Otra vez cayó el silencio de Songbird, esta vez evitando su mirada. No obstante, esta vez ella parecía que no iba otorgarle una respuesta.
"Ya veo." Dijo Naruto, entendiendo el por qué, el cómo y el cuándo sin que se lo explicitaran en lo más mínimo. "No es tan barato. O no conviene su venta masiva para mantener a raya a los psicópatas de verdad." Él bufó. "Entiendo."
Como una mala costumbre, Naruto palmeó su pecho en busca de cigarros Yeheyuan. Mala suerte. Songbird se percató y le arrojó un paquete; ella sabía cuál era su marca de preferencia, y que buscaría unos al despertarse. Qué dedicación.
"Muchísimas gracias." Agradeció Naruto lo previsora que era su amiga de NUSA. Naruto retiró un mechero naranja, con símbolos de remolinos, del interior de su pantalón (qué afortunado de que aún estuviera ahí). Prendió uno de los cigarros y lo disfrutó como un campeón recibe sus vítores con el pecho bien inflado. Su recompensa por perdurar pese a la ciberpsicosis.
Naruto se dio cuenta que So Mi seguía de pie, de brazos cruzados y sondeándolo con la mirada, sin intensiones aparentes de irse.
"Sigues en mi morada." Le advirtió el rubio con cierta ironía en su voz. "Te agradezco lo que hiciste, pero me gusta la privacidad. No te preocupes por mí y por lo sucedido ayer. Me recompondré como hago siempre, bastante rápido. Es lo que me caracteriza." Echó humo de su garganta, tosió. Estaba mal, casi se le olvidaba.
"Hasta donde sé, te acaban de allanar tu dulce hogar, dejándote nada más que un colchón sucio y una deuda tremenda."
"¿Deuda?"
"Quebraron y perjudicaron el ICE de varias plantas con tal de meterse a tu casa. Por no decir que arruinaron tu apartamento. ¿Quién crees que pagará los daños de este edificio?" Le cuestionó Songbird. "Al menos que tuvieras un seguro, claro. O que puedas suplicar por un mísero y pobre trabajo de algún fixer para el edgerunner que todo mundo comenta que, no dentro de mucho, caerá en la locura absoluta por problemas con una ciberpsicosis muy madurada. ¿Cuánto crees que soportaras hasta el siguiente embiste de tu corrompida mente?"
Jaque mate, supuso el rubio. Naruto nunca pagó un seguro; creía fervientemente que eran unos estafadores de cuidado, y no quería participar en su terrible empresa. (Debió de boicotear a alguno, cuando podía, para ganarse unos beneficios inmerecidos para situaciones como esta.) Además, era cierto que los fixers cada vez le confiaban menos trabajos, y los que le entregaban eran de los arriesgados y poco redituables, los que nadie quería hacer. En un principio, estos trabajos se pagaban bien, pero si tenía que pagar su deuda, y la de Ebi, no bastaría con las tontas pugnas y asesinatos de las calles para resarcir su vida.
"¿Y bien?"
Ofuscado, el rubio escapó su mirada a la metrópoli insomne. Ya era casi mediodía; debían de ser las diez. Los rayos del sol tapados por una densa cubierta de nubes grises, contaminadas de quién sabe cuántos gases nocivos. Los neones apagados, dando el aspecto de muerte total, de luto, a la juerguista ciudad. Los holoanuncios destellando con suavidad en los edificios a proximidad. Podría hacerse el duro unas cuantas horas, forzar a So Mi a ser lo más elocuente posible por el simple hecho de molestarla. Naruto presentía que ella lo buscó por cuenta propia, y no como una orden superior de Myers o quienquiera que sea el que gobierne sobre NUSA y las decisiones de Militech en la actualidad.
"Te escucho." Soltó el rubio a regañadientes. Un punto incandescente en sus labios, humo desperdigándose.
Songbird se arrimó y se sentó en el mismo sofá que él, en una esquina para evitar el contacto, con las piernas cruzadas de una manera muy pudorosa. Tenía ademanes de mujer que Naruto desconocía, y lo atrajo un modo insólito. Una vez cómoda, habló:
"Se necesita de tus invaluables habilidades una vez más, Naruto Uzumaki. Esta vez trabajarás para una fuerza conjunta de Militech y NUSA." Las manos, de uñas tintadas en bordó, se apoyaron encima de su rodilla. "Es un trabajo diferente a cualquier otro que se te haya encargado. Se trata del robo más grande de la historia a uno de nuestros contrincantes más acérrimos… Pretendemos quitarle un proyecto secreto a Arasaka, hacernos con él es nuestra mayor prioridad ahora mismo. La recompensa no solo te permitirá recomponerte, sino que podrás estar mucho mejor de lo que ya estabas, el resto de tus días."
Songbird se detuvo en su discurso y lo observó. Naruto alzó una ceja.
"¿Ya está? ¿Nada más? ¿No hay un informe más extenso ni nada?"
So Mi negó con la cabeza.
"No tengo permitido hablarte de los detalles hasta que sepa que vas a participar como nuestro agente estrella."
"Agente estrella… Je, como en los viejos tiempos, ¿eh?" Se burló el rubio.
Ella suspiró.
"Como en los viejos tiempos, sí." Dijo. "Así que, ¿aceptarás?"
"No puedo obtener la información hasta que acepte un preacuerdo. Podría ser perfectamente la misión suicida más absurda jamás planteada, pero no se te permite contarme nada. Genial."
Él se irguió, caminó y se apoyó contra el alfeizar. Casualmente había un cenicero que siempre estaba allí, junto al narguile que desapareció con la mayoría de sus cosas. Apostó su cigarro ahí. Parado, el rubio miró por el ventanal del Halcali y suspiró.
Bah, qué más daba. No iba a ser su primer trabajo para Militech y, ojalá, sí el último. Aceptaría y vería otro día si se arrepentía de esta decisión. Total, ¿qué podría salir mal? Era de los mejores en esto, y no por nada lo contactaron para esto. Y, además, después de todo, no por nada le decían el Kiiroi Senkō; en un flash dorado ya tendría el trabajo hecho, la paga en una cuenta falsa de alguna isla paradisiaca innombrable, administrada por los expertos en fraudulencias de los Nara. Como siempre. Y él estaría devuelta al ruedo, subiendo como la espuma y recuperando su renombrada reputación tan socavada después del inicio de sus ataques psicóticos.
Y entonces se repitió: ¿qué podría salir mal?
Tratando de medir qué tan vapuleado se encontraba y qué tantas reparaciones necesitaría, el rubio jaló de su queridísimo Sandevistan, provocando que So Mi diera un respingo y que la radio se encendiera.
«…There's a party soon, do you wanna go?» Sonó el estribillo de una música desagradable.
Rápido, Naruto jaló nuevamente y apagó la radio (¿cómo mierda seguía funcionando si literalmente se había detonado un explosivo en su misma pared?, no queriendo escuchar esa estúpida canción otra vez. Le provocaba algo peor que las náuseas.
"Ya para de hacer eso. Me rompes la psiquis." Dijo Songbird, molesta, tocándose las sienes, fuera del personaje de negociadora.
A Naruto a veces se le olvidaba que las descargas PEM provocaban vómitos y profusos mareos a los corredores, sobre todo a los hipersensibles como Songbird. De hecho, era por esa razón por la que se había implantado el conmutador en el Sandy en primer lugar.
Sea como sea, Naruto comenzó a desnudarse. En un pánico inusitado, Songbird desvió la mirada.
"¿Qué mierda crees que haces?" Le exclamó ruborizada. De refilón vio lo que para muchos era un escultural porte.
"Huelo horrible. Posiblemente me oriné en mi viaje interrumpido a una muerte asegurada. No tardaré, lo prometo. Mami Myers debe estar neurótica por tener a su juguete más preciado andando tan lejos de casita." Dijo Naruto y se metió al baño. Todavía corría el agua, por suerte. Creyó oír maldiciones de la netrunner, quizá por perder la compostura como una colegiala avergonzada, cuando él enfilaba a una refrescante ducha.
~~o~~
'Sueños de neón, luces de neón.' Repitió Naruto en su mente, como un mantra.
Cuando él VA que lo llevaría a destino próximo se elevó en los aires contaminados de la megaurbe de Tokyo, pensó en ello: en sus sueños, en sus fracasos. En su imperiosa necesidad de actividad comprometida. Arribando una y otra vez a situaciones y misiones más complejas que la anterior, sucesivamente inmiscuyéndose en las tareas más absurdamente arriesgadas. Fue así como acabó en el ejército de NUSA, y así se dio su contacto con las altas esferas de dicha corporatocracia. Hoy lo abducían y lo meterían en sus huecas disputas por más poder. Otra vez.
Ascendieron atravesando los cielos grises y corroídos, dejando atrás y muy abajo el dédalo de neón y hormigón que otrora vez, en su juvenil añoranza, parió y asesinó las grandes ilusiones del joven Uzumaki. Ahora ya no era más que una sombra de lo que fue.
Se sentía extraño vestir nuevamente el uniforme táctico de agente de NUSA (So Mi se había negado a dejar que la acompañara con la ropa maloliente que tenía), aunque por lo menos le trajeron una chaqueta de cuero comprada en un mercadillo por los súbditos serviciales de So Mi. Y joder que ella había cambiado: la ascendieron y su comportamiento distaba un tanto de la jovencita confusa y, secretamente, algo desfijada de lealtades. Daba órdenes a inferiores, y la respetaban y admiraban tal como a una comandante. Reed estaría orgulloso.
'Estaría…'
Los escoltaban dos VA fantasmas, invisibilizados y sin logo alguno (igual que aerovehículo que los llevaba a ellos). Obviamente lo hacían para no alertar a Arasaka, que gozaba de ojos en cada esquina del país oriental, su cuna imperial. Por esa misma razón es que probablemente So Mi se haya tenido que disfrazar: él nunca habría aceptado un tratado de este tipo, sin ninguna clase de información pertinente al trabajo, a ciegas, si la situación no se hubiera decantado de tal modo y si una cara conocida y amigable para él se lo ofrecía. Él otro que lo podría haberlo convencido ya había pasado a mejor vida, Naruto se la entregó con sus propias manos, sus garras…
"¿Ya se puede saber para qué me contratan esta vez?" Naruto rompió el silencio, tras dar su aceptación total al dichoso trabajo que lo colocaría en suelo americano, como en los viejos tiempos. Él sostenía unos fideos que le trajeron los hombres de So Mi; ninguno los acompañaba en la cabina que ellos dos solos compartían.
"Kurama Projekt." Dijo Songbird como si fuere una respuesta muy clara, aunque para Uzumaki no era una respuesta ni muy certera ni muy obvia.
"¿Qué es eso?" Él separó los palillos de plástico negro; su comida no se hacía oler de manera muy apetecible (tenía el hedor hediondo del karee, aunque él esperó de corazón que no fuere la versión india).
"Arasaka." Dijo Songbird, midiendo su reacción, la cual no fue positiva (pese a que Naruto ya sabía que se trataba de un robo a ésta) al mencionar a la megacorporación japonesa. Eso no aclaraba las dudas de Naruto, pero, si algo involucraba a Arasaka, ese algo traería problemas, sin lugar a dudas. "Arasaka tiene en su poder lo que sospechamos que es un arma muy poderosa y única, o un recurso de suma utilidad que podría cambiar las tornas en la puja casi centenaria entre nuestras corporaciones."
"¿Y cuáles serían las sospechas acerca de esta «arma» secreta de Arasaka?" Naruto aproximó con cuidado los primeros fideos humeantes a su boca; no resultaban apetecibles, pero no ingería nada hacía treinta horas. Songbird prácticamente lo coaccionó para que comiese algo.
"Confidencial"
Resopló el rubio. Detuvo su gesto de primer bocado.
"Ah, sí, lo olvidaba. Genial." Dijo Naruto en un tono exuberantemente sarcástico. "Ya me había olvidado cómo funcionaba esto. No sé una mierda y me lanzan igual que como un conejillo de indias a averiguar qué cosa es lo que tiene Arasaka entre manos y qué traman." Naruto usaba el par de palillos para gesticular exageradamente su fastidio. Si bien realmente lo molestaba que el trato de los americanos para con él no haya mejorado ni después de los crímenes que cometió en su nombre. "Total, si se enojan y luego preguntan: lo hizo un psicótico, un ciberpsicópata descarriado. Creo que ahora comienzo a entender por qué me buscaron exactamente a mí y no a otro."
"No irás solo." Ella parecía algo cohibida incluso en su VA personal, debajo de esa teatralidad de empoderada y autodeterminada a cumplir sus metas. Naruto la conocía demasiado bien como para desacomodarla de sus casillas, su novísima zona de confort.
"¿Traerán morralla conmigo? Qué considerada de su parte, señorita Song So Mi."
Ella puso los ojos en blanco ante sus sarcásticos comentarios.
"Déjame adivinar: mis acompañantes, ¿serán otros mercenarios?"
"Sí."
"Ah, ya ni me asombra. Persisten las costumbres de la guerra. ¿Qué otros detalles no confidenciales se me permiten conocer?" Naruto jugaba con su comida, midiendo qué tantas náuseas podría provocarle un poco de curry malo (debió especificarle a los soldados de So Mi que le trajeran un simple ramen y ya).
"Asaltarás un convoy, tú, y un grupo de mercenarios, que servirán para distraer a la escolta de Arasaka mientras tú tomas el objetivo principal. Tendremos que revisarte… es muy plausible que tu ciberware haya sufrido averíos durante tu salto al otro lado, al vecindario de los no muertos."
Naruto la miró con recelo. Odiaba que ajenos se aprovecharan y tocaran sus implantes, sobre todo si se trataba de corporaciones. Naruto simplemente asintió, aunque muy alerta estaría. Conocía los «métodos ahorrativos» de Myers y compañía, y sus brutales manías con no dejar cabos sueltos.
"¿Y qué si no lo hay? ¿Qué pasa si llego a donde supuestamente acudirá aquel convoy y no hay nada?"
"Te retribuiremos una compensación justa por las molestias, Uzumaki, por supuesto." Ya hablaba como una jodida corporativa. A Naruto no le tomaría de improviso que So Mi engañara y mintiera como una. Tendría que irse con cuidado.
"Espero que no sea con una estúpida placa honorífica de los «gloriosos y honorables Nuevos Estados Unidos de América», junto a una prima miserable de cien mil edis, cosa que consigo en una semana de trabajo." Naruto mostró una faz muy asqueada al dar el primer bocado efectivo a sus fideos. Efectivamente: eran aborrecibles y vomitivos.
"¿Seguro que lo conseguirías en una semana de trabajo?" Dijo So Mi. "Oí por allí que no te prestan muchos encargos por temor a tu… inestabilidad." La niña, como buena aprendiz, se había instruido en cómo jugar sucio, sin dudas. Vaya desgraciada.
Naruto la miró con desagrado (tratando de tragar su «comida»). Como siempre, Songbird no fue precisamente de paseo a Japón, recabó toda la información que pudo antes de su encuentro, y muy seguro estaba de que ella lo persiguió por Shinjuku, por lo menos, desde hace una semana, para tantear cuál sería su respuesta de acuerdo a su tesitura.
"¿Cuánto será mi paga?"
"¿Cuánto crees que valen tus servicios?"
"Quince millones. Eurodólares. Siete por adelantado. Es lo que vale un trabajo mío contra Arasaka; no me juego el pellejo por nada." Dijo él, esperando a la clásica contraoferta; quince millones de edis para un único hombre, dando igual el contexto, era una cantidad absurdísima, algo impagable. Songbird realmente se lo pensó.
"Veré lo que puedo hacer." Eso fue rápido. La negociación menos engorrosa que tuvo.
"¿Eso qué significa?"
"No es conmigo con quien discutirás tu paga."
Eso no le gustó a Naruto. De todas las cosas, lo que menos deseaba era verle la cara a esa suripanta, la mandamás de So Mi.
Naruto dejó los fideos casi sin comer en el asiento de su costado, se arrellanó en su lugar e intentó ingresar a la Red para pasar el rato largo de viaje. So Mi bloqueó su intento con una señal mental.
"Oye, ¿qué haces?"
"Preferible es que no emitas ninguna señal hasta que salgamos del ojo del tifón." Dijo ella. "Desconocemos si eres un objeto de interés para Arasaka, si te vigilan de cerca." Aquello sonaba a conspiración rebuscada, pero Naruto no tuvo otra cosa que aceptar su tedioso destino y esperar hasta aproximarse a las costas americanas.
Estaban ya encima del océano, cruzándolo a grandísimas velocidades. La escolta perduraba; seguían siendo indivisibles al ojo humano, y cibernético barato, pero Naruto, con sus ópticas del más alto calibre, pudo contar peces en el agua a enorme distancia, percibir las motas de polvo en el abrigo de su contraparte femenina, sentada delante de él, y notar las difracciones anómalas que producían los aerodyne camaleónicos de Militech, o NUSA, o la FIA. Lo que sea.
Las ópticas del dobe, de cuando en cuando, le hacían reflexionar la anormalidad de sus caminos. ¿Cómo es que fueron a parar unos aparatos claramente experimentales, de última generación y de especificaciones militares, a sus jóvenes manos? Kakashi en su tiempo había corrido con algo de la misma suerte, aunque él había sido amigo de ese tal Obito, y luego… las cosas pasaron, y ocurrió aquella tragedia. Su sensei todavía visitaba su nicho, todos los días, en el cementerio de Aoyama. Pagaba una alta cantidad por mantenerla allí. Muchos otros también lo hacían.
"Por cierto, como antes te he dicho, trabajarás con un equipo." So Mi le recordó.
"Prefiero ir solo, incluso si simplemente actuarán como una distracción."
"No hay discusión en este ámbito, Naruto: trabajarás con un equipo."
Él detestaba trabajar en equipo. Las cosas solían salir mal. Sus compañeros no solían sobrevivir.
Porque a él, sin distinción de lugar o tiempo, le precedía la tragedia.
…Continuará…
~~x~~
Anotaciones finales:
La falta de contexto de estos primeros capítulos es intencionada (solo por si las dudas aclaro). Con el correr de los episodios, se irá desnudando la personalidad y vivencias de este Naruto, que ya ha tenido sus experiencias complejas.
Gracias por leer. Sobre todo, gracias a aquellos que hacen notar su agrado por las infames historias que confecciono en mis tiempos libres.
Adiós.
