ROMANCERO SAIYAJIN VOL 2

VI

PARTIDA

-Me voy- dijo Vegeta al levantarse de la cama. Sabía que estaba despierta, pues el latido salvaje de su corazón delataba su respiración regular. Le resonaba en los oídos.

-Me voy- repitió, cada vez más fuerte y áspero. ¿Acaso estas palabras cortarían los lazos que lo unían a ella?

Bulma no respondió, solo asintió levemente con la cabeza, con los ojos cerrados. Podía oírlo moverse, recogiendo la ropa que había tirado la noche anterior al entrar en su habitación para hacer lo que sus padres llamaban "hacer el amor" cuando era niña. La puerta se cerró tras él con un suave clic y ella se permitió el lujo de un suspiro audible.

Un momento después, la peliazul se incorporó en la cama, abrió los ojos y miró a su alrededor con una mirada clara, libre de emociones como la añoranza y la tristeza. Fue como recuperar la sobriedad tras una larga noche de cervezas, cócteles y chupitos de tequila sin contar.

La única diferencia era que su euforia no era causada por el alcohol ni por ninguna otra sustancia, sino por algo igual de embriagador: un hombre del que simplemente no se cansaba. Sin embargo, la resaca era mucho peor que cualquier cosa que una noche de copas pudiera causarle.

Su cama era un desastre, su pelo estaba aún peor. Le dolía todo el cuerpo y le costaba encontrarle un propósito y una razón de ser a algunos de los músculos que había estado descubriendo desde que él empezó a acosarla. Tenía la piel fría y húmeda.

Sus sentidos no eran tan desarrollados como los de él, pero aun así creía que el aroma de sus cuerpos sudorosos moviéndose al unísono perfumaba intensamente el aire. Lentamente, se levantó de la cama; una mano se enredó en su pelo para evaluar el daño.

Él había dicho "Me voy". Le había dicho que se iba a ir desde la primera noche que se conocieron. Al principio, pensó que se marcharía inmediatamente y armó un escándalo. Él le dijo que se callara, recogió su ropa y la dejó sola en su habitación. Esa misma noche, regresó. Ella bromeó diciéndole que no se había ido. Como respuesta, él empezó a desvestirla.

Pero por la mañana, lo repitió: «Me voy». Ella no lo entendió. No podía. ¿Cómo podía volver a ella, noche tras noche, y decirle al amanecer, cada mañana más dura, que se iba a ir cuando aparentemente no era así? Supuestamente, era un genio.

Cierto que solo lo era en ciencia. Cuando el problema era un hombre, era una mujer como cualquier otra. Entonces no lo tomó en serio. Porque no lo entendía. Ahora el asunto era completamente diferente.

Le gustaba creer que lo conocía, que sabía lo que le pasaba por la cabeza, y en una pequeña medida, lo sabía. No le bastaba con comprenderlo del todo. Nunca se le revelaba lo suficiente como para que pudiera hacerlo. Sabía que él no quería que lo entendiera. No quería que se encariñara con él. Es más, no quería encariñarse con ella. No, en absoluto.

Fuera lo que fuese lo que lo atraía, era inseparable de lo que lo alejaba. Había llegado a aceptarlo. Nunca sería suyo. Y lo que fuera que buscara en ella, sabía que no podía dárselo. No estaba allí.

El día transcurrió en un torbellino de trivialidades. Pronto, se encontró de nuevo en su habitación, desvistiéndose para ducharse y escuchando atentamente cada sonido que pudiera anunciar su presencia. Poco después, sintió sus manos recorrer su espalda. El baile comenzó de nuevo.

Las cortinas se movieron suavemente al entrar una brisa en la habitación. Él se sentó en el borde de su cama, mirándose las manos.

-¿Te vas?- preguntó Bulma en voz baja y él asintió.

-Sí- respondió Vegeta con calma.

Por un instante, se hizo el silencio. Por fin lo había entendido.

-Estoy embarazada- dijo.

Él se levantó y empezó a recoger su ropa, luego se giró para mirarla.

-Volveré- dijo, y se fue.