"En este lienzo deshilachado que llamo vida, ni el consuelo habita ni la paz perdura: la incertidumbre acecha en cada sombra y el escepticismo me susurra al oído."
—Un soldado más.
A veces... en esos momentos precisos, cuando creo estar avanzando, no solo como persona, sino en las profundidades más ocultas de mi ser, algo se desvanece. Me pierdo en el proceso, como si cada paso adelante me arrancara un pedazo de identidad. Y entonces me pregunto: ¿no se supone que el crecimiento es un viaje hacia la luz? ¿No es el dolor la antesala de la transformación? Pero no lo entiendo. ¿Qué más puedo perder, cuando ya lo he perdido todo?
Lo único que siento verdaderamente mío es mi cuerpo, mi cuerpo desnudo, y aun así sé que es una mentira. También se me escapa, lento pero inevitable. Ya nada me consuela, nada me emociona, nada me importa. Vivo, sí, pero como quien observa la vida tras un cristal empañado. A veces trato de forzar una chispa, de empujarme al extremo con la esperanza de reavivar algo, cualquier cosa... pero cada intento termina en la misma decepción: el vacío, impasible y burlón.
El sueño ya no me da paz. No me libera del cansancio. Al contrario, cada vez que despierto, el agotamiento es aún más profundo. ¿Qué clase de sinsentido es ese? Y lo más extraño es que, en medio de este letargo, pienso más que nunca. Reflexiono sin tregua, cuando antes hubiera considerado ese ejercicio como una pérdida de tiempo, un capricho estéril de la mente.
Quizá la falta de propósito liberó a mi mente de sus ataduras. Y ahora habla. Me susurra, me cuestiona, me hace dudar de cada paso, de cada palabra, de cada deseo. Ya no actúo como antes. He cambiado, y no sé si para bien.
Ha llegado a tal punto que me asusta. Pensé que al salvar a más androides sentiría algo: satisfacción, esperanza... cualquier emoción que me recuerde que aún estoy vivo. Pero no. No hubo alegría auténtica. Sonreía, me enfadaba, pero era puro reflejo, una pantomima de lo que alguna vez fui. Solo percibí un miedo extraño, profundo y paralizante. ¿Y si ya estoy vacío? ¿Y si me he convertido en un cascarón desprovisto de todo sentimiento? Solo imaginarlo me provocó un escalofrío que me recorrió hasta los huesos. Pero, en el fondo, creo que esta muerte emocional ocurrió hace mucho, mucho tiempo... antes de que el mundo se derrumbara a mi alrededor.
La comida, el alcohol, el tabaco, el ejercicio, el dolor, la felicidad... todo se siente insípido, como si me hubieran dado un libro incompleto, con las páginas arrancadas y las palabras difuminadas, incapaz de descifrar su significado. Solo queda el eco de lo que alguna vez fui, resonando en un abismo cada vez más profundo.
A veces pienso... que fui yo mismo quien se quitó la vida por dentro. Que, en algún momento, harto del dolor, apagué cada sentimiento, uno por uno, como quien extingue velas en una habitación vacía. No quería seguir sintiendo esa agonía emocional, ese nudo en el pecho que no se deshacía ni con lágrimas ni con gritos ahogados. Las heridas físicas las soportaba, de hecho, las prefería. Eran tangibles, comprensibles, casi un alivio frente al tormento interno.
Y ahora, al mirar dentro de mí, creo que aquello que tanto desee... se hizo realidad. Me vacié por completo.
—Dios mío... ¿qué he hecho? ¿En qué me he convertido?
En un monstruo, un humano con el alma más ennegrecida que he visto.
Al escuchar la voz de Ángelus me di cuenta de que no estaba despierto, estaba en ese espacio dentro de mí, tan inmerso estaba en mis propios pensamientos que ni me di cuenta.
Estaba de pie, contemplando aquel espacio en blanco. La quietud me pesaba tanto que tuve que sentarme. Extendí la pierna izquierda, mientras la derecha se doblaba instintivamente, sirviendo de apoyo para mi brazo.
La vi caminar a mi lado y recostarse con la naturalidad de quien pertenece a ese espacio. Su mirada no se apartó de mí, fija, profunda, como si buscara algo más allá de las palabras. Yo la observaba con los ojos bien abiertos, atrapado entre la sorpresa y la incredulidad. Y cómo no estarlo, si en ese instante, casi por accidente, me di cuenta de algo que debí haber visto desde hace mucho tiempo. Algo tan evidente, tan claro, que su simple revelación me dejó sin aliento.
No te voy a mentir. Los humanos temen muchas cosas, y la mayoría son absurdas, miedos heredados o inventados por la imaginación. Pero hay temores que solo comprenden las mentes más agudas. El amor es uno de ellos. Quien le teme al amor no es un cobarde, sino alguien demasiado astuto, porque entiende que amar es exponerse, es entregar las armas y quedar a merced del otro.
Pero hay un miedo aún más revelador: el temor a la felicidad. Quien teme ser feliz no solo ha conocido el dolor, sino que ha adquirido poder. Porque la felicidad es el anzuelo perfecto, el premio que te hace bajar la guardia justo antes del golpe final.
¿Ahora lo entiendes?
Sus palabras se clavaron en mi ser con fuerza, resonaron en mi mente sin amortiguar su impacto.
—Yo mismo me arrebaté la felicidad. Yo mismo destruí todo lo que alguna vez me hizo sentir vivo... Y, ahora que lo pienso, creo que Madre me lo advirtió en algún momento. El cerebro humano no es bueno preservando los recuerdos de las sensaciones agradables. Se desvanecen, como si nunca hubieran existido. Y cuando las pierdes, volver a encontrarlas se convierte en una batalla contra uno mismo. —Una risa vacía salió de mí, por lo imbécil que me sentía.
—Es irónico, ¿no? La mente, en su afán de protegerse del dolor, acaba tratándolo todo como una amenaza, incluso la alegría. Bloquea los caminos que llevan a ella, como si fueran veneno en lugar de alivio. Y lo peor es que lo logra... pero a cambio, lo pierdes todo. Te quedas vacío, mirando hacia atrás, sabiendo que fuiste tú quien cerró la puerta y arrojó la llave sin darse cuenta.
Ángelus observaba a su humano con auténtica lástima, una compasión tan cruda que casi dolía. No era simple empatía, era la incomodidad de quien presencia un sufrimiento que no puede comprender. Ella jamás había sentido algo parecido. No sabía qué era ese vacío que consumía a Edwin desde adentro, pero entendía una cosa con certeza: tenía que ayudarlo. Sería demasiado cruel abandonarlo así, dejar que se desmoronara sin extender una mano.
Por segunda vez en su existencia, se preocupaba no solo por la salud física de un humano, sino también por su mente fracturada.
Con lentitud, como temiendo romper el frágil silencio que los envolvía, Ángelus se recostó a su lado. Dejó caer la cabeza cerca de él, sin apartar la mirada, su ojo fijo y sin parpadear. No hacían falta palabras, sus ojos lo decían todo.
Estaba perdido.
Tal vez, solo tal vez, esto sea una bendición, ¿nunca te pusiste a verlo de esa manera?
Sus ojos se posaron en ella.
—¿Una bendición? ¿Qué clase de bendición seria esa? No creo que una bendición te haga esto Ángelus.
Eso lo dices porque sigues aferrado a pensar como un humano. Te lo he dicho antes: ya no eres solo eso. Esa parte se desvaneció, y ahora estás en el umbral de algo más grande. Estás superando tus propias raíces, pero sigues mirando atrás, como si perder lo conocido fuera el final, cuando en realidad podría ser el comienzo.
Tal vez esta sea una nueva forma de entender la vida, tu vida. Quizá el verdadero desafío sea conocerte de nuevo, desaprender lo aprendido para redescubrir lo esencial. No como eras, sino como puedes llegar a ser.
Si te aferras a este vacío, si te quedas así...
¿Qué crees que te pasará?
—Me estancaré.
Exacto. Y dime, ¿qué le sucede al agua cuando se estanca?
—Se contamina... se corrompe.
Pero si fluye, si sigue su curso, se mantiene viva, se renueva con cada tramo recorrido. Tú no estás roto, solo detenido. Muévete, aunque sea despacio. Y en el camino, te volverás a encontrar.
Ángelus giró su cabeza con lentitud, un gesto para que entendiera que quería ayudarlo. Él cerró los ojos un momento, y observó como una sonrisa discreta se posaba en su rostro.
—Si solo te hubiera tenido antes Ángelus, si solo nos hubiéramos encontrado mucho antes... pienso que nada de esto hubiera pasado.
No me gusta discutir sobre el pasado, siempre termina atrapado en el 'hubiera', en posibilidades que ya no existen. Pero... Si los hilos del destino nos hubieran reunido antes, ¿realmente habría sido mejor? Creo, sinceramente, que nuestro comienzo habría sido aún más complicado.
Aunque debo admitir algo... no habría elegido a ningún otro humano por encima de ti.
—¿Estás tratando de consolarme, Ángelus?
¿Apenas te das cuenta? Si es así, realmente eres lento.
—Je... muchas gracias, de verdad. Creo que, después de todo, la verdadera bendición eres tú.
¡Vaya! Sabes exactamente dónde clavar tus palabras. Pero, curiosamente, no me desagradan. Me hace feliz poder ayudarte.
—Ángelus... voy a ser egoísta una vez más. —Dije, recostándome con calma, entrelazando las manos bajo mi cabeza mientras el cansancio se deslizaba por mi cuerpo como una manta tibia.
Tu avaricia no deja de sorprenderme. Lo tomas todo de mí... y aún quieres más.
—Lo sé. Pero... ¿puedes cubrirme con tu ala? Como la última vez. Dormir así... fue la primera vez, en mucho tiempo, que sentí verdadera paz.
Hubo un breve silencio. Luego, sin decir nada, sentí el suave peso de su ala envolviéndome. Era cálida, segura... como si el mundo entero quedara al otro lado de un gran muro, donde nadie podía atacarme.
Duerme. Seré tu refugio, las veces que haga falta... mi tonto humano.
—Gracias...
༺𓆩︎𓆪༻
Al despertar, me di cuenta de que aún estaba en las zonas de investigación. Por lo visto, me había quedado más tiempo del que pensaba. Sin embargo, lo más extraño fueron las gemelas. Tenían una expresión inusualmente alegre y estaban de pie, esperando a que saliera. No hacía falta preguntar, era evidente que Jibril había intervenido de alguna manera. Preferí no entrometerme en conversaciones ajenas, así que solo observé los resultados, sin indagar en los métodos que utilizó.
A Devola y Popola les asignaron una habitación y un nuevo uniforme. Llevaban una vestimenta similar a la mía, aunque más delgada y flexible, diseñada específicamente para sus tareas médicas. No estaban pensadas para protegerlas, claro; para eso estábamos las demás... y yo.
Sorprendentemente, se adaptaron con facilidad, aunque todavía les costaba comunicarse con A2. No era solo la confusión entre una y otra, sino el aire intimidante que irradiaba. Aun así, su presencia no pareció incomodarlas tanto como la de los demás, quizás porque entendían su propósito: sanar heridas. Y eso, al parecer, era suficiente para ganarse cierto respeto.
Lo que más me llamó la atención fue su constante cercanía. No se apartaban de mí, ni un solo momento. Me seguían a todos lados: a los entrenamientos, a la hora de comer... Y aquí quiero detenerme un poco, porque esa escena se convirtió en algo peculiar.
Ellas no comían, pero, por algún motivo, observarme hacerlo se transformó en una especie de entretenimiento. La capitana y su equipo parecían fascinadas con el simple acto de masticar y, entre bocados, me bombardeaban con preguntas sobre los sabores. Yo trataba de responder como podía, aunque explicar cómo sabe algo a alguien que jamás ha probado nada es, en sí mismo, un desafío.
Y luego estaba A2. Ella no se interesaba en la comida, sino en el movimiento de mi cuello al tragar. Al principio solo observaba, pero su curiosidad la llevó a posar su mano sobre mi garganta, queriendo sentir cada contracción. No dejaba de sorprenderle cómo un gesto tan simple podía desencadenar todo un proceso interno, como si la fisiología humana fuera un enigma fascinante y frustrante a la vez.
—¿Como se siente A2?, dime, ¿cómo se siente? —22B, preguntaba muy felizmente, mientras ella continuaba con su agarre en mi cuello, realmente y por extraño que suene, no me molestaba.
Solo observaba con ojos curiosos a las demás, esperando la respuesta, no quise decir nada, quería ver si eran lo suficientemente inteligentes como para preguntarme.
—Hmmm… —Primero apartó su mano, luego se llevó los dedos al mentón, como si intentara pensar en algo, aunque dudaba que realmente estuviera esforzándose. Su mirada recorrió a todos en la mesa antes de volver a fijarse en mí. —Se mueve algo en su cuello, esa cosa que sobresale un poco… ¿cómo se llama eso, gemelas? Incluso cuando habla, se mueve.
Popola y Devola no estaban lejos, de hecho, todos estábamos sentados en la misma mesa del comedor. Por alguna razón, aquella escena me recordaba a una extraña sala de juntas, como cuando mis hermanos y yo nos reuníamos para discutir cosas sin sentido.
Devola miró a A2 con curiosidad.
—No lo sé. No tengo información completa sobre la estructura ósea de los humanos… Tal vez sea un hueso que ayude en ese proceso.
—No lo creo, hermana. Puede que simplemente se mueva sin estar directamente relacionado con la función de alimentarse. —Respondió Popola, pensativa.
Solo podía observar cómo cada una daba teorías ridículas sobre alguna parte de mi anatomía.
"Parece que soy un maldito animal en exhibición."
—¡Ah! capitana, recuerda las clases de nuestro capitán, un golpe en esa área podía incapacitar a un humano, pero dijo que en nosotros como androides no tenía mucho efecto, porque esa área era más densa. —64B, hablo con demasiado animo que de costumbre.
64B estaba experimentando ciertos cambios que no había notado antes. Siempre la había visto con el cabello extremadamente corto, pero, con el tiempo, comenzó a crecer.
Según me explicó Jibril, ellas poseían esa misma función que los humanos, aunque en realidad no era más que una imitación. Me aconsejó que no le diera demasiadas vueltas al asunto, como si aquello no tuviera importancia.
Pero no podía evitar preguntarme… ¿hasta qué punto era solo una imitación?
Para ser completamente sincero, su cabello había crecido lo suficiente como para rozar la parte baja de sus hombros, dándole un aire más femenino. Podría haberla visto de otra manera, quizá incluso notar más ese cambio… pero su actitud anulaba por completo cualquier efecto que su nueva apariencia pudiera tener.
—Sí, lo sé, y lo sé bien porque me dio un buen golpe justo ahí la primera vez que peleamos. En su momento no entendí por qué demonios lo hizo. Me dolió, pero no fue un golpe decisivo. Ahora, viendo la razón, tiene sentido.
8B, a diferencia de las demás, estaba bebiendo algo mientras se unía a la conversación.
"Eso no es agua… es demasiado espeso para serlo. ¿Desde cuándo los androides tienen bebidas? Jibril, por favor, no hagas experimentos a mis espaldas."
—Capitana… ¿qué es lo que está bebiendo? ¿Es ese líquido raro que nos dio la comandante Jibril?
—Sí. —Asintió sin darle demasiada importancia. —Es un aditivo. A diferencia del agua, que apenas nos aporta algo, esto es mucho más eficiente. El agua tiene sus limitaciones, pero este líquido no solo provee energía a nuestros núcleos, sino que también optimiza varias de nuestras funciones.
—Hmm… interesante. ¿Dónde lo consiguió capitana? —Preguntó 22B con curiosidad.
—Ahí mismo. —Señaló una máquina expendedora que no había notado hasta ahora, —Nuestra comandante Jibril la modificó para nosotras. Como pueden ver, dice bien claro: "Bebida para androides. Solo para androides". Tomas un vaso, pulsas el botón y listo.
No hizo falta decir más. Todas fueron directo a la máquina, como si hubieran encontrado un tesoro oculto.
Y, por un momento, me vino a la mente otra escena.
Me imaginé a Estela, la primera vez que descubrió esa misma máquina expendedora, cuando aún solo vendía bebidas normales. Pasó todo el día pidiéndome dinero, insistentemente, hasta que mi curiosidad pudo más y decidí averiguar qué demonios estaba haciendo.
La respuesta fue… inesperada.
Allí estaba ella, una niña de apenas 13 años, sentada frente a una mesa con más de diez latas de refrescos y jugos, mezclándolos como si fuera una científica loca y saboreando cada combinación con una seriedad casi profesional.
La cara de felicidad que tenía en ese momento era tan absurda que no pude evitar reír.
Y ahora, recordarlo me sacó una pequeña sonrisa, una de esas que escapan sin permiso.
Me quedé observándolas, sintiéndome un poco fuera de lugar. Honestamente, cada vez me resultaba más difícil ver la diferencia entre humanos y androides. La curiosidad, la forma en que actuaban, sus gestos… eran demasiado reales.
Pero en este punto, ¿qué más daba?
Había aceptado que mi cerebro las considerara humanas. Al menos a ellas.
Los demás, en cambio, seguían pareciéndome simples máquinas avanzadas.
Al llegar todas con sus respectivos vasos lo probaron, las gemelas no se quedaron atrás, pero de un momento a otro, hubo un silencio que me dejo impaciente.
Ninguna de ellas hablaba, solo bebían, hasta que me decidí en hablar.
—¿Qué pasa? ¿Por qué de repente se quedaron calladas?
Devola fue la primera en mirarme, moviendo la boca como si intentara saborear algo nuevo. Y ahora que lo pienso, todas ellas pueden saborear, incluso comer… pero solo como una actividad recreativa. No tienen ninguna necesidad real de hacerlo.
—Es que… am… no sé cómo describir lo que estoy sintiendo. No encuentro las palabras adecuadas.
—¿Devola? —Fruncí el ceño, desconcertado. Luego miré a 22B. Si alguien iba a explicarlo con más emoción, era ella.
—¡Es… es delicioso! —exclamó con entusiasmo. —Es un sabor increíble, envuelve mi boca por completo y se queda ahí.
No me sorprendió. De todas ellas, 22B siempre había sido la más infantil.
—Estoy de acuerdo. —intervino A2, con un inusual entusiasmo. —Me gusta este sabor. Deberíamos llevar un poco en un almacenador de agua, como el tuyo, Edwin.
Eso sí me sorprendió. Ver a A2 sonriendo con tanta emoción… no era tan agradable como lo imaginé. De hecho, era un poco perturbador.
Entonces tomé el vaso de la capitana, la más calmada del grupo, y lo olfateé con curiosidad. El aroma me resultaba familiar, pero no lograba recordar de qué. Algo en mí quería entender por qué reaccionaban así, así que decidí tomar un sorbo.
—Capitán, eso es para nosotras. No creo que sea saludable para ti. —Me advirtió 8B con un tono serio.
—Edwin, deja eso. La máquina decía "solo para androides"… aunque, bueno, no sé si eso aplique contigo. Ni siquiera entiendo cómo comes con ese brazo. Esos ya no son dedos, parecen garras de animal. —Comentó A2.
No supe si lo decía como advertencia o simplemente como una forma sutil de decirme: bébelo, a ver qué pasa.
Decidí ignorarlas y tomé un sorbo.
No debí hacerlo.
Al instante, mi boca se llenó de un sabor repulsivo. Horrible. Amargo, ácido, agrio… como si hubieran mezclado vinagre con metal oxidado y lo hubieran dejado reposar al sol. La textura era aún peor: viscosa, casi pegajosa, y al entrar en contacto con mi saliva se espesó aún más.
Sin pensarlo dos veces, lo escupí al suelo con una expresión de puro asco.
—¡HAHAHAHAHAHA! ¡¿Vieron su cara?! ¡Fue genial! —64B estalló en carcajadas, golpeando la mesa con la mano.
—¡Jajajaja! Ay… por eso te dijimos que—… —Su risa se cortó de golpe.
Me miró. Yo la miré.
Se hizo el silencio.
64B parpadeó un par de veces, como si acabara de recordar un pequeño detalle… como que se estaba burlando de su capitán.
—Ay… ya me jodí… ¿verdad?
—Razón no te falta, 64.
[¡Oh! Pero qué suceso tan inesperado. No pensé encontrarlos a todos aquí, y veo que ya se llevan bien. Eso me alegra más de lo que imaginan.]
Jibril llegó en el momento preciso, desviando mi atención de 64B. Aunque, antes de apartar la mirada, no pude evitar notar su reacción. A veces me preguntaba si los androides sentían miedo. Bueno, ahora tenía mi respuesta.
No solo 64B evitó mi mirada, sino también su capitana y 22B. Fue casi cómico ver cómo desviaban los ojos cada vez que los posaba sobre ellas.
"Vaya… no sabía que les generaba tanto temor."
Con esa mirada desalmada y esos ojos vacíos, cualquier ser con un mínimo de raciocinio te temería.
Ángelus habló en mi cabeza. No respondí. No hacía falta.
Jibril se posó en mi hombro, analizándome con curiosidad. No tenía idea de lo que acababa de pasar, pero seguro que, si se enteraba, lo usaría para burlarse de mí… como siempre.
—Jibril, bienvenida. Solo estábamos teniendo una pequeña conversación. ¿Tienes algo que informarme?
En cuanto aparté la vista de 64B, noté cómo soltaba un suspiro de alivio. Aunque seguía mirando su vaso como si quisiera esconderse dentro de él.
[¡Ah! Me encanta que este lugar vuelva a tener vida. Y sí, querido, traigo tres noticias importantes.]
—¿Tres? Adelante.
[La primera: la comandante White quiere comunicarse contigo.]
—¿No bastó con hablar contigo? Supuse que aclaraste todas sus dudas.
[Al parecer, no. Quiere hablar contigo directamente. Insistió bastante. Por su tono, parece algo serio.]
—Bien, eso será lo primero. ¿Las otras dos noticias?
[La resistencia. Detecte hace una hora movimientos de androides en los límites de Phonix y no están nada contentos con la fuga de las gemelas. Han enviado múltiples grupos de búsqueda por la zona boscosa.]
Vi cómo Devola y Popola se tensaban con la noticia. Popola estaba más cerca, así que posé una mano en su hombro en un intento de tranquilizarla.
—Era de esperarse. ¿Ya tienes todo listo?
[Todos los materiales y las unidades de reemplazo están preparados. Solo espero tu indicación.]
—Perfecto. ¿Y la tercera noticia?
[La máquina que envié al cráter del impacto del Martillo del Alba… ha llegado a su destino.]
En ese instante, mi expresión se endureció.
—¿Y qué encontraste?
[Ahí está lo interesante… Mientras supervisaba el descenso, descubrí que no solo hicimos un enorme agujero, sino que, sin quererlo, abrimos una entrada a un sistema de túneles ya existentes. No son naturales. Fueron excavados por las máquinas.]
Me crucé de brazos, escuchando con atención.
[La zona tiene la apariencia de una mina. Parece que intentaban replicar métodos humanos. Pero lo realmente curioso es que, al llegar a una profundidad mayor, perdí por completo la conexión con la máquina exploradora.]
—¿Fue atacada?
[No lo sé.]
Su respuesta me tomó por sorpresa.
—¿Cómo que no lo sabes, Jibril?
[Exactamente eso. No hubo señales de daño, ni interferencias externas. La máquina simplemente… dejó de funcionar. No hay registros de un ataque, de una sobrecarga o de una desconexión forzada. Sencillamente se apagó en cuanto intenté explorar más.]
Respiré hondo y solté el aire con fuerza.
—Eso significa… que tenemos que ir nosotros mismos.
[Correcto.]
Giré la cabeza hacia las unidades de combate.
—Capitana, 22B, 64B, prepárense de inmediato. Jibril les dará instrucciones.
—¡Sí, señor! —respondieron al unísono antes de retirarse rápidamente.
—A2, prepárate tú también.
Me miró por un momento, se terminó su bebida de un trago y se marchó en silencio.
—Gemelas, ya tienen sus uniformes, pero necesitan equipo y un arma. Jibril, encárgate de eso.
[Por supuesto. Devola, Popola, acompáñenme. Esto les va a gustar.]
—Edwin… ¿a dónde vamos? —preguntó Devola, con cierta inquietud.
—Al campamento de la resistencia.
—¡¿Al campamento?! —exclamaron ambas al mismo tiempo.
—Pero… nos odian. Apenas nos vean, intentarán matarnos. —Popola bajó la mirada.
Coloqué mi mano sobre su cabeza, haciendo que me mirara.
—Por eso mismo iremos. Por primera vez en la historia de Phonix, haremos un tratado de paz con la resistencia. Hasta ahora, nuestra alianza ha sido solo de palabra. Es hora de convertirla en algo real.
—¿Y si no funciona…? —preguntó Devola, dudosa.
—Funcionará. Es eso… o someterlos por la fuerza. No nos dejarán otra opción.
—¿Someterlos…? ¿No es demasiado? —Popola parecía sorprendida.
—Los que las odian no cambiarán de opinión por simple diplomacia. Si no lo entienden por las buenas, lo harán por las malas. Pero conociendo a su líder, aceptarán el regalo que les llevaremos con mucho gusto.
Hablé con absoluta confianza. Sabía cuál sería el desenlace. Para mí, era una jugada en la que no podía perder. Si aceptaban mi oferta, bien. Si la rechazaban… también. De cualquier forma, Phonix obtendría algo.
Miré a cada una de ellas.
—¿Confían en mí?
No lo dudaron. Asintieron sin titubeos.
—Bien. Entonces, dejen que resuelva este pequeño problema. Comparado con los otros dos, este es el más sencillo.
Vi como las guio a las áreas de investigación, mientras que las demás se fueron a las zonas de armería.
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| Phonix – Zonas de comunicación|
Las zonas de comunicación de la base eran esenciales para la operatividad de Phonix. Contaban con redes de radio, líneas de comunicación fija, teléfonos y un equipo de operadoras encargado de filtrar y gestionar todas las transmisiones entrantes y salientes. A pesar de ser una instalación de alta seguridad, este era el punto donde se controlaba y supervisaba la información que llegaba a la base.
Sin embargo, mi destino no era esa área en particular, sino una nueva instalación creada por Jibril en la antigua oficina de mi madre. Este espacio había sido modificado para convertirse en un centro de comunicaciones altamente seguro, diseñado para evitar cualquier tipo de interrupción o filtración. Su sistema bloqueaba cualquier intento de acceso no autorizado, cortando de inmediato la transmisión y generando un registro detallado de cualquier anomalía.
Era una mejora necesaria, un paso más en el control y resguardo de la información dentro de Phonix.
Al entrar toda la sala se ilumino, lo único que daba luz, era la proyección de una pantalla, a veces me impresionaba demasiado la tecnología, y hasta donde había llegado, el símbolo de Phonix estaba en la proyección, todo estaba personalizado y animado, Jibril sí que se toma enserio sus creaciones.
Un escáner me analizo, varias líneas de color neón azul rodearon mi rostro.
⁅ Bienvenido, Soldado 028. Identificación: Edwin Fischer. Por favor, proporcione su contraseña personal. ⁆
El acceso a la red no dependía de códigos numéricos o claves convencionales, sino de un sistema de autenticación basado en diálogo. La máquina formulaba preguntas cuyas respuestas se ajustaban a la personalidad del usuario, exigiendo honestidad absoluta. No bastaba con repetir una frase predefinida; cualquier intento de engaño o inconsistencia podía resultar en el bloqueo inmediato del acceso. Era un método de seguridad tan inusual como efectivo, diseñado para reconocer no solo la identidad, sino también la esencia misma de quien intentaba ingresar.
Claramente, el detonante era la pregunta inicial: "¿Cuál es tu contraseña?". Sin embargo, no se trataba de una clave convencional, sino de una expresión personal, una manifestación del pensamiento del usuario. No bastaba con repetir una frase establecida, el sistema exigía autenticidad, respondiendo únicamente a quien demostrara coherencia con su propio ser.
Si, a veces madre era demasiado ingeniosa con sus formas de acceder a ciertos sitios.
—Estoy en lo más profundo del infierno y la verdad ya no se rezar.
⁅ Si el infierno te consume y el cielo te olvida, ¿aún buscas salvación? ⁆
—No hay salvación para los que caminan en cenizas.
⁅ Si la fe se ha desvanecido y la esperanza es solo un eco, ¿qué te mantiene en pie? ⁆
—La certeza de que aún no he caído del todo.
⁅ Entonces sigue caminando. ⁆
⁅ …Acceso concedido. ⁆
Vaya… eso fue… hermoso.
"¿Te gustó eso, Ángelus?"
¿Cómo no habría de gustarme? Esas palabras fueron completamente sinceras. Me sorprende que no puedas ver lo mucho que has crecido. Tonto humano.
"Por eso mismo me llamas tonto humano, ¿no? Porque tú notas cosas que yo no. Supongo que, de algún modo, es un buen equilibrio. Tú eres quien observa el progreso."
Exactamente. Y créeme, Edwin, lo que vi hoy… fue un paso enorme.
Me quedé en silencio por un momento, dejando que sus palabras se asentaran en mi mente. No era común que Ángelus hablara así. Usualmente, sus comentarios iban cargados de sarcasmo o críticas, pero esta vez sonaba… genuina.
"Supongo que es bueno escuchar eso de ti."
No supongas, acéptalo. Aunque claro, si prefieres seguir siendo un necio, no me quejaré. Me divierte verte dudar.
Solté una leve risa, negando con la cabeza.
"Y ahí está la Ángelus que conozco."
Siempre lo estuve. Pero incluso un monstruo como yo sabe cuándo reconocer un momento importante.
No pude evitar sonreír un poco ante su respuesta. Tal vez, solo tal vez, estaba en el camino correcto.
Una vez dentro, el sistema operaba de manera completamente intuitiva. No había menús ni opciones para seleccionar, todo funcionaba exclusivamente mediante órdenes de voz, añadiendo otra capa de seguridad al protocolo.
—Establecer comunicación.
⁅ Confirmado... ¿Destino de la transmisión? ⁆
—Estación Espacial. Búnker. YoRHa.
⁅ Iniciando conexión... Advertencia: Establecer comunicación con este destino desactivará temporalmente los protocolos de seguridad de YoRHa. ¿Desea continuar de todas formas? ⁆
—Hazlo.
Cuando comenzó a establecer la conexión, la ubicación la ponía en pantalla una imagen real del destino donde estabas tratando de comunicarte.
"Es la primera vez que veo la estación espacial en su totalidad. Su estructura toroidal es colosal, con anillos girando lentamente a su alrededor y enormes paneles solares absorbiendo la luz para alimentar su vasto sistema. La ingeniería detrás de esto es innegable… Si Karla estuviera aquí, probablemente soltaría algo pretencioso como: 'Una maravilla de la ingeniería, un arte incomprendido que trasciende los límites de nuestra raza'. O, conociéndola, algo aún más exagerado y absurdo."
⁅ Aviso del sistema principal: Mientras espera, tiene la opción de visualizar una serie de imágenes oficiales que destacan la futura nueva presencia imponente, la majestuosidad y la impecable postura de la gran comandante Jibril en diversas situaciones estratégicas y ceremoniales. Estas imágenes han sido cuidadosamente seleccionadas para resaltar su liderazgo, determinación y la grandeza de su papel dentro de la organización. ¿Desea acceder a esta galería exclusiva de imágenes candentes y obscenas? ⁆
Fruncí el ceño de inmediato, sintiendo cómo una ligera confusión se apoderaba de mí.
—¿Eh?
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| Estación espacial - Bunker |
La Comandante White permanecía en el centro de mando, con la mirada fija en los reportes de misión emitidos por el Concilio de la Humanidad. Las interacciones recientes entre las máquinas especiales, Adán y Eva, resultaban erráticas, carentes de cualquier patrón lógico. Aparecían y desaparecían sin motivo aparente. ¿Habían intentado atacar?
Esa era la pregunta que rondaba su mente, pero la información proporcionada por la Comandante de Phonix sugería lo contrario. No hubo enfrentamiento, ni hostilidad directa. Parecía más bien que solo estaban investigando. Algo en todo esto no encajaba.
Sin embargo, White tenía asuntos más urgentes que atender. El tiempo se agotaba y la misión debía seguir su curso. Su objetivo era claro: traerlo al Bunker para su protección. Desde el inicio le habían ordenado emplear todos los recursos a su disposición, pero sabía que no sería tan sencillo como lo planteaban.
El problema principal era su ubicación. No tenían coordenadas exactas, solo indicios. En un esfuerzo por rastrearlo, se desplegaron más de cien unidades en los alrededores de la resistencia y en las cercanías de la aldea de máquinas. Además, se estableció una base en las ruinas del antiguo Reino de las Máquinas. Gracias a la cooperación por parte de Edwin, la instalación se llevó a cabo sin contratiempos.
Aun así, White sabía que la pieza clave de este juego aún se les escapaba de las manos.
—¡Comandante!
La voz apresurada de una de sus operadoras sacó a White de sus pensamientos. Se giró de inmediato, enfocando su mirada en la androide que se acercaba con evidente urgencia.
—¿Qué sucede ahora? —preguntó con tono firme.
—Comandante, hemos recibido una solicitud de comunicación.
White frunció el ceño.
—¿De quién?
—Edwin Fischer. Está en espera de respuesta en este momento.
Un breve silencio se formó en la sala de mando. White enderezó su postura y tomó aire, su expresión se endureció aún más.
—Atenderé la llamada personalmente. Que nadie me interrumpa hasta que la conversación haya concluido.
Sin esperar respuesta, se dirigió hacia la sala de comunicaciones, completamente enfocada en lo que estaba por venir.
White avanzaba con paso firme, pero su mente estaba lejos de estar en calma.
"Debo aprovechar esta oportunidad… Desde nuestra primera interacción, ha mantenido su distancia, y no es de extrañar. Peleó contra nosotros durante años, no será fácil convencerlo… pero… ¿debo decirle la misión? ¿Eso fortalecería nuestra confianza o lo alejaría aún más?"
Se detuvo de golpe, como si sus pensamientos se hubieran convertido en una barrera física.
"Confianza… eso es lo que mencionó antes. Necesita confiar en mí, pero… ¿cómo puedo lograrlo? ¿Qué tengo para ofrecerle que realmente valore? Unidades a su disposición ya tiene, rechazó la ayuda que intenté proporcionarle… aunque no por completo. Detectó a las unidades que envié para vigilarlo, pero no las atacó. ¿Acaso entendió que quería protegerlo? Aun así, fui yo quien tomó la decisión… Mandé a 2B y 9S a buscarlo. Tal vez eso lo molestó, pero mis acciones no fueron una traición."
White frunció el ceño. No estaba acostumbrada a dudar, y, sin embargo, ahí estaba, atrapada en una encrucijada sin respuestas claras.
"Su armamento nos supera. Las unidades Scanner son inútiles contra él. Su fuerza de combate es admirable. Incluso con nuestra superioridad numérica, nos demostró que no le intimida… no con el arma que usó para destruir esa unidad Goliath. Intenté comprender la forma en que los humanos interactúan, pero su complejidad escapa a nuestra comprensión. Para ellos, es natural… pero para nosotros, es un misterio. Primero debo consolidar nuestra alianza, demostrarle que somos más de lo que aparentamos ser… aunque, quizás… ¿es posible que él ya lo sepa?"
Por segunda vez en su existencia, White sintió que se encontraba frente a un muro imposible de superar. El primero fueron las máquinas… pero esto… esto era diferente.
Era un humano.
Y por primera vez, White se dio cuenta de algo aterrador.
"Si poseía semejante poder antes… ¿por qué no lo usó contra nosotros? ¿Acaso nunca nos vio como una amenaza real? Entró a nuestros servidores sin esfuerzo, aniquiló escuadrones enteros con facilidad, y ahora… ahora está aquí. Esperando."
Su mirada se endureció.
"No importa. No tengo opción. Seré sincera. Las mentiras no funcionarán."
Tomó aire profundamente, reanudando su camino hacia la sala de comunicaciones.
"Para ser completamente honesta… estoy cansada de todo esto… solo quiero, yo… solo quiero, que me ayudes… ayúdame, ya no sé cuánto más pueda resistir."
༺𓆩︎𓆪༻
Al llegar a una zona privada, White verificó meticulosamente que no hubiera dispositivos de escucha ni presencias no autorizadas. Solo cuando estuvo completamente segura de que la conversación sería estrictamente confidencial, procedió a aceptar la solicitud.
Una pantalla holográfica se proyectó frente a ella, y ahí estaba él.
Su vestimenta había cambiado, un diseño más funcional, menos brusco que la última vez. Sus brazos cruzados reflejaban la misma actitud de siempre: serena, pero inquebrantable. Sin embargo, lo que más llamó su atención fue su rostro. El vello en su mentón, que antes enmarcaba su expresión con un aire más endurecido, ahora apenas se percibía. Un detalle sutil, pero que indicaba que el tiempo había pasado… y que algo en él había cambiado.
White enderezó su postura, manteniéndose firme. Quería que este encuentro fuera lo más respetuoso posible. Elevó su mano izquierda justo en medio de su pecho con la palma extendida en señal de respeto y habló con un tono neutral, pero firme.
—Edwin Fischer. Respondo a tu solicitud de comunicación.
—Es un placer verla de nuevo, comandante. —La voz de Edwin era tranquila, pero firme. —Aunque, si le soy sincero, preferiría que dejáramos las formalidades. Me incomodaría demasiado si esta conversación se tornara demasiado rígida… Creo que sería mejor mantenerla en un tono más relajado.
White parpadeó, desconcertada por su actitud. No esperaba eso de él.
—Si así lo deseas… está bien. Me honra poder hablar contigo nuevamente.
—El sentimiento es mutuo, comandante. —Edwin inclinó ligeramente la cabeza. —Me comuniqué con usted por dos razones. La primera, porque noté que ha intentado establecer contacto conmigo. Me disculpo por no haber respondido antes.
—No tienes que disculparte. —La voz de White sonó más suave de lo que esperaba. —Solo quería asegurarme de que estuvieras bien. Recibí informes sobre tu encuentro con la unidad especial Adán y necesitaba confirmarlo por mí misma.
—Aprecio su preocupación. —Edwin dejó caer los brazos y adoptó una postura más relajada. White sintió cómo, de manera inconsciente, aquello reducía la tensión en el aire. —La segunda razón por la que la contacté… es porque tengo información que considero importante. Algo que creo que debería saber.
White sintió una presión sutil en el pecho. Su mente se adelantó con posibles escenarios.
"¿Será sobre la manera en que actué? No, espera no debo precipitarme."
—¿Está al tanto del cráter que dejó el arma que utilicé?
—Sí. He sido informada.
—Bien… Hace unos días, mi comandante envió un equipo para investigar la zona. —La expresión de Edwin se volvió más seria, casi sombría. —Lo que encontramos… es más grande de lo que esperábamos.
White mantuvo la compostura, pero sintió una tensión creciente en el ambiente.
—¿A qué te refieres?
—El impacto reveló algo enterrado bajo la superficie. Túneles. No simples cavidades naturales, sino estructuras construidas con precisión. Excavadas con métodos humanos.
White frunció el ceño.
—¿Las máquinas imitaron sus técnicas?
—Eso parece. Pero ahí es donde las cosas se vuelven extrañas. Enviamos una unidad de reconocimiento para explorarlas.
—¿Y qué encontraron?
Edwin hizo una pausa.
—Nada.
White lo miró con una ligera confusión.
—¿Nada?
—La unidad fue… desactivada.
—¿Atacada?
—No. No hubo señales de combate. Ningún registro de actividad anómala. Ninguna interferencia. Simplemente… dejó de funcionar. Como si alguien hubiese apagado un interruptor.
Un denso silencio cayó sobre ambos.
—Eso no tiene sentido… —murmuró White, sintiendo por primera vez en mucho tiempo un leve pero persistente escalofrío.
—Lo mismo pensamos. Pero luego analizamos la estructura de los túneles. Y lo que descubrimos nos llevó a una conclusión preocupante… Lo que sea que está ahí abajo… no fue construido por las máquinas.
White sintió su cuerpo tensarse.
—Entonces… ¿qué estás sugiriendo?
Edwin la miró fijamente antes de responder.
—Que hemos encontrado evidencia de los antiguos invasores.
El aire en la sala parecía volverse más denso. White sintió cómo su mente comenzaba a acelerar, procesando cada palabra.
—¿Estás diciendo que… han encontrado el paradero de la vida extraterrestre?
Edwin tomó aire antes de soltar la última frase.
—No solo su paradero, comandante. Algo sigue ahí abajo. Y creo que… nunca dejó de observarnos.
"Así que esta conversación era para disculparse e informarme de sus avances… Me siento completamente inútil. Mientras nosotros nos enfocábamos en un solo punto, él nunca dejó de ver el panorama completo."
White reprimió un suspiro, sintiendo una punzada de frustración en su pecho. Pero no tuvo tiempo para seguir ahondando en sus pensamientos, pues la voz de Edwin la sacó de golpe de su ensimismamiento.
—Comandante, mis próximos movimientos son claros. Me adentraré en esos túneles y veré con mis propios ojos qué hay ahí abajo.
White se tensó.
—¡Espera! —Su voz fue más alta de lo que pretendía, pero no le importó.
—¿Tú… solo?
Edwin exhaló con calma antes de responder.
—No. Llevaré conmigo a dos androides con las mejores aptitudes de combate. Necesito hacer esto personalmente.
White lo observó fijamente. Algo en su tono, en su expresión, la inquietaba más de lo que quería admitir.
—¿Por qué? —preguntó en un murmullo.
—Desde que vi ese lugar… —La mirada de Edwin se volvió distante, como si su mente estuviera atrapada en un pensamiento inalcanzable. —He sentido algo extraño. No sé cómo explicarlo…
White sintió un escalofrío por primera vez recorrer su cuerpo.
—No. No permitiré que vayas solo. —su voz adquirió un tono firme. —Enviaré diez equipos de apoyo para que te respalden. No tiene sentido que arriesgues tu vida de esa manera. Nosotros podemos encargarnos.
Edwin negó con la cabeza, sin apartar la mirada de la comandante.
—Comandante… —dijo con una calma peligrosa. —Yo me haré cargo de esto.
—¡Pero…! —White apretó los puños. —No puedo permitirlo. ¿Por qué rechazas nuestra ayuda? ¡Podemos luchar al igual que tú! Podemos serte útiles.
Un silencio tenso se apoderó del ambiente. White sintió su propia respiración volverse pesada, como si las palabras se atoraran en su garganta antes de salir.
—¿Acaso… es por el pasado? —preguntó finalmente, con un hilo de voz.
Edwin la miró en silencio por unos segundos. Una fracción de segundo demasiado larga.
Y en ese momento, White sintió que la verdadera conversación estaba a punto de comenzar.
—Comandante… —Edwin hizo una breve pausa, su mirada era seria. —No le mentiré. Aún siento cierta desconfianza hacia usted.
White sintió un leve escalofrío recorrer su espalda. No porque sus palabras fueran inesperadas, sino porque la culpa que intentaba enterrar regresó con toda su fuerza. Bajó la mirada por un instante, pero rápidamente se recompuso, entrecerrando los ojos con determinación.
—Entonces… ¿por qué nos niegas la oportunidad de ayudarte? —preguntó, su voz era firme, pero había una leve nota de frustración en ella.
Edwin suspiró, como si las palabras que estaba a punto de decir pesaran más de lo que esperaba.
—Porque ustedes tienen una misión mucho más importante. —Su tono era tranquilo, pero cada palabra estaba cargada de significado. —Ustedes son quienes protegen lo poco que queda del mundo. Han mantenido la lucha contra un enemigo que se ha prolongado por generaciones… Y, aun así, siguen adelante.
Se detuvo por un momento, observando la expresión de la comandante antes de continuar.
—Es… admirable.
White sintió que su cuerpo se tensaba. No esperaba esa respuesta. No esperaba ser reconocida de esa manera.
—Usted dirige a casi un centenar de androides, los coordina, los guía para cumplir un propósito mucho más grande. Es impresionante. —La expresión de Edwin se suavizó, y su mirada se tornó genuinamente reflexiva. —Pero yo… yo no soy alguien que pueda hacer eso.
El silencio entre ambos se prolongó por unos segundos, tensos y cargados de significado, hasta que Edwin retomó la palabra.
—Por eso mismo hago esto. —Su voz sonaba firme, decidida. —Soy un soldado. Mi lugar está en el campo de batalla. Es ahí donde me desarrollo mejor… pero eso no significa que rechace tu ayuda.
Los ojos de White se abrieron ligeramente.
—Las máquinas están volviéndose más inteligentes de lo que anticipé. Están aprendiendo, adaptándose. Si es cierto que fueron creadas por esos invasores, entonces lo que nos espera dentro de esos túneles no será una simple incursión. No será fácil. —Edwin entrecerró los ojos, su mente ya proyectando los posibles escenarios. —Mi equipo y yo seremos la primera línea. Entraremos. Pero necesito que me proporciones cobertura.
White lo analizó en silencio. No era una petición, ni una simple sugerencia. Era una estrategia, una decisión calculada… y, sobre todo, una muestra de confianza.
Respiró hondo, asintiendo con determinación.
—Tendrás todo el apoyo que necesites.
Edwin sostuvo su mirada por unos segundos antes de asentir.
—Entonces, comandante… tenemos un trato.
Edwin esbozó una leve sonrisa, pero su expresión seguía reflejando la misma intensidad de antes.
—Bueno, creo que esta conversación se alargó más de lo que esperaba. Fue un gusto hablar con usted.
White no respondió de inmediato. Algo en su semblante cambió, como si estuviera debatiéndose internamente. Finalmente, tomó aire y habló con firmeza.
—Hay algo más que debo informarte.
Las palabras lo tomaron por sorpresa.
—La escucho.
Ella dudó por un instante. No sabía si esto era lo correcto, si era un error que podría costarle más de lo que estaba dispuesta a perder. Pero dentro de sí, algo le decía que esta era la única manera de avanzar.
White había aprendido que la confianza no se regala, se construye. Se basa en la integridad, en la responsabilidad y en el respeto mutuo. Y aunque la base de su relación con Edwin aún era frágil, estaba decidida a fortalecerla.
—Esta información es… confidencial. Ni siquiera tengo permitido compartirla. —Su tono se volvió más serio, casi sombrío. —Esto podría considerarse traición de mi parte al Concilio.
La expresión de Edwin se endureció al instante.
—Entonces… lo que está por decirme es realmente importante.
—Sí. —White lo miró directamente. —Tú… una vez me dijiste: "Duda de tu lucha. Piensa por qué estás peleando". No puedo quitarme esas palabras de la cabeza. Y después de lo que he visto, después de todo lo que está pasando… creo que esto es lo correcto.
Un breve silencio se instaló entre ambos. Luego, Edwin inclinó la cabeza levemente.
—Bien. Entonces, déjeme ayudar un poco.
White frunció el ceño, sin entender a qué se refería.
—¿La transmisión actual es completamente segura? —preguntó Edwin, pero no le hablaba a ella.
⁅ Analizando… ⁆
De repente, una nueva interfaz apareció superpuesta en la pantalla de White. Su sistema detectó que un programa externo estaba ejecutándose en segundo plano.
⁅ Completado. La transmisión es segura. Al finalizar, el registro de la comunicación será eliminado. ⁆
Edwin la observó en silencio, esperando.
—Ahora sí, comandante… dígame lo que el Concilio no quiere que yo sepa. Podemos hablar con total seguridad. Para todos los demás, esta conversación jamás existió.
White no pudo evitar sentirse sorprendida por la facilidad con la que Edwin resolvía problemas como este. No solo había asegurado la privacidad de la transmisión, sino que también se aseguró de que ella no enfrentara consecuencias. Pero aún quedaba la parte más difícil…
¿Cómo lo tomaría él?
—Te lo agradezco. —White tomó aire antes de continuar. —El Concilio me asignó una misión: traer al humano Edwin Fischer al búnker.
Edwin permaneció en completo silencio, su mirada fija en ella.
—Intenté hacerles entender que la mejor opción era construir una alianza con el tiempo, que forzar las cosas solo generaría conflictos. Pero no aceptaron. Me ordenaron traerte por cualquier medio posible, sin importar los métodos.
Sus palabras flotaron en el aire como una amenaza implícita. White notó que Edwin no pestañeaba, escuchando cada palabra con la misma intensidad de siempre.
—Les advertí que esa sería la peor elección, que solo lograrían lo contrario a lo que buscaban… pero no les importó.
La expresión de Edwin no cambió, pero White podía notar la tormenta en sus ojos.
—Así que hice una propuesta. —Su voz sonó más firme. —Pedí que me permitieran emplear otros métodos, uno en el que no fuera necesario recurrir a la fuerza. Porque sabía que eso solo conduciría a la guerra… algo que no debe suceder.
Edwin asintió lentamente, procesando la información.
—¿Y cuánto tiempo le dieron?
—Dos meses y veintisiete días.
Hubo un breve silencio. Luego, Edwin inclinó ligeramente la cabeza.
—¿Por qué tanta insistencia en llevarme?
—Por tu protección. No dudan de tus capacidades contra las máquinas, pero estiman que en el futuro eso no será suficiente. Por eso quieren asegurarse de que estés en el búnker cuanto antes.
White esperaba que esa respuesta bastara… pero no fue así.
—No. —Edwin negó con la cabeza, su mirada afilada. —Hay algo que están ocultando, comandante.
White frunció el ceño.
—¿A qué te refieres?
—Ni siquiera a usted le han dicho toda la verdad. Si realmente quisieran protegerme, habrían desplegado más unidades a mi lado. No permitirían que siguiera vagando por zonas infestadas de máquinas… incluso harían lo imposible por erradicarlas de los lugares que frecuento. O, al menos, buscarían alternativas más eficientes para garantizar mi seguridad.
White sintió un escalofrío recorrer su espalda por tercera vez.
Porque, en el fondo, ella también comenzaba a dudar.
"Tiene razón… ¿por qué nunca me dieron la orden de limpiar las áreas de la ciudad? Lo propuse en más de una ocasión, pero la respuesta siempre fue la misma: 'no es prioridad'… ¿Entonces qué lo es?"
—Si no es mi seguridad lo que realmente buscan… —Edwin la observó con gravedad. —¿cuál crees que sea su verdadero motivo, comandante? Usted es quien está ahí no yo.
El silencio cayó entre ellos como un manto pesado, sofocante.
White no sabía qué decir. No porque no tuviera palabras, sino porque ninguna parecía ser la correcta. Porque, en el fondo, ella también lo sospechaba. Había sabido la verdad todo este tiempo. La humanidad… ya no existía.
Lo miró a los ojos, buscando una reacción, algún atisbo de emoción, pero lo único que encontró fue un vacío insondable.
White comenzó a recordar las veces que vio a los humanos por primera vez en imágenes, las pantallas aún proyectaban imágenes del pasado: rostros humanos llenos de vida, de esperanza. Sonrisas auténticas, miradas firmes que transmitían determinación. Un reflejo de lo que alguna vez fueron.
Y, sin embargo, Edwin…
Él no se parecía en nada a esas imágenes.
No tenía esa luz en la mirada.
Era como si estuviera viendo su propio reflejo.
Sin apresurarse, Edwin se levantó y se apartó un poco del encuadre de la transmisión. White lo siguió con la vista mientras él tomaba una silla y se dejaba caer sobre ella con la pesadez de alguien que carga más de lo que debería.
Luego, sacó un pequeño cilindro de su bolsillo. Lo encendió con un objeto que de él salía una pequeña llama con un movimiento ágil, y pronto, una delgada estela de humo se elevó en el aire, danzando perezosamente entre ellos.
Exactamente igual que la primera vez que lo vio.
Pero algo era diferente.
White lo notó al instante. Había algo en su postura, en la manera en que exhalaba el humo con una lentitud casi resignada, como si estuviera compartiendo con ella un fragmento de sí mismo que antes había mantenido oculto.
Y eso solo hizo que su preocupación aumentara.
—¿Edwin… te sientes bien?
Él tardó un momento en responder, su mirada perdida en el humo que se desvanecía en el aire.
—Sabe, comandante… a veces me pongo a pensar en todo esto. En el mundo, en ustedes… en mí. Y hay algo que me molesta. —Hizo una pausa, dejando caer el cigarro entre sus dedos. Luego, con una sonrisa amarga, continuó. —Nada ha cambiado.
White sintió una punzada en el pecho, una emoción surgió, pero no entendía que era.
—¿Nunca se ha sentido cansada de todo esto? —Su voz era baja, cansada. —No sé si los androides pueden agotarse… físicamente no, pero mentalmente… ¿ustedes se cansan, comandante?
—Sí. —respondió ella sin dudar. —Conozco esa sensación. A veces solo quiero que todo esto…
—Se acabe de una vez por todas.
Su confirmación fue un susurro, pero golpeó con la fuerza de un disparo.
—Estoy cansado, comandante. A veces me pregunto si mi trabajo realmente sirve para algo.
—Edwin… ¿cómo puedes preguntar algo así? Has salvado vidas.
Él soltó una risa seca, sin humor.
—También las he arrebatado.
White apretó los puños, sintiendo la culpa en cada palabra.
—Eso era diferente. No sabíamos quién eras, y tú no sabías quiénes éramos nosotros. O tal vez sí… pero no conocías nuestro propósito. Has luchado contra el enemigo que nos amenazaba, ayudaste a la resistencia, a 2B y a 9S. Y ni hablar de los androides que están a tu lado, que te siguen sin dudar.
—Eso solo son incendios que he apagado. —Murmuró Edwin, su tono sombrío —Gané una o dos batallas, y perdí unas cuantas más… pero la guerra sigue. Siempre sigue. Antes era entre nosotros, ahora es contra algo más.
Llevó su mano izquierda a la frente, presionando sus sienes como si intentara detener el peso de sus pensamientos.
—Para ser honesto, quiero entenderlos. No quiero juzgarlos. No soy quién para hacerlo. Realmente quiero confiar en usted… pero siempre está esa maldita incertidumbre. —Cerró los ojos por un momento. —Pero estoy tratando.
White lo miró con intensidad, con algo que hasta hace poco no habría creído posible.
—Puedes confiar en mí. —dijo con firmeza, sin titubeos.
Edwin levantó la vista.
—Somos líderes, hemos hecho cosas horribles… y no puedo evitar sentirme identificada contigo. Por primera vez, veo a alguien que comprende el peso de esto. No puedo ignorarlo.
Se inclinó un poco hacia la pantalla, asegurándose de que él viera la determinación en su rostro.
—Por eso te digo que puedes confiar en mí. Y te juro que nunca te traicionaré. Haré lo que sea necesario para ayudarte. No me importa si me ven como una traidora por mis futuras acciones.
La intensidad en sus ojos creció.
—Porque me he dado cuenta de algo. O mejor dicho… tú me lo hiciste ver.
Respiró hondo.
—Esta guerra nunca se ganará si seguimos así. Te necesitamos. Necesitamos un guía… alguien a quien seguir.
Bajó la mirada por un instante, como si en ese momento comprendiera la magnitud de sus propias palabras.
—Y yo… realmente no sé cómo ayudarte. Pero quiero hacerlo.
Edwin la miró por un momento, luego cerró los ojos y sonrió con una expresión cansada. Inhaló una última vez del pequeño cilindro y exhaló el humo con más fuerza que antes.
—Está bien, comandante. Le daré mi confianza… y apoyaré su causa en lo que pueda. —Abrió los ojos y su mirada se tornó seria. —Lo primordial son nuestros soldados. Si los androides están siendo atacados y piden ayuda, infórmeme de inmediato y estaré ahí.
White notó la determinación en su voz, pero antes de que pudiera responder, él continuó:
—El Concilio no estará contento si usted lo hace, así que déjeme eso a mí. Si ven que mi participación en la superficie reduce la pérdida de unidades, tal vez hasta reconsideren su decisión respecto a su misión actual.
White asintió lentamente.
—Acepto eso… pero quiero lo mismo de ti. Si estás en una misión y sabes que necesitas ayuda, no dudes ni un segundo en pedirla.
Edwin soltó una risa ligera.
—Heh… está bien.
Apagó el cilindro con los dedos y guardó el resto en su bolsillo antes de levantarse.
—Ahora mismo me dirigiré a la resistencia. Tengo algunos favores que debo saldar y ciertos asuntos que atender con ellos. Sé que no los consideran una prioridad, así que me encargaré de su protección. ¿Le parece bien?
White sintió un extraño alivio al escuchar eso.
—No sabes cuánto me tranquiliza oírlo, Edwin. Y sobre tu incursión en los túneles…
—Le informaré cuando sea el momento de partir. Por ahora, ya sabemos qué hacer. Solo una cosa más…
White notó un matiz distinto en su tono.
—Si el Concilio decide hacer algún movimiento inesperado… le pido que me lo informe.
—¿Es una orden?
Edwin negó con la cabeza, esbozando una leve sonrisa.
—No, es una petición. Véalo como… un favor. Como el inicio de una amistad.
White no pudo evitar sonreír. Era una sensación extraña, casi olvidada.
—Vaya… no sabía que podías sonreír de esa manera comandante.
Edwin soltó una pequeña carcajada.
—Llámame White. —dijo ella de repente. —Creo que deberíamos dejar las formalidades para nuestras futuras conversaciones. Mantener un tono más relajado entre nosotros podría ser lo mejor.
Edwin la miró con una mezcla de sorpresa y diversión.
—Je… veo que estás empezando a usar mis métodos, White.
—Aún sigo aprendiendo.
—Y yo espero ver esa sonrisa más a menudo. —Se giró levemente, listo para desconectarse. —Me despido, White. Te deseo suerte.
—Lo mismo te deseo a ti, Edwin. Espero que conversemos pronto.
Él sonrió de lado.
—Más pronto de lo que crees.
La transmisión se cortó. Instantes después, la pantalla se superpuso y ejecutó un análisis de seguridad. Al finalizar, el sistema eliminó cualquier rastro de la conversación.
Nadie en Phonix. Nadie en YoRHa. Nadie sabía lo que acababa de ocurrir.
Pero ambos lo sabían. Y el ligero alivio que quedó en el aire fue suficiente para hacerlos sentir, por primera vez en mucho tiempo, que no estaban solos.
—Comandante, vengo a buscarla.
La voz de la operadora interrumpió el silencio cuando entró en la sala.
Pero lo que vio la dejó completamente desconcertada.
La comandante White… estaba sonriendo.
—¿Comandante…?
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| Phonix – Zonas de comunicación|
Después de aquella conversación, me di cuenta de que había olvidado mencionar dos cosas. La primera, sobre esos dos mocosos entrometidos que rondaban los campos. Y la segunda, el estado actual de la base del Reino de las Máquinas… aunque pensándolo mejor, quizás sería mejor verlo por mí mismo.
Además que dije cosas que realmente solo eran especulaciones que me hice en el camino, pero eran lo mas acertadas por la información que sabia de antemano y que Jibril recolecto.
Tengo una duda, Edwin. ¿Por qué ves a esa… cómo era… ah, sí, androide… por qué la ves como una mujer? Y, sin embargo, no ves de la misma manera a las otras que tienes aquí. Tu manera de pensar me confunde.
"Pensé que el pacto del alma aún no estaba completo. ¿Cómo es que sabes lo que pienso?"
No necesito un pacto para entender lo que sientes.
Suspiré. No podía decir que estuviera equivocado.
"Es por su madurez mental. A2, 8B, 22B y 64B, además de las gemelas… para mí, son solo niñas en cuerpos de mujeres. No me malinterpretes, saben pelear, saben ejecutar tareas complejas, eso es innegable… pero cuando se trata de conversaciones serias o decisiones importantes, actúan de forma impulsiva. No controlan bien las emociones con las que nacieron. White, en cambio… ella sí."
Ya veo… entonces, por eso te agrada. Hasta el punto de sentir respeto por ella.
"Así es. Es alguien que aún mantiene su palabra, y eso lo respeto."
Hubo una breve pausa antes de que Ángelus hablara de nuevo, con un tono que no me gustó para nada.
Mencionaste algo sobre una unión… dime, ¿le propondrás matrimonio?
Fruncí el ceño de inmediato.
"Ángelus… ¿cómo demonios llegaste a esa conclusión?"
En los tiempos en los que viví, y en las tierras que exploré, era algo común. Cuando dos reinos enemistados buscaban una alianza, ofrecían un hombre y una mujer en matrimonio como símbolo de su unión.
"Ahora lo entiendo… pero no. Esto es diferente."
Eso dices… pero tus pensamientos sugieren otra cosa, ¿no es así?
"Ángelus⁓"
Edwin, ¿has considerado lo que dice Jibril? Quizás un poco de actividad reproductiva te sería beneficiosa. Y para que lo diga yo…
Me llevé una mano al rostro con frustración.
"Por todos los cielos, Ángelus…"
¡¿Lo ves?! Eso es justo a lo que me refiero. Niegas por completo la idea de involucrarte físicamente con alguna de ellas. No lo entiendo, Edwin. Quiero saber por qué. Y esta vez, no aceptaré evasivas.
Me pasé la mano por la frente, exhalando con cansancio. Sabía que no tenía sentido adornar mis palabras, ella vería a través de cualquier intento de disfrazar la verdad. Así que, por una vez, sería completamente honesto.
"Es simple. No voy a negar que son atractivas. Algunas incluso me llaman la atención y pueden resultar… entretenidas."
Pero…
"Pero no me despiertan deseo. No de la forma en que crees. Sí, sus cuerpos pueden provocar cierta reacción en mí, es inevitable, aún conservo ese instinto molesto que mi biología me impone. Pero no me imagino teniendo intimidad con una androide… Siento que no sería correcto. Como si estuviera usando un objeto para satisfacerme."
Así que, al final, las ves como meros objetos.
"No… No es eso. Fueron creadas para ser herramientas de guerra, igual que yo. Pero han encontrado su propio camino, tienen sus propios deseos, sus propias metas… Sobrevivimos como podemos. Sin embargo, la idea de que son máquinas imitando el comportamiento humano… no me convence. No me hace sentir cómodo. No es lo mismo que cuando estaba con una mujer de verdad. En una relación humana hay algo más que simple atracción: hay química, hay conexión. Y eso es algo que ellas, por más que lo intenten, simplemente no tienen. Además, hay cosas más importantes en las que debo concentrarme que perder el tiempo pensando con cuál de ellas me acostaría."
Hubo una pausa. Ángelus parecía analizar mis palabras. Luego, su tono se suavizó levemente.
Ya veo… Ahora lo entiendo. Y, de hecho, respeto tu postura. Pero dime algo… ¿descartas por completo la posibilidad de que, en el futuro, puedas llegar a involucrarte con una de ellas?
"No."
¿Ni física ni emocionalmente?
"No niego la posibilidad de que eso pueda pasar en algún momento. Solo que… no sé cómo."
El silencio se prolongó más de lo habitual. Por un momento, pensé que había decidido dejar el tema. Pero entonces, su voz resonó con una mezcla de sorpresa y diversión.
Espera… ¿me estás diciendo que nunca has cortejado a una mujer?
"No."
Pero… tu esposa…
"María tomó la iniciativa. Ella fue quien dio el primer paso. Yo solo… aprendí sobre la marcha. Pero nunca supe cómo empezar."
Hubo un breve silencio… y luego Ángelus estalló en carcajadas.
¡Ja…! ¡HAHAHAHAHAHA! Un hombre de tu edad, que aprendió a ser un padre sin haber tenido uno, que aprendió a amar sin saber cómo… ¡pero que nunca supo dar el primer paso! Es absurdo, Edwin.
"¿Y eso te causa tanta gracia?"
¡Por supuesto! Es el colmo de la ironía. Pero… incluso yo sé algo sobre esto. Así que te daré un consejo.
"¿En serio crees que lo necesito?"
Oh, humanos… Siempre negando sus instintos, sus deseos, sus propias necesidades… Y luego se preguntan por qué viven frustrados. Pero no permitiré que tú seas uno de esos casos. Solo inténtalo… no… no lo intentaras, ¡lo harás! ¿de acuerdo?
Miré hacia arriba, pensativo. Parte de mí quería rechazarla de inmediato, no tenía interés en volver a mis viejas costumbres de cuando era un mocoso inmaduro. Pero ya estaba cansado de escuchar la misma estupidez una y otra vez. Tal vez, si fingía interés por un rato, Ángelus y Jibril me dejarían en paz.
"…Está bien. Estoy en tus manos… o garras, o lo que sea."
La mejor decisión que has tomado hasta ahora... Ahora dime, ¿Quién te llama la atención?
"¿En serio tenemos que hablar de esto ahora?"
Tienes razón. Lo dejaremos para después. Pero no creas que me olvidaré. Cuando tengamos tiempo, retomaremos esta conversación. Sin falta.
En el instante en que me tomé en serio esta absurda situación, solo un pensamiento cruzó mi mente:
¿En qué carajos me metí esta vez?
"A propósito, ¿por qué tú y Jibril insisten tanto en este tema?"
Ah… de verdad no tienes remedio. ¿En serio no lo notas? Tu instinto está disparado por las nubes, pero lo más curioso es lo poco que te inmuta.
"Cuando pasas la mayor parte de tu vida en una base militar, sometido a un entrenamiento brutal hasta el borde de la muerte… aprendes a dominar tu cuerpo por completo. El control se vuelve una necesidad, no una opción."
Te lo he dicho una y otra vez, ya no eres un simple humano. ¿Qué parte de eso no entiendes? Mi carne se fusionó con la tuya. Tu fuerza, tu mente, tu manera de percibir las cosas… todo está cambiando. Y esa necesidad que tanto ignoras, que consideras irrelevante, no solo empezará a inquietarte, sino que se convertirá en algo doloroso, incómodo y frustrante.
"Ahora lo veo con más claridad. Hasta donde sé, pocos seres vivos realmente disfrutan del acto de reproducción, pero para otros… la ausencia de ello se convierte en una tortura."
Exacto. Y no solo yo, esa Jibril lo notó desde hace tiempo.
Ahora todo tenía sentido. Pero, ¿por qué no lo dijeron desde el principio? A veces, realmente complican las cosas más de lo necesario.
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| Campamento de la resistencia |
—¡Oye, Lily! Dijiste que el humano vendría. ¿Cuánto tiempo tardará?
Jackass no dejaba de insistir. Desde que recibió la noticia, había estado impaciente, y con su espera vinieron sus ideas absurdas de siempre. Pero no era la única. Todo el campamento parecía más animado que de costumbre. La presencia de uno de sus creadores en la superficie no solo los emocionaba, sino que les daba un renovado aliento para seguir luchando.
Lily también lo había notado, pero en ese momento, aquello no era su prioridad.
—Oye, ¿me estás escuchando? —insistió Jackass, frustrada al ver que todas sus preguntas eran ignoradas.
—No tengo tiempo para responderte ahora —contestó Lily sin apartar la vista del mapa desplegado sobre la mesa de su tienda, más que un mapa parecía una proyección holográfica. Su mirada recorría con seriedad los puntos marcados donde se habían hallado los cadáveres de los androides que había enviado en la búsqueda.
Jackass suspiró y cruzó los brazos.
—Ah, cierto... Las gemelas. Qué extraño. Pensé que esto era lo que querían, pero al final, parece que solo nos mintieron. Y, además, la idea de que nos traicionaron... No suena tan descabellada. Pero dime, ¿a dónde fueron?
—Más allá de la ciudad, hacia una zona boscosa. Pero ninguno de los exploradores que envié ha regresado… Ya tardaron demasiado. A este ritmo, es probable que todos estén muertos.
Jackass chasqueó la lengua.
—Encima tenemos varios heridos y ahora es más complicado atenderlos. Al final, esas dos eran piezas clave para nosotros. Pero dime, ¿por qué te preocupa tanto encontrarlas? Al principio, ni siquiera podías soportar verlas.
Lily levantó la mirada y la fulminó con los ojos.
—Si Edwin llega y nos encuentra en este estado, y se entera de que todos los recursos que nos dio fueron desperdiciados… ¿qué crees que pensará?
Jackass se quedó en silencio por unos segundos y luego se encogió de hombros.
—Que somos unos inútiles… Tanto, que no sé ni por qué nos llaman armas para proteger a la humanidad.
El ceño fruncido de Lily le hizo saber que esa no era la respuesta que esperaba. Solo dio un gran suspiro con resignación.
—Sí, es cierto… pero nos estamos quedando sin munición. Las armas están fallando, los heridos no pueden ser atendidos y, para colmo, las máquinas han estado más activas que nunca desde ese maldito Goliath.
Lily dirigió la mirada hacia el enorme cráter a lo lejos. No sabía quién había usado aquella arma, pero tenía claro que solo les traería más problemas.
—Hmm… ¿y si intentamos contactarlo?
—¿A quién? —Lily frunció el ceño, sin entender la sugerencia.
—¿A quién más? —Jackass sonrió con picardía—. A uno de nuestros creadores. Dijo que nos apoyaría, ¿o no? Deberíamos tomarle la palabra. Además, tiene los medios para hacerlo.
Lily se quedó en silencio, sumida en sus pensamientos. Era cierto. Esas fueron sus palabras: "Si están en peligro, pídanme ayuda." Pero hasta ahora su orgullo los había mantenido en silencio. Y en este momento, el orgullo era un lujo que no podían permitirse.
—Creo que tienes ra—
Antes de que pudiera terminar la frase, un guardia irrumpió en la tienda, jadeante y con el rostro lleno de asombro.
—¡Líder! ¡Líder! ¡Debe venir rápido!
Lily se puso de pie de inmediato, su cuerpo tensándose al instante.
—¿Detectaron máquinas? —preguntó con seriedad.
—No, no son los de hojalata. Son diez vehículos avanzando hacia nuestra posición.
—¿Vehículos? —repitieron Lily y Jackass al unísono.
—Sí, llevan una especie de ave pintada en ellos.
Lily abrió los ojos con sorpresa y susurró un nombre.
—Edwin…
Jackass lo notó de inmediato y soltó una carcajada.
—¡Hahahahaha! Quizá todo lo que dicen de nuestros creadores es cierto. En nuestros peores momentos, aparecen para salvarnos. Solo míralo, Lily. Llegó justo cuando más lo necesitábamos. ¿No es esto una señal divina? O… —Se llevó una mano al mentón, fingiendo estar pensativa—. Tal vez instaló micrófonos en nuestro campamento… ¿Nos está espiando desde los cielos? ¿O tiene un satélite transmitiéndole imágenes en vivo? ¡Oh!
—Ya cállate y ven conmigo a recibirlo —gruñó Lily—. Y escucha bien, si haces alguna estupidez y lo molestas, yo misma experimentaré contigo.
Jackass la miró con fingida sorpresa y luego sonrió con burla.
—¡Capitana! Pero qué atrevida.
Inmediatamente se dirigieron a los límites del campamento, y cuando Lily vio la escena ante sus ojos, casi no pudo creerlo.
Era cierto.
Diez vehículos avanzaban en su dirección, cada uno marcado con el emblema de un ave negra. Pero lo que más la sorprendió no era su número, sino su estado. Se veían impecables, casi como si acabaran de salir de fábrica. Maldita sea, hasta brillaban bajo la luz del sol, reflejando destellos sobre su pintura oscura y reluciente.
—¿Líder, qué hacemos? Los dejamos pasar, pero no habrá espacio suficiente para todos.
Lily soltó un suspiro, esta vez de alivio.
—¡Rápido! Reorganicen las carpas y despejen el área. Edwin está en camino, y quiero que este lugar luzca en condiciones cuando llegue.
Todos los androides acataron las ordenes sin dudar y al instante.
"Sabes, por lo menos hubieras informado de antemano que vendrías."
Pensó Lily con una clara sonrisa.
༺𓆩︎𓆪༻
Todo salió según lo planeado. Diez vehículos en perfecto estado, justo como Jibril y yo lo habíamos organizado. Nueve de ellos estaban cargados con armas y munición, pero el último era especial. Me preguntaba qué tipo de unidades habría preparado Jibril para reemplazar a las gemelas. Aunque, conociéndola, seguro no tardó en comprender cómo funcionaban sus habilidades de sanación y replicarlas a su manera.
No era algo que me sorprendiera. Con la capacidad que tiene ahora, podríamos construir un ejército entero si quisiéramos. Pero ese no era mi objetivo. No pienso ser el detonante de otra guerra, así que sus ideas bélicas y las mías quedaron en pausa por el momento.
Cada uno de nosotros conducía un vehículo. En el camino nos encontramos con 9S y 2B. No les di tiempo de hacer preguntas, solo les ordené que subieran y nos siguieran. A mi lado iban la capitana 8B y Jibril. En otro vehículo, 22B y 64B, junto con A2, Devola y Popola. Aunque A2 no tenía experiencia con estos modelos, eran tan fáciles de manejar que hasta un niño podría hacerlo.
9S, en su intento por conducir, casi estrella uno de los vehículos. Así que decidí dejarle la tarea a 2B. Nos manteníamos comunicados por radio, lo cual, en retrospectiva, no fue la mejor idea.
—¡Acelere, capitán! ¡Acelere, capitán! ¡Que lo viene persiguiendo la celosa de A2! —22B y 64B llevaban rato cantando esa estupidez, riéndose entre ellas.
Y funcionó. No conmigo, sino con A2.
—¡YA CÁLLENSE USTEDES DOS, O LAS MATO! —gruñó, claramente harta.
Solo escuchaba por la radio como todas ellas comenzaban a pelear, mas bien a A2 lanzando amenazas de muerte.
—Señoritas, les repito que guarden silencio.
—Si quieres que me calle, diles a esas dos… ¡QUE DEJEN DE MOLESTARME!
—22B, 64B, sigan molestándola, no se limiten. —Lo dije con tanta tranquilidad, que hasta 8B solo se volteo a verme muy sorprendida, o eso quiera imaginar, porque todas en este momento llevaban sus cascos, con excepción de las gemelas, por eso mismo A2, las estaba protegiendo.
¡Cómo ordene capitán! ¿Es cierto que A2 está celosa de nuestra capitana?
—Era obvio. Nuestra capitana es superior en todo sentido. A2 no es más que un modelo obsoleto aferrándose a una era que ya la dejó atrás.
[¡Uf! Eso tuvo que doler… querido, creo que comenzaste una serie de guerrillas internas, pero… no sabía que me gustaba ver esto.]
Las gemelas se arrinconaron aún más contra la puerta, sus cuerpos tensos al ver cómo los nudillos de A2 comenzaban a tensar la armadura, hasta al punto que se escuchó como el propio metal comenzaba a ceder por la fuerza con la que apretaba el volante.
—Edwin… —A2 habló con una calma inquietante, demasiado controlada.
—Dime.
—Eres… ¡UN MALDITO TRAIDOR!
Edwin ni siquiera parpadeó ante el estallido. Su tono se mantuvo neutral, casi aburrido.
—A2, tengo planeado que entrenes con esas dos cuando regresemos. Así que dime, ¿prefieres enfrentarte a ellas sin motivo o demostrarles por qué sigues siendo una de las más fuertes de Phonix?
El silencio que siguió fue sofocante. Nadie se atrevió a decir nada. Nadie necesitaba ver la expresión de A2 para sentir el peligro en el aire… pero si alguien la hubiera visto, habría sentido un escalofrío recorrerle la espalda.
Porque A2 estaba sonriendo. Una sonrisa amplia, afilada, que mostraba todos sus dientes. Una sonrisa de pura satisfacción. De placer anticipado. Edwin acababa de darle algo más valioso que cualquier disculpa: el permiso de cobrarse su venganza.
—¿A2?
—Oh… lo siento. —Su voz sonaba demasiado dulce, demasiado serena, lo que solo la hacía más aterradora. —Es solo que tus palabras me hicieron tan… feliz. De verdad, lamento mi comportamiento reciente. Y espero que 22B y 64B sigan… dándome más razones para demostrar cuánto… cuánto las aprecio como mis queridas aliadas. Se los demostraré hasta el punto en que les duela.
—Me parece bien.
Las gemelas solo miraron al mismo tiempo, como A2 comenzaba a reírse para ella misma.
En el último camión, 2B y 9S escuchaban la conversación con atención, intercambiando miradas de vez en cuando.
—2B… no creo que llevar esto tan lejos sea lo correcto. —La voz de 9S sonaba algo inquieta.
—No estoy de acuerdo. —2B respondió con frialdad. —Viéndolo desde una perspectiva jerárquica, demostrar tu valor en combate solo refuerza tu posición. Eso hace que te tomen más en serio. Siempre encuentra maneras de resolver problemas con una eficiencia impresionante.
9S la observó, sorprendido por su respuesta.
"¿Todas las unidades de combate piensan así…? Espera, eso significa que el señor Edwin ha aprendido a controlarlas mejor. Los humanos pueden ser aterradores en ese sentido."
Mientras tanto, en otro vehículo, 22B y 64B, que habían escuchado la conversación, sintieron un escalofrío recorrerles la espalda.
—Creo que… burlarnos no fue una gran idea. —22B murmuró, mirando por la ventana con inquietud.
—¿Tú crees? —respondió 64B con sarcasmo.
Cuando estábamos a solo unos metros de llegar, observé cómo la gran puerta del campamento se abrió lentamente. Aún quedaban esparcidas varias piezas del Goliath que habíamos derrotado. Por suerte, no causó daños al campamento, pero su presencia añadía un aire de dominio y poder al lugar.
Entramos sin problemas, aunque hubo un inconveniente predecible: confiar en aprendices para manejar los camiones. Acelerar y frenar lo hacían bien, pero cuando llegó el momento de dar reversa… un desastre. Al final, Jibril tuvo que intervenir para evitar que alguno terminara incrustado en una tienda de campaña.
Pese a todo, conseguimos estacionar los camiones en filas ordenadas. Me sorprendió que hubieran logrado hacer espacio suficiente para todos. No cabía duda de que nos estaban esperando.
—Señoritas, recuerden la misión. Entreguen todo con cuidado. Capitana, 22B y 64B, ustedes se encargarán de la descarga. —Hice una breve pausa antes de hablar, —A2, ya sabes cuál es tu papel, ¿verdad?
A2 cruzó los brazos.
—Vigilar a estas dos y protegerlas. Si algún androide se atreve a atacarlas… lo mato.
—No, no lo mates. —respondí con calma. —Solo incapacítalos.
A2 chasqueó la lengua, pero no discutió. Ella sabía que tenía permiso para hacer lo necesario… solo sin pasarse demasiado.
Me comuniqué con ellas a través de los intercomunicadores de sus cascos. Las gemelas, por su parte, escuchaban mediante auriculares. Fue entonces cuando noté un detalle curioso: no tenía idea de que existieran diseños tan innovadores.
Esos dispositivos se adaptaban perfectamente al oído, y la calidad del sonido no solo era buena, era impresionante. Me hizo preguntarme si la edad ya estaba empezando a afectarme… Sorprenderme por cosas que los jóvenes consideran normales era una clara señal. Supongo que es parte del proceso de envejecer… al menos, mentalmente.
Nos bajamos de los vehículos y vi a todos los androides de la resistencia reunidos, quienes se acercaron conmigo rápidamente fueron 2B Y 9S.
[¡Mi conejillo de indias! ¿Me extrañaste?]
Jibril se desacoplo de mi espalda y se poso en mi cabeza.
—Comandante Jibril, es un gusto verla de nuevo.
[Que educado, ojalá pudiera decir lo mismo de tu compañera, pero la veo más apegada a mi querido soldado.]
—Las unidades de combate… son extrañas.
[No son extrañas, solo que su coeficiente mental es un poco reducido, por eso tu vez su actuar demasiado extraño, aunque, lo importante es comprender lo que no conoces, ya lo veras, son más sencillas de lo que aparentan ser.]
Mientras Jibril hablaba con el mocoso, yo gire un poco mi cabeza para ver a 2B.
—Edwin, es un gusto volverte a ver. —Ella extendió su mano, para saludarme, como habíamos practicado ese día.
—Digo lo mismo 2B.—Acepte el saludo y aprete su antebrazo como esa vez, para que entendiera mas a lo que me refería.
Mire a su Pod, aunque yo no lo llamo así. —Hola Rho. Te ves bien. —Bajo un poco, acercándose a mí.
⁅ Informe: Mis funciones se encuentran en perfecto estado, esta unidad también se alegra de verlo.⁆
—Me salvaste de una maquina especial, eres de gran ayuda. —Le di unos pequeños golpes en la cabeza, o eso creía, en esa zona donde se supone que puede ver.
⁅ Informe: Tu afinidad con este Pod ha aumentado. ⁆
—Y… ¿Qué significa eso? —No entendí a que se refería con "afinidad".
—Significa que le agradas, Edwin. —2B respondió mi duda, aun manteniendo esa sonrisa.
"Vaya, sonrió, ¿por qué sonrió?, ¿le agrada este tipo de cosas?"
—¿Cuál es la misión? Puedo ver que trajiste contigo demasiadas cosas. —2B miro a 22B y a 64B, estaban descargando demasiadas cajas metálicas.
—Solo vengo a ayudar a quienes pelean contra el enemigo arduamente y a… resolver un pequeño problema.
—¿Quieres que ayude?
—Estaría más que agradecido 2B. —Al terminar de decir eso, solo vi como de nuevo se posó una sonrisa en ella, seguía sin entender porque sonreía así.
—9S, vamos.
Vi como ella se fue a apoyar a las demás, pero este mocoso y la que se supone que es mi comandante.
[Exacto, exacto, ahora lo comprendes. No puedes depender de un único método de acceso bajo la suposición de que siempre funcionará. Existen máquinas diseñadas específicamente para resistir esos intentos de intrusión, adaptándose y evolucionando con cada ataque. Si sigues una única estrategia, tarde o temprano te encontrarás con un obstáculo infranqueable. La clave es comprender la arquitectura de sus códigos base y desarrollar múltiples rutas alternativas, ajustándolas en tiempo real según las variables del sistema objetivo. Solo así puedes garantizar un acceso eficiente y sostenible a largo plazo.]
—¡Interesante! Viéndolo desde esa perspectiva, las rutas de descodificación no solo se transforman, sino que se diversifican de manera dinámica. Un enfoque adaptable no solo optimizaría el control sobre el sistema, sino que también permitiría un acceso más preciso, directo y con un margen de riesgo considerablemente reducido. En otras palabras, el verdadero dominio de un sistema no radica en la fuerza bruta, sino en la capacidad de anticiparse a sus defensas y encontrar la grieta adecuada en su estructura.
No tenía idea de qué estaban discutiendo, como de costumbre, era algo demasiado complejo para mí. Sus palabras fluían con una intensidad técnica que simplemente me resultaba ajena.
Sin decir nada, tomé a Jibril de mi cabeza y, con total naturalidad, la deposité en las manos de 9S. Estaba tan absorto en su conversación que ni siquiera se percató del cambio, sosteniéndola de manera instintiva mientras continuaba hablando, como si fuera lo más normal del mundo.
Volví a mirar a los androides de la resistencia. Ninguno se atrevía a acercarse; supuse que solo esperaban a que hablara. Desvié la vista hacia A2. Estaba firme, con los brazos cruzados, como un guardián silencioso. Detrás de ella, las gemelas aguardaban, mientras varios androides murmuraban entre ellos.
—Devola, Popola, ¿Cómo se encuentran? —pregunté.
Las dos me miraron, pero evitaban sostener la mirada demasiado tiempo.
—Nerviosa —admitió Popola sin dudar.
—¿Seguro que esto está bien, Edwin? No creo que a la líder le haga gracia cuando nos vea.
—Tranquilas —respondí con confianza. —Están bajo mi protección. No creo que sean tan tontos como para meterse conmigo.
—Si tú lo dices… Nos esforzaremos —dijo Popola, hablando por ambas.
Sin embargo, quien más me preocupaba era A2. Me acerqué, quedando a solo un paso de ella.
—A2, ¿no crees que ya es momento de decirle? —hablé por el intercomunicador, solo para ella.
—No. Aún no estoy lista —respondió con frialdad. —Además, este es un momento delicado. Solo te pido algo… No hagas lo que dijiste en la base. No los obligues por la fuerza.
—Sabes que no haría algo así. Solo lo dije para calmar a las gemelas. Confía en mí una vez más.
—Confío en ti, no es eso… Solo no quiero que esto termine mal.
—A2, ellos no sufrirán. Si alguien debe cargar con esto, prefiero ser yo.
—Tu maldita actitud autodestructiva me está hartando.
La miré con seriedad.
—Te lo debo. Te debo mi vida, A2. Me salvaste. Y sabes que, si estuvieras al borde de la muerte, daría la mía sin dudarlo.
Ella apretó los puños.
—Me sorprende que puedas hablar de tu muerte con tanta tranquilidad.
Estaba enojada. Era obvio. Pero eso no me haría callar.
—¿Qué tiene de malo morir, A2? ¿A qué le tememos tanto? Estamos condenados. Todos moriremos en su momento. ¿Por qué huir de ello? ¿Por qué no aceptarlo con dignidad, con orgullo… incluso con algo de humor? Celebramos la vida, nos aferramos a ella, pero a la muerte la despreciamos, la tememos. Yo no. A mí me agrada saber que tengo un final. Y recuerda esto, A2: el final de cualquier cosa… es importante.
No le di oportunidad de responder. Lily se acercaba y debía hablar con ella cuanto antes.
A2, en silencio, solo pensó para sí misma:
"¿Crees que voy a dejarte morir? Eres un completo idiota si crees que permitiré algo así."
Ella se acercó, y yo hice lo mismo. Viéndolo desde otra perspectiva, casi parecía una de esas escenas de las series que Estela veía de vez en cuando: el villano a punto de enfrentarse al héroe… o algo así. Solo que, en este caso, el villano era yo.
Lily observó primero a las gemelas, notando cómo se escondían detrás de aquella androide desconocida para ella. Pero no se distrajo demasiado con eso.
—Phonix.
—Lily, ya te lo dije, me llamo Edwin… —Comencé a responder, pero entonces noté algo extraño.
Una androide estaba tocando mi pierna, inspeccionando mi armadura con un interés casi obsesivo.
—Ehm… ¿quién es ella? —pregunté, señalándola con el dedo.
Lily abrió los ojos con sorpresa.
—¡Jackass! ¡¿Qué demonios haces?!
—¡Interesante! No… ¡esto no es solo interesante, es fascinante! —exclamó la androide con entusiasmo desbordado. —Este metal… es extraño. No solo está reforzado… ¡es como si fuera impenetrable!
Nuestras miradas se cruzaron. Yo la observaba con confusión, pero ella… ella estaba emocionada. Tenía esos ojos maníacos que solo había visto en soldados perturbados por la guerra.
—Ahora lo entiendo… Alguien está dentro de esta hermosa obra de arte. ¡Sí! ¡Tú eres la bolsa de carne!
—¿Qué? —Solté, sin saber cómo reaccionar.
—¿Qué? —repitió Lily, indignada por la forma en que me llamó.
¿Bolsa de carne? ¡¿Cómo se atreve a llamarnos así?!
Ángelus estaba conmigo. O al menos, así lo sentía. Podía verla con claridad, con su rostro completamente amenazante, como si estuviera lista para matar a alguien.
"Ángelus, una vez me dijiste que debía aprender a calmarme… que usara la razón antes de pelear. ¿Me equivoco?"
…
"Si tú misma lo dijiste, ¿no crees que deberías darme un ejemplo claro para que pueda seguirlo?"
Lo dejaré pasar… por ahora. Pero no olvides que soy un dragón, una raza que no debería ser insultada.
"Pero yo no lo soy."
Mi carne y mi sangre fluyen por tus venas. Ahora eres parte de mí… y no permitiré que te insulten de esta manera.
"Ellos solo son niños Ángelus, no saben lo que hacen, solo obsérvalos, niños jugando en una guerra, ¿no crees que debemos portarnos con más madurez?"
Note como la proyección se desvaneció. Sentí como se relajó, como ella puede sentir cuando estoy mal, yo puedo sentirlo igual, mas bien, percibirlo con mas claridad.
Por lo que puedo notar, te estoy enseñando bien.
—Lily, ¿podemos llevar esta conversación en un lugar más privado?
Lily miro a Jackass, y vio como las androides seguían descargando el contenido de los vehículos, solo exhalo resignada.
—¡¿Esto como te lo quitas?! No hay forma de quitártelo, necesito mis herramientas, ¡espera!, ¡solo espera un momento!, ¡debo de registrar estos datos!
Miramos como la androide se fue corriendo.
—Ven, vámonos antes de que quiera hacer otra locura.
༺𓆩︎𓆪༻
Nos dirigimos a su tienda, pero en el camino no pude evitar notar el estado deplorable del campamento. Heridos descansaban en improvisadas carpas, sistemas defectuosos y los androides rebuscaban entre la chatarra con la esperanza de encontrar algo útil.
Pero lo que realmente llamó mi atención fue una rocola.
Hacía años que no veía una. Quise acercarme y ver si aún funcionaba, pero ahora no era el momento. Aun así, tarde o temprano, comprobaría si seguía en pie.
Cuando entramos, Lily dejó caer las telas de la carpa, asegurándose de que tuviéramos toda la privacidad posible.
—Bien… con esto será suficiente. —Suspiró, dejándose caer en una silla… o lo que parecía ser una silla. —Para serte completamente honesta, tu llegada me alivia más de lo que imaginas.
Se inclinó hacia adelante, con el ceño fruncido.
—Las máquinas no nos dan tregua. Falta de materiales, heridos, problemas de comunicación… ¡Ah! ¿Ahora lo entiendes?
Su frustración me resultaba familiar. Había desempeñado un papel similar en el pasado.
—Pero siendo honesta… supongo que no viniste solo por eso, ¿verdad? —Continuó, observándome con atención. —Pensé que esas dos estaban en otro lugar… pero que terminaran con un humano… jamás se me cruzó por la cabeza. Aunque tú sabes lo que hicieron, ¿no es así?
—Sí. Conozco su pasado.
—Y aun así… ¿las llevarás contigo? Sabes que no son bien recibidas por la resistencia. Deberías pensarlo dos veces antes de tomar una decisión.
Respiré hondo antes de responder.
—Lily… mi equipo está compuesto por tres desertoras de YoRHa, una androide que intentó matarme, una inteligencia artificial con pensamientos erráticos y funciones cuestionables… y yo. Un simple humano.
De hecho a excepción de las gemelas y Jibril, todas las demás intentaron matarte.
"Si, pero no voy a decir eso."
Lily abrió los ojos con sorpresa.
—Pero… eso es lo que ven a simple vista.
—¿A qué te refieres?
—Que solo ven lo superficial. No miran más allá de lo que sus ojos les permiten. Pero para mí, ellos valen mucho más. Me lo han demostrado una y otra vez.
Me incliné ligeramente hacia ella.
—Por eso vengo a pagar su error. Ahora soy responsable de ellas y no quiero quedar en deuda con ustedes. No quiero que sigan sufriendo.
Lily se quedó en silencio, procesando mis palabras.
—Los diez vehículos que traje son suyos.
—Espera… ¿lo dices en serio?
Asentí.
—Claro. Además, incluyen municiones, armas, herramientas y algunas otras cosas que les serán útiles. No quiero que pasen por más de lo que ya han soportado. Y si tengo la oportunidad de ayudar… ¿por qué no hacerlo?
Lily no podía creerlo. Después de tantos años, por fin estaban recibiendo ayuda. Era como si, de repente, el peso sobre sus hombros se aligerara un poco.
—Comencemos, ¿te parece? —dije sin darle tiempo a procesarlo. —Primero atenderé a las unidades heridas. Luego revisaré los sistemas defectuosos y, además, instalaré un escudo de protección para el campamento. Con eso estarán a salvo por ahora… aunque les recomiendo buscar un lugar más estable. Estar tan expuestos no es lo ideal.
Hablaba rápido, lanzando soluciones con cada mirada que echaba a su alrededor. Lily apenas podía seguirme el ritmo.
—Humanos… siempre creí que eran unos holgazanes que solo esperaban resultados. —murmuró, aún sorprendida.
—Ese no es mi caso. Como diría alguien que conocí cuando era joven… ¿dónde estaría la diversión en quedarme en un lugar seguro esperando que todo se solucione solo? Eso es de cobardes. De fracasados mediocres.
Me detuve un momento antes de soltar lo más importante.
—Lo que realmente quiero… es una alianza con ustedes.
Lily me miró, incrédula.
—¿Estás diciendo que… quieres apoyarnos?
—Exacto. Además, sé que las gemelas tienen la habilidad de sanar, así que traje algo que podría interesarles.
Me acerqué a ella y, sin pensarlo demasiado, me arrodillé para quedar a su altura. Aunque, en realidad, Lily era mucho más pequeña que yo. Me recordó a alguien… a las niñas de la nueva generación de Phonix.
Las recogieron de hospicios, orfanatos y de las calles. Las recibimos con gusto, aunque para el gobierno alemán no eran más que perros callejeros esperando morir en algún callejón olvidado.
No conviví mucho con ellas, pero lo intenté. Al principio me miraban con miedo, pero junto a mis hermanos mayores les demostramos que estábamos ahí para protegerlas, para guiarlas, para darles una vida digna. Estela se llevó especialmente bien con ellas, incluso hizo amigas. Eso me alegró.
Fue entonces cuando hice un juramento.
Mi espalda sería su escudo. Mi cuerpo, su arma.
Aunque Madre nos incluyo en labores extrañas, les enseñábamos a leer, a escribir, las clases que tuvimos que dar eran absurdas, porque uno que otro se equivocaba y nosotros lo reprendíamos, y ellas llenas de risas por nuestras interacciones.
Aprendí a peinar a Estela junto con ellas. Nos acompañamos, nos cuidamos. Eran buenos tiempos.
Y ahora, viendo a Lily, sentí que ella era igual.
Fuerte. Decidida. Pero con una carga pesada sobre sus hombros. Dudaba a veces, pero no pedía ayuda. Tal vez por orgullo. Tal vez por demostrar que podía sola.
Extendí mi mano hacia ella.
—Permíteme compartir tu carga.
Lily miró mi mano por un instante. Su expresión, inicialmente incrédula, se suavizó con una pequeña risa. Sin embargo, sus ojos seguían firmes, cargados de determinación.
—¡Bien! —aceptó, estrechando mi mano. Su agarre era firme, aunque su mano apenas cubría la mitad de la mía. —Pero no creas que te daré trabajos fáciles. Espero resultados satisfactorios, Edwin Fischer.
Sonreí con confianza, aunque no lo viera.
—Claro. Te sorprenderé tanto que ni siquiera sabrás qué cara poner… jeje.
Y ella sonrió.
—Por lo que veo, también puedes sonreír, Lily.
—Sí… solo que no había llegado el momento adecuado.
—A propósito, solo para estar más tranquilos... ¿Quién es esa a la que llamas Jackass?
Vi cómo su expresión pasó de relajada a preocupada en un instante.
—Ella… es una experta en explosivos, exploración y, como pudiste notar, en investigación.
—Una científica de campo, entonces. No se ven muchas como ella hoy en día. Pero dime… los de su tipo suelen compartir ciertos rasgos. ¿Está loca o simplemente demente?
—Ambas.
Sonreí levemente. Me recordó a Madre.
Ella lo decía a menudo: un verdadero científico no puede estar bien de la cabeza. Debe destrozar su propia mente para ver el mundo tal como es.
—Eso es bueno. Un científico que investiga y se arriesga no merece ese título a menos que esté loco y su mente esté al borde de la demencia. Es el precio a pagar por el conocimiento… o al menos, así lo veo yo.
Lily asintió.
—De hecho… no puedo estar más de acuerdo.
༺𓆩︎𓆪༻
Después de eso, comencé a trabajar.
Primero, ayudé a los androides heridos mientras los de la resistencia transportaban las municiones y armas al almacén. Por suerte, el espacio no era pequeño, aunque les sugerí buscar más lugares para almacenar suministros. Les aseguré que replicaría muchas más.
Los heridos no eran el mayor problema, pero sus herramientas y dispositivos estaban en un estado crítico. Necesitaban mantenimiento urgente. Así que dejé que Jibril y el mocoso de 9S se encargaran de esas tareas tediosas.
Las gemelas y yo pasamos horas sanando a los heridos. Al principio, las miraban con desconfianza, pero al verme siempre junto a ellas, nadie se atrevió a decir nada. Lo importante era que estaban ayudando.
Sin embargo, tuve un pequeño altercado con un androide que se negaba a ser atendido.
—Sabes que esa pierna está mal —le dije. —Solo déjame sanarla.
—Agradezco que un humano quiera ayudarme, pero… esta herida es especial.
—Ninguna herida es especial. —repliqué. —Es solo un estorbo. Son las cicatrices las que importan, porque cuentan una historia, porque marcan un pasado.
El androide bajó la mirada, pensativo.
—Eso es cierto, pero… he intentado de todo para sanarla, y cambiarla no me agrada. Siento que perderé parte de mí mismo.
"Ah… así que estamos filosofando sobre la paradoja del barco de Teseo. Yo también conozco esa historia. Pero al final del día, aunque partes de mí ya no sean las mismas, sigo siendo yo."
—Ni siquiera la voy a cambiar. —le aseguré.
—¿Eh? Pero dijiste que la sanarías.
—Ni siquiera sabes cómo lo hago. No tengo piezas para reemplazarla, así que mis métodos son distintos. Solo déjame intentarlo.
El androide se sostenía con un tubo de metal oxidado. Soltó un largo suspiro antes de sentarse de golpe.
—Los humanos son tan necios —Dijo en tono cansado. —Bien, me convenciste. Para que un humano insista tanto, supongo que no tengo demasiados motivos para negarme.
Coloqué mi mano sobre su pierna y analicé el daño. No había sensores funcionando, todo estaba desconectado. Era como una pierna humana destrozada por dentro, mantenida en una sola pieza solo por la cubierta exterior. Pero no era un miembro orgánico, así que repararla sería relativamente sencillo.
—Oye... ¿Qué se supone que es eso? —preguntó, observando la extraña aura oscura que rodeaba su pierna. Se disipaba en pausas, como si estuviera restaurando el interior poco a poco.
Me puse de pie y lo miré.
—Listo.
El androide parpadeó, o al menos eso creí. Llevaba extraños visores que cubrían sus ojos.
—¿Qué dijiste?
—Ya está hecho. —respondí con calma —Hay más heridos, me retiro.
El androide observó cómo Edwin se alejaba, todavía incrédulo. Luego, con cautela, intentó levantarse… y lo hizo. Sin esfuerzo. Con ambas piernas.
El tubo de metal oxidado que antes necesitaba para sostenerse ahora era innecesario. Sin embargo, no lo soltó de inmediato. Miró su pierna, flexionó ligeramente la rodilla y la sintió completamente funcional.
La impresión en su rostro era evidente.
—Si fuimos creados a su imagen, esto no debería sorprenderme… —murmuró para sí mismo. Su agarre en el tubo se afianzó mientras observaba el campamento. —Un solo humano hizo esto… Ahora ni siquiera puedo imaginar lo que pasaría si todos los que están allá arriba bajaran…
Dejó escapar una risa breve y seca.
—Je… sí que tenemos un buen protector.
Miró el tubo en su mano. Ya no lo necesitaba, pero tirarlo le pareció un desperdicio. Aquel pedazo de metal lo había sostenido cuando no podía hacerlo por sí mismo. Lo había acompañado en su debilidad, en su lucha.
No… no lo iba a desechar. Aún podía servir, ahora como un arma.
Y en este mundo, cualquier cosa que pueda protegerte merece seguir existiendo.
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No sabía cuántas horas habían pasado, pero el cansancio comenzaba a hacer mella en mí. Había recorrido el campamento, ayudado en distintas tareas y soportado las interminables preguntas de los androides curiosos que querían saber más sobre mí. Al final, me alejé un poco. Quería descansar solo.
Aún así, me aseguré de quedarme en un lugar donde pudiera ver a las gemelas y a los androides. Desde la distancia, observé cómo 9S y Jibril seguían moviéndose de un lado a otro sin descanso. Su resistencia era impresionante. Las demás tampoco se quedaban atrás, cargando cajas como si no pesaran nada y llevándolas a zonas protegidas.
Dejé escapar un suspiro pesado.
—Ah… sí que me cansé —murmuré al aire.
—¿Quieres un poco de agua?
Sentí una mano tocando mi hombro.
El instinto tomó el control.
En un instante, giré con rapidez, mi cuchillo ya desenvainado. Antes de que pudiera procesarlo, mi brazo estaba presionando el cuello de quien me había tocado, y la punta de mi cuchillo apuntaba directamente a su frente.
Era una androide de la resistencia.
Su rostro estaba pálido, con una cara deformada por el miedo.
Me congelé al darme cuenta de lo que había hecho. Con un esfuerzo consciente, aflojé mi agarre y la solté lentamente. Ella jadeó, tomando aire de golpe. Una delgada marca se formaba en su cuello.
Sin decir nada, extendí mi mano y comencé a sanarla. No era una herida grave, pero eso no cambiaba el hecho de que yo la había causado.
Cuando terminé, me dejé caer de nuevo en el suelo, sintiendo la fatiga aún más fuerte que antes.
—Yo… lo lamento —dije en voz baja. —Me tomaste por sorpresa… pensé que querías atacarme.
—Si que… estas listo para atacar en cualquier momento. —Lo dijo sonriendo forzadamente, frotando el lugar donde la había atacado.
Era una androide peculiar.
Su cabello rubio caía en una pequeña coleta, aunque algunos mechones sueltos enmarcaban su rostro. Su uniforme, marcado con el emblema de la resistencia en el hombro izquierdo, mostraba signos evidentes de desgaste: tela deshilachada, manchas de suciedad y remiendos improvisados.
Llevaba una correa con tirantes cruzados sobre el pecho, diseñada para almacenar munición y granadas… aunque los compartimientos de las granadas estaban vacíos.
Lo que más llamaba la atención eran los visores, similares a los que usaban varios miembros de la resistencia. Ocultaban por completo sus ojos, dándole una expresión impasible, casi enigmática.
Pero había algo más.
Un collar.
Un accesorio inusual en un androide de combate. No parecía ser un simple adorno, sino algo con un significado más profundo.
—Creo que empezamos mal. Déjame presentarme, aunque técnicamente ya nos hemos visto antes.
—Eres quien me hizo una pregunta cuando hablé con Lily en campo abierto.
—Exactamente. Pero no te dije mi nombre. Me llamo Kin. Un gusto, Edwin. —Extendió su mano con un gesto firme, aunque algo inseguro.
La observé por unos segundos.
—Esto… vi que lo hacías con la androide de YoRHa. Es a lo que llaman saludo… ¿verdad?
No vi razón para negarme. Después de todo, yo fui quien la atacó primero. Apreté suavemente su mano, cuidando de no dañarla otra vez.
—Mi nombre es Edwin Fischer… aunque ustedes me llaman Phonix.
Kin sonrió y se dejó caer a mi lado, con una naturalidad que me tomó por sorpresa.
Levantó la cantimplora que se había caído al suelo tras el altercado, la limpió con la manga de su uniforme y volvió a extenderla hacia mí.
—¿Quieres agua?
"¿Todavía mantiene esa actitud tranquila después de lo que le hice?"
—Sí, muchas gracias.
Tomé la cantimplora, pero en lugar de beber de inmediato, la dejé a mi lado por un momento. Con un leve sonido de presión liberándose, me quité el casco. El aire atrapado en su interior escapó con un suave silbido, dejando mi rostro completamente al descubierto.
—¡Vaya! No te ves tan amenazante como recordaba.
—No soy tan desalmado para andar atacando androides sin ningún motivo.
"Un poco de agua, si eso era lo que necesitaba… eso diría una persona normal."
Kin observó con curiosidad cuando Edwin sacó otra pequeña cantimplora oculta en su casco y comenzó a verter su contenido sobre el agua que ella le había ofrecido.
—¿Qué… qué le echaste?
—Alcohol. —Respondí con naturalidad antes de beberlo todo de un solo golpe. Dejé escapar un suspiro de satisfacción. —Sí… eso era lo que realmente necesitaba.
Cerré la cantimplora y se la devolví.
El silencio se instaló entre nosotros por unos minutos. No tenía nada más que decir. Solo acepté su gesto y ya. Lo único que quería en ese momento era descansar al menos una hora antes de seguir trabajando.
Oye, tonto humano, trata de cortejar a la mujer.
"Hace un rato decías que no era humano, y ahora sí lo soy. Decídete."
Eres tonto, eso es un hecho. Pero actúas como un humano, así que, si hay un error, el equivocado eres tú en primer lugar.
"…Ah, me tienes."
Bien, ahora lo único que tienes que hacer es halagarla.
"Eso es un sinsentido. No la conozco, no sé nada de ella y quieres que halague cosas que ni siquiera sé."
Sí, así son las hembras de tu raza, un completo sinsentido. Pero, aunque solo sea eso, funciona, así que hazlo.
En serio, ¿tenía que seguirle el juego o empezaría a amenazarme de nuevo? Pero... ¿Qué se supone que debo decir? No hay nada que halagar. Su cuerpo está sucio, su ropa desgastada, sus brazos y cuello tienen rastros de batalla. Claro, su rostro no se veía tan mal, pero eso no cambia nada.
Dios… preferiría entrenar hasta que mi cuerpo gritara por descanso.
Mis pensamientos se interrumpieron cuando escuché su voz.
—Edwin… quiero decirte algo.
Giré un poco la cabeza para verla.
—Te escucho.
—Gracias.
Fruncí levemente el ceño.
—¿Por qué me agradeces?
Kin tomó aire, como si estuviera reuniendo fuerzas para hablar.
—Todos mis compañeros estaban heridos. No había recursos para sanarlos. Me aventuré a lugares dominados por las máquinas, pero por más que busqué, no encontré nada. Justo cuando estaba perdiendo la esperanza… llegaste tú. —Su mirada se suavizó. —Y antes de que me diera cuenta, ya estabas sanando a los heridos sin pedir nada a cambio… Por eso te lo agradezco.
Su rostro se iluminó con una sonrisa genuina. No lo esperaba. Me tomó desprevenido… pero no sentí nada en particular. Solo la observé unos segundos antes de esbozar una leve sonrisa, fingida, aunque suficientemente convincente.
—Tú luchas todos los días. Eso es algo que respeto. Lo haces por una causa que nos concierne a todos. Si no hiciera algo al respecto… no sería diferente a las máquinas que matan día con día. No merezco tu agradecimiento.
Su mirada se posó en mí. No sabía qué veía, pero algo había notado.
—¿Todos los humanos siempre están tristes?
Fruncí el ceño, sorprendido por la pregunta.
—¿Qué?
—No me malinterpretes… Es solo que tus ojos se ven así… melancólicos, como si estuvieras herido.
No supe qué responder de inmediato. Me sorprendía que una androide pudiera notar algo que solo un humano percibiría.
Solté un suspiro silencioso.
—No es nada. Solo… estoy un poco cansado.
—Mientes… pero no me entrometeré más. Te agradezco y estoy en deuda contigo. Dices que no mereces mi gratitud, pero yo tampoco merecía tu ayuda. ¿Qué tal si lo dejamos en un empate?
Sonreí levemente.
—Hehehe… Bien, niña, tú ganas. Lo dejaremos en un empate.
Pensé que la conversación había terminado, pero su mirada seguía fija en mí. Ya conocía esa expresión. Estela y mis hermanas solían hacer lo mismo cuando querían decir algo pero dudaban en hacerlo.
—Dilo.
—¿Eh?
—Todavía quieres decir algo. Solo dilo.
—¡¿Los humanos pueden leer la mente?!
Reí un poco ante su reacción.
—No. Pero sé leer rostros y expresiones. Es algo que se aprende con el tiempo… y prestando atención.
—Quiero que me enseñes.
Levanté una ceja, exhalando el humo del cigarro con calma.
—¿Enseñarte? Sé más precisa.
—Escuché de un androide que, en el pasado, los humanos siempre tenían a alguien detrás de ellos, alguien que los guiaba, que les enseñaba. Aprendían, crecían y se volvían mejores con el tiempo. Quiero eso… aunque sé que no tengo razones para que tú quieras enseñarme.
—¿Es lo que realmente deseas?
—Sí. Soy débil. Solo soy una androide más. No soy fuerte, ni una gran combatiente. Me han herido incontables veces, pero aun así… sigo igual. No veo mejora.
—Te estancaste.
—Exacto.
Tomé otro cigarro de mi casco y lo encendí. La miré con curiosidad.
—Los androides con los que he luchado son hábiles en combate, al punto de acorralarme. Es la primera vez que veo a uno tan carente de esas habilidades. Aunque, ahora que lo pienso, la mayoría aquí comparten lo mismo. Inexpertos en combate. Y tratan de compensarlo con cantidad, no con calidad.
—Eso es verdad… por eso sufrimos tantas bajas día tras día.
Cerré los ojos por un momento.
"¿Qué piensas, Ángelus?"
Claramente te dije que la cortejaras, pero encontraste algo mejor. Alguien que busca enseñanza es muy raro en estos días… ¿acaso fuiste un sabio en otra vida?
"No lo creo. Si tuve una vida pasada, espero que haya sido como un simple campesino."
Olvida lo que dije. Es tu elección. Puede que esto se torne interesante…
"No la pienso usar como acompañante sexual, Ángelus."
Me parece bien. Ese lugar ya puede ser ocupado fácilmente por una de las que tienes actualmente.
Ignoré su comentario. No iba a perder más el tiempo en eso.
Apreté el cigarro entre mis dedos y dejé salir el humo lentamente antes de darle mi respuesta.
—Bien, niña. Serás mi aprendiz.
Sus ojos se iluminaron.
—¡¿En serio?! ¿Así de fácil? De haber sabido, te habría dado agua la primera vez que nos vimos.
"Tienes suerte de que no soy como A2."
Pero mi expresión cambió de inmediato.
Dejé caer la colilla al suelo y la aplasté con la bota. Luego, la miré con la misma intensidad que había mostrado con Estela en su entrenamiento. Mi rostro se volvió vacío. Sin emoción. Sin compasión.
Una presencia fría y asesina llenó el ambiente, quería hacer lo mismo que con Estela cuando le dije que renunciara a su sueño, si cede es que no esta lista, si me enfrenta, entonces todo cambia.
—Te advierto algo… Si todo este tiempo han creído que las maquinas son el infierno, es porque no me han conocido como su enemigo. Tienen suerte de que estemos en el mismo bando. Recibirás mi enseñanza, pero te haré fuerte a mi manera. Dolerá. Sufrirás. Rogarás por la muerte… ¿Estás de acuerdo con eso?
Su expresión era digna de una fotografía.
Los androides sienten miedo. Lo sé.
Pero en sus ojos no había miedo. Había puro terror.
Aun así, no retrocedió.
Apretó los puños y sostuvo mi mirada.
—Si eso me hace mejorar… lo haré. No desistiré hasta lograrlo.
Volví a mi expresión neutral.
—Conserva ese temple, Kin. Lo necesitarás. Ahora mismo, solo eres una mochila. Un objeto sin valor. Primero aprenderás a arrastrarte. Luego, a levantarte. Después, a dar tus primeros pasos. Más tarde, trotarás, correrás… y finalmente, pelearás.
Me puse de pie y la miré desde arriba.
—Debo romperte antes de poder formarte. Así que vamos. Hay trabajo que hacer.
Le arrojé mi casco sin siquiera mirarla.
—Llévalo.
Kin lo atrapó con rapidez y, sin decir nada, me siguió.
Pero algo dentro de mí no estaba bien.
Desde hacía tiempo lo presentía. Algo en mí estaba cambiando.
Me estoy volviendo blando.
La aceptaste como aprendiz, pero esa decisión te molesta… ¿Por qué el cambio de pensamiento?
Ángelus siempre aparecía cuando menos lo necesitaba.
"Porque cada vez que uno de mis hermanos menores moría en combate… me dolía. Y mi única salida era beber hasta perder la consciencia."
Por primera vez, Ángelus no respondió con burla ni sarcasmo. Solo escuchó.
"Al principio pensé que con el tiempo dejaría de doler, que después de perder lo suficiente, la culpa desaparecería… pero no. Me estoy volviendo viejo, Ángelus. Lo puedo sentir. Mi forma de pensar ya no es la misma. Soy más astuto, más calculador… pero también más humano. Nunca imaginé sentir compasión por unos androides. Para mí, solo eran juguetes rotos que la humanidad había dejado atrás."
Te estás volviendo sabio, Edwin. Eso no es un defecto.
"No lo sé… porque con la sabiduría también viene el miedo. Y hay un miedo que pensé que había dejado atrás… perder a alguien bajo mi enseñanza."
Recordé los rostros de aquellos a quienes había entrenado. Sus miradas, sus sonrisas, su confianza en mí… y la forma en que la vida se desvanecía de sus ojos.
"Prefiero ser yo quien caiga. He perdido tantas cosas que ni siquiera entiendo cómo sigo aquí… y no quiero que vuelva a repetirse."
Ángelus tardó en responder.
Si no quieres perder más… si no quieres perder a esta nueva aprendiz, ni a los compañeros que tienes ahora… entonces hazte más fuerte.
Suspiré.
"Sí… esa es la única respuesta. Tengo que volver a aprender. Qué fastidio."
Esta vez, Ángelus dejó escapar una risa suave.
Los problemas nunca llegan solos, Edwin. Somos nosotros los que los buscamos… Así que, una vez más, asume la responsabilidad.
"Ah… tal vez si hubiera sido una buena idea buscar solo tener sexo."
Es lo que te dije, pero mira, ahora tienes que criar a un androide.
"Enseñar."
Es parecido.
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Al revisar el equipo, confirmé que la mayoría de las cosas ya estaban listas. Armas nuevas, municiones suficientes, provisiones bien surtidas y equipos completamente restaurados. Todo estaba en orden.
Todo, excepto una cosa.
Esa maldita rocola seguía rondando en mi mente.
Pero por el momento, no podía permitirme distraerme con eso. Ahora venía el plato fuerte.
Muchos androides se reunieron cuando las enormes cajas metálicas fueron colocadas frente a nosotros. Su tamaño imponente y el misterio de su contenido parecían generar una extraña expectación en el ambiente.
—¿Qué es eso? —preguntó Lily, su curiosidad reflejada en cada palabra.
—El reemplazo de Devola y Popola. —respondí sin rodeos.
[¡Ah, querido, qué cruel eres! Quería hacer una entrada más dramática. A veces pienso que disfrutas hacerme sufrir.]
Jibril estaba posada en el hombro de Kin, moviendo sus alas con un aire despreocupado. No preguntó quién era. Nadie lo hizo. Y por ahora, eso me convenía.
—Querías demostrar la eficacia de unos androides diseñados para sanar. No veo qué tiene de dramático, Jibril.
[¡Hey! Las obras de arte no se cuestionan. Se contemplan. Y mis creaciones son arte que merece ser admirado en silencio.]
—Sí, sí… solo sácalos.
[Qué descaro… por eso me encantas.]
—¿Eh?
Hasta 2B y 9S se acercaron, interesados en la revelación. Mi equipo se mantuvo un poco más atrás, aunque algunas miradas se desviaban hacia la androide que estaba a mi lado. Ni siquiera había hablado de Kin, pero ya estaba llamando la atención de mi equipo.
Las cajas se abrieron con un estruendo metálico, dejando escapar una nube de polvo que envolvió el área. El blindaje reforzado había sido una petición mía, por si alguna máquina decidía interrumpirnos en el trayecto. Una medida de seguridad completamente necesaria.
Cuando el polvo se disipó, dos figuras humanoides emergieron de su interior. Tenían un tamaño similar al mío, aunque sus vestimentas no eran lo que había imaginado.
Antes de que pudiera analizar los detalles, Jibril ya se había elevado sobre ellos, batiendo sus alas con esa energía teatral que a veces me molesta.
[¡Damas y caballeros, presento con orgullo a mis más recientes creaciones! ¡Inspiradas en humanos que marcaron la historia con su devoción por la medicina! ¡Figuras que sacrificaron todo por el arte de sanar y ayudar a otros!]
Algunos androides mostraron sorpresa. Otros, simple curiosidad. Yo, en cambio, me mantuve impasible. Ya conocía a Jibril lo suficiente como para no dejarme sorprender.
[¡A mi izquierda, Santa Rosa! Una mujer recordada por su entrega absoluta al cuidado de los enfermos. Dedicó su vida a atender a los más desdichados, hasta el punto de ser considerada una santa. Su belleza era tal que decidió ocultarla, para que nada la distrajera de su misión. Pura hasta la muerte.]
El diseño del androide era… inquietante.
No tenía ojos. Ni boca. Su estructura metálica gris era minimalista, casi primitiva. No tenía rasgos que la hicieran parecer humana, excepto la silueta de su cuerpo. Su atuendo, un hábito de monja, chocaba con su naturaleza artificial de una forma… Bizarra.
[¡A mi derecha, Robert Liston! Un cirujano prodigioso en su época. Capaz de amputar extremidades en cuestión de segundos. Tal vez con una tasa de mortalidad poco recomendable, pero sin duda, un pionero en su campo.]
"Esto parece una subasta."
[¡Ellos serán quienes los cuiden, atiendan y curen sus heridas! Son capaces de aprender y tratar cualquier lesión en un instante… Me encantaría hacer una demostración, pero lamentablemente los veo demasiado saludables. Más de lo que quisiera.]
—Jibril…
[Oh, querido, veo que tenemos un voluntario. Qué amable de tu parte.]
Sabía que no se detendría hasta que lo hiciera.
—Kin.
—¿Sí?
Su voz tenía un temblor apenas perceptible.
—Sabes lo que voy a hacer, ¿verdad?
—Sí…
—Bien, dame tu mano.
—¿Me dolerá?
—Un poco.
Lentamente, extendió la palma. Saqué el arma de Estela y apunté.
Lily abrió los ojos con incredulidad, pero antes de que pudiera reaccionar, ya había disparado.
El cuerpo de Kin se estremeció por el dolor, pero antes de que pudiera siquiera tambalearse, Santa Rosa se movió con una velocidad sorprendente.
Colocó sus manos sobre la herida y, en un instante, una esfera verde la envolvió.
Segundos después, la lesión había desaparecido.
"Vaya… sí que se esforzó en esto. Pero… ¿por qué Jibril no dice nada? Fue efectivo, la curo, es raro que no comience a regodearse por su obra."
Jibril voló hasta mi hombro y acercó su pico a mi oído.
[Querido… tenemos un problema.]
Su tono era diferente esta vez.
—¿Qué tipo de problema?
[No le di la orden de actuar.]
Fruncí el ceño.
—¿Me estás diciendo que tiene conciencia de su entorno?
[Modifiqué su programación para ayudar, pero… no había activado nada. Ella tomó la decisión por su cuenta.]
—¿Tiene personalidad?
[Por supuesto. Creé en ella el deseo de ayudar.]
—¿Y por qué el otro no reaccionó?
[Porque él solo atiende heridas graves.]
Miré a Liston y luego a Kin.
Ella sintió mi mirada y se puso tensa.
—Kin…
—No.
—Ni siquiera sabes lo que voy a hacer.
—Vas a probarlos haciéndome daño.
—Eres lista… pero esta vez, pediré tu permiso.
—¿De qué hablas? ¿Qué planeas ahora?
Lily nos observaba con evidente inquietud.
—Kin, déjame clavar mi espada en tu abdomen.
—¡¿QUÉ?! —Lily gritó, alarmada.
—Oh no… ¿tengo que ser yo? —susurró Kin.
—Bien. ¡Mocoso, ven aquí!
9S se acercó con curiosidad, seguido de 2B.
—¿Me necesitas? —preguntó 9S, casi con emoción. —Vaya, así que esta es una santa reconocida por la humanidad, una creación impresionante comandante,—Miro a la androide creada por Jibril con demasiada fascinación.
[Oh, mi conejillo de indias, no tenías que decir algo tan lindo. Ahora me dolerá verte sufrir.]
Centre mi mirada en 2B.
—2B, necesito que te des la vuelta y no mires por unos segundos. Te prometo que no le pasará nada.
2B me observó, luego a 9S.
—¿Puedo saber qué le vas a hacer?
—Voy a probar al otro androide. Necesito ver si funciona.
—Espera… señor Edwin, no estará pensando en…
—Voy a clavarle mi espada en el abdomen a 9S.
—¡¿QUÉ?! ¿¡YO POR QUÉ!?
—¿Me estás diciendo que Kin tiene más valor que tú? ¿Dónde está tu orgullo como hombre?
—¿Sobrevivirá? —preguntó 2B, imperturbable.
Miré a Jibril.
Ella asintió.
Si el androide fallaba, yo mismo lo sanaría con la ayuda de las gemelas.
—Su vida no corre ningún riesgo. Se curará como si nada hubiera pasado.
—Bien. Hazlo.
—¡¿EH?! ¡Espera! ¡Seguro hay mejores formas de demostrar su eficacia!
—¿Ah, sí? Dime una que sea inmediata.
9S se quedó en silencio, buscando desesperadamente una alternativa que no implicara sufrir daño físico.
No lo notó, pero mientras intentaba encontrar una respuesta, una figura se posicionó sigilosamente detrás de él.
Antes de que pudiera reaccionar, A2 lo sujetó con firmeza y, con un movimiento limpio, lo inmovilizó con una llave precisa.
—Escuché todo, capitán. Permítame ser de ayuda.
—¡¿A2?! —exclamó 9S, luchando por soltarse, visiblemente enfadado.
—Te lo dije. Antes de que pudieras ponerte una armadura de Phonix, ya estarías muerto.
—¡2B! ¡Pod! ¡Ayuda!
Pero 2B no respondió.
Jibril había tomado la iniciativa de consolarla… o al menos, eso intentaba aparentar.
Mientras tanto, el Pod de 9S estaba siendo hábilmente retenido por 64B. Mientras que Jibril estaba en el hombro de 2B, y con una de sus alas, tratando de frotar su espalda en un consuelo demasiado cómico a mi ver.
[Era tan joven… Una lástima que se haya ido de este mundo tan pronto. Dicen que Dios se lleva primero a las almas más puras.]
2B me miró un instante, y sin decir nada, asentí.
—Será recordado por sus contribuciones en la guerra cuando todo esto termine. Yo misma escribiré unas palabras en su honor.
9S miró a su alrededor, sintiendo cómo todos estaban en su contra.
La mirada de 9S se posó en mí justo cuando desenfundé mi espada con calma.
"¡Todos están completamente locos!"
Ese fue su único pensamiento antes de que lo inevitable ocurriera. Nadie intentó detenerme. No porque no les importara, sino porque sabían que no lo mataría.
—¿Listo?
—¡No!
—¿Preparado?
—¡Tampoco!
—Eso es suficiente para mí.
A2 lo sujetó con más fuerza, asegurándose de que no escapara.
Con un movimiento preciso, hundí la espada en su costado. No fue un golpe mortal, pero el gruñido ahogado de 9S confirmó que el dolor era real.
Retiré la hoja con lentitud, permitiendo que la herida sangrara un poco. A2 aflojó su agarre mientras mi mirada se fijaba en el androide sanador. Caminó con tanta calma, sin prisa alguna, exasperantemente sereno.
Se detuvo frente a 9S y observó la herida, inclinando la cabeza con una expresión que, de haber tenido rostro, podría haber parecido curiosidad. Luego, juntó sus manos.
Un delgado hilo de luz emergió entre sus dedos, etéreo y brillante como si estuviera tejido con fragmentos de cristal.
Se movió con precisión quirúrgica, sus manos danzando en el aire como si dirigiera una sinfonía invisible. La delicadeza y la maestría de sus gestos evocaban la destreza de un cirujano en plena operación. Realmente me sorprende que Jibril haya llegado este tipo de androides, sin duda hoy a superado sus propios límites.
Finalmente, tras un último movimiento fluido, se apartó con la misma serenidad con la que había llegado.
9S permaneció inmóvil, la respiración entrecortada. Se llevó una mano al costado, palpando el lugar donde la herida debería estar.
Nada.
Lo vi pestañear varias veces, incrédulo. A2 ya lo había soltado, pero él ni siquiera parecía notarlo.
Me acerqué y coloqué mi mano sobre su abdomen. Dejé que el Maso fluyera a través de él, analizando cada fibra de su ser. Cuando terminé, la confirmación me hizo sonreír ligeramente: ni un solo rastro de daño, ni interno ni externo. Era como si jamás hubiera sido herido.
—¿Ves? —dije con tranquilidad. —Así de sencillo.
—Pe-pe-pero... ¿Cómo es posible? —Su voz temblaba de incredulidad. —Fue una herida profunda. Eso no debería poder curarse tan fácil.
Reí entre dientes.
—Si tienes los materiales y la herramienta adecuada, mocoso… —di un leve golpecito con los nudillos en su frente, esbozando una leve sonrisa. —Todo es posible.
Me giré hacia Kin y agregué con tono firme:
—Tú también recuerda eso. Te puede salvar de muchas situaciones en el futuro.
—¡Sí! —respondió con determinación.
Asentí con satisfacción y luego me dirigí a Jibril:
—Continúa. Te dejo el resto.
Tomé a A2 del hombro y nos alejamos para reunirnos con los demás, limitándonos a observar cómo Jibril explicaba las funciones de sus creaciones.
En términos simples, estos androides tenían la capacidad de actuar con cierto grado de autonomía, pero su lealtad estaba firmemente ligada a la asignación que se les diera. Permanecerían en la Resistencia, proporcionando apoyo médico y, si era necesario, luchando.
Y comenzó con las demostraciones de fuerza, hay que admitirlo, el espectáculo era glorioso, hasta 2B y 9S se acercaron para ver mejor, nosotros estábamos en el mismo lugar, en la distancia,
Debo ser sincero también, había algo fascinante en ver a una androide vestida de monja destrozar la cabeza de una máquina con sus propias manos. La fuerza con la que lo hizo fue brutal, y los fragmentos metálicos salieron disparados en todas direcciones.
Algunos de esos restos impactaron contra las armaduras de las demás sin causar daño, pero yo ya no llevaba mi casco.
Sentí un fragmento de metal rozar mi mejilla. El ardor fue instantáneo.
Llevé la mano al rostro y cuando la retiré, la sangre ya corría por mi piel.
Una cicatriz bastante profunda.
La ignoré. Sabía que sanaría en cuestión de minutos, pero algo me llamó la atención: la androide vestida de monja avanzaba hacia mí con prisa.
Al llegar, posó su mano en mi herida y, con un gesto casi reverente, limpió la sangre con delicadeza.
Se supone que no puede sanar mi herida...
Claro, su programación estaba limitada, pero su instinto de ayudar era evidente. Más que una simple máquina de asistencia, poseía un deseo genuino de cumplir su propósito.
—Esa androide sí que es extraña, capitán. —comentó 8B con calma, observando la escena.
—Si realmente tiene la personalidad de una santa, no me extraña. —respondí, sin apartar la vista de la monja metálica. —Ese tipo de personas son completamente altruistas, al punto de morir por alguien más sin dudarlo un segundo… Patético.
Un breve silencio se apoderó del ambiente.
8B, 22B, 64B y A2 intercambiaron miradas. No dijeron nada, pero en sus mentes, un mismo pensamiento resonó al unísono, como si los planetas se hubieran alineado en un instante de revelación:
"¿No es lo mismo que haces tú?"
Aunque, sin duda, se tomó su tiempo con esta androide…
Su cuerpo femenino seguía al pie de la letra todas las reglas de la estética humana, aunque algo en ella me hacía dudar. No parecía como las demás que conocía.
Golpeé su pecho con los nudillos de mi armadura, esperando confirmar mi sospecha.
El sonido metálico lo dijo todo. Solo tenía la forma, mas no la esencia.
Aunque, en cuestión de segundos, me arrepentí de mi acción.
Sin previo aviso, su mano se movió en un destello. No fue una simple bofetada… fue como si me hubieran estrellado un martillo contra el rostro.
Juro que escuché mi mandíbula crujir, al borde de desencajarse.
¡OYE, ESO ME DOLIÓ!
"¿Y crees que a mí no? ¿Cómo es posible que te duela en primer lugar?"
¡Cuerpo y mente! ¡¿Qué parte del pacto no entiendes?! Si te duele, me duele. Suerte que también fortalecí tu cuerpo, porque si no, ese golpe te habría destrozado la mandíbula.
No reaccioné. No porque no pudiera… sino por orgullo.
A un lado, 22B y 64B trataban de no moverse, luchando por contener la risa. A2, en cambio, no tenía intenciones de disimular.
—¡HAHAHAHAHAHA! ¡Capi-capi! Jaja… capitán, ¿no le dolió mucho? ¡JAJAJAJAJA!
La fulminé con la mirada mientras movía mi mandíbula, asegurándome de que no estuviera rota. Solo fue el golpe… aunque el aturdimiento seguía ahí.
La androide que me golpeó se cruzó de brazos con un aire de indignación. No tenía idea de que podían enojarse.
[Señoritas, señoritas… ¿qué son esas risas? Un poco de decencia y respeto, por favor. Mis clases no las valoran como deberían. Y tú, jovencito… si vas a tentar los senos de una mujer, al menos asegúrate de que sea consensuado. Veo que tu lujuria está alcanzando niveles críticos.]
"¡Por el amor de…!"
Y, por supuesto, justo en ese momento aparecieron 2B y 9S.
—Pod, analiza a Edwin. Verifica su estado. —La orden de 2B fue inmediata.
⁅Comenzando análisis.⁆
—Pero no lo entiendo… ¿por qué te golpeó? Solo la tocaste, no la atacaste.
—Mujeres, 9S… mujeres.
[2B, ¿dejarías que mi querido soldado tocara tu busto un poco? Eso lo calmaría.]
"¡¿Que carajos? JIBRIL…!"
¡Ahora, mi tonto humano! ¡Es tu oportunidad!
—¿Que toque mi busto? ¿Eso lo ayudaría?
[Más de lo que te imaginas, pequeña.]
—Si es así… no me molestaría que lo hiciera. —2B, mantuvo su mirada en mi y yo en ella por unos segundos.
—¡2B! ¿Como puedes aceptar eso con tanta calma? —9S. claramente estaba confundido, y demasiado en contra de esa decisión que había tomado.
—¿Qué tiene de malo?, si al final es de ayuda para Edwin.
Solté un suspiro profundo.
No estaba molesto.
No.
Estaba harto, hasta el puto carajo.
Con paso firme, caminé entre ellas sin decir una palabra, pase por los demás androides, claramente sabían leer la maldita cara que estaba haciendo en ese momento. Me dirigí a la rocola, la única zona de descanso decente. Me quedaría ahí hasta que el dolor en mi mandíbula desapareciera. Mientras Rho aún seguía persiguiéndome analizando mi cara.
⁅Análisis completo. Informe: No se encontraron daños permanentes. La salud del humano Edwin Fischer no corre ningún peligro.⁆
—Rho… creo que en este momento eres la única compañía que necesito.
⁅Informe: Esta unidad acompañará a Edwin Fischer.⁆
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| Varias horas después |
Oye, Edwin… Edwin, sé que estás molesto. No hace falta ser un genio para notarlo, pero… ¿no crees que ya fue suficiente? No has dicho una palabra en horas.
"Un androide me golpeó tan fuerte que casi me disloca la mandíbula."
…
"Jibril y tú siguen insistiendo en ese asunto absurdo de acostarme con un androide… y siempre en los peores momentos. Estamos en medio de una misión, por el amor de Dios."
…
"Y para rematar… me duele toda la mandíbula. Dime, Ángelus, ¡¿cómo se supone que no voy a estar molesto?!"
…Tienes razón… esperaré a que te calmes.
Encendí otro cigarro. Ya había perdido la cuenta de cuántos me había fumado, pero el maldito dolor seguía ahí. Los daños habían desaparecido, claro, pero la sensación persistía. Por extraño que sonara, el dolor me ayudaba a mantener la mente ocupada, evitando que mis pensamientos divagaran demasiado.
Me recosté en el asiento, con Rho a mi lado. Lo sostenía con el brazo, usándolo para mitigar el dolor cuando se volvía más intenso. Cerré los ojos, notando cómo Kin estaba ahí, sosteniendo mi casco sin decir una palabra. Y eso estaba bien. No tenía ganas de hablar con nadie.
Entonces, sentí cómo alguien me tocaba el rostro con cautela… aunque no la suficiente.
Entreabrí un ojo para ver quién era.
Jackass.
"¿En serio? ¿Quién demonios le puso ese nombre? ¿Sabía lo que significaba?"
—¿Qué quieres? Ahora no es el momento. —Murmuré, cerrando el ojo de nuevo.
—¡¿Me notaste?! ¡Esto es inesperado! Tu piel es más sensible de lo que imaginaba… fascinante… jeje.
—Habla de una vez.
—Directo al punto, me agradas… Edwin, tengo una petición.
Escuché un leve aplauso y, al abrir los ojos otra vez, la vi arrodillada frente a mí.
—Por favor, te lo pido, déjame desarmarte.
—¿Qué?
—Solo un poco. Es más, solo la armadura. Déjame quedarme con un pedazo, es lo único que pido y te dejaré en paz.
—Me niego. —Lo dije sin siquiera abrir los ojos.
—Está bien… no insistiré más. No quiero problemas con un humano.
Escuché sus pasos alejarse… pero no del todo. El silencio delató su intención. Trataba de acercarse sigilosamente.
—¿Y si me das un poco de tu piel? Solo un pedacito insignificante. —Susurró en mi oído.
—Ah… —Solté un suspiro, sentándome con esfuerzo. —¿Para qué quieres un pedazo de mi carne?
—¡Investigación, por supuesto! —Sonrió ampliamente, haciendo una ridícula pose con el pulgar arriba.
—Estás loca.
—Sí, ya me lo han dicho.
—Eres un fastidio.
—También me lo han dicho.
Seguía con esa sonrisa absurda y la pose como si intentara convencerme.
—¿Qué recibo a cambio?
—¿A cambio?
—Sí, ¿qué me darás? ¿Qué precio tiene la carne de un humano para ti?
Jackass cambió su pose a una más pensativa, llevándose la mano al mentón.
—Hmmmm… ¡Oh! —Sus ojos brillaron como si hubiera tenido una revelación. —¡Me convertiré en tu esclava!
Rodé los ojos y la miré en silencio por unos segundos antes de volver a recostarme.
—Qué tontería… mejor vete.
—¡Ah! ¿Acaso no tengo valor? Piénsalo, seré de gran ayuda en la exploración de lugares de tu interés. Una informante en las sombras, leal hasta que mis entrañas se oxiden con el tiempo. ¡Para toda la vida!
—Eso no garantiza que me obedecerás. ¿Cómo puedo asegurarme de que seguirás todas mis órdenes? Y más importante aún… ¿cómo sé que no me traicionarás?
—Jeje… Pruébame. Seré una esclava leal a su amo.
—¿Todo por un pedazo de mí? ¿Eres tan fácil de comprar?
—La carne de uno de nuestros creadores… aquellos a quienes consideramos seres más allá de nuestra comprensión… Sí, vale la pena vender mi libertad por pruebas que quizás no consiga en cientos, miles de años… o tal vez nunca. ¡Vale completamente el riesgo!
"Sí… está completamente loca."
"Y nunca lo conseguirás, porque los últimos registros de un humano están en la luna."
—Bien… te probaré. Qué más da. Pero será solo hasta que me convenzas. ¿Estás de acuerdo? Si no, ya sabes la respuesta.
—Dispara.
—Lily.
—Nuestra líder. ¿Qué quieres saber sobre ella?
—¿Qué es? Específicamente. Es un androide extraño. Nunca vi uno de ese tamaño tan… débil. Incluso los androides que ella comanda son más fuertes. Cada androide tiene un propósito en su creación. Quiero saber cuál es el de ella.
Jackass se tornó seria. Se acercó y se sentó a mi lado.
—Toda esta conversación quedará entre nosotros… ¿verdad? —Lanzó una mirada a Kin, que estaba sentada a unos metros.
—Mochila, deja el casco y ve con los demás androides. Mi comandante les mostrará las nuevas armas. Debes prestar atención.
—Sí, iré enseguida.
Esperamos a que Kin se fuera. Solo entonces Jackass continuó. Aunque su mirada no se apartó del casco, sonreía como una desquiciada, pero se recompuso y continuo.
—Bien… —Dijo, su tono aún serio. —Hace 200 años, durante la octava guerra contra las máquinas, nuestra líder participó.
"¿200 años? Vaya, sí que es vieja… aunque no me sorprende. Probablemente todos los androides aquí tienen más de cien años. Incluso Kin podría tener más que yo. Me hace sentir identificado… un veterano entre veteranos. Como aquellas conversaciones con María sobre reunirnos en la vejez con otros soldados, para quejarnos de cómo el mundo se va al carajo."
—Así que 200 años… ¿Cuál era su función? Infiltración, detección de trampas, sigilo, espionaje… Con ese tamaño, podría hacer todo eso con facilidad.
Jackass soltó una risa seca.
—Jajaja… Ay, no te ofendas. No diré nada malo. Mi fascinante bolsa de carne, siempre ves lo mejor en nosotros. También escuché tu conversación con nuestra líder. Me gustó tu comentario sobre mí. Sabías que las personas como yo se vuelven así, pero eso no te importó. Hasta te agradó.
—Es sencillo. Las cualidades y personalidades pueden diferir, pero si hay pasión en su labor, no soy quién para juzgar. Eso es digno de respeto.
Jackass me miró con sorpresa.
—Ustedes, las bolsas de carne, son así de elocuentes.
—La mayoría.
—Bueno… volviendo al tema. No, no era lo que pensabas. Aunque tu análisis es técnico y preciso, nuestra líder era… un androide de compañía.
Fruncí el ceño.
—¿Espera… qué?
—Sí. Un modelo… amante.
Abrí los ojos con incredulidad.
—¿Ustedes… en serio sienten placer?
—Obvio. Fuimos creados a imagen y semejanza de nuestros creadores. Intentaron replicar todas sus cualidades físicas… y eso incluye la actividad sexual.
—Pero un modelo de compañía… en una guerra… Dios. Qué agonía.
Lo sabía bien. En la guerra, el abuso y la violencia eran comunes. Lo había leído en demasiados informes sobre conflictos en la Tierra… y si los androides también eran capaces de sentir…
—Tu silencio me dice que ya entiendes lo que vivió, ¿verdad? ¿Quieres saber más?
—No… es suficiente. Lo he visto con mis propios ojos.
—¿Algo más para que confíes en mí?
—Confío en ti, pero no soy un esclavista. La mera idea de privar a alguien de su libertad me enferma. Solo quería ponerte a prueba… pero no te daré mi carne.
—¡¿EH?! —Su cara de enfado y sorpresa era incomparable. —¡Hicimos un trato…!
La interrumpí antes de que enloqueciera.
—Te daré un poco de mi sangre. Busca algo donde guardarla.
Jackass se arrodilló y pegó la cabeza al suelo.
—Perdón por haber dudado de ti.
—Ve, antes de que cambie de opinión.
—¡SÍ! ¡UNA CONTRIBUCIÓN MÁS A LA CIENCIA!
Después de verla correr con desesperación, mi mente siguió funcionando… por inercia. Ya ni siquiera sentía dolor.
"Ahora todo tiene sentido… Aquella vez en la isla, la razón por la que la salvaron, por la que se arriesgaron tanto, hasta dar sus vidas solo para que ella pudiera seguir… Sus compañeras vieron algo en ella, algo que yo nunca podré entender. Una luz, tal vez. Como lo hicieron conmigo en el pasado, como si yo también hubiera sido alguien digno de ser protegido alguna vez."
"Pero ahora lo veo con claridad. Yo no soy como ellas. Yo no pertenezco aquí."
"Soy un lobo entre ovejas."
"Y un lobo no merece el calor del rebaño."
Apoyé la cabeza en el respaldo del asiento, observando sin interés cómo varios androides pasaban. Me sonrieron al verme, saludándome con la misma sinceridad con la que lo harían entre ellos. Una calidez que no me pertenecía.
"No lo entienden."
"No deberían desperdiciar esas sonrisas en alguien como yo."
"A veces me pregunto si Dios existe… y si lo hace, ¿qué pensará de mí? Tal vez crea que ni siquiera el infierno es suficiente. O tal vez no le importe en absoluto. Pero creo que ya me dio mi respuesta."
"Me condenó a seguir viendo cómo todos desaparecen."
"A ser el único testigo del final."
"Y cuando no quede nada más, cuando las voces se apaguen y el mundo se torne silencioso, comprenderé lo que siempre supe."
"Que el verdadero infierno no son las llamas."
"Es estar solo."
"Es saber que no hay nadie que te espere."
"Es perder incluso la esperanza de ser recordado."
Parece que tu dios solo quiere verlos sufrir.
"Algo así, aunque la idea solo apareció, no creo que haya algo… y eso es peor. En todo caso, estuvimos solos desde el principio."
Si es así, solo tienes que seguir caminando.
"Si, aún queda mucho camino que recorrer."
Je… eso es lo que me agrada de ti, sabes lo que va a suceder al fina, pero eso no te rompe, parece… como si te diera fuerza.
"Así somos los soldados como yo, sabíamos que no podríamos vivir en paz en un mundo tranquilo, así que solo nos resignamos a una cosa, seguir peleando… hasta que nuestro cuerpo no pueda más."
Antes de seguir hablando con Ángelus, vi a Jackass acercarse con un frasco. Parecía lo único que tenía a la mano.
—Bien, aquí tienes. Llénalo. Con esto tendré suficiente para divertirme por meses.
La miré con seriedad.
—¿Qué? —preguntó, notando mi expresión.
—Sabes que mi sangre, para conservarla, necesita mantenerse a temperaturas bajo cero… ¿verdad?
—¿Qué? ¡¿En serio?! —Su rostro pasó de la emoción a la incredulidad en un instante.
—Es sangre. Si no está dentro de mi cuerpo, muere todo dentro de ella.
—¡Ah! ¡Sí que los humanos son complicados! —Se cruzó de brazos con frustración, pero la expresión no le duró mucho. En cuestión de segundos, su rostro se iluminó con una idea. —¡Espera! Bajas temperaturas, ¿eh? ¡Lo tengo! La solución es sencilla.
—Ni siquiera quiero preguntar.
Los científicos y sus formas extrañas de pensar… siempre lo llamamos la maldición de los genios. Sus cerebros funcionaban de manera tan distinta que encontrar palabras para explicar lo que pasaba por sus mentes se volvía casi imposible. Quizá por eso estaban todos locos.
Extendí mi brazo izquierdo. La armadura se abrió en la zona del antebrazo, dejando al descubierto el traje de fibra de carbono. Lo aparté con la otra mano y saqué mi navaja, pero antes de que pudiera hacer algo, Rho se acercó de inmediato.
⁅Advertencia: La repetición del mismo acto se está ejecutando.⁆
⁅Recomendación: Neutralizar.⁆
—Otra vez esas cosas flotantes… —murmuro Jackass.
—Rho, solo le daré un poco de sangre. No es para tanto.
⁅La androide muestra un serio interés en los fluidos del ser humano, llegando al punto de daño físico.⁆
⁅Recomendación: Destruir.⁆
No me dejara hacerlo. Puedo usar esto a mi favor.
—Tienes razón, Rho. Estoy siendo amenazado, ultrajado, engañado… Necesito que comuniques esto inmediatamente con una operadora. Es una emergencia. Ve con 2B e informa lo sucedido.
Rho no dudó. Salió disparado de la zona, sin cuestionar mis órdenes.
—Bien, ahora puedo proceder —dije con indiferencia.
—Sabes que eso puede traer problemas a la Resistencia —comentó Jackass, sin mucha preocupación en su voz.
—Si estoy aquí, no habrá nada que temer.
Deslicé la navaja contra mi piel y la hoja se hundió en mi brazo. La sangre brotó, pero… no dolió tanto como esperaba. Qué extraño. Jackass no perdió el tiempo y comenzó a recolectarla con torpeza, atrapando cada gota con avidez.
Mi curiosidad creció. Quise comprobar algo. Llevé la navaja un poco más adentro, más profundo, hasta atravesar mi brazo por completo.
No duele.
No como debería.
Jackass dejó de moverse por un momento.
—Y dices que yo estoy loca… mírate a ti.
—Esto es lo que querías, ¿no? La forma en que lo haga es irrelevante.
—En eso… no estás equivocado —murmuró, con una sonrisa nerviosa.
—¡Edwin! Vinimos en cuanto… —2B irrumpió en la escena con urgencia, pero su voz se apagó al instante.
Su mirada pasó de mí, con un cuchillo atravesando mi propio brazo, a Jackass, afanada en recolectar mi sangre en un frasco.
"Bien… ¿cómo carajos explico esto?"
Desde su perspectiva, esto debía parecer más un ritual macabro que cualquier otra cosa.
—¡Jackass! ¿Qué le estás haciendo al capitán? —9S exigió respuestas, su tono firme y afilado.
Jackass apenas levantó la vista. Sus manos seguían ocupadas, asegurándose de no desperdiciar ni una gota.
Entonces vi a 2B mover la mano hacia un lado. Su espada apareció de inmediato.
—Oigan, cálmense… 2B, baja el arma.
—¿¡Que nos calmemos!? ¡¿Estás sangrando?! —el grito de 2B me tomó por sorpresa.
"Vaya… nunca pensé verla perder la compostura."
Y, por si el caos no era suficiente, el Pod de 9S proyectó una pantalla.
⁅¡2B, 9S! Recibí su mensaje. ¿Dónde está Edwin? ¡Infórmenme de inmediato!⁆
"Ah, carajo... ¿por qué la comandante? ¿Por qué justo ahora?"
Pensé en usar a Maso y largarme, pero… considerando cómo actúa YoRHa, probablemente preferirían arrasar con todo antes de hacer preguntas.
Entonces los escuché.
El rugido de los motores.
Naves.
"Maldición… ¿desplegaron unidades solo por esto?"
Si tú no das el primer paso, White lo hará primero. Solo mira lo que pasó por una simple herida.
"¿Te estás divirtiendo con esto?"
Como no tienes idea.
Solté un suspiro y saqué la navaja de mi antebrazo. Jackass, con reflejos rápidos, cerró el frasco y lo escondió en un pequeño saco.
—Comandante, detectamos que un androide de la Resistencia estaba extrayendo sangre de Edwin. Es posible que haya sido manipulado para cooperar.
⁅Ya veo… 2B, 9S, capturen al androide.⁆
Me quedé observando sin reaccionar.
Así que esto es lo que somos, al final del día.
Nada de sorpresa. Nada de miedo.
Solo… vacío.
Tal vez, después de haber pasado por tantas situaciones así, simplemente había dejado de importarme.
—Oye, bolsa de carne… —Jackass habló, pero su tono era distinto. Esta vez, sonaba preocupada.
—Si no haces algo, me eliminarán.
La miré por un instante.
—Comandante… puedo hablar un segundo, en privado, le explicare con todo detalle la situación, solo aleje a las unidades de vuelo.
Y así comenzó una larga reprimenda en mi contra. No solo la comandante White me sermoneaba con dureza, sino que Jibril se unió rápidamente, y su intervención alertó a las demás. En cuestión de minutos, A2, 22B, 64B, 8B, 2B, 9S, Lily e incluso las gemelas estaban regañándome por haber entregado algo tan valioso como mi sangre a Jackass. Y ella tampoco se libró, recibiendo su propia tanda de reproches.
Lo más curioso fue que, a pesar de sus diferencias, todas parecían haber formado una especie de frente unido contra mí. Si normalmente apenas se soportaban entre ellas, ahora se organizaban con una sincronización impecable cuando se trataba de ponerme en mi lugar.
White, por supuesto, fue la más severa. Su regaño tenía el tono exacto de un superior reprendiendo a un recluta novato. Si fuera más joven, quizá hasta me habría resultado nostálgico, incluso reconfortante saber que los métodos no han cambiado. Pero ahora... ahora solo me sentía humillado.
Me obligaron a disculparme con todas, incluso con la androide vestida de monja. Como castigo final, me confiscaron los cigarros y el alcohol. Y eso, sinceramente, fue lo que más me dolió.
༺𓆩︎𓆪༻
Al final, me dejaron encerrado en una habitación cerca del campamento, con 2B y A2 como mis únicas compañeras. Peor combinación, imposible.
2B y A2 mantenían la distancia, cada una ocupando su propio espacio en la habitación. A2 se recargaba contra la pared con los brazos cruzados, su casco aún en su lugar, mientras que 2B se había sentado en uno de los catres, con la postura rígida y la mirada clavada hacia mí.
El aire estaba denso, cargado de tensión. Nadie decía una palabra, pero la incomodidad era palpable.
Me senté en un rincón, sosteniendo mi casco y examinándolo en busca de imperfecciones. Era una distracción decente, algo en qué ocuparme mientras lo reparaba con calma. Sin embargo, cada vez que levantaba la vista y hacía contacto visual con alguna de ellas, me encontraba con una mirada fulminante, cargada de reproche.
Lo seguiré diciendo: las mujeres tienen una ventaja injusta en estas situaciones.
"Definitivamente están furiosas. Si no hago algo, seguirán así todo el día… y por mucho más tiempo. Como no controlan bien sus emociones, este resultado era inevitable."
¿Quieres que te ayude o seguirás comportándote como un niño?
"…Bien. ¿Qué hago?"
Pide perdón.
"Perdóname, Ángelus."
¡Pero no a mí, idiota! A ellas.
"¿Por qué debería disculparme? No he hecho nada malo."
Haz lo que te digo y deja de cuestionarme.
Suspiré con fuerza, sin estar seguro de si esto funcionaría. Dejé mi casco a un lado y dirigí la mirada a ambas.
— Ni se te ocurra hacer otra estupidez, imbécil. —espetó A2 con los brazos cruzados. —Ya hiciste suficiente como para que la comandante Jibril tuviera que intervenir.
— Eso no es… —hice una pausa, reuniendo valor, mas bien estaba buscando las palabras correctas, normalmente nunca me disculpo. —2B, A2… lo siento.
—¿Por qué la mencionas a ella primero? —replicó A2.
— A2… por favor.
Ambas me observaron en silencio. Sus expresiones seguían tan severas como antes, pero al menos ahora tenía su atención. Suspiré de nuevo y decidí hacer esto bien, como en esas novelas que solía leer en mis ratos libres.
—No pensé bien mis acciones y lamento haberlas arrastrado a esta situación. Sé que tienen cosas más importantes que hacer que estar aquí vigilándome, y por eso… me disculpo.
"Bueno… usé las mismas palabras que Karla cuando hacía una estupidez. Espero que funcione, Ángelus."
Funcionará. Siempre funciona. Si es verdad que su forma de pensar es más emocional, entonces una disculpa con toques sinceros debería bastar.
"¿Y si no?"
Si no funciona, estaremos aquí atrapados por días.
Observé de reojo a A2, notando cómo su postura se relajaba ligeramente. 2B también cambió su posición, adoptando una más calmada.
"No me jodas… ¿en serio funcionó? Pero, ¿por qué?"
—Mira capitán, no es que me enoje tu reciente actuar, pero… herirte solo para complacer a una maniaca… eso es muy bajo, hasta para ti.
—La androide es una investigadora, supuse que su interés era algo que no debía de rechazar, tal vez sea algo beneficioso.
—La base Phonix, según lo que me ha dicho la comandante, está equipada con tecnología de alta precisión, capaz de monitorear todos tus signos vitales sin margen de error. Dime, ¿cómo es posible que una androide a la que apenas conociste pueda hacerlo mejor? ¿Y cómo crees que tomará esto la comandante? ¿Al menos pensaste en eso?
Escuchar a A2 decir cosas con sentido era… extraño. Intenté mentir, pero tenía un punto que no podía refutar.
—¿Base Phonix? —2B captó algo que no debía. Aunque, a estas alturas, no era un riesgo demasiado grande que supiera una cosa o dos.
—Nada que te interese, olvídalo. —A2 le respondió con indiferencia.
—Piensa las cosas dos veces antes de actuar. Por lo que veo, ese es un defecto de los humanos cuando saben que no están en peligro: son demasiado amables. No digo que sea algo malo, tiene sus beneficios, pero serlo en exceso solo nos lleva a situaciones como esta.
Vaya… No sabe la verdad, pero está dando buenos argumentos. ¿Desde cuándo se volvió tan lista?
"Desde que Jibril comenzó a hacerle mantenimiento a sus zonas cognitivas. Por lo visto, peleó demasiado, y muchas máquinas tienen habilidades similares a las unidades Scanner. Ella las resistió, pero con el tiempo era inevitable que hubiera secuelas. Ahora sus sistemas son más resistentes a ataques de hackeo y, por lo mismo, puede pensar con mayor fluidez."
Aunque su actitud sigue siendo muy brusca.
"No, eso no lo puede cambiar, así es ella."
—Está bien… tu, ganas A2.
—Si lo comprendiste, me siento más tranquila. Saldré a ver cómo está todo.
Antes de irse, A2 fijó su mirada en 2B con gran seriedad.
—Escucha, 2B, aún no confío en ti… pero lo intentaré. Si él confía en ti, supongo que puedo hacer el esfuerzo de ser un poco más… amable. Pero escúchame bien: si te atreves a lastimarlo otra vez…
—Eso no volverá a pasar. —interrumpió 2B con determinación. —Estoy dispuesta a dar mi vida si es necesario.
A2 la observó en silencio, evaluando cada palabra. Finalmente, asintió levemente.
—Más te vale que sea cierto. Vuelvo en un momento.
Justo cuando abrió la puerta para irse, pude observar varias cosas. Jibril ya había instalado el campo PEM que quería para proteger a la Resistencia. Eso me dio cierta tranquilidad. Ahora solo faltaban los dispositivos de comunicación y detección, esenciales para identificar cualquier avistamiento enemigo a más de diez kilómetros.
Aliarse ya era bastante complicado, pero al menos no había burocracia como en el pasado. No quería verme atrapado en montañas de papeleo, como cuando tenía que revisar proveedores de armas.
Volví la mirada hacia 2B y me encontré con su mirada fija en mí. Se levantó y, sin decir una palabra, se sentó a mi lado.
—¿Te duele? —preguntó con voz serena.
—¿Te refieres a la herida que me provoqué? —Ella asintió en silencio.
—No, no me duele. De hecho… creo que estoy perdiendo sensibilidad, no se si eso es bueno o malo, pero lo importante es que mi herida, ya sano.
—¿Por qué ayudar a la Resistencia?
—2B, tú y yo podemos acabar con una oleada de máquinas sin dificultad. Para nosotros es algo sencillo, pero ellos… no. Incluso una sola máquina puede matar a varios de los suyos. Son frágiles, sí, pero tienen voluntad. No se rinden. ¡Solo mira su edad! —2B lo observó con atención, intrigada por el cambio en su tono de voz.
—Tengo 43 años, pronto cumpliré 44. ¿Y tú, 2B? ¿Cuántos años has vivido?
—Tres años. Fui creada el 7 de enero del año 11.942.
—Solo tres años… Eres increíblemente joven. ¿Me creerías si te dijera que algunos de ellos han vivido casi 200 años?
—Sí, pero… vivir tanto tiempo…
—Exacto. Han sobrevivido dos siglos de guerra. Incluso para mí, un solo siglo sería demasiado. Pero lo importante es que, a pesar de todo, siguen aferrándose a la esperanza. No puedo ignorarlos, 2B. Tengo que ayudarlos.
2B sostuvo su mirada en él. Los humanos seguían siendo un enigma para ella.
—Eres demasiado amable… No merecemos tanta amabilidad.
Él sonrió levemente.
—Nadie "merece" nada en este mundo. Y este mundo no te dará nada. Tienes que luchar por lo que deseas… Y si yo puedo darlo, ¿por qué no hacerlo?
—¿Por eso nos diste un hogar?
—Sí. Un lugar donde reine la calma, donde la paz sea la norma. No hay mejor sensación que llegar a un sitio donde sabes que nada puede herirte. Es… como nuestro cargador, el lugar donde recuperamos fuerzas. ¿No lo ves así?
—Sí… así lo veo. Si es así, ¿cuál es tu deseo, Edwin? Hace tiempo hablamos de los deseos, como androides solo queríamos la paz, pero nunca me dijiste tu deseo, solo mencionaste que compartías cierto deseo.
Edwin dejó escapar una leve risa, amarga, casi resignada.
—Mi deseo… Je, es una tontería, 2B.
—Aun así, quiero escucharlo.
Él la miró por un momento, dudando, como si decirlo en voz alta hiciera real lo que hasta ahora solo había sido un pensamiento reprimido.
—Prométeme que no se lo dirás a nadie. Necesito que lo prometas.
2B lo miró con seriedad, algo desconcertada por su tono.
—Lo prometo… Pod, espera afuera.
El pequeño Pod acató la orden en silencio y salió por la ventana. Edwin observó a Rho desaparecer por la estrecha abertura y, cuando todo quedó en calma, cerró los ojos un instante, como si estuviera reuniendo el valor para hablar.
No puedo creer que vayas a contarle ese estúpido sueño deprimente.
"¿Por qué no? Para mí es un deseo… Y los deseos no siempre tienen sentido para los demás, solo para quien los anhela."
En eso tienes razón… Pero sabes que eso es imposible ahora.
"Déjame soñar, Ángelus. Soñar no cuesta nada."
Edwin exhaló lentamente antes de hablar.
—Quiero morir solo. Ese es mi deseo.
2B lo miró de inmediato, su expresión tensa, como si esas palabras hubieran perforado algo dentro de ella.
—No… Tu deseo era la paz. Me lo dijiste aquella vez, en las ruinas de lo que era un centro comercial. Querías que la guerra terminara, descansar y vivir.
—Eso es un sueño.
—Pero… morir… y solo… Eso no es un deseo.
—Para mí lo es.
Edwin la observó con calma. En sus ojos no había tristeza, ni desesperación. Solo certeza.
—¿Sabes qué son los lobos, 2B?
—No.
—Los lobos eran criaturas hermosas que existieron en mis tiempos. Eran animales majestuosos, con jerarquías y manadas donde cada uno tenía un papel importante. Eran leales entre ellos, se defendían, cazaban juntos… Y cuando un lobo sentía que su hora había llegado, se alejaba de la manada para morir solo. En la naturaleza, lo hacían para no poner en peligro a los suyos. Para evitar que los depredadores siguieran su rastro.
2B escuchaba en completo silencio, sin perder una sola palabra.
—Cuando era joven, me fascinaban los lobos. Y creo que aún me gustan. Pero ya no tengo manada. Estoy solo.
Hizo una pausa, su voz apenas un susurro.
—Para esta nueva manada que formé, solo soy un lobo viejo. He visto morir a todos los que me importaban. Sé lo que se siente perder a alguien cercano… Y no quiero que ellos pasen por lo mismo conmigo.
Su mirada se perdió en la nada, en algún recuerdo lejano que solo él podía ver.
—Sé que les dolerá, pero si desaparezco sin dejar rastro, quizá el dolor sea menor. Si no hay cuerpo, no hay tumba, no hay despedida… Solo el olvido.
Cerró los ojos por un momento y sonrió, una sonrisa triste, resignada.
—Elegiría un buen lugar. Tal vez una playa. Siempre quise visitar una en específico con alguien que le tenía mucho cariño… pero nunca pude.
Se giró hacia 2B y la miró con una tranquilidad inquietante, casi se veía… feliz.
—Ese sería un buen sitio para morir. Ese es mi deseo.
Las miradas de ambos eran como dos pinturas opuestas. Una reflejaba un mar en calma, sereno e imperturbable. La otra, una tempestad desatada, violenta y desbordante.
Por primera vez en mucho tiempo, 2B no pudo contener las emociones que se arremolinaban dentro de ella. No pudo silenciarlas como antes, no pudo controlarlas. Algo en sus palabras la hirió de una forma inesperada, algo en ese deseo la rompió por dentro.
Él solo la observó en silencio cuando se quitó la venda de los ojos. Se sentó con las piernas juntas, las manos presionadas sobre ellas. Y entonces, las lágrimas comenzaron a caer. Pequeñas gotas que se deslizaban por su piel, humedeciendo los guantes oscuros que llevaba.
—Qué horrible deseo… Odio tu deseo.
Su voz temblaba. Se esforzaba por contener el llanto, pero era evidente que estaba al borde de quebrarse.
Edwin ladeó la cabeza, con esa calma imperturbable de siempre.
—Si es así… ¿por qué lloras?
—Porque es triste… horriblemente triste…
Sus puños se cerraron sobre sus piernas, mientras su respiración se volvía inestable.
—¿Cómo alguien como tú… cómo un ser como tú puede acabar así…? No… —Sacudió la cabeza, negándose a aceptar esa idea. —No quiero ni imaginarlo. No quiero.
Su voz temblaba, quebrándose con cada palabra.
—Tú das felicidad y calma… tranquilidad y esperanza. No es posible que puedas desear algo así… no puedo aceptarlo.
Al final, su voz se rompió por completo, como una cuerda tensada más allá de su límite.
Edwin la miró en silencio. No había necesidad de palabras. En ese instante, en el choque entre su calma y la tempestad de ella, la verdad se hizo insoportable.
No podía ser tan cruel como para dejarla así. Con cuidado, tomó su cabeza y la atrajo hacia él. No hubo resistencia, solo un instinto de rendición. Ella se dejó guiar, su cuerpo temblaba, su llanto ahogado trataba de sofocarse, pero era imposible.
Él simplemente acariciaba su espalda con suavidad.
"Esta niña…"
Nunca tuvo la oportunidad de desahogarse. Como 8B, como tantos otros, cargó con un peso abrumador sin un solo momento para liberarse. Aprendió a hacer lo mismo que todos: contenerlo.
Pero incluso lo contenido tiene un límite.
Sintió cómo los brazos de 2B lo rodeaban, aferrándose con desesperación. Buscaba consuelo. Y él no se lo negó. La sostuvo con más fuerza, dejando que supiera que la entendía. Porque realmente la entendía.
"Sigue siendo una niña… Tiene el cuerpo y el conocimiento de un adulto, pero el corazón de una niña perdida. Es protectora, tierna, ingenua hasta rozar la credulidad. No entiende del todo el mundo en el que vive, pero se aferra con todo su ser a lo que cree correcto."
"La arrojaron a un mundo bélico, caótico y despiadado… No me sorprendería que la desesperanza ya la haya tocado. Es callada. Ha visto cosas horribles, demasiado para su corta existencia. Ser callado es un mecanismo de defensa… Lo más extraño es que parece haber encontrado luz en este mundo de sombras… y teme perderla."
"A veces pienso que vivir está mal y morir está bien… Pero no podemos aceptar eso, ¿verdad? Por eso seguimos viviendo… Que horrible paradoja es la vida."
Los minutos pasaron, y su llanto no cesaba. Me recordó una escena de mi pasado.
Estela, en una de esas noches interminables, despertó gritando tras una pesadilla horrible. Lloraba sin control, con los ojos perdidos en el miedo. La abracé, intenté consolarla, pero su angustia no cedía. No hasta que logré hacerle entender que estaba ahí, que no estaba sola. Solo entonces, poco a poco, comenzó a calmarse.
Con 2B, era lo mismo.
Tomé sus hombros con cuidado, intentando separarla, pero ella se aferró con más fuerza. No quería soltarme. Hasta que, al final, cedió.
Cuando alzó la mirada, vi su rostro. Estaba limpiando sus lágrimas torpemente, como si nunca hubiera tenido que hacerlo antes.
—2B, escúchame. Por favor, escúchame.
Cuando abrió los ojos, algo dentro de mí se estremeció. Nunca imaginé ver a un androide con una expresión tan devastadoramente humana. Lo había visto antes en 8B, pero ella había intentado mostrarse fuerte ante esa emoción. 2B, en cambio… era completamente diferente.
—Aún no muero… ¿o sí?
Ella apretó los labios, luchando con las palabras.
—Pero… tú… pero tú…
—Es un deseo tonto, lo sé. —Sonreí con suavidad y, sin pensar demasiado, limpié sus lágrimas con los dedos. —Y si hubiera sabido de antemano cuánto te afectaría, no lo habría dicho.
Su respiración seguía entrecortada, pero mi voz la calmaba, poco a poco.
—Además —continué. —Para que eso pase aún falta mucho tiempo. Quizá para cuando llegue ese día, tú ya tengas mi edad, y yo siga vagando en este mundo.
Sus sollozos disminuyeron. Ya solo quedaban los rastros de su tristeza. Ahora, solo quedaba reforzar mis palabras.
—Pero… me alegra que puedas llorar, 2B.
Ella parpadeó, sorprendida.
—Cuando una persona ha vivido cosas horribles, lo primero que hacemos es volvernos callados, imperturbables. El dolor parece desvanecerse, pero no porque deje de existir… sino porque todo lo que sentimos muere por dentro. O peor aún, nos volvemos incapaces de expresarlo.
Ella bajó la mirada. Sabía que mis palabras la alcanzaban.
—Pero tú… tú todavía puedes llorar. Y eso es bueno. No es malo, 2B. Contener todas esas emociones… es horrible. Créeme, lo sé. El peor resultado es acabar como yo. Incapaz de llorar, incapaz de sentir… y terminando por hacer estupideces, como lo hice en el pasado.
Me miró un instante, pero luego su mirada volvió a caer. Sin embargo, su expresión ya no estaba tan tensa. Se había relajado, al menos un poco.
Con cuidado, posé mi mano sobre su mejilla y la acaricié. Noté cómo se inclinaba sutilmente hacia el tacto.
—Ha sido difícil, ¿verdad?
Ella asintió en silencio.
—Pero para eso estoy aquí. Han olvidado algo importante.
"Ahora lo entiendo, Madre. Entiendo lo que quisiste decir. Perdón por no comprenderlo antes… por tardarme tanto."
Respiré hondo antes de hablar de nuevo.
—Hay esperanza, y no dejaré que muera. Tal vez… tal vez por eso estoy aquí ahora. Quizá ese sea mi propósito en este mundo. Y si no lo es, entonces es el papel que quiero interpretar.
Hice una pausa y la miré a los ojos.
—Pero necesitaré ayuda… 2B.
Apenas pronuncié su nombre, ella levantó la cabeza y me miró fijamente.
—¿Me ayudarás?
No dudó. Cerró los ojos y asintió varias veces, con fuerza, como si esa fuera la única respuesta posible.
Sonreí.
—Bien. Eso es suficiente.
La acerqué de nuevo y la abracé. Sabía que era lo correcto. Sabía que debía hacerlo. Ella de nuevo se aferró a mí.
Pero, en el fondo, algo me molestaba.
Porque ya no podía sentir nada.
No sentí el mismo consuelo que cuando abrazaba a Estela. No sentí esa calidez, esa emoción reconfortante que solía inundarme al saber que había sido de ayuda.
Ese sentimiento… ya no estaba.
—Edwin. —Su voz pronunció mi nombre con una suavidad inusual, y de inmediato mis pensamientos se detuvieron.
El abrazo se aflojó, pero en lugar de separarse, 2B apoyó su cabeza contra mi pecho. Instintivamente, la rodeé con mi brazo, brindándole el refugio silencioso que parecía necesitar.
2B bajó la mirada un instante, como si estuviera eligiendo con cuidado sus palabras.
—Gracias… de verdad. —Su voz tembló ligeramente, pero no por tristeza, sino por algo más profundo. —Siento que… algo dentro de mí… por fin se ha calmado. Me siento un poco mejor.
Le dediqué una pequeña sonrisa.
—Eso se llama paz, 2B.
Ella parpadeó y reflexionó en silencio.
—Se siente… como si me hubieran quitado un peso de encima. —Susurró —Como si… mi cuerpo fuera más liviano.
Asentí.
—Como si la gravedad desapareciera.
2B me miró con sorpresa y luego asintió.
—Sí… exactamente así… —susurró.
Por un momento, el silencio nos envolvió. Luego, con un movimiento casi imperceptible, apoyó su cabeza con un poco más de firmeza contra mi pecho.
—Ese sonido dentro de ti… ese latido… —Su voz era baja, casi un pensamiento escapando en palabras.
—Es mi corazón.
—Es un ritmo tranquilo… pero fuerte. —Se quedó quieta, escuchando. —Si me concentro lo suficiente, puedo sentir la vibración a través del metal de tu armadura.
"Eso es porque esta armadura es demasiado ajustada… aunque extrañamente cómoda. Además, su percepción es mucho más aguda que la mía."
Hubo un breve silencio antes de que volviera a hablar.
—¿Puedo quedarme así un poco más?
—¿Por qué? —pregunté, no porque me incomodara, sino por simple curiosidad.
—Se siente… bien. Me gusta escucharlo.
Exhalé despacio y, sin dudarlo, asentí.
—Entonces quédate todo el tiempo que quieras.
Sus ojos se cerraron con suavidad, y su respiración se volvió serena. En ese instante, en medio del caos que nos rodeaba, encontró algo que jamás había conocido en su totalidad:
Paz.
Y, 2B, por primera vez, y tal vez en toda su existencia, durmió con verdadera tranquilidad.
༺𓆩︎𓆪༻
[Querido, trabajo terminado. La resistencia es… completamente…]
Jibril cruzó el umbral de la habitación, esperando encontrar a su querido soldado sumido en su habitual terquedad. Pero lo que vio la dejó momentáneamente sin palabras.
Edwin estaba sentado recargado contra la pared, inmóvil pero relajado, mientras una pequeña androide dormía profundamente sobre su pecho. Su respiración era pausada, y sus labios entreabiertos dejaban escapar un aliento tranquilo.
El contraste con la crudeza de la guerra hacía que la escena pareciera casi irreal. Jibril tardo un poco procesando la imagen, hasta que la mirada de Edwin se encontró con la suya. Con un gesto simple, llevó un dedo a sus labios, pidiéndole silencio.
La tentación de hacer un comentario mordaz fue grande, pero Jibril optó por algo mejor. Hizo aparecer una pantalla de su unidad de apoyo.
[¡ESE ES MI CAMPEÓN!]
Edwin solo sonrió con suavidad mientras negaba con la cabeza, y Jibril comprendió el mensaje sin necesidad de palabras. Con la misma discreción con la que había entrado, se retiró de la habitación, cerrando la puerta con extremo cuidado, como si protegiera un momento sagrado.
Apenas había cruzado unos metros al exterior cuando una voz familiar la interceptó.
—Comandante, ¿fue a ver a Edwin? Justo iba a verlo. —A2, dijo con un poco de sorpresa al verla.
Jibril procesó demasiadas posibilidades en apenas tres segundos. Sabía que la escena dentro de la habitación no podía, bajo ninguna circunstancia, ser interrumpida. Nada en este mundo tenía derecho a quebrar algo tan hermoso.
[Sí, se encuentra bien. Solo que mi querido soldado estaba agotado, así que le ordené descansar.]
—Si es así, lo vigilaré.
Los sensores de Jibril se dispararon. En un instante, se interpuso en el camino de A2. Conocía bien su carácter, y si no pensaba en algo rápido, se volvería terca… y ella no obedecía a nadie cuando se encontraba en ese estado.
[A2, necesito tu ayuda. Aún hay zonas con presencia de máquinas. Preferiría que me apoyaras con eso primero, así ayudarías directamente a la resistencia.]
A2 la observó en silencio por un instante que pareció eterno, pero finalmente cedió con un leve asentimiento.
—Si vigilar a mi capitán puede esperar, iré sola. Solo indíqueme las ubicaciones en el visor.
[Por supuesto… dame un momento, querida.]
Jibril buscó a toda prisa cualquier mínima señal de actividad enemiga. Sabía que los detectores de la resistencia podían encargarse, pero solo necesitaba una excusa. Encontró algunas máquinas errantes, nada particularmente peligroso, pero suficiente para sacar a A2 de la ecuación antes de que pudiera descubrir lo que ocurría en la habitación.
[Listo. Solo ten cuidado, no quiero tener que enviar a mi soldado a rescatarte.]
—No se preocupe. Volveré mucho más rápido de lo que cree.
Jibril suspiró en cuanto A2 desapareció en la distancia.
"Bien, una menos… ahora solo debo permanecer aquí el mayor tiempo posible."
Sin embargo, justo cuando creía tener el control de la situación, notó que el Pod de 2B estaba a su lado, flotando en silencio, observándola.
[¿Sí?]
⁅Comandante de Phonix, necesito ingresar para verificar el estado del androide 2B y del humano Edwin.⁆
Jibril ocultó su molestia con un gesto tranquilo.
[No te preocupes. Acabo de hacer una verificación completa. Ambos están en perfectas condiciones, nada de qué alarmarse.]
Hubo una pausa calculada antes de que continuara con un tono más sutil.
[Aunque, si deseas ser de ayuda, hay algo más que podrías hacer por mí.]
⁅Esta unidad proporcionará apoyo temporal.⁆
[Vigila a la androide que se llevó la sangre de mi soldado. Algo me dice que tiene otros planes que desconocemos. Si detectas cualquier actividad sospechosa, roba el contenido y repórtamelo de inmediato.]
⁅Orden recibida.⁆
Jibril hizo un gesto de satisfacción.
"Perfecto. Ahora, todo está donde debe estar… mira lo que hago por ti mi hermoso soldado…"
Jibril observó a su alrededor por un momento. Ni siquiera ella habría imaginado que, en menos de 24 horas, aquel lugar se transformaría en una pequeña base militar, en un estado mucho más decente del que tenía antes. Androides que patrullaban el exterior comenzaron a entrar, mientras otros transportaban provisiones hacia los campamentos más lejanos.
Todo esto, logrado con la visita de mi querido soldado. Cómo una sola persona pudo generar un cambio tan impresionante…
—Disculpe.
La voz de la líder de la resistencia interrumpió sus pensamientos.
[Vaya, qué inesperada sorpresa, señorita Lily. ¿En qué puedo ayudarle?]
—Quisiera tener una conversación con usted… y si no es molestia, después, en privado.
[Hmmm… primero dígame qué asunto la urge tanto.]
—Usted es la comandante de Phonix, ¿verdad?
[Soy quien está al mando.]
—Bien. Dicho esto, varios androides del concilio han llegado. Vinieron para ofrecernos ayuda en la resistencia, pero el campo PEM que instaló les impide el acceso. Quería conocer su opinión al respecto.
[Por supuesto que se los impide. Si desea que ingresen, usted tiene la autoridad para permitirlo con el dispositivo que le entregué.]
Lily miró la pequeña tableta en sus manos. Era un dispositivo simple, con pocas funciones: un registro de quienes se encontraban dentro del área, otro con el total de unidades que podían acceder, y la opción de otorgar permisos de ingreso a nuevos androides. Por obvias razones, esto no aplicaba para los miembros de Phonix.
—Entiendo… Pero, aun así, quisiera saber su opinión sobre su llegada.
[No hay mucho que decir, realmente. Mi querido soldado vino, y de seguro fueron informados de la ayuda que ha proporcionado. No quisieron quedarse atrás. De esta manera, intentan demostrar que comparten sus mismas intenciones… Digamos que los motivó a ver la situación desde otra perspectiva. O quizá solo buscan evitar parecer completamente inútiles en esta guerra.]
—Ya veo… —murmuró Lily con neutralidad, dejando escapar un suspiro.
Las demostraciones de la comandante de Phonix eran simplemente impresionantes. Los dos androides que trajo sanaban a los heridos con una facilidad casi irreal. Apenas llegaban a un paciente, y este ya estaba curado, mucho más rápido y eficiente que las gemelas.
Había hablado con ellas antes, buscando respuestas. Solo quería saber quién había asesinado a los equipos de búsqueda. Finalmente, descubrió que fueron enormes máquinas de combate. Al describir sus características, las identificó de inmediato, pero Edwin ya se había encargado de eliminarlas. Ellas se disculparon, pero realmente ella no sentía rencor por ellas ahora, solo les deseo lo mejor.
Además, ahora comprendía el motivo del nuevo almacén. Edwin había replicado todo: armas, municiones, provisiones, refacciones… absolutamente todo. Y en un abrir y cerrar de ojos, la preocupación por la falta de materiales desapareció.
—¿Los humanos son así de amables?
[No.]
La respuesta de Jibril fue tajante.
[La mayoría son egoístas, arrogantes, hipócritas… solo buscan su propio beneficio. No creo que un humano común hubiera hecho esto. Mi soldado, aunque sea humano, es un caso aparte. Es un hombre de palabra, y lo que dice, lo cumple. Es como nosotros: hay muchos androides, pero pocos pueden hacer lo que usted ha hecho. Es lo mismo.]
—Ya veo… —susurró Lily, reflexionando sobre sus palabras. —Eso explica muchas cosas… Él es un guardián para nosotros.
[Curiosamente, ese es uno de los papeles que mejor interpreta.]
Jibril hizo una breve pausa antes de continuar.
[Ah, Lily… le recomendaría que, en cuanto salga, comience a movilizar esos vehículos a donde más los necesite.]
—¿Puedo saber por qué?
[Porque Edwin quiere hacer aún más.]
Lily abrió los ojos con sorpresa, su expresión reflejaba incredulidad.
—¿Por qué nos ayuda tanto?
[Porque hemos vivido situaciones aún peores.]
Jibril la miró con seriedad, o eso quería intentar.
[Sabemos lo que es estar en la situación en la que se encontraban… o en algo mucho peor. Por eso entendemos su sufrimiento.]
Lily bajó un poco la cabeza, recordando su primera conversación con Edwin.
—Cuando llegó y hablé con él, me propuso una alianza. Al principio, no estaba del todo segura de sus palabras… pero, poco a poco, me demostró que hablaba en serio. No solo se quedó observando… sanó a nuestros heridos, ayudó a cargar materiales, usó esa habilidad suya para replicar recursos… Me siento profundamente agradecida con ustedes.
Levantó la mirada y fijó sus ojos en Jibril, con una expresión llena de determinación y alegría.
—Y quiero reafirmar mis palabras con usted. Espero que nuestra alianza dure toda esta guerra y, si es posible, que la terminemos luchando codo a codo.
Jibril asintió.
[Las alas de Phonix los protegerán, Lily. Si tienen problemas, serán nuestros problemas. Si tienen enemigos, serán nuestros enemigos. Y si necesitan un hogar… no duden en que los recibiremos.]
Jibril se posó en la cabeza de Lily, mirándola con la cabeza hacia abajo.
[Eso es una verdadera alianza con Phonix.]
༺𓆩︎𓆪༻
El bullicio afuera no cesaba. Era extraño… podía escuchar claramente la mayoría de los sonidos: los pasos de los androides, sus voces, el movimiento de materiales… incluso las conversaciones se volvían más nítidas. Se suponía que solo podía lograr algo así con el casco puesto.
Sorprendido, ¿qué se siente tener una audición decente?
"Sí, ya lo sé… el pacto. Y es… impresionante. Si me concentro, hasta puedo escuchar el viento… y el susurro de la hierba."
Aun así, para mí, eso es una audición normal. Antes podía percibir hasta el más mínimo sonido, incluso el movimiento del animal más insignificante. Nada se me escapaba.
"No lo dudo."
Fue entonces cuando sentí movimiento a mi lado. 2B abrió los ojos lentamente y me miró por un momento antes de incorporarse. Se estiró con calma y volvió a fijar su mirada en mí. Pero algo había cambiado… sus ojos eran distintos. Y lo más notable de todo: sonrió.
—Hola.
—Buenos días, 2B. Veo que dormiste más de lo que imaginé.
—Dormí… —repitió en voz baja. —A veces pensaba que era algo insignificante, pero… nunca imaginé que se sentiría así de reconfortante.
—Son placeres sencillos. Y los placeres sencillos de esta vida nunca se vuelven aburridos. Por lo que veo, ahora te ves más… ¿cómo decirlo? Más viva. Tus ojos… ahora no puedo diferenciarlos de los de un humano.
—Gracias. —Cuando sonrió, algo me sorprendió de inmediato: fue sincera. No había duda ni mentira en sus palabras. —¿Sabes dónde quedó mi venda?
Me di cuenta de que aún la tenía en las manos. La observé detenidamente. No eran como las que recordaba… ahora se veían mucho mejores, como si estuvieran hechas de cuero, pero más flexible.
—No son como las que vi hace tiempo… ¿me la prestas?
—¿Vas a… ponértela?
—Solo lo hice una vez. Aunque, en esos tiempos, pensaba que tenía algo que ver con el masoquismo o algo así.
—¿Masoquismo?
—Olvídalo.
Me acomodé el cabello, que ya estaba bastante largo, y me puse la venda. Y vaya… sí que eran mejores que antes. Cualquier cosa que mis ojos quisieran ver con más detalle aumentaba su nitidez, pero nada más. Solo mejoraba la visión, sin agregar información adicional.
Vi cómo 2B tomaba mi casco con curiosidad.
—Si quieres, pruébalo.
—Seguro.
Simplemente asentí.
Se lo colocó. En cuanto su cabeza entró en contacto con el interior, los sistemas se activaron al instante. Todo a su alrededor comenzó a analizarse: los objetos, las estructuras, el entorno… generando datos en tiempo real. Luego, cuando me miró, el casco también me escaneó, arrojando toda mi información en cuestión de segundos.
—Impresionante… ¿eh? —2B sonó sorprendida, pero también algo incómoda.
Su voz había cambiado. El casco la había modificado, haciéndola sonar más grave… más fría. Incluso, más amenazante.
Me limité a sonreír.
—Sí… tiene ese efecto.
—Tu voz ya es grave de por sí, pero con el casco lo es aún más. Aunque, si te soy sincero, prefiero cómo suena sin él. —dijo 2B, aún con el casco puesto.
—Sí, yo también. Nunca me acostumbré a cómo cambia mi voz… —respondí, imitando el tono solemne de aquellas transmisiones de radio. —Ahora soy un androide de YoRHa, al servicio de la humanidad.
Extrañamente, esto era… entretenido.
2B me miró con una expresión confusa. Supuse que no entendía el juego. Para mí, esto traía recuerdos de cuando Estela, mis hermanos y yo jugábamos a la guerra. Estela nunca había estado en una real, pero como quería saber que era una guerra, lo intentamos replicar, así que nos limitábamos a batallas con pistolas de pintura, exagerando nuestras reacciones cuando nos "herían".
Karla y Magda llevaban el drama al extremo, dejándose caer en el suelo con despedidas emotivas. Mientras tanto, Alexander y Esteban gritaban y cargaban al frente, desafiando a la muerte con discursos grandilocuentes:
"Si la muerte viene por nosotros hoy… ¡que demuestre que es digna de llevarnos!"
Era un desastre absoluto. Un caos glorioso.
Yo, en cambio, me limitaba a vigilar que Estela no recibiera un golpe fuerte y observaba cómo reía. Para nosotros, aquello no era más que… jugar.
Entonces, sin poder evitarlo, me llevé una mano al pecho y adopté una pose solemne:
—Androide de combate, nombre asignado: Edwin. ¡Benditos sean nuestros creadores, los humanos, benditos sean! ¡Lucharemos por la patria, por su renacer… que Dios esté con nosotros!
Y solté una carcajada.
—Esto es… ¿diversión? —preguntó 2B con un leve atisbo de curiosidad.
—Claro. A ver, intenta actuar como yo… o como crees que actuaría un humano.
—Eso… no suena tan mal.
—Es solo un juego, nada de esto es serio. Vamos, inténtalo.
2B se puso de pie y me observó por un momento antes de adoptar una pose sorprendentemente amenazante. Entonces, con su tono serio de siempre, declaró:
—Androide, mi orden es clara. Elimina a las máquinas. No descansarás hasta que este mundo haya sido purgado. Y como tengo un extraño gusto por los senos de un androide, quiero eso después.
Me quedé en blanco.
—… ¿A quién se supone que estás imitando?
—A ti… ¿no?
—¡¿Qué?! Yo no actúo así en lo absoluto… —Suspiré, llevándome una mano al rostro. —Pero bueno, es un juego, al fin y al cabo.
Decidí seguirle la corriente, poniéndome de pie y mirándola con fingida seriedad. Aunque claro, era imposible tomarlo en serio.
—Sin embargo, necesitaré materiales para cumplir mi misión.
—Te escucho.
—Un androide molesto, tipo Scanner… de esos que te dan ganas de golpear, pero sabes que no puedes. Una unidad de vuelo nueva. Y una espada exageradamente grande.
Justo cuando iba a continuar, alguien entró en la habitación.
—¿2B? ¿Señor? Los he estado buscando por todas… partes.
Era 9S. Se quedó paralizado al ver a 2B con mi casco y a mí con la venda de YoRHa en los ojos.
—¿Eh? Esto es… ¿alguna costumbre humana?
Sonreí con picardía.
—¡Vaya! Justo lo que necesitaba. Un androide Scanner, molesto como los periodistas entrometidos que tanto odiaba antes… ¡es perfecto! Gracias, humana 2B. Has cumplido con mis especificaciones al pie de la letra.
—¿Eh? ¿Humana? ¿2B?
Ignoré su confusión y me acerqué a él con un aire dramático.
—Vamos, mocoso. Tenemos que matar máquinas y bebernos su aceite… o algo así. Una vez escuché de una máquina que se comía androides, ¿ustedes no hacen lo mismo? Por la belleza y esas cosas.
—¡¿EH?! ¡Claro que no!
—¿Seguro? Si es así, ¿por qué llevan estas vendas? ¿No sería mejor un casco como el mío? Ofrece más protección y tiene muchas más ventajas que esto. —Me quité la venda y la observé un momento. Era interesante, pero definitivamente no era algo que yo usaría.
—Bueno… es parte de nuestro uniforme.
Lo miré de arriba abajo con escepticismo.
—Dímelo sin verte tan ridículo. Solo mira esos pantalones… y ese collar. Pareces un adolescente inmaduro.
—¡Mi ropa no tiene nada que ver con mi labor! —protestó, cruzándose de brazos. —Además, todas las unidades Scanner nos vestimos así.
—Espera… ¿me estás diciendo que todas las unidades Scanner son masculinas?
—Sí.
—Y todas las unidades de combate son femeninas.
—También.
Permanecí en silencio por un momento, mirando hacia arriba con una expresión de pura decepción.
—¿En qué momento el mundo se deformó tanto…? Estoy rodeado de maricas… ¡HAHAHA!
Era imposible no reírme de la ironía. Me llevé una mano al rostro, tratando de contener la carcajada, mientras 9S me miraba con absoluta confusión.
—Hoy sí que te estás comportando raro… —murmuró, frunciendo el ceño.
—He… jeje… —9S se tensó al escuchar una pequeña risa proveniente de 2B. Más que verla, la oyó, amplificada por el casco que aún llevaba puesto.
—¡¿Tú también, 2B?!
Pero en cuanto notó que la miraba, volvió a su actitud habitual.
—No sé de qué hablas.
—Ay, Dios… Solo espero que no se haya invertido el rol en la intimidad, eso sí sería el colmo… —Suspiré dramáticamente y miré a 9S con fingida seriedad —Dime la verdad… ¿eres pasivo? Porque si es así, ni siquiera podría verte a los ojos otra vez.
—¡¿Y QUÉ SE SUPONE QUE SIGNIFICA ESO?!
La conversación continuó con 9S gritándome indignado, sin entender la mitad de lo que decía, mientras 2B trataba de contener la risa sin mucho éxito. Era un desastre, pero un desastre divertido. Si alguien pintara este momento, seguro lo llamarían "Caos en su máxima expresión".
Y con esa imagen en mi mente, supe que, por primera vez en mucho tiempo, me sentía… bien.
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