II
El cheesecake japonés era uno de sus postres más vendidos, se caracterizaba por su textura esponjosa y una consistencia suave, eran pasteles elegantes, imponentes y bonitos. O al menos, se suponía que así debían ser. Sakura suspiró reclinándose en la mesa con las manos apoyadas en el borde, frente a ella una serie de tortas desinfladas reflejaban su estado de ánimo real.
Había pasado una semana desde su fatídica ruptura con Yue y aun no lograba sacarse de la mente sus palabras tan crueles. Una persona que ella besaba con amor recibió su afecto con asco y eso era algo insuperable. Cada que entraba a la despensa por ingredientes las lágrimas se precipitaban de sus ojos como una molesta fuga de agua que gotea de manera incesante y molesta.
Se suponía que los teléfonos celulares estaban prohibidos en la cocina, sin embargo conservó el suyo oculto en el delantal con la esperanza de que Yue llamara para disculparse. Quiso creer que el malentendido fue ocasionado por los altos niveles de estrés que atormentaban a su ex pareja y no de un acto de pura maldad, con el pasar de los días se dio por vencida y acabó aceptándolo todo.
Ella era valiosa, trabajadora, amable y muy talentosa, pero en la receta de su creación hizo falta un ingrediente: belleza. Empacó los pasteles echados a perder y fue a arrojarlos al contendor de basura del callejón con un pensamiento acechando su mente.
Si al menos contara con el dinero suficiente, podría hacerse una cirugía estética, quitar la grasa de su vientre, muslos y adelgazarse los brazos.
Cuánto odiaba a Yue. Era apremiante utilizar el dinero del reembolso del reloj de lujo para su venganza.
—¡Mamá, me retiraré temprano, no me esperes despierta! —gritó abriendo la puerta principal de la cafetería.
Los clientes voltearon a mirarla con asombro y Nadeshiko dejó caer un puñado de monedas al piso, el comportamiento errático de su hija no era normal, ni las nubes de tormenta eran tan oscuras como las sombras bajo los ojos de su pequeña.
Perturbada, Nadeshiko corrió a darle alcance, deteniéndola al pie de las escaleras. La casa estaba dividida en dos niveles. El primero fue modificado al morir el padre de Sakura para convertirse en una fuente de ingresos que le permitiese cumplir con sus deberes de madre y proveedora; el segundo eran sus dormitorios, a los que accedían a través de unas gradas metálicas a un costado del callejón.
—Sakura, estoy preocupada por ti —Nadeshiko retuvo la mano de su hija con un ligero temblor en su agarre—, es cierto que tiendo a ser un poco despistada, pero soy capaz de identificar el sufrimiento de mi hija, puedes compartir conmigo tus problemas. Sé que ya no eres una niña y que te dan ganas de hacer ciertas cosas…
—¡Mamá! —replicó Sakura, sonrojada.
—Termina de escucharme —exigió la mujer, dejando boquiabierta a su hija—. No lo dije antes, pero ese muchacho con el que sales no me agrada. Desde la última vez que fuiste a reunirte con él, dejaste de ser tú, no duermes, te niegas a comer y la calidad de tu trabajo ha desmejorado. Si te está metiendo ideas extrañas acerca de tu aspecto o te chantajea con abandonarte por rehusarte a dormir con él, entonces yo…
A medida que crecía Sakura se recriminó por no heredar el físico de su madre. Nadeshiko era delgada y frágil, cada uno de los hombres que la conocía intentaba conquistarla, decían que les inspiraba ternura y una inmensa sensación de querer protegerla. Eso era lo que debía significar una mujer, feminidad, atracción, lujuria… Sacudió la cabeza, los extraños argumentos de su madre le descompusieron la cordura.
—No tienes que preocuparte, terminamos en la noche del aniversario —Sakura hizo malabares para sostenerle la mirada a su madre, no quería aparentar debilidad. No quería angustiarla en vano.
Yue no valía la pena.
—Oh, cariño —se lamentó Nadeshiko—. Es todo mi culpa, mi egoísmo le envió malas vibras a tu relación. Es solo que siempre me dio mala espina, cuando recién lo conociste sonreías mucho, te esforzabas por arreglarte y tu energía en el trabajo era vibrante, sin embargo con el pasar de los días…
—No fue por las razones que crees, Yue está dedicado a su trabajo y no le sobra tiempo para una novia.
—¿Lo dices en serio?
—Sí, mamá. Te dije que no me esperes despierta porque quiero inscribirme en un gimnasio, eso es todo, el ejercicio me sentará bien, me ayudará a dormir, a mantenerme activa y quién sabe, quizás conozca a alguien nuevo.
—¡Oh, sí! Ve a mi armario, hay varios trajes deportivos, úsalos —Nadeshiko agitó la mano, regresando a su puesto de trabajo satisfecha con la explicación.
Sakura chasqueó los dedos. Cierto. Pasó por alto el detalle de la ropa. Su madre hacía senderismo con las señoras del vecindario los fines de semana mientras que ella prefería quedarse en casa preparando ricos pastelillos para sus amigos. Los llevaba a la oficina de Tomoyo, a la agencia de Touya y a sus suegros, después les enviaba una encuesta de satisfacción del producto.
Los señores Tsukishiro eran amables. Si bien su relación se oficializó hace cien días, conocía a Yue desde inicios de año. A Sakura se le ocurrió hornear tortas de naranja a medianoche, así que en un arranque de locura se escabulló al supermercado, la bolsa pesaba tanto que acabó cediendo, las naranjas se dispersaron por la calle y en medio de la oscuridad, surgió Yue, reuniéndolas una a una para devolvérselas.
Tomoyo decía que esa no era una historia romántica, no obstante, siendo la primera vez que un hombre tuvo un detalle caballeresco con ella, sucumbió rendida a sus encantos.
Ahora entendía por qué existían tantos huecos en su cuenta bancaria, ¡llevaba un año entero manteniendo a ese patán!
Lo ajustado de los leggins era compensado por la soltura de la chamarra, Sakura decidió que fue una malísima idea salir con esa ropa de casa, se estaba arrepintiendo en las afueras del establecimiento. Las ventanas acristaladas le mostraron la imagen de la variedad de maquinas utilizadas por gente hermosa.
Ella iba a desentonar en el retrato.
Las puertas de cristal automáticas se abrieron dejando salir a un par de mujeres que recién finalizaban su rutina, le echaron una mirada despectiva a Sakura, quien se debatía por entrar a inscribirse.
—¿Lo viste? Es muy atractivo, aunque no viene seguido por aquí.
—La otra noche me ayudó a cambiar los discos de la barra, descubrí que es extranjero.
—Entonces, ¿está aquí haciendo turismo? Quiero ser su próximo lugar de destino.
—Seguro lo consigues. Tú sí te ejercitas, no como otras flojas que solo vienen aquí a espiar a sus maridos, eso de casarte es una trampa, no lo hagas a menos que quieras terminar como ella.
Ambas se rieron, señalando a Sakura con discreción.
Lo sabía.
Una vez más se convertiría en una burla. Lo más conveniente era retirarse y regresar después de perder un poco de peso por su cuenta.
Les dio la espalda oponiéndose a concederles la victoria completa. No la verían afectada. Se colocó sus audífonos inalámbricos e inició la playlist de su teléfono. A unas calles de ahí, se encontraba el parque de la ciclovía, era famoso por correr a las orillas del río Este que atravesaba la ciudad.
Definitivamente ese era su sitio.
Había gente de toda edad trotando, yendo en bicicleta o patines. Y nadie reparaba en ella, era invisible. Decidió ir por la ruta adoquinada, mediante avanzaban los días las probabilidades de tener su primera nevada aumentaban, por lo que el aire frío marcaba sus respiraciones con una neblina que se acumulaba en torno a su boca y fosas nasales.
Era una principiante y era consciente de que no llegaría lejos en su primer día, aun así, forzó a sus piernas a continuar, haciendo caso omiso del ardor de sus músculos con cada paso.
Gritó percibiendo que la parte posterior de su pierna derecha le tendió una redada engarrotándose, jamás experimentó tal tortura hasta esa noche.
El ruido de unos ladridos y el clamor despavorido de un hombre que iba en patines siendo tirado por su perro a través de una correa penetró más allá de sus audífonos. Estaba inutilizada para dar siquiera un maldito paso, iba a ser arrollada por ellos, cerró los ojos esperando lo inevitable, el dolor nunca le asaltó.
Trastabilló de manera abrupta con su espalda impactándose tan fuerte contra una superficie dura que gimió con la brusca amortiguación. Sus audífonos yacían aplastados en el suelo, dejando sus orejas libres de percibir con claridad los sonidos de su entorno.
Una respiración entrecortada ajena a la propia llamó su atención, girando el rostro a la fuente, se preguntó si su alma seguía dentro de su cuerpo, porque solo muerta sería capaz de obtener una visión tan hermosa.
Syaoran Li, su esposo ficticio, el maleante extranjero, le rescató por segunda vez. Tan cansado como estaba, respirando con la boca abierta, con sus mejillas sonrojadas y el cabello húmedo pegándose a su frente, trataba de sonreírle para devolverla a la realidad.
—Te alcancé —su voz sin aliento fue una caricia al viento.
Los pensamientos pecaminosos fueron los que en realidad alcanzaron a Sakura. Qué bello.
—¿C-cómo que me alcanzaste? —tartamudeó, despejándose de su estupor.
—Te vi por la ventanilla del gimnasio —explicó, separándose con cuidado de ella—. Me alegré tanto por encontrarte que acabé siguiéndote hasta aquí.
—¡Auch! Duele, duele mucho —lloró Sakura, lanzándose de nuevo a los brazos de Li. Perder su soporte significó un nuevo tirón en su pierna, el músculo se contraía sin piedad, empujándola al borde de las lágrimas.
—¿Qué sucede? —Syaoran le cuestionó con evidente preocupación.
Sakura dio otro grito, apuñando las manos en el pecho de Syaoran para combatir el ramalazo de electricidad que atizaba su extremidad.
—Un calambre —sollozó.
—¿No estiraste antes de comenzar a correr?
Sakura negó efusivamente con la cabeza, la voz no le salía.
—Yo sé cómo aliviarte, con tu permiso.
—¿!Ehhh?!
Syaoran se acuclilló un poco para cargarla. La tomó en brazos como a una ligera hoja de papel, y Sakura le hizo honor a la comparación palideciendo al observar el mundo desde arriba. Esa sensación que creyó que nunca conocería, la estaba viviendo ahora.
Ese hombre extraño y entrometido consumó una de sus fantasías, ¡alguien la estaba cargando sin quejarse de su peso! Hubiese gritado de alegría si su maldita pierna no estuviese molestándola con ese berrinche.
El viaje fue corto, Syaoran la dejó en el suelo, donde antes hubo verdes senderos, en la actualidad era tierra árida, solo ahí estarían a salvo del tráfico.
—Arrójame al río —pidió Sakura, el dolor era insoportable.
—Con este frío, se te acalambraría el cuerpo entero —protestó él, quitándole el zapato, se arrodilló a un lado de ella, listo para ejercer su movimiento en la pierna afectada—. No te resistas, el dolor durará solo unos segundos, después de eso, te llevaré a la gloria.
—¿Por qué siento que lo dijiste en doble sentido? —chilló.
—¿Lo interpretaste así? —su sonrisa fue malvada—. Lo siento.
Syaoran aprovechó esa pequeña distracción para elevar la pierna de Sakura a su hombro, con una mano en la rodilla y la otra en el pie de ella fue acercándose hasta que logró estirarla por completo. Ella se retorció coloreándose de rojo con su voz cantarina entonando ruidos bastante indecentes, a decir verdad.
—Se siente bien, hazlo un poco más fuerte, ¿puedes? —Ya estaba bastante relajada, solo faltaba el nudo en el arco de su pie.
—¿Con quién crees que hablas? Por supuesto que puedo darte más duro —Syaoran le obedeció, tirando los dedos de su pie hacia abajo—. ¿Así?
—Sí, así.
Sakura suspiró de alivio, recuperando su buen humor. Si a ese charlatán extranjero le gustaba bromear, le seguiría el juego. A los movimientos posteriores les acompañó un resonante gemido taimado.
—Deja de gemir tanto, me pones nervioso —reclamó él. ¿Sería así de escandalosa en la cama? Si lo era, qué delicia.
—Tú fuiste el que comenzó con sus frases lascivas —chistó Sakura, riéndose sin tapujos. Posterior al estiramiento, Syaoran le dio un masaje a su pierna—. En el contexto real de la situación, eres muy bueno. ¿Cómo sabes tanto?
—Imagínate —Syaoran tiró de los brazos a Sakura para ayudarla a sentarse—, mi papá es ortopedista y trabaja con atletas de alto rendimiento, mi mamá es fisioterapeuta y mi hermana menor es bailarina.
—Impresionante —susurró Sakura—, ¿dónde se supone que vives?
Syaoran bufó, acercando su maletín de entrenamiento. Terminó sentado muy cerca de Sakura debido a un error de cálculo. A él le daba igual, pero los asiáticos eran otra historia con el respeto a su espacio personal, sin embargo Sakura no puso objeción, parecía cómoda con su compañía.
—Nueva York.
Él no llevaba sus aretes puestos y su intimidante cuerpo esbelto iba cubierto por una chamarra, parecía inofensivo.
—Creí que entrarías al gimnasio.
—Ah, sí, bueno… —Sakura desvió la mirada de él. Yue tenía razón, era una hipócrita, porque el buen aspecto de Syaoran le gustaba. Y mucho—. Desistí de la idea, prefiero ejercitarme por mi cuenta.
—Yo tampoco lo usó a menudo, tengo varias mancuernas en casa y siempre que tengo tiempo suficiente vengo a correr aquí —Syaoran se pasó una mano por el cabello, masajeándose el cuello—. He pensado mucho en ti durante la semana, me preguntaba si estarías bien.
—La estuve pasando mal, lo admito. Pero encontrarme contigo mejoró mucho mi estado de ánimo.
—Y él… ¿ha vuelto a buscarte?
Por el rabillo del ojo, Sakura detectó un leve sonrojo en ese rufián neoyorquino. Así que incluso Syaoran Li podía ser tímido.
—No. ¿Quién regresaría por una ex novia fea cuyo amante es un delincuente?
A Syaoran no le surtió gracia la broma.
—El buen aspecto no lo es todo, la sinceridad del corazón es lo importante. Antes de venir, también pasé por una mala ruptura, la que fue mi novia desde la secundaria me engañó con la mitad de los hombres de su facultad, cuando descubrí su infidelidad me ofreció tener una relación abierta. ¿Cómo podría compartir a la persona que amo con alguien más? Me parece asqueroso.
Esa era una gran lección de vida. Inclusive las personas bellas como él sufrían decepciones.
—Vine a hacer ejercicio con la idea de vengarme de mi ex, quería demostrarle que puedo convertirme en una mujer ridículamente hermosa, pensaba reconquistarlo para destriparle el corazón cuando estuviera loco de amor por mí —se abrazó las rodillas apretujándose las manos, su hombro rozaba el brazo de Syaoran—. Después de escucharte hablar, creo que la mejor venganza es volver a ser feliz. Antes de Yue tenía una buena autoestima, nunca me importó demasiado lo que el resto opinara de mí. Voy a retomar mi vida, con unas cuantas mejoras.
—¿Puedes incluirme?
Esas palabras hicieron revolotear el corazón de Sakura, sus rostros estaban tan cerca que incluso la fuerza insensible de la gravedad podía acercar sus labios. No fue un beso franco, sino más bien un intercambio tibio de un aliento contra otro, y fue Sakura quien se apartó a tiempo.
¿Qué le pasaba? Él era un completo extraño y a pesar de ello, tenerlo cerca era agradable.
—Oye, no serás uno de esos pervertidos que cazan mujeres con una mentalidad pobre para llevárselas a la cama en un santiamén, ¿cierto?
Syaoran sonrió, pequeña astuta.
—¿Me estás preguntando si quiero llevarte a la cama? Qué precoz.
—Oh, no. Estoy haciendo un estudio de campo sobre fetiches y perversiones.
—Deja de jugar —rio Syaoran, poniéndose de pie. Recogió su maletín y le ofreció su mano a Sakura—. ¿Vas a darme tu teléfono o una dirección en la que pueda encontrarte?
—Claro, también podría darte la llave de mi habitación.
—Magnifica idea. Te haré una rutina con la que quemarás muchas calorías.
—Tú ganas. Vivo muy cerca de aquí, si tienes tiempo, acompáñame, quisiera regresarte tu abrigo.
Syaoran asintió.
—¡Sorpresa! —Sakura le adelantó, abriendo los brazos frente a una pequeña cafetería. El negocio estaba a oscuras, con solo las cámaras refrigerantes que albergaban una variedad de postres trabajando dentro—. Soy repostera, trabajo aquí y vivo arriba. Espera un minuto, iré por tu abrigo.
Syaoran abrió la boca descubriendo que su reacción fue lenta, Sakura ya corría hacia el callejón, donde varias escaleras metálicas la condujeron al que definió como su hogar. Fue a husmear un poco al acogedor establecimiento, ahora comprendía el aroma a dulce de su cabello.
Era una profesión adecuada para ella. El aviso pegado en el cristal rezaba: "Se buscan empleados a tiempo parcial para la temporada navideña, información en recepción".
Genial.
Ahora tendría una excusa convincente para estar cerca de Sakura.
Gracias por detenerse a leer mis delirios. Y si no tuviese otro fic en curso actualizaría a diario este jaja me divierto mucho escribiéndolo. Nos leemos pronto.
