III

—Estoy impresionada, Hiraguizawa. ¡Eres muy bueno!

Sakura reprodujo por enésima vez la presentación de temporada que se proyectaría en los paneles digitales del menú. En los últimos días se armaba una fila para comprar su postre especial de la semana y todo eso se debía a la pericia de Eriol Hiraguizawa en el arte digital.

—No es para tanto —minimizó el chico, sonrojándose ante la encantadora expresión de su jefa.

—¿Bromeas? Hiciste el trabajo de un equipo profesional por tu cuenta. Lamento causarte problemas con esto, se ve que invertiste mucho tiempo en la edición. No quiero que te retrases con tus tareas de la escuela por mi culpa. Te compensaré, te daré un bono y quizás, pueda concederte un deseo navideño.

—Sé bien lo que quiero —Eriol respondió de inmediato, ajustándose los lentes—. En pocos días dejaré de ser un estudiante de preparatoria, te pido que comiences a tratarme como a un hombre, así que, usa mi nombre y permíteme llamarte por el tuyo.

—No lo sé, sigo siendo mayor que tú, es natural que nos tratemos con respeto —analizó Sakura, deslizando el ratón del computador para cerrar la pestaña del vídeo—. Además, cuando mencioné lo del deseo, pensaba en algo más significativo para ti, por ejemplo, pagarte una cena elegante con tu persona especial el día de navidad.

—¿Mi p-persona especial? —tartamudeó Eriol, absorto en los amables ojos verdes de su jefa—. No hay nadie así para mí, en la escuela soy un perdedor, la mitad de mis compañeros ni siquiera notan mi presencia en el salón y el resto se asustan cuando aparezco atrás de ellos porque soy muy sigiloso al caminar. Las chicas me han acusado de pervertido en un par de ocasiones.

—Aun así, debe haber alguien que te guste. Eres buen chico, ¿por qué no intentas invitarla?

Eriol hizo puño las manos bajando la mirada a su regazo. En efecto, existía alguien. Y era su jefa, Sakura Kinomoto. Su amor prohibido por una mujer mayor comenzó en su primer día de trabajo, era linda y amable, le orientó sobre sus tareas con una enorme paciencia. Debido a su timidez Eriol tardó bastante en adaptarse, confundía los pedidos y en varias ocasiones se le derramaron las bebidas en la bandeja, ella sin embargo nunca se quejó, lo corregía siempre con una sonrisa.

Sakura era un sol.

—Lo pensaré —murmuró. Lo que de verdad necesitaba era armarse de valor para confesarle sus sentimientos. No era un simple enamoramiento de un adolescente por una mujer experimentada, su corazón cultivó esa sinceridad gracias a sus divertidas y cómodas interacciones.

—Comunícame si obtienes resultados positivos, Eriol, haré lo que esté a mi alcance para que le dejes una buena impresión.

Eriol sonrió como nunca con su corazón removiéndose en un desenfrenado golpeteo en sus costillas. ¡Ella le llamó por su nombre! Ni siquiera podría dormir de la emoción, ese hecho le colmó de esperanzas.

—¿Tienes novio, Sakura? —se ganó un pestañeo sorprendido de la castaña por la impertinencia de su pregunta, no importaba, conocer la información era vital.

—Nos separamos hace poco —sonrió ella, acomodándose el cabello atrás de la oreja—. No soy la más adecuada para darte consejos de amor.

Eriol elevó un grito de victoria en sus adentros, sin la existencia de un rival, la cuestión de las edades era una barrera que podría romperse fácilmente.

—Hija, afuera hay un joven interesado en las plazas temporales —anunció Nadeshiko, asomando la cabeza por la hendidura de la puerta entreabierta.

—La convocatoria se cerró esta tarde —dijo Sakura, fijándose en la hora, solo faltaban diez minutos para el cierre.

—Maldición, olvidé retirar el aviso —murmuró Eriol—. Lo lamento.

—Fue una tarde agitada —le consoló Sakura, devolviendo su atención a Nadeshiko—. Mamá, comunícaselo al aspirante. Obséquiale un postre de su elección como disculpa.

—¿No podrías al menos fingir que lo entrevistas? Me da mucha pena decirle que no —suplicó Nadeshiko, mordiéndose los labios.

Sakura suspiró, su madre tenía más comportamientos infantiles que ella.

—De acuerdo, hazlo pasar.

Oh, Dios, qué haría. Realmente no necesitaba este retraso en su itinerario. La decepción amorosa rindió frutos, tuvo una pérdida total de dos kilos mientras sufría el duelo de su relación con el infeliz de Yue. Y ahora que tenía un compañero que le ayudaría a ejercitarse, se sentía un poco más animada.

Syaoran Li y ella habían intercambiado mensajes durante el fin de semana, él por lo general enviaba notas de voz, alegando sentirse torpe en la escritura japonesa. Escucharlo de manera esporádica a lo largo del día le afectaba en más de un sentido, Syaoran no era un sujeto tímido o reservado en ningún aspecto, esa mañana por ejemplo, la despertó con una fotografía de él cargando a un gato negro, el detalle radicaba en la porción desnuda del torso de él exhibiéndose como si nada ante sus ojos.

Abrió la cafetería diez minutos después del horario establecido a consecuencia de eso. No podía dejar de mirarlo, era demasiado exótico, salvaje y varonil.

—Iré a terminar mis labores —anunció Eriol, despidiéndose de ella con una ligera inclinación.

—Espera —Sakura salió de su ferviente ensoñación, avergonzándose de sus pensamientos impúdicos con un niño a pocos metros de distancia—, quisiera extender un catálogo de los pasteles navideños que se trabajarán solo bajo reserva, me preguntaba si podrías ayudarme a tomar las fotografías.

—Claro que sí, el viernes saldré temprano de la escuela, traeré mi cámara ese día.

Sakura se puso de pie, rodeando su escritorio con un sobre en la mano, el cual le extendió a Eriol.

—Me tomé el atrevimiento de traerte esto —Eriol recibió el misterioso regaló con un escalofrío erizándole la piel. ¡Era la primera vez que una chica le entregaba un obsequio! Pero no fue eso lo que le desajustó la temperatura, el vestido de Sakura era demasiado revelador—, es una tarjeta canjeable en cualquier departamento de los almacenes Clow. He escuchado que es popular entre los jóvenes de tu edad, consigue un atuendo adecuado para tu cita u otra cosa que desees.

Eriol no sabía qué decir, estaba petrificado. El largo cabello de Sakura iba atado en un moño con varios rizos sueltos acariciándole el cuello, eso solo hacía que él quisiera bajar la mirada a la piel pálida de su escote. El largo de su falda era más corto que lo reglamentario en los uniformes del instituto, sus muslos eran hermosos, gráciles y apetitosos, como cada curva en ella.

—Buenas noches —El saludo vino acompañado de un golpeteo previo a la apertura completa de la puerta.

—¡Syaoran! Llegas antes de la hora acordada.

Eriol parpadeó. ¿Eh? ¿Qué sucedía? ¿Por qué el ambiente cambió tanto en un segundo? El rostro de Sakura se tiñó de rosa con la intrusión de un tercero en la oficina.

—Tengo que atender a una persona, pero estaré contigo en unos minutos. Espérame afuera, toma un café o cualquier cosa que se te antoje.

Ella regresó a su puesto atrás del escritorio a la velocidad de la luz, habían acordado reunirse afuera de su casa para iniciar con la rutina de ejercicios que Syaoran propuso. En esta ocasión irían al departamento de él para comenzar a familiarizarse con el uso de las barras y mancuernas.

—Lo sé, vine a aplicar para los empleos de temporada.

—La convocatoria está cerrada, mis disculpas, olvidé retirar el anuncio —masculló Eriol, bloqueándole la entrada a Syaoran. Un sentimiento de indignación brotó en él, ¿ese era el tipo de hombres que le gustaban a Sakura? ¡Era repugnante!

Una dama tan dulce no podía andar vagando de la mano de un sujeto tan desaliñado, en las orejas ya no le cabían más perforaciones y a juzgar por la ridícula coletita en la parte superior de su cabeza, deducía sin temor a equivocarse, que solo buscaba llevársela a la cama.

—¿Eso es cierto, Sakura? —retó Syaoran, ignorando al niñito de secundaria. Fuera de causarle enojo, la situación lo divertía. Era evidente el por qué ese chico estaba babeando en la oficina de Sakura, a él tampoco le pasó desapercibido ese jodido vestido casi transparente que le marcaba cada una de sus curvas.

La noche en la que se conocieron, también le llamó la atención su aspecto tan femenino, se notaba el esmero que le ponía a su arreglo personal.

—¿De verdad estás interesado en trabajar aquí? —Sakura preguntó incrédula.

Syaoran asintió, acrecentando el descontento de Eriol.

—¿Por qué? —Sakura sintió que ofendía a su pequeño negocio con el interrogatorio, eran dignos y capaces de tener un empleado como él.

—Sería divertido, ¿no crees?

—Eso no es una excusa válida —espetó Eriol. Ya lo odiaba. Se rehusaba a trabajar con un tipejo cuya única intención era seducir a su jefa.

—Veamos, tú, Syaoran, siéntate —ordenó Sakura alzando las manos en señal de paz. No entendía la hostilidad proveniente de Hiraguizawa, aunque Syaoran tampoco colaboraba en dejar una buena impresión—. Y tú, Eriol, agradezco tu buen trabajo, puedes irte a casa.

Syaoran dejó de masticar su chicle para soltar un discreto jadeo de burla, le había ganado la pelea al niñito de secundaria. Eriol correspondió la mueca descarada con una mirada recelosa, azotando la puerta a sus espaldas.

—¿Vas a darme el trabajo? —interrogó Li, reclinándose en el escritorio de Sakura.

Sus rostros quedaron a cortos centímetros de distancia, le gustaba admirar la constelación de pecas que le adornaban los pómulos, era linda. El idiota que la abandonó era verdaderamente ciego para no darse cuenta que la belleza de Sakura estaba por encima del promedio.

Sakura abrió la boca sintiéndose intimidada por la atrayente presencia de él. Tenerlo ahí en horas laborales significaría una tremenda distracción para ella, pese a que las matemáticas le cuadraban lo suficiente como para pagar un empleado adicional sin afrontar un déficit, quizás su voluntad no pudiese resistirlo.

Se refería a su voluntad porque Syaoran Li le gustaba demasiado. Pero, ¿acaso ella le gustaba de esa manera? O solo era un hombre juguetón y amable, sus costumbres occidentales no respetaban tantos límites como las japonesas. No deseaba confundir las cosas entre ellos.

—Permíteme ver tu hoja de vida —Sakura extendió su brazo a la espera de que la solicitud de empleo rellenada le fuese entregada, a cambio, solo consiguió que Syaoran le tomara la mano.

Él se acomodó en su asiento con toda tranquilidad, sin romper el contacto, acariciando los nudillos de Sakura con el pulgar.

—¿Podría utilizar mis influencias contigo para saltarme esa parte? —guiñó.

—No, pienso que esta es la oportunidad ideal para conocernos mejor.

—Concuerdo, hagamos un intercambio de información.

—Es una entrevista de trabajo, no una cita, eres el único que va a responder preguntas.

Syaoran chasqueó la lengua, decepcionado. Necesitaba saciar su curiosidad de ella con un par de preguntas cotillas.

—Podría ser lo segundo, si quieres.

Sakura contuvo un jadeo, no se dejaría intimidar, recuperó su mano para retomar su papel profesional. Syaoran casi pareció triste por la ausencia de su contacto.

—¿Qué edad tienes?

Pese a los incontables mensajes que intercambiaron, Sakura se dio cuenta que nunca hablaban de sus vidas personales, solo discutían sus gustos, conversaban sobre temas triviales y… coqueteaban.

—Veintitrés, mi cumpleaños es el 13 de julio.

—Tenemos la misma edad —celebró emocionada—. ¿Cuánto tiempo planeas quedarte en la ciudad?

—Lamento decir que no me queda mucho, me gané una beca para mi especialización en la universidad de Tokio y el curso está por finalizar. Regresaré a mi país después de año nuevo.

Un inadvertido chispazo de realidad azotó a Sakura, si no admitía la absurda petición de trabajo de Syaoran, su tiempo juntos se reduciría considerablemente.

—¿Qué estudias? —murmuró intentando recomponerse. No podía mostrarse afectada. Era ridículo. Que los días de Syaoran en Japón estuviesen contados no era de su incumbencia.

—Ingeniería biomédica y eso no quiere decir que sea un inútil en la cocina. Mis padres pasan mucho tiempo fuera de casa, y yo era el encargado de alimentar a mi hermanita.

—Ya veo, tuvimos un repunte en las ventas durante la semana, incluso contraté a un ayudante de cocina, es algo que jamás pensé que haría —comentó Sakura con enorme ilusión—. Tu ayuda también será bienvenida.

—¿Lo contrataste? ¡Lo sabía! Me dio una buena impresión en cuanto lo vi.

Los dos volvieron su atención a Nadeshiko, quien les espiaba por la ventana. Sakura palideció ante la idea de que los hubiese atrapado tomados de las manos.

—¡Regresa a la recepción, mamá! —exaltada se puso de pie, su silla golpeó contra la pared por su abrupto movimiento.

—¿Ella es tu madre? —La cara de Syaoran era la misma que ella ponía al admirar un espectáculo de fuegos artificiales—. Genial, preséntanos.

Sakura exhaló, haciéndole un gesto a Nadeshiko invitándola a pasar. Ya sabía lo que procedía, él quedaría embelesado con su belleza y en lugar de gastar sus energías coqueteando con ella, lo haría con su madre. Era comprensible, Nadeshiko aun era joven, pues Sakura era fruto de un intempestivo embarazo adolescente.

La tonalidad de sus ojos era idéntica, sus cabellos eran lo opuesto, el de Nadeshiko era negro y rizado, enmarcando a la perfección su rostro anguloso. Mientras que Sakura prefería llevarlo liso para no darle volumen extra a sus mejillas redondas.

—Nadeshiko Kinomoto, mi madre —pronunció entre dientes—. Mamá, él es Li Syaoran trabajará con nosotras para la temporada.

—Se te olvida mencionar que saldremos juntos a partir de esta noche.

—¿Salir? —Nadeshiko se cubrió la boca con las manos. ¿Ese joven tan apuesto y educado saliendo con su hija? Era lo opuesto al novio anterior de Sakura, un tipo creído y mal encarado.

—Sí, Syaoran será una especie de entrenador personal para mí.

Syaoran esbozó una sonrisa inocente, inclinándose para saludar a Nadeshiko como se debía según las costumbres.

—Eso es cierto, prometo instruir a Sakura en todo lo referente a la flexibilidad y fuerza del cuerpo. No habrá día en el que no exprima hasta la última gota de su energía o al revés, nunca se sabe el rumbo que puedan tomar las sesiones.

Sakura se mordió un dedo. ¿Qué clase de sandeces estaba diciendo? La risita de su madre la detuvo de pegarle un codazo en la cabeza.

—Trátala bien, no olvides que es una principiante.

—Nunca he tenido el privilegio de iniciar a nadie en estos asuntos, pero seré gentil.

—¡Suficiente! —gritó Sakura—. Parece que están hablando en un dialecto que solo ustedes entienden.

Syaoran se encogió de hombros, sus ojos ambarinos eran la clásica representación de las llamas del infierno sobre el lienzo.

—Y ya que nos estamos sincerando, señora —dijo él, bajando el cierre de su chaqueta de chico malo—, para evitar que le lleguen rumores extraños acerca de mí, es mejor que juzgue esto con sus propios ojos.

Una vez terminada la frase, se quitó la camisa, quedando medio desnudo frente a ellas. Las mujeres que parecían más bien un par de hermanas, contuvieron una exclamación, Sakura intentó cubrirle los ojos a su madre pero esta rechazó la acción con un audaz manotazo.

—El cuerpo de tu padre no fue así en su juventud —admitió Nadeshiko.

A Sakura se le debilitaron las piernas, el tatuaje de Syaoran abarcaba gran parte de su hombro y pectoral izquierdo, la tinta se le trepaba en la piel como una poderosa e intimidante armadura metálica, su musculatura era digna de un atlas de anatomía. Era tan alto y seductor que tuvo que sujetarse de las delgadas hebras de su cordura para no lanzarse a acariciarlo.

—M-me queda claro que son tatuajes artísticos —tartamudeó Nadeshiko, recogiéndose el cabello para abanicarse el cuello con la mano—. Supongo que es todo lo que querías mostrarme, ¿cierto? No habrá malos entendidos, te lo prometo.

—También tengo uno en la pierna, aunque está a medio acabar, ¿quiere verlo? —ofreció Syaoran soltando el broche de sus pantalones.

—¡No! —las mujeres gritaron al unisonó, girándose de espaldas a él.

—S-solo asegúrate de cubrirlos bien, algunas personas son demasiado prejuiciosas —aconsejó la madre de Sakura, dando pasos ligeros hacia la salida—. Yo me encargaré del cierre, cariño. Puedes marcharte tranquila, no te esperaré despierta.

Sakura chilló, alargando su mano, tratando de alcanzarla.

—Regresaré pronto, esto no es lo que parece… —su mamá no se detuvo a escuchar sus explicaciones, dejándola con un tremendo remordimiento.

—Recién salgo de la universidad, así que tendremos que ir en mi motocicleta —anunció Syaoran, vistiéndose muy relajado. Sakura se rehusó a mirarlo una segunda vez.

—Avergonzaste a mi mamá —reclamó ella, yendo a sacar su maletín de ejercicios de abajo del escritorio.

—Y tú me avergonzarás a mí si te montas en la motocicleta vestida de esa manera —advirtió tocando el dobladillo del vestido. La postura de Sakura era ideal para meterle una nalgada, demasiado antojable.

Ella se enderezó alarmada, tapándose las piernas con el maletín, sintiendo que los ojos se le llenaban de agua.

—Sí, claro, chico sexy. Tu reputación se mantendrá integra. No voy a deshonrar tu atractivo visual viajando contigo, envíame la dirección. Llegaré por mi cuenta.

En lugar de abatirse, Syaoran se tomó su molestia con diversión. Era el momento preciso para aleccionar a esa fierecilla, se lanzó a retenerla entrelazando sus manos alrededor de su cintura, Sakura pujó golpeándose la espalda contra el pecho de él, trastabillando en su lucha por no perder el equilibrio.

El muslo de Syaoran escabulléndose entre sus piernas y el atrevido agarre de sus brazos tocándole el estómago la detuvieron de caer.

—No soy de esos hombres que gozan exhibiendo el trasero de sus mujeres en el tráfico, o te pones unos pantalones o te ayudo yo a ponértelos.

Sakura balbuceó con el corazón latiéndole al mil. Nadie le había hablado de esa manera y aunque la forma en que lo hizo fue grotesca y el acercamiento de sus cuerpos obsceno, debía aceptar que le gustó.

Se estaba convirtiendo en una pervertida, con Yue permanecía nerviosa y tensa la mayoría de las veces, el acercamiento físico era algo que apenas lograba manejar; con Syaoran era lo opuesto, lo quería cerca, más y más cerca a medida que lo conocía.

—Lo haré por mi cuenta —indicó.

—Bien —Syaoran la liberó, comenzado a retirarse de la habitación. Se arrancó la banda que le ataba las puntas del cabello, desordenándolo con sus dedos, ese era su mejor estilo—. Sakura, yo nunca me avergonzaría de ti, es una posibilidad que no existe. Tú tampoco lo hagas, no vuelvas a menospreciarte de esa forma, al menos, no en mi presencia.

Sakura descubrió que los verdaderos caballeros eran escasos, y que a veces, venían en empaques inusuales. Con su ropa deportiva y su abrigo puesto, salió de la cafetería lista para emprender una nueva aventura. Syaoran le colocó un casco en la cabeza, sonriéndole con un guiño pícaro.

—Sostente fuerte, si te da frío, puedes meter tus manos debajo de mi ropa para calentarte. No me molestará.

Sakura no tuvo oportunidad de replicar porque él le bajó la careta, montándose en su caballo de acero haciendo rugir el motor. Ella le imitó, abrazándolo con sus brazos y piernas. Syaoran sonrió complacido por el suave calor de ella rodeándolo.

En el camino volvieron a encontrarse con el niñito de secundaria, el sonido del claxon amortiguó el crujido del inocente corazón de Eriol haciéndose añicos al ver a su primer amor marchándose con un sujeto que solo le haría daño.