V

La alarma de su teléfono se activó con la salida del sol, era una hora más temprano que su despertar habitual, cada fibra de su cuerpo protestó al perder el calor de la sábana y no solo eso, le dolía la sola idea de moverse. Syaoran se tomó demasiado en serio su papel de entrenador personal, fue como tratar con una persona distinta, escondió muy bien su perfil fanfarrón encima de su careta motivadora y profesional.

Le encantaba.

Todo de él lo hacía.

Después de su intensa rutina Syaoran le permitió bañarse en su habitación, su cabello todavía olía al acondicionador de él, se acostó en su cama y cenaron juntos en medio de una divertida charla. Él era un peligro para su vida, acostumbrarse a su exótica amistad no le estaba costando trabajo y los días de diciembre iniciaron sin piedad.

¿Qué sería de ella y de su venganza cuando Syaoran regresara a su país?

Desde ese día, usaría ropa interior bonita, él no la pillaría desprevenida la próxima vez que decidiera desnudarla. Le dio vuelta al cajón hasta dar con el juego de lencería que compró para su supuesta noche de aniversario, era lo más atrevido que tenía, el resto estaba lleno de listones y estampados que la avergonzaban.

Se iría de compras aunque eso la obligara a ser más cuidadosa con su lavandería, no deseaba que su madre encontrara las diminutas piezas transparentes que planeaba usar, quería mostrarse bien arreglada ese día, Syaoran prometió pasar a saludar a media mañana, ya que debía cumplir su turno en el club por la noche y con sus clases el resto de la tarde, lo que significaba que no harían ejercicio juntos.

Puso especial enfoque en el maquillaje y en la selección de su atuendo, los accesorios no estaban permitidos en la cocina y la redecilla obligatoria en su cabeza saboteaba todo peinado bien elaborado. Ató el moño de la blusa debajo de su cuello y se dirigió al pasillo con los zapatos en la mano, cuando se pasaba todo el día entre la cocina y el mostrador, no era necesario abrigarse tanto, el clima casi nunca jugaba en su contra, era capaz de llevar ropa bonita en cualquier estación del año.

—Sakura, ¿dónde vas tan temprano? —balbuceó Nadeshiko, empujando la puerta corrediza desde el piso, aun enrollada en su futón.

Sakura superó el susto con una risita, su madre ni siquiera era capaz de abrir los ojos.

—Descansa un rato más, mamá. Rin está llegando para ayudarme con el pedido de las tartaletas, se las entregaré al cliente a mediodía.

—Fue un acierto contratar a alguien que te ayude en la cocina, nunca tuvimos tantas demandas, ya imagino la fama que tendremos en el futuro si sigues trayendo empleados tan atractivos.

—Por Dios, madre, deja de recordar ese incidente tan vergonzoso —se quejó Sakura, esforzándose por minimizar el show desnudista de Syaoran en la oficina—. Mi padre se convertirá en un fantasma vengativo si continúas elogiando el físico de un hombre más joven.

—Estás en un error, ese chico es ideal para ti. Mi hermosa hija merece a alguien como él.

—Gracias por ser la fundadora y único miembro de mi club de fans —Sakura rodó los ojos, casi siempre que analizaba su entorno, los únicos que la miraban con lujuria eran ancianos decrépitos y las chicas criticaban sus caderas prominentes y sus muslos gruesos.

—No soy la única, puedo enumerarte a varios que mueren por tu atención —Nadeshiko balbuceó dejando caer la cabeza sobre su brazo, quedándose dormida al instante.

Sakura se agachó emitiendo un quejido, esperaba que ese dolor en su trasero valiese la pena en el futuro, estaba tan adolorida que incluso sentarse en el retrete fue una tortura, acomodó la frazada en los hombros de su madre dándole un beso en la frente, incorporándose después a una velocidad senil.

Su mamá era una persona demasiado dulce.

Al colocarse su abrigo notó que le quedaba un poco más suelto de los brazos al igual que su falda que se tambaleaba en la cintura, tuvo que colocarle un par de pinzas para disimular el desajuste. Eso la hizo esporádicamente feliz.

La costumbre de temporada era pasar la navidad con tu pareja romántica, o amigos en su defecto, y el año nuevo con la familia. En los años anteriores hizo planes con Tomoyo, Rin y otros conocidos, esta vez, le preguntaría a Syaoran si podían cenar a solas, faltaban treinta días para finalizar diciembre y no quería desperdiciar la oportunidad de vivir ciertas experiencias con él.

—¡Buenos días, Rin! —se acercó corriendo a su ayudante de cocina, quien era en realidad una vieja conocida, estudiaron juntas la preparatoria y la carrera culinaria.

—¡Cuidado, jefa!

Rin bajó de un salto los escalones que las separaban para atrapar a su angelical amiga, Sakura aun no superaba la tendencia de estrellar las narices en el piso. Su pequeño tacón se atascó en una fisura de la calzada provocando que su equilibrio titubeara apurando la caída. Por suerte Rin llegó a tiempo, como de costumbre.

—Lo siento, verte aquí me pone muy feliz —se disculpó Sakura, pegando la barbilla al pecho de Rin, ella poseía la magistral altura de un hombre—. No puedo creer que trabajes para mí, agradezco tu ayuda.

Rin se sonrojó hechizada por el deslumbrante rostro de la castaña, iba siempre tan bonita y femenina. La alejó de inmediato, era demasiada tentación el contacto físico con Sakura.

—Bueno, gracias a ti por darme el trabajo —dijo Rin, masajeándose el cuello, desvió la mirada al gato que caminaba en el borde del muro vecino—, esta es mi primera experiencia laboral en cocina.

—Tu madre incluso me envió una canasta frutas —sonrió Sakura, abriendo las puertas de la cafetería, tenían un par de horas extra antes de la apertura oficial.

—Tiene la creencia de que pasar tiempo contigo me hará cambiar, eres su prototipo de hija ideal.

La tristeza en la voz de Rin fue marcada con los resonantes pasos de Sakura en el piso de madera, el lugar sufrió cambios sorprendentes desde la última visita de Rin a mediados de año, se notaba la dedicación y el esfuerzo que Sakura estaba invirtiendo en el negocio. Las pantallas sobre el mostrador, los muebles y los exhibidores eran completamente nuevos.

—¿Qué dices? Akane está orgullosa de tener como hija a una medallista nacional en levantamiento de pesas.

—No me lo recuerdes, quedé en tercer lugar. Los contratos importantes son exclusivos del primero. Perdóname por usarte para escapar de mi fracaso, no quiero patear el gimnasio en uno o dos meses, o tal vez este sea el momento de retirarme. Mamá dice que debo pensar más en mi futuro, que el deporte solo te da de comer mientras eres joven.

Rin suspiró observando cómo Sakura reemplazaba su fino abrigo blanco por un delantal negro que envolvía su bonita figura, pensó que con el pasar de los días iba a superar su enamoramiento por ella o quizás después de su ir y venir en distintas relaciones románticas con otras chicas, pero el sentimiento de su adolescencia seguía ahí.

Sakura nunca le prestó atención a los rumores que se esparcieron en la preparatoria sobre sus dudosas preferencias sexuales por permanecer cerca de una chica a la que todos señalaban como marimacho. Rin se dedicó más al deporte que al estudio, Sakura iba a animarla a las competencias, le ayudaba con las tareas y le daba un trato normal.

Mientras que el resto de sus compañeras la evitaban o la acusaban de pervertida por usar los vestidores y las regaderas de mujeres, Sakura se quedaba a dormir con ella y la tomaba de la mano convirtiéndose en su mejor amiga. Rin intentó tener un novio, jugó con los sentimientos de un chico al cual Sakura tuvo que consolar después de aceptar su verdad.

Nunca podría amar a un hombre porque en su corazón habitaba Sakura.

—Esta es una buena oportunidad para definir si la cocina es lo tuyo —Sakura se le acercó a colocarle la malla en el cabello, Rin se inclinó para facilitarle la tarea—, a veces creo que elegiste la escuela de cocina solo por mí.

—¿Por ti? —repitió Rin con las mejillas calientes, jamás se atrevería a confesarle sus sentimientos, eso haría incomodas sus interacciones, prefería mantenerse cerca de esa manera. Tenía bien claro que Sakura era un sueño inalcanzable. Además esa chica era bastante despistada, no pudo haberse enterado de sus sentimientos por cuenta propia.

—Pues sí, parte de tu fama se debió a que intimidabas a todo el que se burlaba de mi peso. Fue mezquino dejarte hacerlo —Sakura cerró la llave del lavabo tomando una toalla desechable para secarse las manos—, acostumbrabas a desaparecer a la hora del almuerzo y me molestaba que me ocultaras lo que hacías, así que un día te seguí, hiciste llorar a Fumiko y Asami por ser malvadas conmigo en la clase de gimnasia. Até cabos y recordé que nadie se atrevía a burlarse dos veces de mí, deduje que era gracias a ti.

Sakura se colocó sus mangas de trabajo procediendo a desinfectar las fresas que decorarían las tartaletas.

Rin se uniformó con su filipina después de lavarse las manos en silencio, su vestimenta era tan diferente a la de Sakura, su armario se componía de jeans flojos, camisetas y ropa deportiva, para su buena suerte sus atributos femeninos apenas se desarrollaron, su aspecto masculino le brindaba seguridad.

—Tienes razón —se alentó a seguir con la plática, ella aplanaría la masa de las tartas, espolvoreó la mesa con harina y fue por la mezcla que prepararon desde el día anterior—. Fue por ti, porque eras mi única amiga de verdad, te quiero mucho e incluso ahora, haría lo que sea para defenderte.

—En realidad no soy tan débil, quizás te di la impresión equivocada. Me afecta que la gente me juzgue, pero solo unos minutos, hacer lo que me gusta y compartir con la gente que quiero me hace sentir mejor.

Rin sonrió, de no tener el rodillo de cocina entre las manos, iría a acariciarle la cabeza a su amiga.

—Has madurado.

Sakura se echó a reír trayendo a la mesa los moldes de las tartas.

—Diré que he madurado cuando recupere mis ahorros. ¿Tú qué opinas, debo contactar a Yue para cobrarle de nuevo?

Rin chasqueó la lengua, imaginando que la bola de masa que aplastaba era la cabeza de Yue.

—Ese imbécil confundirá tus intenciones, en su mente retorcida, interpretará esa llamada como una señal de que todavía te mueres por él.

—Desearía gritarle en la cara que nunca lo amé.

—¿No? —A Rin le sorprendió la declaración.

—No, olvidarlo ha sido lo más sencillo del mundo. Absolutamente todos mis pensamientos hacia él son negativos. Lo detesto.

Sakura terminó de rellenar un par de bandejas y las llevó al horno, imaginando que Yue ardía ahí adentro.

Rin carraspeó, deteniéndose un segundo para echarle una mirada furtiva a su jefa. Yue fue el primer novio de Sakura, antes de él, no tuvo contacto físico con nadie del sexo opuesto. Tal vez, solo tal vez, ella podría tener una chispa de esperanza.

—¿Por qué? Sé que era un patán pero, supongo que te hizo sentir cosas agradables.

Sakura frunció los labios dirigiendo su mirada al techo, analizando con cuidado las palabras de Rin. ¿Cosas agradables?

—Tuve la impresión de que nuestros besos eran sublimes porque creía amarlo —murmuró, repasando esas penosas escenas en su cabeza—. Si lo veo desde el punto físico, no. No sentí nada especial.

—Entonces, ¿cómo puedes estar tan segura de que te gustan los chicos?

Rin esperó una reacción desagradable en Sakura por su pregunta subliminal, en cambio, la notó nerviosa, los movimientos de sus manos se volvieron torpes y la cara se le sonrojó por completo.

—Porque, bueno, yo… —El carrete de recuerdos que acumuló de sus encuentros con Syaoran comenzó a proyectarse en su cabeza, eran tan abrasadores que le daba pena concentrarse en ellos frente a otra persona—. Tengo un amigo nuevo.

—¿Amigo? Te refieres a un pretendiente.

—No sé si pretendiente sea el término correcto. Es más bien un amigo con el que tienes la libertad de coquetear sin preocuparte por lo que pasará después.

Rin estrelló el martillo en la mesa con fuerza, sacándole un sobresalto a Sakura con el estruendo abrupto.

—¿Son amigo con derechos?

—No quisiera ponerle nombre a lo que tenemos…

—¡Otra vez estás defendiendo a un rufián que solo intenta sacar provecho de ti! Este tipo es incluso peor, va tras tu cuerpo sin garantías de responsabilidad afectiva.

—Ya lo dijiste, a él le interesa mi cuerpo y a mí el suyo, desde nuestro primer encuentro me ha hecho sentir bonita y deseable. Soy una adulta capaz de asumir las consecuencias de mis actos. Es justo lo que necesito en este momento, disfrutar y sentirme bien con alguien que no va a romperme el corazón.

Rin se mordió el labio enfocándose de nuevo en la mesa. Se estaba comportando como una novia celosa, eso le pasaba por dejarse dominar por sus impulsos. Le destrozó el corazón escuchar que Sakura estaba acostándose con un tipo cualquiera que no la valoraba, que no era capaz de ver a la bella persona que tenía entre manos.

—Mañana va a incorporarse a nuestro equipo de temporada. No lo juzgues mal, es encantador, va a agradarte en cuanto lo conozcas —Sakura siguió el flujo de la conversación obviando el raro humor de Rin—. Pasará a saludar más tarde, te lo presentaré. Se llevarán bien, estoy segura.

Jamás.

Nunca.

Un sujeto así de peligroso no podía permanecer al lado de Sakura. Era una amenaza distinta al inofensivo niñito Hiraguizawa. Era capaz de lidiar con un rival torpe. Dos eran demasiados. Solo le faltaba que el imbécil de Yue se uniera a la tropa para agravarlo todo.


Syaoran entró a la cafetería cerca del mediodía, tuvo un pequeño retraso en la peluquería, se recortó las puntas del cabello para darse un aspecto un poco más limpio en su nuevo empleo. Alzó la mano para saludar a Sakura siendo ignorado por completo, ella elevó el tablón del mostrador desatando de manera diligente el delantal que disimulaba su falda tan corta.

Maldición.

Era incluso más corta que la del vestido de la noche anterior. Escaneó el entorno verificando si existía otra persona que hubiese pillado ese sensual detalle y sus ojos se detuvieron encima de un chico con el cabello teñido de rojo, vestía una filipina de cocinero y un delantal similar al de Sakura.

Syaoran frunció el ceño mordiendo con sus dientes delanteros el palillo que antes sostuvo un caramelo en la punta. No era un chico, era una chica. Había que mirarle dos veces para captarlo, sucedía que era bastante alta y corpulenta, los músculos de su cuello se veían fuertes y bien ejercitados, pero su rostro aun conservaba su afilado contorno femenino.

Acabó riendo en sus adentros, la inocencia de Sakura y sus curvas exuberantes eran una combinación peligrosa. Syaoran era un alborotador por naturaleza, el caos iba a desatarse con su presencia en ese lugar, entre más competencia, más disfrutaría comerse el premio.

—¡Rin, los pasteles! Debemos irnos de inmediato —Sakura gritó, hurgando en su bolso hasta encontrar el llavero del coche.

La pelirroja espabiló, moviendo la torre de acero inoxidable llena de bandejas de postres.

Syaoran se apresuró a abrir la puerta, quedándose a un lado para llamar la atención de Sakura.

—¿Vas de salida? Llévame contigo.

—¿Uh? —Sakura parpadeó aclarándose la vista en caso se tratase de una alucinación. ¡Era real, Syaoran estaba ahí! Su cabello lucía diferente, liso y brillante, cubriendo la porción justa de su frente. Ahora podía apreciar con claridad el encantador color de sus ojos y el exótico grosor de sus cejas bien delineadas—. Me dirijo a hacer una entrega, es cerca de aquí, regresaré pronto.

Syaoran le sonrió con su soberbio atractivo aproximándose a ella.

—Todavía mejor, sirve para que me instruyas en mis futuras tareas.

Rin dejó a un lado el carrito de postres para interponerse entre el vago que se colgaba de la puerta y Sakura.

—¿Eres un cliente o solo viniste a molestarla?

La inspección de Syaoran sobre Rin fue casi descarada. Diablos. Era casi tan alta como él, sus manos eran grandes y con las venas marcadas, inclusive sus hombros y pectorales eran tan amplios como los de un hombre. Era divertido e impresionante.

—Es mi amigo, te hablé de él esta mañana, ¿recuerdas? —Sakura tranquilizó a Rin, tomándola de la cintura, acercando su cabeza a un lado del brazo de su amiga en un gesto infantil.

—¿Qué tanta información le diste? —espoleó Syaoran, sacándose el palillo de la boca.

—P-pues que somos amigos y que trabajarás aquí a partir de mañana —tartamudeó Sakura, sintiéndose expuesta.

Rin se sonrojó del puro disgusto. Se notaba a leguas que ese tipo era un mujeriego, bastaba con fijarse en el arete industrial que le atravesaba la oreja y la arrogancia de sus facciones para saberlo. Sakura se libró de las garras de un estafador para caer en algo peor.

—Buena chica. Lo que sucede cuando estamos a solas debe permanecer en secreto —guiñó Li, coqueteando con Sakura como si Rin no existiera.

Rin dio una inhalación profunda, le rompería la cara. Sakura supo leer el humor de su amiga, al parecer, Syaoran tenía la extraña manía de presentarse como el peor desgraciado del mundo. Y Rin era una persona carente de paciencia.

—Ella es Rin Usagi, mi ayudante de cocina —habló catalizando las miradas hostiles que Rin y Syaoran intercambiaban—. Y él es Syaoran Li.

Syaoran tiró de Sakura, pasándole el brazo alrededor del pecho apoyó la barbilla en la coronilla de su cabeza, su aroma a dulce lo embelesó.

—Entonces, ¿a quién llevarás contigo, Sakura?

¿!Eh?!

Sakura se encontraba en una encrucijada. En el cronograma de actividades, estaba predispuesto que Rin le acompañaría, pero en realidad, prefería la compañía de Syaoran. Era una descarada. Y Syaoran un sinvergüenza. Él sabía que esa cercanía la influenciaría a su favor, la ponía nerviosa que un chico le llegara por la espalda, la dureza en él la fascinaba.

—¿Qué haría un pelmazo sin experiencia como tú si la decoración de los pasteles se estropea?

—Entretener al cliente mientras Sakura lo arregla —Syaoran respondió triunfante—, tengo muchas ventajas tratando con mujeres y se me da bien charlar con hombres.

—Ni siquiera te esfuerzas en ocultar tus ganas de… —Una explosión censuró el final de la frase, aunque Syaoran sí fue capaz de leer lo que salió de los labios de Rin.

Ella estaba en lo correcto. Tarde o temprano, él se follaría a Sakura.

—Está decidido, Rin, te quedarás. Ayuda a mamá a justar la máquina de café, por favor —Sakura dictó, ignorante de la contienda que se libraba entre sus dos aspirantes a compañero de sábanas.

Antes de soltar a Sakura, Syaoran respondió la amenazante furia de Rin con un silencioso «jódete». Él amaba el conflicto. Y su permanencia en ese país iba tornándose aburrida hasta que tuvo la suerte de cruzar caminos con Sakura.

—Como ordenes, jefa —Rin masculló, marchándose a rescatar a Nadeshiko.

—Andando, te presentaré a mi pequeño bebé —dijo Sakura con entusiasmo, alzando el rostro para mirar a Syaoran.

El sonrojo en ella era adorable pero nada superaba lo apetecible de su atuendo. Haló el carrito enfocado en el trasero de su nueva jefa, hizo mucho ejercicio esa mañana y aun así, su libido estaba a flor de piel. ¿Cuándo fue la última vez que cogió? Hacía tres o cuatro semanas, un periodo de tiempo decente, podía aguantar más que eso, era Sakura quien lo traía tras ella como un perro en celo.

Dios santo, estaba columpiándose en la locura.

Sakura se fue a abrir la puerta lateral de una furgoneta blanca con el logo de la cafetería en los costados, lo miraba como a una maravilla, se subió más la falda para subir a la cabina y Syaoran descubrió que un pequeño lunar se asomaba en el interior de su muslo derecho, quería lamerlo, hincar sus dientes en él. Estaba perdido.

Sakura le entregó un paquete que contenía un par de guantes, una malla para el cabello y un cubrebocas, procedió a colocarse el juego ella misma, por lo que acabó imitándola.

—Ve pasándome las bandejas, yo las acomodaré y tu fíjate cómo se hace.

Syaoran carraspeó, despejando su mente de los pensamientos perversos.

—Cuando me gradué de la escuela, me di este pequeño regalo. Ni siquiera tenía claro lo que quería hacer en ese entonces —relató Sakura, recibiendo la primera bandeja. Syaoran se preguntó si no sería más practico para ella trabajar con un uniforme puesto, aunque eso le dejaba claro que la feminidad era un rasgo destacable en Sakura—. Semanas atrás lo usaba para mis diligencias personales, es su primer día haciendo la labor para la que fue creado.

El orgullo con el que Sakura contaba su historia lo conmovió. Él se daba todos los lujos que se le antojaban pero no estaba apto para vanagloriarse como ella, puesto que eligió el rumbo fácil.

—Ayer recibí una orden de un pastel de bodas para trecientas personas, nadie había puesto tanta confianza en mi trabajo en el pasado. Desde que te conocí, las cosas buenas no dejan de sucederme.

Los demonios de Syaoran fueron casi exorcizados con esa frase, tuvo que ponerse la mano en el pecho para apaciguar todo la emoción que su corazón manifestaba. ¿Esa chica tan tierna y atractiva lo veía como a una buena persona? ¿A él? Un cómodo idiota al que le gustaba el dinero abundante y sin esfuerzo.

—Ese contrato fue prácticamente una revelación, quiero que mi negocio crezca y una vez logre una estabilidad, tendré el dinero suficiente para irme de viaje.

—¿Irte? —preguntó Syaoran. ¿Por qué esa palabra lo hizo angustiarse?

—Sí, mi sueño es conquistar los sabores del mundo —bajó indicándole a Syaoran cómo asegurar el transportador de las bandejas para cerrar la compuerta—. Se escucha costoso, ¿cierto?

—Un poco —murmuró Syaoran todavía desconcertado. Incluso podía imaginársela visitando un montón de países, adivinando los ingredientes de los platillos que probaría—. Es un plan de vida bien definido. Yo no he llegado tan lejos aún.

Syaoran ocupó el asiento del copiloto percibiendo un detrimento en su autoestima. Ver a Sakura tan madura y convencida de sus propósitos lo hizo encogerse. Si bien se planteó dejar todo trabajo que implicara vender su imagen de formas deshonestas, seguía sin un objetivo claro.

Regresaría a Nueva York después de año nuevo. ¿Para qué? Seguía peleado con su familia, no tenía una novia que lo recibiera y tampoco una propuesta laboral. En cambio en Japón… este país tenía a Sakura y si el proyecto en el que estaba participando en la universidad resultaba ganador, tendría un empleo bien pagado en una empresa de prestigio.

¿De verdad quería irse? Y si se quedaba, ¿resultarían bien las cosas?

Sakura comenzó a parlotear acerca de un crédito que tomó del banco para las mejoras de la cafetería y la mente de Syaoran estaba tan nublada que era complicado entenderle. Su mirada terminó desviándose de nuevo a los muslos de ella, su piel lucía suave, eran el remedio perfecto para el frío invierno.

—¿Almorzamos juntos? ¿Tienes tiempo para eso? —Syaoran preguntó, apenado.

—Estaba esperando a que lo preguntaras —sonrió Sakura—, ayer dijiste que tenías antojos de bibimbap y quiero cocinarlo para ti. Tú me alimentaste ayer, es justo que te devuelva el favor. ¿Qué dices si al terminar la entrega regresamos a mi casa? ¿O prefieres ir a un restaurante?

Syaoran giró el rostro a la ventana, tapándose la mejilla con la mano. Se había sonrojado de nuevo. Ella era tan linda, recordó el detalle de su antojo e iba a cocinar especialmente para él.

—En realidad, lo que quiero es… —La saliva pasó por su garganta con dificultad. Maldita sea, estaba acostumbrado a hablar con las mujeres sin que el pudor se interpusiera, ¿por qué con Sakura sí era difícil? Ella lo hacía flaquear—, tener un momento a solas contigo.

—No hay nadie más en mi casa, seremos solo tú y yo.

—Perfecto.

Sakura apretó las manos en el volante. Ella también quería ese momento a solas con él.


Pues ya se le va juntando el ganado a Sakura jaja. Por suerte Syaoran no es ningún lento. Nos leemos.