VII

Eriol apretó los dientes por el molesto rugido de una motocicleta irrumpiendo la paz del vecindario, para él ese ruido era equivalente a las trompetas del apocalipsis. Su estómago se hizo puño al confirmar la presencia del imbécil mujeriego que iba a infiltrarse en la cafetería para seducir a su inocente jefa.

Syaoran Li bajó de su caballo metálico peinándose el cabello con los dedos después de quitarse el casco, la acción fue de lo más parecido a un comercial de champú, el brillo y la caída de cada una de las hebras fue perfecta y ni hablar de lo absurdamente apuesto que era el rostro de ese sujeto.

Lo odiaba.

Syaoran le sonrió al niñito de secundaria en señal de saludo, se unió a él en la entrada de la cafetería pasándole el brazo encima de los hombros como si fuesen viejos conocidos.

—Me dijeron que tú estarías a cargo de enseñarme mis tareas —Syaoran dijo apreciando la fila de clientes que se arremolinaban atrás del mostrador de postres. La verdad no se imaginó que un sitio tan artesanal y recóndito fuese tan popular—, espero que nos llevemos bien.

—Solo mira y aprende, no tengo tiempo de explicarte nada —gruñó, incapaz de deshacerse del gesto de confianza de su rival, dirigiéndose resignado a los vestidores del personal.

Varias mujeres cuchichearon y se quedaron boquiabiertas al notar la presencia de Syaoran en el lugar. Era evidente que al tipo le gustaba en exceso la atención, ya que respondió las insinuaciones de algunas con un coqueto guiño.

Si algo era peor que el libertinaje, era la hipocresía.

A Eriol se le sonrojó el rostro de la colera, el humo casi le salía de las orejas al llegar a la habitación, se descolgó la mochila de los hombros provocando un estruendo en el piso por los múltiples libros que cargaba y se giró a encarar a Li.

Iba a tomarlo de las solapas del abrigo y pegaría la frente a la suya en un gesto intimidatorio, sin embargo el espacio reducido de los vestidores lo hizo más consciente de los varios centímetros que Syaoran le superaba, no solo en altura, sino también en masa muscular. Se acobardó imaginándose lo mucho que debían doler sus derechazos.

Syaoran avanzó hacia adelante esbozando una sonrisa divertida por la temeraria acción del adolescente, ¡esos celos eran tan tiernos!

—¿Planeabas hacerme algún reclamo? —susurró Syaoran, encajonando a Eriol entre los casilleros y su cuerpo.

El chico alzó el rostro pasando saliva por la garganta con dificultad, casi comete el cobarde acto de cerrar los ojos, lucir indefenso ante un bravucón era un episodio repetitivo en su vida, pero en este caso su masculinidad estaba en juego. Aunque el resto de su cuerpo temblara, le sostuvo la mirada al intruso y admitía que, de cerca, Li era bastante guapo.

Era normal que Sakura no pudiese resistirse, los brazos de Syaoran a los lados de su cabeza, el perfume cítrico que manaba de él y sus relumbrantes ojos de tigre eran una mala combinación. Peligro. Seducción. Virilidad.

Maldición.

¿Era acaso una chica para tener pensamientos tan vaporosos?

Se armó de valor eludiendo su atemorizante prisión humana escabulléndose debajo del brazo de Li. Él lo dejó ir, no hizo el amago de acorralarlo de nuevo.

—P-pondré las cartas sobre la mesa —tartamudeó Eriol, fue directo a abrir su casillero en busca de un objeto al azar que pudiese servirle como arma de defensa—. Sé que viniste aquí por Sakura, y no me importa si eres su amante o un simple pretendiente, no daré marcha atrás en mi decisión. La invitaré a salir en la próxima oportunidad que tenga.

—Aprecio tu buen gusto —bufó Syaoran, encontrando a su derecha un casillero con su nombre. Sakura debió rotularlo para él, ¡qué linda!—. El contraste de una personalidad ingenua y un cuerpo lascivo es algo que enloquece a un hombre. ¿No es cierto?

Eriol se sonrojó. Jamás se imaginó utilizando el término "lascivo" para describir a Sakura. Lo aberrante del caso era que ese sujeto tenía razón, la figura exuberante de su jefa destacaba tanto como su lado gentil y amable.

—Es mejor que te detengas aquí. Eres lo peor que puede sucederle a una mujer como ella. Ir por ahí enamorándola mientras coqueteas con otras a sus espaldas, es… te convierte en basura.

La mente de Syaoran se despejó con el pequeño discurso. El niño estaba fúrico porque le sonrió a las clientas. No fue con mala intención, era una costumbre. Normalmente en su trabajo era casi obligatorio hacer un generoso contacto visual con las clientas, se preguntó si a Sakura le resultaría desagradable ese comportamiento. Trataría de corregirse y evitarlo.

—¿Sakura es tu primer amor? —La diversión en la voz de Syaoran era palpable—. Vaya, lo lamento por ti. La primera persona de la que nos enamoramos termina siempre rompiéndonos el corazón, directa o indirectamente.

—¿Te sientes con derecho a sermonearme? No eres quién para determinar mi fracaso.

—Verás, niño —Syaoran descolgó de su casillero una camiseta con el logo de la cafetería, tendría que usarla encima de su suéter para cubrirse los tatuajes, su meta al marcharse de Japón, era colorear por completo el resto de su antebrazo y el dorso de su mano con tinta—. El problema es que estamos en etapas diferentes de la vida. No cuentas con la experiencia suficiente para complacer a una mujer como Sakura, supe en cuanto la conocí, que tiene un apetito insaciable, incluso yo temo quedar en ridículo el día que finalmente nos acostemos.

—¿Por qué sigues refiriéndote a ella en una connotación sexual? Los seres humanos normales tenemos otros campos en los que nos interesa ser complacidos.

Syaoran chasqueó la lengua, su gesto era sínico y arrogante.

—Es difícil para ti comprenderlo porque eres virgen —comenzó a desvestirse—. Definamos aquí y ahora quién es mejor para Sakura. Quítate la ropa.

Eriol balbuceó con la sangre bulléndole en los oídos, retrocedió hasta que el chirrido metálico de su taquilla le avisó que estaba en el límite de escape.

—¿Te volviste loco? —gritó.

¡Ese degenerado se estaba desnudando! Incluso sus gafas se deslizaron por el puente de su nariz cuando Li concluyó su espectáculo desnudista bajándose los pantalones.

Eriol jadeó.

¿Qué demonios era eso? Había visitado los baños termales en varias ocasiones junto a su padre y estaba acostumbrado a la desnudez de sus compañeros en las duchas de la escuela, pero nunca antes vio una cosa de ese tamaño.

¡Sakura estaba en peligro!

No solo por las proporciones ofensivas de ese depravado sino porque su piel estaba saturada de tatuajes. Se lanzó como un proyectil apuntando a la puerta de salida, tenía que advertirle a su jefa que Li era un mafioso.

—Alto ahí. Ni te esfuerces en ir de chismoso con Sakura, ella ya lo ha visto todo —mintió, atrapando a Eriol por el cuello de la camisa, quien aun vestía el uniforme de invierno del instituto—. ¿Debo interpretar tu cara de susto como una señal de triunfo? Soy mejor que tú para ella, ¿no es verdad?

¡Pues sí! Maldita sea. Li era un fenómeno. No quería imaginarse los alcances que tendría el dragón entre sus piernas en modo activo.

—Aléjate o te denunciaré por acoso —exclamó Eriol.

Syaoran comenzó a reírse con un humor bastante sincero.

—Creo que me caes bien. Invítame a unos tragos de bienvenida la próxima vez.

—Soy menor, no puedo comprarte alcohol —renegó Hiraguizawa. El crujido de la ropa volviendo al lugar del que jamás debió desprenderse alcanzó sus frágiles oídos.

—No tienes la edad legal para embriagarte, pero sí la suficiente para seducir a una mujer. ¿Entendí bien?

—¿Por qué tergiversas el significado de cada cosa que digo? —se quejó Eriol.

Syaoran se encogió de hombros, procediendo a colocarse el delantal negro alrededor de su cintura. Estaba listo para trabajar. Sorprendería a Sakura con su eficiencia.

—Tus estándares son demasiado altos. Sakura es mía, es una mujer a mi nivel, entonces, ¿qué te parece si te ayudo a conseguir a otra que sí esté a tu alcance?

—No lo necesito —Eriol no dudó en rechazar la oferta.

Syaoran se cruzó de brazos recostándose en la pared. Chasqueó la lengua tres veces como un profesor que reprueba con placer a su peor alumno.

—Tu cabello se ve grasiento, te encorvas al caminar y mi dedo meñique es más grueso que tus brazos. Para impresionar a alguien, debes exteriorizar la genialidad de tus sentimientos.

—No soy una persona superficial.

—Yo tampoco. Sin embargo tengo mis requisitos mínimos. Me gustan las mujeres de aspecto limpio y femenino, me importa una mierda el color de piel o el peso que tengan, siempre que sepan destacar sus atributos. Vestirse bien es la clave. Y creo que a ti te hacen falta unas buenas lecciones. ¿Tienes hermanos mayores?

—Soy hijo único —contestó Eriol, estaba dándole largas a los botones de su uniforme. No anhelaba exponer su torso escuálido frente a Li.

—Considérame tu hermano mayor a partir de hoy —Syaoran hizo una pequeña reverencia antes de retirarse de la habitación.

El rubor escaló hasta las mejillas de Eriol. ¿A quién diantres intentaba seducir Li, a Sakura o a él? El tipo era tan insoportable, y a su vez, tan considerado que se sentía propenso a caer en sus redes. No dudaba de su sexualidad, por supuesto, solo que el diminuto deseo de parecerse un poco a Li estaba germinando en su interior.

Cuando estuvo listo para incorporarse a sus labores, abandonó la seguridad de la habitación encontrándose con Syaoran en el pasillo. Se le veía muy relajado riéndose de un vídeo que miraba en su teléfono.

—Instalé una cámara en mi habitación para mantener vigilado a mi gato —Syaoran le explicó girando la pantalla del aparato. Eriol observó a la pequeña bestia trepándose encima de un árbol de navidad a medio construir—. Es la primera navidad de Salem y quería comprobar el mito que dice que los gatos y los árboles de navidad no se llevan bien.

—Es de suponer que te lleves bien con los animales, ambos son criaturas primitivas —Eriol rodó los ojos, reanudando su marcha.

—Concuerdo. La noche que Salem conoció a Sakura fue difícil apartarlo, insistía en frotarse contra ella. Un gato que no tiene bolas comportándose de esa manera —La risa de Syaoran rebotó en las paredes del estrecho camino—, admito que se me antojaba hacer lo mismo, con el doble de ganas que él, ya que como pudiste ver, mis bolas están intactas.

—Ya cierra la boca, cuando esté de ánimos para hablar sobre el cuerpo humano y sus reacciones el día entero, iré a la facultad de medicina.

—Por cierto, ¿dónde está Sakura?

—En la cocina, pero no estamos autorizados a entrar.

Eriol señaló una puerta blanca con una ventanilla de cristal, Syaoran no dudó en ir a fisgonear. Ni borracho pudo sacársela de la cabeza, sus labios mullidos y su lengua tímida todavía palpitaban en su paladar. Las manos le ardían por la expectativa de tocar esa piel suave otra vez.

Ella parecía tan inocente decorando un bizcocho uniformada con su filipina blanca, que si se quedaba un minuto más admirándola, la manga pastelera no sería la única que derramaría nata.

Le dieron ganas de golpearse la frente contra el cristal, ¿qué demonios estaba pensando?

De pronto un retumbo surgió en su pecho, la ayudante de Sakura se percató de su presencia y corrió a remarcar la desventaja de Syaoran yendo a tomar una toalla para limpiar una mancha de chocolate que destacaba en el pecho de Sakura.

Mientras lo hacía, Rin le envió una mirada desafiante y Syaoran se encargó de devolverle la puñalada. Tocó la puerta con los nudillos atrayendo la atención de Sakura, quien se sorprendió agitando la mano para saludarlo.

El brillo de esos ojos verdes traspasó el cristal de la ventanilla, su entusiasmo por verlo fue difícil de ignorar para Rin. Syaoran sonrió remarcando sus hoyuelos, la victoria de ese encuentro era para él, obviamente.

Rin Usagi era un cero a la izquierda para Sakura en el campo del amor y la sexualidad. Genial. A pesar de ello, le resultaba inevitable no actuar como un perro celoso, era molesto que alguien más quisiera pisar su territorio.

—Es hora del cambio de personal —anunció Eriol, conteniendo las lágrimas. Sakura miraba a Li como a un dios griego y lo hiriente era que sí tenía varios motivos para hacerlo.

—Bien, vamos —Syaoran se despidió de Sakura con un guiño, ante lo cual, ella se sonrojó.

Era refrescante coquetear de manera autentica con una chica hermosa, desde que la conoció la cotidianidad de sus días se basaba en la hora de sus encuentros. Iba proponerle alquilar unos patines en el parque para variar en su rutina de ejercicios, era un peligro llevarla otra vez a su departamento, no se daría el lujo de dormir con Sakura hasta enseñarle la parte oculta de su vida como Host profesional.


—Lleva esto a la mesa siete.

Eriol observó con desdén a la persona que le entregó la charola con dos tazas de chocolate caliente y una rebanada de pastel de fresa.

—¿Quién diablos eres para darme órdenes? —espetó, empujando la bandeja al extremo interior del mostrador—. La mesa siete es tu sector, llévala tú mismo.

Syaoran movió de nuevo la bandeja con una tímida expresión en su rostro.

—Es un favor para tu hermano mayor. Además, yo podría convertirme en el futuro dueño de este lugar.

—¿Futuro dueño? —Eriol jadeó—. ¿Tienes el dinero suficiente para adquirir una franquicia?

Syaoran continuó con su acto de inocencia, dibujando un círculo en la mesa con su dedo. Eriol casi podía jurar que el sujeto estaba sonrojado.

—Prefiero adquirirlo de la manera tradicional, a través del concubinato —Hizo una pausa manteniendo la mirada baja, lo que delineaba en la superficie acrílica era en realidad un corazón—. Sakura y yo todavía no hemos conseguido pasar la noche entera juntos, pero es algo que tarde o temprano sucederá.

A Eriol se le erizó la piel de los brazos, quería golpear a ese ridículo bribón, pero lo asustaba que le devolviese el ataque.

—Deberías renunciar si vas a negarte a cumplir con tu trabajo —gruñó.

—Quiero trabajar, el ambiente es lo que no me permite hacerlo. Perdí la mitad de mi vida eludiendo los coqueteos de esas chicas cuando fui a tomarles la orden, no quiero que Sakura malinterprete la situación.

El niñito de secundaria se echó a reír, indispuesto a seguirle la corriente.

—Esto es tan conveniente, al final de día, ella se sentirá tan insegura de ti, que cortará cualquier juego que tenga contigo, verá que solo eres un mujeriego.

La puerta se abrió anunciando nuevos clientes y Eriol se largó con la excusa de ayudar a acomodarlos. Syaoran agarró la bandeja murmurando improperios, llevaba tres horas trabajando como mesero y ya no lo soportaba. Estaba harto de fingir recato y buenos modales cuando en su interior era un bastardo malencarado.

—Su pedido está listo, disfruten —exclamó, acomodando los platos cerca de sus respectivas dueñas.

Una de las chicas le atrapó la muñeca, dándole una mirada bastante insistente. Eso de que las asiáticas eran precavidas en público eran puras patrañas, cuando alguien les interesaba, se convertían en acosadoras siniestras.

—Siéntate con nosotras, esperaremos a que sea tu hora de descanso.

Syaoran hizo una sutil maniobra para soltarse de su agarre, no podía ser grosero, eso solo provocaría un escándalo.

—Estoy trabajando horas extra, no tendré descanso este día.

—Entonces, dame un número al que pueda comunicarme contigo.

Syaoran se inclinó en señal de disculpa, dejando desconcertada a la chica.

—Lo lamento, tengo una esposa y estamos esperando un bebé. Si aún así te interesa salir, yo iría encantado.

La acompañante de la clienta coqueta se ahogó con su bebida, cubriéndose con una servilleta. Ambas decidieron ignorarlo murmurando acerca de lo joven que él era y de lo temprano que arruinó su vida.

Syaoran sonrió, esa estrategia era infalible.

Luego de ese desagradable momento no volvió a reparar en las insinuaciones taimadas de los comensales, se hizo una fila para comprar el postre especial del día. El lugar iba creciendo en popularidad gracias a las redes sociales, la madre de Sakura se encargaba de los cobros en caja, una chica que también estaba en edad universitaria empacaba la comida y Eriol y él daban vueltas como locos entre las mesas.

Nadeshiko le dio una breve inducción y Eriol le explicó cómo funcionaban las máquinas de bebidas.

Solo se vendía una cantidad limitada de postres especiales, los cuales seagotaron en un santiamén, varios visitantes se marcharon decepcionados cuando Nadeshiko dio el anuncio, el resto se conformó con alguno de los que quedaban en exhibición. Cuando disminuyó la demanda del servicio en mesa, Nadeshiko le hizo una señal para que se acercara.

—Es hora de tu descanso —le sonrió con amabilidad—. Puedes salir de la cafetería si lo necesitas, solo no te alejes demasiado o retrasarás el receso de tus compañeros.

—Creo que iré a recostarme a la sala de personal.

—De acuerdo, Sakura suele concluir sus labores en la cocina a esta hora. Si viene por aquí le diré que vaya a saludarte.

—Se lo agradezco.

La complicidad de Nadeshiko fue bien recibida por Syaoran, ¿la señora tendría idea de que sus reuniones con Sakura no eran ni profesionales ni amistosas? Ayudarla a hacer ejercicio era una excusa barata para seducirla. Era la verdad.

En un inicio Syaoran quiso contribuir a elevar la autoestima de Sakura con charlas motivacionales en medio de sus rutinas, cambiando su estrategia después de descubrir lo encantadora que ella era. La convencería de que era toda una reina complaciéndola en la cama.

Los pocos besos que compartieron lo tenían hecho un desastre. No logró concentrarse en el club la noche anterior, le respondió a su clienta de manera desinteresada y cortante, la mujer terminó retirándose temprano y él fue requerido en un salón privado para acompañar a un comité empresarial.

Perdió el control de la situación excediéndose de tragos y a consecuencia se quedó dormido hasta después del mediodía. Despertar encima de la mesa con Keia a su lado fue grotesco.

La compuerta de la cocina se abrió de golpe, rebotando contra la pared del pasillo. Sakura apareció en el umbral con las mejillas húmedas y ruborizadas, ¿estaba llorando? Su interrogante se convirtió en afirmación al notar que ella se apretaba la mano con una toalla blanca que se teñía con rapidez de color carmesí.

—¿Estás herida? —Syaoran se apresuró a sostenerla, la chica parecía estar al borde del desmayo—. ¿Qué sucedió?

Rin Usagi venía atrás de ella, quitándose su gabacha de chef salpicada de sangre.

—Hazte a un lado, la llevaré al hospital —demandó Rin, empujando a Syaoran para apoderarse de Sakura. Por supuesto él no retrocedió.

—¿H-hospital? —tartamudeó Sakura. ¡Ni siquiera entendía cómo pudo pasársele por la cabeza hacerse cirugías estéticas cuando sufría de iatrofobia!—. No quiero ir, me dan mucho miedo.

—¿Me dejarías revisar tu herida? —pese a que estaba enojado por el altercado con Rin, procuró que su tono de voz fuese calmo, Sakura temblaba como un chihuahua asustado.

Rin hizo un ruido parecido a un gruñido.

—¿Eres un médico certificado? No lo creo, puedes presumir sobre cualquier cosa que quieras para impresionar a las mujeres, pero no te metas en un campo que es totalmente ajeno a ti —volvió a tirar del brazo a Sakura—. Vámonos.

—Cursé un año en la facultad de medicina y me pasé la mitad de mi adolescencia preparándome para ello —Syaoran se encogió de hombros recordando la pila de libros que su padre le obligó a leer con antelación—. Desciendo de un linaje de médicos reconocidos. Mi formación fue mínima, pero podría ayudarte, ¿qué dices, Sakura?

—E-está bien —aceptó, siendo ignorante de la cara de decepción de Rin—. Tenemos un botiquín de primeros auxilios en el baño de personal.

Rin abrió su mano con lentitud liberando a Sakura en contra de su voluntad. Ese idiota estaba arruinándolo todo. Era improbable que Sakura llegase a ser su pareja un día, sin embargo todo ese tiempo la consoló ser la amiga número uno para ella. Y por primera vez sentía que Sakura prefería a alguien más.

—Rin, ¿cuento contigo para desinfectar la cocina? Te avisaré si necesito ir al hospital.

—Lo que tú digas, jefa —se retiró lanzándole una mirada desdeñosa a Li.

Syaoran saltó en sus adentros celebrando su victoria, era hilarante que su rival amoroso fuese una mujer. Se le hinchaba el pecho de orgullo cada vez que Sakura lo elegía.

—¿Puedo saber qué sucedió?

Al llegar al lavabo, Syaoran giró la llave para que el agua comenzara a correr antes de retirar la toalla de la herida.

Los labios de Sakura se tornaron pálidos al ver la sangre otra vez, eligió suspirar y cerrar los ojos, confiaba en Syaoran. Era una cobarde, nunca sabía cómo reaccionar a esos eventos.

—Fue mi culpa, puse a remojar los utensilios en el fregadero y metí la mano en el agua sin cuidado, terminé incrustándome la punta de un cuchillo —gimió tensando su cuerpo al sentir un nuevo ardor en su carne.

Syaoran aclaró los restos de sangre con cuidado, las manos eran zonas altamente vascularizadas debido a sus funciones de tacto y motricidad.

—No parece profunda, si la cuidamos bien, cicatrizará sin problemas —indicó con una sonrisa—. Le haré hemostasia unos minutos, después vamos a desinfectar y a dejarte un vendaje.

Syaoran sacó del agua la herida presionándola con un juego limpio de compresas, el botiquín que Sakura mencionó era bastante completo. La hizo sentarse encima del retrete para que sus mejillas recobraran color, su bonita cara se contrajo, y él se arrodilló frente a ella para brindarle apoyo.

—¿Necesitas un analgésico? —Syaoran descubrió que esa posición era una malísima idea porque le proporcionaba un buen vistazo de las piernas de ella. Sakura se empeñaba en llevar faldas cortas a costa del frío invernal, aunque tal vez sus botas le proporcionaban un poco de calor.

—Creo que sí, lo tomaré —respondió. La palma de la mano le punzaba y el dolor aumentaba si estiraba los dedos. No recibió ninguna píldora, fueron los labios de Syaoran los que aplicaron el bálsamo que necesitaba.

Ese beso inesperado casi la hace desfallecer, era el sitio y la situación menos romántica del mundo, sin embargo la calidez de él fue capaz de alcanzarla. Su mente nunca se proyectó que Syaoran también pudiese dar ese tipo de besos, relajados, gentiles, pequeños roces satinados que acariciaban el corazón.

—No he parado de pensar en ti desde que nos besamos —Syaoran le arrancó la malla de la cabeza y enredó sus dedos en el aromático cabello castaño de Sakura provocando que ella jadeara por la ligera fuerza que aplicó—. Quería repetirlo, me contuve de venir a buscarte a las tres de la mañana para probarte de nuevo.

Si eso era un sueño, no quería despertar. La inmersión de la lengua de Syaoran en su boca la distrajo lo suficiente para olvidar el incidente de su mano, el calor y las palpitaciones se trasladaron a otras áreas de su cuerpo que no estaba dispuesta a mencionar.

Dudaba conocer a otro hombre que le hablara de esa forma mientras la devoraba con tantas ansias. Los botones de su filipina cedieron al igual que los de su blusa, pronto la cabeza de Syaoran estaba al nivel de su pecho, dejando un rastro húmedo en su piel expuesta.

Sakura no sabía qué hacer, una de sus manos permanecía aprisionada con las compresas y con la otra se sostenía de su asiento. Se mordió los labios elevando la mirada al techo tragándose un obsceno quejido por la descarada succión de él en la cima de uno de sus pechos, lo escuchó reírse después de consolar la irritada piel con una lamida.

—Tenía que hacerlo, quiero que pienses en mí cada vez que lo veas.

El acto acabó con un beso inocente por parte de él, entretanto a Sakura le daba vuelta la cabeza. ¿Qué diablos pasaba? Creía que esa era una relación fugaz en la que no involucrarían sus sentimientos, la intensidad de Syaoran lo haría imposible.

—Dices que pensaste mucho en mí. Entonces, ¿por qué no respondiste mis mensajes? Por un momento dudé que vinieras a trabajar.

Syaoran sonrió. Ella usaba lencería muy bonita, aunque insistía en que luciría mejor desnuda.

—En el club estamos obligados a beber la misma cantidad de tragos que las clientas, por lo general domino bien el alcohol, pero después de que todos se marcharon a casa, Keia me invitó a seguir con la juerga. Me desperté con el tiempo justo para ducharme antes de venir aquí —destapó la herida advirtiendo el cese de la hemorragia, procedió a rociarla con solución desinfectante, a lo que Sakura reaccionó frunciendo el entrecejo de forma adorable—. Lo lamento, no fue mi intención ignorarte.

—Eso de que estudiaste medicina, ¿es cierto? —Fue lindo que se disculpara. En su relación anterior, Yue pasaba hasta una semana sin comunicarse con ella.

—No odiaba la idea de convertirme en doctor, lo abandoné como un acto adicional de rebeldía —aplicó una crema cicatrizante e inició con el vendaje. Eso lo condujo a recordar a sus padres, en especial a su papá, quien lo obligaba a ir de su clínica al gimnasio para darle demostraciones frecuentes de sus futuras labores. El contacto directo con la gente no le molestaba pero prefería tratar y diagnosticar máquinas, en las que un error de cálculo no tenía un desenlace fatal como sucedía con las vidas humanas—. Me comporté muy inmaduro, a veces creo que no existe manera de enmendar mis errores. Todavía me lastima haber sido exiliado de mi familia.

Sakura acarició el rostro de Syaoran con gentileza, su buen aspecto y su personalidad desenfrenada le daban la apariencia de una persona despreocupada e inconmovible, pero era notorio que su corazón era un mullido algodón de azúcar.

—Puedes venir a mí cada vez que te sientas solo.

—¿De qué manera vas a consolarme?

—Te abrazaré —prometió Sakura con un noble sonrojo en sus pómulos.

Syaoran suspiró.

—Lo harás, muchas veces, desnuda y conmigo encima de ti —Estuvieron a punto de besarse de nuevo cuando el teléfono de Syaoran los interrumpió. Él se incorporó sin dudarlo al ver el nombre en la pantalla—. Debo atender.

Sakura casi se desvanece con la proclamación. Él de verdad tenía intenciones de llevársela a la cama y ni siquiera disimulaba la prisa que tenía por hacerlo. El cuerpo le temblaba por la expectativa, se dejaría llevar por él. Deseaba hacerlo, replicar cada una de las sucias fantasías que a él se le antojaran.

Su confianza se vino a pique al escucharlo hablar con la persona al otro lado del teléfono. No era demasiado diestra en el idioma inglés pero juraba que el saludo de Syaoran fue "¿cómo estás, hermosa?"

De pronto la invadió un sentimiento de vergüenza, Syaoran no estaba obligado a serle fiel, ni a dejar atrás al resto de sus ligues. Él se iría pronto dejándole un vacío tremendo. Acarició el vendaje que le hizo con tanto cuidado, si tuviera más experiencia con los hombres, no se ilusionaría como una niña tonta por detalles tan simples como ese.

—Sakura, saluda a mi hermanita.

Ella levantó la cabeza de inmediato, recordando que su cabello estaba todo alborotado, no le quedó más que compensar su aspecto desarreglado con una enorme sonrisa. ¡Escribió una novela en su cabeza en vano! Syaoran solo hablaba con su hermana.

—Mucho gusto, soy Sakura Kinomoto.

La expresión de la adolescente no fue agradable, y se rehusó a presentarse adecuadamente. En otras palabras, ignoró por completo a Sakura.

—Perdona, ella no habla muy bien el japonés.

La explicación de Syaoran fue natural, no se dio cuenta de la tensión que se creó entre las mujeres. Cortó la llamada poco después, volteando a mirarla como alguien que raspa un billete de lotería con la ilusión de ganar.

—Me llamó para decirme que está en la cuidad, quiere que nos reunamos para cenar.

—¡Eso es grandioso! —celebró Sakura, poniéndose de pie, sus rodillas parecían de gelatina—. Si lo prefieres, puedes irte de inmediato.

—Eso sería muy irresponsable de mi parte.

—Soy la jefa, y autorizo que te retires sin temor a represarías de otros superiores.

—Ven conmigo. Tu me presentaste a tu familia y esta es mi oportunidad de hacer lo mismo.

—No creo que sea prudente —No después del odio con el que la miró esa chica.

—Meiling es muy dulce, sé que vas a agradarle enseguida.

Sakura conoció a los padres de Yue por una infortunada casualidad. Resulta que ese idiota los llevó a un restaurante elegante para celebrar su trigésimo aniversario de bodas y olvidó su billetera en casa, Sakura tuvo que unirse a ellos al final de la reunión para pagarles la cuenta y a Yue no le quedó otro remedio que presentarla como su novia.

—Es mejor que vayas solo, tendrán demasiadas cosas de qué hablar, solo voy a entorpecer su encuentro.

—Necesito vigilarte de cerca el resto de la noche, si tu herida se complica, tomaré la responsabilidad.

Sakura carecía de entusiasmo por la invitación, sin embargo no pudo negarse. No con esos ojos ámbares sedientos observándola.

—De acuerdo, iré a casa a cambiarme.


La decepción, me tardé más de lo que esperaba y consideré la idea de terminar la historia con 8 capítulos puesto que lo presenté como un fin navideño pero no quiero arruinar el flujo de la historia precipitando el final. Así que acepté que no lo finalizaré en diciembre jajaj. Gracias por sus comentarios, los amo.