VIII

La imagen que proyectaba el espejo de la motocicleta era simplemente extraordinaria. Sakura Kinomoto se sacó el casco de la cabeza, dejando que su cabellera se desatara como un capullo abriéndose por primera vez al mundo, su belleza era sublime, esa chica que vestía unos atrevidos pantalones de cuero lo tenía embobado.

Si su querida hermana Meiling no estuviese esperando por él a pocos metros de ahí, secuestraría a Sakura y la retendría el resto de la noche en su cama, el tiempo que compartían juntos acrecentaba su deseo de apoderarse de ella.

Syaoran se preguntó si se le quitaría esa calentura después de consumar sus fantasías con esa repostera japonesa o sería ese el punto de quiebre que lo conduciría a la locura. Ansiaba descubrirlo.

—¿Qué tan retrasados estamos? —preguntó Sakura, acomodándose el abrigo. La careta del casco no sirvió para ocultar su enorme sonrisa durante el trayecto, ¡al fin le entraron los pantalones que tanto anheló estrenar!

—Eso depende —Syaoran suspiró, ubicando la motocicleta en el sitio de aparcamiento—. Si es para ponerte traviesa, no estamos retrasados. La ropa que escogiste está cumpliendo su función, estoy excitado.

Sorprendida, Sakura arqueó las cejas cuando Syaoran la tomó de la cintura en un movimiento carente de delicadeza en el que sus torsos chocaron y sus piernas se enredaron entre sí. El calor que él irradiaba era difícil de creer considerando la baja temperatura de la noche y el azote del viento que soportaron en su intrépido transporte.

El corazón de Sakura latía al ritmo vivaz de un caballo recién espoleado, aunque no lograba esclarecer el motivo. Se encontraban en un sitio público, hacer cosas indecentes ante la vista de las personas no le atraía; pero el hombre que la sostenía le encantaba.

Arrojó por la borda sus aprensiones besándolo tal y como Syaoran le había enseñado. Sus dedos tocaron la oreja de Syaoran, perdiéndose en la forma de cada uno de sus aretes, los labios almibarados que la aprensaban la trasladaron a una dimensión diferente. Podía escuchar los ruidos de sus dientes chocando por la prisa que tenían de dominar la boca del otro.

Todo eso era osado, ardiente y espontáneo.

En el pasado la planeación de un beso comenzaba horas, días, incluso semanas antes de sus citas con Yue. Eran actos bien premeditados, estresantes y nunca podía concentrarse del todo en la sensibilidad de su cuerpo porque se cuidaba de no hacer ruidos o caras extrañas que pudiesen molestar a su novio.

En las pocas oportunidades que tuvo de ponerse más intensa, Yue la rechazó, desbastando su seguridad femenina.

El derroche de pasión de Sakura se apagó con un fervoroso jadeo que perforó cada uno de los sentidos de Syaoran.

—Vendrás a verme el sábado, cierto —Su tono era inapelable, similar al de un juez dictando sentencia. Sakura no había meditado acerca de ello, sin embargo no iba a negarse después de contemplar el apasionante sonrojo en las mejillas de él—. Dormirás conmigo esa noche.

Syaoran dio por sentado que Sakura no iba a rechazarlo después de mostrarle el ámbito en el que vivió inmerso esos años. Ella era demasiado pura para darle la espalda, se ofreció a consolarlo después de años de haber vivido como un paria por culpa de su inmadurez.

—Sí, sí quiero —afirmó Sakura, acunándole el rostro con las manos, volvió a plantarle un pequeño beso en los labios—. También puedo… t-tomarme libre el domingo…

—Diablos —siseó Syaoran con su entrepierna adolorida—. No debiste decirme eso. Ninguna mujer se ha ausentado de su trabajo con el propósito de dejarme seco.

Sakura abrió la boca tomando conciencia de sus palabras.

—¡No pretendo exprimirte hasta la muerte! —exclamó, su nerviosismo la hizo temblar—. Ya que tú vas a invitarme el sábado, iba a proponerte pasar el día en un alojamiento tradicional con aguas termales.

Syaoran soltó una risa entrecortada, tendría que quedarse atrás unos minutos para disimular su erección.

—Me gusta la idea.

—Los padres de una amiga administran uno cerca de la ciudad, no será difícil conseguir una reserva.

Contactaría a Kaho de inmediato, por el tema de los tatuajes de Syaoran, no podían visitar un sitio de esa índole tan a la ligera.

—Sakura, ¿por qué preguntaste si estamos retrasados? —sonrió Syaoran, apartándose de ella con el objetivo de evaporar la lujuria de su cuerpo.

—Oh, ¿es conveniente comprar un presente para tu hermana?

—No tienes que hacerlo.

—Pienso que sí, sería maleducado de mi parte aparecer con las manos vacías, dame tu orientación acerca de sus gustos.

—Meiling es una niña muy sencilla, adora cualquier tipo de regalo. ¿Te parece si nos reunimos en el restaurante que te mostré en treinta minutos? Iré por ella al hotel, como aun es menor, no puede salir sin la autorización de su supervisora.

—De acuerdo. Nos vemos luego.

Sakura atrapó la indirecta en el aire. Syaoran se veía incómodo a causa de ella. Y eso en lugar de entristecerla, la puso feliz.

Caminó con pasos ligeros cubriéndose la boca para esconder su sonrisa villanesca, notar la influencia de su cercanía sobre el cuerpo de un hombre era satisfactorio. Lo atacó a propósito porque le gustaban las reacciones de Syaoran.

La experiencia ganada con los años le enseñó que los seres humanos eran capaces de simular agrado y de mentir con facilidad, pero existen ciertos instintos que no despiertan ante algo que resulta desagradable y que la masculinidad de Syaoran se viniera arriba con unos cuantos besos significaba que sus frases ardientes hacia ella eran sinceras.


La vida laboral era una mierda.

A sus veinticinco años, Yue experimentaba por primera vez las implicaciones de ser un oficinista. La tarjeta de identificación que colgaba de su cuello era un trofeo que siempre aspiró a ganar, pero nunca se imaginó el peso que conllevaba.

Echó hacia tras su silla giratoria estirando los brazos para aligerar los nudos de tensión en sus hombros y cuello. Era irónico que el dolor en su cuerpo le trajera recuerdos de la ingenua Kinomoto Sakura, en el pasado ella le daba masajes relajantes que aliviaban el estrés de su desempleo.

En su escritorio aun conservaba las almohadillas para dedos que ella le obsequió en su primer día de trabajo para que no adquiriese callosidades al manipular el lápiz el día entero. Yue era un buen dibujante y consiguió trabajo en una editorial como ilustrador, era el único miembro nuevo de su equipo, en consecuencia, eso lo convirtió en el chico de los mandados.

—Tsukishiro, aquí está el listado de encargos para la cena. Asegúrate de regresar antes de la reunión de equipo.

—Enseguida, jefe. No tardaré.

Detestaba que le dieran órdenes. Odiaba levantarse temprano. Carecer de tiempo libre era una tortura. ¡Su cabello ya tenía raíces oscuras porque no había espacio en su agenda para visitar la estética!

Él fue bendecido con un rostro apuesto y un cuerpo saludable de excelente forma. Alguien tan hermoso no merecía sufrir así, ¿verdad?

Se recostó en la pared del ascensor sosteniendo el teléfono entre sus manos. Un anuncio de la cafetería de Sakura saltó a la página principal de su red social, ¿ella tenía el dinero suficiente para pagar publicidad? Rápidamente fue a revisar las reseñas de los comensales, un noventa por ciento de los clientes estaban satisfechos con los productos y el remanente dio una mala calificación por la rapidez con la que se agotaba la comida.

Un escalofrío le recorrió la columna.

¡Sakura era famosa! Sus bolsillos ahora estarían tan gordos como ella. En retrospectiva, Sakura no era una mala mujer, era afectuosa, tímida y atenta. Si se colocaba una venda en los ojos la señalaría como la pareja perfecta, pero al caerse el velo, la pondría como última opción en su larga fila de amantes.

Con el dinero que Sakura le daba, se iba de fiesta con chicas bonitas que conocía por internet, fue una buena época en su vida.

—¿Debería contactarla otra vez? —preguntó en voz alta, saliendo del edificio—. Tendré que acostarme con ella para recuperarla, si su negocio va bien, dentro de poco podré dejar de trabajar. Sakura va a mantenerme.

Esa idea fue un alivio para su corazón. Sus planes maléficos lo animaron tanto que, por un segundo, creyó verla en medio de la multitud.

Se le revolvieron los intestinos recordando el evento pasado en el parque. Olvidó por completo la posibilidad de que ella tuviese un nuevo amante, y que encima, podría tratarse de un criminal.

Sus pasos lo llevaron a encontrarse de frente con la figura que confundió con un espejismo. Habían pasado menos de tres semanas desde su ruptura, sin embargo esa Sakura era completamente diferente a la de sus recuerdos.

El rostro delicado de esta chica deslumbraba, la abertura de su abrigo revelaba un escote seductor y sus tacones realzaban sus piernas bien estilizadas.

—¿Te hiciste cirugía?

La suspicacia de su pregunta hizo reír a Sakura, quien lo tiró de la corbata, haciendo que él se encorvara hasta quedar a la altura de sus ojos. Mierda. ¿Siempre tuvieron ese bonito color? ¿O eran lentillas? Entre sus mejoras descartaba el relleno de sus labios, que aun lucían hinchados, esa boca nunca se vio tan tentadora en el pasado.

—¿No tienes vergüenza? No vuelvas a mostrarme tu cara a menos que sea para pagarme el dinero que me debes.

Luego de susurrarle la amenaza al oído, Sakura lo empujó, dejándolo atrás como un pedazo de papel que nadie quiere pegado en su zapato.

Yue reaccionó de inmediato girándose sobre sus pies para contraatacar, siendo golpeado por el ondulante cabello de Sakura. Se quedó perplejo admirando su andar, ¿siempre caminó de una manera tan sensual? El contoneo de ese trasero redondo despertó algo en él.

Maldita sea.

¿Las palabras hirientes que le dijo a la Sakura dócil e inocente habían creado semejante monstruo? Al menos, obtuvo una excusa para acercarse de nuevo a ella.

Su teléfono timbró, sacándolo de su ensoñación.

Era su jefe.

—Juro que caerás, Sakura Kinomoto. Tú vas a liberarme de este trabajo de mierda.


Eriol terminó de refilar el servilletero perteneciente a la sección de mesas de su archienemigo seductor, ¡jamás supuso que su dulce amor platónico poseyera comportamientos tan decepcionantes! Su jefa violentó el horario laboral marchándose temprano para irse a una cita con Syaoran Li.

El traumático suceso le confirmó que Syaoran solo fue contratado para la satisfacción personal de Sakura. Eriol se desvaneció en una butaca vacía frotándose el rostro con las manos, el corazón se le rompía en mil pedazos con solo enumerar las razones por las cuales una mujer preferiría a Syaoran Li como amante.

Su físico era inigualable, su cara y el monstruo draconiano encarcelado en sus pantalones, parecían sacados de otro planeta. Su personalidad era en serio agradable, una combinación perfecta de encanto, vanidad y atrayente fortuna. Había llegado la hora de admitir que era incapaz de competir contra él.

Con la moral baja, se arrancó las gafas para limpiarlas con una franela, no era la suciedad inexistente de los cristales lo que enlutaba sus ojos, eran las manifestaciones acuosas de su primera decepción amorosa.

—Ese tipo no mentía —suspiró Eriol—, el primer amor es un asco.

Recogió el atomizador de desinfectante dispuesto a continuar con sus labores, era casi la hora del cierre y gracias a que Sakura estaba viviendo su idilio con Li, tendría que recoger todas las sillas él solo.

Una ventisca se coló por la puerta principal, dejando entrar algunas hojas secas y junto a ellas, una mujer de belleza deslumbrante. De inmediato recordó la portada de una historieta sobre guerreras amazonas, féminas de admirable constitución, altas, fuertes e intimidantes.

—¿Trabajas aquí? —preguntó la diosa encarnada.

Eriol tartamudeó, ¿le hablaba a él? ¿Esa peligrosa amazona poseía la capacidad de notarlo? ¡Inclusive los clientes ignoraban su presencia!

—¡Sí! ¿Cómo p-puedo ayudarle?

—Estoy buscando a Sakura —Ella colocó un cofre bastante pesado encima de la mesa, desplomándose en el asiento con un gemido quejumbroso—. No caminaré hasta su oficina, tengo los pies ampollados, solo dile que Tomoyo Daidouji requiere su presencia de inmediato.

—Sakura salió temprano —murmuró Eriol.

—No puede ser —bramó la mujer, echando la cabeza hacia atrás, el vasto manto negro que adornaba su cabeza recubrió grácilmente el respaldo de la silla. La piel de Tomoyo Daidouji era pálida pero cegaba más que el sol—. ¿Estará huyendo de mí? Da igual, la esperaré en su casa. Por cierto, ¿cómo te llamas?

Ella le miró con curiosidad mientras se deshacía de su abrigo, el interior de Eriol se descompuso con ese gesto. ¡Por todos los cielos! ¡Era tan hermosa! El vestido de una sola manga que vestía Tomoyo revelaba una buena porción de su pecho, igual de frondoso que el de Sakura y ni siquiera estaba usando medias para compensar su falda tan corta.

—Eriol Hiraguizawa.

Tomoyo sonrió, dejando ver la perfecta línea de sus dientes perlados.

—Es un bonito nombre, corrígeme si me equivoco, eres un estudiante de preparatoria.

—Estás en lo cierto —Eriol confirmó sonrojado—. Estoy en último año.

Tomoyo recargó su rostro felino en su mano, cruzando las piernas por fuera de la mesa, redirigiendo la atención del adolescente a la parte inferior de su cuerpo.

—¿Cómo te fue en el examen de admisión universitaria?

Un aturdimiento vertiginoso se enredó en la cordura de Eriol, quien se mordió los labios desviando la mirada a sus pies, solo un pervertido se fijaría con descaro en las piernas desnudas de esa mujer.

—Aprobé… con mención honorifica.

—Vaya —Tomoyo sonrió—, eres un chico inteligente. Yo nunca destaqué en la escuela, aunque eso no me impide tener una vida grandiosa. Ven un día a la estética donde trabajo, te haré un peinado gratis.

Eriol cogió la tarjeta que Tomoyo le extendió con ambas manos, esto tenía que ser un sueño. ¡Era la primera vez que una mujer le daba su número telefónico!

—¡Tía Nadeshiko! ¿Me invitas a pasar la noche en tu casa?

—Por supuesto, cariño. Adelántate, estaré contigo en unos minutos.

La madre de Sakura respondió la pregunta arrojándole un beso a la diosa amazona, exponiendo la confianza que se tenían. Tomoyo procedió a recogerse el cabello con una liga, sacudiendo su pie colgante con vigor, su zapato terminó resbalando en consecuencia.

—Qué desastre —se quejó ella, observando la ampolla que se formó en el primer dedo de su pie—. Tengo una afición por las cosas bonitas, no consigo apartarme de ellas aunque sea evidente que pueden hacerme daño.

Eriol tuvo un presentimiento negativo acerca de ese lamento en particular, Daidouji no se refería a sus tacones. O quizá era una frase al azar que su imaginación romántica convirtió en metáfora. No importaba. Se sacó una caja de vendas del delantal, acuclillándose frente a Tomoyo.

—¿Me permites? Siempre llevo esto conmigo porque soy muy torpe, al principio me quemé varias veces con la máquina de bebidas.

Tomó el pie de la joven con sumo cuidado, forrando la piel lacerada con un pequeño apósito. Estaba tan nervioso, las manos le temblaban, los únicos cuerpos femeninos con los que tuvo contacto en el pasado fueron los de su madre y su abuela.

—¿Necesitas que te consiga un par de zapatillas?

Tomoyo parpadeó, cautivada por el gesto. Ni siquiera recordaba la última vez que un chico tuvo un detalle tan lindo e inocente con ella.

—En lugar de eso, acompáñame a casa de mi amiga —volvió a calzarse su tacón, yendo a apoyarse del brazo de Eriol—. ¿Puedes traer mi equipaje?

Eriol asintió.

Jesucristo.

Aun sin los tacones puestos, ella lo superaría en altura. Era intimidante estar al lado de una mujer hermosa de proporciones exuberantes, su aroma era agradable y su voz hechizante como el canto de una sirena.

—D-de acuerdo.

El cofre de Tomoyo era excesivamente pesado, era admirable que ella mantuviese el dominio de su equilibrio con semejante carga.

—¿Eres nuevo en la cafetería? —cuestionó ella, adelantándose a subir las escaleras.

Eriol ahogó una exclamación. Tomoyo carecía de recato, él obtuvo un buen vistazo de su ropa interior desde ese ángulo, rápidamente, reflexionó pegando la vista al suelo.

—Estoy por cumplir tres meses en funciones.

—¿Tanto? Ahora que recuerdo, la última vez que vi a Sakura no conversamos nada acerca de su negocio.

Tomoyo cojeó el resto del camino a casa, fue difícil desplazarse por el set de grabación en medio del campo con ese calzado. Su reciente asignación temporal consistía en asistir al protagonista de un drama histórico, ya que ella se especializaba en el peinado y maquillaje masculino. En ocasiones terminaba labores pasada la medianoche, eso consumía su tiempo para departir con sus amistades.

Nunca se había sentido tan lejos de Sakura y eso le entristecía.

—Gracias por acompañarme, eres muy lindo —digitó la contraseña en la cerradura electrónica, volteándose a besar la mejilla de Eriol—. No dudes en escribirme cuando quieras. Podríamos divertirnos juntos.

¿Ehhh?

¿Cómo debía interpretar esa invitación? Su diosa amazónica le quitó el cofre de las manos, cerrando la puerta con un pequeño guiño. ¿Sería posible que esa fuese una insinuación?

Se tiró el cabello con ambas manos. No quería hacerse falsas ilusiones, era urgente discutir esto con alguien que contara con más experiencia.

Dios, su única opción era, Syaoran Li.


El restaurante Sky ofrecía una vista panorámica de la ciudad de Tokio, acondicionada con enormes ventanales y mesas elegantes, era uno de los sitios que no podían faltar en la lista de lugares turísticos para los extranjeros. Sakura iba con diez minutos de retraso, se alejó un poco del centro para conseguir el regalo de Meiling, quedando bastante satisfecha con su compra.

Había varios grupos de personas esperando por una mesa disponible, las reservaciones en internet aparecían agotadas. Se lo advirtió a Syaoran cuando la acompañó a cambiarse la ropa, él sin embargo aseveró con una confianza excesiva que tendrían la velada perfecta.

A decir verdad, se sentía bastante emocionada por la ocasión, era la primera vez que salían juntos con fines distintos al ejercicio o el trabajo.

—¡Lamento la demora! —exclamó, disminuyendo la velocidad de su trote en la entrada del establecimiento.

Los hermanos Li eran inconfundibles en medio de la pequeña multitud. Meiling era una joven alta de figura elegante, su cabello negro era tan espectacular como el cielo nocturno y su piel blanca realzaba el particular color rubí de sus ojos.

En cuanto a Syaoran, él… enamoraba con su semblante sugerente, la forma en la que sonrió al verla la hizo sentir especial. No había motivo para emocionarse así cuando todavía no se cumplía una hora de su separación. Sakura tuvo que sorber una bocanada de aire para estabilizar el desenfreno de su corazón.

—No te preocupes, llegamos antes porque el hotel está cerca —Syaoran le tomó de la mano, aumentando su nerviosismo—. Déjame presentarte a mi querida hermanita, Li Meiling, está de visita en la ciudad con su compañía de danza.

A Sakura se le hizo un nudo en el estómago, era imperativo tomar lecciones extras de inglés. Si sus cálculos no fallaban, ese par de chicos dominaban al menos tres idiomas, incluyendo la lengua natal de sus padres, no quería quedar en ridículo sacando su teléfono para usar el traductor, así que se valió de su buena memoria para presentarse a sí misma como correspondía.

—Es un placer, Syaoran me ha hablado de ti con mucho cariño. Haré mi máximo esfuerzo en comunicarme contigo en el idioma que te hace sentir cómoda. Por favor, tratémonos con familiaridad, lo que necesites durante tu estancia, no dudes en pedírmelo.

Se aventuró a extender su mano para estrechar la de Meiling en conformidad a las costumbres occidentales, luego de varios segundos de incesante agonía, la curiosa chica aceptó el saludo, riéndose en tono ultrajante.

—Tu acento es terrible, soy perfectamente capaz de hablar en japonés —Meiling alardeó cruzándose de brazos—, había demasiado ruido en el teatro durante mi llamada anterior, por eso no te respondí de la forma adecuada, mis disculpas.

—Yo también me sorprendí bastante con esta nueva habilidad —intervino Syaoran, se le notaba más entusiasmado de lo habitual—. Mi hermana es la chica más talentosa de todas.

A Sakura le hormigueó el párpado, Syaoran adoraba tanto a su hermana menor que le fue imposible percatarse de lo avergonzada que la hizo sentir esa niña.

—Soy adicta a tus elogios, hermanito. ¿Por qué no me recompensas con otro abrazo?

Syaoran no se contuvo, yendo a estrujar a la chica con todas sus fuerzas. Meiling le dio una mirada despectiva a Sakura a espaldas de su hermano, reafirmando el desagrado que sentía hacia ella.

A la repostera no le quedó más remedio que tragarse su orgullo y sonreír, no perdería contra esa niña.

—¿Seguimos? —instó Meiling, colgándose del brazo de Syaoran con toda la intención de acapararlo—. Tengo hambre.

—Claro, andando, Sakura —venciendo todo mal pronóstico, Syaoran no permitió que Sakura se quedara atrás, capturó de nuevo su mano para que los tres caminaran lado a lado.

La recepcionista los ubicó en un espacio reservado a la orilla del salón, la perspectiva de la cuidad desde tal altura era magistral. Meiling actuó como una niña impresionable de diecisiete años pegándose al cristal para contemplar las luces titilantes de las edificaciones.

—Es como echar un vistazo al exterior en la ventanilla de un avión —dijo Meiling, absorta en el paisaje.

—Me alegra que te guste el lugar.

—Tengo entendido que es muy difícil comer aquí —La chica se acomodó en la silla junto a Syaoran—. Mis amigas intentaron obtener una reservación pero la fecha disponible más próxima era dentro de dos semanas. ¿Tenías planeado cenar en este restaurante hoy? ¿Estoy… interrumpiendo una cita?

—Pedí este favor por ti —Syaoran le dio una afectuosa mirada a Meiling.

—¿Eres así de influyente? —cuestionó la adolescente alzando una ceja.

Syaoran esbozó una sonrisa misteriosa, notando el interés de las chicas por su respuesta. Lo mejor sería sincerarse.

—Tuve una aventura de una noche con la gerente de este restaurante, nos conocimos en el club y podría decirse que somos buenos amigos.

Meiling gruñó, recogiendo la carta del menú.

—No es extraño que una mujer esté detrás de todo esto. ¿Tú también eres una aventura de una noche?

Esta vez, Meiling le lanzó la incisiva interrogante a Sakura, quien se estremeció más que dos copas de champaña en medio de un brindis.

—Pues yo, soy…

¿Qué rayos eran? Nunca antes tuvo este tipo de tratos con un hombre y fue criada para pensar que las relaciones carnales solo podían suceder llevando una vida de pareja con otra persona. ¿Debía interpretar esto como una señal de advertencia? Aun estaba a tiempo de retractarse de dar ese paso con Syaoran.

—Sakura es especial para mí —intervino Syaoran—, es por eso que dejé que la conocieras. Es alguien con la virtud de influenciarme de forma positiva, nos llevamos bien y nos divertimos juntos.

Sakura se impresionó, la sensación en su pecho era tan intensa que difícilmente podría lidiar con ella sin sonrojarse. Aunque el concepto que Syaoran proporcionó de su relación fue vago, supo destacar los puntos clave de su vínculo. Corría el riesgo de enamorarse de él.

—Ya veo —susurró Meiling—. Necesito ir al tocador, ¿me acompañas, Kinomoto?

—Está bien.

—Adelante, ordenaré por ustedes —dijo Syaoran, ignorante de lo incómoda que se tornó la atmósfera a raíz de sus últimas palabras.

Sakura lideró el camino al servicio de mujeres, nunca en su vida se sintió tan juzgada como en ese momento. Li Meiling se mantenía un paso atrás de ella, escaneando su aspecto a detalle. El aroma a lilas de la habitación no fue suficiente para apaciguar la osadía de la adolescente, quien una vez adentro, sobrepasó a Sakura, golpeándola con su hombro.

—Voy a ser franca contigo, quiero que te vayas —instó—. No me importa quién seas, no me agradas y tampoco te quiero cerca de Syaoran.

Sakura frunció los labios, estaba acostumbrada a ser intimidada por otras chicas en los baños. Esto era una parodia si lo comparaba con los repulsivos episodios escolares de los que fue víctima en el pasado.

—Para que lo sepas, yo no quería venir. Syaoran insistió en traerme.

Grandioso, su réplica estaba al nivel de una adolescente berrinchuda.

—Es típico de él, tiende a obsesionarse con las chicas grandes como tú. No te sientas demasiado especial, va a dejarte cuando encuentre a otra mujer más novedosa con tus características —Meiling enrolló un mechón de cabello en su dedo índice, recargando su peso en la pierna izquierda.

Sakura jadeó. ¿Chica grande? ¿Acaso esa niña la llamó gorda? La bilis se le subió a la garganta, no se dejaría insultar por nadie, nunca.

—¿Por grande te refieres a esto? —sonrió apretándose los senos de una manera que rozaba lo inmoral—. A Syaoran le fascinan, me lo dice a menudo.

La tenacidad de Meiling fue sustituida por la timidez, el sonrojo le llegó a las orejas.

—¡Cállate! No necesito conocer esos detalles —refunfuñó, ocultando su rostro con su abundante cabellera negra.

—No tienes que ser grosera conmigo —le consoló Sakura, conteniendo una carcajada—. Soy perfectamente capaz de comprender que deseas estar a solas con tu hermano, no viniste desde tan lejos para reunirte con una extraña, ¿cierto? Me retiraré de manera pacífica.

Meiling entornó los ojos, la indulgencia de esa mujer podía resultar falsa, a lo mejor solo fingía simpatía para envolver a su hermano. Así que acabó siguiéndola de cerca hasta la mesa, como un custodio que mantiene una mano en la empuñadora de su arma por temor a ser atacado a traición por un criminal.

—Syaoran, debo regresar a casa —anunció Sakura, cogiendo su abrigo.

Él la miró como si se hubiese convertido en un monstruo de dos cabezas.

—¿Por qué? ¿Sucedió algo?

Sakura asintió, agachándose para quedar al mismo nivel que Syaoran.

—Verás, se adelantó mi periodo y mi ropa interior es un desastre en este momento, encharcaré la silla si me quedo a cenar.

—Entiendo —susurró él—. Iré a conseguirte un taxi.

—Olvídalo —gritó Sakura, empujándolo de vuelta a su silla—. Puedes quedarte tranquilo, he lidiado con esta situación la mitad de mi vida. Sobreviviré.

—Como gustes, te veré mañana.

Sakura sonrió, dejando la bolsa de papel que contenía el regalo encima de la mesa.

—Les deseo una bonita velada, fue un gusto conocerte, Meiling. Encontrémonos de nuevo en tu próxima visita.

Syaoran no despegó la vista de ella hasta que desapareció en el pasillo de la recepción. Esa chica era tan linda, podía declararla un ángel aun sin las características alas sobresaliendo de su espalda y ese pensamiento lo calentó por un minuto. Anhelaba profanarla.

—Entonces, hermanita —canturreó sosteniendo el cuchillo de cortar carne entre sus manos, el brillo de la hoja metálica le permitió ver su propio reflejo, aunque su fascia era calma, su interior hervía de enojo—. ¿Qué le hiciste a Sakura?

—¿Estás borracho? ¿Por qué me acusas sin una prueba concisa? —balbuceó, arañándose los dedos con nerviosismo, su hermano se convertía en un tipo aterrador cuando algo le disgustaba.

—¿Necesito una? Te conozco como la palma de mi mano. Tú y yo no flaqueamos a la hora de portarnos hostiles con las personas que no nos agradan, pisoteaste todos los intentos de amabilidad que Sakura tuvo contigo…

—Pues si tanto la prefieres, puedes correr tras ella —sollozó Meiling, levantándose de la mesa para salir del lugar—. Está claro que soy un estorbo para mi familia.

El reclamo aturdió a Syaoran, en definitiva, no se encontraban en el sitio adecuado para discutir esa situación, así que permitió que Meiling huyera del restaurante a propósito. Él también necesitaba aclarar sus ideas antes de charlar.

A veces su trabajo en el club se limitaba a escuchar corazones heridos, las mujeres acudían a él sin ninguna clase de interés sexual, solo necesitaban contar una historia y olvidar sus penas con alcohol y un buen amigo que las apoyara.

Tardó un rato en cancelar la cuenta e ir en busca de Meiling, no optó por llamarle por teléfono, su pequeña hermana aun era predecible. La localizó en la parada de autobuses cercana al restaurante con sus frágiles hombros agitándose por el vigor de su llanto.

Siempre que sus padres los reprendían por no actuar como dos hijos perfectos, Meiling se escapaba a la estación de autobuses del vecindario, decía que un día se marcharía tan lejos que sería imposible volver a escuchar sus gritos.

—¿Todavía son duros contigo? —Syaoran se sentó junto a ella, observando la calle llena de colores navideños.

—Tú estás siendo tan cruel como ellos —gimió Meiling, limpiándose la nariz con el dorso de su mano—. Viajé desde el otro lado del mundo para verte y lo único que se te ocurre hacer, es presentarme a la chica que va a alejarte de mí para siempre.

—¿De qué estás hablando? —se burló Syaoran—. Sakura es una conejita inofensiva, incluso trajo un regalo para ti.

—¡Ya basta! ¿Acaso estás ciego? ¿No te das cuenta de que solo está usando su cuerpo para manipularte?

—¿En qué sentido podría manipularme?

Syaoran disimuló la diversión de su voz. Él era quien movía los hilos de esa relación, Sakura era una mujer muy centrada para su edad, actuaba con determinación para cumplir sus objetivos, mientras que él era un bastardo holgazán que solo pensaba en cogérsela.

—Con la cara de tonta que tiene, es capaz de fingir un embarazo para que no regreses conmigo a Nueva York —espetó Meiling, confrontando su mirada—. Todo este tiempo he deseado con ansias cumplir la mayoría de edad para volver a vivir contigo sin que nuestros padres se opongan, creí que estaríamos juntos después de año nuevo, pero ahora que ella ha aparecido, me doy cuenta que lo mío es un sueño imposible.

Syaoran abrazó a Meiling, besándola en la sien.

—Qué injusta eres, hermanita. Con frecuencia mis padres me recalcaban que no tenía los pies bien puestos sobre la tierra, y hace poco descubrí que tenían razón. No sé qué hacer con mi vida, soy alguien que sigue andando sin rumbo.

Syaoran suspiró, secando con sus manos las lágrimas de Meiling, el llanto femenino era su debilidad. Eso fue lo que lo impulsó a entrometerse en la vida de Sakura aquella noche.

—Mi encuentro con Sakura fue una coincidencia, me gustó en cuanto la vi. Comencé a perseguirla con la única intención de llevármela a la cama, sin embargo, el tiempo que he compartido con ella, ha sido una gran sorpresa.

—¿Quieres decir que estoy en lo cierto? Vas a quedarte aquí por su culpa.

Syaoran chaqueó la lengua, odiaba los dilemas existenciales.

—Todavía no lo sé, pero eso no debería preocuparte, dónde sea que yo me encuentre, te amaré de la misma forma. Tu lugar en mi corazón es irreemplazable.

Meiling volvió a soltarse en llanto, ahogando sus gemidos en el pecho de su hermano. Syaoran no era una persona que se expresara a la ligera, él de verdad tenía sentimientos por esa mujer japonesa, pero era tan idiota que no era capaz de verlos todavía.

La vida de los adultos era un embrollo incomprensible.

—¿Por qué no abrimos tu regalo? —sugirió Syaoran.

—Solo si me prometes algo.

—Tus deseos son ordenes para mí, señorita.

Meiling se quejó por el pellizco que su hermano le dio en la mejilla.

—Me dejarás vivir contigo al menos un año, ¿de acuerdo? Ya sea aquí, en Nueva York o incluso debajo de un puente, quiero que vuelvas a consentirme como antes.

—Está bien, trabajaré muy duro para que no tengas que pasar hambre —juró él—. Si has decidido seguirme, te recibiré con los brazos abiertos.

Meiling sonrió, abrazándolo con todas sus fuerzas. Su hermano mayor le había dado más amor que sus dos padres juntos, eran buenos proveedores, no podía negarlo, no obstante se olvidaron de brindarle afecto.

Las raras ocasiones en las que compartía la mesa con ellos, solo preguntaban sobre sus estudios y su desempeño como bailarina, su madre incluso la golpeó un mes atrás porque se resbaló durante una presentación importante, le dijo que avergonzó el nombre de la familia quedando como una principiante frente a los reclutadores.

Sus padres seguían sin dirigirle la palabra por fallar en esa audición. Y la verdad era que su cuerpo se encontraba al borde del colapso por el estrés, odiaba bailar. Ya no quería hacerlo. Pero aun no reunía el valor suficiente para comunicárselo a nadie.

Despejó su cabeza abriendo la bolsa misteriosa, ella adoraba las sorpresas. Eran sales de baño terapéuticas para pies cansados acompañadas de una almohadilla masajeadora y otros aceites relajantes que contribuían a la buena circulación de las piernas.

—Qué considerada —opinó Meiling. Ella misma tuvo la intención de adquirir ese set durante su visita a la tierra del sol naciente, vio reseñas positivas de otras bailarinas en internet.

—¿Qué te parece si después de cenar, vamos a su casa para que te disculpes con ella? Sakura no tiene la culpa de la situación con mamá y papá. Además le hablé muy bien de ti, no me gustaría que se quede con esta mala impresión.

Meiling hizo un puchero.

—Deja de inventar excusas para verla, te babeas por esa mujer, es muy evidente.

—¿Tú crees? —Syaoran sonrió masajeándose el cuello, no quería que Meiling notara su sonrojo acalorado—. Es una mujer muy guapa, es natural que mi instinto se alborote.

Meiling rodó los ojos, soltando un suspiro cansino.

—Hombres.


Tomoyo hizo su aparición, por fin, haha. Este capítulo tuvo varias sorpresitas, y aunque todavía no hay evidencia de gogogo pues es evidente que sí habrá, todos en este fic se traen ganas, por eso lo moví de categoría, lo lamento por los que no leen M, soy incapaz de escribir algo puro e inocente, la decepción. Bueno, nos leemos.