IX
—Disculpe, señorita, ¿conoce esta dirección?
Sakura miró con curiosidad al repartidor aparcado afuera de la cafetería, era la ubicación de su casa, pero, ¿quién ordenaría tantas piezas de pollo frito? Medio ejercito podría alimentarse con esa cantidad exagerada de comida.
—¡Por aquí! Yo hice la orden.
Ambos elevaron la cabeza hacia la voz proveniente de la azotea. Una joven pelinegra agitaba ambos brazos señalizando su localización y a juzgar por el leve sonrojo en sus mejillas, Sakura supuso que ese par de mujeres estaban en medio de una fiesta. Suspiró. No podría echarse a dormir después de un relajante baño caliente.
El nivel de ansiedad que le ocasionó la visita de la hermana de Syaoran le ayudó a mantener la cordura durante su encuentro con Yue, lo odiaba tanto que, si volvía a encontrarlo de nuevo, iba a soltarle un puñetazo en la nariz. ¿Qué diantres le habría hecho creer que se hizo una cirugía después de su ruptura?
Pagó el domicilio conteniendo su enojo. Esto ameritaba un poco de descontrol. Al diablo la dieta, comería y bebería como si no hubiese un mañana. Tampoco se pesaría al día siguiente y por supuesto que escondería este episodio de Syaoran.
—¡Sakura, te extrañé tanto! —exclamó Tomoyo, colgándose del cuello de Sakura para abrazarla—. Quise darte una sorpresa visitando de improvisto, pero la sorprendida fui yo, Nadeshiko me dijo que saliste a hacer ejercicio. ¿Dónde está tu ropa deportiva? Estás demasiado bien vestida para el gimnasio, ¿acaso… estás saliendo con un hombre en secreto?
Sakura resopló, sabía que este interrogatorio llegaría tarde o temprano. No podía ocultarle esto a su mejor amiga de la infancia, si habló con tanta franqueza con Rin, con Tomoyo sería incluso más fácil.
—Bueno, ¿recuerdas al chico misterioso que me defendió de Yue en el parque? —apoyó la espalda a un lado de la puerta, bajando el tono de voz para que el secreto estuviese a salvo de su madre. Sería escandaloso que Nadeshiko se enterara de sus líos pasionales con Syaoran.
Tomoyo se quedó en silencio un minuto, la historia de la ruptura era un rompecabezas desordenado en su memoria, esa noche Sakura lloraba tanto que sus palabras eran ininteligibles, así que resolvió disociarse y repetir que Yue era un desgraciado una y otra vez sin comprender del todo la situación, porque, de todos modos, su deber era insultar al ex novio de su amiga.
—¡Ya sé! —chasqueó los dedos tan emocionada como un jugador de bingo—. ¿El dueño de aquel abrigo costoso?
No se dio cuenta hasta la mañana siguiente que Sakura portaba una chaqueta de hombre, pero no fue ese detalle lo que incentivó su curiosidad, sino la marca del mismo. Ella no se desharía con tanta facilidad de una prenda de lujo para quedar bien con un desconocido.
Sakura asintió, sus ojos verdes lustrosos confundiéndose con el brillo cetrino de la época navideña.
—Volvimos a cruzarnos por casualidad. Me salvó de ser atropellada por un perro mientras me ejercitaba y desde entonces, tenemos una especie de alianza…
Tomoyo cruzó los brazos de forma intimidante.
—Por favor, no me digas que te metiste en esa ridiculez de darle celos a tu ex con un desconocido. Yue no vale la pena, Sakura, deja ir a esa escoria. Puedo apostar a que eres la única mujer en la ciudad que lo acepta aun con su problema de impotencia.
—Según él, nunca me vi lo suficientemente bonita como para que quisiera hacerlo conmigo…
—No digas estupideces —refunfuñó Tomoyo, abriendo de un tirón la blusa de Sakura—. Tú eres hermosa y este par de chicas, enloquecerían a cualquiera.
Tomoyo se quedó atónita ante su reciente descubrimiento, ¡Sakura tenía una marca en el pecho! Si bien su amiga era bastante torpe, esto no parecía un moretón accidental.
—¿Qué demonios…? ¿Hiciste ejercicio en un motel?
Sakura reaccionó cubriéndole la boca a Tomoyo con las manos.
—Te diré la verdad pero, por favor, guarda silencio —susurró Sakura, cubriéndose el pecho—. Vamos a entrar, dejaremos la comida en la mesa e iremos a mi habitación, te explicaré todo mientras me cambio de ropa. Solo disimula, ¿quieres?
Tomoyo balbuceó un montón de garabatos, los bordes de sus ojos desmaquillados se alzaron con malicia.
—Trato hecho —exclamó, retornando al interior de la estancia.
Sakura suspiró, recogiendo un paquete con su nombre a la orilla de la puerta, no pesaba casi nada, entonces recordó su temeraria compra de media noche, el estómago le dio un vuelco ante la sorpresa, lo único que acudía a su mente eran puras perversidades.
—¡Estoy en casa! —exclamó con voz temblorosa.
—Hija, ¿no estabas ejercitándote con tu amigo?
Nadeshiko extendió los brazos para recibir la bolsa de pollo frito. Dos botellas de sake, latas de cerveza y bolsas abiertas de frituras adornaban la mesa.
—Tuvimos que posponer el entrenamiento, recibió la visita de un familiar —Sakura explicó a medias, robándose un puñado de maíz inflado con sabor a calamar—. Iré a ponerme algo más cómodo.
—Te acompaño —brincó Tomoyo, bebiéndose de un sorbo su copa de sake.
Una vez en la habitación Sakura relegó su paquete misterioso en el fondo de su armario, un espacio olvidado atrás de los abrigos de invierno. Se ató el cabello en un moño flojo sentándose en la cama para sacarse los pantalones.
Tomoyo se sentó sobre sus piernas en el centro de la alfombra con diligencia, ansiosa de que su amiga comenzara con la historia.
Notando la mirada de cachorro de Daidouji, Sakura suspiró, todavía en ropa interior.
—Verás, ese chico y yo hemos comenzado a hacer cosas de pareja sin etiquetar nuestra relación. Es cierto que prometió ayudarme a mejorar mi condición física pero creo que me siento demasiado atraída por él.
Tomoyo se cubrió la boca con ambas manos.
—¡Yo tenía razón! Vienes de divertirte con él…
—No llegamos al final, pensaba pedirte ayuda para ello. Primero necesito que me cubras la noche del sábado, dile a mamá que dormiré en tu casa —Sakura se mordió las uñas, aprendió esa coartada de Tomoyo, quien acostumbraba irse a dormir a casa de sus novios desde que se convirtieron en estudiantes de preparatoria—. Y lo segundo… ¿cómo evitas enamorarte de una persona que toca hasta las partes más íntimas de ti?
Tomoyo ladeó la cabeza, meditando su respuesta. Desde su última ruptura con una estrella del Jpop, prefirió utilizar aplicaciones de citas para sus encuentros sexuales, eran momentos impersonales en los que ambos iban con el único interés de satisfacer sus deseos.
Ella dominaba bien el tema porque era una mujer con experiencia, no obstante para Sakura sería su primera vez y con lo ingenua y romántica que era, de seguro terminaría enamorándose.
—Procura no involucrarte en sus asuntos personales —aconsejó Tomoyo—, está bien que pases tiempo divertido con él pero evita los contactos afectivos afuera de la alcoba, y sobre todo, nunca lo beses en los labios.
Sakura se desvaneció en la firme superficie del colchón, los besos de Syaoran eran lo mejor que su boca había probado en años. ¿Tendría que privarse de ese placer? Además, él la tomaba de la mano todo el tiempo y se comportaba muy atento, era normal que estuviese confundiendo las cosas. Tomoyo tenía razón, debía actuar con cautela.
—Que eso no te desanime, la primera experiencia siempre es confusa —Daidouji sonrió caminando de rodillas hasta el borde la cama—. Dime, ¿es apuesto?
—Júzgalo por ti misma —dijo Sakura sin aliento, desbloqueando su celular para mostrarle a Tomoyo una de las tantas fotografías que Syaoran le había compartido.
Tomoyo chilló, golpeándola repetidas veces en el brazo.
—¡Dios mío! Está guapísimo, no se compara con el enclenque pito chico de tu ex novio. Aunque ese idiota te hubiese tocado, seguirías virgen —se burló, tirándose una risotada—. Oye, creo que lo conozco… ¿puedes decirme su nombre?
Tomoyo sacó la lengua concentrándose mejor en la fotografía.
—Syaoran Li —decirlo en voz alta, hizo a Sakura sonrojarse.
—¿Li? No puedo creerlo.
—¿Lo conoces? —interrogó Sakura, apoyándose en sus codos para incorporarse, un profundo temor la recorrió. Si ellos resultaban ser amantes ocasionales, todo estaría perdido.
—He arreglado su cabello un par veces, es un chico agradable. Te gusta lo extravagante, ¿eh?
El oxigeno volvió a circular en el cuerpo de Sakura.
—Syaoran es bastante exótico —rio aliviada.
—Definitivamente seré tu cuartada del sábado —Tomoyo acordó con diversión. Su amiga era tan buena chica que seguía pidiéndole permiso a su madre para dormir afuera de su casa, era algo tierno—. Ah, por cierto. ¿Te molesta que salga con uno de tus empleados?
Sakura frunció el ceño, yendo a buscar su pijama. La calefacción de la casa estaba encendida, así que podría usar ropa ligera, era una reunión de mujeres de todas formas, así que mandó a volar su sostén.
—Debes estar demasiado hambrienta, no tengo ningún empleado que pueda interesarte.
—Hoy un chico me colocó esta venda en el dedo —Tomoyo relató alzando su pierna para que Sakura se fijara en el extremo—. Hizo que me enamorara un poco de él.
—¿Te refieres a Eriol? —Era el único elemento masculino contratado además de Syaoran.
—Pues sí, ese es su nombre —Tomoyo confirmó tarareando una canción, viendo el simple apósito como si fuese un anillo de compromiso.
—¿Estás loca? Ni siquiera tiene la edad suficiente para beber.
—A mí me encantaba romper las reglas a su edad —sonrió Tomoyo, estaba harta de los patanes que solo la buscaban por su cuerpo—. Hiraguizawa parece alguien adorable. No le haré daño, no te preocupes. Una diferencia de cinco años no es significativa.
—Lo que tú digas.
Sakura retomó su camino a la sala rodando los ojos, Eriol parecía un chico bastante sentimental y Tomoyo no era nada formal en sus relaciones, siempre ponía los ojos en el sujeto equivocado.
En los últimos tres años sostuvo una relación secreta con un cantante de una agrupación musical masculina, el chico la buscaba solo por sexo y cada vez que estallaban los rumores de un supuesto vínculo con alguna de sus colegas famosas, Tomoyo perdía los estribos.
Incluso varios meses después de su ruptura, ella aceptaba reuniones íntimas con el susodicho porque no lograba deshacerse de su obsesión por él.
—Niñas, llegan a tiempo, ¿jugamos?
Nadeshiko acomodaba los palillos de madera en el borde de los tres vasos de cerveza, Tomoyo se lanzó a colaborar, intentando balancear las copas de sake encima de los soportes improvisados. Y Sakura fue a posicionar sus manos en la mesa una vez que los tragos estuvieron preparados.
—¡Uno, dos y tres!
Las mujeres gritaron dando golpecitos en la superficie con las manos cerradas, provocando que las copas se deslizaran de los palillos, cayendo en la cerveza con un ruido efervescente, las tres levantaron sus bebidas, engulléndolas hasta el fondo.
—Estoy cansada —refunfuñó Meiling, negándose a subir el último escalón—. Le enviaré un mensaje a Kinomoto por la mañana. Regresemos al hotel.
Syaoran capturó a su hermana agarrando el dobladillo posterior de su abrigo.
—No intentes huir, Meiling. Esto significa más para mí que para Sakura, estoy seguro de que ella ni siquiera necesita una disculpa, pero no puedo permitir que mi hermana sea vista solo como una niña malcriada.
Meiling se mordió el interior de la mejilla, yendo a tocar el timbre de la puerta. Frunció el ceño repitiendo su acción varias veces, una música estridente provenía del interior de esa casa. Dio un paso atrás cuando una mujer de largo cabello negro y ojos color violeta se asomó, sosteniendo una pierna de pollo entre los dientes.
—¡Sakura, es para ti! —gritó Tomoyo, invitándolos a pasar al vestíbulo.
Meiling hizo una mueca, siendo obligada por Syaoran a entrar. ¿Esta era la clase de mujeres que frecuentaba su hermano? Esa chica iba vulgarmente vestida con una enorme camiseta de hombre cubriendo su exuberante figura.
—¿Eres tú, Touya?
Sakura llegó corriendo al pasillo y esa imagen desarmó por completo a Syaoran. Ella era indiscutiblemente hermosa. El espejismo se rompió después de analizar la pregunta.
—¿Touya? —escupió Li, ¿por qué demonios Sakura estaría esperando por otro hombre vestida de esa manera? El pequeño conjunto satinado era apenas suficiente para cubrirle el trasero y la maravillosa forma de sus senos se marcaba a través de la camiseta.
—Syaoran, Meiling, ¿qué hacen aquí? —balbuceó la repostera, ocultando atrás de su espalda el vaso de cerveza que sostenía.
—Solo vine a ofrecerte una disculpa —Meiling habló de manera atropellada, ¿todas en esa casa eran así de enormes? Comprendía la necedad de su hermano por quedarse en ese país—. Y ahora que ya expresé lo mucho que lamento haber sido grosera contigo, nos vamos.
—¿Estás segura? ¿Te gusta el pollo frito? Todavía nos quedan varias porciones —Tomoyo invitó a los hermanos a seguir.
Meiling arrugó la nariz con notable desagrado.
—Ya agoté todas mis calorías consumibles del día.
—Ella es bailarina —explicó Sakura, desplazándose a tocar el hombro de la chica—. Tus disculpas no eran necesarias, pero estoy feliz de que hayas venido, te lo agradezco.
Meiling se sonrojó, ella tampoco podía apartar la mirada del escote de Sakura.
—¿Cómo lograste que crecieran tanto?
No se dio cuenta de lo indiscreto de su pregunta, a lo que Sakura sonrió con amabilidad.
—Comí pollo frito.
—Una porción no te hará daño —intervino Syaoran, dándole un empujoncito a Meiling—. Discutiré un par de cosas con Sakura, espérame adentro unos minutos.
—Andando —Tomoyo tiró de la mano a Meiling, despejando el pasillo para que su amiga tuviese un poco de privacidad con su caliente ligue—. Te presentaré a Nadeshiko, es la madre de Sakura, ellas hacen postres deliciosos…
A Sakura no le quedó más opción que exponer su vaso de cerveza, dejando que la culpabilidad enmarcara sus ojos.
—¿No dijiste que eres una mala bebedora? —inquirió Syaoran alzando una ceja.
—Sobre eso… —Sakura murmuró, jugueteando con los dedos de sus pies, ni siquiera se molestó en usar pantuflas—. Te mentí, ¿de acuerdo? Tolero bastante bien el alcohol.
—Qué conveniente —Syaoran le quitó el vaso de las manos, colocándolo en el cuenco de cristal decorativo de la recepción—. Me disgustaba la posibilidad de que perdieras tus sentidos el sábado, tal como dijiste, el consumo de alcohol es obligatorio en el club. Y yo quiero que recuerdes cada detalle de nuestra primera vez juntos.
Sakura tragó saliva quedando atrapada en los avariciosos ojos de Syaoran, le tomó los brazos, obligándola a cerrarlos alrededor de la cintura de él y aunque en apariencia su piel solo percibió la textura fría del cuero de la chaqueta, el cuerpo le hormigueó como si no existieran barreras entre ellos.
—¿Por qué te sorprendes? —El rostro sin maquillaje de Sakura era cautivador, sus labios rosa pálido y sus pestañas espesas eran la cosa más bonita que hubiese visto—. ¿Cambiaste de opinión? ¿Debo esforzarme más para convencerte?
La voluntad de Sakura se redujo a la de una muñeca de trapo, Syaoran estableció autoridad sobre ella, sacándola de la casa. La puerta se cerró con suavidad, colaborando con sus fechorías provocativas y el sensor de luz externo se apagó a petición de los deseos de ambos.
Syaoran era consiente de haber perdido la razón en algún punto, sus dedos rozaron el frágil tirante de la camisola deslizándolo abajo del hombro, besando la piel aterciopelada con el propósito de calentarla. Era absurdo ponerse celoso con la sola mención de otro hombre.
Desde que conoció a Sakura se sintió con derecho de pisotear a cualquiera que tuviese la intención de seducirla, poner de malhumor a sus pretendientes se convirtió en su pasatiempo favorito. Sakura ignoraba la variedad de pasiones que despertaba, y bajo esas circunstancias, Syaoran decidió poner más empeño en el asunto.
Pero, ¿quién de los dos estaba cayendo más duro en ese juego de seducción? Sakura, quien gemía de manera acomedida con cada caricia, o él, cuyas manos se deslizaban por debajo de esas ropas sugerentes.
Cuando por fin alcanzó uno de los senos de ella al desnudo, sintió que debía besarla en la boca para complementar su deleite. Habían compartido una buena cantidad de besos ese día, pero ninguno le calaba lo suficiente.
—No en los labios —negó Sakura, eludiendo el alcance de Syaoran. Su euforia casi le hace olvidar los consejos de Tomoyo.
Syaoran abrió los ojos, reposando su boca en la mejilla de ella, Sakura le miraba de soslayo con el rostro tan rojo como su pijama. Hundió su pulgar en el duro botón del pecho, eso indicaba lo emocionada que Sakura se sentía, entonces, ¿por qué estaba limitándolo?
—Vas a enloquecerme —musitó Syaoran, su excitación apenas y le permitió hablar—. Dime dónde se te antoja ser besada, me detendré a favor de tus deseos.
¿Eh? El cuello de Sakura se movió a la velocidad del aleteo de un colibrí, y Syaoran de verdad parecía un travieso pajarito buscando néctar de flores en su pecho.
—Eso no…
Se le cortó la voz con la sensación electrizante de la húmeda lengua de él deslizándose en el contorno de su areola, y aunque estaba sumamente avergonzada, no lo detuvo. Syaoran la acercó más, besando esa zona tan sensible de ella. Sakura terminó recargando su peso en los hombros de él, ese juego la estaba descolocando, estaba reescribiendo todo lo que significaba ser una mujer hasta esa noche.
Un gimoteó escapó de su garganta por el galante pellizco que recibió del otro lado, los dedos y la boca de Syaoran eran descarados. La música del interior dejó de resonar en sus oídos, siendo sustituida por sonidos insensatos y desconocidos.
—Shhh —Syaoran siseó, coloreando su pálida carne con exquisitos mordiscos—. La gente allá adentro creerá que hice cosas malas para hacerte llorar.
Ante la falta de objeción de Sakura, él se fue a causar estragos en su ombligo, ella tuvo que taparse la boca por el inusitado ataque. ¿Qué era esto que sentía? Quería llorar y al mismo tiempo, gritar de alegría, tomarlo del cabello y empujarlo más cerca de ella.
Recobró la razón cuando el dedo de Syaoran se enredó en la cinturilla de sus pantaloncillos, si los bajaba, descubriría que entre sus piernas comenzaba a nacer un arroyo, podía sentirlo.
—¡Detente!
Lo alejó con una fuerza que dejó a Syaoran en el suelo, después de su acto irreflexivo, Sakura salió corriendo escaleras abajo, por ningún motivo podía entrar a la casa. Tenía miedo que su madre y sus amigas descubrieran sus pervertidas travesuras, el corazón le latía sin control, incentivando sus zonas indecentes.
Fue a esconderse atrás del mostrador de postres, el frío de la cámara refrigerante le ayudaría a relajarse. ¡Por todos los cielos! Acababa de comportarse como una torpe chica sin experiencia, se abrazó las rodillas enterrando la cabeza en medio, echándose a llorar sin consuelo.
Syaoran se quedó recostado en el piso repasando sus maniobras. Era la primera vez que una mujer lo rechazaba con tanta vehemencia, en lugar de frustrarse, se atacó de risa. Sakura Kinomoto era única.
Era imposible que a su edad y con un cuerpo tan sexy careciera de experiencia. Se pasó las manos atrás de la cabeza deleitando su visión con el cielo nocturno, no quería infundirse ideas demasiado románticas pero, algo le decía que esa pequeña chica todavía era virgen.
Si resultaba cierto, ¿cómo lo manejaría? Nunca sopesó esa carga en el pasado.
Se giró sobre su costado rascándose la cabeza, Sakura era tan linda, seguramente la encontraría refugiada en la cafetería, así que armó un plan de camuflaje, yendo a tocar la ventana de la sala, donde las dos mujeres mayores elogiaban el cabello de Meiling.
—Sakura quiere que pruebes uno de sus postres —gritó, dirigiéndose a su hermana—. Volveremos enseguida.
—¡Trae uno para mí también!
Syaoran reparó mejor en la amiga de Sakura, era una de las estilistas del salón que visitaba, la saludó con un leve asentimiento de cabeza antes de retirarse.
Por fortuna la puerta de la cafetería estaba abierta aunque el sitio continuaba sumergido en la oscuridad. Se desplazó con cautela hasta la parte posterior del mostrador de donde provenía una respiración acongojada.
—No conocía ese lado tuyo tan perverso —Syaoran se acuclilló frente a ella, mirándola con ternura—. Correr hasta aquí con ropas tan ligeras.
Se quitó la chaqueta, colocándola sobre los hombros de Sakura. Ella recibió bien el gesto, metiendo los brazos en las mangas, el calor de él era confortable.
—Pasé desapercibida, nadie suele fijarse demasiado en mí.
Syaoran extendió su mano para acariciarle la mejilla, dispuesto a recoger cada una de sus lágrimas.
—En otro contexto, te regañaría por menospreciarte. Pero… —acortó el espacio entre ellos, sentándose a horcajadas sobre Sakura. Ella se sorprendió sin hacer el intento de alejarse—. Tampoco quiero que otra persona ponga sus ojos en ti vestida de esa manera. ¿Mi atención no te parece suficiente?
—Hui de ti, ¿no estás enojado por eso?
Syaoran le sonrió, era tan apuesto.
—Si me besas, tal vez pueda perdonarte.
Sakura apuñó sus manos en el pecho de Syaoran, contraponiéndose a sus deseos.
—No creo que pueda llevar una relación impersonal contigo si sigues tratándome así.
Syaoran ladeó la cabeza, asimilando su explicación.
—¿Quién dijo que esto era impersonal? Sé que nunca especificamos el tipo de trato que sostendríamos pero, ¿no podríamos solo enfocarnos en lo que sentimos el uno por el otro? —Syaoran seguía sin saber qué nombre ponerle a lo que sentía por Sakura, lo que sí estaba claro, era que no se conformaría con tenerla una sola noche en su vida—. Me gustas, me gustas mucho. Tu personalidad dulce y tus curvas eróticas, quiero hacerlas mías.
No dio lugar a replicas, atacó de nuevo los labios de Sakura desatendiéndose de toda su caballerosidad. La instó a separar los labios tentándola a imitar las ávidas caricias de su lengua. Sakura era tímida y complaciente, una niña buena que ansiaba romper las reglas junto a él. Haría de su noche, algo inolvidable.
Syaoran chasqueó los dedos a milímetros del rostro de Eriol, el chico estaba atrapado en una especie de trance, llevaba así desde que se encontraron en el vestidor de empleados y esas guirnaldas que apretujaba en sus manos, no se colocarían solas.
—Oye, niño de secundaria, ¿estás bien?
Eriol parpadeó, sonrojándose. Su mente solo era capaz de procesar los recuerdos de su diosa amazona, pasó la noche en vela por ella e idolatró la tarjeta que le dio hasta que llegó la hora de ir a la escuela.
—En realidad, ¿puedo consultarte acerca de algo?
Syaoran le dio vuelta a una silla, alistándose obedientemente para escuchar al chico.
—Adelante, confía en tu hermano mayor.
La sonrisa de ese tipo con aretes parecía sincera, la cafetería había cerrado hacía unos minutos, ahora estaban haciendo horas extra para colocar la decoración navideña.
—Ayer conocí a una chica…
—¡Eso es fantástico! —le felicitó Syaoran—, cuéntame más.
—Es amiga de Sakura, su nombre es Tomoyo Daidouji y me pidió que la llamara, ella dijo que podríamos divertirnos juntos.
—Mierda —La carcajada que Syaoran soltó no fue discreta, ganándose un gesto de disgusto por parte de Eriol—. Discúlpame, te gusta apuntar alto, ¿eh? Primero Sakura, ahora su amiga, eres más descarado de lo que pensaba.
Eriol se frotó el brazo avergonzado, sosteniendo su mirada en el suelo.
—¿Crees que lo dijo solo para burlarse de mí?
—Daidouji no parece ese tipo de persona —meditó Li, analizando las pocas interacciones que tuvo con la estilista en el pasado—. Cualquiera te diría que la tienes difícil porque ella es mayor, pero salir con una mujer de esas te ofrece muchas ventajas. Te dan regalos costosos, pagan en las salidas y el sexo es una locura. Una vez, a los diecisiete, salí con…
Eriol sacudió la cabeza.
—No quiero escuchar tus historias sucias —gruñó arrojando la guirnalda a la mesa—. Limítate a responder mis preguntas, ¿debo invitarla a salir?
Syaoran se rascó la punta de la nariz, ese niño daba un poco de miedo cuando se enojaba.
—Vas a arrepentirte toda tu vida si no lo haces, solo arréglate un poco, ¿quieres?
—Sakura me obsequió una tarjeta de regalo —recordó, tocándose el bolsillo trasero del pantalón, la guardaba en su billetera—. ¿Me acompañarías a comprar ropa adecuada para la cita?
Syaoran se balanceó hacia adelante en su silla, recogiendo un muérdago de la caja de adornos, ya tenía el sitio perfecto donde colocarlo.
—Por supuesto, hagámoslo después del fin de semana. Mientras tanto, podrías intercambiar algunos mensajes con ella, familiarízate lo suficiente para no actuar de manera torpe el día que vuelvas a verla.
—Ni siquiera se me ocurre un tema de conversación…
Syaoran se puso de pie, doblando la escalera para llevarla al otro extremo de la sala. Debía apresurarse, esa noche era la última presentación de Meiling en la cuidad, ella volaría a China por la mañana para finalizar el tour con su compañía.
—Ya lo resolverás sobre la marcha, eres un chico agradable, estoy seguro de que Daidouji fue capaz de ver esas cualidades en ti.
A Eriol le temblaron los labios, no se imaginó que su conversación con ese pelmazo fuese tan inspiradora. Se disponía a seguirlo con la caja de adornos cuando notó que alguien golpeaba el vidrio de la entrada para llamar la atención.
Era un hombre alto de cabello teñido sosteniendo un ramo de flores, seguro se trataba de un pobre diablo que recordó su aniversario de forma tardía. Eriol se disponía a quitarle llave a la cerradura cuando fue arrastrado por Syaoran hacia atrás.
El chico trastabilló confundido.
—Es un cliente, tal vez necesite un favor…
—Un cliente mis bolas —refunfuñó Syaoran, mirando con desdén a Yue—. Es el imbécil ex novio de Sakura, y no creo que se haya atrevido a venir hasta aquí para comprarle un pastel a su nueva conquista.
Eriol se ajustó las gafas, era la primera vez que veía a ese hombre en lo que llevaba trabajando en la cafetería. Si el aspecto de Li no fuese tan imponente, diría que el supuesto ex novio era guapo.
—¿Eres tan idiota que no sabes leer? Estamos cerrados
Syaoran salió de la cafetería, plantándose frente a Yue. Ese sujeto tenía que haber perdidos los estribos para tener el coraje de mostrarse otra vez ante Sakura.
—Sakura solía recibirme después de su horario laboral —presumió Yue—. Hay ciertas cosas que no pueden hacerse a la luz del día.
Syaoran se rio entre dientes.
—Solo un hombre a medias diría una estupidez como esa. ¿Para quién son las flores?
—¿Por qué tendría que darte explicaciones? Eres solo un empleado aquí, apártate de mi camino.
Syaoran se movió, bloqueando el paso de Yue.
—Te daré la oportunidad de retirarte sin hacerte daño —advirtió Syaoran, alisando la corbata de Yue—. No permitiré que molestes a mi mujer una segunda vez.
—¿Tu mujer?
Entonces, Sakura sí estaba acostándose con ese sujeto.
Syaoran asintió estirando sus labios en una fingida sonrisa amable.
—Sakura Kinomoto, la dueña de esta cafetería, es mi mujer. —Yue guardaban tan mala postura, que se fue atrás con el ligero empujón que Syaoran le dio—. Y a diferencia de ti, yo sí sé cómo cuidar lo que es mío.
Syaoran le quitó de las manos el ramo de flores y lo arrojó a la basura. Ese perro inservible no volvería a darle un mal rato a su dulce Sakura, lo prometía.
A Yue no le quedó más remedio que marcharse en silencio. Aquel hombre se había adueñado de Sakura, a quien no veía más que como una oportunidad para lucrarse. Yue, que al principio la había buscado por pura ambición, ahora estaba decidido a recuperarla, no por interés, sino para vengarse de ese sujeto vulgar que pretendía vivir cómodamente a costa del talento y éxito de la mujer que él descubrió primero.
Ya casi en la recta final, gracias por leer y sus comentarios. Nos leemos pronto.
