OJO: Es el mismo capítulo que subí ayer, lo vuelvo a subir porque recibí un mensaje privado de alguien que no pudo leerlo y al verificar ni en la app ni version web se podía accesar, FF está loco (no es que yo esté cuerdo, pero al menos funciono jaja)
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Syaoran sacudió la cabeza, ahuyentando la somnolencia que lo perturbaba. Cuando su teléfono sonó a primera hora de la mañana maldijo a la persona que interrumpió sus agradables sueños fornicadores.
Gimió rememorando el escenario extraordinario que creó, Sakura tendida en la mesa de acero inoxidable de la cafetería con sus partes nobles untadas de crema pastelera, hubiese enterrado la lengua en ella de no ser por este molesto chico que ahora lloriqueaba frente a él.
—Vamos a subir la velocidad —avisó, pulsando dos veces el botón digital de la caminadora eléctrica.
—¿Otra vez? —gritó Eriol, agarrándose del pasamanos, ya no soportaba más. ¿Por qué el maldito cronómetro no avanzaba? Esos diez minutos corriendo le parecían una eternidad.
—¿Sabes qué le atrae a una mujer mayor de un hombre más joven?
Syaoran se apoyó en el tablero de la máquina, reclinándose hacia adelante con una expresión amenazante. Eriol pasó saliva con dificultad, la mirada de ese sujeto era aterradora y atrayente, ¡le daba miedo pero no podía dejar de mirarlo! Si la diosa amazona no acechara en sus pensamientos el día entero, comenzaría a creer que tenía un flechazo por Li.
—Nunca he salido con nadie, ¿cómo voy a saberlo? —se quejó, evaporando su inquietud.
Syaoran vestía ropa deportiva exageradamente encubridora, aunque la razón que le impedía presumir sus músculos era comprensible. No llevaba puestos sus aretes y su perfecto cabello estaba todo alborotado, aun así, cuando quedó a milímetros de su rostro, Eriol pudo sentir un chispazo de electricidad.
Syaoran sonrió con malicia, sus característicos hoyuelos dándole un aire infernal.
—Resistencia —susurró apartando una gota de sudor de la sien de Eriol, los pies del chico vacilaron por el contacto—. Un hombre joven es imparable en la cama, ellas esperan que te las folles una, y otra, y otra vez sin pausas. ¿Te consideras capaz de eso?
Eriol se sintió tan avergonzado que acabó enredándose en sus propios pies, resbalando de la caminadora y cayendo al piso en consecuencia. Las luces reflectoras del techo del gimnasio se opacaron con la figura de Syaoran Li cerniéndose sobre él.
—Tu hermano mayor no descansará hasta que puedas correr varios kilómetros sin jadear —juró Li, su ronca voz matutina era hechizante. Demonios, Eriol no podía culpar a Sakura por enamorarse de él a segundos de conocerlo—. Nadie que tenga la suerte de estar contigo querrá dejarte después de darte la primera probada.
—¿Suerte? —bufó el adolescente girando la cabeza a un lado para evadir la mirada de Li—. Sigo pensando que Tomoyo solo fue amable, a nadie le gusta juntarse con un perdedor como yo.
Syaoran entrecerró los ojos tirando a Eriol de los brazos para ayudarlo a ponerse de pie.
—No me digas que estás siendo intimidado en la escuela. ¿Quieres que les dé una lección a esos pequeños hijos puta en tu nombre?
Eriol fingió ajustarse las gafas para disimular las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos, las palabras de Li se sentían como las de un verdadero amigo.
—Solo conseguirías meterte en problemas, somos menores, ¿recuerdas? No puedes ir por ahí amenazando chicos al azar —suspiró, recordando que tuvo que comprar un nuevo par de gafas cada dos o tres semanas desde que entró en el instituto—. Además, las clases están por finalizar.
Syaoran le dio un amigable empujón hasta la zona de mancuernas, recogió un par de diez kilos y se las entregó.
—Pero si alguno de ellos intenta joderte después de la ceremonia de graduación, rómpele la nariz. Yo me haré pasar por tu hermano mayor y pagaré cualquier compensación económica que sus familiares exijan —guiñó.
Después de indicarle las diferentes repeticiones que debía hacer, Syaoran se largó a acomodarse en un banquillo a reírse de los videos tontos que le gustaba mirar por el celular. Era un patán de bajo nivel, ruidoso, vulgar y cautivador. Aun con su carácter tosco sabía cómo hacer sentir bien a los demás.
Por un momento, Eriol temió ser rechazado por Li esa mañana con la inesperada idea de inscribirse en el gimnasio, luego de varios gruñidos el mismo Syaoran propuso que se reunieran antes de que su horario laboral de ese día comenzara y fue así como terminó afiliándose al santuario del amor propio por cuenta de Syaoran. Ya que él era tan ingenuo que desconocía el dato de que necesitaba una tarjeta de crédito para pagar la membresía.
Syaoran bostezó rascándose la barriga, no estaba en sus planes hacer ejercicio, quería ahorrar cada gota de energía y desplegarla en el cuerpo de su dulce repostera japonesa. Si la quería para él debía apresurarse, no iba a permitir que el imbécil ex novio la cegara de nuevo.
Utilizó la pantalla del teléfono como espejo y se aclaró la voz, hoy no se conformaría con una fotografía, quería verla y escucharla en directo. Así que activó la opción de videollamada.
El corazón se le agitó con nerviosismo y el rostro se le calentó. La sola expectativa de hablar con ella consumía toda su seguridad. Era jodidamente hermoso sentirse de esa manera.
«Syaoran, qué sorpresa», la cámara se la mostró en el tocador del baño manipulando un secador de cabello. «Creí que irías a despedir a tu hermana al aeropuerto, ¿sucedió algo?»
La frente se le arrugó con preocupación, resaltando su belleza natural. Syaoran deseaba estirar la mano y desatar el nudo de su bata satinada, casi podía jurar que no llevaba nada debajo.
—Anoche hablamos por última vez. Meiling me prohibió acompañarla al aeropuerto.
Sakura apagó el secador dejándolo a un lado para tomar el teléfono con ambas manos, sus ojos compasivos hicieron resaltar las juguetonas pecas de su nariz.
«La entiendo, yo tampoco podría despedirme de una persona que amo sin llorar. A lo mejor ella quiere ocultar esa parte de ti».
—Le hice algo similar cuando vine a estudiar a este país. Le oculté mis intenciones hasta poco antes de abordar el avión, no hubiese sido capaz de alejarme con ella aferrándose a la idea de mantenerme cerca.
«Meiling te quiere tanto que solo encontró esa forma de protegerte. Si ella se queda en Japón siendo menor de edad, podría meterlos en un grave problema a ambos. Volverás a verla pronto, mientras tanto, yo puedo consolarte si lo necesitas».
Syaoran lanzó una maldición en sus adentros. Esa frase le provocó una erección.
—Prometimos… —hizo una pausa, intentado acallar sus pensamientos libidinosos—. Prometimos vivir juntos durante un año después de su cumpleaños dieciocho.
No quería darle a la conversación un rumbo lujurioso, Sakura podría formarse una mala impresión y creer que solo la buscaba por su cuerpo. No era así, Sakura era frazada cálida y mullida para su corazón.
«Maravilloso», celebró trasladándose a su habitación, donde se dejó caer de espaldas a la cama. «Te daré un consejo de padre primerizo: no le creas cuando diga que se quedará a dormir en casa de una amiga, es la excusa que acostumbramos a dar las niñas buenas para pasar la noche en brazos del chico que nos gusta».
Al final, ella no necesitó quitarse la ropa para calentarlo. Maldita sea, ¿qué tan lejos estaba de la casa de Sakura?
—No me tientes, pastelito. Temblarías si supieras lo intensos que pueden ser mis celos.
Imaginar a Meiling escabulléndose por ahí con un chico era malo, pero visualizar a Sakura siendo la presa de otro hombre era funesto.
«Ahora que lo mencionas, existen otras formas de hacerme temblar», la risa coqueta de Sakura le acarició los tímpanos. «Solo faltan unas horas para confesártelas todas».
—Necesitaré un adelanto —Era un tanto confuso cómo Sakura saltaba de un extremo a otro, el día anterior era un manojo de nervios y hoy era una mujer desinhibida. Si tenía el propósito de enloquecerlo, lo estaba logrando—. Me tienes babeando por ti, pastelito.
El rostro de Sakura se coloreó de rosa y sus encantadores ojos verdes se tornaron astutos.
«Ven a mi oficina a la hora del almuerzo. Te daré a comer la cereza del pastel».
Antes de poder preguntar a qué se refería, ella cortó la llamada. Syaoran quiso golpearse la cabeza en la pared con la esperanza de hallar una respuesta a su incógnita.
¿Cuánto faltaba para descubrirlo? Tocó la pantalla del celular para mirar la hora, ¡eran apenas las siete de la mañana!
Mierda.
Babear solo fue una manera sutil de insinuarle que la cosa entre sus piernas estaba chorreando por ella. Syaoran se dio palmaditas en la cara con el propósito de dispersar su apasionamiento, nunca en su vida tuvo tanta suerte. Si conseguía comérsela antes de que se ocultara el sol, dejaría el vicio del cigarrillo.
Con esa promesa solemne fue a supervisar a su nuevo pupilo, quien con dificultad fue capaz de llevar las mancuernas a su sitio reglamentario, una mueca de dolor usurpaba su habitual seriedad.
—Es suficiente por hoy —dijo Syaoran, masajeando los hombros del chico—. Vamos a las duchas, ¿quieres que te ayude a lavarte el cabello?
Eriol se quedó rígido, la imagen mental de ellos dos desnudos en la misma ducha devastó su inocencia.
—Ni de broma —refunfuñó, sacudiéndose las manos de Li.
—Hablo en serio, luces como la mierda. ¿Qué productos acostumbras usar? —Syaoran hizo una mueca de disgusto, palpando un mechón de cabello de Eriol.
—Ninguno en especial —Eriol abrió su casillero asignado en el vestidor, extrayendo su pequeño bolso. Una barra de jabón, y ropa limpia era todo lo que lo acompañaba.
Syaoran por su parte guardaba un maletín lo suficientemente grande como para contener un cadáver, rebuscó un par de tijeras y un peine, y le obligó a sentarse en la banca.
—Confía en mí, ¿de acuerdo? —pidió quitándole las gafas. Syaoran quiso partir a la mitad esas cosas anticuadas, pero desconocía cuán severo era el defecto visual de su amiguito, de momento, las conservarían.
Eriol dudó un segundo sintiendo pánico. Li no era uno de sus compañeros de clase, no se burlaba de él y tampoco le hacía daño, así que cerró los ojos intentando mantener la calma, quejándose cada tanto por los nudos de cabello que Syaoran intentaba eliminar.
Syaoran pensó que era divertido cuidar de un hermano menor. Durante su adolescencia fue el encargado de preparar a Meiling para la escuela, aprendió a perfeccionar peinados gracias a los tutoriales que veía en internet, también le encantaba cocinar para ella, ansiaba hacerlo de nuevo.
—Oye, ¿dónde vives? —Syaoran se dio cuenta de que no conocía ni una pizca de la información personal del chico.
—Estoy quedándome en una habitación de hotel en Ginza.
Syaoran chifló por la sorpresa, era una de las zonas más lujosas de Tokio.
—¿Por qué vivirías en un hotel?
Eriol se sonrojó.
—Mis abuelos viven en provincia, me mudé a esta ciudad al terminar la secundaría. Al principio tuve un cuidador que residía en la misma calle donde se ubica la cafetería de Sakura, los postres no eran tan buenos en ese entonces, pero la señora Nadeshiko siempre fue amable —El filo de la tijera evadía sus orejas, ese sonido era relajante—. La persona que me cuidaba enfermó hace un año y mis padres decidieron que ya debía ser capaz de irme a vivir solo.
—Supongo que tus padres son ricos, ¿por qué demonios trabajas? —Syaoran cerró un ojo analizando el perfil de Eriol—. Si mis padres me hubiesen rentado una habitación de hotel en mi época de estudiante, me habría ahorrado bastantes problemas.
Syaoran dejó escapar una carcajada recordando las veces que tuvo que huir de la habitación de sus novias en ropa interior. No cabía duda en que el cielo le daba recursos a quién no sabía aprovecharlos.
—Digamos que la cafetería de Sakura es mi lugar seguro. O lo fue, en un inicio. Antes de que ella asumiera la administración y se volviera famosa.
Ahora su trabajo también era una especie de tortura, se pasaba las horas rogando que sus compañeros no visitaran el lugar. Eriol abrió los ojos sintiendo el toque de los dedos de Syaoran en su barbilla, sus caras estaban demasiado cerca y no había diferencia entre los dorados rayos de sol y las ventanas del alma de ese hipnótico malhechor.
—Tu aspecto no es despreciable, el atractivo es algo que se exterioriza, es solo que tú te esmeras en ocultarlo —Syaoran sonrió, su aura brillante se confundía con la de un ángel enviado del cielo—. ¿Qué dices si te hacemos una perforación?
Eriol brincó de la silla, retirando lo dicho. Ese sujeto malvado no era otra cosa que un ángel corrompido exiliado de la santidad.
—¿No se supone que deben hacerse en una sala con las debidas medidas sanitarias? —Por muy exclusivo que fuese ese gimnasio dudaba encontrarse un medio aséptico.
—Tonterías —Syaoran señaló el lóbulo de su oreja izquierda—. Esta fue mi primera perforación, la hice yo mismo.
—¿Vas por ahí cargando una maldita aguja? —bramó Eriol, al notar que Syaoran volcó el contenido de su maletín a lo largo del banquillo de madera. Entre productos de belleza, dulces, cigarrillos y varias cajas de preservativos XL, recogió un paquete de toallas desinfectantes y un par de aretes plateados todavía en su empaque original.
—No los necesitamos, regreso enseguida —señaló saliendo a toda prisa de los vestidores.
Eriol curioseó en el resto de cosas, ¿con qué clase de pervertido estaba tratando? ¿Quién en su sano juicio llevaría tantos condones encima? Entre la diversidad de colores y texturas, apreció una caja de talla normal, e hizo algo que nunca se imaginó que haría: robar.
Echó un vistazo al pasillo para después ocultar el paquete en su mochila, todo hombre que planeaba salir con una mujer debía estar preparado, ¿no? Y lo cierto era que le daba vergüenza entrar en una tienda a comprar ese tipo de cosas.
Su mamá viajó desde el otro lado del mundo a decomisar las bebidas alcohólicas y los preservativos cortesía del hotel. Y siendo el inmueble propiedad de sus tíos, tenían prohibido proporcionarle ese tipo de suplementos. Sus padres eran personas conservadoras que no estaban de acuerdo con las relaciones pre matrimoniales, no podía manifestar abiertamente sus preferencias por mujeres mayores.
Si la relación con Tomoyo Daidouji llegaba a concretarse, debía mantenerse en secreto.
Syaoran volvió con un vaso de papel relleno con cubos de hielo, se veía tan emocionado como nunca.
—Ven aquí, voy a convertirte en hombre.
—Eso sonó como un diálogo sacado de una novela BL* —protestó Eriol, rubicundo de pies a cabeza.
—¿Te parezco ese tipo de protagonista? —Syaoran actuaba como si la frase anterior hubiese sido un elogio, ¡no lo era! Eriol medio esperaba que se ofendiera y no fue el caso—. A mi ex novia le encantaba ese género de novelas, hablaba todo el tiempo sobre ello. ¿Quieres jugar así, te gustaría convertirte en mi omega?
Igh.
—¡Púdrete!
Eriol rechazó la propuesta del supuesto alfa, haciendo reír a Syaoran. De pronto se dio cuenta de que nunca compartió un momento así con otro chico, ¿así se sentía tener un amigo?
—Basta de niñerías —sentenció Li, colocando un trozo de hielo en la oreja de Eriol, quien se limitó a cerrar los puños, preparándose para el dolor.
El escozor de su carne se confundió con el aguijonazo del arete perforando su lóbulo, Syaoran fruncía el ceño en un alto nivel de concentración, sosteniendo el empaque vacío de la toallita de alcohol entre sus dientes. Eriol se preguntó si a medida que la madurez lo alcanzara se parecería un poquito a él. En secreto, lo admiraba y apreciaba en sobremanera todos sus esfuerzos de transformarlo en un chico aceptable.
Syaoran colocó el seguro del arete con una pérdida mínima de sangre.
—La cirugía fue un éxito —celebró, palmeando la espalda de Eriol con orgullo mientras Hiraguizawa observaba el resultado en el espejo. Su cabello lucía muchísimo mejor y ese sutil destello a un lado de su rostro le daba un aire extra de confianza, todo marchaba de maravilla hasta que Syaoran agregó—: Esperemos que no se infecte.
Rayos.
Syaoran limpió la superficie acrílica de una mesa hasta sacarle brillo, guardó los suplementos de limpieza en el auxiliar y se dedicó a refilar los servilleteros. La jornada estaba inciertamente tranquila, exhaló acercándose al mostrador, donde la mamá de Sakura alababa la imagen renovada de Eriol.
La parte superior era inmejorable, sus productos para el cabello le sentaron de maravilla al malhumorado chico de secundaria, su cara lucía fresca y limpia con su nuevo peinado y el arete le daba un toque atrevido. Sin embargo no había mucho qué hacer en cuanto a su ropa, su suéter de invierno con el estampado de una vaca siendo abducida por una nave extraterrestre era… poco elegante.
—Mi hija tiene buen gusto seleccionando empleados —decía Nadeshiko, pellizcando con cariño la mejilla de Eriol—. Las niñas harán fila aquí solo para verte.
A Eriol le pulsaba la oreja, sin embargo recibir la atención de una hermosa mujer era el mejor de los analgésicos.
—Sea honesta, señora Kinomoto. Si esto fuese un certamen de belleza, a quién le entregaría el primer lugar —Syaoran se incluyó en la conversación, reclinándose sobre la caja registradora.
Nadeshiko volvió su atención al nuevo pretendiente de su hija, ¡ella tenía ojos por todos los cielos! Aunque fingiera demencia, era evidente que ese chico ocupaba el trabajo como excusa para mantenerse cerca de su pequeña Sakura. La forma en que él la miraba le recordaba demasiado a su difunto esposo.
Nadeshiko era una de las principales interesadas en que ese romance se concretara. Ellos tenían esa vibra entre sí. Sakura se merecía esto, tener a su lado a un hombre que la desequilibrara y que estuviese listo para sostenerla al mismo tiempo.
—Estoy reservando ese galardón para mi futuro yerno.
A Syaoran la noticia le cayó como un puñetazo en el estómago, ¿eso significaba que, en el pasado, la señora Nadeshiko adoraba al inútil de cabello desteñido?
—¿A qué hora almuerza Sakura? —masculló intentando no evidenciar su descontento.
—Oh, en diez minutos —respondió Nadeshiko fijándose en su reloj de pulsera—. ¿Viniste hasta aquí por ella? No vi tu nombre programado en el itinerario de hoy.
—Sí, bueno, surgió un cambio de planes en el último minuto. Tengo un trabajo secundario y me iré después de comer con Sakura. Ella pasará la noche en casa de una amiga y acordamos discutir su rutina de ejercicios durante el almuerzo.
Nadeshiko le dio una sonrisa enigmática.
—Están demasiado comprometidos con eso del ejercicio. ¿Mi hija necesita tantas mejoras en su cuerpo?
¿Era esto una prueba? Syaoran esperaba atinar en su respuesta, dio un paso atrás para darle una respetuosa reverencia a Nadeshiko.
—Sakura es hermosa, señora. Se nota mucho el amor con el que fue hecha.
Eriol fingió un ataque de tos, retirándose a su zona de servicio, ¡qué idiota! El comentario sobre el proceso de creación de Sakura acaloró a Nadeshiko, quien entre tartamudeos se excusó para largarse al baño.
Syaoran se enderezó con lentitud, ¿había dicho algo incorrecto? Chasqueó la lengua dedicándose a dibujar garabatos en una servilleta, tenía que esperar a que Sakura saliera de la cocina, pasó la mañana buscando excusas para asomarse a la ventanilla con el afán de verla, no tuvo éxito en sus intentos por llamar la atención.
Sakura era una profesional que ejecutaba sus labores sin darle cabida a las distracciones.
Dio vueltas en el taburete de la barra hasta que faltaron solo dos minutos para la hora indicada. Se metió las manos a los bolsillos, avanzando con tranquilidad a la oficina, una vez adentro, sus nervios se descontrolaron. La frecuencia de su respiración aumentó en conjunto con su temperatura corporal, caminó de un lado a otro como un animal enjaulado, tratando de adivinar el acertijo de la cereza.
—Syaoran, viniste.
La voz animada de Sakura llegó a sus oídos, a la que su cabeza respondió girando en su dirección, ella vestía su filipina de chef y un pantalón negro holgado, casi se sintió insultado con esa vestimenta. ¿Dónde estaban sus falditas cortas y sus vestidos traslucidos?
Sakura soltó una suave risa.
—Pareces decepcionado —dijo poniéndole seguro a la puerta, sus ojos verdes se cercioraron de que las persianas estuviesen cerradas antes de acercarse a Syaoran.
—No, es solo que me extrañó un poco verte con las manos vacías, creí que estábamos aquí para comer.
—¿De verdad tienes hambre?
Sakura delineó con su dedo el logo bordado de la cafetería sobre el pecho de Syaoran, sus pectorales eran una cosa difícil de ignorar, así como las venas gruesas que corrían por sus antebrazos. Era una lástima que él tuviese que llevarlos cubiertos por culpa de los prejuicios vacíos de la sociedad.
—Sakura… —Su pronunciación entrecortada lo delató, sus deseos y sus hormonas estaban en el límite—. Cometeré una locura si no me dices en este momento para qué me citaste aquí.
Las mejillas de Sakura se sonrojaron con la misma velocidad con la que se alejó. Se arrancó la redecilla de la cabeza, dejando caer su largo cabello rizado sobre su espalda, después de colgarla en el insignificante perchero de la esquina, desabrochó su filipina, exponiendo su delgada blusa de tirantes, y maldita sea, Syaoran notó al instante la ausencia de su sostén.
—Anoche, yo… —Sakura tartamudeó jugueteando con la cinturilla de su pantalón—, no pude dormir pensando en lo infantil que me porté contigo. Entonces se me ocurrió ofrecerte una compensación, dime, ¿q-qué parte de mi cuerpo te gustaría ver primero?
¿Qué sentirían aquellas personas que eran impactadas por un rayo antes de morir? Syaoran se dio una fuerte cachetada asegurándose de seguir con vida. Esto tenía que ser un sueño, ¿la dulce Sakura Kinomoto planeaba desnudarse frente a él?
—Los pantalones —bramó, sobresaltando a la pobre chica—, quítate los pantalones.
Sakura soltó el botón de la prenda cerrando los ojos, percibiendo la caída de cada centímetro de la tela que la cubría. Esa mañana su báscula de baño marcó un total de 61 kilos, tres menos que la noche en la que conoció a Syaoran. Y aunque su pérdida de volumen era algo significativa, su vientre conservaba una buena cantidad de grasa y sus muslos eran todavía bastante gruesos.
Lloraría si Syaoran reaccionaba de mala manera, escuchar palabras crueles sin mirar a los ojos era más fácil de tolerar. No obstante, el estruendo de una pila de cosas cayendo al piso, la obligó a volver a su incierta realidad.
—Hiciste la elección correcta, niña de casa —Syaoran estaba ya de pie frente a ella con una expresión indescriptible—. Juré que iba a tratarte con gentileza si tú te desnudabas primero…
Sakura era incapaz de moverse, así que Syaoran pilotó sus siguientes acciones. Sus brazos fueron a rodear el cuerpo de él cuando la alzó en brazos para encimarla en el escritorio ya despejado, esos feroces labios no dilataron más en tomar a su boca como rehén, exigiéndole a una astucia que desacostumbraba tener.
—¿Cómo te gusta? —jadeó Syaoran, empujándose contra ella, las piernas de Sakura reaccionaron con naturalidad, apretándolo más cerca, ansiosas de sentir el latido de la erección que provocaron—. Dímelo, estoy dispuesto a lo que sea para complacerte.
Sakura respiraba con la boca abierta, acalorada por el frenesí de la situación. Era la primera vez que él la dejaba sentirlo de manera rotunda, esa presión exorbitante e impúdica en su piel casi desnuda era abrumadora.
—A mí… —Su mirada bajó al punto donde sus cuerpos se unían, sus calzoncitos rojos delataban su humedad convirtiendo el brillante color cereza en un intenso carmín—, yo… —sollozó agarrando a Syaoran por el cuello de la camisa—, quiero que tú me ayudes a descubrirlo.
El cerebro de Syaoran hizo corto circuito. La ropa interior de Sakura era tan pequeña que apenas cubría la hendidura de su intimidad, el diminuto triángulo presumía la excitación anticipada de ella, parecía toda una experta en la materia, sin embargo, ¿trataba de decirle que todavía era una principiante?
—Intentas decirme que nunca has tenido un orgasmo durante el sexo, ¿cierto? —También existía esa posibilidad, la mayoría de hijos de puta solo se preocupaban por meterla hasta terminar, no les importaba si la chica lo disfrutaba o no. Rogaba que ese fuese el caso de Sakura.
Sakura se mordió el labio inferior con los ojos relumbrantes de lágrimas.
—Verás, yo nunca…
Un zumbido en sus oídos lo desbalanceó, fue como si su conciencia censurara la frase que menos deseaba escuchar. Sakura era una virgen ingenua que saltó a la cueva de un dragón sin medir las consecuencias. Los testículos se le contrajeron maldiciendo internamente.
¿Cómo le decía ahora que anhelaba profanar cada uno de sus orificios? Follarla hasta hacerla desmayar. Ella no lo soportaría, ¡incluso las mujeres bien experimentadas se quejaban de su tamaño si no las preparaba de la manera correcta! No quería hacerla llorar.
—Sakura, fíjate bien —atrapó el rostro de la chica esperando que ella no percibiera el fino temblor que lo invadía—. ¿Merezco hacer esto contigo? Solo soy alguien que conociste al azar semanas atrás…
—¿Te parezco bonita? —Sakura cortó el discurso de rumbo patético con una duda contundente.
—Eres la mujer más hermosa que he conocido —Syaoran no tardó ni dos segundos en responder acariciando con sus pulgares las bonitas pecas de la repostera—. El tiempo que compartimos me hace feliz y te deseo tanto que sueño a diario contigo.
Escuchándose a sí mismo Syaoran descubrió la cosa más curiosa de todas: estaba enamorado. No solo su cuerpo, también su corazón ostentaba poseer a Sakura Kinomoto. Su destino quedó sellado en aquel parque donde la vio por primera vez.
—No hubo nadie que pensara de ese modo en el pasado —lloriqueó Sakura, apretando su agarre en la ropa de Syaoran para acercarlo—, eres mi número uno, y quiero que cada una de mis listas de cosas por experimentar, empiecen contigo.
El beso más dulce que Syaoran alguna vez recibió, fue esa tarde, en esa pequeña cafetería oculta del populoso mundo. Sakura calentó tanto su corazón que estuvo apunto de explotar. Ella también era su número uno. Ni su ex novia se preocupó demasiado por consolarlo cuando fue exiliado del seno de su familia, estuvo solo desde entonces, ignorante de lo vacía que era su existencia.
Creyó que ser enaltecido por su físico inusual era la gloria, que ganar dinero sin privarse de sus vicios favoritos era la mejor manera de vivir, no obstante, en los minutos que no había nadie a su alrededor, se sentía como un niño sin hogar, desorientado y triste.
Gracias a Sakura, al fin adivinó lo que buscaba: equilibrio.
Syaoran supuso que sus reacciones tardías iban a transmitirle la idea equivocada a Sakura, así que deslizó sus manos hasta sus caderas llenas, donde trabajaron en conjunto para romper la preciosa pieza de lencería que no le cubría nada.
—Las niñas de casa no deberían mojarse antes de ser tocadas —musitó, sosteniendo la prenda entre ellos como un trofeo, Sakura se ruborizó al sentirse por completo expuesta—. Sé honesta, ¿estuviste al menos jugando con tus dedos? ¿O un dildo?
Syaoran apretó los dientes, aguardando una respuesta positiva. No iba a ponerse celoso por un puto dildo, en cambio, le estaría agradecido por abrir un poco el campo para él.
Sakura gimió tapando su tersa cosita con las manos, un gesto que para Syaoran fue divino. Era tan linda.
—Anoche lo intenté con mis dedos —confesó. El alcohol le ayudó a darse valor y para su buena suerte Tomoyo se quedó tumbada en la sala, abrazándose de Nadeshiko. Así que tuvo la habitación entera para ella sola—. No fue tan placentero que digamos, no logré terminar.
¿Sería mucho pedirle que le mostrara cómo lo hizo? Syaoran se lamió los labios redirigiendo la mirada a su zona de interés, ella era realmente bonita. Haría el titánico esfuerzo de contenerse en beneficio de Sakura.
—¿Me dejarías enseñarte la manera correcta de hacerlo? —inquirió dándole un compasivo beso en la frente.
Sakura suspiró liberando su pudor, no quería estancarse otra vez a la mitad del camino. Syaoran se acomodó en la silla que tenía detrás con una sonrisa esplendorosa, sus ojos brillaban más que las piedras preciosas en sus aretes y Sakura tomó esa señal como suya.
Se reclinó en el escritorio apoyándose de sus codos, admirando el momento en que sus piernas fueron abiertas como un colorido abanico. El ronco gemido que escapó de Syaoran disparó sus latidos, alguien tan increíblemente guapo estaba mirándola con deseo.
Eso la hizo mojarse un poco más.
Syaoran luchó con el impulso de bajarse los pantalones y empalarla sin piedad. Esos labios regordetes, húmedos y brillantes estaban clamando por su atención. Había ahí tanto que no sabía por dónde empezar, sus muslos tenían la medida perfecta y sus caderas sólidas y anchas fueron diseñadas para soportar los golpes de sus embestidas, y la suave almohada de su vientre lo arrullaría después de cruzar el límite de su resistencia.
Le alzó la cadera deslizando la lengua por su hendidura, Sakura gimió provocando que él se corriera un poco un sus pantalones.
—¿Es esta la cereza que mencionaste, pastelito? —Esa lengua descarada volvió a recorrerla, dándole un golpecito en su palpitante botón—. No pararé hasta saciarme de ti.
Sakura se desplomó por completo con ese juramento, el calor de Syaoran se conectó con su interior, lamiendo y succionando su carne sensible. Ya no diferenciaba sus fluidos de los de él, esa sensación resbaladiza entrando y saliendo de ella estaba volviéndola loca.
Contoneó la cadera suplicando intensidad, fue entonces cuando tuvo que taparse la boca para no gritar, uno de los dedos de él se unió al festín, deslizándose en su interior mientras que con la boca sorbía el pináculo de sus emociones.
Syaoran emitió un gutural sonido al sentir la presión en su dedo, demonios, sus paredes lo succionaban mejor de lo que esperaba. Esa sensación, quería sentirla en su miembro. Dio un ambicioso lametazo antes de levantar de nuevo la cabeza, incorporando otro dedo al estrecho orificio.
Sakura ahogó una exclamación cubriéndose la boca con ambas manos. Syaoran apenas y alcanzaba a mirarle la cara sin que lo distrajeran sus enormes senos.
Dobló los dedos en su interior hasta encontrar el ángulo más placentero para ella, Sakura se agitó, intentando detener el movimiento de su mano, sin embargo Syaoran la instó a soportarlo.
—Syaoran… esto se siente… demasiado extraño —sollozó, arañando la superficie del escritorio.
—Te correrás pronto —sonrió él, encantado de ser el causante de su primer orgasmo—. Y voy a bebérmelo todo, pastelito, hasta la última gota.
Sakura chilló, un dolor insoportable estaba acumulándose en su vientre y eso la hizo buscar con ímpetu los dedos de Syaoran, podía sentir cómo su interior se aferraba ellos, pero quería más, necesitaba más de él. Se sostuvo con un brazo y con su mano libre tocó la mejilla de Syaoran, indicándole de forma silente que comenzaba a extrañar su boca.
Syaoran captó la indirecta, obsequiándole un mordisquito en el clítoris. Quiso reírse en voz alta cuando ese pequeño gesto la trasladó a la cumbre del placer. Tomó el rocío de sus fluidos con precisión, su aroma y su sabor, no los olvidaría nunca.
Ver su pequeño coño enrojecido le ocasionó un nuevo dolor en la ingle, él jadeaba como una bestia descarrilada, no recordaba la última vez que se sintió tan excitado o si alguna vez lo estuvo en esa magnitud.
Saltó de la silla para abrazar a Sakura, su respiración saltarina intentaba compensar los espasmos que todavía le torturaban el cuerpo.
Ella no vaciló en besarlo y él no era nadie para privarla de conocer su propio sabor. La lengua de Sakura se enredaba ansiosa contra la suya, así como sus caderas buscaron frotarse de nuevo contra él. Las astutas piernas de Sakura lo encarcelaron, tentándolo a penetrarla.
Mierda.
Probablemente Syaoran estaba sudando más que ella, y cuando Sakura intentó quitarle la camisa, él se apartó, retrocediendo sin una pizca de duda.
—Espera…
—¿Por qué? ¿Acaso no te gusto lo suficiente? —Sakura mostró un sufrimiento auténtico en su bonito rostro sonrojado—. Está vez tengo suficientes preservativos…
Syaoran bufó, qué tierna era.
—Ese no es el problema, pastelito. Todavía no estás lista, voy a lastimarte si lo hacemos ahora.
Sakura enderezó la espalda, con la perplejidad opacando su deslumbrante aura.
—Estoy consiente de que la primera vez puede ser dolorosa, no me importa. Sé que vas a tratarme bien.
—Por supuesto que lo haré, preciosa.
Por todos los cielos, cómo se lo explicaba solo con palabras. Syaoran sintió el rostro caliente recordando que en su proceso de crecimiento fue objeto de burlas por ser más grande que el promedio, hasta que en su adolescencia descubrió que sus dotes podrían considerarse una bendición.
Su historia era tan ridícula que mucha de la gente que lo conoció en el club desnudista intentó persuadirlo para convertirse en actor porno. Y si no le repudiara tanto la idea de hacerlo enfrente de otras personas, en estos momentos sería más rico monetariamente de lo que ya era.
—No tenemos que hacerlo de inmediato, yo no tomaré mi parte hasta que esté seguro de que podrás tolerarlo.
Sakura hipó bajándose de la mesa.
—No tienes que mentir de esa manera, solo acepta que no te gusto y ya.
Ella le dio la espalda para recoger sus bragas inservibles, enseñándole su lindo culo sin pena.
—Regresa aquí —le ordenó Syaoran. Infierno. Le daba una vergüenza tremenda desnudarse enfrente de la chica que amaba. Qué irónico—. Esta parte de mí no va a mentirte nunca, desde que te conocí, se ha puesto así solo por ti.
Sakura volteó con el corazón latiéndole a mil. Syaoran estaba bajando el cierre de sus pantalones con las orejas sonrojadas, ¿los chicos malos también eran tímidos?
—Acércate más —gruñó Syaoran. Ni en su primer día como stripper estuvo tan nervioso.
Sakura obedeció aproximándose con lentitud, a Syaoran solo le bastó ver el estrecho espacio entre sus piernas para reanimarse. Quería chupárselo otra vez.
Sin ser capaz de mirarla a los ojos, expuso la parte de su cuerpo cuya visibilidad comerció con tanto orgullo en el pasado.
Sakura se tragó una exclamación, si bien era la primera vez que veía la cosa de un hombre, estaba segura de que era diferente del resto. De su rosada punta brotó una gota de líquido que la hizo reaccionar mojándose también.
En lugar de asustarse y gritar que no había forma de que eso entrara en ella, una oleada de deseo la recorrió. Lo acarició con su mano, sorprendiéndose de lo suave y firme que era, no dejaba nada qué desmerecer en comparación al resto de su cuerpo.
Syaoran era un sujeto grande por donde sea que le mirara.
—¿Yo lo provoqué? —suspiró Sakura, absorta en las venas que pulsaban haciéndolo crecer todavía más en su mano.
Syaoran iba a enloquecer. Esa mano tan suave y tibia iba a servirle para aplacar su insano antojo.
—Es tu culpa. Ayúdame a remediarlo.
Sakura cruzó las piernas conteniendo su ansiedad. Syaoran le levantó la blusa dejando a la vista sus pechos, los pezones se le contrajeron cuando él cerró su mano sobre la de ella, subiendo y bajando con brusquedad.
El conocimiento de que era capaz de desencadenar un orgasmo en un hombre enseñándole su cuerpo, le confirió una confianza ilimitada, porque alguien como Syaoran Li, que podía darse el lujo de escoger a la mujer más bonita del universo, estaba ahí, derramando su preciada semilla por ella.
Sakura sintió que hacía bien en escogerlo. En un mundo donde las personas solo se encargaron de señalarle sus defectos, encontró por fin, al hombre que desenterró cada una de sus virtudes.
Lo quería para ella.
Y juró conquistarlo por el medio que fuera.
Qué decir, me tardé en actualizar, y me siento mal por ello. El motivo es que escribí 3 veces este capítulo, el que leen es la tercera versión, no me gusta solo escribir por escribir, si no voy disfrutando el proceso significa que no es bueno, y si no es bueno para mí no lo será para nadie. Entonces al comenzar a escribir está versión me sentí tan cómoda y dije, de aquí soy jajaja. Gracias por leer, abracitos.
*BL: boys love, seguro los que han leído el género entienden el desmadre del omegaverse.
