-Paradoja-

Capítulo 2. Un espejismo de humanidad


Hace miles de años, los saiyajin estaban unidos de dos en dos. Más bien, eran un solo ser con cuatro patas, cuatro brazos, dos cabezas y dos sexos. Su poder era asombroso, tanto, que incluso llegaba a aterrorizar a los mismísimos dioses. Por eso, acobardados por el potencial de las criaturas que ellos mismos habían creado, decidieron separarlos para restar su fuerza a la mitad y que se doblegaran a su voluntad.

Es por eso por lo que los saiyajin siempre se sienten incompletos y durante toda su vida se pasan buscando a su alma gemela. Algunos la encuentran; otros no. Y los que no lo hacen vagan por la más absoluta soledad durante el resto de su existencia…

Videl cerró el libro de golpe. Menuda cantidad de cosas absurdas acababa de leer. Era curioso porque ella nunca había sido una persona que disfrutara en demasía de la lectura. Sin embargo, desde que vivía en su nueva casa, las tardes estaban completamente vacías porque Chichi le decía que debía descansar apropiadamente y que ella no estaba allí exclusivamente para trabajar.

Así que, como no tenía nada mejor que hacer, un día simplemente abrió uno de los libros que había en la estantería de su habitación y se puso a leer. Casi todos eran de mitología saiyajin y en los que se contaban los hitos y hazañas de aquella raza que tanto asco le producía. Al principio, no los leyó. No quería saber absolutamente nada de la historia de esa raza tan despreciable, pero con el tiempo se dio cuenta de que tenía que hacer algo o acabaría muerta del aburrimiento.

Lo más curioso de los libros que leía era que siempre la raza saiyajin era endiosada y muchas veces dotada de características que, según ella, no tenían. Pero, claro, cada uno tiene un punto de vista distinto y Videl no podía pretender que en esas obras se reflejase la visión de los saiyajin que ella percibía.

Le resultó, sin embargo, muy curioso el capítulo que acababa de leer. Todos los libros que había consultado trataban de batallas, de héroes, de leyendas y luchas encarnizadas para conquistar planetas. Todos, excepto este. El hecho de que se hablase de almas gemelas le llamó poderosamente la atención. Y no porque ya no creyese en que ese concepto existía —que también, pues el amor y las relaciones interpersonales eran algo que quedaba muy lejos en su escala de prioridades—, sino porque no podía entender cómo una raza tan bárbara podía tener una idea tan sofisticada y delicada sobre lo que significa encontrar a tu alma gemela.

Por lo que había observado de la sociedad saiyajin en el mes que llevaba en ese planeta, nada tenían que ver las relaciones de pareja con lo que se contaba en ese mito. Normalmente, los machos y las hembras estaban juntos para tener descendencia, pero nunca había visto parejas felices caminando mientras se sujetaban la mano en la calle, como sucedía en la Tierra. Solo había una excepción: Chichi y su compañero, saiyajin puro que Videl había conocido un par de días después de su llegada a su nueva casa y que parecía todo menos un integrante de aquella raza. No se mostraban cariño a todas horas, pero sí que los había visto compartiendo miradas cómplices o a Goku apoyando la barbilla suavemente sobre el hombro de su mujer mientras ella cocinaba y él le preguntaba qué haría para comer ese día.

Sin embargo, no había ni rastro de la madre de Goku y esposa de Bardock. Videl supuso que habría muerto. Hasta ahí todo normal, pero lo que sí le resultaba verdaderamente extraño era que ni siquiera había fotos o recuerdos de ella. Solo había dos posibilidades: o su recuerdo era tan doloroso para la familia que el solo hecho de verla en retratos los hacía sufrir o nunca les había importado demasiado. De todas formas y aunque le daba algo de curiosidad, no podía indagar.

O más bien… no quería. Solo hablaba con Chichi porque repudiaba a todos los demás integrantes de esa casa. Era cierto que Goten intentaba acercarse a ella, pero como su actitud para con él era bastante seca, su hermano mayor lo alejaba para que no la molestara continuamente.

Ese chico sí que era un misterio. Siempre la miraba desde la distancia y se notaba mucho que quería acercarse a hablar con ella, pero no se atrevía. Por la tarde, cuando llegaba de sus entrenamientos, lo hacía con el uniforme y el rostro lleno de sangre, pero con una sonrisa en los labios afable y que la descolocaba por completo.

Además, podía ver que tenía una buena relación con su hermano pequeño. Con todos en realidad, pero parecía que Goten era especial para él. Videl no tenía hermanos ni había tenido nunca, pero podía imaginar lo que es sentir que tienes a alguien a quien proteger. Lo envidiaba, a pesar de todo. Ella no tenía nada. Ni familia ni seres queridos ni nadie a quien amar. El único vínculo que había formado en los últimos seis años era con la mujer humana que residía en la casa de los seres que la habían comprado como si de una mercancía se tratara. Era absurdo y surrealista, pero realmente así se podía definir su vida.

Suspiró cansada. Se tumbó en la cama por un momento mientras se tapaba los ojos con el antebrazo. Después, se levantó para colocar el libro en la estantería. Revisó los demás de un vistazo: ya los había leído todos. ¿Qué podría hacer ahora? Estaba muy aburrida y parecía que no había nadie en la casa, aunque probablemente Chichi se encontrara en algún lugar haciendo algo, ya que esa mujer no podía parar quieta.

Se le ocurrió algo, pero rápidamente la idea se esfumó de su cabeza. No, no, no. Eso no tenía sentido. Sería ponerse en peligro innecesariamente y no quería tener problemas, mucho menos con alguien tan salvaje como los individuos de esa raza.

Dio un par de vueltas por la habitación. La idea era horriblemente mala, absurda y podía meterla en más de un problema, pero… ella era así después de todo. Le gustaba no adaptarse a nada, hacer lo que le diera la gana; ser libre. Y si esa había sido su actitud durante su estadía en todos los planetas que la habían visto servir como esclava y también cuando residía en su planeta natal, ¿por qué debía contenerse ahora?

Asintió con energía y salió de su habitación. Sabía bien cuál era la estancia a la que quería dirigirse, pues desde la cocina había una vista privilegiada del pasillo que le permitía ver todas las puertas de las habitaciones de la casa y, por lo tanto, sabía bien cuál era la de cada uno de los integrantes de la familia.

Así que sigilosamente, se escurrió por el pasillo hasta llegar a la habitación que quería y, cerciorándose antes de que nadie la había visto, se introdujo en ella, cerrando la puerta deprisa para que nadie pudiera verla.

Encendió la luz y observó el cuarto. Se lo imaginaba mucho más diferente de lo que en un principio pensó. No era demasiado grande, pero tampoco excesivamente pequeño. Eso sí, era un tanto minimalista.

Solo había una cama, un armario, un escritorio con una silla y una estantería llena de libros. Justo lo que pensó. Videl tenía buen ojo para analizar a la gente y sabía que el propietario de esa habitación podía ser sanguinario, violento y salvaje en sus misiones y entrenamientos, pero se traslucía una sensibilidad en su carácter completamente impropia de los saiyajin y que ni siquiera su padre tenía.

En efecto, estaba en el cuarto de Gohan. Sería rápida. Tomaría un par de libros prestados y se los llevaría. Si se daba cuenta o no le daba igual, pero lo importante era que no la viera allí. Principalmente, porque no quería tener que darle ningún tipo de explicación. El simple hecho de imaginarse que tenía que hablar con él le molestaba a unos niveles inimaginables.

Se acercó a la estantería y empezó a pasear sus ojos azules por los libros. Había muchísimos y algunos incluso parecían bastante viejos. Había libros que estaban escritos en un idioma que no reconocía —así que seguramente eran de otro planeta— y también algunos de los que ella tenía en su estantería.

Comenzó a rozar los lomos de los libros con sus dedos. No se llevó ni una pizca de polvo entre ellos. De hecho, toda la estancia estaba bastante cuidada y limpia. Bajó la vista, fijándola en el escritorio, en el que parecía haber un manuscrito. ¿Ese chico escribía? ¿Qué tipo de historias podría contar alguien cuya vida se resume en entrenar y luchar? No entendía por qué, pero tenía demasiada curiosidad al respecto, así que decidió coger los papeles para echarles aunque fuera un vistazo.

Estaban algo desgastados. No porque tuvieran un mal trato, sino porque se notaba que las palabras escritas allí habían sido borradas una y otra vez en búsqueda de la perfección más absoluta. Cada cosa que veía, cada detalle que observaba, le parecía más increíble. No se imaginaba que Gohan fuese así.

Pero al final de su pensamiento, la acechaba la misma idea: era un saiyajin. Era miembro de aquella raza sin escrúpulos que se lo había arrebatado absolutamente todo. No podía perdonarlo, no quería tener nada que ver con él, le producía repulsión y rechazo. Y así debía seguir siendo. Así que soltó los papeles en su sitio y se giró, dispuesta a marcharse de allí.

Lo que no estaba en sus planes era que había pasado demasiado tiempo en la habitación y Gohan estaba en la puerta mientras la miraba, sonreía con incomodidad y se rascaba la nuca en un gesto heredado de su padre, pero que a Videl le pareció propio de un idiota.

Si aquella situación le hubiese ocurrido hacía algunos años atrás, cuando aún vivía en la Tierra, seguramente se habría avergonzado mucho al ser cazada colándose en el espacio vital de otra persona. En su presente, le daba absolutamente igual, así que simplemente lo miró con fijeza, con la mirada azul llena de apatía y comenzó a dirigirse a la puerta para salir de allí.

—¿Te gusta leer? —preguntó Gohan repentinamente, haciendo que la chica se frenara en seco justo enfrente de él.

Videl parpadeó un par de veces incrédula. No parecía molesto, demasiado avergonzado y mucho menos enfadado. Y eso que había visto y manoseado sus manuscritos sin consentimiento.

No le contestó con palabras. Simplemente alzó su mano y la meneó sencillamente para decirle así que le gustaba más o menos. Gohan alzó una ceja y sus ojos parecieron cambiar sus iris negros por un signo de interrogación. Oh, claro, las diferencias culturales. Tal vez, ese gesto no significaba lo mismo para ambos o incluso pudiera ser que para él ni siquiera tuviera un significado concreto.

—Puedo prestarte algunos si quieres. Mi padre y mi abuelo me suelen traer de muchos sitios. Seguro que son más entretenidos que los que tienes en tu habitación.

Gohan fue directo hacia la estantería e hizo una selección de algunos de los libros que más le habían gustado a él y que pensaba que más podrían interesarle a Videl. Se acercó a ella y extendió sus manos para que pudiera llevárselos.

Al ver que simplemente lo miraba sin hacer ningún gesto ni decir ninguna palabra, decidió volver a hablar.

—He escogido algunos escritos en la Tierra. Eran de mi madre y me encantaron cuando los leí. Tal vez te gusten a ti también.

Videl, como si sus brazos hubiesen encendido el piloto automático, aceptó los libros sujetándolos con sus manos. Por primera vez en todo el mes que llevaba allí, lo miró. Y no de pasada, sino observándolo concienzudamente.

Era muy alto. Sus ojos y su cabello eran oscurísimos, pero no daban sensación de angustia como si fuesen un pozo, sino de paz, porque recordaban a una noche tranquila, despejada y sin luna. Según los estándares de la Tierra y de sus gustos personales, era muy atractivo. Además, se veía que era inteligente, ordenado, amable. Sería perfecto si tan solo su sangre no estuviera contaminada de barbarie y violencia.

Decidida a olvidar todos esos pensamientos que no la llevarían a ningún lugar, se dio la vuelta, habiendo afianzado previamente el agarre de los libros, para marcharse.

—No me gusta demasiado leer —espetó antes de salir de forma seca, como si le estuviera haciendo un favor por dirigirle la palabra—. Es solo que no tengo nada mejor que hacer por las tardes y ya me he leído todos los libros de mi estantería.

—Claro, es normal. Si te apetece, cuando acabes con esos, podemos comentarlos y puedes llevarte algunos más. Es decir, si quieres… —finalizó de forma nerviosa.

Videl se volteó de nuevo y simplemente asintió. No entendía demasiado bien por qué estaba actuando de esa forma con el chico, si ella lo detestaba, pero le resultaba casi automático tratarlo con un poco de cordialidad.

—Te llamas Videl, ¿verdad?

Sorprendida, se giró completamente para mirarlo. No recordaba haberle dicho su nombre, pero claro, a fin de cuentas, vivía allí. Aunque no compartiera ni un solo minuto de su tiempo con los varones de la casa, sí que lo hacía con Chichi, así que seguramente les hablaría sobre ella.

—Sí. Tú, Gohan, ¿cierto? —Ante la sonrisa de idiota que nuevamente formaron sus labios, Videl decidió pararle los pies—. No es que me intereses ni nada, solo me lo dijiste el día que llegué.

—Oh, claro… —apuntó él desilusionado—. Pero sí, soy Gohan. Si necesitas algo, bueno… supongo que ya sabes dónde está mi habitación.

La joven asintió de nuevo y finalmente se marchó sin cerrar siquiera la puerta. Gohan se asomó al pasillo, la vio entrando a su cuarto, previsiblemente para soltar los libros, y después yendo hacia la cocina para ayudar a su madre a hacer la cena. Escuchó las voces de ambas —mucho más enérgica y alegre la de Chichi que la de Videl— y sonrió. Después, cerró la puerta y se tumbó en la cama mientras se tapaba el rostro con las manos, completamente emocionado.

Por fin le había hablado. Tenía una voz tan bonita que casi quiso llorar cuando la escuchó pronunciando su nombre y era tan guapa que no podía dejar de mirarla al verla por la casa. De hecho, la miraba tanto cuando tenía la oportunidad que pensó que ella le diría algo. Sin embargo, su interés era tan nulo que parecía no darse cuenta de su atención.

Era frustrante, pero no podía culparla. Su planeta había sido masacrado por unos seres que nada tenían que ver con él y para colmo tenía que vivir con ellos. No era justo. Y era cierto que él solo quería acercarse a ella, pero comprendía su rechazo.

En fin, se quedaría con los aspectos positivos. Después de todo, era alguien bastante optimista e intentaría propiciar alguna que otra interacción de nuevo con ella.


Esa noche, Videl volvió a cenar sola. Las insistencias de Chichi para que los acompañara en la mesa eran recurrentes, pero la negativa de la chica también. De todas formas, seguiría intentándolo.

Algo que también notó en la cena fue que Gohan la miraba mucho y como ella era perceptiva a más no poder, le pidió que la ayudara a fregar los platos, algo que no necesitaba y que en realidad nunca hacía. Pero conocía bien a sus hijos y sabía que a Gohan le pasaba algo y que quería contárselo. Solo había que darle un pequeño empujoncito.

—Yo friego y tú secas y colocas, ¿vale?

—Vale.

El chico comenzó a realizar su labor. Tal vez, su madre comprendería mejor a Videl porque era completamente humana como ella y las dos se habían criado en la Tierra. Podría preguntarle, pero en el fondo le daba mucha vergüenza. Su madre parecía tener un radar con los sentimientos y pensamientos de los demás y si descubría que estaba interesado de alguna forma en la chica, no lo dejaría en paz. Pero también sabía que era la única persona con la que podía hablar sobre esos temas sin ataduras ni filtros porque era la única que lo podría comprender.

—Por más que lo intento, no consigo que Videl se siente a comer con nosotros.

—Bueno, creo que es algo normal. No puede ni vernos… Creo que solo tú le agradas —razonó el joven de forma más que acertada.

—Pero eso es porque no os conoce. Sois buenos, agradables, graciosos y, de los demás no puedo decirlo, pero tú eres muy inteligente. Estoy segura de que le encantaría conversar contigo.

—Mamá… —se quejó Gohan por tanto halago.

—¿Qué? ¡Ni que fuera mentira! —Chichi hizo una pequeña pausa y adoptó un tono más suave—. ¿Sabes? La entiendo. Creo que yo reaccionaría de la misma forma. No me ha contado nada, pero estoy segura de que ha sufrido mucho… y se ve muy buena chica.

—Sí. No he hablado mucho con ella, pero lo parece.

Chichi se detuvo repentinamente y miró a su hijo con sorpresa.

—¿Mucho? ¿Es que habéis hablado algo?

—Bu-bueno… Estaba en mi habitación esta tarde y…

—¡¿Cómo!?

—Solo quería unos libros. Dice que ya ha leído todos los que tiene.

—Ah… —comprendió Chichi y continuó fregando—. Videl es guapísima, ¿verdad?

—¡Mamá! ¡Ya vale, ¿no?!

Gohan se sonrojó con furia por el comentario de su madre. No tenía ningún tipo de filtro y le daba exactamente igual decir lo primero que se le ocurriera. Ese aspecto la hacía realmente auténtica y especial, pero a veces creaba situaciones bastante embarazosas y casualmente él casi siempre era víctima de ellas.

—¿Qué pasa? ¿Estoy mintiendo?

—Bueno… no…

—¿Por qué no intentas que sea tu amiga? Sois de la misma edad, puede que compartáis gustos… Creo que a los dos os iría muy bien.

Chichi dijo aquello sin mirarlo directamente, pero su rostro formó un gesto de nostálgica tristeza. Solo quería lo mejor para sus hijos, así que era normal que esa idea se le hubiese cruzado por la cabeza.

La sociedad saiyajin era muy hermética. No era común encontrar lazos verdaderos en las familias, así que hacerlo con gente con las que no se compartía sangre era imposible. Tanto machos como hembras eran entrenados para luchar, así que la relación existente entre ellos era puramente de rivalidad y nada más. Gohan no sabía lo que era tener un amigo. Su familia ya era un poco rara de por sí, porque ningún saiyajin tenía la relación que él tenía con sus padres, hermano y abuelo —su tío era otro asunto—, pero no podía pedir más. No mientras vivieran en el Planeta Vegeta.

Entendía que su madre quisiera que tuviera amigos, pero era difícil. Por eso, era cierto que tenía una oportunidad de oro con Videl, pero ella odiaba a todos los que tuvieran sangre saiyajin corriendo por sus venas. Y, si lo pensaba fríamente, tenía todo el sentido del mundo.

—Lo intento, pero… no parece muy receptiva. No sé qué hacer para acercarme a ella.

—Sé tú. Solo sé tú, Gohan. No creo que haya más secreto. Las personas agradan a otras siendo como son. Con el tiempo, seguro que te acepta.

Gohan sonrió, terminó de colocar los platos que le quedaban por secar y le plantó un beso bastante ruidoso en la mejilla a su madre antes de marcharse.

Lo intentaría. Haría todo lo que pudiera para agradarle. Sin embargo, había un gran problema. Podría ser que Videl llegara algún día a aceptar a su lado humano, al Gohan tranquilo y pacífico que jugaba con su hermano y al que le gustaba leer y escribir. Pero Gohan también tenía un lado saiyajin violento, sanguinario y ansioso por luchar del que no se podía desprender. Esa faceta nunca estaría al alcance de la comprensión y aceptación de la joven. De eso no le cabía ninguna duda.


Videl acabó de leer los libros que Gohan le había prestado en muy pocos días. Las tardes eran inmensamente largas, así que necesitaba distracción y esos libros eran considerablemente mejores que los que tenía en su cuarto.

Los libros procedentes de la Tierra la hicieron sentir especialmente nostálgica. Incluso derramó una que otra lágrima mientras los leía, aunque sabía que no era debido a la trama, sino más bien al apego que podría tener con una obra hecha en casa.

Cada vez soportaba un poco más a los hijos de la familia que la había comprado y eso la asustaba muchísimo. No quería tener que ver nada con ellos por todo lo que representaban para su vida, pero no podía evitar saludar a Gohan cuando lo veía por el pasillo o decirle a Goten que la dejara en paz cuando no paraba de intentar aproximarse a ella.

Era todo tan difícil… Y ahí estaba de nuevo, enfrente de la habitación del hermano mayor, dispuesta a devolverle los libros que le había prestado. Se intentó convencer de que lo hacía por temas logísticos, ya que su cuarto no era demasiado grande y la estantería estaba llena. Pero, en el fondo, sabía que no se debía a esa razón. Sabía que Gohan le llamaba la atención, que su aura de chico inteligente e interesante la atraía y no podía despegarse de su presencia.

Entró después de llamar a la puerta y que Gohan la dejase pasar. El semisaiyajin compuso un gesto de sorpresa más que notable, pero inmediatamente después, sonrió con amabilidad y verdad al verla de nuevo allí.

—Ya he terminado de leer los libros —explicó Videl de forma seca.

Gohan se levantó de la silla del escritorio para colocarlos de nuevo en su estantería.

—¿Quieres más? —preguntó mientras miraba qué títulos podrían interesarle.

La chica se quedó en silencio algunos segundos mientras miraba los papeles del escritorio. Se notaba que había estado escribiendo hasta que ella había llegado. Se acercó un poco hacia el manuscrito y lo miró de forma incesante.

—Quiero leer lo que has escrito tú.

—¿Q-qué? N-no está completo —aseguró Gohan mientras se acercaba al escritorio, recogía las hojas y las guardaba en un cajón—. Además, no es bueno y seguro que no te gusta y…

—Oh, vale. Entonces dame otros.

—Sí, claro. Sí, sí, otros. A ver…

Videl fijó su vista de nuevo en el joven. A veces parecía muy infantil e inseguro. No se lo podía imaginar matando a gente o conquistando planetas de la forma tan cruda en la que lo hacían sus compatriotas. Pero lo hacía. Esa idea no podía irse jamás de su cerebro o acabaría cediendo y dejándolo entrar en su vida y en sus pensamientos y eso era lo último que quería. Después de todo, las apariencias engañan y no podía parar de recordar que Gohan por las tardes llegaba a casa vestido con su uniforme, lleno de sangre y sucio por las batallas, pero con una sonrisa en la cara. Era tan desconcertante que le daba escalofríos cuando se detenía a pensarlo en profundidad.

Finalmente, Gohan le dio otros libros y ella se marchó sin siquiera agradecerle por el préstamo y sin ser consciente de que sería testigo de su lado más salvaje mucho antes de lo que pensaba.


Continuará...


Nota de la autora:

No tengo excusa y lo sé. He tardado tanto en actualizar que probablemente necesitéis leer el primer capítulo para recordar de qué carajo iba esto xd. La verdad es que empecé esta historia en una época en la que estaba muy ocupada y se me hizo cuesta arriba compaginarlo todo a la vez. En el momento en el que me desocupé, descubrí la tristísima noticia de que la página Godel de Facebook había desaparecido y eso me desmotivó tanto que no he sido capaz de escribir ni una sola línea de esta historia hasta hace poco. Y aun así me ha costado sacar este capítulo adelante, pero yo no soy de dejar las cosas a medias, así que termino la historia sí o sí.

Lo bueno es que anoche justo antes de dormirme se me ocurrió toooodo lo que quiero que pase en el fic jaja, así que por esa parte, bien. Espero poder recuperar un ritmo bueno y finalizarla a lo largo de 2022.

Por cierto, los dos párrafos del principio hacen referencia al mito de las almas gemelas de la mitología clásica grecolatina. Pensé en usar lo típico del hilo rojo del destino, pero me parece que ya está demasiado sobreexplotado y que este iba mejor para una adaptación a la sociedad saiyajin.

Muchas gracias por los comentarios tan superbonitos que recibí en el primer capítulo. ¡Espero que este también os guste!

¡Hasta la próxima!