-Paradoja-

Capítulo 3. Dual


Videl se levantó aquella madrugada con un sudor intenso recorriéndole todo el cuerpo. Su corazón, completamente desbocado, latía con fulgor como prueba de la sensación tan horrible que había experimentado y que aún sentía. Sus manos apretaban con insistencia las sábanas, pero al menos había sido capaz de no gritar.

Respiró muy profundamente en varias ocasiones para tratar de calmarse. Se llevó la mano derecha al pecho y lo presionó. Movió los dedos de los pies con nerviosismo, los contrajo varias veces y, gracias a todos esos movimientos, logró comenzar a calmarse. Se quitó el sudor de la frente, el rastro de las lágrimas de sus ojos y miró por la ventana.

Era de noche. Faltarían unas horas para que amaneciera, pero estaba completamente segura de que no podría volver a dormirse. No después de haber tenido aquella pesadilla y de forma tan vívida. Todavía le temblaban las piernas ligeramente y sabía que, si se ponía de pie, el equilibrio le fallaría y sus fuerzas no serían capaces de soportar el peso de su cuerpo.

Hacía mucho tiempo que no soñaba con la muerte de su padre. Recordaba que, cuando aquello ocurrió, hacía ya seis años, todas las noches su memoria se lo reproducía en los cortos periodos de sueño que tenía. Pero, de una forma u otra, había aprendido a vivir con el dolor, a aceptar que debía recorrer el camino sola. La muerte de su padre la afectó mucho, no solo porque fue totalmente repentina e inesperada, sino también porque fue brutal, demasiado sanguinaria, no merecida y a una edad muy temprana para ambos. Todos esos factores, incluyendo además que había sido secuestrada, vendida y violada justo después, hicieron que dejara de ser la misma y que su cuerpo experimentara sensaciones extrañas, como temblores en las rodillas o tics nerviosos que su sistema usaba para intentar paliar el estrés.

Sin embargo, a los veinte años, se dio cuenta de que no podía seguir así. Echaba y echaría de menos a su padre por siempre, pero ella aún respiraba, así que debía luchar por seguir viva y, sobre todo, por escapar, por volver a ser libre.

Su padre había muerto protegiéndola, así que no podía fallarle. Si su vida acababa tan banalmente, sería un fracaso para su memoria y restaría el sentido de su sacrificio. No iba a permitirlo.

Videl se quedó huérfana muy pequeña. Su madre murió cuando apenas era una niña y no tenía muchos recuerdos de ella; solo el de sus manos acariciando su pelo, el de sus ojos cariñosos y el de su sonrisa calmada, pero poco más. Desde el momento en el que falleció, Mr Satán se volcó completamente con ella. Se convirtió en padre, madre, consejero, maestro y amigo. Y no podía negar que a veces su carácter le chirriaba mucho, pero siempre había sido su guía, su soporte y su apoyo incondicional.

El día en el que los saiyajin ocuparon la Tierra, estaban los dos en su casa. Videl veía en la televisión una serie de intriga que le encantaba y que no se perdía ni una sola semana, y él estaba fuera en el jardín. De repente, la cadena de televisión cambió su programación habitual para dar paso a una especial. En principio, se informó de que se habían hallado unos objetos no identificados y que habían mandado unidades especiales del ejército para investigarlos. Sin embargo, la especie alienígena invasora salió pronto de esos receptáculos, que resultaron ser sus naves. Masacraron a la gente que había allí, tanto a soldados como a periodistas, y después empezaron a atacar las demás infraestructuras de las ciudades.

A esas alturas, tanto Videl como Satán estaban viendo las informaciones en su televisión, hasta que la comunicación se cortó y la pantalla se volvió negra después de mostrar cómo el reportero que informaba había sido brutalmente asesinado.

En ese momento, padre e hija se miraron durante algunos segundos por el desconcierto, pero justo después se levantaron para escapar, sin saber que aquello no tenía sentido, pues los saiyajin ya rodeaban su casa.

La chica fue interceptada primero. El saiyajin que la capturó decidió que no la mataría porque podría darle mucho dinero, pero eso no era algo que le comunicaría a nadie. Quería quedarse la recompensa para él solo, así que se la llevó lejos de donde sus compañeros estaban con el pretexto de que quería divertirse con ella. Satán los siguió. No iba a permitir que su única hija tuviera que vivir algo así. Por lo tanto, cogió un objeto punzante que se encontró tirado en el suelo, fue capaz de esquivar a los demás soldados que se entretuvieron destrozando la casa y matando a los empleados, y llegó hasta donde estaba Videl.

El saiyajin la tiró al suelo, haciendo que su espalda recibiera un gran impacto. Se intentó resistir, así que también le propinó un gran puñetazo que le partió el labio. Satán llegó de forma sigilosa y le incrustó el objeto a aquel repugnante ser en la pierna. Pero su carne era un muro, la herida que recibió fue apenas superficial y se giró contra él, furioso por su atrevimiento.

Lo puso de rodillas mientras lo agarraba del pelo y lo decapitó delante de su hija adolescente. Y ella, horrorizada ante la escena, no fue capaz de gritar ni de llorar. Sus pupilas temblaron con vehemencia y su boca se secó. Se orinó encima del miedo y de la impresión del momento.

El saiyajin finalmente fue descubierto por sus compañeros intentando llevársela y huyó tras echársela encima de un hombro. La vendió por un precio bastante abundante y desapareció, probablemente escapó a un planeta que estuviera fuera del alcance de los radares saiyajin porque su acción sería considerada como una traición.

Ahí había empezado su verdadera pesadilla. Y esa noche de luna llena, su cerebro había decidido recordárselo de forma nítida. Pero en su sueño, su padre le decía «me has fallado» justo antes de ser asesinado.

Sabía bien por qué su subconsciente había elegido esas palabras precisamente. Videl era cada vez más cercana a la familia saiyajin que la había comprado. Chichi era su apoyo máximo y una persona en quien confiaba, Gohan le hablaba de libros y de otros temas interesantes y su relación con él había mejorado considerablemente, Goten le había robado el corazón y le producía una ternura increíble, Goku, aun siendo un poco despistado, le parecía alguien amable, e incluso tenía una relación cordial y de respeto con el saiyajin de la cicatriz, Bardock.

Era horrible. Se juró a sí misma no llegar jamás a esa situación y había fracasado. Había traicionado la memoria de su padre totalmente y había reducido a cenizas el motivo por el cual murió. Se detestaba por completo; de esa forma, su mente se lo gritaba y le recordaba que sus decisiones, su actitud y sus interacciones en ese planeta de salvajes eran erróneas.

Suspiró y se restregó la mano derecha en la cara con cansancio. Cuando logró calmarse definitivamente, se levantó y fue hacia la cocina a beber agua. No encendió siquiera la luz. El agua bajando por su garganta la terminó de tranquilizar del todo. Se apoyó sobre la encimera de la cocina y se quedó mirando el vaso que sus manos sujetaban.

¿Qué pensaría su padre de ella si la viera así? ¿Se sentiría realmente defraudado o entendería que todo lo que había sufrido la había llevado a ese lugar y que intentaba simplemente adaptarse? No lo sabría nunca.

La luz de la habitación se encendió y miró de forma automática hacia la puerta. El vaso se le cayó de las manos y se quebró después de impactar contra el suelo, provocando que los cristales resultantes se esparcieran por toda la superficie.

—¿Videl…?

La joven, tras ver a Gohan de pie y mirándola con preocupación, reaccionó por fin.

—Oh, lo siento. No te esperaba por aquí tan temprano. Recogeré los cristales.

—No te preocupes. Ya lo hago yo.

Gohan abandonó la habitación y fue a por los utensilios que necesitaba para barrer los cristales. Lo hizo en silencio ante la atenta mirada de la chica. Llevaba el uniforme puesto, así que seguramente iba a entrenar. Le recordaba de esa forma que su humanidad solo era una faceta, una fachada, y que no debía fiarse de alguien así. Pero sus defensas cada vez caían más y se postraban ante la idea de que fuese alguien tan sensible, bondadoso e inteligente.

—Ya está —dijo cuando terminó—. ¿Estás bien? Es un poco temprano para que estés levantada, ¿no?

En un impulso extraño, Gohan posó su mano sobre el hombro de Videl para darle algo de tranquilidad. Ella rápidamente se movió para cortar el contacto.

Videl lo desconcertaba mucho. A veces, sentía que podía hablar de cualquier cosa con ella, pero otras, era tan fría y distante que le hacía pensar que lo odiaba. De todas formas, no se rendiría. Quería acercarse más, que su relación continuara mejorando, así que decidió que ignoraría sus desplantes y se centraría en los avances.

—Sí, es que me he desvelado.

—Ya veo… Tengo que irme. Mi madre se levantará pronto, así que no estarás mucho rato sola.

—Sí.

Gohan torció un poco la boca. Videl no lo miraba. No lo hacía desde que habían tenido aquel contacto visual que había provocado que se le cayera el vaso de entre las manos. Estaba rara. Pero no indagaría. No tenían tanta confianza para eso. Así que decidió cambiar un poco la conversación antes de irse.

—¿Quieres que comentemos el libro esta tarde cuando vuelva? El que me devolviste ayer.

Videl se quedó un momento abstraída por las palabras. Asintió de forma automática, porque aún estaba algo aturdida.

—Genial. Nos vemos luego entonces.

—Sí. Hasta luego.

El semisaiyajin se marchó y Videl se sentó en una silla, apoyando sus codos contra la superficie de madera de la mesa, y su barbilla entre sus manos. Se sentía confundida, asustada y nerviosa. Pero decidió que su vida necesitaba estabilidad y calma. Se aferraría al único remanso de paz que había sido capaz de encontrar en los últimos seis años.


—¿Te diste cuenta de que el protagonista había matado a su madre cuando era pequeño? De ahí surgen sus posteriores brotes psicóticos.

—Sí… —afirmó Videl de forma distraída mientras veía a Goten pasar de un lado a otro para entretenerse.

—Además, tiene una trama compleja y una evolución magnífica de los personajes. Su versión del pasado es como la sombra de su futuro y…

Gohan no pudo más. Interceptó a su hermano pequeño sujetándolo por el cuello de la camiseta que llevaba puesta y lo detuvo para mirarlo serio. Goten sonrió mientras le ponía ojitos para evitar que lo regañara. Lo soltó enseguida.

—¿Puedes estarte quieto? Te he dejado venir porque me habías dicho que te ibas a comportar.

—Es que me aburro, hermano. Quiero que hagamos otra cosa. Seguro que Videl también está aburrida.

La joven se rio y después le acarició el pelo. Se sentía bastante especial tener una figura menor que ella que despertara aquel sentimiento de protección en su espíritu. Goten era el único que podía hacer que su mente se aclarara y los pensamientos más negativos se esfumaran.

—Vamos un rato a jugar, ¿de acuerdo?

—¡Sí! —exclamó el niño con alegría y después salió de la habitación corriendo.

Videl y Gohan se levantaron para seguirlo, pero antes de hacerlo, él habló.

—Siento mucho que sea tan caprichoso. Debería ser más maduro para la edad que tiene, pero la influencia de la sobreprotección de mi madre se nota mucho.

—No pasa nada. Es un niño —dijo ella de forma comprensiva. Se quedó pensando un segundo en su conversación anterior—. Te gusta mucho leer, ¿verdad?

—Sí. Es como una forma de escapar de la realidad.

—Tienes razón… Ya comentaremos el libro cuando estemos más tranquilos.

—Me encantaría.

Salieron de la habitación y se fueron con Goten, que ya había armado al menos cuatro juegos distintos para que jugaran hasta la hora de cenar.


Cuando comenzó a oscurecer, Gohan se fue adentro para ayudar a su madre, dejando tanto a su hermano como a Videl jugando juntos. Le gustaba mucho su conexión. Empezaron con mal pie, porque ella renegaba de relacionarse con alguien que no fuera Chichi, pero finalmente Goten se la había ganado. Y era normal, pues era divertido, alegre y extremadamente bueno. Podría ser que fuera algo inmaduro para su edad, pero ese era su verdadero encanto.

Siempre le había dicho que Videl le caía bien y que quería ser su amigo y, ahora que lo había logrado, estaba más contento que nunca.

Por su parte, a Gohan cada vez le gustaba más Videl. Era una chica extraordinaria, preciosa, inteligente y le encantaba su faceta más cercana y sensible. Le gustaba la forma en la que analizaba las cosas y cómo se expresaba. También, la marca que se formaba en su frente cuando estaba molesta o la sonrisa tenue que sus labios formaban cuando algo le agradaba y que le había empezado a mostrar desde hacía muy poco tiempo.

El problema con que sus sentimientos cada vez se intensificaran más era que sabía que no tenía posibilidades con ella. Nunca había pensado en enamorarse. En sus veintidós años de existencia, no había encontrado una saiyajin que le llamara la atención más allá del físico. Necesitaba alguien que no solo pensara en dar puñetazos o que le atrayera, sino alguien que lo comprendiera y con quien pudiera conversar de temas más profundos. Y ese alguien había llegado probablemente en el momento equivocado y en la situación equivocada. Quizás, incluso en la realidad equivocada. Pero no había podido evitar enamorarse de Videl. Sería duro tratar con un amor que solo sería por su parte, pero no le quedaba de otra que afrontarlo. Al menos, se la veía más contenta, menos tensa y con otra actitud a su apatía inicial. Con eso le bastaba.

—Mamá, ¿te ayudo a poner la mesa? —preguntó cuando entró en la cocina.

Su madre lo miró de reojo y le sonrió. Continuó moviendo el contenido de la sartén que tenía puesta en el fuego y asintió simplemente.

—Huele muy bien. ¿Qué cocinas?

—Es el plato favorito de papá.

Gohan detuvo su tarea y se quedó mirando la espalda de su madre. Estaba menos rígida que en otros tiempos, pero su espíritu seguía siendo inquebrantable. Además, desde que Videl la ayudaba y tenía menos carga de trabajo, se la veía más sonriente.

—Goten está con Videl, pero lo llamaré ahora.

—Se llevan muy bien, ¿verdad?

—Sí. Goten la quiere mucho.

—¿Y tú?

—Mamá, por favor… —dijo, derrotado mientras se sonrojaba tenuemente.

—¿Qué pasa? Soy tu madre y te conozco. He visto cómo la miras.

—De todas formas da igual. Tengo cero posibilidades con ella, así que simplemente ignorémoslo —razonó con tranquilidad.

Chichi se dio la vuelta. Solo quería que sus hijos fueran felices y sabía lo desdichado que podía ser Gohan si sus sentimientos llegaban a transformarse y convertirse en amor y Videl no le correspondía. Pero tenía esperanza. Cuando la joven llegó a esa casa, ni siquiera quería hablar con los saiyajin de la familia y ahora se llevaba muy bien con todos. La situación podría volver a cambiar.

—¿Por qué no le dices que cene hoy con nosotros? Tu abuelo no está.

—Sabes que no va a querer… No me gustaría molestarla más.

—Por intentarlo no pierdes nada.

Gohan arqueó una ceja. Era verdad. Chichi se había empecinado muchas veces en que Videl se sentara en la mesa con ellos, pero nunca lo había conseguido. Tal vez si era él quien se lo decía… Sacudió la cabeza. Iría, se lo diría y ya. Sabía que si lo pensaba demasiado, acabaría arrepintiéndose y no lo haría.

Fue hacia donde estaban su hermano y la chica y simplemente se acercó para preguntárselo.

—Videl… mi madre quiere que cenes hoy con nosotros. ¿Qué me dices?

—Sabéis que no…

—¡Sí, sí, Videl, por favor! —rogó Goten con sus ojitos abiertos y suplicantes y esa sonrisa que era capaz de convencer a cualquiera de lo que fuera.

Se quedó pensando unos instantes. Le resultaba violento e incómodo hacer eso, pero era cierto que se sentía bien estando en esa casa. A pesar de su pesadilla de la noche anterior, no podía negar que esa gente la respetaba, la trataba bien y hasta podría afirmar que le tenían cariño.

—¿Está tu abuelo? —cuestionó directamente a Gohan.

Bardock la intimidaba mucho y no creía que fuera capaz de cenar si él estaba mirándola con sus ojos negros, intensos y puntiagudos. Si se encontraba en la casa, no se uniría a la familia para cenar.

—No, está en una misión. No vendrá hasta dentro de dos días.

—Vamos, Videl, porfa —suplicó de nuevo el más pequeño de los hermanos.

Sonrió enternecida por la actitud de Goten. Le revolvió un poco el pelo y después miró a Gohan.

—Está bien.

—¡Bien! —exclamó Goten con energía y alegría y después fue a lavarse las manos y al comedor.

Gohan agradeció a Videl por la cesión y ella, sin entender muy bien por qué lo había hecho ni tampoco la actitud tan educada del semisaiyajin, solo asintió.

El transcurso de la cena fue muy contradictorio, porque se sintió al principio un poco fuera de lugar, pero también experimentó una sensación que hacía muchos años no tenía: que pertenecía a un lugar al que podía llamar hogar.


Videl fue hacia la cocina para ayudar a Chichi, pero no estaba. Se sentó en una silla para esperarla. Comenzó a dar pequeños golpecitos en la superficie de la mesa con aburrimiento. Se quedó mirando el comedor a través de la puerta, que estaba abierta.

Habían pasado un par de semanas desde que había accedido a comer con toda la familia. Los primeros días fueron extremadamente extraños, y ese sentimiento se incrementó aún más cuando Bardock volvió de la misión y explicó que no le importaba que comiera con ellos.

Con el paso de los días, se había ido acostumbrando un poco, aunque aún se sentía un poco rara. La vida es así, o te adaptas o mueres, y Videl había decidido entregarse a los sentimientos positivos que toda la familia le transmitía. Poco a poco estaba aceptando lo que Chichi le había dicho: no todos los saiyajin eran iguales.

Se fijó en la estancia. Estaba impoluta, así que poco podía hacer para distraerse. Se levantó de nuevo, desesperada ante la tardanza de la mujer. Fue hacia la encimera para apoyarse mientras mirara la ventana, pero en el trayecto observó un trozo de papel que descansaba allí. Lo cogió y lo desdobló. Era la lista de la compra.

Videl había ido en muchas ocasiones al mercado con Chichi. Allí no hablaba con nadie y solo se limitaba a ayudarla. Le fascinaba la familiaridad y el respeto con que la trataban. Nadie le decía una mala palabra, se acercaba a ella más de la cuenta o la miraba mal. Sabía que era una mujer con carácter fuerte, pero estaba segura de que debía haber algo más.

A ella también la habían visto acompañándola desde que llegó al planeta, así que decidió que no sería mala idea ir sola. Estaba demasiado aburrida como para quedarse sin hacer nada y, contando con la protección de la familia a la que sabían todos que pertenecía, estaba tranquila.

Se fue de la casa. Se aseguró de cerrar bien y se puso en rumbo hacia el mercado. Se sintió cómoda, libre, increíblemente bien mientras andaba por las calles, olía los ambientes y sentía el aire fresco en su cara.

Al terminar su tarea, decidió volver a casa rápidamente, tomando el atajo un poco menos transitado que Chichi le había enseñado. Eran un par de calles estrechas y se llegaba al destino mucho más rápido que cruzando la plaza central.

Mientras recorría la segunda calle, se alarmó. Sentía algunos pasos detrás de ella. Eran cercanos, así que decidió ignorarlos y acelerar el paso, pero una mano sujetando su antebrazo se lo impidió. Hizo con su fuerza que se diera la vuelta. Lo observó con temor. Un saiyajin alto, corpulento y con el pelo largo hasta los hombros la miraba mientras sonreía de forma cínica.

—¿Dónde vas tan sola? Te puedo acompañar si quieres.

—No —negó de forma rotunda. Estaba asustada, pero no se lo demostraría. No lo había hecho nunca y no iba a empezar a hacerlo en ese momento y mucho menos delante de un miembro de esa raza.

—¿Por qué no? Lo vamos a pasar muy bien —explicó el hombre mientras se relamía los labios.

—Suéltame —le dijo Videl con mirada decidida y sin alzar la voz.

El saiyajin comenzó a reírse. Esa chica era muy interesante, así que se la llevaría a casa, pasaría un buen rato a su costa y luego la dejaría de nuevo en esa calle donde la había encontrado. Esos eran sus planes, pero se desvanecieron en un segundo.

Un instante atrás estaba sujetando a la joven humana por el antebrazo y al siguiente, postrado contra el muro por el impacto descomunal de un puñetazo en su mejilla. Miró hacia el frente, sin entender bien qué había pasado.

Ella miraba al saiyajin que acababa de golpearlo con sus ojos azules rebosando miedo. Nada tenía que ver esa mirada atemorizada con el gesto de rebeldía y valentía que había expresado al enfrentarlo.

—Gohan… —susurró.

—No vuelvas a tocarla.

—¿Quién eres tú para decirme lo que tengo que hacer, niñato?

Gohan se acercó al hombre, sujetó la parte delantera de su uniforme de combate y lo alzó unos metros.

—¡Esta humana es propiedad de Bardock y su familia! —dijo gritando para que todos los que transitaban las calles vecinas lo escucharan. Pronto, se acercaron para presenciar la escena—. ¡El que se atreva a seguirla, a tocarla o simplemente a mirarla pagará las consecuencias!

Al saiyajin mayor le cambió la cara al escuchar aquellas palabras. Empezó a revolverse nervioso para lograr zafarse de su agarre, pero no lo logró.

—No lo sabía… Yo…

—Si te veo cerca de ella de nuevo, no te podré garantizar que tus hombros sigan sosteniendo tu cabeza por mucho tiempo.

Lo soltó con desdén y observó cómo se iba corriendo después de ponerse de pie. Se dio la vuelta y su semblante cambió por completo al ver a Videl. No sabía si estaba defraudada, asqueada o enfadada, pero se fue enseguida de allí, dejando tiradas todas las cosas que había comprado en el mercado.

Gohan las recogió y se fue detrás de ella, ignorando la expectación que había causado y la reunión de gente que había congregado y que ya estaban hablando sobre la situación que acababan de presenciar.

Al entrar en la casa y soltar las compras, escuchó la puerta del cuarto de Videl cerrándose con fuerza. Fue hacia allí y dio dos toques suaves en la puerta.

—Videl… ¿me dejas entrar?

—Ni se te ocurra entrar aquí.

—Por favor, solo quiero que hablemos…

Escuchó sus pasos furiosos acercándose hacia la puerta. Cuando la abrió, su mirada gélida hizo que se retirara un poco. No recordaba haberla visto tan sumamente enfadada jamás.

—No te acerques a mí nunca más ni me hables ni me toques. Ni siquiera pronuncies mi nombre jamás.

—Escúchame, Videl, si te he ofendido…

—¿Si me has ofendido? —preguntó irónicamente—. Me acabas de exponer en la calle como si fuera un trofeo. Nunca me había sentido tan insultada desde que llegué aquí.

—Intentaba protegerte.

—¿Tratándome como si fuera un objeto? Déjame decirte que no entiendo cómo protegéis a los demás los de tu raza. Sabía que era mala idea relacionarme con vosotros. Me dais tanto asco...

Gohan no fue capaz de replicar nada más. Se había equivocado. Justo cuando tenía la confianza de Videl, lo había echado todo a perder. Se sentía tan mal consigo mismo que le entraron ganas de pegarse un puñetazo.

Videl le cerró la puerta en la cara y se tumbó en la cama mientras se abrazaba las piernas. Se sentía estúpida. No podía confiar en nadie. Bardock era respetado porque era peligroso, Gohan pensaba que era su mercancía y Goten pronto se convertiría en un energúmeno como los demás. No quería pensar, no quería pensar, no quería pensar más. Solo quería volver el tiempo atrás para arrepentirse de haber derribado el muro que la protegía de todo mal que desprendían esos monstruos.

Se juró a sí misma que, a partir de ese momento, jamás volvería a confiar en un saiyajin.


Continuará...


Nota de la autora:

Hola, ¿os acordáis de mí y de esta historia? Espero que sí. Aquí está el capítulo 3. Empieza un poquito el drama, que ya sabéis que me encanta. Sería demasiado fácil si todo se hubiese encaminado hacia una relación entre Gohan y Videl de forma tan veloz, así que he decidido darle una vueltecita. A ver cómo lo arregla ahora Gohan, que vaya si ha metido la pata... Si es que elegir las palabras adecuadas antes de hablar no es una tontería.

En el próximo, tendremos la reacción de Chichi ante este acontecimiento y tal vez, que no es seguro, empiece a explicar un poco por qué Bardock es taaan respetado por todos. Y otras cositas que no voy a mencionar obviamente.

Muchas gracias por los comentarios, en serio que este fandom me encanta. Es sin duda uno de los mejores en los que he estado.

¡Nos estamos leyendo!