-Paradoja-
Capítulo 6. Ya no hay vuelta atrás
Gohan recibió un puñetazo que lo mandó a volar varios metros, haciendo que su espalda se incrustara contra la pared que tenía justo detrás. Ni siquiera había visto a su abuelo lanzar aquel ataque; simplemente le había dado la sensación de que había aparecido de la nada y le había propinado un golpe con una furia desorbitada y que no solía usar en los combates de entrenamiento.
Sabía lo que le sucedía: estaba distraído y, por eso, Bardock estaba enfadado y había usado una cantidad de poder desmedido para que Gohan se centrara.
Su abuelo no era una persona de palabras, pero lo conocía muy bien. Se había pasado toda la vida vigilando su progreso, supervisándolo y eso había derivado en una relación extraña pero especial. Gohan no podía asegurar que pudiera ser su confidente, pero al menos sabía que lo defendería en cualquier situación, aunque siempre era muy duro con él.
Empujó el muro con los brazos con fuerza y se dejó caer al suelo, agotado. Tras respirar agitadamente durante algunos segundos, se logró levantar mientras veía la figura imponente de su abuelo acercándose. Se secó el sudor de la frente con los antebrazos y vio un reguero de sangre manchando su piel. El labio le escocía y la mejilla le dolía terriblemente, pero sabía que Bardock no dejaría que fuera al tanque de recuperación porque no le había dado una buena pelea.
Así funcionaban las cosas en ese planeta; un individuo no merecía recuperarse por medio de la tecnología si no se había esforzado lo suficiente. Era un pensamiento sádico, pero Gohan estaba acostumbrado ya a esa vida.
Habían pasado muchos años desde la última vez que Bardock había castigado a Gohan sin recuperación casi instantánea. Recordaba que la última ocasión que algo así sucedió, él tendría unos catorce años. Llevaba poco tiempo entrenando, se le hacía horrible y lloraba todas las noches al meterse en la cama, pero no le contaba a nadie el sentimiento tan terrible que le recorría el cuerpo entero al saber que, al día siguiente, debería volver a pelear.
Casi a diario, Gohan acababa en una condición pésima por los entrenamientos, lleno de magulladuras y moratones, que su abuelo solo permitía curar con el tiempo. El semisaiyajin tomó la decisión de no dejarse amedrentar más por aquel mundo hostil, comenzó a levantarse un par de horas antes de los entrenamientos con Bardock para ejercitarse y consiguió en pocos meses mejorar hasta convertirse en el guerrero aclamado que era en la actualidad.
Había salido a varias misiones de conquista por ese entonces. No habían sido demasiado significativas ni largas, él había sido meramente un apoyo, pero el paso del tiempo y las condiciones adversas a las que había tenido que enfrentarse en esos años había provocado un gusto por la lucha y la sangre que veía inconcebible algún tiempo atrás.
Las historias de la Tierra de su madre se habían disipado en sus expectativas, porque su realidad era diferente a la que siempre había imaginado que tendría con esa edad. La cultura saiyajin, en cierto modo, había corrompido una buena parte de su noble corazón. A sus veintidós años, Gohan disfrutaba mucho de las batallas y las misiones, aunque nunca mencionaba ese hecho delante de su madre, pues sabía que le destrozaría el corazón.
Sin embargo, tras algún tiempo concienciado de que su vida solo tenía un rumbo y de que no podía escapar de su destino, había aparecido Videl para trastocarlo todo por completo.
Aunque habían empezado con mal pie, Gohan había logrado llevarse bien con la chica. Les había costado mucho, pero al fin parecía verlo como a un amigo —en el fondo, muy a su pesar, pues los sentimientos de Gohan por ella habían ido solo en aumento— y pasaban muchas tardes juntos, cuando él volvía de los entrenamientos.
Videl no había vuelto a compartir la mesa con ellos, porque Raditz seguía allí y aparecía siempre sin previo aviso. Se notaba que ella le tenía cierto temor que disfrazaba con muecas llenas de asco y odio, pero Gohan lo notaba; lo que sucedía era que le aterrorizaba relacionarse con él.
La tarde anterior se habían visto en el jardín, como siempre solían hacer. Las horas se habían pasado volando y la noche había llegado, pero ninguno de los dos se había movido o había mostrado intenciones de marcharse.
Simplemente, se tumbaron sobre la hierba a observar las estrellas mientras Videl le contaba que el cielo en la Tierra era azul y no rosado y que la hierba era de un color verde esperanza que no había vuelto a ver desde que se marchó de su planeta natal.
Con cada palabra, a pesar de la tenue sonrisa que adornaba sus labios mientras hablaba, Videl mostraba aún más su sufrimiento y eso hacía que Gohan se sintiera miserable por ser parte de su problema, aunque él no hubiera participado en esa misión de conquista concretamente.
Sin embargo, sí que lo había hecho en otras. Los seres de esos planetas se habrían sentido de esa forma al perder toda su vida por el capricho de una raza que había tenido el privilegio de nacer con genes que dotaban a sus individuos de una fuerza sobrenatural.
Videl confiaba en él por fin, se mostraba vulnerable, aunque no entrara demasiado en detalles personales. Cuando observaba ese destello de tristeza tan característico que el azul de sus ojos destilaba cada vez que hacía referencia a la Tierra, se planteaba si realmente merecía la pena seguir formando parte del ejército saiyajin.
Le gustaba luchar, eso era cierto, pero las consecuencias del placer de unos eran nefastas para otros. Nunca se lo había planteado de esa forma hasta que Videl apareció en su vida.
—¿Qué cojones te pasa hoy? —le recriminó su abuelo con tono desafiante y furioso.
Gohan, mientras jadeaba, se quitó la armadura para arrojarla al suelo. Escupió un poco de sangre y miró a su abuelo a los ojos, sin saber que su mirada desafiante había sorprendido a Bardock mucho, aunque no lo había mostrado en sus facciones serias, imperturbables.
—Nada. No es mi día, supongo.
—Eso ya lo veo. Se acaba el entrenamiento por hoy. Espero que mañana estés más concentrado —espetó Bardock. Se dio la vuelta, recogió sus cosas y se quedó mirándolo de nuevo—. Prohibido ir al tanque de recuperación.
El semisaiyajin asintió en silencio. Vio a su abuelo darle la espalda para dirigirse hacia la salida de la sala de entrenamiento. Recogió rápidamente su armadura y lo siguió hasta alcanzarlo.
—Abuelo, espera. —Bardock se giró. Le respondió con silencio y seriedad, esperando que le hablara otra vez—. Quería comentarte algo.
—Dime.
Suspiró profundamente antes de continuar con la conversación. Era un tema delicado y sabía que su abuelo no querría escuchar lo que tenía que decir, pero debía ser él quien fuera la voz de la razón. Su padre no iba a hacer nada y debía parar ese sinsentido que pronto iba a comenzar.
—No creo que Goten esté preparado para comenzar los entrenamientos.
Bardock frunció el ceño. Sus ojos oscuros brillaron por la ira que esa verdad le producía. Su estirpe era débil por la sensibilidad que sus genes humanos le proporcionaban y eso lo irritaba. Gohan sabía que eran una constante decepción, pero no quería entregar a su hermano pequeño tan pronto a la barbarie de una sociedad que parecía no tener límites.
—Todavía quedan unos meses.
—Pero no estará preparado tampoco entonces. Lo sabes bien.
—Claro que no lo estará, porque es un llorica y un niño malcriado al que sobreprotegéis constantemente todos. Yo haré que eso cambie, tal y como hice contigo.
Gohan carraspeó ligeramente. Miró a su abuelo con cierto recelo. Trató de encontrar las palabras adecuadas.
—¿No hay ninguna forma para evitar que tenga que pasar por todo eso?
—Claro que no.
—Abuelo, yo… no le veo sentido a que tengamos que seguir con esto. ¿Por qué debemos continuar con las misiones de conquista? No somos nadie para arrebatarle su hogar a los demás.
Con un movimiento rápido y certero, que Gohan no pudo prever, Bardock estrelló el cuerpo de su nieto contra la pared, colocándole el antebrazo en la garganta. La oscuridad de sus ojos le atravesó el alma entera. Después, lo vio observando los lados, la parte superior de las paredes y el techo, como si estuviera buscando algo.
—Cállate. No se te ocurra pronunciar en alto otra vez esas palabras —le dijo en un susurro furioso—. Esta es nuestra vida, lo que marca nuestra sangre.
—Pero…
—Pero nada, joder. —El brazo de Bardock se apretó aún más contra su garganta, dificultándole seriamente la respiración—. Lo que tienes que hacer es preparar a tu hermano en vez de decir esta clase de idioteces.
Por fin, lo soltó. Gohan tosió en repetidas ocasiones, dobló la espalda y se sujetó las rodillas mientras intentaba que el aire volviera a llenarle los pulmones. Giró la cabeza para observar a su abuelo marchándose de la sala de entrenamiento, con portazo incluido.
Cuando pudo recuperarse, recogió la armadura, apagó la electricidad de la sala y cerró la puerta con llave.
Necesitaba urgentemente relajarse, así que, en cuanto llegó a su casa y saludó escuetamente a su madre, se metió en el baño. Se desnudó frente al espejo para comprobar el estado de sus heridas. No eran demasiado preocupantes, así que él mismo se encargaría de curarlas cuando terminara de bañarse.
Llenó la bañera con agua caliente, se metió dentro y echó la cabeza hacia atrás mientras observaba cómo el vapor empañaba el espejo y los azulejos del baño. Miró al techo, cerró los ojos y recordó el miedo que le había parecido presenciar en los ojos de su abuelo cuando dudó sobre las hazañas y el estilo de vida de los saiyajin.
Tal vez se había precipitado al sacar aquel tema de conversación fuera de casa, pero volvería a intentar convencerlo de que Goten no estaba preparado para darse de bruces con la realidad de aquella sangrienta sociedad.
Alzó el brazo para limpiar la estantería vacía. No tenía mucho polvo, así que acabó enseguida. Quitó las sábanas de la cama, las dejó en el suelo y puso otras. Barrió, limpió algunos muebles más y miró la estancia, que ya estaba limpia.
Nunca había entrado en el cuarto de Bardock hasta ese día. Él no estaba en casa por una misión y había autorizado a Chichi a que limpiara antes de que llegara, al anochecer. En general, la habitación estaba limpia. Se notaba que el saiyajin era alguien pulcro, cuidadoso con sus pertenencias, y ella no había tenido que hacer gran cosa.
Aquella tarde de domingo, Videl estaba tomando el té con Chichi en la cocina. Hablaban de la Tierra, de las tiendas de ropa que había en la avenida central, al lado de la casa de Videl, y Chichi le contaba cómo era su vida en el campo. Su vínculo era fuerte, potenciado por las variables de que ambas eran humanas y mujeres. Compartían mucho y Videl por fin había aceptado que esa mujer le hacía bien.
Algunas veces, le daba la sensación de que quería decirle algo, pero no se atrevía. Seguramente, quería hablarle de Gohan y al final nunca lo hacía. No se llevaban mal. Pasaban muchas tardes juntos, ella lo apreciaba de verdad, pero sus sentimientos le daban miedo. Mientras no los materializara en palabras, no los admitiría y fingiría que nada existía.
Se podía decir que eran cercanos, aunque no lo consideraba su amigo. Sin embargo, todo su ser irradiaba un poder de atracción desorbitado que la desestabilizaba. No podía descifrar lo que su corazón sentía cuando veía aquella sonrisa tímida apareciendo lentamente en su rostro.
Conociendo de primera mano los sentimientos de Gohan, no quería hablar con su madre sobre él. Provocaría un momento demasiado incómodo que alguna de las dos los mencionara, así que se alegraba de que Chichi, que era bastante imprudente, hubiera decidido morderse la lengua sobre aquel asunto.
Justo antes de que Chichi fuera a limpiar y ordenar la habitación de Bardock, Videl le ofreció ir ella, porque si no se aburriría. Y aunque la mujer no quería que trabajara por las tardes, finalmente acabó accediendo porque tenía más cosas pendientes de hacer.
Videl se alegró. Las tardes se le hacían eternas. Gohan solía estar entrenando hasta el atardecer, Chichi podía pasar algún rato suelto con ella, pero siempre tenía mil tareas por hacer, y disfrutaba pasar algún tiempo con Goten, pero era solo un crío y su exceso de energía la abrumaba demasiado.
También leía, pero no le gustaba pasarse las tardes enteras sentada o tumbada en la cama, así que pensó que le podría proponer a Chichi que le delegara algunas tareas antes de la noche también; algo sencillo que no le llevara mucho tiempo para que ella accediera.
Resopló y se pasó la mano por la frente. Estaba todo listo ya. Llevaría las sábanas sucias a lavar y se ducharía para relajarse, cenar algo ligero, leer un rato y dormir hasta el día siguiente, porque esa noche Gohan llegaría tarde y no iban a poder conversar.
Se agachó para recoger las sábanas, pero se levantó enseguida, como un resorte, al escuchar el rechinar de la puerta abriéndose. No quería que Bardock pensara que estaba invadiendo su espacio, así que se giró y abrió la boca para hablar rápidamente, en cuanto él entrara, y que no hubiera ninguna confusión.
—Padre, necesito…
Videl palideció al ver al hijo mayor de Bardock, Raditz, entrando en la habitación. Se calló repentinamente, en cuanto se dio cuenta de que no era su padre quien estaba allí. El silencio se impuso en la estancia de forma cargante, pesada. El saiyajin, más alto que cualquiera en la casa, la miró directamente, con seriedad, cerró la puerta y Videl sintió que se le helaba la sangre.
Si la atacaba en ese momento, no tendría nada que hacer. Podría gritar, pero ¿quién iría a socorrerla? ¿La humana sin fuerza o el niño híbrido y asustadizo que casi no podía mirar directamente a los ojos a su tío? Los demás hombres no estaban allí. Las manos empezaron a temblarle con violencia, pero decidió que no dejaría que él notara su miedo.
Dejando las sábanas en el suelo, se dispuso a marcharse de la habitación, pero Raditz se interpuso entre su cuerpo y la puerta. Videl alzó el rostro y lo que vio en sus ojos no le gustó nada. Había visto esa mirada llena de lujuria y deseo de control tantas veces que sabía lo que venía después. Aun así, decidió no achantarse. Dio dos pasos hacia atrás y le mantuvo la mirada, desafiante.
Raditz sonrió de lado. No se movió. Solo se quitó la armadura, que cayó con pesadez sobre el suelo, cerca de las sábanas.
—Desnúdate —le ordenó sombríamente.
A Videl le temblaron tanto las manos en ese momento que tuvo que escondérselas detrás de la espalda para que él no se percatara. Se estrujó la parte de atrás de la camiseta azul celeste que ese día llevaba puesta. Sintió un sudor frío recorriéndole la nuca, deslizándose por la parte posterior de su cuello hasta llegar a su espalda, y el corazón latiéndole dentro del pecho tan rápido que pensaba que aquel movimiento era irreal.
—¿Qué…? —musitó, con más duda y terror de lo que pretendía.
—Que te desnudes.
La chica negó con la cabeza levemente, con gestos trémulos, y luego, armándose de valor, le dijo directamente que no.
Pensó en alguna estrategia para escapar. Había una ventana cerca, pero sabía que el saiyajin era mucho más rápido que ella y que sabría anticiparse a sus acciones. Podría gritar. Aunque nadie en la casa tuviera la fuerza suficiente para ayudarla, tal vez eso le diera cierto tiempo o margen para poder hacer algo.
—¿Te atreves a desobedecerme?
—No te debo nada —le contestó ella por fin, desafiante.
Raditz, enfurecido, empezó a acercarse a paso decidido. Se colocó justo enfrente, le alzó el mentón de forma brusca con la mano y se movió. Cuando sus rostros estaban apenas a unos centímetros, Videl le escupió en la cara.
Él, desconcertado al verse humillado de esa forma por una simple humana, dio un par de pasos hacia atrás, por inercia. Se quitó el escupitajo de la cara con fuerza, le sonrió de forma maquiavélica y recortó la distancia que le separaba de ella para darle una bofetada. Lo hizo con una fuerza ínfima y, aun así, Videl sintió su mejilla derecha ardiendo y un hilo de sangre escurriéndosele por la piel.
Le sujetó en un gesto veloz el antebrazo, la tumbó de espaldas contra el colchón y le tiró del pelo, haciendo que su cabeza se levantara unos centímetros de la cama.
Videl cerró los ojos. Ya no tenía sentido gritar. No quería perder la poca dignidad que le quedaba, así que tocaría aguantar. Había tenido demasiada suerte, después de todo, al haber sido comprada por una familia que la respetaba. Pero la llegada del hijo mayor de su dueño había supuesto un giro radical en su situación y sabía que su verdadera pesadilla estaba por comenzar.
Justo cuando Raditz iba a bajar la mano hacia su ropa para arrancársela, escuchó el sonido de la puerta abriéndose. Su cuerpo cayó sobre el colchón, lánguido, y le entraron ganas de ponerse a sollozar ahí mismo. Abrió los ojos. Raditz se había levantado del colchón, en el cual estaba apoyado con la rodilla solo unos segundos atrás, y miraba a su padre, que, con estupor, había presenciado aquella vergonzante escena.
—¿Qué estás haciendo, Raditz?
—Intentaba divertirme un rato.
Bardock pareció destilar furia en su aura, sujetó a su hijo por el cuello y, a pesar de que era más alto que él incluso, lo levantó del suelo unos palmos. Videl fue testigo de cómo le apretaba la garganta y de cómo Raditz intentaba resistirse sin demasiado éxito.
—¿Ya te has olvidado de lo que le hicieron a tu madre? —Lo bajó hasta posar sus pies en el suelo, chocó de forma abrupta sus frentes y siguió estrangulándolo—. No quiero verte acercándote de nuevo a ella o te juro que no vivirás para contarlo.
Tras soltar Bardock su agarre, Raditz cayó al suelo, se sujetó el cuello con las dos manos y jadeó insistentemente para recuperar el ritmo normal de su respiración.
—Y tú, vete a tu cuarto. Después iré a hablar contigo.
Videl se quedó paralizada un par de segundos, pero, cuando el saiyajin de la cicatriz posó su oscura mirada enfurecida en sus ojos temerosos, pudo reaccionar. Se fue corriendo, sin mirar atrás, dejándose la puerta abierta, y se encerró en su habitación.
Se sentó en la cama mientras se sujetaba el pecho e intentaba calmar los latidos agitados de su corazón, siendo consciente de que esas vivencias se repetirían una y otra vez, sin cesar, en sus pesadillas durante mucho tiempo.
—Fuera de mi vista —musitó Bardock con furia desmedida.
Raditz se levantó tras recuperarse un poco, le dedicó a su padre una mirada de soslayo bastante desconfiada y se marchó, sin replicarle, para dejarlo por fin solo.
Ese día había sido un completo desastre. Primero, a su nieto mayor se le había ocurrido la gran idea de materializar unos pensamientos que podrían costarle la vida si las autoridades saiyajin llegaran a hacerse eco del mensaje.
No estaba seguro, pero no podía descartar que hubiera cámaras y micrófonos en las salas de entrenamiento, pues eran, al fin y al cabo, propiedad del ejército saiyajin y, por lo tanto, del gobierno también.
Cuestionar la misión de conquista y la naturaleza de la raza estaba penado con la muerte. Gohan lo sabía de primera mano, pero la presencia de esa humana lo tenía completamente desestabilizado. Él mismo sabía lo que era el amor, entendía que sus sentimientos se habían desbordado y que quería protegerla, pero no toleraría que fuera estúpido, que su juicio se nublara y acabara siendo asesinado por ir en contra de la misión de los saiyajin.
Esa chica se estaba convirtiendo en un problema. No solo por su involucración con Gohan, sino porque parecía que Raditz también estaba interesado en ella. Sin embargo, había una gran diferencia: su nieto nunca la obligaría a hacer algo que no quisiera, mientras que su hijo mayor ya lo había intentado.
No entendía que él, sabiendo todo lo que había pasado con su madre, hubiera tratado de violentar de esa forma a una mujer, aunque no fuera de su raza, aunque fuera una esclava. Ver a esa joven siendo sometida, con las lágrimas pendiéndole de los ojos y la cara llena de vergüenza lo había hecho viajar al pasado de forma irremediable, al peor día de toda su existencia.
Gine solía salir a diario. Iba a su puesto en el mercado, porque ella trabajaba al no ser válida para la lucha. Tenía su propio sustento, su propia vida y siempre le había demostrado que no lo necesitaba para nada.
Con el paso de los años y a pesar de que no era necesario y de que Bardock le había insistido en que podía dejarlo ya, ella continuó con su trabajo. Sus hijos eran mayores, tenían incluso un nieto, pero estaba empecinada en seguir haciendo su vida, porque se aferraba siempre a su independencia y su libertad.
A Bardock le gustaba que fuese así. A pesar de no tener una pizca de fuerza, se sabía defender, era respetada en la zona, tenían una familia hermosa y quería que se siguiera sintiendo realizada, así que no le insistió más en que dejara de trabajar.
Sin embargo, aquella fue su perdición. Un día, volviendo del trabajo a casa a pie, como siempre hacía, Gine fue interceptada por un grupo de saiyajin que había estado bebiendo en una taberna cercana. Los varones de esa raza eran violentos por naturaleza, pero mucho más si había alcohol de por medio.
Bardock estaba seguro de que había intentado resistirse con todas sus fuerzas, pero Gine no habría podido ni siquiera con uno de ellos. Según el informe médico que se le aplicó al cadáver, que encontró Bardock, Gine había sido maltratada, violada y asesinada. Todos los saiyajin del grupo habían participado en aquellos actos atroces.
Al comprobar que aquella tarde su esposa tardaba en llegar, Bardock decidió ir a buscarla. Hizo la ruta que sabía que ella siempre tomaba. La encontró en un callejón paralelo y oscuro, tirada junto a unos escombros. Su cuerpo estaba calcinado, pero él la reconoció al instante. La llevó a un tanque de recuperación rápidamente, pero era tarde. La máquina indicó que había fallecido y le mostró las causas, los detalles de forma tan minuciosa que, en cuanto la sacó con cuidado y la tapó con una manta, fue a buscar a los responsables.
Los encontró enseguida. Los torturó y mató de forma tan sangrienta que, a partir de ese día, obtuvo una fama que hacía que todos sus vecinos, y los habitantes de comarcas cercanas incluso, le tuvieran respeto y miedo a él y a toda su familia.
El entierro de Gine fue familiar, privado y con una ceremonia muy escueta. Bardock confiscó todos sus retratos e hizo creer a los demás que se había deshecho de ellos, pero en realidad se los guardó. Prohibió a todos que se hablara de su mujer e incluso él mismo se abstenía de mencionarla siquiera delante de ellos. Hasta ese día, en el que había visto a esa pobre chica siendo forzada en contra de su voluntad, y había imaginado a Gine sufriendo de esa misma manera justo antes de morir.
Aquella situación entrañaba otro gran problema. La humana y Gohan eran bastante cercanos, así que ella podría comentarle lo que le había sucedido con Raditz. Esa conversación desataría una guerra en la familia, así que debía hablar con ella y convencerla de que no le dijera nada. Gohan era fuerte, había mejorado muchísimo a pesar de estar distraído en los últimos entrenamientos, y Raditz era miembro del ejército personal del príncipe. Nada bueno podía suceder si ambos, en el nivel en el que se encontraban, tenían un enfrentamiento.
Bardock sabía que aquel no era el momento. Debía dejarla descansar, recuperarse del susto. De todas formas, Gohan no llegaría hasta bien entrada la madrugada, así que no podrían hablar hasta el día siguiente, cuando volviera de los entrenamientos que había programado para él.
La situación que se le presentaba era compleja, pero sabía que podría solventarla. No podía permitir que se produjera la destrucción de su familia, pero tampoco que esa chica, que solo estaba allí para ayudar a su nuera, sufriera.
Ambas cosas se las debía a Gine.
No había dormido apenas la noche anterior. En los pocos ratos que su consciencia parecía hacer el amago de apagarse, las imágenes de lo vivido la tarde anterior la perseguían. Sentía la mano de aquel hombre tirándole del pelo, la sujeción en su antebrazo y le entraban escalofríos con solo recordar aquellas horribles sensaciones.
Nunca en los meses en los que llevaba viviendo en esa casa se había alegrado de ver a Bardock. Lo consideraba alguien frío y distante, así que su primer pensamiento al verlo entrando a la habitación fue que se iría y dejaría a su hijo hacer con ella lo que quisiera. Pero se equivocó y le sorprendió muy gratamente su actitud.
Él la había salvado. Había agredido a Raditz para que la dejara en paz e incluso había mencionado a su esposa delante de ella por primera vez desde que había llegado. No podía considerarlo un aliado ni siquiera, pero le había proporcionado una paz inconmensurable saber que, de alguna manera, estaba de su lado.
Cansada de darle más vueltas a aquel asunto, decidió levantarse. Se lavó la cara y se vistió para ir a la cocina, donde ya se encontraba Chichi, que la saludó cariñosamente, como hacía a diario.
Después de desayunar, comenzaron a recoger y limpiar la cocina juntas. Chichi debió de ver su gesto cansado o pillarla mirándola varias veces de soslayo, porque se detuvo e hizo que ella también parara para hablar.
—Cariño, ¿te encuentras bien? Te ves muy cansada. ¿Y eso que tienes en la mejilla?
Videl suspiró con pesadez. Ojalá pudiera contarle lo que había sucedido el día anterior, pero no creía que fuera buena idea. Le daba vergüenza reconocer tan abiertamente su debilidad, pero también sabía que podría contárselo a Gohan o a su esposo y no quería más problemas.
—He dormido muy mal, Chichi. Y por lo de la mejilla, no te preocupes. Me di un golpe con la puerta con las prisas.
La mujer le sujetó las manos e hizo que se sentara, acompañándola.
—¿Quieres un vaso de agua? ¿Te preparo un té?
—No, no.
—Vete a tu cuarto a descansar. Yo me encargo de todo.
—Que no, de verdad. Estoy bien, solo algo cansada. Seguro que esta noche dormiré mejor —le dijo, sonriéndole para convencerla.
Chichi frunció el ceño y luego su gesto se suavizó y le sonrió también. Le apretó de nuevo las manos.
—Bueno, pero hagamos un descanso. Prepararé té.
Videl asintió y la observó levantándose y poniendo el agua en la tetera. Ese era su momento. Casi todos los días tomaban el té juntas, charlaban y recordaban viejos tiempos. Chichi solía hablar de su padre, de su madre, a quien perdió muy joven —tal y como ella, esa era una de sus más tristes coincidencias—, de su esposo y de sus hijos. Pero casi nunca mencionaba a Bardock.
Cuando terminó, llevó las tazas a la mesa y se sentó. Videl desvió sus ojos azules un par de veces de su mirada oscura, pero pronto se decidió a preguntarle.
—Chichi, ¿qué opinas de Bardock?
El gesto de la mujer cambió por completo. No le molestó la pregunta, pero sí se sorprendió, porque no esperaba que Videl le hablara precisamente de su suegro, al que no parecía tenerle mucho cariño.
—¿A qué viene eso?
—Eh… Yo… Es simple curiosidad. No es necesario que me contestes si no quieres —balbuceó la joven, visiblemente avergonzada.
—No te preocupes. Es solo que me has pillado por sorpresa. —Videl rio ligeramente. Chichi asintió y continuó hablando—. Bardock es un hombre serio, pero respetuoso y conciliador, aunque no lo parezca. Como persona, le tengo cierto afecto. Pero, como madre, no se me olvida que fue él quien nos obligó a vivir aquí. Nosotros queríamos vivir en la Tierra.
—¿Ah, sí?
—Sí. Fue él el que nos trajo de vuelta por la fuerza. Nos prometió que cuando Gohan cumpliera quince años nos iríamos, pero después invadieron el planeta. Además, fue él quien hizo que mi hijo comenzara los entrenamientos. Yo no estaba de acuerdo, pero en esta casa y en este mundo nadie parece escucharme.
Una mueca triste formó una sonrisa melancólica en el rostro de Chichi. Videl sintió mucha pena por esa mujer. Se había pasado toda la vida luchando por los demás, cuidándolos, dando la cara por su familia, y jamás nadie había prestado atención a sus deseos.
—Ojalá algún día podamos volver.
—Ojalá, cariño… Bueno, esa es mi opinión sobre Bardock. Pero tendrías que haber conocido a Gine, ella era un ángel.
—¿Quién es Gine? —preguntó con cierta curiosidad.
—Era la esposa de Bardock, mi suegra. No convivimos durante muchos años juntas, pero ella era mi gran apoyo aquí. La echo tanto de menos… Algún día, cuando estemos más tranquilas, te hablaré de ella.
Videl asintió enérgicamente. Después, Chichi se levantó y continuaron recogiendo y fregando la casa entera.
Toda la mañana estuvo pensando en que ya entendía por qué Chichi siempre trataba de ser tan cercana con ella, porque en el pasado se vio en esa misma situación y tuvo a alguien que la ayudó a acostumbrarse a ese sitio, que la protegió y la consoló cuando más lo necesitaba.
Gine. Sin duda, quería saber más de ella. Al fin y al cabo, se había dado cuenta de que los integrantes que verdaderamente valían la pena en esa familia eran las mujeres.
Los ruidos lejanos de una puerta la despertaron. La segunda vez sonaron con más potencia, haciendo que se sentara en la cama. Miró hacia los lados; el libro que estaba leyendo se había quedado abierto sobre el colchón. Estaba tan cansada que se había quedado durmiendo mientras leía.
No tuvo tiempo apenas para estirazarse. Se levantó, se restregó los ojos y abrió la puerta de la habitación. Para su gran sorpresa, allí estaba Bardock, mirándola desde arriba con el semblante serio, pero parecía sereno también.
No le preguntó si podía pasar en ningún momento. Ella, al ver sus intenciones, se hizo a un lado y lo vio entrando en el cuarto y después cerrando la puerta. Era cierto, le había dicho que tenía que hablar con ella, pero creía que no lo haría realmente.
—Te prohíbo que le cuentes lo que pasó ayer a Gohan.
Videl parpadeó en un par de ocasiones. Sí, ese hombre intimidaba y a fin de cuentas era su dueño, pero a ella no le gustaba que le mandaran. Se tumbó en la cama de lado, mirando hacia la pared.
—Eh, humana, a mí no me des la espalda.
—Tengo un nombre.
—¿Qué? —replicó él, furioso.
Videl se levantó de la cama de nuevo. Lo encaró con seriedad. Estaba agradecida con él, eso no lo podía negar, pero si no la trataba con respeto, ella haría lo mismo.
—Que tengo un nombre. Me llamo Videl.
Le pareció ver una mueca satisfecha en su rostro y cómo sus facciones se relajaban.
—Bien. Videl, no puedes contarle nada a Gohan.
—¿Por qué? ¿Acaso tienes miedo de que se pelee con su tío?
—Precisamente.
—Tal vez le cuente. Me encantaría ver cómo Gohan le aplasta los sesos a tu hijo.
Bardock frunció el ceño. La situación era tensa y realmente Videl no quería que Gohan se enterara de ese altercado. Solo estaba fingiendo para poner a Bardock en un aprieto, porque no se fiaba completamente de él, mucho menos después de lo que Chichi le había contado.
—No me gustaría tener que obligarte a…
—No será necesario —interrumpió Videl—. No pensaba contarle nada. Solo me traería problemas y sinceramente no quiero más.
El saiyajin de la cicatriz asintió con severidad. Se dio la vuelta y se fue hacia la puerta de la habitación, pero se dirigió de nuevo a ella antes de salir.
—Tienes mi palabra de que lo que ocurrió ayer no volverá a suceder.
Bardock abandonó su dormitorio, cerrando con cuidado al salir. Videl, algo extrañada por esa promesa de protección, se quedó algunos segundos de pie, frente a la puerta.
Se sintió extraña, pero aliviada a su vez.
Algo más tranquila, decidió volver a leer y estuvo haciéndolo hasta la hora de la cena. Tras terminar, se reunió con Gohan en el jardín. No lo había visto el día anterior y no podía negar que le apetecía estar con él.
Seguía teniendo la mejilla magullada e inflamada, pero se inventaría algo. Con suerte, él no la vería en la oscuridad de la noche.
Gohan salió al jardín cuando ella ya llevaba allí sentada unos quince minutos. Se sentó a su lado tras saludarla. Todo estaba oscuro, pues Chichi había apagado ya las luces, y en esa zona no abundaban las farolas en las calles.
Comenzaron a hablar sobre el último libro que habían leído los dos, como solían hacer muchas veces. Entonces, Videl recordó los manuscritos que había visto hacía ya muchas semanas en su habitación. La curiosidad, de nuevo, venció y le preguntó directamente por ellos.
—En fin, me ha encantado el libro. Pero… ¿cuándo me vas a dejar que lea lo que tú escribes?
No lo veía demasiado bien, pero sabía que Gohan se había sonrojado completamente. Ese tema no le agradaba, ella lo sabía, pero le gustaba hacerle pasar por esas situaciones vergonzosas. Tenía reacciones divertidas que la hacían sonreír.
—Bueno, es que… En serio, son muy malos.
—Eso tendría que decidirlo yo, ¿no te parece?
Gohan se rascó la nuca con apuro. Videl recordó que, al principio, le parecía un gesto muy infantil y que denotaba su estupidez, pero ahora le producía una ternura extraña que no podía descifrar.
—Déjame acabarlos y corregirlos un poco, al menos.
—Está bien, yo te dejo.
Videl se rio. Cada vez le salían más risas cuando estaba a su lado, porque estaba cómoda, se sentía en paz. Podía ser ella misma, no fingir, sentir alegría de nuevo. Esas charlas bajo las estrellas, con su compañía y la de la noche y la del silencio a veces también, eran su bálsamo de tranquilidad, algo que había perdido hacía muchísimo tiempo y que nunca imaginó recuperar.
Estaban sentados, cerca, así que no le costó nada posarle la mano encima de la suya como un gesto de agradecimiento. Gohan agachó la mirada para ver sus manos juntas, pero al instante la miró a ella otra vez.
—¿Qué te ha pasado en la mejilla? —le preguntó, alarmado.
De forma temblorosa, alzó la otra mano para acariciar su rostro, justo debajo de la herida. Videl no se lo impidió en ningún momento. Le dijo la excusa que se le había ocurrido, la misma que le había contado a Chichi.
—Me di un golpe con la puerta, limpiando.
—¿Seguro? ¿Te duele?
—Seguro. Estoy bien, de verdad.
Videl observó la preocupación de sus ojos y se sintió conmovida. Nadie se preocupaba tanto por ella como Gohan, ni se centraba en lo que sentía, lo que pensaba, en su bienestar. El corazón le latió con fuerza dentro del pecho.
La mano de Gohan seguía en su mejilla, acariciándola, y ella no lo soltó. Se acercaron despacio, su consciencia y sus valores se esfumaron por completo, rozó los labios de Gohan tímidamente con los suyos mientras cerraba los ojos.
Se separaron un instante y Videl abrió los ojos solo para encontrarse de frente con los de Gohan, que la miraban con devoción, con amor, con pasión y ternura. Si en algún momento su raciocinio había tratado de tomar el control, esa mirada oscura había hecho que volviera a enterrarse en las profundidades de su consciencia.
Se besaron de nuevo, con un movimiento de labios un poco más certero y acompasado.
Sin embargo, cuando Videl se dio cuenta de lo que estaba haciendo, de la persona con la que se estaba besando por primera vez en su vida —a pesar de todo, sí, ese era su primer beso—, se apartó bruscamente.
—No, no, no, no —susurró mientras miraba al suelo y sentía las lágrimas escapándosele de los ojos sin control.
—Videl, yo…
—No puedo. No puedo.
Se levantó enseguida, se marchó y agradeció enormemente que Gohan no la siguiera. Llegó a su habitación, se tumbó en la cama y sollozó enérgicamente contra la almohada.
Ese lugar era la fuente de sus desdichas y ese chico debía ser el objeto de toda su furia, su repulsión y del odio infinito que le profesaba a esa raza que le había destrozado la vida, que había asesinado a su padre y que había destruido su hogar, y en cambio, ella se dedicaba a besarlo, a darle esperanzas de que algo más podía suceder entre los dos, a sentirse confundida por unos sentimientos que ni siquiera podía interpretar o procesar cuando sabía bien que jamás se permitiría amar a un saiyajin.
Continuará...
Respuesta a los reviews anónimos:
Guest: I'm assuming that you're the same person of both anonymous reviews, but if you're not please let me know. Thank you for the reviews! I really appreciate them. I don't think Videl is an idiot, she's just a young girl who's extremely traumatized and scared, so I think anyone could react just like her in such circumnstances. About the translation, well, that's google translator's fault, not mine haha. I hope you enjoy this chapter as well! Thanks again.
Los comentarios de usuarios registrados los contesto por privado como siempre. Si alguien más se anima a comentar en anónimo, le contesto por aquí. Gracias a todos.
Nota de la autora:
Ufff, me da la sensación de que han pasado muchas cosas en este capítulo. Pero bueno, vamos por partes.
Videl está en constante peligro y no es que yo tenga la obsesión de que a la pobre la intenten violar, es que es una realidad que las mujeres tienen el peligro de ser atacadas de esta forma y creo que eso refleja más fielmente su condición de esclava, aunque sea duro. Y a ella como que se le había olvidado, esto ha sido como un recordatorio.
Peeeero, por otro lado, pues sí, ella y Gohan se han besado, aunque ha sido arrepentimiento instantáneo. Es que claro, esa raza literalmente le arruinó la vida, enamorarse de uno de ellos tiene que ser una faena, vaya. A ver ahora qué vuelta le damos a esto. En el siguiente veremos la reacción de Gohan.
No me quiero extender demasiado, porque prefiero que seáis vosotros y vosotras los que comentéis. Este fandom siempre me da mucho cariño y, en serio, lo necesito como escritora. Mil millones de gracias.
Nos vemos pronto seguro, que ya ando con buena racha con la historia. Gracias por toda la paciencia que me téneis.
¡Hasta la próxima!
