«Si tus labios me provocan adicción
y tu movimiento puede dominarme
tú querías ser mi centro de atención
yo caía en tu forma de mirarme.
Y hubiera jurado
que no caería en tus manos.
Sé que
no debí quedarme a negociar
y hacerme vulnerable
a tus disparos al aire.»
Disparos, Dani Fernández.
-Paradoja-
Capítulo 12. La vertiginosidad del cambio
Se sorprendió de manera inexplicable cuando escuchó esas precisas palabras saliendo de su boca. Pero en efecto, le había dicho a Gohan que lo había echado de menos y aunque al expresarlo se había sentido fuera de sí misma, también aliviada en parte.
Los primeros días sin él no fueron nada del otro mundo. Se centró en hacer las tareas domésticas diarias, en pasar tiempo con Chichi y en leer los libros que el semisaiyajin le había dejado prestados antes de marcharse.
Sin embargo, cuando el tiempo se fue acumulando y los días continuaron sucediéndose uno tras otro, la ausencia de Gohan se empezó a notar genuinamente y comenzó también a sentirse sola. No, claro que no estaba sola. Vivía con cuatro personas más y aunque era cierto que Chichi le hacía compañía y le daba conversación, sentía una sensación ajena de vacío que no recordaba haber experimentado jamás.
Las noches no eran iguales, porque las pasaba con la única compañía de su soledad y el frío le calaba los huesos y la hacía estremecerse al darse cuenta de que el día siguiente estaría repleto de nuevo de ausencia.
Aquel era sin duda un sentir extraño, pero Videl no era alguien que soliera dejar escapar los pensamientos de entre sus labios sin antes al menos darles una vuelta. En esa ocasión le había salido de forma involuntaria expresar lo que sentía, lo que llevaba pensando desde que notó que echaba en falta a Gohan cuando no lo tenía cerca durante cierto período de tiempo.
Aunque hubiera sido una declaración incentivada por el sentimiento compartido que Gohan había verbalizado, lo consideraba un paso importante para alguien tan acostumbrada al dolor y que se había puesto durante muchos años una coraza para no sufrir.
No le extrañó en absoluto su reacción. Gohan estaba enamorado de ella y eso lo sabía. No se lo decía directamente a menudo porque no quería alejarla, pero era evidente. Además de haberlo leído en su diario y habérselo confirmado él mismo, aquel fuego que irradiaba su mirada al solo verla no podía significar otra cosa.
Mientras la abrazaba y la besaba se dejó llevar. Al no tener experiencia Gohan, ella siempre solía guiar los encuentros íntimos que tenían, pero quería que aquello, aunque fuera por una vez, cambiara. Así que se dejó hacer.
Él estaba ansioso. No sabía si era por la ausencia o por la adrenalina que todavía le recorría el cuerpo debido a la misión, pero la besaba con tanta ferocidad y pasión que no parecía el mismo Gohan que apenas unas semanas atrás le había confesado entre titubeos avergonzados y nerviosos que nunca había tenido sexo con nadie.
Pero le gustó. No le agradaba verse sometida por malas experiencias de su pasado, pero sí que él tuviera la iniciativa. Sentía que podía relajarse en cierto modo, como pocas veces durante los últimos seis años le había sucedido y aunque tuviera que estar muy concentrada para no hacer ningún ruido.
Tomó una gran bocanada de aire cuando Gohan abandonó sus labios, le acarició una parte del cuello y empezó a besarle la otra. Cerró los ojos, se aferró a su espalda y sintió el latido desbocado de su corazón contra su pecho.
Era tan intenso… No conocía demasiado la anatomía saiyajin, pero siempre supuso que por sus características físicas, los miembros de esa raza podrían tener el corazón ligeramente más grande o necesitar más pulsaciones para bombear la sangre. Y aun así, algo le decía en sus adentros que ese latido tan vehemente no se debía a ningún factor interno, sino más bien a ella y a sus besos y a sus suaves caricias.
Le quitó la camiseta en un movimiento que no pudo siquiera prever. La tumbó en la cama, la miró durante un breve instante y le sonrió antes de besarla en los labios de nuevo. Videl le acarició la nuca, enredó los dedos en las hebras oscuras de su cabello y se meció contra su cuerpo.
La ropa de ambos desapareció pronto y Gohan le acarició el cuerpo con una exactitud casi desconcertante. Sin previo aviso le abrió las piernas, se colocó de rodillas frente su sexo y acercó el rostro peligrosamente.
Eso sería nuevo, así que suspiró para recibir aquella desconocida sensación. Sin embargo, ni sus más irrealistas imaginaciones la prepararon para el placer que le hicieron sentir las caricias que la lengua de Gohan empezó a darle en el centro mismo de su intimidad.
Nunca le había costado tanto reprimir los gemidos provocados por el placer que él con su toque le proporcionaba y esa vez incluso tuvo que taparse la boca para que nadie los escuchara. Su espalda se arqueó cuando el orgasmo la golpeó y Gohan apenas le dio tiempo a recuperarse de su intensidad.
Se acercó en un movimiento ágil y se introdujo en su interior, y ella sintió un extraño escalofrío que no le disgustó. El semisaiyajin comenzó a moverse con ímpetu y pudo observar la dedicación más absoluta mostrada en el brillo oscuro de sus ojos.
Sin embargo, los movimientos se volvieron demasiado fuertes e intensos de un momento a otro, tanto que incluso le empezaron a resultar molestos. Gohan le movió los brazos y se los colocó encima de la cabeza. Le sujetó una muñeca e hizo tanta presión que una ligera molestia se convirtió pronto en un dolor punzante.
—Gohan… para —le susurró en un tono casi suplicante.
Él se detuvo al instante. Le soltó la muñeca, salió de su interior y se colocó enfrente, de rodillas, mientras la miraba con arrepentimiento. Le dio tanto pudor la situación y tanta vergüenza haberse dejado controlar de esa forma por sus instintos que se tapó la entrepierna con un cojín que había cerca.
Videl se acarició la muñeca y la observó; estaba ligeramente enrojecida. Tal vez le quedaría una marca pero sería leve. Se sentó en la cama, alzó los ojos y vio cómo Gohan la miraba de soslayo casi, con reparo.
—Lo siento, Videl… No sé qué me ha pasado. Lo dejamos aquí.
Ella sonrió tenuemente, se puso de rodillas y se acercó despacio. Le quitó el cojín y le acarició el mentón. Estaba sonrojado y le pareció incluso adorable. La habían dañado en tantas ocasiones en ese tipo de situaciones que aquello era prácticamente una nimiedad. Pero claro, no tenía por qué aguantar dolor físico alguno si no le gustaba y Gohan también debía aprender a controlar su fuerza a partir de ese momento.
Le dio un beso en los labios y le instó a sentarse. Él lo hizo sin dejar de observar la afabilidad de sus ojos, tan contradictoria en aquel momento que había sido tan tenso e incómodo, sobre todo para el semisaiyajin.
—Paramos si es lo que te apetece, pero no lo hagas por mí. Estoy bien.
—Pero tu muñeca…
—Estoy bien, Gohan —le repitió mientras le acariciaba esta vez la mejilla—. ¿Seguimos? —le susurró cerca del oído.
Gohan asintió casi con desesperación y entonces Videl se sentó encima de él y lo introdujo de nuevo en su interior. Le posó las manos en su cintura antes de comenzar a moverse, se las apretó ligeramente contra su piel para indicarle el nivel de presión que podía soportar y que le gustaba y le asintió. Se asió a su cuello, le besó los labios y comenzó a moverse.
Los movimientos los llevaron pronto al clímax y Gohan avisó a Videl antes de terminar para no hacerlo dentro, como siempre sucedía. Seguía siendo su obsesión, sobre todo después de aquel susto que no iba a compartir con nadie, pero confiaba en él, así que decidió dejar de recordárselo para no estropear el momento.
Tras quitarse de encima de Gohan y observarlo apartándose con rapidez de la cama, se tumbó sobre el colchón. Se miró la muñeca. Seguía algo enrojecida pero ni siquiera le dolía. Al despertarse procuraría ir al baño y coger el botiquín para buscar algún ungüento que pudiera usar.
Al ver que Gohan volvía, se puso de lado. Él se tumbó en la misma posición, echó por encima una manta para que los dos se resguardaran del frío de la noche y la abrazó. Se quedaron en silencio durante bastante rato, hasta que ella decidió romperlo.
—¿Qué tal te ha ido en la misión?
Videl se volvió a sorprender por sus palabras. ¿Desde cuándo le interesaba algo que tuviera que ver remotamente con el trabajo de un saiyajin, aunque no fuera una misión de conquista?
—¿De verdad lo quieres saber?
Meditó un segundo esa pregunta. Pronto, llegó a la conclusión de que sí, lo quería saber de verdad. Y no porque le interesara ese tipo de actividades, sino porque se trataba de Gohan, de su quehacer diario, de sus cosas. Porque Gohan le importaba, en definitiva. Sonrió contra su pecho al darse cuenta.
Se separaron un poco para hablar. Gohan le contó todas las peripecias que esas tres semanas le habían deparado y sus planes para obtener un nuevo puesto en el ejército, más alejado del campo de batalla. También le habló de un compañero al que salvó de una muerte prácticamente segura. Lo hizo con pena. Por lo visto, era un saiyajin que le había caído bien y con el que había podido conversar, y eso era algo casi imposible en general. Probablemente no obtendría el puesto y eso hacía que se sintiera bastante afligido y se le notaba además.
Gohan tenía una venda en el hombro, que tapaba una herida bastante profunda. Se la acarició de forma prolija, tan superficialmente que apenas la rozó con la yema de sus dedos. Se había hecho ese corte salvando a un compañero al que no conocía apenas y aunque él insistía en que le darían puntos en el examen al que aspiraba, Videl bien sabía que lo habría hecho aun sin recibir recompensa alguna.
Era bondad pura en un mundo lleno de sangre, horror y violencia, y sí, era paradójico e inverosímil, posiblemente un caso entre miles, y eso lo hacía tan especial... A pesar de haberse criado en un ambiente hostil no había dejado que aquello lo convirtiera en alguien despiadado y, aunque era cierto que su entorno familiar debió haber ayudado a que fuera un adulto íntegro y con valores ajenos a esa sociedad, podría no haber incidido en la conformación de su personalidad. Ejemplo claro era la sabandija de su tío.
—Ojalá pudiera tomarme mañana el día de descanso y quedarme contigo metido en la cama.
Videl se rio, casi musitando, al igual que ambos se habían expresado durante toda la conversación.
—Pero no se puede.
—No, no se puede —le dijo con pesar—. Mañana retomaré los entrenamientos con Goten.
—¿Ya? ¿Con esa herida en el hombro?
—Esto no es nada. Quiero ver si ha progresado algo con mi padre, porque sé que le habrá exigido menos que yo y se habrá relajado de más.
—Pues no sé qué decirte. El otro día estuve hablando un poco con él y lo noté tan distinto… Me dio pena.
—Sí, ya no es un niño. Y además mi abuelo tiene planeado venir a ver un entrenamiento pronto. Si le gusta, se lo lleva a entrenar con él.
—Sí, Goten me lo contó. ¿Eso te hace sentir mal? —le preguntó, creyendo conocer la respuesta.
—Sí, un poco. Por una parte sería un alivio porque si resulto seleccionado para el nuevo puesto no sé cómo lo haré para coordinar sus entrenamientos y los míos, pero, por otra, no creo que esté preparado para pasar tanto tiempo a solas con mi abuelo.
—¿Qué le pasa a tu abuelo con Goten? Si es un amor —sentenció Videl arrugando un poco el entrecejo y Gohan se rio. Le dio un beso en la frente y la volvió a mirar.
—Eso precisamente. Para él, es un síntoma de debilidad. O… no sé, puede que simplemente no congenien. Tener la misma sangre que alguien no quiere decir que te lleves bien con él automáticamente, ¿no?
Videl negó ligeramente con la cabeza. Gohan tenía razón, al menos en parte, pero sentía que el problema de Bardock con Goten iba un paso más allá. Sin embargo, ese saiyajin era enigmático por completo, tanto que le extrañaba que su propia madre siquiera lo hubiese llegado a conocer del todo. Tal vez Gine sí.
Pensó en preguntarle a Gohan por su abuela, porque era alguien que le despertaba una curiosidad indescifrable, pero observó su semblante y lo vio realmente cansado. Sería cuestión de pocos minutos que se durmiera, así que debería dejar de lado sus ganas de saber más y retomarlas en otra ocasión.
—¿Por qué no te quedas a dormir conmigo esta noche?
—Sabes que no puedo, Gohan.
La tristeza embargó la sonrisa leve de Gohan. Videl, para tratar de consolarlo, lo abrazó tras darle un beso corto en los labios y otro en el mentón.
—Lo sé. Perdona por decir tantas tonterías.
—No digas eso. Me quedaré hasta que te duermas, ¿vale?
Gohan asintió y en pocos minutos, como había previsto, escuchó su respiración volviéndose cada vez más pesada, indicándole que el sueño lo había vencido.
Se le pasó por un momento por la cabeza la idea de quedarse allí a dormir, arropada por el calor que su piel desprendía. Y no habría nada que le hubiera gustado más, porque tal vez podría haberse escabullido hacia su habitación en unas horas, aprovechando la oscuridad en plena madrugada. Pero nadie le podía asegurar que casualmente aquella mañana Bardock se despertara más temprano que de costumbre y la viera, así que muy a su pesar descartó la idea pronto.
Se levantó despacio, se vistió a tientas como siempre, con la luz de la luna que se colaba por la ventana como única fuente de iluminación, y se marchó. Pero antes de salir de la habitación pudo vislumbrar las facciones relajadas de Gohan, que dormía pensando que todavía la tenía entre sus brazos.
Sonrió al cerrar la puerta y el sentir que Gohan le provocaba se acopló un poco más en su corazón, aunque ella no fuera totalmente consciente aún.
Se echó sobre la mesa, colocando la cabeza encima de sus brazos. Se quedó mirando intensamente la tetera, que descansaba sobre uno de los fogones apagados. Seguro que aún estaba caliente, así que pensó que podría servirse una taza de té, pero la idea de tener que moverse hizo que desistiera.
Estaba apático y algo cansado. La exigencia de la misión lo había golpeado aquella mañana en la que se había despertado desnudo y solo y sentía el cuerpo pesado. Y cada vez le costaba más afrontar el hecho de que su relación con Videl tenía que ser furtiva.
Quería besarle la mano mientras estaban sentados a la mesa de la cocina, respirar el aroma de su cuello en el jardín o simplemente poder pasar toda la noche en una cama junto a la calidez de su cuerpo.
Antes de que la chica llegara a su vida, Gohan no se había planteado tener una relación amorosa con nadie. Los modelos que tenía de relaciones se definían por estar construidos mediante un vínculo fuerte de amor y respeto y no creía poder encontrar a una saiyajin que le fuera a proporcionar lo que necesitaba.
Pero de pronto llegó Videl, haciendo que se replanteara todo lo que alguna vez había pensado que sería su futuro. Ya estaba convencido de que sus días no terminarían en el Planeta Vegeta, sino con ella, muy lejos de allí.
Y ese era su consuelo: imaginarse paseando de la mano de Videl en cualquier calle de cualquier planeta remoto, alejados de quienes la habían esclavizado, casarse con ella aunque fuera a través de un rito que ni siquiera aún podía imaginar y tal vez tener hijos. Quería tener una familia con ella, a pesar de que era joven y nunca antes se lo había planteado.
No le importaría en absoluto que su hijo fuera fuerte, fuera hábil para las batallas, fuera frío o analítico; solo quería que fuera bueno, que fuera feliz, que al observarlo pudiera ver una mirada llena de amor y no de resentimiento.
Pero el camino que quedaba aún era largo. En pocos días se anunciaría la lista de aceptados para la facción Z y ya estaba nervioso. Su actuación había sido brillante y era consciente de ello, pero no estaba seguro de si había hecho algo durante la misión u otras pruebas que lo pudiera descalificar.
Aun así tenía fe. Con suerte, a partir de la siguiente semana ya estaría en su nuevo puesto y podría comenzar a recabar información. Empezaría por los documentos públicos e iría escalando puestos hasta poder acceder —de la manera que fuera— a los archivos clasificados. Robaría el material y se iría con Videl para siempre, aunque debía contarle sus planes antes. De momento, no la inmiscuiría en asuntos que la pudieran preocupar.
Tal vez en alguna fase de ese complejo proceso tendría que pedir ayuda a alguien. Bardock, por supuesto, quedaba totalmente descartado. No podía enterarse de su relación con Videl y si la descubriese y la llegase a encubrir de algún modo sabía que jamás le ayudaría a llevar a cabo su plan. Tenía que ser su padre.
Sabía que en el fondo aquel saiyajin llamado Kakarotto y al que nombraron como Goku en el planeta en el que conoció al amor de su vida se sentía culpable por la situación de su mujer. Chichi no solía expresarlo con asiduidad, pero le dolía que su matrimonio no se hubiese desarrollado en las condiciones que ella quería.
De algún modo, su padre le debía eso a su madre. Pero el tiempo no puede volver sobre sus pasos, así que estaba seguro de que se querría redimir con él y ayudarle a que pudiera vivir su historia con Videl lejos de las ataduras de una sociedad arcaica y desfasada, que ni siquiera permitía su unión.
Por ese preciso motivo sus padres lo acabarían comprendiendo, porque les tendrían empatía y porque verían una versión de su pasado que no pudo ser y querrían ambos hacerla posible.
¿Era eso aprovecharse de la culpa de su padre? En cierto modo sí. Gohan no era idiota, conocía sus posibilidades y también sus virtudes y sus defectos, y en ocasiones su inteligencia le servía para jugar con las emociones de los demás, aunque no solía hacerlo.
Además, Videl se lo merecía. Se merecía recuperar su libertad al fin, tras estar tantos años sometida a la voluntad de otros, a la potestad y el control de alguien más. Aunque su abuelo, que era su dueño legal, no la tratara como a una esclava, sabía que ella era infeliz.
Por eso haría todo lo posible por devolverle la felicidad que ni siquiera él le había arrebatado, porque sentía que era una especie de deuda que tenía aunque no comprendía bien por qué. Y cada día estaba más convencido de arriesgarlo todo por ella, sobre todo porque notaba que sus sentimientos avanzaban.
La noche anterior le había dicho que lo echaba de menos y no se le quitaban esas palabras de la cabeza ni un solo instante. Después habían tenido un pequeño percance, porque no había podido controlar su fuerza, pero Videl lo había arreglado rápido. Siempre lo hacía.
Sin embargo, aunque al principio no le preocupó aquello, desde que se había levantado no podía parar de pensar en que no quería volver a lastimarla jamás. Pero ¿cómo lo hacía? En esos momentos sentía que incluso se le nublaba el juicio, que no era él, que su alma se convertía en una prolongación de su ser durante un instante y no podía controlarse, ni en el plano físico ni en el espiritual.
Tenía dos opciones.
La primera de ellas era hablar con su abuelo y ni siquiera le podría plantear bien la duda para que no sospechara que Videl y él estaban juntos. Podría decirle a Bardock que estaba conociendo a una chica libre de otra raza, pero le daba pereza volver a sacar una conversación que de momento estaba estancada. Además, sospechaba que él no tenía experiencia con mujeres que no fueran de la raza saiyajin, así que suponía que no habría tenido que controlarse jamás.
La otra la consideraba mucho más compleja. Aunque a priori pudiera parecer sencilla y la más lógica, hablar con su padre de sexo le daba muchísima vergüenza. Era alguien atolondrado, que parecía que no se enteraba de nada, pero tenía esposa y dos hijos, así que la práctica la tenía. Además, su madre era humana y por lo tanto las experiencias serían idénticas, pero qué inconveniente le resultaba imaginar aquella conversación.
Escuchó entonces unos pasos y alguien se adentró en la cocina. Se irguió en la silla y vio a su padre que, con gesto desenfadado, lo miró sin decirle nada. Le sonrió y abrió la nevera para echarse leche fría en un vaso. Estaría volviendo de su primer entrenamiento matutino seguramente.
Era la oportunidad perfecta. Además, si no lo pensaba demasiado, sería más fácil decírselo. Aunque hablar sin rodeos con él sería delatarse, sería poner en peligro a Videl, porque su padre no era tan cuidadoso y prudente como lo podía ser su madre, que lo era y mucho aunque no lo pareciera.
Podía usar una especie de metáfora. No sabía si Goku la entendería, pero se esmeraría en explicarlo todo bien.
Lo observó sentándose a su lado. Lo saludó y se quedó mirándolo. La relación que tenía con su padre se podía catalogar como estrecha, pero no eran de compartir muchas palabras. De hecho, ni siquiera de compartir durante mucho rato las estancias, porque aunque Goku no participara en las actividades del ejército saiyajin amaba entrenar, así que tenía una rutina diaria muy estricta, mucho más que la de su abuelo incluso.
—Oye, papá, ¿te puedo preguntar algo?
—Claro, hijo.
Gohan respiró profundamente. Tragó saliva. No quería que lo notara nervioso ni avergonzado porque en teoría la cuestión no tenía nada que ver con el terreno íntimo.
—Es un supuesto, ¿vale?
—Mhm… vale.
Goku arqueó una ceja y Gohan suspiró. Eso iba a ser difícil.
—Imagínate que tuvieras una mascota. Pero no robusta como los animales de aquí, sino más débil.
Vale, ese no era el mejor ejemplo. Podía ser práctico pero comparar a Videl con una mascota era horrible. Aun así, parecía que su padre comprendió el planteamiento.
—¿Como los de la Tierra?
—¡Sí! ¡Justo! —exclamó con decisión—. Imagínate que quisieras acariciarla pero con tu fuerza pudieras lastimarla. ¿Cómo lo harías?
Goku se posó la mano en el mentón y estuvo algún rato en silencio, pensando.
—Pues no la acariciaría. ¿Para qué voy a arriesgarme a hacerle daño?
Gohan se restregó la cara con hastío. Había empezado la cosa demasiado bien, pero no le extrañaba que se hubiera torcido. Intentaría darle una vuelta.
—Pero ¿y si no te quedara más remedio?
—¿Por qué no me iba a quedar más remedio?
—Es un supuesto, papá.
—Pero es que no lo entiendo.
—Es una hipótesis, algo que te tienes que imaginar. No va a suceder.
—Entonces, si no va a suceder, ¿para qué me lo preguntas?
El chico resopló, musitó un tenue «me rindo» que su padre ni siquiera escuchó y asumió que no podía usar metáforas con él.
—Da igual. Es una tontería.
—Gohan, si quieres preguntarme algo, puedes hacerlo directamente.
Goku sonrió y entonces el gesto se le contagió inmediatamente. No, no le preguntaría qué debía hacer para no dañar a Videl durante sus relaciones sexuales, pero tenía un ejemplo más pragmático y que él podría comprender sin dificultad alguna.
—¿Alguna vez has sentido tantas ganas de abrazar a mamá con todas tus fuerzas que has llegado a pensar que la podrías incluso lastimar?
—Sí, muchas veces. Me pasaba mucho sobre todo al principio.
—¿Y cómo lo solucionabas?
—Suprimiendo toda mi energía vital. Y dejando que ella me enseñara y me guiara siempre.
Goku se levantó, le dio un apretón a Gohan en el hombro y se fue de la cocina.
No estaba seguro de que su padre hubiera descifrado que quería aprender a acercarse más a Videl sin dañarla, pero la explicación le había servido. Se sentía bastante aliviado por encontrar la respuesta y por saber que siempre podría contar con él.
Estaba convencido de que en situaciones futuras mucho más complejas, también.
Entraron en la sala de entrenamiento juntos, tras Gohan introducir el código de acceso temporal en un terminal que contabilizaba el tiempo que pasaban los guerreros dentro de la estancia.
La sociedad saiyajin se caracterizaba por estar construida sobre bases bélicas y conquistadoras, así que la población en su mayoría se dedicaba a servir en el ejército. Era cierto que la genética saiyajin ayudaba a ese fin, pero las exigencias de esa actividad requerían que su físico estuviera en condiciones óptimas, así que debían entrenar prácticamente a diario para rendir adecuadamente.
La población era cuantiosa, pues uno de los pilares fundamentales era la perpetuación de la especie, así que las familias tenían normalmente todos los hijos que podían. Sin embargo, los espacios y los recursos sí eran más limitados. El reino no podía permitirse construir tantas salas de entrenamiento por una cuestión logística simplemente, así que se compartían entre los soldados y aspirantes. Los tiempos eran exactos siempre y se accedía a aquellos habitáculos con horarios establecidos y a través de claves que iban variando semanalmente y que le proporcionaban al instructor de los entramientos para que él las compartiera, en el caso de Gohan y Goten, a Bardock.
Su abuelo les había comunicado que en una semana podría pasarse a ver los entrenamientos entre los dos hermanos, pero Gohan conocía su actuar, su carácter impredecible, así que sabía bien que podría presentarse en cualquier momento.
Pero no esperaba que fuera tan pronto.
Estaban apenas calentando cuando la luz que había encima de la puerta se iluminó de un color azul oscuro e intenso y la puerta se abrió. Goten miró con extrañeza la entrada, porque jamás alguien los había interrumpido, pero su hermano mayor sabía bien de quién se trataba.
Suspiró antes de verlo entrar. Estaba serio, aunque eso no era una novedad. Giró la vista a la izquierda para mirar de soslayo a su hermano. Le pareció incluso verlo temblar y no era de extrañar, porque no estaba preparado para soportar esa presión.
Gohan había puesto a Goten sobre aviso y sabía que Bardock iba a ir a observar su entrenamiento pronto, pero imaginaba que aún tenía más margen de mejora. No quiso advertirle de que podría adelantarse la visita para no tenerlo constantemente nervioso, pero se había dado cuenta de que había sido un error, porque así tal vez habría podido estar más sereno cuando llegara el momento.
Bardock los miró, enigmático. Algo propio de su abuelo era que no se podía descifrar lo que sus ojos transmitían, ni siquiera una sola emoción. Daba la sensación, de hecho, de que siempre estaba enfadado, y Gohan recordaba pocas veces en los últimos años en las que lo había visto sonreír. Seguramente Goten menos aún o incluso ninguna.
Gohan, para tratar de sosegar a su hermano, le guiñó un ojo y Goten sonrió con una mueca llena de nerviosismo. Se acercó después a su abuelo, que estaba de pie, de brazos cruzados y mirándolos con fijeza, aunque distanciado por varios metros de ellos.
—Dijiste que vendrías la semana que viene. Podrías haberme avisado aunque fuera a mí.
—Los peligros no avisan —razonó él con un tono seco—. Si te hubiera dicho que venía hoy, él lo habría sabido también.
Gohan apretó la mandíbula ligeramente. Videl tenía razón. No era comprensible esa animadversión que su abuelo mostraba por Goten, que era pura bondad y dulzura. Ni siquiera tenía la decencia de llamarlo por su nombre.
—Claro que no —protestó.
—Tal vez no se lo hubieras dicho con palabras, pero sí de otra forma.
—Llevo tres semanas sin supervisarlo, abuelo. No le estás dando la oportunidad que merece para demostrarte lo que vale.
Bardock arqueó una ceja, restándole validez a ese comentario. Él era alguien que pensaba que la valía se tenía o no, así que no había cabida a variaciones que dependieran de factores externos.
—Venga, a entrenar. Al máximo. Y sabes que notaré si no lo das todo.
Gohan apretó uno de sus puños. Si pudiera le daría un puñetazo con todas sus fuerzas, pero seguía siendo su abuelo y su máxima figura de autoridad. Suspiró pesadamente y decidió concentrarse en el entrenamiento. Conocía a Goten, se le daba bien pelear y confiaba en él, pero no quería que los nervios le jugaran una mala pasada.
Se acercó finalmente de nuevo a su hermano, que proyectaba terror en el brillo de su mirada. Le posó las manos en los hombros y le dio un apretón para que se calmara. El niño le asintió, pero su ki seguía vibrando con inquietud.
Se pusieron en posición de ataque. Tenía el hombro resentido y sabía que no podría dar el cien por cien, pero eso sería una ventaja para Goten, así que se alegraba de no haber acudido al tanque de recuperación.
Gohan le asestó un puñetazo que lo clavó en la pared de la sala de entramiento. Sin darle tregua, se acercó a él y empezó a darle más golpes, hasta que se quedó en el suelo. Quería darle unos segundos de margen, pero miró a su abuelo y este le indicó con el semblante que no le diera tregua.
Así que se acercó a él, intentó darle una patada en el estómago pero por suerte Goten la logró esquivar. Sin embargo, el combate estaba muy desequilibrado y eso no reflejaba la capacidad que tenía su hermano pequeño y que ya le había demostrado.
Tuvieron un forcejeo, empujándose mutuamente con las manos, y Gohan aprovechó para hablarle, sabiendo que su abuelo no podría oírlos si susurraba. Estaba de espaldas a él, así que tampoco podría leerle los labios.
—Goten, olvídate de que está aquí. No, no me contestes —le dijo al observar que le iba a responder—. Demuéstrame lo que sabes hacer, lo que te he enseñado en este tiempo y lo que has aprendido con papá en estas semanas. Sé que eres capaz de hacerlo.
Le dio un empujón y el contacto cesó. A continuación, Goten se espabiló por fin, se concentró y encadenó una serie de golpes y ataques muy bien coordinados e hilados. Se centró en atacarle el hombro, pues sabía que ese era su punto débil en ese momento, y Gohan sonrió al recibir el primer golpe en su zona resentida. Eso se lo había enseñado su padre y no le parecía nada mal. En ese mundo se era cazador o presa y a veces se tenían que usar algunas artimañas fuera del límite de lo moral. Era lícito en contextos de batalla y según los parámetros de esa sociedad.
Ambos hermanos siguieron batallando, dando el máximo. Gohan se sentía exhausto, estaba dándolo todo y sabía que Goten también. Y lo estaba haciendo genial, le estaba plantando cara de manera sólida, aunque era cierto que él tenía el hándicap de la herida.
El tiempo de la sala expiró, la luz se tornó roja y su abuelo les hizo una señal para que se marcharan de la sala. Recogieron sus cosas, salieron y los dos se quedaron enfrente de Bardock, expectantes por saber cuál sería su veredicto.
—La semana que viene empiezas los entrenamientos conmigo —le informó a Goten, mirándolo directamente.
Gohan notó que su hermano no supo siquiera cómo reaccionar, si estar contento o no. La adrenalina del combate no lo dejaba pensar con claridad probablemente, pero sospechaba que cuando pudiera asentar las ideas se sentiría presionado y profundamente triste.
Bardock se comenzó a alejar para irse, pero se detuvo en cuanto escuchó a Goten hablar.
—Lo he hecho bien, ¿verdad, hermano?
—No, no lo has hecho bien —contestó su abuelo antes de que Gohan pudiera felicitarlo—. Hay muchísimas cosas que mejorar todavía, pero no puedo permitir que sigas perdiendo el tiempo con tu hermano. Prepárate, porque yo no voy a ser tan indulgente.
La mirada de Goten se ensombreció y Bardock por fin se marchó. Al comprobar que lo había hecho en efecto, Gohan se agachó para quedar a la altura de su hermano, le acarició el pelo y le sonrió.
—No le hagas caso, lo has hecho genial. Nunca te había visto tan bien.
—¿En serio? —le preguntó, con la voz titilándole.
—Te lo prometo.
Goten se abrazó a su hermano mayor. Sabía que estaba reprimiendo las ganas de llorar, así que le respondió al gesto con fuerza para consolarlo.
No entendía qué le pasa a su abuelo, pues estaba de peor humor que nunca. Solo esperaba que no fuera demasiado duro con Goten aprovechando que estarían solos en los entrenamientos, porque si le hacía daño fuera de los combates, no le importaría dejar de lado sus convicciones y la jerarquía familiar para plantarle cara.
No había dormido apenas pensando en el día siguiente. Por fin saldrían los resultados de la prueba de selección y estaba completamente ansioso, porque había mucho en juego. Obtener el puesto era la rendija que le abriría paso a la libertad de Videl. Necesitaba que ese trabajo fuese suyo. No había convocatoria oficial para los siguientes exámenes de ingreso y él realmente no podía esperar más, porque incluso el tiempo que le llevaría lograr su cometido se le hacía un mundo. Debía poner en marcha sus planes lo más pronto posible.
Se levantó de la cama pasados unos minutos del amanecer. Entrenó en el jardín solo, en silencio sepulcral y sin expulsar energía alguna para no hacer ruido tan temprano. Se duchó al acabar y al volver a la cocina su madre ya estaba allí. Le ofreció prepararle el desayuno, pero a Gohan no le gustaba que lo hiciera todo sola, así que se puso a ayudarla. De esa forma podrían hablar durante un rato. Llevaban semanas sin poder entablar una conversación de más de quince minutos y la echaba de menos.
Chichi siempre había sido una pilar fundamental de su vida. «Como cualquier madre», podrían decir algunos, pero no era así. La suya era una conexión especial y sabía que, a pesar de que él no solía contarle las cosas que le pasaban, ella estaba al tanto de todo, aunque no tuviera detalles exhaustivos.
Por ese motivo, era su apoyo incondicional. Un rato con ella en la cocina le recargaba la energía completamente y no había nada que adorara más que tenerla cerca y hacerla sonreír. Chichi tenía mucho carácter y se enfadaba con una rapidez increíble, pero el cabreo no le duraba demasiado por lo general. Además, todos sabían adularla para que se calmara, porque al final era lo que a ella le gustaba.
Terminaron de cocinar entre los dos, Gohan se sirvió el desayuno y Chichi guardó el que había preparado para los demás, Videl incluida. Se sentaron los dos a la mesa y el joven comenzó a comer, pero se dio cuenta de que su madre no lo acompañaba.
—¿Tú no comes?
—No, voy a esperar a los demás. Todavía es temprano, ni siquiera Videl se ha levantado aún —dijo, mirando el reloj que coronaba una de las paredes de la cocina—. ¿Tú dónde vas a estas horas?
—Hoy se publican los resultados de las pruebas. ¿Te conté que había hecho unos exámenes para cambiarme de sector del ejército? —matizó, tras observar a su madre un tanto perdida con sus palabras.
—Sí, creo que sí. Seguro que te va genial. ¡No hay otro más listo que tú! —celebró con emoción y Gohan le sonrió.
Chichi le solía decir que su inteligencia sobresalía en todo el planeta —que desde su punto de vista estaba lleno de ineptos—, pero que también era muy superior a la media de la de los terrícolas. A menudo, incluso se preguntaba de dónde habría salido él, si su padre era tan descuidado y ella no era nada del otro mundo, o eso decía.
Cuando Gohan era pequeño, que su madre lo halagara tanto le daba mucha vergüenza. Él se sentía mediocre, porque aunque fuera inteligente su madre lo superaba con creces en el terreno de la inteligencia emocional y eso lo frustraba mucho, pues nunca supo bien cómo relacionarse con los demás, cómo demostrar esa soltura que Chichi había adquirido en los mismos años que él llevaba allí.
Desde que su abuela murió, además sabía darse su propio lugar. Su fuerza era irrisoria y aun así la respetaban más que a cualquier saiyajin de clase media que despuntara en los barrios más apartados de la capital.
Había cambiado con el tiempo. Seguía siendo la madre amorosa que recordaba de su infancia, pero era más tajante y desconfiada y no era de extrañar. En los últimos tiempos estaba sufriendo un nuevo cambio y era enfrentarse al crecimiento repentino de su hijo pequeño, al que siempre había consentido y mimado tanto, al que le estaban obligando a quemar la etapa de su niñez de un día para otro.
Sabía que le dolía. E intentaba ayudarla con todos los recursos que tenía, pero Gohan no podía hacer nada para cambiar las reglas de ese lugar. Cuando Goten alcanzara una edad podría elegir su destino, pero debía servir obligatoriamente antes en el ejército, porque además tenía capacidades y aptitudes para hacerlo y eso allí nadie lo dejaría pasar, comenzando por su abuelo, que ya había descubierto su potencial a pesar de infravalorarlo mediante palabras groseras que sabía que no se correspondían con sus verdaderos pensamientos.
—Ayer me dijo Goten que pronto va a dejar de entrenar contigo.
Gohan soltó los cubiertos y el bol en la mesa. Se incorporó y miró a su madre, que estaba bastante afligida. Le sujetó la mano y le acarició los nudillos con las yemas desgastadas de sus dedos.
—Sí, comenzará con el abuelo. Pero va a estar bien, mamá. Sé que no te interesa nada de esto, pero es buenísimo. Será mucho mejor que yo. No hay de qué preocuparse.
—¿Tú crees?
—Estoy seguro.
Le guiñó el ojo a su madre, le soltó la mano y terminó de comer rápidamente. Miró el reloj y decidió irse ya al cuartel, porque quería estar por allí temprano y ser de los primeros en ver los resultados. Recogió la mesa y se marchó de la casa, no sin antes darle un beso en la frente a su madre.
Le habría encantado ver a Videl antes de irse, pero no tuvo la oportunidad. Cuando viera los resultados, se iría directamente a entrenar de nuevo, un rato con su hermano y otro con su abuelo. Si su nombre aparecía en el tablón entre los seleccionados, tal vez debería rellenar algunos formularios también, así que tendría que esperar a la noche de nuevo para encontrarse con ella.
El trayecto no era demasiado largo, así que llegó al cuartel pronto. Había un grupo de unos treinta saiyajin enfrente del tablón, por lo que estaba claro que los nombres de los seleccionados rezaban ya allí.
Dio algunos empujones para abrirse paso y comenzó a mirar desde el último nombre. Fue recorriendo la lista con la mirada de abajo arriba y conforme iba avanzando su ansiedad se iba incrementando, pues no veía su nombre por ningún lado.
Por fin, al llegar al primer puesto y tras pasar uno de los peores ratos de su vida, se encontró. «Gohan, hijo de Kakarotto. Instructor: Bardock», pudo leer. No sabía por qué, pero no imaginaba que estuviera en primer lugar. Si hubiese empezado por ahí se habría ahorrado aquel mal momento que había pasado en vano.
Sonrió con orgullo. No podía mentir; en el fondo le hacía ilusión dedicarse a algo que no fuera violento y donde pudiera demostrar su valía intelectual. Pero claro, no olvidaba su objetivo principal.
Escuchó festejos y maldiciones a su alrededor. Se dio la vuelta para marcharse, porque en el tablón también se indicaba que tendrían una reunión por la tarde en la que les darían más información a los que habían obtenido la plaza y ya poco tenía que hacer allí.
Al hacerlo, se encontró de bruces con Zucch, que miraba el tablón con los ojos muy abiertos. Temblaba. Gohan supuso que estaba triste por no estar entre los seleccionados, pero, cuando se dio la vuelta para comprobar el tablón, observó algo que no había visto en su primera lectura. En el último puesto estaba el nombre de Zucch con un asterisco al lado que solo tenía él.
Se volteó de nuevo, se acercó y le apretó el hombro afectuosamente. Zucch aún no lo había visto y se llevó de primeras un susto enorme, pero cuando se dio cuenta de quién era, le dio la sensación de que se iba a abalanzar sobre él para abrazarlo de un momento a otro. Finalmente, no lo hizo; tan solo le sonrió y le apretó también el hombro.
—¡Enhorabuena, Zucch! Estás dentro.
—Sí… —musitó, todavía sin creérselo—. Tú también lo estás, ¡felicidades! Aunque estaba más que claro que lo lograrías.
Gohan se colocó al lado de su nuevo compañero y ambos se quedaron un rato más mirando el tablón, perdidos en sus propios pensamientos.
La tranquilidad se apoderó de todo su ser y respiró profundamente.
Por fin, la minúscula rendija que haría libre a Videl había aparecido. Y él no perdería la oportunidad de colarse por allí, por muy estrecho que fuera el espacio, para que ella la traspasara.
Continuará...
Respuesta a los reviews anónimos:
Guest: Muchísimas gracias a ti por leer y comentar. Gracias a vosotras y vosotros es que yo puedo seguir haciendo una de las cosas que más me gusta en el mundo, que es escribir.
Lo que digo siempre: los comentarios de usuarios registrados los contesto por privado. Y si os queréis animar a seguir comentando en anónimo, os recibo encantada y os contesto por aquí.
Nota de la autora:
Bueeeeno, cambios, cambios, muchos cambios. Ya los iba necesitando para abordar esta parte de la historia.
Ay, qué bonito es el amor, de verdad. Me gusta tanto escribir cosas cursis, es que no lo puedo evitar. Algo que siempre me he planteado es cómo los saiyajin controlan la fuerza en estos casos íntimos y bueno, veo bastante verosímil que en algún momento se pasen y más en situaciones de este tipo en las que uno pierde el control.
A partir de este momento, Goten, mi pobre bebé, empieza los entrenamientos con Bardock y Gohan comienza su andadura en esta nueva etapa en la que pretende liberar a Videl. Ya veremos qué sale de esto, pero os adelanto que aún queda un poquito para que todo llegue a su final.
Esta es la primera actualización del 2025 y, como dije en una nota anterior, espero sinceramente acabar la historia a lo largo de este año. Creo que con el ritmo que estoy llevando lo conseguiré, aunque tal vez entre los meses de abril/mayo-julio no pueda actualizar. No os asustéis si no me veis en esas fechas por aquí, estaré yo también en un proceso de selección más o menos como el de Gohan jaja. Pero, como siempre he dicho, la historia la voy a acabar.
Por cierto, la canción del principio es preciosa, os la recomiendo mucho. Si me leéis desde España tal vez conozcáis a Dani Fernández, pero no sé si será muy conocido en Latam. Dadle una oportunidad porque no os vais a arrepentir.
Muchísimas gracias por seguir leyendo, en serio, y también a los que se incorporen ahora o lo hayan hecho hace poco. Ojalá os haya gustado mucho este capítulo.
¡Nos leemos, espero que muy pronto!
