El monte Ebott, un lugar lleno de relatos increíbles. A lo largo de la historia, muchos han dicho ser testigos de cosas inimaginables, los más comunes mencionan encuentros espirituales, otros, mas aventados, dicen presenciar deformaciones en la realidad. Dentro de ese mismo lugar es donde se encuentra ahora mismo nuestro joven explorador, tendido sobre una cama de girasoles, producto de la caída sufrida por un "error" de cálculo.
—Hmm... —poco a poco, empezó a recobrar su conciencia, con un gran esfuerzo, abriendo lentamente sus ojos e intentando ignorar el dolor ocasionado por "su descuido", logró acomodarse en la suave cama convenientemente posicionada— ¡Ug! maldición. Ahora sí que cometí la estupidez más grande de mi vida —vio como los trozos de cuerda colgaban sobre raíces salientes de las paredes de la montaña, no previó que el lugar estaría infestado de raíces espinosas, y se percató de ello cuando era ya muy tarde—. Y ahora... ¿Qué hago? Quiero decir, no tengo forma de salir, mis provisiones se perdieron en el camino y tengo el cuerpo adolorido —intentó relajarse, pero es difícil cuando los problemas se acumulan rápidamente. Fue en ese momento que dislumbró algo al lado suyo, con cuidado, se acercó al objeto con genuina curiosidad... Pero solo vio una pequeña barra de chocolate—. Ah, solo es... Espera un segundo... —recordó lo sucedido momentos antes de su descenso, cuando mágicamente sintió un subidón de energía al consumir uno de sus sandwiches, los cuales ahora no son más que abono para los árboles de esta montaña. Al principio, se sintió como un verdadero tonto, pero mientras más pensaba en ello, más se convencía de su idea—. Menos mal que estoy solo, si no, tendría que vivir con la vergüenza por el resto de mi vida —se dispuso a comer la pequeña barra de chocolate, con genuina esperanza... Y ocurrió, el dolor que sentía se esfumó, recuperó su fuerza y, con eso, su angustia fue reemplazada por serenidad—. No tengo idea de lo que sucede, pero no voy a quejarme y simplemente lo aceptaré con gusto. Ahora, debo buscar un modo de... Salir, si eso es posible —no importaba cuanto pensara, sabía que no podía ir por el mismo agujero del que cayó, no solo porque sus artilugios se perdieron, también están los animales peligrosos que puedan vivir donde se encontraba ahora mismo. Le dio un escalofrío al imaginar serpientes, arañas, entre otros animales. Pero lo peor, para él, eran las cucarachas, desde pequeño les tenía un miedo indescriptible—. ¡Mierda, mierda, mierda, mierda...! Okey, cálmate, no conseguirás nada desesperándote... Solo debes usar el spray anti insectos para... Oh, es verdad... Mi mochila... —sí, no había salvación.
. . . . . .
—Sabes, de pequeño siempre soñé con ser el presidente de mi país. Les decía a mis padres que, cuando fuera grande, iba a ser el mejor gobernante de la historia. Lamentablemente, partieron antes de verme cumplir mi promesa. A diferencia de los otros niños de mi zona, mis padres nunca quisieron que les ayude a trabajar, incluso cuando ya había alcanzado la mayoría de edad. Me repetían, especialmente mi madre, que lo único que me concierne es estudiar; así no sufriré cuando ellos dejen este mundo. Pero ese momento llegó más temprano que tarde. No me estoy quejando, amé y amo mucho a mis padres; para mí, fueron los mejores del mundo... Por eso debes amar a tus padres, Rocky. No sabes cuanto tiempo falta para que ellos partan hacia un mejor lugar. Debes honrarlos tanto como puedas para que su legado no se extinga —la mente humana es algo muy complejo de analizar. Varios científicos, a lo largo de la historia, intentaron comprender y explicar los procesos que el cerebro de una persona es capaz de realizar. Gracias a esos estudios, sabemos muchas cosas... Pero aún hay un largo camino por recorrer—. Oye Rocky, ¿Alguna vez te haz enamorado? —es increíble lo que puede hacer la soledad y la angustia—. A decir verdad, yo nunca experimenté algo como eso. Lo estudié, sí, pero no creo que sea lo mismo que experimentarlo en carne propia... Por eso... —logró visualizar una gran entrada al final del camino en donde se encontraba. Al principio, pensó que estaba alucinando, es decir, si hablarle a una roca no fuera suficiente, ahora tendría que lidiar con malas bromas que le jugaba su mente—. ¿Tú también puedes ver eso, Rocky? No soy solo yo, ¿Verdad? —era normal que se encontrara en tal estado, pues pensaba que no tenia escape, y cuando vio las dos grandes piezas de madera custodiando una especie de entrada, no pudo esconder su emoción. Pero claro, su euforia no duró mucho; ahora tendría que lidiar con lo que sea que se encuentre al otro lado. Sin embargo, quedarse en el mismo lugar no iba a ser mejor—. Bueno, creo que llegó la hora de despedirnos. Fue un placer conocerte, Rocky. Recuerda lo que te dije, sé un buen niño, ¿okey? —dejó a la pequeña roca en medio de otras dos más grandes, lugar donde la había "encontrado". Respiró hondo y se atrevió a cruzar el pasillo, si se le puede llamar así, hasta estar frente a la gran entrada—. Por alguna razón, siento que una vez vaya al otro lado, no habrá vuelta atrás... Bueno, mis padres no criaron a un cobarde —con renovada valentía, empujó la puerta y, finalmente..., no sabía como seguir. Vio otra gran entrada a lo lejos, así que solo siguió recto hasta llegar allí. No había camino, por lo que tuvo mucho cuidado por donde pisaba. Pero sucedió algo... Por un momento, creyó haber visto unas raíces moviéndose, no obstante, lo descartó casi de inmediato pensando que no era nada. Fue entonces que...
—¡Hola, humano!
Se congeló por unos instantes. Pensó que era el único aquí abajo. No creía estar tan loco como para escuchar voces... Aún.
—¡Por aquí!
Volvió a escuchar aquella voz, muy infantil a su parecer. Si iba a tener voces en su cabeza, mínimo le hubiera gustado que sean de alguien cercano y no las de un niño.
—Parece que la desgracia no deja de perseguirme, ahora tengo que lidiar con esquizo...fre...¿Nia?
Sí, nada le hubiera preparado para lo que vio al seguir aquella voz: una flor, un girasol para ser más exactos, apareció ante sus ojos ahora bien abiertos. Parecía que en cualquier momento se iban a salir de sus cuencas. ¿Lo resaltante? Pues esta flor tenia una cara, o al menos eso parecía, ya que poseía ojos y una boca. Lo primero que pensó fue en esos dibujos que hacen todos en el jardín a los cinco años, solo que en la vida real, una prosopopeya en todo su esplendor, justo delante de él.
—Vaya, pareces desorientado. Descuida, sé como es el sentimiento. De cualquier modo, me presento: soy Flowey, flowey la flor. Debo decir que esto no sucede a menudo, dos humanos en poco poco tiempo es algo increíble.
El estupor del joven se vio desplazado por curiosidad cuando escuchó a la flor. ¿Había más personas aquí abajo? Y si es así ¿cuantos eran? Quería preguntar, pero lo que más curiosidad le causaba ahora mismo era esta flor parlante.
—¿No vas a presentarte? Es de mala educación no corresponder la cortesía de otros. Parece que los humanos no pueden entender eso.
—Oh, l-lo siento. Es solo que me sorprendió verte. Mi nombre es Max, tengo 21 años y soy repartidor de periódicos.
—Así que Max, eh... Debo decir que no esperaba verte, me tomaste por sorpresa, pero tienes suerte de haberme encontrado primero; los monstruos son criaturas realmente peligrosas.
—¿Monstruos dices? Espera... ¿¡Hablas de esas criaturas que solo se escuchan en...!?
—Sí, hablo de "esos monstruos", los que entraron en guerra contra los humanos hace muchos años.
Max no se lo podía creer, siempre fue excéptico sobre estos temas, ¿y resulta que fueron reales todo el tiempo? Si eso es así, ¿entonces qué más puede ser real? Pero sus cuestiones internas, nuevamente, fueron interrumpidas, esta vez, por una voz desconocida.
—¿Hola? Me pareció escuchar a alguien por aquí.
La nueva voz era serena y amena, la amabilidad podia sentirse en cada palabra.
—No puede ser, ya viene.
—E-espera, ¿quién viene?
La intranquilidad de Flowey lo puso alerta y pensó que se trataba de alguien peligroso. Sin recibir respuesta, vio como su nuevo compañero desaparecía por debajo de la tierra. No tuvo tiempo para sorprenderse, pues ya tenía en frente a "la dueña" de aquella voz.
—¿¡Qué dem... Una cabra antropomórfica!?
—Oh, joven humano, no temas por favor. Yo soy Toriel, la guardiana de estas ruinas. Me alivia haberte encontrado. Ven conmigo, este lugar no es del todo seguro, te llevaré a mi hogar, donde estarás completamente a salvo.
Antes de que Max pudiera comentar algo, la mujer monstruo, ahora conocida como Toriel, empezó a alejarse y no tuvo otro remedio que seguirle el paso.
—Bueno, tampoco se ve como alguien mala. Creo que puedo confiar en ella... por ahora. Aunque tampoco es que tenga muchas opciones —Rápidamente, fue detrás de ella para alcanzarla.
Luego de caminar por un rato, llegaron a una sala, donde Toriel le explico como funcionaban los mecanismos de seguridad.
—Escucha, joven, para atravesar estas ruinas debes resolver los acertijos esparcidos en cada sala, estos sirven como un mecanismo de seguridad, ya que solo nosotros sabremos como se resuelven —lo siguiente que hizo, fue presionar cuatro placas en un orden específico, logrando así la apertura de la puerta para ir a la otra sala—. Tendrás que aprender los patrones de resolución. Y no te preocupes, me encargaré de enseñarte hasta que ya no necesites mi ayuda —al otro lado, Max debia resolver un acertijo de palancas. Solo tenía que jalar la correcta para ocultar los picos que impedían seguir... Pero con lo que no contó, es que el suelo donde estaba parado se rompiera. Afortunadamente, se sostuvo fuerte de la palanca, y eso le dio tiempo a Toriel para ponerlo a salvo—. ¡Mi niño! ¿¡Estás bien!? Lo siento tanto, es mi culpa que hayas tenido un susto así. Sabía que debía reforzar aún más esa zona, mi negligencia casi me hace perderte.—
—Tr-tranquila, no fue tu culpa, yo tenía que fijarme por donde pisaba. Así que no llores por favor.
—... Gracias por tus palabras de consuelo. Es solo que... Antes de ti, otro joven había caído a las ruinas y lo perdí por el mismo modo que casi te pierdo justo ahora. Temo por lo que le haya pasado.
Poco a poco, Max comenzó a entender a la señora. Si lo que dijo Flowey era verdad, entonces los humanos que cayeron antes tenian pocas posibilidades de estar en el mundo terrenal. Por lo que Toriel se encargaba de cuidarlos de los demás monstruos, pero, por una u otra razón, estos decidían irse. Él compartía ese sentimiento, pues no quería quedarse en el subsuelo, debía regresar a la superficie. Sin embargo, decidió guardarse esos pensamientos para él mismo; no tenía la fuerza para decirle algo así a una señora que sufría una crisis emocional.
Luego de aquella pequeña escena dramática, la mujer llevó a Max a la sala de al lado, donde este se encontró envuelto en una encrucijada. Toriel le había explicado que los monstruos no, necesariamente, son malvados y la mayoría eran apacibles, según su nueva cuidadora. Primero, tuvo un conflicto interno, lo que le dijo Toriel era totalmente opuesto a la definición de Flowey, y cuando lo vio escapar, había reforzado esa idea. Pero aquí estaba, con esta mujer cabra antropomórfica a su lado y explicándole como tratar a los monstruos en el subsuelo.
—Toriel... ¿Segura que esto servirá? Quiero decir, llevo tres minutos aquí parado y este maniquí no parece tener algo especial.
—No te preocupes, lo haz hecho excelente. Me siento orgullosa de ti.
le expresó con notoria y genuina felicidad. Max solo bajó los hombros en señal de cansancio. Era bueno que ella no quiera que él se meta en problemas, pero sus métodos eran... Extraños, cuanto menos. Después de un par de habitaciones, donde uno tenía un acertijo innecesariamente peligroso, la señora le dijo a Max que tenía que regresar ella sola a su hogar. La única explicación que le dio fue que tenia una gran sorpresa preparada para él... Bueno, no exclusivamente para él, sino para cualquier humano que ella traiga consigo. Al principio, se sintió incómodo, pero Toriel le dijo que solo sea amable con los monstruos de las ruinas, ellos no le harán nada si hace lo que le enseñó.
—Hm... ¿Qué puede salir mal? Ya Llegué hasta aquí, por lo que no debería ser problema lidiar con esto... Aunque, un poco de exploración no hará daño.
. . . . . .
—Muy bien... Ahora... ¿Qué hago? —después de caminar un poco, se encontró en un punto muerto. A lo largo de su travesía, le sorprendió la apariencia de los monstruos: desde ranas y polillas gigantes, hasta mini cíclopes. Cada vez que se encontraba con uno, intentó entablar una conversación amistosa; sin embargo, estos se apartaban o intentaban atacarlo. Hay que enfatizar en la palabra "intentar" porque sus movimientos eran tan erráticos que ninguno daba en el blanco. Y hablando de dar en el blanco, algo que desconcertó a Max, fue la iluminación que emanaba de él cuando querían atacarlo. No solo eso, también, a la par con la iluminación a su alrededor, de su pecho se podía observar la silueta de lo que parecía ser un corazón, uno que era la mitad del tamaño de su tórax, solo que este tenía una forma perfecta, como si de un dibujo se tratara. No pudo analizar su nuevo "estado", ya que volvía a la normalidad cuando dejaba el enfrentamiento, que tampoco duraban demasiado—. Ok, ya me estoy arrepintiendo de andar solo, no conozco este lugar y ahora me encuentro atrapado y sin salida. ¡Ah! tuve que hacerle caso a Toriel y esperar a su regreso —parece que la suerte no estaba de su lado últimamente. Cuando llegó a una sala con el suelo agrietado, lo mejor que se le ocurrió fue cruzar, después de todo, ¿qué podría salir mal? Es decir, ya había estado en lugares similares, gracias a sus aventuras pasadas. Solo debía confiar en su instinto, el cual nunca le fallaba... O al menos eso creía. También pensó que Toriel tuvo que haber pasado por aquí, ya que era el único camino a seguir, por lo que debía ser otro de sus acertijos... Pero recordó la trampa de estacas al inicio y descartó la mínima indulgencia por parte de la cuidadora—. A ver... Sí, creo que puedo llegar de un salto. Solo necesito coger impulso y... —¿se mencionó que gran parte del suelo ya se había desmoronado?—. Uy, esto va a doler —no pudo evitar sentir un dejá vu cuando vio el destino que le esperaba.
. . . . . .
La ciencia siempre nos ilustra con su sabiduría, ¿sabían que una persona puede soportar una caída de hasta 3 veces su altura? Más que eso se le puede considerar mortal, aunque no recomiendo probarlo, de ser posible, nunca.
—¡Cof, cof..., cof, cof! Ha, ha... Genial, ahora estoy mojado.
Por "suerte", en vez del duro y frio suelo de concreto, cayó en uno de los tantos canales fluviales que había por las ruinas. Lo único que no supo como responder fue el hecho de que estaba en tierra. ¿Quién lo saco del agua? Sus dudas pronto iban a ser respondidas, gracias a una voz familiar.
—Vaya, parece que hoy no es tu día de suerte. Hasta estoy empezando a sentir lástima por ti.
De nuevo, la flor apareció ante Max, con esa sonrisa tan enigmática.
—¡Tú...! Te llamabas Flowey, ¿verdad?
—Me complace que recuerdes mi nombre, eso me ahorra tiempo. Dime, ¿la señora de arriba te explicó como funcionan las cosas por aquí? —¿Explicar? Que él recuerde, solo le dio un par de consejos sobre como tratar a los monstruos... Y a "hablar" con un maniquí—. ¿No lo hizo, en serio? Parece que los años acumulados ya le están afectando —el tono despectivo que uso para referirse a la guardiana lo incómodo; ella no se había portado mal con él, así que no había motivo para tratarla de esa forma—. Bueno, creo que no se puede evitar, tendré que ser yo quien te enseñé como "actuar" por el subsuelo, ¿Listo? —sin esperar respuesta, hizo aparecer lo que parecían ser proyectiles, los cuales, fácilmente, podían confundirse con algún... ¿cereal?
—¿¡Qué sucede!? ¿¡En serio me va a...!?
Sin embargo, contrario a lo que pensó, Flowey siguió en su lugar con la misma sonrisa. Y lo volvió a sentir: vio como su cuerpo desprendía un brillo particular y la forma de un corazón apareció en su pecho. Antes de que articulara palabra alguna, el ser frente a él empezó primero.
—¿Vez ese corazón? Esa es tu alma, es la culminación de tu ser. Tu alma empieza débil, pero se puede fortalecer con suficiente esfuerzo. Aunque no tienes que preocuparte por cosas complicadas ahora mismo, solo debes saber que aquí se maneja la magia. Con ella, los monstruos atacarán directo a tu alma. Los ataques, como los que vez ahora, son producto de esta energía. Ahora, intenta esquivar los proyectiles —al instante, atacó a Max, aunque no brutalmente, solo lo justo para que pudiera eludir—. ¡Bien hecho! Puedo ver que tienes potencial. Ahora, me gustaría pedirte un favor, siempre quise salir de este lugar tan lúgubre y explorar el exterior; sin embargo, como puedes ver, yo solo no sería capaz de dejar atrás estas paredes. Por lo que, me gustaría acompañarte. Incluso podría "salvarte" de una situación difícil, ya que ahora somos mejores amigos. Debemos tenernos el uno al otro, ¿qué dices?—
Max pensó en la propuesta de Flowey, es verdad que tenerlo de compañía sería mejor que estar solo, sin mencionar que puede ayudarlo a defenderse de los monstruos agresivos, aunque desearía que no llegara el momento.
—me parece...
Se empezó a escuchar ecos de pisadas. Se encontraban en una zona baja y los pasos provenían de la zona alta. Max se enfocó tanto en la nueva presencia, que no se opuso a que Flowey pasara por debajo de su camisa, después de todo, igualmente iba a aceptar su sugerencia. Aunque debe admitir que se sintió incómodo sentirlo moverse por debajo de sus prendas.
—¿hmm? ¿Otro humano? —se miraron entre ellos por unos segundos—. Esto es... ¡Maravilloso! Acabo de conocer a un nuevo amigo.—
"¿Qué pasa con los monstruos y su obsesión con entablar amistades?", pensó al verlo tan emocionado. Es decir, prefiere eso a tener que lidiar con criaturas sanguinarias, pero todo lo que vio, hasta ahora, va en contra de lo que le dijo Flowey.
—Seguramente tuvo una vida difícil.
No encontraba otra explicación a la visión tan prejuiciosa de Flowey hacia estos. Si ese era el caso, entonces los monstruos no eran tan diferentes de los humanos como creyó en un inicio.
—Oh, lo lamento, me emocioné tanto que olvidé mis modales... ¡Ejem! Mi nombre es Dalv, soy el encargado de mantener las cosas en orden por aquí. Esta zona de las ruinas es mi hogar, y actualmente estoy trabajando para que se vea más acogedor.
El nuevo integrante se presentó con notoria felicidad, probablemente, por la razón antes mencionada. Y justo cuando Max pensó que ya no podía sorprenderse, el recién llegado se quitó la capucha que traía puesta, solo para revelar su apariencia de vampiro, lo que dejó al joven humano sin aliento.
—¿Eres... ¡Un vampiro!? ¡eso es increíble! Espera, tengo tantas preguntas por hacer que no sé por... —su emoción llegó a su pico cuando vio la apariencia del monstruo delante suyo. Pero, al instante, se avergonzó por su comportamiento infantil y descortés—. Em, lo siento, creo que me emocioné un poco de más, me llamo Max, también es un gusto conocerte —se presentó de la manera más apropiada posible, dado su estado de ánimo actual.
—No te preocupes, hace poco conocí a uno de los tuyos, y me enseñó bastante. Ahora que lo pienso, no le he escrito en un buen tiempo, me ha estado llendo tan bien, que no recuerdo la última vez que le envié una carta.
—¿Uno de los míos? ¿Te refieres a un humano? ¿Cómo era?
—¿Él? Bueno, era muy amable, tanto que me perdonó por haberlo atacado por error, cosa que le agradezco, sinceramente. Aunque era más pequeño que tú. Dime, ¿cuantos años tienes?
Esa información era muy ambigua. Mayormente, los varones humanos alcanzan su altura máxima entre los 18-20 años, aunque con algunas excepciones. Por lo que, quien haya caído antes que él, debería haber tenido 16 años o menos. No toma en cuenta a los de 17 años porque no hay mucha diferencia de tamaño con los de 18. Solo pensar en eso le revolvió el estómago e hizo que se olvidara de su curiosidad por el ser que tenía delante suyo.
—Eh... tengo 21 años. Una pregunta, ¿podrías señalar la altura del humano que vino antes de mí?
Empezó a sudar frío por la posible respuesta. Si sus sospechas eran ciertas, esto era mucho más grotesco de lo que imaginaba. No es que el que sean niños fuera peor que un adulto, al fin y al cabo, un crimen es un crimen. Pero, también es verdad que involucrar a niños, quienes aún no se han desarrollado lo suficiente, afecta al juicio de alguien; cosa que no sucede con los adultos, quienes ya pueden valerse por si mismos y han desarrollado un sentido de responsabilidad.
—Veamos, por lo menos, si no mal recuerdo, era tan alto que podía llegar hasta tu mitad superior... ¿Eso sirve...?
—Oh, Dios no...
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—¿Estás seguro que no quieres quedarte un poco más? Tengo una habitación extra, si te sientes cansado —le ofreció a su invitado.
—Descuida, ya hiciste mucho por mí al regalarme este abrigo. te lo agradezco, con toda sinceridad.
Después de su pequeño intercambio de antes, Dalv llevó a Max a su casa, una que era bastante acogedora, a decir verdad. Al final, Max no pudo satisfacer su curiosidad sobre los vampiros, ya que su mente iba por otros rumbos. Lo que sí mencionó fue que tenía cosas importantes que hacer, y para eso debía salir de las ruinas. Dalv le explicó que afuera se encontraría en Snowdin, un páramo de nieve, tan helado, que te enfriaba hasta los huesos. El juego de palabras fue tan inesperado, que hizo que Max se relajara un poco de sus preocupaciones. Le preguntó dónde había aprendido a hacer eso, a lo que él respondió: "solo poniendo en práctica lo aprendido por mis nuevos amigos".
—Bueno, fue un placer conocerte, Dalv, me alegra haberlo echo. Te deseo suerte en tus proyectos. Y espero que volver a verte un día de estos —se despidieron con un último apretón de manos, ofrecido por Max.
—Muchas gracias. También te deseo suerte en tu travesía. Puede que no sea fácil, pero me tienes aquí si necesitas algo, solo envíame una carta y responderé lo más pronto posible.
—Gracias, lo tendré en mente —con esas últimas palabras, abrió y cruzó la puerta para entrar en contacto con la nieve—. Muy bien... Ahora, a investigar que demonios pasa con este sitio.—sintió una pasión inquebrantable desbordar de su interior.
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—Flowey, necesito preguntarte algo.
—Claro, amigo, ¿qué necesitas saber? -su tono parecía más divertido esta vez, cosa que no notó el joven humano.
—¿Sabes algo acerca de los anteriores humanos a mí? Necesito saber un poco más sobre eso y estaría muy agradecido si me ayudaras un poco, al menos.
—Hm, lo lamento, en serio, eres el primero con el que viajo. Los demás no confiaban tanto en mí por ser uno de ELLOS y se mantenían alejados. Solo pude entablar una conversación relativamente estable con la mitad de los que llegaron, pero la historia fue la misma, y después de que dejaban las ruinas... Digamos que no supe nada más, y no tenía forma de saberlo, de todos modos.
Max solo se mostró comprensivo por la respuesta de su compañero. Pensó que era normal que sus antecesores se espantaran al ver a algún habitante de las profundidades; después de todo, si su deducción era cierta, eran solo niños o adolescentes.
—¿No conoces un lugar donde pueda conseguir información? En serio quiero saber más sobre los humanos caídos anteriormente.
—Lo lamento, como te lo dije antes, no podía salir de las ruinas por mi cuenta. Así que no conozco mucho el exterior.
Al recibir la misma respuesta, Max suspiró derrotado. Si tan solo alguien de buen corazón estuviera para ayudarlo, le estaría eternamente agradecido. Ahora se estaba lamentando de no haberle preguntado a Dalv si quería viajar con él.
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El joven Max tenía un dilema moral justo ahora; se encontró un agujero en medio de una pista de hielo y se preguntaba si podría, o no, pescar algo. Es decir, aquí abajo todos tienen conciencia, Rocky la tenía, estaba seguro de ello. Así que se preguntó seriamente si había gente que pescaba aquí. Decidió dejarlo de lado; tampoco es que tenga las herramientas necesarias ahora mismo.
Al rato siguiente, sus sentidos se agudizaron, pues visualizó unas huellas en la nieve: estas eran bastante grandes, casi del mismo tamaño que las del joven, por lo que intuyó que el siguiente monstruo con el que se encontraría sería como Toriel o Dalv. Después de caminar un poco, vio que las huellas se desviaban a su izquierda, así que, por precaución, se apegó a una gran roca para ver qué había del otro lado.
—¡Muy bien! recalibrado el acertijo de la roca de lava. Ya casi termino —un ave antropomórfica, de apariencia femenina, sacó un blog de notas y lo empezó a revisar—. Solo me queda un destino más por visitar, ¡Honeydew Resort, ahí voy! —la nueva figura agitó sus alas y emprendió vuelo hacia su próximo destino.
—¡Guau! Oye Flowey, ¿y si le pedimos ayuda a ella?
—Eh..., no lo creo, no tiene pinta de ser confiable. Además, algo en ella me da mala espina.
Max ya esperaba eso de él. A sus ojos, no se veía mala, así que tal vez pueda hablar con ella en el futuro. Se acercó a la estructura que bloqueaba su paso y se percató que había una nota en la pared... Una que tenía muchas posdatas.
—Vaya, al menos no puedes decir que no es diligente en lo que hace. Hasta se preocupa por que todos la entiendan, eso es adorable —una sonrisa se formo en su rostro al ver los papeles puestos uno encima de otro.
—Puedes pensar lo que quieras, pero no olvides con quienes estamos tratando.
Si bien, el humano había deducido la razón de la actitud de Flowey hacia el resto de los monstruos, criticar a alguien sin conocerlo era insolente. Decidió no indagar en el asunto, por respeto a su amigo, pero se le hacía difícil con ese comportamiento. De todos modos, decidió seguirle el juego a esta señorita, ahora conocida como Martlet, gracias a las notas. No era muy difícil, había una palanca que debia maniobrar de izquierda a derecha para despejar el camino de una bola ignea y así logre derretir el hielo que mantenía la puerta cerrada. Esto le recordó a esos juegos arcade que habían en varios centros recreativos, su padre lo enviaba allí cuando sacaba buenas notas en la escuela.
—Y ahí lo tienes, siempre me dijeron que capto rápido, ¿tú qué dices, Flowey?
—Yo digo que deberías dejar de perder el tiempo con estos juegos infantiles. ¿Acaso no recuerdas las metas que te propusiste?
—¡Wow! Calma, amigo, deberías relajarte un poco, estar siempre a la defensiva no te traerá nada bueno. Solo quiero animarte.
No recibió respuesta, para su infortunio. Luego de ese breve intercambio, Max solo suspiró ante la terquedad de su compañero y siguió su camino. En la siguiente zona se encontró un poste congelado con otra nota, esta decía que, por ningún motivo, alguien se atreva a lamer el hielo porque quedaría atrapado. A Max se le hizo un poco divertido una escena así. Menos mal que quien sea que haya sufrido ese destino, sea libre en este momento.
. . . . . .
—¡Guau! ¿Vienes de las ruinas? Eso es genial. Escuché que el señor Dalv está trabajando duro ahí dentro —se escuchó una voz infantil.
—¡Sí! no puedo esperar a ver que cosas tiene para enseñarnos.
Esto no es lo que Max tenía en mente cuando vio una casa, aparentemente, remodelada en medio de la nieve. Al observar que no tenía puerta, pensó que era una propiedad sin dueño. No esperaba encontrar una pareja de niños dentro.
—Je, je. Puedo ver que les agrada mucho Dalv. Aunque no se puede esperar menos; sus obras son mucho mejores de los que uno creería. Recuerdo que mencionó un nuevo proyecto en el que estaba trabajando...
—¿¡Conoció el nuevo trabajo del señor Dalv? ¡Debe decirnos acerca de eso! ¡Por favor, señor, háblenos de lo que sabe! —se inclinaron ante él, prácticamente suplicando.
Esto le puso incómodo; era evidente que estos niños eran fieles admiradores de Dalv, demostrándolo en cada palabra. Eso y también la gran cantidad de pósters que poseían. Literalmente, toda la cabaña estaba repleta de sus ilustraciones.
—Lo siento niños, pero no puedo hacer eso.
—¿¡Qué, por qué no!? —dijeron al unísono.
—Eh... ¡Porque si lo hiciera, entonces el señor Dalv se decepcionaría! Él trabaja muy duro para hacer felices a los niños del subsuelo, y si yo les revelara algo que todavía no ha salido, lo lastimaría mucho y ya no habría sorpresa —al escuchar eso, los niños se asustaron por pensar que habían hecho algo mal, al casi provocar tristeza en la persona que tanto admiran—. Tranquilos, no han hecho nada malo. Es normal tener esa euforia a su edad. Yo también fui como ustedes —intentó lo mejor que pudo, pero, en el fondo, sabía que solo había una manera de lograr apaciguarlos—. Saben, el señor Dalv me comentó que está preparando un concurso de dibujo para reclutar a niños con talento que puedan ayudarlo en sus próximos proyectos. ¿Qué dicen, quieren participar? —escuchar eso fue como un segundo soplo de vida para los pequeños. Su emoción, antes por los suelos, se renovó por completo.
—¿¡En serio, qué tenemos que hacer!? Por favor, díganos.
—Bien, lo único que tienen que hacer es crear su propio personaje: deben crearle una pequeña historia y darle algunos atributos; luego, deben enviárselo por correo o personalmente. Pero lo fundamental es que su trabajo debe estar firmado por ustedes, para que sepa quienes fueron los autores —los dos infantes prestaron total atención a las instrucciones y anotaron cada palabra para que no se les olvide.
—Eso es muy fácil, le demostraré que soy el mejor para ser su ayudante.
—¡En tus sueños! es obvio que seré yo el ganador.
—¿Ah sí? Entonces te reto a terminar en un día, te demostraré que yo soy el mejor —los niños empezaron a discutir entre ellos, y cuando Max pensó que lo había arruinado, vio como estos empezaban a dibujar como si su vida dependiera de ello.
—Uf, al menos pude controlar la situación... Mas o menos. Perdón Dalv, juro que te lo compensaré —en eso, recordó su propósito inicial—. Niños, disculpen por interrumpir, pero ¿saben acerca de alguien para que me dé instrucciones? Estoy un poco perdido y me gustaría conseguir algo de información —los mencionados dejaron lo que estaban haciendo y se dirigieron hacia él.
—Bueno, sí hay alguien —esa era la respuesta que quería escuchar.
—Sí, se trata de la señorita Martlet, siempre pasa para ayudar cuando alguien la necesita. Dice que es de la guardia real, pero todos pensamos que es mentira. Es muy amable, comparado a los otros miembros —respondieron con sinceridad.
Max ya sabía que la mujer formaba parte de la guardia real, lo había leído antes, pero descubrir que ella era un caso excepcional, lo intrigó aun más. Al menos, ahora sabía que no todos eran "buenas personas".
—Aunque sus acertijos son un poco tediosos a veces, pero es genial —tal vez eran demasiado sinceros—. ¡Ah! también está el señor lobo. No sé por qué, pero las señoras mayores siempre se le quedan viendo cuando sale.-
—Sí, y los otros señores ponen caras divertidas cuando eso pasa —eso último no era necesario saberlo—. Si no puede encontrar a la señorita Martlet, el señor lobo se encuentra cerca de aquí, solo siga hasta encontrar un gran castillo de nieve, ahí lo encontrará —la información, aunque ambigua, fue bienvenida.
—Muchas gracias niños, en verdad. Ahora los dejo para que continúen, no quiero ser una molestia —retomó su viaje.
. . . . . .
—Diablos... Esto no es lo que tenía en mente cuando me imaginé a un lobo. Pensé en algo parecido a los perros que me encontré antes: tiernos y abrazables —había seguido las indicaciones de los niños: caminó hasta encontrar un gran castillo, donde buscó al señor lobo, solo que no se imaginó verlo tan... Intimidante—. Estoy seguro de que solo un dedo sería suficiente para mandarme a dormir. Lo lamento por los niños, les agradezco, pero me gustaría conservar mi "integridad". Creo que será mejor continuar hasta encontrar a la chica de antes. Al menos, ella no parece del tipo que me mataría de un soplido —sí, encontrarse con el señor lobo estaba fuera de sus planes por el momento. Aunque, por alguna razón, sintió que acababa de actuar como Flowey, pero la sensación fue efímera. Sin más elección, continuó por el camino nevado hasta encontrarse con un buzón de correo. Este tenía una campana colgando y una nota que decía: "si tiene correspondencia por recibir o entregar, solo toque esta campana y uno de nuestros empleados lo atenderá". El contenido venía con un sello de la agencia de correos de Snowdin- desearía poder escribirle a Dalv en este momento. Lamentablemente, tendrá que ser para después -tenía muchas ganas explicarle a su amigo sobre lo ocurrido con los niños. Solo esperaba que sus acciones no tengan efectos negativos en el futuro.
—Es extraño, ¿no lo crees? Todo es muy colorido. Totalmente diferente a como pensaba que iba a ser.
Le sorprendió que Flowey empezara una conversación.
—¿Tú crees? A mí me parece agradable. Es lindo tener residentes cálidos.
—No te hagas ilusiones, debes andar con cuidado. Recuerda que puedes contar conmigo para cubrirte las espaldas.
—No creo que sea necesario; hasta ahora, todos fueron amables. Solo unos pocos se han visto incómodos, pero nada que no haya podido resolver —se expresó con confianza.
—Como digas, solo no te quejes después.
A Max le pareció reconfortante hablar con Flowey; se dio cuenta que se había calmado, y eso lo ponía feliz. Después de su pequeña plática, logró visualizar algo a unos metros más adelante.
—"Honeydew Resort"... Ah! ¿Eso no es el lugar a donde se dirigía la chica de antes? Eso quiere decir que puede que la encontremos —la felicidad de Max era casi palpable, por fin iba a tener alguien que lo pueda instruir acerca de este lugar. Le pareció sentir un suspiro de cansancio detrás de su nuca, evidentemente, de parte de Flowey, quien se había rendido en intentar convencer al joven aventado. Rápidamente, cruzó la entrada en forma de arco y se dispuso a buscar a la susodicha. Tuvo un pequeño contratiempo al elegir el camino equivocado, que lo llevó a una piscina termal... Solo digamos que la vista no fue agradable. Cuando fue por el sendero correcto, vio como la persona que buscaba se iba volando— ¡Maldición! No pude alcanzarla —se empezó a frustrar. Y por si fuera poco, el viento empezó a soplar con más fuerza—. ¿¡Y cómo demonios puede haber viento si estamos en el interior de una montaña!? —preguntó, a nadie en particular. Le tomó un tiempo controlar sus emociones, pensaba que las posibilidades de encontrarse de nuevo con ella eran escasas, por lo que se podía entender su actitud—. Bien, pensemos fríamente. Primero, tengo que cruzar por aquí... Lo que no parece muy seguro —parece que la chica fue más creativa esta vez, ya que ahora era el puente delante de él una completa prueba de habilidad. Los tablones de madera subiendo y bajando, combinado con la capa de hielo resbaladiza hacían un combo brutal—. Al parecer, sacó la artillería pesada. No importa, alguien como yo necesita más que esto para impresionarse —con mucho cuidado, dio sus primeros pasos hasta llegar frente al primer obstáculo—. No hay de otra, la única manera que tengo para cruzar es saltando. Las cuerdas están demasiado congeladas como para sostenerlas sin guantes e intentar cruzar de la forma convencional sería un suicidio. La forma más óptima que se me ocurre es tomar impulso suficiente para hacerlo todo de una sola vez, de lo contrario, puedo decirle adiós a mis sueños y esperanzas —parte de su confianza también podría deberse a que, si algo salía mal, Flowey estava ahí para ayudarlo—. ¡Muy bien! ¡Sin miedo al éxito, como decía mi abuela! —retrocedió unos metros para agarrar carrera, y, después de respirar hondo, fue con todo—. ¡Ahí voy! —pasó con éxito el primer agujero, el segundo también fue superado, en el tercero casi se resbala, pero lo logró... Fue en el cuarto donde cometió un error de cálculo y perdió el equilibrio—. ¡Arg! ¡Maldita sea! De todos los momentos, tenía que ser justo ahora donde tenía que pasar —se sujetó lo más fuerte que pudo de la cuerda, que se balanceaba violentamente. Sus manos empezaron a arder por el continuó contacto con el material helado—. ¡Flowey! Me vendría bien un poco de ayuda —...—. ¿Flowey? ¡por favor, no creo que aguante más tiempo...! —pero nadie vino—. mierda... —se dice que las personas tienden a sacar su máxima capacidad cuando se ven "entre la espada y la pared", numerosas historias de gente logrando proesas a pura fuerza de voluntad son esparcidas a lo largo y ancho de todo el mundo. Y es verdad, si algo caracteriza a los humanos es su fuerza de voluntad inquebrantable. Esa DETERMINACIÓN tan característica que poseen los hace lograr hazañas increíbles—. ¡Y-yo... No v-voy a... Ren...dirme! —una mirada feroz se vio en sus ojos y, con gran esfuerzo, empezó a subir por la cuerda hasta llegar a la parte más alta. Una vez ahí, se balanceó lo mejor que pudo y cuando vio que era el momento, se soltó. Cayó y rodó sobre la nieve, sus manos entumecidas le provocaban un potente ardor, pero lo único que importaba era que sobrevivió—. Ah, ah, lo... lo logré. Y-yo, lo logré... —se quedó tendido un rato en la nieve; después de todo, había hecho un gran esfuerzo. A sus ojos, merecía un descanso. Su corazón le latía a mil por hora, y estaba temblando, aunque no por el frío.
. . . . . .
Después de pasar por esa situación tan dramática, quiso retomar su camino, pero fue en ese momento que visualizo una placa cerca suyo, la presionó y vio como el puente regresaba a ser uno normal. No pudo evitar soltar una risa irónica. Al menos, nadie más tendría que pasar por eso, la mujer sí que se lo había puesto difícil ahí atrás. Otra cosa que notó, fue la ausencia de su compañero de viaje, Flowey. Lo llamó un par de veces, pero nunca recibió una respuesta. No le quedaba de otra que seguir solo, sobre este páramo helado.
—Parece que mis manos se están recuperando poco a poco. Sería genial encontrar un lugar para descansar; estoy exhausto —otro mecanismo apareció frente a él, y, para su suerte, era como el primero. Estaba agradecido de no tener que involucrarse en más actividades de alto riesgo, al menos por ahora. Cuando cruzó la puerta, no pudo contener su felicidad. Sentía que se le formaban lágrimas de alegría al ver tal majestuosidad delante suyo—. ¡No puede ser...! ¡Son... bancas! Oh, Dios, gracias por escuchar mis plegarias. Sabía que no debía darme por vencido —en su estado actual, hizo lo que cualquier persona coherente haría... Se acostó en uno de los asientos para descansar. Cualquier cosa era mejor que el frío y solitario suelo. Acomodó su abrigo para que cubra todo su cuerpo y se dejó llevar hacia el maravilloso mundo de los sueños.
. . . . . .
No sabe cuanto tiempo pasó desde que se durmió, pero debe admitir que, a pesar de todo, pudo descansar relativamente bien.
—¡Uoah! ¡Hola mundo! ya volví. Dios, que bien abriga esto. Debería traer uno conmigo —se quedó maravillado con la sábana que lo cubría... Excepto que, no recuerda haber tenido una, para empezar—. ¿¡Pero qué...!? —se quedó estático por unos segundos, antes de verificar si estaba completamente solo... Y lo estaba. ¿Quién lo había ayudado? Era la cuestión que taladraba su cabeza. Tuvo la idea de regresar al local, antes del puente, pero no estaba seguro si sería bueno para su sanidad volver a encontrarse con esa maléfica estructura—. Supongo que no me queda de otra que tomar prestado esto. Intentaré devolverlo ni bien vea un residente cerca... Aunque no sé quien fue, para empezar. Creo que mis posibilidades de encontrarme con ella son más escasas ahora —sin Flowey, que era su única compañía, se sentía desamparado. Si bien podía actuar un poco gruñón, no lo consideraba un mal tipo, pero no era el momento de lamentarse, debía seguir, aún tenía un deber que cumplir. Se colocó la sábana sobre su capucha, después de todo, otra fuente de calor siempre es bienvenido en una situación como esta. Pero parece que, al fin, Dios estaba con él esta vez. No solo las bancas donde podía descansar, también se encontró a quien estaba persiguiendo por todas partes—. Es... ¡Es ella! ¡Sí, por fin! Después de tanto... —su comportamiento ahora podía ser comparado al de los niños que conoció más temprano. Fue tanto su entusiasmo, que no notó que la chica lo estaba mirando fijamente, parece que ahora había captado su atención. Y antes de que dijera algo más, ella empezó.
—¡Oh! ¡Hola! Disculpa, ¿podrías decirme tu nombre? Hace poco te vi durmiendo allá atrás, pero no te reconocí por tu ropa.
fue ahí donde Max se dio cuenta de que ella fue quien le había otorgado la sábana que traía consigo. Rápidamente, se la quitó para devolverla.
—O sea que fuiste tú quien me abrigó. Te agradezco, de verdad. Estaba en un momento vulnerable —mostró gratitud ante el gesto. Parece que realmente es alguien de corazón puro; no todos se atreverían a hacer eso por un extraño. Pero ella actuó sin dudarlo, y eso es algo que él reconoció.
—Descuida, me gusta ayu...¿dar?
Lamentablemente, no todo podía ser perfecto: otra ola de viento soplo con la fuerza suficiente para dejar el rostro del, ahora reconocible, humano al descubierto. se nota que fue una gran sorpresa para la joven, el saber que tenía un humano frente ella, sacó a relucir una oleada de emociones: Primero, fue sorpresa, luego incredulidad, después conflicto, cuarto fue realización y por último... Una sonrisa se formó en su rostro. Max pudo haber jurado que esa sonrisa le hizo sentir algo extraño, de diferentes formas.
—Ya veo... ¿¡Así que eres un humano!? Debo decir que tu camuflaje es muy bueno, pero no puedes ocultarte por siempre. Sabes, no hace mucho me uní a la guardia real, por lo que tengo un protocolo que seguir estrictamente. Y yo lo he memorizado casi a la perfección, por si se presentaba una situación como esta.
Como Max había previsto, este rumbo de los acontecimientos eran muy obvios, sin embargo, no pudo sentir ningún aura de maldad proveniente de la chica, así que decidió seguirle el juego... Una vez más.
—Je, Sí, me atrapaste. Parece que tendré que ser más cuidadoso la próxima vez —parecían niños interactuando de esa forma. Pero de lo que nadie se percató hasta este momento, fue en la posición que se encontraban—. Ah... eh... Tu objeto. No te olvides de agarrarlo.
-Oh..., Es verdad. Te lo agradezco —recibió lo ofrecido y lo guardo en su puesto, detrás—. Pero no te confundas, ser amable no te salvará de enfrentarte a la guardia real.
—Descuida, no se me ha olvidado —por alguna razón, se sentía cómodo con ella, incluso más que con Flowey.
—¡Muy bien, humano, espero que estés preparado!
—Descuida, yo nací preparado.
La sonrisa de ambos era amplia, se notaba la emoción en sus rostros, tal vez por diferentes motivos, pero el sentimiento era mutuo. Al siguiente instante, Max empezó a tener ese brillo que lo caracterizó desde que llegó a este lugar, con su alma a la vista de su rival.
—¡Vaya! es la primera vez que veo un alma humana... Es lindo —si la situación de antes lo había avergonzado, este inesperado cumplido lo hizo ponerse bastante rojo. Esto fue notado por la muchacha, que soltó una pequeña risa por su reacción—. ¡Bien! Como lo dice el primer párrafo del protocolo de la guardia real, deja que tu oponente dé el primer ataque. ¡Vamos! Golpéame con todo lo que tengas —ahora, eso descolocó a Max: "¿En serio la guardia real tiene ese tipo de reglas? ¿Es que son masoquistas o algo así?" pensó. De cualquier forma, no pensaba en atacar, solo iba a limitarse en esquivar, tal y como lo venía haciendo. Esto fue tan inesperado, que se quedó pensando el tiempo suficiente para que su contrincante hablara de nuevo—. Em... Disculpa, no sé si se me escuchó, pero te estoy dando la preferencia de iniciar el encuentro. No debería hacer esto, pero como es tu primera vez, te daré otra oportunidad.
—esto debe ser una broma —dijo internamente, sin creer en lo que escuchaba. No quería golpearla, eso iba en contra de sus principios—. Lo siento, pero no tenía planeado atacar. Solo iba a esquivar hasta que esto termine. Además, no sería capaz de lastimar a alguien tan linda.
Ahora era el turno de Martlet de sentir su dosis de vergüenza: "¿Acaso dijo que era linda?" se preguntó. De cualquier forma, debía regirse al protocolo. No solo su credibilidad estaba en juego, también los beneficios a los que no estaba dispuesta a renunciar.
—Siendo ese el caso, entonces solo tendré que actuar hasta hacer que te defiendas —acto seguido, movió sus alas de forma brusca. De ahí salieron una oleada de plumas tan duras y filosas como el metal. Max se dio cuenta de esto y empezó a esquivar lo mejor que pudo, menos mal que los ataques no eran tan violentos, de lo contrario, tendría muchos problemas—. ¡Vamos! ¡Si no contraatacas, te voy a lastimar!
Los proyectiles eran cada vez más complicados de manejar adecuadamente: a veces era rodeado, en otra ocasión, parecían ser teledirigidos e incluso utilizó sus alas para manipular el viento a su favor. Fue cuando sintió, por primera vez, esa sensación al ser alcanzado por un ataque, uno que iba directo al alma, en todo el sentido de la palabra. No era tan doloroso como se lo había imaginado, pero sí lo suficientemente desagradable como para no querer experimentarlo de nuevo. Lo más sorprendente era que, no importa los ataques que recibía, no tenía herida visible. Esto lo atribuyó a la energía misteriosa a la que Flowey denominó como "magia". Supuso que al ir directamente por su alma, una representación de su ser, no le dejaba secuelas físicas. Esto no le preocupaba mucho, pues podía recuperarse después. Realmente, estaba agradecido de que sea ella quien lo esté enfrentando ahora mismo; si no, no estaría seguro de poder sobrevivir tanto tiempo. Los ataques de la chica no iban con intenciones mortales, lo supo porque, cada vez que le llegaba uno, veía una mueca de preocupación en su rostro. Ella era demasiado buena, para su propio bien.
—Okey, esto no está sucediendo como esperaba, no me estás atacando en absoluto y no hay una guía de como actuar en una situación así... —se había preparado para recibir a un humano desde hace mucho, incluso antes de ingresar a la guardia real. Siempre escuchó, de sus más allegados, que los humanos eran seres despreciables y todo lo peor que se le pueda ocurrir. Claro, ella no se unió a la guardia real por ese motivo, se negó a creer en todo lo que escuchaba sobre la otra especie, ya que creía que todos poseían bondad en su corazón, y lo iba a demostrar... Pero no esperaba esto. Este humano, no solo se negaba a atacar, también tuvo la audacia de alagarla, algo de lo que no estaba acostumbrada—. Por favor, aunque sea una vez, ataca. Cualquier cosa que me mandes, lo soportaré —se sentía simplemente mal teniendo una batalla unilateral, por eso le pidió que se defendiera. No iba a continuar con esto si él no respondía.
—Lo lamento, pero mi respuesta es la misma —esas palabras no hicieron más que poner ansiosa a la chica, la cual se la veía con un semblante decaído. Max notó esto y no supo muy bien como continuar—. ¿En serio esto es tan importante para ella? —se dijo a sí mismo. No solo no quería lastimarla, tampoco poseía armas para siquiera hacer algo... Fue entonces cuando se le ocurrió—. ¡Lo tengo! ¡Dame un minuto! —dio la vuelta y se puso de cuclillas. La joven sintió extrañeza cuando hizo eso, pero esa emoción fue reemplazada por sorpresa cuando vio lo que tenía en manos.
—¿Eso es...? ¡Hmp! —un proyectil, más específico, una bola de nieve se estrelló contra su rostro.
—Usaré esto como arma, si no te importa —sonrió ampliamente mientras apuntaba hacia ella, preparando una ráfaga más potente. Esta última no pudo evitar sonreír, divertida por la ocurrencia del contrario. Ahora era su turno de seguirle el juego al chico, el mismo que había estado atacando por un buen rato.
Y, entre toda la diversión, un sentimiento floreció dentro de ella, felicidad. Felicidad por encontrar a este humano, felicidad por saber que sus ideas no eran erróneas, felicidad por saber que todo lo que ella escuchaba y "conocía" sobre toda su especie era falso. Y por fin podía demostrárselo a todos, pues tenía la prueba justo delante suya.
