NUEVO CAPITULO/ No olvides dejarme tu impresión y decirme si te hizo llorar o no?
Videl sintio incertidumbre mientras un gran miedo empezaba a gobernar su ser.
—¿Te gusta?— cuestionó de repente.
Goku parpadeó, sorprendido por la pregunta inesperada de Videl. Su mente había estado en otro lugar, pensando en el próximo partido, en lo que tenía que mejorar en su técnica de lanzamiento, pero esa pregunta lo sacudió. El comedor, normalmente un lugar de calma y relajación para él, ahora se sentía pequeño, opresivo.
—¿Qué?— respondió, incapaz de procesar completamente lo que acababa de oír.
—Quiero saber si te gusta —repitió Videl, su voz más firme, como si hubiera estado reuniendo valor para decir esas palabras. —¿Te gusta Bulma?—
La pregunta resonó en su cabeza. La imagen de Bulma, la chica siempre rodeada de admiradores, surgió en su mente. No era la primera vez que alguien le insinuaba que algo podía existir entre ellos, pero Goku nunca lo había considerado seriamente... hasta ahora. Hubo un cambio en su expresión, sus ojos mostraban un destello que no había estado allí antes, una chispa que revelaba una verdad que quizás ni él mismo había reconocido.
Goku no era de los que reflexionaban demasiado sobre estas cosas, pero en ese instante, algo en su interior se acomodó. Un reconocimiento silencioso lo invadió. Sí, le gustaba. Había algo en ella, en su forma de ser, que siempre lo paraba desconcertando y atrayendo.
—Creo que sí —admitió finalmente, su voz baja, pero clara.
Videl sintió cómo su corazón se detenía por un segundo, como si el mundo a su alrededor se desmoronara. Aquellas palabras, tan simples pero tan devastadoras, le provocaron un nudo en la garganta. Sus manos temblaron, y de repente, el comedor le pareció sofocante, insufrible. Sin decir nada, se levantó bruscamente de su asiento.
—Videl, espera —dijo Goku, claramente desconcertado por su reacción. Su mirada seguía sus movimientos, pero no entendía por qué se había puesto de pie tan repentinamente. ¿Había dicho algo mal?
Pero Videl no escuchó. El estruendo de sus propios pensamientos era ensordecedor mientras salía corriendo por los pasillos de la universidad. Las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos, borrosas y calientes, pero no intentó detenerlas. Su respiración se volvía cada vez más errática, su pecho subía y bajaba rápidamente, mientras sus pasos resonaban con furia contra el piso de mármol.
¿Bulma? Pensó con amargura. ¿Por qué siempre es Bulma? La rabia comenzó a crecer dentro de ella, como un fuego incontrolable. "¿Qué tiene ella que lo hace todo tan fácil? ¡A Oui también le gusta! Siempre es ella, acaparando la atención, la más inteligente, la más deseada. ¡La odio! No es justo..."
Las palabras resonaban en su mente mientras corría por los pasillos. Sus lágrimas seguían cayendo, cada una alimentada por el dolor y la ira que sentía. Se sentía insignificante al lado de Bulma, siempre en segundo plano, siempre en la sombra de esa chica que parecía tenerlo todo.
"No voy a permitirlo", se dijo a sí misma, apretando los puños mientras se detuvo un momento para recobrar el aliento. Sus manos temblaban, pero esta vez no solo de tristeza, sino de furia. "No dejaré que se salga con la suya, no esta vez."
El odio que sentía hacia Bulma se mezclaba con su propia inseguridad, creando un torbellino de emociones que la empujaba a una decisión desesperada. "Voy a hacer algo... Le quitaré lo que tanto quiere así como ella lo está haciendo conmigo." Se juró que no volvería a ser la chica que miraba desde las sombras. No esta vez.
El edificio de lujo donde se encontraba la oficina de Vegeta era imponente, con grandes ventanales que ofrecían una vista privilegiada de la ciudad. Al entrar, el sonido de sus pasos resonaba en los mármoles impecables mientras atravesaba el espacioso lobby y se dirigía al ascensor privado. Las inversiones de su corporación estaban en su mejor momento, pero hoy su mente estaba en otra cosa.
Cuando finalmente llegó a su oficina en el último piso, fue recibido por Bardock, que ya estaba allí revisando algunos informes. Bardock, aunque no era alguien que se dejara impresionar fácilmente, era un hombre con experiencia y sabía leer entre líneas. Vegeta lo saludó brevemente mientras se quitaba la chaqueta y se acomodaba en su escritorio.
—Las inversiones están mejor de lo que esperábamos —comenzó Bardock, con un tono pragmático. —El fondo ha crecido un 12% más este trimestre, y ya estamos por encima de los objetivos que fijamos al inicio del año. Esto debería darnos una posición bastante fuerte para la siguiente ronda de acuerdos.
Vegeta asintió, pero su mente estaba claramente en otra parte. Bardock lo notó al instante. Vegeta no solía mostrarse distraído, y menos aún en temas de negocios. Hoy había algo diferente en él.
—Te veo diferente, Vegeta —comentó Bardock, cerrando el informe y mirándolo directamente. —No sé... estás más... ¿animado?—
Vegeta se permitió una sonrisa fugaz, algo poco común en él. Su mirada, usualmente fría y calculadora, brillaba con un entusiasmo inusitado.
—Sí... estoy animado —respondió con una mezcla de orgullo y satisfacción.
Bardock lo observó con curiosidad, pero también con un dejo de preocupación. Sabía cómo era Vegeta, implacable, astuto, pero no solía entusiasmarse fácilmente, y menos por asuntos que no estuvieran ligados al poder o los negocios.
—¿Es por la hija de los Brief? —preguntó Bardock de repente, directo, como si ya hubiera atado los cabos en su mente.
Vegeta no respondió de inmediato, pero su mirada lo delató. La intensidad en sus ojos confirmaba lo que Bardock ya sospechaba. La joven Bulma Brief, una chica brillante y atractiva que había empezado a captar la atención de todos, especialmente de él.
—Vegeta, eso no está bien —repitió Bardock, ahora con más firmeza. Sus ojos se entrecerraron mientras analizaba a su colega. —Bulma es demasiado joven para ti. Si te involucras con ella, no solo podrías destruir tu reputación, sino también arruinar tu carrera. Piensa en lo que podría hacerle a la imagen que tanto te ha costado construir.—
Vegeta lo escuchaba en silencio, su rostro mostrando una calma imperturbable. Sin embargo, su mirada no se desvió, y Bardock entendió que estaba hablando con alguien que ya había tomado una decisión.
Antes de que Vegeta pudiera responder, la puerta de la oficina se abrió bruscamente y una mujer entró, moviéndose con la seguridad de quien no necesita pedir permiso. Era Chiaza, una modelo de renombre y su novia desde hacía un tiempo, lo saludó con una sonrisa radiante. Su belleza deslumbrante contrastaba con la tensión que se había instalado en la oficina.
—¡Vegeta! —exclamó con emoción mientras caminaba hacia él con determinación. Sin esperar respuesta, lo rodeó con los brazos y lo besó fervientemente en los labios.
Vegeta se tensó. La incomodidad se reflejó claramente en su cuerpo mientras la dejaba hacer, pero sin mostrar el entusiasmo que ella esperaba. El beso fue breve, casi automático. Chiaza, al separarse, lo miró con una mezcla de alegría y picardía.
—Te he extrañado tanto —dijo ella, su voz dulce, pero con un ligero reproche—. No te has comunicado conmigo mientras estuve fuera. Te has portado muy mal, Vegeta. ¿Qué ha pasado?—
Bardock, incómodo por la escena, se giró sutilmente hacia los ventanales, dándole a Vegeta un poco de privacidad, pero manteniéndose atento.
Vegeta se alejó de Chiaza con suavidad, pero firmeza, tomando sus manos y apartándolas de él. Sus ojos, fríos e implacables, ahora se centraban en la mujer frente a él.
—Tenemos que hablar —dijo Vegeta con un tono bajo y controlado, pero cargado de significado. Chiaza lo miró, desconcertada por el cambio de actitud.
—¿Hablar? —preguntó ella, su sonrisa menguando mientras la confusión se instalaba en su rostro. —¿Sobre qué?—
Vegeta la soltó lentamente, y su mirada se endureció.
—Más tarde te buscaré. Hay algo que necesito decirte, pero ahora no es el momento —añadió, su tono firme pero carente de emoción.
Chiaza lo observó durante un largo instante, tratando de leer lo que pasaba por su mente. La frialdad en sus palabras y la distancia que ahora sentía la desconcertaban. Sin embargo, no quiso hacer una escena. Con un gesto incómodo, asintió, aunque claramente afectada.
—De acuerdo... —dijo, su voz más suave, aún confusa—. Pero no te tardes. Estaré esperando.—
Chiaza le dio un último vistazo antes de girarse y marcharse, cerrando la puerta de la oficina con cuidado. El sonido del clic del pestillo resonó en el silencio que quedó tras su partida.
Bardock se giró lentamente hacia Vegeta, observando la escena con una mezcla de incredulidad y asombro.
—Estás loco, ¿sabes? —dijo Bardock, cruzando los brazos—. ¿Qué es lo que piensas hacer exactamente? Tienes una relación estable, y vas a tirarlo todo por la borda por una chica... Vegeta, estás a punto de arruinar algo importante. La carrera que has construido, tu reputación, todo está en juego.
Vegeta, sin inmutarse, lo miró directo a los ojos. —Voy a terminar con Chiaza —dijo con absoluta confianza.
Bardock lo observó fijamente, sorprendido por la seguridad con la que Vegeta hablaba. No había ni un rastro de duda en su expresión.
—¿Por qué? —preguntó Bardock, aunque ya lo sabía—. ¿Por Bulma Brief? ¿De verdad vas a hacerlo por ella?—
—Sí —respondió Vegeta con tranquilidad—. Estoy interesado en Bulma. Y no me importa lo que digan o lo que piensen. No me detendré.—
Bardock negó con la cabeza, claramente frustrado por la terquedad de su colega. Se acercó a la ventana, mirando la ciudad iluminada.
—Vegeta, no entiendes. Ella es peligrosa para ti. No en el sentido literal, sino en lo que puede representar. Es demasiado joven, pertenece a una familia influyente, y si haces algo que no le guste a su padre o a cualquier otra persona en su círculo, podrías ver todo lo que has construido desmoronarse—
Vegeta lo miraba sin parpadear, como si las advertencias de Bardock no lo afectaran en absoluto.
—Mi reputación y mi carrera me pertenecen, Bardock —respondió con una sonrisa confiada—. Y sé lo que quiero. Ya quiero a ella—
Bardock suspiró, frustrado pero resignado. Sabía que intentar razonar con Vegeta era inútil cuando éste ya había tomado una decisión.
—Entonces supongo que no hay nada más que decir —dijo finalmente—. Pero si esto sale mal, no digas que no te lo advertí—
Vegeta sonrió, una sonrisa que dejaba claro que estaba listo para cualquier cosa.
—No te preocupes por mí. Yo puedo confiar en ella...—
.
Al día siguiente, Vegeta caminaba por los pasillos de la universidad con una sensación de satisfacción inusual. Faltaba solo un día para el concurso de inteligencias, y sabía que Bulma lo ganaría. Había seguido su progreso con atención, y no tenía ninguna duda de que ella destacaría sobre los demás. Además, esa noche se celebraría el Black Fest, una fiesta importante en la universidad, y aunque Vegeta no solía participar en esos eventos, había considerado la posibilidad de asistir, al menos discretamente, para celebrar el triunfo de Bulma, que estaba seguro sucedería.
Caminaba con paso firme, su mente enfocada en el día por delante. Llegó a su salón unos minutos antes, como siempre, disfrutando de la calma antes de la llegada de los estudiantes. Se dirigió a su escritorio, organizando meticulosamente los papeles y asegurándose de que todo estuviera en orden para la clase. El aula estaba vacía, silenciosa, justo como a él le gustaba.
De repente, el sonido de unos pasos ligeros rompió la tranquilidad. Vegeta levantó la vista, extrañado al ver a Videl de pie en el umbral de la puerta. Sabía perfectamente que ella no asistía a esa clase, lo que lo hizo arquear una ceja en señal de curiosidad.
—¿Qué haces aquí? —preguntó sin rodeos, su tono distante, casi frío, sin desviar la mirada de los papeles que estaba revisando.
—Quiero hablar con usted, profesor —dijo Videl, con una determinación que no pasó desapercibida.
Vegeta apenas le lanzó una mirada fugaz antes de continuar con su tarea.
—Solo hazlo rápido —respondió con indiferencia—
Videl avanzó, su mirada fija en él, su paso decidido. Al llegar al frente del aula, se detuvo justo frente a su escritorio. Vegeta, por primera vez, dejó de hacer lo que estaba haciendo. Se apoyó sobre su escritorio, cruzando los brazos, y la miró directamente. Su mirada oscura y penetrante se clavó en ella como una daga, y aunque su postura seguía siendo distante y controlada, la intensidad en sus ojos era abrumadora.
Videl, que hasta entonces había mantenido su compostura, sintió un inesperado nudo en la garganta. No se lo esperaba. Jamás había tenido a Vegeta tan cerca, ni bajo esa mirada que parecía atravesarla. Nunca lo había visto así, con toda su atención puesta en ella. Se sorprendió a sí misma sintiendo una mezcla de nerviosismo y admiración. Los ojos de Vegeta, profundos y oscuros, parecían tener un magnetismo que la dejaba absorta. Su respiración se volvió algo errática, mientras su corazón latía más rápido de lo que le hubiera gustado admitir.
No podía apartar los ojos de él. Aquella sensación de autoridad, de poder, emanaba de cada poro de su ser. Jamás había visto a un hombre tan imponente, y esa cercanía solo lo hacía más evidente. Los músculos tensos bajo su camisa, la forma en que su mandíbula se apretaba, la seguridad con la que se plantaba frente a ella... era como si todo en él estuviera diseñado para imponer respeto.
—Bueno, ¿qué es lo que deseas? —repitió Vegeta con voz firme, impaciente, aunque esta vez la mirada fija en ella no mostraba ningún atisbo de paciencia.
Videl tragó saliva, obligándose a recordar por qué había venido en primer lugar. Pero por un breve instante, esa mirada intensa y ese semblante frío y hermoso la hicieron dudar de su capacidad de articular palabra. Comenzó a tartamudear ligeramente, sintiendo cómo el peso de su decisión y las consecuencias posibles se cernían sobre ella.
—Yo... yo... —titubeó, sintiendo un nudo en la garganta mientras sus manos temblaban levemente a los lados—. Es que... yo...
Vegeta, siempre perceptivo, notó el cambio en su actitud. Su ceño se frunció ligeramente, pero mantuvo la misma postura fría e impasible. Sin embargo, en sus ojos había una chispa de curiosidad, casi imperceptible.
—¿Qué es tan importante, Videl? —dijo con una calma peligrosa, su tono bajo, pero cargado de autoridad—. Solo dímelo.
Ese impulso fue suficiente para que Videl respirara hondo, reuniendo fuerzas de donde podía. Alzó la mirada con determinación y, sin dudar más, dejó escapar lo que la había llevado hasta allí.
—Lo sé todo, profesor. Sé que está teniendo un romance con Bulma.—
En ese instante, aunque su rostro seguía siendo una máscara impenetrable, algo en el interior de Vegeta se tambaleó. El control que siempre mantenía sobre sus emociones sufrió una pequeña pero notable fisura. Aquellas palabras, que él jamás habría esperado escuchar de Videl, lo desestabilizaron internamente. No mostró nada, su expresión permaneció imperturbable, pero dentro de él, algo comenzó a desmoronarse. Una sorpresa incómoda lo atravesó, y junto con ella, una sensación de traición que no supo cómo manejar en ese momento.
Se quedó en silencio, observándola, esperando que continuara, aunque por dentro, su mente se debatía entre la incredulidad y la ira. ¿Cómo era posible que supiera algo? Bulma le había jurado que jamás contaría lo que había entre ellos, que su relación quedaría en el más absoluto secreto. Y ahora, frente a él, estaba esta joven, insinuando que lo sabía todo.
Videl, interpretando el silencio de Vegeta como una confirmación, continuó hablando, su tono más agudo, como si cada palabra fuera una estocada dirigida a su orgullo.
—Ella es muy joven para usted —dijo, con una mezcla de desafío y reproche—. Usted es nuestro profesor, debe mantener una actitud profesional hacia nosotros, pero con Bulma... usted es otro. Lo sé, ella me lo contó todo.—
Aquella mentira caló profundamente en Vegeta. Por un momento, sus pensamientos se nublaron de decepción. ¿Acaso Bulma realmente había roto su promesa? La idea de que ella hubiera hablado sobre lo que compartían lo golpeó más de lo que esperaba. Era una mujer joven, sí, pero él había confiado en su palabra. Su mente comenzó a cuestionar cada conversación, cada encuentro. ¿Había sido un error confiar en ella? ¿Había sido demasiado arrogante al pensar que podía controlar la situación?
—Usted sabe que muchas compañeras se sienten atraídas por usted —continuó Videl, envalentonándose con cada palabra—, pero Bulma... ¿ella? ¿Ahora se ha convertido en su trofeo? ¿O acaso es usted el de ella? Considerando que ahora usted dejó su ética de lado—
Cada palabra era un golpe directo a su orgullo y lo llenaba de una mezcla de rabia y decepción. Aunque su rostro seguía siendo una máscara fría e imperturbable, dentro de él se encendía una furia contenida. Bulma había jurado que nunca traicionaría su confianza. ¿Por qué habría de hablar con Videl? Acaso ahora todos los sabían...
Finalmente, Vegeta dejó que el silencio se instalara entre ellos. Videl lo miraba, como si esperara una explosión, una reacción visible que confirmara que había tocado un nervio. Sin embargo, él mantuvo su mirada fija en ella, su expresión fría como el hielo. Respiró hondo, manteniendo el control sobre la ira que hervía en su interior.
—¿Tienes pruebas de lo que acabas de afirmar? —preguntó Vegeta, su voz baja pero afilada como una hoja. Era una pregunta cargada de veneno, una que cortaba el aire con la tensión que había en la sala.
Videl, al escuchar la frialdad en su tono, se dio cuenta de que había dado un paso peligroso. Su seguridad vaciló por un instante, pero no podía echarse atrás.
—No —admitió, con menos confianza de la que había mostrado antes—, pero lo sé. Lo sé todo—
Vegeta la observó fijamente, con esos ojos negros que parecían penetrar hasta lo más profundo de su ser. Videl sintió que todo el aire se había vuelto denso a su alrededor, y por primera vez, se dio cuenta de que estaba frente a un hombre mucho más peligroso de lo que imaginaba.
—Entonces no tienes nada —respondió Vegeta, su voz casi un susurro, pero cargada de una amenaza silenciosa. Su mirada se mantenía imperturbable, pero en su interior, la decepción y el enojo continuaban creciendo.
Mientras se giraba ligeramente hacia su escritorio, intentando contener la tormenta interna que lo azotaba, la pregunta seguía resonando en su mente. ¿De verdad Bulma había contado algo? Aquello lo desmoronaba por dentro. Si ella había roto su palabra, ¿en qué más podría haber mentido?
Videl respiró hondo, tratando de encontrar fuerzas ante la respuesta fría de Vegeta. Sabía que había cruzado una línea peligrosa, pero no estaba dispuesta a retroceder ahora. El ambiente estaba cargado de una tensión insoportable, como si cada segundo de silencio aumentara la presión entre ellos.
—No puede acercarse más a Bulma —soltó de repente, su voz temblorosa pero firme. Había recuperado algo de valentía—. Si lo hace... lo acusaré, ella es menor que usted, podría tratarse de un abuso—
La amenaza flotó en el aire, pero no tuvo el efecto que Videl esperaba. Vegeta permaneció inmóvil, apenas moviendo la cabeza para mirarla de reojo. Su expresión era impasible, pero en sus ojos oscuros se percibía algo más profundo. Desprecio, tal vez, pero sobre todo una frialdad cortante que hacía que el ambiente a su alrededor se sintiera glacial.
Con un movimiento lento y deliberado, Vegeta se enderezó y caminó hacia ella, no lo suficiente para intimidarla físicamente, pero lo bastante cerca como para que la presencia de él la aplastara con su mero ser. Cuando habló, lo hizo con una calma calculada, casi indiferente, pero sus palabras tenían el peso de una sentencia.
—No tengo nada con Bulma Brief —dijo con una dureza que resonó en cada rincón del aula.
Videl sintió cómo esas palabras le atravesaban. No fue el contenido de lo que dijo lo que la impactó, sino el tono. En un solo instante, comprendió que algo se había roto, algo que había estado ahí entre Bulma y Vegeta y que, al pronunciar esas palabras, él mismo acababa de destruir. No era una negación para protegerse, ni una defensa ante su amenaza. Vegeta no estaba mintiendo. Fuera lo que fuera que había entre ellos, en ese preciso instante, él lo acababa de enterrar.
Videl lo entendió. El impacto de la revelación la golpeó como una ola helada, y sin saber exactamente cómo reaccionar, solo afirmó con la cabeza. Ya no había nada más que decir.
Sin mediar palabra, se giró lentamente, sintiendo un nudo en el estómago. Caminó hacia la puerta con pasos pesados, como si cada paso fuera más difícil que el anterior. Antes de cruzar el umbral, se detuvo por un breve momento, su mano aferrándose al marco de la puerta, pero no miró hacia atrás. Sabía que no había vuelta atrás. Después, salió del salón, dejando a Vegeta solo con sus pensamientos.
Cuando la puerta se cerró tras ella, el silencio inundó la habitación. Vegeta permaneció de pie por un instante, su mirada fija en el vacío. A pesar de que había mantenido su compostura, internamente sentía que algo lo había sacudido. Lo que Videl había insinuado, y peor aún, lo que él acababa de decir, lo dejaban con una amarga sensación de vacío.
.
Bulma se sentía enérgica aquella mañana, emocionada por el concurso de inteligencias que se aproximaba. Los nervios revoloteaban en su estómago, pero había algo en lo que encontraba consuelo: el apoyo de Vegeta. Sabía que había tenido al mejor tutor, y eso la hacía sentir segura. Su mente estaba llena de recuerdos de las clases intensas que había compartido con él, de sus miradas furtivas y de las palabras casi casuales que habían ido construyendo algo mucho más profundo entre ambos.
"Estoy nerviosa, pero sé que tuve un excelente tutor. Gracias por todo, Vegeta. Sé que voy a ganar por ti. Sabes te diré algo... te amo"
Envió el mensaje y esperó, convencida de que recibiría una respuesta rápida. Era lo habitual entre ellos. Desde que habían empezado a verse fuera de clase, su comunicación había sido constante, casi natural. Pero esta vez, los minutos pasaron sin que la pantalla de su teléfono se iluminara con una respuesta. Bulma frunció el ceño, pero no le dio mucha importancia al principio. Pensó que quizás Vegeta estaba ocupado, como solía estarlo. Aun así, algo en su interior no estaba en paz.
Intentó distraerse caminando por su casa. Al llegar a la sala, se detuvo al ver a sus padres alistándose apresuradamente para otro viaje. Era uno más de los muchos que habían realizado últimamente, siempre dejándola atrás. El entusiasmo que había sentido esa mañana se desvaneció ligeramente al recordar lo ausentes que sus padres estaban en su vida.
—¿Se van otra vez? —preguntó Bulma, cruzándose de brazos, tratando de sonar casual aunque el resentimiento era evidente en su tono.
Su madre, ocupada empacando, apenas le lanzó una mirada breve, pero fue su padre quien respondió, sin siquiera detenerse a mirar a su hija.
—Sí, un viaje de negocios importante, Bulma. No podemos posponerlo.
—¿Y el concurso? —replicó ella, con un deje de incredulidad en la voz—. Pensé que estarían aquí para verme competir.—
Su padre bufó, minimizando la importancia del evento.
—Hay cosas más importantes en las que enfocarse, Bulma. Seguro lo harás bien, pero no es algo que pueda detener nuestros planes.—
Aquellas palabras la golpearon con más fuerza de la que había anticipado. Se quedó en silencio mientras sus padres continuaban con sus preparativos, ajenos a su malestar. A pesar de todos sus logros, de su brillantez y de todo lo que hacía, parecía que nunca lograba captar su atención. Su vida giraba en torno a sus propios intereses, y ella quedaba relegada, como si sus preocupaciones y sus emociones fueran detalles menores en un esquema más amplio del que estaba excluida.
Bulma los observó partir, sintiendo una sensación de vacío que se expandía dentro de ella. Intentó sacudirse esa tristeza, recordándose a sí misma que no estaba sola.
"vegeta..."
Decidida a no dejar que la falta de interés de sus padres la desmoronara, volvió a tomar su teléfono y revisó el mensaje que le había enviado a Vegeta. Aún no había respuesta. Frunció el ceño y, esta vez, decidió llamarlo. Escuchó el tono de llamada resonar una y otra vez, hasta que finalmente el buzón de voz contestó. Colgó, confundida.
"¿Por qué no contesta?" La duda comenzó a apoderarse de ella. Trató de convencerse de que era una coincidencia, que Vegeta seguramente estaba ocupado, pero algo en su interior no podía evitar sentir que algo no estaba bien. Volvió a marcar, y de nuevo, la llamada no fue respondida.
Se sentó en su cama, con el teléfono en las manos, sintiendo cómo la ansiedad se instalaba lentamente en su pecho. Habían quedado en mantener una comunicación fluida, en verse siempre que pudieran, y hasta ahora, había sido así. Entonces, ¿por qué de repente sentía que él estaba tan lejos? La idea de que algo pudiera haber cambiado sin que ella lo supiera empezó a atormentarla.
Pasaron las horas y, a pesar de que trató de concentrarse en estudiar para el concurso, su mente volvía una y otra vez a Vegeta, a su ausencia inexplicable. Se sentía impotente, como si de repente estuviera perdiendo el control de algo que creía seguro. Y lo peor era que no sabía por qué.
La noche cayó, y el silencio persistió. Ni un solo mensaje, ni una llamada de regreso. Vegeta seguía ausente. La incertidumbre se convirtió en un peso aplastante, una mezcla de frustración y miedo que no podía sacudirse.
Acostada en la oscuridad de su cuarto, Bulma apretó los puños, con los ojos cerrados. No podía evitar preguntarse qué había hecho mal.
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Esa misma noche Vegeta ingresó al departamento de Chiaza, su andar firme, pero su expresión más oscura de lo habitual. Ella, que lo había estado esperando con cierta preocupación, se levantó del sillón al verlo entrar. El silencio llenó el espacio durante unos segundos, mientras ambos se miraban. La tensión era palpable, pero no era del tipo que solían compartir. Esta vez había algo distinto en Vegeta, una especie de cansancio emocional que Chiaza no había visto antes.
—Mañana es el Blackfest —dijo él, rompiendo el silencio, con la misma frialdad con la que solía hablar cuando algo lo incomodaba—. Acompáñame.—
Chiaza, al escuchar aquellas palabras, sintió un pequeño alivio recorrer su cuerpo. Sonrió, aunque el nerviosismo seguía presente. Había estado preocupada por lo que él tenía que decirle. Pero ahora, con su invitación al Blackfest, las cosas parecían estar bien. O eso quería creer.
—Claro que sí —respondió con una sonrisa más abierta, acercándose a él, buscando consuelo en el momento—. Pero... ¿qué es lo que me tenías que decir, Vegeta?—
La pregunta quedó suspendida en el aire, y ella lo observó con detenimiento. Sabía que había algo más, algo que él no había dicho todavía. A pesar de su exterior aparentemente frío, Chiaza había aprendido a leer las pequeñas señales en Vegeta, esos detalles sutiles que lo delataban.
Vegeta la miró fijamente, como si estuviera tratando de encontrar las palabras adecuadas. Había una tristeza oculta en su mirada, pero también algo de resignación. Con un ligero suspiro, disimulando sus emociones, habló con voz firme.
—Tal vez tengas razón... —dijo, su voz más baja de lo habitual, casi como si fuera una confesión—. Debemos formalizar lo nuestro—.
Las palabras la golpearon con una mezcla de sorpresa y alegría. Durante meses, había soñado con ese momento, con la idea de que Vegeta finalmente decidiera dar el paso que tanto anhelaba. Había tenido dudas, por supuesto, pero ahora que lo escuchaba de sus labios, todo parecía más real.
Chiaza sonrió, esta vez con una emoción casi infantil, una chispa de felicidad en sus ojos. Se acercó más a él, casi queriendo abrazarlo.
—¿De verdad lo dices? —preguntó emocionada, como si no pudiera creerlo—. ¿Vamos a formalizarlo, Vegeta?—
Él asintió lentamente, pero su mirada permanecía distante. Para Chiaza, esa respuesta era todo lo que había estado esperando. Sin embargo, ella no percibió la tormenta que él ocultaba, ni la decepción silenciosa que lo envolvía mientras trataba de convencerse de que aquello era lo correcto, a pesar de lo que su corazón le estaba diciendo.
Mientras ella sonreía, llena de emoción, Vegeta no pudo evitar sentir el peso de la traición que creía que había sufrido, una que lo había llevado a buscar consuelo en una decisión que no estaba completamente seguro de querer.
Continuará...
N.A/ Hola queridos lectores
Este capitulo estuvo triste pero es parte de lo inevitable, espero les haya gustado esta actualización!
Dejame tu comentario y dime si quieres más!
Nos vemos!
AMAPOL
