Bulma llegó al baño sintiendo cómo la presión en su pecho se volvía insoportable, como si cada paso que daba al alejarse de él aumentara el peso de la tristeza acumulada en su interior. Apenas cerró la puerta, sus lágrimas comenzaron a caer sin contención, rompiendo el nudo que había intentado sostener durante los últimos minutos. Se dejó caer contra la pared, sus manos temblando mientras cubría su rostro, permitiendo que el llanto fluyera con una fuerza que ni siquiera había anticipado.

Cada sollozo era una liberación de todo lo que había estado guardando, todo el dolor, la traición y la incredulidad. Sentía que el maquillaje se desvanecía de su rostro, que sus ojos se hinchaban y enrojecían, pero en ese momento no le importaba. Solo quería llorar hasta vaciarse, hasta que el dolor dejara de ser tan agudo, tan desgarrador. Las palabras de Vegeta, su indiferencia, esa frialdad absoluta con la que había permitido que otra mujer lo besara frente a ella, todo eso se repetía en su mente, desarmándola, rompiéndola en pedazos.

Después de unos minutos, escuchó murmullos y risas que se filtraban desde afuera, recordándole que no estaba sola en ese lugar. Sintiéndose expuesta, rápidamente se limpió el rostro con las manos, intentando borrar las huellas de las lágrimas que corrían por sus mejillas. Respiró hondo y trató de recuperar la compostura, al menos por fuera, pero la rabia comenzaba a surgir en ella, reemplazando la tristeza.

La imagen de Chiaza besando a Vegeta apareció en su mente con una claridad dolorosa. El modo en que él había aceptado ese beso, su expresión impasible y fría, como si ella, Bulma, no estuviera allí, como si no importara en absoluto. Era como si cada gesto, cada palabra de él se hubieran convertido en una mentira hiriente. Todo lo que había creído que compartían se desvanecía en una traición evidente, una cruel farsa en la que ella había sido la única que realmente había sentido algo.

—Me engañaste… —murmuró, sintiendo cómo la ira y la cólera invadían cada rincón de su ser—. Todo este tiempo, solo fui un juego para ti. ¡Un maldito engaño!

El rostro de Vegeta, sus ojos, sus palabras frías y despectivas, todo eso se transformaba en un recordatorio constante de su traición. Él siempre estuvo con ella, pensó con amargura. Todo este tiempo, mientras yo… mientras yo crei en él, pero solo me vio como una mocosa imbecil e ingenua. La decepción se transformó en furia, una furia que la fortalecía, que la hacía sentir que, de alguna manera, aún podía protegerse de ese dolor.

Se enderezó y respiró profundamente, decidida a no volver a derramar una lágrima por alguien que no merecía su confianza.

Bulma se miró en el espejo, secándose las últimas lágrimas y conteniendo la tormenta de emociones que sentía. Con las manos firmes, volvió a colocar su maquillaje con precisión, cubriendo las huellas de tristeza en su rostro, delineando sus ojos con cuidado y recuperando poco a poco su aspecto imperturbable. La ira y el resentimiento le daban fuerzas, encendiendo ese ímpetu que siempre la había caracterizado. Era el mismo impulso que la ayudaba a seguir adelante, incluso ahora, cuando el dolor aún latía en su pecho.

Enderezó sus hombros, respiró hondo y, con una mirada desafiante al espejo, salió del baño con una nueva determinación.

Al instante, varios de sus amigos, que evidentemente la habían estado buscando, se acercaron con expresiones de preocupación.

—Bulma, ¿estás bien? —preguntó Yamcha, mirándola con atención.

Ella le sonrió con naturalidad, una sonrisa que ocultaba el huracán en su interior. —Sí, sí, solo necesitaba un momento sola —respondió, tomando una copa de licor que alguien le ofrecía. Bebió de un trago, sintiendo el ardor que recorría su garganta y la hacía sentirse un poco más segura, más ligera. Más fuerte, pensó. Levantó la segunda copa que le ofrecieron y la bebió con la misma ligereza, dejando que el licor entibiara sus pensamientos y apaciguara la furia que aún palpitaba dentro de ella.

Mientras trataba de mantener la calma y distraerse con sus amigos, de repente lo vio. Goku había llegado, y su sola presencia parecía atraer las miradas de todos en la sala. Estaba sorprendentemente apuesto, con unas prendas mas casuales y menos deportivas que acostumbraba usar, dandole un porte muy varonil y misterioso que contrastaba con su habitual energía juvenil. Bulma se quedó mirándolo, sus ojos detenidos en él sin poder evitarlo.

Goku notó su mirada y con una sonrisa cálida, se acercó a ella, sosteniéndole la mirada de una forma que desarmaba sus defensas, como si él pudiera ver más allá de sus ojos y reconocer su dolor. Fue una sonrisa suave, genuina, que iluminaba sus ojos de una manera que parecía atravesarla.

—Hola— menciono directamente prestando toda su atención a ella.

Bulma a pesar de sus atribulados sentimientos, sonrio y movida por un impulso incontrolable, por una necesidad desesperada de sentir algo que no fuera ese vacío doloroso que la había consumido, aquella peliazul se acercó a él con paso decidido. Sin darle tiempo a reaccionar, se inclinó hacia él y, antes de que pudiera pensarlo, lo besó en los labios.

El gesto fue tan inesperado que todos alrededor quedaron en silencio, sus amigos mirándolos con sorpresa. Goku, por un momento, se quedó en shock, con sus ojos abiertos y sin comprender del todo lo que acababa de pasar. Pero en un instante, algo dentro de él pareció comprender la fragilidad y la necesidad detrás de ese beso, y cerró los ojos, correspondiendo de la misma manera, sus labios suaves pero firmes sobre los de ella.

Bulma sintió cómo su corazón latía con fuerza, cómo el calor de su boca llenaba los huecos que la traición le había dejado. Los sentidos parecían intensificarse; el sabor de sus labios, el calor que emanaba de él, todo parecía cobrar una intensidad inesperada. Se dejó llevar, aferrándose a esa calidez, sintiendo el contraste con la frialdad que había sentido momentos antes. En el fondo, sabía que el licor y el despecho avivaban esa chispa en su interior, pero en ese momento, solo importaba sentir algo distinto, algo real y sincero.

A unos metros de ellos, Videl se quedó paralizada, sus ojos abiertos con una expresión de incredulidad y sorpresa al verlos. El beso entre Bulma y Goku parecía romper el ambiente en mil pedazos, creando una tensión que todos los presentes podían percibir.

Bulma cerró los ojos, dejándose envolver por esa calidez. En el contacto de sus labios con los de Goku, el dolor, el resentimiento y la traición parecían desvanecerse por un momento, dándole un respiro en medio del caos.

El beso entre Bulma y Goku se rompió al instante en que escucharon los aullidos y silbidos de todos a su alrededor. Los comentarios y las exclamaciones llenaron el ambiente, cada palabra avivando la calidez de sus rostros.

—¡Vaya! ¡Eso nadie lo veía venir! —gritó uno, riendo con incredulidad.

—¡Y nosotros pensando que solo eran amigos! —comentó otro, sacudiendo la cabeza mientras reia con picardia.

—¿Cuánto tiempo lo tenían guardado, eh? —dijo Yamcha, totalmente incredulo mientras veia como algunos aplaudian y se reian por esa escena inesperada, aunque se sintio desganado, con eso ya no habia posibilidad de intentar nada con aquella peliazul.

Bulma parpadeó, saliendo del trance, notando cómo todas las miradas estaban puestas en ellos. Sus amigos miraban con sorpresa, y algunos con sonrisas cómplices. A su lado, Goku también había reaccionado, mirándola con una mezcla de sorpresa y desconcierto, sus ojos buscando una explicación en el rostro de ella, aunque sin decir una palabra. La intensidad de su mirada la hacía sentirse vulnerable y, a la vez, una chispa de ese doloroso impulso seguía quemando dentro de ella.

Tomó aire, aún sintiendo el sabor de sus labios en los suyos, y sin poder detenerse, con una voz apenas audible, le dijo:

—Te necesito, Goku. Esta noche… —su voz era temblorosa, casi una súplica— no te alejes de mí, solo esta noche…

El silencio entre ellos se volvió abrumador, casi como si solo existieran los dos en la fiesta. Goku la miró, sorprendido por la intensidad de sus palabras, por la expresión en sus ojos. Apretó los labios, sin saber cómo reaccionar, pero su mirada mostraban una comprensión profunda, una empatía genuina hacia ella.

—Bulma… —murmuró, apenas procesando lo que acababa de escuchar.

Ella se mordió el labio, su corazón latiendo desbocado mientras sentía que acababa de abrirse a él de una manera que jamás había pensado. Pero no había vuelta atrás; el dolor y el despecho la empujaban a necesitar algo, alguien que pudiera darle una sensación de calidez en medio de su tormento, pero antes de que Bulma pudiera decir nada más, sintió cómo alguien la jalaba bruscamente del brazo, alejándola de Goku y de los comentarios que los rodeaban. Era Videl, quien la apartó con determinación, su expresión mezcla de enfado y decepción.

Mientras tanto, los amigos de Goku se acercaron a él entre risas y bromas, dándole ligeros empujones y riéndose del momento ya que jamás el habia sido asi de expuesto.

A unos metros de distancia, Videl miraba a Bulma con una mezcla de incredulidad y rabia contenida.

—¡Cómo pudiste hacer eso! —le reclamó en un tono agitado—. Sabes perfectamente que… que yo estoy interesada en Goku, ¡que diablos te pasa! ¿Cómo fuiste capaz de…?

Bulma suspiró, llevándose la mano a la frente, sintiéndose abrumada por todo lo que había pasado. Sabía que lo que acababa de hacer había sido impulsivo, que había actuado movida por sus heridos sentimientos.

pero ahora el reproche de Videl la estaba irritando aún más.

—Videl, lo siento, hoy dia, estoy… fuera de mi— menciono la peliazul mostrando su rostro entristecido.

Videl miró a Bulma detenidamente, tratando de entender el motivo detrás de su comportamiento impulsivo. De repente, un pensamiento oscuro y aterrador cruzó su mente: Esto era por Vegeta. Recordaba haber visto a Vegeta con su novia esa noche, y ahora, al pensar en la reacción de Bulma, el rompecabezas parecía encajar. ¿Acaso estaba actuando así con Goku solo por despecho, porque el verdadero objeto de sus sentimientos estaba con otra? El solo pensamiento la hizo sentir una mezcla de terror y ansiedad. Sabía que ella misma había desatado todo este conflicto; había sido su comentario a Vegeta lo que había sembrado la desconfianza en él, lo que había destruido cualquier vínculo que tuviera con Bulma. Y ahora, viendo el dolor en el rostro de Bulma, Videl no podía evitar preguntarse si había hecho lo correcto.

—Si alguien te ha roto el corazón, no tienes que usar a Goku para que lo alivie, el no tiene porque ser tu costal de consuelo, sé lo de Vegeta— menciono ella con reproche y cegada por sus celos.

—¿Qué? ¿De que estas hablando? — cuestiono ella con real asombro empezando a deducir cosas. —Ten cuidado con lo que insinuas Videl— menciono aquella peliazul sin querer entrar a detalle y menos tener que dar explicaciones.

La respuesta de Bulma solo aumentó la frustración de Videl. A pesar de la molestia que había sentido al saber el interes de Goku por ella, una sensación de remordimiento empezó a apoderarse de ella. Había querido proteger su propio interés en Goku, creyendo que al poner distancia entre Bulma y Vegeta las cosas cambiarían a su favor. Pero, en lugar de eso, había ocasionado que Bulma, desesperada y rota, se acercara aún más a él. Y ahora, en ese beso que acababa de presenciar, comprendía que sus acciones habían tenido un efecto contrario: en lugar de alejar a Bulma de Goku, la había acercado, impulsada por el mismo dolor que ella había provocado.

Videl de forma desesperada intentó hablar, buscando una forma de enmendar las cosas, de advertirle a Bulma. Pero antes de que pudiera articular una palabra, Bulma la interrumpió, sus ojos reflejando una mezcla de dolor y molestia.

—Mira, no tienes idea de lo que estoy sintiendo —dijo con voz temblorosa, y aunque sus palabras eran moderadas, el resentimiento estaba allí, visible—Ni siquiera entiendes lo que siento en este momento y ni te importa es evidente. Y… sinceramente, tampoco creo que puedas entenderlo, porque… no confío en ti.

Videl sintió cómo esas palabras la atravesaban. Era como si Bulma, con ese simple comentario, hubiera alcanzado a ver dentro de ella, como si su propio remordimiento y culpa estuvieran escritos en su rostro. —¿Qué- qué dices? —

—Alejate de mi, no necesito tenerte de amiga, cuando es evidente que no lo eres, ni lo soy para ti. — diciendo eso, Bulma se alejo de ella.

Al verla alejarse, sintió el peso de sus propias acciones caer sobre ella. Había buscado proteger su lugar junto a Goku, pero ahora, en lugar de acercarlo, había sido ella quien lo había alejado y ponia en riesgo cualquier posibilidad. "Que estúpida he sido"

Bulma camino decidida, con la mirada fria hacia la barra, pidio un vaso de licor y lo tomo de largo…

"Vaya… ¿quién hubiera pensado que terminaría así, con el corazón hecho pedazos y el rencor llenando cada rincón? Brindemos… brindemos por mis padres, esos extraños que llaman familia, siempre lejanos, siempre demasiado ocupados para mí. Brindemos también por los amigos… aquellos que se esconden detrás de la sonrisa mientras albergan envidia y traición. Y, por último, un brindis especial para ese maldito profesor que supo aplastar mi corazón, el que destrozó cada uno de mis sentimientos, el que me hizo creer en él solo para romperme en pedazos y dejarme aquí, convertida en alguien que ni siquiera reconozco. Sí… brindemos por esta nueva Bulma."

Bulma se alejo del grupo y se quedo sentada en la barra, Goku trato de darle su espacio, sin embargo algo lo hizo reaccionar, dejando a sus amigos de lado, fue hacia ella y observando cómo la joven peliazul llevaba otro vaso a sus labios. Sin dudarlo, lo apartó de sus manos, atrapando su mirada con la intensidad de alguien que se negaba a dejarla sola en ese estado.

—Bulma… ¿qué te pasa? —preguntó en voz baja, con una seriedad que pocas veces usaba— Pense verte diferente, animada por tu logro, pero no veo eso ¿Qué ocurre?

Ella lo miró fijamente, sus ojos pensativos, destilando una mezcla de rabia y tristeza apenas contenida. Intentó sonreír, aunque lo único que logró fue un gesto amargo.

—Al parecer, siempre descubres algo nuevo de mí, ¿no es así, Goku? —susurró, su tono lleno de una ironía venenosa que lo desconcertó.

Goku le dedicó una pequeña sonrisa, tratando de aliviar la tensión en su rostro, aunque sin perder esa mirada profunda que le pedía respuestas.

—Parece que sí, siempre estoy en el lugar y momento menos esperado para verte —admitió, sin soltar su preocupación. —Debo tener una maldita curiosidad por ti que genera esa coincidencia. Pero eso no importa ahora, Bulma. Quiero saber qué te pasa de verdad. ¿Por qué esa mirada?… como si… estuvieras triste, lo puedo ver en tus ojos, ¿qué ocurre? —

Ella sintió que sus defensas se quebraban, y al mirarlo, algo oscuro y atormentado surgió en sus palabras. Sin apartar la mirada, sin fingir ni un segundo más, dejó que todo se escapara de sus labios.

—Es que me rompieron el corazón, Goku… lo destrozaron —soltó, con una intensidad que sorprendió hasta a ella misma. — Me lo hicieron pedazos… como si no fuera nada—

Goku parpadeó sorprendido. No había esperado escuchar algo así, y mucho menos de aquella chica. —Entonces… —su voz era apenas un susurro, pero cargada de seriedad—, ¿es por eso que me pediste que no me alejara esta noche? ¿Y el beso que me diste? ¿Fue también por eso?

Bulma lo miró con una mezcla de sorpresa y vergüenza, pero el ardor del licor y el dolor la empujaron a ser honesta, a dejar salir cada pensamiento sin censura. Había pasado demasiado tiempo guardándose sus sentimientos, y ahora, frente a Goku, no podía mentir.

—Sí… supongo que sí, en parte. —Su voz temblaba un poco, pero al levantar la mirada y ver que él la observaba con esa intensidad, se sintió con la libertad de continuar —Fue un impulso, te vi y por un segundo, quise sentir algo que no fuera este vacío, algo que me diera un poco de calidez. Quería sentir que alguien, aunque fuera solo por esta noche, estaba realmente ahí para mí. —

Goku escuchó cada palabra con atención, su mirada fija en ella, y en sus ojos había una empatía sincera, una comprensión que la hacía sentirse expuest.

—Es extraño, ¿sabes? —continuó Bulma, con una leve sonrisa triste. —Jamás me había sentido así… tan perdida. Pensé que, al menos esta noche, todo sería distinto, pensé que había alguien que estaba ahí para mí, alguien que de verdad me importaba. Pero ya no sé qué es real y qué no. Y tú… tú apareciste, en el momento menos esperado, como siempre.

Goku ladeó la cabeza, sus labios esbozando una pequeña sonrisa. —Ya veo… siempre soy el que llega cuando menos lo esperas, ¿verdad? —El tono de su voz era suave, y la forma en que la miraba, sin apartar la vista ni un segundo, hacía que Bulma se sintiera atrapada entre la necesidad de alejarse y el deseo de quedarse.

—Es cierto —dijo ella con un leve suspiro. — Aunque debo admitir que tu presencia muchas veces me a puesto nerviosa, no me gusta sentirse evidenciada, sabiendo que no soy quien muchos creeen. —Se quedó en silencio, sintiendo que su propia sinceridad la dejaba sin defensas.

Goku, aún con la misma intensidad en la mirada, dio un paso más cerca de ella, tan cerca que podía sentir la calidez que emanaba de él. La miró con una franqueza inusual, como si por fin las palabras que siempre se había guardado salieran a la luz.

—No voy a negar que tengo curiosidad por ti, Bulma —dijo él, sus palabras pesadas, llenas de una honestidad que la atravesaba. —Eres… algo que no puedo ignorar, algo que me atrae, como si siempre estuviera esperando descubrir una nueva parte de ti. Y aunque apenas nos conocemos, siento que hay algo que no quiero perder, algo que quiero entender. —

—Creeme que es mejor que no lo entiendas— menciono ella sintiendose una tonta.

Goku sonrio ante eso recordando las veces de sus encuentros y su extraño comportamiento. —Pero esta noche… —su voz se suavizó aún más, y en sus ojos había una especie de promesa silenciosa. — esta noche no tienes que decirme nada. Solo quiero que sepas, que no estás sola. Porque yo estoy aquí, y eso es lo único que me importa, que por primera vez no te alejes de mi—

Bulma se quedó sin palabras, completamente atrapada por la intensidad de sus palabras. Nadie había sido tan abierto con ella, ni siquiera su profesor que usualmente cuidaba sus palabras. Había algo en Goku que la hacía sentirse vista, comprendida, como si él realmente pudiera sentir el dolor que llevaba en el pecho. Era casi abrumador, pero también profundamente tranquilizador.

Se miraron durante un largo momento, sin decir nada, pero cada segundo entre ellos parecía llenar el silencio de significados que ni siquiera podían poner en palabras. Bulma sintió que su corazón latía más rápido, como si algo en ella estuviera implorando por sentir consuelo, por sentir afecto sincero.

—No sé qué decir… —murmuró ella, sintiéndose vulnerable pero, al mismo tiempo, extrañamente cómoda con él.

Goku sonrió levemente y levantó una mano, colocándola suavemente sobre su hombro, transmitiéndole un calor que parecía reconfortarla.

—No tienes que decir nada. No esta noche. Si necesitas a alguien que esté aquí, solo tienes que decirlo. No voy a ir a ninguna parte.

Bulma lo quedo mirando en silencio con una expresión de incredulidad y necesidad al mismo tiempo, acaso realmente a alguien le podria importar, realmente la gente podria ser sincera alguna vez…

.

La autopista se extendía ante Vegeta como una línea infinita bajo la noche, con luces lejanas que parpadeaban en la distancia, apenas perceptibles. Mantenía la mirada fija en el horizonte, sus ojos oscuros y tensos, mientras el motor rugía bajo sus manos. Cada kilómetro que avanzaba sentía como si estuviera escapando, o quizás tratando de alcanzar algo que había quedado atrás.

A su lado, Chiaza observaba el perfil de su rostro, notando la frialdad y el vacío en su mirada. Desde aquella conversación con esa chica de la universidad, algo en él se había transformado, como si una sombra lo persiguiera y no le diera tregua.

—Vegeta, ¿qué te pasa? —preguntó, tratando de romper el silencio helado que los envolvía—. Estás diferente… frío. No sé, desde esa conversación…

Él no respondió, sus dedos tensándose un poco más en el volante. Sus pensamientos estaban lejos, y su expresión imperturbable, como si estuviera totalmente ausente de aquel momento.

El coche se desvió de la autopista, entrando en las calles más tranquilas de la ciudad, hasta detenerse frente al edificio donde vivía Chiaza. Ella lo miró confundida, y con un dejo de frustración en la voz, le preguntó:

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué me traes a mi casa? Pensé que estaríamos juntos esta noche.

Vegeta la miró, pero sus ojos seguían siendo fríos, casi vacíos.

—No es el momento, Chiaza. Solo vine a dejarte en casa.

Ella apretó los labios, su expresión reflejando una mezcla de incredulidad y enojo.

—Nunca te entiendo, Vegeta. No importa cuánto trate… simplemente no te entiendo —replicó, abriendo la puerta del auto y saliendo sin mirar atrás.

La puerta se cerró con un golpe seco, y Vegeta aceleró, alejándose sin decir una palabra. La noche oscura lo rodeaba, y el eco de las palabras de Bulma, de ese último encuentro, resonaba en su mente. Sus palabras, tan directas, tan definitivas: "Felicidades por liberar de su vida lo único que valía la pena, porque ya no lo tendrá más." Esa frase se repetía una y otra vez en su cabeza, como un golpe constante que no podía evitar.

Apretó el volante con más fuerza, sintiendo cómo algo en su pecho se comprimía dolorosamente. Los recuerdos de Bulma aparecieron uno tras otro: la forma en que lo miraba, esa sonrisa confiada que solo le dedicaba a él, las noches en las que habían compartido conversaciones que, en su momento, le parecieron insignificantes, pero que ahora parecían lo único que le daba sentido a su vida.

Y entonces recordó las palabras de Videl, aquellas acusaciones de que Bulma había hablado sobre ellos, sobre lo que compartían. Había creído en lo que Videl insinuó, sin darle a Bulma la oportunidad de explicarse, sin siquiera preguntar si era cierto. Su orgullo, su frialdad, lo habían llevado a actuar sin detenerse a pensar en cómo podía afectarla a ella, en lo injusto que había sido.

Su mente volvía a las palabras de Bulma, a la decepción que vio en sus ojos. Ese dolor y desolación, al recordar cómo ella le dio la espalda y lo dejó, lo estaban carcomiendo por dentro. Sin poder evitarlo, sintió una oleada de arrepentimiento recorrerle el cuerpo. Se dio cuenta, en ese momento, de que había perdido algo importante, algo que nunca había pensado que perdería. Había dejado que la desconfianza y su propio orgullo arruinaran lo que quizás había sido lo más cercano al amor que había conocido.

Llegó a su departamento en silencio, apenas consciente de cómo había llegado allí. Al cerrar la puerta, sintió que el peso de la soledad caía sobre él, llenando cada rincón. Se dejó caer en el sofá, pasando una mano por su rostro, como si tratara de borrar los pensamientos que lo atormentaban. Pero el vacío persistía, y la imagen de Bulma seguía viva en su mente, cada palabra de ella como un eco que lo hacía sentirse más y más desolado.

En un impulso, se levantó y fue hasta el mueble de la cocina, donde guardaba una botella de licor que rara vez usaba. Nunca había recurrido al alcohol para calmarse, pero aquella noche, la tristeza y el arrepentimiento parecían no darle tregua. Sirvió un vaso y lo miró durante unos segundos antes de tomar un trago. El ardor del licor le recorrió la garganta, pero el vacío en su pecho no desapareció. Solo sentía esa tristeza, esa amargura que lo llenaba por dentro y lo hacía preguntarse, una y otra vez, si había sido demasiado tarde para reconocer lo que realmente sentía.

.

Las horas avanzaron y la fiesta continuó, pero para Bulma, la noche se había convertido en una neblina de luces y sonidos lejanos, donde el licor había borrado los últimos rastros de su vulnerabilidad. La tristeza y el dolor que la habían envuelto al inicio parecían haberse transformado en una actitud diferente, una frialdad distante y una desinhibición que le daba una apariencia indescifrable, casi desconocida. Su sonrisa ahora era vaga, sus palabras, cortas, y sus ojos parecían mirar a través de las personas, sin realmente verlas.

Goku, quien había estado con ella entre sus amigos, observaba ese cambio con cierta incomodidad. Había visto cómo las emociones la envolvían antes, pero ahora, esta Bulma era diferente. Ya no estaba la sinceridad dolorosa que compartió con él, sino una expresión de dureza en sus gestos, en su forma de moverse, de hablar, como si intentara mantener a todos a distancia, incluido él.

Pasada la medianoche, Bulma suspiró y se levantó del asiento, tambaleándose un poco mientras recuperaba el equilibrio. Goku la observó con atención, preocupado.

—¿Bulma? —le preguntó, acercándose—. ¿Alguien viene por ti?

Ella lo miró directamente, con una expresión que mezclaba arrogancia y desinterés, una frialdad en sus ojos que lo desconcertó.

—No. Y no pienso llamar a mi chofer tampoco —respondió, con un tono cortante.

Goku frunció el ceño, pero asintió, decidiendo no insistir. —Entonces te llevaré yo.

Ella lo miró por un momento, como evaluando sus palabras, y finalmente asintió con indiferencia. No agradeció, ni mostró emoción alguna; simplemente se apartó del grupo y se dirigió hacia la salida, sin despedirse de nadie. Su actitud fría y desinhibida contrastaba drásticamente con la Bulma que él conocía, y eso lo llenaba de un desconcierto que apenas podía ocultar.

Conforme caminaban hacia el coche, Goku no dejaba de preguntarse qué estaba pasando realmente con ella, y por qué esa expresión de dureza había sustituido a la vulnerabilidad que ella le había mostrado tan solo unas horas antes.

Ya en el coche, Goku rompió el silencio, mirando a Bulma de reojo mientras conducía.

—¿Dónde está tu casa? —preguntó en voz baja, sin querer incomodarla pero preocupado por su estado.

Ella giró hacia él, su expresión envuelta en una mezcla de amargura y desdén.

—No quiero ir a casa —respondió, con tono cortante— Mi casa es solo un lugar ridículamente grande… y vacío.

Goku parpadeó, sin entender del todo a qué se refería. —¿Vacío? —

Bulma suspiró, irritada, y apartó la mirada hacia la ventanilla, como si la pregunta le hubiera parecido absurda. Su tono se volvió más ácido.

—Vacío, Goku. Mis padres nunca están. Jamás hay alguien a quien siquiera pueda pedirle un consejo. No hay nada. Hoy tampoco están, como siempre.

Las palabras se le escaparon con una crudeza que no pudo ni quiso ocultar. Él la observó, sorprendido; esta era otra faceta de ella que no conocía, un lado familiar e íntimo que no imaginaba en alguien como Bulma.

—Entonces… ¿dónde te gustaría ir? —preguntó, tratando de ser comprensivo, de entender lo que ella necesitaba en ese momento.

La peliazul se encogió de hombros, y su expresión cambió, mostrando una amargura profunda. —No importa dónde vaya. Todos los lugares están llenos de personas falsas, de mentiras… con sentimientos huecos.

Goku sintió que algo en la forma de hablar de Bulma lo estaba afectando. Cambió el tono de su voz, sin ocultar la seriedad con la que ahora la miraba.

—¿Entonces ya no confías en nadie? —preguntó, su voz llena de desconcierto—. ¿No confías en nadie, Bulma?

Ella lo miró, su expresión fría y cargada de resentimiento. —¿Por qué debería confiar en alguien? Todos tienen algún interés oculto. Nadie es sincero.

Las palabras de ella lo golpearon, y, sin pensarlo, detuvo el auto en una esquina desierta. Giró en el asiento y la miró fijamente, como si algo en la dureza de su tono lo hubiera sofocado.

—Eso no es verdad—replicó con una intensidad que la sorprendió—. ¿Acaso eres tan ciega que no lo ves?

Ella lo miró con los ojos entrecerrados, su rostro reflejando una mezcla de desafío y duda.

—¿Me estás diciendo que puedo confiar en ti? —le espetó, como si lo retara.

Goku asintió, sin apartar la mirada de ella. —Sí. Yo no espero nada de ti, Bulma. No necesito nada a cambio. Estoy aquí porque quiero estarlo.

La confesión hizo que algo en la peliazul se encendiera, un fuego en sus ojos que llevaba el rastro de su despecho, de esa traición y herida que llevaba por dentro. Lo miró con esa intensidad cargada de dolor y deseo de revancha, cada palabra saliendo con dureza.

—¿Es así, Goku? —dijo, su voz baja y temblorosa, llena de un ardor contenido. —Entonces, si es cierto… seré directa contigo. —Hizo una pausa, respirando hondo antes de continuar. —Estoy molesta. Me siento… herida, traicionada. Y no hay nadie en mi vida que pueda siquiera darme un consuelo decente. Nunca he tenido eso. Lo único que quiero ahora es venganza. Quiero sentir que no fui una tonta, que él no ganó. —

Goku se quedó sin palabras, paralizado, mientras la observaba. Bulma se inclinó un poco hacia él, sus ojos ardiendo con una mezcla de desesperación y rencor.

—Si dices que puedo confiar en ti… entonces ayúdame. Ayúdame a vengarme de él —dijo, con un tono tan directo que a Goku le costó procesarlo. —Ayúdame a demostrar que no necesito a nadie… ni a él, ni a nadie.

Goku abrió la boca, sin saber qué responder. Estaba impactado, no solo por sus palabras, sino también por la crudeza en su voz, la fuerza con la que pronunciaba cada sílaba, como si estuviera liberando todo el dolor acumulado.

—¿Bulma…? —murmuró, incrédulo, sintiendo que el dolor de ella lo golpeaba también a él.

Ella mantuvo la mirada fija en él, sin ceder un solo centímetro de su intensidad. —Si realmente estás aquí desinteresadamente, entonces no te molestará ayudarme, ¿verdad? Sabes lo que quiero, y sabes que lo necesito ahora… Necesito este consuelo, necesito que alguien esté a mi lado, aunque solo sea por despecho.

La sinceridad brutal en sus palabras dejó a Goku sin aire. Se dio cuenta de la profundidad de su dolor, del peso de su desilusión. Quiso decir algo, cualquier cosa, pero el silencio entre ambos era tan denso que ninguna palabra parecía suficiente.

Goku respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos en medio de la intensidad del momento. Miró a Bulma fijamente, sintiendo cómo su pregunta lo descolocaba y lo atraía a la vez.

—¿Qué es… lo que deseas de mí, Bulma? —preguntó, su voz apenas un susurro cargado de incertidumbre y expectación.

Aquella joven Brief esbozó una sonrisa que mezclaba dolor y desafío, y con la misma intensidad que había estado presente en su voz toda la noche, respondió con otra pregunta.

—Solo dime… ¿estarías dispuesto?

Goku sintió cómo su corazón se aceleraba. La franqueza en su mirada, la intensidad de sus palabras, lo dejaban sin aliento, pero también encendían en él una atracción que no había podido reconocer hasta ese momento. Su mente comenzó a llenarse de recuerdos: las veces que la había visto con esa chispa en sus ojos, las ocasiones en que la había encontrado con el rostro ligeramente sonrojado, sudoroso, la respiración agitada, su ropa arrugada y su expresión desafiante, como aquella vez en la universidad cuando todos la retrataban desnuda con real admiración. No podía evitar sentir la atracción y el deseo de estar cerca de ella de una manera que apenas podía entender.

—Solo… pídemelo —dijo finalmente, con un tono bajo y profundo que añadió más tensión al ambiente.

Bulma sonrió, y en sus ojos brillaba una mezcla de reto y aceptación, algo peligroso y tentador.

—Llévame contigo, Goku.

Él la miró, sus pensamientos entrelazados con el deseo y la incertidumbre de lo que significaba esa petición.

—¿A mi departamento? —preguntó, su voz un poco rota por la emoción contenida.

Ella asintió, su mirada cargada de una clara intención que lo atravesaba y lo dejaba sin aire.

Sin decir más, él arrancó el coche, sintiendo cómo la tensión entre ambos crecía con cada kilómetro que los acercaba. El peso de lo que iba a ocurrir estaba presente en cada segundo, y aunque las palabras no eran necesarias, ambos sabían que lo que compartían en ese instante era algo más profundo de lo que podían controlar.

.

Desparramado en el sofá de su departamento, Vegeta miraba el techo con una expresión sombría y vacía. Su camisa estaba desabotonada, dejando ver su torso marcado, y la botella de licor, ahora vacía, reposaba a su lado. La embriaguez le adormecía los pensamientos, pero no lo suficiente para borrar la sensación de vacío que lo invadía, de lo patético que se sentía por haber llegado a esa situación.

Era increíble que una simple "mocosa", como se obligaba a llamarla, hubiera logrado colocarlo en una posición tan vulnerable. Pero cada vez que intentaba convencerse de eso, su mente traicionaba sus palabras, llenándola de recuerdos de ella.

Recordó cada una de las veces que ella había irrumpido en su vida con esa mezcla de desafío y curiosidad en los ojos, cómo lo besaba con una pasión que parecía inagotable, cómo sus caricias eran sinceras, sin ninguna exigencia más allá de sus propios sentimientos. Con ella, se había sentido libre, capaz de ser él mismo, sin las barreras ni las máscaras que siempre mantenía. Había algo en esa entrega sin reservas que lo atrapaba, algo que nunca había sentido con nadie más.

Llevó una mano a su teléfono y lo desbloqueó, sintiendo un impulso desesperado. Al abrir los mensajes, vio una lista interminable de textos y llamadas perdidas de ella, cada uno de ellos un recordatorio de que la había ignorado, de que nunca le dio la oportunidad de explicarse. Deslizó el dedo por cada mensaje, leyéndolos uno a uno. Sus ojos comenzaron a brillar, la tristeza y el remordimiento apoderándose de él.

"¿Por qué no pregunté? ¿Por qué no le di la oportunidad de explicarme?" pensó, apretando los dientes y sintiéndose más jodido y estúpido con cada segundo que pasaba. Chiaza lo habia besado, ella vio todo y ahora seguramente creía que todo había sido una mentira, que él había jugado con sus sentimientos. Y, de alguna manera, tenía razón; nunca había terminado realmente con Chiaza, aunque en su mente, sabía que ya no la quería, que lo único que deseaba era a Bulma. Era una verdad dificil de justificar.

—¡Maldición! —murmuró entre dientes, su voz cargada de frustración. Se maldijo a sí mismo por haberla dejado ir.

Sin poder soportarlo más, marcó su número, sosteniendo el teléfono con un agarre firme mientras esperaba escuchar su voz. El tono sonó una vez, dos veces, y luego se cortó. Intentó de nuevo, y el resultado fue el mismo: su teléfono estaba apagado.

—¡Mierda! —exclamó, lanzando el teléfono sobre la mesa, su rostro contraído en una mezcla de desesperación y arrepentimiento. Se dejó caer de nuevo en el sofá, cubriéndose los ojos con el antebrazo mientras el silencio de la habitación lo envolvía, un silencio que ahora solo podía describir como una tortura insoportable.


Hola! regrese con este capitulo rapidamente, espero les guste!

Gracias por sus comentarios, ahora me dicen que les parecio este!

No vemos pronto

AMAPOL