CAPITULO FINAL


Llegaron al apartamento, sus pasos resonando suavemente en el pasillo antes de que él abriera la puerta. Al encender la luz, él miró de reojo a Bulma y murmuró, algo incómodo.

—Vivo solo… así que no esperes mucho. —

El departamento era amplio y algo desordenado, con objetos repartidos aquí y allá, pequeños rastros de una vida de soltero: una chaqueta sobre una silla, platos en el fregadero y un par de revistas en la mesa del centro. Era un lugar sencillo y acogedor a su manera.

Bulma se detuvo un momento, observando el espacio con una mirada que parecía perdida, como si analizara cada rincón del lugar, empezando a sentir cierto escalofrio, como si sus intenciones la llevaran al abismo. Goku cerró la puerta y se giró para verla directamente como si intentara leer en sus ojos y ante el silencio, intentó aligerar el momento.

—¿Quieres algo de tomar? —preguntó, señalando la pequeña cocina al fondo. —Ponte cómoda. —

Bulma asintió, dándose cuenta de que sus manos temblaban ligeramente mientras tomaba asiento. Sus ojos seguian recorriendo el lugar, notando algunos trofeos y medallas en las repisas, brillando entre el desorden.

—Vaya, ¿todos estos son tuyos? —preguntó, mientras se levantaba para examinar los trofeos más de cerca. —¿Eres una especie de estrella universitaria?

Él rió con modestia, encogiéndose de hombros mientras se acercaba con un par de vasos en la mano.

—He jugado con el equipo de béisbol desde que ingresé. Hemos ganado varios campeonatos, así que… sí, supongo que algo así. Aunque nunca lo pienso mucho.

Bulma lo miró fijamente, tomando el vaso que él le ofrecía.

—Sabes… todas las chicas en la universidad hablan de ti. Sobre tus triunfos y… otras cosas —añadió con una mirada despierta.

Goku se rió, algo avergonzado, frotándose la nuca. —¿Ah, sí? No sé qué puedan decir sobre mí, en realidad. —

—¿No lo sabes? Dicen muchas cosas, una de ellas sobre tu capacidad de juego y la segunda que… muchas se mueren por ti—respondió ella, casi en un susurro.

Goku le sonrió a Bulma mientras le entregaba el vaso.

—Así que… ¿asi hablan? No sabia de eso—dijo él con cierto estupor tratando de omitir ese detalle, ella lo noto.

Bulma se rió, nerviosa, dándole un sorbo a su vaso para disimular los nervios que le generaba estar ahí a solas…

—Supongo que debes estar acostumbrado a eso, ¿no? —

Goku se encogió de hombros, algo apenado. —Supongo, pero… no sé, nunca pienso en eso. Solo me gusta jugar. El equipo y los trofeos son parte de lo que hago.

Bulma lo observó detenidamente, sorprendida por la respuesta. Había esperado una actitud más presuntuosa, pero en cambio, veía a alguien con actitud… despreocupada…

—Eres algo diferente a lo que había imaginado— menciono ella moviendose hacia el comedor.

Goku la miró, intrigado, y un silencio cómodo se instaló entre ellos.

—¿Y tú? —murmuró él con tono bajo, acercándose lentamente—. ¿Eres lo que pareces, Bulma?

La pregunta la sorprendió, pero no retrocedió, aunque sintió que su pulso se aceleraba un poco. Goku la observaba de una forma intensa y cautelosa, como si estuviera tratando de leerla, de entender la verdad tras su imagen segura y directa.

—Tu me generas mucha curiosidad, es la primera vez que siento esa necesidad de saber cosas de alguien, como las siento contigo— Él se acercó un poco más, su mano rozando apenas la de ella sobre la mesa.

—Es una locura lo que te dije, lo que te pedi, ¿sabes? —susurró ella, tratando de mantener una compostura que se volvía cada vez más frágil.

—Si quieres que pare… —dijo, dándole la oportunidad de retroceder, pero con la mirada llena de una pregunta que aún no había formulado—, podemos parar aquí, y yo me alejo.

Bulma sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Algo en la manera en que él la miraba la hacía sentirse expuesta, desarmada, y por un momento giró el rostro, intentando desviar la mirada. Pero los recuerdos de Vegeta la atormentaban, clavándose en ella con una intensidad que aún dolía. Si no lloraba era porque se había prometido no mostrarse débil, aunque las ganas estaban ahí, arañándole la garganta.

Pero en lugar de contestar, ella cerró la distancia entre ambos, y su silencio fue todo el permiso que él necesitaba.

Bulma sostuvo sus mejillas con sus pequeñas manos, las sostuvo fuertemente y ahí en ese preciso momento puso en práctica todas las clases enseñadas por su maestro, sus besos ya no eran inexpertos y torpes, eran suaves y atrevidos, conforme la confianza crecia, se volvia más osada, mezclando su lengua, capturando sus movimientos, agilizandolos y dandole un expectaculo de vaiven, Goku estaba totalmente sorprendido, incluso llego a sentirse intimidado, tuvo que parar en seco para respirar un poco y posicionarla sutilmente sobre la pared, al hacer eso vio en ella aquella mirada que ya conocia, era aquella que habia visto en algunos momentos en la universidad, una que decia mucho y evidenciaba su estado que en esos momentos él preferió no imaginar, pero ahora lo podia confirmar, sus mejillas coloradas, sus labios hinchados, esa mirada… esa mirada… de una mujer excitada… pero ella era joven, muy joven para imaginarse en tremenda osadia…

—Sigo preguntandome, que tantas sorpresas tienes, pero esta noche, lo voy a averiguar— diciendo eso volvio a sus labios con fuerza, rapidamente se alejo momentaneamente para retirarse la chaqueta y sacarse el polo, dejando su torso expuesto, desnudo, mostrandole a Bulma su escultural anatomia, perfecta y fuerte.

Ella se quedo detenida, absorta, era como si sus decisiones le estaban mostrando lo peligroso de ese juego, y sin imaginarselo empezó a sentir miedo, algo que jamás habia sentido con Vegeta porque con él ella se sentia segura, pero con Goku… no.

Bulma se alejo de él, caminó hacia el comedor, sus pasos se sentían pesados, y la sensación de incertidumbre la envolvía. Mientras avanzaba, pensaba que estaba cometiendo un error, que todo esto era una manera torpe de vengarse de Vegeta, pero algo dentro de ella seguía empujándola a continuar. Quería que el dolor se disipara, que el vacío se llenara, pero a medida que la razón empezaba a regresar a su mente, la verdad se volvía más clara. Esto no la haría feliz.

"¿Qué estoy haciendo? Détente Bulma, salgamos de aquí, esto me da miedo…", pensó, su corazón latiendo fuerte en su pecho. "No es Goku, no es esto lo que quiero…" Era una lucha interna, pero a medida que Goku se acercaba, esa voz en su mente se desvanecía. Sabía que debía detenerse, que no podía seguir, pero las manos de Goku, tan firmes y seguras, estaban ya sobre ella, tocándola…

Cuando Goku la alcanzó, la mirada de él era decidida, su aliento entrecortado. Él estaba ahí, buscando algo más en su mirada. Bulma se dio la vuelta, su cuerpo ahora tensado, deseando escapar de esa sensación, de ese deseo que la embargaba por la tensión de su cuerpo. Pero antes de que pudiera dar un paso atrás, él la tomó del brazo, con firmeza pero sin brusquedad.

—No te vayas —dijo él, casi en un susurro, con una intensidad en su voz que la hizo detenerse en seco. Bulma podía sentir cómo su respiración se aceleraba. —Esta vez no te dejare ir—

—Goku, yo… —sus palabras se ahogaron en su garganta. "No es lo que quiero,no, no quiero esto" pensó, pero las emociones corrían desbordadas, y el atractivo de Goku, tan físico y tan inmediato, la hacía titubear, sobre todo cuando él, inmerso en que tenia su autorización, empezo a tocarle las piernas y levantarle la falda, ella trato de evitarlo, pero sus besos en su cuello, su olor, y la manera con que la tocaba, la hacian sentirse sin voluntad, pero a la vez el remordimiento la embargaba…

Goku la miraba con una mezcla de deseo y preocupación, como si no quisiera presionarla más de lo necesario, pero también sin mostrar la menor intención de dejarla ir.

—Sabes que no es solo un impulso, ¿verdad? —susurró Goku, tomando un leve suspiro antes de continuar— Yo te haré olvidar todo esta noche…

Bulma cerró los ojos, la guerra interna de sus emociones casi rompiéndola. ¿Qué estoy haciendo? Pero Goku no esperaba una respuesta inmediata. En un movimiento lento, controlado, la sento sobre la mesa y le retiro la chaqueta.

—Erse tan hermosa Bulma —dijo en un tono bajo, casi un susurro— Me impresionaste desde la primer vez que te vi

—¿De verdad? — cuestiono ella sintiendo sus besos en su cuello.

—Si, y te quiero para mi—

Ella tembló al sentir la presión de su cuerpo cerca del suyo. No podía más. "Sus palabras eran tan fuertes, pero su consciencia le decia…" Bulma sal corriendo" Pero su cuerpo estaba reaccionando sin su permiso, y sus deseos de venganza y control de la situación se volvían cada vez más borrosos.

—Goku, yo… —intentó hablar, pero su voz no se escuchaba. Todo lo que quería era huir de esa situación, sin embargo, Goku no la dejaba, con sus manos fuertes, sujeto sus senos, con claro afan de desnudarla, se posiciono entre ella acercando sus cuerpos, presionandola, metiendo sus manos debajo de su ropa, sintiendo su piel.

—¿Sabes que te haré? —murmuró él con una sonrisa, sabiendo que estaba a punto de derribar la última barrera entre ellos. No esperaba una respuesta, solo se adelantó, sus labios encontrando los de ella de una manera que no dejó espacio para nada más. —Te penetraré hasta cansarme y serás solo mia— dijo eso dejandose llevar por sus impulsos, por la gran excitación que gobernaba su cuerpo al tenerla ahí, para él.

Bulma pudo ver que él no estaba en juegos, él queria llegar hasta el final y tomo literalmente sus palabras, pero la sorpresa en su ser fue más grande, al saber que Goku solo era una apariencia, aquel rostro juvenil y amable incluso fuera de esas intenciones, ahora se revelaba mostrando un joven impetuoso, exigente e intenso, que la estaba sujetando con fuerza, arrugando su ropa sin cuidado y tocandola sin recato. Pero aquellas palabras, ahora la ponian en una situación distinta, mientras su cuerpo aun no reaccionaba, sentia como él tiraba de su ropa interior, afanoso por retirarsela…

"Es que acaso te volviste loca, ¡reacciona!" —¡Espera! —

Goku se detuvo en seco, su rostro acalorado y su respiración agitada.

—¿Qué sucede? — cuestiono sorprendido y ligeramente preocupado. —¿Te lastime?

"Me vas a odiar, lo sé, eres tan atractivo y adictivo, un joven que nadie rechazaría pero no puedo… no… no mientras mis pensamientos esten en otro lugar, aun no…"

Bulma se acomodo sus prendas… —Lo siento, no puedo continuar, debo irme— diciendo rapidamente se bajo de la mesa, en cuanto hizo eso una ola de remordimiento la lleno en seco y sus ojos se humedecieron.

Sin embargo, Goku la sostuvo del brazo. —¿Por qué? ¿Acaso me excedi?

—Goku, no soy quien crees, es mejor que no avancemos con esto, despues te puedes decepcionar, lo siento— sus ojos estaban brillosos reflejando la lucha interna.

El la miro desconcertado, frustrado y sin más la solto. —Bulma… —murmuró él, rompiendo el silencio— ¿Es… por alguien más, verdad? Por ese sujeto que dices que te lastimo.

Ella cerró los ojos, evitando mirarlo, consciente de que tenía razón. —Goku, acabo de romper con quien crei era mi novio, si seguimos con esto, temo que termines odiándome… o peor, que yo termine odiándome aún más. —

Goku tragó saliva, con una expresión de frustración y aún sin comprender del todo lo que sucedía en su interior. Intentó acercarse una vez más, pero al ver la decisión en sus ojos, se detuvo, apretando los puños en un intento de contener la frustración.

—Es la primera que me siento así— menciono Goku sintiendose libre de expresarse sin caras. —Es la primera vez que pasa— dijo sosteniendose los cabellos.

Bulma lo miro con perspicacia. —¿Es la primera vez que te rechazan, entonces eres de esos chicos que tiene a quien quiere verdad? ¿Asi de facil?

Goku no supo que responder… Bulma con el gesto más serio de lo normal sintiendose la gran estupida de la noche, sostuvo su chaqueta, su cartera de mano y lo miro atentamente, para despues mirar hacia el costado mordiendose el labio con frustración.

—No es lo que piensas, tu me interesas, quien no lo haria por ti—

—Te equivocas Goku, yo no soy lo que piensas, pero si soy una imprudente, solo espero que ahora, no se entere de esto toda la universidad—

—No soy de ese tipo, no tendria porque hacerlo, yo estoy realmente interesado en ti— se defendio Goku acercandose a ella, tratando de tocar su mano, entrelazar sus dedos, pero ella no lo dejo.

Solo lo miro fijamente… "Bulma, Bulma, que piensas hacer ahora"… para sorpresa del joven, ella se acercó a el, empino sus pies, y toco ligeramente sus labios.

—Gracias Goku, lograste que me relaje y esta noche cierre diferente— diciendo eso, estab dispuesta a salir de aquel departamento, pero el la sostuvo de la muñeca, ella se sorprendio.

—No tienes que irte, si tu casa esta tan vacia como dices, puedes quedarte y nos hacemos compañía, asi al menos… no quiero que te vayas con una mala imagen de mi— menciono Goku realmente interesado. —Yo dije que estaria si me necesitabas, aquí estoy—

Bulma suspiro y por primera vez despues de varias horas las lagrimas empezaron a caer sobre sus ojos… —Al menos por hoy, al menos por hoy quiero sentir calor— menciono ella recostandose sobre el torso de él mientras este le correspondia con un abrazo.

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Pasaron algunos días, y la atmósfera en el salón de clases se tornaba cada vez más expectante. Los alumnos ya estaban sentados, algunos murmurando entre ellos mientras esperaban la llegada de su profesor. Justo entonces, la figura de Vegeta apareció en el umbral de la puerta. Avanzaba con su porte firme y su semblante seguro, con esa intensidad en la mirada que siempre acaparaba la atención de todos. Su presencia, imponente y calculadora, hacía que el salón se silenciara al instante. Cada paso suyo era medido, exudando un atractivo que intimidaba y a la vez atraía miradas.

Sin embargo, justo antes de cruzar el umbral, Vegeta suspiró, como si se preparara para algo que intentaba evitar. Al levantar la mirada, su expresión endurecida se tornó en una ligera mueca de molestia al darse cuenta de que uno de los pupitres estaba vacío. Era el de Bulma. Vegeta apretó la mandíbula levemente, mirando su reloj de reojo: la clase debía comenzar ya, pero su mirada regresaba, casi involuntariamente, a ese asiento vacío.

Conforme avanzaba la hora, la ausencia de ella se hacía cada vez más evidente, simplemente no asistió a clases, intentaba centrarse en los temas de exposición, pero cada pregunta, cada interacción con sus estudiantes, parecía reflejar una tensión que no podía evitar. Al final de la hora, Bulma nunca apareció.

En la clase siguiente, la situación fue similar. Vegeta entró al aula, con el mismo atractivo y autoridad en su figura, pero esta vez su expresión se tornó aún más intensa al ver el pupitre vacío de nuevo. La frustración era evidente, y su carácter se hizo más áspero. Sus alumnos lo notaban; cada palabra suya tenía una energía contenida, una intensidad que rozaba lo impaciente. La ausencia de Bulma lo hacía sentirse extrañamente desanimado, aunque no lo expresaba abiertamente.

Mientras tanto, desde el fondo del aula, Videl también observaba con la mirada perdida, notando esa misma ausencia. Sabía que Bulma se había marchado con Goku la noche de la fiesta, y la idea de que ambos estuvieran ausentes desde entonces le causaba una mezcla de ansiedad y celos que apenas podía disimular.

—Profesor Oui, disculpe— lo interrumpio un asistente de asignaturas. —Me estan pidiendo coordinar con usted la reunión de reconocimiento para la alumna Brief, pero no hemos tenido respuesta—

El suspiro al respecto con cierto desanimo. —Estas ultimas dos clases, no ha asistido—

—¿sera un problema de salud? — cuestiono el asistente.

Vegeta lo miro con cierto hilo de preocupación, no habia considerado esa posibilidad.

—¿enferma? Por favor traten de comunicarse, igual lo hare por mi parte—

—Se lo agradezco, estaremos atentos—

Vegeta se quedó en silencio, perdido en sus pensamientos mientras el bullicio de los alumnos se apagaba detrás de él. Habían pasado ya varios días sin verla, y esa ausencia comenzaba a pesarle más de lo que estaba dispuesto a admitir. Sin embargo, su orgullo, siempre rígido y controlado, le impedía dar el primer paso. Pero ahora, ese impulso casi incontrolable lo llevó a salir del salón sin decir una palabra.

Una vez en el pasillo, como si una fuerza invisible lo empujara, sacó su teléfono y empezó a marcar su número, sin detenerse a analizar sus propias acciones. Con cada tono de llamada, el nerviosismo se hacía presente, hasta que una fría respuesta lo recibió: "Número inexistente."

Por un instante, el eco de esas palabras resonó en su mente, y algo en su interior se tensó, un ligero quiebre que no pudo ocultar del todo. Era como si una brisa helada le recorriera el pecho, dejándole un vacío sutil pero profundo. Con su mirada dura y su expresión impenetrable, Vegeta ocultó cualquier rastro de esa tristeza inesperada.

Vegeta ingresó nuevamente al salón, y el murmullo de los estudiantes, que siempre se silenciaba con su presencia, esta vez solo le resultaba un obstáculo molesto que lo impedía pensar con claridad. Sin dudarlo, cortó el ambiente con una orden fría:

—Se acabó la clase. Pueden retirarse.

La declaración, abrupta y fuera de horario, sorprendió a todos, pero nadie se atrevió a cuestionarlo. Los alumnos recogieron sus cosas rápidamente y abandonaron el aula en silencio, mientras Vegeta se recargaba en su escritorio con los brazos cruzados, su mirada fija en un punto vacío, sumido en sus pensamientos.

Cuando el último estudiante salió, Videl se quedó cerca de la puerta, observándolo. La ansiedad la envolvía, consciente de que su intento de alejar a Bulma de Vegeta había sido una torpeza monumental. En lugar de herir a Bulma, solo la había empujado hacia Goku, y el resultado había sido un caos que ahora deseaba remediar. Decidida, respiró hondo y se acercó hasta el escritorio.

—Profesor ¿podría hablar con usted? Es importante —comenzó, tratando de sonar firme a pesar del nudo en su estómago.

Vegeta levantó la mirada, sus ojos endurecidos reflejando la falta de interés y paciencia. —No tengo nada que hablar contigo.

Ella frunció los labios, tratando de mantener la calma ante su tono cortante.

—Por favor, profesor, es sobre… —intentó continuar, pero Vegeta la cortó con una mirada fría.

—No me importa de qué se trate. Ya he dicho que no tengo tiempo para tus tonterías. —Su voz sonaba como una sentencia, implacable y directa.

Videl, en un último intento, le rogó —Solo necesito unos minutos. Sé que cometí un error, por lo que dije, pero debe saber…

—No, quiero —la interrumpió él, sin un atisbo de indulgencia—. Te he dicho que te alejes, no quiero que vuelvas si quiera a mencionar su nombre, ¡entendiste!

Sin más palabras, Vegeta desvió la mirada, dándole a entender que no estaba dispuesto a concederle ni un segundo de su atención. Videl, sintiéndose rechazada y ansiosa por su obsesión por Goku, bajó la mirada y se retiró en silencio, sabiendo que debia ver otra manera.

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Bulma se observó en el espejo, notando cada detalle de su rostro mientras sostenía unas tijeras en la mano. Sus ojos repasaron su expresión y, con un leve suspiro, decidió que necesitaba un cambio, algo que reflejara lo que sentía. Sin dudarlo más, levantó las tijeras y comenzó a cortar mechones de su cabello, dejando caer hebras largas al suelo.

De pronto, Goku apareció en silencio, sentándose detrás de ella en el suelo y apoyándose suavemente sobre su espalda, con una sonrisa despreocupada. Ambos estaban vestidos con ropa ligera, relajados, como dos buenos amigos compartiendo el momento en una especie de intimidad reconfortante que solo ellos se habian autorizado.

—¿Esto es lo que querias hacer? —murmuró él, viendo cómo caían algunos mechones—. Voy a extrañar el cabello largo.

Bulma sonrió, dejando caer otro mechón al suelo. —Mejor así. Necesito verme diferente. El cambio nunca viene mal.

Goku se rio, estirando las piernas mientras la miraba en el espejo. —Bueno, creo que te va bien. Pero el largo era… como tú, no sé.

—Tú qué sabes —respondió ella entre risas—. Me cansé de verme siempre igual. Además, es solo cabello.

Hubo un breve silencio cómodo entre ambos, hasta que ella se giró levemente hacia él. —Oye, ¿esta semana vas a volver al equipo? Deben estarte necesitando, y a clases, supongo.

Goku asintió, recostándose un poco más contra ella. —Sí, ya toca. No quiero desaprobar por estas vacaciones autodadas. Ha sido divertido, pero, bueno, tenemos que volver.

Bulma asintió, mirándose una vez más en el espejo, evaluando su nuevo corte. —Yo también regresaré. Ya es momento.

Ambos se quedaron en silencio por un instante, disfrutando de la compañía mutua, compartiendo una risa ligera, mientras comian algo de fruta y mientras los mechones cortados de Bulma cubrían el suelo a su alrededor.

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Bulma avanzaba por los pasillos de la universidad, sintiendo cada paso como un pulso en su pecho. Sus nervios la embargaban mientras sus zapatos golpeaban suavemente el suelo, y aunque mantenía el rostro firme, por dentro su corazón latía con fuerza. Después de todo lo sucedido, su regreso se sentía diferente, casi como un nuevo comienzo. Su cabello corto se movía levemente con el viento que entraba por las ventanas, un cambio que parecía reflejar la transformación que ella misma había decidido tomar.

Respiró profundamente al acercarse al aula, sus dedos temblando levemente mientras sujetaba su cuaderno contra el pecho. Dio un paso hacia la puerta y, justo a un minuto de comenzar la clase, ingresó. Su figura se deslizó por el umbral y todos los presentes en el salón sintieron la repentina pausa en el ambiente; era como si el tiempo se hubiera ralentizado.

Vegeta estaba en el frente, escribiendo en la pizarra, pero el movimiento en la puerta captó la atención de todos, y una a una, las miradas se volcaron hacia Bulma. Ella, con su cabello corto casi pegado a la cabeza, vestía una camiseta rosada sencilla, un pantalón gris ancho y zapatillas bajas. Su rostro estaba sin maquillaje, con una frescura natural que irradiaba algo completamente diferente de la imagen que había mostrado antes, cuando intentaba verse mayor o llamativa. Esta vez, se mostraba tal y como era, sin pretensiones.

Vegeta sintió el cambio en el ambiente y, con una mezcla de curiosidad y sorpresa, giró para ver a la recién llegada. Al encontrarse con Bulma, su expresión permaneció seria, pero una chispa de asombro cruzó sus ojos al ver su nuevo aspecto. El cabello corto le daba un aire de determinación y frescura que no había visto en ella antes, y esa vestimenta, tan despreocupada y juvenil, le provocó un inexplicable vuelco en el pecho.

Bulma no levantó la mirada, ni se detuvo a observar las reacciones de los demás. En cambio, caminó directamente hacia su asiento, ignorando las miradas sorprendidas que la seguían. Se sentó con una serenidad que ocultaba la turbulencia interna, abrió su cuaderno y comenzó a revisar unos apuntes, como si nada en el entorno pudiera afectarla.

Vegeta la observaba desde el frente del aula, sin poder evitar notar cada detalle del cambio en ella. Era como si Bulma hubiera dejado atrás a la joven que intentaba encajar en una imagen construida y se hubiera revelado tal cual era: sencilla, decidida y genuina. Sin una palabra, volvió a girarse hacia la pizarra, pero su mente seguía atrapada en la inesperada visión de Bulma, incapaz de ignorar esa transformación que, de alguna manera, parecía tocar una fibra más profunda dentro de él.

En ese instante, la clase comenzaba, pero tanto para Vegeta como para Bulma, el ambiente había cambiado por completo, y ninguno de los dos estaba dispuesto a olvidar el impacto de ese momento.

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La clase avanzaba, y Vegeta intentaba mantener su compostura, pero la imagen de Bulma, tan diferente, seguía clavada en su mente. Mientras explicaba el tema, lanzaba preguntas aquí y allá, esperando que alguien respondiera. Sin embargo, una parte de él deseaba ver la reacción de ella, incluso un simple giro de cabeza que indicara que lo escuchaba, que todavía era consciente de su presencia. Pero nada sucedía.

Bulma permanecía inmersa en sus apuntes, su atención completamente apartada de él. Vegeta se esforzaba por concentrarse en la clase, pero esa indiferencia, ese silencio absoluto, lograban desconcertarlo. Finalmente, formuló una pregunta general, casi con la esperanza de que ella respondiera, pero Bulma no levantó la vista, ni hizo el mínimo esfuerzo por contestar.

El tiempo avanzaba lentamente hasta que llegó el final de la clase. Vegeta se quedó en su sitio, con los brazos cruzados, observando a los alumnos recoger sus cosas. Su mirada se posó de nuevo en Bulma, esperando, con una tensión apenas disimulada, que al menos ella lo mirara antes de salir. Pero, para su sorpresa y desconcierto, ella se levantó sin siquiera voltear hacia él, como si no existiera en su mundo, y salió del salón con una calma que lo desarmó por completo.

Vegeta se quedó en silencio, experimentando una sensación extraña, un vacío que nunca antes había sentido.

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Bulma avanzaba hacia el campo de entrenamiento con pasos firmes, su mirada concentrada y su mente enfocada en todo lo que necesitaba procesar. En el campo, Goku estaba terminando una práctica con su equipo de béisbol, pero en cuanto la vio acercarse, dejó caer su guante y se quitó el casco sin pensarlo dos veces.

—¡Oye, Goku! ¿Ya te vas? —le preguntó Yamcha, perplejo al verlo abandonar tan de repente.

—Sí, ya es hora —respondió Goku con una sonrisa despreocupada, y sin dar más explicaciones, salió corriendo hacia Bulma.

Videl, que también había estado observando desde las gradas, se acercó a Yamcha, quien aún miraba a Goku irse.

—Oye, ¿qué significa eso? ¿Acaso ellos dos son… pareja? —preguntó Videl, tratando de disimular su inquietud.

Yamcha negó lentamente con la cabeza, algo confundido. —No tengo idea. Goku no suele hablar de sus cosas. Pero… —se quedó con la duda, viendo cómo Goku alcanzaba a Bulma.

Bulma y Goku se dirigieron juntos hacia el estacionamiento, riendo y hablando con la naturalidad de dos buenos amigos. Mientras caminaban, sin embargo, una figura se perfiló a lo lejos: Vegeta avanzaba con paso seguro hacia su deportivo. Su mirada se cruzó con la de Bulma, y esta vez ella no pudo evitar mirarlo de vuelta. Ambos se observaron en silencio por un instante, un segundo denso en el que todo lo demás parecía desvanecerse a su alrededor.

Vegeta, perplejo y sin ocultar su asombro, observó cómo ella se detenía solo para seguir caminando hacia el auto de Goku. Sintió una punzada en el pecho al ver cómo Bulma entraba en el asiento del copiloto y, sin siquiera voltear de nuevo, el vehículo se alejaba del estacionamiento.

Se quedó inmóvil unos segundos, hasta que subió a su propio auto. Pero, al cerrar la puerta, una ola de ira y celos lo invadió, apoderándose de él sin que pudiera contenerse. Con una furia contenida, golpeó el volante repetidamente, sus manos temblando mientras su mente se llenaba de pensamientos confusos.

—¡¿Qué demonios me pasa?! —murmuró entre dientes, su voz cargada de frustración—. ¡¿Por qué no puedo quitármela de la mente?!

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Bulma entró al salón de clases temprano, tomando asiento sin prestar demasiada atención a quienes ya estaban allí. Sin embargo, cuando Vegeta finalmente hizo su entrada, llegó unos minutos más tarde de lo habitual. Su expresión era más seria, con el rostro apagado y una sombra de cansancio evidente bajo sus ojos, algo que no pasó desapercibido para nadie. Algunas alumnas comenzaron a murmurar en voz baja, sorprendidas por el aspecto inusualmente desaliñado de su profesor.

Bulma, quien se mantenía al margen de los comentarios, alzó la mirada por un instante y notó ese cambio en él. Vegeta no tenía el porte altivo y confiado de siempre; algo lo había desgastado, y eso se reflejaba en su expresión seria y sus ojeras, como si hubiera pasado una noche en vela. La clase comenzó, pero esta vez su enfoque era casi inexistente, y su tono, por lo general directo y preciso, parecía más aburrido, casi ausente.

Cuando la clase llegó a su fin, los estudiantes comenzaron a alistarse para salir. Justo en ese momento, Goku apareció en la puerta del salón, llamando a Bulma con entusiasmo. Su sonrisa despreocupada iluminó la entrada, y varios estudiantes lo saludaron con familiaridad, mientras Goku hacía señas a Bulma, animándola a que se apresurara para irse juntos. La escena provocó una reacción automática en Vegeta; sus ojos se entrecerraron ligeramente, y una sensación de descontrol lo invadió.

Antes de que ella pudiera cruzar la puerta, Vegeta la llamó en un tono firme y cortante:

—¡Brief! Necesito hablar contigo un momento.

Bulma se detuvo, visiblemente extrañada, y lo miró con una mezcla de sorpresa y recelo. —Tengo prisa, profesor, ¿puede ser otro día?

Vegeta avanzó hacia la puerta, con la mirada fija en ella, ignorando a los estudiantes que aún se encontraban cerca, incluidos Videl y Goku, quienes lo observaban con curiosidad. —No puedes irte ahora. Tengo algo que decirte —insistió, acercándose hasta quedar frente a la puerta y cerrándola de un golpe firme una vez que todos hubieron salido.

Goku y Videl quedaron afuera, con expresiones sorprendidas, mientras Vegeta giraba lentamente para enfrentar a Bulma, el silencio pesado de la clase rodeándolos a ambos.

Vegeta la miró fijamente, su mirada intensa y acusadora, como si en esos ojos se reflejaran todos los reproches que no podía expresar en palabras. Cada centímetro de su postura, cada sutil expresión en su rostro, parecía gritar una mezcla de decepción y algo mucho más oscuro. Pero Bulma no desvió la mirada; en cambio, lo enfrentó, sus propios ojos destellando una mezcla de desafío y resentimiento.

—Dígame, profesor —murmuró con un tono que rezumaba frialdad—, ¿qué quiere decirme?

Él respiró profundamente, sus labios formando una línea dura antes de responder. —Brief… has estado faltando, y es necesario coordinar el día de tu reconocimiento por haber ocupado el primer lugar en el concurso.

La expresión de Bulma se transformó en una sonrisa sarcástica. Movió la cabeza de lado a lado, casi como si se riera de lo absurdo de la situación.

—¿Reconocimiento? —repitió con un tono ácido, sus palabras cargadas de sarcasmo— No me interesa, profesor. No tengo ningún interés en asistir a una estúpida reunión de adulaciones.

La sorpresa cruzó brevemente el rostro de Vegeta. No esperaba esa respuesta directa y, por un instante, se quedó en silencio, sin saber cómo reaccionar.

Bulma, sintiendo que sus palabras habían captado toda su atención, continuó con el mismo tono cortante: —Ese día, gané. Me esforcé, di todo lo que tenía, y ¿qué recibí a cambio? Nada. Ni siquiera una felicitación por el esfuerzo. ¿Y ahora pretende que me importe? No quiero nada de… ustedes… mucho menos un reconocimiento que sé que no se valoró.

La dureza en su voz perforó el silencio de la sala, y Vegeta sintió cómo sus palabras lo alcanzaban en lo más profundo, desbordando la tensión entre ambos.

Vegeta la miró con una mezcla de furia contenida y algo más profundo que intentaba mantener bajo control. Se cruzó de brazos, su postura firme, y con un tono gélido, le cuestionó:

—¿Y crees que esa es justificación válida para faltar toda una semana a clases?—Su mirada se endureció aún más, y una nota de desprecio asomó en su voz—Especialmente ahora que apareces de la nada, acompañada de un estúpido deportista que, al parecer, es la fuente de tu distracción.

Las palabras estaban impregnadas de un resentimiento que apenas disimulaba, como si la sola mención de Goku lo irritara hasta el límite. Era evidente que detrás de cada palabra se escondía algo más que simple desaprobación.

Bulma levantó el mentón, sin amedrentarse ante sus palabras, y sus ojos brillaron con una chispa de desafío.

—Prefiero eso, a estar con una estúpida mujer sin nada en el cerebro, alguien que se conforma con un novio mentiroso y egocentrico que la ilusiona con casarse.

La dureza en su tono y la contundencia de sus palabras resonaron en el silencio del salón, y Vegeta, por un segundo, pareció perder la compostura. La mención de su "novio mentiroso" golpeó de lleno, y en su expresión se reflejaron todos los conflictos que intentaba ocultar.

Entre ellos, el ambiente se tornó irrespirable, cargado de resentimiento y algo más que ambos no podían ni querían admitir.

Vegeta respiró hondo, intentando mantener su control, pero el desafío en los ojos de Bulma lo hacía tambalear. No podía soportar la idea de verla tan segura, tan decidida a poner en duda todo su criterio. Dio un paso hacia ella, reduciendo la distancia, y sus ojos brillaron con una intensidad contenida.

—Así que ahora te rodeas de gente "sincera" —espetó con un tono lleno de amargura—. ¿Y qué sabes tú de eso, Bulma? ¿Acaso puedes mantener una promesa? ¿Siquiera una maldita promesa?

Bulma sintió un calor en el pecho, una mezcla de rabia y algo más que la hizo levantar la barbilla, sin ceder terreno.

—¿Eso piensa profesor? Siempre tan arrogante, tan seguro de que tiene todo bajo control… pero no es más que un estúpido. Incapaz siquiera de confiar… —sus palabras se ahogaron en su propia furia, pero no apartó la mirada.

Vegeta dio otro paso adelante, y ya casi no había espacio entre ellos. Su voz bajó a un murmullo tenso, y la dureza en sus ojos era ahora una mezcla de orgullo herido y algo más profundo.

—¿Y qué se supone que quieres, Brief? —su voz apenas era audible, pero cada palabra parecía una provocación—. ¿Que me quite la máscara? —dijo, acercándose aún más, hasta que ella pudo sentir su respiración contra su piel—. ¿O que admita que me importa lo que hagas? Porque, en realidad, prefiero mil veces verte así, como eres, una mentirosa que a la primera se va a lloriquear con cualquier imbecil que no vale nada.

El golpe resonó en el silencio del salón, su mejilla dio un vuelco inmediato, aquella joven le volteo la cara de un bofetón, tan duro que sus dedos quedaron marcados en su rostro.

—¿Y qué te hace pensar que me importa tu aprobación? —respondió ella, en un susurro, su voz temblando ligeramente por la intensidad de la situación—

Vegeta quedó inmóvil, su rostro aún girado hacia un lado, con la marca de los dedos de Bulma en su piel. La intensidad del bofetón lo dejó perplejo, una mezcla de asombro y algo más oscuro reflejándose en sus ojos. No esperaba esa reacción, y mucho menos la intensidad con la que ella lo había confrontado. En ese instante, sus ojos captaron la mirada de Bulma, cargada de rabia y dolor, y comprendió que había cruzado una línea que no debía.

Bulma, con la respiración agitada y los ojos encendidos, no se apartó ni un milímetro, manteniéndose firme ante él.

—¿Qué crees que eres para mí, Vegeta? —su voz era un susurro helado—. No eres nada. Nada más que un arrogante que solo sabe destruir lo que toca. Si eso es lo que quieres… entonces adelante, sigue, ve con la estúpida mujer que decidiste restregarme en la cara.

Las palabras de Bulma cayeron sobre él como un peso que apenas podía soportar. Por primera vez, Vegeta experimentó una sensación de arrepentimiento, una punzada que le dejó sin palabras. Sabía que había cometido un error, que había permitido que su orgullo y sus celos lo llevaran a decir cosas que no podía retirar.

En el silencio, Vegeta levantó la mirada, y en sus ojos oscuros asomaba algo que mezclaba rabia, vulnerabilidad y una creciente comprensión de lo que había arruinado.

—Ahora si me retiro profesor, a partir de ahora, nunca más me vuelva a dirigir la palabra, no tiene nada que ver conmigo, yo le di todo, le di mis sentimientos y la ingenuidad de una joven que confia en un hombre, pero eso ya no existe, esa chica murio, usted la mato—

Vegeta la miro desconcertado… —¿Qué? ¿Qué quieres decir? —

Los ojos de Bulma empezaron a brillar, con cierto hilo transparente que rosaba sus mejillas, mirandolo esta vez con una expresión familiar para él, con un poco de intención y sentimiento, tan solo permitiendoselo por esa vez.

Vegeta la jalo hacia él, mirandola a los ojos fijamente sintiendo su olor, su calor, viendo esos ojos azules que tanto habia extrañado, como si fueran a mirarlo por ultima vez, y algo de esa verdad el no podia soportar. —Tu, tu fallaste, yo no—

— Yo jamás te hice daño y jamás lo hubiera hecho, yo hubiera dado todo por ti, pero lo arruinaste desconfiando de mi, lo arruinaste engañandome y eso… yo no te voy a perdonar— Bulma se solto toscamente y salio del salón con prisa tirando aquella puerta.

.

Las palabras de Bulma seguían resonando en la mente de Vegeta como un eco incesante, golpeando su orgullo y su razón. "No significas nada… ve con aquella estúpida mujer…" La rabia y el arrepentimiento lo consumían, cuestionando cada una de sus acciones y palabras, preguntándose en qué momento su propio comportamiento había empezado a envenenar su relación con Bulma.

Sin poder soportar más, y guiado por una mezcla de frustración y necesidad de respuestas, buscó a Videl. Al verla en el pasillo, se acercó y la tomó del brazo, arrastrándola a un salón vacío. Cerró la puerta tras ellos, cruzándose de brazos mientras la miraba con una expresión grave y penetrante.

—Habla —exigió en voz baja, pero con una tensión palpable—. Lo que ibas a decirme aquella vez, dímelo ahora. No pienso tolerar evasivas, así que habla de una vez.

Videl, visiblemente nerviosa, intentó mantener la compostura. Sin embargo, sabía que no podía dar marcha atrás; este era su último recurso, y tenía que aprovecharlo. Tomando aire, le respondió con un tono tembloroso.

—Está bien… Bulma nunca me dijo nada sobre… sobre ustedes —murmuró, bajando la mirada—. Lo inventé todo. Yo los vi besándose en el pasillo, y… lo hice por despecho, queria que sufriera, que te perdiera asi como yo senti que perdi a Goku cuando me dijo sobre su interes hacia ella…

El rostro de Vegeta se transformó de incredulidad a una mezcla de confusión y asombro. La revelación lo dejó paralizado, y, en un gesto involuntario, llevó una mano a sus cabellos, tratando de asimilar las palabras de Videl. Todo había sido una mentira, una trampa construida con engaños y suposiciones. Se sintió perturbado, cada pedazo de su orgullo y de sus sospechas desmoronándose mientras el peso de su error lo aplastaba.

—¿Inventaste todo? —murmuró, como si buscara confirmar lo que ya sabía, su voz llena de incredulidad.

Videl, tragando saliva, se limitó a asentir, viéndose obligada a enfrentar la mirada de arrepentimiento y furia que Vegeta no lograba contener.

Finalmente, él apartó la mirada, sintiéndose atrapado por la magnitud de su error. Había juzgado a Bulma injustamente, la había acusado y herido por algo que no existía, cegado por su orgullo y sus celos.

Sin perder un segundo, Vegeta salió del salón, dejando a Videl allí, sin dirigirle ni una palabra más. Su mente estaba en un torbellino, y cada paso que daba lo acercaba más al único pensamiento que ahora dominaba su ser: encontrar a Bulma. Avanzó por los pasillos rápidamente, sin detenerse a considerar las miradas de los estudiantes a su alrededor, todos sorprendidos al verlo moverse con esa urgencia inusual.

Cada rincón de la universidad parecía vacío de respuestas, y eso solo aumentaba su frustración. Su mirada era intensa y decidida; ya no había espacio para el orgullo o para la duda. Solo importaba encontrarla, explicarse, aunque en el fondo temía que las palabras no fueran suficientes para arreglar el daño que había causado.

Finalmente, salió al patio, sus ojos recorriendo el lugar con desesperación, esperando verla en algún lado, a la distancia, en medio de la multitud. Cada segundo que pasaba sin hallarla hacía que su ansiedad creciera, impulsándolo a buscar con más intensidad.

—Bulma… —murmuró en voz baja, apretando los puños, mientras el peso de su error se volvía más abrumador.

Sin otro recurso más que buscarla en su propia casa, Vegeta llegó al lugar con una mezcla de incertidumbre y determinación. Tocó la puerta, y después de unos momentos, el mayordomo apareció, con una expresión seria y respetuosa.

—¿La señorita Bulma está en casa? —preguntó Vegeta, intentando disimular la impaciencia en su tono.

El mayordomo negó con la cabeza, manteniendo una postura sobria. —Lo siento, joven, pero la señorita no está. De hecho, no la he visto desde hace días.

—¿Sabe a qué hora volverá? —preguntó Vegeta, sintiendo una punzada de ansiedad—. Se supone que debe regresar a dormir, ¿no?

El mayordomo vaciló un momento antes de responder, mirando a Vegeta con algo de preocupación en los ojos. —La verdad… ya no estoy seguro. Los padres de la señorita Bulma se fueron de viaje hace algún tiempo, y desde entonces, ni siquiera han llamado para saber cómo está. —Hizo una pausa, como si lamentara tener que decirlo—. Eso la ha puesto bastante triste, ya que… bueno, no es la primera vez que se siente ignorada por ellos.

Vegeta sintió cómo esas palabras lo golpeaban, llenándolo de una mezcla de rabia e incredulidad. ¿Sus padres se habían marchado sin verla competir, sin siquiera apoyarla? Todo comenzó a tomar sentido, y un peso de culpa cayó sobre él como una roca.

—¿Desde cuándo se fueron? —preguntó en voz baja, aunque su tono denotaba tensión.

—Ella tenia un evento especial, como un concurso, un dia antes se fueron. Ella se preparaba para ese evento, y… bueno, sus padres decidieron partir sin siquiera despedirse. Desde entonces, no ha habido noticias de ellos —explicó el mayordomo con tristeza.

Las piezas finalmente encajaron en la mente de Vegeta. Ese día en que ella había buscado su apoyo, sus mensajes, sus intentos de compartir algo que le importaba… y él, cegado por su orgullo, la había ignorado, la había dejado sola en el momento en que más necesitaba a alguien a su lado, el día que habian esperado ambos. Él, que había sido el último en quien confiaba, había fallado también.

Se quedó en silencio, sus pensamientos enredándose en una mezcla de arrepentimiento y autorreproche. Había permitido que su propio orgullo la hiriera, y ahora comprendía, demasiado tarde, el alcance de su error.

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Bulma y Goku estaban sentados juntos en un espacio tranquilo, frente al mar y ella, con una expresión firme, respiró hondo antes de hablar.

—He tomado una decisión, Goku. Voy a irme, necesito empezar de nuevo —dijo con una determinación que dejaba claro que había pensado en cada palabra.

Goku bajó la mirada, visiblemente apenado. La idea de verla partir le provocaba un nudo en el estómago, pero intentó contenerse, apoyándola en silencio. Después de unos segundos, y escogiendo con cuidado sus palabras, murmuró:

—Si te vas… quiero ir contigo.

Bulma le dedicó una pequeña sonrisa de agradecimiento, pero negó suavemente con la cabeza. —No, Goku. No puedes hacer eso. Tienes un mundo entero por delante… un futuro brillante. Serás el mejor entre todos, y tienes sueños que cumplir, como la carrera que tanto quieres. No puedo ser yo quien te haga renunciar a ellos, eso jamás.

Él suspiró —Pero si realmente quieres estar lejos de todo, ¿qué hay de tus padres? ¿Y… de todo esto?

Ella hizo un gesto de desdén. —Mis padres… hace tiempo que dejé de esperar algo de ellos. No me interesa su herencia ni todo lo que representa. Quiero ser libre, Goku. Empezar de nuevo, estudiar lo que yo quiero, no lo que ellos decidieron por mí.

La sorpresa de Goku era evidente, pero la comprendía. —Entonces… ¿qué es lo que realmente quieres estudiar?

—Quiero ser científica —respondió con una sonrisa ligera, pero llena de esperanza—. Siempre ha sido mi sueño. La carrera que seguía era una imposición, pero ahora eso ya no existe. Ahora puedo elegir por mí misma, y pienso hacerlo.

Goku la miró en silencio antes de rodearla con sus brazos, abrazándola con fuerza. —Si eso es lo que quieres… entonces hazlo, Bulma. Pero, algún día, te prometo que iré a buscarte.

Ella se relajó en el abrazo, con la mirada perdida pero decidida. Sabía que este era el camino que debía seguir, y aunque la despedida le dolía, sentía en su interior que finalmente estaba tomando las riendas de su vida.

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Al día siguiente, Vegeta estaba en el pasillo de la universidad, sumido en sus pensamientos, cuando el decano, visiblemente afectado, se acercó a él.

—Profesor Oui —lo llamó el decano con voz seria—, necesito hablar con usted sobre… un asunto importante.

Vegeta, aún distraído, asintió y se giró para prestarle atención. Notó la expresión de asombro y pesar en el rostro del decano, lo cual solo aumentó su curiosidad.

—Es sobre la señorita Brief —continuó el decano, soltando un suspiro—. Nos ha llegado la noticia de que ha decidido retirarse de la universidad. Todos estamos bastante impactados. Era una de nuestras mejores alumnas, y su partida nos deja un gran vacío.

Vegeta sintió un leve nudo en el estómago, pero intentó mantener su expresión neutral mientras el decano seguía hablando.

—Parece ser una decisión definitiva… al parecer, ella planea irse del país. Aunque nos apena perder a una alumna tan brillante, entendemos que a veces estos caminos son personales e ineludibles.

Las palabras del decano se quedaron resonando en su mente, como un eco que se negaba a desvanecerse. La idea de que Bulma realmente se hubiera marchado, que hubiera decidido abandonar todo, era un golpe directo a su orgullo y a algo mucho más profundo. Durante semanas, había sido incapaz de ver lo que estaba frente a él, cegado por sus propios celos y su obstinación. Ahora comprendía que lo que habían compartido, esos momentos que había descartado tan fácilmente como una simple distracción, significaban más de lo que estaba dispuesto a admitir. Era un romance que, en su orgullo, había dejado que se desmoronara.

Vegeta se dio cuenta de que en cada interacción con ella, en cada mirada y en cada palabra, había algo que le importaba más de lo que se atrevía a reconocer. Sus sentimientos, antes ocultos tras su máscara de indiferencia y arrogancia, ahora lo enfrentaban sin piedad. Había tenido en sus manos la confianza de alguien que lo veía más allá de su dureza, y la había dejado ir, dejando que sus propias inseguridades empañaran lo único sincero que había tenido en mucho tiempo.

Ahora, enfrentado al vacío de su partida, entendía lo que realmente había perdido. No era solo una alumna brillante que dejaba la universidad; era ella, Bulma, quien se alejaba de él, de lo que ambos habían compartido. La última persona en quien ella había confiado la había defraudado, y esa realidad le caía con un peso insoportable.

Vegeta entró al salón de clases con el rostro sombrío, la tristeza asomando en su expresión de una manera que nunca antes había mostrado. Al iniciar la clase, su mirada se perdía de vez en cuando en algún punto indefinido, la reciente noticia de la partida de Bulma todavía pesada en su mente. Apenas había comenzado a explicar el tema del día cuando Yamcha, con algo de timidez, levantó la mano.

—Profesor, disculpe… solo quería preguntar si sabe algo sobre Bulma. Antes siempre asistía, pero ya no la hemos visto por aquí…

Vegeta se giró lentamente, cruzando los brazos y apoyándose en el escritorio. Con un tono sarcástico y cargado de melancolía, murmuró:

—Bulma Brief… suena bonito, ¿no? —se detuvo, y su mirada recorrió a cada uno de los presentes—. No, no sé nada de ella. ¿Alguien aquí puede decirnos qué sabe de su paradero?

El tono de su pregunta sorprendió a todos, pues era evidente que no solo buscaba una respuesta: su interés en Bulma era algo que ya no intentaba ocultar.

Videl, sentada cerca, sintió un impulso de aprovechar la oportunidad. Aún resentida por el rechazo de Goku, dejó escapar un comentario con un tono lleno de veneno.

—Bueno, profesor, lo único que sé es que Bulma perdió el rumbo por estar en salidas constantes con un alumno de un grado mayor… ya saben, distracciones de ese tipo.

Los murmullos comenzaron a extenderse por el aula, pero Vegeta fijó su mirada en Videl, y sus ojos destellaron con una frialdad cortante.

—Señorita, debería ocultar un poco su envidia; es demasiado evidente.

Videl, con el rostro encendido de ira, se levantó, temblando de rabia ante el comentario.

—¡No voy a permitir que me falte al respeto, profesor! Tengo derecho a decir lo que pienso —espetó, mirando al resto de los alumnos para ganar su apoyo.

Vegeta, sin moverse de su lugar, la miró con una calma imperturbable y le dijo, casi desafiándola:

—Adelante. Hable. Díganos lo que tiene en mente.

Videl, aprovechando la atención de todos, lanzó la acusación sin vacilar:

—Muy bien, profesor. Lo que digo es que usted tiene un interés deshonesto hacia Bulma. Es antiético, siendo su profesor. Y todos aquí lo saben.

El salón quedó en un silencio sepulcral, y cada mirada se dirigió a Vegeta, esperando su respuesta. Pero, en lugar de retroceder, Vegeta enfrentó la acusación con una franqueza inesperada.

—Efectivamente, Bulma es alguien especial para mí —admitió, su voz resonando firme y sin titubeos—. Estoy enamorado de ella. Me interesa porque es una chica brillante, y tengo la esperanza de que, algún día, pueda darme una oportunidad.

La sorpresa en el aula era palpable. Nadie podía creer lo que acababan de escuchar; el profesor Oui, siempre tan reservado y frío, admitiendo su amor por una alumna. Antes de que las reacciones comenzaran a desbordarse, Vegeta recogió su maletín, miró a todos por última vez y, con un tono definitivo, anunció:

—Eso es todo por hoy. La clase ha terminado.

Y, sin más, se giró y salió del aula, dejando a sus estudiantes en un estado de asombro absoluto, las palabras aún resonando en el aire como una confesión inesperada y poderosa.

Bulma caminaba hacia su pequeña casa, ubicada en una calle tranquila en aquel país lejano que había elegido para comenzar de nuevo. La fortuna que sus abuelos le habían dejado le permitió construir su propio camino, lejos de las expectativas y las imposiciones de los demás. Sin embargo, mientras se acercaba a la puerta, una ligera sensación de incompletitud la invadía. Recordaba las decisiones tomadas, las personas dejadas atrás… y aunque apreciaba su independencia, algo en su interior aún sentía el peso de esos recuerdos.

Justo cuando se dio cuenta de que había olvidado algo en su auto, giró sobre sus talones para salir y recogerlo. Abrió la puerta, y al instante, sus llaves cayeron de sus manos. Frente a ella, con una expresión seria y profunda, estaban esos ojos oscuros que conocía tan bien. Vegeta la miraba, sin decir una palabra, pero la intensidad en su mirada era suficiente para hacer que el tiempo se detuviera.

Ambos permanecieron en silencio, como si el aire alrededor estuviera cargado de todas las palabras que nunca se dijeron. Vegeta avanzó lentamente hacia ella, y Bulma, sin hacer nada por retroceder, lo observó, incapaz de comprender del todo la situación.

—Tuve que cruzar el océano, literalmente, para encontrarte —dijo Vegeta con voz baja, pero firme—. Tuve que ingeniármelas y conseguir algunos contactos para obtener tu dirección exacta. Ni tus propios padres saben dónde estás… y entiendo por qué. Es lógico que alguien que quiere empezar de cero mantenga su paradero en secreto.

Bulma lo miraba, desconcertada, sintiendo una mezcla de emociones que no podía procesar en ese momento. —Profesor… —comenzó a decir, como en un intento de poner distancia entre ellos.

Él negó con la cabeza, sus ojos aún fijos en los de ella. —No, Bulma… ya no soy tu profesor.

La intensidad en su voz la hizo desviar la mirada, incapaz de soportar toda la carga de sus palabras. Recordando lo que él había hecho en su ausencia, volvió a mirarlo con incredulidad.

—Supe lo que hiciste… pero suena imposible, ¿alguien como tu? Que cuida tanto su reputación, su imagen —dijó ella, sus palabras cargadas de una mezcla de espectativa y sorpresa.

Vegeta exhaló lentamente, y en sus ojos asomaba una sinceridad que pocas veces dejaba ver. —Entendí que nada de eso tenía tanto peso ni valía tanto como mi deseo de expresar lo que siento por ti.

Bulma sintió cómo sus palabras rompían las últimas barreras de su corazón. Con un tono que apenas era un susurro, Vegeta continuó.

—Perdóname... —dijo, su voz llena de un anhelo y una humildad que jamás había expresado antes—Vuelve conmigo ahora, vuelve conmigo.

Ambos se quedaron mirándose, en un instante que parecía contener todo lo que habían callado, todo lo que aún quedaba por decir.

Vegeta avanzó lentamente, acercándose hasta quedar a solo unos milímetros de ella. Su presencia era tan intensa que Bulma apenas podía respirar, atrapada en esos ojos oscuros que ahora reflejaban algo vulnerable, una sinceridad que nunca había visto antes. Él levantó una mano, dudando un instante antes de rozar suavemente su mejilla con el dorso de los dedos, su mirada fija en ella como si en ese momento nada más existiera.

—Dime que sí, Brief... —susurró, su voz baja y llena de una necesidad que desbordaba su habitual frialdad—. Dime que no me equivoqué al venir aquí, que no he cruzado todo este maldito océano solo para encontrar un vacío.

Su aliento rozaba sus labios, y el silencio se volvió denso, cargado de todas las emociones que ambos habían reprimido. Ella sintió su corazón acelerarse, y las palabras quedaron atrapadas en su garganta, pero la cercanía de Vegeta, su intensidad, su determinación, le hicieron sentir que todo en ese instante dependía de su respuesta.

—Dime ¿Te quedarías aquí, conmigo? — pregunto ella mirando sus labios.

—No ire a ningun lado sin ti y si tengo que empezar de nuevo, lo puedo hacer desde cualquier parte del mundo, pero contigo—

No puede ser y yo que crei que ya no tenia corazón de mantequilla, pero ahora frente a ti, esos ojos, ese olor, ese porte, me atrapa y derrite haciendome recordar algo imposible de olvidar... que te amo Vegeta Oui, te amo desde el primer dia que te vi.

Él apenas tuvo tiempo de procesar sus palabras antes de que ella, con esa mirada decidida y una sonrisa brillante llena de intención, ilusión y deseo se acercara a él, sus brazos rodeando su cuello mientras cerraba la distancia entre sus labios. El beso fue como un fuego encendido, una chispa que, al contacto, estalló en una pasión contenida, en una necesidad que ninguno de los dos había permitido liberar hasta ese instante. Vegeta la envolvió en sus brazos y, sin dejar de mirarla, la levantó y la llevó dentro de la casa, cerrando la puerta tras ellos.

En el silencio de ese hogar que ella había construido para empezar de nuevo, se convirtió en un laberinto de exploración, el la besó con intensidad como si su desesperación avivara el deseo, días, semanas incluso meses, lejos el uno del otro, sin su calor, sin esa desfachatez que amaba de ella...

Las dudas y el orgullo que antes los separaban se disolvían, reemplazados por un amor que ambos habían negado durante demasiado tiempo. Cada beso, cada caricia era un reflejo de lo que siempre había estado ahí, esperando por ese momento.

¿Acaso va a pasar lo que tiene que pasar?

El sin ninguna distracción la alejó momentáneamente para desabrochar su camisa, bajar el cierre de su pantalón, y mostrar su desnudes, ella se quedó absorta, al ver cómo después de tiempo el aún se sabía suyo, que con ese afán y frescura le mostraba su desnudes, la tomaba con fuerza y empezaba a desnudarla, cómo si ese fuera su derecho, ella no dejaba de verlo con admiración, pero con incredulidad, de verdad ahora el ya no se contenía, acaso ahora consumaría lo que tanto espero... sus labios tocaron su cuello mientras sus manos con fuerza retiraba su sujetados, descubriendo sus senos, besándolos, lamiéndolos mientras sus ojos no se apartaban de ella, los jadeos empezaron a quitar el silencio de aquel espacio, la mesa empezó a ser cómo una cama, ya que el simplemente le bajó el pantalón y lo aventó por cualquier lado, necesitaba verla, sentirla, pero algo lo detuvo momentáneamente...

—Dime que eres mía, cómo antes, que nunca me olvidaste, que nadie ocupó mi lugar— mencionó esas palabras con cierta urgencia, reconociendo que eso lo atormentaba todas las noches.

Ella se acercó, sostuvo su rostro con sus manos y lo besó, metiendo su lengua con destreza.
—No, nadie ocupó tu lugar, aun quiero conocer lo que es tener a un hombre entre mis piernas—

El la miró desafiante... —Siempre tan atrevida Brief, hoy, te haré lamentar ese deseo lujurioso—

Diciendo eso la sentó sobre la mesa, con sus propias manos rompió sus bragas, ella se sobresaltó, mientras los nervios invadían su ser, el sonrío de lado... —Esto te va a gustar— mencionó Vegeta con una sonrisa traviesa.

Bulma lo observaba fijamente, sintiendo cómo el deseo la envolvía con solo verlo, con cada palabra de su boca y el toque de sus manos. Cuando finalmente el se posicionó dentro de ella, cada movimiento la hacía estremecer, profundizando en un ritmo intenso, absorbente. Ella se reclinó sobre la mesa, con el cuerpo estremecido, sintiendo el roce profundo más rápido, llevándola a gemir de una forma que jamás había experimentado. Mordía sus labios, perdida en el extasía de ser suya completamente, sintiendo sus manos sobre sus senos estrujándolos, apretándolos, mientras el seguía sin detenerse, su cuerpo sincronizado en un vaivén que la hacía vibrar de una forma única.

El quería que ella jamás lo olvide, sus embestidas tenían ese propósito, marcar un territorio único haciéndola adicta a él , cada gemido que el emitía alimentaba la necesidad de poseerla más, Vegeta murmuraba palabras de deseo y dominio, acelerando, asegurando que ella sintiera cada parte de él, que entendiera y no haya duda que era de él.

Bulma entendió que nunca tendría escapatoria, que aquella pasión que los embargaba era un sello de que ella le pertenecía a él.

—Te amo, Brief —murmuró Vegeta con voz ronca, mientras su respiración seguía agitada—. Siempre serás mía, solo mía.

Ella sonrió, y sin más se colocó sobre el ya en la cama... con un gesto de deseo —Quiero más, más de ti, enséñame profesor, soy buena alumna—

Los recuerdos pasados y las promesas futuras se mezclaban en un solo instante, con un beso que el le dio con fervor, sellando un amor que, aunque probado y moldeado por el orgullo y la distancia, se mantendría intacto.

FIN


Por fin llegamos al final de esta historia! wow esto a sido un trabajo bastante intenso jajaja, solo espero les guste el final y puedan haber disfrutado de todas las emociones que les ha dado esta historia de inicio a fin. Gracias a todos los que la siguieron y los que han llegado hasta aqui!

Por favor no te vayas sin dejarme un comentario para saber todo sobre tu apreciación y critica sobre la historia!

Nos vemos pronto, queridos lectores!

AMAPOL