DARK: Ensoñación oscura


Había algo en su expresión que la hizo retroceder un paso. No era solo enojo; era algo más profundo, algo que no podía identificar del todo, pero que la hacía sentir completamente expuesta.

Videl sonrió triunfante, sosteniendo el celular con una mano mientras miraba a Vegeta y luego a Bulma. —¿Ves, Profesor? —dijo, con un tono lleno de veneno—. ¿Eso es lo que defiende? Una zorra que juega con todos.

El silencio que siguió fue insoportable. Vegeta continuó mirando a Bulma, como si esperara que ella dijera algo, que le explicara lo que acababa de ver. Pero Bulma estaba paralizada, su mente incapaz de procesar todo lo que estaba sucediendo.

El impacto en Vegeta era evidente. Sus labios se apretaron, y sus puños se cerraron a los costados. Aunque no dijo nada, el torbellino de emociones en su interior era casi palpable. Los celos, la rabia, la incredulidad. Todo estaba ahí, consumiéndolo.

El ambiente estaba cargado de tensión, las miradas de todos los presentes oscilaban entre el asombro y el morbo. Goku seguía sosteniendo a Bulma, tratando de mantenerla alejada de Videl, pero podía sentir cómo la ira de ella crecía con cada segundo. Era como si una fuerza imparable estuviera contenida en su cuerpo, lista para explotar.

—¡Déjame, Goku! ¡Te dije que me sueltes! —gritó Bulma, forcejeando con todas sus fuerzas.

Goku, con los músculos tensos, trataba de mantenerla controlada, pero el impacto de lo que acababa de suceder también lo estaba afectando. Los ojos llenos de odio de Videl, el tono venenoso en sus palabras, y la manera en que había expuesto todo lo que había grabado lo habían dejado aturdido. Había algo escalofriante en su expresión, algo que incluso le resultaba repulsivo.

Finalmente, Goku cedió. Soltó a Bulma, dando un paso atrás, mientras sus ojos se desviaban hacia Videl con una mezcla de sorpresa y desagrado. Bulma, liberada al fin, no perdió ni un segundo. Con pasos firmes y decididos, avanzó hacia Videl, quien seguía sosteniendo el celular con una sonrisa maliciosa en su rostro.

Sin previo aviso, Bulma le arrebató el celular de las manos. La fuerza del movimiento hizo que el dispositivo cayera al suelo con un estruendo metálico, pero Bulma no se detuvo ahí. Con una furia desbordante, levantó el pie y lo aplastó repetidamente contra el celular, reduciéndolo a pedazos.

El murmullo de los presentes se intensificó, y Videl, completamente atónita, dio un paso hacia atrás. Pero Bulma no había terminado. Con un movimiento rápido, alzó la mano y le propinó un bofetón que resonó en el pasillo como un trueno.

El impacto fue brutal. La cara de Videl se giró con tal fuerza que su cuerpo tambaleó, casi cayendo al suelo. Un hilillo de sangre comenzó a salir de su nariz, y ella, con la mano temblorosa, se llevó los dedos a la mejilla, sintiendo el ardor que la quemaba.

Los ojos de Videl se abrieron de par en par, llenos de sorpresa y una mezcla de rabia y humillación. Todo el mundo estaba en silencio, atónito por lo que acababan de presenciar. Nadie podía apartar la mirada de Bulma, que ahora se erguía frente a Videl con una expresión feroz.

—Eres una bestia—escupió Videl finalmente, pero su tono ya no tenía la misma seguridad de antes.

Bulma, con la respiración agitada y los ojos encendidos, miró directamente a Vegeta. Dio un paso hacia adelante, inclinándose ligeramente, y en un susurro lleno de decisión le dijo:
—No tienes nada que reclamarme. Yo te vi con Chiaza, tu tampoco eres inocente.

El peso de esas palabras cayó como una bomba. Vegeta, que había estado observando todo con una mezcla de rabia y desconcierto, sintió cómo su cuerpo se tensaba. Las palabras de Bulma lo atravesaron, su significado era claro: ella también habia actuado por despecho...

Vegeta retrocedió un paso, llevándose las manos a los cabellos. Su mirada se desvió hacia el grupo de alumnos y amigos que los rodeaban, sus rostros llenos de incredulidad y asombro. En ese momento lo entendió todo: ya no había nada que ocultar. El secreto que había tratado de proteger a toda costa estaba ahora al descubierto. Todo el mundo lo sabía.

Los celos lo carcomían por dentro, recordando las imágenes que había visto en el video, pero el peso de la humillación y la frustración lo superaban. Quería jalar a Bulma, llevársela lejos de todos, obligarla a explicarle qué había pasado entre ella y Goku. Pero ya era demasiado.

Con una mirada oscura y derrotada, Vegeta se giró y comenzó a caminar. Sus pasos eran firmes, pero había una tensión evidente en su cuerpo. Su mandíbula estaba apretada, y sus manos formaban puños a los costados mientras se alejaba.

—¡Vegeta! —gritó Bulma, dando un paso adelante.

Goku, aún impactado por lo que había sucedido, extendió una mano para detenerla. —No lo hagas, Bulma. Déjalo. No vale la pena.

Pero Bulma no escuchó. Con un movimiento brusco, se soltó del agarre de Goku y corrió tras Vegeta. Su corazón latía con fuerza, su mente llena de una mezcla de desesperación y rabia. Todo lo que quería era alcanzarlo, detenerlo, obligarlo a escucharla.

Bulma corrió tras Vegeta, sin detenerse a pensar en quién la miraba o qué dirían los demás. Lo único que importaba era alcanzarlo, detenerlo, obligarlo a escucharla. Sus pasos resonaban con fuerza mientras lo veía caminar más rápido, como si quisiera escapar no solo de ella, sino de todo lo que representaba.

—¡Vegeta, detente! —gritó, su voz quebrándose por la mezcla de desesperación y enojo—. ¡No puedes hacer esto! ¡Esto no es justo!

Él se detuvo de golpe, su cuerpo rígido como una estatua. Lentamente, se giró para mirarla, sus ojos cargados de una intensidad que la hizo retroceder un paso. Había algo extraño en su mirada, un brillo que traicionaba sus emociones, pero su expresión seguía siendo fría.

—No te amo. Nunca te consideré. —Su voz salió baja, pero cada palabra fue como un puñal directo al pecho de Bulma— Solo fuiste un entretenimiento. ¿Entiéndelo de una vez?

El aire pareció desaparecer del entorno. Bulma sintió cómo su pecho se levantaba bruscamente, como si hubiera recibido un golpe directo. Sus labios temblaron, y por primera vez esa noche, las lágrimas que había intentado contener comenzaron a correr por su rostro, cayendo en silencio. Su mirada, llena de incredulidad y dolor, se clavó en él, buscando algo, cualquier cosa, que desmintiera sus palabras.

Pero Vegeta solo la miraba, con una dureza que parecía inquebrantable, aunque en su interior se libraba una tormenta.

Antes de que Bulma pudiera responder, una voz suave pero cargada de veneno rompió el silencio. —Vaya, qué patético espectáculo. —Chiaza apareció de la nada, caminando con esa elegancia calculada que la caracterizaba. Su mirada pasó de Vegeta a Bulma, deteniéndose en la joven como si fuera una presa fácil.

Vegeta cerró los ojos al verla, su rostro mostrando una mezcla de incomodidad y resignación. Chiaza, ignorándolo por completo, se detuvo frente a Bulma, su rostro mostrando una sonrisa fría.

—No me digas que realmente te creíste especial, ¿eh? —dijo, su tono burlón pero lleno de intención. Dio un paso más cerca de Bulma, inclinando ligeramente la cabeza como si quisiera estudiarla mejor—. ¿Sabes cuántas estuvieron en tu lugar antes que tú? Ninguna de ellas significó nada. Solo fueron distracciones para Vegeta. Y tú, querida... tú no eres diferente.

Las palabras de Chiaza golpearon a Bulma como una avalancha. Su respiración se volvió errática, y sus manos se cerraron en puños mientras trataba de contener la ira que la invadía. Quería gritar, quería golpearla, pero estaba paralizada por la incredulidad y el dolor.

Chiaza, con una última mirada de superioridad, se giró hacia Vegeta y, sin decir nada más, se dirigió hacia su auto. Abrió la puerta del copiloto y se sentó, cruzando las piernas con aire despreocupado, como si acabara de terminar un espectáculo insignificante.

Bulma, sin embargo, no podía apartar la mirada de Vegeta. Sus ojos, llenos de lágrimas, reflejaban toda la decepción, el enojo y el dolor que sentía. Dio un paso hacia él, su voz saliendo en un susurro quebrado.

—¿Eso es cierto? —preguntó, su tono cargado de vulnerabilidad—. ¿Todo eso es cierto, Vegeta?

Él permaneció en silencio por un momento, su mano descansando sobre la puerta de su auto. Sus hombros se tensaron, y su mirada se dirigió al suelo, incapaz de enfrentarla. Cerró los ojos un instante, como si estuviera reuniendo las fuerzas para responder. Finalmente, sin mirarla, habló.

—Nunca fue real, Brief. Nunca lo será. —Su voz era baja, pero el peso de esas palabras era abrumador.

Bulma sintió cómo su mundo se desmoronaba. Cada palabra era un golpe directo a su corazón, y las lágrimas corrían libremente por su rostro. Quiso gritar, decirle que era un mentiroso, que no podía creerle, pero su cuerpo estaba paralizado por la desesperanza.

Vegeta abrió la puerta de su auto y subió, evitando mirarla. Su rostro estaba tenso, sus manos temblaban ligeramente mientras encendía el motor. Con un rugido del motor, arrancó y se alejó rápidamente, dejando atrás una nube de polvo y a una Bulma destrozada, de pie en el medio del estacionamiento.

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Bulma caminaba sin rumbo fijo, alejándose del estacionamiento. Sus pasos eran lentos, pesados, como si sus piernas apenas pudieran sostener el peso de lo que acababa de suceder. La brisa nocturna acariciaba su rostro, secando las lágrimas que seguían cayendo sin control. Su mente estaba en otro lugar, atrapada en una maraña de recuerdos y emociones que no podía descifrar.

Cada paso la llevaba de vuelta al lugar de la fiesta. La música aún resonaba a lo lejos, los murmullos y risas de los demás parecían tan ajenos, tan irreales. Mientras avanzaba por el camino, notó cómo algunos estudiantes, reunidos en pequeños grupos, se giraban hacia ella. Sus miradas eran fijas, intensas, llenas de algo que no podía ignorar: murmuraciones.

—Ahí va... —susurró alguien al pasar, lo suficientemente bajo para que pareciera casual, pero lo suficientemente claro para que ella lo escuchara.

—¿Viste lo que hizo? Qué descaro... —agregó otra voz entre risas contenidas.

Bulma mantuvo la cabeza en alto, su expresión vacía, como si no les escuchara. Su corazón latía con fuerza, pero no por miedo ni vergüenza; latía por el dolor abrumador que le quemaba por dentro. Las palabras eran cuchillos que cortaban su piel, pero ella seguía avanzando, como si nada pudiera detenerla.

Las miradas se hacían más penetrantes, más evidentes. Algunos se giraban completamente para observarla mientras pasaba, otros le lanzaban sonrisas burlonas. Incluso, a lo lejos, escuchó risas que claramente estaban dirigidas a ella.

"¿Es esta mi nueva realidad?"pensó, mientras apretaba los puños, tratando de ignorar el zumbido constante de las voces a su alrededor.

Un grupo de chicos, apoyados contra una pared, la observaba con descaro. Sus miradas eran lascivas, evaluadoras, como si estuvieran despojándola de todo, reduciéndola a nada más que un objeto.

—Vaya... Ahora entiendo por qué el profesor cayó. ¿Quién no lo haría? —murmuró uno, y los demás rieron con complicidad.

Bulma no respondió, ni siquiera los miró. Siguió caminando, sus pasos cada vez más lentos, como si sus piernas quisieran detenerse, pero su mente la empujaba a seguir. "No importa", se dijo a sí misma. "Nada de esto importa ya."

Pero a medida que avanzaba, los recuerdos comenzaron a invadir su mente. Sin permiso, sin advertencia, los momentos con Vegeta regresaron con una claridad cruel. Recordó sus primeras conversaciones, la forma en que la miraba cuando pensaba que nadie más estaba observando. Recordó los momentos en que él cedía a su insistencia, cuando sus labios se encontraban en esos pasillos prohibidos, escondidos de todos.

Recordó cómo su corazón se aceleraba cada vez que él la tocaba, cómo se sentía única, especial, como si nada más importara en el mundo. Pero ahora, esa imagen de perfección estaba destrozada, reemplazada por la frialdad de sus últimas palabras y el eco de su risa compartida con Chiaza.

Una lágrima rebelde rodó por su mejilla, pero no se detuvo. No tenía fuerzas para enfrentarse a sus propios pensamientos. Las voces a su alrededor seguían resonando, y aunque no quería prestarles atención, cada palabra, cada burla, era como un golpe directo a su orgullo.

—Mírala, ni siquiera tiene vergüenza.
—¿Te imaginas? Después de todo lo que se dijo...
—Es como si buscara problemas, ¿no?

Un grupo de hombres, más adelante, comenzó a mirarla fijamente, sin recato alguno. Sus ojos la recorrieron de pies a cabeza, y uno de ellos incluso dejó escapar un silbido bajo. Bulma sintió una punzada en el estómago, pero no detuvo su andar. No podía, no debía mostrar debilidad.

"Mi imagen... ¿tan rápido se manchó?"pensó, apretando los labios con fuerza. El mundo que había conocido, su confianza, su seguridad, todo parecía haberse desmoronado en cuestión de horas. Lo que una vez fue admiración, ahora se había convertido en una sombra distorsionada de burla y prejuicio.

Bulma seguía caminando, sumida en un mar de emociones que la arrastraban hacia lo más profundo de su ser. La humillación, el dolor, la ira, todo se mezclaba en su pecho como una tormenta imparable. Las voces murmuraban a su alrededor, pero ya no les prestaba atención. Sus pasos eran mecánicos, como si cada uno de ellos la alejara un poco más de la realidad.

De repente, una figura conocida apareció en su camino. Era Yamcha. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y algo de incomodidad, como si no supiera exactamente qué decir o cómo actuar en un momento tan delicado. Se acercó lentamente, deteniéndose frente a ella.

—Bulma... —su voz era suave, intentando no invadir más su espacio emocional— No les hagas caso, son unos idiotas.

Bulma levantó la mirada, sus ojos perdidos pero con un destello de lucidez que reflejaba su enojo contenido. Lo observó en silencio por unos segundos antes de responder, su voz firme pero cargada de cansancio.

—Lo sé... pero ahora se creen con la capacidad de juzgarme. —Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios, apenas perceptible— Pobres estúpidos.

Yamcha asintió, cruzando los brazos mientras la miraba con una mezcla de empatía y tristeza. No sabía cómo consolarla, pero sí sabía que no podía dejarla sola.

—Así es, son unos imbéciles. —Dio un paso hacia ella, buscando sus ojos—. ¿Quieres que te acompañe a tu casa? Puedo llevarte. No deberías estar sola después de todo esto.

Bulma bajó la mirada, sopesando la oferta por un instante. Estaba a punto de responder cuando una voz firme interrumpió la conversación.

—No te preocupes, Yamcha. Yo la llevaré. —Goku apareció de repente, su tono seguro y su mirada fija en ambos.

Bulma alzó la mirada, sorprendida por su repentina aparición. Goku la observaba con una mezcla de determinación y preocupación, ignorando por completo el desconcierto de Yamcha.

—Yo puedo hacerlo —insistió Goku, dando un paso hacia Bulma y sosteniéndola suavemente del brazo, como si su decisión ya estuviera tomada.

Yamcha frunció el ceño, claramente incómodo con la situación. Conocía parte de lo que había sucedido, y no creía que fuera lo más prudente que Goku estuviera con ella en ese momento. Miró al capitán de béisbol directamente, tratando de razonar con él.

—Goku, no creo que sea buena idea. Todo esto está muy complicado, y no quiero que las cosas se malinterpreten más de lo que ya están.

Pero Goku, sin apartar la vista de Bulma, insistió, su tono más firme esta vez. —No te preocupes, Yamcha. Yo me encargaré.

Bulma, perdida en sus pensamientos, apenas procesó la conversación. El cansancio emocional era tan abrumador que no tenía fuerzas para discutir o tomar decisiones. Simplemente dejó que Goku la guiara, permitiendo que sus intenciones la arrastraran.

Con su mano aún sosteniéndola del brazo, Goku comenzó a caminar, alejándola de Yamcha, quien los observó partir con una expresión de resignación y preocupación. Sabía que esa situación solo complicaría las cosas, pero decidió no intervenir más.

Bulma, en silencio, siguió a Goku, dejando atrás a Yamcha y los murmullos que seguían persiguiéndola como un eco interminable.

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El rugido del motor resonaba mientras Vegeta conducía a toda velocidad, su mandíbula apretada y su mirada fija en el camino. Chiaza, sentada en el asiento del copiloto, no podía contener su frustración. Había tratado de razonar con él durante los últimos minutos, pero su temperamento la estaba sobrepasando.

—¡Deja de gritarme! —exclamó Chiaza, cruzándose de brazos con una mezcla de enojo y desesperación. —¡Eres un desquiciado, Vegeta! ¡No puedo creer que me estés haciendo pasar por esto!

Vegeta, sin apartar la vista del camino, respondió con un tono cortante, lleno de ira y culpa. —¡No tenías derecho a decirle eso! ¡No tenías que mentir! ¡No tenías que meterte!

—¿Yo? —replicó Chiaza, mirándolo con incredulidad. —¿Y tú qué? ¿Te atreves a hablarme así cuando yo he sido la que siempre te ha respaldado? ¡Eres un desvergonzado! ¡Ni siquiera me tratas como si fuese tu novia!

Esas palabras parecieron atravesarlo como un puñal. Vegeta apretó con más fuerza el volante, sus nudillos poniéndose blancos. Su respiración se aceleró, y algo en su interior comenzó a romperse. Finalmente, detuvo el auto bruscamente al costado de la carretera, el chirrido de los neumáticos resonando en el aire.

—¡Esto no está bien! —gritó, golpeando el volante con ambas manos. Su voz temblaba, cargada de una mezcla de rabia y desesperación. —¡No me siento bien! ¡Me siento demasiado mal!

Chiaza lo miró, sorprendida. Nunca había visto a Vegeta así. Su rostro, normalmente imperturbable, ahora reflejaba un torbellino de emociones.

—¿Qué demonios te pasa? —le preguntó, su tono más bajo esta vez, casi dudoso.

—¡Nunca debí decirle eso! —soltó Vegeta, su voz quebrándose mientras su mirada permanecía fija en el volante. —¡Todo era mentira! ¡Yo... yo nunca debí tratarla así!

Chiaza parpadeó, incapaz de procesar lo que estaba escuchando.

—¿De qué estás hablando? —preguntó, aunque la respuesta ya comenzaba a formarse en su mente.

—Ella... —continuó Vegeta, ahora con un tono más bajo, casi susurrante. —Ella no se lo merecía... ¡Nada de esto se lo merecía!

La presión que había contenido durante tanto tiempo finalmente estalló. Vegeta golpeó el volante de nuevo, sosteniéndolo con fuerza mientras un grito de furia y dolor escapaba de su garganta.

—¡Fui un bastardo! —gritó, inclinándose hacia adelante como si todo el peso de su culpa lo aplastara. —¡Mentí! ¡Mentí! ¡Le dije cosas horribles, cosas que ni siquiera siento!

Chiaza lo miraba ahora con una mezcla de sorpresa y enojo. Nunca había visto a Vegeta así: tan fuera de control, tan vulnerable.

—¡Debo regresar! —dijo de repente, levantando la cabeza con determinación.

—¿Qué? —exclamó Chiaza, completamente incrédula. —¿Qué estás diciendo?

Vegeta la miró por primera vez desde que había detenido el auto. Sus ojos estaban llenos de un fuego que ella no reconocía, una mezcla de arrepentimiento y decisión.

—¡Necesito regresar! —repitió con firmeza. —Le hice daño, le mentí... y no puedo soportarlo. No quiero estar lejos de ella.

—¡Estás loco! —gritó Chiaza, agitándose en su asiento. —¡¿De verdad estás diciendo esto por esa mocosa?!

—Lo siento, Chiaza. —Su voz era ahora más baja, pero no menos decidida. —Esto debe acabar. No puedo seguir así.

Antes de que ella pudiera reaccionar, Vegeta encendió el motor y giró el auto en dirección opuesta, rumbo al evento. Chiaza, completamente fuera de sí, comenzó a gritarle.

—¡Eres un imbécil! —le espetó, golpeando el tablero con ambas manos. —¡Estás arruinándolo todo! ¡Tu carrera, tu imagen, todo por ella! ¡No sabes lo que estás haciendo!

Pero Vegeta no respondió. Su mirada estaba fija en el camino, sus manos firmes en el volante. Sabía que estaba cruzando una línea sin retorno, pero no le importaba. Lo único que importaba ahora era enmendar su error, enfrentar lo que había hecho y buscarla.

Chiaza, al ver que sus palabras no surtían efecto, soltó un grito de frustración. —¡Detén el auto ahora mismo! ¡Déjame bajar!

Sin más palabras, Vegeta desaceleró lo suficiente para que ella pudiera abrir la puerta. Chiaza salió del auto con furia, cerrando la puerta de un golpe y lanzándole una última mirada llena de odio.

—¡Eres un idiota, Vegeta! —gritó mientras él volvía a acelerar, dejando atrás a una Chiaza enfurecida en medio de la noche.

La velocidad aumentó, y el rugido del motor llenó el silencio que quedaba. Vegeta sentía cómo su corazón latía con fuerza, mientras una sola idea se repetía en su mente: "Debo verla... Debo arreglar esto."

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Bulma permanecía callada, con la mirada fija en la ventana mientras las luces de la ciudad pasaban fugazmente por el vidrio. Su reflejo mostraba un rostro abatido, los ojos levemente enrojecidos y una expresión que delataba la maraña de pensamientos que corrían por su mente. El auto avanzaba en un ambiente cargado de un silencio que parecía gritar las palabras no dichas.

Finalmente, Bulma respiró hondo, como si reunir las fuerzas para hablar le costara un esfuerzo monumental. Sin apartar la vista del horizonte, comenzó.

—Perdóname, Goku... —murmuró, su voz apenas audible, pero lo suficientemente clara como para que él la escuchara.

Goku no respondió de inmediato, manteniendo su vista en la carretera, las manos firmes en el volante. Ella continuó, sintiendo la necesidad de liberar algo de la carga que llevaba en el pecho.

—Lo que pasó entre nosotros... fue un impulso inmaduro. Nunca debí hacerlo, menos por esa razón. —Su voz tembló al final, pero no dejó de hablar. —De verdad lo siento, Goku. Solo... sentí esa necesidad, ese impulso y no pensé en las consecuencias.

Él permanecía en silencio, sus ojos fijos en la carretera como si no quisiera reaccionar todavía. Bulma apretó las manos sobre su regazo, sintiendo cómo el peso de sus palabras se hacía más grande con cada segundo que pasaba.

—Pero quiero aclarártelo —agregó, esta vez con un tono más firme, aunque su mirada seguía perdida en la ventana— Para que no haya malentendidos. Goku, me agradas, de verdad eres un buen chico, tal vez podriamos ser buenos amigos...

La confesión quedó flotando en el aire, como una barrera invisible entre ambos. Goku seguía sin decir nada, sus rasgos imperturbables mientras mantenía la vista fija en el horizonte. El silencio era ensordecedor, pero su presencia era ineludible.

De repente, Goku habló, su voz tranquila pero cargada de una extraña neutralidad.

—Si vamos por aquí —dijo, señalando con un leve movimiento de la cabeza una calle a la derecha—, llegamos a tu casa. —Luego, hizo un gesto hacia otra dirección—. Y si vamos por allá... nos vamos hacia otro lugar.

El auto se detuvo en un cruce, el motor ronroneando suavemente mientras esperaban. Goku no giró a verla; su mirada permanecía en la dirección que señalaba la segunda opción, su expresión completamente neutral, sin emoción alguna.

Bulma parpadeó, confundida por su repentina reacción. Miró hacia la primera dirección, sabiendo perfectamente que esa la llevaría a su casa, un lugar que ahora solo le parecía un refugio vacío y frío, desprovisto de cualquier consuelo. Sus padres no estaban, nadie la esperaba allí. Era solo ella y sus recuerdos.

Por un momento, su pecho se contrajo al pensar en esa soledad. Luego, giró la cabeza hacia la otra dirección, una incógnita que no tenía respuestas, pero que al menos representaba algo diferente.

Goku no la miraba, su rostro era un enigma mientras esperaba en silencio su respuesta. Bulma tragó saliva, sintiendo cómo una oleada de emociones la abrumaba. Sus labios temblaron antes de articular una palabra.

—Vamos... hacia otra dirección —dijo finalmente, casi en un susurro, pero con una decisión que la sorprendió incluso a ella misma.

Goku no reaccionó de inmediato, pero sus manos se apretaron ligeramente en el volante. Sin decir nada más, arrancó el auto con un movimiento decidido, acelerando hacia lo desconocido. La velocidad del vehículo se incrementó, y el aire dentro del auto cambió, como si ambos hubieran dejado algo detrás al tomar esa decisión.

Bulma cerró los ojos un momento, tratando de calmar el latido frenético de su corazón, mientras se sumergía en la incertidumbre de lo que venía.

El trayecto continuó, el auto avanzando con firmeza mientras las luces de la ciudad destellaban a su alrededor. Bulma permanecía callada, observando cómo las calles pasaban rápidamente a través de la ventana. Sin embargo, algo empezó a incomodarla. En lugar de dirigirse hacia las afueras, hacia un lugar despejado como ella había asumido, notó que seguían dentro del corazón de la ciudad.

Giró la cabeza hacia Goku, quien mantenía la mirada fija en el camino, y finalmente rompió el silencio.

—¿A dónde vamos? —preguntó con tono de curiosidad y una ligera inquietud.

Goku no apartó los ojos del volante, pero respondió con calma. —Estaba pensando en ir a mi apartamento.

Bulma frunció el ceño, sorprendida. —¿A tu apartamento? ¿Para qué?

Esta vez, él la miró brevemente antes de devolver la vista al camino. Había una mezcla de seguridad y sencillez en su respuesta. —Pensé que sería un lugar más reservado.

—Yo... yo pensé que tal vez iríamos a un lugar abierto —dijo ella, vacilante—, no sé... a la playa o a algún lugar donde pudiéramos relajarnos.

Goku soltó una leve risa por lo bajo, sin malicia, y la miró nuevamente, esta vez con un brillo particular en los ojos.

—Exacto. Creo que en mi apartamento podríamos relajarnos. —La frase salió con una tranquilidad desarmante, como si fuera la solución más obvia del mundo.

Bulma se quedó en silencio, mirándolo fijamente mientras trataba de procesar sus palabras. Había algo en su tono, en la manera casual con la que lo decía, que la hacía dudar. Sin embargo, no sintió ninguna amenaza, solo un desconcierto que la hizo girar de nuevo hacia la ventana.

Goku, por su parte, no esperó su respuesta. Sin dejar de conducir, agregó: —Tranquila. Créeme, te vas a relajar. La vamos a pasar mejor de lo que la pasaste allá. Confía en mí.

Su tono era suave, casi reconfortante, pero al mismo tiempo tenía un matiz de certeza que no dejaba espacio para contradecirlo. Bulma parpadeó, sintiendo cómo el cansancio y la tristeza acumulados empezaban a pesarle más. Había tenido un día tan intenso, tan lleno de emociones que no sabía si le quedaban fuerzas para discutir o incluso para pensar con claridad.

Finalmente, suspiró, dejando caer ligeramente los hombros mientras volvía a mirar por la ventana. La sensación de abatimiento se mezclaba con una pequeña chispa de curiosidad. "Quizás... solo debería dejarme llevar,"pensó.

No dijo nada más, y Goku tampoco. Pero su silencio, esta vez, no se sentía tan pesado.

Vegeta llegó a la universidad, estacionando su auto con un movimiento brusco y decidido. Apoyó las manos sobre el volante por unos segundos, cerrando los ojos y respirando hondo."¿Qué estoy haciendo?",se preguntó, pero el peso en su pecho no le permitió retroceder. Sabía que debía regresar, aunque no estaba seguro de qué buscaba exactamente.

Bajó del vehículo, su expresión endurecida pero sus pasos marcados por una mezcla de incertidumbre y urgencia. Caminó directamente hacia la zona de eventos, donde las luces aún brillaban y la música seguía resonando. Sin embargo, ya no era el mismo ambiente de hace unas horas. Muchos alumnos se habían ido, los decanos y profesores ya no estaban, y el lugar había perdido parte de su elegancia inicial, transformándose en una fiesta desordenada.

Avanzó entre la multitud, sus ojos buscando con determinación. Su mente estaba fija en encontrarla, pero conforme caminaba y observaba, su ansiedad crecía."¿Dónde está?",pensó mientras su mirada se desplazaba entre rostros familiares.

Finalmente, se acercó al grupo donde Bulma solía estar. Reconoció a algunos de sus amigos, pero ella no estaba. Notó cómo ellos hablaban entre susurros, con expresiones que parecían cargadas de confusión y tensión. Algo no estaba bien. Vegeta se detuvo a unos metros, observándolos detenidamente."Se fue,"concluyó en su mente, apretando los dientes con frustración.

Pero algo más captó su atención, Goku tampoco estaba allí. El capitán del equipo de béisbol, tan llamativo y difícil de ignorar, era notable por su ausencia. Eso lo inquietó aún más, como si un mal presentimiento comenzara a formarse en su interior.

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Vegeta, decidido a obtener respuestas, buscó con la mirada a alguien que pudiera proporcionárselas. Sus ojos se detuvieron en Videl, quien estaba algo apartada, sola y con la mirada perdida. Sin pensarlo dos veces, caminó hacia ella con pasos firmes.

Antes de que Videl pudiera reaccionar, él la tomó del brazo y la jaló sin consideración. —Ven conmigo —ordenó con una voz fría y autoritaria, sin dejar espacio para objeciones.

—¿Qué? ¡Suéltame! —protestó ella, pero Vegeta no le hizo caso y la llevó a un rincón apartado, lejos de la vista de los demás.

La apoyó contra la pared con firmeza, manteniendo una distancia intimidante mientras la miraba fijamente. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de ira y determinación.

—¿Qué demonios has tramado? —preguntó, su tono bajo pero cargado de amenaza—. ¿Qué pretendías con todo esto?

Ella lo miró con sorpresa y miedo. Nunca había visto a Vegeta tan serio, tan determinado, y eso la dejó sin palabras.

—Responde —insistió él, su voz más dura esta vez—. ¿Por qué hiciste esto?

Videl tragó saliva, su cuerpo temblando ligeramente bajo la intensidad de su mirada. Bajó la vista, intentando evadirlo, pero él no le permitió escapar.

—Por favor, déjame tranquila —murmuró finalmente, su voz quebrada— Ya no quiero hablar de esto.

—Te equivocas si crees que esto se va a quedar así —respondió Vegeta con frialdad—. Lo que hiciste no solo mancilló la reputación de tu compañera, sino que también puso en juego la mía. ¿Tienes idea del daño que has causado? —Su tono se volvió más cortante, casi como un filo que cortaba el aire—. Habla de una vez o esto será peor para ti.

Videl se quebró. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, mientras toda la tensión acumulada se derramaba en un sollozo.

—Todo está mal —dijo entre lágrimas, intentando hablar pero ahogada por la culpa y la vergüenza—. Después de lo que pasó... algunos de mis amigos ya no me hablan. Me miran mal. Y Goku... —se detuvo, su voz temblando aún más—. Goku me dejó claro que soy una decepción para él.

Vegeta frunció el ceño, pero no dijo nada. Solo esperó, dejando que ella continuara.

—Lo hice por celos —confesó finalmente, levantando la vista con una expresión de derrota—. Goku estaba interesado en Bulma, pero ella ni caso le hacía. Solo tenía ojos para ti. Para el gran Vegeta Oui.

Él apretó los dientes al escuchar eso, pero no interrumpió.

—Cuando los vi... cuando vi lo que tenían, lo único que quería era que ella sintiera lo mismo que yo: el rechazo. —Su voz se volvió más amarga—. Quería que sintiera lo que es que alguien te ignore, que no te vea.

Vegeta retrocedió un paso, mirándola con una mezcla de incredulidad y asco. Su mandíbula estaba tensa, pero su expresión reflejaba indignación.

—Ahora me doy cuenta de que fui demasiado lejos... —continuó Videl, su voz apenas un susurro—. Lo arruiné todo, y me siento mal.

Vegeta respiró hondo, tratando de contener la explosión de emociones que crecía en su interior. Miró a Videl por última vez, sus ojos llenos de desprecio.

—¿Te sientes mal? —dijo con una calma que resultaba aún más aterradora—. ¿Eso es todo lo que tienes para decir después de todo lo que hiciste?

Sin esperar una respuesta, retrocedió un par de pasos más, alejándose de ella. Sus pensamientos eran un caos, pero había algo claro: Videl había sido el detonante de todo.

Giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia una dirección aleatoria, perdido en sus propios pensamientos. Pero antes de que pudiera avanzar demasiado, escuchó una voz familiar que lo llamó.

—¡Profesor!

Se detuvo y miró en la dirección de la voz. Era Yamcha, quien se acercaba con rapidez, su rostro mostrando una mezcla de preocupación y cautela.

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Bulma siguió a Goku hasta su apartamento, caminando detrás de él con pasos inseguros. En el ascensor, el silencio era palpable, roto solo por el leve zumbido del ascensor en movimiento. Ella miraba al suelo, jugando con sus manos, mientras Goku permanecía tranquilo, mirando al frente con las manos en los bolsillos.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Goku caminó hacia la puerta de su flat y sacó las llaves. Al abrir la puerta, la luz tenue del pasillo se filtró en el interior. Bulma se detuvo en seco en el umbral, sintiendo una oleada de incomodidad y nerviosismo. Era la primera vez que entraba al apartamento de un chico, y no sabía qué esperar.

Goku notó su vacilación y, sin decir nada, la tomó suavemente de la mano, tirando de ella para que entrara.
—Vamos, no te quedes ahí —dijo con una sonrisa relajada mientras encendía las luces.

El apartamento de Goku se iluminó, revelando un espacio acogedor pero con ese desorden característico de un joven soltero. Los muebles eran modernos y funcionales, con una mesa de centro de cristal, un sofá cómodo, y varias estanterías llenas de libros y objetos decorativos. Sin embargo, había algunas chaquetas colgadas en el respaldo de las sillas y un par de zapatillas deportivas olvidadas en una esquina.

—Es lindo, ¿no? Vivo solo, así que... bueno, no siempre está ordenado —comentó Goku mientras recogía algunas cosas y las ponía en su lugar. Se giró hacia Bulma, que seguía de pie, observando todo con curiosidad.
—Puedes sentarte, si quieres —añadió, señalando el sofá mientras quitaba un par de revistas deportivas de encima de él.

Bulma dio unos pasos tímidos hacia el interior, mirando a su alrededor. Sus ojos se detuvieron en una vitrina de trofeos que ocupaba una parte prominente de la sala. Había trofeos, medallas y placas de reconocimiento, todos relacionados con el béisbol. Su mirada se suavizó al verlos; reflejaban la pasión y dedicación de Goku por el deporte.

—Wow, tienes bastantes premios —dijo finalmente, rompiendo el silencio.
—Sí, bueno, el béisbol ha sido mi vida desde que era un niño —respondió Goku, encogiéndose de hombros—. Es algo que me ha dado muchos momentos felices.

Bulma asintió, aunque sus pensamientos seguían dispersos. Caminó hacia el sofá y se sentó lentamente, apoyando las manos en sus rodillas. Su mirada se perdió momentáneamente en el espacio, tratando de encontrar palabras.

—¿Quieres algo de tomar? —preguntó Goku, acercándose a la cocina pequeña pero bien equipada.
—No, estoy bien así, gracias —respondió ella, sin apartar la vista del suelo.

Goku la observó desde la barra, suspirando con suavidad. Había algo en su expresión, en su postura, que reflejaba una tristeza contenida, una carga que no podía ignorar. Se pasó una mano por el cabello, como si buscara las palabras correctas para iniciar una conversación, pero finalmente decidió darle su espacio.

Se apoyó en el respaldo de una silla y la miró, en silencio, mientras Bulma, aun sentada, parecía sumida en sus pensamientos.

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Vegeta escuchó atentamente las palabras de Yamcha, pero hubo una frase en particular que lo dejó inmóvil:"Goku se adelantó y dijo que él podía llevarla."Por un momento, su rostro reflejó un desconcierto absoluto, pero pronto esa expresión se transformó en una mezcla de incomodidad y tensión. Giró su cabeza hacia Yamcha, quien parecía hablar sin darse cuenta del impacto de sus palabras.

—¿Qué has dicho? —preguntó Vegeta, su voz baja, controlada, pero cargada de una intensidad que hizo que Yamcha tragara saliva.

—Bueno... —Yamcha comenzó a titubear, consciente de que algo en la expresión de Vegeta no iba bien—.Goku le dijo que podía llevarla, ya sabe, que él se encargaría de que llegara bien.

—¿Llevarla? —repitió Vegeta con incredulidad, sus ojos estrechándose mientras sus pensamientos comenzaban a arremolinarse— ¿A dónde demonios la llevó?

Yamcha retrocedió un paso, incómodo ante la mirada fulminante de Vegeta. —Bueno, supongo que a su casa... ¿no? —dijo con un tono de duda que no pasó desapercibido.

La mandíbula de Vegeta se tensó, y sus puños se cerraron con fuerza. —¿Supongas? —replicó con un tono que hizo que Yamcha se sintiera aún más incómodo— Habla claro, ¿dónde vive ese idiota?

—Yo... no lo sé exactamente. Goku nunca nos ha dado su dirección —confesó Yamcha, con una expresión nerviosa—. Pero estoy seguro de que la llevó a su casa, quiero decir, eso tendría sentido, ¿no?

La cara de Vegeta se ensombreció aún más al escuchar esas palabras. Dio un paso hacia Yamcha, encarándolo con una intensidad que lo hizo sentirse acorralado. —¿Por qué pones esa cara? —preguntó Vegeta, sus palabras sonando más como una orden que como una pregunta—. ¿Qué demonios insinúas? ¡Dímelo ahora!

Yamcha, sintiéndose atrapado, tragó saliva y desvió la mirada por un instante. —No insinúo nada, solo... bueno, Goku es Goku. Es un buen tipo, pero... ya sabes, también es impulsivo. Pero no creo que haga nada inapropiado.

Vegeta arqueó una ceja, aún más irritado. —¿Impulsivo? ¿Qué demonios significa eso? —insistió, dando otro paso hacia Yamcha, quien comenzó a sudar bajo la mirada inquisitiva del profesor.

—No, no es nada... solo malos pensamientos, supongo. Seguro que solo la lleva a su casa —respondió Yamcha, tratando de sonar más convincente, aunque su tono lo traicionaba.

La inquietud de Vegeta creció al notar la expresión amarga y nerviosa de Yamcha. —¡Habla claro! —exigió, su voz ahora más dura—. ¿Qué demonios crees que puede pasar? ¿Por qué actúas como si supieras algo? ¡Dímelo ahora mismo!

Yamcha levantó las manos en un intento de calmarlo. —No sé nada, de verdad. Solo espero que Goku se comporte... ya sabes, como un caballero. —Su voz temblaba, y su mirada esquivaba la de Vegeta.

Vegeta apretó los dientes, y su mirada se oscureció aún más. Dio un paso más cerca de Yamcha, casi invadiendo su espacio personal. —¿Quién demonios es ese chico? —preguntó, sus palabras saliendo con una mezcla de rabia y desconcierto.

El silencio que siguió fue abrumador. Yamcha, aunque quería defender a su amigo, sabía que Goku tenía un lado que pocos conocían. Era un joven impulsivo, pasional, alguien que actuaba más por instinto que por lógica. Ese silencio solo aumentó la sospecha de Vegeta, quien comenzó a deducir las posibilidades.

—Dime dónde vive —ordenó Vegeta, su tono definitivo, sin aceptar un no como respuesta.

—No lo sé, de verdad... —respondió Yamcha, sintiéndose cada vez más acorralado—. Nadie lo sabe. Nunca nos dio su dirección.

Esa última frase cayó como un balde de agua fría. Vegeta retrocedió un paso, sus pensamientos girando como una tormenta. La idea de que Bulma estuviera con Goku en un lugar desconocido lo llenaba de una sensación que no podía definir: celos, ira, desesperación... y algo más profundo que no quería admitir.

Sin responder, Vegeta giró y comenzó a caminar hacia su auto, dejando a Yamcha confundido y preocupado por el rumbo que tomaría todo esto.

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Goku estaba sentado en el sofá de su departamento, con las piernas ligeramente abiertas y los codos apoyados en las rodillas, observando cada movimiento de Bulma desde su posición. Ella estaba de pie, frente a sus estanterías llenas de trofeos y medallas, recorriendo cada objeto con la mirada. Su postura parecía relajada, pero Goku podía notar cierta tensión en la forma en que sus dedos rozaban distraídamente una de las placas doradas.

La tenue luz del apartamento hacía que su figura resaltara de una manera que Goku no podía ignorar. Su cabello celeste caía con naturalidad sobre sus hombros, y la forma en que su ropa se ajustaba a su cuerpo hacía que cada curva fuera un recordatorio constante de por qué no podía apartar la vista de un problema.

Mientras la miraba de arriba abajo, su mente comenzó a divagar hacia recuerdos que habían estado latentes pero ahora parecían encenderse como una llama. Recordó ese beso en el pasillo, tan inesperado y a la vez tan abrumador. Recordó cómo ella lo había sujetado con fuerza, cómo sus labios habían buscado los suyos con una urgencia que nunca había sentido antes. Recordó cómo sus lenguas se encontraron, cómo esa intensidad le había dejado sin aliento, marcando un antes y un después en su percepción de ella. Bulma no era como nadie más. Ella era... algo más.

Su mirada descendió por la silueta de ella, y su mente fue más lejos. Rememoró esas ocasiones en las que la había encontrado en la universidad, en momentos extraños que ahora cobraban un nuevo significado. Las mejillas rojas. La ropa desordenada. Esa falda que parecía mal ajustada y revelaba más de lo que debería. Una vez, incluso, creyó escuchar sus jadeos mientras pasaba cerca del baño de damas, y aunque en ese momento lo descartó como una coincidencia, ahora, con todo lo que sabía, no podía evitar conectar los puntos.

Había sido ella. Siempre había sido ella.

¡Hola!

Espero hayan disfrutado del anterior, les dejo la continuación, no se vayan sin darme sus comentarios, y gracias a los que siguen lo que mi mente maquina!

AMAPOL