DARK: Lamento en Cenizas


—Profesor Oui, gracias por presentarse con tan poca antelación. Como sabe, hemos convocado esta reunión para tratar un asunto delicado: los rumores que lo vinculan con la estudiante Bulma Brief, este fin de semana nos han llegado muchos comentarios.

El nombre de Bulma resonó en la sala, provocando un nuevo oleaje de miradas entre los presentes. Vegeta respiró hondo antes de hablar, su tono controlado pero cargado de autoridad.

—Rumores. Eso es todo lo que son. —Hizo una pausa, recorriendo a cada miembro del consejo con una mirada que casi desafiaba a que alguien lo contradijera.— Sin pruebas, sin evidencia contundente. Lo único que tenemos aquí son calumnias que no deberían tener cabida en una institución de este calibre.

La decana lo vio directamente a los ojos, colocando su mano en su barbilla, suspiro… —Digame, ¿se encuentra bien? Lo noto… diferente, cansado tal vez…—

—Solo estoy incomodo, todo esto… abruma— menciono él llevando su cabello hacia atrás, en realidad su mente estaba en otro lugar, habia pasado toda la noche fuera de la casa de Bulma y nunca la vio regresar…

Algunos decanos se miraron en silencio, mientras otros intercambiaban miradas cautelosas. Pero Vegeta no había terminado. Su siguiente movimiento sería un golpe calculado.

—Sin embargo, debo admitir algo —continuó, relajándose ligeramente en su silla, un gesto que era más amenazante que conciliador— La señorita Brief es una joven excepcional. Inteligente, audaz, y, sí, increíblemente carismática. Es natural que despierte admiración en quienes la rodean, incluso en mi mismo.

Un murmullo recorrió la sala, pero Vegeta levantó una mano, exigiendo silencio sin decir una palabra.

—¿Esta reconociendo algo profesor Oui? — pregunto ella alzando una ceja…

Vegeta se quedo en silencio, era como mandar al diablo todo o cuidar lo que siempre fue su unica razón… —No, cualquier insinuación de que yo, un profesor con años de experiencia y una reputación impecable, caería en algo tan… impetuoso como aprovecharme de mi posición es un insulto que no pienso tolerar.

El silencio en la sala era sepulcral. La decana carraspeó antes de responder.

—Profesor, aunque sus palabras son elocuentes, la situación sigue siendo preocupante. Estos rumores, infundados o no, han dañado la imagen de la universidad. Necesitamos tomar medidas.

Fue entonces cuando Vegeta decidió dar el golpe final.

—Estoy completamente de acuerdo, decana. Necesitamos tomar medidas. Y estas deberían empezar con la alumna Videl, quien ha sido la principal responsable de propagar estas mentiras.

La sala se llenó de murmullos, esta vez más intensos. La decana alzó una ceja, sorprendida por la acusación directa.

—¿Está usted afirmando que la señorita Satan es la fuente de estos rumores? —preguntó uno de los oficiales de ética, ajustándose las gafas.

—No lo afirmo —respondió Vegeta, su voz firme— Lo aseguro. Su conducta ha sido intencionada, manipuladora y dañina. Si realmente queremos proteger la reputación de esta universidad, deberíamos tomar una decisión ejemplar: su expulsión inmediata.

El consejo quedó dividido. Algunos decanos murmuraban entre ellos, mientras otros permanecían en silencio, sopesando las palabras de Vegeta. La decana principal se inclinó hacia adelante, entrelazando las manos.

—Profesor Oui, estas son acusaciones graves. Necesitaremos pruebas para proceder con algo tan definitivo como una expulsión.

Vegeta se levantó de su asiento, su figura proyectando una sombra larga sobre la mesa.

—Con todo respeto, las pruebas están en las acciones de la señorita Satan. Pero si ustedes necesitan más tiempo para deliberar, no me opondré. Solo recuerden que mientras discuten, mi nombre y el de una estudiante brillante, ganadora de un concurso tan importante, continúan siendo motivo de murmuraciones.

Con eso, Vegeta se retiró, dejando tras de sí un silencio tenso y una sala llena de incertidumbre. Su mente ya estaba calculando el próximo movimiento, porque sabía que esto no había terminado. Había plantado la semilla de la duda, y ahora solo quedaba esperar a que germinara.

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La habitación deaquella peliazulestaba sumida en penumbras, las cortinas cerradas ahogaban cualquier rastro de luz, mientras ella permanecía boca abajo en su cama, inmóvil. Su rostro, oculto en las sábanas, no mostraba lágrimas, pero en su interior reinaba un vacío abrumador, como si el tiempo se hubiera detenido. Los eventos del fin de semana, no dejaban de dar vueltas en su cabeza. Se sentía despojada de todo, incluso de sí misma.

Finalmente, como si algo dentro de ella estallara, se levantó con lentitud, sus pasos eran pesados, casi arrastrados, y se dirigió al baño. Abrió la ducha y dejó que el agua fría cayera sobre su cuerpo, recorriendo cada centímetro de piel como un intento desesperado por purificarse. Frotó su piel con fuerza, con un fervor casi violento, como si quisiera borrar cualquier rastro, cualquier recuerdo, cualquier señal que pudiera haber contacto de Goku, su cercanía, todo parecía un veneno que necesitaba erradicar.

Con las manos apoyadas en las baldosas del baño, su mirada se perdió en un punto invisible. Su respiración era pesada, y por un momento murmuró con voz quebrada;
—Esto no debió pasar... nunca debió pasar...

El agua seguía corriendo, pero ella no se movía. Su mente saltó a las palabras de Vegeta:"Lo nuestro no es real. Nunca lo será". Aquella frase resonaba en su interior como un eco cruel, uno que la hacía sentir aún más perdida. Cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquearlo todo. Cuando finalmente salió del baño, volvió a su habitación. Se echó de nuevo en la cama, boca abajo, cubriéndose con una manta como si quisiera desaparecer del mundo, de todo y de todos.

Por otro lado, Vegeta estaba en su de regresar de la universidad con una expresión severa y el peso de los días sobre sus hombros. Tiró su maletín sobre el sofá y se dejó caer en una silla cercana, encendiendo su de Chaza inundaban la uno más hiriente que el anterior.

"Eres un estúpido. No puedo creer que sigas pensando en ella. ¿Qué clase de hombre pierde su tiempo en algo tan absurdo?"

Rodó los ojos y dejó el teléfono sobre la mesa, pero inmediatamente comenzaron a llegar mensajes de Bardock, su asesor.

"Esto está fuera de control. Tienes que rectificar inmediatamente. Tu imagen está en juego, Vegeta. ¿Te das cuenta de lo que podría pasar si esto llega al padre de esa chica? No solo es tu reputación como profesor, también afecta a la empresa."

Apretó los puños con fuerza, dejando el celular sobre la mesa. Bardock tenía razón, y esa presión lo estaba sofocando. Pero más que el miedo a las consecuencias, lo que realmente lo estaba torturando erala incertidumbre sobre Bulma.

Esa noche que la esperó fuera de su casa, sentado en su auto, mirando las luces apagadas de la mansión Brief, sintió algo que nunca antes había experimentado: desamparo. Pasaron las horas, y ella nunca regresó. Ni un movimiento, ni una señal. Con cada minuto que pasaba, la pregunta lo atormentaba más:"¿Dónde está? ¿Acaso sigue con el idiota ese? ¿Qué hicieron?"Esa posibilidad le quemaba el alma.

A la mañana siguiente, cuando finalmente encendió su auto y se retiró, algo dentro de él se quebró. No podía soportar imaginarla con otro, menos con ese idiota, ese imbécil que con poco ya se creía con derecho sobre ella. Lo estaba consumiendo, pero tenia que controlarse.

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Los días comenzaron a pasar, y la ausencia de Bulma se hizo evidente en la universidad. Vegeta continuó con sus clases, su semblante serio y frío no daba lugar a cuestionamientos, pero por dentro estaba en una constante lucha. Cada vez que entraba al salón y veía el asiento vacío de Bulma, algo en él se hundía un poco más.

Mientras tanto, el caso de Videl seguía su curso. Los murmullos en los pasillos hablaban de la posible expulsión, y Vegeta asistía a cada reunión del comité con una única misión: asegurarse de que la verdad prevaleciera.

El salón estaba vacío, sumido en un silencio recogía sus papeles con calma cuando la puerta se cerró de golpe tras él. Levantó la mirada y allí estaba Videl, con los ojos rojos y el rostro crispado por la desesperación. Caminó hacia él con pasos apresurados, mientras él se enderezaba, cruzando los brazos.

—¿Qué quieres? —preguntó Vegeta con un tono seco, directo, que detuvo a Videl a unos metros de distancia.

—Profesor Oui, por favor… —dijo, su voz quebrada, pero intentando mantener la compostura— Necesito hablar con usted. Le ruego que me escuche.

Vegeta no respondió. Su mirada era como un filo cortante, pero ella no se detuvo.

—Sé que cometí un error. Sé que lo que hice estuvo mal, pero… —hizo una pausa, su voz temblando— No puede permitir que me expulsen. Eso destruiría mi vida. Mi carrera, mi futuro… Por favor, profesor. ¡Por favor!

Él soltó una risa baja, sarcástica, que hizo eco en el salón vacío. Una risa cargada de desprecio que hizo que Videl retrocediera un paso, sorprendida.

—¿Tu vida? ¿Tu carrera? —repitió Vegeta, cada palabra impregnada de ironía— ¿Ahora te importa tu futuro, Satan? Qué conveniente.

Ella apretó las manos, intentando mantener el control.
—No lo digo solo por mí. Mis padres, mi familia… Ellos confían en mí. No puedo decepcionarlos. ¡No puedo fallarles!

Vegeta dejó los papeles sobre el escritorio y avanzó hacia ella, cada paso resonando con fuerza. Sus ojos oscuros estaban llenos de algo que Videl no podía descifrar: ira, desdén, algo más profundo.

—¿Tu familia? —murmuró con una frialdad que heló el aire entre ambos— ¿Te preocupaste por la familia de Bulma cuando decidiste arruinar su reputación? ¿Te importó su carrera cuando intentaste destruirla delante de todos con tus mentiras? ¿Te importó algo más que tu patético resentimiento?

Videl abrió la boca para responder, pero él alzó una mano, deteniéndola.
—No hables —ordenó con una firmeza implacable—. Lo único que hiciste fue sembrar caos, herir a alguien que no lo merecía, y todo… —se inclinó hacia ella, su rostro a pocos centímetros del suyo— por envidia. Por celos.

Videl temblaba, pero no retrocedió esta vez.
—Yo… Yo solo quería… —intentó justificar, pero su voz se quebró.

Vegeta soltó un bufido y se enderezó. Dio la vuelta, caminando hacia el escritorio.
—No hay justificación para lo que hiciste. Y ahora estás aquí, rogándome que te salve cuando fuiste tú quien encendió este fuego.

Ella apretó los puños, la desesperación empujándola a hacer un último intento.
—¡Pero usted también tiene que asumir su parte! ¡Los rumores no los inventé de la nada! Yo solo… —calló, al ver cómo Vegeta giraba lentamente para mirarla, sus ojos encendidos de furia contenida.

—No vuelvas a insinuar nada sobre mi relación con la señorita Brief —dijo con una calma peligrosa, su voz grave como un trueno—. Tú destruiste lo que había, lo que pudo haber sido. Y no solo eso, la destruiste a ella. ¿Sabes lo que hiciste? No, claro que no. Porque solo te importa tu miserable vida.

Videl sintió que las piernas le temblaban, pero no podía apartar la mirada.
—Por favor… —murmuró una vez más, pero esta vez su voz era apenas un susurro.

Vegeta avanzó hasta quedar frente a ella, su imponente figura haciéndola sentir pequeña.
—Te lo dejaré claro, Satan. Te vas a ir de esta universidad. Y no descansaré hasta que te asegure de que no vuelvas a aparecer en ningún lugar que yo considere importante. Porque no solo arruinaste la vida de una estudiante brillante, también te atreviste a meterte conmigo. Y eso fue tu peor error.

Videl lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
—¿No puede… reconsiderarlo? —intentó por última vez, su voz rota.

Vegeta señaló la puerta con un gesto firme.
—Sal de mi vista. No vuelvas a buscarme. No vuelvas a dirigirme la palabra. Tu presencia aquí ya es un insulto.

Ella dudó un momento, pero al ver la expresión implacable de él, supo que no había nada más que hacer. Dio un paso atrás, su respiración entrecortada, y salió del salón. La puerta se cerró con un eco que parecía sentenciar su destino.

Finalmente, después de días de espera, recibió un mensaje que le indicaba que había una resolución. La decisión estaba tomada, llamaron a Vegeta Oui, ahora solo faltaba enfrentarse a lo que vendría después.

Una semana conaparente calma volvió a los pasillos de la rumores comenzaron a disiparse, aunque las miradas furtivas y los murmullos aún persistían. Vegeta, siempre firme, caminaba con una leve sonrisa de triunfo. En su mano, llevaba un folder cerrado con una etiqueta oficial que brillaba bajo la luz de los fluorescentes.

El ambiente en su clase estaba tenso. Los estudiantes, reunidos en pequeños grupos, hablaban en voz baja, especulando sobre la ausencia del profesor en la clase anterior. Algunos temían que hubiera sido suspendido; otros pensaban que había renunciado. Pero todos quedaron en silencio absoluto cuando lo vieron aparecer en el umbral de la puerta.

Vegeta entró con paso firme, su porte más imponente que nunca. Su mirada recorrió el aula, y aunque no dijo nada al principio, el peso de su presencia lo decía todo. Cerró la puerta tras de sí con calma, dejando que el sonido reverberara en el salón.

—Parece que mi ausencia generó todo tipo de teorías —comenzó, dejando el folder sobre su escritorio con un gesto calculado— Pero como pueden ver, sigo aquí. Y lo seguiré estando.

Un murmullo nervioso recorrió la sala, pero Vegeta alzó una ceja, logrando que todos callaran de inmediato.

—Ahora, quiero compartir algo con ustedes. —Tomó el folder y lo levantó, mostrándolo como si fuera un trofeo. — Esto que tengo aquí es la autorización oficial para la expulsión de una de sus compañeras.

El impacto fue inmediato. Los estudiantes intercambiaron miradas de asombro, algunos incluso mostrando preocupación evidente.

—Sí, estoy hablando de la señorita Videl Satan —continuó Vegeta, dejando caer el folder de nuevo sobre el escritorio— Su conducta, su falta de ética y sus intentos de dañar la reputación de una estudiante y de este profesor no pasarán desapercibidos en esta universidad.

Hizo una pausa, dejando que sus palabras se hundieran en la mente de cada uno de los presentes. Su tono, aunque controlado, tenía un filo peligroso.

—Espero que esto sea una lección para todos. Los comentarios malintencionados, las acusaciones sin fundamento y las intrigas no solo tienen consecuencias, sino que siempre encuentran la manera de volver a quienes las iniciaron.

La atmósfera en el aula era pesada. Ningún estudiante se atrevió a hablar. Incluso aquellos que habían susurrado rumores en los días anteriores se encogieron en sus asientos, evitando la mirada penetrante de Vegeta.

—Ahora, abramos el libro en la página ciento cuarenta y dos. —Finalizó con total normalidad, como si nada hubiera pasado, sentándose en su silla y abriendo su propio ejemplar del texto.

El silencio reinó durante el resto de la clase. Nadie se atrevió a cuestionarlo, y la sensación de que Vegeta había recuperado el control quedó grabada en cada uno de los presentes.

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La habitación de Bulma estaba sumida en un completo silencio. Las gruesas cortinas bloqueaban cada rayo de luz, dejando el cuarto en una penumbra densa. Ella dormía boca abajo, con el cabello revuelto y el rostro hundido en una almohada. Los rastros de cansancio y tristeza se reflejaban en su expresión incluso en sueños.

De repente, la puerta de su habitación se abrió de golpe, golpeando la pared con un estruendo. La voz aguda de su madre llenó el lugar, rompiendo la quietud como una tormenta.

—¡Bulma Brief! ¡¿Qué demonios está pasando aquí?! —exclamó su madre, cruzando la habitación con pasos rápidos y firmes—. ¡Estamos de vuelta y no tienes ni la decencia de contestar el teléfono! ¡Por Dios, si no fuera por los empleados, ni sabríamos si estás viva!

Bulma apenas se movió, emitiendo un leve gruñido de protesta al sentir el alboroto. Su madre, claramente indignada, no se detuvo. Con un movimiento teatral, abrió de par en par las cortinas, inundando la habitación de luz. Bulma gimió, enterrando la cara más profundamente en la almohada mientras la claridad del día la atacaba sin piedad.

—¡Levántate ya! —ordenó su madre, plantándose junto a la cama con los brazos cruzados. Su tono estaba cargado de frustración y preocupación.

Bulma, molesta y aún adormilada, se incorporó lentamente, bostezando y estirándose con desdén. Su cabello estaba desordenado, y sus ojos apenas lograban abrirse del todo.

—¿Qué hora es? —preguntó, ignorando por completo la furia de su madre.

—Son las once de la mañana, Bulma. ¡¿Por qué no estás en la universidad?! —Su madre alzó la muñeca, señalando con énfasis su reloj. Su mirada estaba fija en ella, esperando una respuesta inmediata.

Bulma desvió la vista, claramente desinteresada en dar explicaciones. Su madre, sin paciencia para sus evasivas, la agarró del brazo con firmeza, intentando tirar de ella para sacarla de la cama.

—¡Levántate de una vez! —gritó, exasperada—. ¿Qué te pasa? ¡Habla!

Bulma, harta del acoso, liberó su brazo con un tirón brusco y la miró con ojos llenos de fastidio.

—¡Déjame en paz! —espetó, su voz cargada de irritación y cansancio.

El silencio que siguió fue tenso. Su madre, sorprendida por la reacción de Bulma, la observó detenidamente, como si intentara descifrar qué estaba ocurriendo con su hija. Pero en lugar de responder, Bulma volvió a desplomarse en la cama, dándole la espalda, como si la conversación no mereciera más de su tiempo.

A la mañana siguiente, la casa estaba más tranquila. Sin embargo, el ambiente estaba cargado de una tensión latente que hacía que todo se sintiera pesado. Bulma estaba en la cocina, jugando distraídamente con su taza de café, cuando su madre entró, con un rostro que mezclaba preocupación y autoridad.

—Bulma, tenemos que hablar. —Su tono era serio, dejando claro que no aceptaría evasivas esta vez.

Bulma no levantó la mirada. Continuó revolviendo el café, aunque ya estaba frío.

—¿Qué sucede contigo? —empezó su madre, apoyándose en la mesa frente a ella—. Has tenido el teléfono apagado por días, no estás asistiendo a la universidad, y honestamente, no sé qué estás pensando. Esto no puede seguir así. ¡Ahora mismo te levantas, te alistas y te vas!

Bulma dejó la cuchara con un golpe seco en la mesa y, sin levantar la vista, respondió con un tono seco y lleno de desgana:

—¿Para qué quiero un teléfono, mamá? ¿Para que suene y no sea nadie importante? ¿Para que nadie me escriba? ¿Para que nadie que realmente me importe se tome el tiempo de buscarme?

La respuesta dejó a su madre desconcertada por un momento, pero pronto recuperó la compostura.

—¡Nosotros te hemos estado llamando, Bulma! Tu padre y yo. ¡Nos preocupamos por ti!

Bulma finalmente levantó la mirada. Sus ojos estaban llenos de una mezcla de tristeza y resentimiento, y su voz tembló levemente mientras hablaba.

—Ustedes no me importan, mamá. Ya no. Igual que yo nunca les he importado realmente a ustedes.

El silencio que siguió fue aplastante. Su madre, atónita por las palabras de Bulma, tardó en responder. Su expresión pasó de sorpresa a incredulidad y finalmente a una tristeza contenida.

—¿Cómo puedes decir eso? —murmuró, más para sí misma que para Bulma.

Pero Bulma no esperó a escuchar más. Se levantó de la mesa, dejó la taza de café a un lado y salió de la cocina, dejando a su madre sola, enfrentándose a un silencio que ahora pesaba aún más…

Una hora después… el sonido de los pasos de su madre resonó en el pasillo, acercándose con determinación hacia la habitación de Bulma. Esta vez, no estaba dispuesta a escuchar excusas. Sin previo aviso, la puerta se abrió de golpe, dejando entrar a su madre con una expresión implacable.

—¡Esto se acabó, Bulma! —exclamó, cruzando los brazos mientras miraba a su hija, que estaba sentada en la cama, mirando su teléfono apagado con apatía—. Te alistas ahora mismo porque, quieras o no, vas a la universidad.

Bulma alzó la mirada, pero no con sorpresa, sino con un cansancio evidente.

—Ya te dije que no me interesa ir, mamá.

—Pues no me importa lo que te interese, Bulma. Esto no es una sugerencia, es una orden. —La voz de su madre tenía un tono firme que dejaba claro que esta vez no iba a aceptar un "no" por respuesta—. No voy a permitir que sigas comportándote de esta manera.

Bulma suspiró y dejó caer el teléfono en la cama, volviendo a recostarse con despreocupación.

—¿Y qué vas a hacer si no voy? ¿Obligarme?

Su madre, sin perder un segundo, se acercó a la cama, tiró de las sábanas y se inclinó sobre ella.

—Exactamente. Si no te levantas ahora mismo, yo misma te arrastro al auto en pijama si es necesario. Y te aseguro que no me temblará la mano en hacerlo.

Bulma la miró, sorprendida por el nivel de determinación en la voz de su madre. Nunca antes la había visto así.

—¿Por qué te importa tanto? —preguntó con una mezcla de desafío y cansancio.

—Porque soy tu madre, Bulma. Y no voy a quedarme de brazos cruzados viendo cómo destruyes tu futuro. Ahora levántate y arréglate. No quiero escuchar ni una palabra más.

El tono autoritario dejó claro que no había espacio para protestas. Bulma, aunque visiblemente molesta, se sentó al borde de la cama y comenzó a ponerse los zapatos, murmurando algo que su madre prefirió no escuchar.

Cuando finalmente estuvo lista, su madre la llevó directamente al auto. Durante el trayecto, el silencio entre ambas era tenso, pero estaba claro que una decisión había sido tomada…Bulma regresaría a la universidad, le gustara o no.

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Bulma caminaba con pasos lentos por los largos pasillos de la universidad, sintiendo como cada mirada se posaba sobre ella. El tiempo parecía haberse detenido. Las figuras de los estudiantes, que normalmente se movían con prisa o en grupos ruidosos, ahora parecían estáticas, con sus ojos fijos en ella. Sin embargo, esta vez no había susurros. Ningún murmullo, ningún comentario que alcanzara sus oídos, pero la sensación de estar siendo escudriñada era abrumadora.

"Solo sigue caminando,"se dijo a sí misma, enderezando la postura y apretando los labios en una línea tensa, intentando ignorar la presión que su propio reflejo le devolvía desde las ventanas del pasillo. A pesar de su esfuerzo por mantener la compostura, su exquisidora expresión no dejaba de traicionarla; sus ojos delataban el peso del desgaste emocional.

Finalmente llegó frente al aula que le correspondía. Miró la puerta entreabierta y, por un instante, su respiración se detuvo. No estaba lista. No podía enfrentar aún esas miradas, esas posibles preguntas o comentarios disfrazados de interés casual. Dio un paso atrás, sus piernas temblaron ligeramente, y en un impulso desesperado, giró sobre sus talones y se alejó.

Atravesando otro pasillo, un sonido familiar la hizo detenerse. Voces masculinas, estruendosas y cargadas de energía. Reconoció al instante el tono inconfundible de aquellos jóvenes: el equipo de béisbol. Bulma se apresuró a esconderse tras una pared cercana, su corazón latiendo con fuerza mientras trataba de no hacer ruido.

—¡Yamcha, no te olvides de la práctica del viernes! —escuchó la voz de Goku, claramente distinguible entre el bullicio.

—Tranquilo, ahí estaré —respondió Yamcha antes de entrar al salón correspondiente.

Goku continuó hablando, dando indicaciones sobre los entrenamientos, riendo y quedando en reuniones mientras los demás chicos comenzaban a dispersarse poco a poco. Bulma cerró los ojos un momento, esperando a que se alejaran. Solo cuando el eco de sus pasos disminuyó, dejó escapar un suspiro de alivio.

Aprovechó el momento y se dirigió rápidamente hacia los camerinos de las instalaciones deportivas. Al llegar, abrió la puerta de uno de los vestidores individuales y se encerró dentro, apoyando la espalda contra la fría superficie metálica. Respiraba entrecortadamente, como si la ansiedad la estuviera estrangulando."Nopuedo, aun no estoy lista... noquiero verlo."

El silencio del camerino fue interrumpido por el chirrido de la puerta del baño abriéndose. Dos voces femeninas entraron conversando animadamente.

—¡Es que es guapísimo! —exclamó una de ellas, con un tono emocionado.
—El profesor Oui, ¿no? Uf, ya lo creo. Si él me mirara siquiera como... —La otra se detuvo un segundo, como si buscara las palabras adecuadas— Bueno, ya sabes, como dicen que miraba a Brief, ¡yo no lo pensaría dos veces!

Bulma sintió cómo su pecho se apretaba al escuchar su apellido.

—Sí, aunque él lo negó todo, ¿no? —respondió la primera con cierto tono de duda— Igual, si a mí me ofreciera la mitad de su atención, me encantaría ser "el rumor" del momento. Pero bueno, es imposible, ¿no? ¡Un profesor como él jamás miraría a alguien como nosotras!

—Al parecer Brief, fue una más de las chicas que estan detrás del profesor—

El comentario, aunque disfrazado de admiración hacia el profesor Oui, fue como un veneno que se filtró en el sistema de Bulma. Sentía un calor insoportable subiendo por su cuello y un deseo irrefrenable de salir y gritarles que no sabían nada, que no tenían idea de lo que decían.

—Si, es cierto, igual mira lo que le paso a la pobre de Videl, por meterse con el profesor la expulsaron—

Sus ojos se abrieron con real asombro, Videl expulsada…

—Si, pero se lo merecia, deben entender que Oui es algo platonico, no importa que tan rica o inteligente eres, es un imposible, asi de simple. Bulma nunca lo entendio, pobre—

Bulma se mordió el labio con fuerza, intentando contener la furia que bullía dentro de ella. El metal frío del camerino parecía ser lo único que la mantenía anclada a la realidad, pero dentro de su mente, esas palabras habían encendido un fuego que no sabía cómo apagar.

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Cuando las dos jóvenes finalmente salieron del vestuario, sus risas se desvanecieron al cerrar la puerta tras ellas. Aquella joven peliazul esperó unos segundos más, escuchando cómo sus pasos se alejaban, hasta que el silencio llenó de nuevo el lugar. Con un suspiro profundo, empujó la puerta del pequeño camerino donde se había refugiado. Sus pies tocaron el suelo con firmeza, pero no avanzó de inmediato. Se quedó ahí, inmóvil, como si el simple acto de salir del reducido espacio fuera un desafío emocional.

Inhaló profundamente y cerró los ojos. El aire le quemaba al entrar en sus pulmones, pero necesitaba ese momento para calmar el temblor en sus manos. Se quedó detenida frente al espejo del vestuario, viendo su reflejo. Su rostro lucía pálido, pero sus ojos estaban llenos de una intensidad contenida, una mezcla de rabia y resolución.

Las imágenes de los últimos días pasaron por su mente como un torbellino, como un recordatorio de como la hirieron y como ahora Vegeta... "el profesorOui"se corrigió a sí misma, ahora con una frialdad que la sorprendió, había continuado con su vida, con sus clases, negándolo todo. Negándola a ella. Siempre. Como si su historia no hubiera sido más que un invento. Como si ella no hubiera significado nada. Había permitido que todo el mundo pensara que ella era una más del montón, una alumna más que lo había idealizado en secreto, mientras él mantenía intacta su fachada de profesor intachable y dedicado.

Bulma apretó los puños, empezo a sentir la intensidad del dolor al ser tratada como una sombra insignificante, ahora esto se transformaba lentamente en algo más. Algo más oscuro."No fui una más. No lo fui para él. Pero permitióque asi lo creyerán... lo permitió porque le convenía."

Despues su mente se fue hacia el capitan de baisboll, el que con su expresión inocente cree que puede hacer y deshacer, después de aquel acto tan bajo, había seguido como si nada hubiera ocurrido, sin una pizca de arrepentimiento.¿Realmente creía que ella era tan ingenua?"¿Tan imbécil como para no darme cuenta de lo que realmentepasó?"Claro que lo sabía. Lo había deducido todo, pieza por pieza. Había subestimado su inteligencia, abusado de su cercanía, y al final, había salido indemne porque no había pruebas que lo incriminaran. Era intocable, como Vegeta. Como todos.

La ira que ardía en su pecho se extendió al resto de su ser. Los odiaba a todos… a Oui, a sus compañeros, a Goku, a sus padres… "Dicen que me quieren, pero no han hecho más que olvidarse de mí y aprovecharse de mi"

Dejó de mirar su reflejo en el espejo y desvió la mirada hacia el suelo. Pero algo dentro de ella cambió. Ya no quería sentir pena por sí misma. No quería seguir siendo la víctima. La expresión de Bulma se endureció, como si el peso de todo lo que había vivido la hubiera templado como acero.

Bulma levantó la cabeza, sus ojos reflejaban algo nuevo: Si el mundo quería olvidarla, entonces haría que fuera imposible ignorarla. Con una última mirada al espejo, Bulma salió del vestuario. Sus pasos eran firmes, seguros. La versión débil de ella misma había quedado atrás, enterrada junto a la ingenuidad que le habían arrancado. Lo que venía ahora sería distinto. Y todos lo notarían.

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La clase había comenzado hacía pocos minutos. Vegeta estaba frente a la pizarra, su postura rígida y su tono firme resonaban en el aula, llenando el espacio con su acostumbrada autoridad. Pero algo en el ambiente estaba tenso, como si los murmullos contenidos de los estudiantes presagiaran un evento inevitable.

Entonces, sucedió. La puerta del salón se abrió de golpe, rompiendo el ritmo de la clase. Bulma Brief entró.

El sonido de sus pasos, suaves pero decididos, resonó en el silencio que se hizo en el aula. Su figura destacaba con una mezcla de frescura y despreocupación que resultaba casi desafiante. Llevaba un sencillo overol que apenas disimulaba su juventud, pero su aire de indiferencia era lo que realmente captaba la atención de todos. Su cabello suelto caía en ondas ligeras, enmarcando un rostro que había cambiado. Su expresión era fría, distante, casi vacía, como si el mundo a su alrededor no existiera, como si ella hubiera decidido que ya no le importaba.

El aula quedó en un silencio sepulcral. Algunos estudiantes intercambiaron miradas nerviosas, mientras otros bajaron la cabeza hacia sus apuntes, fingiendo concentración. Pero Vegeta no podía hacer lo mismo. Su mirada quedó atrapada en ella desde el momento en que cruzó la puerta.

No era la misma...

La joven que solía ocupar los primeros asientos, participativa y llena de entusiasmo, se dirigió ahora hacia el fondo del aula, como si quisiera evitar cualquier atención directa. Su andar era pausado, pero sus movimientos cargaban un mensaje claro: no le importaba lo que pensaran los demás. Vegeta sintió algo extraño en el pecho, una opresión que no había anticipado, y por un instante, su voz, siempre firme y controlada, se quebró. Un ligero tropiezo en las palabras que rápidamente corrigió, aunque el momento no pasó desapercibido para los estudiantes más atentos.

Bulma tomó asiento en el último rincón, su rostro imperturbable mientras sacaba un cuaderno y un lápiz con movimientos mecánicos. No levantó la mirada ni una sola vez, como si estuviera completamente ajena al resto del mundo. Vegeta intentó continuar con la clase, volviendo su atención a la pizarra, pero algo en el ambiente había cambiado, algo que lo perturbaba profundamente.

De repente, en un momento casi inconsciente, sus ojos buscaron los de ella. Fue un instante, un cruce de miradas fugaz, pero suficiente para que el tiempo pareciera detenerse. Los ojos de Bulma eran distintos.

Aquella chispa, aquella luz que solía mirar con admiración, con picardía, con dulzura... había desaparecido. Lo que encontró en su lugar fue una mirada apagada, distante, llena de algo que no podía descifrar. Tal vez resignación, tal vez un dolor profundo que ella no estaba dispuesta a mostrar más que como un vacío.

Vegeta sintió un golpe interno, como si algo dentro de él se quebrara. Sus pensamientos se desordenaron. Por un momento perdió el control de su expresión, su ceño se frunció levemente, y su mandíbula se tensó. Esa mirada lo confundió, lo rompió. ¿Qué le había pasado? ¿Cómo había llegado ella a este punto? El verla tan lejana, tan distinta, le hizo cuestionarse todo lo que había sucedido entre ellos. No podía apartar la sensación de que era en parte culpable de esa transformación.

Intentó recomponerse. Apartó la mirada con un movimiento brusco y continuó con la clase, alzando la voz para enmascarar su desconcierto. Pero cada palabra que decía parecía más forzada, menos natural. Los estudiantes lo notaron, aunque nadie se atrevió a comentar nada. Mientras tanto, Bulma permanecía inmóvil, escribiendo en su cuaderno sin levantar la vista, como si estuviera completamente ajena al impacto que había causado.

Vegeta sabía que algo estaba mal. Y peor aún, sabía que ese algo tenía que ver con él.

Al final de la clase, mientras los estudiantes recogían sus cosas y se marchaban, Bulma no mostró prisa por salir. Vegeta, incapaz de soportar más esa indiferencia, se acercó a ella mientras guardaba sus cosas, a pesar de saber que eso no era prudente, era más fuerte que él.
—Brief... —su voz fue más baja de lo habitual, como si temiera romper el delicado equilibrio del momento.

Bulma levantó apenas la mirada, pero su expresión no mostró ni enojo ni interés, solo una tranquilidad inquietante.
—¿Sí, profesor? —respondió, enfatizando la formalidad con un tono frío, casi distante.

Vegeta se quedó quieto, las palabras atoradas en su garganta. Quería decirle tantas cosas, preguntarle si estaba bien, si lo odiaba, si aún pensaba en él. Pero su imagen, su orgullo, y la presencia de algunos estudiantes rezagados lo frenaron.

—Sólo quería... asegurarme de que estás al día con las lecturas, has faltado unas clases—dijo finalmente, una excusa torpe que ni él mismo creyó.

Bulma lo observó por unos segundos que se sintieron eternos, como si estuviera evaluando cada palabra, cada gesto. Finalmente asintió con una leve inclinación de cabeza.
—No se preocupe. Estoy al tanto de todo. —Y, sin añadir más, cerró su cuaderno, se puso de pie y salió del salón, dejando a Vegeta solo, con el peso de su propia incertidumbre.

Cuando Bulma cruzó la puerta, Vegeta sintió una punzada de angustia en el pecho. Era como si hubiera perdido algo invaluable y ni siquiera supiera cómo recuperarlo. Esa chica que acababa de salir no era la misma que había conquistado su mente y sus emociones. Y lo peor era que él sabía que era su culpa. Cada decisión que había tomado, cada palabra que había dicho para proteger su reputación, su orgullo, la había empujado más lejos de él.

Por primera vez en su vida, Vegeta se sintió como un idiota, ignorado, rechazado y desubicado..


¡Gracias por llegar hasta aqui!

Como ven estoy actualizando dirario, no quiero dejarles con la incertidumbre mucho tiempo, pero si les pido que me digan si lo estan disfrutando!

Eso quiero saber, ¿estan disfrutando de este final?

Nos vemos!

AMAPOL