DARK: Almas perdidas


Bulma salió del salón, su mirada fija hacia adelante, ajena a las miradas que aún la seguían. Caminó por los pasillos con una calma que solo ella entendía. Su mente estaba en mil lugares, planeando cada paso del nuevo rumbo que queria tomar. Fue entonces cuando escuchó una voz familiar detrás de ella.

—¡Bulma! ¡Hey, espera!

Era Yamcha, el chico siempre animoso que, pese a sus defectos, había demostrado una sinceridad que pocos en ese entorno tenían. Él se apresuró a alcanzarla, sus pasos rápidos resonando en el pasillo.
—¡Te ves mejor! No te veía desde hace días. Creí que habías desaparecido o algo así.

Bulma lo miró y, por primera vez en mucho tiempo, esbozó una leve sonrisa. No porque estuviera feliz, sino porque agradecía, en cierto nivel, la simpleza de su compañía.
—No desaparecí, solo necesitaba tiempo... ya sabes, para pensar.

Yamcha asintió, caminando a su lado con la despreocupación que lo caracterizaba. Hablaba animadamente, contando anécdotas del equipo y chismes triviales que parecían irrelevantes, pero Bulma los escuchaba con atención. Por un momento, su mente se distraía del caos que había sido su vida en las últimas semanas.

—Y así fue como nos dio la noticia, todos quedamos impactados— menciono el al contarle sobre la expulsión de Videl y como Oui los habia informado.

—A pesar de todo lo que hizo, lo que le paso la ha perjudicado en gran manera, una expulsión es muy delicado, me da lastima— menciono Bulma pensativa.

—Al parecer, por ahí me contaron que ella le suplico al profesor Oui que retirara su acusación…

—¡Qué! ¿Estas queriendo decir que él la acuso? — cuestiono Bulma sorprendida.

—Asi es, lo citaron para hablar… de lo que ya sabes… él te defendio porque todo iba contra ti y contra él, pero si a ti no te han dicho nada es porque seguramente creyeron en lo que él dijo, pero se fue contra Videl y eso paso…—

Bulma sintió que un torbellino de emociones se formaba en su interior. Por un lado, estaba sorprendida y, de algún modo, aliviada de saber que Vegeta la había defendido. Pero por otro, no podía ignorar el nudo de incomodidad que se formaba en su pecho.

—¿Entonces todo lo que hizo fue para protegerse? —preguntó, sin poder ocultar el filo en su voz.

Yamcha negó con la cabeza rápidamente. —No lo creo. Si fuera solo por él, habia se habria enfocado solo en él, pero… tambien se trato de ti y él te defendio. Al parecer, se aseguró de que dejaran claro que tú no tenías nada que ver con esas acusaciones. Fue bastante firme.

Bulma apartó la mirada, sintiéndose abrumada por la informació había tomado medidas queen su situación no lo habia esperado yaunque sus acciones la protegieron, también avivaron la confusión en su corazón.

Cuando llegaron al patio, Yamcha continuaba su monólogo, hasta que una figura llamó la atención de Bulma a lo lejos. Goku estaba entrenando con el equipo, vistiendo su uniforme deportivo, completamente enfocado en sus movimientos. Pero entonces, como si hubiera sentido su presencia, levantó la cabeza y sus ojos se encontraron.

Bulma sintió una punzada en el pecho, un torrente de emociones mezcladas: vergüenza, rabia, nostalgia. Goku se quedó quieto por un segundo, con una expresión que mezclaba sorpresa y algo más que no pudo descifrar. Ella desvió la mirada rápidamente, como si el contacto visual la quemara, y volvió su atención a Yamcha.

—Tengo que irme. Nos vemos luego, Yamcha. —Le dio una palmada en el brazo, intentando mostrarse casual.

—Oh, claro. Cuídate, Bulma —respondió él, algo desconcertado por su prisa, pero sin cuestionarla.

Mientras ella se dirigía hacia la salida, escuchó pasos rápidos detrás de ella. No necesitaba voltear para saber quién era.

—Bulma, espera —la voz de Goku sonó más cerca, con un tono que mezclaba urgencia y preocupación.

Ella se detuvo, pero no se giró. —No quiero hablar contigo.

—No puedo dejar que te vayas así —insistió él, deteniéndose a un paso de distancia. Su voz bajó un poco, como si no quisiera que otros los escucharan— Te estuve llamando, pero tu celular está apagado.

Bulma giró apenas su rostro hacia él, sin mirarlo directamente. —Ese celular seguirá muerto. No me interesa hablar con nadie.

Goku frunció el ceño, evidentemente afectado por sus palabras, pero no dispuesto a rendirse. Dio un paso hacia ella, casi tocando su brazo. —Pero necesito verte. Lo que pasó entre nosotros...

—Nada paso entre nosotros…— menciono ella caminando hacia él quedandose solo a milimetros… —Hay un nosotros cuando es reciproco, no cuando es forzado, no subestimes mi capacidad para unir piezas… sea lo que sea que haya pasado, no fue con mi consentimiento, eso lo sé—

Aquel ante sus palabras se quedo detenido, sin embargo no pudo evitar sentirse atraido por su acercamiento y por aquella actitud desafiante que mostraba, fuera de esa imagen de debilidad, y tristeza.

—¡Se mi novia, quiero que seas mi novia!— menciono Goku sin rodeos como si ella fuera la pieza de un trofeo que necesitaba para su exibición, afanoso por tenerla y poseerla.

—¿Qué? — cuestiono ella sorprendida, retrocediendo un paso.

—He sido tu unico hombre, lo supe ese día, has sido solo mia… esto no lo tomo como algo deportivo que se da y ya, formalicemos esto, quiero que estemos juntos—

Bulma lo miro asombrada, pero el la atrajo hacia él y ella lo confronto con una expresión dura y decidida, mientras una bofetada caia sobre su rostro —Olvidate de eso, no recuerdo tu cuerpo, no recuerdo tus besos, ni tus manos sobre mi piel, no recuerdo nada, ni siquiera tu miembro dentro de mi, ¡estas demente! No vuelvas a acercarte a mi—

Goku sintio el ardor en su mejilla, sintio como cierto calor de la vergüenza cubria su rostro, jamás habia sido tratado asi, aquel que estaba acostumbrado a ganar, a llevarse los mejores trofeos, a ser el más popular, el que se daba el lujo de ignorar, y rechazar, ahora era rechazado y minimizado, producto de su ego deslumbro su actutud de sobervia y la jalo hacia él con cierta fuerza…

—Si quieres te recuerdo como gemias debajo de mi— murmuro lleno de dolor, el rechazo de aquella peliazul le estaba quemando el pecho.

—No tengo idea que hiciste, pero yo nunca hice el amor contigo, solo profanaste mi cuerpo, solo lo usaste, porque si yo hubiera gemido como dices, ahora mi cuerpo arderia de solo tenerte cerca, porque yo me conozco, pero no… eso no pasará, eso nunca pasará — diciendo eso lo empujo y se alejo.

—Bulma, por favor... —murmuró él, casi en un susurro, pero ella no se detuvo.

Cuando llegó al auto donde su chofer que acababa de llegar la esperaba, se metió sin mirar atrás. Su rostro era una máscara de determinación, pero en su interior, el eco de lo que acababa de pasar resonaba como un tambor, generandole angustia y rabia, como si aquello se escapara de sus manos.

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El campus había vuelto a la normalidad tras el fin de semana, o al menos eso aparentaba. Las aulas estaban llenas de estudiantes ansiosos, preparándose para los parciales del último semestre. A medida que se acercaba el fin del año, la presión académica se hacía cada vez más palpable: grupos de estudio abarrotaban las salas comunes, los murmullos se mezclaban con el sonido de hojas y teclados, y la tensión flotaba en el aire como un recordatorio constante de lo que estaba en juego.

Sin embargo, Bulma Brief no estaba ahí.

Mientras todos buscaban sobresalir en los exámenes, ella se encontraba en otro plano, siguiendo un camino que nadie más entendía. Algo había cambiado en ella, algo que iba más allá de la indiferencia que había mostrado las semanas previas. Bulma había iniciado una investigación personal, un proyecto que mantenía en secreto, casi obsesivamente. Se aislaba en los rincones más silenciosos de la biblioteca, rodeada de libros que nadie se atrevía a tocar, y tomaba notas frenéticamente en un cuaderno, con una concentración que parecía devorarla por completo. Había algo que quería lograr, algo que requería toda su atención. Y cualquier distracción, incluso los exámenes, había dejado de ser relevante.

Los rumores comenzaron a circular con rapidez. La alumna que alguna vez había sido el centro de atención en las aulas, en los eventos y en la vida social, ahora se movía como un espectro por los pasillos. No hablaba con nadie. No participaba en las actividades grupales. Apenas asistía a clases, y cuando lo hacía, era solo para cumplir con lo estrictamente necesario. Pero a pesar de su aparente distanciamiento, o tal vez debido a él, la curiosidad por ella crecía entre los estudiantes.

Aún era Bulma Brief, después de todo. Su belleza seguía siendo innegable, pero ahora tenía un aire inalcanzable, casi etéreo. Su forma de vestir no hacía más que aumentar el misticismo que la rodeaba: faldas pequeñas combinadas con polerones desgastados, jeans rotos que parecían descuidados pero irresistiblemente estilosos, y camisetas anchas que caían sobre su figura como si nada en el mundo pudiera importarle menos. Su cabello, a veces recogido en un moño desaliñado, otras suelto y alborotado, parecía un reflejo de su despreocupación.

Cuando caminaba por los pasillos, atraía miradas. Los chicos la seguían con los ojos, fascinados por ese aire de rebeldía elegante. Las chicas, por otro lado, se debatían entre la envidia y la admiración. Pero Bulma no veía a nadie. Sus pasos eran firmes, calculados, como si tuviera un propósito que iba más allá de la comprensión de los demás.

La realidad era que Bulma había dejado de preocuparse por lo que los otros pensaran o esperaran de ella. Había pasado demasiado tiempo encajada en moldes, reprimiéndose por cumplir con estándares impuestos. Esa versión de sí misma había quedado atrás. Ahora estaba dedicada a algo más grande, algo que solo ella conocía. Y nadie, absolutamente nadie, tendría la oportunidad de detenerla.

En los pocos momentos en que alguien intentaba acercarse a ella, ya fuera para hablarle o simplemente para captar su atención, Bulma los ignoraba con una habilidad magistral. Sus respuestas, cuando las daba, eran breves y afiladas, como una cuchilla que cortaba cualquier intento de conexión. Su frialdad no era grosera, sino tajante, calculada. Era como si se hubiera convertido en una figura intocable, demasiado ocupada en su propio mundo para preocuparse por las trivialidades de los demás.

Con el tiempo, el silencio que la rodeaba se volvió casi ensordecedor. Nadie sabía en qué estaba trabajando, qué planeaba, ni siquiera qué pensaba. Pero una cosa era evidente: Bulma Brief ya no era la misma. Algo dentro de ella había cambiado, y ese cambio se reflejaba en cada paso que daba, en cada mirada que no devolvía, en cada palabra que no decía.

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El aula estaba en silencio, interrumpido solo por el leve sonido del marcador sobre la pizarra. Vegeta Oui, de pie junto al tablero, estaba explicando un complejo concepto cuando la puerta del salón se abrió de golpe. Todos los estudiantes giraron la cabeza hacia la entrada, y ahí estaba ella.

Bulma Brief.

Su entrada, tardía como de costumbre en las últimas semanas, se había convertido en algo casi predecible, pero nunca menos impactante. Su cabello suelto caía despreocupado sobre los hombros, y su atuendo, una falda corta con un suéter grande que apenas le cubría el cuerpo, parecía una declaración silenciosa de su indiferencia hacia las normas. Caminó hasta su asiento con la cabeza en alto, ignorando las miradas de sus compañeros y, lo más importante, ignorándolo a él.

Vegeta dejó el marcador sobre la mesa con más fuerza de la necesaria, sus ojos fijos en ella. Había sido paciente las clases anteriores, tragándose su frustración, pero esta vez era diferente. Su actitud era un desafío abierto, un recordatorio constante de que ella ya no seguía las reglas. Y no solo las reglas de la universidad, sino las suyas.

—Brief —su voz resonó en el aula, firme, cortante. Los murmullos cesaron de inmediato, y todos los ojos se volvieron hacia él— ¿Tiene alguna razón para interrumpir mi clase a esta hora?

Bulma lo miró por primera vez desde que había entrado, con una expresión que mezclaba descaro y apatía.

—No, ninguna —respondió con simpleza, como si la situación no tuviera importancia alguna.

—Entonces respete el horario como todos los demás. O, si no le interesa mi clase y si lo prefiere, puede retirarse. — menciono él, con cierto filo deseoso y anheloso por aquellos recuerdos de esos momentos, sin embargo para su desconcierto…

Bulma esbozó una media sonrisa, burlona y peligrosa, mientras se ponía de pie con una calma exasperante.

—Está bien, profesor. Me retiro. —Su tono era suave, pero cargado de sarcasmo.

El aula quedó en silencio absoluto mientras ella caminaba hacia la puerta, sus pasos lentos y deliberados. Vegeta respiró hondo, controlando la tensión que crecía en su pecho, y cuando ella cruzó la puerta, la siguió. Cerró la puerta tras ellos, dejando a la clase en un mar de especulaciones.

En el pasillo, Bulma se detuvo, cruzándose de brazos mientras lo esperaba, como si ya supiera que él no iba a dejar que simplemente se marchara.

Vegeta camino hasta estar delante de ella, quien tenia la expresión altiva. —No puedes seguir así —dijo Vegeta, su voz más baja pero igual de tensa. Había un rastro de preocupación que intentaba disimular.

Ella lo miró, arqueando una ceja con desinterés fingido. —¿Seguir cómo, profesor?

—Esa apariencia arrogante y desinteresada, todos los profesores estan muy incomodos con tu actitud.

—Creo que es algo que usted debería entender bien, por otro lado, no es asunto mio lo que piensen, yo decido lo que quiero.

El golpe fue directo. Vegeta apretó la mandíbula, tratando de mantener el control. Dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos.

—Tus notas han bajado. Tu impuntualidad y falta de participación son inaceptables. Estás poniendo en riesgo este semestre.

Ella lo miró de arriba abajo, como si sus palabras fueran irrelevantes. Pero entonces, algo cambió en su mirada. Sus ojos adquirieron un brillo desafiante, casi pícaro, que a él le resultó dolorosamente familiar. Una chispa de lo que habían sido seguía ahí, oculta bajo capas de resentimiento y orgullo.

—¿Y eso qué importa? —dijo finalmente, su voz cargada de ironía. Dio un paso hacia él, cerrando la distancia hasta que pudo sentir el calor que emanaba de su cuerpo—. Lo que yo haga, profesor Oui, ya no es de su incumbencia.

El tono de su voz y la forma en que lo miraba, con un leve toque de osadía, encendieron algo en él, algo que había intentado enterrar. Sus ojos se encontraron, y por un instante, ninguno de los dos pudo moverse. Había un fuego ahí, enterrado pero no apagado, un fuego que quemaba más fuerte con cada segundo de silencio.

Vegeta quería responderle, quería hacerla callar, quería... pero no lo hizo. Se quedó ahí, inmóvil, enfrentando su mirada como si fuera una batalla. Una batalla que estaba perdiendo.

Finalmente, Bulma rompió el contacto visual y dio un paso atrás, con una media sonrisa que parecía una victoria silenciosa.

—Con su permiso, profesor. Ya perdí suficiente tiempo aquí.

Sin esperar respuesta, giró sobre sus talones y se marchó, dejando a Vegeta solo en el pasillo. Su espalda rígida y sus puños apretados eran los únicos signos visibles de la tormenta que rugía dentro de él. Algo tenía que hacer, y rápido, porque la idea de perderla, incluso así, era algo que no podía aceptar.

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El ambiente en la oficina del rector estaba cargado de tensión. Bulma, sentada frente al escritorio, mantenía una postura rígida, su mirada fija en los documentos que había entregado. Frente a ella, el rector y un par de oficiales administrativos intercambiaban miradas incómodas. Sabían que lo que pedía era, cuanto menos, inusual.

—Señorita Brief —empezó el rector, con un tono más conciliador que autoritario—. Entendemos que tiene metas ambiciosas y, créame, admiramos su determinación. Pero solicitar un intercambio a una universidad tan lejana en este momento es un asunto complicado.

—¿Complicado? —Bulma interrumpió, su voz cortante como un bisturí— Me esforcé todo este tiempo para rendir ese examen de investigación científica. La plaza ya está casi asegurada, pero solo si acepto el intercambio inmediato. Si no lo hago, la pierdo. Y ustedes quieren frenarme por trámites burocráticos.

El rector frunció el ceño, pero mantuvo la calma.

—Entienda que este no es solo un trámite. Usted todavía es menor de edad. Necesitamos la autorización de sus apoderados para proceder. No es negociable.

Bulma sintió un nudo formarse en su garganta. Respiró hondo, intentando controlar la furia que empezaba a crecer dentro de ella.

—Eso no debería importar. Es mi vida, mi decisión. Usted no sabe como son mis padres, no le tomarian la importancia que yo le tomo, es más no me van a apoyar, me van a ignorar.

—Lo entiendo, señorita Brief, pero las reglas son claras —dijo el rector, cruzando las manos frente a él— No podemos aceptar la carta de la otra universidad sin el consentimiento de sus padres, son sus apoderados, sobre todo porque se trata de un país tan lejano. Este intercambio implica un proceso logístico y administrativo que no podemos ignorar.

—¿Sabe lo que implica para mí? —Bulma alzó la voz, su mirada se endureció, pero sus ojos comenzaban a brillar peligrosamente por las lágrimas contenidas—No es solo un trámite. Es mi sueño. Ustedes no tienen idea de lo que significa. Me están diciendo que, después de todo lo que hice, mi esfuerzo no vale nada porque mis padres tienen que firmar un papel. ¿Es en serio?

El rector mantuvo la compostura, aunque parecía un poco desarmado por su reacción.

—Entendemos su frustración, pero las normas están para protegerla. Es un protocolo estándar, no algo personal. Si sus padres están de acuerdo, estaremos encantados de apoyar su intercambio.

Las palabras del rector resonaron como una sentencia final. Bulma apretó los dientes y las manos, luchando contra las lágrimas que finalmente empezaron a escapar de sus ojos.

Era la primera vez, en mucho tiempo, que se permitía llorar frente a alguien. Su mente se llenó de imágenes: su madre imponiendo decisiones sin escucharla, su padre ignorando sus deseos como si no importaran. Los había enfrentado antes, pero sabía que esta batalla sería diferente. Ellos nunca aceptarían algo así. La conocían lo suficiente para saber cómo neutralizar cualquier intento suyo de rebelarse. La desesperanza que sentía era abrumadora.

—Esto no es justo —susurró, su voz quebrada, apenas audible. Se llevó una mano al rostro, limpiando apresuradamente las lágrimas, como si quisiera borrarlas de la vista de todos.

Uno de los administradores, visiblemente incómodo, miró al rector en busca de apoyo, pero este simplemente negó con la cabeza, reafirmando su decisión.

—Lo lamento mucho, señorita Brief —dijo el rector finalmente, en un tono más amable—, pero nuestras manos están atadas. Sin la autorización de sus apoderados, no podemos avanzar.

Bulma cerró los ojos, apretando los párpados con fuerza. La idea de que su sueño podía desmoronarse por algo tan absurdo como una firma le resultaba insoportable. Respiró hondo y se levantó, tomando los papeles que había entregado con un movimiento brusco.

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El comité estaba en plena reunión, una sala silenciosa donde solo el sonido de las hojas y los murmullos de aprobación o disenso llenaban el aire. Vegeta Oui, sentado en su lugar habitual, revisaba el cronograma de las próximas asignaturas con la precisión que siempre lo caracterizaba. Aunque su rostro mostraba concentración, su mente estaba parcialmente distraída. Había algo en los últimos días que no lo dejaba del todo en paz, una sensación incómoda que no lograba identificar por completo.

Fue entonces cuando un colega, el profesor Loo, interrumpió el flujo del debate con un comentario que cambió por completo el tono de la reunión.

—Por cierto, ¿ya se enteraron? La señorita Brief, Bulma Brief, ha solicitado un intercambio internacional. —Su voz, casual y despreocupada, hizo que varios alzaran la vista, incluidos Vegeta, quien dejó de escribir al instante.

El nombre resonó como un eco en su mente. Vegeta Oui levantó la cabeza lentamente, sus ojos buscando al profesor que había hablado.

—¿Qué dijiste? —preguntó, su tono firme, casi autoritario.

Martínez, algo sorprendido por la reacción, le respondió sin titubear.

—La alumna Bulma Brief. Parece que está solicitando un intercambio a una universidad en el extranjero, una institución enfocada en ciencias. Según lo que sé, está interesada en la investigación científica. —Hizo una pausa, mirando a los demás, como esperando algún tipo de reacción.

Vegeta se enderezó en su asiento, cruzando los brazos mientras intentaba procesar la información.

—¿Ciencias? —repitió, como si necesitara asegurarse de que había escuchado bien.

—Sí, ciencias. Física cuántica, para ser precisos. Es una universidad de renombre, pero está en el otro lado del mundo. La solicitud es seria, pero... parece que no tiene la autorización de sus apoderados. Sin eso, no podrá ir a ningún lado. —El profesor Loo se encogió de hombros, como restándole importancia al asunto—. Escuché que estaba bastante afectada por eso.

Vegeta sintió un extraño peso en el pecho, como si algo en él se rompiera. Bulma, afectada. Bulma, soñando con algo tan ambicioso, tan lejos de todo lo que él pensaba conocer de ella. De repente, todo lo que había notado en los últimos meses, su cambio, su indiferencia, cobraba sentido. Todo encajaba como piezas de un rompecabezas que él nunca se había tomado el tiempo de armar.

—¿Cuándo piensa llevar a cabo ese intercambio? —preguntó, intentando mantener su tono neutral.

—Es imposible por ahora. Mientras no tenga esa autorización, no puede concretar nada. —El profesor Loo hizo una pausa, mirando alrededor—. Pero, por lo que vi, está decidida. Si consigue esa firma, se va, aunque… al parecer no esta tan facil…

Vegeta asintió lentamente, aunque su mente estaba lejos de la sala. La imagen de Bulma cruzando esas puertas para no volver nunca más se le clavó en la mente. Algo dentro de él se removió, una mezcla de preocupación, tristeza y, sobre todo, impotencia. Sin decir más, recogió sus documentos y se levantó.

—Disculpen, tengo una clase que atender. —Y sin esperar respuesta, salió de la sala.

Cuando llegó al salón, el murmullo habitual de los estudiantes cesó al instante. Vegeta entró con su porte habitual, pero sus ojos buscaron inmediatamente entre los rostros de los alumnos. Y ahí estaba ella, sentada al fondo, con la cabeza inclinada sobre su cuaderno. No parecía haber notado su presencia. Ni siquiera levantó la vista cuando él entró.

Vegeta comenzó la clase, escribiendo en el pizarrón como de costumbre. Su voz era firme, aunque su mente estaba parcialmente distraída. Mientras hablaba, sus ojos se desviaban ocasionalmente hacia el fondo del salón, hacia esa figura que permanecía ajena a todo, completamente absorta en lo que hacía.

A mitad de la explicación, comenzó a caminar lentamente por el aula, recorriendo los pasillos entre los asientos, revisando el progreso de los estudiantes. Pero su objetivo era claro. Se detuvo junto a Bulma, observando cómo escribía con rapidez en su cuaderno, su mirada fija en las hojas, como si lo que estuviera anotando fuera más importante que cualquier cosa que él pudiera estar diciendo.

Se inclinó ligeramente, lo suficiente como para ver las páginas. Lo que vio lo dejó sin palabras. Ecuaciones complejas, gráficos y anotaciones que claramente no tenían nada que ver con la asignatura que él impartía. Era física cuántica, códigos, fórmulas que él reconocía solo superficialmente pero que demostraban un nivel de profundidad que no esperaba.

—Brief. —Su voz rompió el silencio.

Bulma levantó la vista de golpe, sorprendida al encontrarlo tan cerca. Sus ojos se encontraron por un instante, y Vegeta sostuvo su mirada antes de inclinarse y tomar su cuaderno. Pasó las páginas con detenimiento, viendo cómo, desde hacía mucho tiempo, ella había dejado de prestar atención en su clase. Todo en esas hojas era ciencia, física, un mundo completamente ajeno al que él le había enseñado.

Después de unos segundos, cerró el cuaderno y lo dejó sobre el escritorio de ella. No dijo nada más, no mostró ni aprobación ni reproche. Solo caminó de vuelta al frente del aula, retomando su lección como si nada hubiera pasado.

Ella lo observó por un momento, su expresión confusa. Sabía que él había visto lo que estaba haciendo. Sabía que ahora él lo sabía. Pero lo que no entendía era por qué no había dicho nada. Por qué no la había reprendido. Por qué, por primera vez, no había intentado controlarla.

Ambos, desde sus respectivos lugares, se mantuvieron en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos, mientras el resto de la clase seguía como si nada hubiera cambiado. Pero algo había cambiado. Ambos lo sabían.

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La clase había terminado, y el aula quedó en silencio. Los estudiantes salieron con prisa, dejando solo el sonido del zumbido lejano de los pasillos llenos de vida. Bulma permaneció en su asiento, desganada, tomándose su tiempo para recoger sus cosas, como si alargar el momento fuera un acto de desafío silencioso. Vegeta Owy la observaba desde el escritorio, intentando disimular su mirada, pero era imposible. No podía evitarlo.

Finalmente, cuando ella se levantó, Vegeta tomó aire. Su voz cortó el silencio.

—Brief, espera un momento.

Ella se detuvo, girándose apenas, con el rostro cansado y sin una pizca de interés.

—Estoy apurada, profesor. No tengo tiempo para esto.

Su voz era seca, fría, una línea que pretendía cerrar cualquier conversación. Vegeta la observó unos segundos más y, en un impulso que ni él entendió, dio un paso hacia ella. La sujetó del brazo con firmeza, pero sin agresividad.

—Solo un momento —dijo con un tono más bajo, uno que casi parecía una súplica.

Bulma le clavó los ojos, esa mirada que parecía retarlo en cada oportunidad, pero algo había cambiado. Era una mezcla de hastio y vacío, algo que él no había visto antes.

—¿Qué quiere ahora? —su voz apenas contenía el veneno de antes. Ahora solo sonaba exhausta.

Vegeta respiró profundo, buscando cómo iniciar. Lo que había escuchado antes en la reunión aún lo golpeaba.

—Me enteré que estás solicitando un intercambio. Que planeas irte.

Ella se quedó en silencio por un instante, pero luego suspiró, su mirada nublada.

—¿Y qué? —respondió al fin, con un deje de indiferencia.

—¿Es cierto? —insistió él— ¿Realmente estas interesada en la ciencia, o es por… por que estas huyendo de esto?

La pregunta la sacudió. Bulma lo miró con sorpresa inicial, y luego algo más apareció en sus ojos: furia contenida. Dio un paso hacia él, encarándolo como solo ella sabía hacerlo.

—¿Huir? —repitió con una risa amarga— Eres demasiado petulante. ¿Por qué crees que todo gira a tu alrededor? —sus palabras eran duras, cada una una daga que buscaba clavarse en su orgullo— ¿Por qué crees que mis decisiones aun tienen que ver contigo? ¿Que mi vida se detiene o se mueve por lo que pasó entre nosotros?

Vegeta se quedó quieto. El golpe de esas palabras le llegó más profundo de lo que habría querido. La miró, intentando mantener la compostura, pero algo en su interior se quebró. Era una sensación desconocida, como si le arrancaran algo que ni siquiera sabía que tenía.

Bulma dio otro paso hacia él, sin apartar su mirada.

—Tú ya no tienes ningún poder sobre mí —dijo, firme y sin temblar— Que te quede claro: tú ya no significas nada para mí.

Vegeta sintió cómo su pecho se oprimía con fuerza, el aire se le escapaba. Quiso decir algo, cualquier cosa, pero las palabras no salían. Desvió la mirada, intentando respirar y recuperar el control de sí mismo. Cuando volvió a mirarla, sus ojos ya no reflejaban nada de lo que sentía realmente.

—Bien —dijo finalmente, su voz firme, aunque por dentro se desplomaba— Entonces adelante. Haz lo que creas necesario y cumple tus objetivos…

Por un momento, Bulma lo miró con confusión, como si buscara algo en su rostro, una señal que le dijera que mentía, que no lo sentía así."No, no me mires así, no me confundas"

Giró sobre sus talones y caminó hacia la puerta con pasos apresurados, como si tuviera prisa por alejarse de él, de ese lugar, de lo que sentía. Justo cuando estaba a punto de salir, se detuvo y volvió a girarse. Sus ojos azules se clavaron en los de Vegeta, y esta vez no hubo desafío, solo una especie de tristeza pesada, un cansancio que la hacía parecer aún más frágil.

Me lo repito una y otra vez mientras camino por el pasillo, alejándome de ese salón donde dejé una parte de mí. Sus ojos... No puedo sacarlos de mi mente. Esa mirada que parecía querer desgarrarme, como si estuviera buscando en mí algo que yo ya no quiero mostrarle.

No, no, no.

Mi corazón late con fuerza, como si intentara escapar de mi pecho. Siento un nudo en la garganta, uno tan grande que me puedo seguir así.

Si me sigo quedando aquí, si lo miro un segundo más... él se va a dar cuenta. Se va a dar cuenta de que esto me está matando, de que mis palabras son mentiras mal construidas. Porque, aunque lo niego, aunque lo escondo con toda mi fuerza, el simple hecho de verlo me derrumba.

"Ya no significa nada para mí."

Las palabras resuenan en mi mente, como si necesitara convencerme a mí misma de que son reales. Pero no lo son. Porque su presencia sigue quemándome, y su voz aún me persigue. Porque cada vez que me mira de esa manera... me desarma. Y yo no quiero eso. No más.

—No me busques más —le dijo, su voz firme pero quebrada al final— No quiero más de esto. No me gusta. No lo quiero.

Vegeta la miró fijamente, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Sus palabras le atravesaron como una herida invisible. Con el corazón latiéndole con fuerza, se obligó a asentir, aunque por dentro lo único que quería era decir lo contrario.

—No volverá a pasar, Brief.

Gira, Bulma. Vete. No te quedes más aquí.Ella lo miró un segundo más, como si intentara asegurarse de que lo que él decía era verdad.

Me obligo a hacerlo. Mis pies obedecen, aunque mi corazón quiera lo contrario. Giro sobre mis talones, dándole la espalda. Siento el peso de su mirada clavada en mí, como si pudiera atravesar todas las barreras que me he construido.Luego abrió la puerta y salió del aula, cerrándola con suavidad, sin violencia.

Cuando se quedó solo, Vegeta sintió que el aire en el salón se había vuelto irrespirable. Se dejó caer sobre el escritorio, sus manos apoyadas en el borde mientras intentaba contener todo lo que quería gritarle, todo lo que no había podido decirle. Por primera vez en su vida, se sintió realmente vacío. No había una pizca de satisfacción en él. Lo único que quedaba era ese dolor agudo, esa necesidad silenciosa de retenerla, aunque sabía que no podía.

Apoyado en el filo del escritorio, sus manos tensas y crispadas sobre la madera como si aquello fuera lo único que lo mantenía en pie. La puerta aún oscilaba levemente, producto de la salida de Bulma, como si el eco de su presencia se negara a desaparecer por completo.

Bajó la mirada lentamente, sus hombros cediendo apenas bajo un peso que no lograba entender del todo. Algo en su pecho ardía, algo que no había sentido jamás, una presión que iba creciendo sin control, como si su corazón estuviera siendo aprisionado por un puño invisible.

Por primera vez en años, sintió el picor detrás de sus ojos. No era enojo, no era frustración. Era otra más profundo. Sus ojos empezaron a brillar, el aire parecía volverse más denso, más pesado.

"Ya no significas nada para mí."

Esas palabras volvían una y otra vez a su mente, como un martillo golpeando incesante. Cerró los ojos, y sin quererlo, comenzaron a surgir imágenes:la sonrisa radiante de Bulmael primer día que entró en su clase, segura de sí misma, deslumbrante; sus manos alzadas con descaro cuando respondía a sus preguntas como si estuviera desafiándolo, con esa chispa incontrolable que la hacía única. Recordó cómo lo miraba con esos ojos azules llenos de picardía y curiosidad, siempre tan atrevida, como si quisiera leerlo por completo.

Su mente lo llevó más allá: la primera vez que ella se le acercó con tanta confianza, el momento en que él cedió sin darse cuenta, dejándola entrar donde nadie había llegado. Recordó la manera en que ella había confiado en él, ingenua y vulnerable, entregándole sin reservas una parte de sí misma que nadie más conocía.

Vegeta apretó los dientes, sintiendo un nudo en el estómago al recordar lo que él hizo con esa confianza. Él la abandonó. Él la hirió.

"No lo quiero. No me gusta."

Ese dolor en su voz, el brillo de sus ojos al decirlo, se clavó como un puñal. En ese instante lo entendió: ellaestaba rota, y él había sido parte de aquello. Había creído que podía seguir adelante, que su posición, su orgullo y su disciplina serían suficientes para enterrarlo todo, para seguir su vida como si ella nunca hubiera existido.

Perono podí ella lo había atravesado, como una sombra luminosa que nunca desaparecería. La realidad lo golpeó como una verdad cruel: él sentía algo por ella. Algo mucho más grande de lo que jamás había aceptado.

Se llevó una mano a la frente, inclinando aún más la cabeza, luchando por contener todo lo que lo abrumaba. Su respiración era pesada, como si cada segundo fuera una lucha por mantenerse en pie. Las imágenes seguían apareciendo: su voz riendo, la manera en que ella lo miraba cuando no quería admitir cuánto lo necesitaba, su presencia que llenaba cualquier espacio sin esfuerzo.

—"Eres un imbécil..."—murmuró para sí mismo con voz ronca, su tono apenas audible en el aula vacía.

Apretó los puños con fuerza, sintiendo que el arrepentimiento lo devoraba. Nunca creyó que algo así pudiera pasarle. Que una joven pudiera entrar tan profundo en su vida. Pero ahora... ahora era demasiado tarde. Había cruzado una línea irreversible y la había perdido.

El eco de sus palabras seguía golpeándolo, y aunque intentaba ignorarlo, no podía. Porqueella se iría,y lo peor no era eso: lo peor era saber que, quizás,nunca la recuperaría.


Hola Lectores

Vamos por este siguiente capitulo, espero les este gustando, gracias por sus comentarios y por estar pendientes.

Los quiero a todos

AMAPOL