Dos días después

El cielo estaba nublado aquella mañana, como si también estuviera reflejando la tristeza que pesaba en su pecho. Bulma avanzaba por el campus con la mochila colgada de un hombro, su mirada fija en el suelo, perdida en sus pensamientos. La discusión con sus padres aún resonaba en su cabeza:

—No voy a firmar nada, Bulma. No seas ridícula. —La voz severa de su madre.
—¿Una universidad en otro continente? ¿Qué te pasa? Estás comportándote como una niña malcriada. —Su padre, cortante y frío como siempre.

Habían decidido su futuro sin siquiera escucharla, como si sus sueños no importaran, como si no importara ella.

Inspiró profundamente, intentando controlar el ardor en sus ojos. No iba a llorar. No otra vez.

Sus pasos continuaron, mecánicos, mientras se abría paso entre la multitud de estudiantes que bullían en los pasillos. Fue entonces cuando sintió un leve empujón.

—¡Hey! —exclamó, sorprendida, al tambalearse ligeramente. Un grupo de chicos pasó junto a ella, riendo y hablando en voz alta, sin molestarse en disculparse.

Bulma frunció el ceño, girando para mirarlos con enojo, pero entonces sintió algo más. No fue un empujón cualquiera. Había sido diferente, como si la estuvieran redirigiendo, como si alguien hubiese querido que terminara justo ahí.

Instintivamente, se detuvo. Algo no estaba bien. Miró a su alrededor y entonces lo vio.

A unos metros de distancia, apoyado contra la pared de una esquina, estaba Goku. Sus brazos cruzados sobre el pecho, su expresión seria, observándola fijamente.

—No, no puede ser... —murmuró Bulma, sintiendo un escalofrío recorrer su columna.

Todo encajó de golpe. El grupo de chicos, el empujón, el lugar exacto donde había terminado... Todo había sido deliberado. Era él.

Su corazón comenzó a latir con fuerza, y sin pensarlo dos veces, giró sobre sus talones y comenzó a caminar en la dirección contraria.
—No, no, no... —se repetía en voz baja, apresurando el paso, con el deseo de desaparecer de ahí cuanto antes.

Pero Goku no iba a dejarla ir tan fácilmente.

—¡Bulma, espera! —gritó él, su voz potente y clara entre el bullicio de los demás estudiantes.

Ella no miró atrás, fingió no escucharlo. Pero sus pasos se hicieron más largos, más apresurados. Lo sentía. Sentía que él venía detrás de ella.

—¡Bulma! —Su tono fue más fuerte esta vez, más decidido.

En un segundo, ella sintió cómo alguien la alcanzaba y, con firmeza, la sujetaba del brazo. El contacto fue suficiente para detenerla en seco.

—¡Suéltame! —espetó Bulma, girándose bruscamente, sus ojos encendidos de furia y frustración.

Goku la miraba con esa mezcla de firmeza y preocupación que tanto la desarmaba, pero ahora ella no iba a ceder. No más.

—No voy a soltarte hasta que me escuches —dijo él con seriedad, su agarre aún fuerte pero cuidadoso, como si temiera que ella pudiera escapar en cualquier momento.

Bulma lo miró directamente a los ojos, sus labios temblando apenas, pero con una expresión de pura resistencia. —No tienes derecho. ¡Suéltame!

Pero él no lo hizo. No todavía. Bulma se quedó inmóvil, la mano de Goku sujetándola con firmeza. Sus ojos se alzaron, sorprendidos, cuando él habló con esa voz que parecía una mezcla de reproche y determinación.

—Claro que tengo derecho —dijo Goku, su tono grave y directo.

Bulma frunció el ceño, todavía intentando asimilar esas palabras. —¿Qué dices? —murmuró con incredulidad, su voz temblando ligeramente, pero su expresión endureciéndose al instante.

Sin darle tiempo a reaccionar, Goku se inclinó hacia ella, acortando peligrosamente la distancia entre ambos. Ella dio un paso hacia atrás, pero su mano en su brazo no la dejó moverse más.

—Recuerda lo que tú y yo tuvimos —murmuró, sus palabras acariciando el filo entre la persuasión y la confrontación— Creo que tengo más derecho que cualquier persona sobre ti.

Los ojos de Bulma se abrieron con sorpresa y, por un instante, quedó sin palabras. Esa afirmación, ese tono, esa seguridad… la paralizaron. Pero el desconcierto pronto dio paso a la rabia.

—¡Estás loco! —espetó, empujándolo con ambas manos.

Sin embargo, Goku, con su fuerza natural, apenas se movió. Los amigos de Goku, que estaban apostados cerca, observaban la escena con curiosidad. Uno de ellos soltó una risita nerviosa, y pronto los demás empezaron a susurrar y a reír, como si fuera un espectáculo entretenido.

—¡Déjala, Goku! ¡Qué romántico te pones! —bromeó uno, ganándose la risa cómplice del grupo.

Bulma sintió un calor subiéndole por el rostro, una mezcla de vergüenza e ira. —¡Suéltame! —gritó, su tono cortante, lleno de desprecio.

Pero Goku no la soltó. En cambio, la miró directamente a los ojos, su expresión seria.
—No. Tenemos que hablar. Lo que me dijiste la última vez… no puedo permitir que pienses así de mí, no es justo.

Bulma intentó zafarse de nuevo, pero Goku mantuvo su agarre firme. Ella empezó a respirar con rapidez, sintiendo cómo la incomodidad y la rabia se mezclaban. Los murmullos y las risas del grupo de chicos seguían, avivando el fuego dentro de ella.

En ese momento, a unos metros de distancia, Vegeta Oui cruzaba el patio. Había olvidado un documento importante en su auto y se dirigía al estacionamiento. Su mirada estaba distraída, pero algo llamó su atención.

Levantó la vista justo a tiempo para ver a Bulma forcejeando con Goku. Su cuerpo se tensó de inmediato. Lo que primero parecía una conversación acalorada ahora parecía algo más. Vio cómo Goku se inclinaba hacia ella, cómo la sujetaba del brazo, y cómo ella intentaba alejarse.

Los labios de Bulma se movieron, pero Vegeta estaba demasiado lejos para escuchar. Sin embargo, lo que sí pudo ver con claridad fue la incomodidad en su rostro. Esa expresión lo atravesó como un rayo.

Sintió cómo un calor abrasador se encendía dentro de él, subiendo desde su pecho hasta su cabeza. Sus pasos se detuvieron, y sus manos se cerraron en puños. La imagen de Goku acercándose más a Bulma, ignorando sus intentos de alejarse, era suficiente para que su mente se llenara de furia.

Vegeta permaneció ahí, inmóvil por un instante, observando la escena con los ojos entrecerrados, su mandíbula apretada mientras una sensación que no quería admitir se apoderaba de él.

Bulma no sabía cómo actuar. El calor abrasador de la incomodidad y el desconcierto la tenía inmóvil, y aunque intentaba zafarse de Goku, su agarre seguía firme. Ella sentía cómo el espacio se cerraba, cómo las risas burlonas de sus amigos resonaban a su alrededor, y la presión de la situación la estaba empujando al límite.

Goku, ajeno a su lucha interna, continuaba, su tono firme. —Bulma, esto no puede quedar así. No voy a dejar que te vayas sin hablar conmigo.

Ella lo miró con rabia y frustración, pero antes de que pudiera responder, una voz grave, seria, y terriblemente conocida rompió la tensión.

—¿Qué está pasando aquí?

Todos los presentes se giraron. Allí estaba Vegeta Oui, con una postura autoritaria y una mirada tan afilada que podía cortar el aire. Su voz había silenciado las risas y las palabras al instante.

Bulma se quedó petrificada, su corazón acelerado por la mezcla de sorpresa e incredulidad. No podía creer que fuera él otra vez. Pero al verlo, una parte de ella sintió un extraño alivio, aunque no supiera cómo explicarlo.

Goku frunció el ceño, claramente molesto por la interrupción. Había algo en la presencia de Vegeta que le irritaba, algo que avivaba sus sospechas y competencia. —Esto no es de su incumbencia, profesor —respondió Goku con un tono desafiante, intentando recuperar el control de la situación.

Vegeta lo miró, su expresión inmutable, pero sus ojos, helados y penetrantes, lo decían todo.
—Eso no parece lo que ella piensa. Claramente, no está conforme con tu trato —dijo, sin apartar la vista de Goku, pero luego girando hacia Bulma, evaluándola con rapidez.

Goku apretó los dientes, pero antes de que pudiera responder, Oui avanzó. Su postura era tranquila, casi indiferente, pero había una amenaza latente en su mirada. Sin decir nada más, se acercó lo suficiente para que el capitan entendiera el mensaje.

Finalmente, Goku soltó el brazo de Bulma, aunque a regañadientes. —Vamos, Goku. Déjalo ya —dijo uno de sus amigos, jalándolo del hombro— Nos van a meter en problemas.

Los amigos empezaron a retroceder, llevándose a Goku, que lanzó una última mirada hacia Bulma antes de marcharse, claramente frustrado.

Vegeta esperó a que se alejaran por completo antes de girarse hacia ella. Su mirada no era dura, pero sí intensa. Al ver su rostro tenso y vulnerable, no pudo evitar que un atisbo de preocupación cruzara su semblante. Sutilmente, posó una mano en su brazo, apenas un roce, pero suficiente para captar su atención.
—Ven conmigo —le dijo, su voz firme, aunque más baja esta vez.

Bulma no respondió, pero lo siguió mientras él la guiaba hacia un rincón más apartado. Una vez allí, Vegeta se cruzó de brazos y la miró fijamente.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó, su tono cargado de seriedad—. ¿Por qué ese idiota cree que puede tratarte así?

Ella, aún conmocionada, apartó la mirada. —No tiene importancia —murmuró, su voz apenas un susurro.

Vegeta apretó la mandíbula, claramente irritado por su respuesta. —Claro que tiene importancia. Parece que ese estúpido cree que tiene algún tipo de derecho sobre ti. ¿Por qué?

Bulma alzó la vista hacia él, sus ojos llenos de una mezcla de rabia y dolor.—Eso ya no es asunto tuyo —dijo, su voz fría, pero temblando ligeramente.

Vegeta sintió un peso en el pecho al escuchar esas palabras. Pero antes de que pudiera responder, notó cómo los ojos de Bulma comenzaban a llenarse de lágrimas. Fue un cambio tan repentino que lo dejó sin palabras.

Ella intentó contenerse, apretando los labios con fuerza, pero finalmente, una lágrima escapó, seguida por otra. Su respiración se volvió irregular, y sus hombros comenzaron a temblar.

Vegeta la miró, totalmente sorprendido. No estaba preparado para esto. La chica fuerte, desafiante e indiferente que había conocido se estaba desmoronando frente a él, y no tenía idea de qué decir o hacer.

Esa no era la Bulma Brief que conocía, la joven que siempre había sido atrevida, carismática, segura. Ahora, frente a él, lloraba con una amargura que parecía venir desde lo más profundo de su alma, como si algo en su interior estuviera roto de forma irreversible.

—¿Por qué estás llorando? —le preguntó, su voz más suave de lo que jamás hubiera imaginado.

Ella no respondió, solo seguía llorando, intentando contenerse, pero fallando. Sus hombros temblaban, y su rostro estaba escondido detrás de sus manos.

Él dudó por un instante, pero algo en él lo impulsó. Se acercó más, y con una torpeza que no era propia de él, posó sus manos sobre sus hombros, como intentando anclarla, transmitirle algo de calma.
—Dime, ¿Qué a sucedido?

Pero sus lagrimas seguian marcando sus mejillas. Vegeta se sintio perturbado al verla así, tan abatida. Sin pensarlo más, hizo lo único que podía. Se inclinó y la abrazó, rodeándola con sus brazos con firmeza, pero también con cuidado.

El contacto la sorprendió, pero no intentó resistirse. Al contrario, fue como si ese gesto rompiera aquellas barreras que había construido. Sintió el calor del cuerpo de él nuevamente, su olor y eso solo intensificó su llanto. Ella hundió su rostro en su pecho, dejando que las lágrimas fluyeran libremente.

"¿Por qué me siento así?" pensó, mientras sollozaba. Sabía la respuesta, pero no quería admitirla. Todo lo que había pasado la había cambiado, y lo peor era que ya no veía un camino de regreso. Lo que sucedió con Goku, aunque confuso y borroso, había puesto una distancia irremediable entre ella y Vegeta. "Nunca me lo perdonaría. Él jamás lo haría... Asi como yo tampoco le perdono el haberme dejado"

—Ya todo está perdido —murmuró de repente, su voz temblando entre los sollozos— Nada es como antes. Nunca lo volvería a ser.

Vegeta se apartó ligeramente, lo suficiente como para mirarla. Sus ojos estaban enrojecidos, llenos de lágrimas, pero lo que más le impactó fue la desesperanza en su mirada. —No digas eso, eso depende de las personas, uno decide como cambiar las cosas, tu nunca has pensado asi, ¿Qué sucede contigo?

Ella lo miró por un momento, como si estuviera evaluando si podía confiar en él, si podía volver a sentirse segura con él… Pero entonces algo cambió en su expresión, una dureza, una barrera, se alzó entre ellos.

Bulma dio un paso atrás, alejándose de su abrazo. —No tengo nada que decirte —dijo, su voz fría, aunque aún temblorosa— Déjame sola. Es mejor así.

—Brief...

—No —lo interrumpió, mirándolo fijamente, sus ojos ahora llenos de determinación— Tu eres la persona en la que menos podría confiar nuevamente… solo... déjame en paz.

.

Ese mismo dia, la noche era fría y silenciosa. Vegeta Oui estaba sentado en la penumbra de su departamento, con el teléfono en la mano, revisando una y otra vez los mensajes de texto del día fatídico. Las palabras de Bulma resonaban en su mente: "Tú eres la persona en la que menos podría confiar nuevamente". Ese eco lo atormentaba, porque sabía que ella tenía razón, apretó los puños con fuerza, no se podia quitar de la cabeza la relación que tuvo con ella, sobre todo por cómo la había visto esa última vez, con la mirada apagada y una tristeza que parecía estar devorándola por dentro, lo peor era no entender del todos los motivos, si él era el unico responsable o si habia algo más detrás de todo eso y aunque había intentado convencerse de que debía mantenerse distante, no podía ignorar lo que sentía al verla así, y peor aún, al saber que en gran parte él había contribuido a ello.

.

Los días pasaron y el comportamiento de Bulma Brief despues de aquel encuentro con Vegeta y el acoso de Goku empeoro, los rumores comenzaron a crecer como una marea que no podía detenerse. Entre los profesores, las conversaciones sobre ella se tornaron cada vez más críticas. Lo que antes era admiración y respeto por su talento, ahora se transformaba en decepción y murmullos sobre su falta de concentración, impuntualidad y aparente desinterés por las clases. Vegeta escuchó fragmentos de esas charlas en los pasillos y las reuniones del cuerpo docente, cada palabra golpeándolo como un martillo.

Un día, mientras caminaba hacia su oficina, escuchó a dos profesores conversando.

—Es una lástima lo de Brief —dijo uno de ellos, con tono resignado— Era brillante, pero parece que la universidad la absorbió de forma negativa. Quizás no estaba preparada.

—O simplemente desperdició su talento —respondió el otro— Todos decían que era una promesa, pero ahora parece que solo fue un capricho pasajero.

Vegeta detuvo su andar. No podía permitir que la percepción de Bulma continuara deteriorándose. Algo debía estar sucediendo, algo que él no comprendía del todo pero que necesitaba averiguar.

La oportunidad llegó una tarde cuando, en su camino hacia el estacionamiento, escuchó el bullicio característico del equipo de béisbol en los vestidores cercanos al campo de entrenamiento. Vegeta se detuvo al escuchar el nombre de Bulma entre las risas y las voces. Con el ceño fruncido, se apoyó contra la pared cercana, lo suficientemente cerca para escuchar sin ser descubierto.

—Goku, ya déjala ir, hermano —dijo uno de los chicos, soltando una carcajada— Está claro que esa chica no quiere saber nada de ti.

—Lo sé, pero ¿Cómo podría olvidarla? —respondió Goku, con un tono más serio de lo habitual— Una mujer como ella no se olvida tan fácil, creanme.

Vegeta al escuchar el hilo de aquella conversación sintio como su estomago se comprimia.

—¿Tanto asi? Bueno si te creemos, ella es un mujeron a pesar de su corta edad—interrumpió otro, riendo—. Esas curvas… pero, ella es inalcanzable. Lo sabes. Ya ni siquiera te mira.

—No solo a él, a nadie, se ha vuelto un fantasma, incluso en las clases…— menciono otro riendo como los demás, mientras que Goku colocaba una mirada perdida.

—Eso no importa —contestó Goku con firmeza— Ella tiene que volver a mi, y ella lo sabe.

El grupo estalló en risas y bromas, haciendo sonidos sugestivos y comentarios que claramente eran para calentar el ambiente y molestar a su capitan.

—¿Ah, sí? ¿Por qué no nos cuentas de una vez cómo es que "te pertenece"? —preguntó uno, entre risas burlonas.

—Bueno, bueno ya sabemso como eres Goku, cuando algo te obsesiona no te detienes— menciono Krilin rascandose la cabeza. —Seguramente la pasaste muy bien, aunque no lo quieras contar—

—Cállense —respondió Goku, pero no pudo evitar sonreír ante la burla— Jamás les diria nada. Ella y yo tenemos una conexión que nadie más tiene porque saber.

Vegeta sintió como si el suelo bajo sus pies se tambaleara. La frialdad en las palabras de Goku, la manera en que hablaba de Bulma sugiriendo algo más, y sobre todo, la forma en que se refería a su relación lo inquietaron profundamente. Algo no cuadraba. Algo en la actitud de Goku y en el cambio de Bulma estaba conectado, y la posibilidad de que Goku hubiera hecho algo inapropiado comenzó a tomar forma en la mente de Vegeta.

Mientras el grupo seguía bromeando y riendo, Vegeta se apartó de la pared con unas ganas enormes de partirle la cara a ese cretino y aplastarle el craneo delante de todos aquellos imbeciles, pero no era el momento, tenia que estar seguro de algunas cosas, su mente trabajando a mil por hora. Tenía que descubrir la verdad. Si algo le había sucedido a Bulma, si Goku había cruzado un límite o si… aquello le genero consternación, o si algo más habia sucedido entre ellos… esto ya no era solo una cuestión profesional; era algo personal.

.

El sol apenas se asomaba entre las nubes grises, una constante de los últimos días que parecía reflejar mi estado de ánimo. Mis pasos resonaban en el camino hacia la biblioteca, cada uno más pesado que el anterior, como si el suelo quisiera retenerme. Las miradas y los murmullos a mi alrededor eran ineludibles, como un recordatorio constante de lo que todos decían, de lo que todos pensaban. No necesitaba escucharlos para saber lo que susurraban, como hablaban a mis espaldas como si me hubiera convertido en algo facil y de poco valor…

Quiero irme, desaparecer. Irme a un lugar donde pudiera volver a empezar sin el peso de todas estas miradas y estas palabras. Pero mis padres lo habían dejado claro: "No vamos a firmar nada, Bulma". Mi mente vouelve a esa conversación una y otra vez, como si fuera un eco interminable. Me siento atrapada, sin salida, desgastada. Mis pasos me llevan automáticamente hacia la biblioteca, necesito ese silencio, ese aislamiento.

Diablos…

Mi cuerpo se tensa de inmediato, y es como si el tiempo se detuviera. No sé qué es primero: si el latido frenético de mi corazón o la oleada de emociones que me recorre de pies a cabeza. Es inevitable. Siempre que lo veo, mi mundo se desmoronaba y se reconstruía al mismo tiempo.

Ahí estas, a unos metros, caminando con esa postura rígida y altiva que te hace tan inconfundible. Tu camisa blanca esta ligeramente desabrochada, y tu semblante, aunque serio, parece más apagado que antes. Pero eso no importaba. Lo único que importa es que estas ahí. Y que yo aún no puedo sacarte de mi mente, de mi corazón.

"¿Por qué?", pienso, mientras mi respiración se acelera. "¿Por qué después de todo lo que hizo, después de todo lo que pasó, sigo sintiendo esto? ¿Por qué no puedo simplemente dejarlo ir?"

Es un tira y afloja dentro de mí. Lo odio por cómo me había dejado, por cómo no confió en mí, por cómo me había abandonado cuando más lo necesitaba. Pero al mismo tiempo... todavía lo amo. No puedo evitarlo. Esa conexión, esa intensidad que siempre habíamos compartido, seguía ahí, viva, ardiendo en lo más profundo de mi ser. Era como si una parte de mí aún lo estuviera esperando, aunque mi orgullo gritara lo contrario.

No, esto no puede estar pasando, no me mires, no así…

Nuestros ojos se encuentran en un instante que se siente eterno. Todo a nuestro alrededor parece desvanecerse. No hay más murmullos, ni pasos, ni voces. Solo estamos nosotros, como si el tiempo nunca hubiera pasado, como si ese abismo que nos separaba no existiera. Sus ojos tenían esa misma intensidad de siempre, esa mirada que parecía atravesarme y desnudar cada rincón de mi alma.

"¿Qué estás haciendo, Bulma? ¡Mira hacia otro lado!" Pero no puedo, no estan facíl. Al menos, no de inmediato. Sus ojos estan llenos de algo que no puedo descifrar por completo, algo que me hace sentir como si todo lo que había pasado aún no fuera suficiente para destruir lo que éramos.

Y entonces, finalmente, lo hago, retiro mi mirada. Era demasiado lo que en microsegundos estoy sintiendo, demasiado dolor, demasiados recuerdos, demasiados sentimientos que no puedo aun controlar. Mis pasos se aceleraron, pero mi corazón sigue latiendo como si estuviera a punto de explotar.

Vegeta la observó alejarse, su mirada fija en cada uno de sus movimientos. Pero lo que lo dejó inmóvil no fue su partida, sino lo que vio en sus ojos. Esa intensidad que creyó haber perdido. Esa llama que pensó apagada.

"Aún está ahí."

No pudo evitarlo. Algo dentro de él, algo que no había sentido en semanas, lo impulsó a moverse. Sin pensarlo, sus pasos comenzaron a seguirla. El pasillo estaba casi vacío, el eco de los pasos de Bulma resonando con cada movimiento. Vegeta la seguía a una distancia prudente, con los ojos fijos en ella. Su mente estaba en caos, cada pensamiento era como un latigazo que no podía ignorar.

"Necesito saberlo. No puedo quedarme con esto."

Cuando ella giró hacia un corredor más apartado, él aceleró el paso, cuidando que nadie lo notara. Finalmente, la alcanzó, y sin previo aviso, la sujetó del brazo.

—¿Qué haces? —exclamó Bulma, sorprendida al sentir su mano firme jalándola.

Vegeta no dijo nada, solo la condujo hacia un almacén cercano, empujando la puerta con una determinación que no dejaba lugar a objeciones. Una vez dentro, cerró tras ellos, asegurándose de que estuvieran completamente solos.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —protestó Bulma, forcejeando para liberarse.

Él la soltó, pero sus ojos estaban fijos en los de ella, ardiendo con una intensidad que la desarmó por completo.

—Necesito saber algo —dijo Vegeta, su voz baja pero cargada de urgencia— Y quiero que me digas la verdad, Brief.

—¿De qué estás hablando? —respondió ella, desconcertada, pero también comenzando a irritarse por su tono inquisitivo.

Vegeta dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos. Sus manos se cerraron en puños a los costados mientras trataba de mantener la calma.

—Ese imbécil —dijo, casi escupiendo las palabras— ese tal Goku como lo llaman... ¿trató de sobrepasarse contigo?

Bulma sintió un nudo en la garganta, como si las palabras de él hubieran apretado una cuerda invisible alrededor de su cuello. Su rostro se endureció, pero sus ojos mostraban su vulnerabilidad.

—¿Qué? —preguntó, aturdida, con los ojos curvandose, como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar.

Vegeta no retrocedió. Su mirada estaba fija en ella, sus cejas fruncidas en una expresión de frustración y preocupación.

—Responde, Bulma. ¿Ese imbécil te hizo algo? —insistió, su voz aumentando en intensidad— Porque lo que escuché de él y sus estúpidos amigos me tiene…

—¡Basta! —lo interrumpió ella, levantando la voz, su tono mezclando indignación y vergüenza— No voy a responder a eso. ¡Déjame en paz, Vegeta!

Pero él no se detuvo. Dio otro paso hacia ella, invadiendo su espacio personal, su semblante cargado de emociones que ni siquiera él sabía cómo manejar.

—No puedes pedirme que me quede tranquilo cuando hay algo que no cuadra, Brief —dijo, su voz quebrándose levemente, aunque mantenía su firmeza—Has cambiado demasiado y no creo que sea solo por el hecho de lo que paso entre nosotros, dime ¿Pasó algo? ¿Lo consentiste tú? Porque ese idiota anda insinuando cosas, y yo necesito saber la verdad.

Las palabras de Vegeta cayeron como una bomba en el ambiente. Bulma sintió cómo el calor subía a sus mejillas, no por la cercanía de él, sino por la humillación que sentía al ser interrogada de esa manera. Su vergüenza era tangible, pero también lo era su rabia y el dolor de aquel recuerdo.

—¡Eres un imbécil! —gritó, dando un paso atrás, su voz temblando de indignación mientras sus ojos amenazaban con delatar la verdad— ¿Cómo te atreves a preguntarme algo así? ¿Qué demonios te importa? Tú nunca confiaste en mí. ¡Nunca! ¡Porque nunca te importe de verdad!

Vegeta apretó los dientes, su mandíbula marcándose con fuerza. —Esto no se trata de confianza… —empezó, pero ella lo interrumpió.

—¡Claro que sí! —espetó, señalándolo con el dedo— Preferiste escuchar a una mentirosa, ¿verdad? ¿Y ahora, qué? ¿También vas a creer en los chismes de un idiota y sus amigos?

—¡Necesito saber si es verdad! —rugió Vegeta, su voz resonando en el pequeño espacio— Porque no puedo sacarme de la cabeza la idea de que él hizo algo que no debía. Y si es así, ¡quiero saberlo! Porque estoy seguro que tu no… hubieras permitido algo asi…

Bulma lo miró, su pecho subiendo y bajando rápidamente por la intensidad de la discusión. Sus ojos estaban vidriosos, pero no dejaban de reflejar una mezcla de rabia y dolor, sobre todo pesar, pesar de no poder afirmar aquello o negar aquello, porque solo tenia dudosos recuerdos…

—¡Dejame en paz! Solo quieres saciar tu morbo, porque aunque te diera una respuesta, tu nunca confiarias en mi, nunca lo hiciste y no lo harás ahora—dijo, con una voz que se quebró ligeramente, pero su mirada permaneció firme.

Cada palabra fue como un golpe directo al pecho de Vegeta. Quiso responder, pero las palabras se atoraron en su garganta. Lo único que pudo hacer fue mirarla, incapaz de ocultar la mezcla de dolor y arrepentimiento que lo consumía. Pero había algo en ella, en su mirada, en la forma en que evitaba responder directamente, que le hacía sentir que había más de lo que ella quería admitir.

—¡Maldita sea Brief! Me estas volviendo loco… solo dime la verdad —intentó de nuevo, su tono bajando ligeramente, pero ella levantó una mano para detenerlo.

—No —dijo, tajante— Lo único que te importa es lo que dicen los demás, ¿verdad? tu preciosa reputación, sigues asi, por que lo que yo haya hecho o dejado de hacer no tiene nada que ver contigo.

Vegeta apretó los puños, sintiendo cómo la frustración lo consumía.

—No se trata de mí —murmuró, su voz temblando ligeramente— Se trata de ti. Y no puedo… no puedo soportar la idea de que alguien te haya hecho daño y se jacte de eso con todos, yo no lo permitiria, solo dimelo.

Por un instante, sus palabras la atravesaron, golpearon su corazón y la hicieron despertar y ver un poco de luz de aquel hoyo. Pero ese instante fue breve. Bulma apartó la mirada, sus labios temblando mientras intentaba mantener la compostura, pero los recuerdos de él, de ese día, de sus besos con Chiaza, de sus palabras, de su desconfianza… la rompieron nuevamente…

—Solo déjame en paz, Vegeta —susurró, con una mezcla de tristeza y determinación— Esto no tiene sentido. Tú no eres nadie para reclamarme nada, ni yo para darte explicaciones.

—¿Entonces fue consentido? —su voz, quebrada por una furia que apenas podía contener, resonó en el pequeño espacio—. ¿Dejaste que ese imbécil llegara lejos contigo? ¿Lo permitiste? ¡Dime que no es cierto!

Las palabras salieron de su boca como veneno, pero el instante en que las pronunció, algo dentro de él se rompió. Vegeta dio un paso hacia atrás, como si el peso de lo que acababa de decir lo aplastara. No podía creerlo. No quería creerlo. Pero la posibilidad lo estaba destruyendo desde adentro.

Bulma dio un paso hacia la puerta, con la cabeza en alto a pesar de que cada fibra de su ser parecía al borde del colapso. La puerta se cerró con un golpe seco, dejándolo solo en el pequeño almacén. Vegeta se quedó ahí, inmóvil, sintiendo cómo el peso de sus propios pensamientos lo aplastaba. Su mente se inundó de imágenes, todas girando en torno a ella: su risa, su mirada, sus palabras. Y ahora, esa posibilidad que lo destrozaba por dentro.

—No puede ser… —murmuró para sí mismo, llevándose una mano al rostro mientras un dolor punzante se alojaba en su pecho—No puede haber sido así…

Pero la duda ya estaba sembrada, y con ella, la culpa de haberla perdido de una manera que, tal vez, nunca podría remediar.

.

El salón de clases estaba sumido en un silencio expectante. Vegeta Oui nunca llegaba tarde. Siempre era el primero en entrar, con su porte impecable y su autoridad palpable. Pero esa mañana, la silla del profesor permanecía vacía. Los murmullos empezaron a crecer entre los estudiantes.

—Esto es raro, ¿no? —dijo una chica desde la fila delantera, inclinándose hacia su amiga— Él siempre llega antes de tiempo.

—Es cierto —respondió otra, en voz baja—. Pero… ¿te has fijado cómo ha estado últimamente? Se ve… diferente. Como si algo lo estuviera afectando.

Desde el fondo del salón, Bulma levantó la cabeza ligeramente. Su cuaderno estaba abierto frente a ella, pero no estaba escribiendo nada. Solo había estado garabateando formas sin sentido para distraerse de los pensamientos que la consumían. Sin embargo, las palabras de sus compañeros empezaron a calarle.

—Sí, yo también lo he notado —susurró un chico con tono de curiosidad— Ya no tiene esa energía. Incluso parece más… descuidado.

—¿Descuidado? —preguntó otra chica, sorprendida—. ¿De verdad? Pero si siempre ha sido tan… perfecto.

Bulma apretó el lápiz en su mano, sintiendo una mezcla de incomodidad y algo que no quería nombrar. La idea de que alguien se atreviera a hablar así de Vegeta la molestaba. Pero al mismo tiempo, una pequeña parte de ella no podía evitar pensar que tal vez tenían razón. Él estaba diferente. Lo había notado desde aquel día, desde aquella discusión. Su semblante había cambiado, su energía parecía… apagada.

Estaba a punto de intervenir, de callar a todos, cuando la puerta del salón se abrió bruscamente. El sonido cortó el aire y el salón entero quedó en silencio al instante. Oui entró con pasos decididos, pero algo en él era diferente. Muy diferente.

El impacto fue inmediato. Llevaba su camisa blanca habitual, pero estaba desabotonada hasta el tercer botón, algo que jamás habría hecho antes. Sus mangas estaban arremangadas de forma descuidada, y su cabello, normalmente impecable, tenía un aire desordenado, como si no hubiera tenido tiempo o interés en arreglarlo esa mañana. Su rostro estaba tenso, y sus ojos, esos ojos intensos que siempre parecían mirar a través de todos, ahora estaban apagados. Perdidos.

Dejó caer sus cosas sobre el escritorio con un ruido seco que resonó en el aula. Sin mirar a nadie, habló con un tono bajo y carente de la firmeza que normalmente lo caracterizaba.

—Abran el libro en la página 57. Lean los problemas y analícenlos.

Los estudiantes intercambiaron miradas de desconcierto, pero obedecieron en silencio. Vegeta, en lugar de pararse frente a la pizarra como siempre hacía, se sentó sobre el escritorio, reclinándose ligeramente hacia atrás. Parecía un hombre cargando un peso invisible, uno que lo estaba hundiendo lentamente.

Bulma no pudo evitar mirarlo. Él no era el hombre que había conocido, el que la había atraído con su seguridad, su carisma, su intensidad. Este Vegeta era… otro. No sabía cómo describirlo, pero verlo así le dolía más de lo que quería admitir. Había querido alejarse de él, había querido olvidarlo, pero al verlo ahora, algo dentro de ella se quebró.

Una alumna alzó la mano, rompiendo el silencio.

—Profesor, tengo una duda sobre el ejercicio…

—¿Acaso no has estudiado? —la interrumpió Vegeta sin mirarla— Repasa tu lección.

La frialdad en su voz dejó helado al salón. La chica se hundió en su asiento, avergonzada, mientras los demás evitaban mirarlo directamente. El aire estaba cargado de incomodidad, pero también de algo más, preocupación.

Vegeta se levantó sin dar explicaciones y salió del aula. Todos quedaron en un silencio tenso. Bulma miró la puerta por donde él había salido, su mente llena de preguntas. Algo estaba pasando con él, y aunque sabía que ya no debía involucrarse, no podía evitar sentirse… inquieta. Preocupada.

Treinta minutos después, Vegeta regresó al salón. Su semblante era el mismo; apagado, distante. Caminó hasta el escritorio, se detuvo un momento y dijo:

—Eso es todo por hoy. La clase ha terminado. Pueden retirarse.

El desconcierto era palpable. Nunca había terminado una clase antes de tiempo. Pero los estudiantes no se atrevieron a decir nada. Recogieron sus cosas en silencio, murmurando entre ellos mientras salían del salón.

Bulma se quedó un poco más, ordenando lentamente sus cosas, como si buscara una excusa para quedarse. Cuando finalmente se levantó, sintió una mirada fija en ella. Giró ligeramente y lo vio; Vegeta estaba sentado en el escritorio, mirándola de una manera que hizo que su corazón se detuviera por un momento. Sus ojos recorrían su figura, desde el polerón que llevaba puesto hasta sus piernas, descubiertas por la falda que había decidido usar ese día. Había algo en esa mirada que la dejó sin aliento.

Pero entonces, él apartó la vista, como si se odiara por haberla mirado así. Bulma apretó los labios, agarró su mochila y salió del salón sin decir una palabra, cerrando la puerta detrás de ella. Sabía que algo estaba mal con él, algo que no podía ignorar. Pero también sabía que si se acercaba, si intentaba hablar, todo lo que había construido para protegerse podría derrumbarse en un instante.

Vegeta, por su parte, se quedó solo en el aula, su mirada clavada en la puerta por donde ella acababa de salir. Había algo en ella que lo desarmaba por completo, y lo odiaba. La odiaba por seguir teniendo ese poder sobre él hasta consumirlo, y se odiaba a sí mismo por no poder dejarla ir y por permitirse aquellos sentimientos que lo estaban atormentando.

Continuará…


Hola!

Perdón, creo que este Dark final, esta muy largo o más largo de lo que me imagine jajajaja, pero es que quiero darle detalle a cada acontecimiento, igual espero lo esten disfrutando.

Nos vemos pronto!

AMAPOL