Goku levantó la mirada lentamente, encontrándose con los ojos de Vegeta. Ya no había rastro de la furia o los celos que antes lo consumían cuando lo veía. Esta vez, lo que sintió fue diferente. Hubo una pausa, un instante que se alargó, donde comprendió que Vegeta sabía exactamente lo que estaba sintiendo, porque él también lo había sentido antes. Goku reconoció esa comprensión en la mirada de su rival, una empatía silenciosa que nunca esperó ver en el príncipe de los saiyajins.

Vegeta, por su parte, no dijo nada. Su habitual sonrisa burlona no apareció; no había burla, ni crueldad. En su lugar, esbozó una sonrisa torcida. Por primera vez, no lo estaba viendo como un oponente, ni siquiera como alguien que estuviera por encima o debajo de él. Lo estaba viendo como un guerrero que también había perdido algo importante, que también estaba sintiendo ese vacío. Y entonces, sin más, Vegeta se dio la vuelta. Su energía agitó el viento, y en un parpadeo, se alejó como una ráfaga, desapareciendo de la escena, dejándolo a solas con su propio silencio.

Goku permaneció de pie, inmóvil por un momento. Respiró profundamente, dejando que el aire frío llenara sus pulmones. Lentamente, sintió cómo la presión en su pecho, que antes le apretaba como si fuera una barrera, comenzaba a desvanecerse. Ese nudo de rabia, celos y desesperación que lo había consumido durante tanto tiempo se desintegraba, como polvo que el viento se lleva sin esfuerzo.

Bajó la mirada hacia sus manos. Las había sentido tensas, llenas de una energía incontrolable, como si estuvieran listas para destruirlo todo a su paso. Pero ahora, al mirarlas, lo único que vio fue calma. El calor abrasador que antes lo impulsaba a la agresión había desaparecido, dejando en su lugar una frescura, una ligereza que hacía mucho no experimentaba.

—Está roto —murmuró para sí mismo, casi sin creérselo.

El vínculo saiyajin, aquella unión que lo había atado tan ferozmente a Bulma, estaba roto. Y con él, se había ido toda esa oscuridad que lo había dominado. Todo el odio, los celos y la furia tóxica que lo habían consumido en su interior, desvanecidos. No pensó que pudiese sentir eso, pero empezó a sentir alivio, era como si su corazón hubiera vuelto a ser el de antes. Sin ese peso, sin esa contienda constante dentro de sí mismo.

Goku cerró los ojos por un momento y dejó que la sensación lo envolviera. Su espíritu volvía a ser libre, no solo de la conexión con Bulma, sino de esa guerra interna que no lo dejaba ser él mismo. Era como si, al haber deshecho ese pacto, todo lo que lo había envenenado emocionalmente se hubiera ido con él.

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Mientras la nave surcaba el cielo, Bulma empezó a notar algo profundamente diferente en su interior. Los sentimientos que la inducían al odio, rabia y revancha se estaban disipando, pero lo que realmente la desconcertaba no era la falta de aquellos sentimientos, sino la ausencia de esa emoción aguda que hasta hacía poco la había atormentado. Su mente, siempre activa, comenzó a procesar la inesperada sensación de alivio que la invadía. ¿Qué había cambiado? No se imaginó experimentar algo así.

Inclinó la cabeza hacia atrás, respirando hondo, buscando alguna pista en sus emociones. El peso que había sentido, ese nudo constante en su pecho, se había desvanecido, y por primera vez en semanas, su corazón no estaba atrapado en una maraña de apego, celos y resentimiento. La calma que sentía ahora era tan sorprendente que la dejó momentáneamente atónita. Esto no era normal, pensó.

Pero entonces, su mente empezó a hilar las piezas. Bulma, siempre lógica y analítica, empezó a comprender. Todo se debía al vínculo saiyajin. No era solo una conexión espiritual corriente, era algo mucho más profundo, mucho más primitivo. La raza saiyajin, impulsada por su instinto de lucha, competición y supervivencia, había alterado no solo sus cuerpos, sino también sus mentes y emociones. Era como si esa conexión hubiera magnificado todo lo que sentían, llevando al extremo cada pensamiento, cada sentimiento.

Los saiyajin eran seres impulsados por la agresión, la necesidad de ser más fuertes, de poseer y dominar. Al haberse vinculado emocionalmente con Goku, Bulma había quedado atrapada en esa espiral tóxica de posesión enfermiza, una carga que nunca comprendió del todo hasta ahora. Lo que había sentido con él no era solo amor o atracción, era una forma distorsionada y amplificada de sus propios sentimientos, contaminada por la ferocidad instintiva de una raza cuyo deseo primario era la conquista, incluso emocional.

De repente, todo tenía sentido: los estallidos de ira de Goku, los celos irracionales de ambos, esa sensación de ser acorralada por emociones que no podía controlar, esa obsesión por tener el control de aquel cuyo espíritu siempre fue libre y ahora se veía atormentado. Había estado conectada a Goku de una manera que la sobrepasaba, como si ambos hubieran sido arrastrados a un ciclo de posesión y agresión que no podía detener, "era eso" pensó. Sin querer, ella misma los había liberado de aquello que los estaba arruinando…

"Goku ahora eres libre otra vez" se dijo a sí misma, pensando ahora sin ninguna influencia siendo ella misma, Bulma Brief… suspiró echándose nuevamente hacia atrás de su asiento. "Ahora entiendo todo"

Miró al vacío del cielo frente a ella, y por primera vez en mucho tiempo, no sentía ese apego enfermizo. Lo que antes era una tormenta de emociones turbulentas ahora era una paz inesperada, una claridad que la envolvía como una brisa suave, permitiendole volver a ser ella misma.

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Goku, aún inmerso en sus pensamientos, sintió una leve perturbación en el aire que lo sacó de su ensimismamiento. A lo lejos, vio cómo sus amigos se acercaban, cada uno con un rostro lleno de incertidumbre y preocupación. Krilin fue el primero en llamarlo, su voz temblaba de manera notoria mientras caminaba con cautela hacia él.

—¡Goku! —gritó Krilin, sin saber exactamente con qué se iba a encontrar. La tensión era palpable en el grupo. Gohan, Yamcha y Piccoro caminaban detrás de Krilin, todos con el ceño fruncido, expectantes. Gohan, que había sido quien les explicó la situación y pidió que lo acompañaran, parecía especialmente nervioso. Él esperaba encontrar una escena devastadora, tal vez su padre abatido por las emociones o descontrolado por la rabia.

Pero para sorpresa de todos, cuando Goku giró lentamente hacia ellos, lo hizo con un semblante completamente relajado. Su mirada era tranquila, sus músculos ya no tensos, y en sus labios se dibujaba una pequeña sonrisa despreocupada, tan natural como siempre había sido en él.

—Hola, muchachos —dijo con una naturalidad que dejó a todos boquiabiertos—. ¿Qué hacen aquí? Yo estoy bien —añadió, moviendo una mano de forma casual, como si nada hubiese pasado.

La incredulidad en los rostros de todos era evidente. Krilin parpadeaba sin saber qué decir, mientras Gohan tragaba saliva, buscando desesperadamente una explicación en la mirada de su padre. Yamcha se cruzó de brazos, aún desconcertado, pero empezó a sonreír al ver esa familiar chispa de despreocupación en Goku.

—¿De verdad estás bien, Goku? —preguntó Krilin, con voz vacilante.

Piccoro, siempre más observador y sabio, entrecerró los ojos, analizando la situación. Una pequeña sonrisa torcida apareció en su rostro, como si comenzara a entender lo que había sucedido.

—Me da gusto volver a ver al Goku de siempre —dijo Piccoro en tono bajo, pero lo suficientemente claro como para que todos lo escucharan.

—¡¿Qué?! —exclamaron casi al unísono Krilin y Gohan, mientras Yamcha soltaba una risa incrédula.

Goku, llevándose las manos a la nuca en su gesto típico de relajación, les sonrió con esa sencillez tan característica de él.

—Es verdad —admitió—, me siento… más ligero. Como si algo que no podía explicar antes hubiera desaparecido. —

—¿Qué pasó, papá? —preguntó Gohan, aún confundido, mirando la tranquilidad en los ojos de su padre como si fuese algo imposible después de todo lo que había ocurrido.

Piccoro, aún sonriendo de manera enigmática, comenzó a hablar mientras todos lo observaban atentamente.

—Es simple, en realidad. Todo se debía al vínculo saiyajin —empezó a explicar—. Goku y Bulma estaban unidos por algo más que sentimientos humanos. Los saiyajin son una raza poderosa, manejada por instintos primitivos: la lucha, la competencia, la posesión. Ese vínculo afectaba sus emociones, los ponía al límite, los hacía vivir en un estado constante de agresividad y celos. Todo lo que hemos visto en él —Piccoro señaló a Goku—, esa impulsividad, esa necesidad de reclamar a Bulma, era producto de ese instinto, amplificado por esa conexión. Pero ahora que el vínculo se ha roto, ha vuelto a ser el Goku de siempre. Libre de esa presión tóxica.—

Goku asintió, comprendiendo lo que Piccoro decía. Aunque no lo había visto antes con claridad, ahora todo tenía sentido. Había sido como estar atrapado en una ola de emociones que no podía controlar, pero ahora, esa ola se había retirado.

—Ya lo entiendo —murmuró Goku, mirando sus propias manos, como si por fin entendiera la fuente de esa tensión que lo había atormentado—. Me siento como antes… pero —Goku levantó la mirada, esta vez más seria— hay algo que no ha cambiado. —

Los demás lo miraron con atención, expectantes.

—Mis sentimientos hacia Bulma —continuó—. Aunque ya no siento ese peso, ese instinto de mi raza… mis sentimientos no han muerto. Aún la quiero, y quiero que ella regrese conmigo. Pero… —Goku suspiró profundamente, mostrándose sincero y sin atisbo de la agresividad que antes lo caracterizaba— esta vez le daré tiempo. Ella tiene que tomar su propia decisión. No la voy a presionar.—

El silencio se apoderó del lugar mientras sus palabras calaban en sus amigos. Gohan, conmocionado por la madurez y tranquilidad en la voz de su padre, no pudo evitar sonreír levemente. Yamcha asintió, aliviado de ver a su viejo amigo nuevamente en control de sí mismo. Krilin, por su parte, le dio una palmada en el hombro.

—Me da gusto, amigo —dijo Yamcha, su sonrisa amplia y sincera—. Me alegra verte así de nuevo.—

Piccoro simplemente observó en silencio, satisfecho de ver que Goku, después de tanto, había encontrado el equilibrio que necesitaba.

El guerrero saiyajin, con el viento acariciando su rostro, miró al horizonte. Sus ojos brillaban con determinación, pero esta vez, no había rabia, no había dolor. Solo la serenidad de un hombre que había hecho las paces con su corazón, pero que aún sabía lo que quería.

"Le daré tiempo" —repitió para sí mismo, con una suave sonrisa—, "pero no me rendiré."

Sonrió ligeramente, no con felicidad, pero sí con aceptación. Tal vez eso era lo que debía pasar. Tal vez, al final, la ruptura de ese vínculo lo había liberado de algo que simplemente terminaria por arruinarlos.

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Bulma regresa por fin a su hogar con una nueva energía, baja de su aeronave y al levantar la mirada encuentra a Trunks, quien la esperaba con ansiedad. Su madre ha pasado por muchas emociones recientemente, y él lo habia notado sintiendose impotente de no poder ayudar más, sin embargo, al verla, Bulma lo abrazó fuertemente, algo que sorprende al joven saiyajin, quien hace mucho no veia a su madre tan... radiante y liberada.

Ella lo abraza con un amor renovado, su mirada está llena de determinación y tranquilidad. Trunks nota ese brillo en sus ojos, esa luz que hacía tiempo no veía.

—Mamá… ¿estás bien? —pregunta el joven, algo confuso.

—Trunks, eres lo maxímo pequeño, acabas de hacer algo grande —responde ella, sonriendo con una frescura que no tenía antes. Trunks siente la calidez en el abrazo, y su madre parece tener una paz que no recordaba haber visto en ella.

—¿te amistaste con Goku? —pregunto él al deducir el porque de su comportamiento.

Ella lo miro fijamente y suspiro, no podia negar que aunque ya no tenia el peso de esa pacto, sus sentimientos por el seguian intactos… —Es complicado… ya veremos que pasa… Trunks—

—¡Terminaron! — grito el pequeño totalmente incredulo. —¡Pero, tu decias que lo querias, ¿que sucedió? ¿estas segura de eso? —

Bulma abrio grandemente sus ojos.

—Mamá, ustedes se quieren… es extraño, pero…— respondio colocando una mueca.

—¿Qué sucede? ¿Por qué pones esa expresion? — cuestiono Bulma, lo que el diria le interesaba mucho.

—Mamá, es que…—

—Solo dimelo, puedes decirme lo que sea— menciono ella al ver a sus padres acercandose.

—Mamá tu eres muy bonita, es probable que puedas salir con otras personas, pero no me gustaria que salgas con cualquier terricola, tu mereces mucho más que eso…— respondio realmente preocupado.

Bulma no pudo evitar sacar aire de sus pulmones… —Oh vamos Trunks, ¿es en serio? —

—Asi es… veo como esos hombres que trabajan para ti, te ven muy interesados— dijo él frunciendo el ceño.

—Eso quiere decir que si no es fuerte y poderoso no lo apruebas— menciono ella cruzando los brazos imitando la pose del chico.

—Mi padre puede ser… un poco cruel, un poco o casi nada… despiadado… ¡pero es muy fuerte! ¡El más fuerte! Y el señor Goku esta al nivel de mi padre, o incluso más…— menciono el joven pensativo.

—Entiendo— menciono ella alzando una ceja. —Te diré algo Trunks, no tienes de que preocuparte, yo no estaria con cualquier sujeto, no despues de haber conocido a tu padre y de amar… a… olvídalo ya no importa—

Aquel joven la miro sorprendido… —Entonces, tu…—

—Es demasiado complicado para explicártelo, todo se dara en su momento Trunks— y diciendo eso Bulma fue a abrazar a sus padres quienes se mantuvieron a cierta distancia al ver la conversación de ella con su hijo. —Solo espero que el ahora el se sienta más tranquilo—susurró para si misma.

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Pasaron algunos días, y cada uno de ellos buscó un respiro tras los intensos acontecimientos que habían vivido, llenos de fricciones y conflictos.

Goku, una vez que regreso a las montañas, volvió a entregarse a sus entrenamientos con renovada determinación. Todo lo sucedido había despertado en él una impulsividad que lo empujaba a buscar desafíos aún mayores, como si quisiera exorcizar algo que lo consumía desde adentro. A pesar de sentirse liberado de la influencia saiyajin que antes gobernaba sus decisiones, sus pensamientos lo llevaban inevitablemente hacia Bulma. La extrañaba… recordarla, su risa, su mirada intensa y la cercanía que habían compartido y todo eso… lo perturbaba de una forma que no lograba deshacer del todo. Cada golpe, cada movimiento en sus sesiones de entrenamiento, era un intento desesperado de ahogar esa turbulencia que sentía en su pecho. Deseos de buscarla, de tenerla nuevamente entre sus brazos… como antes, como cuando sus sentimientos eran libres de conflictos…

Por otro lado ese mismo día, aquella peliazul sentada frente a su espejo, observó su reflejo con atención. Con un movimiento decidido, tomó sus tijeras y recortó su cabello, dejándolo más corto y liberando su rostro de los mechones que solían caer sobre sus ojos. El nuevo look resaltaba sus facciones con una intensidad renovada; sus ojos brillaban con más fuerza, su mandíbula parecía más definida y el cambio le otorgaba un aire de seguridad y frescura. Aquel cambio no fue solo estético; era un símbolo de renovación, una declaración silenciosa de que estaba lista para enfrentar cualquier desafío, incluso los que acechaban en lo más profundo de su corazón.

Bulma en esos días se veia obligaba a mantenerse ocupada, porque su mente era una batalla constante entre la razón y el corazón. En el fondo, sabía que lo que la perturbaba no era solo la ausencia de Goku, sino la duda, el miedo de que él, al librarse de las cadenas que lo ataban, también se estuviera alejando de ella. Cada vez que cerraba los ojos, podía sentir su presencia, podía ver la intensidad de su mirada fija en la suya, y entonces comprendía que no importaba cuánto intentara distanciarse; Goku había dejado una huella imborrable en su ser. Y por mucho que lo negara, la atracción que sentía hacia él era algo que la consumía, un fuego que la llamaba, empujándola a buscar respuestas…

Mientras tanto, Vegeta, siempre distante y atrapado en sus propios intereses, parecía más introspectivo que de costumbre. Despues de sus ultimos acontecimientos con aquella peliazul, era como si hubieran hecho un nuevo pacto de paz. No dejo de verla ni un día desde el ultimo episodio, ver a Trunks era suficiente excusa para acercarse a ellos e indudablemente a aquella cientifica. Ahora se mostraba menos explosivo, más calculador, como si en el fondo de su ser algo hubiera cambiado durante la última batalla. Su mirada, antes feroz y cargada de orgullo, se había vuelto más taciturna, y a veces, cuando nadie lo veía, se quedaba en silencio, contemplandola con una expresión de duda.

Sin embargo, sin que nadie supiera, Trunks había decidido mantener un lazo en secreto, un vínculo que no estaba dispuesto a soltar: su conexión con Goku. A pesar de la distancia que existía entre su madre y él, y de las estrictas reglas de Vegeta sobre con quién y cómo debía entrenar, Trunks no quiso alejarse de alguien que admiraba profundamente. Lo hacía en silencio, reuniéndose a escondidas con Goku y Goten en los bosques cercanos para intensas sesiones de entrenamiento.

Los entrenamientos se habían convertido en algo más que una oportunidad de mejorar sus habilidades; eran un respiro, un lugar donde podía sentirse más libre. Goku, siempre con una sonrisa y un enfoque relajado, ofrecía a Trunks algo que su propio padre no le daba: una perspectiva distinta, no basada solo en la intensidad del combate, sino en el equilibrio interno.

Un día, después de una agotadora sesión, los tres, Goku, Trunks, y Goten, se echaron bajo la sombra de un enorme árbol para descansar. Goten, siempre lleno de energía, pronto se quedó dormido, pero Trunks permaneció despierto, observando a Goku con admiración. Sabía que había algo en él que lo diferenciaba de todos los demás, y quería entenderlo mejor.

—¿Por qué sigues entrenándome, Goku? —preguntó Trunks de repente, rompiendo el silencio. Sabía que, después de lo ocurrido entre su madre y él, las cosas no eran tan sencillas—. Papá no estaría muy feliz de saber que sigo viniendo contigo. —

Goku, con su característico buen humor, soltó una pequeña risa y se acomodó sobre el tronco—. Bueno, porque me gusta entrenarte, Trunks. Siempre he creído que la fuerza no solo viene de pelear, sino de aprender a manejar lo que llevamos dentro. Y tú tienes mucho potencial—

Trunks lo miró fijamente. Había algo más en esa respuesta, algo que no se reflejaba en la habitual ligereza de Goku—. Pero... ¿no te molesta todo lo que pasó con mi mamá? —preguntó en voz baja, con algo de timidez.

Goku se quedó en silencio unos segundos, mirando al horizonte. Su sonrisa se desvaneció un poco, pero su expresión seguía siendo serena—A veces, las cosas son complicadas, Trunks. Pero hay algo que siempre trato de recordar: las personas que queremos, esas a las que realmente amamos, siempre serán importantes, pase lo que pase. —

Trunks sintió un leve nudo en el estómago. Sabía que Goku se refería a su madre. El joven saiyajin intentaba procesar esas palabras, cuando el saiyajin mayor continuó—. Lo que pasó entre tu mamá y yo no cambia el hecho de que la quiera. El sentimiento que tengo por ella siempre estará ahí es algo que no puedo controlar... Tu papá es increíblemente fuerte, Trunks, pero hay cosas que él no puede enseñarte. Cosas que tal vez no entiende aún. —

Goku se detuvo un momento, mirando a Trunks con una profundidad poco común en él—. No todo se trata de ser el más fuerte físicamente. Proteger a los que amas, respetar el camino de otros, incluso cuando es diferente al tuyo, eso es lo que nos hace realmente fuertes. —

Trunks asintió lentamente, procesando lo que acababa de escuchar. Sabía que Goku y su padre eran polos opuestos en su forma de ver el mundo, pero en ese momento, sintió que podía aprender algo valioso de ambos. Lo que Goku decía no solo hablaba de entrenamiento, sino de una vida más equilibrada, de una conexión más profunda con las personas que los rodeaban.

—Goten me contó que tú y mamá eran amigos desde antes de que yo naciera —dijo Trunks, desviando la conversación un poco, pero con un tono más íntimo—. ¿Aún la quieres? —

La pregunta, aunque inesperada, no perturbó a Goku. Él le devolvió la mirada con una sonrisa serena, pero llena de significado—. Trunks, hay cosas que nunca cambian, incluso cuando todo parece cambiar alrededor. A veces, no es solo una cuestión de amor... es una cuestión de entender que algunas conexiones siempre estarán ahí, como la de tu mamá y yo. —

El joven saiyajin se quedó pensativo. Sentía que estaba entendiendo algo más profundo que las peleas y el poder. Goku, con toda su sencillez, le estaba enseñando una verdad que pocas veces se hablaba: la fuerza de un guerrero no solo radicaba en sus músculos, sino en su corazón.

Mientras tanto, Goten se removió en su sueño, y Trunks sonrió al ver a su amigo tan tranquilo. A medida que pasaron aquellos días, los entrenamientos con Goku y Goten no solo habían mejorado su técnica de combate, sino también su amistad. La relación entre los dos niños había vuelto a fortalecerse, como antes. Trunks sentía que, de alguna manera, todo volvía a su lugar, a pesar de las tensiones y distancias que el tiempo había creado.

Al final del día, cuando se despidieron, Trunks miró a Goku con renovado respeto. No solo como el guerrero más poderoso, sino como alguien que había decidido ser su mentor y, en cierto modo, su amigo. —Gracias, Goku. Por todo—

Goku, con una sonrisa más cargada de intención, le revolvió el cabello a Trunks, pero esta vez su mirada parecía ir más allá de la simple charla casual. Con un tono algo más bajo y serio, le dijo— Oye, Trunks... cuida mucho a tu madre, ¿sí? —

Trunks, que no solía ver esa expresión en Goku, lo miró con curiosidad, notando la leve tensión en su voz—. ¿Quieres que le diga algo de tu parte? ¿Le mando tus saludos? —

La risa de Goku fue rápida y un tanto forzada, como si quisiera desviar la atención— ¡No, no es necesario, no te preocupes por eso!—respondió, agitando una mano en el aire.

Pero Trunks, con esa mezcla de picardía y madurez que lo hacía tan especial, lo miró directo a los ojos—. Creo que deberías hacerlo. Mi mamá es muy bonita se hizo un cambio de look… y te digo una cosa, no es bueno que esté sola mucho tiempo. Últimamente ha tenido muchos pretendientes —El niño lo dijo con una inocente sonrisa que escondía algo más, mientras le guiñaba un ojo.

La sonrisa de Goku se desvaneció por completo. "Pretendientes…" repitió mentalmente, esa palabra golpeando un punto sensible dentro de él. El niño, sin esperar respuesta, despegó hacia el cielo, dejando a Goku solo con sus pensamientos. "Pretendientes…" murmuró nuevamente, casi en un susurro.

En ese instante su memoria lo llevó a los momentos que había compartido con Bulma, Su cuerpo contra el suyo, su respiración entrecortada mientras lo miraba a los ojos con ese brillo que hacía que el corazón de Goku latiera con una fuerza que desconocía en sí mismo. Los besos intensos, cargados de una pasión que nunca había experimentado, lo conectaban a ella de una manera visceral, inquebrantable. Sus ojos… esa mirada lasciva y frenetica, sus labios… su lengua… su… rapidamente movio la cabeza, pensar en eso era demasiado extenuante y exitante y no estaba en el momento apropiado para desviarse hacia esa dirección.

Con el corazón acelerado y una sensación de urgencia creciendo en su interior, Goku se quedó un momento más mirando al cielo. La idea de recuperar algo, de enfrentarse a lo que había dejado pasar, comenzaba a tomar forma. Y mientras Trunks desaparecía de su vista, una decisión se formaba en su mente: no podía ignorar esto por más tiempo.

Aquella peliazul.. no era alguien que simplemente podía dejar atrás.

Esa misma semana, los Guerreros amigos de siempre, habian decido reunirse en Kame House para disfrutar de una tarde tranquila y una pequeña barbacoa, como en los viejos tiempos, Krillin, Yamcha, Roshi, y algunos otros estaban relajados, conversando y compartiendo anécdotas, ya que sabian que todo aparentemente volvia a la calma invitaron a todos… como antes, entre ellos a Bulma y Goku pero al ver que el tiempo pasaba sus miradas resignadas entendian que posiblemente solo tendrian ausencias, pero en eso, fue cuando de repente, la puerta se abrió y la figura de Bulma apareció en el umbral.

Su llegada fue una sorpresa total. Vestía con frescura, su cabello azul con un corte diferente, sus labios rojos y en su rostro se veía un brillo especial que no habían visto en meses. Su energía irradiaba algo distinto, como si hubiera recuperado no solo su vitalidad, sino también su esencia.

Krillin fue el primero en reaccionar, levantándose con una gran sonrisa—. ¡Bulma! —exclamó, caminando hacia ella—. ¡Nos tenías preocupados, pensamos que no vendrias! —Su tono era alegre, pero la preocupación en su mirada reflejaba cuánto le había afectado verla apagada durante tanto tiempo.

—¡Wow, vaya sorpresa! —dijo Yamcha, levantando una copa— ¡Estás... increíble Bulma.! —

Bulma rió, divertida por la reacción de sus amigos, y les hizo un gesto para que se calmaran—. Vamos, chicos. Solo soy yo. No es para tanto. — diciendo eso se acercó al centro de la mesa.

—No, en serio, es genial volver a verte así —agregó Krillin, emocionado—. Es como si el grupo estuviera completo otra vez. —

—¡Ya lo creo! —intervino Roshi, con una sonrisa pícara y su revista de chicas en bikini aún en las manos—. Esta reunión no sería la misma sin Bulma. —

Las risas llenaron la pequeña casa, y por un momento, todo pareció volver a la normalidad. La energía era como en los viejos tiempos: cálida, ligera y divertida. Yamcha lanzó algunas bromas, Krillin contó anécdotas de su vida familiar mientras 18 escuchaba atentamente sin mayor intromisión, y hasta Roshi intentaba sumarse con sus comentarios traviesos, aunque todos sabían hacia dónde se dirigía su mirada cada vez que alguna chica en la tv pasaba con poca ropa.

Pero, a pesar de la alegría, había una sombra en la reunión. Ninguno mencionaba a Goku. Su ausencia era evidente, y aunque nadie quería romper el ambiente festivo, todos sabían que algo faltaba, las anecdotas se sentian imcompletas porque siempre fueron muy unidos, y siempre todos estaban implicados en todas las batallas, no mencionarlo era como perder esa escencia. Las miradas se desviaban sutilmente, pero nadie se atrevía a decir nada.

Hasta que Bulma, con su sonrisa serena, decidió ser quien rompiera el hielo—. ¿Y Goku? —preguntó suavemente, mirando a los presentes. La pregunta cayó como una bomba, y todos la miraron sorprendidos, sin saber cómo responder. El silencio se hizo palpable.

Krillin tragó saliva, incómodo—. Bueno... No hemos sabido mucho de él últimamente. —

Yamcha, rascándose la cabeza, intentó aligerar la tensión—. Ya sabemos cómo es Goku... siempre anda por ahí entrenando o metido en alguna aventura, sobre todo ahora que ha vuelto a ser el…— al decir eso tocio sorpresivamente por su torpe comentario. Krilin y los demas se taparon los ojos.

Bulma asintió lentamente con cierta sonrisa, viendo el nerviosismo en sus amigos—chicos, los conozco muy bien sobre todo a Goku no tienen que disimular—dijo, con una mirada apacible. —Solo espero, poder conversar algun día con el… otra vez—

Los ojos de Krillin se agrandaron, y Yamcha, sorprendido por la sinceridad de Bulma, no supo qué decir. Roshi dejó su revista de lado por un momento y la miró con una sabiduría que solo él podía esconder tras su fachada traviesa.

—Bulma... —comenzó Krillin, más suavemente—. ¿Estás segura de eso? Después de todo lo que pasó... pensamos que tu… ya no querías… —

—Krilin —respondió ella sin titubear— Lo que pasó fue producto de aquella influencia, estaba enfurecida y confundida—

—¿Enfurecida? —cuestionó Yamcha con asombro.

—¡Si, estaba furiosa! pero luego todo eso desaparecio… y a pesar de lo que representó mi deseo, no me arrepiento, ya que algo cambió, estoy segura… Vegeta incluso ahora actua diferente…—

Los demás intercambiaron miradas, pero ahora veían algo distinto en Bulma. Ya no era la mujer que se sentía atrapada por el peso de sus emociones; ahora era alguien que, a pesar de todo, estaba dispuesta a enfrentar cualquier desafío con su misma escencia.

—Goku…— pronuncio Krilin continuando aquella platica.

Bulma a pesar de su esfuerzo por parecer indiferente, había un brillo indomable en sus ojos, un resplandor que delataba la tormenta que llevaba dentro. Era imposible ignorar cómo su cuerpo reaccionaba ante la simple mención de su nombre, cómo un escalofrío le recorría la espalda al imaginar la intensidad de sus ojos sobre ella. Y aunque intentaba convencerse de que debía dejar atrás esos sentimientos, el deseo de volver a sentir esa conexión, de entender lo que realmente había entre ellos, la arrastraba una y otra vez hacia ese abismo.

—¿Entonces él, ahora luce diferente? —pregunto la peliazul

—Tiene la misma actitud despreocupada de siempre— menciono 18 llevando su cabello hacia atrás.

—¡Esas preguntas, me suenan a reconciliación! —dijo Yamcha, finalmente sonriendo—. Entonces, ¡Un brindis por eso! —

Las risas y bromas volvieron a llenar la casa una vez dicho eso, ya que Bulma empezo a relajarse más… pero esta vez, con un nuevo animo, lo que Krilin habia mencionado de Goku le dejaba claro que aun podia exitir algo, asi que el ambiente en Kame House cambió drásticamente cuando Bulma, con una energía inusitada, animó a todos a convertir la reunión en una verdadera fiesta. Yamcha, siempre dispuesto a colaborar, se levantó con entusiasmo y comenzó a sacar algunas botellas que Roshi tenía escondidas. Pronto, las risas se multiplicaron y la música subió de volumen. Bulma, radiante y más desinhibida de lo habitual, se dejaba llevar por el momento.

—¡Vamos, chicos! Esto no será solo una reunión, ¡hagamos que sea inolvidable! —exclamó, levantando su copa. La alegría en su voz era contagiosa, y pronto todos levantaron sus vasos para brindar. Yamcha no tardó en servir otra ronda, mientras Bulma recorría la sala, riéndose y bromeando con todos.

Sin embargo, 18, que se mantenía a un lado, miró a Krilin con una expresión que decía claramente que no estaba tan emocionada con la idea de quedarse más tiempo. Se inclinó hacia él y murmuró algo en su oído, a lo que Krilin asintió, sabiendo que su esposa no era fan de ese tipo de fiestas. Pero justo cuando iban a despedirse, Bulma, con una ceja levantada y una sonrisa desafiante, lanzó una oferta inesperada:

—Cien mil yenes, y te quedas, 18. —

La Androide abrió los ojos con sorpresa. Su lado ambicioso no pudo evitar considerar la propuesta, pero aún así, intentó mantener su compostura.

—¿Doscientos mil? —respondió, elevando las apuestas, esperando que Bulma se retractara.

Para sorpresa de todos, Bulma soltó una carcajada y asintió con entusiasmo.

—¡Hecho! Doscientos mil yenes, y te quedas toda la noche. —

El asombro en los rostros de los demás fue evidente y más de aquella rubia que sin querer con esa oferta empezo a animarse de inmediato. Roshi dejó caer su revista y lanzó una mirada burlona, aprovechando el ambiente festivo.

—¿Y si traes algunas amigas también? —dijo, riéndose con picardía.

Bulma, riendo a carcajadas y sintiéndose más liberada que nunca, levantó su teléfono.

—¡Hecho, maestro! ¡Voy a hacer unas llamadas! —

Los minutos siguientes fueron una vorágine de preparativos. Bulma, con la habilidad y eficacia que la caracterizaban, no tardó en organizarlo todo. En cuestión de poco tiempo, llegaron varios vehículos con comida, más bebidas, y, como prometió, un grupo de chicas listas para unirse a la celebración.

El ambiente en Kame House se transformó completamente. La pequeña casa de Roshi, conocida por ser un lugar de entrenamiento y reflexión, se convirtió en el epicentro de una verdadera fiesta. La música resonaba en cada rincón, y la energía era palpable. Bulma, rodeada de sus amigos, disfrutaba de cada momento, brindando y bailando como no lo hacía en mucho tiempo.

Yamcha y Krilin no podían creer lo que veían, mientras Roshi, en su gloria, conversaba animadamente con las recién llegadas, quienes, entre risas, le seguían el juego. La escena era un contraste total con los recientes momentos de tensión y batalla. Todos se dejaban llevar por el espíritu de la noche, olvidando por un instante las responsabilidades y las sombras del pasado.

Bulma, observando a todos desde la terraza de aquella casa de playa, sintió una satisfacción profunda. Había logrado intensificar el ánimo de sus amigos. Mientras alzaba su copa y miraba a su alrededor, no pudo evitar pensar en Goku, deseando que estuviera allí, riendo y disfrutando con ellos.

Pero, a pesar de esa pequeña punzada de nostalgia, se permitió vivir el momento. Rió, empezó a bailar y disfrutar como nunca, mostrando una faceta poderosa y desenfadada que todos ya conocian de ella. Movia su vestido con ambas manos mientras con Yamcha tenian pasos de baile contagiosos, la musica a todo volumen….

El cielo nocturno, salpicado de estrellas, era testigo mudo del inesperado visitante. Goku, flotando en el aire, miraba hacia abajo, observando la explosión de música y luces que emanaba de Kame House. Desde su posición, la escena era surrealista. Mujeres bailando, risas resonando y, en medio de todo, Bulma. La peliazul se destacaba sobre todos, con su vestido corto de tirantes que dejaba ver sus piernas torneadas mientras se movía sobre una mesa, sosteniendo un vaso de licor en alto.

El aroma de la parrilla ascendía hasta donde él se encontraba, mezclándose con el sonido de la música que retumbaba en la playa. Goku frunció el ceño, sorprendido por la atmósfera despreocupada y festiva. Pero lo que más le llamó la atención fue ella. Bulma, radiante, sarandeaba su vestido con ambas manos, riendo a carcajadas, mostrando esa alegría contagiosa que tanto la caracterizaba. Esa imagen lo descolocó. Era como si, por un momento, hubiese olvidado el peso de todo lo que habían pasado. Verla tan desinhibida y llena de vida le recordó su esencia, esa chispa que siempre la había definido y que, últimamente, había estado oculta bajo la carga de sus propios conflictos.

Mientras observaba, vio cómo Yamcha se acercaba a Bulma y, en un arrebato de euforia, la levantó por la cintura, girándola en el aire. Ella soltó una carcajada y, a pesar de estar alzada, siguió bebiendo de su copa, derramando un poco del contenido. Goku sintió un golpe de incomodidad en su pecho al ver aquella escena. Algo se removió en su interior, un impulso desconocido y potente. Sin pensarlo dos veces, descendió hacia la fiesta, la brisa moviendo su cabello mientras aterrizaba suavemente en la arena.

Los primeros en notar su presencia fueron Krilin y 18. Sus ojos se agrandaron al verlo aparecer entre la multitud. Yamcha, aún con Bulma en brazos, se quedó helado al darse cuenta de quién estaba allí. Todos los presentes, asombrados, dejaron de bailar, creando un círculo de silencio alrededor de Goku, quien, con su típica actitud despreocupada, saludó con la mano.

—¡Hola a todos! —dijo, con una sonrisa en el rostro, pero sus ojos se dirigían directamente hacia Bulma, quien, por un segundo, parecía no entender qué estaba pasando.

Ella, con el cabello despeinado por el baile y su rostro ligeramente enrojecido por el alcohol, parpadeó varias veces, intentando enfocar la vista en esa figura familiar que ahora se encontraba delante de ella. Goku con cierta duda se acercó lentamente… la visión de su rostro, su cuerpo musculoso en su atuendo de entrenamiento, la golpeó como una ráfaga de viento fresco. Se tambaleó ligeramente, dejando caer la copa, que se estrelló contra la arena.

—¿Goku...? —murmuró, casi en un susurro, como si dudara de sus propios ojos.

Él asintió, con una expresión mezcla de preocupación y ternura, mientras se detenía justo frente a ella, no entendia porque no podía controlarse, pero su objetivo era ella y no existia más a pesar de que se habia jurado que le daria su espacio. A pesar del bullicio, en ese instante el tiempo pareció detenerse para ambos. Bulma, con la mente nublada por el licor, extendió una mano hacia él, como queriendo asegurarse de que no era una ilusión.

—No puede ser... —murmuró con una risa incrédula—. ¿Qué haces aquí? Creí que... creí que...

Goku se rascó la cabeza, notando el temblor en su voz, la confusión en su mirada. Pero antes de que pudiera responder, ella, sin previo aviso, se lanzó hacia él, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello. La calidez de su cuerpo lo sorprendió, y por un segundo, sintió un estremecimiento recorrer su piel.

—¡No puedo creer que estés aquí! —exclamó Bulma, su voz quebrándose entre risas y cierta nostalgia producto del acohol—. ¡Goku, maldita sea! ¿Por qué te fuiste así ese día? —La cercanía de sus rostros, el aliento de ella cálido y con el toque del licor, hizo que Goku se quedara inmóvil, sin saber qué hacer con la mezcla de emociones que se acumulaban en su pecho.

—Bulma... —intentó decir, pero ella lo interrumpió, acercando aún más sus labios a los de él.

—¡Me dejaste sola y todo lo que vino despues, no pude controlarlo! —dijo, casi gritando, con los ojos brillantes por las lágrimas retenidas— Te necesite... tanto incluso cuando todo se rompio—Su voz temblaba, y Goku sintió que algo se rompía dentro de él. Verla así, tan vulnerable y con esa desfachatez producto de aquellos tragos, estaba exponiendo sus pensamientos, eso lo desarmó por completo.

—Bulma… yo… lo siento… —Su tono era bajo, casi un susurro, y llevó una mano a su mejilla, sintiendo la suavidad de su piel— No quería que pasara esto. Nunca quise lastimarte. Perdoname—

Ella lo miró, el azul de sus ojos llenos de una intensidad que lo atrapó por completo.

—Pero lo hiciste. —Las palabras salieron con un dolor que lo atravesó— Por eso quise dejarte libre… ¡pero mira! aún así, aquí estás... —Una risa amarga escapó de sus labios, y Goku sintió la presión de su cuerpo bombardear su interior.

Sin pensarlo, la abrazó con fuerza, hundiendo su rostro en su cabello. Podía oler su perfume mezclado con el aroma del mar y el licor. El resto de los presentes los miraban en silencio, atónitos ante la escena que se desarrollaba ante ellos.

—Perdoname… —repitió Goku, su voz temblando. Y entonces, para sorpresa de todos, Bulma, con un brillo desafiante en sus ojos, lo empujó suavemente y, tomando una bocanada de aire, levantó su copa vacía.

—¡Por Goku! —gritó, su voz resonando por toda la playa—. ¡El idiota que supo llevarse mi corazón! —Y ante el asombro general, rompió a reír, una risa que era mezcla de alegría, perdón y liberación.

Goku, aún confundido, no pudo evitar sonreír. Porque, a pesar de todo, allí estaba ella, siendo la Bulma de siempre, la mujer que nunca dejaba de sorprenderlo. Y mientras las risas y los gritos de celebración llenaban de nuevo la noche, supo que… nunca la dejaria ir de nuevo…

La miró fijamente, el corazón latiéndole con fuerza. Ella mirandolo con la misma intensidad, con su espíritu indomable y esa energía que lo atraía como un imán. Bulma, riendo, brillaba más que cualquier estrella en el cielo nocturno. El sonido de las olas y la música se mezclaban, creando una atmósfera casi irreal.

De repente, sintió una oleada de determinación atravesarlo. No había palabras que pudieran hacer justicia a lo que sentía en ese momento, así que decidió hacer lo que mejor sabía: actuar.

Con un movimiento fluido, Goku la tomó de la mano y, antes de que pudiera reaccionar, la llevó consigo al aire. Los gritos de sorpresa y emoción de sus amigos resonaron a lo lejos mientras ambos se elevaban por encima de la fiesta, dejando atrás las luces y las risas.

Bulma, medio mareada por el alcohol y la altura, se aferró a su cuello, sus ojos aún chispeantes de desafío y algo más. La luna llena brillaba sobre ellos, iluminando su cabello azul y resaltando cada rasgo de su rostro. Goku la observó en silencio, cada fibra de su ser consciente de que estaba sosteniendo algo más que una amiga, más que una compañera de toda la vida. Estaba sosteniendo a la única persona que había conseguido que su mundo girara de manera diferente.

—¿Qué… qué estás haciendo, Goku? —preguntó ella, su voz temblorosa y sus labios curvándose en una sonrisa.

Él la miró con una intensidad que hizo que el corazón de Bulma diera un vuelco.

—Quería recordarte que nunca más voy a dejarte. —Sus palabras salieron firmes, claras, como una promesa sellada con el alma.

Bulma sintió cómo sus defensas se desmoronaban ante esa mirada sincera, y, por primera vez en mucho tiempo, dejó caer todas las barreras. No había necesidad de fingir, de mostrarse fuerte o distante. Allí, entre las estrellas y el mar, con el hombre que había marcado su vida de tantas formas, se permitió ser simplemente Bulma.

—Eres un tonto, Goku… —murmuró, sus manos acariciando suavemente su rostro— pero eres mi tonto. —

Y antes de que él pudiera responder, lo jaló hacia ella, fundiéndose en un beso que parecía detener el tiempo. Fue suave y dulce al principio, pero pronto la pasión que ambos habían mantenido contenida explotó, haciendo que el mundo se desvaneciera a su alrededor.

No había más dudas, ni resentimientos, ni palabras no dichas. Solo estaban ellos, en ese momento, dejando que cada caricia, cada susurro compartido al oído, les recordara lo que realmente importaba.

Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad, pero no dejaron de mirarse, sus frentes apoyadas una contra la otra. La fiesta, el bullicio y el mundo entero parecían tan lejanos, irrelevantes, como si solo ellos existieran bajo el manto estrellado del cielo.

—Esto es real, ¿verdad? —susurró Bulma, sus dedos trazando suavemente la línea de su mandíbula.

Goku sonrió, esa sonrisa cálida y sincera que siempre había derretido su corazón.

—Más real que nunca, Bulma. —


Adivinen que… continuará…

Discúlpenme, pero esta historia, tendrá un capitulo más…

Desde ya agradezco a los fieles seguidores de esta historia que desde el inicio han dejado sus impresiones y comentarios, los quiero a mil.

Nos vemos pronto

Amapol.