Bulma sintió el tirón repentino de Vegeta, obligándola a acercarse a él. Su cuerpo chocó contra el suyo con una tensión palpable. Pero antes de que él pudiera ir más allá, ella alzó un brazo, presionando su mano contra su pecho, deteniéndolo.
—No exageres —susurró ella, su voz firme pero con un matiz de desafío— No es necesario que hagas esto.
Vegeta la miró con diversión, su sonrisa torcida reflejando que entendía perfectamente lo que el intentaba hacer, no era solo una conversación… era una provocación, un juego de manipulación en el que Bulma intentaba medir su reacción.
—Tienes razón —dijo con tono socarrón, retirándose levemente y cruzándose de brazos, su postura altiva y orgullosa.
Desde la distancia, Goku los observaba en silencio. Sus brazos estaban cruzados, su expresión era indescifrable, pero la rigidez en su mandíbula delataba que cada uno de sus músculos estaba en tensión.
Bulma giró hacia Vegeta con un suspiro, queriendo terminar con ese intercambio en el que él parecía disfrutar de tener la última palabra.
—¿Qué sucede? —preguntó ella con seriedad.
Vegeta ladeó el rostro, sus ojos oscuros recorriéndola lentamente antes de preguntar.
—Dime ¿Dónde está Trunks?
Bulma parpadeó, sorprendida por el cambio abrupto de tema.
—¿Por qué preguntas eso?
—Porque espero que no esté aquí —respondió él con una expresión implacable— Si fuera así y esta expuesto a este espectaculo, les mato a ustedes dos en este momento.
Bulma arqueó una ceja y suspiro con cansancio, cansada del peso de aquella confrontación.
—Trunks está en una excursión —respondió al final. Apartó la mirada, cruzándose de brazos en un gesto de frustración. Pero Vegeta no iba a permitir que ella le diera la espalda.
Con un movimiento firme, tomó su quijada entre sus dedos y la giró hacia él.
—Mírame cuando estamos hablando —su tono fue un susurro bajo, pero demandante—. Mírame cuando te hablo Bulma.
Bulma se quedó inmóvil, sorprendida por su atrevimiento. Sus ojos se encontraron con los de Vegeta, y en ese instante, sintió el peso de su presencia, de la intensidad con la que la desafiaba, con esa confienza como si tuviera aun el derecho de hacerlo.
Desde la distancia, Goku sintió algo arder en su interior.
No era rabia, ni celos en su forma más pura, sino algo más primitivo, algo enterrado en lo más profundo de su sangre Saiyajin. No le gustaba lo que estaba viendo, lo provocaba de una forma en la que no podía explicarse. Giró el rostro, intentando alejarse de esa sensación, intentando convencerse de que no tenía que reaccionar, pero la ansiedad comenzó a consumirlo.
Mientras tanto, Bulma logró recuperar el control de su propia respiración y apartó el rostro.
—Bueno, ya que sé que él no esta aqui—dijo Vegeta, con esa maldita arrogancia en su tono—. Y creo que ahora es el momento, tengo que algo que decir…— diciendo eso giro lentamente la cabeza hasta encontrar la figura de Goku en la sombra.
Ambos se quedaron mirándose fijamente. Fue un choque de titanes silencioso, una batalla sin palabras donde el ambiente se volvió denso y peligroso, donde ambos sabian lo que querian.
Entonces, Vegeta sonrió apenas y volvió a mirar a Bulma.
—Quiero hablar contigo a solas sobre un tema importante —dijo con calma, pero con un filo en la voz— Así que deshazte de él y dile que se vaya.
Bulma lo miró, incrédula. —No voy a hacer eso.
El gesto de Vegeta se oscureció, y sin previo aviso, levantó un brazo y apoyó su mano sobre la pared a un lado de su cabeza, encerrándola en ese pequeño espacio con su presencia dominante.
Bulma se tensó. Su instinto la hizo retroceder un paso, pero el muro tras ella le impedía escapar.
—Dile que se vaya —repitió con su tono implacable, su rostro demasiado cerca del suyo—. Quiero decirte algo a solas.
Bulma levantó una mano y presionó su pecho, intentando apartarlo. —Ya te dije que no exageres, sé lo que estas haciendo. — entonces, en ese momento, giró la cabeza y vio a Goku.
Él estaba rígido, su respiración agitada. Pero no dijo nada. Solo giró abruptamente sobre sus talones y subió las escaleras.
Bulma sintió un chispazo de irritación y desconcierto, Vegeta estaba jugando con él, y aunque Goku intentaba no reaccionar, claramente estaba afectándolo.
La frustración la consumió cuando escucho la risa baja del principe, empujó a Vegeta con ambas manos y se apartó de su encierro.
—¿Sabes qué? En otro momento. Déjanos en paz, Vegeta. — diciendole eso le puso una cara de incomodidad y sin esperar respuesta, giró sobre sus talones y salió en busca de Goku.
Vegeta quiso detenerla, jalarla de aquel pozo suelto que descubria todas sus fabulosas piernas, y atraerla hacia él, pero no pudo, se quedo detenido viendola como ella se alejaba de él, como su aroma se alejaba de su presencia, y aunque el podia hacerlo, por alguna razón no tenia intencion ni la capacidad de hacerle daño, no, ya no, no a ella.
Subió las escaleras rápidamente, su pulso acelerado. Cuando llegó a la habitación, lo encontró moviéndose con rapidez, recogiendo su ropa, su expresión tensa, Goku se pasaba una mano por los cabellos desordenados, rascándose la cabeza con visible molestia.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Bulma, aún recuperando el aliento.
Goku ni siquiera la miró al responder. —Necesito irme —su voz sonaba tensa, inusual en él— Quiero relajarme. Esta situación no me gusta. — el tono de fastidio se notaba en su voz.
Bulma frunció el ceño. —No tienes por qué sentirte incómodo.
Goku dejó escapar una risa seca y negó con la cabeza, finalmente mirándola.
—He tenido que aguantar eso porque me lo pediste. Me dijiste que no tenía de qué preocuparme… pero sí me preocupa —su mirada se oscureció levemente— Y no me gusta sentir esto, no cuando veo con que derecho lo hace, como si aun le pertenecieras, al final no se de que se trata esto.
Bulma sintió un nudo en el pecho. —Ya le dije a Vegeta que se vaya. No tienes que irte tú, no quiero que lo hagas.
Goku exhaló con fuerza y se pasó una mano por la frente. —Entonces voy a darme un baño, necesito agua helada.
Bulma notó cómo su pecho subía y bajaba con rapidez, sus respiraciones más profundas de lo habitual.
Suspiró y salió de la habitación, mirando de un lado a otro, buscando a Vegeta. Pero él ya no estaba. Se había ido, eso solo la hizo suspirar de alivio, pero cuando volvió a entrar a la habitación, se encontró con algo que la dejó helada.
El baño estaba vacío. Goku no estaba ahí.
—¡Que! ¿Goku…?
Pero el silencio fue su única respuesta.
.
Vegeta volaba a una velocidad endemoniada, dejando atrás todo rastro de civilización. El aire cortaba su rostro mientras la adrenalina aún recorría su cuerpo. Su mente hervía con imágenes de Bulma, de su desafío, de la forma en que lo empujó… y, sobre todo, de Kakarotto.
Apretó la mandíbula, descendiendo bruscamente en un paraje rocoso, completamente apartado de cualquier presencia. Se apoyó contra una gran roca, cruzando los brazos, cerrando los ojos momentáneamente.
Pero no estaba solo, apenas unos segundos después, sintió el cambio en el aire, la energía desplazándose con un zumbido sutil. Abrió los ojos justo cuando una figura apareció a unos metros de él.
Goku.
El Saiyajin había usado la teletransportación para llegar hasta allí. Su mirada era distinta a la usual. Había un brillo feroz en sus ojos, una sombra de irritación en su postura.
Vegeta sonrió de lado, con una arrogancia desbordante. —Sabía que vendrías.
Goku ladeó la cabeza, esbozando una sonrisa sarcástica mientras pasaba una mano por su nuca, como si estuviera relajado… aunque su energía traicionaba su verdadero estado de ánimo.
—No te hagas el estúpido. ¿Qué pretendes? ¿Seguiras entrometiendote?
Vegeta rió bajo, una risa grave y cínica, levantando la mirada con burla.
—Oh… parece que hoy quieres morir, ¿cierto?
Goku dejó de sonreír. Su expresión se endureció mientras su mirada se clavaba en la de Vegeta.
—Creo que quiero partirte la cara.
Los ojos de Vegeta destellaron con fiereza. No necesitaban más palabras.
Vegeta se inclinó ligeramente hacia adelante, flexionando las piernas, adoptando una postura de pelea. Goku exhaló con fuerza y desapareció en un pestañeo.
¡BOOM! El primer impacto fue brutal.
Goku apareció justo frente a Vegeta, su puño se estrelló contra su mandíbula con una fuerza devastadora, obligándolo a dar un paso atrás. Pero Vegeta reaccionó al instante, girando sobre su eje y lanzando un codazo al rostro de Goku, quien apenas tuvo tiempo de bloquearlo con el antebrazo.
Ambos retrocedieron un par de pasos, pero sin dar tregua.
Goku se lanzó con una combinación feroz de golpes, un derechazo directo al estómago de Vegeta, seguido de una patada ascendente que este logró esquivar por milímetros. Vegeta giró en el aire y contraatacó con una patada giratoria que impactó contra el hombro de Goku, haciéndolo tambalear.
¡THUD! ¡THUD! ¡THUD!
El sonido de los puños chocando contra la carne resonaba en la inmensidad del paisaje rocoso. No había técnicas, no había destellos de ki… solo una brutalidad cruda, salvaje, animal.
Los dos intercambiaban golpes con una violencia que iba más allá de una simple pelea de entrenamiento.
Vegeta logró encajar un puñetazo en la mejilla de Goku con tal fuerza que su cabeza giró hacia un lado. Pero en lugar de tambalear, Goku sonrió con una mueca ensangrentada.
—No está mal —murmuró, limpiándose el labio con el dorso de la mano.
Vegeta gruñó, sintiendo sus nudillos arder. Goku no le dio respiro.
Se lanzó sobre él con una brutalidad desmedida, impactando una rodilla contra su abdomen antes de sujetarlo por el cuello de su traje y lanzarlo contra el suelo con una fuerza descomunal.
¡CRASH! El impacto levantó una nube de polvo y rocas. Pero Vegeta no iba a quedarse abajo.
Emergió del cráter con una velocidad demencial, y antes de que Goku pudiera reaccionar, su puño se estrelló contra su rostro, lanzándolo hacia atrás.
¡BAM!
Goku aterrizó pesadamente sobre una roca, pero en lugar de recuperarse de inmediato, se quedó ahí por un segundo, respirando agitadamente. Su pecho subía y bajaba con rapidez.
La sangre resbalaba de la comisura de su boca.
Vegeta aterrizó con pasos pesados, también respirando de manera entrecortada. Su mandíbula palpitaba, su costado ardía por los impactos. Se pasó la lengua por los dientes, saboreando la sangre en su boca con una mueca retadora.
Goku, aún sentado en la roca, se pasó la mano por el cabello, despeinándolo aún más. Su respiración era irregular. Pero sonrió, una sonrisa oscura, casi peligrosa.
Vegeta lo miró con el ceño fruncido. el aire entre ellos se hizo denso, hasta que el impacto de sus cuerpos resonó por todo el campo devastado. Vegeta y Goku chocaron en el aire, ambos luchando por dominar al otro. Sus manos se encontraron, entrelazando los dedos con una fuerza brutal, mientras sus frentes quedaban a apenas milímetros de distancia. Sus respiraciones entrecortadas chocaban como un eco de la pelea, y sus ojos, cargados de furia, se clavaban el uno en el otro con intensidad abrasadora.
—¿Cómo te afecta que este cerca de ella, Kakarotto? —soltó Vegeta, sus labios curvándose en una sonrisa cruel, al tiempo que empujaba con más fuerza, obligando a Goku a retroceder ligeramente.
Goku apretó los dientes, resistiendo el embate, y contraatacó empujándolo hacia atrás. Su propia sonrisa sarcástica apareció en su rostro ensangrentado.
—Pareces no superar que alguien te reemplace, Vegeta. ¿Te duele, no?
Vegeta gruñó, su mirada se volvió aún más agresiva. Con un giro rápido, liberó una mano y la usó para asestar un golpe en el costado de Goku, enviándolo a estrellarse contra una roca cercana.
—Ella siempre me pertenecera —espetó Vegeta, su tono goteando desprecio— Y aunque lo intentaras, ella nunca me olvidará.
Goku, jadeando y con una sonrisa de medio lado, se levantó rápidamente, lanzándose de nuevo hacia Vegeta. Golpe tras golpe, los dos intercambiaban puños y patadas con la misma ferocidad con la que se lanzaban palabras hirientes.
—¿Nunca te olvidara? —replicó Goku mientras bloqueaba un golpe y le devolvía un gancho directo al rostro—. ¿Es por eso que parece tan feliz cuando estoy cerca?
La provocación encendió a Vegeta, quien lanzó un rodillazo directo al abdomen de Goku, haciéndolo doblarse por un momento.
—No te atrevas, Kakarotto —gruñó Vegeta, sujetándolo por la parte delantera de su gi. Sus rostros volvieron a quedar a pocos centímetros, sus miradas electrizantes— Ella sabe perfectamente a quién pertenece.
Goku levantó la cabeza, respirando con dificultad pero sin borrar la sonrisa cínica de sus labios.
—¿Ah, sí? —dijo con sarcasmo— Pues parece que ella ni siquiera se acuerda de eso, vaya… ahora si te quedaste sin orgullo y admites que ¿siempre te importo?
Ambos se empujaron con fuerza, saltando hacia atrás para tomar un momento y evaluar al otro. Pero sus miradas seguían siendo igual de afiladas, igual de retadoras.
Vegeta cerró los puños con rabia, pero en el fondo, la tensión de sus palabras y la forma en que Goku lo enfrentaba le hacían dudar. Sus propios sentimientos eran más complejos de lo que quería admitir, y las provocaciones de Goku habían tocado un nervio.
Por su parte, Goku notó algo en la expresión de Vegeta. Había algo más que orgullo herido; había una emoción más profunda, algo que lo hacía entender que Vegeta aún estaba demasiado involucrado y eso lo irritaba más.
Y aunque ninguno lo dijera directamente, ambos comprendieron que, en ese momento, estaban luchando por algo más que una victoria física. Estaban luchando porque, al final, ambos querían lo mismo.
No era solo una pelea.
Era una guerra silenciosa por algo más profundo. Algo que ninguno de los dos podía nombrar en voz alta. Vegeta escupió sangre al suelo y flexionó los dedos, sintiendo el ardor en sus nudillos. Goku se puso de pie, inclinando la cabeza de un lado a otro, haciendo crujir su cuello.
—Te odio miserable— menciono Vegeta con ira contenida.
—Yo siento lo mismo— respondio Goku sintiendo que aquel sentimiento era facil de expresarlo frente a el.
Ambos se miraron, con los cuerpos tensos, listos para volver a lanzarse al combate.
Las energías de ambos fluctuaban salvajemente, aunque no llegaban a explotar con su poder máximo, la fuerza bruta y los movimientos feroces de los dos Saiyajin ya habían causado un daño significativo en los alrededores. Las rocas, antes imponentes, ahora eran solo escombros desperdigados, y la vegetación de la zona había sido arrancada de raíz o reducida a astillas.
A varios kilómetros de distancia, en las alturas de una meseta cercana, Picoro permanecía inmóvil, con los brazos cruzados y el rostro sereno, pero sus antenas captaban esas energías fluctuantes con inquietante claridad. Cerró los ojos un instante, sintiendo el aire cargado de tensión. Podía percibir cada aumento de poder, cada movimiento que sacudía la tierra bajo sus pies.
—Esto no está bien —murmuró para sí mismo, abriendo los ojos con determinación.
Sin perder tiempo, Picoro se lanzó al aire, volando directamente hacia la fuente de aquella energía destructiva. Cuando llegó, la escena que encontró no le sorprendió del todo, pero sí lo hizo fruncir el ceño aún más.
Vegeta y Goku estaban al borde de un nuevo enfrentamiento, ambos jadeantes, con los nudillos rojos e hinchados, heridas visibles en su rostro y sangre en sus prendas. El terreno a su alrededor era un desastre; rocas pulverizadas, cráteres humeantes y árboles derribados por la fuerza de sus golpes. Picoro aterrizó justo entre ellos, extendiendo los brazos como una barrera viva.
—¡Ya basta! —rugió con una voz firme y profunda que resonó en el aire— ¿Siguen en lo mismo? ¡Dejen de comportarse como animales!
El grito de Picoro fue lo suficientemente impactante como para hacer que Goku y Vegeta se detuvieran en seco. Ambos lo miraron con sorpresa inicial, que rápidamente se transformó en incomodidad y, en el caso de Vegeta, irritación.
Vegeta bufó, dando un paso hacia adelante. —¡Fuera de aquí, Namekiano! Esto no te incumbe.
Sin amedrentarse, Picoro mantuvo su postura firme, clavando sus ojos en Vegeta.
—Te lo advierto, Vegeta, si sigues con esto no solo te harás daño a ti mismo, sino a todo lo que te rodea.
—¡No me digas qué hacer! —gritó Vegeta, avanzando otro paso con los puños apretados, claramente dispuesto a retomar la pelea.
Antes de que pudiera continuar, Picoro alzó la voz aún más.
—¡Yo pensé que tú eras más racional, Goku! ¿O quieres terminar destruyendo todo a tu alrededor?
Goku, que hasta ese momento había mantenido su mirada fija en Vegeta, dejó de inmediato su postura agresiva. Bajó los brazos y miró a su alrededor, tomando nota de la destrucción que habían causado. El terreno estaba hecho un desastre, la vegetación que antes cubría el área había desaparecido casi por completo, y las piedras, algunas tan grandes como casas, estaban despedazadas y regadas por doquier.
Se llevó una mano a la nuca y, en su gesto característico, rascó la parte trasera de su cabeza.
—Lo siento —dijo con una sonrisa algo apenada, pero relajada— Pero ya me siento mejor con esto. Me he liberado.
La reacción de Vegeta fue inmediata. Frunció el ceño y lo miró con incredulidad.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó con voz cortante, todavía con los puños cerrados.
Goku lo miró de reojo, con una expresión casi despreocupada.
—Que esto ya terminó. No me interesa seguir peleando contigo, no con testigos.
Vegeta dio un paso adelante, claramente enfurecido por esas palabras.
—¡Esto no ha terminado! —gruñó, su voz cargada de frustración.
Pero Goku ya no parecía dispuesto a seguirle el juego.
—Para mí sí —dijo con calma— Ya no veo el sentido de seguir con esto.
Picoro, manteniéndose firme, giró su mirada hacia Vegeta, quien, al notar la presencia imponente del Namekiano, apretó los dientes. Era evidente que la intervención de Picoro le molestaba, pero también sabía que insistir en la pelea solo lo haría perder más tiempo y energía.
Goku, por su parte, dio media vuelta y empezó a alejarse, su aura tranquila ahora, mientras Picoro lo seguía sin dudar. Vegeta se quedó atrás, mirando cómo se marchaban. Aunque la furia aún ardía en su interior, no hizo nada más que apretar los puños con fuerza.
—Idiotas… —murmuró entre dientes antes de dar la vuelta y desaparecer volando en la dirección opuesta.
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Cuando Goku aterrizó en otro lugar frente a Picoro, esperaba el regaño. Lo veía venir desde el momento en que la batalla terminó, cuando las consecuencias del combate empezaron a hacerse evidentes. Pero el tono de Picoro no era el que solía usar. Esta vez, su enfado iba más allá de la mera frustración.
—¿Qué diablos te pasa en la cabeza, Goku? —espetó Picoro, sus ojos ardiendo con una mezcla de furia y decepción— ¿Cómo permitiste que esto llegara a este extremo con Vegeta?
Goku lo miró por un momento, sin responder de inmediato. Sus ojos se oscurecieron, y finalmente dijo:
—Tú ya sabes el motivo.
—¡Sí, lo sé! —replicó Picoro, dando un paso adelante— Pero no se supone que ya te amistaste con Bulma. ¿Por qué demonios haces esto, entonces?
El rostro de Goku se endureció, y su voz salió más firme de lo habitual:
—Porque Vegeta siempre está provocándome. No deja de entremeterse.
Picoro apretó los puños y alzó la voz aún más.
—¡Esa no es una excusa, Goku! —sus palabras resonaron con fuerza— ¡Tienes que entrar en razón! Si sigues con esta manía, vas a terminar igual que Vegeta, convertido en un lunático obsesionado.
El aire entre ambos se volvió pesado, cargado de tensión. Goku no respondió de inmediato. En cambio, bajó la mirada y cruzó los brazos, dejando que las palabras de Picoro se hundieran. Un momento de silencio incómodo se extendió entre ellos.
Pero entonces, los recuerdos comenzaron a aflorar en la mente de Goku: las veces que Vegeta se acercó a Bulma, su manera de hablarle, de mantenerse siempre a su alrededor, de provocar esa inquietud que le costaba tanto ignorar. El rastro de esos celos que había intentado enterrar resurgió con una fuerza que lo obligó a cerrar los puños.
—¿Sabes qué, Picoro? —dijo de repente, levantando la cabeza con una expresión firme— Déjame en paz. Yo sé lo que estoy haciendo.
Picoro lo miró, desconcertado.
—¿Qué?
—Te dije que me dejes en paz. No te involucres, no te metas. —La voz de Goku era dura, cortante, algo que Picoro no había escuchado nunca antes— Si un día ves que me estoy matando con Vegeta, déjanos. No te metas.
El asombro de Picoro fue evidente. Goku nunca le había hablado así, ni siquiera en sus peores momentos. La tensión entre ambos era palpable, una línea que se había cruzado y que no podía deshacerse.
—Si no tienes nada más que decirme —continuó Goku con firmeza— me voy.
Y antes de que Picoro pudiera responder, Goku dio un paso atrás, flexionó las piernas y tomó vuelo, desapareciendo en un instante.
Picoro se quedó solo, todavía sorprendido por lo ocurrido. Lentamente, llevó una mano a su frente, cerrando los ojos con frustración.
—No puede ser —murmuró para sí mismo— Todo esto esta fuera de control.
Suspiró profundamente y permaneció en silencio, pensativo, mientras el aire parecía enfriarse a su alrededor.
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Despues de unas horas Goku avanzaba lentamente por el terreno familiar de la Corporación Cápsula, sintiendo el peso de sus pasos en el silencio de la noche. La pelea con Vegeta aún se reflejaba en su cuerpo: sus nudillos estaban enrojecidos, sus brazos magullados, y había un ligero rasguño en su mejilla que era evidente. Quería buscar respuestas en Karin, encontrar al menos una semilla del ermitaño que lo dejara como nuevo, pero no había tenido éxito. Y ahora, después de algunas horas de reflexionar, sabía que era momento de volver.
A diferencia de otras veces, esta vez el saiyajin sentía una obligación distinta, cierto compromiso que le decia que no podía simplemente desaparecer, dejar a Bulma en el limbo como tantas veces había hecho antes. Aunque no estaba seguro de qué decirle, ni de cómo explicarse, debía enfrentarla. Darle una razón, incluso si esta no era perfecta.
Al llegar a la Corporación, el lugar estaba inusualmente tranquilo. Las luces interiores eran escasas, casi todas las ventanas permanecían a oscuras. A Goku le extrañaba no sentir la habitual energía vibrante de la casa. Sin embargo, seguía percibiendo la presencia de Bulma en algún lugar cercano.
Caminó por el jardín trasero, con pasos lentos y pensativos. Su mirada se fijó en la alberca que brillaba tenuemente bajo la luz de la luna. Una sombra femenina se movía suavemente en el agua. Goku se detuvo, entre curioso y cauteloso, reconoció de inmediato la silueta de aquella peliazul.
Mientras se acercaba, hizo un ligero ruido al pisar el césped húmedo. Bulma giró en el acto, su cabello mojado cayendo por su espalda, sus ojos encontrando los de él al instante.
En ese momento, Goku se sintió tenso. No sabía cómo explicarle su ausencia, ni cómo justificar el estado en el que estaba. Pensaba que quizá ella estaría molesta, que le reclamaría. Pero para su sorpresa, los labios de Bulma se curvaron en una sonrisa amplia y satisfecha al verlo allí, como si lo hubiera estado esperando todo el tiempo.
Sin decir una palabra, Bulma comenzó a salir del agua. Goku se quedó inmóvil, sintiendo el calor subirle al rostro cuando la vio completamente desnuda caminar hacia él. La luz de la luna acariciaba su piel mojada, dándole un brillo etéreo que la hacía lucir casi irreal. No podía apartar la mirada.
Ella avanzó hacia él con una calma segura, sin preocuparse por cubrirse. Su sonrisa era pícara, pero también cómplice, como si entendiera todo lo que él quería decirle sin necesidad de palabras. Goku, que siempre había tenido dificultades para expresar emociones complejas, simplemente le devolvió la sonrisa, una mezcla de nerviosismo y admiración.
La tensión que había sentido al llegar se esfumó en ese instante. Por primera vez, no tuvo que explicar nada. Estaban ahí, frente a frente, en la tranquilidad de la noche, como si el resto del mundo no importara.
Goku estaba acostumbrado a enfrentarse a lo impredecible. Sus aventuras, combates y viajes lo habían expuesto a un sinfín de retos, pero Bulma siempre lo había desarmado de una forma distinta. No era su fuerza física, ni siquiera su brillantez intelectual; era su espontaneidad, esa capacidad de entenderlo sin necesidad de palabras. Ella, con su sonrisa pícara y su seguridad arrolladora, lograba hacerle sentir que estaba en el lugar correcto, en el momento justo, sin tener que explicarlo.
Mientras Bulma acortaba la distancia entre ellos, Goku, por instinto, intentó decir algo, pero no tuvo oportunidad. En cuanto sus labios se entreabrieron, ella ya estaba ahí, besándolo con fervor, rodeándolo con sus brazos con una intensidad que solo ella podía imprimirle a un gesto tan íntimo. Y fue suficiente. Goku se dejó llevar, sintiendo cómo la tensión y el peso de las ultimas horas desaparecían. La fuerza envolvente de Bulma, esa presencia magnética que siempre lo había cautivado, se apoderó de él.
No hizo falta ninguna palabra. Sin separarse de él, Bulma tomó suavemente su mano y lo guió hacia el interior de la casa. La penumbra de la sala los recibió, las luces tenues apenas iluminando las paredes. Nuevamente volvio a verlo a los ojos, para levantar su mano derecha y con posesión jalarlo hacia ella y lamer sus labios, dejandolo como siempre asombrado por su osadia.
—¿Qué quieres hacer? — pregunto él dejandose llevar por aquellos ojos.
—Mucho, quiero mucho hoy— respondio ella con demanda, con la clara señal de que su habito sexual tan demandante y excesivo seguia en curso.
Goku sonrio ligeramente con una expresión que denotaba para impresión de Bulma cierta timides, bajo la mirada y se quedo pensando unos instantes, para luego volverla a mirar y con cierta vergüenza… — Creo que hoy… no voy a poder—
Bulma abrio los ojos con real desconcierto, era la primera vez que el no se mostraba ansioso al respecto o vehemente como hacia con todo lo que le gustaba… en eso ella retrocedio por instinto para observarlo mejor, y con la luz un poco más clara, evidencio su estado, su rostro lastimado, sus brazos moreteados, es ahí donde ella comprendio todo.
—Estas herido— menciono ella.
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La sala estaba en calma, apenas iluminada por una lámpara que emitía un resplandor cálido y suave. Goku y Bulma descansaban en el suelo, sus cuerpos aún entrelazados, pero con el peso de la conversación empezando a posarse entre ellos, despues del gran banquete de alimentos ingeridos por el saiyajin. Ella rozaba su palma contra la piel de su pecho, casi distraídamente, mientras su mirada parecía perderse en algún punto indefinido.
—No deberías haber hecho eso—murmuró finalmente, sin reproches, pero con una leve nota de preocupación—Ahora tienes que aguantar el dolor de esos golpes, igual que Vegeta.
Goku suspiró profundamente. Había algo en la forma en que lo decía, algo que lo hacía reflexionar.
—Lo sé —admitió, mirándola por un momento antes de volver a posar la vista en el techo— Aunque debo reconocer que, en cierto sentido, me gustó. Fue… intenso y muy entretenido.
Bulma giró ligeramente hacia él, arqueando una ceja con interés. Sus ojos se encontraron, y Goku le devolvió una mirada sincera.
—No me malinterpretes —aclaró, rascándose la nuca como de costumbre—No es que me agrade ya que siento que tiene malas intenciones contigo, y eso me molesta. Pero, dejando eso de lado, él es un gran peleador, es demasiado fuerte, de verdad es increible. — menciono Goku dejando salir a flote su mania por la contienda.
Bulma no respondió, pero sus dedos se detuvieron por un momento, como si procesara las palabras de Goku.
—A veces pienso que podríamos llevarnos mejor —continuó Goku— Realmente podríamos ser un buen equipo de entrenamiento, podríamos mejorar mucho juntos. Pero, no sé… Vegeta y yo simplemente no podriamos, no mientras el no se olvide de ti.
Bulma exhaló un suspiro breve, sin querer entrar en detalles sobre Vegeta. No le gustaba el impacto que su nombre tenía en la conversación, pero también entendía que Goku necesitaba expresarse.
—¿Cómo dices eso? Lo de Vegeta ya no existe, nunca existio en esos siete años de tu ausencia, menos existiria ahora—
La habitación cayó en un breve silencio. Goku parecía estar pensando, sus cejas fruncidas como si buscara las palabras adecuadas. Finalmente, giró la cabeza para mirarla otra vez.
—Quiero preguntarte algo —dijo, su tono más cauteloso— pero no sé si sea el momento o si estoy siendo torpe o no sé…
Bulma sonrió ligeramente y negó con la cabeza. —Hazlo. Sea lo que sea, siempre voy a ser sincera contigo.
Goku tomó aire, se sentía más nervioso de lo habitual.
—Tú… tú estuviste mucho tiempo sin recordar nada, inconsciente de tus recuerdos. Y en ese tiempo, estuviste con Vegeta. Yo sé que no pasó nada entre ustedes, lo sé. Pero, ¿hubo algo… diferente? ¿Un acercamiento distinto?
Bulma lo miró con más atención, sus palabras llamaron su curiosidad.
—¿Por qué preguntas eso? —inquirió, tratando de leerlo entre líneas.
Goku titubeó, como si no supiera si debía seguir hablando, pero lo hizo de todas formas.
—Es solo que noto algo diferente en Vegeta. Algo ha cambiado, cuando peleamos con Bu era clara su posición hacia ti, pero despues, esta actuando diferente.
Las palabras flotaron en el aire. Bulma se quedó observándolo, intentando desentrañar lo que realmente quería saber. Aunque no fue algo que ella quisiera discutir, su expresión cambió ligeramente, como si esas palabras hubieran tocado un punto sensible.
—Sí, tal vez, yo también tone su cambio— menciono Bulma mirando hacia otro lado, quedando pensativa. —A decir verdad… todavía me resulta confuso. Vegeta siempre ha sido impredecible. Es difícil leerlo, y mucho menos explicarlo.
Su voz estaba cargada de una sinceridad desnuda, sin adornos, sin respuestas claras. Goku la observó por un momento, viendo cómo ella miraba hacia otro lado, perdida en sus pensamientos.
Sin decir una palabra, Goku alargó una mano y la rodeó suavemente por los hombros, atrayéndola hacia su pecho. Bulma no opuso resistencia. Apoyó la cabeza en él, sintiendo la calidez de su cuerpo, dejando que ese gesto hablara por ambos. La conversación quedó suspendida ahí, pero el silencio que siguió no fue incómodo; fue, en cambio, una pausa llena de entendimiento.
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En un rincón tranquilo de su casa, Milk permanecía en silencio, sentada a la mesa del comedor. La luz tenue de la lámpara sobre su cabeza creaba sombras marcadas en su rostro. De pronto, su puño se estrelló contra la mesa, el ruido reverberando por el espacio vacío.
—¿Así que volvieron juntos? —dijo en voz baja, casi para sí misma.
Su mirada se desvió hacia la ventana. Una mezcla de sorpresa y frustración se reflejaba en sus ojos. Durante un largo momento, no dijo nada más.
—Con que volvió con esa… —murmuró después, su voz cargada de un tono que oscilaba entre la incredulidad y el desafío.
Milk entrecerró los ojos, su expresión endureciéndose. La decisión era clara en su mirada, esa determinación fría y calculada que usaba cuando tenía un propósito. No permitiría que esto se quedara así, no se quedaría con las manos cruzadas. Y en el silencio que siguió, todo en su porte dejó entrever que ya sabía lo que iba a hacer.
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Algunos días pasarorn, y la casa de los Brief permanecia tranquila por la ausencia de Trunks y los padres de Bulma, como si hubiese llegado el momento comodo para convivir, dormir juntos y conocerse en otras facetas mas familiares, aunque siempre propio de su propio espitiru independiente ambos se mantenian en sus propias actividades pero siempre sabiendo que, al final de la jornada, se encontrarían.
Goku entrenaba en distintos lugares. A veces iba al otro mundo, buscando oponentes o lugares donde mejorar su técnica. Otras veces simplemente volaba hasta montañas lejanas, desafiándose en terrenos inexplorados o con sus propios hijos cuando era el momento de encontrarse.
Bulma, por su parte, mantenía su vida activa, pasaba horas en su laboratorio cuanod habia un proyecto pendiente, otras salía de compras para surtir sus gustos, y ocasionalmente hacía una visita a la Corporación Cápsula para asegurarse de que todo marchara bien en su ausencia.
Una tarde, Bulma regresaba de hacer compras. Su deportivo cápsula brillaba bajo el sol poniente cuando aparcó en el patio. Al bajarse del auto, vio a Goku a lo lejos, volviendo de su entrenamiento. Al instante, una sonrisa iluminó su rostro.
—¡Goku! —gritó mientras comenzaba a correr hacia él.
Goku levantó la mirada y, sin dudarlo, sonrió con gusto. Antes de que Bulma pudiera decir algo más, él ya la había alzado en el aire. Ella reia con ese gesto tan propio de él, rodeándolo con los brazos, mientras él giraba con ella en un abrazo efusivo.
—Estás sudado —le dijo entre risas, con una mueca de burla.
—¿Eso importa? —respondió él, sonriendo ampliamente, dispuesto a ir por algo más.
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Una mañana, despues de un largo baño de agua fria, tratando de relajar su instinto, luego de una sesión de sexo desquiciante con la cientifica, y a sabiendas que no podia perdirle más, pues necesitaba recuperar la tensión de sus musculos, Goku antes de ir a entrenar vio a Bulma revisando planos en su laboratorio. Aunque la ciencia nunca fue su fuerte, admiraba la pasión que ella ponía en su trabajo. Se le ocurrió algo y se asomó por la puerta.
—Bulma—dijo, rascándose la cabeza— Si algún día quieres conocer otros mundos, puedo llevarte.
Bulma levantó la vista, sus ojos brillando con esa mezcla de sorpresa y curiosidad que siempre la caracterizaba.
—¿Hablas en serio?
—Claro. He visto muchos lugares interesantes. Seguro que te encantarían.
Ella se cruzó de brazos, sonriendo de lado.
—Bueno, tal vez sí me animo… aunque no creo que haya centros comerciales en esos mundos.
Ambos rieron, y aunque no hubo un plan inmediato, la idea de explorar más allá comenzó a rondar en la mente de Bulma, despertando en ella ese interes siempre latente de conocer más alla de su simple mundo.
Y asi por las noches, cuando el día finalmente se calmaba, se sentaban a cenar juntos. Goku, como siempre, devoraba plato tras plato con un entusiasmo inagotable. Bulma, al principio, simplemente lo miraba con una mezcla de incredulidad y diversión.
—No sé cómo puedes comer tanto sin reventar —comentó un día mientras él terminaba un quinto plato.
—Tengo hambre. Entrenar me da hambre —respondió con una sonrisa despreocupada.
Pero con el tiempo, Bulma se dio cuenta de que también comía más de lo usual. Poco a poco se unió al ritmo voraz de Goku, y él empezó a notarlo.
—Oye, tú también estás comiendo bastante últimamente —bromeó una noche.
Bulma, en lugar de sentirse aludida, le lanzó una mirada pícara.
—Pues alguien tiene que estar a tu nivel, ¿no?
Goku soltó una carcajada, asintiendo.
—Bueno, igual te ves muy bien —añadió con una honestidad que no buscaba ser halagadora, sino simplemente decir lo que sentía.
Eran días simples, llenos de risas, conversaciones y gestos pequeños pero significativos. Y en ese ambiente tranquilo, alejado de las responsabilidades y los conflictos externos, ambos comenzaron a comprenderse mejor. Su conexión se hizo más fuerte, no por grandes aventuras, sino por los pequeños momentos compartidos.
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Habían pasado días desde que Vegeta y Goku se enfrentaron. Días que Vegeta había llenado con entrenamientos frenéticos, como si a través de la extenuación física pudiera acallar el tumulto en su interior. Pero no lo lograba. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Bulma junto a Kakaroto volvía a aparecer, clara como el día.
Por más que intentara convencerse de que no le importaba, de que su orgullo estaba por encima de cualquier emoción, la verdad era que lo perturbaba. Le dolía. En sus intentos por evitar el conflicto directo, optó por mantenerse al margen, evitando cualquier interacción con Goku. Pero a medida que pasaba el tiempo, la necesidad de ver a Bulma, de estar cerca de ella aunque fuera un instante, crecía como una ansiedad inquietante.
Una noche, tras otra jornada agotadora, Vegeta se detuvo en el balcón de su residencia. Miró el horizonte, sintiendo el peso del silencio. A pesar de tener toda la tecnología y las comodidades que Bulma le había asegurado, el espacio que lo rodeaba se sentía vacío. Solo. Cerró los ojos y buscó su energía. Su ki. Y entonces lo sintió, Bulma estaba sola. Sin nadie más alrededor. Por primera vez en mucho tiempo, sintió la oportunidad de acercarse a ella sin encontrarse con Kakaroto.
Se impulsó al aire, volando a toda velocidad. Su corazón, aunque lo odiara admitirlo, latía con fuerza. Se estaba permitiendo este desliz, este instante de debilidad. Quería verla, quería hablar con ella, quería…
Pero mientras se acercaba, un súbito cambio en el ki que percibía lo detuvo en seco. Kakaroto había llegado. Vegeta apretó los dientes, conteniendo su impulso de gritar. A pesar de su rabia, ocultó su ki, ocultó su presencia. No iba a dejarse ver.
Desde el jardín, oculto entre las sombras, Vegeta los observó. Goku apareció detrás de Bulma, quien estaba sentada junto a una mesa con su laptop abierta. Ella tecleaba rápidamente, inmersa en su trabajo, cuando él, en un gesto espontáneo, la abrazó con fuerza por la espalda.
La risa suave de Bulma rompió el silencio de la noche. Vegeta, inmóvil, no pudo apartar la vista.
—Te extrañé, Bulma —murmuró Goku, sus labios rozando su cuello.
Ella, al principio, intentó seguir escribiendo, pero su sonrisa delataba lo que sentía. Goku cerró suavemente la laptop frente a ella, interrumpiendo su labor. Bulma exhaló un suspiro, pero no de molestia. Se giró hacia él y lo abrazó con la misma efusividad con la que él la había tomado.
—Siempre llegas en los momentos más inesperados —respondió Bulma, riendo suavemente mientras acariciaba el rostro de Goku— Pero supongo que me gusta eso de ti.
Desde su escondite, Vegeta no podía apartar la mirada. Era la primera vez que veía, con sus propios ojos, cómo ella lo trataba, cómo lo miraba. Sus manos acariciaban el rostro de Kakaroto, sus ojos brillaban al observarlo, como si nada más importara. Y no era solo la intensidad del abrazo o del beso; era la forma en que Bulma se entregaba a ese momento.
Por un instante, Vegeta sintió algo dentro de él quebrarse. Su orgullo, su frialdad, su aparente desdén por las emociones, todo se tambaleó al ver esa escena. Porque ahora no podía negarlo más: ella estaba feliz. Ella estaba donde quería estar. Y él no formaba parte de eso.
Mientras observaba, su mente lo arrastró al pasado. Recordó esos momentos en los que Bulma había intentado acercarse a él. En los días de paz, ella lo buscaba, lo llamaba, lo jalaba hacia sí misma. Recordó sus caricias, sus besos, la forma en que sus labios buscaban los suyos con ansias. Recordó cómo ella insistía en pasar tiempo juntos, aunque fuera un instante.
—Vamos, Vegeta —le había dicho una vez, con esa mezcla de dulzura y determinación —No te estoy pidiendo mucho, solo unos minutos.
Pero él siempre la había rechazado.
—No tengo tiempo para estas tonterías —había respondido, frío e implacable, apartándola con desdén.
Recordó su mirada decepcionada, su voz apagándose mientras murmuraba:
—Está bien…
…..
Ahora estaba allí, viéndola dar todo eso que él había rechazado a otro. Observó cómo ella subía a la mesa, acercándose más a Goku, sonriendo al tenerlo tan cerca. Sus manos acariciaron su cabello, su rostro, y su risa resonó una vez más. Vegeta, por primera vez en mucho tiempo, sintió una punzada en el pecho.
No era solo ira. No era solo frustración. Era la devastadora certeza de que la había perdido.
En ese instante, Vegeta entendió algo que había estado negando durante mucho tiempo. Entendió que su frialdad, su orgullo, y su incapacidad para dejarse llevar lo habían llevado a este momento. Y ahora que lo veía claramente, ahora que veía cómo ella brillaba con Kakaroto, supo que era demasiado tarde.
Con el corazón apretado, con los recuerdos inundando su mente, Vegeta apartó la mirada, no podía soportarlo más. Sin hacer ruido, retrocedió, volviendo a perderse en las sombras de la noche.
Había ido a buscarla pensando que tal vez, solo tal vez, podía reclamar un momento con ella. Pero ahora sabía que no había nada que reclamar. Había perdido, y lo peor era que su propio orgullo lo obliga a no ir por aquello donde el ya no significaba más, lo hizo con su propia raza y ahora tenia que hacerlo con ella.
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Vegeta llegó a su residencia en un vuelo lento, casi pesado. Las estrellas en el cielo nocturno brillaban indiferentes mientras él descendía al suelo. Su paso al entrar en la casa no era el de siempre. No había firmeza ni propósito en su andar. La puerta se cerró tras él con un sonido hueco, como si la misma casa supiera que algo había cambiado.
Entró al salón y se detuvo en el centro, su mirada fija en algún punto invisible frente a él. Todo estaba en silencio, salvo el leve zumbido de la tecnología que Bulma había dispuesto allí. Con pasos arrastrados, se dejó caer sobre el sofá. Su espalda se hundió en los cojines, y por primera vez en mucho tiempo, su postura no era la de un guerrero orgulloso. Era la de alguien derrotado.
Miró hacia la nada. Los segundos pasaban como si fueran horas. Sus hombros apenas se movían con su respiración. Su rostro, habitualmente tan controlado, estaba vacío. Vegeta no parpadeó. Simplemente se quedó allí, atrapado en sus propios pensamientos, como si el mundo se hubiera detenido.
—¿Qué es esto? —murmuró, con la voz baja y áspera.
Se llevó una mano al pecho, presionando ligeramente sobre él, como si intentara calmar una punzada invisible.
—¿Por qué me duele ahí? —su voz tembló, casi imperceptiblemente— ¿Por qué me duele tanto ahí?
Apretó los ojos, como si eso pudiera aliviar esa presión interna. Luego echó la cabeza hacia atrás, dejando que el respaldo del sofá sostuviera todo su peso. Cerró los ojos y, por un momento, intentó borrar su mente. Tratar de no pensar. Pero los pensamientos eran un río incesante, una corriente que no podía controlar.
Y entonces, sin previo aviso, sintió algo cálido corriendo por su mejilla. Una lágrima solitaria, que rápidamente fue seguida por otra. Vegeta no se movió para limpiarlas. Las dejó correr. No había fuerza en él para negarlas.
De pronto, una risa seca y amarga escapó de su garganta. Primero fue un murmullo, y luego una risa más marcada, pero sin alegría, sin esperanza. Una risa de incredulidad y frustración.
—Lo conseguiste… —dijo, aún con los ojos cerrados, su voz cargada de un tono casi burlón—. Maldita sea, eres una bruja. Siempre supe que eras una bruja. Lo conseguiste.
Se quedó quieto tras esas palabras, respirando con pesadez. Luego, como si una idea lo sacudiera, se puso de pie. Caminó lentamente hacia la cocina, algo que normalmente no hacía. Allí, abrió el refrigerador. Vegeta no era de beber, pero ese día, esa noche, buscaba algo, cualquier cosa que pudiera silenciar su mente.
Encontró varias botellas, algunas que ni recordaba tener. Tomó una, la abrió sin siquiera mirar qué era, y se la llevó a la boca. El líquido bajó por su garganta en un golpe amargo, parte de él resbalando por las comisuras de sus labios. No le importó. Siguió bebiendo, el sabor y la quemazón apenas registrados por su mente.
Con la botella aún en la mano, dejó escapar un susurro, una confesión que parecía arrancada de lo más profundo de su ser.
—Te perdí… Lo conseguiste. Conseguiste que realmente yo admita que siento algo por ti. Pero soy tan imbécil que ahora ya nada puedo hacer al respecto.
Con esas palabras, Vegeta se quedó allí, con el eco de su propia voz llenando la soledad de la casa.
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En ese mismo momento, en medio de la quietud de la noche, Bulma abrió los ojos de golpe. Su respiración era rápida y errática, como si acabara de escapar de un lugar oscuro y desconocido. Se incorporó lentamente, sentándose en la cama, con el cabello cayendo en desorden alrededor de sus hombros.
A su lado, Goku dormía profundamente, pero no por mucho tiempo. Al percibir el movimiento y la inquietud de Bulma, abrió los ojos, parpadeando para enfocar la mirada.
—¿Todo bien? —preguntó con suavidad, mientras se incorporaba para verla atentamente apoyando una mano en su hombro.
Bulma giró la cabeza hacia él, sus ojos encontrándose con los suyos. Por un instante, pareció estar en otro lugar, atrapada en sus pensamientos. Luego, sus labios se curvaron en una leve sonrisa que no alcanzó a sus ojos.
—Sí, todo bien… —murmuró, bajando la mirada por un momento antes de volver a alzarlos hacia él— Solo… solo tuve un mal sueño.
Goku asintió con calma, aunque su mirada se mantuvo fija en ella, como si intentara entender algo más allá de las palabras.
Continuará…
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Estoy re feliz porque feliz pude darme el tiempo de actualizar este historia que me encanta!
Nos vemos pronto
AMAPOL
