Buenas aquí les dejo una adaptación de un libro que me gusto, los personajes de inuyasha no me pertenecen si no a "Rumiko" ni la historia ni los personajes del libro sino a "Shelby" espero que les guste
Asesino de brujas
Libro 1
La bruja blanca
(poco a poco, el pájaro construye su nido)
Cap.29
Las Hermanas Olde
Kag
Miré el pasillo un minuto entero antes de asimilar sus palabras.
Te quiero, Kag.
La calidez se expandió desde la punta de mis dedos hasta los pies, disipando el miedo paralizante que me invadía. Me quería. Él me quería.
Eso cambiaba todo. Si me quería, no importaría que fuera una bruja. De todos modos, me querría. Lo comprendería. Realmente me protegería.
Si me quería.
Estuve a punto de olvidar la presencia del arzobispo hasta que habló.
-Lo has engañado.
Me giré hacia él, aturdida.
-Puede irse. -Las palabras salieron sin la brusquedad que hubiera querido. Algunas lágrimas aún caían por mi rostro, pero las sequé con impaciencia. No había nada que deseara más que hundirme en la calidez embriagadora que me abrumaba-. De verdad, no es necesario que se quede. El espectáculo comenzará pronto.
No se movió y continuó como si no me hubiera escuchado.
-Eres una actriz muy buena. Por supuesto, debería haberlo esperado… pero no me avergonzaré permitiendo que me engañes dos veces.
Mi burbuja de felicidad se rompió levemente.
- ¿De qué habla?
Me ignoro de nuevo.
-Cualquiera diría que él de verdad te importa. -Caminó hacia la puerta y la cerró de un golpe. Me puse de pie rápido y miré el cajón en el que había guardado el cuchillo de Hiten. Él sonrió-. Pero ambos sabemos que eso es imposible.
Me acerque al escritorio. Aunque Inuyasha confiaba en su patriarca con los ojos cerrados, yo sabía que no debía. El brillo furtivo aún resplandecía en sus ojos y joder, no me quedaría atrapada en una cama.
Como si leyera mi mente, se detuvo… y se giró para quedar frente al cajón. Sentí la boca seca.
-Me importa. Es mi marido.
- "Así fue expulsado el gran dragón, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, y que engaña al mundo entero". -sus ojos brillaron-. Eres esa serpiente, Kagome. Una víbora. Y no permitiré que destruyas a Inuyasha ni un segundo más. Ya no puedo mantenerme al margen sin hacer nada y…
Alguien llamó a la puerta. Frunciendo las cejas, se giró hecho una furia.
- ¡Adelante!
Un paje asomó la cabeza.
-Discúlpeme, Su Eminencia, pero todos lo esperan fuera.
-Lo sé -replicó el arzobispo-. Y enseguida iré a presenciar el hedonismo. Pero primero, tengo asuntos de los que ocuparme aquí.
Ignorando la reprimenda, el muchacho saltó en su sitio, apenas capaz de contener la ansiedad. Sus ojos brillaban llenos de entusiasmo.
-pero el espectáculo está a punto de empezar, señor. Me…me han pedido que venga a buscarlo. La multitud comienza a impacientarse.
Un músculo nervioso latió en la mandíbula del arzobispo. Cuando por fin centró sus ojos de acero en mí, señale la puerta mientras rezaba en silencio agradecida.
-No querrá hacerlos esperar.
Él expuso lo dientes con una sonrisa.
-Me acompañarás, por supuesto.
-No creo que sea necesario…
-Tonterías. -Extendió la mano, sujetó mi brazo y lo colocó con firmeza debajo del suyo. Intenté apartarme por instinto, pero fue en vano. En segundos, me había arrastrado al pasillo-. Le he prometido a Inuyasha que me quedaría contigo, y eso haré.
-:-
La multitud merodeaba por los carros comiendo golosinas y sujetando paquetes de papel de color café, con las narices rojas por haber pasado un día de compras en el frío. El arzobispo saludó al verlos… y se detuvo en seco cuando notó el grupo ecléctico de artistas en los escalones de la catedral.
No fue el único, aquellos que no comían macarons y castañas susurraban detrás de sus manos. Flotaba una palabra, un siseo suave repetido en el viento.
Mujeres.
Todos los actores en aquella compañía teatral eran mujeres. Y no de cualquier tipo: aunque sus edades variaban de ancianas a jóvenes, todas tenían la misma elegancia delatadora de los artistas. Orgullosas y erguidas, pero también fluidas. Observaban a la multitud murmurar con sonrisas traviesas. La más joven no podía tener más de trece años y guiñaba un ojo a un hombre que le doblaba la edad. Él estuvo a punto de atragantarse con sus palomitas de maíz.
¿Qué esperaban? El nombre de la compañía era las hermanas Olde.
-Abominable. - El arzobispo se detuvo en la cima de los escalones, curvando los labios-. Una mujer no debería rebajarse con semejante profesión de mala fama.
Sonreí y aparté mi brazo del suyo, no me detuvo.
-He oído que tienen mucho talento.
Ante mis palabras, la más joven nos vio. Me miró a los ojos y sonrió traviesa. Sacudió imperiosamente su cabello rubio y alzó las manos hacia la multitud.
-Joyeux Noel a tous! ¡Nuestro invitado de honor he llegado! Silencio, ¡así podremos comenzar nuestro espectáculo especial!
La multitud obedeció de inmediato y todos los ojos la miraron con entusiasmo. Ella hizo una pausa, con los brazos aún extendidos, para capturar su atención. Siendo tan joven, tenía una cantidad poco común de confianza. Incluso el arzobispo parecía paralizado. La niña asintió y las actrices corrieron y entraron a uno de los carros.
-Todos conocemos la historia de San Nicolás, portador de regalos y protector de los niños. -Caminó en círculos, con los brazos aún extendidos-. Todos conocemos al carnicero malvado, Pere Fouettard, quien atrajo a los hermanos tontos a su carnicería y los cortó en pedacitos. -Movió su mano en el aire fingiendo que era un cuchillo-. Sabemos que San Nicolás llegó y venció a Pere Fouettard. Sabemos que resucitó a los niños y los llevó a salvo con sus padres.
-Inclino la cabeza-. Conocemos esa historia. La adoramos. Por eso nos reunimos cada año a celebrar San Nicolás. Pero hoy… os traemos una historia diferente. -Hizo una pausa, sonriendo traviesa -. Una menos conocida y de naturaleza más oscura, pero que, de todos modos, es la historia de un hombre santo.
Lo llamaremos el arzobispo.
El arzobispo se puso tenso a mi lado cuando una mujer salió del carro vestida con una túnica coral increíblemente parecida a la suya.
Incluso el tono de rojo y dorado eran iguales. Tenía una expresión severa, el ceño fruncido, la boca tensa.
-Había una vez, en un lugar muy lejano -comenzó la joven narradora, y su voz adoptó un tono musical- o no tan lejano, como es real mete el caso, un huérfano, amargado e ignorado, que halló su vocación al servicio del señor.
Con cada palabra, la mujer que interpretaba al arzobispo se acercaba más, alzando el mentón para fulminarnos con la mirada.
El arzobispo real permaneció quieto como piedra. Me atreví a mirarlo. Tenía los ojos clavados en la joven narradora y estaba más pálido que hacía unos minutos. El arzobispo falso encendió una cerilla y la sostuvo antes sus ojos, observando cómo ardía con fervor perturbador. La narradora bajó la voz y habló en un susurro dramático.
-Con fe y fuego en su corazón, cazó a los malvados y los condenó a arder en la hoguera por el mal cometido… porque la palabra del Señor no permitía la magia.
Mi mal presentimiento se multiplicó por diez. Algo iba mal.
Un alboroto en la calle distrajo a la audiencia y aparecieron los Chasseurs. Inuyasha cabalgaba al frente, seguido por Bankotsu. Sus expresiones de alarma fueron evidentes cuando se acercaron, pero los carros de la compañía teatral y la audiencia bloqueaban la calle. Desmontaron a toda prisa. Avancé hacia ellos, pro el arzobispo me sujetó.
-Quédate.
- ¿Disculpe?
Sacudió la cabeza, con los ojos aún clavados en el rostro de la narradora.
-Quédate cerca de mí. -La urgencia en su voz paralizó mis pies y mi incomodidad aumentó. No me soltó el brazo, sentí su piel sudorosa y fría en la mía-. Pase lo que pase, no te apartes de mí. ¿Entendido?
Algo iba muy mal.
El arzobispo falso alzó un puño en el aire.
- ¡No permitirás que una bruja viva!
La narradora inclinó el cuerpo hacia adelante con un brillo malicioso en los ojos y acercó la mano a su boca, como si revelara un secreto.
-Pero él olvido que Dios pedía perdonar. Así que el Destino, un ama cruel y astuta, planeó otro final para este hombre sediento de sangre.
Una mujer alta y elegante de piel oscura salió del carro. Su vestido negro flotaba mientras caminaba en círculos alrededor del arzobispo falso, pero él no la veía. El arzobispo real me sujetó más fuerte.
-Una bruja hermosa, disfrazada de damisela, pronto llevó al hombre hacia le infierno. -Una tercera mujer salió del carro, llevaba un vestido blanco maravilloso. Ella gritó y el arzobispo falso corrió hacia adelante.
- ¿Qué sucede? -siseé, pero él me ignoró.
El arzobispo falso y la mujer de blanco caminaron en círculos sensualmente, uno alrededor del otro. Ella deslizó su mano por su mejilla y él la tomó en brazos. El destino miró al frente con una sonrisa siniestra. La multitud balbuceaba, moviendo los ojos entre los actores y el arzobispo. Inuyasha dejó de intentar abrirse paso entre la multitud. Permaneció en su lugar, observando el espectáculo con los ojos entrecerrados. Un zumbido comenzó a sonar en mis oídos.
-ÉL la llevó a la cama, olvidando su juramento y veneró su cuerpo… y la curvatura de su garganta. -En ese momento, la narradora alzó la vista hacía el arzobispo real y guiñó un ojo. La sangre abandonó mi rostro y centré la vista en su piel de marfil, en el brillo juvenil que brotaba de ella. En sus ojos azules espeluznantes y familiares. Como zafiro.
El zumbido se hizo más fuerte y mi mente quedó vacía de pensamientos coherentes. Mis rodillas cedieron.
El arzobispo falso y la mujer de blanco de abrazaron y la multitud dio un grito ahogado, escandalizada. La narradora se rio.
-Ella esperó hasta la cúspide de su pecado para revelar su identidad y la magia en su interior. Luego, salió de la cama de él y partió en mitad de la noche. ¡Cómo maldijo él el cabello blanco como la luna y la piel marfil de la dama!
La mujer de blanco se rio y abandonó los brazos del arzobispo falso. Él cayó de rodillas, con los puños en alto, mientras ella corría de nuevo hacia el carro.
Cabello blanco como la luna, piel de marfil.
Me giré despacio para mirar al arzobispo real mientras mi corazón latía a un ritmo violento en mis oídos. Era doloroso el modo en que sujetaba mi mano.
-Escúchame, Kagome…
Me aparté con un gruñido.
-No me toques.
La voz de la narradora aumentó el volumen.
-A partir de esa noche, él anheló olvidar, pero ¡vaya! El Destino aún no se había cansado de él.
La mujer de blanco reapareció, con estómago hinchado, embarazada. Hizo una pirueta elegante, su vestido giraba a su alrededor y de los pliegues de la falda extrajo un bebé. La niña de no más de un año reía y balbuceaba, arrugando sus ojos marrones con alegría.
Tenía una constelación de pecas en la nariz. El arzobispo falso cayó de rodillas cuando la vio mientras tiraba de sus vestiduras. Sacudía el cuerpo con gritos silenciosos. La multitud esperó conteniendo el aliento.
La narradora se agazapó junto a él y acarició su espalda mientras susurraba.
-Pronto, una visita por parte de la bruja que él había criticado llegó con la peor noticia. -Hizo una pausa y alzó la vista hacia la multitud, sonriendo lascivamente-: había dado a luz a su hija.
Inuyasha se abrió paso mientras los mormullos aumentaban su volumen, y todos se giraban hacia el arzobispo real. La incredulidad en sus ojos cambió a desconfianza. Los Chasseurs lo siguieron, sujetando con fuerza sus Balisardas. Alguien gritó. Pero las palabras se perdieron en el tumulto.
La narradora se puso de pie despacio, con el rostro joven sereno en medio del caos inminente, y se giró hacía nosotros. Hacia mí.
El rostro de mis pesadillas.
El rostro de la muerte.
-Y no compartía una hija con cualquiera. -sonrío y extendió las manos hacia mí, mientras su rostro envejecía y su cabello se aclaraba hasta volverse de un plateado brillante. Los gritos brotaron detrás. Inuyasha corría, gritando algo indescifrable-. Sino con la bruja, la reina… la Dame des Sorcieres.
Continuara…
Pd: gracias por sus comentarios x)
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