En la Torre de Gryffindor

Tres de los merodeadores se encontraban en la torre de Gryffindor, cómodamente instalados en las mejores butacas junto al fuego, esperando a que su amigo saliera a buscar a Lily Evans para pedirle otra cita.

—Sabes, Lunático—comentó Peter—no entiendo por qué Cornamenta insiste en salir con Evans cuando ella siempre lo rechaza.

—Es que Cornamenta es muy cabezota —respondió Remus, quien sonreía con cierta ironía.

En ese momento, el retrato de la Señora Gorda se abrió y dejó entrar a James, alias Cornamenta, con el semblante abatido. Con paso lento, se acercó a sus amigos y se sentó, dejando entrever que había recibido otro "no" de Lily Evans.

—¿Cómo te fue, Cornamenta? —preguntó Peter, tratando de animarlo.

—Igual —respondió James con un suspiro resignado—. Igual que siempre.

Remus y Sirius intercambiaron miradas, conscientes de que tendrían que distraer a su amigo para que no se quedara sumido en sus desengaños amorosos.

—Por cierto, la chica que cayó en el lago anoche era algo extraña, ¿no? —comentó Sirius.

—Sí, nos miraba como si ya nos conociera —añadió Remus.

—Y encima, al rubio le llamó Malfoy… —remató Peter con tono de complicidad.

—Vamos, Cornys —dijo Sirius con determinación—, salgamos a buscar a la muchacha de cabello alborotado y averigüemos quién es.

—¡Sirius, no me llames Cornys o te golpeo! —replicó James, aunque con humor, sabiendo que entre ellos las bromas eran parte de la amistad.

—Perfecto, entonces —concluyó Sirius—. Salgamos por el retrato de la Dama Gorda y veamos qué descubrimos.

En la Casa de los Granger

En otro tiempo, la tensión se respiraba en la sala de los Granger. Harry y Ron recorrían la estancia desesperados por encontrar respuestas, pues Hermione había desaparecido. Fue entonces cuando Kingsley irrumpió en la casa, portando una hoja con el ceño fruncido.

—Kingsley, ¿supiste algo de Hermione? —preguntó Harry.

—Sí… bueno, más o menos —respondió Kingsley—. Hablé con algunos muggles y un vecino, quien fue el último en verla. Me dijo que la vio caminando por la calle y luego peleando con alguien. Al principio pensó que se trataba de un ladrón, pero cuando fue a ayudarla, ella lo soltó y comenzaron a platicar. Me hizo un retrato hablado del tipo, y creo que ustedes lo conocen igual que yo.

Con lentitud, Kingsley volteó la hoja, revelando el rostro de un muchacho de rostro puntiagudo que reconocieron al instante.

—Kingsley, no puede ser él —musitó Ron.

—Sí, ¿para qué estaría en un barrio muggle? —añadió Harry.

En ese instante, la puerta de la cocina se abrió y apareció una mujer de cabello rubio alborotado, con algunas canas, delgada y con ojos color miel enrojecidos de tanto llorar. A su lado, abrazándolo con desesperación, estaba un hombre de pelo castaño corto, con más arrugas y ojos azules intensos.

—¿Quién? ¿Saben algo de mi niña? ¿Ya la encontraron? —preguntó Jean Granger, visiblemente angustiado.

—Tenemos un retrato hablado del último que la vio, señores Granger, y creemos saber quién es —respondió Kingsley.

Los Granger se voltearon con esperanza, y tras un tenso silencio, uno de los vecinos dijo:

—Draco Malfoy.

———

—¿En qué les puedo yo ayudar? —interrumpió una voz que, aunque inesperada, resultó inconfundible. Era Albus Dumbledore. Su tono, recordado por Draco cuando le aseguraba que no era un asesino y que la ayudaría, hizo que el joven se pusiera rígido. Dumbledore, con sus penetrantes ojos azules detrás de lentes de media luna, ligeramente inclinó la cabeza y los vio, esperando una respuesta.

—Di-di-re-ctor Dum-dum-bledore – tartamudeó Hermione, consciente del destino que le esperaba.

—Si ese soy yo… ¿señorita? — respondio Dumbledore.

—Creo que tenemos mucho de qué hablar, director —agregó, dirigiéndose a Dumbledore con una mezcla de respeto y recelo.

Dumbledore, siempre sonriente y con ese brillo característico en sus ojos, respondió:

—Bien, síganme, jóvenes.

Una vez concluidas las reuniones, la conversación se volvió más distendida entre los merodeadores.

—James, no creo que la chica se encuentre aquí en el castillo —comentó Sirius.

—Canuto, no seas pesimista —replicó James—. Además, con ese rubio metido en el castillo, es difícil que se haya ido a otro lado.

—Cornamenta tiene razón —añadió Remus—, pero ya me aburrí de buscarla. ¿Qué tal si vamos a molestar a alguna serpiente?

—Estoy de acuerdo —comentó Sirius—, aunque no hemos pensado en ninguna broma nueva.

—Sirius —dijo James, chasqueando la lengua—, es obvio que Lunático ya tiene algo planeado, ¿no es así, Remus?

—Chicos, hasta esa pregunta me ofende —replicó Remus con tono dramático—. Claro que sí tengo algo preparado.

Remus comenzó a explicar su nueva broma para las serpientes ponzoñosas, entre risas y comentarios.

—Ay, Lunático, si sabía que nos habías caído bien por algo. Aquel día en el bote, cuando me tiraron al agua y el calamar gigante nos regresó… ¿verdad, Cornamenta? —dijo Sirius, entre risas.

— Si, ya sabíamos de tus cualidades para ser merodeador, por eso te pusimos a prueba el primer día. —añadió James.

—¿A prueba? ¿Te refieres a cuando me lanzaron del lago al bote y luego se aventaron al agua conmigo? —replicó Remus, reprochándole con un tono de enojo que pronto se desvaneció en risas.

—Y, ¿la broma? —intervino Peter.

— ¡Ah, sí, Colagusano tiene razón! Vamos por la capa y el mapa.

———

—¿Quién? —preguntó Jean Granger.

—Draco Malfoy —respondieron en tono misterioso.

En ese preciso momento, Andrew y Jean Granger se voltearon confundidos, pues el retrato hablado que les habían mostrado no era alguien que reconocían.

—Lo sentimos, no sabemos quién es —dijeron.

—Hermione, ¿nunca les hablo de él? —preguntó Ron confundido.

—¿Son novios? — preguntó emocionada la señora Granger.

—Jean, como crees, es una niñita — repicó el señor Granger.

Mientras Harry y Ron se reían a carcajadas al imaginar a Hermione y Malfoy como pareja, si es que en realidad se odiaban tanto.

—Draco Malfoy va con nosotros a la escuela, pero… en pocas palabras, nos odia —comentó Harry.

—Si los odia, no es nada bueno que haya venido a ver a mi hija, ¿cierto? —dijo Jean Granger con voz severa.

—Muy cierto —respondió el auror—, y es algo que voy a averiguar, se los prometo.

Kingsley salió de la casa acompañado de Harry y Ron, dispuesto a cumplir lo que había prometido a los padres de Hermione.

Mientras tanto, Hermione se mostraba tensa y nerviosa en la oficina del director, relatando con pelos y señales todo lo sucedido—omitiendo cuidadosamente mencionar que Malfoy era el culpable de la situación que le costó la vida—. Llevaba casi una hora contando cada detalle; el hurón que había estado involucrado se mantenía en silencio, y Dumbledore había permanecido callado durante media hora.

—Bueno, señorita Granger —dijo finalmente Dumbledore—, ya que aún no hay forma de regresarlos a su época…

—¿Pero no podríamos usar un giratiempo, profesor? —intervino Draco Malfoy, con voz inusualmente aguda.

—Los giratiempos en esta época, joven Malfoy, no se dan a cambio. Solo los aurores tienen el privilegio de tenerlos —respondió Dumbledore con tono enigmático.

—¿Pero… entonces, de que manera vamos a regresar? —preguntó Draco, mientras miraba a Hermione, cuyos ojos se llenaban de lágrimas. Con cierto fastidio, pensó en lo difícil que sería separarse de sus amigos idiotas, "San Potty" y "Weasel".

—Buscaré la manera de regresarlos, pero podría tomar tiempo —continuó Dumbledore—. Así que deberán cursar aquí el grado que les corresponde. ¿Qué grado es?

—Bueno, en nuestra época apenas ibamos a empezar séptimo, pero aquí ya lo han empezado —comentó Hermione.

—En ese caso, diremos que tienen un 16 años y volverán a cursar sexto. Además, debo informarles que son mis sobrinos, y podrán quedarse con su nombre —añadió Dumbledore.

Los tres salieron de la oficina del director portando, un viejo y torcido sombrero. Caminaron en silencio hasta llegar a las puertas del Gran Comedor. Al entrar, todos guardaron silencio y miraron con curiosidad a los dos jóvenes que seguían detrás del director.

Cuando Dumbledore subió al estrado, anunció:

—Buenas noches, jóvenes. Hoy tengo el placer de informarles que dos estudiantes se integrarán al curso de sexto año a partir de esta noche. Procederemos a seleccionar sus casas.

Entre murmullos, Dumbledore llamó:

—Dumbledore, Hermione

Los murmullos empezaron acerca de su apellido, pero Hermione acostumbrada a ello camino rectamente hacia la profesora McGonagall. Se sento y en cuanto el sombrero toco su cabeza grito.

—¡GRYFFINDOR!

La mesa de Gryffindor estalló en aplausos y vítores, aunque los merodeadores no pudieron evitar comentar en voz baja lo de Dumbledore.

—Dumbledore, Draco —dijo la subdirectora al ver a Draco Malfoy avanzar con paso seguro y altivo hacia el banco. El sombrero, al colocarse sobre su cabeza, murmuró:

"Veo ambición, astucia e inteligencia. Estás perfecto para Slytherin, pero también percibo una valentía oculta. Ya sé dónde ponerte…"

———

XOXO, Fer Malfoy