El reflejo de las luces de la ciudad bailaba en las ventanas, y él se concentró en los patrones que se formaban, como si eso pudiera distraerlo de lo que le esperaba.

Respiró hondo, sintiendo cómo el peso de la reunión con su madre se asentaba sobre sus hombros.

El viaje era corto, pero en su mente, cada minuto parecía alargarse indefinidamente.

Cuando las primeras luces de Gangnam comenzaron a aparecer en el horizonte, cerró los ojos un instante, reuniendo toda la calma que le quedaba para enfrentar lo que venía.

Después de unos minutos que se sintieron como una eternidad, el taxi se detuvo frente a una imponente construcción que parecía haber sido arrancada de otro tiempo.

El antiguo palacio samurái de su familia se alzaba majestuoso, aunque marcado por el paso de los años.

Sus paredes de madera oscura y sus techos curvados estaban rodeados por un jardín que alguna vez debió ser espléndido, pero ahora mostraba signos de abandono.

Tobe pagó al conductor y se quedó unos segundos frente a la entrada, contemplando el lugar.

Respiró hondo y empujó la pesada puerta corrediza.

El interior estaba en penumbra, iluminado únicamente por la luz que se filtraba a través de las ventanas de papel de arroz. El suelo de tatami crujía bajo sus pies mientras avanzaba por el pasillo.

La atmósfera era densa, cargada de un silencio que parecía amplificar cada uno de sus movimientos.

La sala principal era un espacio detenido en el tiempo, impregnado de una serenidad inquietante.

La luz de la luna, filtrada a través de las ventanas de papel de arroz, iluminaba tenuemente los contornos de una mesa baja de madera lacada, donde Joo-hee aguardaba.

Sentada con una elegancia que parecía casi sobrenatural, su figura destacaba como un cuadro vivo: un vestido negro de noche abrazaba su silueta con refinada sobriedad, mientras su cabello negro, recogido en un moño impecable, enmarcaba un rostro que emanaba serenidad y una fuerza contenida.

Tobe se detuvo al verla. Su madre alzó la mirada, y en sus ojos oscuros brilló una mezcla de sorpresa y algo que podría haber sido orgullo, aunque camuflado tras una máscara de compostura.

-Bien, terminemos con esto...-El samurái frunció ligeramente el ceño.

-Vaya... -Joo-hee hablo con voz baja, pero con un leve matiz de incredulidad que no pudo ocultar.-Tobe, te ves... diferente.-

-¿Diferente?-El samurái bajó la mirada por un segundo, inquieto bajo su escrutinio, pero pronto la alzó de nuevo, desafiando la incomodidad.

-Mucho más presentable de lo que recordaba.-Joo-hee inclinó la cabeza, una leve sonrisa jugando en sus labios.-Debo admitir que ese traje te sienta bien... luces apuesto.-

Tobe no pudo evitar el destello de orgullo que iluminó su rostro. Se enderezó con un toque de humor inesperado.

-De hecho, es una creación de la mejor diseñadora de moda del mundo. -El samurái sonrió mientras adoptaba una pose ligeramente teatral, estirando el brazo como si presentara un desfile.

-¿La mejor diseñadora del mundo dices? - Joo-hee arqueó una ceja, divertida, pero no perdió su tono crítico.-Me sorprende tu buen gusto... y, más aún, que puedas pagar algo así.-Avanzó lentamente hacia él, examinándolo con ojos perspicaces.

El rubor que subió al rostro de Tobe fue inmediato. Frunció ligeramente el ceño, cruzando los brazos en un intento de recuperar algo de dignidad.

-¡O-Oye...!-

Joo-hee dejó escapar una risa suave, un sonido raro y casi musical, antes de dar un pequeño giro para recoger su bolso.

-Bien, hay que irnos ya. -La mujer hizo una pausa y giró hacia él, con su expresión ahora seria. -Aunque antes... hay algo que debemos hacer.-

-¿Qué cosa?-Tobe parpadeó, desconcertado.

Su madre no respondió de inmediato. En cambio, sacó un pequeño estuche de maquillaje de su bolso y, con una precisión casi quirúrgica, abrió un polvo compacto.

Antes de que él pudiera reaccionar, dio un paso adelante y comenzó a cubrir la cicatriz que atravesaba el puente de su nariz.

-¿Qué...? -El samurái se echó ligeramente hacia atrás, sorprendido por el gesto inesperado, pero ella lo sujetó con firmeza, colocando una mano en su mentón para evitar que se moviera.

-Es necesario. -

-¿Dónde conseguiste maquillaje de mi tono? -El samurái alzó una ceja.

-Tuve que mezclar varios tonos. -

-Pero... ¿Por qué? -Tobe intento mantenerse firme pero su voz traicionaba una mezcla de incomodidad y vulnerabilidad.

Joo-hee no se detuvo. Su mirada estaba fija en su tarea, su concentración absoluta. Finalmente, guardó el compacto y lo miró a los ojos, evaluándolo como un artesano que revisa su obra terminada.

-Listo. -La mujer sonrió levemente con un rastro de melancolía.

-N-No entiendo...-Tobe tocó la zona de su nariz, aún desconcertado.

Ella no respondió de inmediato. En cambio, se giró y caminó hacia la puerta, haciendo un gesto para que la siguiera.

-Hay cosas que es mejor no explicar, Tobe. -

Su tono era bajo, casi un susurro, pero las palabras cargaban un peso que lo dejó sin respuesta.

Mientras caminaban hacia la salida, Tobe no podía apartar la vista de su madre. Había algo en su expresión, en la forma en que evitaba mirarlo directamente, que le hizo darse cuenta de que este gesto, aunque pequeño, era más significativo de lo que parecía.

Al cruzar el umbral de la puerta principal, el aire frío de la noche los envolvió de nuevo.

Tobe cerró los ojos por un momento, tratando de calmar la confusión que lo invadía.

Sabía que, con Joo-hee, las respuestas nunca llegaban fácilmente, pero algo en ese instante le hizo preguntarse qué más había detrás de ese maquillaje, de esa insistencia en cubrir una cicatriz que él ya había aceptado como parte de sí mismo.

Mientras caminaban juntos hacia el vehículo que los esperaba, el eco de sus pasos sobre el suelo de piedra parecía resonar con preguntas no formuladas, y el silencio entre ellos hablaba más que cualquier palabra que pudiera decirse.

Al cabo de unos minutos, el auto avanzaba con elegancia entre las calles de Seúl, envuelto en un silencio que parecía amplificar cada pensamiento de Tobe. Sentado junto a su madre en el asiento trasero, mantenía la mirada fija en el paisaje que pasaba rápidamente por la ventana. Las luces de la ciudad brillaban como si estuvieran burlándose de él, recordándole el lugar que había dejado atrás hace tantos años.

Sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre su rodilla.

El traje, impecablemente ajustado, parecía más un uniforme que una elección personal.

Tobe respiraba profundo, pero cada inhalación solo parecía alimentar la maraña de pensamientos que le rondaban la cabeza.

¿Qué clase de evento era este?

¿Un encuentro privado?

¿Un compromiso familiar?

Tal vez una cena entre antiguos conocidos de su madre.

Pero algo en el brillo casi imperceptible de los ojos de Joo-hee cuando se despidieron del apartamento sugería que no sería tan simple.

La mujer lo observaba de reojo, sus manos reposando con gracia sobre su regazo. No dijo nada, pero la ligera curva de sus labios denotaba que notaba su nerviosismo.

Decidió no intervenir.

Había aprendido hace tiempo que las palabras no siempre ayudaban con Tobe; él necesitaba enfrentarse a sus inquietudes por sí mismo.

El vehículo se detuvo finalmente frente a un imponente edificio, una estructura de cristal y mármol que irradiaba lujo.

Tobe parpadeó al ver la multitud congregada en la entrada: periodistas, fotógrafos y admiradores agitaban cámaras y micrófonos mientras un desfile constante de invitados descendía de sus autos.

Los flashes iluminaban la escena como si fuera pleno día.

Personas vestidas de gala, muchas de ellas reconocibles por su fama, se movían entre saludos y poses cuidadosamente ensayadas.

Cuando la puerta del auto se abrió, un aluvión de cámaras se giró hacia ellos.

Tobe bajó primero, su altura y porte atrayendo de inmediato la atención.

La aparición de Joo-hee, con su vestido negro de seda y su postura impecable, fue suficiente para que los murmullos se transformaran en un estallido de preguntas y exclamaciones.

-¿¡Señora Taek!?-

-¡Es un placer verla después de tanto tiempo!-

-¡Hace mucho que no teníamos noticias de usted!-

-¿¡Quién es el caballero que la acompaña!?-

Joo-hee se detuvo un momento, girando la cabeza con la elegancia de quien está acostumbrada a ser el centro de atención.

Su sonrisa era afilada, pero contenía un aire de misterio que encendió aún más la curiosidad de los presentes.

-Es mi hijo.-

La declaración, breve pero contundente, cayó como una bomba.

Los paparazzi se abalanzaron con nuevas preguntas, cámaras enfocando a Tobe con una intensidad casi agresiva.

-¿¡El heredero de los Taek!? -

-¡Señor Taek mire aquí!-

-¿Por qué ha estado oculto tanto tiempo?-

-¿Qué está haciendo para recuperar el honor de su clan?-

Él, atrapado en el caos, apretó la mandíbula y trató de mantener la compostura.

No estaba acostumbrado a esa clase de atención, y la incomodidad era evidente en la rigidez de sus movimientos.

-Adelante. -Joo-hee le indicó con un gesto, ignorando las preguntas que se acumulaban a su alrededor.

Con un movimiento ágil, Tobe la siguió hacia el interior del edificio, esquivando a la multitud con la precisión de un guerrero.

El zumbido de las voces y los flashes quedó atrás cuando las puertas se cerraron detrás de ellos.

El interior del lugar era un espectáculo en sí mismo: candelabros de cristal colgaban como joyas suspendidas en el aire, y las paredes estaban decoradas con paneles dorados que reflejaban la luz cálida. El sonido de una orquesta llenaba el espacio, mezclándose con el murmullo de las conversaciones elegantes.

Tobe se detuvo un momento, mirando alrededor con una mezcla de asombro y confusión. La opulencia era abrumadora, pero lo que más lo desconcertó fue el ambiente festivo.

-Esto es una fiesta...-El samurái murmuró, volviéndose hacia su madre con el ceño fruncido. -¿Me trajiste a una fiesta?-

-¿Te sorprende? Pensé que te vendría bien algo de civilización.-Joo-hee, sin inmutarse, ajustó un mechón de cabello que había caído sobre su rostro.

-¿Civilización? -Tobe repitió, casi escupiendo la palabra. -¡Podrías haberme advertido! Creí que qué sería algo importante...-

-No lo hice, porque sabía que te molestarías.

Mientras avanzaban, las miradas se volvían hacia ellos.

Murmullos surgían en cada esquina, personas especulando sobre la identidad del acompañante de Joo-hee.

Algunos se acercaban para saludarla, y ella respondía con cortesías calculadas, pero no se detenía por mucho tiempo. Finalmente, llegaron a un rincón apartado, un pequeño salón con sofás tapizados en terciopelo y una vista panorámica de la ciudad.

-¿Puedes explicarme qué estamos haciendo aquí? -Tobe frunció el ceño.

La mirada de Joo-hee se afiló por un instante antes de suavizarse en una expresión calculada, una mezcla de determinación y un afecto maternal tan rígido como el acero.

Sus pasos resonaron en el suelo de mármol cuando se acercó a su hijo, sus manos delicadas ajustaron el cuello del traje de Tobe como si cada pliegue mal colocado fuese una ofensa personal.

-Estamos aquí para asegurarnos de que tengas un mejor futuro...-La voz de Joo-hee, fue suave pero implacable, se deslizó como una cuchilla de terciopelo.

-¿Qué significa eso exactamente? -Tobe frunció el ceño, inclinando apenas la cabeza, sus ojos oscuros ardiendo con una mezcla de confusión y creciente desconfianza.

Joo-hee permitió que una leve sonrisa curvara sus labios, un gesto enigmático que, en lugar de calmar, encendió aún más las alarmas en la mente de Tobe.

-Es hora de que encuentres una esposa...-

El impacto de aquellas palabras cayó sobre él como un golpe inesperado en un combate.

Por un momento, todo el ruido del salón, las risas lejanas, el suave murmullo de la orquesta, se desvaneció en un vacío ensordecedor.

Miró a su madre, incrédulo, como si acabara de anunciar que planeaba venderlo al mejor postor.

Cuando finalmente pudo hablar, su voz se alzó con la fuerza de una tormenta contenida demasiado tiempo.

-¿¡Una esposa?!-El samurái frunció el ceño.-¿¡Me estás diciendo que me obligaste a venir aquí para empujarme a un maldito matrimonio arreglado!?-

La dureza de sus palabras atravesó el aire como un látigo, haciendo que varias cabezas cercanas se giraran hacia ellos.

Las miradas curiosas se clavaron en el hombre alto y elocuente que acababa de perder el control en un entorno donde el decoro era la norma. Joo-hee, sin embargo, no perdió la compostura.

Con un movimiento rápido, pero elegante, le dio un golpe discreto en el costado.

-¡Ugh! -Tobe se encorvó ligeramente, sujetándose las costillas mientras lanzaba una mirada de advertencia a su madre.

-Compórtate, por favor. -Joo-hee le dirigió una mirada firme antes de asegurarse de que nadie estuviera prestándoles demasiada atención. Su tono, aunque bajo, llevaba un filo que no admitía discusión.

-Estás completamente loca si crees que puedes decidir algo así por mí. -Tobe se reincorporó, todavía irritado, pero bajó la voz. -Yo no necesito...-

Se detuvo abruptamente, las palabras atascadas en su garganta cuando una imagen surgió en su mente, brillante y nítida: Ring-Ring.

Su sonrisa audaz, sus ojos que siempre parecían desafiarlo, y esa energía que lo atraía de una manera que lo desarmaba por completo.

La intensidad en su mirada no pasó desapercibida para Joo-hee, quien entrecerró los ojos, estudiándolo como si intentara descifrar un enigma.

-¿No necesitas qué...? -La mujer lo miro con una mezcla de incredulidad y curiosidad.

-Nada -Tobe apretó los labios, desviando la mirada hacia el suelo.

No podía decirlo.

No podía permitir que su madre, de todas las personas, supiera lo que estaba sintiendo.

-No me digas que ya tienes novia. -Joo-hee alzó una ceja, con una mezcla de incredulidad y ligera diversión, como si acabara de descubrir un secreto inesperado.

-¿¡Qué!? -Tobe, atrapado entre la indignación y el nerviosismo, se sonrojó de inmediato.-Y-Yo no...-

-Si es así, deberías darte prisa y darme algunos nietos.-Joo-hee dejó escapar un leve suspiro antes de cruzarse de brazos, con su expresión endureciéndose ligeramente.-No serás joven toda la vida...-

El rostro de Tobe se encendió como una antorcha, y por un momento, sus pensamientos lo traicionaron.

La imagen de Ring-Ring, ahora más nítida que nunca, apareció en su mente, pero esta vez no estaba sola.

Ella sostenía a un niño pequeño, uno que tenía su cabello y los ojos de ella.

La idea lo golpeó con una intensidad que no esperaba, y lo peor de todo era que no le desagradaba.

-Estás delirando...-El samurái gruñó, tratando de ocultar su turbación mientras apartaba la mirada.

Joo-hee lo observó con una mezcla de curiosidad y satisfacción silenciosa.

Tomándolo del brazo, comenzó a avanzar nuevamente por el salón, sus pasos firmes y seguros mientras ignoraban las miradas que seguían posándose sobre ellos.

-No te preocupes, hijo mío...-La mujer lo miro con una sonrisa que era a la vez tranquilizadora y aterradora. -Confía en mí...Al final de la noche, todo tendrá sentido.-

Pero para Tobe, lo único que tenía sentido era el caos en su mente, donde la imagen de Ring-Ring seguía persiguiéndolo como un fantasma que no podía ignorar

Mientras avanzaban el salón estaba lleno de luces cálidas y el murmullo de conversaciones elegantes flotaba en el aire.

Tobe, mantenía un porte que emanaba elegancia y desdén a partes iguales, después de todo tenía que lidiar con una situación que el detestaba: ser el centro de atención en un lugar donde no quería estar.

-Vas a comportarte, Tobe.-Joo-hee lo miro con el ceño fruncido.-No toleraré un escándalo, y mucho menos que termines mal con alguien aquí.-

-¿Y si me niego? -El samurái replicó, cruzando los brazos y alzando una ceja con sarcasmo.

-No te conviene hacerlo. -La mujer le sostuvo la mirada, con su tono más frío. -¿O quieres que todo el salón hable aún peor de los Taek?-

Tobe resopló, claramente frustrado, pero finalmente asintió con un gesto brusco.

-Bien, pero no esperes milagros.-

-Eso es todo lo que pido.-Joo-hee sonrió de manera apenas perceptible, satisfecha.

Lo condujo hacia un pequeño grupo de jóvenes mujeres, todas vestidas en atuendos caros que gritaban exclusividad.

-¿Qué quieres que haga?-El samurái se detuvo de golpe y miró a su madre.

-Conversa con ellas, no puedes elegir a una de ellas a la ligera, tienes que asegurarte de que sea todo lo que el clan necesita...-Joo-hee se apresuró a darle un retoque rápido al maquillaje de su cicatriz con cuidado.

-Sigo sin entender por qué haces esto...-El samurái suspiro pesadamente.

-Ya conoces lo superficial que pueden llegar a ser las personas...-Joo-hee sujeto su mentón con delicadeza.-Buena suerte y si lo arruinas, me asegurare de atormentarte por mucho tiempo...-

-Y-Ya lo sé...-Tobe frunció el ceño y de mala gana se acercó al grupo de jóvenes.

Mientras avanzaban, él ya podía sentir las miradas sobre él, no solo de las chicas, sino también de los adultos alrededor.

Era evidente que Joo-hee lo estaba exhibiendo como un trofeo, y eso solo intensificó su deseo de sabotear la velada.

Él no tenía idea de que hacer para iniciar una conversación, así que actuó con naturalidad, tomando un trago de una de las bandejas qué llevaban los meseros, ese pequeño gesto fue lo necesario para atraer la atención de todas.

Una de las chicas, de cabello castaño claro y sonrisa brillante, fue la primera en hablar.

-Así que tú eres Tobe Taek. -Su tono era dulce, pero la insinuación de curiosidad maliciosa estaba ahí. -He escuchado mucho sobre tu familia.-

-Oh, ¿de verdad? Espero que no todo lo que hayas oído sea cierto.-Tobe sonrió con una amabilidad calculada, aunque su mirada era afilada como una espada.-Aunque, si lo fuera, eso lo haría más interesante ¿No cree?-

La chica parpadeó, sorprendida, y dejó escapar una risa nerviosa.

-Debe ser difícil lidiar con toda esa mala reputación, ¿No? -Otra joven, con un vestido rojo que destacaba entre los demás, se inclinó hacia él, evaluándolo con descaro, claramente buscando provocarlo.

-Oh, lo es.-El samurái la miró directamente a los ojos y ladeó una sonrisa que mezclaba arrogancia y despreocupación.-Pero también tiene sus ventajas ¿Sabías que las mejores historias siempre tienen un "villano" interesante? Quizá deberías preguntarte si quieres ser parte de una.-

El grupo estalló en risas contenidas, pero la joven del vestido rojo quedó visiblemente incómoda.

Cada interacción seguía un patrón similar. Cada vez que se presentaba una posible candidata; Tobe era impecable en su cortesía, pero cada vez que surgía una pregunta sobre su familia o su reputación, él respondía con una mezcla de ingenio y mordacidad que desarmaba cualquier intento de superioridad.

A pesar de su impecable actuación, sus pensamientos regresaban una y otra vez a Ring-Ring.

Ninguna de estas chicas podía compararse con ella.

No tenían su carácter, su belleza, su pasión, esa chispa que siempre lo desafiaba y lo mantenía alerta.

Mientras escuchaba a una joven hablar interminablemente sobre sus logros en equitación, él no podía evitar imaginar cómo Ring-Ring se burlaría de algo así con una sonrisa socarrona.

Finalmente, una joven con un aire particularmente altivo lo miró con una sonrisa desdeñosa.

-Dime, Tobe, ¿Cómo planeas restaurar el honor de tu familia?-

La pregunta cayó como una bomba, y varias cabezas se giraron hacia ellos, esperando su respuesta.

Pero Tobe no se inmutó.

-Restaurar el honor de mi familia no es algo que deba preocuparle.-El samurái sonrió levemente.-El honor es algo que no se mide con riquezas ni apellidos, sino con acciones.-Dio un sorbo a su bebida con su sonrisa aun intacta.-Y créeme, estoy haciendo exactamente lo necesario.-

El silencio que siguió fue palpable. La joven parecía a punto de responder, pero cerró la boca al darse cuenta de que cualquier réplica sería inútil.

A medida que la noche avanzaba, Joo-hee se percató de que las "candidatas" no estaban impresionadas de la forma que esperaba, sino más bien intimidadas o descolocadas.

Llevó a Tobe aparte, su expresión una mezcla de frustración y sospecha.

-¿Qué crees que estás haciendo? -La mujer frunció ligeramente el ceño.

-Exactamente lo que me pediste, madre.-Tobe sonrió con inocencia fingida.-Estoy siendo amable.-

-Esto no es amabilidad...-La mujer replicó, bajando la voz aún más. -Estás saboteando todo.-

-¿Saboteando? -El samurái se encogió de hombros. -Tal vez simplemente, ellas no son el tipo de mujer que el clan y yo necesitamos...-

-Eres imposible.-Joo-hee suspiró, claramente perdiendo la paciencia.

Tobe no respondió, pero en su interior, estaba satisfecho.

Podía seguir jugando este juego toda la noche, porque al final del día, su corazón ya pertenecía a alguien.

Y ninguna de estas chicas podía cambiar eso.

Mientras tanto, el sonido de las hélices del helicóptero rompía la tranquilidad del lugar mientras descendía con elegancia en el amplio helipuerto de la mansión de Smella.

Rodeada de jardines perfectamente cuidados y una arquitectura que parecía sacada de un cuento de hadas, el lugar destilaba lujo y buen gusto.

Cuando el helicóptero aterrizó suavemente, la puerta lateral se abrió, revelando a Ring-Ring.

Bajó con gracia, con su vestido ondeando al ritmo de la ligera brisa. Sus tacones resonaron en la plataforma mientras avanzaba con la elegancia de quien sabe que todas las miradas podrían estar sobre ella.

Smit ya la esperaba con una amplia sonrisa.

A pesar de su aspecto impecable, su calidez lo hacía parecer mucho más accesible que la mansión que lo rodeaba.

-Señorita Ring-Ring, un placer verla de nuevo. -Smit se acercó, ofreciendo su mano para ayudarla a bajar los últimos escalones.

-Gracias, Smit, es un placer volver aquí.-La peli azul le ofreció una pequeña sonrisa, aunque en su mirada había un rastro de desánimo.

-Oh...-Smit con movimientos rápidos pero cuidadosos, tomó las fundas que contenían los diseños y el maletín de bocetos de Ring-Ring.-Permítame ayudarle con esto...-

-Muchas gracias...-

Mientras caminaban por el sendero impecable que conectaba el helipuerto con la entrada principal, la joven notó una ligera inquietud en el hombre.

-¿Está todo bien Smit?-La peli azul río levemente.

-O-Oh, lo siento es solo que es raro que Tobe no esté por aquí...-

El nombre del samurái hizo que Ring-Ring bajara un poco la mirada.

-E-El...tenía un asunto importante que atender.-

-Seguro se unirá más tarde.-Smit asintió, percibiendo el matiz en sus palabras.-Mientras tanto, está en buenas manos.-Con un gesto tranquilizador, le dio una ligera palmada en el hombro.

Ring-Ring asintió, agradecida por el gesto.

Aunque aún no comprendía del todo cómo alguien tan amable y relajado como Smit había terminado en una relación con alguien tan enigmática y compleja como Smella, no podía negar que el equilibrio entre ambos parecía funcionar.

Cuando llegaron al vestíbulo, Smit la condujo hacia una majestuosa escalera de mármol que conducía a los pisos interiores, la mansión, un ejemplo de modernidad y lujo, los envolvió con su atmósfera acogedora. El mármol brillante y las piezas de arte contemporáneo que adornaban las paredes daban al lugar un aire sofisticado pero personal

-Smella está en su habitación, o más específicamente, en su guardarropa.-Smit río levemente.-Ya sabes cómo es cuando tiene una idea en mente. -

-No ha cambiado nada, al parecer.-Ring-Ring sonrió levemente, recordando las muchas ocasiones en las que Smella había desaparecido en su guardarropa durante horas para reorganizarlo o buscar inspiración.

-Definitivamente no. -Smit se detuvo frente a una puerta doble de madera tallada y la abrió con un gesto dramático. -Te dejo con la reina de este palacio, supongo que tienen mucho de qué hablar...-Le extendió las fundas y su maletín.

-Si...-La peli azul sonrió levemente.-Gracias otra vez Smit.

Aunque el entusiasmo del hombre parecía sincero, Ring-Ring notó un brillo sospechoso en sus ojos, como si supiera algo que ella no.

Sin embargo, decidió no mencionarlo.

-Nos vemos...-Smit se despidió con una inclinación teatral y desapareció por el pasillo.

Al entrar en la habitación, la peli azul fue recibida por la voz de Smella, proveniente de detrás de una puerta adyacente.

-¡Ring-Ring! ¡Por fin llegaste! ¡Estoy en el armario, dame un momento!-

-¡Claro!-La peli azul dejó sus cosas sobre un diván de terciopelo y comenzó a organizar sus diseños con movimientos meticulosos.-Hace tanto tiempo que no nos vemos en persona, es un alivio escucharte tan animada.-

-¡Lo sé! -La diseñadora respondió desde el guardarropa, su voz acompañada por el ruido de perchas moviéndose rápidamente.-Estos meses han sido una locura. ¿Cómo estás tú? ¿Y cómo va todo con Tobe?-

La mención del samurái la tomó por sorpresa, pero decidió mantener un tono ligero.

-Estamos... bien.-La peli azul se sonrojó levemente.-Aunque, esta noche él tuvo un compromiso qué atender...-

-Hombres. -Smella suspiró dramáticamente.-Siempre encuentran algo que los distraiga.-

Ambas rieron mientras Ring-Ring terminaba de acomodar los vestidos en un perchero dorado.

Finalmente, la puerta del guardarropa se abrió y Smella salió con una bata de seda blanca que brillaba con un diseño floral dorado. Su cabello recogido en un moño desordenado le daba un aire relajado, pero su porte seguía siendo el de una mujer acostumbrada a robar miradas.

-Espero que no te importe, pero quería usar uno de tus diseños para esta ocasión tan especial.-

-¿"Ocasión especial"?-Ring-Ring alzó una ceja, intrigada.

Smella no respondió de inmediato.

En cambio, con una sonrisa traviesa, se llevó una mano al abdomen y deslizó la bata ligeramente hacia atrás, revelando una curva sutil pero inconfundible.

-E-Espera...¿A-Acaso tu...?-Ring-Ring abrió los ojos como platos, llevándose una mano a la boca.-¿E-Estás... embarazada?-

-¡Así es!-Smella asintió, radiante.

El impacto de la noticia la dejó sin palabras por un momento.

-¿Pero cómo...? Quiero decir, ¡Pensé que...!-

-¿Pensaste que era estéril porque lo dije en todas esas entrevistas?-Smella rio, acomodándose en el diván con elegancia.-Oh, eso fue una mentira.-

-¿Por qué...?-

-Fue mi forma de evitar cualquier vínculo más profundo con alguien que apenas soportaba...-La diseñadora hizo una mueca.

-P-Pero...¿Qué hay de Smit?-La peli azul la miro aún con incredulidad.-¿N-No se supone que él es un Cyborg?-

-No del todo querida...-

-Oh...-Ring-ring parpadeo un par de veces, hasta que se recuperó de su sorpresa y sonrió con genuina felicidad.-No puedo creerlo...Esto es... increíble ¡Felicidades Smella!-Se acercó para abrazarla, y la diseñadora la recibió con los brazos abiertos.

-Gracias querida...-Smella sonrió.

-Y...¿Cómo te sientes?-

-Exultante, aunque un poco abrumada.-La diseñadora río levemente.-No pensé que algo así fuera posible a esta altura de mi vida, pero Smit ha sido maravilloso, está tan emocionado como yo, después de todo... habíamos soñado con esto desde hace muchos años...-Se alejo de la peli azul y sujeto sus manos con delicadeza.

-Me alegro mucho por los dos...-La joven asintió con una gran sonrisa.-Si necesitan algo, no duden en contar conmigo...-

-Gracias querida...-La diseñadora rio levemente y su atención fue capturada por los diseños de la peli azul.-Ahora, veamos qué es lo que usaré para esta noche...-

Smella se acercó al perchero con la mirada brillando de entusiasmo. Sus dedos recorrían con delicadeza las telas, como si cada diseño contuviera una historia que estaba deseosa de contar. Al llegar a un vestido largo de terciopelo negro con detalles en encaje dorado, sus ojos se iluminaron aún más.

-¡Es perfecto! -La diseñadora exclamó con una sonrisa radiante, sosteniendo el vestido como si fuera un tesoro recién descubierto. -Este es el indicado, Ring-Ring.-

-¿D-De verdad?-La peli azul parpadeó, sorprendida por la elección.

-¡Por supuesto! -Smella dio un paso hacia atrás, sosteniendo el vestido con un gesto casi teatral. -Quiero dar la maravillosa noticia usando uno de tus diseños, y este es simplemente perfecto.-

Sin más preámbulos, la diseñadora se giró y corrió hacia su armario con una energía juvenil que contrastaba con su porte elegante.

-¡Espera! -Ring-Ring dio un paso hacia adelante, confundida. -¿Dar la noticia? ¿A quién?-

-Oh, ¿No te lo había mencionado, querida?-Smella asomó la cabeza desde el guardarropa, con una expresión que mezclaba sorpresa y diversión.

-¿Qué cosa?-

-Bueno, Smit y yo estábamos tan emocionados que... decidimos organizar una pequeña reunión para compartir la noticia. -El tono de la diseñadora era casual, como si hablar de reuniones improvisadas fuera parte de su día a día.

-¿Una reunión?-Ring-Ring ladeó ligeramente la cabeza, todavía intentando procesar.

-Sí, una pequeña reunión, aunque con nosotros eso nunca es tan pequeño como parece.-Smella salió del armario y se acercó a su tocador, donde empezó a revisar algunas joyas.-¿No notaste el alboroto afuera? Hay paparazzi, autos lujosos, y creo que hasta un dron sobrevolando los jardines.-

El comentario hizo que Ring-Ring se sonrojara.

Había estado tan absorta en sus pensamientos, particularmente en la ausencia de Tobe, que apenas había notado el caos exterior.

-Oh... supongo que estaba distraída. -

-Es comprensible.-Smella rio suavemente, volviendo su atención al espejo mientras probaba unos pendientes.-De todos modos, si quieres adelantarte, aún me tomará unos minutos terminar aquí.-

-¿Segura?-

-¡Claro! -La diseñadora la miro con un gesto despreocupado. -Nos veremos más tarde, querida.-

-En ese caso... te dejo.-Ring-Ring asintió, aunque todavía parecía algo abrumada.

La joven salió de la habitación con una leve risa nerviosa, con sus tacones resonando suavemente contra el piso de mármol mientras se dirigía al pasillo.

Al bajar las escaleras principales, Ring-Ring se detuvo por un momento, sus manos se aferraban al pasamanos mientras sus ojos recorrían la escena frente a ella.

La "pequeña reunión" de Smella era todo menos pequeña.

El gran salón de la mansión estaba lleno de personas importantes: diseñadores, empresarios, modelos, y varias caras conocidas del mundo del espectáculo.

Las luces de las lámparas de cristal colgantes se reflejaban en las copas de champán y los trajes de alta costura, creando un espectáculo de lujo que casi parecía irreal.

Por un instante, el peso de la situación la abrumó.

Smella, un ícono de la moda, iba a usar uno de sus diseños para dar una noticia tan importante, y aquí estaba ella, parada entre algunas de las figuras más influyentes del mundo.

Intentó calmarse, recordando que ella formaba parte de ese mundo.

A pesar de sus nervios, comenzó a descender las escaleras con elegancia, su rostro mostrando una calma estudiada.

Saludó con una leve inclinación de cabeza a algunas personas que la miraban, su reputación precediéndola en este círculo exclusivo.

Una vez en el salón, un camarero se acercó ofreciéndole una copa de champán. Ella la aceptó con una sonrisa educada y comenzó a recorrer el lugar.

Mientras continuaba moviéndose por la sala, su mirada se desviaba de vez en cuando hacia la puerta, como si esperara ver a alguien en particular.

Pero, por supuesto, sabía que Tobe no estaría allí.

Había dicho que tenía asuntos importantes que atender, pero su ausencia pesaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Sacudiendo ese pensamiento, decidió enfocarse en el momento.

Sonrió a otros asistentes, intercambió algunas palabras corteses y permitió que el ambiente la envolviera, aunque todavía había una parte de ella que se sentía fuera de lugar.

Mientras tanto, Tobe estaba rodeado por un pequeño grupo de jóvenes que parecían competir por captar su atención.

Su madre, lo había dejado con pocas opciones: o intentaba demostrar ser el "Partido perfecto" o enfrentaría la amenaza de mudarse a Sooga, algo que él quería evitar a toda costa.

Tobe respiró hondo y obligó a su rostro a adoptar una expresión amigable, aunque por dentro deseaba estar en cualquier lugar menos allí.

Una de las jóvenes, una mujer de cabello castaño y ojos vivaces, tomó la delantera en la conversación.

-Entonces, señor Taek, ¿Es cierto que su familia tiene una larga tradición en el arte de la espada? -Preguntó con un tono que pretendía ser casual pero destilaba curiosidad mal disimulada.

-Algo así...-El samurái forzó una sonrisa. -Aunque esas historias suelen exagerarse con el tiempo.-

-¡Oh, pero debe ser fascinante! -Otra joven intervino con una risa musical. -Me encantaría aprender algún día ¿Usted da clases?-

-No.-Tobe apretó ligeramente la mandíbula, pero mantuvo su tono educado.-Pero hay excelentes instructores si eso es lo que busca.-

-Debe ser muy disciplinado -Añadió una tercera, mirándolo con admiración. -Me imagino que eso se refleja en todos los aspectos de su vida.-

Cada conversación giraba inevitablemente hacia el mismo punto: indagar en su familia o su reputación.

Aunque las palabras eran amables, podía sentir la curiosidad morbosa detrás de sus preguntas.

-Disciplina, sí. -El samurái forzó una sonrisa, evitando sonar demasiado brusco. -Aunque también depende del contexto.-

Las jóvenes rieron, aunque Tobe no estaba seguro de qué era tan gracioso. Internamente, su incomodidad crecía.

Cada sonrisa falsa que ofrecía se sentía como un pequeño golpe a su orgullo, pero la imagen de su madre, con su mirada severa y sus palabras amenazantes, lo mantenía en el lugar.

-¿Y su madre? -La rubia, se inclinó ligeramente hacia él. -Debe estar muy orgullosa de usted.-

La pregunta fue como un dardo.

-Discúlpenme un momento.-Tobe apretó los labios y fingió ver algo en la distancia.-Necesito atender algo.-

Sin esperar una respuesta, se deslizó fuera del círculo y caminó hacia una de las puertas que llevaban a un balcón.

Pero en ese momento un mesero paso al lado suyo, el no dudo en arrebatarle la bandeja de bocadillos.

El mesero, demasiado sorprendido para protestar, simplemente se retiró mientras Tobe salía al balcón.

Una vez allí, aflojo un poco su corbata, sintiéndose sofocado.

-Esto es ridículo -Murmuró para sí mismo, sacando un cigarrillo de su bolsillo.

Encendió el cigarrillo y dio una calada profunda, dejando que el humo se mezclara con el aire fresco de la noche.

Por un momento, el peso de las expectativas y la actuación se disipó.

Pero entonces, su mente volvió a ella: Ring-Ring.

La idea de coquetear con alguien más que no fuera ella lo carcomía por dentro.

-No debería estar haciendo esto. -El samurái pasó una mano por el cabello, frustrado.

Tobe dejó el cigarrillo en el borde del balcón y empezó a comer un bocadillo tras otro, como si el acto de masticar pudiera distraerlo de sus pensamientos.

La idea de buscar una esposa le resultaba absurda. Ring-Ring era todo lo que quería, todo lo que necesitaba.

Pero sabía que explicarle lo que estaba haciendo esa noche no sería fácil, especialmente cuando él mismo odiaba lo que estaba haciendo.

Miró hacia las estrellas, tratando de encontrar algo de consuelo en el cielo nocturno.

No importaba cuánto intentara seguir el plan de su madre; sabía que su corazón ya había elegido, y ningún evento o conversación forzada podría cambiar eso.

Finalmente, apagó su cigarrillo y dejó la bandeja de bocadillos a un lado.

-Tengo que encontrar una forma de salir de aquí...-

Mientras tanto, el aroma de las flores frescas y los finos perfumes se mezclaban con la melodía suave de un cuarteto de cuerdas, componiendo la sinfonía perfecta de una velada de élite.

Sin embargo, Ring-Ring apenas percibía la belleza del evento.

Apoyada contra la barra, dejó escapar un suspiro casi imperceptible.

No era la falta de entretenimiento lo que la inquietaba, sino la ausencia de su guardaespaldas.

Aunque había recibido un par de mensajes breves de Tobe, palabras concisas que le aseguraban que estaba bien, ella había esperado, quizás ingenuamente, que él ya se escabullera de aquel compromiso forzado con su madre para estar a su lado.

Escaneó la sala con la mirada, reconociendo demasiadas caras familiares.

Mujeres jóvenes, elegantes, resplandecientes en sus vestidos de diseñador, con sonrisas ensayadas y miradas estratégicas, todas esperando el momento justo para colocarse en la mira del mejor postor.

Ring-Ring se alegraba de no tener que pasar por algo así.

Y aunque llegara el día en que se viera obligada a hacerlo, sabía que jamás cedería.

Su corazón, después de todo, tenía dueño.

Tobe.

Una sombra de incertidumbre cruzó su rostro. Quizás debía seguir el consejo de sus amigas y Eiyo y actuar con más iniciativa.

Pero... ¿Cómo se suponía que debía seducir a alguien tan hermético y testarudo como Tobe?

-¿Qué desea tomar? -El bartender la miro con una sonrisa educada.

-Un Pink Lady... -Ring-Ring hablo al unísono con otra mujer.

Se sobresaltó ligeramente y giró la cabeza para encontrarse con la dueña de aquella voz.

Era una dama de porte distinguido, con rasgos refinados que delataban años de privilegio y sofisticación y sus ojos, afilados, perspicaces, brillaban con una intensidad extrañamente familiar.

-Enseguida. -El bartender asintió, retirándose para preparar las bebidas.

-Es raro encontrar a alguien que comparta mis gustos en cócteles.-La mujer la estudió con una sonrisa ligera, casi enigmática.

-No suelo beber con frecuencia, pero me gustan las bebidas dulces.-Ring-Ring, la miro con una leve sonrisa tímida, intentando disimular su creciente curiosidad.

-Las fiestas como esta pueden resultar agotadoras, ¿No crees? -La mujer giro levemente la copa vacía en su mano, como si analizara cada destello del cristal.

-Ciertamente.-Ring-Ring asintió, sintiendo que, de algún modo, aquella desconocida comprendía su hastío.-¿Suele venir a estos eventos con frecuencia?-

-No tanto como solía hacerlo. -La mujer dejó escapar una risa suave, medida.-Pero a veces es necesario hacer acto de presencia, nunca se sabe a quién puedes encontrarte.-

Sus palabras colgaban en el aire con una insinuación velada. Ring-Ring sintió un escalofrío en la espalda, aunque no supo decir exactamente por qué.

-Aquí tienen.-El bartender regresó, colocando frente a ellas dos copas delicadas de tono rosado.

-Salud...-Ambas alzaron sus copas, brindando con una sincronía casi natural.

Ring-Ring tomó un sorbo, dejando que el dulzor del licor se deslizara por su lengua.

-Lo siento, querida -La mujer la miro con una sonrisa cortés.-Me temo que aún no sé tu nombre...-

-Ring-Ring King.-La peli azul dejó su copa sobre la barra y sonrió con seguridad

-¿Ring-Ring?-La mujer parpadeó, un destello de sorpresa atravesando su rostro.-¿La...hija de Dong King?

-Así es.-

La desconocida la estudió con renovado interés, como si la revelación le hubiera dado nuevas piezas de un rompecabezas que intentaba resolver.

-¡Qué impresionante! He escuchado cosas maravillosas de ti y es admirable como haz liderado la empresa de tu padre, debe ser todo un reto...-

-Lo es, pero estoy acostumbrada.-La peli azul río levemente.-La compañía es parte de mi vida y haré lo que sea necesario para su éxito.-

-Eso es admirable.-La mujer asintió con aprobación.-La dedicación es un bien escaso en estos tiempos y debo decir, que es refrescante ver a una joven con tanta determinación.-

-¿En serio?-Ring-Ring sonrió, halagada, pero aún en guardia.

-¡Por supuesto! Además, eres encantadora... y muy atractiva.-

-Oh... gracias.-La peli azul sintió un leve calor subir a sus mejillas.

-Perdona mi atrevimiento, pero... ¿Eres soltera?-

-¿Eh? -Ring-Ring casi se atragantó con su bebida.

-Oh, no pongas esa cara, es solo una curiosidad inocente.-

-S-Sí... lo estoy.-

-¡Maravilloso! -La mujer aplaudió con una emoción genuina que desconcertó a Ring-Ring.-Me encantaría presentarte a mi hijo.

-¿S-Su hijo? -Ring-Ring inclinó la cabeza, a pesar de que ella estaba acostumbrada a esa clase de situaciones, no podía dejar de sentirse un poco incomoda.

-¡Claro! -La mujer dejó escapar una risa elegante.-Tal vez podrían llevarse muy bien.-

-O-Oh, estaría encantada...-La peli azul forzó una sonrisa.-P-Pero...-

Su corazón ya tenía dueño.

Y, a diferencia de muchas en aquella sala, no necesitaba venderse al mejor postor.

-¿A dónde se habrá metido...?-La mujer miro a su alrededor.

Mientras tanto entre la multitud y el resplandor de los candelabros, Tobe caminaba con pasos firmes pero inquietos, su mandíbula apretada y su ceño fruncido revelaban su impaciencia.

El humo del cigarrillo aún persistía en su aliento, pero el aire refinado del salón lo obligaba a dejarlo atrás.

Había perdido de vista a su madre, y eso lo llenaba de un temor irracional, una inquietud que solo la imprevisibilidad de Joo-hee podía despertar en él.

Sabía cómo era.

Sabía de sus juegos, de su tendencia a manipular las situaciones a su favor, y sobre todo, de su obsesión por inmiscuirse en su vida.

Su pecho se tensó ante la posibilidad de que ella estuviera haciendo exactamente lo que más temía: buscarle una esposa por su cuenta.

Su mirada recorrió el salón con urgencia, deslizándose entre rostros cubiertos de sonrisas falsas, entre copas tintineantes y conversaciones envueltas en la hipocresía de la élite.

Entonces, la vio.

Joo-hee estaba de pie junto a una joven, conversando con una familiar sonrisa de encantadora astucia.

Tobe sintió el pánico subirle por la garganta.

No.

No podía ser.

Sus pasos se aceleraron instintivamente, abriéndose paso entre la multitud sin importarle la etiqueta ni las miradas curiosas.

-¡Joo-hee!-El samurái alzó la voz a medida que se acercaba.

Su madre giró la cabeza ante su llamado, y la joven a su lado también lo hizo.

Las luces doradas de los candelabros se volvieron más intensas, como si el destino mismo quisiera iluminar ese encuentro.

Sus ojos se encontraron en un cruce inevitable.

Tobe sintió que su corazón se detenía por un instante, solo para latir con más fuerza un segundo después.

Ring-Ring.

Por un instante, el tiempo pareció detenerse.

El bullicio de la fiesta se volvió un murmullo lejano, la música una melodía amortiguada. Todo lo que existía en ese momento eran los ojos de Ring-Ring, tan abiertos y sorprendidos como los suyos.

Ella estaba aquí.

Él estaba aquí.

Sus mejillas ardieron al mismo tiempo, un sonrojo intenso coloreando el aire entre ellos con una electricidad innegable.

-¿Q-Qué estás haciendo aquí...? -El samurái la miro con incredulidad.

-¿D-De qué estás hablando?-Ring-Ring parpadeó, desconcertada, su propio asombro se reflejó en la confusión de sus palabras.-¿Qué haces tú aquí?-

La risa suave de Joo-hee interrumpió la tensión flotante.

-Vaya, vaya... así que ya se conocen.-

Ambos reaccionaron de inmediato, girándose hacia ella con ojos desorbitados.

-¡No! -Los dos saltaron al unísono.-Bueno... sí.-Intercambiaron miradas con un rubor más pronunciado.

El impacto de verla, tan hermosa, tan deslumbrante, con la luz dorada de la sala reflejándose en su cabello azul como un océano nocturno, lo dejó sin palabras.

Y su madre, por supuesto, lo notó de inmediato.

-¿Y...?-Joo-hee arqueó una ceja, su expresión expectante.

-Y-Ya tenemos que irnos.-Tobe apretó los labios, esquivando la mirada inquisitiva de su madre.

-Ring-Ring, querida...-Joo-hee ladeó la cabeza, su tono arrastraba un dejo de diversión, pero sus ojos brillaban con una malicia juguetona.-¿Cómo es que conoces a este idiota?-

-¿¡C-Cómo que "idiota"!? -El samurái protestó Tobe, frunciendo el ceño con indignación.

-Bueno, tú no me das muchas razones para pensar lo contrario. -Joo-hee apenas le dedicó una mirada.

El samurái chasqueó la lengua, cruzándose de brazos, mientras Ring-Ring, aún sacudida por la revelación, intentaba recuperar la compostura.

-B-Bueno él es... -La peli azul titubeo mientras sus ojos se desviaron fugazmente hacia Tobe, notando la súplica silenciosa en su mirada.-Un buen amigo mío.-

Tobe exhaló con alivio. Al menos, ella no había mencionado nada sobre su empleo.

Pero Joo-hee sonrió con la paciencia de un depredador que acaba de descubrir una presa interesante.

-Curioso.-La mujer dejo caer la palabra con estudiada despreocupación.-Ahora que lo mencionas, mi hijo alguna vez me dijo que trabajaba como parte del personal de seguridad de Dong King.-Miro a la peli azul.-Y bueno... él es tu padre, ¿No?-

Los ojos de Tobe se abrieron con alarma.

-Sí, de hecho... él es mi guardaespal...-

El silencio se tragó el resto de la frase. Los reflejos del samurái fueron rápidos, pero no lo suficiente. Cubrió la boca de Ring-Ring con su mano en un intento desesperado por evitar que terminara la frase, pero el daño ya estaba hecho.

-Oh...Ahora entiendo por qué él está tan a gusto con su trabajo.-Joo-hee dejó escapar una risa ligera, elegante, de alguien que acaba de ver una escena maravillosamente reveladora.

Tobe sintió un escalofrío mortal recorrerle la espalda.

-¡Joo-hee! -El samurái gruñó, con el ceño fruncido hasta el límite.

-¿D-De verdad?-Ring-Ring parpadeó con sorpresa, su incomodidad se transformó en genuina curiosidad.

-¡Claro! -Joo-hee inclinó levemente la cabeza.-Creía que era por la paga, pero ahora veo que hay... otros incentivos...-

-¡N-No es nada de eso! -El samurái insistió, pero su tono delataba lo desesperado que estaba por escapar de la conversación.

-Oh, no seas modesto. -Joo-hee ignoró su protesta con una sonrisa traviesa.-Después de todo, no dejabas de presumir tu traje.-

Tobe sintió que su dignidad se evaporaba en tiempo récord.

-Y-Ya cállate...-

Su madre sonrió con un brillo de satisfacción y, sin previo aviso, le dio un golpe discreto pero letal en las costillas, haciendo que el samurái se doblara levemente con un gruñido.

-¡Ugh!-

-¿E-En serio?-Ring-Ring ladeó la cabeza, con un destello de interés en sus ojos.

Joo-hee asintió con solemnidad fingida.

-¡Por supuesto! No dejaba de repetir que era un traje hecho por "la mejor diseñadora del mundo".-

Ring-Ring parpadeó. Luego, una sonrisa tímida, pero genuina, iluminó su rostro antes de que una risa suave escapara de sus labios.

Tobe se quedó helado y con el rostro oculto entre sus manos, maldijo internamente todas sus decisiones de vida.

-¡S-Suficiente! -El samurái exclamó, chasqueando la lengua.-¡T-Te llevaré a un asilo!-

Joo-hee apenas reaccionó.

Con la precisión de un relámpago, le propinó un golpe certero en la cabeza, lo suficiente para hacerlo tambalearse.

-¡Agh!-

-¿Así es como tratas a tu madre, ingrato?-

El golpe no fue lo que lo dejó sin palabras.

Fue la palabra.

Madre.

La conversación se congeló en el aire.

Ring-Ring se quedó petrificada, sus labios entreabiertos en muda incredulidad. Su mirada viajaba de Joo-hee a Tobe, como si su cerebro aún estuviera intentando conectar la información.

-¿"M-Madre"...?-La peli azul susurró, con la voz impregnada de asombro.

-Lamentablemente.-Joo-hee se giró con una gracia imponente, regalándole una sonrisa encantadora y orgullosa.

Por un instante, el mundo pareció tambalearse a su alrededor.

El aire se espesó, como si todo el bullicio de la fiesta se hubiera convertido en un murmullo lejano.

Joo-hee.

La madre de Tobe.

Ring-Ring sintió un nudo formarse en su garganta, una sensación incómoda de ansiedad que le erizaba la piel.

No podía apartar los ojos de Tobe, y entonces notó algo que la hizo olvidar todo lo demás.

Algo estaba... mal.

Su respiración se volvió errática cuando sus ojos recorrieron el rostro del samurái con creciente inquietud.

Algo faltaba.

Algo que siempre había estado ahí.

Y antes de siquiera pensar en lo que hacía, actuó por puro instinto.

Sus manos se movieron solas, sujetando el rostro de Tobe con delicada desesperación y atrayéndolo hacia ella con una urgencia inexplicable.

-¿¡D-Dónde está tu cicatriz!? -La peli azul susurró, casi sin aliento.

Los ojos del samurái se abrieron de par en par, su rostro se enrojeció al instante por la cercanía inesperada.

-Y-Yo...-

La joven no le dio tiempo de apartarse. Sus dedos recorrieron la piel de su rostro con una mezcla de asombro y preocupación.

-¿¡Te la maquillaste!? -Ring-Ring lo miró con auténtica preocupación, como si él hubiera cometido un acto imperdonable.

-S-Sí... pero no fui yo.-Tobe apartó la mirada, incómodo, su expresión endureciéndose como si quisiera evitar el tema a toda costa.

Se soltó con suavidad de su agarre y aclaró la garganta, girando ligeramente el rostro para que ella no lo analizara más.

-¿¡P-Por qué harías algo así!? -La peli azul insistió, con un nudo en el pecho que no entendía del todo.

Joo-hee observó la escena con sorpresa, parpadeando varias veces.

No había esperado esa reacción de la joven.

De hecho, no había esperado nada en particular... pero la angustia genuina en la mirada de Ring-Ring, la forma en que sus ojos reflejaban una preocupación sincera, la tomaron por sorpresa.

Ella no estaba horrorizada.

No estaba aliviada.

Estaba preocupada.

Sin poder evitarlo, Joo-hee esbozó una leve sonrisa.

Tal vez, después de todo, había alguien que miraba a su hijo más allá de lo que los demás veían.

Alguien que no quería borrarle las cicatrices... sino entenderlas.

Entonces de forma repentina, el murmullo de la fiesta se vio interrumpido de pronto por una explosión de música y luces.

Una melodía vibrante llenó el salón mientras las puertas principales se abrían con dramatismo, atrayendo de inmediato la atención de todos los invitados.

Los anfitriones habían llegado.

Smella y Smit hicieron su entrada con una elegancia deslumbrante. Smella, brillaba con cada paso, sonreía con confianza, irradiando el porte de una mujer que conocía su poder.

A su lado, Smit, con un esmoquin perfectamente ajustado, mantenía una expresión serena pero con el destello de una emoción contenida en los ojos.

Los invitados estallaron en vítores y aplausos al verlos, la expectación crecía en el aire mientras la pareja avanzaba con seguridad hacia el centro del salón.

-¡Bienvenidos! -La diseñadora exclamó con una voz clara y melodiosa, deteniéndose bajo la imponente araña de cristal que colgaba del techo.

Los murmullos cesaron por completo.

-Esta noche es especial para nosotros, y queremos agradecerle a cada uno de ustedes por estar aquí...-Smella continuó, su mirada recorriendo la multitud con calidez.-Nos sentimos afortunados de compartir este momento con personas tan importantes en nuestras vidas.

Smit, de pie junto a ella, tomó la palabra con un leve asentimiento.

-Muchos de ustedes han sido testigos de nuestras vidas, de nuestras luchas y nuestras victorias...-Smit tomo delicadamente la mano de Smella.-Pero hay una historia que no todos conocen... y creemos que es momento de compartirla.-

Tobe, Ring-Ring y Joo-hee se acercaron entre la multitud, el samurái aún seguía incómodo por la inesperada interacción con su madre y su jefa.

Sin embargo, su atención pronto se desvió cuando vio la expresión de Joo-hee al observar a Smella.

-¿La conoces? -El samurái alzó una ceja con incredulidad.

-Smella y yo fuimos buenas amigas hace muchos años.-Joo-hee sonrió con nostalgia, cruzándose de brazos...-Aunque... la vida nos llevó por caminos distintos.-

Ring-Ring y Tobe intercambiaron una mirada de sorpresa.

-Cuando era joven, conocí a un hombre extraordinario.-Smella suspiro.-Fuerte, valiente... y mi guardaespaldas. -Sus palabras estaban cargadas de emoción, y su mirada se posó en Smit con una ternura evidente.-Su deber era protegerme, pero, sin darnos cuenta, terminamos protegiéndonos mutuamente.-

Hubo un susurro entre los invitados.

-Pero éramos jóvenes e ingenuos.-Smit intervino con una sonrisa melancólica.-Creímos que el tiempo estaba de nuestro lado... que habría un momento perfecto para confesar lo que sentíamos.-

-Pero ese momento nunca llegó.-Smella asintió.-Mi familia decidió por mí, separaron nuestras vidas sin darnos oportunidad de luchar... y, cobardes como éramos, nunca nos atrevimos a desafiar al destino.-

El silencio que cayó sobre la sala fue casi solemne.

Tobe sintió un nudo en la garganta.

Sus ojos se desviaron sutilmente hacia Ring-Ring, pero ella ya estaba mirándolo.

Sin embargo, antes de que sus miradas se encontraran, ambos apartaron la vista, fingiendo que nada había pasado.

Smella y Smit se tomaron de las manos, sus dedos entrelazándose con la seguridad de quien ha encontrado, después de mucho, un hogar.

-Nos tomó casi treinta años... pero hemos aprendido que el amor verdadero nunca desaparece.-La diseñadora sonrió levemente.

-Por eso, queremos compartir con ustedes un par de noticias extraordinarias...-Smit sonrió, y en su mirada no había rastro de amargura, solo certeza.

Hubo un instante de expectación.

-Después de todo este tiempo, hemos decidido que ya nada ni nadie nos separará.-Smella sonrió aún más.-¡Nos casaremos!-

El asombro se reflejó en los rostros de los invitados, seguido de un estallido de aplausos y exclamaciones de alegría.

-Pero me temo que no seremos solo nosotros dos...-Smit sonrió levemente.

Los invitados se miraron entre si con sorpresa y confusión.

-Nosotros...-La diseñadora colocó su mano sobre su abdomen.

-¡Seremos padres!-Smella y Smit gritaron con una gran sonrisa.

Las reacciones fueron inmediatas.

Exclamaciones, risas emocionadas y lágrimas contenidas se esparcieron por el salón.

Tobe sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Treinta años...

Ring-Ring, a su lado, respiró profundamente.

Treinta años de espera, de arrepentimiento, de caminos separados por el miedo y la indecisión.

Y, sin darse cuenta, volvieron a mirarse.

Pero esta vez...ninguno apartó la vista.

El murmullo de la celebración se tornó un eco lejano mientras Tobe y Ring-Ring permanecían en sus lugares, sumidos en sus pensamientos.

La historia de Smella y Smit seguía resonando en sus mentes como un presagio inquietante.

Smella y Smit... una heredera y su guardaespaldas.

Ellos también creyeron tener tiempo. También se miraron en silencio, escondiendo sentimientos que nunca se atrevieron a nombrar.

También pensaron que bastaba con estar cerca, que con eso sería suficiente.

Hasta que un día, el destino los separó.

Ring-Ring bajó la mirada, sintiendo cómo su pecho se oprimía.

¿Era ese su futuro también?

¿Era solo cuestión de tiempo antes de que sus caminos se bifurcaran por fuerzas que no podían controlar?

A su lado, Tobe permanecía rígido, con la mandíbula tensa y los puños cerrados.

La historia de Smit lo había golpeado como un puñal.

Nunca había pensado demasiado en el futuro.

Siempre había creído que podía seguir a Ring-Ring en silencio, protegerla sin esperar nada a cambio.

Pero ahora...más que nunca comprendía lo frágil que era esa ilusión.

¿Cuánto tiempo más podría mantenerse en la sombra antes de que alguien decidiera apartarlo?

El bullicio de la fiesta los rodeaba, pero para ellos el mundo parecía haberse reducido a un vacío silencioso donde sus miedos e incertidumbres eran la única compañía.

El aire vibraba con la euforia de la celebración.

Invitados se reunían en torno a Smella y Smit, colmándolos de felicitaciones y risas. Entre la multitud, la pareja hizo un esfuerzo por abrirse paso hasta donde estaban Joo-hee, Tobe y Ring-Ring.

La kunoichi, quien hasta el momento había permanecido serena, sonrió al verlos acercarse.

-Smella, Smit... ha pasado mucho tiempo.-

-¡Joo-hee! No puedo creerlo... -Smella la miró con una expresión iluminada por una alegría auténtica.-¿Cuánto ha pasado? ¿Más de veinte años?-

-Veintisiete, para ser exactos... -Joo-hee habló con un leve matiz de nostalgia, como quien acaricia un recuerdo lejano.

-¡Vaya! Entonces tenemos mucho que contar...-La diseñadora río levemente.

-Voy por algunas bebidas para que puedan ponerse al día. -Smit asintió con una sonrisa antes de posar una mano en la espalda de su prometida.

Smella le agradeció con una caricia en la mejilla antes de girarse nuevamente hacia Joo-hee.

Pero justo cuando iba a hablar, su mirada se desvió.

Su expresión cambió.

Sus ojos se fijaron en el samurái con sorpresa, como si de repente viera algo que antes no estaba allí.

-Oh, Tobe... Creí que esta noche no acompañarías a Ring-Ring. -La diseñadora parpadeó un par de veces, analizándolo con atención.

-B-Bueno... -El samurái desvió la mirada, incómodo.

-Él es mi hijo. -Joo-hee intervino con una sonrisa sutil, pero cargada de significado.

El silencio fue inmediato.

Los ojos de Smella se abrieron un poco más.

-Espera un momento... -La diseñadora murmuró, su mirada recorriendo su rostro con una intensidad nueva, como si de repente estuviera encajando piezas de un rompecabezas que nunca supo que tenía en las manos.

Ring-Ring, hasta ahora sumida en sus pensamientos, alzó la vista y notó cómo Smella alternaba su mirada entre Tobe y Joo-hee con incredulidad.

-¡Ahora todo tiene sentido! -Smella llevó una mano a su boca, como si acabara de hacer un descubrimiento asombroso.-No sé cómo no lo noté antes... Tienes la misma expresión seria y taciturna de tu padre.

-No me parezco a él.-Tobe se tensó al instante su mandíbula se endureció y sus ojos se oscurecieron.

-Oh, querido... te pareces más de lo que crees. -Joo-hee comentó con un tono juguetón, como si sus palabras fueran una verdad inevitable.

Ring-Ring lo miró de reojo.

¿Su padre?

Tobe casi nunca hablaba de él.

Nunca.

Y la idea de que se pareciera a alguien más... a un hombre al que ni siquiera mencionaba, le provocó una extraña sensación en el pecho.

-Entonces... fue toda una coincidencia que ustedes dos se encontraran aquí. -Smella observó a la peli azul y al samurái con suspicacia y dejó escapar una risita ligera.

-S-Sí... -Ambos respondieron al mismo tiempo, evitando mirarse.

La diseñadora soltó una risa más baja, pero en su mirada había algo travieso.

-Me alegra mucho que finalmente salieras de casa... -Smella dirigió una mirada cómplice a Joo-hee.-¿Qué fue lo que te motivó a salir?-

-Bueno, decidí traer a Tobe aquí para que encuentre una esposa.-Joo-hee tomó su copa con elegancia y sonrió.

El mundo se detuvo.

El aire dejó de fluir.

El sonido de la fiesta se convirtió en un zumbido lejano, borroso, insignificante.

Tobe sintió un escalofrío recorrer su espalda.

-¡N-No! -El samurái intentó detenerla, pero era demasiado tarde.

Su pánico se hizo evidente en el instante en que sus ojos se encontraron con los de Ring-Ring.

Pero para ella, el golpe ya había caído.

Y cayó con la fuerza de una tormenta.

Un dolor sordo le perforó el pecho, un dolor tan crudo y repentino que por un momento todo dejó de tener sonido.

¿Eso era lo que significaba esta noche para él?

¿Encontrar una esposa?

Su garganta se cerró.

Pero ella no podía permitirse tambalear.

No allí.

No frente a todos.

Así que hizo lo que mejor sabía hacer.

Se obligó a sonreír.

Una sonrisa perfecta.

Medida.

Inmaculada.

Como si la revelación no le hubiera desgarrado el alma.

-Vaya, vaya... así que por eso querías el día libre. -La peli azul bromeó con una ligereza que no sentía, ignorando el ardor en sus ojos.

-¡P-Por supuesto que no! -Tobe dio un paso adelante, desesperado.

Smella notó la tensión que acababa de instalarse entre los dos, y su sonrisa titubeó por un instante.

Joo-hee también lo notó.

Aquella tensión era sutil, casi imperceptible para un espectador casual, pero ellas lo veían con claridad: la forma en que evitaban mirarse directamente, el leve temblor en los labios de Ring-Ring cuando sonreía, la rigidez en la postura de Tobe, como si su propia piel le incomodara.

-Sabes, Joo-hee... si estás buscando una esposa para tu hijo.-Smella cruzó los brazos con aire pensativo, entrecerrando los ojos con diversión.-Deberías considerar a Ring-Ring...-

El mundo pareció detenerse.

Tobe y Ring-Ring sintieron como si les hubieran arrojado un cubo de agua helada.

La peli azul abrió los ojos como platos, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.

Tobe, por su parte, tosió bruscamente, llevándose una mano a la boca como si hubiese olvidado cómo respirar.

-¿Q-Qué? -Ring-Ring apenas pudo articular la palabra, sintiendo un calor abrasador subirle al rostro.

-¡P-Para nada! -El samurái se apresuró a responder, pero su voz sonó más temblorosa de lo que pretendía.

Joo-hee, quien hasta el momento solo observaba con una pequeña sonrisa, apoyó una mano en su mejilla con aire pensativo.

-Mmm... ahora que lo dices, Smella, creo que tienes razón. -La kunoichi deslizó su mirada entre los dos jóvenes, analizando cada una de sus reacciones.-Tal vez sí formarían una buena pareja.-

Tobe y Ring-Ring sintieron como si el suelo desapareciera bajo sus pies.

-¡¿QUÉ?! -Exclamaron al unísono, mirándose por reflejo antes de apartar la vista con rapidez.

El sonrojo en sus rostros era más que evidente.

-¡E-Eso es ridículo! -La peli azul agitó una mano en el aire, riendo con nerviosismo.-Tobe y yo... ¡N-No podríamos ser pareja jamás! ¡S-Sería una locura!-

-¡Exacto! -Tobe asintió frenéticamente.-¡N-Nos mataríamos en menos de un día!

-¡Exacto! ¡Una completa locura! -Ring-Ring repitió, como si necesitara convencerse a sí misma.

Ambos rieron de manera forzada.

Pero en el fondo...

En el fondo, cada palabra del otro se sintió como una puñalada.

La risa nerviosa de Ring-Ring apenas pudo ahogar el nudo en su garganta.

Sus manos estaban frías, su pecho pesado.

Cada palabra que salía de su boca dolía más de lo que debería.

Tobe, con la mandíbula tensa, sintió algo en su interior retorcerse con fuerza.

Quería creer que su risa hacía que la situación pareciera menos dolorosa, pero...

No lo hacía.

El silencio entre ellos se hizo insoportablemente largo.

-E-En fin, iré al tocador un momento. -Ring-Ring se aclaró la garganta y se giró rápidamente y comenzó a alejarse, sin mirar atrás.

-Y-Yo...-Tobe carraspeó y se pasó una mano por la nuca, sintiendo cómo su piel ardía.-Iré por una bebida...muy lejos de aquí. -Se apresuró a decir antes de salir en dirección opuesta.

Ambos se alejaron con pasos apresurados y torpes, tratando de recuperar la compostura, pero sin éxito.

Cuando desaparecieron entre la multitud, Smella dejó escapar una carcajada divertida y cruzó los brazos.

-Bueno... eso fue bastante revelador.-

-Se gustan.-Joo-hee sonrió con un brillo de satisfacción en los ojos.

-Oh, sin duda.-

Ambas mujeres compartieron una mirada cómplice, disfrutando del espectáculo que acababan de presenciar.

Mientras tanto el baño estaba vacío.

Las luces frías iluminaban el mármol impecable y las superficies de cristal, reflejando con cruel nitidez su propia imagen.

Ring-Ring entró tambaleante, cerrando la puerta tras de sí. Sus tacones resonaron en el eco de la soledad. Se apoyó en el lavabo con ambas manos, los dedos crispados contra la cerámica helada.

Las luces blancas bañaban su reflejo con una claridad insoportable.

Y ahí, en el espejo, vio algo que la hizo contener el aliento.

Las marcas.

Finísimas líneas rojas vibraban sobre su piel, amenazando con desgarrar su apariencia perfecta, como grietas en un cristal a punto de estallar.

-No... no ahora... -Susurró con voz entrecortada, cerrando los ojos con desesperación.

Pero su cuerpo no le obedecía.

El dolor en su pecho, la rabia contenida, la traición punzante... todo ardía en su interior como un incendio imposible de sofocar.

Su respiración se volvió errática, los dedos le temblaban.

Quería gritar.

Quería arrancarse ese vestido.

Quería romper cada espejo y verlos hechos añicos en el suelo.

Pero lo único que hizo fue dejarse caer, abrazándose a sí misma mientras su visión se volvía borrosa.

Una risa amarga escapó de sus labios.

-Qué estúpida...-

Porque todo se sentía falso.

Porque había sido una ilusa.

Había insistido en que Tobe asistiera a la gala con su madre, creyendo que eso significaba algo.

Había cosido con sus propias manos el traje que llevaba puesto, ajustándolo a la perfección, deseando que se viera impecable.

Había arreglado su cabello, su maquillaje, su sonrisa... sin saber que tal vez lo estaba haciendo para que conociera a su futura esposa.

Y lo peor de todo...

Él ni siquiera la consideraba una candidata.

La ironía era tan cruel que dolía.

Una lágrima caliente resbaló por su mejilla. Su labio tembló, pero lo mordió con fuerza. No. No iba a romperse aquí.

Con dedos temblorosos, tomó su teléfono y marcó un número familiar.

-¡Eiyo!-

-Oh... buenas noches, señorita Ring-Ring ¿Todo bien?-

-¡No! ¡Nada está bien!-

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea.

-¿Sucedió algo?-

Ring-Ring soltó una risa amarga, aunque por dentro quería gritar.

-¿A que no adivinas quién se presentó en la fiesta?-

-B-Bueno...-

-¡El gran señor Tobe Taek hizo una gran aparición!-La peli azul soltó con sarcasmo, su respiración era agitada, las marcas en su piel se intensificaban con cada palabra.

-¿¡Qué!? ¿¡No se suponía que él iba a...!?-

-¡No lo sé! ¡Es una maldita coincidencia Eiyo! ¡Una absurda y cruel coincidencia!-

-Tranquilícese... respire -La voz del asistente se volvió más seria.-Ahora, cuénteme...¿Qué sucedió?-

Ring-Ring apretó los ojos y tragó saliva. Pero el dolor en su pecho se volvió insoportable.

-Tobe está aquí...para encontrar una esposa.

El silencio al otro lado fue ensordecedor.

-¿¡Qué!? ¡Pero...!-

-¡Yo fui la que insistió en que viniera a este evento con su madre! ¡YO insistí en que usara un traje hecho por mí! ¡YO lo arreglé para que se viera apuesto, sin saber que probablemente lo estaba preparando para otra mujer!-

Su propia confesión la destruyó.

-Señorita...-

-¡Todo es mi culpa!-

-Señorita...

-¡Soy una idiota!-

-¿Y qué piensa hacer al respecto?-

-¿Q-Qué...?-Ring-Ring se quedó en blanco.

-Escúcheme bien...-El asistente se quedó en silencio por unos segundos y continuó.-Ahora mismo tiene dos opciones: marcharse con el corazón roto... o quedarse y hacer algo al respecto.-Su tono cambió, firme, implacable

-¿H-Hacer qué?-Ring-Ring sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

-¡Ya conquístelo de una vez, por el amor de Dios!-

-¡E-Eiyo!-La joven exclamó, completamente sonrojada.

-¡Dígale lo que siente! ¡No deje que otra mujer se lo lleve!-

-P-Pero...-Ring-Ring sintió que la sangre le ardía en las mejillas.

-¡Nada de peros! ¡Si no se apresura, Tobe conseguirá una esposa fea y tendrán hijos horrendos!-Eiyo elevó la voz con exasperación

-¡M-Mi genética es mucho mejor!-

-¿Entonces?

Ring-Ring respiró hondo. Miró su reflejo en el espejo, vio el desastre en su maquillaje, en su expresión herida... y apretó los puños.

-Entonces...-La joven se giró y se acercó al espejo, tomando un pañuelo de seda para limpiar el rastro de sus lágrimas.-Voy a regresar...-

-¡Y lo seducirá! ¡Y va a mostrarle que no necesita buscar esposa porque ya la encontró!-

Su rostro ardió, pero algo en su pecho comenzó a cambiar.

-¡L-Lo seduciré!-

-¡Y lo besuqueará!-Eiyo gritó con aun más entusiasmo.

-¡Si! ¡Quiero besarlo!-

El coraje reemplazó su tristeza.

Con manos firmes, retocó su maquillaje, acomodó su cabello y se alisó el vestido. Sus marcas en la piel se desvanecieron lentamente, como si su determinación las silenciara.

Respiró hondo.

Y cuando alzó la vista, ya no era la mujer herida de hace unos minutos.

Era Ring-Ring, la mujer que no iba a perder sin pelear.

-Voy por él...-La peli azul cortó la llamada y salió del baño con pasos firmes, el eco de sus tacones resonando en el pasillo.

Su corazón latía con fuerza, pero no por miedo... sino por la furia que aún ardía en su interior.

No perdería sin pelear.

Tobe era suyo.

Apretó los puños, enfocándose en su objetivo, cuando un murmullo atrajo su atención.

-Es realmente apuesto... -Susurró una voz femenina.

Ring-Ring se detuvo en seco.

Un grupo de jóvenes bien vestidas caminaban un poco más adelante, risueñas y ajenas a la presencia de la peli azul.

-Sí, demasiado para estar en una situación así.-

-Es una pena que tenga que recurrir a esto para recuperar su honor.-

-Por mucho que me guste su apariencia, no quiero tener nada que ver con alguien de una familia tan... problemática.-

La peli azul sintió un escalofrío recorrer su espalda.

-Además, suena tan desesperado, imagínate, tener que venir aquí solo para encontrar a alguien que quiera casarse con él.-

Las chicas rieron con superioridad.

Basta.

La furia en su pecho explotó.

¿Tobe? ¿Desesperado?

Él, quien había enfrentado tormentas y sombras sin pestañear.

Él, quien jamás había suplicado por nada ni nadie.

Él, quien era suyo.

Mientras pasaba junto a ellas, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

Levantó levemente la mano, como quien acomoda un mechón de cabello... y con un sutil movimiento de sus dedos, el aire a su alrededor cambió.

Una fina capa de hielo comenzó a formarse bajo los pies de las jóvenes, imperceptible al principio.

Hasta que fue demasiado tarde.

-¡Ahh! -Una de ellas patinó sin control.

-¿Q-Qué...? ¡No puedo...!-

-¡Cuidado!-

Un torbellino de torpezas se desató.

Una cayó de espaldas con un golpe sordo, otra intentó aferrarse a la baranda, pero terminó arrastrando a su amiga con ella.

Tacones, vestidos y peinados perfectos quedaron reducidos a un espectáculo ridículo mientras resbalaban y se estrellaban contra los muebles decorativos.

Ring-Ring no se detuvo.

Ni siquiera las miró.

Solo dejó escapar una pequeña risa satisfecha mientras el sonido de los cuerpos cayendo adornaba el ambiente como una dulce melodía.

-A ver si vuelven a hablar de Tobe así...-

Con un nuevo aire de confianza, siguió su camino.

En otra parte del salón, Tobe sostenía una copa con su bebida sin siquiera probarla.

Sus manos estaban tensas alrededor del cristal, sus pensamientos un desastre.

No podía dejar de pensar en Ring-Ring.

¿Cómo iba a explicarle todo esto?

Desde que llegó, no había dejado de buscarla entre la multitud, esperando verla, esperando que no lo malinterpretara. Pero, ¿cómo podía explicarle algo así sin que sonara mal?

-"Si...estoy aquí para encontrar esposa."-

No.

-"No es lo que piensas."-

Sonaba fatal.

-"Tal vez podrías ser tu..."-

Peor.

Tomó un sorbo de su bebida, pero no sintió el sabor.

Su mente se sumía en la duda, en la confusión, en el temor de arruinarlo todo.

Entonces, recordó algo.

Las palabras de sus ninjas y sus amigos

Y luego estaban los consejos de Abyo.

Apretó la mandíbula.

No.

Ni en un millón de años.

Tomó aire.

Basta de dudas.

Basta de miedos.

Si Ring-Ring iba a malinterpretarlo...

Si iba a enojarse...

Si iba a gritarle...

Que lo hiciera.

Porque esta vez, él no huiría.

Esta vez, la conquistaría.

Se puso de pie, dejando la copa sobre la mesa con decisión.

No importaba quién estuviera en la sala.

No importaba si todo el evento se detenía al verlo.

Iba a buscarla.

Y cuando la encontrara...

Iba a demostrarle que la única mujer que podía estar a su lado era ella.

Entre el brillo de los candelabros y el murmullo de la alta sociedad, el samurái avanzó con pasos firmes, dispuesto a encontrar a la peli azul y aclararlo todo.

Pero cuando la vio...

Su determinación se derrumbó en un instante.

Ahí estaba ella, radiante, con aquel vestido que resaltaba cada uno de sus movimientos.

Su cabello brillaba con cada giro de su cabeza, sus ojos reflejaban un fuego imposible de ignorar.

Maldita sea.

Se suponía que tenía un plan.

Se suponía que debía hablarle con seguridad, demostrarle que él no estaba ahí para buscar a nadie más, que ella era la única.

Pero ahora que la tenía a solo unos pasos, con la mirada llena de furia, algo en su estómago se retorció.

Y Ring-Ring tampoco estaba mejor.

Cuando sus ojos se encontraron, su coraje se esfumó como un susurro en el viento.

¡No, no, no!

Se suponía que iba a reclamarle, que iba a enfrentarlo por haberla hecho pasar por este maldito torbellino de emociones.

Pero ahora que lo veía...

Con ese porte elegante, ese traje que ella misma había confeccionado, esos ojos oscuros y afilados que la miraban con un desconcierto adorable...

Sintió que su pulso se aceleraba de una manera completamente diferente.

Los segundos se alargaron.

El ruido de la fiesta pareció desvanecerse.

El plan de Ring-Ring de conquistarlo.

El plan de Tobe de conquistarla.

Ambos se evaporaron.

Porque de repente, ninguno sabía qué hacer.

-Ring-Ring... -Tobe intentó decir algo, pero su voz sonó mucho más suave de lo que quería.

Ella parpadeó.

Se suponía que tenía que estar furiosa.

Pero por alguna razón...

Se sentía más nerviosa que molesta.

Miró a su alrededor, buscando una distracción, cuando notó algo que la hizo apretar los labios.

Un grupo de chicas murmuraba cerca, robando miradas furtivas a Tobe.

Algunas sonreían con picardía, otras susurraban entre ellas, y aunque no podía escuchar lo que decían, podía sentirlo.

Eso la hizo reaccionar.

No.

Esta noche no.

Con un movimiento rápido, tomó el brazo de Tobe, entrelazando sus dedos con los suyos antes de que él pudiera reaccionar.

El samurái se tensó al instante.

-¿Q-Qué...?-

-Cállate y camina.-

Tobe parpadeó, sorprendido, pero luego sintió algo recorrer su pecho.

Era una sensación cálida.

¿Ring-Ring lo estaba... llevando con ella?

Él tragó saliva, tratando de recuperar el control de su expresión.

Ella, por su parte, caminaba con el mentón en alto, ignorando las miradas sorprendidas de las chicas a su alrededor.

Dejando claro que con su simple presencia que nadie más debía intentarlo.

Tobe miró su mano, luego su perfil.

Los dos siguieron avanzando, con sus planes iniciales completamente olvidados.

A su alrededor, el murmullo de los invitados se mezclaba con el sonido de sus pasos sincronizados.

Ring-Ring intentó enfocarse en respirar con normalidad.

Tobe intentó no sonreír demasiado.

Y así, sin soltar sus manos, avanzaron juntos por el salón.

Sin darse cuenta de que, al final del pasillo, Joo-Hee y Smella los estaban esperando.

Al llegar, las dos mujeres los observaron con una sutil sonrisa, notando la forma en que Ring-Ring aún sujetaba la mano de Tobe.

Sin embargo, no dijeron nada al respecto y continuaron con su charla.

-El evento de esta noche me recuerda un poco a nuestras antiguas reuniones.-Smella suspiro con un aire nostálgico.-Eran diferentes, claro, pero... algo en la atmósfera me trae recuerdos.-

-Sí... aunque en aquellos tiempos no me imaginaba que terminarías enamorada de tu guardaespaldas.-Joo-Hee asintió con una leve sonrisa.

Tobe y Ring-Ring se quedaron rígidos.

Ring-Ring sintió que el calor subía a su rostro. Tobe, por su parte, carraspeó disimuladamente y desvió la mirada.

-¡Joo-Hee! No hace falta sacar eso a colación.-Smella, sin embargo, se ruborizó y agitó una mano con ligera incomodidad.

-Oh, pero es una historia muy interesante...-Joo-hee insistió con una sonrisa felina, bebiendo de su copa con una elegancia peligrosa.-Recuerdo como negabas esa tensión entre ustedes y ambos eran muy obvios...-

-E-En fin... es una pena que Yeong no pudiera asistir esta noche.-Smella suspiró, dejando el tema atrás con un gesto de resignación.

Joo-Hee, que hasta entonces había estado relajada, se tensó.

Tobe y Ring-Ring notaron el cambio en su expresión de inmediato.

-¿Yeong? -El samurái alzó una ceja.

-¿El nombre "Yeong Choi" les dice algo?-Smella los miró con curiosidad.

-¡Por supuesto! -Ring-Ring casi dio un saltito de emoción.-¡Es una actriz increíble! No solo es talentosa, sino que también es muy atractiva.-

-Sí... -Tobe asintió, con un gesto más serio.-Es una de las mejores actrices del país, su trabajo en teatro y cine ha sido impecable.-

-Además también ha tenido una increíble carrera como modelo...-La peli azul asintió con entusiasmo.

-Vaya no puedo creer que se conozcan...-El samurái miro a su madre.

-Bueno, al ser la señora Taek, Joo-hee tenía que conocer a la señora Sanada...-Smella río levemente.

-¿Eh?-Tobe y Ring-Ring se quedaron helados.

-¿Sanada? -El samurái repitió, sintiendo un extraño escalofrío.

-E-Entonces...¿Tiene alguna relación con Garu? -Ring-Ring inclino ligeramente su cabeza.

-Es su madre...-Joo-hee suspiro pesadamente.

El silencio que siguió fue casi ensordecedor.

Tobe y Ring-Ring intercambiaron una mirada de absoluta incredulidad.

Garu... ¿Tenía una madre famosa?

Y más importante aún... ¿Por qué Joo-Hee parecía tan afectada al mencionarla?

Tobe y Ring-Ring todavía intentaban procesar la información, pero Smella y Joo-Hee intercambiaron una mirada cómplice, captando otro detalle más importante:

Ellos dos necesitaban tiempo a solas.

Joo-Hee fue la primera en tomar la iniciativa.

-Bueno, Tobe...-La mujer hablo con un tono casual, pero con una sonrisa afilada.-Creo que esta noche ha sido un fracaso total...-

-¿Perdón?-El samurái parpadeó, confuso.

-El objetivo de esta velada era conseguirte una esposa, pero veo que no has logrado nada.-Joo-Hee suspiró, como si estuviera decepcionada.-Así que no tiene sentido que sigas aquí...Puedes retirarte.-

El comentario encendió una chispa de frustración en Tobe.

Ese era exactamente el tema que había estado evitando toda la noche, y ahora su madre lo sacaba a relucir frente a Ring-Ring.

La peli azul también sintió el golpe del comentario y, como reflejo, soltó la mano del samurái y dio un paso atrás.

-E-En ese caso, yo también debería irme...-La joven murmuró, evitando mirarlo directamente.-T-Tengo trabajo temprano mañana.-

-Oh, en ese caso...-Joo-hee miro a su hijo de reojo.-Llévala hasta su casa...-

El comentario los tomó por sorpresa.

-N-No es necesario... puedo llamar un transporte.-Ring-Ring parpadeó un par de veces, incapaz de procesarlo de inmediato.

-A-Además yo...-El samurái intento pensar en una excusa.

-Oh, pero qué tontos son...-Smella intervino, con una risita juguetona.-¿Para qué tanto problema si ustedes ya viven juntos?-

El silencio que siguió fue ensordecedor.

Los ojos de Joo-Hee brillaron con una emoción que alarmó inmediatamente a su hijo.

-¿Viven juntos?-

Tobe y Ring-Ring sintieron que su piel se erizaba.

-¡N-No es lo que parece! -La peli azul se apresuró a aclarar, sintiendo su rostro arder.

-¡E-Es parte de mi trabajo! -El samurái agregó de inmediato, defendiéndose antes de que su madre malinterpretara todo.

-Tobe es su guardaespaldas, Joo-Hee.-Smella sonrió con calma, sin dejarse afectar por el pánico de los más jóvenes.-Es lógico que se hospeden en el mismo departamento.-

-Ah... ya veo -Joo-Hee sorbió un poco de su copa, observándolos con una sonrisa demasiado... satisfecha.

El alivio de Tobe y Ring-Ring duró poco.

-En ese caso, no hay razón para que la deje sola... -Joo-hee miró de reojo a su hijo, con esa expresión serena y calculadora que usaba cuando tenía una intención oculta.-Asegúrate de cuidarla bien esta noche.-

-S-Siempre lo hago... -El samurái murmuró, desviando la mirada.

Joo-hee sonrió con un dejo de burla, como si viera a través de él.

Pero antes de que Tobe pudiera responder algo más, Smella tomó las manos de Ring-Ring con entusiasmo.

-Oh, y sobre los diseños... -La diseñadora la miro sonrisa radiante.-Me encantaría hablar de algunas cosas antes de que te vayas.

-C-Claro... -Ring-Ring parpadeó sorprendida, pero asintió.

Mientras la peli azul se alejaba con Smella, Tobe sintió el vacío que dejó su presencia.

-A ti no quiero verte en mucho tiempo.-El samurái miro a su madre con el ceño fruncido.

-Oh, no seas tan infantil...-

El samurái suspiró pesadamente, llevándose una mano a la nuca.

No tenía energía para las provocaciones de su madre esa noche.

Pero su madre tenía otra conversación en mente.

-Es una joven encantadora.-Joo-hee comentó con naturalidad, bebiendo un sorbo de su copa.-Realmente estaría encantada si te casaras con ella.-

Tobe casi se atragantó con el aire.

-¡¿Q-Qué?!-

-No hagas un escándalo, Tobe.-Joo-hee alzó una ceja con un deje de diversión.-Sabes que tengo razón.-Le dio un pequeño golpecito en el brazo

Él apretó los labios.

Claro que lo sabía.

Ring-Ring era... simplemente incomparable.

Pero era inalcanzable.

Sus ojos la buscaron en la distancia, observándola mientras conversaba con Smella, con ese brillo natural en sus ojos, con esa energía que parecía iluminar cualquier habitación en la que entrara. Era como si el mundo le perteneciera, como si estuviera hecha para grandes cosas.

Y él...

Él era la sombra de un apellido manchado.

-Pero, es demasiado buena para mí...-

-¿Qué dices?-Joo-hee giró su rostro para mirarlo con atención.

-No podría estar con ella...-El samurái apretó sus puños.

Joo-hee observó a su hijo en silencio por un momento. Luego, con una suavidad inesperada, colocó una mano sobre su hombro.

-Nunca es tarde para cambiar...-

Tobe bajó la mirada.

Cambiar.

¿De verdad podía hacerlo?

Él sabía que, aunque lo intentara, aunque lo diera todo, jamás podría alcanzar el mundo al que Ring-Ring pertenecía.

-Aun así... ella merece a alguien de su estatus.-

-Mmm...no lo creo, Mira a Smella y Smit, Tu padre y yo...-Joo-hee río levemente.-No éramos precisamente del estatus del otro...-

-Pero al menos...ustedes eran correspondidos.-

Joo-hee soltó una suave risa.

-¿D-De qué te ríes?-Tobe la miró con el ceño fruncido.

-Has perdido tu habilidad de ser tan observador.-Joo-hee sonrió con un aire misterioso y alzó su copa con elegancia.

Tobe parpadeó, desconcertado.

¿Qué se suponía que significaba eso?

Antes de que pudiera abrir la boca para exigir una explicación, Joo-hee se giró con gracia y comenzó a caminar en dirección a Smella.

-Nos vemos pronto, hijo mío...-

El samurái la observó alejarse, aun procesando sus palabras.

¿Qué demonios quiso decir?

No tuvo tiempo de pensarlo demasiado, porque en ese momento, Ring-Ring regresó junto a él.

Sus miradas se encontraron y, por un instante, el mundo volvió a reducirse a solo ellos dos.

Ninguno dijo nada.

Pero esta vez, ella no lo evitó.

Y él tampoco huyó.

Simplemente, salieron juntos del lugar, sin decir una palabra más.

La noche se extendía sobre la ciudad como un manto de terciopelo oscuro, salpicado de luces temblorosas que titilaban en los rascacielos lejanos. El aire tenía ese aroma particular de la madrugada: una mezcla de asfalto húmedo, flores nocturnas y el eco distante de la música proveniente de algún club aún abierto.

No había palabras entre ellos.

Solo la tensión.

Una tensión densa, espesa, casi palpable, flotando como un velo invisible que los envolvía a ambos.

El peso de la noche aún colgaba sobre sus hombros, todo estaba todavía demasiado fresco, demasiado vivo en sus pensamientos.

Pero ninguno de los dos se atrevía a decir nada.

Cuando salieron de la casa, ambos habían tomado sus teléfonos al mismo tiempo, tratando de conseguir un taxi.

Pero la ciudad ya dormía.

-¿Nada? -La peli azul miro de reojo a Tobe mientras su teléfono seguía mostrando un mensaje que decía: "Sin vehículos disponibles".

-Nada.-

-Esto es ridículo.-La joven frunció el ceño, exasperada, y lo intentó una vez más, como si su persistencia pudiera cambiar la situación.

Tobe miró su teléfono una última vez antes de soltar un suspiro. Luego, deslizó las manos en los bolsillos de su pantalón y giró el rostro hacia ella con una expresión neutra.

-Entonces, caminemos...-

-¿Perdón?-Ring-Ring lo miró como si hubiera perdido la cabeza.

-Mientras más te quejes, más tarde llegaremos.-El samurái hizo un ademán con la cabeza.-Vamos.-

-Ni lo sueñes.-

-Entonces te dejo aquí.-

-No te atreverías.-La peli azul entrecerró los ojos.

-¿Quieres apostar?-

Hubo un instante de silencio.

Una batalla invisible de miradas.

Él mantuvo la suya fija en ella con la misma calma de siempre, pero con un destello burlón en sus ojos oscuros.

Ella apretó los labios y miró a su alrededor.

La calle estaba desierta.

Ni un solo auto pasaba, y la casa de Smella ya había cerrado sus puertas.

Ring-Ring inhaló profundamente, intentando aferrarse a su orgullo.

Pero el frío nocturno ya comenzaba a colarse en su piel, y la idea de quedarse sola no era nada atractiva.

Así que, con un bufido de resignación, giró sobre sus talones y comenzó a caminar.

-Sabía que cambiarías de opinión.-Tobe sonrió levemente y la siguió.

-Cállate.-

Y así, comenzaron su caminata nocturna.

El eco de sus pasos resonaba en las calles vacías, mezclándose con el murmullo lejano de la ciudad que nunca dormía del todo.

A su alrededor, las luces de los faroles derramaban un resplandor suave sobre el pavimento, proyectando sombras largas y etéreas que los seguían como si fueran parte de ellos.

La atmósfera era extrañamente íntima.

Ring-Ring trataba de enfocarse en cualquier cosa que no fuera la presencia de Tobe a su lado, pero era imposible.

Cada paso que daba, cada respiro que él tomaba, cada ligera brisa que agitaba su cabello, todo era demasiado notorio.

Su pulso era un tambor en su pecho.

Tobe tampoco hablaba, pero su presencia lo decía todo.

No se miraban.

No hablaban. Pero el silencio entre ellos no era vacío.

Había algo ahí, algo denso, como si las palabras que no decían llenaran el aire con un peso invisible.

Finalmente, él rompió la quietud.

-F-Fue una coincidencia... ¿No? -El samurái hablo con cautela, como si ni él mismo creyera en sus propias palabras.

-¿Qué cosa?-Ring-Ring parpadeó, desconcertada.

-Q-Que termináramos en el mismo evento esta noche...-Tobe deslizó las manos en los bolsillos de su abrigo.

Ella abrió la boca para responder... pero se detuvo.

Porque, ¿Qué podía decir?

Después de todo, habían pasado demasiadas cosas esta noche como para llamarlo solo "casualidad".

Así que, en lugar de responder, simplemente desvió la mirada, fingiendo estar interesada en la arquitectura de los edificios.

-¿P-Por qué no hablas?-Tobe frunció el ceño, con su expresión suavizada por una inquietud que no lograba disimular.

-N-No tengo ganas de hablar contigo.-Ring-Ring cerró los ojos por un instante y luego le lanzó una mirada fulminante.

-¿¡Q-Qué!? -El samurái se interpuso en su camino con un paso torpe, como si su propio cuerpo se moviera antes de que su mente lo decidiera.-¿¡P-Por qué no!?-

-P-Porque estoy cansada.-La peli azul exhaló con frustración y evadió su mirada.

Tobe la observó por unos segundos, buscando algo en su rostro que explicara esa respuesta.

Algo más que el cansancio.

-E-Escucha... sí es por lo que ocurrió hoy, yo...-

-¿A qué te refieres exactamente? -Ring-Ring lo miró fijamente.

-Y-Ya sabes a qué me refiero.-

-Realmente no...-

Su voz tenía un matiz extraño, como si lo retara a ser claro con sus palabras.

Y eso lo hizo tambalear.

La brisa agitó los cabellos de ambos, y en ese instante, en medio de la noche silenciosa, Tobe sintió que no tenía escapatoria.

Así que respiró hondo.

-Te juro que yo no tenía idea de que Joo-hee me obligó a ese evento para buscar esposa...-

-S-Si, bueno...recuerdo que tu ni siquiera tenías idea a qué clase de evento asistirías.-

-¡E-Exacto!-Tobe asintió, desviando la mirada con un aire avergonzado.-No tenía ni idea de que algo así estaba ocurriendo... hasta que ya estaba ahí.-

El viento sopló entre ellos, removiendo los pliegues de sus ropas.

Ring-Ring lo observó en silencio, procesando sus palabras.

Se sentía más tranquila... pero no del todo.

-Entonces... -La joven susurró.-S-Supongo que al menos, más de una te llamo la atención...-

La pregunta flotó en el aire, impregnada de algo más que simple curiosidad.

Tobe la miró de reojo. Algo en su pecho se apretó al notar la sombra de tristeza en su voz.

Así que no dudó en responder.

-Para nada...-El samurái suspiro pesadamente.

Ring-Ring se sobresaltó.

Abrió los labios, pero ninguna palabra salió de ellos.

Sus ojos se encontraron por un segundo, y en ese breve instante, todo el ruido de la ciudad se disipó.

Tobe también lo sintió.

Ese latido extraño en su pecho.

Pero, en lugar de decir algo más, simplemente continuó caminando.

Y ella lo siguió.

Minutos después, el camino los llevó a un pequeño parque.

El lugar estaba vacío.

Los faroles emitían una luz tenue, y en el cielo oscuro, las estrellas parpadeaban con timidez. Un sauce cercano se balanceaba con el viento, sus hojas susurrando secretos entre susurros de la brisa.

Tobe miró la banca solitaria y se dejó caer sobre ella con un suspiro.

Ring-Ring dudó por un segundo, pero terminó sentándose a su lado.

El silencio volvió, pero esta vez, no era incómodo.

Miraron el cielo, sin decir nada.

-Debe haber sido molesto...-

-¿Qué cosa?-Tobe giró el rostro hacia ella.

-El evento.-

Él se quedó en silencio por un momento, como si sopesara la palabra adecuada. Luego, una media sonrisa apareció en su rostro.

-"Molesto" no es la palabra.-El samurái sintió un escalofrío recorrer su nuca al recordarlo.-Extraño, tal vez.-

-Aun así... es un poco difícil de imaginar.-Ring-Ring bajó la mirada y jugó con los bordes de su vestido, evitando su expresión.

-¿Imaginar qué?-

-A ti.-

-¿A mí?-Tobe parpadeó.

-En un evento así... buscando una esposa.-

-Créeme, yo tampoco me imaginaba ahí.-Tobe soltó una carcajada baja, sin alegría.

Por alguna razón, ella sonrió también.

-Además... -El samurái se recostó contra la banca.-Todas esas mujeres no dejaban de mirarme como si fuera un fenómeno.-

-¿Fenómeno?-Ring-Ring lo observó de reojo.

-Bueno... muchos padres les heredan a sus hijos empresas, casas, fortunas.-El samurái suspiro pesadamente.-El mío solo me dejó traumas y una mala reputación.-

-¿L-Las escuchaste?-Ring-Ring sintió un leve nudo en el pecho.

-¡Ja! Eran tan obvias que ni siquiera se molestaron en bajar la voz.-Tobe chasqueó la lengua con diversión sarcástica.-Pero siendo sinceros...-Sus ojos se enfocaron nuevamente en el cielo, enredándose en los retazos de nubes que flotaban perezosamente.-Yo tampoco me querría involucrar con alguien así.-

Sin pensarlo demasiado, la joven se inclinó hacia él y sujetó su rostro con ambas manos, atrayéndolo bruscamente hacia ella.

Tobe se tensó de inmediato, el aire escapó de sus pulmones en un leve sobresalto.

-No digas eso...-Ring-Ring frunció el ceño.-Ellas no te conocen realmente.-

Tobe se quedó quieto, sorprendido por la repentina cercanía.

La peli azul alzó una mano y con delicadeza empezó a limpiar el maquillaje de su cicatriz, sus dedos rozando su piel con una calidez inesperada.

-Tú eres diferente a tus ancestros...-

El samurái tragó saliva. Su mente se quedó en blanco un segundo, demasiado consciente de la poca distancia entre ellos.

-B-Bueno, yo... -Tobe parpadeó, sintiendo el calor subirle al rostro.-N-No estoy en condiciones de casarme... aún.-Con un leve carraspeo, se alejó un poco, intentando recuperar la compostura.

Ring-Ring suspiró, relajando los hombros.

Se sentía... aliviada.

Ambos alzaron la vista hacia el cielo.

El aire nocturno era fresco, con un leve aroma a tierra húmeda tras el rocío. Las luces de la ciudad titilaban a lo lejos, reflejándose en los ventanales como un susurro lejano de vida. En ese rincón apartado del parque, el tiempo parecía suspendido entre ellos, atrapado en el vaivén de pensamientos que ninguno se atrevía a decir en voz alta.

Tobe tamborileó los dedos sobre su rodilla, inquieto.

Un silencio pesado flotaba entre ellos, uno que normalmente no le importaría, pero esta vez... le hacía sentir un hormigueo incómodo en la nuca.

Sin saber exactamente por qué, se sintió tentado a llenarlo.

Pero en lugar de algo inteligente o sereno, su lengua, traicionera, soltó la primera cosa que cruzó su mente.

-T-Todavía no puedo creer lo de Smella y mi madre...-

-¿A qué te refieres?-Ring-Ring parpadeó, girando el rostro con sorpresa.

-A esa...-Tobe desvió la mirada y se pasó una mano por el cabello, incómodo.-D-Descabellada idea suya.-

-¿Te refieres a...?-La joven ladeó la cabeza, con el ceño ligeramente fruncido.

-A que nos emparejaran.-El samurái bufó, bajando la vista, como si el simple hecho de decirlo en voz alta lo hiciera más absurdo.-C-Como si eso tuviera sentido.-

-S-Sí... -Ring-Ring se removió en su asiento.-Fue raro que lo mencionaran.-Murmuró, con el tono más neutro que pudo encontrar

Pero su pecho se tensó de una forma molesta e inexplicable.

-Y muy...ridículo.-El samurái cruzó los brazos con rigidez, soltando una risa baja, carente de humor.

-¿Por qué?-La joven lo miró con atención.

-P-Porque es imposible.-

-¿Imposible?-Ring-Ring sintió un vacío repentino en el estómago.

-Sí.-Tobe hizo un gesto vago con la mano.-Cualquier otra pareja podría mirar esta noche y amarla...-

-¿Y qué tiene que ver eso?-La peli azul entrecerró los ojos.

-P-Pues, es una pena que seamos nosotros quienes la vean... porque no hay sentimientos entre nosotros.-

-¿Y eso qué significa?-Ring-Ring sintió un ligero escalofrío recorrerle la espalda.

-Significa que... -El samurái murmuró, girando el rostro, sin notar cómo ella lo observaba ahora.-N-No hay una "chispa".

-O-Oh...-La joven sintió su corazón encogerse.

-Y es una pena que una noche tan hermosa se desperdicie así...-Tobe apoyó los codos en sus rodillas y miró el suelo.

Ring-Ring dejó de respirar por un segundo.

Su paciencia, su orgullo, su fastidio, todo se mezcló en un torbellino de emociones inexplicables.

Sin pensarlo, le sujetó la muñeca con fuerza, obligándolo a mirarla.

-Si no hay nada aquí... Entonces, ¿no crees que yo también debería decidirlo?-

-¿Q-Qué?-El samurái la miró, desconcertado.

-¿Crees que con tu linda cara puedes conquistarme?-La peli azul le sostuvo la mirada con determinación, aunque sentía el pulso latirle en los oídos.

-Tal vez...-

-¡J-Ja! Nunca lo podrías conseguir...-Ring-Ring lo soltó con brusquedad y se alejó un poco, cruzándose de brazos.

-¿Eso crees?-Tobe arqueó una ceja.

-Pero tienes razón.-La peli azul exhaló, agitando una mano en el aire.-N-Nunca me enamoraría de ti.

-Bien.-Tobe sintió un pinchazo en el pecho, uno que se apresuró a ignorar.-Porque yo preferiría a alguien que no sea tan quejumbrosa.-

-Es curioso, porque yo tampoco me fijaría en alguien tan ruidoso como tú.-Ring-Ring resopló.

-¡¿Ruidoso?!-

-Exactamente.-

El orgullo de ambos se tensó como una cuerda a punto de romperse.

-¿Es así?-

-E-Entonces... -La peli azul aclaró su garganta.-Espero que encuentres a alguien con quien realmente puedas admirar esta noche.-

-Lo mismo digo.-Tobe presionó la mandíbula.

-Porque claramente, este no es mi caso.-

-Es bueno saberlo.-

-Así que... ¿E-Estás de acuerdo?-Ring-Ring desvió la mirada al cielo estrellado, sintiendo una opresión en el pecho.

-¡Así es!-Tobe forzó una sonrisa.

El silencio se extendió entre ellos, espeso y pesado.

Las estrellas seguían brillando, la brisa nocturna soplaba suavemente, pero la belleza de la noche se sentía distante, ajena, como si no les perteneciera.

Ambos lo sabían.

Sus palabras, afiladas y punzantes, habían abierto heridas invisibles. Ninguno quería admitirlo, pero en lo más profundo, en ese rincón de su ser que no podían controlar, algo en ellos se retorcía con cada frase lanzada al aire.

Porque lo sentían.

Porque, aunque lo negaran, algo en sus miradas se buscaba.

Porque, a pesar de todo, la idea de ser imposibles dolía más de lo que querían aceptar.

-Qué desperdicio de una hermosa noche...-Ring-Ring bajó la vista.

-Sí... un verdadero desperdicio.-Tobe cerró los ojos por un instante, como si con eso pudiera alejar el vacío que se expandía en su pecho.

Pero ni la noche, ni el silencio, ni las estrellas, podían engañarlos.

No era la noche lo que estaban desperdiciando.

Demasiado tarde para arrepentimientos

-Y-Ya es muy tarde...-Tobe exhaló pesadamente, cruzándose de brazos mientras contemplaba la escena.-Deberíamos irnos.-

Ring-Ring no respondió de inmediato.

Sus ojos seguían fijos en el cielo despejado, tratando de encontrar consuelo en la inmensidad estrellada.

Pero la realidad la golpeó de nuevo cuando sintió un peso cálido sobre sus hombros.

Tobe, con un movimiento brusco, se había quitado la chaqueta y se la había colocado encima sin darle oportunidad de rechazarla.

-¿E-Eh? -

-No quiero que te resfríes -El samurái murmuró sin mirarla, ya avanzando unos pasos adelante.

Ring-Ring sintió su rostro arder al instante.

El calor del abrigo aún retenía el leve aroma de él, una mezcla tenue de madera y lluvia que le erizó la piel. Instintivamente, aferró los bordes de la tela y bajó la mirada, mordiéndose el labio.

¿Por qué tenía que hacer esas cosas?

Apenas hace unos minutos, le había dejado claro que entre ellos no existía nada, que no había "chispa" ni posibilidad alguna.

Y ahora, sin siquiera pensarlo, tenía estos gestos... estos pequeños actos que la hacían dudar de cada palabra hiriente que había pronunciado.

Sacudió la cabeza y se levantó de la banca para seguirlo.

Sin embargo, en cuanto su tacón tocó la siguiente baldosa del parque, sintió el mundo girar de repente.

-¡Ahh!-

El sonido del golpe resonó en la quietud de la madrugada.

Tobe giró la cabeza bruscamente, sus ojos se ensancharon al verla en el suelo.

-¡Ring-Ring!-El samurái sin dudarlo, corrió hacia ella.

La joven estaba sentada en el suelo, con una expresión de dolor en su rostro. Intentó levantarse, pero en cuanto apoyó el pie derecho, un dolor punzante le recorrió el tobillo.

-Agh...-

-¿Te lastimaste?-Tobe se arrodilló a su lado, con la respiración ligeramente agitada.

-Creo que...si.-La peli azul apretó los dientes, mirando su pie con frustración.

-¡Te lo dije!-El samurái cerró los ojos por un instante, conteniendo una exhalación exasperada.-¡Esos malditos tacones son absurdos! ¿Por qué sigues usándolos?-

-¡Oh, claro!-Ring-Ring le lanzó una mirada asesina.-¡Ahora resulta que es mi culpa por usar tacones y no de la estúpida baldosa suelta del parque!-

-Si no los usaras, no te habrías caído...-

-¡Y si no hubieras puesto tu chaqueta sobre mí, no me habría distraído!-La peli azul evadió su mirada.

Tobe se quedó en silencio por un segundo, sorprendido por la acusación.

-¿Estás diciendo que es culpa mía?-El samurái la miro con incredulidad.

-¡E-Exacto! -

-Discutir contigo es imposible.-El samurái resopló, pasando una mano por su rostro.

-Y tú eres insoportable.-

A pesar de la situación, un breve silencio se coló entre ellos, mezclado con la frescura de la madrugada. Tobe bajó la mirada a su tobillo hinchado y suspiró.

-Tenemos que ir a un doctor.-

-¿En serio? ¿A esta hora?-Ring-Ring dejó escapar una risa incrédula.-¿Acaso crees que los hospitales están abiertos como si fueran tiendas de conveniencia?-

El samurái la miró con seriedad, evaluando la situación.

Luego, sin previo aviso, la rodeó con ambos brazos y la levantó del suelo con facilidad.

-¡¿Q-Qué estás haciendo?!-

-Si no puedes caminar, entonces te llevaré.-

-¡B-Bájame ahora mismo!-Ring-Ring sintió el rubor treparle por el cuello hasta las mejillas.

-No.

Ella golpeó su pecho con un puño débil, pero él ni siquiera se inmutó.

El sonido de sus pasos resonó en el camino de piedra del parque, con la brisa nocturna arremolinándose a su alrededor.

Ring-Ring se obligó a no mirarlo directamente, pero la calidez de su cuerpo la hacía temblar de una manera completamente distinta al frío.

¿Cómo podía ser tan... así?

Tan rudo en sus palabras, pero tan considerado en sus acciones.

Apretó los labios y bajó la mirada a sus propios brazos, que sin quererlo se habían aferrado a su cuello.

Tobe, por su parte, sentía el peso de sus propios pensamientos aplastándolo.

Había dicho demasiadas cosas sin pensar.

Cada palabra que había pronunciado antes... cada frase que pretendía ser indiferente... ahora le parecían estúpidas.

Porque la estaba cargando en sus brazos, sintiendo su respiración temblorosa y el calor de su piel contra la suya.

Porque cuando la vio caer, su cuerpo se movió solo, sin cuestionar ni un segundo si debía preocuparse por ella o no.

Porque el simple hecho de que se hubiera lastimado por algo tan insignificante le había hecho sentir una punzada de ansiedad irracional.

Porque en el fondo, sabía que todo lo que había dicho antes era mentira.

Ella lo sintió respirar profundamente antes de hablar.

-Lo siento.-

-¿Qué...?-Ring-Ring parpadeó, sorprendida.

-P-Por lo que dije antes.-Tobe murmuró.-Dije muchas cosas que... no pensé bien.-

-¿Por qué te disculpas? -La peli azul bajó la mirada, sintiendo una presión en el pecho.-D-Dijiste lo que pensabas, ¿No?-

-No siempre digo lo que pienso...-

Ring-Ring sintió su corazón latir con fuerza.

El parque parecía interminable mientras caminaban bajo la luz tenue de los faroles.

Pero, en ese instante, ninguno quería que el trayecto terminara.

Las luces de Seúl titilaban como luciérnagas en la distancia, pero ellos apenas les prestaban atención.

Los edificios comenzaban a volverse más bajos, más modestos.

Habían dejado atrás la zona lujosa de la ciudad y se adentraban en un barrio más tranquilo, donde las calles estaban desiertas y las luces de las casas parpadeaban de vez en cuando, como testigos silenciosos de la vida nocturna de sus habitantes.

-¿A dónde me llevas? -Ring-Ring no dejaba de mirarlo de reojo.

Él no respondió de inmediato, limitándose a apretar el paso.

-Con alguien que puede ayudarte...-

Ring-Ring suspiró, sintiendo cómo el cansancio comenzaba a pesarle.

No tenía fuerzas para discutir... pero tampoco podía ignorar el calor de los brazos que la sostenían.

El camino no fue largo.

Tobe giró en una calle angosta y se detuvo frente a una casa de dos pisos con una pequeña lámpara de luz cálida junto a la puerta.

Sin dudarlo, levantó el puño y golpeó la madera con firmeza.

-¡O-Oye! ¡Es muy tarde! -La peli azul intento detenerlo.-No puedes ir llamando puertas como si fueras un loco...-

-Ya verás.-Tobe golpeó otra vez.

-Nadie te abrirá a estas horas.-Ring-ring resoplo.-¡Nadie abre la puerta a un lunático como tú!-

Pero justo en ese instante la puerta se entreabrió con un chirrido, dejando escapar un destello cálido desde el interior de la casa. Entre las sombras del umbral apareció un joven de cabello revuelto, con los ojos entrecerrados y el rostro marcado por la somnolencia.

-¿Quién diablos...? -El hombre bostezó, frotándose un ojo mientras intentaba enfocar la vista en la oscuridad de la madrugada.

Pero en cuanto sus ojos se posaron en la figura que aguardaba en la entrada, su sueño se evaporó como un espejismo.

-¡¿S-Señor...?!-

Sus pupilas se dilataron de golpe y su mandíbula se aflojó, como si estuviera viendo algo imposible, un espectro surgido de viejas memorias.

-¿Vas a dejarme entrar o prefieres que te parta la cara aquí mismo?-El samurái frunció el ceño.

El joven parpadeó, todavía incrédulo, como si esperara que en cualquier momento la visión frente a él se desvaneciera.

-¡N-No lo puedo creer! ¡Es usted!-

-¿S-Se conocen?-Ring-Ring, observó la escena con perplejidad.

Pero el joven ni siquiera pareció oírla.

De repente, como si un resorte lo hubiese impulsado, sus ojos brillaron con una euforia infantil y su boca se abrió en un grito descontrolado.

-¡YOON! ¡NIÑOS! ¡VENGAN RÁPIDO! ¡TIENEN QUE VER ESTO!-

Tobe sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

-¡¿QUÉ DIABLOS ESTÁS HACIENDO IDIOTA?! -El samurái grito, sintiendo cómo el calor le subía al rostro.

-Cariño...¿Qué está pasando?-Una voz femenina, arrastrada por la pereza del sueño, resonó desde el interior de la casa.

Unos pasos apresurados descendieron por las escaleras, y en cuestión de segundos, una mujer con una bata de dormir apareció en el pasillo con un bebé en brazos, seguida de dos pequeños niños que apenas lograban mantener el equilibrio en su carrera.

La mujer parpadeó varias veces, tratando de procesar lo que veía. Sus ojos recorrieron la escena lentamente, hasta detenerse en Tobe.

Y entonces, el asombro le robó el aliento.

-¡No puede ser...!-

Los niños, confundidos pero intrigados, dirigieron la mirada al hombre de expresión severa que sostenía con firmeza a una chica linda envuelta en su chaqueta.

-Papi, ¿Quién es él? -Preguntó uno de ellos con inocente curiosidad.

-¡Es el señor Tobe! ¡Él está aquí!-

Los pequeños intercambiaron miradas atónitas, como si les hubieran revelado que el héroe de sus historias de cuna había cobrado vida.

-¡¿E-Es el?!-

-¡Por favor pasen! -La mujer exclamó con una reverencia apresurada, apartándose del camino con torpeza.

Ring-Ring sintió de inmediato el peso de todas las miradas sobre ella. Su rostro ardió con una vergüenza insoportable, y por primera vez en su vida, deseó desaparecer.

-¡N-No puedo creerlo! -El joven, aún boquiabierto, se acercó con una sonrisa radiante.-¡Es aún más impresionante que la última vez que lo vi!-

-¡C-Cállate idiota!-Tobe frunció el ceño y gruñó.

-Ah...-El joven soltó una carcajada nostálgica.-Sigue siendo el mismo gruñón de siempre.-

-¡Iré a preparar algo para usted señor Tobe! - La mujer, aún en un estado de incredulidad, se apresuró hacia la cocina.

-¡Niños traigan algunos bocadillos para nuestros invitados! -El hombre ordenó con entusiasmo.

-¡S-Sí! -Los pequeños asintieron antes de correr a toda velocidad.

-¡N-No! -Tobe intentó detenerlos, pero ya era tarde.

-Señor, por favor, tomen asiento mientras...-El hombre volvió a girarse hacia ellos, aún con la euforia pintada en su rostro.

-¡Seok! -El samurái frunció el ceño.-No hay tiempo para esto, necesitamos ayuda.-

Solo entonces, Seok reparó en Ring-Ring y en la forma en que su pierna descansaba en una posición incómoda entre los brazos de Tobe. Bajó la mirada y su expresión se tornó seria al notar la leve hinchazón en su tobillo.

-¡O-Oh! -Seok se ajustó las gafas con torpeza antes de inclinarse en una reverencia.-¡M-Mil disculpas, señorita! No lo había notado...-

-D-Descuide...-Ring-Ring forzó una sonrisa tenue.

-¿Vas a ayudarla o no? -Tobe lo miro con impaciencia.

-¡Por supuesto!-Seok asintió con rapidez, recuperando su profesionalismo.-Vamos a mi consultorio.

El alivio recorrió el cuerpo de Ring-Ring como una corriente cálida.

Al menos, no estaban dejando su destino en manos de un desconocido cualquiera.

Seok los guio a través de un pasillo hasta una habitación en la parte trasera de la casa.

Era un espacio modesto, pero bien organizado. Una estantería repleta de frascos de medicina y utensilios médicos ocupaba una de las paredes, mientras que en el centro había una camilla con sábanas blancas impecables.

Una lámpara ajustable proyectaba una luz tenue, cálida, casi reconfortante, como si aquel lugar fuera un refugio seguro en medio del frío de la noche.

-Déjela aquí...-El médico indicó, señalando la camilla con un gesto tranquilo.

Tobe no respondió.

Con la misma delicadeza con la que se sostiene algo frágil, depositó a Ring-Ring sobre la superficie acolchada.

Tan pronto como la calidez de su cuerpo se apartó del suyo, ella sintió un vacío punzante, como si algo esencial se hubiera desprendido de ella sin permiso.

El samurái se enderezó, clavando su mirada en Seok con la intensidad de una cuchilla desenvainada.

-Más te vale atenderla bien... -Tobe le advirtió, con voz grave y ceño fruncido.-O te romperé la cara.-

-No se preocupe, señor.-Seok soltó una risa ligera, sin inmutarse.-Haré mi trabajo y puede esperarla en la sala si lo desea.-

Tobe exhaló pesadamente, como si cada palabra de aquel hombre le arrancara un poco de paciencia.

Murmuró algo entre dientes y salió del consultorio sin más.

Ring-Ring tragó saliva, sintiéndose repentinamente pequeña en aquella camilla.

-S-Señor... -La peli azul aclaró su garganta antes de hablar, con cierta timidez.-Lamento mucho las molestias.-

-¡Oh! ¡No se preocupe! -Seok sonrió, mientras se inclinaba para examinar su tobillo con precisión.-Pero parece que tuvieron una noche muy... ¿Cómo decirlo? ¿Agitada?-

-¡N-No es lo que piensa!-Ring-Ring sintió el calor subirle al rostro, pero sin previo aviso, un leve pinchazo la hizo estremecerse.-¡A-Auch!-

-¿Le duele aquí? -El medico presiono con suavidad la zona inflamada.

-S-Si...-La peli azul asintió con una mueca.

-Afortunadamente, nada está roto, pero tiene un esguince leve, voy a vendarlo y le daré algo para el dolor.-

-E-Está bien... -

Mientras él se levantaba para buscar las vendas, Ring-Ring lo observó con atención.

Había algo en él, en la manera en que se movía, en el brillo de sus ojos...

Algo que le resultaba inquietantemente familiar.

-¿Sucede algo? -Seok sonrió levemente al notar su mirada.

-Es que... me pareces conocido.-La peli azul ladeó la cabeza, dudando.

Seok sonrió de lado, como si hubiera estado esperando esa reacción.

Con un movimiento ágil, levantó ambas manos frente a su rostro, dejando al descubierto solo sus ojos.

-¿Así le resulta más fácil recordarme?-

-¡Aja! -Ring-Ring sonrío y lo señaló con entusiasmo.-¡Eres uno de los ninjas de Tobe!-

-Solía serlo...-Seok asintió con una sonrisa nostálgica.-Pero quería ser médico...-

-Ahora que lo mencionas... Tobe alguna vez me dijo que más de un ninja dejó su clan para seguir sus sueños...-

-Al principio fue difícil, pero gracias al señor Tobe, pude cumplir el mío.-Seok asintió mientras terminaba de vendar su tobillo.

-¿De verdad?-Ring-Ring sintió su corazón latir con más fuerza.

-Ser parte del clan Taek no es precisamente un orgullo para la mayoría de la gente.-Seok se apoyó contra la mesa de trabajo, cruzándose de brazos.-Muchos nos veían como escoria, me despidieron de varios empleos, y pagar mis estudios fue una pesadilla...-

-V-Vaya...-Ring-Ring bajó la mirada, sintiendo un nudo en el estómago.

-P-Pero entonces -El médico continuó con una sonrisa.-Un día, cuando llegué a la universidad, me enteré de que el jefecit...-Aclaro su garganta.-E-El señor Tobe había pagado un par de semestres por adelantado.-

-¿E-En serio?-La peli azul sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

-Oh, y eso no es todo.-Seok se rio entre dientes.-Cuando intenté negarme, el señor me amenazó con romperme las piernas si no aprobaba todas mis materias.-

-B-Bueno... supongo que lo hizo para motivarte.-Ring-Ring soltó una carcajada nerviosa.

-¡Exactamente! Pero eso no fue lo único...También se aseguró de ayudarme con mis gastos durante casi toda la carrera.-Seok señaló un diploma enmarcado en la pared con un brillo de orgullo en los ojos.

Ring-Ring observó el documento, pero luego su mirada se desvió hacia otra cosa: una serie de fotografías alineadas en una repisa.

En ellas, Seok aparecía junto a otros ninjas que, al igual que él, habían dejado la pandilla.

Cada uno tenía ahora una vida distinta. Algunos eran profesores, otros artesanos, incluso había una imagen de un antiguo ninja vestido con un impecable uniforme de policía.

En el centro de una de las fotos, rodeado por todos ellos, estaba Tobe.

Ring-Ring sintió una opresión cálida en el pecho.

-Siempre hace esto cuando alguno de nosotros "abandona" el clan -Seok sonrió.-Nos dice que no nos necesita... pero secretamente nos cuida.-

-No tenía idea de que...

-Si lo conoce tan bien como yo...sabrá que es un hombre testarudo.-

-Sí... lo es.-La peli azul río levemente.

-Al principio, me sentía mal por haber dejado a la pandilla y a él... -Seok suspiró, apoyando las manos en su cintura.-Pero creo que ahora él está mejor...-

-¿P-Por qué lo dices?-

-Usted es la señorita Ring-Ring, ¿Verdad?-

-S-Sí...-

-¡Es un honor conocerla también! -Seok hizo una reverencia rápida.-Aún me mantengo en contacto con los chicos y he escuchado muchas cosas maravillosas sobre usted.-

-N-No es para tanto...-La peli azul sintió el calor subirle al rostro.

-¡Por supuesto que lo es! -Seok insistió.-Muchas gracias por cuidar de mi señor...-

-D-Descuida...-La joven abrió los ojos con sorpresa.

-Por cierto...¿Cómo se siente ahora?-

Ring-Ring se sobresaltó ligeramente y apoyó su pie en el suelo con cautela.

Para su sorpresa, el dolor había disminuido.

-Ya no duele tanto...-

-¡Bien! Aun así, le recetaré un par de cosas...-Seok se apresuró a escribir una receta y a preparar algunos medicamentos.

Mientras lo hacía, Ring-Ring volvió a observar las fotografías.

En unas, Seok aparecía con su esposa e hijos.

En otras, con los antiguos ninjas.

Y en todas... en todas, la sombra de Tobe estaba presente.

Los ricos y arrogantes de aquella fiesta no sabían nada.

Habían hablado de él como si fuera un criminal sin redención.

Un hombre sin propósito ni humanidad.

Pero estaban equivocados.

Estaban completamente equivocados.

-Aquí tiene, señorita...-Seok le extendió la receta y un par de medicamentos.

Ring-Ring tomó las pastillas en silencio, pero su corazón latía con una certeza renovada.

Tobe... era mucho más de lo que cualquiera de ellos imaginaba.

-Gracias, doctor...Ha sido muy amable conmigo.-

-¡Oh, por favor! No hay necesidad de tanta formalidad, puede llamarme Seok, después de todo, trabajé bajo el mando del señor Tobe por años.-El médico soltó una risa ligera antes de hacer un gesto hacia la puerta.-Vamos, la llevaré de vuelta con él.-Ayudó a Ring-Ring a bajar de la camilla con cuidado, asegurándose de que apoyara el pie con suavidad.

Aunque aún sentía un ligero dolor, era mucho menos intenso que antes.

Con pasos cautelosos, siguió a Seok por el pasillo angosto de la casa, donde los retratos familiares decoraban las paredes con tonos cálidos y acogedores.

De pronto, Seok se detuvo y chasqueó los dedos como si hubiera recordado algo importante.

-¡Oh, diablos! Casi lo olvido...Necesito ir a ayudar a mi esposa con la cena.-

-¿Ayudarla? N-No es necesario, de verdad... ya nos han ayudado bastante, no queremos causarles más molestias.-Ring-Ring parpadeó, sorprendida por su repentina inquietud.

-¡Tonterías! ¡Esto no es una molestia!-Seok negó con firmeza, alzando una mano como si con ello descartara por completo la idea de que fueran una carga.-Ustedes dos son invitados muy especiales y es todo un honor para nosotros.-

-P-Pero...-Ring-Ring intentó insistir, pero Seok ya había desaparecido por el pasillo, moviéndose con agilidad hacia la cocina.

Ella suspiró, resignada, y continuó avanzando con paso lento y cuidadoso.

Mientras caminaba, su mirada se desvió a las paredes de la casa, donde había más fotografías enmarcadas.

Había muchas imágenes de Seok y su familia, con su esposa y sus hijos sonriendo bajo la luz del sol.

Pero lo que más llamó su atención fueron las fotos en las que aparecía Tobe rodeado de sus antiguos ninjas.

En una de ellas, Tobe estaba en el centro, con los brazos cruzados y su expresión seria de siempre, pero los demás lo rodeaban con sonrisas amplias, algunos incluso apoyando un brazo en su hombro como si se tratara de un hermano mayor.

En otra, estaban reunidos en lo que parecía ser una pequeña taberna, brindando con entusiasmo.

Lo más impactante era cómo todos parecían relajados y felices a su lado.

No eran solo seguidores.

Eran una familia.

Ring-Ring sintió un nudo en el pecho al darse cuenta de cuánto cariño había en esas fotos.

Todas esas personas, a quienes la sociedad había rechazado, habían encontrado un hogar con él.

Y cuando decidieron seguir adelante con sus vidas, él no los abandonó.

Siguió caminando hasta que algo más captó su atención.

Su intención era llamar la atención de Tobe y avisarle que ya se sentía mejor, pero se detuvo en seco al encontrarse con una escena completamente inesperada.

Tobe, el infame y temido líder de un clan ninja, el hombre de semblante frío e impasible, sostenía en brazos a un bebé.

Su expresión, lejos de la severidad habitual, era serena y paciente.

Con un movimiento casi instintivo, mecía al pequeño con delicadeza mientras los otros dos niños lo rodeaban, mirándolo con fascinación absoluta.

-¡Señor Tobe! ¿Es cierto que venció a cien hombres con una sola mano? -El niño mayor tenía los ojos brillando de emoción

-Tonterías...-Tobe resopló, dándose aires de importancia.-No fueron cien.-

-¡¿Entonces cuántos?! -El niño casi saltó de la emoción.

-Ciento diez.-El samurái sonrió con arrogancia.

Los niños soltaron un grito de asombro.

Ring-Ring se cubrió la boca con una mano, ahogando una risa.

-¡Señor Tobe usted es increíble! -El mayor exclamó con ojos llenos de admiración.

-¡Es como una leyenda viviente! -La pequeña añadió casi brincando de la emoción.

Tobe, aunque mantenía su compostura, parecía algo divertido con los halagos.

-Mi hermano Min quiere ser parte de su clan...-La pequeña lo señaló.

-¿Así que quieres ser parte de mi clan? -El samurái lo miro con fingida seriedad, arqueando una ceja.

-¡Sí! ¡Yo quiero ser fuerte como usted! -Min aseguró, apretando los puños con determinación.-¡Quiero aprender a moverme como una sombra!-

Tobe dejó escapar una leve risa, sin perder su porte estoico.

-No es tan fácil como creen, entrenar en mi clan requiere disciplina, sacrificio...-

Los niños rieron, completamente embelesados.

La más pequeña, que hasta ese momento había estado dibujando en el suelo, se acercó corriendo con un par de papeles en la mano.

-¡Señor Tobe mire! -La pequeña exclamó, alzando los dibujos con una sonrisa orgullosa.

El samurái los tomó con interés.

Eran ilustraciones de él en diferentes poses heroicas: una donde blandía una espada con fuego de fondo, otra en la que peleaba con varios enemigos y otra donde estaba de pie con una capa ondeando al viento.

-Hmm... -El samurái murmuró, examinándolos con seriedad teatral.-Me has capturado bastante bien, pequeña...Especialmente esta.-Señaló la del fuego.-Muy dramática.-

-¿Me firma uno? ¡Por favor!-La niña aplaudió emocionada.

Tobe alzó una ceja, pero tomó uno de los dibujos y con un pincel cercano estampó su firma con caligrafía sorprendentemente elegante.

-Aquí tienes.-

La niña lo abrazó de inmediato, feliz con su "autógrafo".

Mientras tanto, el bebé en sus brazos seguía riendo, estirando las manitas para tocarle el rostro.

Ring-Ring sintió que su pecho se llenaba de calidez.

Ver a Tobe en esa faceta era algo que jamás había imaginado.

Él, el guerrero temido, el criminal buscado, el hombre que siempre se mostraba orgulloso y peligroso... ahora estaba ahí, atrapado en la devoción infantil, sin saber cómo actuar ante tanto cariño.

Era dulce.

Tan ridículamente dulce.

Su mente divagó sin querer en una imagen que la hizo sonrojarse:

Tobe como padre.

Sacudió la cabeza rápidamente para disipar ese pensamiento.

En ese momento, Tobe levantó la vista y la vio.

Su expresión cambió de inmediato.

Su postura relajada se volvió rígida, su rostro adquirió de nuevo su seriedad habitual y una leve sombra de sonrojo apareció en sus mejillas.

Como si quisiera borrar toda evidencia de ternura, colocó al bebé en una andadera con rapidez y se aclaró la garganta.

-¿Y-Ya estás mejor? -El samurái se cruzó de brazos, fingiendo indiferencia.

-Sí, Seok es un gran médico.-Ring-Ring, aún con una sonrisa en los labios, asintió.

Tobe desvió la mirada, pero no pudo evitar que su orgullo se reflejara en una leve sonrisa satisfecha.

Pero antes de que pudiera responder, la niña que había estado tan emocionada con Tobe giró la cabeza y abrió los ojos como platos al ver a Ring-Ring.

-¡AHHH! ¡Eres RING-RING!-

El grito emocionado hizo que el otro niño también la notara.

-¡Es cierto! ¡Es la señorita Ring-Ring!-El niño la señaló.-¡Mi hermana y mi mamá te ven mucho en la televisión!-

Ring-Ring se congeló por un momento.

Aunque estaba acostumbrada a la fama y a los flashes de las cámaras, nunca había sabido cómo interactuar con niños pequeños.

-¡Eres tan bonita! -La pequeña se acercó, con una expresión de asombro puro.-M-Me gusta mucho tu vestido... -Murmuró, tocando suavemente la tela.

Sus labios se curvaron en una sonrisa más natural.

-G-Gracias...-Ring-Ring sintió una extraña calidez en su pecho ante la inocente admiración de la niña.-¿Cómo te llamas?-

-S-Soy Min-ji... -La pequeña hablo tímidamente.

-Es un nombre muy bonito...-

La niña rio suavemente, cubriéndose la cara con las manos.

El otro niño, no queriendo quedarse atrás, se acercó también.

-Señorita Ring-Ring, ¿Es cierto que ganó un premio en Seúl por ser la mejor modelo?-

-Bueno... -La peli azul se sonrojó levemente. -Sí, hace un par de años.-

-¡Aaaah! ¡Eres increíble!-

Tobe, que hasta ese momento había estado observando en silencio, cruzó los brazos y observó a Ring-Ring con una mirada sutilmente divertida.

Parecía estar disfrutando verla un poco nerviosa.

El pequeño, con su tambaleante andar, se acercó a Ring-Ring con una curiosidad desbordante.

Sus grandes ojos brillaban con un interés puro y una risita escapó de sus labios cuando ella, todavía congelada en su sitio, lo miró como si se enfrentara a su desafío más grande.

-Quiere que lo cargues... -Min lo señaló con una sonrisa divertida.

-¿Q-Quiere qué...? -Ring-Ring parpadeó incrédula, su voz reflejaba su desconcierto.

-¡Sí! Le gustas.-Min-Ji asintió con entusiasmo.

Ring-Ring tragó saliva.

Sostener bebés no era parte de su experiencia.

Sin embargo, bajo la atenta mirada de los niños y con el pequeño mirándola como si fuera la persona más fascinante del mundo, no tuvo más opción que inclinarse y, con torpeza, alzar al bebé en brazos.

Para su sorpresa, la criatura soltó una risita.

Tobe, apoyado contra la pared, entrecerró los ojos mientras la observaba.

Algo en la escena lo incomodó de una manera extraña, como una sensación cálida y punzante a la vez. No era un pensamiento consciente, pero su mente divagó en una imagen que le revolvió el pecho:

Ring-Ring sosteniendo a su propio hijo.

Un leve calor le subió a las mejillas y sacudió la cabeza rápidamente.

Ridículo.

-Oh, es más fácil de lo que creí... -Ring-Ring miro a los niños con una sonrisa satisfecha.

Sin embargo, Tobe se tensó al notar cómo sostenía al bebé... prácticamente de cabeza.

-N-No lo sostengas así... -El samurái murmuró con fingida indiferencia mientras se acercaba rápidamente y sujetaba al pequeño con firmeza.

-¿Ah sí? ¿Y tú qué sabes? -Ring-Ring arqueó una ceja, desafiante.

-¿Crees que es una bolsa de compras?-Tobe le lanzó una mirada de pura incredulidad.

-¡P-Por supuesto que no! -La peli azul exclamó indignada.-Pero nadie me explicó cómo hacerlo.-

-Déjame enseñarte.-El samurái suspiró, frotándose la sien.

Sin darle tiempo a rechazar su ayuda, se posicionó detrás de ella, acercándose más de lo que cualquiera de los dos esperaba.

Ring-Ring sintió el leve roce de su pecho contra su espalda, el calor de su cuerpo irradiando a través de la fina tela de su vestido.

Sus manos, fuertes y seguras, se deslizaron con precisión hasta cubrir las suyas.

-Así... -Tobe murmuró junto a su oído, su voz ronca y baja.

Ella contuvo la respiración.

Las manos del samurái guiaron las suyas, con una firmeza sorprendentemente delicada.

Sus dedos ajustaron la forma en la que ella sujetaba al bebé, asegurándose de que su cabeza estuviera bien apoyada en el hueco de su brazo.

-Sostén su espalda con la otra mano, no tan rígida... -Tobe continúo con su tono más suave de lo habitual.

Ring-Ring sintió su corazón latir con fuerza. Demasiado cerca.

Podía oler la ligera fragancia de su piel, sentir la presión de su cuerpo envolviendo el suyo.

Era una sensación íntima, como si por un instante compartieran un mundo solo para ellos dos.

El bebé, ajeno a la creciente tensión entre los adultos, soltó un balbuceo contento y estiró su diminuta mano para jugar con el cabello de Ring-Ring.

Ella apenas pudo reaccionar.

-¿L-Lo estoy haciendo bien? -La peli azul murmuró.

Él tardó un segundo en responder.

Sus ojos recorrieron su perfil, el leve sonrojo en sus mejillas, la forma en que sus labios parecían temblar apenas.

-Sí... -El samurái murmuró, casi sin darse cuenta.

Entonces, ambos lo sintieron al mismo tiempo.

La tensión latente, el calor en el aire, el peligroso borde al que se estaban acercando sin siquiera notarlo.

Ring-Ring fue la primera en reaccionar.

Se removió sutilmente, como si tratara de alejarse sin hacerlo demasiado evidente.

Tobe se percató de su movimiento y, con un ligero carraspeo, soltó sus manos y dio un paso atrás, como si la distancia pudiera disipar el torbellino de sensaciones que acababa de envolverlos.

-No estuvo tan mal... para mi primera vez sosteniendo un bebé.-La peli azul dejó escapar una risa nerviosa.

-Podría haber sido peor.-El samurái desvió la mirada, aún con el sonrojo persistente en su rostro.

Sin embargo, antes de que pudieran seguir con su extraña conversación, la puerta se deslizó.

Seok regresó a la sala con paso tranquilo, con una expresión serena en el rostro.

Ring-Ring, aun sintiendo el calor persistente en su piel después de aquel extraño momento con Tobe, aprovechó la oportunidad para devolver al bebé a su andadera.

Tobe, por su parte, seguía un poco abrumado por la situación.

-E-Entonces...-El samurái. Aclaró su garganta y, con su tono habitual de dureza contenida, se dirigió a Seok.-¿C-Cuánto te debo?

Seok parpadeó, sorprendido. Luego, con una sonrisa, sacudió la cabeza.

-No fue nada.-

-Sabes que no me gusta deber favores.-Tobe frunció el ceño.-Dime la cantidad.-

-No te cobraría ni una moneda.-Seok lo miró con firmeza.-A ti, jamás.-

-Pero de verdad, Seok, fue muy amable de tu parte.-Ring-Ring, sintiendo la incomodidad en la conversación, intervino.-No podemos aceptar algo así sin compensarte de alguna manera.-

-No hay nada que compensar.-Seok sonrió, con una calma inquebrantable.-El señor Tobe es muy importante para mí y me niego rotundamente.-

-Entonces, nos iremos ya.-Tobe suspiró, notando que era inútil seguir discutiendo.

Los niños, que habían estado observando la conversación con atención, de inmediato protestaron.

-¡Nooo! -Min-Ji exclamó, inflando las mejillas.-¡Quédense un poco más!-

-Sí, apenas estuvieron aquí un rato.-Min frunció el ceño.-¡No es justo!-

Incluso el bebé hizo un puchero en su andadera, como si se sumara a la súplica.

-No veo por qué deberían irse tan pronto...-Seok cruzó los brazos, asintiendo.

Antes de que pudieran insistir en su partida, Yoon apareció con una bandeja en las manos, el aroma de los platillos recién preparados llenando la habitación con una calidez reconfortante.

-¡Justo a tiempo!-La mujer los miro con una sonrisa radiante.-Les preparamos algo para cenar.-

Tobe y Ring-Ring se quedaron congelados en su lugar, mirándose con incomodidad.

-Oh, no podemos aceptar eso... -La peli azul la miro algo avergonzada.-Y-Ya les hemos dado demasiadas molestias esta noche.-

-Sí, es tarde y no queremos ser una carga...-Tobe asintió, con los brazos cruzados.

-¡Para nada!-Yoon sonrió.

-Por favor, siéntanse como en casa.-Seok reafirmó con una sonrisa.

Tobe y Ring-Ring estaban a punto de negarse nuevamente, pero justo en ese momento, sus estómagos rugieron en unísono.

El silencio que siguió fue... humillante.

Los niños los miraron con ojos muy abiertos. Yoon reprimió una risita y Seok levantó una ceja, divertido.

Ring-Ring sintió su rostro arder.

Tobe cerró los ojos, derrotado.

-Tch... Supongo que un poco de comida no hará daño.-El samurái evadió sus miradas.

-Sí... será grosero rechazarla ahora.-La peli azul suspiró y, con una sonrisa tímida, asintió.

Los niños aplaudieron emocionados y, en cuestión de minutos, estaban sentados alrededor de la mesa, donde Yoon y Seok les sirvieron una cena exquisita.

El aroma era irresistible, y el primer bocado confirmó que la comida era tan deliciosa como parecía.

-¡No puedo creer que esté cenando con Ring-Ring! -Yoon exclamó con emoción.- ¡Eres tan hermosa en persona!-

-Oh, gracias...-Ring-Ring se sonrojó un poco, sin saber cómo responder.

-¡Eres como una princesa! -Min-Ji exclamó con adoración.

-Sí, "Princesa".-Tobe, que estaba bebiendo un sorbo de té, soltó una pequeña carcajada.

Ring-Ring le lanzó una mirada asesina antes de darle un fuerte pisotón debajo de la mesa.

El samurái se sobresaltó, ahogando una grito.

Los niños miraron la escena con curiosidad.

-¿Qué hacen ustedes dos juntos a estas horas?-El mayor los miro con curiosidad

-¡M-Min!-Seok y Yoon se quedaron rígidos en sus asientos, sintiendo la incomodidad del momento.

-¡Es obvio!-Min-Ji, por otro lado, se llevó las manos a la boca con emoción.-¡El señor Tobe es su príncipe!-

La peli azul y el samurái casi escupen su comida.

-¡N-No es eso! -Gritaron al unísono, ambos con el rostro enrojecido.

Pero en el fondo, ninguno pudo ignorar el leve cosquilleo que la idea les provocó.

-N-No es nada de eso.-Tobe, incómodo, desvió la mirada.

-Entonces, ¿Qué hacen juntos?-Min frunció el ceño.

El samurái entro en pánico, no quería mencionar que él era su guardaespaldas.

-Somos... amigos.-Ring-Ring se aclaró la garganta, tratando de recuperar la compostura.

-¡S-Si!-El samurái asintió.-Y bueno...nos encontramos en una fiesta y ella se lastimo...-

-Y...aquí estamos...-La peli azul río levemente.

Seok y Yoon intercambiaron una mirada, pero no dijeron nada.

Los niños parecieron aceptarlo, aunque Min-Ji seguía mirándolos con sospecha, como si aún creyera en su propia versión.

Tobe suspiró, bebiendo otro sorbo de té.

Ring-Ring, aún con las mejillas encendidas, trató de concentrarse en la comida.

La cena continuó de forma amena, el reloj marcaba casi las dos de la mañana y la realidad se imponía.

-Es hora de irnos.-El samurái dejó su taza de té sobre la mesa y se puso de pie con un gesto decidido.

Ring-Ring, quien había estado disfrutando de la conversación con Yoon y los niños, levantó la mirada con un atisbo de sorpresa.

-¿Tan pronto?-

-No queremos dar más molestias. -Tobe cruzó los brazos.-Ya hemos invadido su hospitalidad suficiente tiempo.-

-No ha sido ninguna molestia.-Yoon negó con la cabeza, con su sonrisa amable.-Nos honra haber compartido la noche con ustedes.-

-¡Pero quiero que la Princesa se quede más tiempo!-Min-Ji, que había estado pegada a Ring-Ring durante la cena, infló las mejillas con descontento.

-No puede.-Tobe soltó una risa baja, apenas perceptible.-Su castillo la espera.-

Ring-Ring le lanzó una mirada fulminante, pero su atención fue capturada inmediatamente por los niños que la rodearon con adoración.

-D-Descuiden, tal vez otro día los visitemos de nuevo...-

-¿¡D-De verdad!?-Los niños dieron algunos brincos con emoción.

-¡Estaremos muy honrados!-Seok sonrió.

-Oh, vamos, no exageren...-Ring-Ring se sintió repentinamente abrumada por tantos halagos y se llevó una mano al rostro, tratando de ocultar el leve sonrojo que comenzaba a colorear sus mejillas.

-Es la verdad. -La mujer afirmó con dulzura.-Eres una joven encantadora...-

-Pff... -Tobe desvió la mirada con una mueca de diversión.-No saben lo insoportable que puede ser.-

Ring-Ring le dio un pisotón discreto en el pie, haciendo que él reprimiera un gruñido de molestia.

-E-En fin, realmente ya es tarde y...-La peli azul miro a los niños.-Probablemente ustedes tienen que ir a la escuela muy temprano...-

-Oh!-Yoon se sobresaltó.-¿C-Como pude olvidarlo.-Cargo al bebé y miró a sus hijos.-Niños, despídanse se la señorita Ring-ring y el señor Tobe...-

-¡Adiós! -Los dos un tanto desanimados hicieron una reverencia.

-Señor...-Seok, quien había estado observando todo con una expresión tranquila, se acercó a Tobe con las manos en los bolsillos. -Antes de que se vayan... quiero darle una sugerencia.-

-¿Cuál?-El samurái lo miró con sospecha.

-Tiene que cargarla.-Seok inclinó ligeramente la cabeza en dirección a Ring-Ring, que seguía despidiéndose de los niños.

-¿Qué?-Tobe parpadeó, completamente desconcertado.

-Apenas se está recuperando de su tobillo.-Seok explicó con calma.-Deberías llevarla en brazos.-

-¿¡Qué demonios estás diciendo!?-El samurái sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

-No ponga esa cara.-Seok sonrió, divertido por su reacción.-Es lo lógico.-

-E-Ella puede caminar perfectamente...-

-Pero no debería esforzarse demasiado.-Seok le dio una palmada en el hombro.-Hágalo por su bien.-

-M-Me vengare de ti...-Tobe lo miró con una mezcla de incredulidad y vergüenza.

-Lo sé...-Seok simplemente sonrió antes de girarse y regresar con su familia, mientras acompañaban al samurái y a la peli azul a la salida.

-Tengan mucho cuidado...-Yoon los miro con una sonrisa.

-¡Vuelvan pronto!-Los niños sonrieron.

-G-Gracias por todo...-Ring-ring sonrió levemente.

-Lamentamos las molestias...-El samurái salió de la casa junto con la joven.

-¡No fue nada! Nos vemos...-Seok miro a Tobe con una sonrisa burlona y cerró la puerta de su hogar.

-B-Bien, vámonos ya...-Ring-Ring suspiró y comenzó a caminar, lista para irse.

Pero entonces, sintió algo cálido cubriéndola.

Se detuvo, atónita.

El samurái acababa de colocar su chaqueta sobre sus hombros nuevamente.

Antes de que pudiera decir algo, él se inclinó y, con un solo movimiento, la levantó en brazos.

-¡¿Qué estás haciendo?!-La peli azul abrió los ojos de par en par.

-E-Es por tu tobillo. -

-¡P-Puedo caminar!-

-N-No quiero que te lastimes otra vez.-

Ella lo miró fijamente, pero en su interior, sintió un leve cosquilleo recorrer su piel.

El corazón de Tobe latía con fuerza bajo su pecho.

Ella podía sentirlo.

-D-De verdad, esto no es necesario... -Ring-Ring murmuró, con el rostro ardiendo.

Él no respondió de inmediato.

Simplemente la sostuvo con firmeza, con una expresión inexpresiva, aunque la tensión en su mandíbula lo delataba.

-S-Solo quédate quieta.-

Ring-Ring quiso replicar... pero, poco a poco, se rindió.

Se dejó llevar.

Su cabeza se apoyó suavemente contra el pecho de Tobe, y por un instante, el mundo pareció aquietarse.

El viento de la madrugada soplaba suavemente a su alrededor, y el calor del cuerpo del samurái la envolvía como una protección silenciosa.

Lo que él no sabía era que, gracias a que ella era una semidiosa, su tobillo ya estaba completamente curado desde hacía un rato.

Pero por alguna razón...

Se acurrucó un poco más contra su pecho.

Podía sentir la fuerza en sus brazos, el latido firme en su pecho.

Podía sentir el calor envolviéndola.

No quería alejarse.

-N-No te acostumbres.-Tobe siguió avanzando por el sendero con pasos firmes, sin atreverse a mirarla.

-Lo sé...-Ring-Ring cerró los ojos, con una pequeña sonrisa.

Pero, en el fondo, ambos deseaban que ese momento durara un poco más.

Al cabo de unos minutos llegaron al departamento de la peli azul.

El lugar estaba en penumbras, con apenas la luz de la luna filtrándose por las ventanas, proyectando sombras largas y suaves sobre las paredes.

El ambiente entre ellos era pesado.

No de incomodidad, sino de algo más denso, más profundo.

Ninguno decía nada.

Tobe podía sentir la respiración de Ring-Ring contra su pecho, la calidez de su cuerpo, el leve perfume que aún flotaba en su cabello.

Y, a pesar de haber intentado convencerse de que solo la estaba cargando por su tobillo, no podía ignorar lo que realmente estaba pasando en su mente.

Se sentía demasiado bien tenerla tan cerca.

Cuando finalmente llegaron a su habitación, Tobe empujó la puerta con el pie y entró, iluminado solo por la tenue luz de la ciudad que se filtraba por la ventana.

Ring-Ring sintió que su corazón latía con fuerza cuando él la bajó con suavidad, sus manos sosteniéndola con firmeza hasta que sus pies tocaron el suelo.

Por un instante, se quedaron demasiado cerca, sus rostros apenas separados por unos centímetros.

Los ojos de Tobe se encontraron con los de ella en la penumbra, y el silencio entre ambos se volvió insoportablemente denso.

Era el momento perfecto.

Podía decir algo, soltar algún comentario provocador, hacer que la tensión explotara de una vez.

Pero no lo hizo.

En su lugar, apartó la mirada con rapidez y se irguió, cruzando los brazos con torpeza.

-Descansa...Es tarde.-

-S-Sí... Buenas noches.-Ring-Ring parpadeó, un poco aturdida por la brusquedad con la que el momento se rompió.

Tobe asintió sin verla, girando sobre sus talones y saliendo de la habitación sin decir nada más.

Cuando la puerta se cerró tras él, Ring-Ring dejó escapar un suspiro pesado, sintiendo cómo toda la tensión que había acumulado en su pecho la golpeaba de golpe.

Se dejó caer sobre la cama, mirando al techo con una sensación de vacío que no podía explicar.

¿Por qué sentía que algo le faltaba?

Por otro lado, Tobe entró en su propia habitación y cerró la puerta con más fuerza de la necesaria, como si eso pudiera apagar el revoltijo en su mente.

Se dejó caer sobre la cama, con un brazo sobre los ojos.

¿Por qué no dijo nada?

Tenía la oportunidad perfecta.

Podría haberla molestado con su forma torpe de ponerse nerviosa.

Podría haberle dicho que se veía linda con su expresión avergonzada.

Podría haber hecho algo... cualquier cosa.

Pero no.

Simplemente se fue como un cobarde.

Golpeó la almohada con frustración.

En la habitación de enfrente, Ring-Ring se revolvió en su cama, lanzando un bufido.

Se llevó una mano al rostro, sintiéndose ridícula.

¿Por qué estaba actuando como si fuera una colegiala enamorada?

El silencio entre ellos esa noche no era normal.

Era un silencio lleno de todo lo que no se atrevieron a decir.

Y eso era lo que más los atormentaba.

La noche avanzaba lentamente, extendiéndose sobre la ciudad como un manto pesado.

Dentro del departamento, el único sonido que rompía el silencio era el leve crujir de los colchones mientras Tobe y Ring-Ring giraban sobre sus camas, inquietos, atrapados en sus propios pensamientos.

El samurái se llevó una mano al rostro, frustrado.

La deseaba, la necesitaba cerca, pero al mismo tiempo, el miedo a perder lo poco que tenían lo paralizaba.

¿Cuándo fue que se volvió tan cobarde?

No era un hombre que temiera el peligro, no le asustaban las batallas ni los enemigos que quisieran acabar con él.

Pero esto... esto era otra historia.

¿Y si la perdía?

Si daba el primer paso y ella lo rechazaba...

Si su amistad se arruinaba...

Si todo lo que habían construido terminaba en cenizas...

Tobe soltó un suspiro y pasó una mano por su cabello.

Le aterraba la idea de que, si se arriesgaba, Ring-Ring terminara viéndolo como alguien más en su larga lista de hombres que intentaron conquistarla.

Él no quería ser alguien más.

Quería ser el único.

En la habitación de la joven, Ring-Ring estaba igual de desesperada.

Boca arriba, con los ojos clavados en el techo, se mordía el labio inferior con frustración.

¿Por qué era tan difícil?

Había coqueteado con hombres antes, se le daba con facilidad, era parte de su personalidad.

Pero con él...

Con él, todo se sentía diferente.

Ella realmente estaba muy enamorada de Tobe, y no era un simple capricho.

Lo conocía de verdad. Sabía de su orgullo, de su lealtad, de su torpeza emocional, de su ironía afilada y su forma de esconder su calidez detrás de una armadura de dureza.

Lo amaba.

Y ese era el problema.

No podía arriesgarse a perderlo, porque sabía que él no era alguien a quien pudiera reemplazar fácilmente.

Suspiró, cerrando los ojos con fuerza.

Entonces, su mente la llevó a la historia de Smella y Smit.

Dos almas destinadas a estar juntas... pero que nunca encontraron el valor para dar el primer paso.

Dos personas que dejaron que el miedo les arrebatara la felicidad.

No quería que esa fuera su historia.

Y al otro lado del pasillo, Tobe pensaba exactamente lo mismo.

Como si un rayo los golpeara al mismo tiempo, ambos se incorporaron en la cama, respirando agitadamente.

El impulso los arrastró sin que pudieran evitarlo.

Sus pies tocaron el suelo, sus cuerpos se movieron sin que sus mentes pudieran detenerlos.

Salieron de sus habitaciones al mismo tiempo.

Y, cuando giraron en el pasillo, se encontraron cara a cara.

La sorpresa fue tan grande que se quedaron en silencio.

Tobe la miró, con el corazón latiéndole con fuerza.

Ring-Ring parpadeó, sintiendo que el aire se volvía espeso entre ellos.

Por un instante, el tiempo pareció detenerse.

Sus labios se entreabrieron, pero ninguno dijo nada.

Y entonces, la vergüenza los golpeó.

-Ah... yo solo iba a... -La peli azul se cruzó de brazos, desviando la mirada.-Iba por agua...-

-S-Sí... yo también. -El samurái se aclaró la garganta, poniéndose rígido.

El silencio se hizo insoportablemente largo, pesado como el aire antes de una tormenta.

Ring-Ring y Tobe se quedaron allí, mirándose sin pronunciar palabra, atrapados en un duelo de miradas que ninguno sabía cómo terminar.

Era absurdo.

Era frustrante.

Y, sin embargo, ninguno de los dos movía un solo músculo.

Finalmente, como si hubieran recibido una orden invisible, dieron la media vuelta al mismo tiempo.

Caminaron en direcciones opuestas, con los corazones latiendo desbocados, con una maraña de pensamientos atormentándolos.

Ring-Ring apretó los puños con fuerza.

No podía creerlo.

Había tenido la oportunidad, había estado tan cerca... y aun así, se dejó vencer por el miedo.

Su pecho ardía de frustración, de impotencia.

Tobe, por su parte, iba con la mandíbula tensa.

Era un idiota.

Un absoluto, completo y total idiota.

¿Por qué demonios no había hecho nada?

¿Por qué la había dejado ir, otra vez?

Se sentía molesto consigo mismo, con su cobardía.

Pero justo cuando pensó en seguir adelante, un grito lo hizo detenerse en seco.

-¡¿Pero qué demonios te pasa?!-

-¿Eh? -Tobe parpadeó, sorprendido.

Giró lentamente sobre sus talones, solo para encontrarse con Ring-Ring mirándolo con fuego en los ojos.

-Estoy harta. -La peli azul gritó cargada de frustración.-¡Harta de todo esto! ¡Harta de ti!-

-¿¡D-De mí!?-El samurái la miró con incredulidad.-¿¡Y ahora qué hice!?-

-¡Eres ruidoso, molesto, testarudo! ¡Siempre con esa actitud de "soy demasiado genial para hablar de mis sentimientos"! -Ring-Ring avanzó hacia él, cada paso firme y determinado.-¡Y ni siquiera sabes cuándo actuar como un maldito hombre!-

¿Qué demonios estaba pasando?

-¿D-De qué hablas?-El samurái parpadeó.

-¡Hablo de que ni loca voy a esperar treinta años para que pase algo!-

Treinta años.

Tobe sintió que su estómago se encogía.

Ahora sí, estaba nervioso.

Porque sabía exactamente a qué se refería ella.

Su respiración se volvió irregular, pero antes de que pudiera formular una respuesta, Ring-Ring lo sorprendió.

De un momento a otro, lo sujetó de la camisa y lo atrajo hacia ella con fuerza.

El samurái sintió el tirón, su cuerpo inclinándose ligeramente hacia el de ella, el aroma de su cabello envolviéndolo como un susurro seductor.

Y entonces...

El tiempo se detuvo.

Su mente, normalmente tan aguda, tan preparada para cualquier situación, se quedó en blanco.

Porque Ring-Ring, con su feroz determinación y su paciencia agotada...

Lo estaba besando.

Fue un beso firme, decidido, cargado de la frustración y el deseo reprimido que ambos habían arrastrado por tanto tiempo.

Los labios de Ring-Ring se presionaron contra los suyos con la seguridad de alguien que había esperado demasiado, con la intensidad de quien ya no quiere posponer lo inevitable.

Y Tobe apenas podía procesarlo.

Su respiración se atascó en su garganta, su cuerpo entero se paralizó.

Su mente trató de entenderlo, de racionalizarlo, de analizarlo...

Pero su cuerpo, su corazón, simplemente lo aceptaron.

El mundo a su alrededor desapareció.

Ya no existía el pasillo, ya no existían las paredes que los rodeaban, ya no existía el miedo, ni la incertidumbre, ni las dudas.

Solo existía ella.

Ring-Ring.

El calor de su cuerpo.

El roce de sus labios.

La presión de sus manos en su camisa.

El latido ensordecedor de su propio corazón.

No sabía cuánto tiempo pasó.

¿Segundos?

¿Minutos?

El tiempo era un concepto sin importancia cuando la tenía así.

Pero entonces, Ring-Ring se separó lentamente.

El aire se coló entre ambos como una brisa tibia y eléctrica, y Tobe sintió un vacío inmediato.

-¡Wow!-La peli azul suspiró con suavidad, su pecho subiendo y bajando con el peso de la emoción.-Moría por hacer eso desde hace tiempo...-

Sus palabras fueron ligeras, casi despreocupadas, como si simplemente se hubiera quitado un peso de encima.

Pero sus ojos, sus ojos la delataban.

Tobe pudo ver el temblor sutil en sus pestañas, el leve sonrojo en sus mejillas, la forma en que evitaba mirarlo directamente.

Estaba nerviosa.

Pero lo ocultaba con su característica arrogancia.

El samurái sintió un ligero cosquilleo en el pecho.

Antes de que pudiera decir algo, ella se dio la vuelta.

Con una elegancia fingida, con el porte de una diosa que se niega a mostrar vulnerabilidad, comenzó a caminar de regreso a su habitación.

Y Tobe...

El samurái se quedó allí, inmóvil.

El sabor de su beso aún en sus labios.

Su cuerpo aun sintiendo la calidez de su toque.

Y su corazón...

Completamente perdido.

No podía pensar.

No podía respirar con normalidad.

Ring-Ring...

Lo había besado.

La imagen de su rostro al separarse, la falsa despreocupación en su voz cuando dijo que moría por hacer eso...

Maldita sea.

El fuego dentro de él creció, ardiendo con una intensidad peligrosa.

Su corazón latía contra sus costillas con tanta fuerza que casi dolía.

Y entonces, la vio alejarse.

No.

No podía permitirlo.

No después de esto.

De pronto, el trance se rompió.

Sin pensarlo más, Tobe la siguió.

Sus pasos resonaron en el pasillo con firmeza, su respiración aún agitada, su pecho aun ardiendo con el torbellino de emociones que lo consumía.

Cuando la alcanzó, la sujetó del brazo con suavidad, obligándola a girar para enfrentarlo.

Ring-Ring abrió los ojos con sorpresa, pero antes de que pudiera decir algo, Tobe la miró fijamente, con una intensidad que la dejó helada.

-No creas que te vas a salir con la tuya, princesa...-El samurái murmuró suavemente, pero cargado de emoción.

-¿Q-Qué dices?-Ring-Ring sintió un escalofrío recorrer su espalda.

-Digo...-El samurái apretó la mandíbula.-Que no eres la única que está harta.-

El silencio se expandió entre ellos como una tormenta a punto de estallar.

-Tú eres peor que yo. -Tobe dejó escapar una risa incrédula, pero en su voz había un temblor contenido.-Eres insoportable, caprichosa, terca hasta la desesperación, siempre con esa actitud de que todo el mundo debería; inclinarse ante ti...-

-¡O-Oye!-Ring-Ring frunció el ceño, pero Tobe no terminó.

-Eres un dolor de cabeza.-El samurái suspiro pesadamente.-Y aun así...-Su voz bajó un poco.

-¿¡A-Aun así que!?-La joven apretó sus puños.

El fuego en la mirada de Tobe se intensificó.

-Eres la única persona que me hace sentir así.-

-¿Q-Qué...?-Ring-Ring se quedó sin aire.

-Tú me vuelves vulnerable...El samurái sujeto la mano de Ring-ring y la coloco sobre su pecho y ella se sobresaltó al sentir su latido del corazón.

Sus palabras la golpearon como un rayo.

-Eres la única que me saca de quicio y, al mismo tiempo, la única de la que no puedo alejarme...-

El tono de su voz era grave, envolvente, con un matiz peligrosamente encantador.

-Desde hace mucho, mucho tiempo, todo en mí te pertenece... y tú lo sabes.-

Ring-Ring sintió su corazón detenerse por un segundo, para luego latir con una fuerza inhumana.

-Pero si crees que voy a dejarte hacer lo que quieras... -Tobe se inclinó ligeramente, reduciendo la distancia entre sus rostros.-Estás muy equivocada.-

-¿Q-Qué quieres decir?-Ring-Ring sintió el calor subir a sus mejillas.

-Que yo sí soy un hombre.-Tobe sonrió de lado.

Antes de que ella pudiera responder, sus manos la sujetaron de la cintura.

En un movimiento rápido y certero, la inclinó hacia atrás, dominando completamente la distancia entre ellos.

Ring-Ring ahogó un jadeo.

Todo su cuerpo quedó expuesto a él, su respiración se volvió errática.

El samurái la miró como si fuera lo más valioso que existía en la Tierra.

Y entonces, la besó.

El mundo explotó.

Fue un beso sin barreras, sin contención, sin el peso de los miedos o las dudas.

Un beso apasionado, demandante, avasallador.

Tobe se entregó a él con la desesperación de quien ha esperado una eternidad, con la fiereza de un hombre que ya no puede reprimir lo que siente.

Su agarre en la cintura de Ring-Ring se intensificó, sosteniéndola como si fuera un tesoro irremplazable.

La joven, paralizada por la oleada de sensaciones, se dejó llevar.

Todo en ella ardió.

Se sintió mareada, sofocada, atrapada en una espiral de emociones desconocidas.

Pero no quería escapar.

Sus brazos reaccionaron por instinto, una de sus manos se aferró a su camisa, la otra subió hasta su nuca.

Y entonces, en un gesto involuntario...

Su pierna se alzó ligeramente, doblándose con elegancia.

Tobe sintió su corazón acelerarse aún más.

El contacto era embriagador, sus labios se movían con una sincronía perfecta, una danza incendiaria que ninguno de los dos quiso detener.

El tiempo dejó de existir.

El universo entero se redujo a ese instante.

A ese beso.

A ese latido compartido.

Finalmente, cuando el oxígeno se volvió una necesidad, el samurái se separó con lentitud.

El aire entre ambos estaba cargado de electricidad.

Sus respiraciones eran irregulares, entrecortadas, sus cuerpos aún pegados el uno al otro.

Los ojos de Ring-Ring estaban vidriosos, su pecho subía y bajaba con rapidez.

Tobe no se veía muy diferente.

Ambos estaban en shock.

Como si todo aquello no fuera real.

Como si lo que acababa de ocurrir fuera solo un sueño.

Pero el calor en sus labios les recordaba la verdad.

Lo que habían hecho.

Lo que habían sentido.

Ring-Ring tragó saliva, su mente intentando encontrar las palabras correctas.

Pero no las había.

Porque ya no había vuelta atrás.

Porque todo había cambiado.

El tiempo no existía.

Solo estaban ellos dos, atrapados en una burbuja donde todo lo demás se desvanecía.

Ring-Ring observó a Tobe con el corazón latiéndole en los oídos, temiendo que si parpadeaba, él desaparecería, que aquel momento mágico solo era una fantasía.

Pero no lo era.

La calidez de su cuerpo, la intensidad de su mirada, el leve temblor en su respiración... todo era real.

Con suavidad, alzó la mano y acarició el rostro de Tobe con ternura.

Sus dedos rozaron la línea de su mandíbula, explorando la piel tibia de su mejilla con la delicadeza de quien sostiene algo invaluable.

Tobe, atrapado en el fulgor de su mirada, hizo lo mismo.

Deslizó su mano entre sus sedosos mechones, hundiendo sus dedos en su cabello con una suavidad reverente.

Era una sensación extraña.

Nunca antes la había tocado así.

Nunca antes se había permitido desear tanto algo.

Ring-Ring tragó saliva, su mano tembló ligeramente sobre su piel.

No quería que terminara.

No quería que se desvaneciera.

Así que, sin pensarlo demasiado, se acercó una vez más y depositó un beso en sus labios.

Tobe apenas y pudo reaccionar.

El roce fue tan ligero, tan breve, que casi pareció un susurro.

Sin embargo, su cuerpo entero se estremeció.

Antes de que pudiera procesarlo, sus labios respondieron instintivamente.

Él le devolvió el beso con la misma suavidad.

Después ella lo besó otra vez.

Y él también.

Uno tras otro, sin hablar, sin alejarse, como si con cada pequeño roce intentaran asegurarse de que no estaban soñando.

Ring-Ring cerró los ojos y sonrió suavemente contra sus labios.

Era real.

Era terriblemente real.

Y se sintió increíble.

Tobe sintió su sonrisa y no pudo evitar hacer lo mismo.

Pero esa dulzura solo encendió algo más profundo en él.

Algo que ya no podía contener.

La burbuja de delicadeza en la que se habían envuelto explotó.

Como si fueran imanes que finalmente habían cedido a la fuerza que los atraía, sus bocas se encontraron en un beso más profundo, más hambriento.

Más necesario.

Ring-Ring sintió un fuego expandirse dentro de su pecho.

Un ardor delicioso, emocionante, que la obligó a aferrarse a él.

Sus manos se deslizaron por su cuello, aferrándose con una desesperación silenciosa.

Tobe sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando sus uñas rozaron su piel, y su agarre en su cintura se intensificó.

No quería soltarla.

No podía soltarla.

Sin darse cuenta, retrocedieron torpemente hasta chocar contra la pared.

Ring-Ring soltó un pequeño jadeo de sorpresa, pero Tobe no le dio tiempo de reaccionar.

Su boca volvió a buscar la suya, reclamándola una y otra vez.

Cada beso era más profundo, más ardiente, más desesperado.

Como si quisieran recuperar cada segundo que habían desperdiciado en negar lo inevitable.

Ring-Ring sintió el mundo girar.

Sus piernas temblaron.

Su respiración se volvió errática, pero no le importó.

Se aferró a él con más fuerza, aferrándose al único ancla que tenía en ese instante.

Los labios del samurái se movían con una precisión inquietante, como si hubieran nacido para encajar con los suyos.

Era frustrante.

Era abrumador.

Era perfecto.

Tobe también estaba en llamas.

Ring-Ring no tenía idea de lo que le hacía.

De lo absolutamente loco que lo estaba volviendo.

De cómo sus besos lo estaban destrozando y reconstruyendo al mismo tiempo.

Cuando ella se estremeció en sus brazos, cuando sintió su cálido aliento mezclarse con el suyo, una oleada de posesividad lo embargó.

No quería que nadie más la besara así.

No quería que nadie más la hiciera temblar de esa forma.

Porque solo él debía hacerlo.

Solo él.

Ring-Ring apenas y podía procesar lo que pasaba.

El roce de su cuerpo contra el suyo, la sensación de su respiración agitada, el ardor en su piel.

Todo era demasiado.

Pero no quería detenerse.

No podía.

Era como una fuerza inevitable, como una tormenta arrastrándolos sin remedio.

Como si todo lo que habían estado evitando los hubiera alcanzado al fin.

Y ninguno de los dos tenía la intención de huir esta vez.


.

.

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Hiiii guys!

Bueno, finalmente después de tanto tiempo sucedió lo que la mayoría esperabamos.

AL FIIIIIN

Bueno, esto es solo el inicio de un nuevo arco, bc no todo puede ser tan fácil y alegre

¿O si?

Espero que les haya gustado, nos leemos en el próximo capítulo

Bye-Nee!~