El invierno había tejido una serenidad nueva sobre Sooga. Enero había caído como un susurro helado, y la aldea descansaba bajo un manto de nieve que brillaba bajo el cielo pálido, transformando el paisaje en un cuadro de quietud y blancura.

El aire frío, puro y cristalino, se colaba por las callejuelas donde los habitantes retomaban su rutina diaria, envueltos en gruesas capas para enfrentarse al clima invernal. Los comerciantes desempolvaban sus puestos, ofreciendo frutas de temporada y artesanías, mientras las risas de los niños resonaban, persiguiéndose entre los copos que danzaban desde el cielo.

A un lado de la aldea, el imponente bosque de bambú se alzaba como un santuario, sus altos tallos formando un dosel esmeralda bajo el que solo los valientes osaban adentrarse. Allí, en medio del denso laberinto de tallos y hojas, la guarida de Tobe respiraba una calma engañosa.

Sus ninjas, vestidos en tonos oscuros, estaban ocupados con los quehaceres de cada mañana, pero una melancolía ligera los acompañaba mientras desmontaban los últimos adornos de la temporada festiva. Las luces, los festones y el papel colorido que habían engalanado el lugar ahora eran guardados, cuidadosamente, hasta el siguiente año.

En la habitación principal, los rayos del sol invernal entraban a través de una pequeña ventana, iluminando la figura de Tobe, quien, de pie, se desperezaba lentamente, disfrutando la tibieza de los primeros rayos sobre su torso desnudo.

Con un movimiento calculado, tomó una bata satinada y la envolvió alrededor de su cuerpo, avanzando hacia el baño con una elegancia que parecía ensayada.

El espejo lo reflejaba mientras lanzaba miradas coquetas a su propia imagen, ajustando el cinturón de la bata con un cuidado casi reverencial.

Tobe se detuvo a admirarse, inclinándose apenas para observar cada detalle, mientras se deslizaba en la tina, donde el agua caliente envolvió su cuerpo en un abrazo reconfortante.

Cerró los ojos y, por un instante, olvidó el mundo; para él, no había nada más importante que esta rutina de autocuidado. El vapor acariciaba su piel, y el silencio le brindaba una paz que rara vez encontraba.

Cuando salió del baño, cada movimiento seguía un orden calculado: el afeitado, impecable y minucioso; la loción aplicada con precisión, dejando una fragancia suave a su paso; pero el ritual no estaría completo sin la atención especial que dedicaba a su cabello, largo y oscuro, perfectamente alisado y peinado en su estilo característico.

Con orgullo, alzó el cepillo y comenzó a deslizarlo lentamente por cada hebra, deleitándose en la imagen de su reflejo.

De pronto, algo en el espejo capturó su atención, y una chispa de alarma cruzó su rostro. Entre el oscuro abismo de su cabello, un destello plateado, pequeño, apenas visible, brillaba con descaro bajo la luz.

-¡NOOOOOO! -El grito de Tobe rompió la quietud, una mezcla de horror y negación escapando de sus labios.

Los ninjas detuvieron sus tareas al escuchar el grito desgarrador, mientras la serenidad matutina se convertía en un eco de confusión y alarma.

Ahí estaba: una cana, una traidora, desafiando todo lo que había construido, invadiendo su reino de perfección. Tobe miró su reflejo, con los ojos abiertos de incredulidad, incapaz de procesar la audacia de aquella hebra que había aparecido como si fuera una sombra de la mortalidad en su propia vanidad.

-¡No puede ser! ¡Esto es una maldición! -El samurái murmuró, con la voz temblorosa, como si ese pequeño hilo de plata amenazara con desmoronar su mundo entero.

Ajustó el cepillo entre los dedos, buscando otra vez su reflejo y acercándose más al espejo, esperando que su vista le jugara una broma cruel.

Sin embargo, allí estaba, inamovible, una testigo insolente del paso del tiempo, que, por primera vez, lo hacía detenerse y cuestionar su propia perfección.

Miraba la cana con una mezcla de incredulidad y resignación, atrapado entre el pánico y una oscura aceptación. La idea de que aquel hilo de plata fuera el primero de muchos lo asaltó como una tormenta.

La perfección de Tobe, su vanidad, su orgullo, todo parecía pender de un frágil equilibrio que ahora tambaleaba con la presencia de aquella simple, diminuta y reveladora cana.

Los ninjas irrumpieron en la habitación como sombras conjuradas por su angustia, moviéndose con la precisión de un viento que amenaza con desatar una tormenta.

-¡Jefecito! ¿Qué sucedió? -Recorrieron cada rincón buscando una amenaza invisible que justificara el grito desgarrador.

Pero no había enemigo.

Solo Tobe, de pie junto al espejo, que alzo las manos, cubriendo su cabeza con vergüenza, como si aquel atisbo de plata lo hubiera despojado de toda la grandeza que creía intocable.

-¡Largo de aquí! -El samurái exclamó con voz ahogada en desesperación, sus palabras cargadas de enojo y un pánico que le ardía en la piel.

Los ninjas intercambiaron miradas, confusos y perturbados. Uno a uno, bajaron la cabeza, retrocediendo en silencio hacia la puerta.

-¡C-Claro, jefecito! -Murmuraron con obediencia y respeto, cerrando la puerta tras de sí y dejando al samurái solo, encerrado en un cuarto de ecos y silencios que parecían acusarlo.

El aire se espesó, y Tobe se vio nuevamente frente al espejo, enfrentándose a ese reflejo en el que ya no encontraba la perfección acostumbrada. La cana brillaba en su cabeza como un reto abierto al tiempo, una herida invisible que él no había podido anticipar.

En un arranque de furia y humillación, alzó una mano temblorosa y arrancó la cana de raíz, un gesto brusco, desesperado, que dejaba en su palma aquella prueba silenciosa de sus temores.

La sostuvo unos segundos, observándola con una mezcla de horror y resignación. Esa pequeña hebra, inofensiva para cualquiera, representaba para él el peso de los años, el recordatorio cruel de las metas no alcanzadas.

-Veintisiete años... -El samurái murmuró con un suspiro amargo, como si las palabras mismas fueran una sentencia.

Se sentó en el borde de su cama, el peso de su frustración hundiéndolo como una piedra arrojada al agua.

En su mente, los recuerdos desfilaban uno a uno: el honor de su familia, esa venganza que había perseguido como un fantasma incansable, la misión de derrotar a Garu, que cada año parecía más inalcanzable y esquiva.

Era como si el tiempo se burlara de él, alejando cada vez más ese anhelo de justicia y restitución.

Durante el tiempo que había pasado como guardaespaldas de Ring-ring, su vida había cambiado, tomando caminos que jamás hubiera previsto. Las batallas y promesas de su juventud se mezclaban con la incertidumbre del presente, y ahora, mientras la cana reposaba olvidada sobre la mesa, sentía como si todo su mundo se desmoronara en silencio.

Apoyó los codos sobre las rodillas, y su mirada cayó al suelo. En lo profundo de su mente, una duda empezó a asomarse, como una sombra que no podía ignorar.

¿Podría realmente aferrarse a su venganza?

¿O el tiempo, con su irremediable avance, lo estaba forzando a dejar atrás aquella promesa hecha a su familia?

Por un instante, su resolución se tambaleó, y un atisbo de debilidad cruzó por su rostro. Cerró los ojos y apretó los puños. A pesar de las dudas, el orgullo ardía aún dentro de él, reavivando su determinación.

Se levantó bruscamente, y el cambio de ropa fue rápido y decidido, casi furioso. Los movimientos reflejaban la urgencia que le quemaba, la necesidad de aferrarse a sus metas antes de que el tiempo le arrancara todo lo que le quedaba.

Ajustó su traje con precisión, cada hebra en su lugar, como si aquella apariencia perfecta pudiera volver a otorgarle el control que sentía desmoronarse. El espejo lo reflejaba, fuerte, impecable... y, sin embargo, algo distinto brillaba en su mirada.

Tomó aire, llenando sus pulmones con una última bocanada de orgullo, y salió de la habitación, dejando atrás la cana en el borde de la mesa, como una reliquia de esa batalla interna que había librado y, tal vez, una advertencia muda de lo que aún le aguardaba.

Al salir de su habitación, Tobe irradiaba una energía contenida y oscura que no pasó desapercibida para sus ninjas. La intensidad en sus ojos, el paso firme y la determinación que encendía cada uno de sus movimientos hablaban de una tormenta interna, de un propósito que lo consumía.

Los ninjas, siempre atentos a los matices de su señor, lo observaron en silencio, sus miradas cruzándose en un mutismo de interrogación. Sabían bien que no era el momento para preguntas.

El samurái avanzó por los pasillos con la fuerza de un río desbordado, sus pasos resonando en el suelo con un eco que reverberaba en los muros de su fortaleza. Los ninjas, acostumbrados a su liderazgo imponente y enigmático, se mantuvieron en su lugar, observando a su maestro deslizarse entre ellos como una sombra arrojada al amanecer.

Sin desviar su mirada de algún horizonte invisible, Tobe caminaba impulsado por algo que ni él mismo terminaba de comprender. La puerta de la biblioteca se abrió con un susurro prolongado, y el samurái se internó en aquel santuario de conocimiento y secretos, un lugar donde el tiempo parecía haberse detenido.

Las estanterías, abarrotadas de antiguos pergaminos y tomos que hablaban de la historia de su familia y de las artes de combate, se alzaban como pilares de una fortaleza intangible.

Al ingresar, el aroma a papel antiguo y tinta seca lo envolvió. Era un olor familiar, cargado de memoria y responsabilidad, y sin embargo, hoy le parecía distinto. Tal vez era la carga en sus hombros la que transformaba esos detalles en ecos de algo más profundo.

-¿Dónde está...? -Tobe murmuró, casi como un lamento, mientras sus dedos recorrían los lomos de cuero agrietado.

Su mirada, habitualmente imperturbable, ahora brillaba con un destello de inquietud, una chispa de impaciencia que rara vez permitía aflorar.

El samurái buscaba respuestas, anhelaba encontrar un fragmento de sabiduría que lo guiara, algo que le recordara quién era y quién estaba destinado a ser.

Pasaba páginas con la reverencia de quien sostiene el pasado en sus manos, pero su concentración estaba teñida de una ansiedad que lo carcomía. Sin embargo, lo que buscaba parecía no estar allí, como si incluso los registros familiares hubieran decidido mantener el silencio.

Tras un rato, dejó escapar un suspiro, un suspiro que condensaba el peso de todas las frustraciones acumuladas en su pecho. Su cuerpo, exhausto de esa búsqueda infructuosa, lo llevó a dejarse caer en una silla frente al escritorio, su silueta, normalmente erguida, encorvada ahora bajo la carga invisible de sus pensamientos.

Frente a él, yacía un cuaderno de bitácoras, uno que había llenado a lo largo de los años con sus victorias y derrotas, sus aprendizajes y fallos. Con manos firmes pero cargadas de una emoción contenida, Tobe abrió el cuaderno y comenzó a hojear sus páginas amarillentas.

Tobe, sumido en el manto de recuerdos que el tiempo había impregnado en las páginas de aquella bitácora, encontró una entrada que trajo consigo un leve pero cálido recuerdo.

Era el día en que Ring-ring, con su terquedad y arrogancia, se había unido a sus entrenamientos.

Con cada palabra escrita, se encontraba regresando a esos primeros encuentros, donde la amistad y la confianza entre ambos habían comenzado a forjarse.

"No puedo con ella, es una chica quejumbrosa y muy molesta... Definitivamente está loca. ¿¡A quién le importa si se rompió una uña!?"

Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios de Tobe, y soltó una carcajada, un sonido raro y genuino en la silenciosa biblioteca.

-Si ella leyera esto, me mataría... -El samurái susurró, como si compartiera un secreto consigo mismo, disfrutando de la libertad de recordar sin temor.

Siguió leyendo, cada línea le traía de vuelta la intensidad de aquellos días de entrenamiento y desafíos compartidos. Las anotaciones reflejaban su intento de entender los misteriosos poderes de aquella peli azul, poderes que parecían atados a su furia contenida.

"Los poderes de esa princesa son todo un enigma. Desconozco mucho sobre ellos, pero sé que la clave es su ira. Será como una misión suicida hacerla enojar constantemente... pero soy alguien grandioso, y me aseguraré de explotar todo su potencial."

Tobe sonrió, recordando las veces que había empujado a Ring-ring más allá de sus límites, provocándola con comentarios cáusticos hasta ver el destello de poder en sus ojos. A medida que avanzaba en las anotaciones, revivía cómo la peli azul, entre sus quejas y exasperación, había demostrado una dedicación inesperada y una fuerza de voluntad que lo sorprendían día a día.

"Contra todo pronóstico, esa princesa ha demostrado ser una aprendiz dedicada. Incluso cuando nuestras personalidades chocan, hay algo en ella que no puedo ignorar."

Las líneas capturaban momentos de risa, de desafíos compartidos, de caídas torpes y levantamientos tenaces. Había algo indescriptible en su conexión: una amistad que había brotado de la disciplina y del esfuerzo, pero que había echado raíces en el respeto y la admiración mutuos.

Sin darse cuenta, Tobe había llegado a valorar aquella compañía más de lo que se atrevía a admitir, y sus propias palabras en la bitácora lo confirmaban.

"¡Esa chica ha superado mis expectativas! Hay algo en su determinación que me inspira. Aunque nuestra amistad nació de la necesidad de entrenar juntos, ahora valoro su compañía más de lo que admitiré abiertamente."

Un suspiro de nostalgia escapó de sus labios mientras cerraba los ojos y dejaba que esos recuerdos lo envolvieran. La evolución de Ring-ring no solo se veía en su habilidad en combate; había dejado también una huella en él, un lazo invisible que lo hacía sentir una extraña calidez en medio de su vida marcada por el conflicto.

Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por un leve y vacilante golpeteo en la puerta de la biblioteca. El samurái se sobresaltó, y en un intento torpe por ocultar el cuaderno, su reacción fue más apresurada de lo que hubiera querido.

-¿S-Señor? -Una voz tímida se asomó desde el umbral, descubriendo a Tobe en medio de su apresurada maniobra por guardar su bitácora.

-¿¡Q-Qué!? -Tobe replicó con su tono mezclado de sorpresa y molestia. Se aclaró la garganta, intentando disfrazar el momento de vulnerabilidad que había sido interrumpido.

Con movimientos rápidos, guardó el cuaderno, como si con ello pudiera sellar también los recuerdos que acababa de revivir.

-L-Lamento interrumpirlo... -El ninja titubeó, claramente incómodo y consciente de haber invadido algo más que una simple lectura.

-Da igual... ¿Qué rayos quieres? -Tobe endureció su expresión, recuperando su compostura habitual, mientras sus ojos fríos volvían a enfocarse en el intruso.

El ninja tragó saliva y, tomando aire, pareció reunir la determinación necesaria para avanzar.

Más tarde Tobe yacía en el sofá de Ring-ring, su mirada fija en el techo mientras pensamientos dispersos iban y venían como sombras en su mente.

Las luces suaves de la sala iluminaban sus facciones marcadas, revelando el rastro de preocupaciones que había decidido callar. A lo lejos, el sonido de la peli azul preparando algo en la cocina era un recordatorio de la tranquilidad de aquel momento compartido.

Al regresar, ella llevaba una bandeja en sus manos, en la que descansaba una bebida refrescante. Se la acercó con una sonrisa amable, sin percibir al principio la melancolía en la expresión del samurái.

-¿¡C-Cómo que uno de tus ninjas abandonó tu clan!? -

-Al parecer, ha tomado una decisión importante...-Tobe aceptó la bebida, asintiendo lentamente.-Quiere estudiar leyes.-

-Vaya... Nunca pensé que alguno de tus ninjas dejaría el clan para hacer algo así.-Ring-ring parpadeó, sorprendida.

Ella se acomodó a su lado, y el samurái tomó un sorbo, dejando que el sabor amargo se mezclara con los recuerdos que le traían esas palabras.

-No es la primera vez que sucede...-El samurái confesó, su voz arrastrando una nota de nostalgia.-Algunos también se fueron en el pasado. Unos encontraron vocaciones distintas; otros decidieron formar familias, Al final... todos siguieron adelante.-

La peli azul desvió la mirada hacia el suelo, en un silencio compartido que pesaba entre ambos.

-¿Y... cómo te sientes al respecto? -

Tobe guardó silencio por un momento, reflexionando antes de responder.

-Al principio, me sorprendió, pero... -El samurái suspiró, como si liberara un peso invisible.-Entiendo que cada uno de ellos debe encontrar su propio camino. Si ese es el suyo... le deseo lo mejor.-

Ring-ring lo miró, notando la vulnerabilidad oculta en la serenidad de sus palabras. Sabía que, a pesar de su firmeza, Tobe valoraba profundamente la lealtad y la unión de su clan. Había algo en sus ojos que parecía no querer admitir, pero ella lo veía claramente: el torbellino de emociones que se arremolinaban en su interior.

-A propósito... ¿Ya terminaste el trabajo de hoy?-Tobe se giró hacia ella, consciente de la intensidad de su mirada.

-S-Sí... aunque tendré que hacer un pequeño viaje a Seúl...Tengo unas reuniones importantes y... -La peli azul se sonrojó levemente y evadió su mirada.

De repente, él se incorporó, sujetándola por los hombros en un impulso de emoción inesperada.

-¡¿Vamos a Seúl?! -El samurái exclamó, con sus ojos brillándole con una mezcla de asombro y entusiasmo.

-M-Mañana a primera hora.-Ring-ring se sonrojó, visiblemente sorprendida por su reacción.-Pensé que Eiyo ya te había avisado...-

-No he revisado el teléfono desde hace rato... -Tobe buscó su teléfono en los bolsillos, sin ocultar la impaciencia en sus gestos.

-Parece que estás más entusiasmado de lo normal.-La peli azul río levemente.

-E-Es que...hace mucho que no vamos.-El samurái aclaró la garganta, desviando la mirada.

-Cierto... -La joven asintió, incorporándose con un aire más animado.-Además, Smella me recomendó un spa y muero por visitarlo.-

-Ugh, ¿No me digas que tendré que acompañarte a eso?-Tobe frunció el ceño en una expresión de resignación exagerada.

-Es tu trabajo, ¿Recuerdas?-Ring-ring rio, dándole un leve golpecito en el hombro.

-Maldición... -El samurái murmuró, con una sonrisa resignada mientras la seguía hacia la cocina.

Ring-ring abrió la alacena y comenzó a sacar algunas bolsas de frituras. Al regresar, una idea se le cruzó por la mente y le lanzó una mirada inquisitiva.

-Oye, ¿Quieres terminar de ver esa serie que empezamos? -

Por un instante, sus miradas se cruzaron, y él sintió una corriente de emociones que no esperaba.

Después de unos instantes de silencio compartido, el samurái asintió con un leve movimiento de cabeza, aceptando la invitación de Ring-ring para continuar con su maratón de series.

Ambos se dirigieron a la sala, acomodándose en el sofá mientras la pantalla iluminaba el rostro de cada uno con el suave brillo de la historia en desarrollo. Pero, aunque la trama avanzaba, la inquietud seguía pesando sobre los hombros de Tobe, como si un eco lejano lo mantuviera alejado de la narrativa.

Ring-ring, aunque intentaba concentrarse en la serie, no podía evitar notar el reflejo de la mirada distante del samurái.

Sus ojos, normalmente llenos de determinación, vagaban ahora con un cansancio contenido, como si las sombras de pensamientos no dichos danzaran a su alrededor.

El tiempo transcurría, los capítulos se sucedían, y en el ambiente se sentía una tensión sutil, como un secreto que ambos compartían en silencio.

Finalmente, tras el último episodio, Ring-ring apagó la televisión.

La noche había avanzado más de lo que había imaginado, y una quietud reconfortante llenaba la sala. Al girarse, se encontró con Tobe profundamente dormido, su respiración calmada y su rostro sereno, enmarcado por una expresión de agotamiento que parecía revelar más de lo que él habría dicho en palabras.

Por un momento, Ring-ring contempló la posibilidad de despertarlo para que regresara a su casa.

Sin embargo, al observar la paz en su rostro, el leve movimiento de sus pestañas y el ritmo regular de su respiración, decidió no hacerlo.

Una suave ternura la invadió, y con pasos cautelosos, se acercó para tomar una manta y cubrirlo, procurando que el gesto no lo despertara.

Al inclinarse sobre él, sintió el calor que emanaba su cuerpo y no pudo evitar fijarse en la tranquilidad que irradiaba mientras dormía.

Sus facciones, tan endurecidas normalmente, ahora eran suaves, casi vulnerables. La idea de permanecer cerca de él, de compartir aquel momento en un silencio íntimo, cruzó por su mente, y aunque intentó desecharla, el deseo de quedarse a su lado era una tentación dulce e irresistible.

Sin saber muy bien qué hacer, comenzó a caminar por la sala, indecisa.

La lucha interna la hacía sentir como si estuviera atrapada en una danza nerviosa, moviéndose en círculos mientras sus pensamientos batallaban entre el miedo a cómo reaccionaría Tobe si despertaba y el anhelo de acortar la distancia que siempre había existido entre ellos.

Su corazón latía con fuerza, como si cada paso que daba hacia el sofá fuera una decisión irreversible.

La tenue luz de la lámpara bañaba la escena, iluminando la figura apacible de Tobe, cada respiro suyo un recordatorio de la serenidad que ella misma anhelaba en ese instante.

Cada acercamiento hacia él era un desafío a su autocontrol, y con cada centímetro que acortaba, sentía que sus sentimientos ganaban terreno.

Finalmente, con un suspiro tembloroso, Ring-ring se detuvo frente a él.

Durante unos instantes, lo observó, intentando descifrar lo que escondía su expresión dormida, pero no encontró más que la paz de un descanso profundo.

Y allí, tan cerca de él, la tentación se hizo más fuerte, llevándola a una decisión que no pudo seguir posponiendo.

Tomó aire, y suavemente, se inclinó, dejándose caer junto a él en el sofá.

Sintió el calor de su proximidad y cómo el espacio entre ambos se desvanecía en un gesto de quietud compartida.

Sentía el calor de Tobe a su lado, y el latido de su corazón se aceleraba, resonando en su pecho como un tambor. Por un instante, se permitió cerrar los ojos y respirar su proximidad, dejando que ese pequeño momento fuera sólo para ellos.

Sin embargo, un ruido la arrancó de su ensoñación.

De repente, la puerta se abrió con un estrépito que resonó por toda la sala. La peli azul ahogó un grito, y, sobresaltada, perdió el equilibrio, cayendo hacia adelante en un torpe y caótico movimiento.

Antes de poder reaccionar, terminó sobre el pecho de Tobe, sintiendo su respiración tranquila bajo sus manos y su rostro apenas a centímetros del de él. Su piel se encendió en un rojo intenso, como si toda su vergüenza se revelara en un instante.

La figura de Eiyo apareció en la entrada, congelada en su lugar al ver la escena. Aunque intentaba mantenerse profesional, una sonrisa astuta y divertida apareció en sus labios.

-¿S-Señorita Ring-ring...? -El asistente carraspeó, claramente luchando por ocultar su sorpresa y... ¿Entusiasmo?

-E-Eiyo... -La joven dejó escapar una risa nerviosa mientras intentaba recuperar la compostura sin éxito.

-Oh... lamento la interrupción...-El asistente respondió con un tono de disculpa exagerada, pero sus ojos brillaban con una chispa juguetona.-No quería interrumpir algo... "importante".-

-¡No, no! ¡E-Esto es un malentendido! -Ring-ring se incorporó torpemente, aunque seguía demasiado cerca de Tobe, quien aún dormía.-Yo solo... bueno...-Intentó ocultar su vergüenza, pero el tono carmesí en sus mejillas no dejaba dudas de lo que sentía.

-Oh, qué alivio.-El secretario levantó una ceja, sonriendo aún más, y murmuró con un tono cómplice.-Por un momento, pensé que había interrumpido algo... un poco más... interesante.-

-¡N-No ha pasado nada, Eiyo!-Ring-ring se enderezó de golpe, al borde de la desesperación.-¡Yo solo estaba...! -Su voz se quebró, tratando de encontrar una excusa lógica.-E-Es que... yo quería... bueno, asegurarme de que él... descansara cómodamente.-

La sonrisa de Eiyo no desaparecía. De hecho, parecía estar disfrutando cada segundo de su confusión.

-Por supuesto, señorita Ring-ring...Yo solo venía a dejar unos documentos para la reunión de mañana.-

-¡S-Sí, claro! Pero... no es lo que piensas... -La joven balbuceó, luchando por mantener la dignidad.

Su mirada se cruzó con la de Eiyo, quien ahora observaba la situación con una sonrisa casi indulgente.

-No se preocupe...-El secretario mantuvo su sonrisa mientras se dirigía a la puerta.-No la interrumpiré más, señorita, que tengan... una encantadora velada.-

-¡¿Qué quieres decir con eso?! -La peli azul exclamó, completamente sonrojada, mientras veía a Eiyo retirarse con una sonrisa llena de complicidad mientras apagaba la luz

El eco de sus pasos desapareció, y la sala volvió a sumirse en el silencio, pero ahora el ambiente estaba cargado de una mezcla de vergüenza y emoción.

Ring-ring soltó un suspiro entre frustrado y aliviado, tratando de recobrar la compostura. Volvió a mirar a Tobe, quien seguía dormido, ajeno al torbellino de emociones que acababa de suceder.

Se acomodó lentamente en el sofá, tratando de calmar el acelerado latido de su corazón.

Tal vez... lo mejor era dejarlo descansar.

El susurro suave de la manta envolvió al samurái como un secreto delicado, llenando la sala de una calidez inesperada.

Ring-ring se quedó un momento observando su figura serena, el rostro de Tobe descansando con una paz que rara vez veía en él. Parecía tan distinto, tan ajeno al mundo que siempre los rodeaba con su intensidad, y un suspiro suave escapó de sus labios.

Con pasos cautelosos, se retiró, permitiéndole continuar sumido en el sueño.

Al llegar a su habitación, Ring-ring se sentó al borde de la cama y, sintiendo el peso de la noche, decidió ir al baño a refrescarse.

De pie frente al espejo, dejó que el agua fría le recorriera el rostro, pero no pudo ahogar la pregunta insistente que retumbaba en su mente:

¿Por qué la aterraba tanto que Tobe descubriera sus sentimientos?

Las gotas de agua bajaban por su piel, llevándose cualquier rastro de cansancio, pero no podían arrastrar las dudas que la atenazaban.

Sabía que esos sentimientos habían crecido con el tiempo, arraigándose en ella como raíces profundas, y el miedo a que él los viera... que viera todo de ella... le resultaba abrumador.

Al alzar la vista hacia el espejo, su reflejo le devolvió una mirada que parecía desconocida.

¿Por qué temía tanto a esa vulnerabilidad?

Era casi como si el rostro en el espejo le estuviera preguntando también.

Quizás temía romper esa frágil, pero sólida amistad que habían construido, temía abrir una puerta que nunca podría cerrar. La idea de que alguien, especialmente él, pudiera ver lo que guardaba tan cuidadosamente era un abismo que la hacía sentir pequeña.

Con manos temblorosas, cambió su ropa, dejándose envolver por un suave pijama que le brindaba cierta sensación de consuelo. Sus pensamientos, sin embargo, no le daban tregua, cada uno más profundo que el anterior.

Sabía que, si continuaba negándose a aceptar lo que sentía, solo complicaría todo. Pero al mismo tiempo, revelar la verdad... podría hacerla vulnerable de una manera que jamás había permitido.

De regreso en la cama, se recostó, pero la incertidumbre la mantenía despierta. Sabía que al día siguiente deberían partir temprano hacia Seúl; la agenda estaba marcada, y cada momento requería su atención. Sin embargo, allí, en la oscuridad de su habitación, se preguntaba si realmente podría continuar cargando este secreto sin que la devorara.

¿Sería capaz de admitir la verdad o seguiría ocultando ese sentimiento?

A medida que sus pensamientos iban y venían, una idea comenzó a asentarse: tal vez había llegado el momento de confrontar sus miedos. Quizás no ahora, pero algún día, tendría que ser honesta consigo misma y con él.

La idea de enfrentar su propio corazón la estremecía, pero también la llenaba de una calma extraña, como si finalmente estuviera aceptando esa parte de sí misma.

Finalmente, se acurrucó bajo las sábanas, el corazón latiendo aún con fuerza, aunque un poco más sereno.

Mientras cerraba los ojos, dejó que la promesa de un nuevo día la envolviera, confiando en que quizás el amanecer traería consigo la claridad que tanto necesitaba.

El amanecer destilaba sus primeras luces, pintando el horizonte con tonos dorados y rosados. Pero en el interior de la habitación de Ring-ring, el despertar fue menos delicado. Un golpe energético y brusco de realidad se impuso cuando una voz grave y firme se hizo presente.

-¡Ring-ring, es hora de levantarse! -El samurái gritó, con un entusiasmo que solo él parecía encontrar apropiado a esa hora, mientras sacudía la cama sin el menor rastro de delicadeza.

La joven dio un salto, sus ojos se abrieron de golpe, y sus sentidos, aún entre las redes del sueño, se toparon con la figura de Tobe que la miraba con una mezcla de impaciencia y diversión.

-¿¡Qué diablos!? -La peli azul exclamó, frunciendo el ceño, con una mezcla de desconcierto y desorientación.

-Tenemos que irnos a Seúl, y no hay tiempo que perder... Así que levántate ya, princesa de los sueños profundos. -

-Ugh...-Ring-ring lo miró con una chispa de reproche, mientras empujaba su pecho para apartarlo.-No tenías que despertarme de esa forma, tarado. -Refunfuñó, todavía tratando de volver a la realidad.

-No es mi culpa que tu tengas el sueño pesado.-Tobe se limitó a soltar una carcajada, la misma que hacía que sus ojos adquirieran un brillo casi travieso.

-Mira quien habla...-

-¿Eh?-El samurái alzó una ceja.

Ring-ring sintió cómo el color subía rápidamente a sus mejillas al recordar el momento en que se había quedado a observarlo mientras dormía. Se apresuró a apartar la mirada, evitando que él notara el leve temblor en su expresión.

-¿A qué te refieres? -Tobe lado su cabeza intentando descifrar su repentino nerviosismo.

-¡A nada idiota! -La joven se apresuró a decir, forzando una sonrisa antes de desaparecer hacia el baño.

Desde el otro lado de la puerta, Tobe la escuchó cerrar con fuerza, y, tras un segundo de silencio, soltó un susurro para sí mismo.

-Loca...-El samurái murmuró, aunque un pequeño toque de diversión se coló en su tono, mientras recogía las maletas y salía hacia la entrada del edificio.

Dentro del baño, Ring-ring se apoyó contra el lavabo, mirando su reflejo. El frío del mármol bajo sus manos parecía ser el único elemento capaz de calmar el temblor que todavía la recorría.

Cada pequeño recuerdo de la noche anterior se reflejaba en sus ojos, reviviendo los sentimientos que tan ansiosamente había intentado reprimir.

Con un suspiro, se sumergió bajo el agua de la ducha, dejando que las gotas acariciaran su piel y despejaran el torbellino de pensamientos.

Mientras tanto, afuera, el sol comenzaba a elevarse, y Tobe esperaba junto a Eiyo, quien lo miraba con una sonrisa astuta.

-Entonces... ¿Qué tal estuvo la noche? -El secretario sonrió dándole un codazo en el brazo.

-¿Eh? ¿De qué hablas Eiyo? -El samurái frunció el ceño, visiblemente confundido.

-¡Vamos! ¡Ya era hora de que dejaras de disimular! -Eiyo estrechó su mano en un apretón efusivo y se lanzó a darle un abrazo.

-¿Eh? ¿De qué hablas? -Tobe se sobresaltó, apartándose, su rostro claramente confundido.

-¡No me lo ocultes! ¡Sé lo que pasó anoche! -El secretario insistió, su sonrisa más amplia que nunca.

-¿Anoche? -Tobe lo miró con una ceja alzada, tratando de conectar los puntos. Y, de pronto, su rostro adquirió una expresión de entendimiento...pero no exactamente el que el asistente esperaba.- ¡Ah, claro! Anoche... sí...-

-¿Sí...? -Eiyo lo miró, expectante, sus ojos brillando de emoción.

-Anoche... -El samurái se aclaró la garganta.-Me quedé dormido y ni cuenta me di de la hora.-

La expresión de Eiyo pasó de la expectativa a la decepción en un instante.

-¿Qué? -El secretario repitió, procesando las palabras de su amigo.-¿Eso fue todo?-

-Sí, me duele demasiado el cuello, no es nada cómodo dormir en el sofá.-Tobe se estiro y soltó un quejido.-Por suerte, le pedí a mis ninjas que trajeran mi equipaje.-

-¿Qué? ¡¿Dormido... y nada más?! -El asistente le sujetó los hombros, mirándolo como si fuera una completa decepción.

-¡Oye! ¿¡Qué te pasa!? -El samurái apartó sus manos con brusquedad, devolviéndole una mirada perpleja.

-Es que... creí que... bueno, que había pasado algo especial entre ustedes. -Eiyo murmuró con una mezcla de incredulidad y vergüenza.

-¿Eh? ¿Como qué? -El samurái alzó su ceja.

-O-Olvídalo...-El asistente suspiro pesadamente.

-Hablando de otra cosa... -Tobe carraspeó, desviando la conversación.-¿Cuál es el itinerario de hoy?-

-Oh, claro... -Eiyo miró su tableta, aún desanimado.-Hoy tienen varias reuniones importantes en Seúl y, al final, la señorita Ring-ring tiene una cita en el spa "Garden of Silence".-

-¿Cuánto tiempo planea pasar allí? -El samurái entrecerró los ojos, como si le preocupara no saberlo.

-Hmm, no estoy seguro... -Eiyo sonrió.

-¡Ah, genial...! -El samurái murmuró con tono sarcástico, cruzándose de brazos.

En ese momento, Ring-ring apareció, lista para partir, su mirada aun esquivando a Eiyo.

-¡Todo listo señorita Ring-ring! -Eiyo le sonrió y abrió la puerta del vehículo con una amabilidad intencionada.

-G-Gracias, Eiyo... -La peli azul murmuró, esforzándose por evitar el cruce de miradas, aún estaba muy avergonzada después de haber sido descubierta la noche anterior.

-No entiendo por qué tardas tanto en arreglarte si siempre te ves igual.-Tobe miro a la joven con una media sonrisa burlona.

-Ugh, cállate... -La peli azul le devolvió una mirada asesina.

El samurái y Eiyo intercambiaron una mirada antes de subir a la nave. El asistente se colocó detrás del volante, mientras su jefa y su guardaespaldas tomaban asiento en la parte trasera.

El secretario encendió el vehículo y este despegó suavemente, emprendiendo su ruta hacia Seúl.

El paisaje se deslizaba bajo ellos, con Eiyo manejando con una destreza impecable, sus audífonos puestos mientras seguía la música que lo ayudaba a concentrarse en cada detalle de la travesía.

En el asiento trasero, Ring-ring, sumida en su mundo creativo, esbozaba bocetos con entusiasmo en su libreta, sus dedos moviéndose rápidamente sobre el papel.

Tobe, sentado junto a la ventana, observaba el panorama cambiante, perdido en sus pensamientos.

La nieve cubría el paisaje, creando un contraste entre el blanco invernal y los colores del amanecer que empezaban a pintar el cielo.

-¿Qué opinas de este?-La peli azul se giró hacia su guardaespaldas. Al no recibir respuesta, insistió con un tono más suave -¿Tobe?-

-¿Eh?-El samurái se sobresaltó ligeramente, volviendo a la realidad.-Está bien, supongo...-Miró a la joven, tratando de enfocarse.

-¿Te encuentras bien?- Ring-ring frunció el ceño, preocupada por la distracción de Tobe.

-¿P-Por qué no lo estaría?-El samurái desvío la mirada hacia el paisaje.

-Es solo que has estado así desde ayer y...- La voz de la peli azul se apagó, su preocupación evidente.

-No es nada...-Tobe murmuró, evadiendo la conversación.

-Y-Ya veo...-Ring-ring bajó la mirada, frustrada.

La constante falta de comunicación de Tobe se estaba convirtiendo en una barrera cada vez más difícil de superar. A pesar de los momentos compartidos, el samurái seguía siendo un enigma, su corazón un territorio cerrado que ella no podía explorar.

El silencio se hizo pesado en la cabina de la nave, la frustración y la inseguridad de Ring-ring se mezclaban con la inquietud de Tobe.

Ella se preguntaba si él realmente confiaba en ella, si alguna vez abriría su corazón y compartiría sus miedos y pensamientos más profundos. Cada intento de acercarse parecía ser repelido por una muralla invisible.

La brecha entre ellos se hacía más evidente con cada día que pasaba, y Ring-ring sentía una creciente necesidad de romper el muro invisible que Tobe parecía haber levantado. El samurái, sin embargo, la mantenía a distancia.

-A propósito, ¿Cuánto tiempo durarán tus reuniones?-

-Bueno, espero que no se extiendan como la última vez.-La peli azul suspiro pesadamente.-Además, ya que no hemos venido por aquí desde hace tiempo, tengo que hacer un recorrido general...-

El sol derramaba una paleta de colores cálidos sobre las nubes y las siluetas de las montañas, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa.

Tobe, con un gesto reflexivo, seguía inmerso en la serenidad del paisaje en constante cambio.

La nave comenzó su descenso gradual, revelando la vasta extensión urbana de Seúl. A medida que se acercaban, los detalles de la ciudad emergían: rascacielos que se alzaban majestuosos, parques verdes que ofrecían un respiro de la jungla de concreto y los ríos que serpenteaban a través de la metrópolis, reflejando el resplandor del amanecer.

El aterrizaje fue suave en el helipuerto del imponente rascacielos.

La puerta se abrió, y Ring-ring, seguida por Tobe y Eiyo, emergió ante el personal que los esperaba. Un murmullo de admiración recorrió la plataforma mientras los empleados saludaban a su respetada líder.

-¡Bienvenida de vuelta, señorita Ring-ring!-Algunos empleados exclamaron algunos con entusiasmo.

-¡El equipo ha estado esperando ansioso tu regreso!-Un joven añadió, asintiendo con emoción.

-¡Gracias a todos! Me alegra estar de vuelta. Ha pasado mucho tiempo desde mi última visita a la sede central...-La peli azul saludo a cada empleado con una sonrisa radiante mientras avanzaban hacia la entrada del edificio.

El resonar de los tacones de Ring-ring marcaba el ritmo en el impoluto pasillo de la empresa alimentaria.

A su lado, Tobe y Eiyo la seguían en silencio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos. La oficina de Ring-ring se encontraba al final del pasillo, pero antes de llegar, tenía asuntos importantes que atender.

La primera parada fue en el área de producción, donde el suave ronroneo de las máquinas se mezclaba con el bullicio de los empleados. La peli azul inspeccionó cada detalle con ojo crítico, asegurándose de que todo funcionara a la perfección. Los empleados la observaban con respeto y admiración, conscientes de la importancia de su visita.

La joven se detuvo junto a un grupo de operarios que empacaban meticulosamente productos recién elaborados. Los empleados, al verla, se enderezaron y la saludaron con entusiasmo.

-¡B-Buenos días, Señorita Ring-ring!-Todos exclamaron en coro, mostrando respeto y admiración.

-Buenos días...-La peli azul asintió levemente, manteniendo su porte profesional.

-Señor Eiyo...-Los empleados saludaron, inclinándose ante el secretario.

-Hola a todos...-El secretario se reverenció con cortesía, siempre atento a las formalidades.

-¡Tobe!- El grupo de empleados saludó al samurái con una gran sonrisa, reflejando su popularidad.

Ring-ring y Eiyo intercambiaron miradas y suspiraron pesadamente.

Ya estaban acostumbrados a la popularidad del samurái entre los empleados, pero lo que les molestaba era su tendencia a comportarse de manera egocéntrica.

-Buen día a todos. Y bien... ¿Qué tal todo por aquí?-Tobe les devolvió la sonrisa.

-Estamos implementando un nuevo sistema de etiquetado para mejorar la eficiencia y la claridad en la cadena de distribución...-Explicó uno de los supervisores, mostrando un prototipo de etiqueta.

-Me gusta la variedad de colores para cada sabor...-Ring-ring miraba atentamente mientras asentía con aprobación.

-G-Gracias, señorita...-El supervisor sonrió levemente, visiblemente aliviado por su aprobación.

Ring-ring intercambió miradas con su secretario y guardaespaldas, y luego se dirigió a la salida.

-Buen trabajo...-El secretario murmuró, sonriendo levemente mientras seguía a su jefa.

-Hasta la próxima...-El samurái se despidió de los empleados, saliendo con su habitual confianza.

-¡Hasta pronto, Tobe!-Los empleados se despidieron en coro, con una gran sonrisa.

-Eiyo, revisa los informes de producción. Necesito asegurarme de que cumplamos con los estándares más altos...-La peli azul ordenó, mirando a su asistente con seriedad.

-¡Por supuesto!-El asistente asintió y se separó del grupo para dirigirse a la zona de producción.

Ring-ring y Tobe se encaminaron hacia el laboratorio de investigación y desarrollo, donde el aroma embriagador de especias y esencias llenaba el aire. Los científicos, ataviados con batas blancas, se pusieron de pie al verlos.

-¡S-Señorita Ring-ring!-Los empleados exclamaron, haciendo una reverencia al unísono.- ¡Tobe!-Añadieron, sonriendo al ver al guardaespaldas.

-¿E-En que podemos ayudarla?-Uno de los empleados se acercó a la joven.

-No se preocupen, solo estoy haciendo un pequeño recorrido...-

-¿Qué nos cuentan?-El samurái los miro con interés.

-O-Oh... hemos logrado avances en la creación de nuevos sabores para nuestros productos estrella.-Anunció el jefe de investigación, mostrando entusiasmo y orgullo.

-¿Le gustaría probar?-Una de las empleadas acomodó un par de muestras en una bandeja y se dirigió hacia Ring-ring.

-Por supuesto...- Ring-ring probó con gusto las nuevas creaciones.- Vaya, esto es interesante...-

-Estamos experimentando con ingredientes únicos de diferentes países.-El jefe explicó, ajustándose las gafas con una sonrisa de satisfacción.

-A ver...- Tobe se acercó con curiosidad y probó algunas de las muestras.

-Queremos sorprender a nuestros clientes extranjeros.-Una de las empleadas asintió, complacido.

-Oh, eso es una buena estrategia.-Ring-ring asintió con aprobación.

-¡Esto está muy picante!-El samurái gritó atrayendo todas las miradas, dejando caer una de las muestras.

Uno de los empleados se acercó rápidamente con una botella de agua, que Tobe bebió con avidez.

-¿E-Estás bien?-La peli azul se acercó a él visiblemente preocupada.

-¡No comas eso!-El samurái advirtió, cubriendo sus labios y señalando el bocadillo con el ceño fruncido.

-Anota..."demasiado picante".-Ordenó el jefe de investigación a un joven, quien tomó nota rápidamente.

-Al parecer esto está dirigido a los clientes extranjeros...-La peli azul leyó las etiquetas con interés.

-¡C-Claro!-Uno de los empleados asintió nerviosamente.

-El sector latino tiene una gran resistencia a la comida picante...-Ring-ring leyó algunas gráficas.

-¡Me quemaron la lengua!-El samurái se quejó, frunciendo el ceño mientras aún sentía el ardor.

-La idea no es mala...Tal vez podría adaptarse a los clientes locales; a muchas personas les gusta la comida picante.-La peli azul sugirió, sonriendo levemente.

-¡P-Por supuesto!-

-Sigan así, esta es la innovación que nos mantiene a la vanguardia.- Ring-ring se dio la vuelta y salió del lugar acompañada por su guardaespaldas, quien no dejaba de quejarse por el ardor en sus labios.

La travesía continuó por el departamento de marketing, donde los creativos presentaban propuestas visuales y estrategias publicitarias. Ring-ring revisó cada detalle, desde el diseño de envases hasta los esbozos de anuncios, brindando orientación específica.

-Quiero que nuestra próxima campaña destaque la frescura y la autenticidad de nuestros productos, Necesitamos llegar al corazón de nuestros consumidores.-La peli azul instruyó, su visión clara y convincente.

-¡P-Por supuesto!- El equipo se reverenció al escuchar las instrucciones de su jefa.

Ring-ring y su guardaespaldas continuaron con el recorrido. En el área de control de calidad, la joven examinó los procedimientos meticulosos implementados para garantizar la integridad de cada lote de productos.

-Señorita Ring-ring, hemos implementado pruebas adicionales para detectar posibles alérgenos y garantizar la seguridad de nuestros consumidores.-El supervisor explicó detalladamente, mostrando los estándares y los rigurosos controles.

-La confianza del cliente es nuestra mayor responsabilidad. Sigan elevando los estándares...-Ring-ring asintió, impresionada por el compromiso con la seguridad alimentaria.

-¡C-Claro!-Los empleados, sonrieron con orgullo.

-Bien, los dejo...-La joven sonrió levemente y se dirigió hacia la salida junto con Tobe.

-¡Que tenga un buen día, señorita Ring-ring!- se despidió el grupo con una reverencia.

El día de actividades intensas había llegado a su fin. La peli azul y el samurái se dirigieron a la oficina, donde la atmósfera cambió de la dinámica y el ritmo frenético a un ambiente más relajado.

-¿Cómo te sientes ahora?-Ring-ring miro a su guardaespaldas con una sonrisa de complicidad mientras cerraba la puerta de la oficina.

-Creo que ya estoy un poco mejor...-Tobe suspiro pesadamente.

Ring-ring, con un gesto de cansancio evidente en sus ojos, se recostó en su sofá sintiendo el peso del día sobre sus hombros.

-Ugh, detesto madrugar...-La peli azul murmuró, dejando escapar un suspiro que parecía llevarse parte de su agotamiento.

-Dímelo a mí, yo tengo que madrugar por tu culpa...-El samurái bromeó mientras la empujaba suavemente y tomaba asiento a su lado.

-Tengo hambre... Ve por algo delicioso...- La joven se acomodó, recostándose sobre el regazo del samurái, buscando consuelo en su cercanía.

-¿Por qué tengo que ir yo?- Tobe frunció levemente el ceño. -Mejor envía a Eiyo...-

-Cierto...- Ring-ring tomó su celular y, con destreza, envió un par de mensajes.

Mientras esperaban, el murmullo distante de la ciudad se filtraba por las ventanas, creando una sinfonía de la vida urbana que proporcionaba un telón de fondo relajante.

-Sabes, ahora que estamos a solas, me gustaría hablar contigo...-La joven suspiró con su voz cargada de una mezcla de decisión y preocupación.

-¿Conmigo?-El samurái alzó una ceja, desconcertado por el cambio de tono.

-Sí, y creo que sabes por qué...- La joven se reincorporó, mirándolo fijamente, sus ojos buscando una verdad que él parecía reacio a compartir.

Tobe, sintiendo la gravedad en la voz de Ring-ring, intentó levantarse para evitar la conversación. Sin embargo, antes de que pudiera ponerse de pie, la peli azul bloqueó su escape, acorralándolo en el sofá.

-¡No tan rápido, Tobe!-La joven exclamó, decidida a no dejarlo escapar.

-¡O-Oye!-El samurái intentó huir, pero la chica era mucho más fuerte y determinada que él.

-Sé que algo te preocupa, y no pienso dejarte escapar hasta que me lo cuentes.-

-¡Por supuesto que no!- Tobe evadió la mirada de la joven, su incomodidad evidente.

-Por supuesto que sí.- Ring-ring frunció el ceño, su voz firme y autoritaria. -He notado que has estado inquieto últimamente, y merezco saber qué está pasando.-

-N-No es de tu incumbencia...- La expresión del samurái cambió, reflejando una mezcla de incomodidad y ansiedad.

-Eso lo decidiré yo después de que me lo cuentes.-La peli azul, firme en su postura, no estaba dispuesta a ceder.

-¡E-Espera!- Tobe intentó moverse, pero cada vez que lo hacía, Ring-ring ajustaba su posición, cerrando el espacio entre ellos.

-¡No!-

La ansiedad flotaba en el aire, creando una danza incómoda entre ellos.

-Ring-ring, no es algo que pueda... o quiera discutir.- El samurái habló con voz baja, pero su negativa resonó en la habitación, generando una barrera palpable entre ambos.

Repentinamente, la peli, sintiendo la frustración y la tensión, tuvo un impulso irreprimible.

En medio del acercamiento, la atmósfera se cargó con una mezcla de ansias y nerviosismo.

Como si el deseo de romper la barrera de la incomodidad la impulsara, la peli azul se inclinó hacia adelante, tentada por la idea de sellar la proximidad con sus labios.

Tobe, completamente tomado por sorpresa, sintió que su pulso se aceleraba. La cercanía de Ring-ring lo dejó en un estado extraño y nervioso.

El aire en la sala se había vuelto denso, cargado de una tensión inesperada que los dejaba paralizados. La mirada de Ring-ring se encontró con la de Tobe, y en ese instante, todo el mundo parecía detenerse.

La respiración de ambos se volvió pesada, sus pensamientos enredados entre el desconcierto y un sinfín de emociones.

De pronto, la puerta se abrió.

Eiyo apareció con una bandeja de desayuno, su rostro iluminado por una sonrisa despreocupada, totalmente ajeno a la atmósfera cargada de emociones que acababa de interrumpir.

-¡Chicos, traje el desayuno! -El secretario anunció con entusiasmo, antes de detenerse en seco al ver a ambos jóvenes demasiado cerca, sus miradas desviadas pero cargadas de una intensidad que no pasaba desapercibida.

-¡E-Eiyo! -El samurái y la peli azul exclamaron al unísono, retrocediendo como si la realidad los hubiera golpeado de regreso.

-Ah... Parece que he llegado en un mal momento...-Eiyo con una ceja alzada, reprimió una sonrisa de complicidad mientras miraba de reojo a ambos.

-¡N-No! ¡No es lo que piensas! -Ring-ring, con el rostro enrojecido, agitó las manos intentando disipar la tensión.

-S-Sólo...-Tobe carraspeó, tratando de recuperar su habitual compostura.-Sólo teníamos hambre...-murmuró, aunque la vacilación en su voz traicionaba su calma fingida.

-Eso se nota...-Eiyo los miró con una expresión divertida mientras dejaba la bandeja sobre la mesa y cruzo los brazos, disfrutando del incomodo titubeo de ambos.

-La joven te su guardaespaldas intercambió miradas visiblemente nerviosos, tenían que hacer algo pronto.

-¡E-Eiyo! ¡O-Olvidaste las bebidas! -Tobe gritó de repente, aprovechando la excusa para desviar el tema.

-Sí, ¡Eiyo! ¡No puedo creer que olvidaras algo tan importante! -La peli azul se unió, tratando de recuperar el control mientras intentaba calmar el sonrojo que aún persistía en sus mejillas.

-¿Qué?-El secretario parpadeó, sorprendido por la repentina acusación.

-¡Q-Qué descuidado Eiyo!-El samurái frunció ligeramente el ceño

-¡S-Si ¡No podemos desayunar sin algo que beber! -

-¡P-Pero!-

-¡I-Iré por las bebidas!-Tobe se reincorporo de golpe y salió de la habitación sin mirar atrás.

Un breve silencio quedó entre Ring-ring y Eiyo.

Ella lo miró, con una mezcla de nerviosismo y desafío, mientras él sonreía como quien disfruta un buen chisme.

-¡Vaya, vaya! -El secretario sonrió.-Parece que las cosas se pusieron bastante... interesantes por aquí.-

-¡N-No digas tonterías!-Ring-ring dejó escapar una risa nerviosa, mordiéndose el labio mientras trataba de esquivar la mirada cómplice de su secretario.-¡N-No es... nada de lo que piensas!-Intento sonar firme, pero el rubor en su rostro la delataba.

-¿Está segura? -Eiyo se acercó un poco, con su sonrisa aún más amplia, disfrutando de cada segundo de su incomodidad.

-¡D-Deja de sonreír así! -Ring-ring frunció el ceño intentando recuperar la compostura mientras ajustaba su vestido.

Mientras tanto Tobe se alejaba hacia la máquina expendedora, su mente era un torbellino de emociones desconocidas.

Cada paso retumbaba en sus oídos, el eco de sus propios pensamientos confundidos.

Él, quien siempre había enfrentado la vida con frialdad y precisión, ahora se encontraba en un terreno incierto.

¿Por qué la cercanía de Ring-ring lo había afectado de esa manera?

¿Por qué, al mirarla tan cerca, sentía el pulso tamborileando en sus venas, casi como un guerrero frente a un enemigo invisible?

Al llegar a la máquina, seleccionó las bebidas sin realmente verlas, con movimientos automáticos, mientras su mente vagaba.

Las botellas cayeron una a una, resonando como sus propias preguntas sin respuesta. Inhaló profundamente, buscando recuperar el control, pero la imagen de Ring-ring seguía flotando en su mente.

Sus ojos brillantes, la cercanía de su voz... todo parecía cobrar un significado nuevo y desconcertante. Apretó el puño alrededor de una de las botellas con una intensidad casi irracional.

Mientras tanto, en la oficina, Eiyo no perdía el tiempo.

Sus ojos chispeaban de emoción contenida mientras miraba a Ring-ring con una curiosidad indisimulada.

La joven intentaba mantener la compostura, pero su nerviosismo era evidente; sus dedos tamborileaban contra el borde de la mesa, y su mirada evitaba cualquier encuentro directo con la de su secretario, quien se acercaba con cautela, como un gato que acecha.

-Entonces... ¿Qué fue lo que pasó realmente? -El secretario miro a su jefa con una sonrisa intrigante, inclinándose hacia ella.

-N-Nada, realmente...-La peli azul murmuró, forzando una mirada distante mientras fruncía el ceño.-Y-Ya te dije que no ocurrió nada...-

-Sí, claro... -Eiyo la miro con una mueca de incredulidad, mientras se acomodaba a su lado.-Pero...señorita Ring-ring, es bastante evidente que las cosas entre usted y Tobe han cambiado.-

La joven dejó escapar una risa nerviosa, tratando de disimular su incomodidad.

-¡P-Para nada! -Ring-ring intentó desviar el tema, agitando la mano.-¡No exageres Eiyo! T-Tú sabes que nosotros dos solo somos... amigos.-

-Amigos, ¿eh? -El asistente arqueó una ceja, dejando caer cada palabra como si saboreara el drama en el aire.- Señorita, los amigos no suelen ponerse... así de intensos cuando están a solas, ¿O me equivoco?-

-Bueno...-Ring-ring suspiró, tratando de disimular su frustración.-S-Si algo pasó, fue solo un accidente...-Evadió su mirada con un leve sonrojo tiñendo sus mejillas.

-¿Un accidente como el de ayer? Porque ya van dos, señorita Ring-ring.-Eiyo lanzó una risa juguetona.-Y los accidentes... bueno, suelen ser más espontáneos, ¿No?-

La peli azul sintió una mezcla de vergüenza y desesperación. Se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro, tratando de sacudirse el acoso de las palabras de Eiyo.

-¡Ya basta! -La joven trato de recuperar la compostura.-N-No voy a discutir esto...-

Pero Eiyo no parecía dispuesto a ceder. Con su sonrisa de complicidad y sus ojos chispeantes, la observaba como si leyera cada matiz de sus emociones.

-Señorita Ring-ring... algo ha cambiado entre usted y Tobe. No soy ciego... y creo que usted tampoco lo es...-El secretario dejó que sus palabras quedaran suspendidas en el aire, llenas de insinuación.

-No...-La peli azul bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior mientras el sonrojo se intensificaba en su rostro.-N-No sé de qué estás hablando -Murmuró, en un tono que apenas sonaba convincente.

Pero ambos sabían que estaba mintiendo, que los sentimientos que intentaba reprimir estaban empezando a brotar en cada gesto, cada mirada.

El silencio entre ellos se hizo largo, mientras Eiyo esbozaba una sonrisa satisfecha, como si acabara de desenmascarar un misterio que había tardado mucho en revelarse.

-Señorita Ring-ring, creo que esto es algo que ya no puede negar... -El secretario hablo suavemente, avanzando hacia ella con una mirada cómplice y decidida, como si sus palabras fueran un juego que disfrutaba más de lo que admitiría.

-¡Eiyo! ¡No puedes estar insinuando algo tan descabellado! ¿¡Yo!? ¿¡Enamorada de Tobe!? -La peli soltó una carcajada nerviosa, cruzando los brazos con determinación y una pizca de defensa en su mirada.

-Señorita Ring-ring... -El asistente alzó una ceja, esbozando una sonrisa pícaramente indulgente, pero ella se apresuró a interrumpirlo.

-¡Por favor! -La joven exclamó con vehemencia, casi como si intentara convencerse a sí misma.-¡Él y yo somos completamente incompatibles!-

-Oh, créame, soy consciente de eso...-Eiyo asintió levemente.

-¡Estamos hablando de Tobe!-Ring-ring soltó una risa despectiva.-¡Él es todo lo que detesto en una persona! Es molesto , egoísta, ruidoso... no encaja en el tipo de persona con la que saldría.-Alzó el mentón, buscando transmitir un aire de superioridad que, sin embargo, no ocultaba una chispa en sus ojos.

-¿Ah, sí? -

-Yo merezco alguien... igual de rico, de buena familia, alguien con modales impecables y... -La peli azul suspiro pesadamente

-Entonces, si lo detesta tanto...-Eiyo no tardó en percatarse y aprovechó la oportunidad.-¿Por qué sigue pasando tanto tiempo con él? -

Ring-ring apretó los labios, sintiendo cómo la defensa que había construido empezaba a tambalearse.

-¡P-Porque él me entiende... más que nadie en este mundo! -La peli azul apretó sus puños con fuerza como si esa confesión llevara consigo un peso abrumador.

La sorpresa en el rostro de Eiyo fue suficiente para hacerla estremecer. Se apresuró a corregir su postura, girando el rostro hacia la ventana.

-Y-Ya sabes... a pesar de todo, él es un buen amigo. -La voz de Ring-ring sonaba frágil y sincera, con una vulnerabilidad que rara vez mostraba.

La insistente mirada de Eiyo se clavaba en ella, impidiendo que pudiera ocultarse.

-Señorita Ring-ring, creo que no necesitaba insinuar nada... -El secretario sonrió, sin apartar sus ojos chispeantes de la joven, quien se veía atrapada entre la verdad y sus intentos de evasión.

-¿E-Eh?-La joven lo miró, desconcertada.

-Usted misma se delató...-Eiyo sonrió levemente.

-¡¿Q-Qué?! -La joven se sonrojó, consciente de que sus propias palabras la habían dejado expuesta. Su respiración se aceleraba ligeramente, como si acabara de caer en cuenta de la profundidad de sus propios sentimientos.

-Por un segundo, consideré que estaba imaginando cosas.-El asistente soltó una pequeña carcajada.-Pero al recordar cómo ustedes dos comenzaron... el constante roce, las discusiones. Parecían tan incompatibles. Y sin embargo, aquí estamos, con esa relación fraternal que ahora parece haber evolucionado a algo más... -Su sonrisa se amplió, con la satisfacción de quien acaba de descubrir un secreto bien guardado.

-¡Quiero morir! -Ring-ring sintió un calor intenso en sus mejillas, un calor que la hizo buscar refugio en su escritorio. Se dejó caer en la silla, cubriéndose el rostro con las manos en un gesto desesperado.

Eiyo se acercó a Ring-ring, con esa calma inquebrantable y compasiva que siempre lograba desarmarla, su tono suave pero firme, como si intentara apaciguar la tormenta que se reflejaba en sus ojos.

-Señorita Ring-ring... esto no es el fin del mundo.-El secretario murmuró, deteniéndose frente a su escritorio mientras la observaba en ese estado de desasosiego.

La peli azul soltó un suspiro entrecortado, las manos cubriéndole el rostro, su postura vulnerable contrastando con la altivez que siempre buscaba proyectar.

-¿¡No lo entiendes!? -Ring-ring exclamó, dejando entrever el temor que se escondía en sus palabras.-S-Si salgo con Tobe, la prensa se lanzará sobre nosotros como cuervos, y mi padre... -Hizo una pausa, estremeciéndose ante el pensamiento.-No quiero ni imaginar la furia de mi padre.-

Eiyo asintió con comprensión, sabiendo que la presión sobre ella no era algo sencillo de sobrellevar.

-Entiendo las dificultades, señorita Ring-ring. Pero... ¿No debería su felicidad estar por encima de las expectativas de los demás? -El tono de Eiyo era suave, alentador, como si cada palabra quisiera darle un empujón hacia el alivio que tanto necesitaba.

Ella soltó una risa amarga, alzando la vista apenas, el reflejo de su tristeza iluminando sus ojos.

-Y eso no es lo único... -La peli azul mordió ligeramente su labio.-Si Tobe llegara a enterarse y no siente lo mismo, podría destruir lo que tenemos...-Sus dedos juguetearon nerviosamente con el borde del escritorio, revelando una inquietud que rara vez mostraba.-Nuestra amistad... es algo que atesoro demasiado...No quiero arriesgarlo.-

-Bueno... no lo sabrá hasta que se lo diga.-Eiyo inclinó ligeramente la cabeza, sonriendo como si el dilema fuera más sencillo de resolver de lo que ella pensaba.

Ring-ring parpadeó, sorprendida, antes de alzar la cabeza y mirarlo como si acabara de decir algo impensable.

-¿¡Confesarme!? -El rostro de la peli azul se tiñó de un rubor que no pudo disimular, y su expresión reflejaba una mezcla de incredulidad y pánico.-¡E-Eso es... completamente imposible!-

-Es algo que Tobe merece escuchar, ¿no cree? -Eiyo dejó escapar una leve risa, pero sus ojos brillaban con una chispa de picardía.

-No...¡D-Definitivamente no!-Ring-ring comenzó a pasearse por la oficina, incapaz de permanecer quieta mientras sus pensamientos giraban frenéticamente.

Eiyo la siguió con la mirada, observando cada gesto de duda que la joven no lograba disimular.

-¿Y qué tal si él no siente lo mismo? -La voz de la joven sonó débil, casi infantil, un murmullo cargado de temor.-¿Y si se burla de mí? ¿O... si esto se vuelve demasiado complicado y terminamos alejándonos?-

Ring-ring se detuvo, jugando nerviosa con un mechón de su cabello mientras la sombra de la inseguridad oscurecía sus ojos.

-Señorita Ring-ring... creo que está pensando demasiado. -El asistente dio un paso hacia ella, colocándole una mano en el hombro con delicadeza, como un ancla que intentaba devolverle la calma.-A veces, el miedo es un ladrón silencioso... uno que nos roba la oportunidad de ser felices.-

-¿Eso crees? -

-¡Claro!-Eiyo asintió.

-Ugh, ¿Por qué tuviste que darte cuenta de todo esto?-La peli azul bajó la mirada, sus labios temblando en una sonrisa pequeña y frágil.

-¡Soy su asistente personal! Es mi deber...y, además, soy bastante observador.-El secretario dejó escapar una carcajada suave, su tono aliviando la tensión del ambiente.

Ella lo miró de reojo, frunciendo levemente el ceño, aunque una pequeña sonrisa, casi tímida, se asomaba en sus labios.

-Más te vale mantener la boca cerrada, Eiyo, o... ¡Te despediré! -La joven lo amenazó, aunque su tono carecía de dureza, reflejando más un intento de recobrar su orgullo que una amenaza real.

-Mi silencio está garantizado, señorita Ring-ring.-Eiyo sonrió, inclinándose en una reverencia burlona.-Aunque...me temo que hay algo que no podré contener... -

-¿Q-Qué cosa?-La peli azul levantó la ceja, aún desconfiada de lo que fuera a salir de su boca.

-¡Emocionarme! -El asistente se acercó más, mientras una sonrisa juguetona se dibujaba en su rostro.-¡Vamos, cuéntemelo todo! ¿Cómo fue? ¿Cuándo fue? ¿Por eso lleva todos los días esos pendientes y el collar que él le regaló?

Sin darle tiempo a reaccionar, Eiyo la tomó suavemente de los hombros y comenzó a sacudirla, como si eso fuera a acelerar sus respuestas. La intensidad de su curiosidad era casi cómica.

-¡O-Oye! ¡Detente! -Ring-ring frunció el ceño, pero el rubor en sus mejillas la traicionaba.-Y más vale que recuerdes... ¡E-Esto no debe salir de aquí! ¡Y mucho menos debe enterarse Tobe!-

-¿Qué es lo que no tengo que saber? -El samurái se detuvo frente a ellos, sus ojos alternaban entre la joven y Eiyo, evidentemente desconfiado.

-¡N-No es nada! -La peli azul se apresuró a responder, lanzándole a su secretario una mirada de advertencia, mientras este asentía enérgicamente, esforzándose por mantener la compostura.

-¿En serio? -Tobe levantó una ceja, sin dejarse convencer tan fácilmente.

-¡Oh! ¡M-Miren la hora! Yo... ¡Tengo que ir a preparar todo para la reunión! -Eiyo intentó escabullirse con rapidez, pero el samurái, con un ágil movimiento, le bloqueó el camino.

-Eiyo... -Tobe lo miró fijamente, con esa intensidad que lograba intimidar hasta a los más seguros.

-¡No, Tobe! -Eiyo exclamó, tragando saliva mientras buscaba escapar.-¡Nunca te diré que la señorita Ring-ring...!-

-¡N-No! -La peli azul palideció y trató de intervenir, pero ya era demasiado tarde.

La presión de la mirada de Tobe se volvía cada vez más opresiva sobre Eiyo.

Desesperado, Eiyo soltó lo primero que le vino a la mente.

-¡Ella... ha subido de peso! -El asistente gritó, totalmente aterrado, sin pensar en las consecuencias.

-¿¡Qué!? -Ring-ring abrió los ojos desmesuradamente, el ceño fruncido en una expresión de incredulidad, mientras un destello de su transformación brillaba en sus ojos.

-Oh, eso ya lo sabía... -Tobe, sorprendentemente, soltó una risa despreocupada, como si aquello no fuera nada nuevo.-Está bien, puedes irte.-

-¿Cómo que "ya lo sabías"? -La peli azul sintió cómo su rostro se calentaba de indignación y le dio un empujón a su guardaespaldas, fulminándolo con la mirada.

-¡A-Adiós! -Eiyo apenas alcanzó a murmurar antes de desaparecer, huyendo de la oficina a una velocidad que dejaba en claro su deseo de salir ileso.

-Sí, es evidente... -El samurái se encogió de hombros.

Ring-ring, furiosa, sintió cómo la energía de su transformación emergía involuntariamente, y, antes de darse cuenta, le propinó una sonora bofetada a Tobe, cuyo eco resonó por todo el edificio.

Más tarde, después de aquel intercambio frenético y divertido, los dos terminaron compartiendo un desayuno en silencio, aunque con sonrisas cómplices.

La tensión había cedido paso a un ambiente relajado, donde las risas ligeras y los comentarios esporádicos llenaban los espacios, como si disfrutaran de una pequeña tregua antes de la intensidad del día que les esperaba.

La primera reunión del día fue con un socio estratégico, uno de esos negociadores expertos en proyecciones y resultados. La sala se llenó del murmullo de los asistentes, mientras Ring-ring lideraba la conversación con una destreza que imponía respeto, su aguda inteligencia dejando una marca clara en la dirección de la negociación. Con una sonrisa segura, selló el acuerdo con un apretón de manos firme, mientras Tobe la observaba desde un rincón, sorprendido por su habilidad innata.

La segunda reunión, en cambio, exigía más sutileza. Un socio internacional estaba presente, y la comunicación era un juego de precisión entre culturas y lenguas.

Pero Ring-ring, demostrando una paciencia admirable, guio el diálogo con habilidad, dejando que los traductores hilvanaran cada palabra hasta que finalmente, después de horas de negociaciones, sellaron un acuerdo que fortalecía su posición en el mercado global.

La tercera reunión transportó a Ring-ring a un espacio donde la creatividad fluía como un torrente. Rodeada de un equipo lleno de ideas innovadoras y desbordantes de energía, exploraron juntos propuestas frescas y estrategias atrevidas para el marketing y las redes sociales.

La emoción vibraba en el aire, las ideas rebotaban en la sala como chispas, y Ring-ring absorbía cada una con un interés genuino, su mente captando los detalles, visionando nuevas maneras de llevar la marca a un nuevo nivel de visibilidad y relevancia. A su alrededor, las miradas de admiración crecían; su habilidad para captar lo esencial y pulir cada concepto era impresionante. En su rostro se dibujaba una sonrisa satisfecha, disfrutando del reto creativo.

La cuarta reunión, en contraste, fue un retorno a la precisión y la lógica de los números. Junto al socio de la cadena de suministro, analizaron cifras con meticulosidad, identificando áreas clave para mejorar la logística. Cada detalle era evaluado con atención, y Ring-ring lideró la conversación con una seguridad firme, delineando estrategias que garantizarían una logística implacable y la satisfacción del cliente. Su mirada recorría cada gráfico y documento con una intensidad que no dejaba lugar a dudas: era implacable en su búsqueda de la excelencia.

La quinta reunión, en cambio, encendió una chispa inesperada.

El consejo de certámenes de belleza le presentó una propuesta intrigante: invitarla a competir en un certamen de gran renombre.

Al escuchar la oferta, una oleada de nostalgia le recorrió el corazón, recordando aquellos tiempos en los que había dominado las pasarelas con elegancia y fuerza. Visualizó los momentos de desafío, de gracia bajo las luces y los aplausos, y algo en su interior se reavivó.

La idea de regresar a ese mundo la atraía, pero lo que más le entusiasmaba era la posibilidad de confeccionar sus propias prendas, impregnándolas de su estilo único y personal.

Apenas pudo contener su emoción, y con una sonrisa llena de determinación, aceptó la propuesta.

Más tarde, Ring-ring regresó a su oficina, caminando con pasos firmes aunque algo agotada tras las intensas reuniones. Aun así, al ver su teléfono en el escritorio, su expresión se iluminó. Dentro de una hora tendría una cita en el spa, una reservación que había esperado con ansias. Después de todo, se lo había ganado; un día de cuidado personal no solo era un lujo, sino una necesidad.

Tobe, sentado en una esquina de la oficina, hojeaba informes, lanzándole miradas ocasionales y aparentemente indiferentes. Sin embargo, en cuanto la vio esbozar una sonrisa de satisfacción, no pudo resistirse a hacer un comentario.

-¿Realmente necesitas tanto tiempo para prepararte solo para una cita en un spa? -El samurái se quejó, su voz cargada de escepticismo, mientras fruncía el ceño.

-Tobe, no subestimes el arte del cuidado personal...-Ring-ring levantó la vista, una sonrisa ligera, casi provocativa, asomándose en sus labios.-Y además, no es cualquier lugar. Este es un spa exclusivo en Gangnam... ¡Nada menos! Smella me lo recomendó hace tiempo y no pienso desaprovecharlo.

Tobe, inicialmente desconcertado, reaccionó al escuchar el nombre del lugar. Su expresión cambió, y dejó el informe de lado, levantándose y acercándose un poco más.

-¿¡Dijiste Gangnam!? -

Ella lo observó de reojo, una chispa de curiosidad en su mirada.

-Así es, Gangnam. -La peli azul sonrió, disfrutando del pequeño cambio en la actitud de su guardaespaldas.-¿Qué? ¿Acaso esperabas otra cosa?-

Sin darle oportunidad de responder, Ring-ring tomó su bolso y se dirigió a la salida con paso seguro.

Antes de salir, miró a Tobe por encima del hombro, sus ojos destellando con una mezcla de determinación y picardía.

-¿Qué estás esperando? No quiero perder mi cita.-

-Ugh... ya voy... -El samurái suspiró, resignado, y la siguió, aunque en el fondo había una leve sonrisa en sus labios.

Al salir del edificio, Tobe y Ring-ring fueron recibidos por Eiyo, quien los esperaba con una sonrisa amistosa junto a un lujoso automóvil negro, reluciente bajo la luz del sol.

Al abrir la puerta para ellos, el secretario les hizo una pequeña reverencia, siempre tan detallista en su papel de asistente.

Durante el trayecto hacia el spa, el auto surcaba las calles de Gangnam, flanqueadas por mansiones que parecían historias inmóviles, con sus estructuras imponentes y sus jardines eternamente cuidados.

Las casas desfilaban ante ellos como si revelaran secretos de un pasado remoto, y los ojos de los tres pasajeros se posaron fascinados en aquellas majestuosas residencias, mudos testigos de una época dorada.

-Vaya... Estas casas son realmente impresionantes, ¿Verdad? -Eiyo observó las residencias con asombro, sus ojos reflejaban el brillo de esas estructuras casi míticas.

-Sí... -Ring-ring hablo en un tono bajo, casi como si sus palabras fueran para ella misma.-Son hermosas, pero es una pena que estén abandonadas...-

-¿Abandonadas? -El secretario le lanzó una mirada a través del retrovisor, intrigado.

-Hace mucho pertenecieron a familias influyentes del país... familias que moldearon la historia desde aquí. -La peli azul explicó, mirando por la ventana como si pudiese vislumbrar ese pasado perdido.-Pero ahora... ahora son solo propiedad privada y son reliquias que nadie recuerda.-

Tobe, que hasta ese momento había mantenido una expresión serena y aparentemente indiferente, dirigió una mirada fugaz hacia las mansiones que desaparecían en la distancia.

En su rostro había algo más que desinterés; había una conexión silenciosa, casi invisible, con aquellos lugares.

Quizá esos vestigios antiguos resonaban de algún modo con el propio pasado que él prefería ignorar.

-Debió ser una gran época...-El secretario murmuró, rompiendo el silencio que se había cernido sobre ellos.-Para estas familias... y para quienes servían a su alrededor.-

Con un suave asentimiento, continuó conduciendo con la misma elegancia que impregnaba su porte, guiando el auto hacia su destino.

Finalmente, se detuvo frente a un edificio de líneas modernas y minimalistas que irradiaba un aire de serenidad y lujo.

Las cristalinas ventanas reflejaban el cielo, y en su interior, la decoración exudaba una armonía de esencias naturales y tonos delicados.

El asistente los dejo en la entrada y al cabo de unos segundos se retiró. Tobe y Ring-ring quedaron solos frente a la imponente entrada del spa, el ambiente llenándose de un silencio cargado de expectativa.

La peli azul, acostumbrada a su rol de figura pública, avanzó hacia la recepción con pasos seguros, la cabeza erguida y la sonrisa justa. Al verla, el personal del spa se inclinó con reverencias y sonrisas que denotaban el respeto y la dedicación que estaban por ofrecer.

-¡Bienvenida, señorita Ring-ring! Es un honor tenerla con nosotros -La recepcionista se inclinó con una sonrisa.

-Gracias... Espero haber llegado a tiempo -

-¡Por supuesto señorita! Estamos aquí para usted. Sienta la libertad de explorar nuestras instalaciones mientras preparamos todo para su visita -La joven de la recepción hizo un gesto cortés, invitándola a recorrer el lugar.

Ring-ring asintió, y comenzó a pasear con una calma relajada, dejándose envolver por el suave aroma de esencias de lavanda y menta que llenaba el ambiente. A su alrededor, fuentes de agua caían en cascadas silenciosas, y las paredes de bambú filtraban la luz, creando una atmósfera de serenidad absoluta.

Mientras ella admiraba cada rincón, Tobe se mantenía de pie, rígido y con los brazos cruzados, a un lado del vestíbulo.

Su expresión oscilaba entre la indiferencia y un toque de molestia apenas disimulado, mirando de reojo el ambiente tranquilo y pulcro que tanto parecía incomodarlo.

Las sillas de diseño minimalista y el suelo brillante no le ofrecían consuelo alguno; en cambio, acentuaban su incomodidad ante la perspectiva de esperar horas en un lugar que no tenía el menor interés en explorar.

-Ugh, sé que esto no es lo tuyo, pero ¿podrías dejar de hacer esa cara? -Ring-ring lo observó con el ceño fruncido con una pizca de impaciencia.

-No. -Tobe soltó un resoplido mientras se cruzaba aún más de brazos, su actitud inmutable y su mirada fija en un punto indefinido del suelo.

-Escucha, más te vale portarte bien. -La peli azul lo sujeto de la camisa y lo atrajo hacia ella, mirándolo con firmeza.

Antes de que él pudiera responder, una empleada del spa se acercó con una sonrisa cortés.

-Señorita Ring-ring, está todo listo.-

-Oh, gracias. -La joven le sonrió y soltó la camisa de su guardaespaldas con una mirada de advertencia antes de seguir a la empleada.

La empleada los guio por un pasillo decorado con elegancia, donde luces suaves iluminaban los detalles de madera pulida y el aroma de aceites esenciales flotaba en el aire, envolviéndolos en una calma involuntaria. Tobe la seguía con paso lento y mirada desconfiada, explorando el entorno con desdén.

-Esto es... ridículo.-El samurái murmuró en voz baja, arrugando la nariz.

Al llegar a los vestidores, la empleada se detuvo con una leve inclinación.

-Señorita Ring-ring, aquí puede cambiarse cómodamente. Le proporcionamos todo lo que necesite.-La joven sonrió y se retiró de la habitación.

La peli azul miró de reojo a Tobe, quien se mantenía al margen con una expresión de escepticismo inquebrantable.

-Sabes, podría pedir otra reservación para ti. Seguro que hay algo que te gustaría probar...-La joven le susurró, con sus labios esbozando una sonrisa burlona.

-¿Cómo qué? -El samurái la miró frunciendo el ceño con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

-Bueno... -Ring-ring tomó un folleto del spa y comenzó a leerlo con exagerado interés.-Podrías ir a la sala de masajes, ¿No? -Le mostró el folleto con un gesto casual.-Eres todo un promiscuo, así que seguro te agradaría la idea de que te manoseen un rato.-

-¡O-Oye! ¡Lo dices como si fuera un pervertido! -El samurái protestó con su rostro enrojecido mientras intentaba disimular su incomodidad.

Ring-ring rio suavemente, disfrutando de su reacción, y luego volvió al folleto, fingiendo una expresión pensativa.

-Oh, mira, también hay tratamientos capilares... -

Tobe, sintiéndose descubierto, se cubrió la cabeza de forma instintiva, recordando la preocupación por la cana que había aparecido inesperadamente el día anterior.

-¿Q-Qué estás insinuando? -El samurái gruñó, su tono tratando de mantener una dignidad que sus gestos contradecían.

-¡Vamos! No es un secreto que amas tu cabello. -Ring-ring le lanzó una sonrisa divertida mientras entraba al vestidor y cerraba la puerta.-¿No crees que sería una buena recompensa? Después de todo, es un símbolo de tu 'distinguido estilo de vida'.

-¡Para nada! -Tobe se recargó sobre la puerta del vestidor, cruzando los brazos con una firmeza exagerada.

-Entonces, tal vez podrías explorar el lugar mientras me cambio. Quién sabe, podrías encontrar algo que te sorprenda -La peli murmuró mientras comenzaba a desvestirse, su tono cargado de un sarcasmo ligero.

-¿Explorar el spa? ¿Estás bromeando? -El samurái rodó los ojos, su paciencia estaba claramente desgastándose.

-¡Ugh! ¡Haz lo que quieras!-La joven salio del vestidor y miro a su guardaespaldas con el ceño fruncido.-Solo... no arruines mi día.-

-¿En serio? ¿Puedo hacer lo que quiera? -

-Sí, lo que quieras...-La peli azul guardo sus pertenencias en un pequeño casillero.-Pero si armas un escándalo o terminas peleando con alguien, ya sabes lo que te espera.-

-¡Ja! Lo dices como si realmente yo me portara mal.-

-Precisamente por eso te lo digo.-La peli azul suspiró, rodando los ojos con un cansancio fingido.-Aún no supero que nos vetaran de aquel parque de diversiones por tu culpa...-

-Estás exagerando...-Tobe sonrió levemente encogiéndose de hombros con aire despreocupado.

-¡Colocaron nuestra foto en la entrada como "personas no gratas"! -Ring-ring frunció el ceño, tomó su celular, mostrándole una imagen del cartel de advertencia.

-Ese estúpido ratón se lo buscó... -El samurái desvió la mirada, incómodo apretando los labios mientras intentaba justificar su acción sin mucho éxito.

-¡Te lo advierto, Tobe! ¡Compórtate! -La peli azul replicó, con los ojos entrecerrados en una clara amenaza.

Luego, con un último vistazo intimidante, Ring-ring se dirigió a otra sala para comenzar su día en el spa.

Apenas la puerta se cerró tras ella, Tobe sintió que una extraña libertad lo invadía. Sin perder un segundo, salió a toda prisa del spa, en una fuga que parecía improvisada pero bien calculada.

Atravesó la recepción a paso firme, sin mirar atrás, como si temiera que su jefa pudiera aparecer en cualquier momento para detenerlo.

Ya en la calle, alzó la mano para detener un taxi. Subió al asiento trasero y cerró la puerta de golpe, como si el destino lo esperara con urgencia.

-Buenas tardes, caballero. ¿A dónde lo llevo? -El conductor lo miro con una sonrisa amable.

-A la zona residencial de Gangnam...-

-Por supuesto. -El taxista puso el auto en marcha, y pronto, el vehículo se deslizó por las transitadas calles de la ciudad.

Mientras avanzaban, Tobe mantenía la mirada fija en el horizonte, aunque sus ojos reflejaban pensamientos lejanos. Sus manos jugueteaban, inquietas, y de vez en cuando, respiraba profundamente, como si intentara calmar una oleada de nerviosismo que no lograba disimular.

Las luces de la ciudad pasaban fugazmente a través de la ventana, acompañándolo en un trayecto que parecía interminable.

-¿Es aquí? -El taxista señalo la entrada de una imponente residencia, que pese a la aparente dejadez, conservaba una elegancia innegable.

-Sí. -El samurái asintió, intentando controlar el leve temblor de su voz, bajo del vehículo, pagó la tarifa y, con un movimiento brusco, dejó algo de dinero extra.-Quédese con el cambio.-

-¡Gracias! Que tenga un buen día, caballero. -El conductor le dedicó una última sonrisa antes de partir.

Tobe quedó de pie, solo, frente a la majestuosa residencia. La fachada, a pesar de la evidente falta de cuidado, aún mantenía una dignidad imponente, una belleza que el tiempo no había logrado arrancarle por completo.

Las tejas curvadas del tejado, que una vez brillaron en tonos profundos y vibrantes, ahora mostraban los rastros de una época pasada; sin embargo, conservaban un aire de grandeza, como testigos mudos de la historia que había vivido aquel lugar.

Observó los detalles en la madera tallada, cada línea y curva formando patrones intrincados, una obra de arte desgastada por el paso de los años, pero aún capaz de evocar respeto.

Tobe sintió cómo el peso del tiempo caía sobre él, y por un momento, el murmullo de la ciudad a su alrededor desapareció. Allí, frente a la residencia, el aire parecía distinto, cargado de memorias que él apenas podía imaginar.

El samurái respiró profundamente, llenando sus pulmones con el aire añejo y denso que flotaba en el umbral.

Con una mano firme y resuelta, empujó la pesada puerta de madera, y esta cedió con un gemido prolongado, como si se resistiera a ser abierta después de tanto tiempo.

El vestíbulo que se reveló ante él estaba sumido en un silencio polvoriento, una penumbra donde las sombras se extendían como fantasmas de recuerdos olvidados.

Cada paso que Tobe daba resonaba en las paredes y techos altos, rebotando como un eco lejano que parecía responderle desde las entrañas de la mansión.

La atmósfera lo envolvía con un peso casi palpable, como si cruzar esa entrada significara violar la intimidad de un lugar que había permanecido en paz durante demasiado tiempo.

Sus botas producían un crujido constante sobre el suelo de madera desgastado, y con cada sonido, el eco regresaba, como si la casa misma murmurara en un lenguaje propio y olvidado.

A su alrededor, cuadros cubiertos por sábanas blancas yacen en silencio, como testigos dormidos de una vida que ya no existe. Los muebles, cubiertos por telas descoloridas, se erguían como fantasmas de una era dorada, figuras espectrales atrapadas en la quietud de un tiempo suspendido.

Tobe no pudo evitar sentir cómo aquella grandeza pasada, ahora cubierta de polvo y decadencia, le infundía una incomodidad casi reverencial, una sensación de pisar terreno sagrado donde la melancolía era la única habitante.

Caminó hacia la gran sala, donde un ventanal inmenso dejaba entrar la luz mortecina de la tarde, que atravesaba las partículas de polvo suspendidas en el aire.

La luz jugaba a proyectar sombras en el suelo, como si los fantasmas de los antiguos moradores aún recorrieran esas estancias. Al alzar la vista, sus ojos se posaron en un retrato familiar, ahora desvanecido, y sintió un nudo en la garganta que no se atrevía a confrontar.

Desvió la mirada casi al instante, incapaz de sostener el peso de aquellos ojos pintados que parecían verlo desde una eternidad lejana.

A medida que se adentraba en las profundidades de la mansión, cada salón olvidado, cada escalera que crujía bajo su peso, y el susurro de las corrientes de aire a través de las grietas, creaban una sinfonía silenciosa que lo envolvía, una música apenas perceptible que parecía contener los secretos y anhelos reprimidos de quienes alguna vez vivieron allí.

El corazón de la mansión aún latía, aunque su pulso fuera ahora un murmullo tenue, cubierto por las cicatrices del abandono.

Finalmente, llegó a un patio interior, donde la naturaleza había comenzado a reclamar su espacio. Las enredaderas se habían enroscado en las columnas, serpenteando por sus grietas y colándose entre los restos de mosaicos desgastados.

Flores silvestres brotaban con una valentía inesperada entre las losas del suelo, su color vibrante contrastando con la piedra marchita y añosa. Esa combinación de vida renaciente y ruina desmoronada creaba una escena de belleza salvaje y devastada, como una declaración silenciosa de que incluso en medio del olvido, algo luchaba por prevalecer.

Tobe se detuvo, y una sensación de insignificancia comenzó a invadirlo. La mansión, con su grandeza derruida y su historia no contada, resonaba profundamente en él.

En aquel abandono solitario y majestuoso, veía reflejada su propia lucha, su búsqueda de redención, el eco de una historia que también luchaba por no desaparecer. Cada suspiro del viento y cada sombra parecían cuestionarlo, obligándolo a confrontar las dudas y heridas que llevaba consigo.

El sonido seco y repentino de un crujido rasgó el aire estancado de la mansión, tan brusco que el samurái reaccionó al instante, tensando cada fibra de su cuerpo.

Sus sentidos se afilaron, pero antes de que pudiera identificar la amenaza, una sombra surgió de la penumbra, envolviéndolo en un movimiento fluido y preciso.

Con fuerza implacable, una mano lo sometió contra la pared mientras el frío y afilado filo de un kunai descansaba peligrosamente sobre su garganta.

El samurái intentó liberarse, pero la sombra lo inmovilizó con una firmeza que no dejaba dudas de su experiencia.

-¡A-Argh! ¡E-Espera! ¡Soy yo!-Tobe intento librarse sin éxito.

-Siempre tan descuidado... -La sombra se inclinó, y en ese momento, la familiaridad de sus rasgos se reveló bajo la escasa luz.

Tobe dejó escapar un suspiro de sorpresa, a medio camino entre el alivio y la incomodidad.

Era una mujer de presencia imponente, su mirada intensa y sus movimientos calculados recordaban a una pantera en acecho.

A pesar de los años, conservaba una belleza imperturbable, una autoridad natural que se imponía incluso en la penumbra, y aquella elegancia intacta que siempre lo hacía sentir pequeño a su lado.

-¿Podrías...tal vez...darme un aviso antes de atacarme como si fuera un enemigo? -El samurái murmuró, con una mezcla de alivio y reproche mientras se zafaba con cuidado y se reincorporaba, enderezándose con algo de torpeza.

-¿Y acaso los verdaderos enemigos te avisarán cuando te ataquen? -Ella lo miro con una ceja arqueada, mientras suspiraba, un sonido que parecía cargado de paciencia y exasperación. Su mirada afilada como un cuchillo se clavó en él, y por un momento, se sintió como un niño reprendido.-¿Cuántas veces tengo que recordarte que debes estar siempre alerta?-

El samurái bajó la mirada, atrapado entre el peso de su voz y la incomodidad de su reproche. Sabía que tenía razón, lo sabía mejor que nadie, pero eso no calmaba la punzada de vergüenza que le recorrió el pecho.

-Supongo que...Esperaba una bienvenida un poco más cálida, ¿Sabes? -Tobe esbozo una sonrisa que intentaba disfrazar la tensión en el ambiente.

-Definitivamente, ese es un rasgo que heredaste de tu padre... -Ella soltó un suspiro, mientras con un rápido movimiento abrió las cortinas, dejando que la luz revelara un hogar que, en contraste con el vestíbulo, era cálido y cuidado.-Tan arrogante...-

-¡Mamá! -Tobe frunció el ceño, casi en tono de súplica, pero ella se limitó a cruzar los brazos, observándolo con un brillo en los ojos que sugería que su presencia le traía tanto satisfacción como desesperación.

-Entonces dime, ¿A qué debo el "honor" de tu visita? -La mujer frunció ligeramente el ceño ya que las visitas del samurái eran un evento raro y casi improbable.

-¡Oh vamos Joo-hee! ¿Acaso un hijo no puede venir a visitar a su madre sin motivo? -Tobe le devolvió la mirada con una sonrisa que escondía un desafío juguetón, con esa chispa de descaro que aún le quedaba.

La mujer lo observó, y sin previo aviso, le propinó un golpe firme en el brazo, que lo hizo dar un respingo.

-No es propio de ti venir sin un motivo especifico...-La voz de la mujer se quebró levemente, y su expresión endurecida se suavizó.-A veces cuando no respondes mis llamadas yo...-Suspiró y bajó la mirada, ocultando un parpadeo de emociones que no quería revelar.-Olvídalo...-

La culpa lo atravesó. Bajo la apariencia de guerrero, sintió cómo su pecho se volvía pesado.

-L-Lo siento... -El samurái murmuró, mientras apartaba la mirada.

Joo-hee se acercó y, con una ternura casi desconocida, levantó el rostro de su hijo, sus dedos fríos acariciaban con delicadeza su rostro.

-¿Estás comiendo bien? -La mujer fijo sus ojos en él, estudiándolo con preocupación, como si intentara leer las palabras que él no decía.

-Por supuesto que sí... -El samurái desvío la mirada, pero sus palabras carecían de la firmeza que pretendía, traicionadas por el leve temblor en su voz.

Los ojos de Joo-hee recorrieron su rostro, deteniéndose en aquella cicatriz que cruzaba la nariz de su hijo.

La yema de sus dedos la rozó con una ternura casi dolorosa, y un suspiro escapó de sus labios, uno cargado de tristeza y resignación.

-¿Cómo has estado todo este tiempo? -

-Todo está... como siempre.-El samurái intento sonar casual, aunque su voz se quebró.

Pero ella, tan conocedora de los matices en la voz de su hijo, percibió todo lo que escondía en esa respuesta vacía.

Joo-hee se enderezó con una sonrisa fugaz y una mirada que intentaba ocultar su decepción. Con un gesto, señaló la pequeña mesa del comedor.

-Llegaste justo a tiempo...Estaba preparando un poco de té y unos panecillos... ¿Quieres? -La voz de la mujer era suave, como si no quisiera que el momento se desvaneciera tan rápido.

-Claro, tengo algo de tiempo... -Tobe asintió, mirando de reojo su reloj, intentando ganar algo de tiempo en aquella escena tan vulnerable que parecía querer eludir.

-¿T-Tienes que irte pronto? -Joo-hee lo miro sorprendida, sin poder evitar la sombra de decepción que nublaba su mirada.

-S-Sí... No creí que estuvieras en casa -El samurái se aclaró la garganta, buscando una excusa.-Vine por... algunos libros que dejé en la biblioteca.-

-Ya veo... -La mujer murmuró, y con una sonrisa algo forzada, se dispuso a preparar el té, aceptando el momento breve que le ofrecía.

Tobe caminó hacia la imponente biblioteca, sus pasos resonando en los pasillos vacíos como ecos de un pasado distante. Aquella habitación, un templo de conocimientos y memorias familiares, lo recibió con la solemnidad de siempre, sus altas estanterías de madera oscura abarrotadas de volúmenes y pergaminos antiguos, reliquias del saber que su familia había acumulado con los años.

Al entrar, la magnificencia del lugar le arrancó una breve pausa. Las ventanas, altas y esbeltas, permitían el paso de la luz suave del mediodía, bañando los estantes en un resplandor dorado y creando sombras alargadas que se estiraban sobre el suelo como guardianes silenciosos.

Sin embargo, a pesar de la belleza que lo rodeaba, Tobe evitó mirar las fotografías y retratos que adornaban las paredes. Sabía que cada imagen contenía los rostros de quienes lo precedieron, especialmente el de su padre, cuyo peso seguía sintiendo sobre sus hombros, como un recordatorio constante de una herencia que nunca terminaba de comprender del todo.

Pasó de largo sin mirar, sumergiéndose entre los estantes como un lobo esquivo que buscaba refugio en las sombras. Sus dedos recorrían los lomos de los libros, susurros de historia y poder ancestral que lo miraban con expectativa muda. Las cubiertas de cuero y los bordes desgastados susurraban secretos, fragmentos de sabiduría que parecían llamarlo, pero que él tomaba y devolvía con la misma rapidez, buscando algo que aún no sabía nombrar.

Se internó en el rincón más oscuro de la biblioteca, aquel donde la luz apenas llegaba y las sombras se agolpaban en susurros cargados de historia.

Allí, rodeado de penumbra y de aquel eco incesante de su linaje, comenzó su búsqueda con la intensidad de quien busca más que simples palabras. El suave crujir de las páginas al pasarlas era el único sonido que llenaba el silencio de la sala, una melodía rítmica y casi hipnótica.

Los minutos transcurrieron, y Tobe se fue perdiendo en textos y documentos, cada palabra arrancándole el peso de las expectativas, cada página una conexión silenciosa con el legado de su padre.

Finalmente, tras una búsqueda exhaustiva, sus manos encontraron un libro grande, encuadernado en cuero oscuro, con inscripciones doradas que apenas resistían el paso del tiempo.

Lo extendió sobre una mesa cercana, donde la luz de la tarde lo iluminaba apenas, y comenzó a estudiarlo con dedicación. Su mente se sumergió en el contenido, absorbido por la sabiduría que aquel texto parecía contener, por los secretos familiares que, como ríos subterráneos, fluían hacia él en el silencio sepulcral de la biblioteca.

De pronto, el delicado aroma del té recién preparado irrumpió en la atmósfera cerrada de la biblioteca, trayéndole de vuelta al presente. Se detuvo un momento, cerrando los ojos y permitiéndose inhalar ese perfume suave y reconfortante, como si el té llevara consigo una pizca de hogar, un recordatorio de que no estaba solo entre esas sombras de libros y recuerdos.

Mientras tanto, Joo-hee se encontraba en la sala de estar, una taza de té entre sus manos, sus ojos perdidos en la puerta de la biblioteca. Observaba en silencio, sabiendo que, aunque él estuviera a escasos metros, aquella distancia física era solo una de muchas.

Su suspiro, cargado de melancolía, revelaba una mezcla de comprensión y tristeza.

Sabía que el tiempo que compartían siempre sería fugaz, un instante breve en el vasto espacio que la vida había puesto entre ellos.

A pesar de que anhelaba la compañía de su hijo, entendía que había asuntos del pasado, sombras familiares que él debía enfrentar en soledad, un legado que él mismo tenía que reconciliar.

Joo-hee apretó la taza entre sus dedos, el calor del té irradiando en sus manos, mientras sus pensamientos se sumergían en un torbellino de recuerdos.

Pensó en el niño que una vez fue, en el joven que había visto partir, y en el hombre que había regresado, marcado por cicatrices invisibles que se rehusaba a compartir.

Mientras tanto, el día en el spa se desplegaba para Ring-ring como una danza de indulgencia y cuidado.

Cada tratamiento era un susurro de calma, una caricia de lujo diseñada para arrancar de sus hombros el peso de la semana. La jornada comenzó con un masaje cuyas manos expertas parecían disolver cada nudo de tensión como si fueran secretos susurrados en silencio, diluyéndose en el aire con cada presión y movimiento.

La piel de Ring-ring, por momentos, era una hoja bajo el rocío, liviana y libre de cargas.

Luego, en la sala de vapor, el calor la envolvió como un abrazo perfumado. Ring-ring cerró los ojos, entregándose al hechizo del vapor y las esencias. Se sentía ligera, pero una pequeña nube se deslizaba aún por su mente: los pensamientos de Tobe, como sombras tenaces, aún latían en sus recuerdos.

En el baño de hidromasaje, las burbujas eran una sinfonía de susurros contra su piel, como caricias que la reconfortaban en silencio. Flotaba en el agua cálida, pero su mente vagaba hacia el enigma de su guardaespaldas, preguntándose dónde estaría. La falta de noticias era como una piedra en su pecho que el agua no podía lavar.

¿Por qué él no confiaba en ella?

¿Qué lo mantenía en esa distancia que tanto dolía?

Al llegar a la envoltura corporal, la frescura de la mezcla sobre su piel la transportaba a un sueño de renovación, y sin embargo, la sombra de Tobe permanecía, como un eco persistente.

Finalmente, en la sala de espera, con el reloj marcando el paso de los minutos, la intranquilidad la dominó. La sensación de que él estaba lejos, en cuerpo y en mente, parecía imposible de ignorar.

De repente, una figura conocida emergió en la suave penumbra de la sala. La voz de Smella interrumpió sus pensamientos, envolviéndola en una calidez amistosa.

-¡Ring-ring! ¡Qué bueno que viniste! -

-Oh, Smella... -La peli azul intentó recomponerse, y su sonrisa fue un reflejo amable, aunque no tan brillante como de costumbre.-G-Gracias por la recomendación...-

-Siempre es bueno desconectar, ¿verdad? Sobre todo cuando se tienen tantas cosas en mente.-Smella inclinó la cabeza, estudiándola con una curiosidad genuina.

Ring-ring la miró sorprendida, pero no logró engañarla. Smella entrelazó sus manos con un aire de confidencia y empatía.

-Pero, querida, ¿pasa algo? Pareces distraída...-

Ring-ring vaciló un instante, sus dedos jugueteando con el borde de su bata, como si dudara en abrir la puerta a sus pensamientos. Finalmente, con un suspiro, dejó salir las palabras.

-Lo siento, es solo que... estoy un poco preocupada por Tobe. -La joven murmuró, sus ojos desviándose mientras el eco de su confesión se asentaba en el aire.

-Tranquila, cariño. A veces, los hombres pueden ser tan... complicados -Smella ladeó la cabeza, sus ojos brillaban con comprensión mientras sentía y una mano cálida se posó en el hombro de Ring-ring.

-L-Lo sé, pero...-Ring-ring intentó reír, pero su risa se apagó rápidamente.-Tobe es aún más complicado.-Admitió, con una mezcla de frustración y tristeza que se coló en su voz.

-Vaya, parece que le tienes mucho aprecio...-La diseñadora sonrió levemente.

Ring-ring se sobresaltó, sus mejillas ruborizándose de inmediato mientras levantaba las manos en un intento de defensa torpe.

-¡P-Para nada! -La peli azul protestó, cruzando los brazos y frunciendo el ceño, aunque la firmeza en su voz se diluyó en una suave vulnerabilidad.-¡Es solo que me molesta que él tenga sus problemas y no me diga nada! ¡Se supone que soy su mejor amiga!-

-Oh, querida, no tienes por qué preocuparte tanto...-Smella soltó una risa ligera, como si escuchara una antigua melodía conocida.-A veces, las personas solo necesitan su espacio...Quizás Tobe está lidiando con algo que aún no sabe cómo expresar y prefiere resolverlo por su cuenta.-

El peso de esas palabras parecía resonar en el pecho de Ring-ring.

-Lo sé, pero... yo siempre le cuento todo...No importa lo difícil que sea, él siempre escucha. Y ahora... ahora siento que tal vez no confía en mí lo suficiente -La peli azul murmuró, su voz era un susurro apenas audible mientras el dolor se deslizaba en sus palabras.

-A veces, las personas solo necesitan procesar las cosas a su ritmo, querida.-Smella, como si sintiera el latido de esa inseguridad, acarició la espalda de Ring-ring con ternura.-No siempre significa que no confíen en nosotros... créeme, he estado en tu lugar.-

-¿De verdad? -La peli azul levantó la vista.

-¡Claro que sí! Hace mucho tiempo pasé por algo similar con Smit, Hubo momentos en los que no tenía idea de qué pasaba por su cabeza, sentía que se alejaba, que no me dejaba entrar... y créeme, insistir solo lo empujaba más lejos. Aprendí a dejar que se acercara cuando estuviera listo, y cuando lo hizo, me lo contó todo...-

Ring-ring asintió lentamente, su mente repitiendo las palabras de Smella como un mantra silencioso.

Tal vez, en verdad, todo era cuestión de esperar.

-Ya veo... -La peli azul murmuró, mordiendo levemente su labio mientras una mezcla de alivio y resignación la inundaba.

-Disculpen...señorita Ring-ring, señorita Smella, hemos preparado todo para su siguiente tratamiento.-Una joven se acercó, interrumpiendo el momento con un tono respetuoso.

-Oh, vamos enseguida.-La diseñadora sonrió levemente levantándose con gracia y lanzando una última mirada cómplice a Ring-ring.-Vamos, querida, un poco más de relajación no nos vendrá mal.-

La peli azul esbozó una pequeña sonrisa, apenas visible pero sincera, y se levantó para seguirla hacia otra sala, sintiendo que, tal vez, había dejado una parte de su inquietud atrás.

Mientras tanto, Tobe y Joo-hee se encontraban frente a frente, envueltos en la calma de una ceremonia ancestral, como si el peso de las palabras que aún no se decían impregnara cada rincón de la habitación. Ella lo observaba en silencio, con esos ojos que parecían atravesar cualquier barrera que él intentara levantar.

Joo-hee tomó un sorbo lento, evaluando el momento, y finalmente, rompió el silencio con una voz que no admitía evasivas.

-Tobe, escuche que tienes un nuevo empleo...-La mujer mantuvo la mirada fija en él, esperando la reacción que no tardó en aparecer.

-¿¡Qué!? -El samurái casi se atragantó, apenas logrando disimular el sobresalto.-¿¡C-Como lo sabes!?-

-¡Ja!-Joo-hee alzó una ceja, sin perder la serenidad.-Créeme qué a mí me sorprendió mucho el hecho de que no me lo contarás...-

Tobe desvió la mirada, su incomodidad se veía reflejada en el apretón tenso de sus dedos alrededor de la taza.

-No es gran cosa... solo es algo temporal.-El samurái murmuró, en un tono que intentaba restarle importancia.

-No intentes evitarlo, jovencito. -La mujer cruzó los brazos y lo miró con la severidad de quien conoce a su hijo mejor que nadie.-Deberías habérmelo dicho antes...-

Tobe apretó los labios, sin saber bien cómo escapar de esa mirada inquisitiva que parecía indagar en su alma. Finalmente, soltó un suspiro, intentando recuperar algo de compostura.

-Ya te dije que no es gran cosa, tranquilízate... -El samurái frunció ligeramente el ceño, esforzándose por mantener un tono casual.

-¿Cómo puedo mantenerme tranquila si no sé nada de ti? -La mujer susurró, colocó su taza sobre la mesa con delicadeza, y su voz se volvió más firme, con un leve temblor de vulnerabilidad que hizo que Tobe alzara la vista.

Él apretó los puños, sintiendo el peso de esa mirada. Bajó la cabeza, tratando de ignorar el remolino de emociones que se agitaba en su interior.

.-¡Ya soy un adulto! ¿Por qué debería contarte todo? -El samurái frunció el ceño.

Joo-hee cerró los ojos por un instante, como si se preparara para sus próximas palabras.

-Porque soy tu madre...-

-N-No necesitas preocuparte por mi...-

-No quiero perderte también...-

El silencio volvió a caer sobre ellos, pesado y abrumador.

Tobe bajó la mirada, sintiendo que la culpa y la responsabilidad se arremolinaban dentro de él.

Bebió un sorbo de su té, tratando de controlar el temblor en sus manos.

Sin embargo, las palabras de su madre se sintieron como un latido doloroso en el pecho.

Joo-hee lo observaba con una mirada calculadora, y tras un breve silencio, lanzó otra verdad que atravesó como una flecha certera.

-Sabes...Escuché que el heredero de los Sanada ha recuperado el honor de su familia.-

El samurái, atrapado en sus pensamientos, no pudo evitar escupir su té al escuchar aquello, su mirada endureciéndose en un instante.

-¿¡Q-Quien te dijo eso!? -Tobe exclamó, en un intento de mantener el control, aunque su voz reflejaba sorpresa e irritación.

-Si, sé que eso es una noticia vieja, pero...hace un tiempo la ciudad estuvo en un caos por el repentino debut de ese joven como modelo.-Joo-hee se encogió de hombros.-Había muchas personas que querían saber más de él y créeme que todos se llevaron una sorpresa al descubrir que el hijo de Hae y Yeong Sanada estaba vivo...-

Tobe frunció el ceño, sintiendo que la mención de aquel nombre encendía una chispa de furia en su interior.

-Ugh... detesto a ese niño bonito. -El samurái murmuró, apretando con fuerza su taza, como si la idea de aquel "honorable heredero" lo molestara más de lo que estaba dispuesto a admitir.

-Ciertamente es muy apuesto. -Joo-hee asintió, disfrutando de la reacción de su hijo.-No cabe duda de que se parece mucho a ellos...-

-¡Oye! -Tobe bufó, con una mezcla de indignación y celos mal disimulados.-¡Yo soy más apuesto que él!-

-Por supuesto que sí, cariño... -La mujer sonrió levemente, con una ternura que solo una madre puede mostrar.-Pero sabes...no todos hablan del gran atractivo y encanto que ese joven posee, hay algo que muchos se están preguntando...-

-Ugh...lo que faltaba.-El samurái frunció ligeramente el ceño.-No está soltero, tiene una torpe noviecita.-

-No me refería a eso, de hecho no tiene que ver con él.-

-¿Enserió?-Tobe alzó una ceja.

-Lo que todos se preguntan es, Si el último de los Sanada sigue vivo, entonces... "¿Qué pasó con el heredero de los Taek?".-

Las palabras golpearon a Tobe como un recordatorio silencioso de las expectativas y los sueños que una vez habían estado sobre sus hombros. Bajó la vista, sintiendo un nudo en la garganta.

-Y-Yo... -El samurái balbuceó, su voz apenas un murmullo, pero Joo-hee no le dio tiempo para recuperar la compostura.

-También sé que, en realidad, estás trabajando con Dong King...-La mujer añadió, dejando su taza sobre la mesa y observándolo con intensidad.-Me gustaría saber...¿Por qué?-

-¿¡Q-Qué!? ¿¡Q-Quién te dijo todo eso!? -Tobe se enderezó de golpe, gritó con su voz más aguda de lo que pretendía, y su postura rígida reflejando su incomodidad.

-Cariño, puede que esté apartada del mundo exterior, pero cuando se trata de ti... Es inevitable hacer alguna que otra investigación.-Joo-hee sonrió suavemente, aunque en su mirada había una dureza casi implacable, se sirvió más té, como si estuviera hablando de algo trivial.

-¡No es necesario que me espíes de esa forma!-El samurái frunció el ceño, cruzando los brazos con una expresión de incredulidad.-¡Ya no tengo doce años! -Se quejó, con su tono cargado de indignación, aunque un brillo en sus ojos dejaba entrever una vulnerabilidad que trataba de ocultar.

-Mentalmente hablando, quizás sigas siendo ese niño de doce años en algunos aspectos. -Joo-hee sopló su taza con calma, mirándolo por encima del borde con una sonrisa traviesa.

-¡Oye! -Tobe protestó, mirándola con el ceño fruncido.

-Entonces...-La mujer lo miro con curiosidad-¿Vas a decirme de qué se trata tu trabajo? O... ¿Debo volver a investigarlo por mi cuenta?

-¡N-No es necesario! -El samurái balbuceó, respirando con dificultad, como si cada palabra que estaba a punto de pronunciar se clavara en su orgullo.-No es nada importante, mamá, es solo... trabajo como parte del personal de seguridad ¿Satisfecha? -Desvió la mirada, incapaz de sostener sus ojos, como si al mirarla estuviera revelando las grietas de su propia fragilidad.

Joo-hee suspiró, sus ojos oscuros recorriendo el rostro de Tobe, adivinando la inquietud tras su intento de evasiva. Ladeó la cabeza, tomándose un instante para asimilar las palabras de su hijo.

-Te conozco demasiado bien como para creer en ese tono indiferente...-La mujer comentó en un murmullo bajo, tomando un sorbo de su té.-Aunque, no me sorprende que sea trabajo relacionado con la seguridad... Tienes ese instinto en las venas.-

-Así que más te vale no seguir indagando, ¿Entiendes? -Tobe gruñó, caminando por la habitación en un esfuerzo inútil de evadir la sensación de estar bajo la lupa de su madre.-Y si quieres saber algo... simplemente pregúntamelo.-

-Entonces, querido hijo, he de suponer que por ese empleo, aun no piensas restaurar el honor de nuestra familia...-Joo-hee intentó sonar casual, aunque su voz temblaba ligeramente, y la punzada de decepción en sus palabras resonó en el salón como un eco amargo.

-E-Estoy trabajando en eso... -Tobe apretó los puños con rabia contenida.

-Has estado trabajando en eso durante quince largos años...-Joo-hee exhaló, una sonrisa cansada y amarga apareció en sus labios.-Quince años donde has cargado con un peso que debería haber sido compartido.-

-¿¡Crees que es algo sencillo!? -El samurái espetó, con sus ojos ardientes de ira y desdén.-¡No tienes idea de lo que significa esto para mí! -Su tono era desafiante, un grito silencioso que pedía ser comprendido.

La mujer lo miró fijamente, sus ojos expresaban una mezcla de tristeza y comprensión.

-No tienes que llevar esta carga tú solo... -Joo-hee replicó con ternura mientras se acercaba a él, acariciando con delicadeza la mejilla de su hijo.-La venganza no es la única opción, hay otros caminos... otras maneras de sanar las heridas. Quizá, si tan solo... dejaras de aferrarte a ese odio.-

-¡No quiero escuchar sobre otras opciones! -Tobe se apartó de su toque, sus manos temblaban, como si el peso de sus propias decisiones lo asfixiara.-¡No puedes comprenderlo! ¡Garu tuvo opciones... él siempre las tuvo! Pero yo... yo no tengo más alternativa...Acabar con él es la única manera de devolvernos el honor... de hacer justicia.-

-¡Tobe! -La voz de Joo-hee se tornó firme, su tono resonó con la dureza de un trueno.-¡Eres igual a tu padre! -

Él se quedó helado, mirándola con una mezcla de dolor y desafío.

-¡No me compares con ese hombre! -El samurái gritó y su puño golpeó la mesa con fuerza, haciendo vibrar las tazas de té.-¡Él murió sin conseguir nada! Tal vez... si hubiera sido más decidido, si hubiera tenido el valor de tomar decisiones firmes, ¡Aquí seguiría!-

Un silencio gélido llenó la habitación, mientras Joo-hee bajaba la mirada, recogiendo las piezas invisibles del dolor de su hijo.

-La venganza... -La voz de Joo-hee era un susurro, pero sus palabras llevaban el filo de una daga.-Solo nos llevará a un círculo de destrucción...-

Tobe apretó los puños con una fuerza que hacía temblar sus manos. La rabia se acumulaba en su pecho como un río desbordado, y su voz salió rota, cargada de una intensidad que casi dolía.

-¡Estoy dispuesto a enfrentarlo! -El samurái exclamó, sus ojos brillando con la resolución de alguien al borde del abismo.- ¡Voy a devolverle a nuestra familia lo que nos arrebataron, cueste lo que cueste!-

Joo-hee inspiró profundamente, su mirada era una mezcla de dolor y compasión, una madre que observaba a su hijo hundirse en la misma oscuridad que una vez atrapó a su esposo.

Dio un paso hacia él, como si quisiera tocarlo, alcanzarlo de alguna manera más allá de las palabras.

-Tobe... no tienes que hacerlo solo.-

El samurái dejó escapar una risa amarga, casi irónica. Sus ojos, sin embargo, reflejaban una herida profunda, una necesidad desesperada de ser comprendido.

-¿Por qué no? -Tobe murmuró con un tono de amargura.-¿¡Acaso no crees en mí!? ¿¡Crees que soy débil!?-

La firmeza en la voz de Joo-hee no flaqueó, aunque en su interior, cada palabra que decía parecía abrir una grieta más en su corazón.

-No es eso...-

Él la miró con una intensidad desgarradora, esperando, buscando algo que diera sentido a la desesperanza que sentía.

-¿Entonces qué es? -El samurái insistió, con su voz cargada de una vulnerabilidad que pocas veces permitía mostrar.

-Creo en ti, Tobe...No tienes idea de cuánto creo en ti.-Joo-hee lo miró con ternura y dolor...-Y no soy la única... Pero si sigues por este camino, solo terminarás alejando a las personas que te aman, las que te han seguido incluso en tus peores decisiones.-Cada palabra que pronunciaba parecía un esfuerzo para atravesar el muro que su hijo había construido a su alrededor.

Sus palabras resonaron en él, pero su mente se negó a procesarlas.

La imagen de sus ninjas pasó fugazmente por su mente, cada uno de ellos leal en silencio... pero, sobre todo, la figura de Ring-ring apareció en sus pensamientos, iluminando algo en su interior que ni él mismo comprendía del todo.

La posibilidad de perderla a ella, de alejarla también, lo golpeó con una fuerza que no había anticipado.

-Tobe... -La voz de Joo-hee sonaba con una mezcla de súplica y amor.-Por favor no cometas el mismo error que él...-

Las palabras calaron hondo, pero Tobe se rehusaba a mostrarse vulnerable. Dio un paso atrás, tomando el libro que había lanzado antes y evitando su mirada.

-Ya es tarde... tengo que irme. -El samurái murmuró, sin poder mirar a su madre directamente.

Sin esperar respuesta, salió del salón y se dirigió hacia la puerta principal.

La respiración se le entrecortaba mientras avanzaba, sintiendo el peso de lo no dicho, de lo que su madre había intentado hacerle ver.

Al salir, tomó un taxi y se hundió en el asiento, tratando de mantener su semblante, pero el silencio del auto reflejaba su tormenta interna.

-¿A dónde le llevo? -El taxista lo miro de reojo.

-Al spa "Garden of Silence" -Tobe trato de mantener la compostura, con la mirada perdida en el horizonte mientras las luces de la ciudad pasaban como sombras que no lograban disipar su desasosiego.

Mientras tanto, en el spa, Ring-ring se acercaba a la recepción para completar el pago.

-Gracias por su visita, señorita Ring-ring. -Le sonrió una empleada, entregándole un paquete.-Le recomendamos usar estas sales de baño para prolongar su relajación al llegar a casa.-

-Gracias...-Ring-ring tomo la bolsa con una sonrisa cansada pero satisfecha.

Sin embargo, cuando llegó a la sala de espera, notó algo extraño; la ausencia de Tobe era como un vacío palpable, un eco de inquietud en su mente.

-¿Dónde estará ese testarudo...? -La peli azul murmuró para sí misma, mientras su imaginación comenzaba a volar a posibles escenarios.-Ay no... -Suspiró, comenzando a recorrer el spa en su búsqueda.

Cada rincón que revisaba parecía intensificar su ansiedad, y aunque sabía que Tobe tenía el extraño don de meterse en problemas, no podía evitar preocuparse por él.

El silencio del lugar era cada vez más denso, una inquietud que se filtraba en cada rincón del spa.

Ring-ring avanzaba con pasos ligeros pero decididos, su mente atrapada en un torbellino de pensamientos, imaginando a Tobe en mil y un desastres, cada uno peor que el anterior.

Su imaginación no le daba tregua: podía verlo provocando algún caos o, peor aún, dejándola en completa vergüenza frente a todos.

Frustrada, se detuvo frente a la recepción, sacó su teléfono y estuvo a punto de llamarlo. Justo en ese momento, la puerta principal se abrió, y ahí estaba él, de pie afuera del edificio.

-¿Dónde rayos estabas? -La peli azul frunció ligeramente el ceño mientras se acercaba a él, como si con cada paso pudiera traspasar esa barrera de indiferencia que Tobe siempre llevaba como armadura.

Él la miró con una mezcla de sorpresa y cansancio, tratando de ocultar la tormenta emocional que todavía pesaba en sus hombros.

-Relájate... -El samurái intento sonar despreocupado, aunque su voz tenía un tono apagado.-Solo salí a dar una vuelta...El olor de todas esas velas me marea.-

-Menos mal... -Ring-ring murmuró, dejando escapar un suspiro, aunque su alivio era evidente.

-¿Te preocupas por mí? -Tobe levantó una ceja, y una sonrisa traviesa se asomó en sus labios, apoyándose en ella con una confianza descarada.

Ring-ring sintió el calor subir a sus mejillas, y lo empujó con suavidad, tratando de mantener su compostura.

-¡P-Para nada! -La peli azul desvío la mirada.-Solo pensé que estarías metido en algún lío, algo que me haría pasar vergüenza...-

-Eres tan dramática... -El samurái soltó una risa breve, cruzando los brazos.-¿Y bien? ¿Te gustó el lugar?-

-Sí, me gustó mucho.-Ring-ring asintió, sus ojos brillaban con una tranquilidad que pocas veces dejaba ver.-No tenía idea de cuánto estrés llevaba acumulado...-

-Bueno, siendo tan histérica como eres, no me sorprende -Tobe se encogió de hombros, fingiendo indiferencia.-Aunque, ¿Qué podría causarte estrés?-

-Creo que tengo una idea bastante clara...-La joven lo miró con una mezcla de desafío y diversión.

En ese instante, un auto se detuvo frente a ellos, y Eiyo bajó del vehículo con una sonrisa amable.

-¿Qué tal estuvo su día? -El secretario abrió la puerta trasera para Ring-ring.

-Muy relajante, gracias...-La peli azul sonrió mientras se acomodaba en el asiento trasero, sintiendo que el peso de sus preocupaciones disminuía por un momento.

-¿Qué hay de ti Tobe? ¿Te divertiste? -Eiyo giró la cabeza hacia Tobe.

-Supongo que sí...-El samurái se subió al auto al mismo tiempo que el asistente y se limitó a encogerse de hombros.-

Mientras el auto avanzaba por las calles iluminadas, el suave zumbido del motor se mezclaba con la conversación entre Ring-ring y Eiyo.

Sin embargo, Tobe permanecía en un silencio pensativo, con su mirada fija en las luces de la ciudad que se deslizaban más allá de la ventana, como destellos fugaces de una paz inalcanzable.

Las palabras de su madre regresaron a él, una y otra vez, como un eco inquebrantable.

"Solo terminarás alejando a las personas que te aman..."

Recordarlas era como cargar una piedra en el pecho, una verdad pesada que no estaba listo para aceptar.

Desvió la mirada hacia Ring-ring, quien estaba absorta en una conversación trivial con Eiyo.

Algo en su expresión despreocupada, en la forma en que reía suavemente ante un comentario cualquiera, le hacía desear abrirse, compartir lo que le oprimía el alma.

Pero el temor al rechazo, a que ella viera la oscuridad que habitaba en él y decidiera alejarse, lo paralizaba.

Intentó relajar sus hombros, pero la tensión persistía, manifestándose en sus puños cerrados y su mirada perdida. La contradicción en su interior era una batalla silenciosa: por un lado, anhelaba liberarse de la carga, pero por otro, el miedo al juicio ajeno lo ataba en un mutismo impenetrable.

Su reflejo en la ventanilla mostraba a un hombre que ocultaba su fragilidad detrás de una máscara de indiferencia, y en ese momento, se dio cuenta de que temía más perder a Ring-ring que enfrentar cualquier otra verdad.

A medida que se acercaban a su destino, el horizonte de la ciudad nocturna se alzaba en una sinfonía de luces danzantes, parpadeando como si el mismo cielo hubiera descendido a la tierra.

Los edificios altos y modernos, envueltos en un resplandor tenue, parecían tocar las estrellas, y entre ellos, el imponente edificio donde se encontraba el departamento de Ring-ring se perfilaba con elegancia y majestuosidad. La estructura se elevaba en silencio, como una promesa de refugio en medio de la noche.

Eiyo detuvo el auto frente al edificio, y ambos bajaron. La brisa nocturna les recibió con un toque frío, desvaneciendo la calidez que había en el auto y haciendo aún más evidente la tensión que les envolvía.

El asistente les lanzó una última sonrisa desde el asiento del conductor, deseándoles buenas noches, antes de que el auto se deslizara de vuelta hacia la ciudad, desapareciendo en la distancia.

Ring-ring y Tobe avanzaron en silencio, atravesando el vestíbulo y tomando el elevador hasta el piso del departamento. El silencio entre ellos era denso, pesado, y ambos parecían sentirse atrapados en una especie de burbuja que, en cualquier momento, podría explotar.

-Voy a tomar un baño... -La peli azul murmuró al entrar, dejando su bolso sobre el perchero con un gesto mecánico.

Se descalzó, cambiando sus zapatillas por unas sandalias cómodas, como si ese pequeño gesto pudiera arrancarle algo del cansancio acumulado.

-¿Quieres cenar algo? -El samurái se dirigió a la cocina, colocando un libro sobre el comedor.

-Olvidé pedirle a Eiyo que comprara víveres... -Ring-ring suspiró, apoyándose en la barra con una expresión de ligera frustración.

-Entonces ordenaré algo... -Tobe tomo su celular y dedos se movían rápidamente sobre la pantalla.-¿Algún antojo en particular?-

-¡Sushi! -La peli azul sonrió.

-Suena bien, hace tiempo que quería comer sushi... -El samurái soltó una pequeña carcajada.

-No olvides las bebidas... a peli azul añadió en un susurro cómplice, y ambos rieron, compartiendo un momento que parecía acercarlos.

Mientras él continuaba con el pedido, el interés de Ring-ring fue capturado por el libro que había quedado sobre la mesa.

Alargó la mano, y al hojear sus páginas, no pudo evitar pensar que quizás se trataba de algo útil para el entrenamiento o algún texto sobre las técnicas ancestrales que él siempre parecía llevar en secreto.

Pero su curiosidad fue bruscamente interrumpida.

-¡¿Qué crees que estás haciendo?! -La voz de Tobe cortó el aire como un cuchillo, y de un tirón le arrebató el libro de las manos, sus ojos reflejando una mezcla de molestia y algo más profundo que ella no alcanzaba a comprender.

-O-Oh, lo siento... -Ring-ring parpadeó, sorprendida por la intensidad de su reacción.-Pensé que era algo sobre el entrenamiento, algo que podría servirme...-

Tobe la miró con dureza, protegiendo el libro contra su pecho como si ocultara un secreto demasiado frágil.

-¡No es asunto tuyo! -El tono del samurái estaba teñido de una irritación palpable.-Es algo personal, no tiene nada que ver contigo...-

La sorpresa inicial de Ring-ring se convirtió rápidamente en frustración. Sus labios se curvaron en una expresión de enojo contenido.

-¡Oye! No tienes por qué reaccionar así, ¡Ya te dije que creí que era por el entrenamiento!-La peli azul lo miro con una intensidad que igualaba a la de él.

-¿¡Que no reaccione así!? ¡No es mi culpa que seas tan entrometida! -

-¿¡Entrometida!? ¿¡En serio!?-Ring-ring se irguió, su expresión se endureció por la ofensa.

-¡Sí! -El samurái ni siquiera la miro.-Siento mucho que el mundo no gire a tu alrededor, princesa.-

El silencio cayó de nuevo, helado y cortante. Las palabras de Tobe pendían en el aire, cada una de ellas resonando en la habitación, dejando a Ring-ring atónita.

Su sorpresa inicial se desvaneció, reemplazada por una decepción que la dejó sin palabras.

Había una tristeza en su mirada que intentaba disimular, pero que era imposible de esconder.

Había esperado un momento de paz, un momento en el que ambos pudieran dejar atrás las heridas y conectar, aunque fuera solo por un instante, pero él había arrojado un muro entre ellos.

Tobe, en ese instante, sintió el peso de su arrebato.

Quiso decir algo, disculparse quizá, pero su orgullo lo dejó atrapado en su propio silencio, y fue incapaz de pronunciar palabra alguna.

En ese momento, ambos estaban rodeados de una distancia implacable, una distancia creada no por la falta de palabras, sino por la carga de lo que no podían decir.

Finalmente, Ring-ring apartó la mirada, cruzando los brazos como si intentara protegerse de aquel frío que, súbitamente, se había instalado en la habitación. Cada uno se encontraba prisionero de su propio orgullo y su propio miedo, incapaces de cerrar el abismo que se había abierto entre ellos.

El silencio en la habitación era como una barrera invisible que los mantenía atrapados, como si cada uno estuviera rodeado por muros que se hacían más altos y más gruesos a medida que las palabras no dichas colgaban en el aire.

Las miradas que intercambiaban estaban cargadas de emociones contenidas.

-¿Por qué no puedes confiar en mí? -La peli azul rompió el silencio, su voz sonaba rota, cargada de tristeza, mientras sus ojos buscaban respuestas en él.

Tobe desvió la mirada, esquivando el peso de sus palabras.

-¿De qué estás hablando? -El samurái murmuró, incómodo.

-¡Estoy harta de esto! -La voz de Ring-ring se quebró, y sus puños se apretaron en un intento de contener la ira y la desesperación que la consumían.-¡Siempre lo mantienes todo oculto, como si no pudiera ser alguien en quien confiar!-

-Ring-ring... -Tobe intento hablar, pero ella no le dio oportunidad de continuar.

En un giro brusco, se dio la vuelta y se apresuró a su habitación, dejando al samurái solo en la cocina, sintiendo cómo sus palabras se volvían un eco amargo.

Él permaneció allí, inmóvil, enfrentándose al profundo arrepentimiento que se acumulaba en su pecho.

Había visto el dolor en sus ojos, pero no había sabido cómo aliviarlo.

Mientras tanto, en su habitación, Ring-ring se sentía herida, vulnerable y atrapada en sus propios pensamientos.

Mientras el agua llenaba la tina, se quedó en silencio, tratando de comprender las barreras que él mantenía, la distancia que no lograba superar.

Suspirando, se despojó de su ropa y se colocó una bata antes de regresar a su habitación para buscar unas sales de baño.

Pero justo en ese instante, Tobe irrumpió en la habitación.

-¿¡Q-Qué estás haciendo aquí!? -Ring-ring se cubrió instintivamente, su ceño fruncido en una mezcla de sorpresa y enojo.

-Escucha... Necesitamos hablar.-

-¡Oh! ¿¡Ahora sí quieres hablar!? -La peli azul se cruzó de brazos con su voz impregnada de sarcasmo.-¿No crees que sería demasiado "entrometido" de mi parte?-

-No... no es eso, yo solo...-Tobe vaciló, buscando las palabras correctas.

-¡No quiero hablar contigo! -La joven se giró hacia el estante donde recogió algunas velas y sales aromáticas.

-¡Pues yo sí quiero hablar! -El samurái insistió, siguiéndola, como si su obstinación pudiera romper la distancia que los separaba.

-¡No quiero escucharte! -La peli azul se giró de repente, con sus ojos llameando de furia contenida.

-¡Vas a tener que hacerlo! -Tobe también la miró, su voz reflejando la misma intensidad.

-¡Ya te dije que no! -

Con determinación, Ring-ring caminó hacia la puerta del baño, buscando el refugio que tanto necesitaba.

-¡E-Espera! -Tobe la siguió, cerrando la puerta tras él.

-¿¡Q-Qué demonios haces aquí!?-Ring-ring se giró hacia él, su rostro enrojecido por la furia y la vergüenza.-¡Lárgate! -Su voz sonaba agitada, sus mejillas ardiendo mientras lo miraba con incredulidad.

-No hasta que hablemos...-

-Si no sales ahora mismo...-La joven frunció el ceño, amenazante.

-¿Qué harás? ¿Golpearme? -Tobe intentó mantener una sonrisa burlona, pero algo en su expresión delataba nerviosismo.

-No...-La peli azul alzó una ceja, retándolo.-Me quitaré la bata.

-¿¡Q-Qué!? -El rostro de Tobe se tiñó de un leve rubor, y en su voz se percibió un titubeo inesperado.-¡N-No me importa! ¡T-Tu cuerpo no es algo que me interese ver, definitivamente no!-

Ring-ring sin pensarlo dos veces, alzó la mano y le dio una bofetada que resonó en la habitación.

La bofetada dejó al samurái en silencio, sus mejillas ardiendo no solo por el golpe, sino por una mezcla de sorpresa y vergüenza.

Se quedó allí, aturdido, mirando a Ring-ring, quien lo observaba con el mismo fuego en la mirada.

Ambos permanecieron inmóviles, atrapados en un instante que parecía alargarse indefinidamente, como si el tiempo mismo se hubiera congelado.

Mientras Tobe se recuperaba del golpe, Ring-ring se dirigió a la bañera, encendió unas velas, arrojó algunas sales y la bomba sobre la bañera.

-Te lo contaré todo...-El samurái, con una respiración profunda, recobró la compostura y dio un paso hacia ella, con su mirada intensa, cargada de algo que él mismo parecía estar descubriendo.

-N-No es necesario...-La joven desvió la mirada, incómoda, su voz era apenas un susurro.

-Sí, sí lo es. -Tobe habló con una firmeza que no permitía dudas. En su mirada había una vulnerabilidad que ella rara vez había visto.-Eres una de las pocas personas en quien confío de verdad... y mereces saber que está pasando.-

-T-Tobe...-Ring-ring lo miró, sorprendida.

Él comenzó a caminar de un lado a otro, como si las palabras fueran difíciles de alcanzar y, aun así, urgentes por salir.

-Yo sé tanto sobre ti... pero es extraño para mí hablar de mí mismo.-

-Espera, no... -La peli azul dio un paso hacia él, alzando una mano, buscando detenerlo.-No tienes que contármelo todo ahora, solo...-

-¿De verdad? -Tobe se detuvo y dejó escapar un suspiro de alivio.-Gracias, porque estaba tratando de recordar hasta mis alergias...-

-¡Iugh! -Ring-ring, sin poder evitarlo, le dio un leve empujón, y ambos compartieron una risa que parecía disolver la tensión que había estado acumulándose entre ellos.-Descuida... tendremos tiempo más tarde.-

-Aun así... hay algunas cosas que creo que deberías saber.-El samurái asintió, y luego bajó la mirada, como si aún quedara algo que necesitara decir.

El corazón de Ring-ring comenzó a latir más rápido; se giró ligeramente, sintiéndose nerviosa y tímida.

-E-Está bien, pero... si no te importa, estaba a punto de tomar un baño y...-

-¡C-Claro! -Tobe reaccionó de inmediato, dándose la vuelta con las manos sobre los ojos, como si su gesto pudiera restaurar la privacidad en el instante.

-Sabes, creo que me gustaría tomar mi ducha en privado...-La peli azul se cruzó de brazos.

-Es que el sushi llegará en una hora, y prefiero hablar ahora... -El samurái se encogió de hombros, sus palabras saliendo en un murmullo indeciso.

-E-Esta bien...-Ring-ring suspiró, rindiéndose a la idea, se deslizó de su bata y se adentró en la tina, dejando que el agua cálida y la espuma la envolvieran.-L-Listo...-

Tobe se dio la media vuelta, se sentó en el suelo, apoyando los codos en el borde de la bañera, sus ojos en el suelo mientras su mente se debatía entre el peso de las palabras que no encontraba y la sensación reconfortante de estar junto a ella.

-E-Entonces... ¿por dónde comienzo? -La voz del samurái sonó apagada, casi temblorosa, como si desenterrar secretos de su pasado fuera más difícil de lo que había anticipado.

Ring-ring lo observó en silencio, notando el leve temblor en sus manos, esa vulnerabilidad que le daba un brillo humano a la dureza de su expresión.

-Eso depende de ti...-

La sombra de una sonrisa apareció en los labios de Tobe, algo cálido y extraño para él. Por un momento, la tensión pareció evaporarse, dejando una calma inusual en el aire, una sensación de paz que él no recordaba haber sentido antes.

Ambos permanecieron en silencio, pero esta vez, no había incomodidad.

Era un silencio de comprensión, de aceptación, de saber que, a pesar de todo lo que había quedado sin decir, cada uno había encontrado en el otro un espacio seguro para sus secretos.

Mientras tanto, en la inmensidad del espacio, una nave imperial surcaba con implacable precisión el silencio cósmico, su estructura reluciente proyectando destellos de luz sobre las estrellas que la rodeaban.

En el corazón de esta fortaleza de acero, la sala de control irradiaba una fría luz azulada; los paneles brillaban en matices futuristas, reflejando la avanzada tecnología y la opulencia de la estructura.

Las pantallas holográficas, suspendidas en el aire, emitían sus datos y proyecciones como susurros silenciosos, narrando secretos que solo oídos autorizados podían interpretar.

Dong King, el arquitecto de un imperio lleno de sombras, se hallaba en el centro de la sala, su figura alta y esbelta envuelta en un traje impecable, cuya oscuridad rivalizaba con la vastedad del espacio exterior.

Su expresión, grave y serena, revelaba la intensidad de alguien que gobernaba con un puño firme y una mente implacable. Revisaba informes proyectados en el aire ante él, sus ojos recorriendo cada palabra con la precisión de un depredador acechando a su presa.

Entonces, en la pantalla principal, un destello anunciaba una conexión holográfica. La imagen del gerente apareció, materializándose como un reflejo fantasmagórico, su expresión denotando respeto y cierta inquietud.

-Fyah...-La voz de Dong King resonó, densa y autoritaria, impregnando la habitación.-¿Qué noticias tienes para mí?-

-He estado evaluando candidatos adecuados, según las cualidades que usted requirió y la alineación con nuestros intereses.-El gerente inclinó la cabeza levemente, esforzándose por mantener su voz estable bajo la penetrante mirada de su jefe.-Todos tienen antecedentes intachables y serían aliados estratégicos para nuestra causa.-

Una sombra de aprobación cruzó los labios de Dong King.

-Excelente, quiero que solo lo mejor esté al alcance de Ring-ring... -Las palabras del magnate resonaron con la calma peligrosa de una orden irrevocable.-Esto es más que un asunto personal; es el futuro de nuestra empresa, y su legado debe asegurarse.-

-¡P-Por supuesto!-Fyah asintió, aunque una leve vacilación nubló su mirada. Tragó saliva antes de murmurar. -Me encargaré de que las citas se programen cuanto antes, pero...-Hizo una pausa, incapaz de esconder la duda que brotaba en su pecho.-¿C-Cree que esto es lo mejor para la señorita Ring-ring?-

-No es cuestión de lo que ella desee, sino de lo que necesita.-Dong King elevó la mirada, y la intensidad de sus ojos le hizo a Fyah bajar los suyos al suelo.-Ring-ring es el futuro de esta empresa, debe obedecerme... y nada debe entorpecer ese camino.

-S-Señor... -El gerente intentó decir algo, pero su voz se apagó bajo la autoridad inquebrantable de Dong King.

-Asegúrate de eliminar cualquier distracción que amenace su futuro... y mi imperio.-El hombre continuó firmando documentos, sin siquiera levantar la vista, como si las palabras de Fyah fueran meros ecos en la sala.

-S-Sí, señor King... -La voz de Fyah apenas fue un susurro de obediencia, agachó la cabeza, su silueta temblando levemente antes de desaparecer en un destello.

La holografía se desvaneció, dejando a Dong King solo en la vasta sala de control. Un silencio implacable volvió a llenar el espacio, pero esta vez llevaba consigo la carga de los secretos y ambiciones que se extendían más allá de la vista de cualquiera, incluso de las estrellas.

El hombre alzó la vista hacia las ventanas, observando el universo con una mezcla de soberbia y cálculo, consciente de que, aunque vasto e infinito, el espacio era insignificante frente a sus planes.

La nave siguió su curso, portadora de una voluntad que no conocía límites, avanzando en su camino sin prisa pero con una certeza mortal, llevando consigo las intrincadas maquinaciones de un hombre cuyo control se expandía más allá de las galaxias y de las propias decisiones de aquellos a quienes decía proteger.

·※·

.

.

.

·※·

HIIIII GUYS!

Bueno como saben esta es la sección en donde no se me ocurre nada que decir.

So...

Pregunta random:

¿Les gustaría saber por que Dong King es severo hdp?

Estoy trabajando en algo y no estoy muy segura de continuar con ese pequeño proyecto.

Eso lo decidirán ustedes.

Espero que este capitulo les haya gustado, no saben lo feli que me siento cada vez que veo sus votos y comentarios

Nos leemos en el próximo capítulo!

Bye-nee! ~

Pd: ¿Y si ocupamos este espacio para memes random sobre el capitulo?