Paso a paso sólo se limitaba a mirar como los largos cabellos de su hermano mecerse con elegancia, sin parar de recorrer los largos pasillos, ignorando por completo los hermosos árboles y flores que adornaban con su exuberante belleza cada uno de los jardines que ornamentaban con gracia a su costado.

Un suspiro sonoro se escapaba de sus labios, mirando como Hypnos se mantenía alejado; aspirando con fuerza, podía percibir con sus fosas nasales como de una calmada manera, su aroma iba desvaneciéndose, dispersándose pausadamente, siendo arrastrada por la ligera brisa exterior.

Siempre, desde que tenía uso de razón, amaba percibir su aroma, esa amarga esencia a amapolas lo mantenía tranquilo; no obstante, sentía que de alguna manera algo no estaba del todo bien.

Estaba consciente de cuán fanático era Hypnos, en cuanto a Zeus. Desde hace más de algunas décadas, su madre siempre les contaba las fabulosas e impresionante hazañas de los tres hermanos, sobre todo del valeroso y asombroso acto heroico de derrotar a su padre.

Ver la incredulidad y el brillo en los ojos de su hermanos, absorto en esas historias para niños; todo el tiempo le hacían sentir… molesto.

De repente un estruendo provocado por claros pasos, que a su vez provocaba un eco que retumbaba con fuerza en las paredes, Los rítmicos pasos aumentaban con rapidez, anunciando la inevitable llegada de alguien más. A pesar de que ese ser se encontraba a una distancia considerable, pese a que aún no se podía vislumbrar su figura, podía sentir la magnitud de su presencia golpear con toda su fuerza. Desviando la mirada de la espalda de su gemelo, Thanatos movía con ligereza hacia el fondo del largo corredor.

Una figura vestida con túnicas negras ceñidas en su delgada cintura por un cinturón grueso y rojizo como la sangre. Su pecho cubierto con un trozo de tela, que cruzaba desde la esquina diestra de su cintura, y siendo sujetada con un nudo intrincado y burdo encima del hombro izquierdo, dejando una caída arreglada en su espalda de la tela restante, cubriendo por completos sus largas piernas, que no se exhibía en sus apresurados movimientos.

Los largos cabellos largos, alborotados y negros enmarcaba un bello rostro al mismo tiempo que caían como una cascada de oscuridad sobre su espalda, resaltando de manera inevitable a sus hipnotizantes ojos azules.

El ángel que se encontraba frente a ellos descendía la velocidad de sus pasos hasta detenerse por completo. Hypnos imitando las acciones del ángel cesaba sus pasos, al momento que Thanatos acortaba la distancia entre ambos, hasta llegar a su costado.

A unos cuantos pasos de su lugar, aquella bella deidad que, mostrando una expresión indiferente, acentuaba inusual e indómita hermosura que era imposible de ignorar.

—Mi señor —el ángel agachaba cabeza ante la presencia del imponente dios, con un tono respetuoso, que sólo podía compararse con el mismo respeto el cual se dirigiría al mismo Zeus—, ¿hay algo en que puedo servirle, dios Hades?

Arrugando su ceño el dios de la muerte, fijaba una sombría mirada en la figura del dios. En un movimientos rápido los ojos del dios enfrente de ellos. Un estremecimiento comenzaba a recorrer la columna de Thanatos, con los ojos gélidos del dios encima de él, tenía la sensación de que no podía moverse ante aquel rostro indiferente.

—¿Quiénes son? —Sus palabras salían sin emociones, manteniendo su mirada en su cara, para moverla con una impresionante velocidad volviendo sus ojos hacia su hermano.

—Disculpe la descortesía, mi señor —Respondiendo Aquiles con cautela movía su cuerpo hacía un costado dejando ver sus dos figuras adolescentes inmóviles—. Ellos son el dios Hypnos y el dios Thanatos. A partir de ahora, serán los consejeros de su hermano, el dios Zeus.

El silencio comenzaba a llenar el espacio alrededor del pasillo, en sus ojos, esas lagunas profundas y gélidas daban la impresión de que una extraña incomodidad comenzaba a gobernar en cada rincón del amplio pasillo; tensando cada rincón de su joven cuerpo.

Hypnos lentamente inclinaba la cabeza en un respetuoso gesto. Imitando el movimiento de su hermano, entrecerraba sus ojos, fijando su vista en el rostro perfectamente esculpido de Hades.

De repente parecía notar como el rostro blancuzco comenzaba a arrugarse, formando una extraña mueca, contrayendo su rostro y arrugando sus labios en una horrenda mueca llena de repulsión.

Girando su cuerpo y en total silencio, Hades reanudaba sus pasos dejándolos atrás con un silencio sepulcral, que lo único que lograba de verdad, era hacer que los pasos retumbaron con más fuerza en los sólidos muros, a la vez que su sonido iba desapareciendo hasta desvanecerse por completo.

Tal y como se habían cruzado con su formidable presencia, Hades había retomado su camino alejándose sin más. A pesar de la breve estadía del dios, había dejado una profunda impresión difícil de olvidar, quizás igual o más intensa que la impresión que dejaba Zeus.

Pese a ello, parecía haber algo que era enteramente extraño en ese impresionante dios.


Después de algunos momentos caminando entre los largos pasillos del templo, el ángel se iba descendiendo la velocidad de sus pasos, hasta frenar por completo en medio de una colosal puerta de madera tallada. Al igual que las inmensas puertas de la cámara de Zeus, el grabado era único, escenarios de ensueño donde las ninfas se bañaban en una laguna cerca a la orilla llena de vegetación salvaje.

Girando su cuerpo Aquiles volvía la mirada hacia ellos.

—Hemos llegado —rompía el silencio colocando sus serenos y claros ojos sobre su rostro—, estos serán los aposentos del dios Hypnos. Si me permite, dios Thanatos, le mostraré sus aposentos…

—¡¿De que estas hablando?! —la voz de Thanatos a sus espaldas, podía sentir como la ira de su hermano iba creciendo poco a poco. Con sonoros pasos parecía que el gemelo estaba acortando la distancia entre él y Aquiles—, ¡¿por qué razón no puedo estar junto a mi hermano?!

Levantando la mano, iba bloqueando el paso de su hermano, manteniendo la tranquilidad en su rostro.

—¿Me puedes decir el por qué razón de eso? —Interrumpiendo el caminar de su hermano, podía adivinar con facilidad que, en ese momento, la ira comenzaba a emerger en su interior.

—Son órdenes del dios Zeus —contestaba el ángel asintiendo sin cambiar ni un poco su rostro—, los alfas no pueden permanecer juntos en un solo aposento.

"¡¿Y qué justificación tiene para separarnos?! ¡Solo porque somos alfas, eso es una excusa estúpida!

—No entiendo por qué ser un par de alfas sea razón para no estar juntos —poniendo especial atención a las rabietas de su hermano, cuestionaba al ángel, al mismo tiempo que mantenía la mirada en su rostro y poco a poco fruncía el ceño.

—De hecho, tampoco pueden estar permitirse estar solos en los aposentos con los betas ni los omegas que se encuentran en este lugar —Contestando Aquiles en el mismo instante en que podía sentir la impaciencia a punto de estallar en su hermano detrás suyo—. Han sido instalados por sus géneros, fueron órdenes directas de mi señor.

"¡¿Betas?! ¡¿Omegas?! ¡¿De verdad él permite a los omegas deambular por todo el lugar?!

—¿Sabes porque el señor Zeus dio esa orden?

—Discúlpeme, dios Hypnos; pero, sólo cumplo órdenes. Únicamente el dios Zeus le puede informar el porqué.

—Entiendo.

Un pequeño silencio iba entremetiéndose entre ambos seres, que sin duda alguna se mantenían firmes e inquebrantables.

"¡A él le gusta ser muy generoso! ¿No lo crees, Hypnos?"

—Bueno, si no hay alternativa —con un tono de voz bastante conocido, Hypnos ladeaba la mirada hacia un costado, observando la sonrisa en el rostro de Thanatos, al mismo tiempo que se acercaba hasta llegar a su costado; observando con cuidado las acciones de Thanatos, haciendo caso omiso por completo de sus pensamientos—, creo que será mejor que me muestres mis aposentos, Aquiles.

—Como ordene, dios Thanatos —en un movimiento fluido y elegante, el ángel bajaba la mirada con brevedad para levantarla, a la vez que extendía una extremidad para señalar con su mano a lo largo del pasillo—, por aquí.

El ángel comenzaba su caminata al mismo tiempo que su gemelo, sin girar la mirada hacia él, hacía que las comisuras de sus labios se levantaran aún más, dejando de ver la burla a espaldas de Aquiles.

Un movimiento natural, Hypnos volvía la mirada hacia la gran entrada de sus aposentos, escuchando como los pasos se alejaban poco a poco.

"En cuanto este tipo se vaya, vendré a verte…"

Manteniendo la mirada en la entrada, movía su mano que comenzaba a extenderse hacia la gruesa superficie, podía sentir el liso tacto de esta en las yemas de sus dedos, para después poniendo un poco de fuerza, empujándola y provocando a su vez un ruidoso rechinido.

Cada rincón interior de sus habitación, al igual que la cámara principal de Zeus, estaba llena de una radiante luz. En un solo movimiento, un golpe resonante se estrellaba irrumpiendo en la paz del lugar, logrando quedarse en medio de la soledad de sus aposentos.

Al fondo de su habitación, una curiosa estantería con cada repisa atiborrada de amarillentos pergaminos colocados en una precaria pirámide, con una notoria estructura precaria.

Poco a poco, el joven dios se acercaba con la lentitud en sus pasos.

Era sabido que todos y cada uno de los ángeles al servicio de los dioses, eran betas. Ellos como dioses estaban por encima de ellos, aún más siendo un par de gemelos alfas, nacidos de dos dioses primordiales [1].

La mayor parte de las veces, parecía que casi, de un modo y otro, ellos estuvieran por encima de cada ser que se encontraba en ese sitio. Nix día y noche se los recordaba, el linaje al que Thanatos y él pertenecían, era claro.

Su madre, aunque era una omega dominante parecía tener un estatus alto dentro del Olimpo; además de ella, su padre Erebo [2], que siempre se mantenía con el gran orgullo de ser un alfa recesivo. Y aun de esa manera ambos pertenecían a uno de los géneros más codiciados y fuertes de los tres géneros, donde los únicos que se encontraban por encima, eran los hijos del titan.

Zeus, Poseidón, Hades, Deméter, Hera y Hestia, eran respetados e incluso temidos por algunos seres, pues sus vidas era una epopeya que era conocida hasta en los recónditos huecos del mundo.

Los seis descendientes de un tirano que había enloquecido a causa de una estúpida y vieja profecía, donde le decía que uno de sus hijos lo destronaría; donde mencionaba que sólo un alfa puro, podría destronar a otro alfa puro, ya que era sabida la fuerza, habilidades y destreza de estos magníficos seres.

Sin embargo; eso no le había impedido a Cronos desposar a su hermana Rea [3] una alfa, aunque recesiva, era una alfa pura como él; la cual ciegamente enamorada lo había apoyado en su demencial dictadura, lo cual le había costado sufrir el mismo castigo que él.

Además de esa conocida paranoia de Cronos, también estaba su abierto desprecio a betas y sobre todo la repugnancia que los omegas le provocaban, algo que, sin prisa alguna, lo había llevado a una desquiciante locura; que le había hecho encerrar a cinco de sus hijos con el apoyo incondicional de su esposa.

Esa era la única diferencia entre ambos, ellos eran descendientes de alfas puros, él y su hermano de dioses primordiales; y aun así no podía dejar de mirar a Zeus como su modelo a seguir, sintiendo que el Regente de los dioses, no era más que el alfa que él mismo codiciaba llegar a ser, con su innato resplandor, convirtiéndose un objetivo a conseguir…

Un abrupto rechinido de la puerta captaba su atención, sin embargo, mantenía la mirada en los viejos manuscritos amontonados.

—Realmente decidiste venir —hablando sin volver la vista, Hypnos tomaba uno de los documentos, comenzando a desenrollarlo con calma—, espero no nos metas en problemas.

—De igual manera, espero lo mismo de ti, Hypnos —La sonora voz respondía con demasiada seguridad.

Cada parte de su cuerpo se sobresaltaba, dejando en el joven cuerpo un estremecimiento que parecía no terminar. Girando su cuerpo con rapidez, agitando sus largos cabellos dorados, podía mirar como los largos cabellos celestes enmarcaba con fuerza los rasgos de ese rostro, con esos fríos ojos encima de su cara.

Sin notarlo, y con una tranquilidad desvergonzada, podía sentir como la piel de sus mejillas poco a poco iban a aumentando su temperatura, así como sentía de nuevo su garganta secándose.

—Discúlpeme dios Zeus —inclinando la cabeza con ligereza, Hypnos intentando de mantener la calma, al momento que sentía como los latidos de su corazón volvían a traicionarlo—, no sabía que se trataba de usted.

Una pequeña risita parecía salir de los labios del dios, una misma que parecía hacer que su estómago hormigueaba otra vez, así como su corazón parecía cosquillear, y abrumarse de esa extraña sensación.

Lentamente una mano de Zeus se extendía al mismo tiempo que se acercaba con calma hacia su rostro; podía sentir como la sensación y el calor en su vientre crecían tan rápido como los latidos de su corazón.

Sin aviso alguno las puntas de sus dedos hacían contacto con la piel de su mentón, el áspero contacto de las yemas de sus dedos lo hacían reaccionar sin esperarlo. Ese tacto rasposo, tan digno de un dios guerrero, que había luchado en un combate encarnizado por deshacer la aterradora dictadura del titan.

Levantando poco a poco su cabeza, Hypnos subía su mirada con lentitud; entre tanto, los latidos de su corazón se desentrenaban a una velocidad impresionante. Manteniendo su mirada, podía ver la profundidad del hielo en los ojos de Zeus, ese azul tan límpido y etéreo sobre una piel bronceada.

—Está bien —Contestando casi de inmediato, unos pasos acompañados de un sonido metálico resonaban con una fuerza cada vez más intensa—. No hay necesidad que permanezcas con la cabeza agachada, Hypnos.

Un abrupto movimientos de sus largos dedos, y sentía como ese tacto se deslizaba por la delicada piel, lanzaba sobre su cuerpo una corriente eléctrica, haciendo que ese fuego en su interior comenzaba a avivarse de la nada.

—L-lo siento, dios Zeus —con el rostro sonrojado y sus latidos ensordeciendo sus oídos cerraba sus ojos con fuerza; obligando a sus pulmones a inhalar y exhalar con normalidad—, y-yo… fue inapropiado de mi parte.

"¡Mierda!"

—Lo pasaré por alto esta vez —con ese mismo tono de voz, el Regente de los dioses soltaba poco a poco su rostro, haciendo que lentamente abriera sus ojos—, veo que ya te instalaste.

—Así es…

Con sonoros pasos el dios caminaba volviendo su cuerpo hasta solo mostrar los largos cabellos celestes de su espalda, menearse con un movimiento pausado.

—Imagino que te preguntaras —caminando hacia la puerta en alargadas zancadas, el dios colocaba ambas manos sobre sus espalda, en un movimiento fluido y elegante, intensificando su aire sofisticado—, porque di la orden de separarte de tu hermano.

—Creo que usted debe tener sus motivos.

—Acertaste —Virando su cuerpo con gracia, Zeus fijaba su mirada en sus ojos, en el mismo instante en el acortaba la distancia entre ambos—. Con sólo verte me di cuenta de que tienes mucho potencial, no permitas que nada ni nadie te arrastre…

—Disculpe dios Zeus, pero…

—Habrá otro momento para poder hablar de esto, con calma. Ahora tengo asuntos urgentes que atender —Irguiendo su postura, el dios mostraba esa aura de superioridad que siempre portaba—. Si bien debes recordar que de ahora en adelante serás uno de mis consejeros, y debes aprender a no dejar que tus emociones te cieguen; eso influencia a su vez en mis toma de decisiones, asimismo, sería una pena tener que prescindir de ti.

Abriendo los ojos como platos, Hypnos podía sentir como cara parte de su cuerpo iba perdiendo su movilidad, a la vez que en un movimiento fluido mientras observaba con detalle como giraba su cuerpo, para comenzar su andar grácil hacia la entrada.

De un momento a otro, estando casi a nada de comenzar a atravesar su cuerpo por la puerta.

—Lo olvidaba —girando parcialmente su cabeza sin mirar por completo hacia su espalda—, nadie puede saber de esta conversación, mucho menos tú hermano, ¿entendido?

Por un momento el silencio se había adueñado de los labios de Hypnos, junto con las palabras que habían quedado grabadas en su mente, y daban vueltas una tras de otra, sin señal de darle un respiro, un repentino aroma comenzaba a inundar a su alrededor, sus fosas nasales se dilataban, al mismo tiempo que aspiraban esa fragancia hipnotizante.

—Como ordene, mi señor…

Volviendo la mirada, hacia la salida, Hypnos no podía hacer más que mirar como el dios atravesaba con cuidado y distinción la puerta de su habitación.

No sabía en qué momento el dios había comenzado a soltar sus feromonas, lo único que sabía era que en cada rincón del lugar había quedado un delicioso y atrayente aroma a roble, avivando un poco más el calor que, ahora parecía quemarse por dentro.

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[1] Teogonías (obra poética de Hesíodo, que contiene una de las versiones más antiguas del origen del cosmos y el linaje de los dioses) de la mitología griega aparece una serie variable de entidades o deidades primordiales que existieron en los inicios del mundo, generalmente identificadas con elementos o principios naturales.

[2] En la mitología griega, Erebo (en griego antiguo Ἔρεβος Erebos, 'oscuridad', 'negrura' o 'sombra') era un dios primordial, la personificación de la oscuridad y la sombra, que llenaba todos los rincones y agujeros del mundo, a su vez hermano y esposo de Nix (la noche). Se decía que sus densas nieblas de oscuridad rodeaban los bordes del mundo y llenaban los sombríos lugares subterráneos.

[3]En la mitología griega, la titánide Rea (en griego antiguo Ῥεία Rheia, Ῥέα Rhea, Ῥείη Rheiē o Ῥέη Rheē, 'flujo [menstrual o del líquido amniótico]' o 'facilidad [en el parto]') era hija de Urano y Gea, y hermana y esposa de Cronos, y madre de Hestia, Deméter, Hera, Hades, Poseidón y Zeus. Sin embargo, creo que debo aclarar esto:

En este fic usaré la versión que se maneja en el episodio G, donde Rea apoya y acompaña a Cronos en cada acción, es la información obtenida en las wikis de SS, esperando en acercarme lo más posible a esa historia.