La oscuridad de su mirada no se apartaba del pergamino que tenía frente de él, al mismo tiempo en que su mano se movía con rapidez conforme las palabras de su hermano eran soltadas con una voz serena y pulcramente entendible.
Casi de inmediato, la voz de Hypnos cesaba momentáneamente, dándole la oportunidad de alcanzar el ritmo de sus palabras. Deteniendo los oscilantes movimientos de su mano, entornaba sus ojos, para luego girar la mirada hacia donde se encontraba Hypnos inmóvil.
Thanatos podía observar la impecable postura recta con la que siempre su gemelo, se quedaba quieto en medio de la Gran Sala. No obstante, observando el iris dorado de sus ojos, parecían que no se apartaban del rostro impasible de Zeus en su estrado. El oro líquido de sus ojos era extrañamente diferente. A diferencia de lo habitual, mostraba una extraña apariencia sólida y fría, casi igual a un casquete de hielo dorado; como si algo en ellos, se esforzaba por esconderse.
"Hypnos, ¿qué te sucede?"
De un momento a otro, el rostro de su hermano se volvía en su dirección, aunque fríamente elaborado, mostraba una expresión inusual. El oro de su mirada lentamente iba derritiéndose, empero, ahí estaba, aquella sensación de desolación en sus ojos, que apenas lograba ocultarse. En este, unas cuantas arrugas casi invisibles en medio de su ceño, al igual que sus finos labios, se apretaban formando una recta línea; negando con un movimiento casi invisible.
—¡Concéntrate! —Articulando con sus finos labios se abrían moviéndose cadenciosamente articulando en un casi desapercibido suspiro.
De un instante a otro, los ojos dorados de Hypnos giraban sin preocupación dirigiéndose al sereno rostro del regente, cuando una extraña molestia en su mirada hacia el dios se asomaba por debajo de su rostro estoico.
Era realmente inusual.
No había día ni noche en la que en esos mismo ojos de oro líquido no expresaran una enfermiza admiración y devoción. Algo que sin duda y notablemente, se había intensificado con su llegada; sobre todo, después de ser nombrado uno de los consejeros del dios.
Desde aquel día donde su madre les había explicado que pronto partirían de aquel hogar el cual, habían compartido desde su nacimiento, Thanatos sentía como algo desagradable había nacido en el centro de su pecho. Una molesta sensación que no lo había abandonado, sintiendo como día a día esa molestia no hacia mas que crecer, oprimiendo su pecho, punzando y lastimando cada rincón de los tejidos de la fuerte estructura de su corazón.
Y ahora, tenían que vivir en aposentos separados por un ridículo reglamento de comportamiento dentro del sagrado lugar, sabiendo que la causa de esas reglas tan represivas, no eran más que la extensión de una ley que un dios, evidentemente temeroso, evitaba compartir el mismo destino que el tiránico Cronos.
De repente, un rechinido a sus espaldas irrumpía entre el pacífico ambiente de la Gran Sala, volviendo la mirada, viraba su cabeza, a su vez con un giro parcial de su cuerpo hacia la entrada. Logrando escuchar un casi inaudible quejido, entremezclado un gruñido que parecía ahogarse en lo más profundo de su garganta, proveniente del estrado de Zeus, Thanatos viraba para mirar como su ser se mantenía erguido e imperceptiblemente tenso.
Sonoros pasos que daban la impresión de romper con la distancia entre ellos arrebataban su atención del cuerpo de Hypnos, para volver la mirada sobre la fuerte figura y porte de Aquiles que atravesaba las formidables puertas de la estancia.
—Dios Zeus, mis señores —la grave voz del ángel se hacía escuchar, a la vez que el ángel colocaba su mano diestra sobre su pecho, para luego inclinarse al frente en una deferente reverencia, e incorporarse lentamente—, lamento molestarles.
—¿Ocurrió algo, Aquiles? —Contestando con un tono indiferente, para después ser acompañado por un sonoro pero ligero suspiro.
—No, mi señor —respondiendo con aquel sobrio tono, Aquiles mantenía su postura, en tanto que fijaba su mirada en el dios a sus espaldas—, se trata de su hermano, el dios Poseidón se encuentra esperando para hablar con usted.
Abriendo los ojos de par en par, Thanatos no apartaba su mirada de los largos cabellos ceniza del guardián.
"¿Poseidón? ¿Y a qué debemos el grandísimo honor de conocer al tercer hermano, que ayudó a derrotar a Cronos?"
Thanatos volviendo su mirada hacia Hypnos, observaba con detenimiento cada una de las reacciones de su tranquilo rostro; notando como sus orbes dorados se mantenían sobre el ángel. En el acto, el dios de la muerte giraba su mirada hacia donde se encontraba Aquiles.
Aquel ángel se mantenía inerte en una postura pulcramente recta, aun sabiendo que Hypnos hacia caso omiso de sus mordaces comentarios, no dejaba de mirar al guardián enfrente de ellos.
Virando con una insoldable y bien estructurada despreocupación, Thanatos miraba con una mirada rápida el rostro de su gemelo. Serio, analítico, e incluso aparentemente tranquilo, no eran más que indicadores de que algo parecía estar fuera de lugar.
Entre las tantas cosas enseñadas por su madre, sabían que, como tanto Zeus como Poseidón llevaban el mando en sus respectivos reinos de manera intachable y casi devota.
Sabía que desde que Poseidón había tomado el poder de gobernar sobre los siete mares, no había razón alguna, que justificase el salir de su reino, ni por breves momentos. Y ahora, tan simple como repentina visita, era obvio que algo había sucedido.
Ahí estaba otra vez, arrugas en su entrecejo se hacía notar, provocando que sus perfectas cejas comenzaran a juntarse hasta casi tocarse.
"¿Escuchaste algo, Hypnos?"
—Ya veo —Rompiendo el silencio de la Gran Sala, Zeus hablaba, al mismo tiempo que sentía como el sólo sonido de sus voz, interrumpía sus pensamientos, mientras que el cuerpo de Hypnos daba un respingo, agitándose y tensando cada extremidad de su cuerpo—. Hazlo pasar.
Aquiles asentía con ese gran respeto y sumisión hacia Zeus, para casi de inmediato, el ángel giraba su cuerpo, para dirigirse hacia la entrada, para desaparecer detrás de ella. Un nuevo crujido se hacía presente en el lugar, obligándolo a girar la cabeza hacia el mismo lugar donde le guardián había desaparecido.
Aquiles con una postura seria y solemne, recostaba su cuerpo sobre la dura superficie de la puerta, dejando el camino libre, hacia el umbral de la estancia. De repente, un estremecedor silencio se manifestaba con una notoria pesadez en el lugar.
Paso a paso, una túnica con un blanco tan límpido y puro como las nubes que cubrían los terrenos del Olimpo; se movía por encima de un par de pies que mantenían un ritmo natural y elegante. Las túnicas del dios eran decoradas con un paño violáceo, así como unos largos y alborotados cabellos azulados como el mismo océano; provocaba que la bronceada piel sólo resaltara las charcas marinas de sus orbes.
—¡Cuánto tiempo sin vernos, hermano! —Una grave y sonora voz provenía del ser que, en cada zancada, se adentraba lenta y elegantemente en la espaciosa estancia, a la vez que sus pasos iban disminuyendo su marcha hasta detenerse por completo—. Lamento si interrumpo, pero creo que necesito hablar contigo, Zeus.
Un silencioso suspiro llegaba a sus oídos, volviendo su cuerpo hacia donde Zeus, se encontraba recostando su espalda, con una mano cubriendo parte de su rostro.
—¿Sucedió algo en el Mundo Marino? —Cuestionando con cierta desgana en el tono de su voz, mientras erguía lentamente su cuerpo sobre su trono, descubriendo su rostro.
—Esa debería ser mi pregunta, Zeus —Respondiendo tranquilamente, mientras cruzaba sus brazos sobre su firme pecho—. Sabes, uno de mis generales escuchó un… rumor, que circula entre los humanos…
—De acuerdo —La voz de Zeus se escuchaba repentinamente apresurada que, junto con aquel el rostro cubierto con una seriedad que nunca había visto en su corta existencia inmortal, y mezclado con la frialdad de sus ojos, parecía ver a un animal que estaba siendo acorralado—. Thanatos, Hypnos, déjennos solos un momento.
Moviendo su cabeza con un solemne movimiento, el dios de la muerte asentía con cierta inercia, y casi de inmediato en un grácil y solícito movimiento Hypnos hacía una reverencia. Thanatos agachaba la mirada y hacía una reverencia, imitando los movimientos de su hermano.
Volviendo la mirada hacia la entrada de la sala, Thanatos observaba con atención como Hypnos comenzaba a caminar hacia la salida en completo silencio, aumentando a cada paso el espacio entre el par de dioses y él, dejando que el abrumador silencio imponía su presencia, a al vez que continuaba con su andar mirando los largos cabellos dorados con el ceño fruncido.
Aquiles mantenía su espalda recostada en la dura superficie de la puerta y con la cabeza baja, y un cada vez más pesado silencio continuaban su andar; no obstante, su mirada perdida en algún punto en la nada, escuchaba como un resonante golpe, los regresaba a la realidad.
Un pequeño grupo de ángeles se encontraba de pie bloqueando el largo pasillo del templo; Odiseo, Ganimedes, Orión, Teseo y Deucalión, se encontraban inmóviles y en silencio sin bajar la mirada ni la guardia en el lugar. Cada par de ángeles se encontraban pegados a las paredes del inmenso pasillo; con los ojos atentos a cada mínimo movimiento. Arrugando el ceño mientras a cada paso, alcanzaba la posición de Hypnos, hasta quedar justamente a su costado, vislumbrando la figura recta y pulcra de su gemelo.
"¿Sabes de que hablarán?"
Involuntariamente, la sima de sus ojos negros giraba para observar la cara de su hermano, que de un momento a otro lograba notar un movimiento casi imperceptible de su cabeza.
"¿Acaso tú no sientes curiosidad, Hypnos?"
En un compás trémulo y discreto, podía oír como la velocidad de los pasos de su gemelo comenzaban a disminuir poco a poco hasta que, en un movimiento fluido y elegante, sus zancadas se detenían, quedando inmóvil en medio del pasillo. Deteniendo su caminar con un movimiento sofisticadamente imponente; Thanatos viraba su cuerpo con una notable y segura determinación formidablemente majestuosa, y así quedando frente a frente a los dorados ojos del joven dios.
"Estaba pensando en dejarte a solas con ellos, para que averiguaras algo."
Entrecerrando sus ojos, Hypnos presionaba sus labios con fuerza, dibujando una rígida línea recta, mientras fruncía su entrecejo, notando como los pozos de oro líquido de Hypnos se posaban en las profundas simas de sus ojos negros, Thanatos entrecerraba sus ojos, únicamente para dejarlos brillar con una codiciosa y perversa malicia.
"Sé que, al igual que yo, tienes curiosidad. Y, como mencionaste, desgraciadamente eres el único que puede averiguar algo, sin ser detectado."
Casi sin notarlo, un superficial gruñido salía de la garganta de Hypnos, el cual sabía, ahogaría con tal de no mostrar la furia que le provocaba su comportamiento. Por un momento los latidos de su corazón comenzaban a acelerarse, mientras una sensación de placer y regocijo inundaban cada fibra de su ser. Un peculiar éxtasis comenzaba a deslizarse por sus venas, erizando cada rincón de su piel, que parecía crecer en su interior, lograr molestar a Hypnos era inusual, pero el simple hecho de provocar todas sus emociones era satisfactorio.
No, era… placentero.
El joven dios alzaba una mano dirigiéndola hacia su pálido rostro. Aunque la molestia en sus ojos dorados estaba viva y presente, Thanatos sabía que Hypnos estaba consciente de que tenía razón. El interés en saber sobre la conversación de Zeus y Poseidón había nacido en ambos dioses cuando el Dios de los Mares había anunciado su llegada y pedido hablar con Zeus.
Después del término de la guerra contra los titanes, y de que Zeus tomara el mandato sobre el Olimpo y los dioses; Poseidón, aun siendo un alfa recesivo, era un alfa puro, y, sobre todo, unos de los héroes de guerra, en el enfrentamiento contra Cronos. Gracias a esto, se le habían encomendado el mando de los siete mares, así como vigilar las acciones de los mortales, ya que la Tierra, aún joven y próspera, se encontraba sin protección ni vigilancia. Razón suficiente para que el Emperador de los Mares no podía darse la libertad de salir de su imperio en lo más profundo del Mar Mediterráneo.
No obstante, también era sabido que únicamente si llegaba a presentarse una situación delicada.
Cada una de las acciones de los dioses tenía una importante influencia sobre los humanos, y eso a su vez, eso tenía una influencia vital para el reinado de las grandes deidades. Cada acción, cada nacimiento de un dios, cada nombramiento e incluso cada evento como las uniones entre los dioses se consideraba que se diera a conocer para que los mismo humanos pudieran saber, quienes eran los dioses que los habían creado y quienes día a día con sus acciones formaban el camino a seguir de esa débil e impura raza.
De esa manera, podía tener relación con lo sucedido en las últimas semanas, pues era obvio como la misma basura beta, que se había llenado la boca con zalamerías de haber sido de gran ayuda para los dioses. Que había sido de gran ayuda a Zeus en contra de los titanes, era la misma que no sólo había traicionado a los dioses y a Zeus, si no que, a su vez, su amado hermano terminó lastimado de una forma lamentable.
Repentinamente un crujido se hacía notar en medio de aquel tenso lugar, bajando con prisa la esquina de sus finos labios, dejando a la vista en su pálido rostro, un aspecto falsamente serio. Al momento a espaldas de Hypnos, las puertas de la Gran Sala se abrían, dejando a la vista la intensa luz que venía de aquella entrada.
Una sombra iba posándose sobre la faz de Hypnos, enseguida, en un noble y fluido desplazamiento de su cuerpo, para moverse con la misma gracia en una suntuosa reverencia dejando caer en una luminosa cascada, sus largos y alborotados cabellos dorados.
"¡Es tu oportunidad, Hypnos!"
Thanatos pensaba con claridad, mientras movía su cuerpo mirando con cautela como los hermanos pasaban con movimientos gráciles e imponentes.
Levantando la mirada con cautela, los dos alfas se alejaban con tranquilos pasos recorriendo el frío piso. Comenzando a reanudar su paso, ambos hermanos seguían a escasos pasos de Zeus y Poseidón.
Detrás de ellos, Aquiles se incorporaba y un par de guardianes a la vez, se integraban con sonoros pasos, que desbarataban el extrañamente tenso ambiente, el cual tenía la apariencia de quererlo sofocar con aquella insoportable pesadez.
Entornando los ojos por quien sabe cuanta veces ya, podía mirar como el cuerpo del joven dios que seguía avanzando sin apartar la mirada de la espaldas de los dioses. Soltando un casi inaudible bufido, al momento en que sus ojos regresaban a mirar los largos cabellos de ambos hermanos.
La tensión de su cuerpo comenzaba a aumentar a la vez que sus pasos continuaban recorriendo aquel soso pasillo.
Después de todo lo sucedido y de las palabras de su hermano, si él decía la ubicación de aquella mujer, nadie le creería, ya que todos y cada unos de la seres existentes dentro y fuera del Olimpo, sabían que cualquier acto de traición en contra de Zeus, o los dioses castigos ejemplares, entre ellos la posibilidad de terminar en el Tártaro era casi inevitable. Pero, saber que aquella mujer se encontraba encerrada en el interior del mismo Zeus, era un castigo demasiado considerado para un crimen como ese.
Por otro lado, el estar en aquel lugar, tolerando todo esos, no había ayudado en absoluto con lo relacionado a Hypnos.
No sólo Hypnos había logrado terminar su reino, si no aquellos trances que habían propiciado aquellos secretos encuentros parecían que se habían terminado, sin señal de volver. Se habían idos aquellos momentos de complicidad, se habían ido los momentos íntimos en los que atrevía a acariciar su cuerpo y besar sus labios, sin quejas de por medio, al momento en que las reacciones de su hermano parecían provocarlo, seduciéndolo para que tomara ese cuerpo inmaculado ].
Ahora no tenía más opción de lidiar con un Hypnos correcto que no hacía más que poner distancia entre ellos. Uno que luchaba con fuerza por mantenerse al otro lado de la clara línea que había dibujado; y que se había reforzado con una molestia, después de su instintivo ataque hacia a Zeus.
Aquella opresión en su pecho había estado haciéndose cada vez más presente a cada latido, hasta convertirse en la desagradable pesadez que ahora abrumaba a su corazón. Sin saberlo, y con una lentitud notoria acercaba sus largos dedos hacia donde se encontraba Hypnos, y extendiendo un largo y delgado dedo, hasta que en un ligero roce hacia contacto con su piel. Una descarga eléctrica, punzaba en la punta de sus dedos, sintiendo como esta se desplazaba de inmediato hacia su columna.
Mirando de reojo a su hermano con rapidez, notaba como su cuerpo se sacudía en un notorio sobre salto en su incómodo ser.
"¿Sucede algo, Hypnos?"
—Y… ¿qué piensas hacer? —La voz de Poseidón se hacía notar llamando su atención, Thanatos volvía a mirar la espaldas de los hermanos que continuaban su andar tranquilo.
Un inesperado brillo y calor del sol acariciaba su rostro con un delicado roce.
El par de párpados se cerraban con fuerza boqueando el cegador fulgor, que se reflejaba en los verdes arbustos del inmenso jardín; que a su vez era invadido por un mar de flores que contrastaban con el verdor del césped, y se levantaban en un vibrante esplendor. Thanatos notaba lo que sospechaba; se había distraído tanto, que su mente se había nublado, dejándolo con la mente en blanco, divagando lejos de ahí.
Sus pasos continuaban un lento caminar entre las coloridas flores, mientras sentía cómo su nariz comenzaba a cosquillear por el número incalculable de olores que invadían despiadadas sus fosas nasales; a la vez que, con un casi inexistente suspiro, Thanatos miraba aquel descuidado jardín en el que se adentraban con cadentes e innegables movimientos precavidos.
En el tiempo en el que se encontraban en el Olimpo, nunca habían pisado esa parte de los cielos. Poco a poco, sus pasos comenzaban a detenerse, hasta quedar quietos en su lugar por completo; mientras Zeus y Poseidón daban unas cuantas zancadas hasta detenerse a unos cuantos metros de Hades y Hera, en medio de un montón de piezas rotas de mármol, hierbajos y enredaderas que las rodeaban con saña.
Desde su posición, el dios Thanatos fijaba su mirada en Hades, que de un momento a otro incorporaba su cuerpo con un movimiento agresivo, y sin delicadeza agitando sus túnicas sin elegancia ni recato, mientras su cuerpo tensaba cada extremidad.
—¡¿Qué carajos haces aquí, Zeus?! —Una fuerte y demandante voz captaba su atención, cuando miraba como de repente, un par de presencias se manifestaban con un aura de hostilidad hacia su dirección—. ¡A caso, ¿no te cansas de fastidiar a otros?!
—Deberías moderar tu voz, hermano —Poseidón intervenía sin dejar de mirar hacia Hades, agitando sus largas túnicas dejando a Zeus a sus espaldas, a unos cuantos pasos de su lugar—, no es lugar para hablar de esa manera.
—¡Cierra la boca, Poseidón!
—Hades… tranquilízate….
"¡Pero… ¿Qué mierda… está sucediendo?!"
Thanatos pensaba mientras abría sus ojos como platos.
Tener a un omega respondiendo de esa manera a un alfa, era algo que no creería que vería algún día. Por otro lado, mirar como ambos hermanos permanecían inmóviles, con sus cuerpos tensos, a la vez que Hera colocaba sus delicadas manos sobre los brazos tensos de Hades, era algo más inusual de ver.
Ambos dioses mantenían un rostro gélido, con su ceño fruncido que no hacía más que acentuar la rabia de los omegas.
—Hypnos, Thanatos… —la voz contenida de Zeus se hacía oír, empero, el dios mantenía la mirada con dirección hacia sus hermanos, aparentemente con cada fibra de su cuerpo, rígidos, a la vez que daba la impresión de que su cuerpo temblaba ligeramente—, retírense. Hemos terminado por hoy.
"¡¿Pero que mierd…?!"
—Como ordene —interrumpiendo su pensamiento, Hypnos hablaba con un tono natural, mientras inclinaba ligeramente su cabeza—, mi señor.
Thanatos presionaba con fuerza el par de hileras de perfectos dientes, tensando de una manera evidente su quijada, a la vez que toda esa rabia que comenzaba a surgir lo quemaba con un ímpetu que era, casi insoportable.
A esas alturas de la situación, ya no sabía que era peor y molesto, si su linaje era menospreciado por Zeus y sus hermanos, ser tratados como una un par de chistes vivientes al estar a servicio de alguien que era inferior a ellos, o que su hermano lo permitiría obedeciendo cada orden de manera sumisa.
Ambos dioses se giraban para comenzar a caminar a un compás lento y suntuoso, a la vez que Thanatos mordisqueaba con saña el interior de su labio inferior, escuchando el sonido del crujir de los pasos de Odiseo y Orión proveniente de sus espaldas. Reiteradamente sofocando el sonido de un ligero gruñido naciente de su garganta, tensando cada extremidad, a la vez que comenzaba a sentir un notario dolor en cada una de sus extremidades.
—Orión, Odiseo —la repentina voz de Hypnos desquebrajaba la falsa quietud del lugar, mientras Thanatos volvía su mirada hacia el dios del sueño, observando como este no giraba su mirada a los guardianes—, considero que es mejor que vuelvan con el dios Zeus y sus hermanos.
—¿Disculpe, dios Hypnos? —con un evidente tono de sorpresa en su interrogante, Odiseo respondía a sus espaldas, casi de manera inmediata.
—Considero que la seguridad del dios Zeus y sus hermanos, es más importante en estos momentos —Respondía con una calmada y taimada voz que era imposible descifrar para cualquier otro; no obstante, Thanatos regresaba su mirada hacia el camino delante de él, para que, en un pestañeo, una de las comisuras de sus labios se levantase con aquella esencia maliciosa.
"¡También quiero participar!"
—Tienes razón, Hypnos —Secundando las palabras de su hermano, Thanatos comenzaba a mover su mirada hacia el mismo costado donde se encontraba Hypnos, mirando con sus orbes dorados en su dirección, con una mirada carente de emociones—. Aunque somos dioses, la seguridad del dios Zeus y sus hermanos, debe tomarse como prioridad. Así que vuelvan y hagan su trabajo, nosotros nos encargaremos del nuestro.
—Como ordene, dios Thanatos.
Poco a poco el crujir de la hierba debajo de los pies de los ángeles parecía atenuarse hasta casi desaparecer. Y de esa tranquila y minuciosa manera, sus pasos iban desacelerando simultáneamente hasta que sus zancada frenaban con un acompasado movimiento final.
Lentamente y con un fluido ritmo, Thanatos volvía su divino ser hacia el cuerpo del dios del sueño, notando como con un gesto estoico, copiaba sus movimientos en una bella y sobria danza sincronizada, hasta quedar frente a frente uno del otro.
Sin duda alguna, Thanatos sentía cómo aquella llameante ira, iba extinguiéndose con lentitud, desvaneciéndose, y a su vez, dejándole un cosquilleo que iba creciendo junto con aquella cálida sensación en su corazón.
Aún podía entender y ser uno sólo con Hypnos, planear cosas juntos, conocer sus pensamientos, aunque no pudiera leer su mente, saber que sentía; eso será algo que nada ni nade podía arrebatarle, lo hacía sentir… feliz.
—¿Qué descubriste? —Deshaciéndose del silencio que los rodeaba, Thanatos fijaba la mirada en el rostro de Hypnos que no hacías más que tener la mirada perdida hacia los verdes pastizales.
—Poseidón duda de la decisión de Zeus —respondiendo sin mover su mirada de la nada cuando casi de inmediato, giraba su cuerpo hacia donde los ángeles habían regresado con los hermanos—, cree que en la supuesta inocencia de Metis.
Una refrescante brisa danzaba entre las hebras de sus largos cabellos negros, dejando que esta jugueteara con ellos, arrastrándolos con cinismo. Como si se reflejara en un espejo, notaba como los mechones dorados de Hypnos imitaban los movimientos de sus cabellos, junto con las bailarinas túnicas que cubrían elegantemente sus cuerpos.
Y ahí estaba, admirando la gloriosa escena delante de él, sus dedos hormigueaban nuevamente mientras sus ojos no se apartaban de su inexpresivo rostro.
—¿De verdad cree que ella no se atrevería a traicionar a Zeus?
—Sí.
—Sería un estúpido si lo cree… —respondiendo con un tono forzado, Thanatos volvía la mirada a las grandes matas de flores y césped que los rodeaba. De un momento a otro, el crujir de los pastizales se hacía presente, y con un movimiento brusco giraba su cabeza agitando su largos y despeinados cabellos negros, con dirección hacia el cuerpo de Hypnos—. ¡Oye!
—Ve a tus aposentos —respondía con frialdad al mismo tiempo que seguía avanzando, sin rastro alguno de detenerse o volver si quiera la mirada —, además, considero que sobra recordarte que no cometas alguna insensatez.
—¡¿A dónde vas?! ¡Hypnos! —Casi de inmediato, Thanatos gritaba al mirar como lentamente con un delicado andar.
Hypnos hacía más notoria la distancia entre ambos con una notable despreocupación en su elegante figura, observaba como esta iba volviéndose más translucida poco a poco, hasta borrar cualquier rastro de su inmortal ser.
Estando completamente en soledad en medio de aquel lugar lleno de flores, fruncía el ceño junto con una mueca que iba desfigurando su rostro, sin no hacer mas que mirar el lugar donde el dios del sueño había desaparecido.
—¡Maldito Hypnos!
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] Si supiera… ತ_ತ
