Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
~º~Un Secreto Navideño~º~
7
Bella nunca pensó que las palabras Forks y escándalo mediático pudieran aparecer en la misma oración. Pero ahí estaba ella, en el porche de la casa de Charlie, mirando a través de las cortinas como una furgoneta blanca con antenas sospechosamente grandes se estacionaba al otro lado de la calle y en plena oscuridad. Porque sí, ni eso respetaban, así como tampoco las temperaturas casi bajo cero.
— No puede ser —murmuró, apartando un poco más la cortina. —¿Esos son...?
— ¿Paparazzi? —completó Edward, con su expresión clásica de "esto no es mi culpa, pero igual me siento culpable".
Charlie, en cambio, parecía más interesado en determinar si podía usar su caña de pescar como herramienta de defensa personal. Porque, claro, en Forks, cualquier amenaza inesperada debía resolverse con equipamiento para la pesca deportiva.
Renee en cambio calentaba café a toda prisa porque se preocupaba por la gente que hacía su trabajo afuera. No obstante, los mellizos veían esto de una forma meramente divertida.
— ¿Y cómo demonios nos encontraron? —siguió Bella, ignorando a su padre, que ahora probaba la flexibilidad de la caña como si fuera un látigo.
Edward suspiró.
— Bueno, soy figura pública y siempre están tras mis pasos.
Bella lo fulminó con la mirada.
— Edward, estamos hablando de Forks, ¿entiendes? A nadie le interesa estar aquí.
— Tal vez. Pero están ahí afuera y no son alucinaciones —se defendió Edward, levantando las manos—. Quizá, alguno de tus vecinos les dio el pitazo.
— Edward —Bella resopló—, el 90% de mis vecinos son todo, menos chismosos.
Mientras discutían, los paparazzi ya estaban desplegando cámaras y micrófonos como si estuvieran a punto de cubrir un evento de la Casa Blanca. Una mujer con una chaqueta fosforescente sostenía una libreta con la misma energía de quien está lista para interrogar a un político en desgracia.
Charlie, aparentemente satisfecho con su plan de autodefensa, se acomodó el sombrero y abrió la puerta.
— Voy a darles algo de qué hablar. —Hizo una pausa dramática—. ¿Qué les parece un exclusivo reportaje sobre las truchas arcoíris del río Calawah?
Bella se cubrió la cara con las manos. Definitivamente, Forks no estaba preparado para esto. Pero, si alguien le preguntaba, diría que tampoco los paparazzi estaban preparados para Charlie Swan y su apasionada afición por la pesca.
.
Charlie ajustó su gorra con determinación, como si estuviera a punto de enfrentar una invasión alienígena y no a un grupo de fotógrafos mal disimulados.
— Voy a despistarlos —anunció, con la seguridad de quien ha visto demasiados episodios de series policiales.
— ¿Y cómo planeas hacer eso? —preguntó Bella, aunque en el fondo ya temía la respuesta.
— Con confianza, Bella. —Se golpeó el pecho como si eso fuera suficiente credencial. —Además, nadie sospecha de un hombre con botas de pesca.
Edward abrió la boca para objetar, pero Bella le hizo un gesto de "déjalo, esto será entretenido".
Charlie salió al porche con paso firme, llevando consigo un balde vacío. Su expresión era la de un hombre dispuesto a vender la mentira de que tenía un propósito importante, aunque su propósito real era absolutamente inexistente.
— ¡Buenas noches! —saludó con entusiasmo forzado. —Hermoso clima para... para atrapar bagres.
Los paparazzi, sorprendidos por la repentina aparición del hombre, no supieron muy bien cómo reaccionar. Una reportera, que claramente había sido asignada a esto a regañadientes, intentó improvisar.
— Señor Swan, ¿alguna declaración sobre el compromiso de su hija con el mariscal de campo, Edward Cullen?
Charlie se llevó una mano al pecho, como si lo hubieran acusado de traición.
— ¿Cómo sabe mi nombre?
Bella apretó los labios, sabía que su padre empezaría a divagar.
Los reporteros se miraron entre ellos. Unos con caras de fastidio y otros tantos divertidos, pero todos congelándose por el frío.
— El pueblo es pequeño —respondió el hombre en un titiritero—. Nos dijeron que aquí vivían los Swan, padres de la presentadora deportiva, Bella Swan.
— Nos han dicho que ellos se comprometieron y que están pasando sus vacaciones navideñas en este pueblo —expuso un hombre cubriendo la cara con una gruesa bufanda.
— No sé de qué hablan —rumió Charlie.
— Señor, los acabamos de fotografiar —dijo una voz de mujer que no alcanzaba a apreciarse—. Usted y Edward Cullen compartían un abrazo, algo que indicaba que usted le estaba dando la bienvenida a su familia.
— ¿Están celebrando el compromiso? —alguien más interrumpió.
— ¿Compromiso? —Soltó una risa exagerada—. ¡No tengo idea de lo que están hablando! Bella solo vino a ayudarme con... eh... ¡el Festival del Salmón!
— ¿Festival del Salmón? —susurró Edward a Bella.
— No lo cuestiones —respondió ella, mordiéndose el labio para no reír.
— Es una gran tradición —continuó Charlie con convicción—. Cada año, los ciudadanos de Forks celebramos la noble trayectoria del salmón. Hay concursos. Desfiles. Y hasta un torneo de lanzamiento de arenques.
— ¿Lanzamiento de arenques? —repitió la reportera, claramente confundida.
— Tradiciones muy respetadas —Charlie asintió solemnemente. —Si les interesa, las inscripciones todavía están abiertas. Solo necesitan una licencia de pesca y algo de coraje.
Por un momento, los paparazzi parecieron sopesar la posibilidad de cubrir un inexistente torneo de arenques en lugar de seguir acechando a Edward. Pero justo cuando parecía que la treta funcionaría, uno de los fotógrafos apuntó su cámara hacia la ventana, donde Edward, agachado como un espía principiante, accidentalmente levantó demasiado la cabeza.
— ¡Ahí está! —gritó el fotógrafo—. ¡Edward Cullen!
Bella se golpeó la frente. Lo habían descubierto.
Charlie, sin perder la compostura, alzó el balde vacío.
— ¡Plan B! —anunció y, sin previo aviso, corrió directo hacia la furgoneta de los paparazzi, como si estuviera dispuesto a lanzar el balde como una granada imaginaria.
Los fotógrafos, aterrados por la posibilidad de un hombre enloquecido con un balde sin contenido, tropezaron entre ellos tratando de retroceder.
— ¿Funcionó? —preguntó Edward, asomándose de nuevo.
— No —respondió Bella, observando cómo uno de los paparazzi ya hacía una videollamada a lo que seguramente era un noticiero nocturno—. Pero al menos ahora Forks será conocido por algo más que la lluvia y La Bella res Meat Market.
Edward suspiró.
— Espero que tu padre esté orgulloso.
— Oh, seguro que sí —dijo Bella, con una sonrisa socarrona—. Especialmente cuando le den el premio al Defensor del Salmón del Año.
— ¿Crees que con esto ya me quiera?
Bella miró tiernamente a su chico. Pasó una de las manos por las mejillas rasposas de él.
— Estoy segura que ya lo hace —se puso de puntillas y le dio un beso.
.
Edward se incorporó torpemente sin darse cuenta que la cortina se había corrido. Abrazó a su chica, mientras la besaba profundamente pasional.
Eran simplemente una pareja de enamorados que no necesitaba más que demostrarse el amor que se tenían.
Se dejaron llevar y tan solo sus narices se rozaban en el proceso de que sus bocas seguían degustándose.
No importaba que afuera los paparazzi estaban teniendo la mejor primicia de sus vidas…
Llevaba meses postergando esta entrega con la esperanza de qué algo más viniera, pero no puedo hacerlas esperar otros meses más. Estoy un poco decepcionada porque sé qué pude haberlo hecho mejor, pero no pude, lo intenté muchas veces y realmente no pude más con esta trama. Lamento profundamente si las decepcione, no era mi intención, solo necesitaba darle su final a esta pequeña historia y agradecer sinceramente a quienes le dieron una oportunidad.
Gracias totales por leer ❄
