Notas Iniciales: Volví con una actualización más, espero que les guste.
Escape y Captura.
Los Mogekos Especiales atacaron a distancia con sus armas para reducir el mayor número de mogekos adversarios, de esta forma podrían crear una brecha para seguir el rastro de Mofuru junto a los humanos. Antes de que fueran invadidos, ya habían estructurado planes de respaldo y escondites temporales. El único problema era Moge-ko, quien mantenía su figura cubierta por ese molesto campo de fuerza que la protegía de todo ataque o trampa, lo único que conseguían hacerle era atrasar su llegada a donde yacían ellos. Pues aunque un tronco descendiendo a toda velocidad intentara golpearla directamente o una lanza tratara de atravesarla, los objetos tan sólo rebotaban para impactarse lejos y dañando otras zonas del campamento, haciéndola lucir como el arma definitiva. Con su ballesta, el Hada del Prosciutto disparó a una lona que flotaba sobre ellos, sostenida por seis cuerdas principales. La mogeko golpeó con éxito uno de los lazos importantes, así que le hizo una seña a Espíritu de Sangre para que la ayudara con su lanzamiento de cuchillos, el resto logró captar sus intenciones.
— ¿Plan C en marcha? —inquirió Mogecucko, preparando la próxima bala de su escopeta y enseguida colocarse en posición para disparar también a uno de dichos sostenes.
—Plan C en marcha —estuvo de acuerdo el Mogeko-algo-extraño imitando a sus camaradas, posicionando su metralleta sin perder de vista la aproximación de la rubia—. ¡A la cuenta de tres! ¿Listos? ¡1, 2...!
— ¡No permitiré que escapen! —Moge-ko dio un salto largo hacia ellos.
— ¡3! —Los cuatro Mogekos Especiales abrieron fuego, consiguiendo cumplir su cometido, por lo que al siguiente instante esquivaron a la sádica reina, que se encontró resbalando un puñado de centímetros antes de que se alzara con un aterrizaje perfecto. Sin embargo, al mismo tiempo fue envuelta por la lona, cuyo peso la obligó arrodillarse más por instinto que por verdadero daño. Contentos con su hazaña, por fin los cuatro se pusieron en marcha ya que una gran porción del ejército de la reina estaría ocupado apresurándose en auxiliarla, y los pocos que echaran a correr tras ellos los perderían en el interior del bosque.
— ¡Bien hecho, equipo! Ahora sólo nos queda completar la fase dos del plan —se felicitaron entre sí, sonrisas alegres y gritos de triunfo antes de dispersarse y hacer uso de los escondites cercanos. No tenían nada de qué preocuparse, después de todo estaban seguros de que –en este punto– Mofuru ya había encontrado el pasadizo secreto donde podría transportar con seguridad a las parejas de hermanos. Contaban con que podrían librarse de los estorbos, al menos hasta que el rey mogeko decidiera mostrarse al fin.
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Con ayuda de los dos varones del grupo, Mofuru pudo dejar al descubierto un hueco en el suelo silvestre, una cubierta redonda que parecía simular la puerta de una madriguera, discreto aunque lo suficiente ancho para que todos pudieran cruzarlo a gatas. Andrew debía admitir que estaba impresionado por lo preparados que estaban estos mogekos, pues cuando les dijo que existía una forma de llegar a su destino sin ser detectados, no esperaba un camino subterráneo de todas las posibilidades que se le habían ocurrido. Shinya por su parte fue indiferente al hecho, lo único que hizo fue sacudirse la tierra y suspirar antes de mirar a sus espaldas y asegurarse de que su hermanita estaba a salvo.
—Es aquí. Esto nos llevará lejos —declaró Mofuru.
—Sí, claro, en verdad me entusiasma la idea de caminar entre toda clase de insectos y heces de animales rastreros —dijo Ashley con obvio sarcasmo.
—Es mejor que molestar a las tribus del bosque.
— ¿Tribus? No recuerdo ninguna —comentó Yonaka confundida.
—Eso es porque usted fue directo al castillo, joven dama —explicó el mogeko peludo—. Puede que no lo parezca pero en verdad nuestro reino es rico en razas mogeko también. Me parece que conoció a los mogekos blancos cercanos a las celdas de ejecución, ¿no?
—Lo hice pero… creí que sólo eran mogekos descoloridos. ¿Eso significa que hay otros mogekos nunca antes vistos en las profundidades de este bosque? ¿Son tan peligrosos como los del castillo?
—No es algo de lo que necesite preocuparse con ayuda de este pasadizo secreto. Hace mucho tiempo, los Mogekos Especiales hicimos un trato con la líder de la tribu del bosque, ellos nunca usarían estos pasajes subterráneos y nosotros no perturbaríamos sus actividades. De hecho, la zona donde estábamos acampando sigue siendo dominio del castillo, se podría decir que es como su jardín, así que no hemos roto ese acuerdo.
—Está bien, ya entendimos. —Andrew no tardó en impacientarse—. ¿Podríamos apurarnos? Esa tipa rubia podría estar cerca y aquí estamos perdiendo el tiempo.
—Sí, no sé qué tan fuerte sea pero estoy de acuerdo en ahorrarnos el disgusto de conocerla — apoyó Ashley a su hermano, para sorpresa del mismo, quien apenas pudo reaccionar al repentino gesto de amor que la menor de los Graves le dedicó al abrazarse a su brazo. No tuvo más remedio que avergonzarse en silencio. Shinya alzó una ceja ante aquello.
—Aunque no hay manera de que este cerca ya que mis camaradas y yo estábamos preparados, entiendo su apuro. Entren por favor, iré después de ustedes.
Acatando la sugerencia, las parejas de hermanos ingresaron al sitio. Y para sorpresa de nadie la oscuridad del interior era densa, al punto en que no eran capaces de ver sus manos ni aunque las tuvieran en sus caras, generando una ligera sensación de claustrofobia debido al nulo conocimiento de distancia entre una pared a otra, la cual empeoró en cuanto Mofuru selló la entrada tras él. Por unos momentos fueron abrazados por el manto negro, más la oscuridad que antes gobernaba se fue disipando gracias a un extenso camino de rocas blancas que yacían enterradas a sus pies, cual brillo había comenzado alimentarse de sus presencias, motivo por el que su luz los acompañaría a donde quiera que fueran.
—Wow —se admiró el mayor de los Kurai, incapaz de contenerse, siendo también el caso de Yonaka, que encontró la vista absolutamente conmovedora. Esas rocas brillantes eran como estrellas alumbrando el cielo durante las frías madrugadas.
— ¡Esto es tan bonito!
—…Está bien, debo admitir que no está tan mal —comentó Andrew mientras trataba de adivinar la distancia que recorrerían a partir de ahí.
—Miren esto —se mofó Ashley—. ¿Quién necesita gastar el sueldo en electricidad teniendo materiales de esa clase en la propia naturaleza? Andrew, creo que deberíamos comprar al menos una docena de estas piedras antes de marcharnos.
El aludido suspiró, no sabía qué esperaba de su hermana pequeña, difícilmente ella podría tomarse algo en serio. Pero, bueno, así la amaba. Le sonrió y la tomó de la mano antes de que retomaran la caminata con Mofuru encabezando. En todo el recorrido, las parejas de hermanos apenas entablaron conversaciones relevantes, limitándose a dar sus observaciones del lugar y de vez en cuando bromeando al respecto. Al menos era el caso de Ashley y los hermanos Kurai, ya que Andrew en ningún momento intervino, sintiéndose extraño por todo lo que estaba sucediendo.
¿Cómo era posible que pasaran de huir de la ley de su mundo a buscar la manera de que un montón de criaturas amarillas no secuestraran a las chicas? El suceso de la invocación y el secuestro del autobús seguían pareciéndole algo muy surrealista. Aquello lo incitó mirar a su hermana con detenimiento. Lord of Unkown había hecho algo con ella esa noche, más todavía no tenía idea de lo que era. Se veía normal, se comportaba como siempre, no parecía que realmente hubiera sido rodeada por un aura casi mística la segunda vez que se infiltraron a ese club cultista con intenciones demoniacas. Era consciente de que debía enfocar toda su atención en lo que estaba sucediendo en esos momentos, pero simplemente no podía sólo ignorarlo.
Si algo le pasara a su amada hermana pequeña estaba seguro que nunca se lo perdonaría.
De manera inconsciente apretó el agarre que mantenía sobre esa delgada mano, lo que de inmediato llamó la atención de Ashley, quien lo miró con detenimiento, logrando incomodarlo como sólo ella era capaz de hacer. Esos ojos fucsias eran tan hermosos, o sabía cómo había conseguido resistirse a ellos durante tanto tiempo.
— ¿Qué? —inquirió, hosco. Incapaz de demostrar aún en ese punto sus verdaderos sentimientos.
Esperaba que tratara de sacarle el motivo de su estado, lo que no anticipó fue que su pequeña hermana se pondría de puntitas para darle un corto beso en los labios. La sensación lo dejó congelado, tensándose de pies a cabeza como acto reflejo hasta que al siguiente instante todo su rostro se tiñó de rojo. Como un mojigato, se echó hacia atrás rompiendo el contacto, llevándose la mano libre a la boca como vieja escandalizada, en shock. Y todo empeoró cuando fue consciente de que había espectadores. Los hermanos Kurai y Mofuru los miraban, impresionados; sólo entonces Andrew fue capaz de librarse del embrujo en el que sin saber había caído.
— ¡Ashley! ¿¡Qué carajos estás haciendo!?
El diablillo que era su hermana se limitó a sonreírle con picardía y malicia entremezcladas, lo que lo hizo sentirse mucho más nervioso de lo que ya estaba. Un beso no debería ser motivo de escándalo pero su lógica no trabajaba con normalidad cuando se trataba de Ashley.
—Vi la oportunidad y la aproveché —se burló. Por supuesto, Andrew no esperaba menos de su diabólica hermana—. Ya está permitido, ¿no? Creí que habías dicho que podíamos intentarlo.
—Sí, l-lo dije, p-pero… ¡pero podrías ser menos exhibicionista! Estas cosas deben hacerse en privado.
—Ay, por favor. No es como si fuéramos a tener sexo, sólo te di un simple beso.
— ¡Sabes bien que no es normal! ¡Y no digas eso tan a la ligera! ¡Mucho menos enfrente de otras personas! Y, bueno, mogekos.
—No se preocupen por mí, por favor —comentó Mofuru dándoles la espalda con evidente incomodidad—. Cada quien atiende su vida privada como quiere.
— ¡Por favor! ¡Esto no es lo que parece! —insistió Andrew cubriéndose la cara con ambas manos, sintiéndose en apuros.
Sabía bien que ni los hermanos Kurai ni el mogeko especial eran nadie para juzgar su recién iniciada relación amorosa con Ashley, pero eso no impedía el hecho de que se sentía expuesto, pues en ningún momento se preparó mentalmente para situaciones como estas. Ashley se hubiera burlado más si no hubiese sentido el nerviosismo y palabras de Andrew como una clara negación a su amor, a pesar de lo apasionadas que habían sido sus confesiones hace apenas unos minutos. La hirió, así que retrocedió, absolutamente ofendida.
— ¿Qué quieres decir con que "no es lo que parece"? ¡Por supuesto que es lo que parece! ¡No puedes echarte para atrás ahora, Andy! ¡Se supone que lo intentaríamos!
— ¡No me llames así!
— ¡Jódete, Andy! —exclamó adelantándose sin importarle más si la llamaba o intentaba disculparse. No quería escucharlo hasta que se le bajara a ella misma el coraje. Tomó a Yonaka de la mano y la arrastró con ella al fondo de la cueva sin la supervisión del mogeko peludo.
— ¡Ashley! —El mayor de los Graves se irritó pero toda furia reunida se disipó en cuanto la vio alejarse—. ¿A dónde vas? ¡Vuelve aquí en este instante, Ashley! ¡Podrían perderse! ¡Ashley!
Pero no obtuvo reacción y las dos chicas siguieron caminando hasta que giraron una esquina de la cueva. Cuando Mofuru aclaró que no había problema y que podían aprovechar esos momentos para descansar, Andrew volvió a cubrirse el rostro con las manos y se dejó caer al suelo ahogando sus gritos de frustración. Shinya lo miró casi con aburrimiento, pues nunca había presenciado una actuación tan patética en su vida y eso que contaba con una lista interminable almacenada en su memoria. Le hubiese conmovido más la situación si no fuera culpa del mayor de los Graves el que se llevaran a su hermanita como premio de consolación.
—Así que, ¿cuándo confesaron sus sentimientos?
—…No tengo que responder a eso.
—Entiendo que no tiene mucho, basándome en lo que dijo Ashley-san. Pero, hombre, eso fue muy insensible. Sabía que eras un imbécil pero no tenía idea de cuánto.
—No me ayudes a sentirme peor de lo que ya me siento —Andrew casi gruñó.
—Lo siento, pero cuando tu hermanita se llena de valor y decide darte un beso, lo mínimo que debes hacer es callarte la boca y recibirlo con gusto, si es posible agradecerle. Eso si no tienes los cojones para corresponderle.
—No tengo tanta experiencia en el incesto como tú. Dios, ni siquiera tú deberías tener experiencia ni yo debería estar tratando de obtenerla. ¿Y qué es eso de "cojones"? Palabras de ese calibre no deberían existir en tu lenguaje de extranjero.
— ¿Aún sigues en etapa de negación? —Shinya decidió ignorar su reclamo—. No entiendo de qué te quejas. Ashley-san es linda. No es mi tipo pero sé reconocer cuándo una mujer es el cielo y el infierno al mismo tiempo. Estoy segura que muchos hombres matarían porque una belleza así se obsesionara con ellos. Por eso dudo vayas alguna vez a encontrar tremendo tipo de chica en la vida. Te aconsejo que tomes provecho de ello y de que es tu hermana de sangre. No es común tener una hermana sexy en tu familia que esté dispuesta amarte sin importar que seas un familiar directo. La vida real no es un ero-ge, las oportunidades deben tomarse en cuanto se te presentan.
— ¡Basta! Un niño como tú no debería estar reprendiéndome por no saber qué hacer cuando mi propia hermana me besa en la boca.
— ¿Qué puedo decir? —Shinya se alzó de hombros—. He estado esperando mucho tiempo a que mi Yonaka cumpla la edad adecuada para poder tenerla entre mis brazos como quiero. Y ustedes que ya son adultos no toman ventaja con lo que tienen. La verdad es que ahora mismo me siento muy triste por Ashley-san. Si yo fuera su hermano, ya la hubiese instruido en el arte de fornicar.
—Hablo en serio, Shinya. Basta.
Mofuru suspiró sin saber qué hacer o cómo asimilar en su cerebro la conversación que aquellos dos humanos estaban teniendo, si debería integrarse o mantenerse al margen para no meterse en dramas innecesarios. Las revistas pornográficas que abundaban en el castillo contenían todo tipo de fetiches y parafilias que sólo la mente más perversa sería capaz de imaginar (su piso era de libros esponjosos pero no eran nada en comparación a los libros eróticos). Más tenía entendido que para los humanos el tema del incesto se trataba de algo sumamente tabú, merecedor de condenas y rechazo social grave, por lo que le resultaba fascinante que dos parejas sufriendo este tipo de romance se hubieran reunido, y más aún que hubieran cruzado su mundo.
El destino tenía formas muy curiosas de burlarse de los mortales.
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Mientras tanto, Ashley y Yonaka finalmente se detuvieron. Caminar sin rumbo, por el simple hecho de poder hacerlo, funcionó para que la menor de los Graves controlara sus caóticas emociones; estas no se habían disipado del todo pero huir en compañía de su joven amiga le ayudó para que no sufriera un ataque ahí mismo después de que Andrew alimentara sus inseguridades de nuevo. Soltó la mano de la pequeña japonesa y fue a recargarse contra el muro, mirando sin mirar el suelo terroso como si fuera la cosa más interesante del universo. Yonaka guardó silencio mientras la observaba, temiendo que al decir algo indebido pudiera provocar que la mayor se soltara a llorar; parecía a punto de hacerlo. Sin embargo, decidió mostrar apoyo acomodándose a su lado antes de animarse hablar.
—Andrew-san sólo estaba avergonzado —dijo suavemente—. Ya se le pasara.
—Para ti es fácil decirlo, no has convivido con ese idiota toda tu vida. Lo sabía, está harto de mí. Nunca estuvo dispuesto a intentarlo de verdad —bufó Ashley, su cansancio reemplazado por furia reprimida pero no contra Yonaka, ni siquiera contra Andrew, sino consigo misma por ser tan ingenua y creer que aquello realmente iba a funcionar; él no la veía más que como su hermana, su carga familiar personal. Atascado como dijo alguna vez.
—Para nada, estoy segura de que él te ama mucho, Ashley-san. ¡Pero así son los tsunderes! Una vez te acostumbras a su comportamiento, verás ese defecto como una virtud, si no es así al menos te dará gracia o te parecerá tierno.
—No lo sé…
— ¡Yo solía comportarme de la misma manera cuando estaba en secundaria! —insistió Yonaka separándose del muro y colocándose frente a su amiga con la intención de darle fuerza a su argumento. El gesto casi logró que a Ashley le doliera el corazón, pues realmente parecía que quisiera animarla—. Mi hermano tuvo que pasar por muchas dificultades para tratar de leer lo que yo quería de él, pero fue perseverante. Cuando me di cuenta de cuánto lo amaba me ponía muy vergonzosa a su alrededor, deseaba que me abrazara y acariciara pero me ponía tan nerviosa que acababa empujándolo. Pero siempre que lo rechacé de esa forma me sentía fatal y estoy segura que Andrew-san se está sintiendo de esa manera ahora mismo.
—No creo que sea tan simple, no para nosotros. Andrew siempre ha intentado dejarme atrás. He comenzado a pensar que… quizás sea hora de rendirme.
—Ashley-san…
—Tenemos identificaciones falsas, documentos que nos permitirán volver a la sociedad. Una vez salgamos de aquí, podría… liberarlo. Al fin y al cabo siempre he sido yo la culpable de todo lo malo que hay en su vida, es natural que me odie. Soy un monstruo. Los monstruos deben ser odiados.
La Graves comenzó a temblar con el sólo pensamiento, aterrorizada con la imagen de quedarse sola en un mundo que nunca la aceptó. Estaría indefensa, sin Andrew no había manera de que ella pudiese sobrevivir. Quizás su madre tuvo razón sobre ella, era una vergüenza, no existiría persona en ese mundo más allá de Andrew capaz de aceptarla en su totalidad, sería vista como una loca a quien podrían desechar como basura una vez cumpliera su propósito. Pero antes de que pudiera sumergirse más en esos pensamientos de auto sabotaje, el tacto de Yonaka sobre sus hombros la devolvió al mundo real de un sobresalto. Alzó la vista hacia ella, encontrándose con sus ojos oscuros llenos de determinación. Era en momentos así que Yonaka parecía mucho más madura.
—No te rindas, Ashley-san. Es cierto que no entiendo muchas cosas pero sé que el lazo que existe entre ustedes dos es real, no es sólo compromiso u obligación. Me atrevo a decir que es tan intenso como el que comparto yo con Nii-san. ¡Estoy segura de que todo se solucionará! Si no lo hace… ¡no estás sola! ¡Me tienes a mí y a mi hermano!
—Dices eso porque no me conoces.
—Lo que he visto es que eres una chica tierna, Ashley-san. Tienes miedo de quedarte sola, sientes que no mereces la felicidad pero no es así. Como mi hermano, el que seas un monstruo no significa que debas resignarte.
—Pero…
—Andrew-san lo comprende, de otro modo se habría alejado de ti desde el principio. Su único dilema es que te ama tanto que seguramente teme perjudicarte. Eres su adorada hermana pequeña y como imouto que somos, debemos tener paciencia con ellos y estar cerca cuando por fin resuelvan sus conflictos sin sentido. Es lo que hace una buena mujer por su hombre. Ya sabes, somos como esposas pero sin certificado.
Aunque no del todo convencida, Ashley debía admitir que las palabras de Yonaka la habían hecho sentirse mejor, menos miserable. Se sintió querida, cálida, aceptada. Y la idea que Yonaka sugería sobre ellas como esposas de sus hermanos, le sacó una risa genuina desde el fondo de su garganta. La imagen era encantadora, como un matrimonio tradicional, sólo que sin una residencia fija y con carne humana cocinándose en la estufa.
—Tienes jodida la cabeza, niña —se burló Ashley sin verdaderas intenciones de insultarla—. Estas cosas no vas y las dices como si fuera un discurso motivacional.
—P-P-Pero funcionó, ¿verdad? —inquirió Yonaka, avergonzada.
—De maravilla.
—Que bien, me preocupaba haber actuado como una tonta.
—Eres tonta pero ya eres mi tonta, así que no importa, te quiero así.
Ashley no se abstuvo de atraer a su pequeña amiga y abrazarla con el cariño que sólo había reservado para su hermano mayor, pues consideraba que no le haría daño bajar todas sus barreras con esta chica. La joven Kurai correspondió con una sonrisa enternecida dibujada en la cara, feliz de tener la aceptación, no era una chica que acostumbrara el constante contacto físico de cualquier persona que no fuera su hermano, pero valía la pena si provenía de la Graves; de hecho podría acostumbrarse.
— ¿Entonces volvemos con los demás?
— ¿Por qué no? No pueden ser felices por tanto tiempo, es necesario ir a fastidiarlos y recordarles que no pueden gobernarse solos.
Con un guiño coqueto Ashley dio su aprobación, fue así como retornaron sus pasos hacia la zona donde Mofuru leía tranquilamente un libro esponjoso mientras un aburrido Shinya enterraba el filo de su cuchillo en la pared y un traumatizado Andrew permanecía retraído en un rincón, postura que rompió en cuanto vio a su hermana acercarse. Yonaka fue directo al mayor de los Kurai, observando juntos cómo se desarrollaría aquello. Andrew se había alzado con toda su estatura sólo para sujetar las pálidas manos de su compañera con tanta delicadeza que si corriera el riesgo de desintegrarse o dañarla, como si tocara los pétalos de una rosa
—Ashley —dijo con nerviosismo, momentos antes de inclinarse hacia sus labios y darle un rápido beso que elevó su marcado sonrojo ya existente hasta la frente, desviando la vista con incomodidad—. Perdón por lo de antes, me sorprendiste. No estuvo mal, me… me hace feliz que tengas la confianza para hacer ese tipo de cosas sin consultarme, al fin y al cabo este tipo de cosas se hacen en una relación. Te pediría que fueras más discreta pero… supongo que no importa mientras estemos aquí. Y mientras no haya peligro puedes seguir haciéndolo.
Ashley lo inspeccionó sin expresión en el rostro hasta que se impulsó hacia él para capturarlo en un abrazo de koala, acción que el mayor de los Graves correspondió automáticamente también.
—…Estás perdonado.
—…Menos mal —suspiró con gran alivio y cierta ironía.
—Entiendo que todo lo que hemos pasado debe ser difícil para ti y eso está bien. No te preocupes, Andrew, me aseguraré de que este tipo de cosas sea tan natural que no tendrás que preocuparte en un futuro.
—Que considerada —volvió a contestar con sarcasmo, lo que hizo a Ashley reír
—Además, es cierto lo que dice Yonaka: una buena mujer espera pacientemente porque su hombre resuelva sus tonterías para recibirlo con orgullo.
— ¿Yonaka dijo qué? —Ashley volvió a reírse con ganas por la exagerada reacción de su hermano.
Shinya abrazó a Yonaka, orgulloso de ella por haber ayudado a su nueva amiga superar tremenda situación, la menor de los Kurai disfrutó de aquel gesto acurrucándose contra su pecho.
—Si ya terminaron, podemos seguir —intervino Mofuru de pronto, sacando a las parejas de hermanos de sus burbujas de cotidianidad.
Fue lo que hicieron, caminaron y caminaron hasta que Mofuru señaló una salida. Habían llegado a una parte desierta de la carretera, pero no sólo eso sino que la luz de la luna había desparecido y un engañoso día soleado acogió al mundo mogeko. Los humanos estaban impresionados, pues a ellos no les había parecido que hubieran estado mucho tiempo desplazándose bajo tierra.
—Hay un central de autobuses pasando dos cuadras. Ahí nos refugiaremos hasta que mis compañeros se reúnan con nosotros.
— ¿Esto va a estar bien? ¿No sospecharán de un lugar tan obvio?
—No hay manera, son estúpidos. A menos que haya un soplón entre nosotros, podemos sentirnos a salvo.
—En ese caso puedes empezar a despedirte de esa falsa seguridad.
Aquella voz tensó de inmediato a Mofuru, quien incrédulo se giró hacia la silueta de aquel mogeko amarillo con corona en mitad de la acera. Sin embargo, no pudo hacer más, pues en ese momento una detonación de pistola resonó en el ambiente. Mofuru se dio cuenta demasiado tarde que acababa de ser atravesado por una bala, la cual lo hizo toser sangre y perder fuerzas.
— ¡Mofuru! —exclamó Shinya desconcertado, corriendo para sostener al mogeko peludo antes de que cayera al suelo. Los hermanos Graves lo rodearon sin saber qué hacer para ayudarlo.
En ese instante, con la vista del pobre Mofuru gravemente herido en brazos de su hermano, las memorias retornaron en cadena a Yonaka, traumatizándola. Eso mismo le había pasado al mogeko defectuoso. Una bala en el pecho, a traición. Empezó a hiperventilar. Por su culpa el pequeño mogeko verde había muerto y ahora también Mofuru corría el mismo riesgo, se había convertido en víctima de la misma arma de fuego. Y aquella voz, esa que había hecho eco en sus peores pesadillas durante tanto tiempo, volvía a contaminar su cerebro viajando a través de sus oídos.
—Bienvenida de nuevo, Yonaka-tan. Sabía que algún día volverías a mí. Te estaba esperando.
—Rey… mogeko… —pronunció su nombre, absolutamente fuera de sí.
—Tenemos un asunto pendiente, querida Yonaka. Ven conmigo y nadie de tus demás amiguitos saldrá herido.
Sin pensarlo dos veces, Shinya se lanzó sobre el pequeño mogeko con intenciones asesinas, maniobrando su cuchillo con agilidad, dispuesto atravesarle el cráneo. No esperaba que un segundo disparo le haría soltar su arma blanca entre una fuente sangrienta y que un tercer disparo se precipitaría a su cabeza. Por suerte para él, Ashley había reaccionado disparando su propia pistola desde su posición, haciendo que ambas balas se encontraran, estallando en la cara de Shinya, lo que hizo que cayera hacia atrás, desorientado. Mientras tanto, el rey mogeko miró fascinado a la otra humana que no dudó seguir disparando con la intención de herirlo, obligándolo a esquivar hasta que estuvo a una distancia prudente de los Kurai.
— ¡Nii-san! —Yonaka recibió a su hermano entre sus brazos, preocupada por su estado.
Cuando lo vio sangrando no tardó en entrar en pánico. La bala del rey mogeko le había perforado le mano derecha y en ese momento no podía recordar si poseían artículos de primeros auxilios. Aún así rebuscó entre su mochila con manos temblorosas hasta que Shinya la detuvo levantándose de donde estaba para buscar con la vista su cuchillo. No era el momento para tratarse una herida con una amenaza latente justo frente a sus narices, mucho menos cuando se dirigía exclusivamente a su hermana pequeña.
—Tú debes ser Ashley-tan, ¿no? —inquirió el rey mogeko en éxtasis—. Me gustas. Para ser una humana, tienes muchas agallas. Normalmente lleva tiempo que un humano se decida a matar en este mundo. Supongo que debes ser de las que están acostumbradas a esa vida.
—No me interesa lo que tengas que decir, quédate quieto o lárgate antes de que te atine.
La amenaza que representaba Ashley con su arma contrastaba con la torpeza de sus palabras, lo que hizo al rey mogeko reír divertido, encantado con su personalidad.
—Eres una chica interesante. Ojalá fueras de preparatoria, así me gustarías más. Aunque la verdad es que moge-tan no va a quejarse, moge-tan no discrimina en cuanto a cuerpos femeninos se refiere. A veces es bueno jugar con una mujer de grandes atributos como tú.
— ¡Vete a la mierda! —exclamó realizando más disparos—. ¡Eres repugnante!
—Ashley, no gastes las balas a lo estúpido. Las necesitamos para sobrevivir.
— ¿Y qué quieres que haga, Andrew? ¡Esa cosa sigue esquivándolas! Además no puedo dejar que se recupere o nos disparará como ya le hizo a Shinya y a esta cosa peluda.
—Escapen… —dijo Mofuru con dificultad—. No podrán contra él…
Andrew miró con algo de pena al agonizante mogeko. En el fondo no le importaba mucho que viviera o muriese pero lo necesitaban para escapar de ese lugar, por ello es que no lo había dejado tirado en cuanto Shinya lo soltó. Pensó en que lo mejor para ellos sería crear una distracción para este nuevo enemigo, correr hasta la mencionada central de autobús y esperar que alguien ahí pudiese serles de utilidad. No se le ocurría qué más hacer. Y todo empeoró cuando una nueva horda de mogekos amarillos (seguramente los subordinados del rey) comenzó a rodearlos de nuevo. Eran demasiados, muchos más de lo que ya había visto antes.
—Mierda, esto se pone cada vez peor —murmuró para sí mismo, desenvainando su cuchillo de carnicero, cargando a Mofuru que sorprendentemente no pesaba nada, por lo que no fue un problema sostenerlo con un solo brazo.
—Vamos, lindas. Ustedes saben que no tienen alternativa —se burló el rey mogeko—. Ni sus acompañantes ni ese mogeko traidor me importan, así que no dudaré en matarlos si no vienen voluntariamente a mí. Si, les haré lo mismo que a ese mogeko defectuoso.
Yonaka volvió a sentirse mareada, en demasía afectada por las palabras del rey mogeko para reaccionar como era debido, esto lo notó Shinya, por lo que el rencor en su mirada se volvió mucho más espeso, incapaz de dejarlo pasar. Se puso de pie y recuperó su cuchillo para poder enfrentarse a todo aquel que osara acercarse demasiado a su hermanita.
Decidiendo simplemente observar desde un lugar seguro, el rey mogeko dejó que los humanos atacaran y se defendieran de sus subordinados, creando toda una masacre sobre el suelo de concreto, el cual se tornó rojo con los litros de sangre que comenzaron a empaparlo. Esta vez ninguno pudo encontrar una brecha para escapar. Los filos de sus cuchillos y hacha cortaron y siguieron descuartizando hasta el hartazgo sin lograr reducir siquiera un poco el número de contrincantes. Incluso Shinya, que siempre había poseído energías para luchar sin cansarse, acabó por desplomarse por culpa del sangrado, lo que distrajo a Yonaka de su apretado combate. Y cuando ella quiso asegurarse de que estuviera bien, bajó la guardia. Los mogekos aprovecharon esto para interceptarla, inmovilizándola y enseguida arrastrarla junto a otro grupo grande de mogekos donde sería incapaz de seguir luchando.
Entre gritos fue perdiendo fuerzas para resistirse. Ashley trató de ayudarla, pero al igual que ella le arrebataron su pistola y consiguieron capturarla entre muchos, sufriendo el mismo destino que su amiga. Andrew, al percatarse de lo que sucedía se desesperó y agitó su cuchillo con ansias, incluso soltando a Mofuru para moverse en dirección de la voz de su hermana. Sin embargo, no fue capaz de llegar lejos, pues un buen par de golpes certeros lo dejaron noqueado, viendo nada más que negro después de sentir la frialdad del suelo en la mejilla.
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"¡Nii-san!"
"¡Andrew! ¡No!"
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Un dolor de cabeza agudo fue lo que lo despertó poco a poco de su forzado letargo, el grito de Ashley zumbando en sus oídos como un sonido lejano que conseguía su objetivo de inquietarlo. Con dificultad comenzó a separar los párpados y abrir los ojos hasta que distinguió difusas difuminadas y regordetas llamándolo por su apellido. Y cuando por fin se percató de lo que había pasado, todo el aturdimiento de antes desapareció. Sin importarle sentirse fatal al levantarse con tal brusquedad, llamó a su hermana con pánico, fue entonces cuando se dio cuenta que no estaba en la carretera si no en los asientos de una central de autobuses en compañía de los cuatro Mogekos Especiales que habían dejado atrás, los cuales se mostraron preocupados por él.
—Por favor, joven Graves. Necesitas calmarte —dijo el Hada del Prosciutto conciliadora.
—No me pidas que me calme, ellos… mi hermana… —Andrew no tenía idea cómo estaba articulando palabras correctamente, pues el nudo que sentía en la garganta le impedía respirar.
—Lo entendemos perfectamente, la salvaremos. Pero antes necesitas recuperarte o no podrás…
Una serie de golpes secos interrumpieron a Mogeko-algo-extraño, incitándolos a los tres mirar con horror el cómo Shinya se había levantado de donde había estado reposando, sólo para golpear a Espíritu de Sangre repetidas veces, completamente enloquecido. Mogecucko trató de detenerle pero la falta de consciencia en su expresión muerta indicaba que no sería sencillo controlarlo. Andrew corrió en auxilio del mogeko, sujetando al adolescente de los brazos y tirando de él con todas las fuerzas que podía. Al sentirlo, Shinya encontró la manera de soltarse y convertir a Andrew en blanco de sus ataques. El Graves recibió un par de puñetazos en la mejilla y quijada pero logró defenderse a tiempo, sosteniendo los puños cerrados del Kurai con mucho esfuerzo; este chico era más fuerte de lo que aparentaba.
— ¡Basta, Shinya! ¿Qué demonios te pasa?
—Los mataré a todos. Los mataré, los mataré, los mataré. Voy a descuartizarlos, los convertiré en un montón de carne picada.
— ¿Qué…?
—Destruiré este mundo por completo. Si algo le pasa a mi Yonaka… si algo le pasa a ella…
— ¡Shinya, contrólate!
— ¡Por fin estábamos juntos! —El tembloroso grito de Shinya impactó a Andrew, quien vio a ese rostro normalmente estoico contraerse y a aquellos ojos rojos llenarse de lágrimas que no tuvo idea de qué manera reaccionar. El propio Andrew lo sintió calar en sus huesos, pues la comprensión de que se habían llevado a Ashley lo devastaba tanto que simpatizó al instante con el sentir del hermano mayor de los Kurai—. Volví a fallar… permití que se la llevaran. Mi Yonaka… mi dulce y pequeña hermanita…
Empuñando las manos sobre su propia cabeza, Shinya se alzó sobre Andrew liberando un grito desgarrador que invadió como una plaga el entorno entero. Andrew lo dejó desahogarse, cerrando con fuerza los ojos en un intento por controlar sus propias destructoras emociones. Ese día les habían arrebatado lo más importante para ellos y se prometieron que las traerían de vuelta sin importar lo que costara o cuántas vidas debieran sacrificar en el proceso.
Notas Finales: Por si no era suficiente suspenso, las cosas se ven mal para las parejas de hermanos.
