Hola!

Este fic tiene tanto peso para mí, que eso no me deja escribir tanto como quisiera. En fin, después de tanta espera, les dejo con el capítulo 2 de "Vuelve".


Capítulo II

Edicto de la Luna Negra


Angella encontró a Micah en sus habitaciones privadas, sentado a la cama en ropa interior. Miraba al vacío.

—¿Micah? —llamó Angella, esperando encontrar consuelo, pero dándose cuenta que le tocaba ser fuerte otra vez.

Llorar con Scorpia fue un ligero alivio. Esperaba que con Micah pudiera aligerar más su alma y su corazón doliente. Se encontraba con un niño perdido en su lugar. ¿Esta era la gota que al fin quebró a su esposo? Angella no podía culparlo. El cielo era inmune a sus desgracias, por lo que el atardecer seguía su curso. Angella cerró persianas y contraventanas para quedar a oscuras.

—Micah —llamó con suavidad pero no obtuvo respuesta.

Se desnudó en un suspiro. Se acercó entonces hasta el hombre y le tomó las manos, levantandolas con cuidado. Solo con el movimiento nuevo fue que Micah la miró, con el dolor de su alma reflejado en sus ojos. Esos ojos negros tan cálidos y valientes.

—Micah —volvió a pedir Angella. No podía con esto sola.

Lo haría, si fuera necesario, pero no quería.

—Angie —al fin respondió.


Los pasillos amplios, limpios y luminosos de Luna Brillante eran muy diferente de todo cuánto Rogelio había conocido en su vida. A pesar de los cambios, de las semanas que se transformaban lentamente en meses, le seguían sorprendiendo y encantando. Prefería mil veces dormir al sol sobre la hierba en los amplios jardines o terrazas a su cama dentro del castillo. Le había hecho tanto bien a sus escamas la luz sin smog. Su parte favorita del día era sin duda, por sobre todo, dormir con Kyle, en cualquier lugar. Incluso ahora que tenía que presentarle las últimas noticias.

Bastante malo había sido presenciar el declive de Catra la primera vez, después del encuentro con la comitiva de las princesas en el campamento hordiano dentro del Valle de los Perdidos. Ahora no sabía si eso era peor o el modo en el hace unas horas dejó de sollozar entre sus brazos, hizo su juramento, simplemente se levantó, se acomodó las ropas y después de unas respiraciones, empezó a comentar la situación actual de la prisión y preguntar vagamente lo que convendría hacer con el éxodo de hordianos sin tierra.

Incluso Catra necesitaba un respiro, ¿cierto? Pero Rogelio no sabía cómo decirlo, así que siguió el ejemplo de su amiga y también se puso a trabajar, porque él mismo no estaba seguro de cómo lidiar con la noticia de que su otra compañera estaba perdida.

Trabajaba duro, cumplía con lo que se esperaba de él y solía escuchar que era confiable. Rogelio sabía que era una especie de equilibrio entre el resto de sus compañeros, no sobresalía para bien como Adora, ni para mal como Catra, tampoco buscaba "emparejar" el juego si Catra rompía algunas reglas como Lonnie y solo procuraba que Kyle no se quedara muy atrás. Tomaba las cosas como vinieran. Solo esperaba.

Pero en su pecho un nuevo sentimiento luchaba por conseguir su propio nombre. Le costó un poco de trabajo reconocer que el tipo de amor que sentía por Kyle y Lonnie era diferente al que pudiera sentir por sus otras dos amigas y compañeras, pero la inquietud se transformó en certidumbre después de llegar a Luna Brillante, viendo a los guardias amarse libremente en sus descansos y a los civiles sin preocuparse.

Esto otro era nuevo. Dolía y se alimentaba del amor. Buscaba por algo más que solo esperar. Pedía y pedía mientras Rogelio vagaba tratando de encontrar las palabras para Kyle, seguía pidiendo pero Rogelio no entendía qué. Se alimentaba del amor sangrante que se derramaba de su corazón roto y se envolvía sobre sí mismo, sin dejar a Rogelio adivinar lo que quería este nuevo sentimiento al que no podía bautizar.


La noche no era suficientemente larga para todo lo que debía hacerse. Eso lo sabía bien Juliet. Pero llevaba más de dos días sin dormir y no podía darse el lujo de tener la mente lenta. Había un punto en el que las infusiones ya no eran efectivas y conocía de personas que eran solo una sombra de su antiguo ser al depender demasiado de medios externos para satisfacer expectativas insanas.

No. Dos infusiones a la semana eran su límite y trataba de no alcanzarlo, pero ahora las consumió casi una tras otra para tener al punto todas las órdenes… pero no sirvió de mucho. El mundo seguía pendiendo de un hilo. Las princesas seguían luchando entre ellas. Ahora más gente dependía de sus decisiones y el modo en el que cumpliera con las asignadas por personas encima de su autoridad.

Sin atreverse a abrir otro pergamino de órdenes, otro reporte de algún capitán y mucho menos el dispositivo tecnológico que la princesa Catra les exigía usar, fue hasta el pabellón mágico. Ahí encontró a manos de uno de los sanadores no una infusión enervante, sino una sencilla poción para dormir sin sueños. Necesitaba urgentemente algo de descanso reparador.


Estaba nerviosa.

Conocía del ceño fruncido, los labios algo caídos y las mejillas tensas. Profunda concentración y movimientos precisos. Reconocía la expresión de alguien tratando de concentrarse en la tarea enfrente de ellos, pero con la mente y las emociones en otra parte. Emociones intensas y negativas.

Estaban en el laboratorio y esperaba por la repentina explosión.

Las profundas respiraciones de Bow le recordaban los arranques de frustración de Hordak. Pero no sabía qué decir. No sabía cuál o cuáles eran las razones para que Bow estuviera así. Jamás lo conoció así. Siguió trabajando, recibiendo los informes de Emily.

Eso era bueno. ¡Estaba tan feliz de al menos tener de regreso a su amiga! No pudieron reencontrarse en la Zona Del Terror, pero ahora el bot estaba ayudando junto con otros en el largo camino desde allá hasta Plumeria.

Los escaneres de Darla eran magníficos. Les estaban dando mucha información sobre las "espiras", la designación oficial dentro del sistema. Eso era interesante. Pero había docenas y docenas de ellas en el cielo. Las reportaban desde los campamentos de Thaymor y la Zona del Terror. También las antenas de Entrapta en el Reino de las Nieves, el Desierto Carmesí y Dryl. Incluso al otro lado del continente en Candela. La señal de Isla Bestia era intermitente y corrupta. Tal vez la información no era buena, pero en ultramar no existían las Espiras en abundancia.

Bow pasaba de una estación de trabajo a otra, también intentaba algo en su tableta. Y el cejo solo se fruncía más a instantes. Tal vez "hablar" era un buen protocolo de acción. En su defecto "escuchar", como lo llamaba Perfuma.

—¿Bow, tienes algún problema técnico con tu dispositivo? —inquirió.

—No… No —dijo después de un momento. El arquero suspiró y se dirigió descuidadamente al mismo sillón donde Catra solía tomar sus siestas. Dejó el aparato a un lado y apoyó los codos en las rodillas abiertas para sostenerse la cabeza.

—¿Bow?

—Es solo que no puedo creerlo, Entrapta —dijo todavía con la cabeza agachada entre sus manos.

La princesa tecnomante bajó del asiento de sus propias coletas para dar un paso incierto hacia su compañero. Era incómodo, pero Bow no alzó la voz, solo sonaba estresado.

—Puedo ayudar a analizar los datos necesarios para dilucidar la situación que te representa incertidumbre —dijo dando otro par de silenciosos pasos con sus coletas.

Bow al fin levantó su rostro y se talló los ojos, con una sonrisa triste.

—Eso es muy dulce de tu parte, pero ya tenemos todos los datos necesarios —la expresión de la princesa le decía que no lo comprendía. —Es sobre Glimmer. Sé lo que hizo… Pero una parte de mí todavía no lo puede creer —su voz normalmente suave, alegre y cariñosa, era seria y dura.

—Estás enojado —enunció Entrapta siendo capaz de reconocer los signos.

—No, yo… —Bow se rascó la cabeza con ambas manos, rápido, entre sus densos y cortos rizos —Agh. Sí, estoy enojado con ella. Pero no importa. Tenemos mucho trabajo por hacer. Necesitamos un plan para resolver este… Desastre.

El hombre se puso de pie, todavía con el cejo fruncido y más acalorado.

—No tengo datos suficientes todavía, pero la opción presentada por Double Trouble podría ser una con un índice de éxito elevado —Entrapta se quedó a unos pasos de Bow, insegura.

—¿Rescatar a Glimmer para usar el Corazón?

—Así es.

Bow suspiró y ninguno dijo nada unos momentos.

—A parte de eso: Quieres rescatarla —Entrapta lo entonó de tal modo que no fue seguro si era una pregunta.

—¿Por qué dices eso?

—Porque es tu amiga y me rescataron a mí.

Entrapta retornó lentamente a sus pies mientras Bow se le acercaba, relajando el semblante. Él estiró un poco sus manos y ella las tomó después de dudarlo un segundo.

—Tienes razón. —Dijo Bow algo más tranquilo—. Sigo enojado con ella. Pero quiero rescatarla.

—Es una situación complicada.

—Lo es.

Bow le soltó las manos y ella las juntó en su pecho.

—¿Alguna parte de ti sigue enojado conmigo?

—No, no. Entiendo todo lo que pasó: lo que Catra te dijo y lo que creíste de nosotros. Ahora hemos trabajado juntos y resuelto eso. Estoy contento de estar contigo.

—Yo también… Estoy contenta de estar contigo.

Bow sabía que no estaban en su mejor momento, pero realmente necesitaba algo más.

—¿Entrapta, puedes abrazarme un momento?

Ella lo miró como sino lo comprendiera por un segundo, para usar sus coletas para alzarse más y detenerse a unos centímetros de Bow.

—Puedo hacerlo —confirmó en el aire, con una tranquila expectación creciendo en su rostro.

—Se que no te gusta mucho, el contacto físico —dijo Bow al cruzar sus brazos bajo los contrarios.

Entrapta lo sostuvo con los propios y parte de su cabello.

—Solo cuando es repentino o demasiado —aseguró la princesa.

—Por eso Scorpia puede hacerlo —dijo Bow con aire de revelación.

—Sé que ella lo hará si pasa algo emocionante.

—Ahora entiendo mejor.

Pasaron unos segundos más en silencio y Bow se retiró antes de que pudiera ser "demasiado". Pero era suficiente.

—Tenemos que trabajar en Darla —dijo él después de un momento.

—Le pediré que haga un análisis profundo de su estatus.

—Gracias, Entrapta. Creo que justo ahora debemos descansar un poco. ¿Vamos a mi habitación?


Era imposible estar así. No había ventanas, ni relojes, ninguna pantalla. La única distracción, las continuas sesiones de ejercicio de Lonnie. Llevaba tres hasta el momento. No muy largas. Glimmer creía que eso le daba al menos un poco de sentido al tiempo. Pero cuando llegó la cuarta un par de horas después las interrumpió un hordak que les llevaba la comida. Alguna especie de puré, un pan que al menos no estaba duro y agua.

Glimmer intentó que el hordak les dijera algo, pero la ignoró olímpicamente. Y eso generó una risita insidiosa que la reina no conocía, pero le recordó a otra dos.

—¿Se puede saber qué te da tanta risa?

—Tú me das risa y tus intentos inútiles. ¿De verdad esa fue la forma en la que superaste a Catra?

—Creí que tú también me ignorabas —gruñó, mientras dejaba caer con asco el puré desde la cuchara.

—Como prefiera, majestad —dijo Lonnie secamente, llevándose un poco de la comida a la boca sin siquiera hacer una mueca.

Glimmer lamentó muy pronto el orillar a Lonnie a no hablar.


Una oscuridad intensa y palpitante la rodeaba.

Pero Catra estaba hastiada de las pesadillas.

Por mucho que quisiera tampoco podía librarse de esta. Y no importaba que se diera cuenta que estaba soñando. No era la primera vez que tenía esta pesadilla. Las rocas flotantes pronto formaron un camino frente a ella y Catra bien podría terminar con esto.

Las luces palpitantes como gusanos en la distancia solo cambiaban de color con cada pesadilla, esta noche, una luz amarilla, casi dorada, en lugar de la usual roja o purpura. Caminó y caminó sin que sus pies resintieran el cansancio o el daño de la roca.

Los pulsos de luz aumentaron su ritmo y Catra sintió la necesidad de acelerar sus pasos para igualarlos. Y lo hizo, aceleró sin pensarlo mucho. En la distancia, un pulso de luz más potente. Su salida de esta pesadilla, aunque para salir tuviera que pagar con más dolor y miedo.

She-ra pronto debería salir de entre la luz dorada para perseguirla, para hacerla pagar por sus errores y pecados. Pero no fue She-ra, con su rostro como una máscara hermosa y pétrea, sino Adora misma.

Adora.

Su hermosa e imposiblemente valiente Adora.

A la que dejó corregir su mayor error… o al menos uno de los más grandes.

Adora, Adora caminaba hacia ella. Inexorable.

Una parte de Catra quería correr, correr y no tener que enfrentarla.

Pero con todo lo que había pasado los últimos días… no recordaba la última vez que vio Adora en sus sueños. Entera. Viva. En su propio mundo y no en los recuerdos robados e insertados en su mente por Etheria, Mara o quien sabe quién.

Se dejó caer de rodillas, esperando por su destino. Por morir feliz, por un momento, presa de la justa ira de Adora. Y después de un segundo, una eternidad, al fin la tenía enfrente, a su alcance. Alzó una mano, pero no se atrevió a tocarla.

Estaba tan cansada.

Adora se acercó otro paso. Catra cerró los ojos, con silenciosas lágrimas bajando por sus mejillas.

Esperó por el golpe, pero nunca llegó. Nunca llegaba con Adora. A veces con She-ra, pero nunca con Adora.

De verdad pensó que esta vez sería diferente, con todo lo que salió mal, terriblemente mal.

Estaba apunto de reclamar algo, tal vez lograr alguna reacción de su pesadilla. En su lugar, sintió los brazos de Adora rodearla, apoyar el mentón sobre su hombro y apretarla tan fuerte. Con la fuerza que Catra esperaba que la destruyera, en su lugar intentaba mantenerla unida.

—Catra —fue lo único que Adora emitió.


El largo éxodo fuera de la Zona del Terror no se detenía. Las caravanas llegaban sin descanso hasta las tierras meridionales de Plumeria. Los hechiceros no descansaban tampoco en su empeño, sanaban o reducían heridas que necesitarían horas de cirugía o semanas de reposo curar de otro modo, fraguaban pociones una tras otra. Su trabajo era invaluable para la Rebelión.

La gente estaba cansada y susceptible. Hasta los más temperados reaccionaban de mala manera después de una batalla como aquella. La incertidumbre general tampoco ayudaba a mejorar el ambiente. ¿Qué eran aquellas cosas en el cielo?

Un nuevo astro reinaba en el cielo de día, su calor de algún modo distinto al que parecía emitir la Luna Mayor. La noche también era diferente, llena de nuevas hermosas, pero terroríficas, visiones. Pero al menos esas se quedaban ahí arriba, las otras… los "barcos" flotantes, las naves, bajaban. Llegaban rumores de Thaymor, Dryl, incluso decían que desde el Desierto Carmesí.

Que algunas de las naves, diferentes en su aspecto, bajaban hasta tocar la tierra y ahí se quedaban. Nadie se había atrevido a acercarse demasiado todavía.

Y las princesas no estaban. Los capitanes y otros decían que un pájaro de metal se las tragó y llegaron en un suspiro hasta Luna Brillante, donde ahora debatían sobre los hordianos. Lo que quedaba de ellos al menos.

Los soldados rebeldes no confiaban en sus pares hordianos, no se atrevían a darles la espalda, pero aunque parecía increíble, no atacaban. Simplemente parecían demonios trabajando. Ya estaba aprendido que un teniente hordiano eran aquellos que tenían dos líneas horizontales en su uniforme y recibían órdenes tanto de los Capitanes de la Fuerza como de Capitanes Rebeldes, pero no se dirigían a ningún rebelde por sí mismos.

Todos suspiraban y esperaban que pronto aparecieran las princesas para guiarlos en las nuevas vicisitudes.

Catra de nuevo en su habitación para trabajar


Se quedo mirando las ocho garras de sus pies.

Estaba segura que después de más de tres meses, ya no quedaba nada del aroma de Adora en esa habitación. Le quedaban la pequeña figurita de madera, cariñosamente pintada por las manos amables de Bow. El libro, el diario, que Adora escribiera, donde al menos quedaba una prueba de que ella también estuvo incómoda en Luna Brillante, que la extrañaba, que la tuvo en sus pensamientos mientras estuvieron separadas.

Era una pena que la carta no estuviera fechada. ¿Era demasiado para Adora ver el paso real del tiempo? ¿Quizás fue muy pronto cuando recién llegó a Luna Brillante y todavía no aprendía a traducir las fechas del sistema hordiano al sistema etheriano? Catra misma batalló el primer par de semanas con ello.

Sin embargo… juraría que algo, un poquito, del aroma de Adora se aferraba todavía a su pelaje, más que al catre, las mantas o el espacio alrededor. No sabía el tiempo que estuvo llorando en su sueño, sostenida firmemente por Adora. En el sueño lloró todo lo que no pudo con Rogelio. Sentía la cabeza y el alma algo más ligeras.

Cuando el llanto se terminó, Adora ya no estaba a su lado, en ese abismo oscuro de luces como gusanos y cascotes flotantes. Después recordaba vagamente regresar a un campo de batalla y despedazar enemigos sin rostro. A veces era en las calles de las Salinas, aunque ella no estuvo activamente en esa batalla, en algún punto anónimo y desconocido de los Bosques Susurrantes o en un salón de simulación de la Horda.

Una batalla tras otra.

Debía prepararse para la siguiente.

Ya se imaginaba el trabajo que le darían el resto de las princesas para la nueva distribución de recursos. De pronto es como si se hubieran creado tres países inciertos de la noche a la mañana. Los Campamentos para las tropas eran otras tantas ciudades de tiendas de campaña, más densas que los asentamientos desperdigados de Plumeria. Y la Horda.

Catra los convirtió a todos en huérfanos apátridas.

Esa sería una profunda verdad que vería solo después, cuando el peso pleno y global de sus decisiones cayeran en sus hombros.

De momento, siendo que la nueva y más clara luz del amanecer apenas entraba por las ventanas, alrededor de las pesadas cortinas, regresó a hacerse un ovillo, con el figurín de Adora entre su pecho y rodillas, volvió a imaginar el calor del otro cuerpo contra el propio. Los brazos fuertes de su mejor amiga, que la protegían y cobijaban contra el mundo.

Con lo que pasó anoche con Rogelio, ya no buscó nada de comer y así como un nuevo día se alzaba, la fuerza de la naturaleza la reclamaba. Debía alistarse para lidiar con la siguiente batalla. Fuere cual fuere.

Tenía la reunión en el Salón de Guerra en un par más de horas. Trabajó tanto durante la noche que no quedaba mucho qué hacer. Debía ponerse al corriente con las últimas notificaciones de los campamentos y poco más. Con su fiel tableta en las manos, recorrió los pasillos de Luna Brillante con paso lento, pues iba leyendo.

Caminar entre estos claros colores era ya como antaño en la Horda. Pasillos de elegante y suave roca no hacían diferencia contra pasillos de verde y metal.

Sintió una punzada al leer el reporte de la mañana de las cocinas. Las dos docenas de trabajadores de la prisión estaban trabajando muy bien, tanto que el chef en jefe solicitaba dos o tres docenas más; "todas las que tengan", decía en realidad. En especial para atender lo que llamaba "Edicto de la Luna Negra". ¿Qué demonios era ese dichoso Edicto?

Catra bajó la tableta al caminar aprisa, repasando mentalmente todos los tratados, órdenes, protocolos y demás que estudio recién llegando a la Alianza. No recordaba nada por el estilo. Cuando llegó al laboratorio, se encontró a Bow trabajando sobre una de las maquetas, que representaba a Plumeria, parecía estar reacomodando los pequeños modelos de casas y edificios.

—Buenos días, Catra —saludó el arquero cuando la magicat se acercó más.

—¿Tú sabes qué es eso de la Luna Negra?

—Oh. No estoy seguro —dijo irguiéndose —algunos guardias estaban repartiendo pergaminos con un sello.

Catra resopló y se dirigió a la mesa de trabajo principal, llena de los cálculos de Entrapta y tanto más.

—¿Dónde está Entrapta?

—Está en Darla, revisando… —él estaba distraído con sus maquetas —revisando la nave después de tanto vuelo y las nuevas condiciones atmosféricas.

—¿Condiciones atmosféricas? —preguntó Catra. Cuando creía que ya los entendía, le sacaban nuevos términos.

—Sí… no parece que demasiado, pero según los escáneres de Entrapta, desde el movimiento planetario, se han agregado algunos componentes nuevos a la atmósfera del planeta —dijo más claramente Bow, viendo a Catra bien por primera vez:

La magicat otra vez mostraba un semblante ecuánime; la larga melena cepillada y lisa, con algunos mechones otra vez al frente porque ni rastro de la corona roja. Los leggins grises que seguro eran de la infinita reserva de Adora, los escarpes negros, y una blusa roja que ahora parecía ser su nueva signatura. De un rojo intenso y vivo, apenas más oscuro que la sangre fresca. Y el cinturón negro con el arnés para el látigo, que yacía pérdido en algún lado, con sus bolsitas utilitarias.

De algún modo, sintió que existía algo distinto en ella. No estaba la mirada furiosa y casi enloquecida de la noche previa. Casi parecía que se pondría a pelear con Glimmer en cuanto empezara la reunión de la mañana, que las cosas no estaban peor que antes. Bow quisiera que fuera así, pero no se hacía ilusiones. Glimmer no estaba, los traicionó, actuó a sus espaldas y puso a todos en peligro.

Por su parte, la palabra "atmósfera" le sonaba a Catra. No le gustaba… hasta que recordó que Hordak mencionó la atmósfera de Etheria ser una de las variables más complicadas para abrir su portal, para entonces proceder a ahogarla. Su rostro relajado se frunció en un gruñido mudo y Bow tuvo cuidado de no acercarse. Él no peleó para nada cerca del frente de la costa, ni entró demasiado en la Zona del Terror para las últimas batallas, sino que se quedó más atrás para dirigir los envíos de provisiones y heridos hacia el Campamento Thaymor. Sin embargo, los rumores ya le habían llegado.

Los rumores parecían moverse a su propia velocidad, no tenía idea de cómo el personal de planta de Luna Brillante, que no salía casi nunca del castillo o del pequeño pueblo a su sombra, ya decían cosas que apenas él se enteró bien una vez se tuvo la reunión con todas las princesas. E incluso escuchó otros detalles que él desconocía cuando fue a buscar ropa limpia y después algo para desayunar; rumores de Catra matando a destajo soldados hordianos, sin siquiera parpadear o detenerse a esquivar la sangre que derramaba.

Algunos la nombraban como la Sombra Roja, pues toda su ropa y pelaje estaban manchados de un vivo rojo. Solo hasta que llegó la mañana, esa antes de hacer explotar la Zona del Terror, es que Catra pudo limpiarse un poco y entonces ya el vivido rojo solo era una gran e indistinta mancha oscura sobre su ropa oscura de por sí. Además, parecía que ese sobrenombre venía desde días antes, justo cuando Catra mató a Shadow Weaver. Bow se preguntaba si Catra ya sabía de esos rumores.

Por supuesto, también estaban los murmullos sobre Glimmer y la gente seguía esperando por ella. Las mucamas se preguntaban dónde estaba. El pastelero le preguntó a Bow por ella cuando fue por la cena para sí y Entrapta. Y cada vez se le rompía el corazón. El enojo también estaba ahí, dormido y respirando.

—Catra, ¿estás bien?

—Sí —respondió con brusquedad. No quería hablar ni seguir recordando cómo después de eso despertó encerrada en una celda, encadenada, sola.

Sola, otra vez.

—¿Vas a ir con Entrapta o te vas a quedar a jugar aquí? —preguntó ella con más brusquedad todavía.

Bow la miró sin diversión.

—Catra, entiendo que todos estamos bajo mucho estrés, pero ese no es motivo para hablar así. Puede ser mejor… si lo intentamos todos —dijo Bow con una sonrisa incierta.

El semblante de Catra volvió a relajarse, al punto que solo miraba a Bow como miraría a un montón de papeleo acumulado.

—Sabes lo que quise decir —era lo único que Catra iba a admitir, en voz más tranquila.

El Maestro Arquero de la Rebelión, además de Alto Artífice de la Comunidad de Fabricantes y Capitán del Ejército Aliado, le sostuvo la mirada pesada a la Suprema de la Horda, a la Sombra Roja, a la que no vio desgarrarse la garganta hasta toser sangre en los brazos de un viejo amigo.

—Ah —suspiró—. No estoy jugando… sé que hay problemas en los campamentos y Plumeria necesita ayuda con la llegada de los hordianos. Estaba pensando en alguna distribución que ayude a calmar la situación.

Catra encogió las orejas un poco. A veces Bow sí jugaba con sus figurines, o con sus inventos, pero la mayor parte del tiempo se la pasaba trabajando y apoyando en todos lados que podía.

—Ya estuve pensando en eso también… Anoche hablé con la General y varios capitanes. Pienso salir a Plumeria después de la reunión.

—Se que todos seguimos trabajando duro. Creo que, sino te molesta, me gustaría acompañarte.

Catra tomó una de las pequeñas casas de madera y cartón con su mano derecha descubierta. Bow sacó algo de su bolsillo trasero.

—Rogelio vino más temprano y me pidió que te diera esto. Creo que puedes ir antes de la reunión.

En la pequeña nota, garabateado con la tosca letra de Rogelio (las plumas eran algo pequeñas para sus garras), le pedía que se presentase en las salas de entrenamiento unos minutos.

—Hum —dijo Catra después de leerlo. Se dio la vuelta para encarar la puerta—. Me voy exactamente después de terminar la reunión.

—Sí, estaré listo.

La Suprema salió con la firme idea de encontrar a uno de esos guardias repartiendo "pergaminos". No podía creer que no hubiera una fábrica de papel. ¡La cantidad de proyectos que Catra podría estar poniendo en marcha en lugar de pensar en terminar con un nuevo enemigo! La cabeza ya amenazaba empezar a doler.

En su camino a los campos de entrenamiento existían tres paradas de guardia. En la primera no encontró nada, si acaso solo un guardia en lugar de los cuatro que solían estar. Eso no le gustaba a Catra. La Guardia Lunar era enteramente responsabilidad de Glimmer, suponía que otra vez pasó a manos de Angella, igual que las cocinas y todo el castillo como tal. Muchos guardias marcharon a la batalla y Catra debía recordar que no todos volverían y que también iban a pie.

En el segundo puesto, estaban dos guardias de pie y había una pequeña mesa alta al lado de ellos.

—Princesa Catra, buen día. Aquí tiene —le ofreció uno de ellos.

La princesa le dedicó un marcado asentimiento y tomó el dichoso pergamino.

EDICTO DE LA LUNA NEGRA

A toda la población, invitados y huéspedes de Luna Brillante y alrededores:

A causa de la pérdida de nuestra Reina, se realizara una ceremonia solemne al medio día.

El presente Edicto entra en inmediata acción.

~ § ~ Nosotros, Lady Angella y Lord Micah, tomaremos el papel de monarcas interinos hasta recuperar a nuestra verdadera reina. Los títulos de reyes no deben ser usados.

~ § ~ Se impone un régimen de austeridad ante la misma razón de la pérdida de nuestra Reina.

~ § ~ La Alianza de Princesas tendrá una reunión para determinar los alcances y detalles completos del presente Edicto.

~ § ~ Toda la población bajo la protección de Luna Brillante debe estar lista para atender las nuevas ordenanzas, de inmediato, en estos tiempos difíciles.

Más abajo seguía con la lista inicial de los insumos y recursos que empezarían a escasear, aunque Catra reconoció varios propiamente como lujos. Si Angella pensaba que esto era racionamiento, descubriría lo que era la austeridad hordiana.

Los sirvientes estaban ocupados limpiando y tendiendo telas de oscuro terciopelo purpura y negro. Catra admitió que era bonito y le gustaba mucho más que la decoración usual. Pero seguramente tendría que ver con la ceremonia por Glimmer. ¿Ya la habían dado por pérdida?

Si Hordiano Primero era tan inteligente como Hordak decía, seguramente conservaría a Glimmer y Lonnie prisioneras, pues le servían de momento más vivas que muertas. Catra solo podía esperar que no fuera un loco que decidiera matar primero y averiguar después.

No lo creía, porque a pesar de todo, matar no era el recurso primario de Hordak. Las enseñanzas de honor, lealtad y trabajo debían venir de algún lado. Catra se quedaría con los prisioneros, los haría hablar, los conservaría como posible fuente de información o coacción para sus enemigos. Las leyes de la guerra eran claras, al menos cuando lo que se buscaba era un botín, la conquista y no la destrucción.

En la sala de entrenamiento principal, estaba Rogelio entrenando en relajadas túnicas claras de Luna Brillante, con él estaban alguien de quien Catra ya no se acordaba. Sus seis guardias, los prisioneros que escogió para servirla ahora que sus amigos estaban ocupados con sus propias obligaciones.

Rogelio gruñó con cierta inflexión y los seis se formaron rápido en una fila, con Ayden a la cabeza. No eran los únicos en la enorme sala con colchonetas, anillos de pelea y zonas para ejercitarse y practicar diferentes armas. A Catra no le gustaba que esto fuera tan público. Ya tenía bastantes rumores a sus espaldas. Últimamente ya no prestaba tanta atención a los murmullos, solamente cuando su nombre o algo relacionado le llegaba directamente, entonces era difícil no escuchar.

Pero ya estaban aquí.

Ya no vestían el uniforme de la prisión, los pantalones y jubones de algodón crudo, sino los pantalones negros de la Horda y nuevas camisas rojo oscuro.

—La información ya está cargada —dijo Rogelio, refiriéndose a la tableta que Catra cargaba en un brazo.

—Está bien.

Se hicieron a un lado y la formación no se rompió.

Catra volvió a revisar la información de sus guardias. Necesitaba una oficina. No un Sanctum, no, ni un trono, solo un lugar, más accesible que su habitación y no tan privado. Donde tampoco interrumpiera el trabajo de Entrapta y Bow.

Entró a la nube de archivos y abrió los expedientes de la "Guardia de Catra". De verdad necesitaba pensar en un nombre.

Nombre: Ayden

ID: AD000314HT-03

Edad: 39 años

Puesto: Sargento

Estatus: Prisionero

Habilidades: Combate cuerpo a cuerpo, lanza.

Nombre: Kieran

ID:KR070426HM-02

Edad: 33 años

Puesto: Soldado Primero

Estatus: Prisionero. Mutilado con brazo mecánico.

Habilidades: Lanzamiento de cuchillos. Defensa. Ingeniería básica.

Nombre: Garrick

ID:GR021104LT-01

Edad: 36 años

Puesto: Soldado Primero

Estatus: Prisionero.

Habilidades: Regenerador. Lucha con hachas, bastón de shock doble. Asecho. Venenos.

Nombre: Darek

ID: DR070925LT-02

Edad: 28 años

Puesto: Explorador.

Estatus: Prisionero.

Habilidades: Rastreo. Reconocimiento. Fusil de Shock. Trampas. Ingeniería básica.

Nombre: Luthar

ID: LT230817LT-03

Edad: 22 años

Puesto: Soldado Primero.

Estatus: Prisionero.

Habilidades: Combate cuerpo a cuerpo. Sigilo. Veneno.

Nombre: Solenna

ID:SL250428CT-05

Edad: 31 años

Puesto: Incursor.

Estatus: Prisionero.

Habilidades: Rastreo. Combate cuerpo a cuerpo. Bastón de Shock. Buen oído. Francotirador.

Si quería más detalles, debía entrar al archivo individual. Pero con eso le bastaba. Necesitaba reconocerlos perfectamente. Ya conocía bien a Ayden, le faltaban los demás.

—Tomen formación por edad, del mayor al menor.

No hubo acción inmediata.

—¿No me escucharon? —gruñó Catra.

Rogelio se adelantó con las manos levantadas.

—No, no, Catra. No han estado juntos hasta ahora.

—El castigo será para ti entonces —rezongó la Comandante.

Los otros tres lagartos presentes se movieron un poco hacia adelante, interesados.

—Acomódales tú, Rogelio —demandó Catra después de un momento.

Ayden se quedó a la cabeza, después Garrick, Kieran, Solenna, Darek y Luthar. Hombre, lagarto, hombre, coyote, lagarto y lagarto. No podían culpar a Catra de favoritismo hacia alguna raza. Sino tenía elfos u otros híbridos, era porque no existían entre las filas hordianas.

—Siguen figurando como prisioneros, pero están bajo mi mando inmediato y exclusivo… aunque deben seguir el protocolo del resto de soldados de la Alianza con respecto a las demás princesas —les informó Catra con aburrimiento —. Saben cuál es la primer regla de los escuadrones, así que espero que la cumplan.

—¡Sí, Suprema! —dijeron con fuerza pero no llegaron a gritar.

Catra sabía que otra vez dos magicats la seguían. Tal vez no tardarían en llegar algunos para practicar. Y ella no quería ver a ninguno de ellos tan temprano por la mañana.

—¿Ya tienen su alojamiento? —le preguntó directamente a Ayden.

—Sí, Suprema. Estamos alojados en los niveles inferiores del castillo, apartados de la Guardia de Luna Brillante. Creo que bajo su supervisión.

—Bien. Espero que esté de más decir que todo lo que escuchen en sus guardias es confidencial. Ya saben lo que se espera de ustedes y lo que les pasara sino lo cumplen. Pronto tendrán más compañeros, mientras tanto habrá turnos dobles.

—¡Entendido, Suprema!

—No quiero que todo el tiempo repitan eso. No hace falta —dijo de mala talante.

Los guardias se miraron entre ellos, pero ya no dijeron nada.

Catra se acercó más a ellos y se cuadraron de nuevo. Los observó uno a uno. Las cicatrices de Ayden hablaban de muchas batallas y trabajo en las fraguas, pero a lo mejor también hablaban de temeridad, descuido o desobediencia. Tenía que vigilarlo mejor. Kieran era lampiño y castaño claro, no tan fornido como Ayden y Catra pudo ver su mano izquierda, mecánica. El resto del brazo lo cubría la manga roja. El lagarto más joven era de un rojo purpúreo y no tenía las crestas que los otros dos y Rogelio tenían. La cola también era diferente. Además el patrón de las escamas cambiaba en el cuello y la mandíbula inferior. Luthar no era el típico lagarto cocodrilo de la Zona del Terror, sino una serpiente como Tung Lashor. Además, ya tan cerca, Catra la reconoció como hembra. Bien, Solenna no sería la única mujer del equipo.

—Tú y tú, vienen conmigo. Los demás sigan entrenando —señaló a Darek y Luthar. Se dio la vuelta lista para salir de la sala, ante la mirada curiosa de otros varios presentes.

Darek, un lagarto algo más bajo que Rogelio pero de mandíbulas más anchas, y Luthar la siguieron a tres pasos de distancia.

—Pueden hablar y hacer preguntas cuando no haya nadie —dijo Catra una vez estuvieron en el pasillo.

Luthar sacó su lengua bífida para recoger partículas y el aroma familiar pero desconocido de los otros magicats le llegó lejano.

—Señora, nos siguen dos felinos —dijo en voz baja, con una cadencia lenta.

—Lo sé, son otros magicats que creen que pueden vigilarme.

Darek hizo dos rápidos chasquidos con los dientes, seguidos de un gruñido rápido y más chasquidos.

—No importa, pueden dejarlos mientras se mantengan a distancia —le respondió Catra.

Avanzaron en silencio hasta el comedor, donde comían por igual realeza, guardias y servidumbre. Catra hizo un movimiento con la mano, extendiendo cuatro dedos, que significaba que sus guardias tenían permiso de "relajarse". Todavía con algo de duda, los dos guardias se acercaron con cuidado hasta las fuentes de alimento y tomaron un poco, ante las miradas de más gente.

Catra se sentó en su lugar habitual y comió sola.

Las demás princesas no se dejaron ver en los pocos minutos que estuvo ahí. Hubo otros magicats comiendo también, que por suerte no se le acercaron.

Catra dio una vuelta más larga para llegar hasta el Salón de Guerra, tanto para que los guardias conocieran más el castillo, como para rumiar sus pensamientos antes de la reunión. Habría que hablar de lo qué es la austeridad para el resto de princesas, los siguientes movimientos ahora que los Campamentos se estaban asentando, recabar la inteligencia de Entrapta y los diferentes reportes de los exteriores. Salió hasta una de las terrazas y no pudo reprender a sus guardias por su reacción, pues ella también se encogió y siseó, en un sonido parecido al de los lagartos. Las colas se movían con nerviosismo cuando todos miraron al cielo.

La declaración de Entrapta fue cierta: las naves blancas se podían ver a simple vista, sus formas filosas y extrañas. Avanzaban lentamente entre las nubes. ¿Cómo es que nadie le dijo de inmediato acerca de esto? ¿Es que los demás no sentían la amenaza latente sobre sus cabezas? Se recompuso y regresó al interior con premura, ya sin ganas de entretenerse en desmenuzar las imágenes en su cabeza sobre Adora, los recuerdos de Mara y los propios.

En el Salón de Guerra solamente estaban Netossa y su esposa, los lores y Nube Oscura ya. Había tensión y molestia en el ambiente. Las "reinas" hablaban en silencio cuando Catra entró, con una seña dejó a sus guardias fuera.

—¿Seremos todos? —preguntó Catra sin ceremonia.

—No, seguimos esperando por el resto de princesas. Están todas en el castillo a excepción de Mermista, regresó a las Salinas para coordinar los envíos nuevos —respondió Angella.

La magicat joven ya no dijo nada y se sentó en su lugar habitual. Le sostuvo la mirada un momento a Nube Oscura y después ya no le hizo caso. Le pareció notar extraño a Micah. Estaba muy quieto, sentado en su silla, o mejor dicho, trono de esa sala, con la mirada desenfocada.

Catra siguió trabajando en silencio en su tableta, poniéndose al tanto con los últimos reportes. Poco antes de la hora, llegaron, Castaspella, Perfuma, Scorpia, Bow, Entrapta y Frosta. Lo peor es que todos llegaron acompañados de sus amigos animales. El único que no estaba era el ciervo, por lo menos. Ya no faltaba nadie, salvo la princesa sirena, que debería unirse virtualmente.

Nube ocupó el asiento de Mermista, que Entrapta se encargó de conectar.

—Doy por iniciada esta sesión. ¿Cuál es el primer punto que quieren tratar?

—¿Qué es con claridad el Edicto de la Luna Negra? —preguntó Catra.

El resto de las princesas no pusieron peros. Para sorpresa de todas, después de una mirada y un asentimiento, la que habló fue Nube Oscura.

—Uno de los primeros logros de la Primer Alianza de Princesas hace 20 años. Es un protocolo ante la pérdida de algún Regente durante la guerra. Pone a los reinos involucrados en austeridad, recaba recursos y los prepara con mayor ahínco para la batalla. Le da peso a toda autoridad militar, sobre otros cargos civiles o nobles que puedan tener los distintos territorios.

—El Edicto se creó en la teoría, durante la primer sesión oficial de la Alianza. Se puso en verdadera práctica después de la caída de Escorpión y Media Luna y fue lo que nos permitió soportar la Primer Batalla de Luna Brillante —continuó Lady Angella.

Micah se removió algo en su asiento, aparentemente, de regreso al presente.

—De momento, tal como lo han anunciado, solo Luna Brillante está siguiendo el Edicto. Espero que el resto de los reinos se nos unan para fortalecernos —dijo la misma con su voz contenida de reina.

Un guardia de Luna Brillante se les acercó con un ligero tomo forrado en cuero. Eran apenas una docena de hojas. Catra abrió el suyo y se le presentó el título de documento en pomposas letras, junto con las firmas y sellos reales. Un súbito sentimiento de desconcierto y nostalgia la invadió, porque ahí estaba la firma y la huella de la madre que jamás conocería, Chikane. Estaba descrito todos los procesos a cortar y lo que se esperaba de cada reino integrante. En la última página, estaba el espacio para que nuevos reinos se unieran.

—No esperamos que lo acepten de inmediato, pueden leerlo y responder en la reunión de mañana —agregó Angella.

Todas las princesas asintieron para pasar al siguiente punto.

—Entrapta, necesitamos la inteligencia que has reunido para continuar —dijo Catra.

—Sí. Todos los bienes, recursos y personal han terminado de salir del territorio de la Zona del Terror, pero no han llegado todos a los Campamentos. Las naves de la Horda Galáctica han aterrizado en algunos puntos: en Thaymor, —empezó a señalar en el mapa holográfico para la consternación del resto de los presentes—, la Zona del Terror, cerca de Erelandia, al sur de las Salinas. He logrado configurar nuestras antenas para detectar las naves en cuanto están al alcance de las señales, crean una distorsión distintiva —dijo emocionada por los detalles técnicos.

Catra se aclaró la garganta.

—Oh, lo siento. Gracias a la distorsión, podemos determinar cuántas naves más están entrando. Hasta el momento, además de las cuatro que han tocado tierra, existen otras 17 sobrevolando este lado del continente. Darla solo ha detectado dos más cerca del Monte Candela. Los reportes de avistamientos desde distintos poblados coinciden con las señales.

—¿Hay modo de saber dónde más van a aterrizar? —preguntó Netossa.

—Después de que entran a la atmósfera ya no hay una distorsión, solo hasta que vuelven a subir demasiado. Pero es posible seguirlas con algunos kilómetros de rango de error. —Entrapta analizó algo con sus coletas en su tableta —sin embargo, siguiendo el pequeño patrón de las cuatro que ya lo han hecho, podemos asumir que seguirán descendiendo en puntos cercanos a centros de población.

—No podemos permitir que se acerquen más —dijo Frosta y Tajana la apoyó con un corto ladrido.

—Debemos detenerlos de inmediato —también se levantó Mermista, que no estaba nada contenta.

Catra estaba a punto de decir, por una vez, que precipitarse no era el punto, cuando Micah habló:

—Debemos irnos —fue todo lo que dijo.

Angella lo miró con gran consternación, sin entenderlo.

—¿Irnos?

—Luna Brillante se ve a kilómetros… no tenemos cómo defender el castillo —dijo el hechicero.

—Micah…

—No somos Mystacor, ni Plumeria, escondidos entre las nubes o protegidos entre las sombras de los Bosques Susurrantes… —dijo lento y con fuerza, hablando a los murales más que a las princesas —ya vi las cosas blancas… las que dice la princesa Entrapta, cinco de ellas nos sobrevuelan desde antes del amanecer.

Su mirada negra fue a posarse sobre Catra, que lo seguía sintiendo extraño.

—No tenemos defensas aéreas. No podemos defender el castillo de las cosas en el cielo.

Sin quererlo, las orejas de Catra se agacharon. Apenas empezaba a sentirse familiar en los muros del castillo. ¿Ya tendría que irse otra vez?

—Debemos irnos —repitió Micah, con la mirada perdida en los murales de viejos aliados. Perdido en la gracia de Angella entregándole favores a amigos que ya no existían.

—Tenemos que evacuar —se alzó Spinnerella, entendiendo bien lo que el lord quería decir.

Las princesas más jóvenes, para sorpresa de la magicat, la voltearon a ver a ella. ¿Qué estaba pasando?

—Tiene sentido… Luna Brillante está muy expuesta en sí. Lo único que lo defendía de la Horda era la espesura de los Bosques Susurrantes, pero eso no es un obstáculo para ellos —dijo con una calma que en realidad no sentía.

Esta reunión no estaba yendo del todo cómo lo pensó. Un suspiro general se dejó escuchar.

—¿Debo presentar una moción? —preguntó Entrapta.

Catra tenía que espabilar. No era posible que Entrapta lo captara primero. Pero Angella le dio un asentimiento. La princesa de Dryl se emocionó por haber entendido bien el rumbo de la reunión y se levantó en sus coletas.

—Yo, Entrapta, princesa de Dryl, propongo la moción de evacuar Luna Brillante y el resto de reinos aliados, según la situación actual y siguiendo los protocolos propuestos en el Edicto de la Luna Negra.

—Siguiendo la moción de la Princesa de Dryl y como Centinela de esta reunión, pido a las demás princesas a emitir su voto. Asimismo, como regente de Luna Brillante, Secundo la moción. Con cinco votos más a favor, la moción queda aprobada.

No hizo falta contar, todas las princesas se proclamaron a favor de la evacuación, con diferentes niveles de alarma.

Y entonces pasaron a discutir los tecnicismos y la logística a seguir. Sería difícil evacuar el castillo, pero ya se contaba con varios campamentos para la Rebelión fuera del mismo. Salinas sería evacuada en lo posible a los refugios subacuáticos de hielo mágico de Frosta, que tendría que ir a reforzarlos, al menos después de una inspección exhaustiva por parte de Mermista, porque también la apuraba ir hasta su reino para reforzar el castillo y las defensas en general. Su gente podía introducirse mucho más al norte si hacía falta, aunque sería duro.

Thaymor, Plumeria, Fernterre, Erelandia, Whirltania, Elberon y el resto de pequeños poblados que Catra no estaba segura que tuvieran designaciones reales, eran asunto aparte. Lo más que podían hacer de momento era mandar mensajeros y pedirles que se preparen para una posible ocupación o para evacuar a los Bosques Susurrantes.

—Por lo mismo, y ya que no tenemos noticias de exploradores terrestres todavía, es imperante camuflar los Campamentos, Perfuma, necesito que refuerces los muros de Plumeria y también crees un techo de lianas y maleza denso —ordenó Catra, siguiendo la demarcación de los Campamentos, la Prisión y Plumeria en el mapa.

La reunión estaba siendo más extensa de lo normal, pero cada Princesa tenía que dar un listado de suministros, líneas de comunicación, personal y demás que estaban manejando cada una en sus reinos. De momento, la situación estaba bastante holgada. Era de suma importancia mantener Dryl operando lo máximo posible, ya que sus minas eran recursos invaluables en una guerra que era cada vez más tecnológica. La demanda de cobre, iridio, hierro, níquel y otros metales no dejaba de crecer.

La parte más pragmática de Catra lamentó haber explotado las fraguas. Inmensas maquinarias que trabajaban casi en automático, grandes martillos neumáticos para moldear el hierro. La rebelión a lo mucho tenía herreros, trabajando con yunques y forjas de barro y arcilla. ¿En qué demonios estaba pensando?

Por lo menos todavía tenían Dryl, con un poco mejor de tecnología e inmensas calderas… pero el castillo estaba muy expuesto de manera aérea. Era un gran punto estratégico en medio de las montañas con cañones por tres flancos y un gran muro al otro, que se adentraba en la cordillera, a los túneles y las extensas minas. Sin embargo, no estaba pensado para un asalto por cielo. Ese sería el mejor lugar para enviar a los hordianos, seguramente. Además de las planicies de Plumaria para reunir cereales y demás que Perfuma tendría que extraer de la tierra porque no tenían tiempo de esperar a la época de cosecha.

No, realmente no estaba pensando con la cabeza fría cuando mandó a volar toda la Zona del Terror. Ahí es dónde estaban las zonas más ricas en iridio. ¡Ese estúpido reporte que no encontraba y la obligó a buscar a Shadow Weaver por ayuda! Y ni siquiera valió la pena, porque Scorpia encontró el dichoso papelito. Solamente tenía que confiar un poco más en su nueva amiga, que no consideraba amiga en ese entonces. Cuando era tan inocente que creyó que dirigir un ejército, una nación, era solo dictar órdenes y esperar ser obedecida.

¡Qué ilusa!

Vanagloriándose enfrente de Lonnie… de su viejo equipo.

¿Es que ya era una anciana? La nostalgia la golpeó de nuevo. Debía apresurarse, armar un plan para usar a Darla y rescatar a Lonnie. ¿Quizás robar una nave blanca? La verdad, cualquier plan le parecía inverosímil en este punto. La cabeza le dolía.

Se perdió un momento en sus propios delirios, armando planes, saltando a las listas de insumos, otra vez soñando despierta con los recuerdos de Etheria, aplastándolo al final de su mente, escuchando brevemente la plática entre princesas, considerando que tal vez sería buena idea haber permitido entrar a sus guardias. Ahí dentro estaban los usuales Guardias Lunares, incluso uno que parecía un Guardia de la Nieve.

Tenía la mente muy dispersa. No existía la rabia de la noche previa, sino el vacío, cierto entumecimiento alimentado por el dolor de cabeza y pasarse la noche en vela. La magia de Nube era engañosa. En su momento se sintió mucho más despierta y despejada, pero ahora sentía alguna especie de resaca. Además Angella tenía experiencia dirigiendo estas reuniones. Micah parecía presente solo a momentos.

Entrapta estaba emocionada, funcionando como secretaria general, en realidad Samantha a través de la tableta, pero era bueno contar con un registro confiable y accesible. Sí, no todo estaba tan mal…

Ya rumbo a las dos horas de reunión, Catra regresó a fijarse en el elegante y delgado librito de piel, con runas grabadas en bajorrelieve en el grueso y suave cuero, a las firmas o nombres en la primer hoja de viejo pergamino. Estaban en discusión materias urgentes, para Catra bien podría ser una clase de tácticas de escuadrón de vuelta a la Horda. Paseando la mirada por la habitación, viendo los murales, en los que Micah parecía estar tan interesado el día de hoy, viendo tal vez por primera vez de verdad lo que mostraban ahí, podría reconocer a Mystacor, a Spinnerella, gente en extrañas túnicas que no había visto usar. ¿Ya habrían pasado de moda? ¿Por qué no había magicats en las paredes? ¿Tan así fueron olvidados?

Las sillas de Luna Brillante eran las más altas, por si era cierto que todos los reinos estaban en igualdad de condiciones. Las otras más grandes eran las de Plumeria, con su flor en corte transversal como símbolo, la de Mermista con una representación esférica de la Perla, La otra… ¿sería el de Netossa? No, Netossa estaba sentada en otra cualquiera de las sillas con un simple rombo rosa en la cabecera. Era un rombo gris más grande… Frosta estaba sentada ahí, pero Catra recordaba bien el sello real de las Nieves. ¡Era el de Entrapta! ¿Entonces por qué Entrapta se sentaba en otra de las sillas menores? ¿No le importaba? Pero esa silla de hermosa factura, era prueba del peso que tuvo Dryl desde la primera Alianza.

—Catra… ¿Tienes algo que agregar sobre "la Guardia de Catra? —preguntó lacónicamente Netossa.

¿Eh? ¿Cuándo cambió el tema de la recolección de cobre a las guardias?

—Ese no es su nombre… —dijo con un gruñido que murió al ver la expresión cabizbaja de Scorpia. —Todavía no tengo un nombre oficial. Y… es solo que necesito nuevas manos.

Una oreja de nube se agitó.

—Estás usando a personal encarcelado —apuntó Mermista.

—No parecías tener tema con eso la semana pasada, Mermista —saltó Catra. ¿Era cierto, solo una semana atrás se estaba peleando por eso con Glimmer? No, ni siquiera una semana. —Además, también las cocinas están usando prisioneros… Y Rogelio tiene tres docenas más de ellos listos para trabajar en lo que se necesite.

—Bien. Catra es la princesa de Media Luna y como tal, tiene derecho a una guardia y una corte. No son temas a discutir en esta reunión —Angella se levantó de la silla y estiró las alas—. Sin embargo, en atención a los protocolos reales, ¿te molestaría hacer una presentación?

—Por supuesto que no, majestad —respondió con cansancio. Necesitaba una siesta. Despejarse. A lo mejor el aire fresco en el camino en esquife a Plumeria le haría bien —¡Darek, Luthar! —llamó en voz alta.

Los dos soldados entraron de inmediato, serios y altivos, uno ancho y la otra más fina, que sacaba la lengua cada tanto, las colas quietas. Desarmados. Catra disfrutó del claro erizamiento del pelaje de Nube Oscura, que los miraba como un halcón. El dispositivo en sus cabezas desnudas y sin orejas destacaba, con la pequeña luz púrpura parpadeando.

—Solo son seis de momento, sus perfiles están disponibles para cualquiera.

—Gracias, Catra. Se dará la apropiada comunicación al resto del personal.

Después de eso, la reunión solo duró unos minutos más. Catra anunció su salida inmediata a Plumeria para apoyar con la movilización. Entrapta se quedaría en el castillo, en Darla, siendo el centro de información como hasta el momento.

No solo Bow la acompañaría, sino también Perfuma y Scorpia, que tenía turno en la prisión. Junto con la guardia completa, ya eran bastantes. No quería esperar.

—¿Cómo está la nave? —le preguntó en un momento a solas a Entrapta, justo cuando las otras dos princesas fueron a buscar su ligero equipaje.

—Darla está revisando a profundidad sus componentes. Necesita reparaciones y limpieza minuciosa. Todavía hay mucha arena en sus circuitos. Tardaré en tenerla lista para un viaje realmente largo —le dijo sin levantarse la máscara.

—Solo me interesa que pueda seguir procesando la información de las naves hordianas.

—Hasta el momento no hay decremento en su poder de procesamiento.

—Bien. ¿Crees que hoy puedas tener una fecha para el término de las reparaciones? ¿Necesitas más técnicos?

—No, Darla tardará al menos 20 horas más en terminar todo el escaner. Mañana temprano puedo tenerte una fecha. Un escuadrón de ingenieros hordianos serían de mucha ayuda.

—Está bien. Dalo por hecho.

Ojalá todo el mundo fuera tan claro como Entrapta.

—Lo hiciste bien ahí dentro —le dijo Catra después de un momento de silencio.

Entrapta tuvo el detalle de levantarse la máscara y sonrojarse de gusto.

—Gracias, Catra. Cada vez es más sencillo entender las señales de las demás personas. Creo que antes pasé mucho tiempo encerrada en el criptocastillo.

Vaya. Un momento emotivo. Catra no estaba preparada para eso viniendo de la princesa de Dryl.

—Solo recuerdo tus extraños robots —dijo por decir—. ¿Tú no tienes una guardia ni nada así?

—La gente de Dryl se cuidaba sola… o tal vez yo no les hice mucho caso —reflexionó Entrapta —solamente tenía a mi grupo de cocineros… ¡se quedaron aquí en Luna Brillante! La primera vez que vine para una reunión de la Alianza.

Pronto Catra se vio envuelta en una pequeña conversación de naderías. Entrapta tenía historias qué contar sobre su primera visita al castillo, el resto de las princesas, los inventos de Bow, lo fascinante de la espada. Parecía muy emocionada contando todo eso. Y Catra la escuchaba mientras caminaban por los pasillos, ya hacia la salida a los esquifes automáticos donde Perfuma y Scorpia se les unieron a la plática.

Scorpia dejó su desánimo por atender las historias y primeras impresiones de sus amigas y Catra ya no pudo cortar la plática porque no tenía idea de qué decirle a Scorpia acerca de todo lo había pasado. El entumecimiento ahí seguía y el dolor de cabeza también.

Nube Oscura las miró desde la base del castillo, pues ya no podía alcanzarlas, gracias a las órdenes de Catra. Además, los seis guardias rojos la miraban con recelo. Un magicat negro se le acercó a Nube y eso fue lo último que vio de ella Catra ese día.

Bow fue el último en unírseles, con una mochila a la espalda al lado de su fiel carcaj.


Que tal?

Se que puede ser un capítulo lento en algunas cosas, pero ya habrá más tiempo para las peleas, más sangre, romance y acoso.

Cuídense nee!