"I am not the only traveler
Who has not repaid his debt
I've been searching for a trail to follow again
Take me back to the night we met […]"

– The night we met (Lord Huron)

Capítulo 48. Noche de Yalda II

Y allí se quedaron... Sin atreverse ni siquiera a tocar sus ropas por miedo a quedar enganchados.

Se habían despegado del abrazo con la cara de un náufrago.

– Cariño – dijo en voz baja, sus dos manos con cuidado en su rostro –. Siento mucho lo que hice. Sé que las palabras tienen un límite, pero te prometo que nunca volveré a abandonarte. Prometo estar ahí para ti y los bebés siempre.

Se sentía agotada, sin aliento, cansada y resentida después de todos estos meses, como si alguien le hubiera clavado las garras en el pecho, dejándola sola con el frío, pero confiable consuelo de su trabajo en GoJo.

– Stew… Te perdoné y espero poder superar cómo me sentí después de todo... pero aún no lo sé.

Sé que no es justo.

Estar bajo la mirada de Mencken en la fiesta le había hecho sentir increíblemente incómoda y nerviosa. Pero ahora, de repente, con Stewy, todo tenía sentido y era cálido, aunque…

Lavinia dio un paso atrás, tratando de aclarar su mente.

Stewy exhaló.

El beso había sido a la vez hambriento y tierno, semanas de necesidad y deseo reprimidos saliendo a la superficie. – Livy…

– No me digas que debería haber sabido que cambiarías de opinión...

Tu beso… yo…

Él negó con la cabeza, guardando las manos en los bolsillos. – Pero lo sabes, no puedo vivir sin ti.

– Stew…

Todos hacemos concesiones…

Su voz detuvo los pensamientos a trompicones de ella.

– Livy… Mira, metí la pata – hizo una pausa, tomando una respiración temblorosa – Lo sé, lo entiendo. Sé que la cagué contigo. Pero merezco que tengas más fe en mí… Intentaré ser un buen padre, te lo juro. Sé que todavía no están aquí y no sé si puedo ser perfecto, pero sé que puedo ser mejor… Reaccioné mal, de manera egoísta. Lo siento mucho, cariño… Me he estado volviendo loco…— Me importa. Joder.

Lavinia se apartó un mechón de cabello de la cara.

Sintió una punzada de culpa.

Ambos respiraron profundamente. Su voz fue apenas por encima de un susurro. En ese momento, quería centrarse en la situación a mano.

El beso la había dejado distraída.

– Es que… No quiero más disculpas. Necesito estar segura de tu compromiso con nosotros… Pero eso es todo… No es un castigo, Stew. Somos dos adultos… La distancia estas últimas semanas… lo hemos hecho bien. ¿Por qué no podemos seguir así un poco más? Deja que las cosas fluyan… Hasta que no nos cueste tanto algo como lo de hoy…

Hizo una pausa y Stewy instintivamente extendió una mano sobre su brazo: – Sé que no tienes por qué querer escucharlo, pero… te quiero, Liv… nena, no tienes idea… No podría expresarlo en palabras… Pero ya lo hemos hablado, sé que lo sabes. No puedo dejar de pensar en ti y esos bebés… Hoy mismo podríamos irnos a casa juntos.

– Stewy…

Presionó su frente contra la de ella, pero luego Lavinia se alejó:

– Livy, para, para… Espera – Stewy la detuvo.

– Mierda, ¡me dejaste tirada! – Le reprochó.

Stewy la abrazó con más fuerza, casi como si estuvieran peleando. Ella empezó a alejarse, él la apretó más fuerte. – Lo sé… Eh, insisto… Un momento. – Su tono se suavizó.

Él presionó suavemente sus labios contra su frente. Bajó la boca a la suya, un breve beso en los labios lleno de remordimiento y arrepentimiento.

La mirada de Stewy se desvió hacia el final de la frente antes de volver a ella al retirarse.

Era un hotel grande con muchas salas y pasillos.

– ¿Vienes? – Preguntó, extendiendo su mano una vez más, una chispa iluminó sus ojos.

Había algo diferente en esta discusión esta vez.

Mientras lo miraba, ella cedió… un poco reticente.

Aceptar que va a haber momentos en los que una misma se comporta de manera atroz, que sea su propia enemiga, es el primer paso…

Sus pasos resonaron contra el suelo de mármol.

Cuando llegaron al final del pasillo, una salida de emergencia apareció ante ellos y Stewy notó el ceño ligeramente fruncido en el rostro de Lavinia.

La giró suavemente para que lo mirara de frente.

Había sido testigo de la interacción entre ella y Mencken y sintió que una extraña mezcla de emociones volvía a surgir en su interior: preocupación, irritación, posesividad…

Pero dejó esos sentimientos de lado y se recordó que ella podía cuidar de sí misma… No estaba seguro de si estaba más molesto con Mencken o consigo mismo por sentirse tan protector y posesivo.

Trazó la delicada curva de su mandíbula con la mano libre, su voz apenas por encima de un susurro: —Me voy a comportar. Solo…

– Oh, siempre – respondió ella asintiendo, con una pequeña sonrisa irónica bailando en sus labios.

Respiró profundamente y se le escapó una risa amarga: – Lo sé, cariño... Es que es difícil.

Lavinia asintió mirándolo.

Stewy se humedeció los labios.

Reunió la voz más grave que pudo, incluso cuando sentía que su garganta se estaba cerrando por completo: – Livy…. antes yo… Quise intervenir, pero…

Él suspiró, intentando mantener a raya la ira. Su mandíbula se tensó con lo que intentaba decir.

Lavinia negó con la cabeza. – Podía manejarlo… Él sólo estaba poniéndome a prueba, o creo que – repuso encogiéndose de hombros – Creo que debe querer hasta cuanto puede irritar a Lukas. Me alegro de la aparición de Shiv, pero soy mayorcita…

Stewy quería decirle muchas cosas: cuánto la había extrañado durante estas semanas, lo hermosa que se veía, lo desesperado que la deseaba, pero las palabras se le atascaron en la garganta.

Matsson, claro…

Stewy no estuvo del todo convencido.

Todo el fiasco de Mencken había desatado en él ese instinto con el que se aferraba a ella y que bullía bajo la superficie. Todavía le revolvía el estómago.

El señor presidente electo… jodido capullo.

– Livy… Probablemente suene como un necio... Definitivamente debería haberle dicho algo más que hola al dichoso nazi hoy – Después de un breve silencio, Stewy añadió: – Sé que eres fuerte y capaz, pero eso no significa que no me preocupe por ti, que no quiera protegerte del jodido mundo entero, y más ahora… ¿Eh, en qué piensas?

Stewy ladeó la cara ante su silencio.

– No lo sé – respondió ella encogiéndose de hombros. – Son muchas cosas…

Stewy pareció distraído por un momento.

Las cejas de ella se fruncieron mientras se fijaba en los detalles de su rostro. – Hey, si sigues frunciendo el ceño, te van a salir arrugas… – Él intentó romper la tensión, pero Lavinia solo parecía derrotada.

Había vulnerabilidad en su mirada.

Stewy se apretó el puente de la nariz.

– Joder… No puedo no decirte esto… Livy, reconozco mis errores, pero odiaría que alguien piense que no son mis hijos... Me preocupa que la gente suponga que Matsson… Me destroza. Quiero que todo el mundo sepa que son míos, nuestros. ¿Puedo pedir que aclaremos eso para quien necesite saberlo?

Lavinia lo miró fijamente, y suspiró:

– Nunca dejaría que… Siento que es lo que estén diciendo. Stewy, no quiero que te metas en problemas con nadie por mi culpa. Prométeme que confiarás en mí. Antes de… – suspiró – Solo otro tío podría estar preocupado por no haber montado una escena con el presidente, ¿huh?… Está bien – se frotó la cara y dejó escapar un suspiro – Además, ¿tú y él no eráis colegas o algo así?

Él hizo un mohín.

– No, que va, no exactamente… Eh, no quiero perderos. Liv…

Ella… Todavía podía sentir la sensación de su beso de antes en los labios.

Pero, mientras sus ojos observaban cada respiración, también pensó en estos meses atrás. – ¿No crees que esto fue un error? ¿Nosotros? Tal vez es verdad que no te he dejado opción…

– No.

¿Así se sentían las personas normales en sus relaciones con sus ex? ¿Así compartían el embarazo con la otra parte del adn de sus hijos si no estaban juntos?

La forma en que le envió un mensaje de texto para informarle que llegaría tarde la cita con el médico habría sido inapropiada si ellos dos no…

Pero Stewy tenía un don para que pareciera natural. "Te quiero, ya llego".

Para él era natural decir "te amo", "te quiero"… Aun así, Stewy había respetado las semanas de silencio que precedieron a ese momento.

Lavinia pensó también en los meses que habían estado juntos, cuando la miraba como si sostuviera la luna. Nadie la había mirado nunca antes de esa forma.

– Stewy…

– No me importa meterme en problemas, cariño. Puedo manejarlo… Aunque verte al lado de Mattson en esas revistas sigue siendo como un cuchillo en el pecho y preferiría que Mencken molestara a otro para ver lo obediente que es Matsson… Bueno, ya lo sabes… – Sus ojos se movieron hacia los suyos.

Todavía en el corredor, el ceño de Lavinia se frunció más bajo su mirada oscura.

En cuestión de horas, ella había estado algo… Sí, tal vez celosa… de bueno, Ken porque lo hizo llegar tarde de manera torpe a la cita con el médico, y luego de su colega Sam…

Es ridículo. Juvenil.

Tú fuiste quien le pidió tiempo…

Stewy conocía a Kendall como la palma de su mano, por supuesto que era uno de los únicos que podía ayudarle a salir del hoyo…

Además, si Ken hacía alguna tontería, también destruiría a Roman y a Connor y…

Lavinia exhaló.

– Odié verte llegar con un tipo atractivo… – trató de quitarle importancia plegándose de hombros.

Stewy le sonrió de una manera que le hizo pensar que conocía sus pensamientos mientras trazaba suavemente la línea de su mandíbula.

– Livy…

– No, yo…

– También lamento haber dejado que los problemas de Ken se interpusieran… Lo sabes, ¿no? No le di prioridad, solo pensé que tenía tiempo y quería exorcizar los nervios antes de venir, lamento no haber llegado antes... Oye, eh… me alegra que todo esté bien... Son increíbles…

Lavinia estaba lejos de saber cómo sentirse.

Siento que todo lo hago mal. Mierda…

Cada acción que realizo, cada palabra que digo, todo parece estar mal... Incluso ahora siento que debo estar equivocándome en algo. Stewy…

¿Entonces...?

Odiaba la idea de permitir que las cosas sucedieran mientras ella permanecía como un sujeto pasivo… ¡No era débil ni blanda...! Lo intentaba, podía poner límites con Lukas y...

Sí, Lukas puede ser un gilipollas, pero se preocupa por ti…

Sin embargo, ella le había permitido acercarse en contra de su sentido común y eso podía descarrilar fácilmente en cualquier momento.

Oh, y debería haberle dicho "que te jodan" al presidente electo o algo. ¿Qué demonios había sido eso?

Pero aparte…

¡Tal vez no quería castigar más a Stewy! Sus deseos y súplicas desesperados, al principio cuando sus deseos chocaban al respecto de esto y él tenía toda una serie de muy buenas razones para no querer ser padre, pero también ahora con un hermoso compromiso de trascendental importancia y responsabilidad por delante.

En este punto solo estaba torturándose…

Tal vez ahora estaba un poco resentida porque había llegado tarde al médico… Pero en el fondo…

– No te preocupes… En serio – le aseguró.

– Pero sí que me preocupa. No quiero decepcionarte… Se supone que debo estar ahí para ti, para apoyarte... Ya te he fallado bastante… Estoy haciendo los arreglos necesarios…

– Stew…

– Lo prometo.

– ¿Qué prometes…

El ruido de la cocina estaba cerca, pero los pensamientos de Stewy estaban centrados en ella.

– Que nunca volverá a pasar. Ven – su voz fue suave, le extendió una mano.

Finalmente, salieron a un espacio en un cielo abierto, donde se encontraban esparcidos botes de basura vacíos y cajas de embalaje. Él sostuvo la puerta para ella y ella hizo una mueca cuando una ráfaga de viento frío le mordió la piel.

Una de las paredes daba a la estructura del párquing de cinco plantas, pero si mirabas hacia arriba a tu derecha se podían ver las ventanas iluminadas de las habitaciones y la cornisa que sobresalía de la planta 11 del edificio noble del hotel.

Salir adelante con el embarazo le había salido del puto corazón…

Lavinia tal vez se había hecho la ilusión…: Tendrás a los niños y tendrás a alguien para amar. Pero, aunque hubiera vuelto a Bélgica no habría podido olvidarlo…

Y quizás no había considerado con la suficiente seriedad el impacto real que eso tendría en la vida y psique de Stewy, independientemente de lo que ella le pidiera.

Supongo que pensé que era justo si lo hacía sola desde el principio y no le pedía nada, como otra madre soltera por elección propia.

Algunas de las cosas que hacía, a veces Lavinia sentía que era para probar que la vocecita interior que se parecía demasiado a su madre estaba equivocada.

Ella no era difícil ni complicada de querer… Y esto no era algo que le hubieran infligido…

Siempre había sabido que lo elegiría.

Tener una familia.

Era una enana y ya sabía trepar para abrir el pomo de la puerta de la habitación donde se encerraba su madre.

¿Sabes a qué edad supe que las sábanas se cambiaban más de una vez por estación?

No, no.

Quería centrarse en este momento…. Allí estaba ella, con el padre de sus hijos, después de un largo… un largo mes, en realidad. Se le puso la piel de gallina por el frío en ese cielo abierto.

Necesitaba poner la cabeza en su lugar inmediatamente…

Tenía que dejar de sentirse atribulada por inseguridades.

Pero había tenido que pasar demasiadas cosas por el embudo y a veces se ahogaba. Y daba vueltas y vueltas…

Tal vez no era él el problema: tal vez todo se trataba de estar segura que si cedía y las cosas no eran como quería, sabría irse.

Parecía simple. Pero…

Stewy hinchó el pecho, chasqueó la lengua con picardía bailando en sus ojos y esbozó una sonrisa. Notó que ella estaba callada, así que decidió cambiar de tema, la miró ladeando un poco la cabeza: – Uhm… No puedo fumar un cigarrillo, ¿verdad? – preguntó con la sonrisa y los ojos brillantes.

Toda ella deslumbraba, como si se hubiera bañado en otro planeta. Estaba muy guapa.

Stewy apenas se atrevió a levantar la cabeza con la sonrisa en los labios.

– Bueno, no creo que los bebés lo aprecien… pero podría volver a entrar y dejar que fumes… No me importa… En serio – Lavinia vaciló observando el espacio ante ellos.

Stewy chasqueó la lengua y pasó sus dedos por su cabello, acercándose: – No, tonterías – Hubo un tono serio en su voz: – Tienes razón. Puedo esperar… No me hagas caso.

Un silencio pesado cayó sobre ellos cuando la puerta se cerró de golpe detrás de ellos, haciendo eco en la quietud de la noche. Lavinia levantó la vista y su mirada se desvió hacia el cielo estrellado mientras se dirigía a unas cajas para sentarse.

El frío se sentía vivo, algunas estrellas titilaban en lo alto, mientras que algunas nubes oscurecían la luna.

Stewy se esforzaba por ir con pies de plomo con ella…

Sé que no soy muy de fiar después de lo que ha pasado.

Pero si no lo seguía intentando se arrepentiría.

No se trataba solo de ella, sino también de sus incertidumbres… Sus sentimientos eran predominantemente de frustración. Joder, nena, escúchame.

La miró fijamente, sus ojos recorriendo cada rasgo de su rostro.

Justo cuando Lavinia estaba a punto de hablar, Stewy se acercó a Lavinia, colocando su americana sobre sus hombros, con la intención de mantenerla en calor, acercarla más a él.

Este gesto protector hizo que su corazón se acelerará de nuevo.

Se sentó en las cajas. Él, sentándose a su lado, entrelazó su mano con la suya.

Así se quedaron uno al lado del otro.

Stewy se tomó un momento para contemplar el amplio cielo oscuro antes de volverse hacia Livy, con una pequeña pero cautelosa sonrisa tirando de las comisuras de su boca: – Te ves radiante, radiante de narices… Esta noche no podía quitarte los ojos de encima…

Lavinia se burló ligeramente abriendo los brazos, sus labios se curvaron hacia arriba.

– Sí, este es realmente mi mejor momento…

Permanecieron en un silencio cómodo, el mundo a su alrededor se desvaneció. Lavinia no sintió la necesidad de llenar el vacío con palabras.

Fue un momento suspendido en el tiempo, y cuando lo miró, notó una sonrisa genuina extendiéndose por su rostro, una que le hacía más joven y que no había visto en Stewy en lo que parecía una eternidad.

No con ella.

– ¿Qué? – Lavinia preguntó, intentando no ponerse nerviosa al mirarlo.

Él sonrió con naturalidad. – Nada… – respondió con un brillo burlón en sus ojos.

– Dime… Vamos – insistió Lavinia, su voz ligera, pero con una ligera anticipación.

Una nueva sonrisa cruzó los labios de Stewy. – Te he estado observando, ni siquiera te has mojado los labios con tu copa... – y luego está la manera como te he visto llevarte una mano al vientre en varias ocasiones – ¿Sabes que lo estás haciendo genial, verdad?

Stewy la miraba con cariño, y ella levantó ligeramente las comisuras de su boca.

Lavinia sólo quería estar en este momento sin más…

– No quiero correr riesgos – explicó, con un dejo de seriedad en su tono. – Puede que a veces eche de menos tomar una copa para no tener que lidiar con mis pensamientos… Y tampoco puedo recurrir al sushi ni el queso tierno y suma y sigue, así que si lo miras así…

Estaban muy cerca, hombro con hombro. Lavinia instintivamente apoyó la cabeza en la solapa de su americana cuando sintió a Stewy envolviendo sus brazos alrededor de su cintura. Por un momento, no se movieron.

Cada fibra del cuerpo de Stewy parecía encenderse con una feroz determinación. No le gustaba la idea de que Matsson la tocara, no que lo hiciera nadie más. Aunque fuera solo de pasada…

Ella se giró un poco pero no se libró del brazo que la rodeaba.

El brazo de él continuó rodeando su cintura para apretarla contra su costado y su chaqueta en los hombros, creando una suave barrera contra el frío cortante.

Pensó que… puede que estuviera fallando a todo el mundo, incluso como amiga…

Había torpedeado a Monique con su drama sin hacer casi nada juntas por una vez que la visitaba.

En otros tiempos habría hecho que la llevara de fiesta con ese misterioso hombre de D.C.

Ni siquiera habían ido a Central Park que era algo que siempre decían que harían si visitaban Nueva York.

Su amiga la había escuchado y aconsejado, pero Lavinia tenía la sensación a veces de estar descuidándose otra vez de preguntarle por su vida.

No quería que Monique se diera cuenta que no tenían nada en común.

Muchos perdían a los amigos en tiempos como estos.

La próxima vez que se vieran las cosas serían muy diferentes… Ella tendría dos bebés y…

También tenía la sensación de que tenía que haber hecho más para saber cómo estaba Roman estas semanas.

Habían hablado por mensaje pero…

– No deberías enfermarte, vamos – la instó Stewy en un murmullo, frunciendo el ceño con preocupación.

Su brazo se apretó alrededor de su cintura cuando se levantaron de esas cajas, él moviéndola un poco.

El corazón de Lavinia latía con fuerza mientras luchaba por contener el torrente de emociones justo debajo de la superficie.

– Livy... – Él susurró.

– Stewy – se interrumpieron el uno al otro.

– Quería… – comenzó él. – Estoy aquí…. al cien por ciento, ¿de acuerdo? Siempre.

La frustración burbujeó dentro de ella como un visitante no deseado.

Sacudió la cabeza. – Stewy... siempre estoy preocupada, aterrorizada... No te quiero engañar, se siente más como un noventa y diez… Sé que quería esto pero me duele la espalda todo el tiempo… Tengo los pies hinchados, acidez… me siento fatal…

– Yo, nena… Sé que he cometido algunos errores—

– No, esa parte no es tu culpa…

Se quedaron en silencio por un momento.

Stewy enterró su rostro más profundamente en su cabello, inhalando su aroma, una dulce mezcla que lo envolvió como un cálido abrazo, calmante, derrotado y embriagador.

Podía quedarse así, sintiendo el aire de la noche contra su piel: – Deberíamos volver adentro... – susurró contra su oído, con desesperación en la voz. – Si nos demoramos más, tendrán que arrastrarme para dejarte ir...

Lavinia hizo un gesto de protesta. – Stewy…

A regañadientes, él aflojó su sujeción, sus manos todavía descansaban suavemente sobre su cintura. La giró para que lo mirara, sus ojos brillaban con una suave sonrisa:

– Me gustaría prolongar esto, pero dudo que te sientas feliz si te enfermas… Y además, prefiero tu cara bonita en una habitación iluminada, no escondida en las sombras. Vamos, volvamos adentro… – su voz fue de disculpa.

Lavinia lo miró profundamente a los ojos, cálidos, invitantes y aprobadores, todavía perdida en un mar de pensamientos. ¿Por qué había venido hasta aquí?

– No sé qué puedo decir, yo…

Stewy levantó la mano, rozando su mejilla suavemente, su voz un murmullo persuasivo: – No es necesario decir nada. Entremos y continuemos esta conversación donde haga calor...

– Te quiero, Stewy… El hecho de que estés dispuesto a hacer esto... Pero no es lo que querías. Si después vuelves a entrar en pánico… Como me sentí… No sobreviviría a eso una segunda vez y nunca me lo perdonaría a mí misma si lo acabamos estropeando para los bebés… Es importante que tengamos una relación sana si tenemos que hacer esto de la copaternidad, ¿no? Por ellos.

La expresión de Stewy fue de dolor.

Se pasó una mano por el cabello.

– Para… joder. Estoy siendo malditamente serio con esto. No puedo decirlo de muchas más maneras… Por favor, Livy. Cariño...

Lavinia apenas supo cómo había sucedido. Se dio la vuelta para marcharse, intentando desesperadamente ocultar su estúpida decepción.

Pero justo cuando ella dio un paso, Stewy se inclinó y le dio un beso detrás de la oreja, apartándole el pelo largo, frenándola.

Le provocó un delicioso escalofrío en la columna y encendió un revoloteo de mariposas que bailaron por todo su ser.

Se dio cuenta que tenía una mano de él entre las suyas.

La giró suavemente para que lo mirara a los ojos y deslizó los dedos suavemente sobre su muñeca mientras susurraba: – Nena…

Le besó los párpados y la punta de la nariz.

Cerró los ojos y dejó que lo inevitable llegara. Sus labios se encontraron nuevamente en un beso delicado pero eléctrico.

Apasionado y maduro.

El corazón de Stewy se hinchó, su sujeción en su cintura se afirmó mientras la acercaba más, su mente consumida por la sensación de sus labios contra los suyos.

Dulce, agradable, adictivo incluso.

Sabía, sin lugar a duda, que no podía soportar estar sin ella; si dejaba pasar esto habría perdido al amor de su vida.

Su mano se deslizó por su cintura, trazando un camino lento y deliberado sobre su vestido hasta que se posó suavemente sobre su vientre.

Lavinia inhaló profundamente, sintiendo un aleteo en su interior.

Hace un momento había incluso sentido algo como un pinchazo.

Los mellizos.

Pero sus bebés aún eran muy pequeños, Stewy no podría notarlos hasta de aquí unas semanas.

– ¿Estás bien?

Lavinia le tocó la barba con cariño.

– Esos meses que pasamos juntos… – empezó – nunca me he reído tanto ni me he sentido tan viva y puede que lo arruinara… Deberíamos haber hablado del futuro para que no hubiera sorpresas, no es que el sexo no pueda llevar a esto, ya sabes – dijo, dando un traspiés con sus palabras.

– Oye, no, no – respondió Stewy con un mohín, su voz era una suave caricia. Mantuvo la mano en su barbilla – ¿Crees que habríamos decidido que no éramos compatibles y se hubiera acabado allí? Dios, sabes que no es posible… De todas formas, no hay nadie más malditamente compatible que nosotros, Liv. Mierda… Tardo o temprano habríamos acabado aquí. Sí, tomabas las pastillas, pero a mí me costaba cada vez más tomar cualquier tipo de precaución…

Su voz estaba rasposa por el deseo y alguna otra emoción, tal vez suplicante.

Continuó besándola.

Fue un momento complejo, lleno de emociones y deseos encontrados…

Estaba desesperado por estar cerca de ella, por sentir su cuerpo contra el suyo.

Simplemente... necesitaba estar cerca de ella, tal vez incluso un poco desesperadamente, y de repente no le importó el entorno ni las circunstancias. Nena…

Lavinia se encontró en sus brazos, su corazón latía aceleradamente con cada beso deliberado, de él esperando su reacción. Sus labios dejaron un rastro de besos a lo largo de su mejilla y bajaron para explorar su cuello con cariño. – Stewy – murmuró Lavinia, una súplica tácita.

Él, todo tacto, la guió.

Te acerco más a mí, necesitando sentir tu cuerpo contra el mío…

Stewy movió su rodilla ligeramente, creando una fricción que hizo que la respiración de Lavinia se quedara atrapada en su garganta.

Un gemido suave e involuntario escapó de sus labios, lo que provocó que Stewy se apartara lo suficiente para estudiar su rostro, la preocupación mezclada con el deseo pintando sus rasgos.

– Livy… – exhaló.

Ella pudo notar la pared rugosa a su espalda.

No era solo el frío en el aire lo que hacía que sus sentidos hormiguearan, sus hormonas estaban a punto de estallar.

Stewy puso las manos en sus mejillas para acercar su rostro al suyo y presionó sus labios contra los de ella con dulzura. A ella siempre le sorprendía lo fácil que se agrietaban con el frío, ya que probablemente él tenía más cremas y productos de cuidado personal en el baño que ella.

Pero le encantaba la sensación.

El tacto de sus labios sobre los suyos, su aroma.

Sus manos suaves y varoniles, que parecían capaces de envolverla entera. Stewy se apretó contra ella, sujetándola con cuidado contra la pared.

Sus manos recorrieron su cuerpo, sintiendo cada curva y contorno a través de su ropa.

Su sabor, su aroma, el calor que irradiaba su piel... Todo eso lo hacía volver loco.

Si fuera cierto que los ojos hablaban, los suyos delataban su locura por ella, pero no era solo eso… Mierda…

No debería haber…

Lavinia lo miró, notó la dureza de su cuerpo. Sintió un cariño absurdo más allá del deseo.

Él dio un pequeño paso momentáneo hacia atrás.

Luego, volvió apoyando su frente contra la de ella, sus respiraciones se mezclaron.

Puedo sentir la dureza de mi propio cuerpo reaccionando a la proximidad del tuyo, pero hay más que solo deseo allí. Es un amor que lo consume todo y que va más allá de la necesidad física. Es un afecto tan intenso que duele.

– Me disculpo si estoy, uh – Fue un momento complicado, tal vez podía culpar al vino y el champagne de la cena – Es superior a mi…

Tendría que haberte retenido a mi lado cuando pude.

Lavinia levantó ambas manos, acariciando suavemente el rostro de Stewy, trazando la fuerte línea de su mandíbula bajo su barba, sintiendo el calor de sus hombros bajo sus dedos.

Cierro los ojos y disfruto de la sensación de tus dedos sobre mi barba. Tu tacto me provoca escalofríos en la columna vertebral, haciéndome sentir poderoso y vulnerable al mismo tiempo.

Las manos de Lavinia se deslizaron sobre su camisa, explorando su torso por encima la tela como si estuvieran trazando un mapa de un territorio familiar.

Sintió que algo faltaba bajo la ropa y lo miró con los ojos abiertos: – El piercing… ¿Qué ha pasado?

Él chasqueó la lengua ligeramente, con un brillo en sus ojos.

– Me di cuenta de que no es ideal para bebés, así que… Me hice ese piercing por una apuesta, pensé que me haría parecer guay, pero empezaba a ser un fastidio…

Casi sonrió aturdida.

No quería burlarse de él en ese momento. Pero…

Dios, Stewy…

Sintió ganas de besarlo otra vez.

Sus dedos se deslizaron hasta su cinturón, encendiendo una chispa que envió deliciosos escalofríos entre ellos.

Stewy se ciñó a ella y Lavinia pudo sentir que todavía estaba excitado. El hambre en él creciendo con cada caricia, acercándola más.

– Stew…

Hizo un mohín.

– Podía haber conservado el piercing un tiempo más, pero… ¿Qué, cariño? ¿A qué viene esa expresión?

Su mirada derritió algo en ella. Al menos, en el momento.

– Stewy.

– ¿Sí?

Sonrió.

– Te quiero, ya lo sabes, pero… – dijo besándolo. – Es… muy bonito de tu parte… Pero no hacía falta… No todavía, no sé…

Él bromeó:

– ¿Bonito, uh? ¿De verdad? – hizo un puchero. – Prefiero endiabladamente encantador o como alternativa…

Stewy presionó su pierna entre las suyas, instándola a dejarlo seguir con sus atenciones.

Notó la invitación silenciosa en la forma en que ella separó las piernas y, sin dudarlo, acercó la rodilla, presionándola contra su centro.

Ambos tenían la respiración atrapada en la garganta.

Un velo de deseo atrapándolos, cogiéndolos desprevenidos pese a las señales.

Quiero tomarme las cosas con calma, saborear cada momento contigo, pero tu cuerpo en este vestido me está volviendo loco…

Sus dedos rozaron su pecho izquierdo a través de su vestido de cóctel y a pesar de que lo hizo de la manera más suave posible, Lavinia sintió una sensación de placer que fue como si la hubiera besado y gimió levemente.

– Livy – preguntó, su voz un susurro tentador.

Sus pulgares comenzaron a tejer círculos lentos como una mariposa atrapada en una corriente de invierno, sintió que el pezón de ella se endurecía bajo su tacto.

Tenía el efecto de hacerle entrecortar la respiración.

Su aroma y el latido en su pecho y…

Su cuello un poco expuesto. – Despacio – murmuró insegura.

Stewy la sintió estremecerse de pies a cabeza.

Todo él suponía una tentación del demonio… Maldito, maldito seas.

Este no es el sitio ni el lugar ni…

Oh, como huele… No, no me mires así.

Lo necesitaba terriblemente.

En la vida hay que tomar decisiones.

Pero nadie debería hacer cambiar a otra persona.

¡Cuántos no debieron de haberse rendido estos meses al encanto de este hombre atractivo, elegante y charmant…!

¿Tenía derecho a reclamarle por ello?

Lavinia jadeó cuando su cuerpo respondió a su tacto, sus pechos bajo el vestido se sentían inusualmente sensibles con el embarazo.

Su mano recorrió lentamente la curva de su pecho a través de la tela de su vestido.

Stewy la besó con avidez, sus labios buscaron los de ella de una manera desesperada y necesitada. Sus manos agarraron las suyas, acercándola más a él como si no pudiera tener suficiente.

Empezó a besarla como si quisiera cubrirle todo el rostro con la marca de sus labios, mientras seguía apretando el cuerpo de ella contra el suyo y su respiración se descontrolaba.

Cada beso, cada caricia, parece avivar el fuego dentro de mí, haciéndome desearte aún más.

Los besos de Stewy cambiaron de ritmo, disminuyendo la velocidad, pero quemando con una intensidad que hizo que sus dedos de los pies se curvaran.

Presionó besos suaves y prolongados a lo largo de su mandíbula hasta su oreja, murmurando dulcemente: – Todavía te necesito, ¿sabes? Cada día – hizo una pausa por un momento, un destello de incertidumbre titiló en su mirada.

Lavinia volvió a jadear, sus dedos se entrelazaron con el cabello oscuro de Stewy, acercándolo más, como si quisiera borrar la distancia entre ellos.

– Stewy – suspiró, alejándose lo suficiente para encontrarse con su mirada.

Él se aferró al beso un momento más, suave y tierno, sus respiraciones mezclándose.

Cerró los ojos y se perdió en la sensación. Todo pensamiento racional desapareció, reemplazado por una necesidad atávica de estar más cerca de ella. Sus manos sujetaron sus caderas, apretando su cuerpo contra el de él, su cuerpo temblando de anticipación.

Estaba tan perdido en el momento, en el sabor de sus labios y en la curva llena de esperanza de su cuerpo, que al principio no se dio cuenta. Pero a medida que el beso se profundizaba, notó un cambio.

Se apartó un poco, la preocupación y la confusión reemplazaron el deseo que había estado allí momentos antes.

Le dio un apretón en la mano derecha con una mala sensación en su garganta por su quietud.

Respiró.

– Liv, nena… Necesito que me des tu consentimiento explícito para esto… ¿Ok? – Stewy la miró a los ojos. – Me estoy volviendo loco…

– Stew…

Él pasó sus manos por los mechones castaños, su toque ligero pero seguro.

La suavidad con la que pronunció su nombre le provocó un escalofrío que le recorrió la columna vertebral. Él ahuecó suavemente su mano en su rostro, tratando de descifrar lo que estaba pasando por su cabeza.

Tomó aire, intentando recuperar la compostura.

Todo su ser quería tenerla ahí, contra esa pared. La siguió mirando, su expresión era seria.

–¿Puedo parar, vale? Cariño, mírame. Nunca quiero obligarte a hacer algo para lo que no estés lista – explicó lentamente, observando sus reacciones–. Pero tienes que entender cómo me siento. Te deseo… te anhelo. Estar cerca de ti. Nena… No quiero hacerte daño ni a ti ni a los bebés… ni pasarme de la raya. Siento que esto es para lo que nací, para estar contigo, para amarte… Solo necesito saber que sientes lo mismo.

– La doctora dijo que podía hacer vida normal. Stewy… – desvarió y tiró su cabeza atrás. – Mierda. Lo siento, estoy tan abrumada, que… Claro que siento lo mismo—

Lavinia se sintió insegura, conteniendo su instinto, apreciaba su tacto prudente, sin avaricia. Pero también… que él mantuviera el gesto necesario de confianza masculina.

Stewy la oyó aspirar con fuerza.

Movió sus dedos hasta el dobladillo del vestido, vacilante, acariciando su muslo hasta la zona donde más placer le iba a procurar.

Subiendo a la deriva por su piel. El contacto piel con piel fue eléctrico, el momento tierno. Apartándole la tela de la braguita, los muslos de Lavinia se cerraron instintivamente aprisionando su mano. Un sí implícito.

Deslizó uno, dos dedos delicadamente en sus pliegues.

No fue profundo por miedo.

Ah.

Se vio recompensado por el sonoro respingo de Lavinia.

Continuó, deleitándose con cómo el cuerpo de Liv lo sujetaba dentro de ella. – Qué húmeda estás, nena… – gruñó, empujando los dedos. – Eres una belleza, joder.

Al principio, fue despacio. Luego, rítmicamente, cada vez más rápido, hasta que supo que estaba lista...

¿Pero hasta donde?

La respiración de Stewy también era entrecortada, su cuerpo temblaba de deseo reprimido.

Cerró los ojos e intentó concentrarse en ella.

Puedo sentir el calor que emana de ti, la forma en que tu cuerpo responde a mi tacto. Me sorprende lo mucho que me deseas, lo mucho que me necesitas. Es abrumador y emocionante a la vez, y no puedo evitar inclinarme más hacia ti.

Su breve sonido lo afectó más que cualquier alcohol que hubiera tomado esa noche. Su voz fue áspera, casi un gruñido: – Cariñ— Livy, ¿estás conmigo?

Lavinia gimió de nuevo, con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. Sus manos sujetándose a sus hombros.

Él notó la evidencia húmeda y pegajosa de su excitación. – Liv…

Lavinia hizo un ademán de asentir con la cabeza. Lentamente Stewy volvió a acariciarle el clítoris hinchado con el pulgar. Pero apenas se atrevió a seguir haciendo ningún tipo de presión por miedo a ser demasiado brusco, así que se concentró en acariciar la hendidura como si tuviera en las manos algo precioso.

Lo que era verdad… Maldita sea.

Fue delicado, para nada la promesa de una experiencia sexual trascendental.

Pero ella todavía se sentía a flor de piel.

Dejó un dedo inerte sobre el sensible botón de carne mientras la cubría con el resto de la mano. Eso alimentó su propio deseo que iba mucho más allá de los límites que se estaba poniendo ahora mismo… Se moría por subir a una de esas habitaciones y hacer que se corriera una y otra vez.

Stewy se sintió frustrado consigo mismo por lo duro que estaba. Los sonidos apagados que emitía Lavinia no ayudaban.

Empezó a dejarle besos por el cuello, ansiando cada centímetro de ella.

Te atraigo aún más cerca, mi cuerpo desesperado por ti…

Mi respiración entrecortada.

Parecía que había vuelto de un estado de estupor. – Stewy, por favor…

Sus labios encontrando su oído, su aliento caliente contra su piel. – Por favor, ¿cómo? Usa tus palabras, preciosa…

Él sintió… Ella…

Al mirarla a los ojos, vio la batalla que estaba librando consigo misma.

La deseaba. Ya.

– No sé, no sé si… No deberíamos hacer esto.

Fue como si volcara un cubo de agua fría sobre los dos.

Stewy se detuvo a mitad del beso, respiró profundamente y la miró. Tomó aire, tratando de controlar el deseo que lo recorría.

Se mordió como un tic un nudillo con su sabor antes de bajar la mano con un suspiro.

Por un momento, temió haber puesto en peligro su oportunidad de reconectarse al permitir que la pasión los arrastrara.

Meses de emoción contenido y deseo reprimido expuestos ante ellos.

Él había hecho esto: había puesto esta semilla en ella.

Hubo confusión en su expresión. – Mierda, ¿qué? Pensé que… dios, Livy… ¿Te he hecho daño?

Dio un paso atrás al instante.

Lavinia movió la cabeza.

– Stew, yo… lo siento…

Stewy condujo sus dos manos a sus mejillas, acercándose otra vez. – No, demonios, Livy… Lo siento… No debí…

Intentó gravar la sensación de sus labios en su memoria como si pudieran desvanecerse en el aire.

Su expresión se volvió cautelosa.

– Liv, nena… Cariño – Mantuvieron sus frentes presionadas, una mano trazando suaves patrones en su vientre redondeado, la idea de redescubrir cada centímetro de ella que el embarazo había cambiado se sentía como una promesa tentadora – Lo siento. Te he echado de menos… Por favor, dime qué piensas. Ayúdame a entender.

Lavinia sostuvo su mirada, congelada en ese dichoso momento.

Stewy la observó, leyendo su lenguaje corporal.

Su falta de respuesta, la forma en que evitaba su mirada. Eso lo hizo entrar en pánico, preguntándose si la había presionado demasiado, si había cruzado una línea.

– Oye, háblame. Por favor, dime qué te pasa por la cabeza. No quiero hacer nada que te haga sentir incómoda – aventuró, con la mano en la barbilla.

Le dio espacio, tratando de calmar la ansiedad creciente en su pecho.

– No es eso…

De repente, una garganta se aclaró cerca, rompiendo su burbuja de intimidad y sobresaltándolos a ambos. Se separaron rápidamente, como atrapados por los faros de un automóvil.

Un trabajador de la cocina estaba allí, con una bolsa de basura en la mano, luciendo completamente desconcertado: – No pueden estar aquí – anunció, con una voz más perpleja que áspera. – Es una zona de servicio.

Stewy le lanzó a Lavinia una rápida mirada, la incertidumbre destellando entre ellos.

Ella sintió que sus mejillas se calentaban, su corazón se aceleraba como si acabara de correr una maratón.

Los distantes acordes de música del salón principal se deslizaron a través de la puerta de emergencia, devolviéndola a la realidad y dejándola ligeramente sin aliento.

Stewy se volvió hacia el trabajador, su mano todavía descansando posesivamente sobre la cintura de Lavinia, sin querer soltarla todavía. Había un aire protector a su alrededor que hizo que su corazón se acelerara aún más.

– Oye, amigo, nos vamos en un segundo. – dijo, con un tono casual, pero con un toque de encanto que apelaba a la empatía – Solo necesitábamos un momento de aire fresco; se siente un poco mareada.

Lavinia notó que el trabajador vaciló un instante, sopesando sus opciones.

Pero su estado era obvio. Así que era difícil decir que era una mentira…

– Está bien. Pero solo un momento – respondió, mientras dejaba caer la bolsa y se alejaba.

– Deberíamos irnos. – sugirió Lavinia en voz baja. Después de todo, había estado en la cocina charlando con una de las personas que coordinaban la gala al empezar la noche.

Se acabó de colocar bien el vestido apurada.

Probablemente el hombre la había reconocido.

Stewy se volvió hacia ella, con una suave sonrisa floreciendo en sus labios mientras le colocaba un mechón de cabello suelto detrás de la oreja y sus dedos rozaban su oreja como la caricia de una pluma. – Sí, probablemente tengas razón – murmuró.

Sus ojos se encontraron en un intercambio silencioso, un mundo de palabras no dichas pasando entre ellos.

Él respiró hondo, sugiriendo en voz baja e invitadora: – Volvamos adentro.

Ella sonrió, aceptando su invitación, y él la besó una vez más, tierno y prolongado, antes de colocar sus manos suavemente sobre sus mejillas.

– Te amo... ¿escuchas eso? – susurró, plantándole un beso suave en la comisura de su boca. – Si no puedo convencerte me quedaré destrozado.

Su mirada se fijó en la de él, esos cálidos ojos de un marrón profundo la invitaban a responder. Sin decir una palabra más, su mano acunó de nuevo su mejilla, inclinando su rostro para poder capturar sus labios con hambre, como si el mundo exterior se hubiera desvanecido.

Lo sé, racionalmente lo sé, pero aún así me siento de cierta manera.

– Tus padres te están esperando – le recordó de repente, como una corriente de aire que cortaba el calor del momento.

– Ven conmigo – Él pidió.

– Stewy – murmuró ella, con un dejo de incerteza en su voz –. Ese chico va a volver…

– Lo sé – respondió él, con un tono lleno de seguridad, mientras continuaba besándola.

Ojalá pudiera quitarte este miedo, pero es real y válido. Y no puedo hacerte olvidar el dolor que te causé. Pero puedo prometerte ser mejor, demostrarte cada día cuánto te quiero y aprecio, a ti y a los bebés. ¿Me das una oportunidad? Por favor.

Su mano se deslizó por su muslo bajo el vestido, una suave caricia que hizo que su corazón se acelerara. Con una mirada sincera, la miró profundamente a los ojos. – Puedo ir despacio… puedo quedarme quieto si eso es lo que quieres…

Oh, Stewy.

Stewy le dio un beso en la mejilla, aunque su rodilla permaneció presionada contra ella, ahuecando sus mejillas entre sus manos, sus pulgares deslizándose sobre su suave piel.

Una sonrisa bailó en sus labios antes de que sus labios se encontraran nuevamente en un beso prolongado, envolviéndolos en calidez y satisfacción.

– Stewy… – protestó de nuevo a media voz.

La mirada de Stewy se desvió mientras se alejaban; su respiración se estabilizó mientras presionaba su palma sobre el pantalón, contra su propio deseo, tratando de dominar el fuego que se había encendido en él.

– Lo siento.

A regañadientes, soltó su cadera, permitiendo que sus dedos se deslizaran por su brazo para entrelazarse con los de ella.

La observó para memorizar cada pequeño detalle de su rostro, antes de guiarla suavemente hacia la puerta de emergencia, su corazón todavía anhelando su calidez.

Cuando volvieron a entrar, el calor de la calefacción los envolvió, aunque sentían un poco más de frío sin sus cuerpos apretados. Mantuvo su mano firmemente apretada alrededor de la de ella, ofreciéndole una sensación de confort, como para decirle que estaba allí con ella.

Mientras la guiaba por el pasillo, sus ojos escaneando el mar de rostros desconocidos arriba, una ola de incertidumbre lo invadió. Una parte de él deseaba que pudieran retirarse de nuevo a su pequeño rincón apartado, lejos del caos de la multitud.

En cambio, le apretó la mano, inclinándose para susurrarle: – ¿Esto es un "buenas noches"?

Sus ojos la miraron fijamente, buscando un destello de vacilación, una señal de que ella podría elegir quedarse con él. Pero Stewy sabía que era su elección, y tenía que respetar cualquier camino que ella quisiera tomar.

– Si no te vas ahora, tu madre te va a matar – le dijo. – Nos vemos pronto, ¿mm?

Stewy se reclinó recordando la promesa que le había hecho a su madre. Casi lo había olvidado, atrapado en el momento, su mente consumida por este.

Exhaló, sintiendo una mezcla de esperanza y trepidación. Deslizó las manos desde sus hombros hasta sus brazos, agarrándolas y sujetándolas.

Sus dedos permanecieron entrelazados con los de ella, una conexión que lo anclaba al presente, pero un atisbo de resignación cruzó sus hermosos rasgos. – Acompáñame…

– ¿Ahora? – Su ceño se profundizó, la confusión tiñó su rostro – Stewy… Eso es la mayor locura que he oído en toda la noche…

La miró a los ojos, firme, y sus dedos acariciaron suavemente su cabello, los suaves mechones entre las yemas de sus dedos. – Me encantaría mostrarte cómo mi familia celebra Yalda porque tendrás que unirte a nosotros el año que viene. Creo que es la mejor idea que he tenido hoy. ¿Qué dices? – le guiñó un ojo.

– Stewy, todo lo que hemos hablado… No voy a conocer a tus padres hoy. Es una idea loca… Quizás sí que has estado bebiendo – sonrió levemente.

Stewy respiró hondo, sintiendo el peso de la incertidumbre de ella. Se tomó un momento, buscando las palabras adecuadas.

– Primero, viven en la ciudad, así que no es una gran distancia. Segundo, te van a adorar. Y por último, se mueren por conocerte. No tienes ni idea.

– Stewy… Puede que sea una buena idea… pero para otra ocasión. Pensarían que estoy loca…

Se lamió los labios.

– Escucha, estoy dispuesto a trabajar duro para que esto funcione... Pero aceptaré lo que sea. Te lo dije el día de la votación, te miraré a través de los asientos en las funciones escolares con cualquiera con el que estés y luego tal vez… Sabes qué pasará, te besaré a escondidas en el baño. Puede que le haya comentado a mi madre que intentaría convencerte cuando me llamó durante la cena…– le dedicó una mueca – Dame una buena razón por la que no debas hacerlo. Como persona que quiero, madre de sus nietos… Livy, te prometo que ellos estarán encantados. Déjame hacer esto lo mejor que se…

Lavinia lo miró – No funciona así…

Stewy dejó escapar un pequeño suspiro, sin romper el contacto visual.

– Nena… Sólo quiero enseñarte lo que hacemos esta noche. No espero que cambies de opinión de repente. Aún puedes mandarme a paseo… No estás ligada a nada por venir.

Se odió por sonreírle instintivamente.

– Has perdido la cabeza por completo.

Stewy hizo un nuevo mohín.

– Vamos, no creo que sea para tanto. Es una buena historia para contar a nuestros nietos. Pase lo que pase, ahora puede que los tengamos un día...

Oh.

Lavinia chasqueó la lengua incrédula. – No es que… No bromees, me gustaría no cagarla. Aunque no estemos juntos, parece algo muy importante – se tocó la barriga.

– Entonces… ¿podrás dormir cuando llegues a casa? Después de… esto. Vamos…

Aunque tenía permiso de Lukas para relajarse y disfrutar de la velada, sabía que la buscaría y se daría cuenta de que se había ido con Stewy.

Echó un vistazo hacia la sala principal, dándose cuenta de que su ausencia se estaba alargando más de lo debido.

Stewy, siempre perspicaz, notó el conflicto en ella, su curiosidad luchando contra su reticencia. Lavinia sostuvo su mirada mientras él esperaba una respuesta.

– ¿Liv? – aventuró, con la voz teñida de incertidumbre.

– De todos modos, no puedo irme hasta que termine el baile...

Frunció el ceño levemente; la necesidad bullía bajo la superficie. Dejó escapar un pequeño suspiro, sin soltarle la mano.

– Esperaré. Sé lo importante que es esto para ti.

– No, no deberías… No debería estar considerando la idea…

La mirada de Stewy se detuvo en la pequeña arruga de su frente. – Ves, ya dijiste que sí – bromeó, con un suave brillo en los ojos.

Ella seguía arrugando el ceño.

– Para… No tan rápido.

Stewy jugó con su corbata con la mano. – ¿Mmm?

Esta era la oportunidad de convencerla de pasar la noche de Yalda con sus padres, lo que les permitiría conocer a la madre de sus futuros nietos. Eso la integraría en una parte de su vida que si no fuera un idiota hace meses que conocería.

Sin embargo, para ser honestos, Lavinia ya era parte integral de su mundo. No necesitaba conocer a nadie ni siquiera perdonarlo para eso.

Stewy exhaló, tratando de ordenar sus pensamientos, pinchándose el puente de la nariz con dos dedos.

– Hey… Entiendo que las cosas no han ido bien – dijo con voz firme pero cálida – pero tendrás que encontrar un argumento muy sólido para hacerlos desistir de hacer de abuelos…

Los ojos de Lavinia se suavizaron ante la mención de sus bebés. Stewy…

– Quiero que nuestros bebés tengan una familia, Stewy – admitió con un dejo de vulnerabilidad en la voz – Pero quizás me da miedo hacer frente a tus padres después de todo lo que hemos pasado. No me conocen, ¿qué piensan de mí? Tu dices que estarán esperando con los brazos abiertos… pero… No suele funcionar así cuando hay por ahí una mujer que no has visto en tu vida embarazada de tu hijo…

Stewy tomó su mano con ternura, un apretón tranquilizador.

No era justo insistir… No, desde luego no lo era.

– Liv… Sé que no es fácil, pero prometo estar a tu lado todo el tiempo… Esta es una buena oportunidad para que te conozcan… Es una noche bonita. Aunque las cosas no funcionen entre nosotros, eres la madre de sus nietos, te prometo que eso significa algo para ellos… y soy imbécil por no presentártelos antes. Nunca debí haber esperado tanto… Es un día tan bueno como cualquier otro. Pero ya que estamos… ¿Por qué no? El ultrasonido fue perfecto, son buenas noticias – dijo con una media sonrisa.

Luego esperó, dándole tiempo para ordenar sus pensamientos.

Lavinia lo miró a los ojos con expresión de conflicto.

Estaba en esa etapa en la que los suegros empiezan a llamar para preguntar si los niños han pateado un poco, y las amigas de tu suegra empiezan a buscar cualquier excusa para tocar tu vientre.

Y ella, con una barriga de cinco meses... ¡con gemelos! Ni siquiera los conocía...

El silencio flotaba en el aire, cargado de palabras no dichas, hasta que finalmente respiró hondo. Hacía una buena noche… Era algo… amistoso.

No dijo nada, pero él automáticamente entendió lo que significaba su mirada.

Está bien, Stewy. Por los bebés… y porque igualmente iba a ser una noche larga, ¿Cómo me voy a dormir después de esto que has hecho conmigo?

Una ola de alivio inundó a Stewy y le sonrió agradecido a Lavinia. – Gracias, cariño. No te arrepentirás… te lo prometo.

En ese momento, Stewy no pudo evitar algo de esperanza.

Tal vez esta noche sería el punto de inflexión que necesitaban, una oportunidad para tender un puente. Le apretó la mano con suavidad, buscando en su rostro cualquier atisbo de duda. – ¿Qué me dices?

– Solo si esperas… No puedo desaparecer. Me estoy jugando el trabajo… Me olvido constantemente de cosas, Stewy… Es un desastre… – exageró pero porque lo sentía así.

Stewy sonrió un poco: – Te esperaré… Vuelve adentro. Estaré aquí.

Pero cuando su mano se soltó de su agarre, un frío inquietante se coló en él, dejando un vacío frío donde antes había existido calor. La observó mientras se daba la vuelta para regresar a la fiesta, siguiéndola con la mirada hasta que desapareció de la vista.

Se apoyó contra una mesa alta del hall y sus dedos tamborilearon inquietos sobre la fría superficie mientras la esperaba. Los sonidos de la fiesta resonaban con fuerza en sus oídos.

Stewy consultó su teléfono y volvió a guardarlo en el bolsillo interior de la americana.

No esperaba que Lukas cruzara el pasillo. Pensó que podría estar buscándola, pero...

Había escudriñado la sala durante toda la noche, estudiando el hombre que había comprado la empresa a los Roy, había llevado a Ken a esta espiral descendente y parecía empecinado en quedarse con su familia.

Podía sentir la arrogancia de Lukas en la forma en que interactuaba con Lavinia. Stewy apretó la mandíbula, sus dedos se flexionaron involuntariamente mientras se acercaba.

Sus ojos se encontraron.

– Buena fiesta. Felicidades – dijo Stewy.

– Claro – contestó Lukas, con una sonrisa petulante en los labios.

A pesar de la animosidad entre ellos, ambos comprendían la necesidad de mantener las apariencias ante la multitud que los observaba.

Incluso en una zona del hotel relativamente vacía.

Stewy lo saludó con una sonrisa forzada, su voz teñida de desdén cortés. – Matsson… disfruta el resto de tu velada… Buena gala.

Lukas arqueó una ceja, con diversión y desafío brillando en sus ojos. – Lo mismo digo, Hosseini...

Iba de perdonavidas, como si fuera el amo de ese lugar.

Bueno, eso no estaba lejos de la realidad…

Si hubieran estado en un entorno diferente, Stewy podría haberle dicho que se alejara. Ella no era un premio que se pudiera ganar; era la madre de sus hijos.

Ella es mi familia, tío.

Pero su intercambio fue breve. En ese momento, otro inversor pedía la atención de Matsson.


Lavinia caminó entre las mesas, pero Lukas no estaba sentado.

– Hey, esos bailarines…

– Tom, ¿dónde está Lukas?

– Hablando con Gerri. ¿Qué pasa contigo?

Ella miró al nuevo CEO. – Me tengo que ir. Lukas… me liberó antes, pero me voy a mantener conectada, las notas de prensa están enviadas, tuitearé algo más. Llamaré a Karolina más tarde…

– ¿No te encuentras bien?

– No, yo… Algo así… Se lo explicaré mañana.

Hacía todo lo que tenía que hacer. Bueno, hablaba sola en la calle, se había olvidado de hacer el informe que Lukas le había pedido para esa reunión y ya había quemado ese korma de pollo precocinado en el horno la vez que hacía dos entre semana, pero todo estaría bien.

Tom la interrumpió cuando se iba: – Hey…

– ¿Sí?

– Tómatelo con calma, necesitas la paz de una guerra, tú, Hirsch– y chasqueó la lengua – Dale saludos a Stewy. Uy, chicos, mira cómo protege a su gatita – bromeó y sonó atroz.

Lavinia alzó una ceja: – ¿En serio?

Tom alzó las manos: – Bueno… no lo sé, ¿un poco más embarazada de Shiv? ¿Menos?


Sam lo interrumpió cuando lo estaba esperando cerca del guardarropa.

– Pensé que ya estarías en la casa de tus padres, hombre…

Miró a su colega. – Esperándola.

– Oh.

Casi sonrió. – Oh.

Sam ladeó la cabeza. – Es – hizo un gesto con el centro de su cuerpo – ¿Tuyo? He oído un par de cosas en la oficina.

– Sí. Mellizos…

El hombre sonrió amigablemente: – Wow. ¿Y qué pasó entre vosotros?

– La cagué.

Sam se pasó la lengua por los labios. – Y está con Matsson… Quiero decir, es la misma sobrina de Logan de la que hablan… No se parece a KenRoy, ¿huh?

Stewy suspiró. – Lo es. Y… vamos, no me jodas… No es gracioso, colega.

Las cejas del hombre estaban levantadas, dio una palmadita en el hombro de Stewy:

– Amigo, buena suerte con todo esto. Prepárate. Mi hermano está separado, el bebé comenzó a dormir en su casa alguna vez a los 4 meses. Ella puede extraerse leche y tú todavía puedes alimentar al bebé… Una cosa fascinante – Su tono fue ligero.

– Dormiría en su sofá si hiciera falta – Stewy dijo frunciendo el ceño. – Pero espero que no llegue a eso – miró hacia la escalera noble para ver si regresaba. – En realidad no sabría cómo hacerlo sin ella…

– Oh, tal vez, ya sabes, ella no quiere el rollo del ex en el sofá…

No habían tenido la oportunidad de hablar sobre donde iba a vivir Lavinia, si aún había alguna oportunidad que quisiera que vivieran juntos si resolvían esto.

Stewy se encogió de hombros.

– Vamos, mi hermano y su ex tuvieron peleas muy feas en los tribunales. Y tú, bueno, te la llevas a casa – le guiñó un ojo. – Eso es una buena señal.

– A casa de mis padres.

Sam dejó escapar una carcajada.


Ella ya casi estaba afuera, lista para buscar a Stewy.

– ¿Qué pasa?

– Señor presidente.

– No hay necesidad de formalidades. Llámame Mencken.

Ella lo miró, aliviada de que hubiera más gente alrededor.

– ¿Cómo va la fiesta?

– Triste. No te preocupes, no es culpa de tu jefe o de la organización – dijo con una sonrisa burlona – Matsson será un gran aliado. Pero prefiero estar en casa tomando algo y ya sabes… ¿Adónde vas de todos modos?

Esa mirada de antes, como si ella fuera uno de esos canapés.

Su vestido parecía una buena idea en casa y ella secretamente adoraba el gusto de Stewy pero ahora la hacía sentir demasiado expuesta.

Él solo estaba jugando al gato y al ratón, pero no le gustaba esa mirada ni ser el ratón en la cabeza de este hombre.

– Si me disculpa…

– Oh, no te ruborices por mí, buenas noches.

Ahora definitivamente quería irse a casa, estar en cualquier parte menos en este lugar.

Le producía un mal augurio. Dios…


Cuando Lavinia volvió se miraron por un momento.

Stewy abrió su mano para que ella la tomara con una pequeña sonrisa.

Fue en ese momento que ella decidió no decirle nada.

No había por qué preocuparle.

Ellos caminaron en silencio dejando el ruido fluir a su alrededor. El apretón de Stewy en su mano prácticamente le cortaba la circulación.

Lavinia se estaba dejando llevar, sin saber muy bien adónde la llevaba todo aquello…

Utilizaron un ascensor para bajar al estacionamiento subterráneo del hotel.

Cada uno de sus movimientos estremecía su cuerpo. Las sensaciones que experimentaba cada vez eran más intensas. Ambos hemos cometido muchos errores…

No hemos arreglado nada todavía, pero con esto, la forma en que me ha mirado, cómo ha hablado conmigo y su voz de cerca…

Mientras el ascensor descendía, la mente de Stewy aún daba vueltas a los eventos de la noche.

Ella estaba extrañamente quieta.

Lanzó una rápida mirada a Lavinia, sus ojos recorrieron los contornos familiares de su rostro, la curva de su sonrisa, el brillo en sus ojos; su corazón anhelaba su cercanía.

Se movieron juntos sin romper el silencio.

Los dos se estremecieron a la vez por última vez.

El día, como ambos, debía ir bajando las pulsaciones.

Las puertas del ascensor se abrieron con un suave sonido metálico, revelando un mundo tenuemente iluminado. Salieron a la quietud del garaje vacío, el ambiente tranquilo puntuado solo por el suave ritmo de sus pasos en el pavimento.

– Entonces… – se aventuró a decir. Se giró para mirarla, la luz tenue proyectaba sombras sobre su rostro. – Entonces… ¿Estás lista?

– Espero que sí – respondió ella, con un dejo de incertidumbre.

Estás loca…

Sus padres… ¡Has perdido la cabeza…!

Una sonrisa floreció en los labios de Stewy mientras se acercaba, su mano se extendió para descansar suavemente sobre la parte baja de su espalda, las yemas de sus dedos apenas rozaron la tela de su vestido, con el abrigo de Lavinia colgando casualmente sobre su brazo. – Vamos – dijo, su voz cálida y acogedora.

Stewy le cogió la mano en la parte trasera del coche cuando estuvieron en él, pero sabía que Lavinia no estaba segura de lo que fuera que la había convencido...

Le dio un suave apretón en los dedos.

Stewy no apartaba la mirada de Lavinia para asegurarse de que, en realidad estaba allí, junto a él, respirando y devolviéndole la mirada.

Ella necesitaba distraerse.

– ¿Cómo son?

Stewy la miró fijamente, con la mano todavía apoyada sobre la de ella, y el contacto le provocó un pequeño escalofrío mientras intentaba descifrar exactamente lo que le estaba preguntando. – ¿Quién? ¿Mi familia?

– Sí…

Hizo una pausa durante un momento, pensando en responder a su pregunta.

Su familia, no estaba seguro de qué decir. Eran bastante normales… Su padre podía ser muy… callado, recto. Uno de esos hombres firmes, de pocas palabras.

Pero sabía que ella le estaba preguntando por genuina curiosidad.

– Son… bueno, son agradables, supongo. Mi padre puede ser un poco... serio, pero creo que te gustarán.

Ella sonrió.

Él observó su sonrisa, sintiendo su pecho un poco más apretado.

Sus dedos continuaron jugando con su palma, recorriendo líneas imaginarias.

– Pero te advierto que pueden tener algunas preguntas, les ha preocupado siempre sobre todo mi vida amorosa. Pero no te preocupes demasiado por eso…

Stewy le guiñó un ojo tratando de aliviar la tensión. Se movió lentamente hacia arriba por su brazo, sus dedos apenas haciendo contacto con su piel. – Además, estarán demasiado ocupados tratando de interrogarte como para ser un dolor en el trasero…

Lavinia rió un poco, tal vez para aliviar la tensión.

Él asintió. Llevó la mano hasta su cabello, jugando suavemente con un mechón suelto. – Piensa en esto como un juego de 'Adivina ese error de Stewy'. Pero confía en mí, te adorarán…

Cuando llegaron se había hecho realmente tarde y un destello de arrepentimiento cruzó la mente de Lavinia. ¿Estás loca? ¿En qué te has metido?

Él hizo una llamada de teléfono

Luego de varios síes y colgar, dijo:

– Mi hermano y Leila están poniendo a dormir las niñas en nuestras antiguas habitaciones porque van a la escuela mañana, pero mis padres están esperando.

La preocupación se reflejó en la expresión de Lavinia. – Yo… – se miró las uñas esmaltadas en la oscuridad.

– Lavinia, no puedo predecir el futuro, pero sé lo que siento, y lo que siento es algo increíble. Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Por supuesto que quiero que te conozcan…

Oh, Stewy… tal vez esta no sea una buena idea… No de esta forma.

– Pero... – dudó – no puedo... Es descabellado, no debería— Pero por un momento… Creo que me bajo y pido un taxi… em…

– No, Livy, espérate…

Cuando llegaron a la casa de sus padres, el resplandor acogedor de las luces se derramó en la noche, casi como si los llamara a entrar.

Stewy le dio un nuevo apretón tranquilizador en la mano, con voz suave pero firme. – Todo va a estar bien… – dijo suavemente.

Por fuera, era una casa parecida a la de su tío Logan.

Presionó su palma contra la de Stewy, mientras él tocaba el timbre.

– ¿Estás bien? – Preguntó, mirándola.

– Stewy, no hablas en serio sobre esto... y yo estoy completamente loca por seguirte hasta aquí – Lavinia respondió, preocupada.

Él intentó volver a dar su argumento.

Lavinia, nerviosa, se pasó la cabellera por detrás de la oreja, haciendo como si no estuviera planeando salir corriendo de allí. Respiró profundamente mientras él llamaba al timbre, el sonido resonó por toda la casa.

Le dio otro apretón a su mano, tratando de tranquilizarla.

Lavinia quiso culparlo por solo tener que hacer ese mohín para…

¿Qué te hizo pensar que era una buena idea?

La puerta se abrió, revelando un ambiente cálido y acogedor que se sentía como entrar en un abrazo. Ahora ella prácticamente temblaba. No es que tuviera motivos para temer a sus padres o no tuviera 34 años, pero… Había nervios.

Ella nunca había tenido una familia apropiada y estaba echando a perder esto para sus hijos por haberlo escuchado…

Ella ni siquiera se había parado a contemplar que pensaban de… bueno era obvio que aceptaban que su hijo tuviera su vida, pero… Eso no quería decir que no la juzgaran a ella.

Otra vez la culpa.

Como si fuera inapropiado estar embarazada en esas circunstancias.

No tienes 16 años.

Todo ocurrió en un momento casi fugaz.

Los ojos de la madre de Stewy se iluminaron cuando los encontró de pie en el umbral, una cálida sonrisa apareció en su rostro. – Sadegh, ¡estás aquí! Y tú debes ser… – Se quedó en silencio mientras observaba su apariencia por primera vez, sus ojos recorrieron sus rasgos, deteniéndose en la mano de Lavinia firmemente apretada en la de su hijo.

Stewy pudo ver a su madre evaluándola, sus ojos absorbiendo cada detalle.

Sostuvo la mano de ella con fuerza, preparándose para la inevitable ronda de preguntas que seguramente le lanzaría. Justo cuando abrió la boca para hablar, su padre apareció detrás de ella, como si fuera a quejarse de la interrupción.

La mirada de su padre también se posó en Lavinia, sus ojos estudiándola atentamente. Asintió levemente, con un dejo de aprobación en sus ojos mientras estudiaba a su hijo.

Parvaneh se hizo a un lado con un gesto amplio y acogedor. – Maman, baba… ella es Lavinia – anunció mientras cruzaban el umbral de la casa, los ojos de su madre y de su padre fijos en sus manos entrelazadas.

Su madre le dio a Lavinia un cálido abrazo, sus brazos la rodearon con fuerza, su voz gentil y amable: – Kosh Amadid! Es muy agradable finalmente conocerte, Lavinia – dijo. – Por favor, entra y siéntete como en casa. ¡Feliz Yalda! – le sonrió.

Lavinia sintió una oleada de alivio ante la cálida bienvenida de Parvaneh y siguió a Stewy adentro. – ¡Feliz Yalda!

El comedor estaba bellamente decorado con velas y adornos festivos en celebración de la noche de Yalda. El aroma de comida deliciosa llenaba el aire, haciendo que el estómago de Lavinia gruñera un poco.

Su mirada bailó sobre la mesa, donde platos relucientes de sandía y granadas de color rojo rubí llamaban la atención.

Eran frutas preciosas.

¿Qué sentiría la primera persona que abrió una granada y vio su interior?

Había un libro que alguien había estado leyendo. – Poemario de Hafez – indicó la voz amable de la madre de Stewy cuando ella rozó la tapa.

Luego, intercambió algunas palabras en persa con su esposo.

Lavinia se inquietó un poco más de lo debido. Quería causar una buena impresión no por ella sino porque serían familia de sus hijos, probablemente había sido mala idea venir esta noche… Había dejado que Stewy la enredara…

– Pediré a Farah que os caliente la comida – ofreció la madre de Stewy.

– No maman, ya hemos cenado. Tal vez algunos postres si Lavinia quiere… – intervino Stewy, con un dejo de cautela en su voz.

– Nada, tonterías… – su madre agitó la mano con un gesto para que se sentaran en una de las sillas tapizadas en terciopelo, que se hundieron agradablemente bajo su peso cuando Lavinia tomó asiento. Stewy podía sentir las miradas curiosas de su familia.

Se mantuvo en pie un momento con una mano en el respaldo de la silla en la que se estaba sentando Lavinia. Preparado para ayudarla.

Parvaneh le sonrió amablemente. – ¿Estás segura, cariño? Se supone que debes comer por tres. No, por favor, no te vuelvas a levantar…

Lavinia le devolvió la sonrisa educadamente. – No quiero ser una molestia de verdad. Acabamos de cenar.

– Oh, olvida eso, niña – insistió Parvaneh. – ¿Qué tal un poco de tarta de gelatina de fresa?

Lavinia miró a Stewy con la guardia baja.

Había leído sobre algo llamado taarof, la delicada danza de cortesía iraní por la que, pensó, no se suponía que dijera que sí de inmediato... ¿verdad? Oh, ella sería terrible en esto.

Pero Parvaneh le dio un codazo a Stewy para que se fuera a charlar con su padre en el sofá y se sentó al lado de ella. – Pastel, eso es – continuó, como si fuera la cosa más natural del mundo. – Vamos Sadegh, no te quedes ahí parado, deja que tu padre te enseñe su nuevo proyecto…

El padre de Stewy se aclaró la garganta, su mirada penetrante pero amistosa mientras la dirigía a Lavinia, y luego volvía su atención a su hijo, mientras su mujer se ocupaba de la chica.

– Entonces, finalmente, podemos conocer a la mujer que nuestro hijo nos ha estado ocultando… ¿De cuánto está? Deberíamos haber comprado cosas, queremos haceros un regalo.

Stewy contuvo una mueca dolorosa mientras se estremecía ante el comentario de su padre:

– Baba, no la mantuve en secreto. Solo… esperé el momento adecuado para presentarla. Nosotros no estamos… ya hemos hablado de esto. Y son cinco meses de embarazo, hay tiempo. ¿Me escuchas, verdad?

El hombre se aclaró la garganta con una tos.

– Bueno, todo el mundo necesita a alguien a su lado como yo tengo a tu madre y sabes que siempre nos han gustado los niños... cuantos más, mejor. Pero vais a tener trabajo con dos de golpe.

Lavinia dirigió una mirada preocupada a Stewy.

Él la miró.

Podía ver a su familia observándola, a su madre en particular estudiándola atentamente mientras hablaba. – Estábamos empezando a pensar que nunca traería a nadie a casa…

Stewy suspiró al oírla des de donde estaba. – No vayamos por ahí todavía, ¿de acuerdo?

– Claro, cariño – dijo su madre. – Pero estoy hablando con ella, deja que tu padre te enseñe esos planos para la nueva terraza, ¿quieres?

– Maman… – Stewy gimió, pero su madre no cedió. Lavinia le hizo un gesto con la cabeza para tranquilizarle. Estoy bien.

Parvaneh se volvió hacia Lavinia con una sonrisa radiante.

Era una mujer morena de mediana estatura, ojos grandes y algo rasgados. Su voz era dulce y hablaba despacio, sus manos al compás de las palabras.

– Estoy tan contenta de que Stewy te haya traído aquí esta noche, Lavinia. Es maravilloso que seas parte de la cena este año.

Lavinia le devolvió la sonrisa, sintiéndose agradecida por su amabilidad.

– Gracias por invitarme. Le dije a Stewy que deberíamos esperar otro día, pero él insistió y…

Los ojos de Parvaneh brillaron con calidez. – ¡Oh, no te disculpes! Pensé que el bruto de mi hijo no te podría convencer, después de lo que nos contó, cariño… Pero nosotros estamos encantados de tenerte aquí. La familia es muy importante… ¿lo sabes, eh? ¡Es una pena que os hayáis perdido la cena! Dorsa y Essie estarán encantadas de conocer a sus nuevos primos. Leila y Darian están poniendo a dormir a las niñas en su antigua habitación. Ellos también querrán conocerte…

– Claro – forzó una sonrisa insegura.

– Desafortunadamente, mi otra nuera está de turno en el hospital, mi hijo mediano y mi nieto pudieron venir un rato y ya se han ido. Entre nosotras, creo que sus hermanos piensan que les tomamos el pelo cuando les dimos la noticia. ¡Sadegh, padre! – la mujer sonrió como si a ella misma le pareciera increíble. – Pero será un gran padre. Mi hijo es un buen hombre, no está bien que lo diga yo…

Mientras Lavinia sostenía la mano de Parvaneh, sintió que se le formaba un nudo en la garganta. Era mucha gente que ella no conocía y…

– Gracias… – dijo Lavinia, su voz apenas por encima de un susurro. – No… no estaba segura… no quería ser una molestia… pero me alegro de haber venido. Tenéis la casa muy bonita...

Los ojos de Parvaneh parecieron asentir con comprensión mientras apretaba suavemente la mano de Lavinia. – Querida, la familia no se trata solo de sangre. Se trata de amor y apoyo, y puedo ver el amor en tus ojos por mi hijo. Eso es todo lo que me importa. ¿Estás emocionada?

– Uh – tartamudeó Lavinia un poco desconcertada.

– Con los bebés. ¿No estás feliz? Vamos, tomemos un poco de té…

Lavinia parpadeó para contener la sensación en su pecho, sintiéndose abrumada por la repentina avalancha de emociones. – Lo estoy. Es solo que…

La mirada de Parvaneh se posó en Lavinia con un silencio reconfortante, sus ojos rebosantes de afecto.

– ¡No, no! No quiero entrometerme demasiado… Sabes, siempre soñé con tener una hija y ahora tengo dos nietas encantadoras, y con esta pequeña que viene en camino, ¡daré la bienvenida a una tercera! ¡Y tres nueras…! Bueno… Sé que tenéis que arreglar cosas, pero… cuida de mi hijo, es más sensible de lo que parece… ¿mm? No dejes que se haga el fuerte…

Con un gesto exuberante, insistió en que Lavinia probara el pastel de gelatina. – Pase lo que pase eres parte de la familia, Lavinia. Estamos muy agradecidos de tenerte con nosotros en Yalda… Por favor, quiere consentir a mis nietos, ¿sí?

Lavinia miró a Stewy que estaba hablando con su padre a unos pocos pasos de distancia.

Pareció incomodo, no quería que se sintiera agobiada. Ha sido una idea horrible. – Realmente deberíamos irnos pronto… ¿Dónde se han metido Darius y Leila?

– Probablemente leyéndole un cuento a las niñas.

– Maman, ¿podrías avisarles?

– ¡Por supuesto, cariño! ¡Mírala, Sadegh! Lleva a esta chica a casa. Estas no son horas en su estado… Voy a avisar a tu hermano para que baje a decir hola un momento.

De pronto, ahí estaba el hermano de Stewy con su esposa. – ¡Dorood! Sadegh.

Y era tan obvio que era el hermano de Stewy…

Pero un poco más bajo, quizás, más corpulento.

Abrazó a Stewy y la miró con curiosidad.

La mujer le sonrió alegremente.

– Entonces…

Stewy estaba a punto de hablar, pero su madre habló primero: – Aquí tenéis a Lavinia. No la agobiéis con preguntas, ¿eh? Yo nunca pude estar despierta después de las 10 cuando estaba en cinta de ninguno de vosotros. Estoy tan contenta de que esté con nosotros, pero dejadla respirar… – Lavinia sintió la pequeña mano de la madre de Stewy en su mano: – Venid todos a la mesa, los postres esperan…

En algún momento escuchó a Leila susurrar a su esposo: – Es muy guapa, te lo dije…

Stewy había vuelto a la mesa, pero su rostro era de inquietud.

Tal vez ella tenía razón y esto solo la haría más reticente… Su madre parecía llevar la voz cantante y Lavinia sonreía con amabilidad, pero…

– Has tenido suerte – Darian se animó a decir obviamente bromeando – Ya sabes, las suegras… Pero mi madre nunca iba a decir que no a más nietos.

– ¡Dare! – Leila lo miró fijamente bajo unas pestañas envidiables.

– Yo… nosotros en realidad… – Lavinia trató de decir. Es complicado.

Se sintió incomoda, inapropiada.

¿Qué van a pensar de ti?

Sus nervios fueron obvios en cómo se movió ligeramente en el asiento.

Stewy quiso patear a su hermano.

Pero Parvaneh no se inmutó:

– Todo a su tiempo, ¿uh? Comed. Stewy, cariño… lee uno de los poemas, ¿quieres? Tengo marcado el último que ha leído tu padre antes de que llegarais. Creo que nos conviene un poco a todos… Y luego os contaré una historia de la primera vez que visité la playa de arena roja en la isla de Ormuz. – todavía tenía tomada la mano de Lavinia – Ojalá se la pueda enseñar a mis nietos un día. Se lo he prometido a Dorsa pero me gustaría llevarlos a todos antes de que me fallen las piernas— La isla de siete mil colores… Con sus montañas ocres y cumbres de sal... Verás que bonito si lo miras en Internet – le dijo a ella y luego no dejando que su hijo se librara – Vamos, lee.

– Pero maman…

– Yo se lo iré traduciendo si quiere… Lee. Hazme contenta.

– Vamos, no seas tímido – exclamó Leila. – ¡Ya que has llegado tarde! Siempre te salvas.

.

Mientras la madre de Stewy le entregaba el libro gastado de poemas de Hafez, él respiró profundamente y comenzó a leer, inseguro. Fuera de su elemento.

Lavinia se sentó a su lado y escuchó primero con una sonrisa de cortesía y luego con fascinación.

Aunque no entendía el idioma, estaba cautivada por el sonido de la voz de Stewy mientras leía las palabras en voz alta, su suave acento añadía una capa extra de encanto a los antiguos versos, fuera cual fuera su significado.

Había casi una cualidad lírica en su acento…

Ella quería que él se callara sólo para no sentir eso en su estómago... por el amor de Dios.

Lavinia lo observó de cerca por un momento, con la cabeza apoyada en su mano, sus ojos muy abiertos por la curiosidad.

– Ese poema empieza diciendo los ruiseñores están borrachos – dijo Darian con tono ligero.

Aunque tal vez no era una broma.

Ella no tenía ni idea.

Cada palabra que salía de la boca de Stewy era como una pequeña melodía, que la atraía hacia el sonido y la hacía sentir un poco insegura. A pesar de no comprender el significado de las palabras, podía sentir la belleza del idioma a través de su lectura.

Stewy miró una vez a su Leila con exasperación.

Pero sus dedos pasaron página resignados.

Era un hombre de negocios, no de letras.

Aún así, sus palabras se curvaron alrededor de las palabras, se elevaban y se desvanecían en una cadencia perfecta con lo que Lavinia solo podía imaginar que eran los ritmos del poema.

Tal vez el poema tenía una cualidad propia y respiraba y latía a través de la voz melosa de Stewy.

Justo antes de acabar, Stewy extendió su mano y la colocó completamente sobre la de Lavinia, su toque apenas perceptible pero suficiente para enviarle un escalofrío por la columna vertebral.

Su mirada se deslizó brevemente hacia su rostro, observando su expresión sorprendida antes de regresar a la página frente a él para finalizar con una sonrisa. Cuando su mano se posó sobre su brazo, su expresión era cálida y afectuosa y ella sintió que caía aún más bajo su hechizo.

Se frotó el vientre esperando que los bebés lo hubieran escuchado.

En el momento que los últimos versos se desvanecieron, la madre de Stewy les ofreció más postre y té a todos. La atmósfera en la habitación era cálida y acogedora, llena del aroma del té caliente y el suave murmullo de la conversación.

Lavinia se tomó un momento para recomponerse, sus mejillas estaban rojas del calor que hacía en esta casa y su corazón todavía latía con fuerza de escuchar a Stewy leer.

Ella aceptó el té y el postre con una leve sonrisa, y se giró hacia Stewy mientras él hacía lo mismo. – ¿Te encuentras bien?

Parvaneh parecía contenta de tenerla en su casa, atrayendo a Lavinia a conversaciones tranquilas que fluían sin esfuerzo.

Le prodigó atención y tazas de té y dulces, preguntando por sus intereses, y haciendo todo lo posible para que se sintiera bienvenida y cómoda.

La madre de Stewy parecía lanzaba miradas a su hijo, mientras le hablaba.

Lavinia había roto el corazón de su hermano, por lo que sería normal sentir un poco de cautela. El propio Darian... No era necesariamente hostil, pero de vez en cuando le lanzaba miradas de reojo. Observaba cada uno de sus movimientos con atención.

El padre de Stewy fue agradable pero ahora guardaba un silencio, dejando al resto de la familia tomar la palabra.


Mientras Darian Hosseini observaba a Lavinia con el tonto de Sadegh, no pudo evitar pensar en esa extraña relación de su hermano y Kendall Roy.

Darian sabía que su hermano no les había contado muchas cosas, pero nunca le habían gustado los Roy. Y ahora el muy idiota… Sin duda Sadegh habría hecho muchas cosas mal y esa chica parecía dulce, se esforzó por entablar una conversación educada, ella se ofreció a ayudar a Parvaneh las veces que esta fue a la cocina a lo que su madre se negó rotundamente y, en general, fue cálida, amistosa y educada, pero era familia del jodido Kendall. Una Roy, ¿no?

Darian no pudo evitar sacudir la cabeza, sintiendo una mezcla de preocupación hacia el cabeza hueca de su hermano pequeño. ¿Estás seguro de lo que has hecho?

Los Roy eran famosos por sus escándalos públicos y sus juegos de poder internos, y Darian no pudo evitar sentirse nervioso por su propia familia.

No pudo evitar preocuparse por la posibilidad de que ella trajera la caótica dinámica familiar de los Roy a la vida de Stewy.

Como si él necesitara ayuda para involucrarse con esa gente…

A pesar de su creciente inquietud, Darian intentó dejar de lado sus pensamientos y concentrarse en las festividades de la noche.


Puede que el embarazo la tuviera distraída y atolondrada, pero… Lavinia era perceptiva e intuitiva, y podía percibir las corrientes subyacentes de tensión, la preocupación tácita que parecía flotar en el aire desde que el hermano mayor de Stewy estaba en la mesa.

Notó las miradas ocasionales de Darian, la forma en que su mirada se detenía en ella un momento más de lo necesario, y supo que tenía reservas sobre ella.

La charla se volvió más lenta.

La madre de Stewy desapareció de nuevo con Farah en la cocina.

– ¿Por qué no haces un tour…?

Stewy parpadeó sorprendido por su inesperada petición, sus palabras lo tomaron por sorpresa. Pero luego se dio cuenta de que era su manera de tomarse un respiro y sonrió levemente. – Sí, está bien. Vamos…

Ella confesó en voz muy baja: –- Tengo que hacer pis…

Se levantó de la silla, su mano sosteniendo la de ella para ayudarla. La alejó de la sala de estar, sus padres los vieron irse.

Darian los miró.

– ¿Os escapáis?

– Ahora volvemos… – Stewy suplicó con los ojos que le dieran un momento.

Leila pareció preocupada: – ¿Necesitas algo? Probablemente lo que deberías hacer es llevarla a estirarse un rato… Tu madre tiene razón, yo también estaba agotada en los embarazos de Dorsa o Essie.

– No, yo…

Stewy apretó su mano: – Puede que tengan razón… Ven…

Caminaron por el pasillo, el sonido de las voces de sus padres se hacía más suave a medida que se alejaban de la sala de estar. Mantuvo su mano firmemente envuelta alrededor de la suya mientras se dirigían al dormitorio de su infancia, escaleras arriba.

Su palma era cálida.

Pudo usar un baño en el primer piso y luego se quedaron frente a una puerta.

– Mi habitación…

– ¿En serio?

Él abrió la puerta, revelando un espacio congelado en el tiempo. Todavía había restos de su yo adolescente pegados en las paredes: viejos trofeos deportivos, carteles de películas, recortes de revistas de sus atletas favoritos. Le hizo un gesto para que entrara.

– Vaya – sonrió ella. Observó mientras contemplaba la habitación, mientras vagaba por los diversos artefactos de su parte.

Se rió suavemente, con un dejo de nostalgia en la voz. – Sí, es un poco como una cápsula del tiempo, ¿no? Prácticamente puedes oler la angustia adolescente…

Lavinia sonrió.

Él le devolvió la sonrisa, su corazón se sentía un poco más ligero ahora que habían escapado de la sala de interrogatorios.

Dio un paso más hacia la habitación, sus ojos se posaron en una vieja foto de él y sus acaudalados amigos de secundaria clavada en la pared.

– Ese es Kendall.

Miró la foto y asintió, con una pequeña sonrisa en su rostro: – Sí, ese es Kendall. Él me "adoptó" en párvulos, en ese entonces no hablábamos mucho inglés en casa… Y yo lo "adopté" después… Pero él siempre fue el más raro, ¿huh? – Stewy chasqueó la lengua – Bueno, ya lo sabes todo… Prácticamente inseparables. No hay paz para los malvados…

– He escuchado una cosa o dos. A parte de las que me contaste – ironizó con una mueca.

Él ladeó la cabeza, de repente interesado, pero en un tono de broma.

– ¿Ooh, sí?

Ella rodó los ojos.

– Roman habla mucho. Y últimamente tiene pocos pasatiempos aparte de intentar torturarme…

Stewy resopló ante su respuesta, mordiéndose el labio: – Por supuesto.

Lavinia miró a su alrededor y luego sintió su mano en su cintura.

Él dejó su mano apoyada en su vientre, sus dedos trazando suavemente pequeños círculos en su cadera. Se acercó un poco más, su cuerpo casi presionado contra el de ella mientras la miraba.

Podía sentir la electricidad entre ellos, el aire cargado de palabras no dichas. La miró atentamente, su respiración se aceleró al observar sus rasgos, la forma en que su cabello caía sobre su rostro, la forma en que sus labios se abrían ligeramente.

Ella recordó las emociones que había sentido en el cielo abierto del hotel con él.

Todavía podía sentir la caricia de su mano en su centro.

Lo que era de locos después de haber conocido a sus padres.

– Stew…

– ¿Sí? Dime, cariño…

– Bésame.

No dudó, acercándola más a él, su brazo envolvió su cuerpo.

Se inclinó, sus labios se encontraron con los de ella en un beso suave y deliberado, su cuerpo se derritió contra el suyo.

Sintió que ella le devolvía el beso, sus labios moviéndose en perfecta sincronía con los suyos.

Profundizó el beso, su lengua explorando suavemente su boca, saboreándola. Sus brazos la apretaron, sosteniéndola contra él como si temiera perderla si la soltaba.

Ella tembló.

Pero no hubo un titubeo.

Pareció una especie de milagro.

Stewy sintió que su cuerpo se estremecía contra el suyo mientras continuaba besándola, su mano subiendo para ahuecar su rostro, sus dedos enredándose en su cabello. Se apartó ligeramente, interrumpiendo el beso para mirarla, sus ojos recorriendo su rostro, absorbiendo cada detalle, cada pequeña expresión.

Podía ver la forma en que sus ojos estaban oscuros por el deseo como en el cielo abierto, sus labios ligeramente apretados, su respiración entrecortada por la intensidad del beso.

Pasó su pulgar suavemente por su mejilla, su voz baja y áspera mientras hablaba. – No tienes idea de cuánto me haces sufrir...

Stewy pudo sentir su corazón acelerado, su cuerpo sintiéndose como si estuviera en llamas por estar tan cerca de ella. Besó suavemente su cuello con los labios, sus dientes rozando ligeramente su piel mientras murmuraba contra su piel.

– Stewy… Tus padres están en esta casa.

Se congeló por un momento ante la mención de sus padres, sus labios todavía se demoraban en su cuello. Soltó una suave maldición en voz baja, alejándose de mala gana.

Dio un paso atrás, pasándose una mano por el cabello mientras intentaba regular su respiración. – Tienes razón… Este no puede ser el mejor lugar para hacer esto. No es que… No juegues conmigo, cariño.

Podía sentir la tensión en el aire, su cuerpo todavía vibraba de deseo, pero sabía que necesitaba controlarlo. Stewy soltó un profundo suspiro, se acomodó la camisa y trató de recomponerse antes de mirarla de nuevo.

– Estoy asustada…

Él se inclinó ligeramente, sus labios rozando suavemente su frente, dejando un suave beso allí antes de apartarse un poco. Y yo, no te lo imaginas, nena…

La miró, sus ojos vagando sobre ella, absorbiendo su belleza, su vulnerabilidad, su fuerza.

– Eres increíble, ¿lo sabías? Tan increíblemente maravillosa. Así que nunca dudes de lo que siento por ti… Porque esto es real. Somos reales. Y te amo. Profundamente. No te voy a dejar sola. No me voy a ninguna parte. Estoy aquí. ¿Entiendes, sí?

La abrazó fuerte contra él, su mano frotando círculos relajantes sobre su espalda, tratando de consolarla, aliviar sus miedos.

– Sí. Sí, claro…

Sintió que algo de la tensión en su cuerpo desaparecía mientras hablaba, y eso le hizo sentir un poco de alivio, saber que ella no estaba completamente aterrorizada.

Se inclinó un poco hacia atrás para mirarla bien:

– Bien, eso es bueno. Ahora… Tenemos que decidir qué hacer a continuación. Vamos a tomar una respiración profunda y luego hablaremos de esto juntos, ¿mm?

– Sabemos lo que viene, solo quiero verte hacer esto, ¿vale?… No quiero dar las cosas por sentado todavía. Por favor…

Él respiró profundamente, sus ojos fijos en los de ella, los suyos serios pero dulces. – Me quedaré en tu sofá si es necesario, nos las arreglaremos hasta que te haya convencido que no voy a ningún sitio, pero tú cuentas conmigo desde el primer día, ¿ok? Oye, mírame.

– Yo… no quiero que pienses que estoy jugando contigo.

Stewy frunció el ceño, su corazón se sacudió ante las implicaciones de que él pensara eso de ella: – Yo nunca pensaría eso de ti… Y me ofende que lo creas – Él extendió la mano, levantando suavemente su barbilla para que ella encontrara su rostro, sus dedos tiernos contra su piel. Lavinia hizo un gesto de confirmación.

Vio el cambio sutil en ella, la suavidad de su expresión, y supo que sus palabras habían llegado a ella. Una pequeña sonrisa tiró de la comisura de su boca mientras acariciaba suavemente su mejilla con su barriga.

– Me alegro de que nos entendamos. Porque, nena… aunque no fue planeado, aunque me asuste un poco… estos bebés seguirán siendo los niños más deseados y amados del mundo. Porque voy a malcriarlos y no puedes detenerme… ¿mm? Y mira a mi madre… Los va a consentir tanto que tendremos problemas.

Ella sonrió.

Stewy no pudo evitar devolverle la sonrisa. Parte de la tensión se filtró de sus hombros, reemplazada por una cálida oleada de afecto.

Se inclinó ligeramente, su voz suave y dijo: – No tienes idea de lo hermosa que te ves cuando sonríes. Podría mirarte horas y nunca cansarme de eso. Serán preciosos…

– Bueno… de hecho me gustaría que al menos uno de ellos se parezca a ti…

Su garganta repentinamente se sintió apretada. El pensamiento lo llenó de terror y emoción, como la última vez que pensó en el sexo de los bebés.

Tragó saliva con fuerza, su voz se llenó de emoción mientras le respondía. – Una versión en miniatura de mí, ¿eh? ¿De verdad?

– Por supuesto… Me encanta tu cabello y estos ojos marrones tuyos y tu sonrisa… – Ella habló como si no tuviera importancia.

Sintió que el calor subía a sus mejillas, una mezcla de vergüenza y afecto. Era consciente que la gente lo encontraba atractivo y tenía un gran ego, pero de alguna manera, esto era diferente.

Stewy levantó la mano y pasó suavemente una mano por su cabello oscuro desordenado. – De verdad crees que soy guapo, ¿uh? ¿Te gusta mi savoir faire? – bromeó.

Ella alzó una ceja. – Desde que te conocí…

No pudo evitar sonreír, una risita complacida escapó de sus labios mientras se acercaba un poco más a ella, con las manos apoyadas suavemente en sus caderas: – Desde que me conociste, ya. ¿Y cuánto tiempo hace? ¿11 meses?

– Más o menos.

Stewy tarareó suavemente esa respuesta, sus brazos deslizándose completamente alrededor de su cintura, atrayéndola suavemente hacia él. La miró a los ojos, las comisuras de su boca se levantaron en una suave sonrisa. – Estás temblando…

Stewy rogó que no hubiera sido un error.

Sonar tan seguro de si mismo.

Aunque fuera haciendo un puchero.

Pero ella solo movió la cabeza tranquilizándole.

– Son las hormonas y los nervios…

Sintió una oleada posesiva recorrerlo con sus palabras.

La apretó contra ella, su propio cuerpo presionando el de ella, su voz baja y sensual.

Pensó que en otros tiempos habría dicho algo como: – Soy prácticamente adicto a ti y tú a mí… ¿uh?

Demasiado petulante… Pero funcionaba cuando estaban juntos.

Esto. Él. Mi historia de amor.

Pero Stewy murmuró: – ¿Qué te parece Nina?

Lavinia parpadeó: – ¿Perdón?

– Nina… para ella. Kian y Nina…

Sonaba tan bien… Movió la cabeza.

– ¿Por què? No quiero decir… me gusta, pero… ¿cómo se te ha ocurrido?

– No lo sé… solo… Nina Simone, ¡no! – bromeó pillo – Solo me gusta, creo…

Ella no pudo no sonreír. – Creo que funciona…

– Entonces… ¿me merezco una recompensa? – le guiñó un ojo.

Dejó escapar una risa breve.

– Tal vez, pero estamos en la habitación de tu infancia… y tus padres están abajo…

Él abrió los brazos en un gesto de fair play. Pero ella tenía razón… y era un poco extraño estar allí.

¿Dios, qué estás haciendo?

Frena Hosseini, joder. Vas a volver a estropearlo…

– Tienes razón. Livy… Por mucho que me encantaría, tal vez deberíamos ir a algún lugar más… cómodo. ¿Vamos a casa? No tenemos que hacer…

Lavinia comprendió que él estaba hablando de su apartamento, todavía abrazándola, sus manos todavía en sus caderas.

Pero para eso tenían que salir de aquí.

Volver a hablar con sus padres y despedirse de su hermano y su cuñada.

Y no sabía si… Es decir, si quería… Pero…

Lavinia tomó aire.

– Stewy… – acercó una mano a su brazo.

– ¿Sí? ¿Cariño?

– Me parece que no le caigo bien a tu hermano…

Chasqueó la lengua: – Tonterías… Solo se toma demasiado en serio eso de ser el mayor.


A medida que transcurrió la noche, Lavinia había ido dejando atrás poco a poco los nervios iniciales y fue sintiendo una creciente sensación de comodidad pese a las miradas de Darian y la curiosidad de Leila.

Se quedaron solo un poco más.

Parvaneh, con sus ojos amables y su cálida sonrisa, se mostró especialmente atenta, insistió en que se llevaran unas cajas con comida. Stewy se inclinó más cerca, su aliento cálido contra el oído de Lavinia, mientras susurraba: – Salgamos de aquí y vayamos a casa.

– Stew… no sé si es buena idea…

No deberías poder decir eso con esa naturalidad…

Habían vuelto con la intención de retirarse enseguida.

Pero aún quedaban cosas dulces por probar que Farah había traído a la mesa mientras no estaban y más té.

Y no les dejarían marcharse sin esas cajas.

Cuando entraron en el comedor Parvaneh hablaba de las vistas a las montañas desde unas ventanas que definitivamente no estaban en Nueva York. Una casa cerca de un parque llamado Getarieh.

Al salir de la casa, el aire fresco de la noche los envolvió como una manta reconfortante, vigorizante y fresca.

De la mano, caminaron hacia el coche de Stewy, sus dedos entrelazados en un suave abrazo.

El viaje a casa estuvo marcado por un nuevo silencio, esta vez reconfortante, puntuado solo por el suave zumbido de la radio, que tocaba una melodía familiar. Una parte de Stewy todavía estaba nervioso por eso, pero una parte más grande estaba concentrada en el hecho de que estaba a su lado, que su cuerpo estaba cálido y presionado contra el suyo, que estaba permitiendo que sus muros se derrumbaran aunque fuera un poco.

Y eso lo hacía querer más. Más de ella. Más de su fortaleza. Más de esas palabras dulces y tiernas que le hacían débil de rodillas.

Cuando llegaron al apartamento de Stewy, guió a Lavinia por el apartamento y el ambiente acogedor les brindó una sensación de seguridad.

La luz parpadeante de una lámpara creaba una atmósfera cálida mientras ella miraba hacia afuera, recordando las veces que había estado aquí. No dijeron nada, temiendo romper el hechizo.

Stewy envolvió a Lavinia con su brazo, acercándola hacia sí hasta que se sintió completamente envuelta en su calidez. – Me alegra que hayas venido esta noche – murmuró con voz sedosa y sincera – Gracias.

– Sabes, nunca pensé que una familia como la tuya fuera posible. Tengo unos celos tremendos de ti – dijo ella, mirándolo.

– Liv – empezó él, ladeando la cabeza, con una mirada suplicante, pero también con cierta arrogancia en la sonrisa. – Tengo que pedírtelo de nuevo, solucionemos esto, ¿sí?

– Stewy, yo…

Sabía que iba en serio. Caminaron en silencio por el apartamento. Lo siguió, sin saber adónde la llevaba, quizás dispuesta a romper las promesas que se había hecho a sí misma. De repente, estaban en la habitación que él había preparado para sus gemelos.

Lavinia miró a su alrededor, sintiendo un peso constante pero rápido en su corazón.

Aún sentía su colonia pegada a la piel después de lo ocurrido en el cielo abierto en la gala, la huella de su tacto, la cercanía en su habitación de infancia.

Embriagada por la amabilidad y la bienvenida de la familia Hosseini, y con qué facilidad imaginaba a sus hijos teniendo algo así. ¿Pero qué sería de ellos dos?

Lavinia respiró hondo y tocó una de las cunas blancas de madera. Había un cambiador y dos cunas idénticas. Móviles. Varias lámparas con una luz muy tenue. Un mueble con estantes y una cómoda en la misma paleta de colores suaves. Murmuró para sí misma al ver el papel pintado en la pared, un beige más oscuro con un conejito y globos. La luz del amanecer a través de las cortinas. Se giró hacia el sillón blanco en el centro de la habitación. – ¿En serio? – volvió a mirar la decoración minimalista, mágica y perfecta, diseñada para dos bebés.

Stewy se mostró cauteloso, esperando a que ella lo golpeara de nuevo con sus palabras. – ¿Te gusta?

– Claro… pero parece pensado para que estemos aquí y ese no es el plan – hizo una pausa para respirar– No quiero mentirte…

– Podrías quedarte después del hospital. Todo el tiempo que quieras… no lo has de decidir ahora.

Stewy apretó los labios, su mano se detuvo a punto de alcanzar la de ella, cerca del sillón donde la imaginaba amamantando a dos niños pequeños ansiosos.

Se quedaría allí parado en la puerta, como ahora.

Para mirarla.

No supo porque pensó que debería decir aquello. Pero…

– ¿Sabes que voy a seguir trabajando en GoJo si no me echan, verdad?

Se sintió herido por su insinuación.

– Eso no es algo que te pediría no hacer…

– Pero odias a Lukas…

– No es mi persona favorita, pero eso es indiferente.

Oh, Stew.

Lavinia suspiró.

– Es que— Necesito algunas promesas y que seas sincero contigo mismo en… todo, por el bien de ambos – dijo Lavinia entonces. Stewy abrió los brazos en señal de rendición, mirándola fijamente hasta que ella apartó la mirada. ¿Lo entiendes?

Stewy se mordió el labio inferior. Bajó los brazos.

– Claro – admitió – Soy un gilipollas. No soporto que estés con él… Si después de esta noche te quedas con Matsson, ni siquiera sé qué haría... Pero no te voy a pedir nada. Yo… soy el idiota que arruinó algo bueno por no poder comprometerme, y sé que sigo metiendo la pata cuando se trata de nosotros.

Lavinia se sentía cansada, solo se movió para mirarlo de nuevo.

– Ambos hemos cometido errores…

– El que más yo… No quiero que pienses que no lo sé – Stewy la miró a los ojos, intentando adivinar que vendría después. Tenía que…

Lavinia lo interrumpió: – Todavía necesito oírte hacer esas promesas… Pero creo que podemos hablarlo en otro momento.

– Liv—

Estaba agotada y solo quería algo de consuelo. – Acércate…

Sus ojos negros se clavaron en ella.

– Livy… Si más tarde… Lo hará más difícil, cariño. Soy de carne y hueso, ¿um?

Ella frunció el ceño. – Bueno, no hace falta que…

Stewy se pasó una mano por el pelo revuelto.

Le tomó de la mano antes de acercarla a él.

– No hago más que pensar en ti. Un adicto no estaría más jodido que yo si lo encerraran de golpe en un ático…– confesó Stewy.

La sostuvo.

– Stewy, por favor, escúchame… – intentó por un momento. Se miraron a los ojos, ambos respiraron con dificultad.

Ahora deseaba de todo corazón dejar de luchar.

– ¿Está todo bien?

Stewy le tomó el rostro con suavidad, acariciándole la mejilla con el pulgar mientras se miraban a los ojos. Se inclinó lentamente y rozó su boca contra la de ella, un toque suave y tentativo, antes de que finalmente sus labios se unieran por completo en un tierno beso.

– ¿Mmm?

Continuó besándola, apretando ligeramente su rostro, entreabrió los labios mientras... La tentación era irresistible.

Un suave suspiro involuntario escapó de su garganta. Su lengua rozó suavemente su labio inferior.

Había olvidado lo que se sentía al estar cerca de hacer el amor con Stewy.

Había tenido intimidad con Lukas, pero no era lo que sentía con Stewy en ese momento, esto era casi más grande que ambos.

Stewy rompió el beso el tiempo suficiente para murmurar contra su boca: – ¿Estás segura? Me vas a dar un ataque al corazón – antes de volver a inclinarse, su lengua deslizándose entre sus labios para profundizar el beso. La rodeó con el brazo por la cintura, tirando de él mientras la apretaba contra la pared más cercana. Dieron unos pasos torpes, intentando no tropezar.

Habría querido sentir su cuerpo contra el suyo, los dos empapados de sudor y tan excitados que nunca lograban saciarse del todo.

Ella gimió suavemente en su boca mientras sus cuerpos se fundían. El beso se volvió más urgente cuando su mano cayó sobre la costura de su vestido, sus dedos deslizándose por debajo para rozar la piel desnuda de su muslo.

Apretó su cuerpo contra el suyo, sujetándola contra un mueble, mientras su lengua profundizaba, saboreando y explorando su boca. La otra mano de Stewy se movió a un lado de su cuello, con el pulgar apoyado en su pulso, sintiendo su acelerado latido.

– Lo he echado de menos – confesó ella.

Stewy rompió el beso, rozando el cuello con sus labos. Su voz entrecortada susurró contra su boca. – ¿Sí? ¿Qué? Dime – preguntó levantando una ceja, con una pequeña sonrisa.

La mano de Lavinia fue a los botones de su camisa, desabrochando algunos y dirigiendo su atención al vello oscuro de su pecho varonil, dejando un rastro de besos por su garganta, deteniéndose para besarle la barbilla.

Le gustaba pasar su mano enredando un poco los dedos en ese vello. – Esto.

Stewy se rió suavemente contra su cabello ante su comentario.

– ¿Sí? ¿Te acuerdas? – Las manos de Stewy lograron deslizar su vestido por su cuerpo hasta la cintura, sus nudillos rozando la suave piel de sus costados y abdomen, recorriendo lentamente su cuerpo. – ¿Qué más?

– Tu olor…

Sus dientes rozaron la clavícula de Lavinia antes de que sus labios continuaran un lento descenso por su pecho, deteniéndose sobre su corazón.

Acarició suavemente la piel de su pecho antes de besarle el pezón.

Las manos de ella rodearon su cuello.

A Lavinia le tomó un momento aspirar el aroma de su piel, cerrando los ojos al percibir esa fragancia única e irresistiblemente suya.

– Ayúdame, no quiero que nos estorbe… – Una de las manos de Stewy bajó suavemente el resto de su vestido, dejándolo caer al suelo, dejando al descubierto su cuerpo. Su otra mano descansaba sobre su cadera, sus dedos trazando patrones perezosos y distraídos sobre su piel mientras inhalaba otra bocanada de su colonia.

Ella cerró los ojos y su sonrisa se extendió. – Vas con mucha prisa – suspiró, pero su voz fue divertida.

Soltó una risa suave, hundiendo la cara en su cuello de nuevo al ver su puchero.

La mano derecha de Stewy se desplazó a la parte baja de su espalda para mantenerla apretada contra él, mientras la otra comenzaba a vagar, acariciando su piel de seda.

Sus labios dejaron un rastro de besos a lo largo de su cuello…

– Tal vez tengo miedo de que cambies de opinión – Stewy admitió en voz baja, sus dedos aún trazando patrones lentos a lo largo de su cadera. – ¿Qué tal esto? Eres increíblemente sexy, joder…

Empezó a hacer descender una de sus medias.

Un brillo oscuro y salvaje en su mirada cuando escuchó sus palabras, una intensa necesidad de demostrarle que no la iba a dejar ir.

La mordió suavemente debajo de la oreja, deslizando la mano hasta sus costillas y acariciando justo debajo de la curva de su pecho, murmuró contra su piel. – Stewy…

– Mm, no digas nada – Sonrió levemente contra Lavinia mientras apretaba suavemente su cadera, acercándola más a él. Movió sus labios para acariciar suavemente el lóbulo de su oreja. –Sé que te gusta que esté al mando – su voz era una invitación.

– Oh, silencio… – Ella gimió levemente.

Sus manos bajaron a sus muslos y la levantaron sin previo aviso.

La sentó al borde de uno de los muebles cambiador, colocándose entre sus piernas para presionarse contra ella. La miró con calor, sus manos recorriendo su cuerpo para acunar suavemente su rostro, su voz llena de necesidad mientras murmuraba: – Dime… ¿qué necesitas, nena?

Pero no le dio la oportunidad de responder. Sus manos se enredaron en su cabello con suavidad y tiraron de su cabeza hacia atrás para que su boca estuviera perfectamente posicionada para su beso. Un beso lleno de necesidad y cariño, su lengua buscó de inmediato acceso a su boca, su cuerpo apretándose al suyo.

Stewy cogió una pequeña lamparita de noche de un estante. – Quiero verte bien….

Hacía meses que no la veía desnuda. Lavinia sentía timidez…

Él nunca la había visto embarazada. Observó su expresión con ansiedad, temiendo que detestara su cuerpo hinchado, pero la mirada de Stewy solo expresaba cariño.

Lavinia se estremeció levemente cuando su mano se acercó a su vientre, esta vez con un instante de ternura. Pero vio vacilación.

– ¿El embarazo… te está frenando?

Oh, Livy.

Stewy la estrechó con firmeza.

– No, joder... Claro que no. Solo… mírate – Acarició su ombligo, que una vez fue un hoyuelo, y ahora había empezado a sobresalir. – Livy… No sé si debería sentir – interrumpió, sus pulgares moviéndose suavemente acariciando sus mejillas mientras continuaba buscando sus ojos, su voz una mezcla de deseo y algo más – La idea de uno, no dos, pequeños humanos perfectos hechos de ambos, ya sé que...

La atrajo hacia sí, rodeándola con sus brazos mientras sus dedos danzaban sobre cada deliciosa curva, su voz un cálido murmullo: – Te ves absolutamente increíble, princesa. Redonda y radiante, cargando a nuestros pequeños – ahuecó su vientre con una de sus manos grandes – mía para siempre. ¿Estás segura de que podemos hacerlo? No quiero ser un idiota con esto.

– La doctora Touré dijo que—

Pero antes de que pudiera terminar, Stewy interrumpió el beso el tiempo justo para susurrar contra sus labios con un tono profundo, casi codicioso. – Estás más perfecta que nunca – antes de reclamar su boca de nuevo con un fervor que la dejó sin aliento. – No debería haberme perdido todos los cambios… mierda.

La imagen de ella, toda embarazada y suave, dominó por completo de sus pensamientos. Su corazón se aceleró al pensarlo. Joder.

La jaló suavemente de ella hasta que estuvo completamente a horcajadas sobre sus brazos, luego la condujo pesadamente al sillón, sentándose con ella encima de él, sus manos posesivamente en sus caderas. – Toda suave y mía…, nena – murmuró bajandola cabeza a su cuello, con la voz cargada de deseo.

Mientras el beso se profundizaba de nuevo, sus manos exploraron su cuerpo, sus dedos recorriendo sus costados hasta posarse en sus caderas, presionando lo justo para que no hubiera espacio entre sus cuerpos.

Se apartó, dejando un rastro de besos a lo largo de su garganta, mordisqueando suavemente mientras dejaba un rastro de saliva, bajando la voz a un susurro sensual. – Dime qué piensas, nena…

Ella exhaló por un segundo. – No sé qué hago…

Un gemido se le escapó ante esa confesión; sus palabras solo encendieron la ardiente posesividad que se arremolinaba en su interior. Ella se movió instintivamente en su regazo.

Enterró el rostro en el hueco de su cuello, susurrando palabras contra su piel, su aliento cálido y tentador.

Acarició la figura que estaba desnuda horcajadas en su falda.

– Debo confesar que la sola idea de que lleves a mis bebés en el vientre, nena… me está volviendo loco. Está haciendo cosas en mi cerebro…

– Stewy…

Sus dedos se apretaron en la piel de sus muslos, sus ojos se oscurecieron al mirarla. – Te das cuenta de que Matsson tiene sus ojos puestos en ti, en todo momento, ¿no?

No era ciego, Matsson se la comía con los ojos y no era el único. ¿Pero acaso podía culparles?

– Stew…

Él se movió un poco y empezó a desabrocharse el cinturón, pero… Debería tener control de cuan profundo…

La ayudó a levantarse de la butaca, haciéndola girar mientras le rozaba el ombligo como si quisiera cada rincón de su piel.

Sus manos encontraron el respaldo de la butaca, estabilizándolos a ambos mientras Stewy se colocaba detrás de ella, dejando que sus instintos tomaran el control mientras la acercaba más, invitándola a separar los muslos.

Sus manos recorrieron su cuerpo, explorando sus curvas y acariciando sus pezones que se erizaron con el contacto cálido de su piel, ella se estremeció bajo él.

– Dios, soy un camión... Uf, me siento enorme, ahora mismo…

– Ni hablar. Te ves increíble – insistió, dándole suaves besos en el cuello, con las manos ya ocupadas desabrochando el cinturón. Pronto comenzó a recorrer otras partes de su cuerpo. Sus hombros, su cintura, el ombligo – No nos he movido por eso, y además, ¡te acabo de traer hasta aquí

Dudó, frunciendo el ceño al decir:

– Encontré una estría. Después de todos esos meses untándome manteca de cacao en la piel, todavía se agrieta…

Stewy negó con la cabeza vigorosamente, haciendo un puchero juguetón. – Ni me he fijado…

– No me tomes el pelo – replicó ella, mientras trazaba con el dedo una tenue marca morada justo debajo del ombligo. Él la rodeó con los brazos por la cintura, acunándola suavemente un momento – Es como las canas; en cuanto hay una, aparecen un montón…

– ¿Cómo las que tengo en el pelo? – bromeó, sonriendo – Estás hermosa – añadió con voz sincera, como si estuviera fascinado. Para expresar su admiración, deslizó la mano desde su cintura hasta sus pechos, masajeando suavemente sus aureolas oscuras con los pulgares – A mí me encanta como está cambiando tu cuerpo – Era una faceta de ella que nunca había visto antes, y le provocó una oleada de deseo.

Con un abrazo posesivo alrededor del vientre de Lavinia, las manos de Stewy se aventuraron entre sus piernas, presionando y acariciando, mientras luchaba contra sus pantalones y bóxers, listo para fundir sus cuerpos.

Ah… Al penetrarla, no fue frenético ni apresurado, sino que notó más bien una danza lenta e íntima, que la hizo derretirse bajo su tierno tacto. Se movió con cuidado, embistiendo suavemente, con el corazón acelerado mientras la calidez florecía entre ellos.

Tocándola con sus manos hábiles entre las piernas, presionando y acariciando.

Empujó en ella dos veces, tres veces y casi derrama su alma, pero... Una deliciosa calidez comenzó a brotar en el interior de Lavinia, arremolinándose en su pecho como si un pequeño sol se hubiera acurrucado en su pecho.

Cada pulso de calor era pequeño pero persistente.

Como las olas del mar, moviéndose en un ritmo conocido pero olvidado, que se intensifica con cada pulso y culmina con una realización incontrolable de todas las emociones y deseos acumulados: una unión de dos cuerpos.

Y sin embargo…

Stewy se apartó, aún erecto. Un instante de quietud flotó en el aire, cargado de sentimientos no expresados.

Dios, Livy…

Se llevó una mano al cuerpo, abrumado por la sensación de retirarse, inseguro de poder seguir siendo delicado. Su frente reposó sobre su hombro, la frustración latía en su interior; se sentía dividido entre el deseo de ser tierno y la intensidad de sus propios sentimientos. Pensaba en ellos, en los bebés, en lo que fuera que tuviera con Matsson.

Pedazo de idiota…

Había pasado de casi derramarse como un adolescente inexperto a esto.

– Stew – protestó ella, con una mezcla de preocupación y confusión en su voz.

– No quiero hacerte daño – murmuró él suavemente, dándole un beso en el hombro, duro, insatisfecho, mientras Lavinia contenía el aliento.

– Pero confío en ti...

– Es perfecto así, cariño… De verdad, yo…

Stewy se quedó callado contra su cuerpo, lleno del anhelo frustrado que lo recorría, mientras ella contenía la respiración.

Lavinia intentó hacer algo para ayudarlo. La detuvo suavemente, con la voz cargada de una emoción controlada. – No quiero arriesgarme…

– Stew…

Le acarició un pezón regodeándose en la textura de la piel bajo sus dedos.

Sus curvas eran diferentes.

Cómo ha cambiado tu cuerpo y crees que eso es malo…, pero no lo es.

La ayudó con la mano a acabar ella besándola primero el cuello y el lóbulo de la oreja, las palabras un plañido bajo contra su piel. Su mano izquierda apoyada levemente sobre el vientre hinchado de Lavinia mientras lo hacía.

– Esta noche esperabas que me pusiera celoso, ¿uh? – bromeó. – ¿Es así? ¿Estabas tratando de ponerme celoso?

Ella se movió sutilmente en su abrazo, las manos de él todavía explorando su cuerpo. – Solo porque yo lo estaba – confesó quieta. Aunque no era verdad del todo – Tu colega, Sam…

Lavinia se abandonó a la intensidad de las sensaciones.

Ella tembló sus piernas casi tambaleándose; los ojos cerrados y la cabeza echada atrás.

El corazón de Stewy dio un salto al pensarlo, pero ella no mostró ningún signo de dolor, solo un placer intenso.

– Déjame llevarte a la cama, quiero que estés cómoda. Quiero que descanses…

– Stewy…

Stewy se separó de Lavinia cuidadosamente y se dejó caer con cuidado sobre su espalda, sujetando su peso. Ambos eran un desastre… Anhelando algo que no habían alcanzado del todo.

No plenamente y sin costuras como ellos querían.

Lavinia girándose lo besó por encima del hombro.

– Está bien – Le dio un apretón posesivo en un pecho, sus labios volvieron a su cuello, mordisqueando y besando su piel sensible.

No querría nada más que poseerla aquí mismo, contra la butaca... y fuerte. Sí, se moría por que ella lo tocara, lo lamiera, lo envolviera dentro de ella, pero en ese momento, todo lo que importaba era ella, hacerla sentir tan deseada como era.

Como en la época en la que, si no estaba dentro de ella, estaba pensando en estarlo…

Ella abrió la boca, lista para hablar, pero Stewy la silenció con sus besos, dejándola sin aliento y deseando más. Su lengua se abrió paso por su boca hasta que encontró su lengua y la besó con contundencia. – Stew…

Cuando sus ojos encontraron los suyos completamente perdidos el uno en el otro, sus iris seguían mirándola: – En serio, está bien así…

– Pero…

–Vamos a mi habitación. Necesitas dormir algo después de todo el día – le respondió con seriedad – Por favor.

En realidad, por la mañana no recordaría muy bien como llegaron a su habitación. Estaba cansada y de pronto tenía mucho sueño.

Puso la cabeza en su pecho, apoyada en sus brazos.

La luz de la luna pasaba a través de las cortinas. Tras un breve silencio, Stewy habló en voz baja abrazándola en el colchón: – ¿Cuando fue la última vez que dormiste en este colchón?

Lavinia frunció el ceño, confundida. – El mes de agosto…

Mientras yacía en sus brazos, Lavinia no pudo evitar sentir una inmensa satisfacción en su corazón.

Habría más como esto, el siguiente siempre sería mejor que el anterior si no seguía ofreciendo resistencia, se dijo a sí misma. Era solo cuestión de tiempo.

Ella abrió la boca y empezó a decir algo, pero luego negó con la cabeza.

Con sus ojos, podía oír el suave sonido de la respiración de Stew que miraba al techo concentrado. Era increíblemente leal y entregado a ella.

Si alguna vez necesitaba la seguridad de que todo estaba bien, la sensación que buscaría se parecía mucho a ella en los brazos de Stewy. Él se había ocupado de... compró muebles demasiado caros... ese estúpido anillo…

Parvaneh tenía razón, era un buen hombre. Pese a sus miedos... Fingió dormir y se deleitó con su respiración y su calor mientras miraba las sombras de la noche en el techo.

Llovía afuera cuando Lavinia despertó completamente.

Si se quedaba aquí esa mañana, sabía que ya no se iría. Pero tenía que ir a trabajar y ellos tendrían que haber hablado, en vez de… bueno…

Suspiró, levantándose de la cama.

Stewy protestó. – Pasemos el día en la cama...

– No puedo...

– Desayuna conmigo.

– Otro día...

Él estaba haciendo un mohín y luchando una batalla perdida consigo mismo para aceptar su decisión.

Él le agarró la mano y la levantó hasta sus dedos, besándole suavemente cada nudillo. Su voz era tierna y sincera.

Pudo ver cómo la tensión en su cuerpo se relajaba ligeramente, como un muro invisible que se derrumbaba.

– ¿Qué puedo decir para convencerte? Tu lugar está aquí conmigo.

Stewy recorrió con el dedo el trazo de la leva marca púrpura de su vientre redondeado antes de que ella se alzara para recuperar su ropa que anoche habían dejado en el suelo de la otra habitación.

– Sé que no tengo que avisarte, pero probablemente estaré en California para Año Nuevo después de todo este viaje de GoJo. Que tengas un feliz cumpleaños, ¿eh? Pórtate bien.

– Livy… – protestó.

Pero aunque se levantó solo pudo dejarla irse en retirada.

Le dio otro beso, que pareció tranquilizarlo en parte. – No te muevas... Por favor. Sé el camino – Se vistió y después de un momento parada en su comedor, recordando cuando prácticamente lo habitaba… salió del apartamento.

Él se quedó atorado en las escaleras que bajaban del segundo piso, mirándola.

Al cabo de un rato se movió hasta la cocina, pero no tenía hambre.

Las calles estaban llenas de gente corriendo de un lado a otro por la mañana.

Lavinia tenía una reunió en Waystar esa mañana pero se fue directa a casa.

Necesitaba cerrar los ojos bajo una ducha y no pensar mucho.


Mientras Lavinia se encontraba en medio del impresionante paisaje de Laponia, esperando conocer a la madre de Lukas Matsson, su mente se dirigió de nuevo a Stewy pero también...

La imagen de su madre y el resto de su familia aún permanecía en su cabeza, su naturaleza hospitalaria…

A pesar de la belleza natural que la rodeaba, le resultaba difícil concentrarse en el presente. En particular, la expresión de Darian se había quedado grabada en su mente, su comportamiento cauteloso y cauteloso la dejaba con una sensación de inquietud.

Y después… No puedo realmente vivir sin ti.

Pasar la noche en su apartamento había sido como volver a casa. ¿Por qué había huido?

Lavinia respiró profundamente, tratando de aclarar sus pensamientos mientras Lukas se acercaba con su madre, Birgit. La mujer mayor era elegante y serena, su sorprendente parecido con Lukas era obvio a pesar de la diferencia de edad. Lavinia hizo un esfuerzo por adoptar una fachada de compostura, tratando de ocultar el hecho de que su mente todavía estaba preocupada por todo aquello.

Mientras se hacían las presentaciones y se intercambiaban cumplidos, Lavinia se encontraba luchando por concentrarse en la conversación, su mente todavía estaba preocupada con pensamientos sobre la familia de Stewy y las tensiones que habían surgido durante su celebración de Yalda. Birgit, sin embargo, siendo perceptiva y observadora, notó el indicio de distracción en los ojos de Lavinia y la naturaleza ligeramente forzada de sus respuestas.

La mujer sueca observó el comportamiento de Lavinia y notó los cambios sutiles en su expresión, los breves momentos en que sus pensamientos parecían estar en otra parte.

Decidió investigar un poco más, sus ojos penetrantes perforaron la expresión de Lavinia mientras preguntaba: – ¿Hay algo en tu mente, querida?

Lavinia se sorprendió momentáneamente, sonrojándose con una ligera vergüenza al darse cuenta de que no había estado ocultando su preocupación tan bien como había pensado. Intentó recomponerse, con una sonrisa suave en el rostro mientras respondía: – Oh, no es nada, en realidad. Sólo... trabajo.

Birgit, poco convencida por la excusa endeble de Lavinia, levantó una ceja y se inclinó ligeramente, con un brillo curioso en sus ojos.

– Trabajo, dices. Pero hay algo más, ¿no? Algo o alguien que tiene tus pensamientos ocupados… Todas las chicas de comunicación de mi hijo sois tremendamente calladas.

Miró hacia el terreno blanco infinito delante de la casa mientras Oskar jugaba ahora con Lukas en la nieve, como dos niños gigantes... O dos osos en celo.

Eran bruscos, su risa bulliciosa. El contraste de su juego rudo contra el sereno telón de fondo de Laponia.

A pesar de su edad (unos 40 y bastantes), habría sido divertido verlos caer y reír como niños pequeños… ¡Si tuviera la cabeza en su sitio!

Habían venido allí con un pequeño equipo de GoJo, pero a pesar del ambiente de viaje de negocios, había una sensación de alegría navideña en el aire.

Tal vez fuera el entorno de un país de las maravillas invernal, pero había una sensación de alegría y festividad que impregnaba la atmósfera, insinuando las próximas celebraciones navideñas.

Lavinia se guardó sus sentimientos de inquietud para sí misma, no quería agobiar a Birgit ni interrumpir el estado de ánimo alegre.

Trató de sacudirse los pensamientos sobre la familia de Stewy y centrarse en el ahora, pero la molesta sensación en su estómago persistía y se negaba a ser ignorada.

A pesar de sus esfuerzos por centrarse en el momento presente, Lavinia no pudo evitar pensar en cada detalle de la otra noche con Stewy.

La había dejado con una persistente sensación de conexión y pérdida. Todavía podía sentir el peso del cuerpo de Stewy sobre el suyo, el sonido de su respiración en su oído y la forma en que su tacto había encendido un fuego dentro de ella que no había apagado.

Ahora, con el recuerdo de su momento íntimo todavía fresco en su mente, le resultaba aún más difícil ignorar la tormenta en su cabeza.

Cada movimiento, cada leve cambio de equilibrio, le servía como recordatorio de la vida que ella y Stewy habían creado juntos. Era como llevar un pedazo de él consigo a todas partes, un recordatorio constante de su conexión y del amor que los había traído hasta ese punto.

Y, sin embargo, al mismo tiempo, también era una fuente de inquietud constante.

La responsabilidad de llevar a dos seres humanos dentro de ella pesaba mucho sobre ella, y la idea de criar a sus bebés en la complicada mezcla de sus familias parecía una tarea abrumadora.

Mientras miraba a Lukas y Oskar, que todavía luchaban y se reían como un par de niños grandes, no pudo evitar pensar en qué tipo de padre sería Stewy. ¿Sería tan bullicioso y despreocupado como ellos, o sería más serio y reservado como su padre?

Trató de imaginarlo jugando con sus hijos, enseñándoles a caminar y hablar, susurrando canciones de cuna y cambiando pañales, pero la imagen en su mente seguía siendo borrosa e incierta.

¿Podrían lograr que funcionara?

Lukas se acercó a Lavinia, con las mejillas enrojecidas por el esfuerzo y la emoción de la pelea con Oskar. La agarró de la mano, su agarre firme e insistente, y la arrastró hacia la nieve afuera, haciendo que tuviera que apoyarse en su brazo. – ¡Tienes que venir! – exclamó, sus ojos brillando con alegría infantil.

– Estoy embarazada – protestó. – Para, para…

Lukas se rió, su agarre en su mano todavía firme. – ¡Oh, vamos! Estará bien, ¡no estás hecha de cristal! – insistió. – ¡Necesitas relajarte y divertirte un poco, embarazada o no!

Lukas le lanzó una sonrisa juguetona. – Es verdad, ya sabes. Las mujeres suecas practican paracaidismo, parapente e incluso montan a caballo durante el embarazo. Dicen que es bueno para el bebé.

Lavinia no pudo evitar poner los ojos en blanco ante la actitud indiferente de Lukas hacia los riesgos del embarazo. – Claro, porque arriesgarse a un posible aborto o caerse de un caballo y aterrizar boca abajo es una gran idea – replicó sarcásticamente. – Creo que lo dejaré pasar, muchas gracias.

– Vamos – dijo – deja de compadecerte. ¿Has visto las noticias? Es oficial, nuestro amigo el presidente ha ganado en el recuento – La expresión juguetona de Lukas rápidamente se volvió seria cuando habló esta vez.

– Sí, me enteré de eso – dijo, bajando la voz a un tono más solemne. – Realmente está sucediendo.

– El pueblo estadounidense ha hablado.

Se veía contradecida. – ¿Puedo quedarme en Laponia? ¿Para siempre?

Su pregunta fue inesperada, pillando a Lukas desprevenido.

La miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad, sin saber cómo reaccionar. – Uh, ¿quedarse en Laponia para siempre? – repitió, su voz teñida con un toque de confusión, pero pillando la broma –. ¿Cómo mudarse aquí y vivir aquí permanentemente? ¿Conmigo? – sonrió.

Lavinia exhaló dejando caer los brazos.

Lukas dio un paso atrás, su mirada fija en la de ella: – Siempre podemos quedarnos mucho mucho tiempo en Estocolmo – dijo, su voz baja –. Pero tú no lo quieres, ¿verdad? No juegues conmigo Hirsh – sonrió aparentemente despreocupado.

Lavinia respiró profundamente, su mirada fija en el paisaje cubierto de nieve afuera. La pacífica tranquilidad de Laponia contrastaba marcadamente con el torbellino de emociones que se agitaban en su interior.

– No es que no lo quiera – dijo suavemente, su voz apenas por encima de un susurro –. Es solo que... es complicado.

Lukas podía sentir la agitación interna en su expresión, la mezcla de amor, incertidumbre y la complicación añadida de su embarazo. Dio un paso tentativamente más cerca, sus ojos buscando los de ella mientras hablaba suavemente.

– Es por Hosseini, ¿no? Supongo que voy a empezar a preparar los paquetes de sangre – bromeó.

Ella alzó una ceja.

Lukas se rió de su propia broma, tratando de aligerar el ambiente. – Sí, será mejor que empiece a abastecerte de esas bolsas de sangre – movió las cejas, con una sonrisa torcida en su rostro.

– No te atrevas…

Lukas fingió ofensa simulada, una mano colocada dramáticamente sobre su corazón. –Estoy herido, ¿de verdad crees que lo haría? – dijo, su sonrisa se ensanchó. – Pero aún no es tan malo como lo haces parecer.

– No es malo, es horrible…

Lukas no podía negar que estaba lejos de ser un 'regalo' ideal.

– Está bien, me has pillado – admitió. Un dejo de resignación en su voz. – No es exactamente una idea toda de arcoíris y sol, pero era mi sangre, no es como si estuviera recolectando la de mis súbditos en Transilvania…

– Por el amor de Dios… Ebba tendría que haberte matado.

Lukas puso los ojos en blanco. – Lo sé, lo sé, sé lo que piensas sobre eso. Pero bueno, los tiempos desesperados requieren medidas desesperadas, ¿verdad? Ebba no está tan disgustada ahora. Va a haber una cena de despedida y todo el rollo, y estoy invitado… Tu ya no sales de noche, pero…

No estaba segura de cómo realmente tomaría su no definitivo.

Lukas era terco por decir lo menos, y su determinación parecía inquebrantable. Podía ver el destello de determinación en sus ojos, y la idea de que pudiera recurrir a medidas desesperadas le envió un escalofrío por la columna vertebral.

Sintió la lealtad de repetirse para advertirle que aceptaría la situación con Stewy al regreso de Bangkok. Tal vez todavía querría hacerlo poco a poco, todavía quería esperar a ver cómo se desarrollaban las cosas, pero no se resistiría a abrazar la situación en la que fuera que estuvieran.

– Lukas…

Lukas se rió torpemente. – Amigos y eso... ¿cierto? – dijo, las palabras saliendo un poco tensas. No pudo ocultar el destello de decepción en su expresión, la sensación de que sus expectativas se desvanecían por su admisión. La palabra "amigos" colgaba entre ellos, un pesado recordatorio del abismo entre lo que él quería y lo que ella era capaz de ofrecer. – Pero te aviso hay un muérdago en alguna parte – soltó.

– Lukas – le advirtió y él obedeció

Con un suspiro resignado, Lukas obedeció, cediendo a su protesta. Levantó las manos en una fingida rendición, con una sonrisa en su rostro. – Bien, bien, me comportaré – pronunció, su voz teñida de renuencia y diversión. – Pero no quieres que sea tu jefe, llevas días distraída…

– Es que no… Te lo compensaré.

– Ya veremos… Por cierto, ¿necesito pagar seguridad para ti?

Arqueó una ceja curiosa ante el comentario. – ¿Seguridad para mí? – Ella repitió, con un dejo de confusión en su voz. – ¿Por qué necesito seguridad?

– Mencken, nuestro flamante presidente, oh presidente

Lavinia frunció el ceño.

La sonrisa de Lukas se ensanchó mientras continuaba, su tono teñido de un dejo de sarcasmo. – Sí, nuestro querido presidente Mencken. Ha hecho algunos... digamos, acercamientos cuestionables contigo. Me refiero a parte de ese show en la barra y luego me han dicho que volvió a hablar contigo…

– Solo quería incordiarte. Ver cuantas libertades puede tomarse con tu entorno... ¿Me espías?

Lukas chasqueó la lengua, su expresión era descarada y sin remordimientos, alzó los brazos. – Culpable de los cargos, tal vez – admitió, con un destello de travesura en sus ojos. – Pero ¿puedes culparme? Nah… Hugo os vio hablando después del incidente... y Mark Ravenhead.

– ¿Perdón? ¿Has contratado de espía a Ravenhead?

Lukas asintió, su expresión se volvió más seria mientras hablaba.

Lukas se encogió de hombros, su tono indiferente. – Es un movimiento estratégico. Ravenhead quiere permanecer del lado bueno de Mencken, y acercarse a él es la forma más fácil de hacerlo. Pero también le gusta mucho mucho su nuevo jefe sueco. Es un gran admirado de la mitología nórdica – Alzó una ceja – ¿Estás segura de que está bien?

– No te preocupes – Ella suspiró. – No es como si yo fuera su tipo…

– ¿Quieres decir que él es— ¿qué? ¿gaay? – Lukas bromeaba, claro. Pero ella chasqueó la lengua:

– No lo sé. Bueno está casado… No es que eso… ¡mira a mi padre! Pero hubo algo de tensión allí con Rome… En esa convención que hicieron en agosto. Aunque es Rome, así que no cuenta…


Unos días después se encontró en una terraza en la azotea de Bangkok con una bebida sin alcohol cuidadosamente seleccionada.

Su cabeza pensaba en otra cosa.

Lavinia podía percibir la ligera humedad salada que impregnaba la ciudad.

Lavinia intentó mantenerse en el presente.

A las ocho cuarenta se abrió la puerta de la rooftop y entró Lukas. Lavinia oyó que silbaba. Sus ojos se encontraron y siguieron su movimiento sin vacilar. El maitre se aproximó y ella le habló. La instaló en una mesa para dos cerca de una barandilla desde la que se veía la ciudad. Llevaba puesto un vestido amarillo de algodón con falda amplia, que era bastante sencillo pero lo suficientemente fino como para ser traslúcido. La sencillez del corte hacía resaltar su figura, y el color y la textura favorecían su delicada piel.

Lukas la miró mientras se acercaba a ella y se sentaba en el taburete de al lado.

Ambos contemplaron el paisaje en silencio durante un rato. El único sonido que Lavinia oía era el del tráfico que pasaba a toda velocidad bajo ellos. Le impidió concentrarse. Lukas preguntó: – ¿Qué te gustaría comer esta noche?

Parecía una forma extraña de empezar la conversación. Pero habían hablado por teléfono casi a todas horas durante todo el día mientras él estaba en la conferencia. Unas horas antes, habría saltado de alegría ante la perspectiva de hablar con él y no con algún otro empleado de Z a punto del colapso nervioso, pero ahora mismo, se sentía extrañamente desinteresada. – No sé... – dijo simplemente.

Lukas asintió pensativo antes de volver a mirar el menú. Cuando se volvió hacia ella, fruncía el ceño. – ¿Has comido algo hoy? – le preguntó con curiosidad. – No has comido en todo el día y me siento mal porque has estado trabajando para mí...

Ella quiso responder, pero no estaba segura de qué decir. Suspiró y bajó la mirada hacia la calle. – No, no he comido nada... – Su voz se fue apagando. Volvió a mirarlo; estaba de un humor extraño, pensando en Stewy. ¿Por qué te importa? ¿Por qué estamos aquí, Lukas? ¿Por qué me ayudas? ¿Qué ganas tú con esto? No encontraba una respuesta que estuviera dispuesta a verbalizar.

Se encogió de hombros con impotencia y dijo: – ¿Por qué haces esto?

Él frunció aún más el ceño, pero no respondió. Lavinia bajó la mirada hacia su vaso, observando su reflejo en el líquido oscuro del interior.

– No tienes que fingir que te intereso pero no hagas eso.

¡Cristo!: Estaba siendo grosero, y ella odiaba que eso la pusiera tan a la defensiva.

Sabía que no intentaba ser malo, no tan malo, solo quería picarla. Lukas era amable la mayor parte del tiempo, excepto cuando ella estaba tan callada. Había pasado toda la Navidad viendo a los suecos celebrar esas fechas. Tal vez si a Stewy no le fuera tan fácil derrumbar sus muros…

– ¿Quieres irte? – Lukas interrumpió sus pensamientos. – ¿O podemos pedir algo y que te lo sirvan en la habitación?

Lavinia levantó la vista, sobresaltada. Había entendido mal... debía de haber oído mal. – ¿Qué?

– Pide algo – repitió Lukas en voz baja, mirando hacia el suelo del restaurante. – Si no quieres comer aquí, podemos hacer que te lo traigan a tu habitación. Yo pago, así que no habrá problema.

Ella apartó la mirada para volver a contemplar la ciudad. Le gustaba bastante mirar las luces. – No, quiero quedarme... – consiguió murmurar finalmente.