Descargo de responsabilidad:
Issei Hyoudou y todos sus personajes pertenecen a Ichiei Ishibumi.
No soy dueño de nada más que de los personajes originales que creo.
Capítulo 3: La Masacre de Ferak
La tierra tembló.
Las explosiones devoraban el horizonte mientras los mechas de Valhara atravesaban las ruinas de la muralla exterior, avanzando con una frialdad mecánica que solo las máquinas de guerra podían poseer. Las tropas de Feron, desorganizadas y atrapadas en el caos, intentaban contraatacar... pero sus mechas no arrancaban, sus torretas no disparaban, y sus defensas ya no existían.
Los primeros en caer fueron los soldados apostados en la línea de defensa.
El mecha líder de Valhara, un coloso de acero negro con una imponente armadura de placas gruesas, levantó su cañón rotatorio y desató una lluvia de proyectiles que atravesaron los cuerpos de los soldados como si fueran papel. La sangre salpicó el suelo metálico, y los cuerpos mutilados se desplomaron mientras las balas arrancaban extremidades y rompían espinas.
Uno de los mechas de Feron logró arrancar justo a tiempo.
El piloto, con los ojos desorbitados de terror, cargó contra el enemigo con su sable de plasma.
— "¡Morid, malditos bastardos!" —rugió por la radio, con la desesperación de un hombre sin opciones.
El sable trazó un arco de luz incandescente en el aire y atravesó el pecho del primer mecha valhariano. El acero ardió, se derritió, y el piloto dentro gritó al sentir el calor infernal devorando su cabina.
Pero no hubo tiempo de celebrar.
Otro mecha enemigo, el doble de grande, le disparó a quemarropa.
Un proyectil de energía atravesó el torso del mecha de Feron, perforándolo de lado a lado. El chorro de sangre del piloto salió despedido como una fuente a través del agujero carbonizado en la cabina, rociando el suelo de rojo. Sus restos humeantes cayeron al suelo, y su máquina colapsó en una pila de metal destrozado.
Los mechas de Valhara continuaron su avance.
Desde las naves furtivas, las baterías de misiles comenzaron a caer como una tormenta infernal.
Los hangares de Ferak fueron los primeros en ser reducidos a cenizas.
Las enormes puertas blindadas estallaron en una lluvia de escombros, y las llamas devoraron los cuerpos de los mecánicos atrapados dentro. Algunos murieron al instante, incinerados en la explosión. Otros salieron corriendo, envueltos en llamas, gritando mientras sus pieles se derretían y sus huesos quedaban al descubierto.
Los pilotos que intentaban subirse a sus mechas murieron antes de tocar los controles.
Uno de ellos, un veterano con más de diez años en combate, logró abrir la cabina de su mecha... solo para que una ráfaga de metralla le arrancara la mitad del cráneo.
El cuerpo sin cabeza cayó al suelo, con espasmos, mientras el interior del mecha se llenaba de su propia sangre.
La Tercera División intentaba reorganizarse, pero los traidores dentro de la base seguían retrasando las respuestas de emergencia.
El enemigo no daba tregua.
A pesar de la carnicería, algunos pilotos de Feron lograron ponerse en pie.
El Comandante Zann, un veterano de mil batallas, se subió a su mecha, el modelo Magnus-04, una máquina gigantesca con un sable de plasma de dos metros de largo.
— "¡A MÍ, GUERREROS DE FERON!" —rugió en la radio, su voz atravesando el caos. "¡DEFENDED LA BASE O MORID COMO PERROS!"
Los mechas sobrevivientes se reagruparon, formando una línea de resistencia entre los escombros. Las balas rebotaban en sus armaduras, las explosiones iluminaban el cielo con destellos infernales, y el sonido del metal chocando contra metal era ensordecedor.
Zann encontró a su oponente:
Un mecha de Valhara, el modelo Titanus-X, un monstruo de doce metros de altura con una hoja sierra en el brazo derecho.
El choque fue brutal.
Zann esquivó el primer ataque en el último segundo. El enorme serrucho pasó a centímetros de su cabina, generando chispas al cortar el aire.
Él giró con precisión letal y cortó con su sable, desgarrando una de las piernas del enemigo.
Pero el mecha enemigo no cayó.
Levantó su brazo izquierdo, equipado con un cañón, y disparó a quemarropa.
La explosión arrancó el brazo derecho del Magnus-04.
Zann rugió de rabia y dolor, pero no se rindió. Con su brazo restante, atravesó el núcleo del Titanus-X con su sable, girándolo dentro del torso como un cuchillo en carne viva.
La máquina enemiga se convulsionó. El piloto dentro gritó antes de ser destrozado por la explosión interna.
Zann retrocedió justo a tiempo para evitar la onda expansiva... pero un misil lo golpeó por la espalda.
Su mecha se partió en dos, y su cuerpo fue lanzado fuera de la cabina, impactando contra una pared con un crujido nauseabundo.
Su columna se quebró en tres partes. Intentó respirar, pero sus pulmones estaban llenos de sangre.
Murió sin poder ver el final de la batalla.
Los minutos pasaban, y la masacre no se detenía.
Los cuerpos de los pilotos carbonizados llenaban los escombros.
Los soldados de infantería eran aplastados por las enormes patas de los mechas enemigos o partidos en dos por las ametralladoras pesadas.
Los gritos de agonía resonaban en los canales de radio.
— "Nos superan en número... no podemos... ¡AAARGH!" —Una transmisión se cortó en seco, seguida de un sonido húmedo... el sonido de huesos triturados y carne desgarrada.
Valhara avanzaba sin piedad.
Los mechas de Feron estaban siendo destruidos.
Los pilotos morían uno a uno.
La base Ferak se convertía en un cementerio de acero y sangre.
En lo más profundo de la base, dentro de una sala de contención, el cuerpo de Issei seguía inmóvil.
Pero en su mente, algo despertaba.
Y la guerra aún no había terminado.
La noche en Veyra era un vasto océano de sombras, el cielo teñido de una calma engañosa. Pero en la distancia, el horizonte ardía. Desde su posición en el sector noroeste, Xara vio el resplandor anaranjado en el cielo, un reflejo ominoso del infierno que se desataba en Ferak.
Los monitores dentro de la cabina de su mecha Magnus X-12 comenzaron a parpadear con señales de alerta. Interferencias en la comunicación. Cortes en los escáneres. Imágenes borrosas de explosiones.
Algo estaba terriblemente mal.
La voz del Teniente Zeck, su segundo al mando, retumbó en el canal de comunicación.
— "Comandante, las señales de Ferak... están desapareciendo."
Xara frunció el ceño.
— "¿Cómo que desapareciendo?"
Zeck tardó un momento en responder. Su voz estaba cargada de tensión.
— "Hemos perdido contacto con la base. Los escáneres no están funcionando correctamente, pero... hay una anomalía térmica masiva sobre Ferak. Algo grande está pasando allí."
Xara apretó los controles de su mecha. Su instinto le gritaba lo que su mente se negaba a aceptar.
Ferak estaba bajo ataque.
— "¡Todos, en marcha! ¡De vuelta a la base, ahora!"
Los motores rugieron en la oscuridad cuando los mechas de la Tercera División comenzaron a moverse. Xara lideraba la vanguardia, su corazón latiendo como un tambor de guerra.
"¿Cómo pudo pasar esto?", pensó.
La base estaba blindada, protegida por las mejores defensas de Feron. No podía haber sido un ataque sorpresa... a menos que alguien lo hubiera permitido.
El frío presentimiento de la traición se aferró a su pecho como un puño de hierro.
El trayecto de regreso fue un tormento. Cada minuto perdido era una condena para Ferak.
Cuando finalmente llegaron a la periferia de la base, lo vieron.
El infierno.
Los muros de Ferak yacían destrozados, convertidos en escombros humeantes. Cadáveres y restos de mechas carbonizados cubrían el campo de batalla. Explosiones estallaban en el interior de la base, y los cielos estaban plagados de naves valharianas bombardeando sin piedad lo que quedaba de la fortaleza.
La Tercera División se quedó en silencio.
Por primera vez en años... sintieron miedo.
— "Por todos los demonios..." —susurró Zeck.
Xara cerró los puños dentro de la cabina de su mecha.
— "Esto no es una invasión normal. Esto es una ejecución."
Y entonces, las piezas encajaron.
Drelk.
El Capitán Drelk había manipulado los informes. Él fue quien la convenció de movilizar a sus mejores tropas lejos de Ferak. Él los había sacado de la base en el momento exacto en que Valhara atacó.
Él los había traicionado.
La furia de Xara hirvió dentro de su pecho.
— "Zeck, rastrea a Drelk. Necesito confirmación de su paradero."
El teniente comenzó a teclear en el sistema, intentando conectar con la red interna de Ferak.
Silencio.
No había respuesta.
Xara apretó los dientes.
— "Si ese bastardo sigue con vida, lo mataré yo misma."
Los mechas enemigos comenzaron a girarse hacia ellos. Los habían detectado.
— "¡Contacto! ¡Mechas hostiles acercándose!" —gritó Zeck.
Xara no dudó.
— "¡Ataquen sin piedad! ¡Avancen, y no dejen nada en pie!"
El Magnus X-12 se lanzó al combate.
El primer mecha valhariano disparó un misil directamente hacia ella.
Xara esquivó. El proyectil pasó a centímetros de su mecha, pero la onda expansiva sacudió la cabina. Sin perder un segundo, activó las cuchillas de su brazo izquierdo, una extensión letal de metal afilado, y atravesó el torso del enemigo con un solo tajo.
Sangre.
No solo chispas y aceite.
El piloto enemigo gritó al sentir la hoja de Xara perforar la cabina, su cuerpo partido en dos antes de que su mecha explotara.
Pero no había tiempo para pensar.
Dos mechas enemigos se lanzaron contra ella al mismo tiempo.
Xara levantó su escudo energético, bloqueando los disparos. Luego, giró sobre sí misma y descargó su cañón en el rostro del primer atacante.
Su cabeza explotó en una nube de fuego y metal.
El segundo enemigo intentó rodearla, pero Xara activó los propulsores de su mecha, deslizándose bajo su oponente y clavando su cuchilla en la unión de su torso y pierna mecánica.
El mecha enemigo cayó de rodillas, vulnerable.
Sin dudar, Xara pisoteó la cabina con la pierna de su Magnus X-12.
El piloto dentro fue aplastado en un instante.
La batalla por Ferak había comenzado de nuevo.
Mientras combatían, Zeck finalmente logró conectarse con la red interna.
Su rostro palideció al ver el último registro de comunicaciones.
— "Comandante..." —su voz era baja, contenida por la rabia— "Tenemos confirmación. Drelk transmitió el código de ataque. La señal vino de dentro de Ferak."
Xara cerró los ojos por un segundo.
No había duda.
El hombre al que había confiado su ejército... era el verdugo de Ferak.
— "Si sigue con vida..." —susurró Xara, su voz un filo de acero— "Lo encontraré."
Y con un rugido de furia, su mecha se lanzó de nuevo al combate.
En la oscuridad de la sala de contención, Issei estaba acostado, inmóvil... pero completamente despierto.
Se había mantenido así desde que lo capturaron, fingiendo inconsciencia para evitar que los científicos y soldados de Feron lo molestaran con más pruebas o preguntas. Había aprendido, con los años, que a veces la mejor estrategia no era luchar... sino esperar.
Su cuerpo estaba debilitado, sí. La caída dimensional lo había desgastado más de lo que admitiría. Pero aún tenía poder, aún podía moverse.
Simplemente no quería hacerlo.
— "Esto es tan aburrido..." —murmuró en su mente.
Desde dentro del Boosted Gear, la voz grave de Ddraig resonó con su habitual tono burlón.
— "Bienvenido a la prisión de los cobardes. Me alegra que lo estés disfrutando."
Issei bufó mentalmente.
— "Podríamos haber salido de aquí hace horas, pero estoy esperando el momento adecuado."
— "Claro, claro. O simplemente eres un vago de primera."
Issei rodó los ojos.
— "Ddraig, ¿cuántos están ahí fuera?"
El dragón galés hizo una pausa antes de responder.
— "Doce científicos. Cuatro guardias armados. Cámaras en cada esquina. Nada especial."
Issei suspiró.
Sabía que lo estaban vigilando. Sabía que Xara estaba obsesionada con él, que los científicos no entendían lo que era realmente, y que los soldados lo veían como una amenaza a contener, no como un aliado.
Pero aún no era el momento de hacer nada.
Por ahora, esperaría.
— "Despiértame si pasa algo interesante."
— "Oh, no te preocupes." —Ddraig dejó escapar una carcajada profunda— "Creo que eso va a pasar más pronto de lo que crees."
Y entonces, lo sintió.
La explosión sacudió el mundo.
Una onda de choque recorrió la base de Ferak como un terremoto, haciendo que las luces parpadearan y que el metal crujiera en las paredes.
Los científicos en la sala de contención gritaron y se aferraron a sus escritorios, sus monitores parpadeando con alertas rojas.
Los guardias, que habían estado relajados, de inmediato levantaron sus rifles, mirando hacia la puerta con rostros tensos.
— "¿¡Qué demonios fue eso!?"
Las alarmas comenzaron a sonar, pero eran tardías.
En los pasillos, se escucharon disparos.
Las luces de emergencia se encendieron en un rojo intenso, y el sonido de botas corriendo llenó el aire. Algo había atravesado la defensa exterior.
Ferak estaba bajo ataque.
Desde su posición en la camilla de contención, Issei sonrió para sí mismo.
— "Ddraig..."
— "Sí, amigo mío. Esto se acaba de poner interesante."
El aire cambió.
Issei lo sintió en su piel, en cada fibra de su ser. Ese olor...
Metal quemado.
Sangre fresca.
Polvo y escombros flotando en el aire.
Era la guerra.
Podía escucharla. Los gritos. Los rugidos de los mechas en combate. Las explosiones que destrozaban el suelo.
Y entonces, llegó algo más.
La presencia de la muerte.
En algún lugar de la base, alguien gritó con un terror indescriptible.
No un grito de batalla. No un grito de dolor.
Era el sonido de un hombre que sabía que iba a morir.
El sonido se cortó abruptamente.
Issei exhaló lentamente.
— "Están matando a todos."
— "Por supuesto. No vinieron a capturar, vinieron a exterminar."
— "Entonces... ¿qué hacemos?"
Ddraig dejó escapar una risa ronca.
— "Eso depende de ti, Issei. Puedes seguir acostado ahí... o puedes demostrarles quién eres realmente."
Issei cerró los ojos por un momento, escuchando las explosiones, sintiendo cómo el metal vibraba a su alrededor.
Los científicos estaban gritando.
Los guardias corrían, desesperados.
El mundo a su alrededor se desmoronaba.
El fuego de la guerra se expandía por Ferak...
...y él aún no había decidido qué hacer.
El sonido de la guerra retumbaba en cada esquina de Ferak. Las explosiones sacudían los cimientos de la base, haciendo que los paneles metálicos crujieran y las luces parpadearan con un resplandor errático. Los gritos de los soldados heridos, los disparos y el rugido de los mechas en combate creaban una cacofonía de muerte.
Issei seguía inmóvil en su camilla de contención.
Pero entonces, escuchó pasos apresurados acercándose.
— "¡Rápido, ayúdame a moverlo!"
Era una voz femenina. Una científica.
Un guardia la ayudó, con el rostro cubierto de sudor y terror.
— "¿De verdad quieres arriesgarte por este tipo? ¡No sabemos qué es!"
— "¡Si lo dejamos aquí, morirá! No puedo permitirlo."
Las manos de la científica temblaban mientras desactivaba las sujeciones de Issei. El metal de los grilletes se abrió con un leve chasquido.
El guardia y la científica levantaron a Issei entre ambos, cargándolo como si fuera un peso muerto. Issei mantuvo su acto, permitiéndoles creer que aún estaba inconsciente.
Mientras lo sacaban de la sala de contención, la guerra seguía desatándose a su alrededor.
Pasaron junto a un grupo de soldados de Feron, algunos heridos, otros completamente destrozados.
Uno de ellos yacía en el suelo, con el torso partido en dos. Sus intestinos colgaban de su cuerpo como cables arrancados de una máquina rota. Aún respiraba, aún intentaba hablar... pero su mandíbula estaba arrancada.
Issei sintió cómo el guardia tragaba saliva con fuerza.
El miedo era un veneno que se extendía por toda la base.
Ferak estaba colapsando.
Avanzaron por los pasillos de la base, esquivando cuerpos y evitando el derrumbe de estructuras destrozadas. Los sistemas de emergencia seguían emitiendo alarmas, pero todos sabían que ya era demasiado tarde.
La base estaba perdida.
Y entonces, ocurrió.
El suelo se estremeció.
Un rugido ensordecedor envolvió el corredor.
Una explosión.
La onda expansiva los lanzó por los aires.
El calor abrasador quemó el aire, y una nube de polvo y escombros los envolvió en un manto de caos.
Issei sintió el cuerpo del guardia separarse de él.
Por un instante, todo quedó en silencio.
El humo se disipó lentamente... y lo vio.
El guardia yacía en el suelo, o al menos lo que quedaba de él.
Su cuerpo estaba carbonizado, su carne pegada a los restos metálicos del suelo. Uno de sus brazos había desaparecido, mientras que sus costillas sobresalían a través de su torso destrozado.
La científica gimió de horror.
Se llevó las manos a la boca, sus ojos abiertos de par en par, incapaz de apartar la mirada del cadáver humeante de su compañero.
— "No... No..."
Temblaba.
Issei también miró el cuerpo.
Había visto la muerte muchas veces antes. En batallas, en mundos en ruinas, en el rostro de enemigos y aliados.
Pero esto no era una guerra justa.
Esto era una masacre.
Y entonces, tomó una decisión.
Lentamente, se puso de pie.
La científica volteó a verlo, boquiabierta.
— "T-Tú... ¿Estabas... despierto...?"
Issei se estiró el cuello, relajando los músculos.
— "Sí."
La científica abrió la boca para decir algo, pero otra explosión rugió en la distancia.
El techo se agrietó, y los escombros comenzaron a caer.
Issei se movió por instinto.
La agarró del brazo y la arrastró fuera de la trayectoria de los escombros, justo antes de que una viga colapsara donde habían estado segundos antes.
— "¡Si quieres vivir, muévete!"
La científica parpadeó, confundida, pero el instinto de supervivencia tomó el control.
Corrieron.
A medida que avanzaban, Issei sintió cómo el aire vibraba con energía.
La sangre de la guerra clamaba por él.
Ddraig se rió dentro de su mente.
— "Bueno, ya era hora, Issei. ¿Qué haremos ahora?"
Issei cerró los puños.
El Boosted Gear comenzó a materializarse en su brazo izquierdo, las escamas carmesíes brillando con un resplandor demoníaco.
— "Vamos a devolverles el favor."
Y con un destello de poder, Issei entró en la batalla.
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