Este fanfiction está inspirado en Inuyasha, obra original de Rumiko Takahashi. Los personajes, nombres y elementos del universo de Inuyasha no me pertenecen; todos los derechos son de sus respectivos creadores. Esta historia es una obra de ficción sin fines de lucro, escrita con el propósito de entretenimiento y sin intención de infringir derechos de autor
Capítulo 7
El motor del auto rugía suavemente en la carretera mientras la ciudad quedaba atrás. El cielo nocturno era claro, iluminado por las estrellas y la luna, y el aire fresco se filtraba por las ventanas abiertas. Kagome miraba el paisaje en silencio mientras Inuyasha conducía. No sabía exactamente a dónde iban, pero tampoco preguntó. Por alguna razón, confiaba en él. Después de varias horas, el auto se detuvo frente a un templo antiguo. Las escaleras de piedra conducían hasta la entrada principal, iluminada tenuemente por faroles de papel. Kagome se giró para mirarlo con curiosidad.
—¿Por qué estamos aquí?
Inuyasha apagó el motor y la miró.
—Porque quiero mostrarte algo.
Ella no hizo más preguntas. Solo lo siguió mientras subían las escaleras. Pero en lugar de dirigirse al edificio central, Inuyasha tomó un desvío. El camino de piedra los llevó hasta la parte trasera del templo, donde se extendía un amplio jardín oculto. Kagome se detuvo en seco. Era como un sueño. Cientos de flores de diferentes colores cubrían el terreno, balanceándose suavemente con la brisa nocturna. Farolillos colgaban de las ramas de los árboles, iluminando el paisaje con un resplandor cálido y etéreo. El murmullo de una pequeña fuente en el centro del jardín completaba la escena perfecta. Kagome se llevó una mano al pecho, sintiendo su corazón latir con fuerza.
Este lugar…
—Inuyasha… —murmuró—. Yo ya he estado aquí.
Él la miró con una leve expresión de sorpresa.
—¿Qué?
Kagome dio un paso adelante, girando lentamente sobre sí misma, como si intentara absorber cada detalle del jardín.
—Sé que suena raro, pero… he estado aquí en mis sueños.
Sus dedos trataron de rozar los pétalos de unas flores.
—Todo… las luces, la fuente, las flores… lo he visto antes.
Se giró hacia él con los ojos abiertos por la emoción.
—Es hermoso, Inuyasha.
Él la miró en silencio por un momento antes de hablar.
—Lo hice yo.
Kagome parpadeó, aún sorprendida.
—¿Cómo?
Inuyasha miró el jardín con nostalgia, como si estuviera recordando cada momento en que lo construyó.
—Este es mi trabajo. Fui arquitecto paisajista.
Kagome se giró completamente hacia él, aún más sorprendida.
—¿En serio?
Él asintió.
—Incluso tuve mi propia compañía por un tiempo.
Kagome recorrió el jardín con la mirada y sonrió con asombro.
—Debe haber sido increíble crear lugares como este.
—Lo fue.
Ella se giró hacia él con suavidad en la mirada.
—¿Lo harías de nuevo?
Inuyasha la miró fijamente.
— ¿Por qué no?
Kagome extendió su mano hacia él, con una leve sonrisa.
—¿Es una promesa?
Él la miró con intensidad.
Sin dudarlo, levantó su mano y la acercó a la de ella.
No podían tocarse, pero podían sentirse. Una extraña calidez recorrió sus cuerpos al mismo tiempo, como si algo dentro de ellos respondiera a la presencia del otro. Se miraron de una forma diferente. De una forma que no podían ignorar. Algo crecía en su interior, algo que no podían nombrar… pero que estaba ahí. Justo en ese momento, el sonido de un teléfono rompió la atmósfera. Inuyasha parpadeó y sacó el móvil de su bolsillo.
—¿Kaede? —respondió con voz neutral.
La voz de la mujer mayor sonó animada al otro lado de la línea.
—Tengo buenas noticias. Podrás quedarte con el departamento indefinidamente.
Inuyasha frunció el ceño.
—¿Por qué decidieron dármelo a mí?
Kaede suspiró.
—Es una historia muy triste, en realidad.
Inuyasha sintió un mal presentimiento.
—La amiga de quien te rentó el departamento… sufrió un accidente.
El estómago de Inuyasha se hundió.
—Ella lo rentaba antes.
Su corazón comenzó a latir más rápido.
—Está en coma… —continuó Kaede—. Y esta mañana… avisaron que la van a desconectar.
El aire pareció escaparse de sus pulmones.
—Pero mira el lado positivo —dijo Kaede, sin notar su reacción—. Te dejarán el sillón que tanto te gustó.
Inuyasha sintió un nudo en la garganta, su cuerpo se tensó, sin decir una palabra más, colgó.
—¿Qué pasa? —preguntó Kagome con preocupación.
Inuyasha la miró con una expresión de absoluta urgencia.
—Van a desconectarte.
El rostro de Kagome perdió todo color.
—¿Qué…?
Inuyasha no perdió el tiempo.
Se giró y comenzó a caminar rápidamente de regreso al auto.
—¡Inuyasha!
—Tenemos que ir con Sango. Ahora.
Kagome lo siguió, sintiendo cómo la desesperación se apoderaba de ella. Cada paso que daba, cada segundo que pasaba, la hacía sentir que el tiempo se le escapaba. Porque, por primera vez desde que despertó fuera de su cuerpo… Temía no volver nunca.
Cuando llegaron al departamento de Sango, Inuyasha se detuvo frente a la puerta y se giró hacia Kagome con seriedad.
—Antes de entrar, dime algo que solo Sango sabría sobre sí misma o tu.
Kagome parpadeó.
—¿Para qué?
—Si quiero convencerla de que te he estado viendo, necesito pruebas. Algo que nadie más sepa.
Kagome se mordió el labio, pensativa.
—Bueno… su segundo nombre es Akari, pero lo odia, así que nunca lo usa.
Inuyasha arqueó una ceja.
—¿Akari?
—Sí.
—Bien. ¿Algo más?
Kagome trató de recordar detalles personales.
—En tercer grado, decía que era Akane de Ranma .
Inuyasha se cruzó de brazos con diversión.
—¿Sango? ¿De verdad?
—¡Era una niña!
—Está bien, pero necesito algo jugoso, algo que nadie más sepa.
Kagome frunció el ceño, claramente incómoda.
Después de un momento, suspiró y murmuró:
—Cuando tenía 18 años… perdió su virginidad con un tipo que conoció en una fiesta.
Inuyasha levantó una ceja.
—¿Y?
—Le decían "Roku". Era un libidinoso. No se sintió orgullosa de eso, así que nunca se lo dijo a nadie… excepto a mí.
Inuyasha asintió con un gesto pensativo.
—Eso servirá.
—¡No lo digas a la primera! —le advirtió Kagome.
—Será mi último recurso.
Tocó la puerta.
Sango abrió después de unos segundos.
—¿Sí?
—Soy Inuyasha Taisho —se presentó él—. ¿Puedo pasar?
Sango lo miró con desconfianza, pero asintió.
Mientras caminaban hacia la cocina, Sango lo observó con atención.
—¿Cómo conociste a Kagome?
Inuyasha improvisó rápidamente.
—Fui su paciente.
Kagome se llevó una mano al rostro.
—¿En serio?
—Ella me ayudó con mi enfermedad, pero ahora estoy mucho mejor —continuó Inuyasha—. Kagome creyó en mí.
Sango bajó la mirada, con los ojos llenos de lágrimas.
—Así era Kagome… —susurró—. Siempre ayudando a los demás.
Kagome sintió un nudo en la garganta.
—Sango…
Sango respiró hondo y levantó la vista.
—Por eso quiero pedirte… no, quiero implorarte que le des un poco más de tiempo. Sé que logrará recuperarse.
Kagome se acercó más a Sango, ansiosa.
—Sí, ¡hazlo! ¡Dame más tiempo!
Pero entonces, Sango bajó la mirada con una expresión sombría.
—Es demasiado tarde.
Kagome sintió un escalofrío.
—¿Qué quieres decir?
Inuyasha también frunció el ceño.
—¿De qué estás hablando?
Sango tomó aire, con la voz temblorosa.
—Ya firmé los papeles.
El mundo de Kagome se paralizó.
—No…
Sango dejó caer las lágrimas que había estado conteniendo.
—La desconectarán mañana… al mediodía.
—¡No, no, no! ¡Sango! —gritó Kagome con desesperación.
Inuyasha también se tensó.
—Estás cometiendo un error.
Sango lo miró con tristeza.
—No lo entiendes…
—¡Sí lo entiendo! Kagome está aquí, con nosotros.
Kagome lo miró con ojos llenos de pánico.
—¡No así, Inuyasha! ¡No te creerá!
Pero él estaba demasiado desesperado para pensar.
—¡Puedo verla! ¡Puedo hablar con ella! Me ha estado diciendo cosas!
Sango frunció el ceño, claramente incómoda.
—¿De qué estás hablando?
Inuyasha respiró hondo y soltó la información.
—Sé que tu segundo nombre es Akari, que eres intolerante a la lactosa, que de niña decías que eras Akane de Ranma …
Sango parpadeó, sorprendida.
—¿Cómo…?
Pero antes de que pudiera reaccionar, Inuyasha jugó su última carta.
—¡Y sé que cuando tenías 18 años perdiste tu virginidad con un tipo llamado Roku, un libidinoso al que odiabas!
El rostro de Sango perdió todo color.
Abrió los ojos como platos y se quedó completamente rígida.
—¿Q-qué dijiste?
Kagome también estaba en shock.
—¡No puede ser! ¡No tenías que decirlo así!
Sango se puso de pie de golpe, con la respiración entrecortada.
—¡Nadie sabía eso!
Se giró bruscamente y tomó un cuchillo de la cocina.
—¿¡Qué tipo de maniaco eres!?
Inuyasha retrocedió un paso, levantando las manos en señal de rendición.
—¡Espera, puedo explicarlo!
—¡Voy a llamar a la policía!
Sango lo persiguió por la cocina con el cuchillo en alto.
—¡Espera! ¡Sango, escúchame!
Pero ella estaba demasiado alterada para razonar. Inuyasha salió corriendo del departamento antes de que las cosas se pusieran peor. Bajó las escaleras de dos en dos y no dejó de correr hasta que llegó a un parque cercano. Se apoyó en una banca, con las manos en las rodillas, intentando recuperar el aliento. El viento fresco de la noche acariciaba su rostro sudoroso.
—Eso… —dijo una voz a su lado— fue un desastre.
Inuyasha giró la cabeza y vio a Kagome de pie junto a él, con los brazos cruzados y una expresión resignada.
—Sí, ya sé…
Kagome suspiró y se sentó en la banca junto a él. Por un momento, se quedaron en silencio, viendo la vida continuar a su alrededor. En la distancia, una familia jugaba en el césped. Un hombre y una mujer corrían detrás de dos niños pequeños, riendo juntos, disfrutando del momento. Kagome bajó la mirada, con un atisbo de melancolía en su rostro.
—Me hubiera gustado tener eso —susurró.
Inuyasha la miró de reojo.
—¿Qué cosa?
Ella esbozó una sonrisa triste.
—Una familia. Ser madre.
Inuyasha sintió un pequeño apretón en el pecho. Le sostuvo la mirada y le dijo, con sinceridad:
—Habrías sido una gran madre.
Kagome sonrió con ternura. Pero su expresión se nubló.
—Lástima que ya no sucederá.
Inuyasha negó con la cabeza.
—No hables en pasado.
Ella lo miró con incertidumbre.
—¿Por qué no?
Él respiró hondo y se puso de pie.
—Porque aún debe haber algo que podemos hacer.
Kagome frunció el ceño, confundida.
—Tengo una idea. Sígueme.
Y sin esperar respuesta, empezó a caminar con paso decidido.
Las campanillas en la puerta sonaron cuando Inuyasha y Kagome entraron a la librería esotérica donde habían estado antes. El ambiente olía a incienso y a papel viejo, y las luces cálidas iluminaban las estanterías llenas de libros sobre lo paranormal, hechicería y vidas pasadas. Detrás del mostrador, Shippo estaba sumido en la lectura de un libro grueso de tapas desgastadas. Levantó la vista al escuchar la puerta abrirse y arqueó una ceja con una media sonrisa.
—Vaya, vaya, si es mi amigo con su sombra personal.
Inuyasha resopló, cruzándose de brazos.
—Hola, Shippo.
Shippo cerró su libro con un golpe seco y apoyó los codos en el mostrador, mirándolo con interés.
—Déjame adivinar… ¿El espíritu sigue contigo?
Inuyasha asintió y miró de reojo a Kagome, quien estaba a su lado con los brazos cruzados.
—Sí, pero tenías razón. Ella no está muerta.
Shippo inclinó la cabeza, interesado.
—¿No?
—No —afirmó Inuyasha con seriedad—. Está en coma.
Kagome sintió un escalofrío al escuchar esas palabras de nuevo. Inuyasha continuó:
—Y su familia planea desconectarla mañana.
Shippo silbó bajo y negó con la cabeza.
—Eso sí que es una mierda.
Kagome asintió con una sonrisa amarga.
—Cuéntamelo a mí.
Shippo los observó con curiosidad, luego sonrió con picardía.
—Así que ahora ustedes dos están socializando.
Inuyasha giró la cabeza para ver a Kagome. Ella lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión, luego le dedicó una pequeña sonrisa. Inuyasha volvió a mirar a Shippo y se encogió de hombros.
—Nos… estamos aclimatando.
Shippo entrecerró los ojos con una sonrisa aún más grande.
—Claro, claro… Puedo notar ciertos sentimientos intensos de ella hacia ti, hermano.
Inuyasha arqueó una ceja, sorprendido, y miró de inmediato a Kagome.
—¿En serio?
Kagome abrió los ojos de par en par.
—¡¿Qué?!
Shippo solo encogió los hombros con diversión. Kagome lo fulminó con la mirada.
—Eso no es cierto.
Inuyasha la miró con una sonrisa ladeada.
—¿Ah, no?
—¡Por favor, concéntrense en lo importante! —exclamó Kagome, frustrada—. Pregúntale si hay algo que podamos hacer. Un hechizo, lo que sea.
Inuyasha rodó los ojos, pero obedeció.
—Shippo, ¿hay algo que podamos hacer para que su espíritu regrese a su cuerpo?
Shippo apoyó el mentón en su mano y negó con la cabeza.
—Esa es la pregunta equivocada.
Inuyasha frunció el ceño.
—¿Cómo que la pregunta equivocada?
Shippo se incorporó y se acercó un poco más.
—Normalmente, los espíritus se quedan en este plano porque tienen asuntos pendientes. Algo los mantiene aquí.
Kagome se quedó pensativa.
—¿Asuntos pendientes?
Shippo asintió.
—Sí, y ese es mi don.
—¿Tu don? —repitió Inuyasha, cruzando los brazos.
—Puedo sentir qué es lo que los retiene.
Inuyasha frunció el ceño.
—Entonces yo también tengo ese don, porque veo a Kagome.
Shippo negó con la cabeza.
—No, tú no lo tienes.
Inuyasha lo miró con escepticismo.
—Entonces, si no tengo el don, ¿por qué soy el único que puede verla?
Shippo sonrió levemente y se encogió de hombros.
—Exactamente ahí reside la respuesta.
Tanto Kagome como Inuyasha se quedaron en silencio.
El corazón de Kagome latió más fuerte sin razón aparente.
¿Por qué solo Inuyasha podía verla?
—Pero… —empezó Inuyasha, sintiendo que estaba al borde de una revelación—. ¿Qué significa eso?
Shippo chasqueó la lengua y sonrió.
—Hasta ahí puedo ayudarlos.
Inuyasha lo miró con frustración.
—¿¡Cómo que hasta ahí!?
—Si les dijera más, no funcionaría.
Inuyasha y Kagome intercambiaron una mirada. Shippo les había dado más preguntas que respuestas.
