Este fanfiction está inspirado en Inuyasha, obra original de Rumiko Takahashi. Los personajes, nombres y elementos del universo de Inuyasha no me pertenecen; todos los derechos son de sus respectivos creadores. Esta historia es una obra de ficción sin fines de lucro, escrita con el propósito de entretenimiento y sin intención de infringir derechos de autor
Capítulo 9
Una camioneta grande dobló la esquina y se detuvo frente al departamento de Inuyasha. El motor rugía suavemente mientras Miroku bajaba la ventanilla y asomaba la cabeza con una sonrisa confiada.
—¿Te pidieron mudarte sin avisarme, amigo?
Inuyasha ignoró la broma y caminó directamente hacia el lado del conductor.
—Cámbiate, yo manejo.
Miroku parpadeó con sorpresa.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque no tengo paciencia para tu manera de manejar.
—Mi manera de manejar es excelente.
Inuyasha lo miró sin expresión. Miroku suspiró y se deslizó al asiento del copiloto.
—Está bien, pero esto me huele raro. ¿A dónde vamos exactamente?
Inuyasha encendió el motor y arrancó sin responder de inmediato.
—A un hospital.
Miroku frunció el ceño.
—¿Por qué?
Inuyasha mintió sin titubear:
—Porque están en oferta las camas de hospital y siempre quise una.
Miroku entrecerró los ojos.
—Tú nunca quisiste una cama de hospital.
—Bueno, ahora sí.
—Uh-huh… —Miroku lo miró de reojo con desconfianza.
Desde el asiento trasero, Kagome observaba atentamente a Miroku. Había algo en él que le resultaba familiar, pero no lograba recordar de dónde.
—Se me hace conocido… —murmuró para sí misma—. Pero ¿de dónde?
Inuyasha conducía rápido, sorteando el tráfico con precisión. El hospital Shikon no Tama apareció a lo lejos, y Kagome sintió que su corazón latía con fuerza. No era miedo… Era algo más. Esperanza. El auto entró al estacionamiento con un movimiento brusco. Inuyasha no podía perder tiempo. Bajaron de la camioneta, y Kagome comenzó a darle instrucciones sobre cómo moverse sin ser detectados.
—Toma el pasillo de la derecha, cruza la doble puerta y baja por el ascensor de servicio.
Inuyasha asintió y siguió sus indicaciones sin dudar. Miroku, en cambio, se veía cada vez más confundido.
—Oye… ¿cómo diablos sabes por dónde ir?
—Tengo un excelente sentido de la orientación —respondió Inuyasha sin mirarlo.
Kagome bufó desde su lado.
—Por favor… siempre te pierdes en la ciudad.
Llegaron a un almacén grande, donde se guardaban suministros médicos. Inuyasha se movía con rapidez, tomando lo que Kagome le decía que necesitarían. Mientras lo hacía, Miroku se cruzó de brazos y lo observó en silencio. Algo no cuadraba.
—Dime la verdad…
Inuyasha no lo miró.
—Ya te la dije.
Miroku chasqueó la lengua y lo miró fijamente.
—¿Todavía sigues viendo a tu amiga imaginaria?
Inuyasha se detuvo por un segundo antes de seguir tomando cosas.
—No es imaginaria.
Miroku suspiró, apoyándose contra una de las cajas.
—Ya, claro.
Se inclinó hacia adelante y miró fijamente a Inuyasha.
—Si no es imaginaria… entonces dime, ¿qué estoy haciendo con mis manos detrás de mi espalda?
Inuyasha apretó los dientes.
Kagome sonrió con picardía y se colocó detrás de Miroku.
—Levanta un dedo.
Inuyasha miró fijamente a Miroku.
—Uno.
Miroku levantó una ceja.
Kagome levantó dos dedos más.
—Tres.
Los ojos de Miroku se entrecerraron. Kagome levantó cinco, luego seis.
—Cinco… no, seis.
El ceño de Miroku se frunció. Algo estaba pasando. Y entonces, con una sonrisa maliciosa, levantó las manos y hizo una seña obscena con los dedos.
Kagome se cubrió la boca con horror.
—¡Inuyasha, está haciendo algo asqueroso!
Inuyasha frunció el ceño y lo fulminó con la mirada.
—¡Miroku, no seas un imbécil!
Miroku dio un paso atrás, realmente sorprendido. No había forma de que Inuyasha pudiera saber eso.
—No puede ser…
El tono de su voz había cambiado. Ahora sonaba genuinamente impactado.
—¿En serio hay alguien ahí?
Inuyasha lo miró con dureza.
—Sí.
Miroku tragó saliva. Aún con dudas, asintió lentamente.
—De acuerdo… supongamos que te creo.
Respiró hondo y lo miró con intensidad.
—Pero dime algo… ¿Por qué haces todo esto por ella?
Inuyasha se quedó helado. Miroku lo miraba esperando una respuesta lógica. Pero no había lógica en lo que estaba haciendo. No había un plan bien estructurado. Solo estaba actuando. Impulsado por algo que no había querido admitir hasta ahora.
—Porque… —empezó a decir, pero su voz se quebró un poco.
Inhaló profundamente, sintiendo cómo su corazón latía rápido y fuerte. Levantó la vista. Kagome lo miraba fijamente.
—Porque la amo.
La respuesta salió de sus labios sin que pudiera detenerla. Pero en el momento en que lo dijo… Supó que era verdad. Kagome dejó escapar un pequeño jadeo, sus ojos se llenaron de lágrimas. Inuyasha giró su cuerpo completamente hacia ella. Y con toda la sinceridad del mundo, repitió con voz suave:
—Te amo, Kagome.
Kagome llevó una mano a su pecho, como si su corazón pudiera salirse de su cuerpo.
—Inuyasha…
Su nombre salió en un susurro lleno de emoción. Él la miró con ternura, con la más absoluta convicción.
—Es la verdad.
Su expresión se volvió intensa.
—Y por eso… no puedo perderte.
Miroku lo observó en silencio.
Ya no tenía dudas.
—Está bien… —dijo, con una sonrisa cansada.
Suspiró y miró a Inuyasha.
—Dime qué tengo que hacer.
Los pasillos del hospital Shikon no Tama estaban en calma.
El sonido de los monitores y el murmullo lejano de las enfermeras era lo único que rompía el silencio de la madrugada.
Dos figuras vestidas con batas blancas y cubrebocas se movían con discreción por los pasillos.
Inuyasha y Miroku avanzaban con confianza, cargando todo lo necesario para trasladar a Kagome sin levantar sospechas.
Pero cuando ambos llegaron a la habitación y se colocaron a cada lado de la cama…
Miroku se quedó helado.
Su expresión pasó de ser despreocupada a una mezcla de shock y reconocimiento.
—No puede ser… —susurró, mirando fijamente a la joven inconsciente—. Kagome Higurashi.
Inuyasha frunció el ceño, sorprendido por su reacción.
—¿De dónde la conoces?
Miroku desvió la mirada, como si no supiera bien cómo responder.
—Es la mejor amiga de Sango… la mujer con la que he empezado a salir, aunque ya conocía a Sango de antes, si es que sabes a lo que me refiero.- dijo con un tono coqueto
Inuyasha parpadeó, pero Kagome fue más rápida en hacer la conexión.
Sus ojos se abrieron con sorpresa.
—¡Espera un momento! —le dijo a Inuyasha—. Él es Roku.
Inuyasha giró la cabeza hacia Miroku, procesando la información.
—¡¿Tú eres Roku?!
Miroku palideció.
—¿¡Quién te dijo ese nombre!?
—Kagome.
Miroku se quedó sin aire.
—Nadie me llama así desde la universidad…
Su expresión cambió de incredulidad a certeza en un instante. Ahora sí creía que Kagome estaba ahí.
—Kagome… era la chica con la que ibas a salir esa noche.
Inuyasha y Kagome lo miraron con pura sorpresa.
—¿Qué? —preguntó Inuyasha.
Miroku tragó saliva.
—Esa noche que me cancelaste la cita que te había organizado, era a Kagome a quien ibas a conocer, ella tampoco pudo asistir
Kagome sintió un escalofrío. Inuyasha se tensó.
—Porque…
Miroku cerró los ojos al darse cuenta de todo.
—Porque tuvo un accidente esa noche.
Kagome y Inuyasha se voltearon a ver. El peso de la revelación los golpeó con fuerza. Desde esa noche… debieron haberse conocido. Era como si el destino hubiera intentado unirlos. Y por alguna razón… Eso los mantenía conectados. Inuyasha sintió un nudo en la garganta.
—Es por eso… que yo puedo verte.
Kagome se cubrió la boca con las manos, sintiendo una oleada de emociones intensas. Pero no había tiempo para procesarlo. Tenían que sacarla de ahí, ahora. Miroku sacudió la cabeza y se enfocó en lo importante.
—Vamos.
Ambos trabajaron rápidamente. Con mucho cuidado, cambiaron a Kagome de cama sin desconectar su máquina de ventilación. Inuyasha se asomó al pasillo para asegurarse de que nadie los viera.
El camino estaba despejado. Era ahora o nunca.
—Vamos —susurró.
Comenzaron a empujar la camilla por el pasillo, intentando parecer lo más naturales posible.
Pero entonces…
Un guardia los vio, frunció el ceño.
—¿A dónde llevan a esa paciente?
Inuyasha aceleró el paso. Miroku lo siguió sin decir una palabra. El guardia sospechó aún más.
—¡Deténganse!
Y entonces…
Corrieron.
El guardia comenzó a perseguirlos. Sus pasos resonaban con fuerza por los pasillos. La persecución había comenzado. Miroku empujaba la camilla lo más rápido posible, pero no era suficiente. Otro guardia apareció de la nada y tacleó a Miroku con fuerza, haciéndolo caer al suelo.
Inuyasha quedó solo.
—¡Miroku!
Pero no podía detenerse, no podía perder a Kagome. Corrió con todas sus fuerzas, empujando la camilla hacia la salida…
Hasta que otro guardia lo alcanzó y lo derribó violentamente. Inuyasha cayó al suelo con fuerza, jadeando por el golpe. Y entonces sintió algo en su mano.
Cuando la levantó… Era el tubo de oxígeno. El tubo que debía estar conectado a Kagome. El monitoreo cardíaco comenzó a sonar cada vez más lento.
—No… —susurró Inuyasha, con los ojos muy abiertos.
El sonido se hizo más débil. Cada pitido era más espaciado.
Hasta que…
Un sonido largo y constante inundó la habitación.
El espíritu de Kagome se empezó a desvanecer poco a poco hasta que ya no estaba ahí. La línea estaba recta. Inuyasha quedó paralizado.
No.
Los guardias intentaron sujetarlo de nuevo, pero él se soltó con fuerza.
—¡KAGOME!
Se lanzó sobre la camilla, sin pensar.
La tomó entre sus brazos.
—No… por favor, no.
No podía perderla, no así. Con desesperación absoluta, se inclinó sobre ella y le dio un tierno beso. No sabía si lo hacía para salvarla… o para despedirse.
Su mano temblorosa tocó su mejilla.
—No te vayas…
—¡KAGOME! —lloró Sango, cayendo de rodillas junto a la camilla.
Las lágrimas corrían por sus mejillas. Los guardias lo apartaron a la fuerza, alejándolo de ella. Inuyasha no se resistió, porque no tenía fuerzas.
La había perdido.
Pero entonces… Lo impensable sucedió, el monitor sonó una vez. Luego otra vez. Y otra. Los guardias soltaron a Inuyasha, atónitos. Sango dejó de llorar, mirando el monitor con incredulidad.
Kagome estaba viva.
Inuyasha se acercó con el corazón latiéndole con fuerza. Su cuerpo se sentía como si estuviera en un sueño. Y entonces, ella abrió los ojos, Kagome parpadeó lentamente, desorientada. Inuyasha se inclinó sobre ella, con el alma en un hilo. Su mano temblorosa tocó su mejilla con suavidad.
—Hola, Kagome…
Ella lo miró, con los ojos pesados y la voz débil.
—Hola…
Inuyasha sonrió, sintiendo que el aire volvía a sus pulmones. Pero entonces, ella frunció el ceño.
—¿Te conozco?
Inuyasha sintió que su corazón se rompía en mil pedazos.
—Soy Inuyasha…
Pero no hubo reconocimiento en su mirada. Kagome giró su cabeza hacia Sango, con expresión confusa.
—Sango… ¿quién es él?
Inuyasha sintió que su mundo se derrumbaba. La había salvado, pero al mismo tiempo…La había perdido. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y se marchó. Sintiendo que nunca antes había estado tan vacío.
