A pesar de la imponente presencia del astro rey y su perseverancia por acaparar toda la atención, un rayo de luz celeste y delicado se abre paso por la antigua piedra del gran salón. Acaricia de una forma tan perezosa como juguetona las grietas naturales que ha formado el tiempo en cada uno de los pesados bloques que conforman el suelo, traza con un cuidado excesivo aquellas marcas provocadas por las acciones de otros, se pasea de norte a sur, haciéndose desear, tonteando un poco más de lo necesario con la paciencia de los presentes. Finalmente llega al lugar indicado, al punto contrario al que los cinco inmortales presentes esperaban.
Haciendo que alguno de sus rebeldes mechones blancos cayeran hasta tapar levemente su vista, el guardián de la diversión frunce levemente el ceño con una expresión infantil que iba muy de acuerdo con su joven rostro.
—Eso es nuevo —comenta por lo bajo, dando un salto para avanzar al punto donde la luz se había detenido, mientras la guardiana de las memorias revolotea cerca del muchacho para seguir su ritmo, el guardián de la esperanza y el guardián del asombro se mantienen algo titubeantes, pasando su peso de un pie a otro, mirando de reojo al primer eterno, al guardián de los sueños.
Ven como juguetea con sus pequeñas manos amarillas, ven el torbellino de brillante arena formándose de forma involuntaria sobre su cabeza, ven el leve temblor de sus piernas y, finalmente, observan en completo silencio como se sacude de arriba abajo para quitarse el nerviosismo de encima y así avanzar hacia el mensaje del Hombre de la Luna.
Se encaminan mediante pasos temblorosos y pesados, Norte es plenamente consciente de que sus compañeros podrían ser mucho más rápidos, mucho más de lo que los dos guardianes más jóvenes, pero avanzan por la piedra y las alfombras a su ritmo, incluso si se ven torpes y delicados al hacerlo. La estela de luz celeste por un momento se desvía para posarse sobre sus ojos, causando un leve irritación en todos ellos, un recuerdo, doloroso e injusto, de que no tienen todo el tiempo del mundo, de que sus órdenes se tienen que cumplir y que no quiere seguir esperando.
Al estar los cinco eternos reunidos alrededor de la brillante estela, un grave estruendo resuena por todo el taller de Norte, por unos momentos, los dos trozos de piedra unidas artificialmente parecen estar a punto de caerse, pero todo lo que se pierde en el vacío el grava y polvo acumulado. Las dos piezas se mueven lentamente a causa de su mecánica antigua, de todos esos años sin uso, descienden unos centímetros y luego se separan arrítmicamente, trabándose, entrando y saliendo bruscamente hasta que se quedan completamente ocultas por la oscuridad. Del agujero que habían creado, lo primero que aparece es un nuevo estruendo mecánico, cansado y grave. La desigual sinfonía creada por los llantos de los carcomidos engranajes inunda cruelmente las mentes de los cinco inmortales. Aprietan como pueden sus orejas para tapar la bulla cuando alguna parte de la máquina falla y sus partes resuenan como los chillidos de dolor de alguna inocente criaturilla, incluso por un momento el guardián de la diversión se voltea preocupado hacia la única mujer del grupo para contar las haditas que acompañaban su figura. Suspira aliviado al confirmar que ninguna de las criaturillas había terminado, de alguna extraña manera, atrapada entre toda la pesada maquinaria.
Un viejo atril de piedra lleno de polvo se eleva junto al insufrible sonido de la máquina, a diferencia del atril principal, este no es un precioso cristal que deslumbra con los mismo tonos que las estelas lunares. Es un trozo de metal destrozado y partido a la mitad, con finos filamentos siendo lo único que mantenía unidas las dos partes, la forma que traza la luz lunar se dibuja a través de los espacios entre cada filamento.
—¿Qué es todo esto? —pregunta finalmente Jack Frost, el guardián más joven, pasando su mano libre por su nuca—. ¿Está eligiendo un nuevo guardián o qué ocurre?
—No… no está eligiendo a nadie —suspira abrumado Norte, sintiendo una horrible presión en su estómago—. Es un aviso, Jack, una advertencia.
La estela se deforma violentamente, moviéndose de un lugar a otro, chocándose con cada filamento, sacudiéndose de manera que incluso llegó a cegar por unos segundos a algunas pequeñas hadas que acompañaban al Hada de los Dientes. A aquel pequeño caos le toma unos largos segundos hasta que finalmente una primera imagen clara se presenta ante los cinco guardianes.
Un copo de nieve que se extendía y extendía por todo el mundo, congelando el globo terráqueo hasta partirlo en miles de pedazos.
—Un espíritu invernal —murmura el Conejo de Pascua, con el ceño fruncido por la preocupación. Lo único que alivia a Jack, que se siente culpable en ese momento, es que su relación con el resto de eternos ha mejorado tanto que ni uno solo de ellos hace amago de mirarlo con desconfianza. El único motivo por el que Aster se fija en Jack es para seguir explicándole la situación—. Hay espíritus de todo tipo naciendo en todo momento, criaturas que no son resucitadas necesariamente por el Hombre de la Luna, sino por cualquier otra entidad con el poder suficiente. Hay ocasiones, muy pocas, en las que estas criaturas despiertan con un poder peligroso que advierte al Hombre de la Luna sobre el peligro que traerán.
—El Hombre de la Luna ha llegado a recibir muchos avisos incluso antes de que nos eligiera a nosotros como guardianes —continúa Norte, con una seriedad que jamás había usado delante de Jack, por lo que el joven guardián, superado por todas las nuevas emociones, no puede evitar retroceder con algo de pánico al ver como el copo de nieve creado por luz de luna sigue flotando entre el metal—. El último aviso que recibió fue el que anunciaba el nacimiento de Pitch… así que ya te puedes hacer una idea a qué nos estamos enfrentando, Jack.
Se remueve de pieza a cabeza, tanto que pierde algo de control sobre su cuerpo y se ve obligado a aterrizar de regreso al suelo de piedra, a apoyarse en su cayado de madera congelada. Mantiene su sonrisa, a la fuerza, en su pálido rostro, e intenta soltar una risilla que intenta ser burlesca pero termina siendo nerviosa y aguda.
—Bueno, le dimos una buena paliza a Pitch —les recuerda con falsa tranquilidad—. Podemos con lo que sea que esté a punto de venir.
Como para demostrar lo equivocado que estaba, la estela de luz vuelve a deformarse con la misma violencia de antes, tomando entonces la forma de una llama ardiente que incluso genera algo de calor en los rostros inmortales, que se mueve de norte a sur por el metal hasta que toma la forma de una salamandra diminuta que escupe una llamarada contra Sandman. Una nueva variación se produce antes de que los guardianes pudieran comprender que ocurría, ahora un torbellino de luz se genera entre los filamentos del metal, un torbellino diminuto para poderoso que tira al suelo todos los juguetes que estaban siendo construidos en ese momento. Le sigue entonces una criatura amorfa que se mueve de filamento a filamento, que va salpicando con cada salto hasta mostrar la figura de un chorreante corcel enfadado. Y mientras Norte ordena a los yetis que tomen sus herramientas más importantes y salgan de aquel nivel del taller, una nueva deformación de la luz se genera, mostrando en esta ocasión piedras que se van uniendo hasta formar seres monstruosos que rugen furiosos.
La luz vuelve a temblar, vibran como una bomba a punto de estallar, choca con cada filamento furiosamente hasta que logra romper unos cuantos, provocando que el metal se separa aún más. Las cuatro imágenes vuelven a parecer, el torbellino de aire que intenta quitarles el aire, el corcel que trae consigo un indomable oleaje de luz, la salamandra que amenaza con quemarlo todo y las bestias de roca que hacen temblar todo el taller. Corren entre los filamentos juntos, destrozando más puntos de unión a su descontrolado y caótico paso, provocando un ruido insoportable hasta que sus figuras se funden en una cegadora luz que, poco a poco, va alzándose entre los pocos filamentos que quedan dibujando la fina figura de una humana.
De facciones delicadas y tiernas, de escuálido cuerpo y larga melena, con una sonrisa algo presumida extendiéndose por su deslumbrante rostro.
Aunque no tiene forma de saberlo, Jack se da cuenta que su nombre resuena por su cabeza, y seguramente por la cabeza de todos los demás, porque todos pronuncian aquellas silabas casi al mismo tiempo.
—Elsa de Arendelle.
Norte choca su puño contra su palma contraria en cuanto la luz finalmente desaparece y el atril con el metal destrozado vuelve a su oscuro escondite.
—Tenemos trabajo que hacer, y de inmediato —dice con firmeza, apresurándose a dar pasos lejos de aquel punto en su taller, obligando al resto a apurar el paso para seguirle el ritmo—. La última vez que un aviso como este se ignoró tuvimos toda la calamidad que significaba la existencia de Pitch, hay que frenarle los pies antes de que tenga demasiado poder. Toothiana, que tus haditas la ubiquen de inmediato, Sandman, asegúrate de que sueñe muy profundamente para cuando vayamos a por ella, no tenemos tiempo que perder, ni tan siquiera para una rápida pelea. Aster, Jack —se detiene bruscamente, provocando que el temblor regrese al cuerpo del joven guardián, un temblor lleno de la misma emoción que Aster se negaba a mostrar—. Preparaos —es lo único que les dice a esos dos antes de retomar su apresurado caminar.
