THE GREAT WAR

—Está muerta.

Los murmullos se elevan. Escuchas más que entiendes las palabras. ¿Alguien ha muerto? No. No es posible. Ella no.

La próxima vez que nos veamos nos habremos librado de él.

Eso le habías dicho, recuerdas, aún en la bruma de tu incredulidad. Sientes la garganta rasposa y parece que te hablan. Voces ¿De quién? Miras a tu alrededor, y las miradas de lástima que te regresan solo avivan tu desconcierto: son las mismas que te dedicaron cuando tu padre murió enterrado en las minas.

Recuerdas esta sensación. La impresión de ahogamiento, la amargura trepando desde la punta de tus pies y haciendo un hueco en tu pecho, reemplazándolo con algo negro y viscoso que te impedía respirar. Tu hermana. La persona que te cantaba nanas hasta que pudieras dormir en medio de una fiebre especialmente intensa, a la que tú siempre volteabas cuando querías compartir las pequeñas alegrías que podían permitirse en su distrito. Estaba muerta.

En tu camino a la oficina de mando, tenías la inquietante sospecha de que muchos trataban a Katniss como a alguien egoísta, que manipuló a Coin con sus condiciones y sus demandas para, finalmente, aceptar ser parte activa de la guerra. Esas personas no podían estar más equivocadas, pensabas, porque todo lo que Katniss hacía, lo hacía desde el amor.

El amor a ella, cuando se presentó voluntaria para sus primeros juegos; por amor a Peeta, cuando fue innegable que su cariño y preocupación iban más allá de la pretensión televisiva. Y por amor a Panem, cuando decidió convertirse en el sinsajo.

A pesar de todo, confías en el 13, confías en las personas y aunque las lágrimas queman detrás de tus párpados, las hiedras en tu pecho se estrechen y no puedas respirar, agradeces cuando Coin te autoriza a ir en primera fila con los demás agentes sanitarios al Capitolio. Después de todo, Prim siempre ha manejado su dolor de la mejor forma que puede: curando a los demás.

Asimismo, sería una forma de honrar el sacrificio de su hermana.

En lo más profundo del prado, allí, bajo el sauce,

hay un lecho de hierba, una almohada verde suave,

recuéstate en ella cierra los ojos sin miedo,

y, cuando los abras, el sol estará en el cielo.

Los ojos de un agente de la paz te miran horrorizados, sus piernas han volado en pedazos y está hundido en un charco de color escarlata tan profundo que casi parece negro. Sostienes su mano, la punta de tu trenza rubia, idéntica a la de tu hermana, roza su ensangrentada mejilla. Susurras cortas palabras tranquilizadoras en medio del caos hasta que la presión que ejerce sobre tu mano se desvanece, así como su vida.

Este sol te protege y te da calor,

las margaritas te cuidan y te dan amor,

tus sueños son dulces y se harán realidad

y mi amor por ti aquí perdurará.

Continúan avanzando, los rebeldes tomando rápidamente el control del Capitolio y a puertas de la mansión de Snow. Tratas de aislarte de los llantos, la desesperación perenne del aire, y te enclaustras en una burbuja en donde solo existen tú y tu objetivo: las víctimas a quienes debes ayudar.

Ahogas un grito, la sacudida de una retahíla de bombas sacude el suelo y te hace perder el equilibrio, te aferras a tu dispensario de primeros auxilios y tratas de ver entre la nube de polvo una escena que te hunde el corazón: decenas de niños mutilados, unidos en una barricada humana entre las puertas de la mansión y los demás, enterrados entre los escombros y la miseria humana.

No pierden tiempo, tu equipo y tú se echan a la carrera para auxiliar a los damnificados. Te centras en un niño que no pasa de los cinco años, y te quitas la chaqueta para protegerlo del mundo.

En lo más profundo del prado, bien oculta,

hay una capa de hojas, un rayo de luna.

Olvida tus penas y calma tu alma,

pues por la mañana todo estará en calma.

Este sol te protege y te da calor,

las margaritas te cuidan y te dan amor.

No sabes por qué, pero la parte inferior de tu cuello se eriza, un cosquilleo de reconocimiento se abre paso entre la bruma de tu concentración y es entonces, justo antes de alzar la vista, que la escuchas:

—¡PRIM!

La adrenalina te atraviesa el cerebro y las venas como el veneno de las rastrevíspulas, el avistamiento del arco que esa figura en colores negros y azules oscuros te hace estallar en reconocimiento, y una emoción salvaje, mezcla de euforia y consuelo, te empuja a querer ir en su encuentro, porque no puedes creer que tu hermana esté viva, que esté llamándote y que esté a pocos metros de distancia.

Si Katniss estaba viva, entonces todo estaría bien.

Tus sueños son dulces y se harán realidad,

y mi amor por ti aquí perdurará.

Un segundo después, tratas de pronunciar su nombre, queriendo atraparla y ponerla en algún lugar donde nadie le haga daño, y es tal vez porque estabas tan concentrada en su rostro, en no perderla nunca más de vista, que no observas cuando un nuevo enjambre de paracaídas cae sobre ti.

Lo último que ves es el semblante desconfigurado de terror de tu hermana y su voz tratando de alcanzarte, tal y como hizo hace más de un año, cuando Effie Trinket sacó tu nombre de las urnas de cristal.

Solo que esta vez, no puede protegerte.

.

.

.

.


¡Hola! Vuelvo después de algunos años con un pequeño one shot desde el punto de vista de Prim, lo escribí en menos de una hora, y no sé si será mi mejor escrito considerando que me siento algo oxidada, pero no podía dejar pasar la inspiración después de leerme otra vez la saga de los Juegos del Hambre y una de las escenas que más me rompió el corazón: la muerte de Prim :c

Mil gracias por sus visitas, sus críticas constructivas y por resurgir al fandom de los HG.

3 3