Capítulo 2: Una relación desconocida
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No es que no le importase su nalga, lo hacía. No quería que quedase ninguna pequeña cicatriz que le recordase al demoníaco perro que lo mordió, pero...
—Ya está —Aki Shoko le sonrió al cantante, y le ofreció el asiento extra acolchado que preparó especialmente para la comodidad de sus glúteos.
Sho tragó una vez más su orgullo y, apretando un puño, fue y se sentó sobre los cojines con plumas de ganso.
La sonrisa de Shoko se agrandó al ver que el cantante obedecía sin rechistar. Se sentó en su asiento y marcharon rumbo al hospital.
La madrugada de hace unos días, luego de que a Sho lo llevasen al hospital con el trasero herido por la mordedura del perro, Shoko había acudido pesarosa y culpable por todo lo que el cantante había sufrido. Después de ese día Shoko se había redimido de su culpa, cuidando el par de nalgas como si estas fueran valiosas, y Sho, sin tener más opción, aceptó cada una de sus demandas. No porque le complacía, sino porque a cada oposición, Shoko se enfurecería y comenzaría a reprenderlo como si fuese un niño.
La herida no había sido pequeña, sangró mucho, pero se estaba curando, y ese día sería la última revisión de la herida, y una inyección más de la vacuna antirrábica.
Solo será unos minutos...Solo será unos minutos...
Se repetía Sho, pero no pudo evitar refunfuñar por lo bajo, molesto de acudir al hospital. Su médico había cambiado su agenda en último momento, y éste le pidió ir hasta allí porque estaría muy ocupado.
En cuanto llegaron, se puso una gorra, las gafas de sol y un tapabocas. Cómo si ya no estuviese avergonzado con solo ir a Akatoki, ¿ahora tenía que ir en un lugar tan público?
Caminó a pasos acelerados, esquivando ágilmente a cada quien se interpusiese en su camino. Shoko iba casi al trote, y cuando le pudo alcanzar, él ya estaba con el médico, apurándolo para que fuera aún más rápido. La herida fue inspeccionada tras las cortinas, y le puso rápidamente la vacuna.
—Vamos, Shoko —dijo Sho, sin siquiera despedirse de su médico, mientras éste último solo sonrió a la bella manager que le dirigió unas palabras de despedida.
Shoko caminó apresurada tras él, pero de repente el rubio se detuvo, y ella chocó contra su espalda.
—¿Sho...? —Extrañada, esquivó su alta silueta y miró, sorprendida, la razón de su detención— ¿Reino de Vie Ghoul? ¿Qué hace aquí?
Volvió la cabeza y miró a Sho, preocupada por su furibunda expresión. Éste chasqueó la lengua y siguió el camino frente al vocalista, que se hallaba apoyado contra la pared, mirando su celular.
Shoko suspiró de alivio hasta que, sin saber la razón, Sho se volvió hacia Reino y lo agarró del cuello de la chaqueta.
—¡Sho! —exclamó agitada, y agarrando del brazo del rubio, le instó a que lo soltase sin obtener resultados.
—¿Qué es lo gracioso? —le gruñó Sho furioso.
Shoko pudo ver que Reino tenía una leve sonrisa que desaparecía expresando en su rostro su habitual indiferencia; le miraba a Sho de arriba abajo, como si recién le hubiese reconocido.
—Fuwa Sho —mencionó el vocalista, y Sho entonces le soltó el cuello de la chaqueta—. ¿He hecho algo para enfadarte? —repuso curvando lentamente la comisura de sus labios en una sonrisa que mostraba diversión.
Sho gruñó y cuando estuvo por desistir y dar vuelta para largarse, debido a las exigencias de su manager, Reino habló.
—¿Creíste que me reía del incidente con el perro? —exhaló un resuello y negó con la cabeza—. El complejo por tus nalgas es más severo de lo que imaginé.
El rostro de Shoko empalideció, y antes de que Sho se abalance sobre el vocalista, se interpuso en medio y lo retuvo con sus brazos. Reino se mostraba casi inmutable a la reacción del rubio, y Shoko sabía que lo que éste dijo era cierto: Sho era sensible cuando se tratase sobre ese tema.
Las vociferaciones y groserías no quedaron atrás, pero se detuvo cuando una puerta se abrió y Reino se volvió a quien estaba tras ellos.
—Ya estás —dijo impasible.
Entrevieron una silueta femenina, y cuando se giraron para ver bien de quien se trataba, expresaron la misma sorpresa que se reflejaba en el rostro de la joven. Ella llevaba un vestido que se ajustaba perfectamente a sus curvas, y sus mejillas estaban rojizas tal como el color de su prenda. Pasó solo segundos para que su rubor desapareciese y la palidez se hiciese lugar. Pero, lo más distintivo que a ninguno se los pasó por desapercibido, fue el apósito que cubría una herida en su frente.
—K-Kyoko, ¿qué haces aquí? —interrogó primero sorprendido, pero luego molesto de que ella se encontrase con ese imbécil.
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Su mirada paseó del rostro de Sho al de Reino, mostrando gran confusión y temor. Kyoko sudó frío en solo segundo. La combinación de ambos hombres era una bomba con cuenta regresiva a escasos segundos de explotar.
Su mente no lograba maquinar su próximo movimiento. Idear un plan sería imposible y tan solo un dolor de cabeza dada su condición. Lo único que lograba su mente era recordar los griteríos de Shotaro exigiendo una explicación, y a Reino, con sus fines maliciosos de fastidiar al Bastado número uno; él avivaría el incendio, y sabría bien cómo hacerlo. Tenía una amplia gama de chupetones y mordeduras, que se los mostrarías a él sin pestañear. Bastardo número dos era un desvergonzado, y con tal de ver a Shotaro expulsando lava hirviendo de su cabeza, él hasta le diría triunfante de que ella tenía sus fotos desnudo.
Tragó en seco.
Miró a Sho, y sus labios temblaron y se entreabrieron a punto de decir algo, pero en vez de eso, agarró del brazo a Reino, lo estiró, lo tiró dentro de la habitación y cerró con tal rapidez la puerta, que Sho ni su manager siquiera pudieron piar.
Kyoko echó la llave y reposó la espalda contra la puerta. Tenía agitada la respiración, y lo tuvo aún más cuando alzó el rostro y vio a Reino mirándola directo a los ojos.
Oyó que Sho vociferó una maldición, y luego comenzó a forcejear con el picaporte. No le dio importancia, y se pegó aún más a la puerta al ver que Reino se acercó un paso a ella.
—¿Por qué nos escondemos? ¿Temes por algo? —interrogó—. ¿Tal vez la opinión que tenga Fuwa Sho por lo que tenemos?
—No tenemos nada —acentuó escéptica y reacia a aceptar cualquier tipo de relación con él.
—¿No? — Kyoko apretó las manos, nerviosa por su intensa mirada—. ¿Que estuviese cerca de follarte como deseo no significa nada? —Kyoko dejó de respirar, pasmada por la crudeza de sus palabras, y escandalizada por el calor que sintió concentrarse en el bajo vientre.
—No...No fue así —murmuró ella, hecha un manojo de nervios—. Yo no dejaría que tú...
—Kyoko... —Se acercó aún más a ella. Se quedó mirándola en silencio, pensando, mirándola como si buscase entender un enigma difícil de descifrar—. ¿Hace falta repetirlo? A pesar de que digas que no lo harías conmigo, sé lo mucho que tú...
Una mano cubrió su boca abruptamente, y Reino se mantuvo mirándola. Kyoko estaba rojísima, y ladeaba la cabeza para evitar su mirada.
Impulsivamente llevó una mano a su cintura, y Kyoko volvió su cabeza, furiosa.
—No me toques —gruñó cogiendo su mano y apartándolo a un lado con brusquedad.
Estaba con las mejillas sonrojadas, tenía la respiración entrecortada y sus ojos reflejaban pánico y perturbación.
El ruido que tanto se oía tras la puerta paró.
Con lentitud, Reino fue llevando una mano hacia su mejilla, mientras la miraba a los ojos, como si fuese un gato asustadizo a quien intentaba calmar.
—Estás demasiada alterada —susurró y cuando logró tener sus dedos en su mejilla, comenzó a acariciarla con cuidado—. Tranquila..., Kyoko.
Kyoko tomó su mano y la apartó. Respiró hondo un par de veces. Su expresión cambió radicalmente.
—No le digas nada a ese bastardo...—murmuró entre dientes, mientras sus ojos le miraron desafiante—. Ladra una palabra y te arrepentirás.
Reino miró sorprendido, pero entonces decidió seguirle el juego. Curvó la comisura de sus labios, y apoyó las palmas de las manos en la puerta, a cada lado de su cintura, bajando su rostro hasta su oreja.
—¿Y perderme el rostro de Fuwa distorsionarse aún más de la rabia? Dime que ganaré yo con todo esto.
—Nada —contestó temblorosa, nerviosa de su cercanía—. Tengo tus fotos—le recordó. Sabía que no funcionaría, pero tenía que intentarlo.
—Mmmm... Podría mostrarle en vivo lo mucho que disfrutaste poseyendo mi cuerpo —Tentado, acercó el rostro a su cuello, e inhaló su aroma, sin tocarla, pero demostrando lo mucho que lo deseaba.
—¿Acaso no puedes dejar de actuar como un perro en celo por un segundo? —preguntó acalorada, sintiendo que el pánico regresaría si lo tenía de nuevo cerca. Él la perturbaba, confundiéndola y haciéndola sentir cosas que no debería. Debía mantener la cabeza fría, y no dejar que la intimidase.
Él se incorporó, mirándola a los ojos.
—Cuando se trata de ti, no entiendo porque no puedo evitar actuar como uno, Kyoko —confesó serio—. Me fascinas.
Kyoko sintió que el calor se apoderaba de su cara, así que bajó la mirada, desesperada. ¿Por qué ese hombre sentía tanto deseo por ella? Aun no lograba entenderlo.
—No entiendo por qué me tienes así —continuó Reino, pensativo mirando a la nada—. Eres muy linda y más sensual de lo que jamás había imaginado, pero aun así ¿por qué me atraería tanto una mujer como tú?
Un tic nervioso atacó el ojo derecho de Kyoko, ¿debía tomarlo como un halago o como una ofensa?
—¿Qué quieres a cambio?—chilló impaciente, haciendo que él vuelva a mirarla. Cuando reparó la indudable respuesta a su propuesta, añadió apresurada— ¡Nada de eso!
—¿Qué es eso? —fingió, sonriendo e inclinándose para que su rostro quedase frente al de ella.
—Sexo —respondió ruborizada como un tomate.
—Cada vez menos mojigata —expresó con diversión—. Entonces...
—¡E-Eso tampoco!
Reino se apartó, frunció el ceño, y luego sonrió.
—Entonces no hay trato.
La tomó de la cintura, y Kyoko se quejó, pero él solo la apartó para abrir la puerta, y dejar al descubierto el rostro de Fuwa, que fue cogido desprevenido, intentando oír a hurtadillas.
El rubio dio un paso atrás, y fingió indiferencia, pero no pudiendo contener su rabia, apuntó con rostro despectivo a Reino.
—¿Qué demonios hacías con este tipo?
Reino vio con asombro y admiración cómo Kyoko ocultaba las emociones de las cuales hace solo segundos fue testigo. Ella dio un paso delante de él, expresando calma; como si el pánico que sentía antes se la hubiese llevado una ventisca de viento.
—Nada que te incumba, Shotaro —le dijo al rubio, impávida—. Ya nos íbamos —mencionó en voz alta, y cogiendo del brazo a Reino, le instó a que lo siguiese, pero la escasa, y última esperanza que tenía de escapar, se hizo añicos cuando él se quedó inmóvil.
Kyoko le miró a Reino, con ojos amplios, mostrando rabia y desesperación.
A Reino ya no le importaba tanto lo que dijese o sintiese Fuwa Sho. Informarle lo que tenía con Kyoko, con tal de ver su cara deformarse de la ira, no le complacería nada en comparación a lo que era tener los labios de Kyoko a su disposición. Poseer su cuerpo no sería una posibilidad sencilla, viendo la terquedad de Kyoko a ignorar el mismo e intenso deseo que él tenía de su cuerpo. No podría seguir sin tener un mínimo contacto con ella, reclamaría su boca, y lo lograría por cualquier medio.
—En realidad —dijo con lentitud Reino, deleitándose en cómo Kyoko intentaba mantener su falsa fachada de pasividad, mientras le castigaba apretándole con fuerza la muñeca—. Nosotros somos...
—Número dos —vociferó Kyoko, deteniéndolo.
—¿Número dos? —repitieron Shotaro y Reino. Uno con confusión y el otro con satisfacción.
—El número dos está bien —gruñó la actriz a regañadientes.
—Buena opción. Pero inaceptable si no hay sentimientos. —concedió con una sonrisa más amplia de lo normal—. Ya nos íbamos.
Y con eso dicho se adelantó. Kyoko enseguida lo siguió, aliviada pero a la vez molesta con esa respuesta que incluía sentimientos ¿A qué venía de nuevo lo de los sentimientos? Recordaba que hizo chocolates con los sentimientos de odio que tenía hacia él, pero ¿cómo quería que lo bese? ¿Con furia por haberla chantajeado, con gratitud por haberse quedado toda la noche con ella en el hospital, o con…?
—Sabes que la lujuria es la respuesta correcta, Kyoko —susurró un demonio cerca de su oído—. Un beso largo y húmedo, que lo deje sin respiración y con ganas de más.
Kyoko se mordió el labio inferior. Hace solo instantes estaba reacia a cualquier tipo de contacto físico con él, pero ahora, con ese beso que él le pedía, no podía evitar estar…ansiosa.
Se mareó, y se confundió por lo que sentía. No podía negarlo, el Beagle debía ser muy bueno besando, no había otra razón que justificase su impaciencia.
Bueno…Solo era un beso…Ya lo había besado muchas veces, no ocurriría nada con un beso más…¿no?
—Un beso largo y húmedo… —pensó mordiéndose de nuevo el labio inferior, mientras rememoraba la sensación de sus aterciopelados labios, y de su lengua deslizándose dentro de su boca con una sensualidad que hacía estremecer por completo su cuerpo.
—¡Kyoko!
Ella dio un brinco y soltó un chillido, como si le hubiesen pillado cometiendo algún delito.
Sus cejas fueron frunciéndose al ver que el rubio les había alcanzado y se había puesto frente a ellos.
Shotaro la miraba como si de verdad hubiese cometido un delito, y Kyoko sintió que la piel le picaba y ardía de la rabia. Esa expresión era la misma que utilizó cuando la humilló en TBM.
—¡¿Es que de verdad te acuestas con éste…
Shotaro de repente se detuvo, y Kyoko vio con estupor la razón, que se hallaba tras la espalda del cantante, irradiando un enojo jamás visto, ni pensado.
—Sho… —susurró Shoko en tono severo e imperativo.
Cuando vio la palidez y el silencio que aquello generó en Shotaro, estuvo por cantar victoria, pero entonces la mirada de su manager se desvió hacia ellos.
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Después de terminar con la llamada, tomó de inmediato un puro de la mesa, lo encendió y dio una profunda calada.
Frente a él, un rostro pesaroso se hallaba con la mirada perdida.
Exhaló el humo lentamente, y se sentó en el sofá, haciendo que el hombre enfrente alzase la mirada al percatarlo.
—No había esperado una oferta mucho más generosa que la anterior —dijo dejando el puro para coger una carpeta y leer su contenido—. Ellos quieren hacerla famosa incluso antes de seleccionar los protagonistas. Aunque Mogami-kun no adquiera el papel, todo esto la beneficiará sobremanera.
La falta de habla de su acompañante, hizo que exhale un pequeño suspiro. Sabía la condición en la que se hallaba, de la culpabilidad y los pesares que lo atormentaban. Habían hablado y arreglado ya todo lo relacionado al atropello con la policía. Que la noticia no saliese a la luz, fue una petición hecha por su manager, conociendo muy bien a Kyoko. Había sido difícil hacer que los medios no se inmiscuyan y hagan de ello una noticia, pero lo había logrado por el momento. La falta de una prueba circunstancial había sido un factor para que el atentado no esté en todas las pantallas. Aunque fuere así, lamentaba y le disgustaba que las cámaras no hubiesen servido para grabar el delito. Eran pocas las pistas que había para atrapar al criminal.
Dio vuelta una página, y lo miró de reojo.
—Aunque la confianza que tiene en que ella gané el papel de protagonista es más que evidente —dijo, continuando con el tema—. Takuma solo está uniendo los hilos para que ningún obstáculo se interponga en el futuro —sentenció lo último con un deje de sorpresa.
La pequeña sonrisa que percibió el presidente del manager, hizo que se detuviera en su lectura.
—También estoy sorprendido—dijo después de un largo rato Yashiro. Su expresión se había puesto seria mientras hablaba—. El director Takuma no parecía querer conciliar de alguna manera con Kyoko-chan.
—Fue el novio —dijo de repente Lory, pensativo.
—¿Perdón? —Yashiro le miró confundido.
—Fue un malentendido que al fin pudo aceptar como tal —continuó Lory, tomando el puro para dar un par de caladas—. Y también un novio, Reino de Vie Ghoul, un beneficio personal y lucrativo. Ahora él me instiga a que se gradúe de Love me.
Yukihito agrandó los ojos con sorpresa. Takuma Ito era un verdadero hombre de negocios, rápido y calculador.
—Pero, presidente, ¿usted sabía sobre Reino-kun? —preguntó extrañado por su falta de emoción sobre el tema. Tal vez también quería que se quedase con Ren.
—Sí, Mogami-kun me ha comentado algo —mencionó quitándole importancia—. ¿Qué te pareció él?
La curiosidad y el interés que demostró el presidente en sus ojos, descartó el hecho de que quisiese que quedase con Ren, y aunque él así antes lo quería, ahora ya no se entrometería. Reino-kun era una persona diferente a lo que pensó, y era Kyoko quien después de todo tomaba la decisión.
—Él la cuida muy bien—dijo mientras asentía con la cabeza—. Mi percepción de él ha cambiado completamente, arriesgó su vida por Kyoko-chan, él debe quererla mucho —mencionó con admiración —En realidad…es una buena persona—asintió una vez más y miró al presidente.
Lo notaba pensativo hasta que lo vio esbozar una débil sonrisa.
La conversación continuó ignorando ese tema y yendo a otros.
Era extraño no ver al presidente con inconmensurable emoción al escuchar sobre un amor tan fuerte que se enfrentaba incluso a la misma muerte. Pero Yashiro sospechaba la razón. El amor no era correspondido, y sabía que el presidente sentía lástima por Reino tal como él también lo hacía. Aunque lo desconocía, Kyoko hablaba de él como una relación pasajera e informal, mientras que Reino proclamaba ser su novio.
Algunos minutos después, se despidió y fue rumbo al departamento de Ren. Aunque no lo quería, debía ir para entregarle un nuevo libreto. En su mente pasó la opción de contarle lo sucedido con Kyoko-chan por si algún informe de repente fuese infiltrado. Sabía que a pesar de la mala relación que ahora ellos tenían, Ren aún la quería y se preocuparía por ella.
—Kyoko-chan...—miró el espejo retrovisor, y la recordó sentada atrás, estudiando el guion. Y luego se recordó a él, de su decepción por algo que aún siquiera sabía era verdad, de su desatención y de su incompetencia de algo que pudo haber resultado trágico.
Apretó el volante con fuerza, sintiéndose cada vez más culpable.
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