Capítulo 9: Confesión (II)
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Corría. Sus pasos resonaban en la calle con cada paso apresurado. Con una profunda respiración intentó calmar el sonoro resuello que salía de sus labios entreabiertos. Se tomó un pequeño descanso, pero al mirar la hora, apuró nuevamente la carrera hacia la cafetería que se hallaba cerca de LME. Debía ir junto a Takuma Ito, y luego pasaría a LME. El presidente la había citado una hora después.
Esquivó ágilmente a las personas que dificultaban su camino.
—¡KYOUKO!
—¿Kyouko?
Ladeó la cabeza, sus pies sin embargo tropezaron al instante en que desatendió. Cayó y lanzó un aullido del dolor por el golpe que recibieron sus rodillas. Jadeó y apretó la mandíbula. Se irguió enseguida. Sentada en el suelo, miró indiferente la sangre que brotaba de sus rodillas.
—¿Estas bien?
Alzó el rostro. Takuma Ito estaba parado frente a ella, buscando algo en el bolsillo de sus jeans. Al parecer algo con lo que pudiese curarla.
—Estoy bien, no duele. Disculpe que me haya retrasado...tanto...
Sus ojos se agrandaron de la sorpresa cuando vio que él ofreció una mano para ayudarla a levantarse.
—G-Gracias —dijo confusa—. Puedo levantarme sola.
Se levantó. Él la observaba fijamente. Desde que le conoció supo que aquello debía ser alguna clase de hábito. En algunas ocasiones se quedaba en silencio y la miraba de esa manera. Sus ojos azules parecían querer ver a través de ella cuando se quedaban así de fijos.
—Espérame un rato, ya regreso.
Él se marchó, y Kyoko le siguió con la mirada hasta que desapareció. Se apoyó en una pared, y cabizbaja, pensó en lo que sucedió hace varios minutos. Aún podía sentirlo en sus labios. Ver su rostro en cuanto lo dejó, le hizo sentir culpable. No podía leer sus expresiones, solo sentir sus ojos que la seguían en su camino de tomar algunas ropas y salir por la puerta.
Tsuruga Ren aparecía aunque no lo quisiese, aparecía en sus recuerdos los buenos y malos momentos. Y entonces, con todo el descaro, el Beagle se encargaba de hacerla vacilar. Ella era cruel. Lo sabía. Pese a que sabía de los sentimientos que el Beagle tenía por ella, creo una excusa de recompensarlo cuando le devolvió el beso, siendo que no fue más que su propio egoísmo que lo hizo hacerlo. Quería olvidar de una vez a Tsuruga Ren, y a la vez aceptar todo lo que él, el demonio de la lujuria y el libertinaje, le provocaba.
Reconocía sobre esa fuerte e irreversible decisión de olvidar por completo al actor. En realidad parecía estar lográndolo de a poco, el hecho de que tuviese una novia y su implacable comportamiento hacia ella debía ayudarlo, pero solo con verlo de frente hacía que las defensas que con tanto esfuerzo construyó se debilitasen y peligren de caer.
Su corazón por el momento aún estaba seguro. El peligro parecía haber acabado exitosamente. Sin embargo, había dejado secuelas. A cualquier contacto que tuviese con el Beagle, Tsuruga Ren se encargaba de hacerla sentir sucia.
Sabía que debía encargarse de ello. Arreglar el revoltijo de sus sentimientos. Y se encargaría de eso lo más pronto posible. La ambivalencia de sus sentimientos la atormentaba.
Por una parte su determinación a eliminar sus sentimientos por ese hombre. Pero también por otro lado, ese hombre aún seguía influyendo en sus pensamientos, y se sentía sucia cuando disfrutaba de su sexualidad.
Kyoko sacudió su cabeza, mareada.
—¡No soy un animal en celo! —se regañó con enojo.
Pero los besos del Beagle eran demasiado buenos. Aún recordaba lo duro que estaba. Y la manera en la que se frotó a él la estaba por volver loca de la vergüenza. Vergüenza por lo caliente que le había puesto.
¿Si fuera otro hombre se sentiría también así de bien?
—¿Kyouko-san?
Alzó el rostro con los ojos amplios. Y tambaleó por lo desconcertada que le puso aquel pensamiento. Él la atajó del brazo, y se puso rígida. Enseguida dio un paso atrás cuando él la soltó.
—¿Estas bien? —le preguntó él.
—E-Estoy bien —le dijo incomoda—. ¡Soy peor que un animal en celo! ¡Soy la escoria de la sociedad! ¡Un ser impuro que debe ser eliminado de este planeta!
—Perdón, fue mi culpa que te hayas caído —Kyoko le miró a Takuma confundida, y luego percibió que tenía una bolsa de la farmacia en su mano—. Déjame curarte las heridas.
—¡No hace falta! —exclamó impulsivamente. En cuanto se dio cuenta de su error, intentó tranquilizarse—. Muchas gracias, Takuma-san —dijo haciéndole una pequeña reverencia—. No se preocupe, en el sanitario de la cafetería me curaré.
—Está bien. Si te cuesta caminar, siéntete cómoda de sujetarte de mi brazo.
—Gracias, pero estoy bien —le contestó con una pequeña sonrisa cordial. En realidad, en demasía, extrañada del cambio extremo en su comportamiento.
Caminaron unos minutos. Entre esos minutos una repentina tensión entre ellos hizo que se sintiese nerviosa. Era el silencio y el atisbo que descubrió dos veces. La estaba mirando y estaba nervioso, ¿pero por qué?
Takuma se fijó una vez más en el chupetón de su cuello. Había visto la tirita caerse, y el suave viento fue suficiente para que su cabello se hiciese a un lado para dejarlo aún más al descubierto.
Era su costumbre decir las cosas sin pudor alguno. No es que fuese una persona sincera y honesta. Fueron muchas las veces que mintió para alcanzar sus objetivos en el mundo del espectáculo. Para alcanzar el éxito y la fama debes saber mentir, siempre decía.
Lo que veía y presenciaba entonces, era un gravísimo error que podría costarle caro si cualquier otra persona percatase y la reconociera como actriz. Debía decírselo. Tenía que decírselo. Ahora.
Ladeó la cabeza para mirarla, pero sus labios siquiera pudieron separarse para hablar.
No podía. ¿Estaba bien que un hombre le dijese eso a una joven mujer? ¿Y si le llamase pervertido? ¿Y si se avergonzaba tanto que rechazaba el papel en su película para ya no verlo a la cara?
Pero todas sus excusas fueron mentiras.
Fue él quien estaba avergonzado. Todo había comenzado con el hallazgo de ayer: Múltiples chupetones y mordidas en el cuello de Reino, el Beagle. La actriz se había apresurado en cubrirlo de nuevo, pero su vista era tan aguda que lo percató en solo segundo.
Sexo duro e intenso
¿Un hombre debería avergonzarse por deducir la evidente verdad?
Una joven a unos meses de cumplir la mayoría de edad, aún era una menor. Como un hombre adulto, pensarlo e imaginarlo era simplemente reprochable y repulsivo. Se avergonzaba y se inculpaba de un posible delito.
Llegaban a la cafetería sin darse cuenta. Debía hacer algo antes que todos se diesen cuenta.
Afiló la mirada.
¿Podría cubrir su cabello ese chupetón? Si moviese un poco su cabello, ¿ya no se notaría?
Fue yéndose hacia atrás en silencio. Alargó el brazo, pero antes de que pudiese tocar un pelo, ella se adelantó y abrió la puerta.
Bajó el brazo y la siguió desde atrás, concentrado en el cometido que se había encargado. Alzó de nuevo el brazo, pero ella se detuvo de repente y se dio vuelta.
—Hoy hay mucha gente en la cafetería —le dijo con una pequeña sonrisa.
—Es verdad —le respondió también disimulando una sonrisa.
Ella volvió a darse vuelta, y él la siguió, su brazo moviéndose a su objetivo.
El tono de su celular sonó, haciendo que ella lo mirase.
Takuma tomó su celular del bolsillo. Tenía pensado ignorarlo hasta que vio el nombre en la pantalla. Se disculpó y alejándose unos pasos, atendió.
—¿Qué demonios estás haciendo? —le dijo Lory.
—¿Qué? —dijo desconcertado.
—Pareces un pervertido tras Mogami-kun
Sus ojos se abrieron grandes, y buscó hacia su alrededor hasta que captó una cámara.
—Tío —murmuró enojado—, si me recomendaste que nos reunamos acá, supongo que no era para aprovechar y hablar después con Kyouko-san...¿desde un principio tenías pensado espiarme?
—Siendo razonables, apenas has recobrado algo de confianza en Mogami-kun, en cualquier momento podrías resquebrajarlo por cualquier malentendido, suceso que haría que fueses a interrumpir en mi despacho para acusarla. Sinceramente, Takuma, me preocupas, pero ahora eres tú quien parece un pervertido.
—Estoy siendo amable, muy amable, incluso ofrecí mis manos para ayudarla cuando ella se cayó por accidente. Pero te garantizó que es amabilidad sincera. No tienes que preocuparte, tío —dijo fingiendo una sonrisa a la cámara.
—Pero ahora te ves como pervertido—repitió.
Quiso eludir ese tema, pero no tuvo éxito. Apartó la vista de la cámara. Un pequeño rubor cubrió sus mejillas.
—Una marca, es una herida que se hizo en el accidente...La tiene un su cuello...Solo quería cubrírselo con el cabello.
—Si solo es una herida solo díselo, no es como si fuera algo...
Unos segundos de silencio. Lo supo. Ya había descifrado la verdadera causa detrás de su acto.
—Eres su tutor ahora. Te la encargo.
Se irguió. Le estaba dejando toda la responsabilidad, y pensaba escapar fingiendo ignorancia.
—Espera, tío Lory, no puedo...
Cortó.
Respiró hondo para no caer en el enojo. Cuidar de una chica de su edad no era su trabajo. Amaba, admiraba y hasta podía ser fanático de su increíble talento en la actuación, pero no soportaría estar tras de ella como un niñero, atendiendo a que se comportase acorde a las estrictas normas no escritas de alguien que aspiraba ser famoso.
Así que él también debía comportarse como un adulto y decírselo directamente.
Decidido. Pasos firmes. Sin vergüenza. Se mentalizó.
Pero en vez de decírlo, siguió su plan anterior. Con todo el sigilo la alcanzó, con el mayor silencio acomodó su cabello, o eso quiso, porque apenas tocó un pelo, ella se sacudió y dio media vuelta. Sus ojos dorados abiertos con estupor se encontraron con los suyos.
Por fuera expresó todo lo contrario o lo que sentía por dentro. Su cara, una perfecta actuación de indiferencia.
Alzó la bolsa de la farmacia para que lo vea.
—Eso en el cuello...deberías cubrírtelo—dijo refiriéndose al chupetón—, y tus rodillas también deberías curarte.
Vio como el sonrojo fue subiendo desde su cuello a todo su rostro, y en solo segundo ella desapareció junto a la bolsa de la farmacia que antes tenía en su mano.
...
Quería desaparecer.
La cara le quemaba de la vergüenza.
Reprimió todo el bochorno, y frente al espejo, con la piel toda roja, cogió una tirita y cubrió con rapidez el chupetón. Si antes sentía culpa y tristeza por el Beagle, ahora se imaginaba dándole latigazos para castigarlo.
Pero no. El castigo anterior no había funcionado, porque sino no le hubiera dejado ese chupetón en donde ahora todos podrían percatarlo.
Se limpió la sangre de las rodillas y luego se los curó.
Inspiró y exhaló hondo.
Tranquilidad. Eso quería actuar. Sería profesional. Mientras estuviese frente a él lo pretendería, pero desde que se encontraron, todo parecía querer ir a su contra. Quería ganar el papel de Akiko. Sus intentos de mujer adulta y profesional en el excusado. ¿Cuantas fueron las veces que recibió los golpes de la vida frente a él? Herida en rodillas, heridas por un atropellamiento adrede, y heridas en rodillas de nuevo. Un chupetón era la pieza final para descalificarla. Una actriz con tantas heridas y marcas en su cuerpo no le serviría. No una que carecía de profesionalidad.
No dejó que le ganase la desesperación. Salió, simulando una calma que no tenía. Antes de sentarse en la mesa en donde lo halló, hizo una dogeza, disculpándose por su imprudencia. Un sonrojo se avivó en sus mejillas, mientras le aseguraba que tendría más cuidado. Continuó luego con un largo discurso sobre su incapacidad y su falta de profesionalismo. Los nervios haciendo que las palabras saliesen sin parar de su boca.
—Kyouko-san —la interrumpió severo.
Una exhalación salió de sus labios antes de callar.
—Me alegra que lo entiendas —continuó él—. Pero no solo será mi decisión aceptarte como protagonista. Te he dado otra oportunidad, pero por ahora no cuentas con mi voto.
Los ojos dorados se agrandaron un poco antes de asentir con comprensión.
—Ya que no cuentas con mi voto, y te será difícil convencer a los demás solo con tu talento en la actuación, te he programado unas audiciones para comerciales e incluso un video musical. Dos de esas audiciones son de marcas importantes. Has podido entrar solo con mi recomendación así que en mi nombre espero no falles con ninguna.
—Muchas gracias, Takuma-san, haré mi mayor esfuerzo —le dijo asombrada, haciendo una reverencia.
—No hagas tu mayor esfuerzo, gana en todas esas audiciones. Una actriz que cumplirá la mayoría de edad en unos meses, y que no tiene aún mucha fama, no nos convendrá. Demuéstrame que vales mi voto y el de los demás.
—Pasaré esas audiciones. Lo haré —confirmó, sus ojos ambarinos ahora dos llamas encendidas.
—Hay algo importante que...
Kyoko miró extrañada como su brío anterior se esfumaba, y era el titubeo por lo que era reemplazada.
—Hay algo importante que debo decirte. Le he pedido al presidente que te saque de Love me. Pero él solo accedió hacerlo bajo una condición.
—¿El presidente lo aceptó? —exclamó sin querer, incrédula. Carraspeó y bajo la voz—. ¿Y cuál es la condición?
—El presidente me pidió que sea tu mentor.
—¿Disculpa? —dijo con una sonrisa forzada—. Creo que escuche mal.
—El presidente me pidió que sea tu mentor, y lo he aceptado.
La sonrisa actuada se desvaneció.
—¿Por qué? —preguntó horrorizada.
—¿Tan malo es que sea tu mentor? —dijo frunciendo el ceño—. Tampoco quiero hacerlo pero es un sacrificio que hago para que salgas de Love me, deberías estar agradecida. Estoy invirtiendo mi tiempo en ti.
Las actuaciones de afabilidad y sonrisas falsas acabaron.
—Pues no le he pedido nada —respondió bufando—. Si no quiere hacerlo, preferiría que no lo haga.
—Los jóvenes de hoy no saben apreciar las oportunidades que se le da la vida —bufó también, sacudiendo la cabeza.
—Simplemente no quiero molestarlo, señor —refunfuño enojada—. Un director de películas está ocupado con su propia película. No quiero molestarlo ni quiero que invierta su tiempo en mí. ¿Además por qué un director de películas sería mi mentor?
—¿Qué? ¿Señor? ¿Te estás molestando conmigo? —replicó ofendido.
—Claro que no, señor director —objetó con una sonrisa falsa.
—Veo que no me has investigado. Comenzaré con la primera lección, investiga a tus superiores. Una aspirante a actriz no puede ser así de ignorante. Te puedo enseñar mucho más de lo que crees. ¿O acaso quieres que sea yo quien te suplique para que seas mi aprendiz? No puedo creer que seas tan malagradecida. Eres como una adolescente, rebelde e inmadura. No lo soporto.
...
—Absolutamente, no —Después de que lo confirmase el mismo presidente, la voz que voceó dentro de su cabeza, salió inconscientemente en una exclamación por su boca—Disculpe, presidente —dijo abochornada por la falta de respeto que cometió—. Pero me opongo a que el director Ito sea mi mentor —No entendía porque el presidente le daría esa responsabilidad a alguien que siquiera formaba parte de LME, y además a un director de películas—. A Ito-san no le corresponde esa responsabilidad, y estará muy ocupado con sus obligaciones como director. Y aunque sea mi manager temporal, Yashiro-san me instruye perfectamente bien. Una novata como yo no necesita de un mentor.
—Mogami-kun, Takuma no solo será tu mentor, él es tu tarea que te designo como miembro de la sección Love me —soltó de repente haciendo que Kyoko quedase boquiabierta.
—¿T-Tarea? Pero por qué el director Ito sería...
—Takuma ya está al tanto de todo y lo ha aceptado. Hace unos minutos le he informado a Yashiro-san que él solo será tu mentor, el hecho de que se trate de una tarea no debe saberlo nadie.
Ito Takuma no le había mencionado ese detalle. Una tarea como miembro de la sección Love me. No podría negarse a una tarea. Era prácticamente una obligación. Su mente quedó nula de excusas para más oposiciones. No quería que sea su mentor, y estaba segura que él tampoco. ¿Entonces por qué lo había aceptado? No se llevaban bien. El encuentro anterior se basó mayormente en actuaciones. Podían entablar una conversación formal de trabajo, pero no creía posible una convivencia apacible pasando unos minutos.
Suspiró y se rindió. Tenía que verlo del lado positivo. ¿Realmente el presidente la sacaría de Love me?
—¿Pero qué es lo que debo hacer, presidente? —interrogó curiosa.
—Mantente cerca de él, sean amigos.
—¿Eh? —parpadeó confusa. Ser amigos sería una misión imposible—, ¿Por qué eso sería una tarea...?
Lory sonrió.
—Averígualo. Él te lo dirá si logras ganar su confianza —Cuando creyó que acabaría la reunión con la incógnita, añadió otra pregunta—. Entonces, ¿Qué tal esa relación con Reino-kun?
Se quedó inmóvil, y después de unos segundos, carraspeó, ruborizada.
—Yo...quise ser sincera con él —expresó seriamente—. Lo fui —se corrigió—. Aunque algunas veces me fastidie, sin darme cuenta llegué a desarrollar un afecto especial por él —pausó y respiró hondo—. Presidente, he decidido confesarme a Tsuruga-san. No creo que pueda perdonarlo, pero quisiera enfrentarme a mis verdaderos sentimientos. Ya no quiero reprimirlos, no quiero arrepentirme de callarlos.
Juntó sus manos y los apretó. Le miró quedar en silencio, lentamente la comisura de sus labios se levantaban en una sonrisa.
—Me alegra mucho escucharlo —le dijo con tono grato.
Kyoko bajó la mirada.
—Pero no creo que pueda fácilmente dar otra oportunidad al amor —murmuró.
—Mogami-kun, no es tiempo. Deja que esa herida cicatrice y sane. Lo estás haciendo muy bien.
Sus palabras la conmovieron, asintió y exhaló hondo, algo nerviosa.
—¿Por si acaso...sabe si Yashiro-san vino solo?
...
—¡Yashiro-san! ¡Yashiro-san!
Al oír unas voces giró y vio que Kyoko venía corriendo a él.
—¿Kyoko-chan?
La joven se detuvo enfrente de él, resollando por el cansancio.
—Sé que es muy atrevido de mi parte, pero quisiera hablar con Tsuruga-san —farfulló inquieta—. Sé que tiene novia, y que aún está de vacaciones, pero también sé que su ausencia no se debe a unas vacaciones, y que entonces tal vez está en su departamento. Así que si pudiera...solo tal vez hablar con él...Y también si pudieras acompañarme para no crear malentendidos...
—Espera, Kyoko-chan, respira —Yashiro se hallaba muy sorprendido por todo lo que oía, pero la ansiedad y la agitada respiración que notaba le preocupaba.
Kyoko asintió. Cogió aire y lo sopló, intentando estabilizar su acelerado pulso.
—Puedo hacerlo —le respondió su manager con una pequeña sonrisa—. Llamaré a Ren, y le preguntaré si está disponible ahora.
...
Su corazón latía cada vez más deprisa. Estaban llegando. Si seguía así temía que le dé otro ataque de ansiedad.
—¿Estás bien? —le preguntó Yashiro, preocupado.
Kyoko asintió, respirando hondo.
Llevó una mano a su cuello, asegurando que la tirita aún estuviese ahí.
Tal vez hoy no debía ser el día. Tal vez dentro de una semana o después de un mes era un día mejor.
Sacudió su cabeza. Sabía que solo quería eludirlo. Pero ahí estaban, entrando al estacionamiento. No daría un paso atrás. Se había dicho que lo enfrentaría. Tenía que hacerlo para poder avanzar.
—Kyoko-chan, te estaré esperando aquí cerca. Llámame cuando estés saliendo—le dijo Yashiro, sobresaltándola.
—¿No vendrás conmigo? No, no debería quedarme con Tsuruga-san a solas...Él tiene novia...Y yo...yo...
—¿No querías hablar a solas con él?
—Sí, pero...
—Entonces te esperaré, y además...—Se acercó a ella y le susurró—, en realidad Ren y Kana-san no son novios
Sus ojos se agrandaron.
Era peor de lo que imaginaba. Su corazón estaba por salir de su pecho. Yashiro se fue, y agitada, subió hasta su piso por el ascensor. Una vez delante de su puerta quedó inmóvil.
Quería escapar de ahí ahora. Sus piernas temblaban. Tal vez todo fue una mala idea. Recibiría el golpe final después de confesarlo todo, él tal vez la odiaría. Pero igual quería hacerlo. Si recibía injurias lo escucharía, pero lo enfrentaría y lo terminaría.
Esa madrugada, mientras se duchaba y se limpiaba la sangre del cuerpo, lo había pensado. El pensamiento de una muerte repentina no hizo que se arrepintiese de no persistir en sus sentimientos por él. Aún quería olvidarlo. Quería dejar de sentirse sucia por sus deseos carnales. Quería enfrentarse a sus sentimientos y a sus deseos, sin reprimirlos o callarlos por la cobardía. Eso era lo que quería, pero pensarlo y hacerlo eran dos cosas diferentes.
Tragó en seco y tocó el timbre.
Su corazón se le saltó un latido, y su estómago se revolvió, al oír el sonido del picaporte.
La puerta se abrió, y contuvo la respiración.
—T-Tsuruga-san —murmuró temblorosa—, Bue...Buenas tardes.
La extrema seriedad en su rostro le dijo que su presencia no era bienvenida.
—Pasa —le dijo después de unos segundos, dándole paso.
Entró y él la dirigió hacia la sala de estar. Fueron en silencio. Le ofreció asiento, y luego pasó hacia la cocina, trayendo unas tazas de té con algunos dulces aperitivos. Aunque no era bienvenida, no olvidaba el protocolo.
Kyoko alzó la mirada de su taza de té.
Él se había sentado al otro lado, algo alejado de ella. No tocó su taza, y la miraba detenidamente. Desvió la vista de la de él, y tomó otro sorbo. Se suponía que el maleficio debió haberle hecho más feo, pero las manchas que veía en su piel estaban desapareciendo. Sin dudas había sufrido las consecuencias del maleficio, pero al parecer no había durado tanto. Aún seguía guapo.
—Entonces, ¿de qué querías hablar, Mogami-san?
Casi se atragantó. Tragó de una lo que tenía en su boca, y dejó la taza sobre la mesa.
—Yo...Yo quería hablar sobre... —bajó la cabeza, y cerró los ojos—, sobre lo que sucedió en TBM...sobre Sho y...—pausó. No sabía cómo nombrar al bastardo dos, siempre le decía Beagle, pero solo sabía que su nombre era Reino. Llamarlo por su nombre sería incomodo, pero agregarle algún honorifico sería como si le tuviese respeto.
—Reino de Vie Ghoul —mencionó él con frialdad, haciendo que ella alzase el rostro—. ¿No tienes una relación cercana con él? ¿por qué te cuesta nombrarlo? —le preguntó casi en un sarcasmo.
—Yo lo tengo —respondió con neutralidad, algo dolida por su tono—. Tengo una relación cercana con él...Ha pasado muchas cosas entre nosotros.
Ren abrió grande los ojos, sorprendido de su respuesta.
—Muchas cosas —repitió él apretando la mandíbula—. ¿Qué significa esto, Mogami-san? Se supone que nada de esto es de mi incumbencia.
—No es de su incumbencia —dijo seria—, pero quiero confesárselo a usted, a pesar de que desconfíe de mí y me trate como una cualquiera—exclamó con resentimiento. Sus ojos dorados fijos en los de él.
La tensión después de sus palabras dejó a ambos en silencio.
—¿Debí haber confiado? Es lo que siempre quise saber —dijo él sin alejar su mirada de ella.
—Es muy tarde para preguntar eso. Ya no me interesa su confianza —repuso sintiendo que el corazón le dolía.
—Mogami-san...
—Sho nunca fue mi novio, él se fue a reclamarme algo que no había hecho. Reino tuvo la culpa de todo. Me cuidó cuando por accidente caí de las escaleras, pero el bastardo me quitó algunas fotos mientras estaba inconsciente en la cama y se las envió a Sho.
—¿No tienes nada con Fuwa?
—¿Aún no me puede creer?
Él no contestó nada, atónito a la dureza y el resentimiento con la que ella se expresaba. No lo había notado en un principio, pero ahora comprendía que le odiaba.
Frunció el ceño al advertir de algo.
—¿Y qué hacías con ese acosador? —preguntó.
—Me encontré con él por coincidencia, no quería verlo así que corrí y caí por los escaleras. Me desmayé, y...—el rojo cubrió su rostro—, no desperté, su médico le dijo que quedé dormida por el cansancio, y él dejó que durmiese en su cama.
El rostro del actor se encendió de la rabia.
—¿Estás segura que no te ha hecho nada para que quedases inconsciente?
—No fue así —exclamó a su defensa. Apretó los labios y negó con la cabeza—. Era verdad que estaba muy cansada y no había dormido nada —murmuró.
Desvió su mirada cuando él calló. Sus puños apretándose a sus costados, esperando a que diga alguna palabra.
—¿Por qué no me habías dicho todo esto antes?
Kyoko le miró con incredulidad, sintiendo que un molesto nudo se le formaba en la garganta.
—Estaba muy dolida por todo, me habían humillado y me despidieron del trabajo en frente de todos, solo quería llegar a casa y descansar, pero usted llegó enojado, acusándome y admitiendo que todo era verdad, incluso antes de que me pidiese una explicación —Tragó el nudo, intentando evitar que las lágrimas salieran—. Yo quería que usted confiase en mí, pero lo que dijo en cambio fue que era una ramera.
—Mogami-san, yo...
Él se levantó. El arrepentimiento y la aflicción en su rostro.
Kyoko se sobresaltó y retrocedió en su asiento.
—¡Aún no le he contado todo! —exclamó antes de que se acerque y diga más—. Por favor, déjeme terminar.
La agitación que notó en su rostro, hizo que Ren callase.
—Le odié a usted, y a ellos —continuó ella uniendo las manos y apretándolas—. Tenía que vengarme...yo les lancé un maleficio —murmuró con la mirada baja.
Ren se sentó. Sus cejas fruncidas.
—¿Un maleficio? —Su tono expresando la incredulidad a ese tipo de cosas.
—Yo le arranqué algunos pelos de su cabeza —le recordó—. Lo que le sucedió a usted y a Sho son a causa del maleficio.
—Mogami-san, ese tipo de cosas no...
—Sé que sus vacaciones fueron falsas —interrumpió—. Yo deseé que se quedé calvo y feo, que tuviese una diarrea crónica y que luego sufriese de hemorroides, para que sea admitido en el hospital y que todos conociesen su vergonzosa historia —Los ojos de Ren se abrieron como platos—. Pero el maleficio parece que no ha funcionado como quería —Culminó.
El actor tragó en seco y rememoró todo lo que le había dicho. Desde el momento en que le arrancó los pelos de la cabeza hasta cuando Jelly llegó alegre a su departamento, diciendo haber roto con el maleficio.
—Tsuruga-san, no lo he lamentado —dijo de repente ella sacándole de sus pensamientos—Si lo sintiese sería por mí, que he tenido que pagar las consecuencias de mi pecado.
Ren entonces la observó bien. La herida en la frente aún cubierta con un apósito, algunas heridas, cortes y moretones en los brazos y piernas que faltaban sanar, y otras heridas que parecían haber sido hechos recientemente en las rodillas, cubiertas con tiritas. Eran muchas heridas, pero aún le costaba creer que aquello fuese algún tipo de consecuencia.
Se levantó y se acercó a ella, ignorando su angustia por su proximidad. Los asustadizos ojos dorados siguieron cada paso, hasta verlo arrodillarse frente a ella.
—Mogami-san, por favor, perdóname —Sus cejas se fruncieron en una triste expresión—. Por favor —repitió una vez más con suplicio—. Estoy lamentando y odiando cada segundo desde ese día. Debí haber confiado en ti —Miró como sus manos se apretaban en puños y apartaba la mirada de la suya.
Titubeante, tomó una de sus manos.
—Mogami-san...
Kyoko apartó bruscamente la mano de la suya.
—Ese día lo había escuchado, estaba ahí cuando le decías al director Ito que no estaba calificada para protagonizar en su película —le miró a los ojos con amargura—. Le decías que no podría ser sensual ni sexual porque no tengo experiencias con hombres. Le decías que era mejor buscar a otra actriz.
Ren se levantó, atónito. Se alejó unos pasos, y se frotó el rostro con las manos, presintiendo algo que no querría escuchar.
—Ese tipo de papel es muy fuerte para ti —expuso inquieto—. Aún eres menor y no...Nunca has tenido novio. No sabrías actuarlo. Y tampoco no...—Se pasó la mano sobre el cabello y negó—. No lo hubieras aceptado. No quería que lo hagas.
—Por eso lo acepte —espetó con tono seco—. Querías que no lo haga, y yo quise demostrarle que sí podía. Pero usted tenía razón. No estaba calificada para el papel si no tenía experiencia con hombres.
El pulso de Ren aceleró. Sus ojos se abrieron con estupor.
—Reino estaba interesado en mí y yo...
—No quiero oírlo —la detuvo con frialdad—. Vete ahora —Se dirigió hacia la puerta principal.
—¿Por qué? —exclamó Kyoko con furia levantándose y siguiéndolo con rapidez—. ¿Ya no soy digna de tu perdón, Tsuruga-san? ¿Crees que soy una ramera?
—Vete ya —gruñó abriendo la puerta.
Kyoko la volvió a cerrar.
—Le pedí a Reino que me besé —confesó de forma apresurada.
Ren apretó la mandíbula, y se marchó hacia la sala, pero ella siguió sus pasos.
—Nos besamos y yo le dejé que me tocase —vociferó y le miró detenerse abruptamente. Dejó salir un tembloroso suspiro y continuó—. El maleficio no había funcionado en él y quería vengarme de otra manera. Otro día le cité en un motel y...casi lo hicimos —tartamudeó, nerviosa y abochornada—. No quería aceptar la realidad, pero sus besos y la manera en que me tocaba...me gustaron —terminó la frase con voz tensa, al ver que él giró a ella y ahora la miraba furibundo.
Retrocedió mientras él se acercaba. De repente la empujó, haciendo que chocase contra la pared. Sintió cómo sujetaba con fuerza sus muñecas y las alzaba arriba. Gimió por el dolor y tembló ante su iracunda expresión.
—¿Por qué tengo que escuchar esto? —le masculló lentamente, intentando contener su furia.
Kyoko contuvo la respiración, y alzó su rostro a él, desafiándolo.
—Por primera vez un hombre me deseo, y me deseo...intensamente —gimoteó cuando él apretó aún más sus muñecas. Los ojos le picaron conteniendo las lágrimas que querían escapar—. Pero cuanto más lo disfrutaba, más me hacía sentir sucia por culpa de usted —dijo con la voz quebrada por el dolor y la aflicción.
—¿Por culpa mía no podías disfrutarlo? —soltó con sarcasmo—. Dime por qué debo escuchar esta mierda.
—Porque yo estaba...yo estaba enamorada de ti, Tsuruga-san —sollozó sintiendo que las lágrimas inundaban su rostro.
Las manos aflojaron la presión en sus muñecas.
—¿Qué? —dijo casi en un murmullo.
—Me odie...Me sentí una idiota por ilusionarme con usted, cuando sus gestos de galantería lo hacía con cualquier otra mujer. Pero me odié aún más porque me dolió que siquiera se sintiera un poco atraído hacia mí como mujer —se le escapó un sonido lastimero, y cerró los puños—. Para usted tenía cero sensualidad, solo era una niña muy recatada y pudorosa...Pero con Reino era diferente, él me veía y me hacía sentir sensual y deseada...Con él yo me sentía...
—Ya deja de nombrarlo —gruñó enfadado.
—Al final cedí ante él, no lo sabía, pero Reino estaba ena...
Ren soltó sus muñecas y agarrando su rostro entre sus manos la besó en la boca. Kyoko agrandó los ojos. Intentó empujarlo con las manos, resistiéndose a ese beso lleno de rudeza y tosquedad, pero él era muy fuerte, así que pisó con fuerza su pie al mismo tiempo que tomaba un puñado de su cabello, y lo estiraba para alejarlo de su boca.
Él la soltó de inmediato, lanzando un quejido por el dolor que le causó en la cabeza.
—Tsuruga-san —le dijo con la respiración agitada—, ¿qué es lo que hace?
—Pensé que estabas enamorada de mí —espetó. Su mano sobándose el cuero cabelludo— ¿Entonces por qué odias tanto mi beso?
—¿Qué? —susurró pasmada.
—Lo único que haces es confesarme lo mucho que disfrutas siendo tocada por esa mierda —dejó salir una pequeña risa—. ¿Qué quieres que haga? ¿Qué te aplauda?
Kyoko sintió como unas lágrimas se deslizaban en sus mejillas.
—No quiero que haga nada —farfulló, intentando contener el nudo que atenazaba en su garganta.
—Te entregaste a tu acosador —refunfuñó con desprecio—, se suponía que estabas enamorada de mí, ¿y me culpas por sentirte sucia? —Su cara se contrajo por la ira y la aflicción—. Es asqueroso.
—Ya no quería saber nada de usted —lloró, sintiendo como el corazón se estrujaba dolorosamente en su pecho—. Lo odiaba. Me odiaba por pensar en mantener fidelidad por alguien que me rompió el corazón. No tenía por qué hacerlo.
—¿Entonces por qué demonios te tengo que escuchar ahora? —dijo con tono seco.
—Solo quería confesarte mis verdaderos sentimientos, confesarte toda la verdad —sollozó temblorosa, enjuagándose las lágrimas con las manos—. No quería ocultarte nada, no quería ser una hipócrita o una mentirosa. No soy la misma que antes, hice cosas sin importarme mis sentimientos, ¿pero por qué me tiene que hacer tanto daño? —dijo con un hilo de voz—¿por qué me desprecia tanto?
—Mogami-san... —apretó la mandíbula, y se acercó. Alzó una mano a su rostro, queriendo secar sus lágrimas, pero la alejó de nuevo—. No soporto que estés con otro hombre —Sus ojos dorados le vieron con desconcierto—. Odio que me hables de otro. Aborrezco que sea otro a quien le hayas besado, que le hayas dejado...—cerró los puños con fuerza—. Me has gustado, aún sigo enamorado de ti, pero ya no puedo soportar esto.
Kyoko quedó atónita, sin creer lo que oía.
—¿T-Tsuruga-san?
—Ya no quiero escucharte, ni verte llorar, no quiero hacerte más daño...Vete ahora.
—Tsuruga-san, espere...
Él se dio vuelta y fue hacia la puerta principal.
—Vete ahora, Mogami-san —insistió al ver que no se movía.
Con pasos tardos, ella caminó hacia él. Se demoró cuando salió fuera de su departamento, y no dejó de mirarlo, con los ojos rojos e hinchados, y una mueca de quebranto que predecía el regreso del llanto.
—No me vuelvas a buscar jamás.
Dijo él por última vez, cerrando la puerta.
Kyoko quedó en el silencio hasta que un quejido de dolor se le escapó de su boca.
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N/A: ¡Hola a todos! ¡Estoy de vuelta!
Ya es fin de año, el tiempo pasa rápido, y los exámenes finales de este semestre en la facu me dejaron agotada, pero aquí estoy, feliz como una lombriz porque logré terminar con éxito mis deberes, y en la semana que viene ya culmina casi todo!
Sin más, ¡les mandó un fuerte abrazo imaginario, suerte y cuídense chicas/os! Espero que este capítulo les haya gustado y ¡gracias a los que comentaron!
