Capítulo 12: Confrontamiento Ilícito
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—¿Beagle?
Fue muy rápido. Su brazo envolvió su cintura y la atrajo hacia su pecho, llevando una mano en su nuca y capturando sus labios. A pesar de su brusco movimiento, sus labios se fundían a los suyos en un beso lento pero muy intenso.
Kyoko deslizó sus manos desde su pecho hasta sus hombros, sintiendo que el corazón bombeaba con tanta fuerza, que le preocupaba sufrir un paro cardíaco.
Se separó un poco de su boca e intento protestar, pero él lo aprovechó e introdujo su lengua.
—Oh, Dios
Kyoko gimió y se aferró con más fuerza a él. Cedió segundos después, sintiendo que sus piernas temblaban. Él la sujetó con ambas manos de la cintura, evitando que cayera para así seguir devorándola sin piedad.
—Be...Beagle...e-espera...—dijo apenas pudo apartarse un poco de su boca, respirando pesadamente.
Reino abrió los ojos y alejó un poco su rostro.
—Lo he olvidado, ¿puedo besarte? —preguntó con seriedad e indiferencia.
—¿Q-Qué...dices...?
Kyoko tenía las mejillas encendidas, y el cuerpo ardiendo. Pestañeó, intentando recobrar la consciencia.
—Deberías preguntar eso primero antes de besarme —se aclaró la garganta y simuló calma.
—¿Me dirás que no te gusto?
Los ojos dorados se agrandaron. Percató como estaban sus brazos, aquellas sin su autorización habían rodeado el cuello del Beagle. Sus latidos aceleraron aún más. Tenía tan cerca el cuerpo de un hombre desnudo y recién bañado, más precisamente el cuerpo del perro infernal y pervertido, que por cierto olía, como lo hace siempre, maravillosamente delicioso. Pero eso no era el caso, el caso era que estaba como un pulpo aferrándose a él, regocijándose en el pecaminoso placer de degustar una vez más sus labios.
Lo soltó con brusquedad y sus piernas debilitadas y cansadas fueron abajo.
Reino la atajó, cogiéndola de la cintura y subiéndola de nuevo para que quedase parada.
Kyoko jadeó, y luego contuvo la respiración cuando encontró que sus labios estaban a solo milímetros.
—Atájate de mí —susurró él con tono grave y sensual.
Su voz resultaba siempre como potentes feromonas que incrementaban su libido. Escandalizarse sería la costumbre, pero se había hecho una costumbre también reaccionar así con ese hombre. Incluso así, que sus bragas se humedecieran y que su sexo se contrajera de la excitación le parecía una obscenidad, y por lo tanto, algo bochornoso.
—No...—musitó muy bajo. Tragó en seco al mirar sus labios y anheló que ésta actuase nuevamente sin su consentimiento.
—Hazlo, caperucita —le dijo él esta vez, llevando sus labios muy cerca de su oído—, o te desnudaré aquí ahora mismo y no te garantizó que me detenga con solo eso.
Un escalofrío recorrió su espalda. Aquel tipo de advertencia haría que le diese una fuerte bofetón en el rostro si fuera el pasado, pero en el presente incluso dudó en sostenerse de él, para que la desnudase y...que no se detenga.
Abrió más los ojos, atemorizada de la escandalosa fantasía sexual que había recreado, y de los recuerdos que surgían con más exactitud en ese instante. De sus dedos pellizcando suavemente sus pezón, y de su boca tomando la otra, enloqueciéndola de placer.
Sacudió levemente la cabeza, impidiendo que más recuerdos la llevasen al desvarío, pero ya era tarde, estaba enloqueciendo por el apetito sexual que encendía todo su cuerpo.
Usó la escasa determinación que tenía de rehusarse, y arrastró titubeante los dedos hasta sus hombros.
Reino la tomó por las nalgas y la alzó del suelo.
—¡Ah! —gimoteó Kyoko.
—¿Ocurre algo?
—Mi trasero —sollozó con un leve quejido, envolviendo sus piernas alrededor de su cintura en un acto reflejo—. Dijiste que la piedra me ayudaría, pero ahora me duelen por culpa de Shotaro. Es el karma, ¿no?
—¿Shotaro...? Te refieres a...la mordida del perro a su trasero—se rió entre dientes contra su cuello y la sintió estremecerse.
Esa reacción lo incitó al deseo de provocarla más, y ser un expectante victorioso de cada una de sus respuestas. Era incitante verla intentando reprimir sus deseos, pero sería aún más exquisito lograr que se deshiciera del decoro mal simulado para revelar a la hambrienta tigresa que se escondía.
Una sonrisa sesgada se dibujó en sus labios. Caminó con ella en sus brazos, y la tumbó suavemente en la cama, colocándose encima.
—¿Qué...Qué haces? —preguntó ella alarmada, pero a la vez excitada al tenerlo encima.
—Muéstrame tus nalgas, te las masajearé suavemente y te dejarán de doler —bromeó él, aunque su expresión delató el placer que le causaría realizar verdaderamente aquella petición.
—¡No, perro pervertido!
Se mordió el labio cuando vio que él se erguía y la miraba con una sonrisa maliciosa.
Cerró los puños sobre las sábanas, mirando como él bajaba hacia sus piernas.
Sus labios rojos se entreabrieron y dejaron salir un suspiro cuando él deslizó la yema de sus dedos por su muslo.
—Entonces... ¿también te duele aquí?
—Ahh...sí —Enrojeció de vergüenza por el gemido involuntario que soltó con solo el roce de sus dedos.
—¿Por qué te duelen así, Kyoko?
La mirada de ella se detuvo en la pequeña toalla que parecía querer caer de sus caderas. Podía intuir que su virilidad crecía.
—G-G-Grande...Duro...—Meneó la cabeza y cerró con fuerza los ojos—. ¡Mucho ejercicio! —chilló, tragando después en seco.
La comisura de los labios de Reino se estiró en una pequeña sonrisa de satisfacción. En los últimos minutos esa mujer logró que sonriera tanto de manera anormal.
Volvió a bajar la mano hacia su muslo, y llevándolo de a poco hacia su costado, la vio respirar con los labios entreabiertos. Subió hasta su cadera y desabrochó el botón de sus pantalones.
Kyoko abrió los ojos y alcanzó su mano, jadeando.
—Beagle...no
—Te daré un masaje en las piernas. Tienes los músculos muy tensos.
—E-Esa no debe ser tu intención —tartamudeó incrédula—. Tú solo quieres a-aprovecharte para después...
—¿Para...? —sonrió sugestivo.
—Tú, como la otra vez, t-tú...como la otra vez...q-querrás...—Sus labios temblaron y su rostro enrojeció hasta las orejas.
Ahogó un grito cuando sintió que él bajó la cremallera de sus pantalones.
—¡E-Espera! —le volvió a agarrar la mano.
—Deja que lo haga, Kyoko. Esto...—rozó con la yema de su dedo su pelvis, y ella arqueó la espalda con un gemido—. Lo haré solo si tú me lo pides.
Kyoko lo miró, jadeando y temblando del deseo y la frustración.
Apretó los puños con furia y se incorporó, decidida a salir de ahí.
—¡No pediré nada, maldito demonio pervertido!
La cara de sorpresa que hizo le dijo que él no estaba ni enterado del motivo de su repentino enojo. Ni ella lograba entenderse, pero la expresión de perplejidad al verla bajar de la cama le satisfizo tanto que ignoró las demandas lascivas de su cuerpo. Él también se quedaría con las ganas. Todo pudo haber ido bien hasta que hizo ese comentario.
Estaba jugando con ella. ¿Le estaba excitando de esa manera, esperando a que después le ruegue para que la tocase?
No lo haría. Jamás.
—Espera, Kyoko —la tomó del brazo y ella lo sacudió, haciendo que él lo soltase.
—No me toques —masculló con el ceño fruncido.
Reino miró como una hermosa aura demoníaca la rodeaba. Los pequeños demonios emergieron de su cuerpo, flotando a su alrededor con miradas amenazadoras.
La dejó salir, quedándose inmóvil y con una dura erección.
Parpadeó cuando cerró la puerta.
—Demonios, ella es tan sexy —Sus labios se curvaron en una media sonrisa—. No me importaría esperar más por ti, caperucita —susurró pensativo.
...
El baño que le sugirió Takuma dio buenos resultados. Agua fría y agua caliente durante veinte minutos, y la calentura le había pasado medianamente. Dedicó el resto del tiempo en estudiar el guion de su personaje como Momiji, organizar los muñecos vudús en orden o perfeccionarlos, y buscar cualquier actividad que lo distrajese. En cuanto percató que él había salido de la casa, salió como lo haría un roedor en la noche para comer. Hiro dejaba la comida para tres días en la heladera, y Kyoko calculaba el costo de hospedaje, comida y agua como si estuviera en el Darumaya, añadiendo al monto un diez por ciento extra.
Al llegar la noche puso una silla debajo del pomo de la puerta, y se durmió.
La caricia suave de unos labios en su cuello fue el comienzo. Unas manos masculinas buscaban sus senos bajo su sostén. El mordisqueo en su piel la hizo aferrarse más a él y gemir su nombre. Su nombre... Lo gemía una y otra vez, mientras él la desvestía y acariciaba y probaba con su boca todo su cuerpo.
Reino...
La sensación de su palpitante erección frotándose contra ella, le estaba haciendo perder la cabeza.
Buscó con urgencia sus labios y lo devoró, suplicándole entre besos que lo metiera adentro.
—Pídemelo una vez más —gemía él con ansiosa necesidad.
—Reino, por favor, follame
Abrió los ojos, despertando entre jadeos y sudorosa en la oscuridad.
—Beagle...—lo llamó con un gemido, decepcionada de que no esté a su lado. Su respiración comenzó a volverse más pesada, cuando sin pensarlo, pasó las yemas de sus dedos por su cuello hasta llegar a su seno. Lo apretó suavemente, y luego lo metió dentro de su camiseta. Tomó su seno desnudo y pellizcó su pezón—Ahhh...Beagle...—Su otra mano fue arrastrándose abajo, pasó bajo la pretina de los pantalones de su pijama, y rozó con sus dedos su entrepierna.
Se mordió el labio inferior, acallando un gemido. Lentamente, introdujo su mano por debajo de sus bragas, jadeando al sentir entre sus dedos el resbaladizo calor de su intimidad.
—...Reino —Sus ojos se cerraron con fuerza, deteniéndose solo dos segundos, segundos de vacilación y perplejidad que desechó al vacío para entregarse por completo al delirio de la lujuria—. Reino...—repitió embriagada por las inexplicables y alucinantes sensaciones que podía ocasionar aquello a su cuerpo. De repente imaginarlo ahí, escuchándola y mirándola hambriento del deseo por poseerla, la hizo sentir un espasmo de placer tan potente que recorrió todo su cuerpo. No pudo silenciar un fuerte gemido. Mordió su almohada, al mismo tiempo que aceleraba el movimiento de sus dedos. La creciente tensión en el bajo vientre, y el explosivo placer que se estaba acumulando la abrumaba tanto que estuvo por parar, pero el recuerdo de él intensificando su delirio aun cuando quería que parase la hizo continuar en busca del clímax. Y entonces sucedió. Emitió un largo y entrecortado gemido contra la almohada. Todo su mundo colapsó.
Se derrumbó sobre su espalda, con la respiración agitada y con una pequeña risa tonta, que se fue apagando al tiempo que sus facultades mentales retornaban y hacían revuelo por la situación.
—Mierda
...
Estaba ya ahí, a unos pasos de la entrada del edificio de LME, sin poder resistirse a que sus recuerdos regresen a ese atemorizante momento en el que se impregnaba de la locura y aceptaba el hecho de que fue el Beagle, quien la hizo así. El caos, el fin del mundo cayendo bajo sus pies, escandalizada por la enferma pretensión de que él culmine la pérdida de su castidad. Y lo peor, en sus sueños y estando ya despierta, disfrutó la idea de que fuera él quien lo hiciera, al menos hasta que recuperó algo de raciocinio en la cabeza.
No encontrarlo en la casa esa mañana fue un alivio pero también hizo que el malhumor creciera al no tener conocimiento de dónde estaba o de sus actividades. Prácticamente no conocía nada de él.
—Mierda —dijo entre dientes, pasmada, y se revolvió el cabello—. Debo estar loca —Sus mejillas se ruborizaron, pero cuando percató que algunas personas la miraban raro, se atusó el cabello y fingió serenidad.
Entró, y se detuvo en medio de las puertas, como si un rayo hubiese caído sobre ella.
Tsuruga Ren, no Hizuri Kuon. Ayer había olvidado todo eso, incluso el dolor de sus piernas, incluso su enfado con Takuma Ito, incluso...mucho, y todo lo demás.
Era peor de lo que imaginaba. Fue como una hembra en celo, colmada de desesperación hasta que no se le apagasen las llamas de la lujuria.
Tragó grueso y siguió caminando.
La tomó desprovisto cuando la recepcionista la llamó. Se acercó, y le entregó un paquete que le comentó había llegado ayer a la noche.
Observó con el ceño fruncido la cajita rectangular, hecha de cartón prensado y un simple lazo color celeste.
Mientras iba de camino hacia el ascensor, lo abrió, y lo primero que vio fue un papel doblado por la mitad. Se detuvo a medio camino, y lo desdobló, hallando una pequeña nota, escrita a mano.
..
No soy bueno pidiendo disculpas, pero cuando lo repetía constantemente ayer, lo hacía con total arrepentimiento
Lo repito una vez más: ¡LO SIENTO!
¿Aceptarías mi soborno y olvidarías lo ridículo que fue ayer, más mi falta de talento escribiendo disculpas?
Lo escribe sinceramente
Takuma
Pd: Continúa haciendo el baño de contraste hasta que tus músculos ya no estén adoloridos
...
El ceño de Kyoko se acentuó lentamente.
—¿El baño de contraste era para eso...? —murmuró para sí misma.
Sus mejillas fueron calentándose. Carraspeó y apartó el papel que envolvía el soborno.
Entrecerró los ojos al ver un ticket. Lo tomó y sus ojos se agrandaron al distinguir que era una entrada vip de un spa para dos personas. Su boca se abrió, conteniendo un chillido cuando percató que también había unos famosos chocolates que según oyó eran deliciosos, pero que nunca los compró por ser muy costosos.
—Es un soborno muy caro...—negó con la cabeza, resistiendo al deseo de aceptarlo con tanta facilidad, pero tres segundos después desistió, y abrió la caja de chocolate para comer uno, deduciendo que se lo merecía por haberlo soportado tanto.
¿Qué es lo que estaba pensando Takuma Ito al enviarle esa nota de disculpas? No lo entendía, pero por el momento lo aceptaría. Por más que en ocasiones no le soportase debía recordar que él era el director de una película que quería protagonizar. Confrontarlo sería ilícito.
Siguió caminando, y se apresuró cuando vio que las puertas del ascensor estaban abiertas.
Entró, paralizada al ver el rostro sorprendido de Kuon Hizuri.
—¡Nooooooooooooooooooooo! —exclamó horrorizada.
Se dio media vuelta para salir, pero chocó contra la espalda de alguien.
La caja de chocolate cayó y las puertas del ascensor se cerraron.
El silencio era tenso y sentía las miradas de todos en su espalda.
Bajó enseguida a recoger los chocolates, aliviada de que vengan envueltos en papel aluminio. Sus ojos se abrieron horrorizados cuando vio una conocida mano recogerlos también.
Tomó con más rapidez los chocolates y se levantó, rehúsa a alzar la mirada.
—No puede ser
—Kyoko-chan...
Alzó el rostro y vio a Yashiro. Lo saludó y le agradeció por los chocolates que también había recogido.
—Mogami-san, buenos días.
Un escalofrío recorrió su espalda.
Con la cabeza gacha murmuró un saludo y tomó los chocolates que notó le extendió en la mano.
Dio media vuelta, y apenas se abrieron las puertas en su piso, salió apresurada.
—Ren, espe...
Fue la voz de Yashiro. Oyó unos pasos que la seguían.
—No puede ser
Fue lo más rápido que pudo con sus adoloridas piernas. Entró casi corriendo en la sala de la sección Love me al no poder ir más lejos. Cerró la puerta, ignorando la voz de ese hombre llamándola. Puso la espalda contra la puerta y sostuvo el picaporte con fuerza para que no lo abriera.
Jadeó cuando sintió que él lo asió y quiso empujar la puerta.
—Mogami-san...
—¡No hablaré con usted!
Un breve silencio.
—Tenemos que hablar...Por favor abre la puerta
—¿Qué...? —murmuró riéndose con ironía—. Me pidió que ya no lo vuelva a ver, ¿acaso cree que tiene el derecho de pisotearme y venir a hablarme cuando quiera después de todos sus engaños e insultos?
—Mogami-san, por favor...Abre
Apoyó todo el peso de su cuerpo contra la puerta, y giró la cabeza hacia el frente, respirando profundo con los ojos cerrados.
—Le dije que no hablaré...con...
Calló. Las palabras murieron en su boca cuando abrió los ojos y se topó con los ahora conocidos ojos azules.
—¿Q-Q-Qué...? —Todos los recuerdos de ayer aparecieron en su memoria, enrojeciendo de pies a cabeza ante el escabroso recuerdo de ser vista desnuda por otro hombre. Carraspeó sutilmente tratando de recuperarse del shock—. ¿Qué hace aquí? —preguntó en un murmullo.
Takuma estaba sentado en el sofá, mirando atónito hacia ella.
—Estaba...—Despegó la espalda del respaldo—. Bueno... Este lugar...es un buen lugar para descansar, sin que nadie te moleste...
—¿Qué?
—Mogami-san, abre la puerta por favor.
Kyoko sintió que Kuon intentó de nuevo empujando la puerta. Sus ojos se entrecerraron con furia.
—¡Le dije que no quiero hablar, así que váyase! —exclamó pero al encontrarse con la mirada de Takuma se mordió la lengua—. Por favor —agregó de mala gana para aparentar ser cortés.
Bajó la guardia cuando ya no lo oyó durante largos segundos, pero de pronto sintió la puerta empujarse. Logró abrirlo un poco. Kyoko volvió a cerrarlo, alterada.
—¡¿Pero qué está haciendo?! —le gritó enfadada.
—Aléjate de la puerta, no quiero lastimarte.
Kyoko murmuró unas groserías al sentir que volvía a forzar la puerta.
Su mirada se encontró de repente con la de Takuma.
—Ayúdame —farfulló sin pensarlo.
—¿Por qué no solo...?
—¡Ayúdame, por favor! —exclamó impaciente.
Él se levantó, algo lento para su desesperación.
—¿Por qué no le escuchas por un rato? —le preguntó deteniéndose a dos pasos—. Tal vez...
—Le dije que no. Debe respetar mi decisión —le interrumpió con voz fría.
La puerta logró abrirse unos centímetros, y Takuma se abalanzó sobre ella y volvió a cerrarla.
—¿Mogami-san?
Kyoko pegó aún más la espalda contra la puerta. Frente a sus ojos, con los dos primeros botones de la camisa holgada desabotonados, lograba visualizar una buena porción de sus musculosos pectorales. Contuvo la respiración al distinguir el aroma de su colonia llegar a su nariz. Se puso tensa, y alzó la mirada lentamente, hallando la de él también mirándola.
Takuma retiró las manos de la puerta, intentando alejarse, pero al hacerlo la puerta se abrió con brusquedad, chocando con ambos y tirándolos al suelo.
Kyoko sintió que cayó sobre el cuerpo de Takuma. Pretendió separarse enseguida, pero él la tomó y la echó hacia un lado sin ningún cuidado para levantarse. Gruñó de dolor y de enojo por su rudeza.
—¡Mogami-san!
Kuon se acercó con presura, observando con el entrecejo fruncido a Takuma.
—Takuma-san, ¿qué hace aquí?
—¿No deberías ayudarla primero? —repuso él, acomodándose la camisa.
Kuon se giró hacia la actriz, y se inclinó para ayudarla a levantarse.
—Mogami-san, lo siento, no ha sido mi intención...¿estás bien?
—No me toque —le dijo Kyoko antes de que su mano lograse tocar su brazo.
—¿Qué está pasando aquí?
El presidente apareció tras de ellos con un disfraz de vaquero del lejano oeste. Yashiro estaba a su lado, y se aproximó a Kyoko para ayudarla en cuanto la vio.
—Yo ya me iba —anunció Takuma adelantándose hacia la puerta.
—Takuma —Lory le detuvo apoyando la mano sobre su hombro—. Ren, Yashiro-san, por favor acompáñenme en mi despacho, tengo algo que comunicarles.
Kuon entreabrió los labios a punto de refutarlo, pero los volvió a cerrar al ver a Kyoko sobándose el brazo que se había lastimado.
—Lo siento...—susurró con arrepentimiento antes de voltear y salir.
...
El día anterior
Llegó pasada la media noche, y una vez entró a su departamento, lo primero que hizo fue preparar un vaso con hielo y whisky.
El acostumbrado ardor corrió por su garganta al tomar el primer trago, mientras miraba por el ventanal la vista de la ciudad.
—Kuon...
Sus dedos se cerraron con fuerza en torno al vaso, y cerró los parpados.
Kyoko estaba ahí mirando con incredulidad, decepción y sufrimiento a sus ojos.
La había vuelto a herir, y sin embargo, a pesar de todo el sufrimiento por el que le hizo pasar no podría perdonar que haya entregado su cuerpo a otro hombre.
—Lo había disfrutado... —se rió con cinismo, y apretando el vaso en su mano, lo elevó con intención de arrojarlo contra la pared, pero se contuvo y lo puso de vuelta en la mesa con violencia—. Shit
Todo desde un comienzo fue por su culpa. Kyoko estuvo enamorada de él, y ahora otro hombre la tenía entre sus brazos. Ese acosador poseía sus labios, su cuerpo y su mente.
Llenó el vaso con whisky y se lo tragó sin detención.
Había probado la boca de Kyoko con burla y visto con amargura sus lágrimas. La expresión rota en su rostro ese día que la había echado de su departamento no podía olvidarlo.
—El príncipe Corn no es más que una basura...
Cada memoria, su sonrisa, su risa, su preocupación, su tristeza, su determinación, su muestra de amor. Todo aquel día en la playa de Guam, aquel día en que esa mujer había logrado que las manecillas del reloj volviesen a moverse...Y ahora la había perdido.
—Kyoko
Toda esa pureza la destruyó con sus propias manos. La convirtió en lo que era entonces. Ella se alejaba. Estaba cada vez más lejos. Todo era oscuridad.
No. No quería eso.
—Ren, ¿me estás escuchando?
Otro día, esa mañana, ella apareció ante sus ojos. Turbado, miró como en tan corto tiempo había cambiado. Ella creció, era toda una mujer. Corría hacia el ascensor, entraba y todos, incluyéndolo, quedaban hipnotizados por su belleza.
—¡Nooooooooooooooooooooo!
Perplejo miró como ella grito con espanto e intentó escapar sin éxito.
Tal vez ella no había cambiado tanto.
Se rió entre dientes, mientras la observaba recoger con presura lo que se le cayó de las manos.
Y entonces, sin pensarlo, la ayudó y la siguió, queriendo hablar con ella.
—Ren, Yashiro-san, por favor acompáñenme en mi despacho, tengo algo que comunicarles.
El presidente les había interrumpido con intención de alejarlo de ella. De inmediato iba a refutarlo, pero calló al ver a Kyoko sobándose un brazo que se lastimó por su culpa.
—Lo siento...
¿Qué es lo que estaba haciendo?
—Ren, sé que deseas hablar con Mogami-kun —El presidente interrumpió sus pensamientos a solo unos pasos luego de salir de la sala de la sección Love me —, pero ella necesitará un tiempo para recuperarse después de lo sucedido, y espero que se lo des.
Kuon lo miró algo sorprendido. ¿El presidente sabía todo lo que había sucedido entre ellos?
Cuando se lo iba a preguntar, lo notó mirando tras de él, con el ceño repentinamente fruncido.
Giró y vio a Takuma en la puerta con una sonrisa nerviosa.
—Y-Ya entraré...Lo haré...—dijo murmurando después algo con molestia. Abrió la puerta, y entró, cerrándolo.
Kuon y Yashiro entrecerraron los ojos antes de mirar a Lory interrogante.
—¿Qué es lo que está planeando? —preguntó directamente.
Yashiro se giró a Kuon con los ojos bien abiertos, al oírlo preguntar con tanto atrevimiento lo que también estaba pensando.
—¡Presidente Lory! —Uno de los ejecutivos de repente interrumpió y saludó con entusiasmo—. Oh, Tsuruga Ren-san, Yashiro-san, que gusto encontrarlos.
Kuon le devolvió el saludo con una sonrisa falsa, y fingió atenderlo. Su plática se estaba haciendo larga, y por alguna razón que Takuma este con Kyoko a solas no le gustaba.
Atisbó la puerta a unos metros, hasta que el ejecutivo se despidió, y volvió su atención hacia el presidente, reiterando su pregunta con una sonrisa falsa apenas éste se alejó dos pasos de ellos.
—¿Qué es lo que está planeando?
—No puedo creer la insistencia y la cara con la que me preguntas —respondió Lory, indiferente.
—Takuma no siempre ha mantenido una buena relación con las mujeres, y ahora de repente muestra interés en Mogami-san y pretende ser su mentor —expuso con fingida imperturbabilidad.
—Su interés es real, a él le gusta mucho Mogami-kun como actriz, así que le sugerí ser su mentor.
—¿Por qué?
—¿Hay algo de malo en eso? —enarcó una ceja—. Takuma tiene buenas relaciones y conexiones con gente del mundo del espectáculo, pero algunos de los ejecutivos y patrocinadores aún están titubeantes sobre su ingreso como director de películas a tan joven edad, y como lo sabes, su historial cuando se trata de entablar una relación fructífera con las mujeres en el trabajo no ha sido muy buena.
—¿Y es por eso que están utilizando a Mogami-san? —preguntó algo molesto.
Lory suspiró.
—Muchacho, jamás pensé en utilizar a Mogami-kun —pausó y le miró con seriedad—. Después de tanto tiempo es la primera vez que Takuma ha vuelto a mostrar abiertamente su interés en una actriz femenina. Él ya se había dedicado a obtener algunas audiciones para esa chica antes de que siquiera le apoyase en ser su mentor. Ésta es una buena oportunidad para que ambos se desarrollen profesionalmente.
—Es verdad...Usted tiene razón, presidente. Me disculpo —Kuon hizo una pequeña reverencia y Yashiro suspiró de alivio—. Pero para Mogami-san... —miró hacia la puerta de la sala de sección Love me y luego volvió los ojos hacia Lory—, estando con Takuma-san, ¿no le será muy difícil? En algunas ocasiones él puede llegar a ser muy descortés...Además observando su excesivo interés en ella y considerando su edad, puede dar lugar a otros rumores.
—Antes incluso habías puesto como excusa la diferencia de edad entre ustedes y ahora...—murmuró Lory, a lo que Yashiro asintió con la cabeza entendiendo la referencia—. Aunque...siete años de diferencia no puede ser mucho —caviló.
—¡¿Qué?! Pensé que era mucho más mayor —exclamó Yashiro sin darse cuenta, y se disculpó al instante por alzar tanta la voz—. ¿entonces por qué me suele llamar Yukihito-kun a veces? —murmuró.
—Bueno, Ren —Lory llevó una mano en el hombro del actor y sonrió—. No tienes que preocuparte, puede que Takuma haya sido así antes, pero ahora ha cambiado, y si por alguna razón surge alguna desavenencia, estoy seguro que ambos sabrán resolverlo...—se detuvo al oír unos gritos—como adultos...—murmuró cambiando por completo su expresión.
Kuon giró inmediatamente la cabeza, mirando hacia la sala de la sección Love me.
Dio un paso, pero Lory lo detuvo, exhalando con fuerza el aire.
—Espera, yo iré.
Kuon no le hizo caso y fue tras él con Yashiro a su lado.
—¡¿Qué?! ¡Eres una paranoica! ¡Sigue soñando! —gritó Takuma.
Lory cogió el pomo y abrió la puerta.
—¡No! ¡Tú sigue soñando! —gritó esta vez Kyoko.
Y de repente chocolates envueltos en papel aluminio se estrellaron contra el rostro de Lory.
Kuon y Yashiro se inmovilizaron, con los ojos bien abiertos.
En medio de un silencio tenso, Lory inspiró y exhaló de manera ruidosa.
—Mogami-kun, Takuma... —Un tic nervioso atacó el ojo derecho —¿Qué demonios están haciendo?
