Capítulo 15: Romance

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—No. Una promesa es una promesa. Y antes de comerte, me desharé de ese overol que quema mis retinas.

Kyoko arrugó el ceño y agachó la cabeza, encontrándose con el cegador color rosa chillón de su overol.

Sí, el color podía quemar las retinas.

¿Comerla? Si no fuera por su enojo, muy probablemente dejaría que lo hiciese...muy a gusto, debía admitir.

Pero ayer su enojo había alcanzado el límite cuando se enteró que él había llegado a Tokio, y aun así no había contactado con ella o había aparecido en la casa.

Estaba tan enojada con él, que pensaba castigarlo de alguna manera.

Le miró, llena de enojo.

—No quiero saber nada de esa estúpida promesa, y no quiero...

Con dos rápidos pasos hacia adelante, Reino de repente la había alcanzado. Sus brazos rodearon su cintura y su rostro se acercó al de ella, haciendo que se le corte la respiración.

Sus ojos ambarinos se agrandaron. Sus labios estaban a solo centímetros de los de él.

No había predicho sus movimientos. Fue tan rápido, que la tomó por sorpresa.

—Entonces...¿no has extrañado esto, Kyoko?

Su mirada estaba llena de promesas lascivas y esos labios le eran tan apetecibles. Su cabello ahora oscuro remarcaba sus bellas facciones. Era guapo y tremendamente sexy, el muy imbécil.

—No...No —respondió, meneando la cabeza. Se lo había negado, pero su voz la delataba. Se había quedado completamente atontada. Él lo sabía, y lo mostró curvando la comisura de su labio derecho.

—Dime, ¿no has soñado como lo he hecho yo contigo? —Sus labios se acercaban cada vez más a los de ella, y Kyoko no se apartaba, paralizada por la indecisión. Pero él, cambió de dirección y fue hacia su oreja—. Cada día te he extrañado —susurró con voz ronca, haciendo que un calor húmedo se centrase entre sus piernas. Sus labios entreabiertos acariciaron su oreja, bajando hasta atrapar entre sus dientes el lóbulo de su oreja. Kyoko gimió cuando tiró suavemente de él. Sus manos se agarraron rápidamente a su camisa, temiendo derretirse entre sus brazos—. Cada noche he soñado con hacerte el amor —Sus labios descendían hasta su cuello, besándola, acariciándola con la lengua y mordisqueándola—. No sabes las veces que pensé en escapar y volver aquí para saborear tu cuerpo —Se distanció de su cuello y volvió a acercarse a su rostro.

La respiración de Kyoko se había tornado pesada. Tenía la mirada fija en él, con las pupilas dilatadas por el placer que le había causado.

Sin embargo, las palmas de sus manos fueron a su pecho y lo empujaron.

—No me mientas —le dijo, intentando que su voz reflejase algún enojo, pero en vez de eso sonó ronca y agitada.

—Cuando llegues en casa lo verás —prometió, haciendo que ella abra todo sus ojos.

Una oleada de calor la atravesó, concentrándose directamente en el bajo vientre.

Imágenes de ellos dos desnudos en la cama, besándose, mientras él recorría su cuerpo con sus manos, hizo que mojase las bragas.

—No —negó casi jadeante. Trató de empujarlo, trató de dar la vuelta, en un vano intento de escapar y eludirlo.

Reino la giró hacia sí y la llevó contra un casillero.

Tomó con una mano sus muñecas y las llevó arriba.

Kyoko se encontró con sus ojos violetas. No podía apartar la mirada de ellos.

Reino tomó el tirador del cierre de su overol y lo arrastró abajo, pasando adrede con más lentitud cuando llegaba a sus pechos.

Los labios de ella se entreabrieron en busca de aire, y cuanto menos lo esperaba, él posó los labios contra los suyos. Se retorció un poco, escuchando al escaso raciocinio que se esfumaba lentamente hasta entregar por completo el control a los deseos de su cuerpo.

Aquel no era el lugar apropiado para besuquearse.

Estaban en LME y ella debía estar buscando alguna tarea de Love me para ganar puntos.

Lo sabía y aun así gimió cuando su lengua probó sus labios, los saboreó y los mordisqueó, antes de meter su lengua adentro.

Kyoko abrió la boca, devolviéndole el beso con la misma intensidad y pasión con la que él lo hacía. Trató de liberarse de la mano que sujetaba sus muñecas, y cuando él las liberó, trató de alcanzarlo, deseosa de tocarlo y sentir su cuerpo pegado al suyo, pero él detuvo sus brazos a sus costados, haciendo que ella gimiese de la frustración.

Sin dejar de besarla, las manos de Reino alcanzaron el cuello del overol, deslizó la tela por sus hombros y luego las mangas por sus brazos. Por un momento sus labios dejaron de tocarse, y entonces cuando él acabó de despojarla de la mitad del overol, volvió a besarla salvajemente como si esos segundos la hubiesen imposibilitado de probarla por horas. Esta vez la atrajo a él. Kyoko llevó las manos a su espalda, yendo cada vez más arriba hasta hundir sus dedos en su cabello. Gimió cuando él presionó su erección contra su vientre, haciéndola saber lo hambriento que estaba por ella.

Kyoko sintió que una de sus manos bajaba por su espalda, se metía bajo su camiseta blanca, acariciaba su vientre y lo arrastraba por su piel, hasta tomar uno de sus senos por encima del sostén.

—Beagle...—gimoteó contra su boca.

Reino se apartó de su boca, comenzando a bajar los labios por su cuello. Cogió su sostén y lo alzó arriba, desnudando sus senos bajo la camiseta.

Kyoko dejó salir un pequeño grito. Sus mejillas se pusieron más calientes y sonrojadas de los que estaban.

—Beagle, aquí no —dijo jadeante, cerrando los dedos por su oscuro cabello.

Él se distanció de su cuello, y mirándola con una sonrisa traviesa, tomó un pezón entre sus dedos.

Kyoko dejó salir primero un jadeo de la sorpresa, pero cuando él lo pellizco suavemente, un gemido que salía de su garganta fue silenciado con su boca, que la devoró nuevamente, mientras acariciaba con suavidad su pezón.

Se agarró con fuerza a él, sintiendo que su cuerpo ardía en llamas.

Su mente se estaba nublando por la lujuria, y estaba por perder la cordura por el creciente placer que le estaba causando. Su sexo palpitaba desesperado por ser tocado, y su lengua logró tomar el control de la de él, sintiéndose demasiado caliente por el sabor de su boca, y el tacto de sus grandes manos que ahora tomaban sus senos mientras frotaba sus pezones con el pulgar.

El sonido de la puerta siendo abierta repentinamente hizo que abriese los ojos, más la voz que escuchó después hizo que se congelara.

—Kyoko-san —Fue casi una exclamación emocionada—Necesito que...—La voz calló cuando se encontró con tal escena ante sus ojos.

Con prontitud Kyoko se separó de los labios de Reino, consiguiendo de alguna manera sacar rápidamente las manos de él de sus senos. Se escondió tras él mientras se acomodaba el sostén, roja de pies a cabeza.

Takuma había entrado como acostumbraba siempre, con rapidez y sin tocar la puerta.

Enseguida había cubierto sus ojos con una mano.

—Sepárense ahora mismo, y dime por favor, Reino, que no le dejaste ningún chupetón.

Reino le miró a Kyoko, primero se había molestado por la intrusión, pero luego de escucharlo, observó el cuello de la mujer que retuvo entre sus brazos, con expresión divertida.

—No —dijo acariciando su cuello con los dedos.

Kyoko se separó de sus brazos, haciendo un mohín al notar que él pudo haberle dejado uno.

Mientras trataba de adecentarse la ropa, y luchar contra la extremada vergüenza que tenía en su interior, vio el notable bulto que tenía Reino en medio de sus pantalones.

Le pegó el brazo, y él soltó un "auch" en respuesta.

Kyoko le hizo un sutil gesto con la barbilla, abochornada. Reino bajó la mirada, y luego la alzó, curvando la comisura de su labio derecho. Kyoko le pegó nuevamente el brazo, hasta que él le obedeció y se acomodó el bulto.

—¿Ya? —preguntó Takuma, que les había dado la espalda.

Kyoko carraspeó, y con la cabeza gacha, musitó un "ya" demasiado avergonzada como para mirarlo.

Oyó sus pasos acercarse, y no queriendo ser tan irrespetuosa, alzó el rostro para mirarlo.

Al momento en que sus ojos se encontraron, notó como las mejillas de él se enrojecían.

Las mejillas de Kyoko quemaron aún más.

—L-Lo siento —bisbisó ella. No podía sostener su mirada sin sentirse tan avergonzada.

Reino le observó a Takuma detenidamente.

—¿Cómo...?

Takuma desvió sus atenciones de ella, tragó en seco, y la volvió a mirar.

—Kyoko-san, te ofrecieron un trabajo de último momento, es para una sesión fotográfica de moda. El fotógrafo con el que trabajarás es también uno de los diseñadores de la marca, es talentoso, pero también es un tipo muy superficial y problemático, así que quiero que vayas bien preparada. Risa consiguió unas prendas de la marca con la que trabajarás —Alzó la bolsa que llevaba en su mano y lo bajó en la banca, junto a un bolso de maquillaje—. Yo te maquillaré y arreglaré el cabello.

—¿Sabes maquillar? —preguntó Reino.

—Soy maquillista profesional —le dijo con una sonrisa fingida.

—Espera, Takuma-san —Kyoko habló, un poco nerviosa—. Yo nunca hice una sesión fotográfica, no sé posar.

—Tranquila, te daré algunos consejos y te enviaré una recopilación de fotos que preparé. Sé que lo harás bien —Se volvió a Reino y le tocó el hombro—. Ahora saldremos, vístete rápido que tenemos tiempo limitado.

Le empujó a Reino con él y salieron, cerrando la puerta.

Kyoko respiró hondo y se puso seria. Miró la bolsa, y sacó las prendas que vestiría.

...

—¿Ya has visto el anuncio que grabó Kyoko-san? —Takuma quitó su celular cuando lo vio negar—. Gracias a ese anuncio consiguió este nuevo trabajo.

Él buscó el vídeo del anuncio en su celular y se lo pasó para que lo viese mejor.

En cuanto terminó de verlo, Reino curvó la comisura de sus labios.

—Ella te gusta, ¿no? —le dijo devolviéndole su celular.

—Sí, ella es una actriz con talento natural. Deseo apoyarla para que tenga la oportunidad de crecer más.

—No —pausó, y le miró directo a los ojos—, como mujer.

Takuma se quedó inmóvil, frunciendo lentamente el ceño.

—No me malentiendas, Reino. Kyoko-san me gusta como actriz, no la veo de esa manera.

—No lo puedes esconder —dijo con seriedad, con la mirada fija a sus ojos—. Te sientes atraído a ella, y no te culparía de hacerlo. Kyoko es única.

Las palabras le habían silenciado, no porque lo considerase verdad, sino porque le habían dejado pasmado.

Estuvo por refutarlo, pero la puerta frente a ellos de repente se abrió.

La cabeza de Kyoko se asomó afuera.

—Beagle, necesito tu ayuda.

Reino entró, y tras unos largos segundos, Kyoko volvió a asomar la cabeza fuera de la puerta.

—¿Ocurre algo? —preguntó Takuma confuso.

—¿Sabes ajustar un corsé?

...

Kyoko había vestido unos largos pantalones denim, y arriba un corsé.

Se preguntaba por qué de entre todas las ropas que tuvo que elegir, Risa eligió un maldito corsé. Sabía ajustarlo, siempre que le molestase su hermana le ayudaba a vestir y maquillarse, pero lo que menos quería entonces era ajustar el corsé a Kyoko.

Reino estaba parado cerca. Sus palabras aún hacían eco en sus oídos, y aunque no se haya mostrado molesto, acercarse a ella frente a él le haría sentir incómodo.

Suspiró profundamente, y negó sus absurdos pensamientos.

Cuando se ponía nervioso, acostumbraba exagerar y distorsionar la situación.

Ajustar un corsé le tomaría solo unos segundos, y además...

—¿Takuma-san?

Él volvió la mirada a Kyoko.

Estaba pensando demasiado, y si seguía así sería muy evidente y haría el ridículo.

Sin decir nada fue tras su espalda. El corsé no tenía sopata, parte del centro de su espalda estaba descubierto, solo los lazos lo cubrían, y estas se habían doblado mal porque se ajustaron equívocamente, pero lo peor que, intuyó antes, y lo comprobó entonces, era que el corsé le quedaba pequeño.

—Este corsé te queda pequeño —le informó, exhalando un largo suspiro—. Probaré ajustándolo más, te apretará pero solo así no se notará tanto que se eligió la talla equivocada.

—Está bien —le escuchó responder.

Acercó sus manos con tanta vacilación, que detuvo sus dedos cerca de su espalda.

Se abofeteó mentalmente, y sin titubeo, tomó uno de los lazos para acomodarlo bien. Sus dedos tocaron sin querer su piel desnuda, y la rigidez de la espalda de Kyoko, más el sonido que salió de su boca hizo que abra más los ojos.

Kyoko se puso completamente roja al oírse soltar algo parecido a un gemido.

—L-Lo siento —se disculpó de inmediato Takuma, enrojecido—. Tengo que acomodar los lazos primero antes de ajustarlo.

—No, solo me dio un poco de cosquillas —murmulló despacio Kyoko, igualmente avergonzada.

Él asintió.

Si no fuera por Reino, no estaría tan consciente de cada latido de su corazón agitado, ni tampoco de la suavidad de su piel que sintió en las yemas de sus dedos.

Sacudió su cabeza.

Rápidamente se puso a acomodar los lazos, evitando en lo posible tocar su piel.

En cuanto se puso a ajustar los lazos, lo hizo con más cuidado.

Supo el momento en que comenzó a apretarle porque ella inhaló y exhaló profundo.

Le dio unos segundos para que respirase, antes de volver a ajustarlo de nuevo.

Reino de repente se acercó, y se puso delante de Kyoko.

—Tus senos se ven muy deliciosos.

—Beagle, ahora no —le gruñó completamente roja.

Takuma sintió que la cara le ardía. Reino hablaba igual de vulgar, pervertido y desvergonzado que su hermana.

Ignoró la sensación de la mirada de Reino en él, y volvió a estirar de los lazos.

—Ah...espera —Kyoko gimió, y su gemido hizo que alejase velozmente las manos.

—Si gimes así todos te escucharán, caperucita —dijo Reino con una sonrisa maliciosa.

Bien. La situación se estaba poniendo cada vez más rara.

En cuanto más rápido terminase mejor.

Jaló una vez más de los lazos.

—Ya no más.

Sabía que gemía así porque le apretaba, pero si alguien les escuchaba estarían en problemas.

—Solo un poco más. Ya estoy cerca.

No fue una ardua labor lo que hizo, sin embargo tenía calor y estaba sudando.

Necesitaba respirar un poco de aire fresco.

Así que solo ajustaría un poco más y ya terminaría con el maldito corsé.

La puerta de repente se abrió ruidosamente, y Ren entró con Yukihito atrás.

—Mogami-san, ¿qué están...

Ren calló, y ambos, les miraron a los tres como si estuviesen haciendo algo ilícito.

Algo ilícito fue lo que creyó que pensaban porque con la posición en la que estaban, y con lo que seguramente escucharon afuera les daba a insinuar todo tipo de escenas indecorosas.

Sin importarle lo que pensasen, y desesperado porque todo termine ya, les ignoró y ajustó un poco más el corsé, atando finalmente el nudo.

—Ya está —Alejó sus manos de ella, dando un pequeño paso atrás.

—Así que eso era lo que hacían...—le escuchó decir a Yashiro antes de silenciar y ponerse un poco sonrojado.

Ren en cambió carraspeó, la tensión en su expresión desapareció reflejando su alivio, hasta que se dedicó a mirar a Kyoko de arriba abajo, con una cara que repartía entre el embelesamiento y la lujuria.

Takuma se dio la vuelta, y escondió el bochorno de todos esos ojos.

Ahora era el momento de utilizar lo que siempre lo ayudaba a salir de situaciones embarazosas en las que su timidez podía peligrar su imagen profesional.

Respiró hondo y recompuso su cara en dos segundos con ayuda de la actuación.

La actuación había sido su pilar de apoyo, su haz de luz en la oscuridad, el oxígeno que inundaba nuevamente sus pulmones para recordarle que estaba vivo. Si fuera por él, trabajaría como actor hasta la vejez, pero fue una vez codicioso por una popularidad que necesitaba para poder encarnar personajes mucho más desafiantes, fue así hasta que la popularidad casi lo sepultó muy profundamente bajo tierra. Por fortuna, al final había salido lo suficientemente ileso para poder comenzar a trabajar de nuevo en el mundo del espectáculo. Su decisión final de dejar la actuación fue la decisión más difícil que tomó hasta entonces, pero la falta de privacidad y los constantes acosos por la prensa, las mujeres y hasta los hombres, le dejaban apenas un poco de espacio para poder respirar y vivir.

Giró para enfrentarse a esos hombres que de repente invadieron la habitación. Solo tenía un objetivo en ese momento, preparar a Kyoko en el menor tiempo posible y escapar de ahí. Tenía tiempo limitado, y también tenía que ir a trabajar.

—Yukihito-kun —le llamó, tomando nuevamente riendas de la situación—. Kyoko-san ha conseguido un trabajo para una sesión fotográfica de moda. Me avisaron a último minuto, así que tiene que estar ahí en menos de una hora. La prepararé rápidamente, y quisiera que tú lo acompañes. Ya le avisé de esto al presidente, así que Ruto-san te estará reemplazando para ir con Ren. En unos minutos te enviaré por correo los detalles sobre la sesión fotográfica.

Yashiro asintió, tomando también un porte más profesional. Vio que se ponía unos guantes quirúrgicos, se alejaba un poco y hacía una llamada.

Takuma alcanzó su bolso de maquillaje de la banca.

—Kyoko-san, podrías sentarte por favor.

Cuando giró no le gustó lo que encontró. Ren le observaba a Reino con una oscura expresión, y Reino se había alejado un poco, podía ver la tensión en su cuerpo. Pero lo que más le preocupó fue Kyoko, ella también estaba tensa e incómoda, sin embargo notó que se le dificultaba la respiración y no era el ambiente el motivo, era el corsé.

—Ven, rápido —sin darle tiempo a reaccionar, la agarró de los hombros, la giró y la liberó rápidamente de las tortuosas ataduras del corsé.

Kyoko abrió levemente la boca, tomando aire.

Ambos hombres esta vez miraron a ella, y Yashiro quien estaba atendiendo otra llamada cerca de la puerta abierta, también les miró.

—¿Estás bien? Lo siento, es mi culpa que te haya pasado esto—Sus palabras salieron por si solas, dejando de lado cualquier tipo de actuación, y sintiéndose verdaderamente culpable. Si se hubiera detenido cuando le escuchó decir que ya no podía, eso no hubiera pasado.

La vio asentir con la cabeza, recuperando aún la respiración. Ella había respondido con algo, pero él no la oyó.

—De verdad, lo siento, si me hubiera detenido cuando...

—Takuma-san —le interrumpió. Vio que ella ladeaba la cabeza, y alzaba la barbilla, intentando encontrarse con su mirada—. No te preocupes, de verdad, ya estoy bien.

Sus miradas apenas se conectaron, pero él podía ver más de ella de lo que ella podía verlo a él. Lo hizo en pocos segundos, con la vista aguda que tenía, y sin ser consciente de lo que hacía, captó cada detalle de la delicada y pequeña mujer que tenía adelante.

Sus largas pestañas cubriendo el ámbar de sus ojos, el perfil de su nariz, la suave rojez de su mejilla, sus labios un poco carnosos, la tersa piel de su cuello, incluso la insinuación de sus pechos...

Cerró los ojos, y bajó la mirada hacia los lazos del corsé. Se concentró de nuevo en ello, ignorando como la mayoría de veces hacía, la mirada de otros, esta vez la mirada de tres pares de ojos.

—Dime si te aprieta mucho, lo volveré a ajustar.

...

—¿Takuma ya está en la sala de la sección Love me?

Lory Takarada oyó a Yashiro responderle con una afirmativa a una redundante pregunta. Segundo atrás él lo dijo, pero que Takuma haya llegado sin que él lo hubiese localizado con las cámaras era casi imposible.

Había llamado a Yashiro para avisarle de un cambio de planes, pero al parecer Takuma ya se había encargado de informarlo.

El entrecejo de Lory se frunció mientras buscaba en las grabaciones el momento en que Takuma había entrado.

—Oh, aquí está —Lo vio en la pantalla, caminando con una rápida velocidad que era propia de él cuando se emocionaba.

Le hubiera gustado hacerle una pequeña prueba sorpresa antes de que traspase las puertas, pero si era antes o después no importaba.

—¿Presidente?

—Ah, Yashiro-san, estaré ahí en unos minutos.

Ruto le pasó el sombrero y la espada ropera de su disfraz de mosquetero.

Mientras caminaban hacia la sala de la sección Love me, Lory Takarada saludaba a sus empleados.

Minutos atrás Takuma le había llamado para informarle sobre el nuevo trabajo que le ofrecieron a Kyoko, y también para requerir de Yashiro como manager. Seguido de esa conversación, ya había premeditado que él le comentaría sobre su supuesta reconciliación con Kyoko después de la última discusión que presenció.

Conocía a Takuma. Dependiendo de su conveniencia él haría de todo para lograr sus objetivos; mentir era algo que se le daba muy bien cuando se lo proponía. Que le haya convencido a Kyoko para confabular no sería extraño. Así que debía observarle más, e idear algunas pruebas para desmentirlo.

No podía evitar preocuparse. Si él no lograba conciliar una buena relación, al menos profesional, con su actriz favorita, ¿con quién mujer lo haría?

Al llegar frente a la puerta abierta de la sala de la sección Love me, el silencio y la tensión lo recibieron, haciendo que detuviese sus pies.

Tres hombres estaban parados, mirando hacia una sola dirección.

Parpadeó, incrédulo, a lo que veía.

Takuma estaba sentado en la banca junto a Kyoko, maquillándola, demasiado concentrado para notar todas las miradas que le taladraban el cuello.

Sin percatarlo se unió al grupo de hombres con Ruto a su lado.

Takuma la maquillaba con una cercanía intima, causante de varias miradas.

En ocasiones, los ojos ámbares y azules se encontraban naturalmente; ajenos a la cercanía, y a lo que sucedía a su alrededor.

Había algo que atraía de esa imagen, algo inquietante.

Kyoko atendía cada movimiento que él hacía, el color que aplicaba, cada brocha que tomaba, y Takuma observando su rostro, estudiaba cada pequeño detalle, tomaba un pincel, y con los ojos fijos a sus labios, los pintaba. Kyoko se quedaba mirándole el rostro, abstraída.

La tensión crecía. Pero no entre ellos, sino en la habitación.

Takuma dejaba el pincel, daba una última inspección a su rostro, y la miraba durante un largo tiempo.

De repente se acercó demasiado a ella, y con los dedos llevó un mechón de cabello detrás de su oreja.

Se le saltó un latido. Incluso para él aquel movimiento podía causar un pequeño susto.

Carraspeó.

Ahora lo entendía todo.

Takuma era demasiado evidente, y estaba casi seguro que ese chico era ignorante del significado de sus propias acciones.

—Buenos días —se anunció, rompiendo la tensión.

Todos giraron a él, sorprendidos.

Takuma y Kyoko se levantaron, dieron media vuelta, y lo saludaron.

Él pudo notar que la actriz desviaba la mirada en busca de alguien, solo entonces percató que el tercer hombre que estaba junto, o bien más alejado de Ren y Yashiro, era Reino de Vie Ghoul. Esa clase de despiste no era propio de él.

Le hizo una señal secreta a Ruto, quien saludó a Tsuruga Ren, y se encargó de alejarlo de ahí. Vio que Kuon le miraba a él, claramente molesto, luego daba una última mirada a Kyoko, yéndose después resignado.

Lory escudriñó a la chica de ojos ambarinos que tenía delante. Solo meses transcurrieron, y sorpresivamente había cambiado mucho. Era ahora una mujer. Una mujer que podría causar disputas entre hombres por su amor.

Se acercó a Reino y saludó.

—Mucho gusto. Soy Lory Takarada, presidente de LME —extendió la mano en un saludo. Había investigado a Reino, y había oído lo suficiente de él por Takuma. Era un joven con muchos talentos.

Aunque Reino no era un hombre de muchas expresiones, advirtió que miraba su traje de mosquetero con un ligero gesto de sorpresa.

Reino tomó su mano, y lo saludó.

—Reino Okada, vocalista del grupo Vie Ghoul —Se presentó formalmente.

—He escuchado de ti por parte de Mogami-kun —le dijo, haciendo que él abra más los ojos y curve sus labios en una sonrisa.

En cuanto terminaron de saludarse, se dirigió a Takuma.

—Takuma, ¿tienes unos minutos libres antes de irte?, tengo que informarte de algo urgente —La palabra urgente era algo exagerada, pero si no lo dijera así, él se excusaría para irse.

—¿Urgente? —Sus cejas se arquearon—. Está bien, pasaré por su despacho, presidente, pero antes necesito intercambiar algunas palabras con Kyoko-san antes de que se vaya.

Lory asintió y lo vio ir junto a Kyoko.

Tal vez sería mejor que pase la prueba que tenía preparado para otro día.

Mientras Kyoko y él dialogaban, atendió a Reino, le habló, le observó, y lo analizó.

...

En cuanto el presidente y Takuma se marcharon, Kyoko se acercó a Reino, con los ojos entrecerrados.

Había demasiados pensamientos en su mente, pero entonces lo único en lo que podía pensar era en una revelación que llegó repentinamente a sus oídos.

—¿Okada? ¿Okada Reino?

—¿Sí?, caperucita —Reino se puso delante de Kyoko, y llevó las manos a su cintura.

—¿Por qué lo mencionaste tan fácilmente al presidente, y a mí no me lo querías decir? —No era razonable, pero aquello le molestó un poco. Sin embargo, dejó que las manos de Reino se quedarán a ambos lados de cintura. Eso no era bueno, estaba cada más acostumbrada a ese tipo de intimidad, y aunque sabía que debía alejarlo y no permitirlo, no podía. Cuando estuvieran en casa tenían mucho de qué hablar, y no dejaría que pusiese sus manos encima de ella sin antes hacerlo.

—¿Cuándo fue eso? —preguntó Reino. Lentamente sus labios fueron curvándose en una sonrisa maliciosa—. Oh, ya lo recuerdo. Fue esa vez que me esposaste en la cama y me...

Kyoko le cubrió rápidamente la boca con la palma de su mano.

Sintió que el calor subía a sus mejillas al recordar que su manager también estaba ahí.

Volvió la cabeza a Yashiro, quien subía sus lentes por el puente de su nariz, fingiendo mirar hacia otro lado.

—Beagle...—le advirtió con voz amenazadora, pero él mordisqueó su mano haciendo que ella lo apartase.

Reino le escrutó el rostro.

—¿Entonces piensas serme infiel frente a mi cara?

Kyoko arrugó el ceño.

—¿De qué hablas?

—No parabas de mirarle a Takuma, y más aún cuando te pintaba los labios.

—Solo estaba mirando cómo me maquillaba —chilló escandalizada—, y además... —calló pasando la mirada por cada detalle de su rostro.

—¿Qué? —preguntó, atrayéndola—. Quieres que te devore mientras lo piensas —susurró acercando sus labios al de ella.

—¡No! —negó rojísima, echando la cabeza atrás—. Solo había pensado que algunos de los rasgos de tu cara y la suya...tienen un poco de parecido...Pero en realidad no se parecen en nada...No es nada.

Reino alejó su rostro del de ella.

—No me había dado cuenta que nos asemejábamos en algo —dijo caviloso, antes de mirarla a los ojos, con gesto impasible—. Takuma es mi primo.

—¿Eh? —soltó una corta risa—.¿Estás de broma?

—No. Él es mi primo.

—¿Eh? —Sus ojos se agrandaron—¡¿Qué?!

Kyoko creyó oír un eco. Miró tras la espalda de Reino, y vio que Yashiro también les había escuchado y exclamado.

Yashiro se aclaró la garganta, y señaló su reloj de pulsera.

—Kyoko-chan, tenemos que irnos ahora o se nos hará tarde.

—E-Está bien...

Reino alejó las manos de su cintura, pero Kyoko alcanzó el cuello de su camisa y lo estiró hacia ella.

Se puso de puntillas, acercó los labios a su oído, y le susurró.

—Hoy...¿vendrás a casa?

Una suave sonrisa se dibujó en los labios de Reino.

Se apartó un poco, y llevando una mano a su mejilla, le besó los labios.

—Sí —respondió con una sonrisa mucho más amplia—. Caperucita...

—¿Qué...?

—Hoy te ves más deliciosa que nunca.

...

—¿Sabes por qué te convertiste en un buen actor?

Takuma frunció el entrecejo ante la repentina pregunta del presidente.

Sentado en el sofá, alcanzó la aromática taza de café, y bebió un sorbo.

—No quiero sonar arrogante, presidente —dijo, decidiendo contestar a su pregunta para ver a qué iba todo eso—, tal vez nací con el talento.

—Takuma, si eres un talentoso actor, es porque también eres muy expresivo —repuso pausadamente—. Y si no lo percatas o no haces nada para contenerlo, todos tus pensamientos, sentimientos o emociones pueden ser leídos fácilmente en la cara. Eres como un libro abierto la mayoría de veces.

Takuma se quedó un rato inmóvil, antes de asentir, un poco ruborizado.

—Prefiero verlo como una virtud antes que una desventaja —dijo seguro—. En el mundo de los negocios tal vez esto no haya sido una muy buena ventaja, pero sé que he podido manejarme bien, he optado por un aspecto neutral cuando así lo requería o lo que creía necesario.

—De lo que quiero hablar ahora no es de negocios —dijo observándolo fijo—. Takuma, hace unos minutos te he visto maquillar a Mogami-kun.

Takuma irguió su espalda.

—¿Es eso?...Presidente, te aseguro que de verdad nos reconciliamos. Hemos hablado, y hemos resuelto nuestros problemas. No lo he podido mencionar antes, pero si no fuera por Kyoko-san nunca lo habría visto, desde siempre fue toda mi culpa. La he malinterpretado, y me he disculpado debidamente. Además...

—No, no es eso a lo que aludía —interrumpió antes de que continúe con más—. Pero si lo que me dices es cierto, me alegro de que hayas reconocido tu culpa, y se hayan reconciliado.

—Y es verdad—recalcó—. Kyoko-san es una mujer muy benévola, aunque esta característica no sea la primera en venir a mi mente cuando la pienso.

Lory arqueó las cejas.

—¿Y qué es lo primero que piensas?

—¿Lo primero? —Takuma se extrañó de su pregunta, pero lo pensó, y lo primero que vino en su mente fue la palabra hermosa—. Talentosa —dijo, golpeando con un dedo su taza—. Ella es un actriz muy talentosa, creativa y...

—¿Y? —preguntó Lory, expectante.

—Descarada —soltó un bufido. La palabra hermosa estaba en la punta de su lengua, cerca de salir de su boca—. Es muy atrevida, y tal vez rencorosa, pero también puede ser compasiva, generosa, y...—giró lentamente su taza entre sus dedos—. Es muy hermosa...—pausó, pero de repente se apresuró—, pero eso es una característica obvia y muy notable para todos.

Takuma dejó caer su espalda en el respaldo, asintió con la cabeza como si se estuviese convenciendo a sí mismo, y luego tomó su café tranquilamente.

—Takuma, esa es una cualidad que se veía y hasta se escuchaba vastamente en tus ojos cuando la mirabas hace unos minutos. Para todos hoy ha quedado claro que Mogami-kun te gusta como mujer.

El estrepitoso sonido y las gotas de café que salpicaron en la cara de Lory, le hicieron agrandar los ojos.

Takuma había escupido todo el café que había llevado a la boca, quedando completamente patidifuso.

En cuanto reaccionó, miró boquiabierto la cara del presidente.

—L-Lo..Lo siento mucho, tío Lory... —Se levantó con rapidez, dejó la taza en la mesa, y con la servilleta que le habían ofrecido en la mano, se acercó a él, pero su sirviente, reemplazo de Ruto, fue más rápido, y este llegó con una toallita que se lo pasó a Lory, yendo seguidamente a limpiar el reguero de café que cayó por la mesa y el suelo—. Lo siento mucho —repitió, avergonzado.

Lory le hizo una señal para que se sentase de nuevo, y antes de que Takuma incluso se sentase, habló.

—Tío Lory —le llamó, cómo siempre lo hacía cuando trataba temas que no fueran negocios, o cuando, en algunas ocasiones, quisiera ganar un poco de su simpatía—, lo que dijo no es cierto. Es verdad que veo a Kyoko-san como una hermosa mujer, pero es obvio que es por qué lo es. ¿O acaso usted piensa que es fea? Pues no lo es —dijo con el entrecejo fruncido, de repente molesto.

—No lo estoy refutando. Mogami-kun es una joven bella, sin embargo, Takuma, tú la mirabas completamente extasiado, alucinado...Diría que estabas cerca de quedarte mirándola embobado.

La mandíbula de Takuma casi se desencajó.

—No la miraba así —le contradijo renuente a aceptarlo.

—Lo hacías, todos lo vimos —objetó con voz pasiva.

—No lo hacía, y no, no me gusta Kyoko-san como mujer —Se levantó, irritado, y miró su reloj de pulsera—. ¿Era esto el asunto urgente del que quería hablarme, presidente? —dijo con tono irónico.

—Takuma —soltó un suspiro—. No, esto no era un asunto urgente del que hablar, lo dije así para que me permitieras unos pocos minutos de tu agenda, pero aunque no sea urgente sí me parece un tema importante—Se levantó y yendo hacia él, llevó una mano a su hombro—. No hallo inapropiado o inaceptable que te guste Mogami-kun, no hay reglas para amar. Te conozco, y espero que lo entiendas y sepas aceptar lo que sientes después sin mortificarte.

Aunque Lory quisiera decirle muchas más palabras, sabía que Takuma no le dejaría. Esperaba que con esas resumidas palabras pudiera al menos hacerle entender su apoyo.

—¿Amor? —dijo Takuma, negando con la cabeza—. No malgaste sus palabras. Me gusta Kyoko-san, pero no de esa manera, eso es...—se detuvo haciendo una mueca, y sacudiendo su cabeza—, estrictamente prohibido. Por Dios, si siento algo por esa mujer, debo ser un demente completamente idiotizado.

—Takuma...

—Gracias por su preocupación, presidente, lo digo en serio, pero no la necesito.

...

Ella te gusta, ¿no? Como mujer

Apretó el paso, saliendo rápidamente del edificio hacia el estacionamiento.

Para todos hoy ha quedado claro que Mogami-kun te gusta como mujer.

Frunció el ceño, y buscó la llave de su coche en el bolsillo.

Takuma, tú la mirabas completamente extasiado, alucinado...Diría que estabas cerca de quedarte mirándola embobado.

Entró en su coche, y se revolvió el cabello con ambas manos, cerca de volverse loco.

Se miró en el espejo retrovisor, buscando la mirada de la que hablaban, pero obviamente no estaba.

—Dios mío —susurró cuando un pensamiento cruzó por su mente.

¿Y sí Kyoko también creía que era un demente completamente idiotizado por ella?

Tomó su celular y buscó su número para llamarla.

Se detuvo, preguntándose qué es lo que le diría. No podía solo preguntarle si le había visto la cara de bobo de la que todos hablaban. No, no eran todos. Ren y Yukihito aún no le habían dicho nada, y si le dijesen lo mismo...no sabría por dónde esconder la ridícula cabeza que cargaba su estropeado cerebro.

Sí se le había quedado mirando el rostro a Kyoko era simplemente porque tenía que cerciorarse que le había maquillado bien, y si por su mente cruzó la palabra hermosa cuando la veía, era simplemente porque ella lo era.

Pensó durante unos segundos más y la llamó.

—Kyoko-san, ¿aún no han llegado? —preguntó apenas notó que había contestado.

—Aún no...¿Ocurre algo, Ta...

—Shhh —siseó, interrumpiéndola—. No digas mi nombre —Pasó una mano por su cabello, y respiró hondo. No quería que Yashiro percatase que la estaba llamando—. Kyoko-san, ¿a qué hora terminas con todo el trabajo del día de hoy?

—Tal vez a las veinte —contestó extrañada.

—Si no te importa, quisiera recogerte e ir juntos a mi casa. Tengo muchos temas importantes del que hablar.

Kyoko calló durante segundos que le resultaron eternos.

Tamborileó los dedos contra el volante hasta que ella habló.

—¿Me vas a regañar? —preguntó ella en tono bajo.

Él quedó mudo por un rato.

—También —confirmó, sacudiendo su cabeza para sacar el recuerdo de ella y Reino besándose apasionadamente—. Más que regañar aconsejarte —pausó—. Entonces, ¿nos vemos? —dijo titubeante.

—Sí —confirmó haciendo que él dejase echar su espalda atrás. Tal vez Kyoko no miraba lo que otros alucinaban—. Espera, ¿puede ser mañana? Esta noche no podré. Mañana terminó a las diecinueve, ¿estarás libre a esa hora?

—Mmm —pensó y repasó su agenda—. Está bien, me adaptaré a tu agenda. Kyoko-san, no sé lo digas a Yukihito-kun —Si su manager había visto lo que dijo el presidente, no querría darle más sospechas infundadas.

—¿Por qué?

No había pensado una excusa.

—Digamos que te invite a cenar. No quisiera que él se sienta ofendido o excluido porque no le invite.

Ella se rió suavemente haciendo que una sonrisa se dibuje también en su rostro.

—Entendido.

—Recuerda los consejos que te di para la sesión de fotos. No digo que copies pero observa bien las poses de las modelos que te envié. No estarás sola, el modelo con el que trabajarás es amable, y además el fotógrafo aunque sea un superficial e inaguantable, te estará guiando para que las fotos salgan perfecto.

—Entendido.

—Confío en ti.

—Ta...—calló antes de que mencionase todo su nombre—. Hey...gracias.

—No hice nada —sonrió.

Colgó, y entrecerró los ojos al ver su sonrisa reflejada en el espejo retrovisor.

Dejó desaparecer la sonrisa, y arrancó el motor de su coche.

Debía recordar no hacer cualquier gesto que se malinterpretase.

...

Respiró hondo y se acercó a la puerta principal de la casa de Reino.

Había terminado con éxito todo el trabajo y era de noche.

Lo ocupada que se mantuvo ese día no le había permitido pensar en nada, hasta que llegó a la casa. Esa casa donde por muchos días había estado sola, pensando en qué tipo de relación tenían, y a qué lugar encaminaría si seguían con ello.

Un fuerte viento sopló y agitó su cabello. Un trueno retumbó en el cielo, presagiando una tormenta.

Se decidió. Abrió la puerta con la llave, y en cuanto vio que estaba oscuro, fue a prender las luces.

—Kyoko

Dio medio vuelta y lo vio.

Reino estaba parado a unos metros, y parecía que recién se había despertado.

Una sensación de sorpresa y después relajo la inundó.

—Beagle, necesitamos hablar.

Pero apenas terminó de decir aquella frase, Reino la acorraló contra la pared, y alzó su barbilla para besarla.

Kyoko agrandó los ojos y enseguida lo empujó, cubriendo con una mano su boca.

—Beagle, te dije que quiero hablar contigo —le dijo mirándole a los ojos.

—Después, Kyoko —Él tomó su mano y la apartó, llevando su boca a su cuello, y la otra mano en su cintura.

—Beagle, no, necesitamos hablar—Kyoko reprimió el deseo que se manifestó en su interior. En cuanto quiso apartarlo, él se negó, y volvió a negarse en el segundo y tercer intento. El enojo le crispó el semblante y congeló por completo su deseo—. Beagle, aléjate ahora o me voy a enojar —gruñó ya enojada.

—No sabes cuánto tiempo espere por esto —Agarró el dobladillo de su blusa, y quiso subirlo para quitárselo, pero Kyoko le cogió las manos con el ceño fruncido.

—No —dijo con voz fuerte, advirtiéndole con la mirada, pero Reino no la miraba y se había quedado mirando sus labios.

—Kyoko...

Intentó acercarse a sus labios para besarla, pero ella esta vez lo empujó con fuerza haciendo que él diese obligatoriamente un paso atrás.

—¡Por una maldita vez no puedes dejar de mirarme como tu muñeca sexual! —gritó furiosa— ¡Mírame y háblame, Beagle! ¡No soy tu juguete para que te complazca y me abandones cuando se te venga en gana!

Los ojos de Reino se abrieron grandes.

—Kyoko —Dio un paso hacia ella—. No te miró así.

—¡Atrás, perro calenturiento! —Dio dos pasos atrás, y entrecerró los ojos—. Si das un paso más te arrepentirás.

—¿Qué estás diciendo? —Él avanzó un poco, y Kyoko agarró con una mano la cartera que tenía colgada en su brazo—. Kyoko, por favor, ven —Dio un paso, y Kyoko lanzó su cartera por su pecho.

Reino dejó salir un quejido, pero dando un paso más alcanzó y cogió la muñeca de Kyoko.

—Suéltame, Beagle, no quiero lastimarte —Estiró su brazo, pero él no la soltó.

—No te enojes, caperucita —La atrajo hacia su cuerpo y la abrazó.

Kyoko trató de resistirse, pero después de algunos intentos de separarse de él, se rindió.

Dejó salir toda la tensión de sus hombros, y se relajó en la comodidad y en la calidez de su cuerpo. Inhaló su aroma y cerró los ojos. Por más que quisiera seguir enojada, tampoco se sentía en el derecho de estarlo.

—No debí enojarme así contigo —murmuró Kyoko después de largos segundos—. Soy igual que tú. La mayoría de veces solo pienso en sexo cuando te veo...y además, solo sigo utilizándote porque te necesito. Soy una mala mujer, si me dejas sola en casa, no debería enojarme porque me lo merezco. La verdad es que estoy enojada conmigo misma.

Reino se alejó lo suficiente para mirarle el rostro. Alzó su mano y acarició su mejilla.

—Me gusta la parte en la que admites que piensas en sexo cuando me ves.

Las mejillas de Kyoko enrojecieron.

—Ya no quiero fingir que no lo hago —Su mirada titubeó en sus ojos, algo abochornada—. Pero también quisiera que tengas en cuenta las demás palabras que has oído.

—No quise dejarte aquí sola, Kyoko. Si fuera por mí me quedaría todo el día contigo...y si fuera en la cama mejor.

Kyoko le miró por un largo rato a los ojos, y suspiró.

—Shotaro siempre hacía lo mismo. Me dejaba sola en el departamento durante semanas, nunca me avisaba cuando se iría ni cuando regresaría. Siempre me dejaba esperando su llegada —pausó, y apretó los labios con disgusto—. No me gusto la parte en la que no me avisas si te vas, si vendrás o si regresaras. Tampoco me gusto la parte en la que te esperaba o me preguntaba qué día regresarías.

—Kyoko...

—Pero también sé que me lo merezco —dijo segura—. Te estoy utilizando. Utilizo lo que sientes por mí a mi conveniencia. Si estoy en tu casa, es porque temo a la maldición.

El entrecejo de Reino se frunció ligeramente.

—Kyoko...No...—abrió y cerró la boca—. No es así como quería que te sintieses —Su ceño se frunció más como si le fuese difícil entender lo que sentía—. Yo te he extrañado mucho...No debí dejarte sola, debí haberte contactado y avisado si no regresaría —Sus ojos violetas se encontraron con los de ella, de repente convencido—. Supongo que estuve equivocado.

Kyoko parpadeó. Le escudriñó, pasmada, con los ojos muy abiertos.

Él estaba admitiendo sus errores, pero que sus manos no actuasen incluso en momentos como ese no era algo que él acostumbrase, debía saberlo.

Con las yemas de sus dedos él acarició lentamente el centro de su espalda hasta alcanzar su nalga.

—Beagle... Di las palabras mágicas—Recorrió con la mirada su rostro, y se detuvo en sus labios—. Dilo como un perro bueno —Se quedó con los labios entreabiertos, tratando de recuperar el aire que escaseaba. Las palabras y la mirada que no eran propias de él, la hacían sucumbir a sus impulsos y desear dominarlo.

—Lo siento, Kyoko —dijo vacilante. Sus manos subieron a su cintura, y la sostuvieron con fuerza, ansioso de ella.

Kyoko tomó entre sus manos su rostro, tirando de él, hasta tener su boca cerca de la de ella.

—Yo me iré a duchar...—dijo acalorada—, después seguiremos hablando.

Lo soltó, pero él no lo hizo y en cambio la atrajo, cerrando el reducido espacio que los separaba con un beso voraz y hambriento.

—No —Ella se alejó, jadeante, cubriendo luego la boca de él—. Sé que también tengo la culpa, pero no me hagas esto, por favor, Beagle.

—Es lo que también deseas, Kyoko —objetó, apartando su mano para llevar sus brazos alrededor de su cuello.

—Te deseo, pero no puedo corresponder a tus sentimientos —confesó en voz alta.

Kyoko se apartó y alejó de él, reposando la espalda contra la pared.

Reino calló, y no intentó acercarse a ella.

—¿Aún sigues enamorada de Tsuruga Ren?

—No...No lo sé —sacudió su cabeza, embarullada—. Creo que ya no...

—¿Pero?

—Pero no estoy enamorada de ti...—Respiró hondo, intentando controlar su desasosiego—. Ya no quiero ser una mujer mala, no quiero confundirte ni darte falsas esperanzas... Lo mejor es que detengamos esto, ya no nos besemos... No nos toquemos más.

—Me estás pidiendo algo imposible —dijo con los puños apretados.

—Si lo que siento por ti es algo fugaz, si es solo un intenso deseo sexual, es mejor que nos detengamos —Tragó el nudo que se le formó en la garganta cuando vio su mirada—. No quiero lastimarte, Beagle —dijo con gesto abatido.

—Si tenemos sexo crees que en algún momento dejarás de sentirte atraída sexualmente por mí —preguntó con seriedad.

—Tal vez...Tal vez sí —afirmó enojada consigo misma—. Tal vez sienta deseos por otro hombre...O tal vez en el futuro me vuelva de nuevo una estúpida y me enamoré del hombre equivocado.

Kyoko esperó a que dijera algo. Los ojos de Reino fijos a los de ella, hicieron que sintiera una punzada de dolor en su corazón.

Desvió su mirada.

—Eso es todo lo que tenía que decir —murmuró escapando hacia las escaleras, sin volver a mirarlo.

Se apresuró a llegar en la habitación y se encerró.

Se quedó con la espalda apoyada en la puerta, tratando de oír el rumor de sus pasos, pero no oyó nada.

Apretó los labios, y fue al baño contiguo, desnudándose y abriendo la ducha.

Dejó que el agua fría cayese sobre su cabeza, y cerró con fuerza los ojos.

Sabía que había hecho lo correcto, pero aún se culpaba de muchas cosas. Desde que él llegó esa mañana, debió haber sido firme y no permitir que la tocase. Minutos atrás había fallado de nuevo, dejando que él la seduzca, permitiendo que su deseo creciera, y que su cuerpo hablase antes que su cabeza. Le había tocado, y había apetecido besarlo. Un hombre como él, con un grande apetito sexual, influía con mucha facilidad en ella, pero también sabía que detrás de la lujuria, él albergaba sentimientos hacia ella. Debía recordarlo, y tratar de alejarlo por su propio bien.

El agua corrió por su cuerpo durante largos minutos.

Apagó la ducha y se envolvió con una toalla. Salió del baño, y reprimió una exclamación cuando vio que Reino estaba en la habitación, parado a unos metros, mirándola intensamente.

—Beagle, ¿q-qué haces aquí? —tartamudeó, retrocediendo hasta chocar con una pared.

—No has escuchado lo que tengo que decir, Kyoko —dijo acercándose a ella.

Kyoko se subió un poco más la toalla, sin apartar la mirada de él, muy alerta a cada uno de sus movimientos.

—¿Qué? —preguntó, tragando en seco al ver que se detenía a un paso de ella.

—Sé mi novia —dijo con seriedad.

—Beagle —Sus ojos se agrandaron—. ¿qué estás...?

—Sé mi novia durante los días que te quedes en esta casa —interrumpió.

—No...No puedo...

Reino puso el dedo índice sobre sus labios para callarla.

Kyoko se puso tensa. La mano de él acarició delicadamente su mejilla, y su pulgar rozó su labio inferior, antes de alejarse.

—No me importa que me utilices, Kyoko —continuó hablando—. Yo también me aprovechó de tu debilidad hacia mí para besarte y tocar tu cuerpo cuando quiero —Una pequeña sonrisa maliciosa curvó sus labios—. No pienses que me estás lastimando, me arrepentiría más si no aprovecho el deseo que tienes por mí para alguna vez poseer por completo tu cuerpo. Quiero hacerte el amor, Kyoko, y no hay día que te dé oportunidad para que lo olvides —Apartó un mechón de pelo mojado de su rostro, llevándolo detrás de su oreja—. Déjame ser tu primera vez, tu segunda, tercera, cuarta, quinta, y más veces, hasta que los días que te quedes aquí acaben.

Kyoko sintió que sus rodillas flaqueaban. Inspiró y exhaló temblorosamente, sintiendo como los latidos de su corazón acelerado, zumbaban en sus oídos.

—Dios...—Fue lo único que pudo salir de su boca, gimiendo ante la idea de hacer el amor con él.

Una pequeña sonrisa curvó los labios de Reino ante su respuesta.

—¿Te gusta la idea? —preguntó con voz ronca.

—Beagle...—suspiró mordiéndose el labio inferior. Sacudió su cabeza en negativa, y trató de luchar contra la tentación.

—No creas que por sentir deseo por otro hombre este cumpla con tus expectativas —susurró acercándose un poco más, sin tocarla—. Tal vez después de mí, otro hombre no te complacerá como lo hago yo. Tal vez en el futuro sigas con el recuerdo y el anhelo de unos orgasmos como los que yo te daré.

—¿Me quieres maldecir? —preguntó con un hilo de voz.

—Lo que quiero es hacer que te corras por mí, una y otra vez.

El calor subió por el rostro de Kyoko, sofocada por su descaro.

—Beagle, por favor, no sigas —Pese a la ducha de agua fría que tuvo, su cuerpo ardía, enfebrecida por el deseo. Sin apenas tocarla, él volvía a seducirla fácilmente. Ese hombre sabía cómo tenerla al borde de una agonía de excitación sexual.

—Está bien —dijo él repentinamente.

Ella se petrificó, y se preguntó si la estaba castigando.

—No sigamos con esto, Kyoko —Reino retrocedió un poco, y recorrió su cuerpo con la mirada hambrienta—. Te traje algunos regalos.

—¿R-Regalos? —preguntó confusa, mirando hacia atrás, y descubriendo por primera vez varias bolsas de regalos.

—Son los regalos que prueban lo mucho que te he extrañado. Cada vez que pensaba en ti, compraba uno. Quiero que los mires, y lleves contigo uno de ellos si aceptas ser mi novia

—¿Q-Qué...? ¿De verdad compraste tanto mientras pensabas en...?

—Sí —confirmó divertido por su expresión.

—¿Qué son, Beagle?

—Míralos, y elige uno, caperucita. Te estaré esperando en mi cama, así que no tardes mucho en decir que sí.

Se dio la vuelta, y caminó hacia la puerta.

Kyoko quedó boquiabierta por su exceso de confianza.

—Espera —exclamó arrugando el entrecejo. Reino se volvió y la miró—. ¿Piensas que aceptaré tu propuesta?

—Sí —dijo sin una pizca de duda.

—Que demonios...—murmuró un poco molesta, pero era verdad que una parte de ella quería aceptar aquella descabellada propuesta—. ¿De verdad quieres esto? —preguntó inquieta.

—Te quiero, Kyoko —respondió con seriedad—Y si eres para mí al menos solo por unos días, no me arrepentiría de nada.

Kyoko lo vio salir y cerrar la puerta.

—Beagle...—musitó con voz afligida.

Se secó el cuerpo con la toalla y se vistió rápidamente. Tomó las bolsas de regalo y sentándose en el suelo sobre un cojín, las revisó.

Abrió la primera bolsa, y tomó los paquetes de uno en uno.

Lo primero que alcanzó fue un conjunto de lencería blanco, demasiado sexy, transparente pero lindo por las flores que resaltaban en el encaje. Consistía en un sostén, un liguero y una tanga.

—¿Quiere que vaya vistiendo esto? —se preguntó, meneando con la cabeza, sonriente—. Perro pervertido.

Dejó de lado el conjunto, y lo siguiente que encontró fue una carísima caja de chocolate.

—Por suerte no solo piensa en sexo —pensó en voz alta.

Tomó el siguiente paquete, y frunció el ceño al ver su contenido.

—¿Huevo vibrador...? —leyó lentamente, y en cuanto percató lo que era dejó caer la caja de sus manos.

Se puso roja de pies a cabeza, y lanzó la caja muy lejos, ignorándolo y pasando al siguiente paquete, pero los siguientes artículos que encontró solo hicieron que todo su cuerpo ardiera. Lubricante, condones y más juguetes sexuales pasaban por sus manos.

Tragó en seco, y apartó todo muy lejos.

—P-Perro calenturiento —tartamudeó, abanicándose con la mano.

Abrió más paquetes, y encontró más lencerías, tres babydolls, más dulces, un bello vestido elegante y sensual, y una hermosa pulsera de plata con dijes que estaban inspirados en el cuento de la caperucita roja.

Se cubrió el rostro con las manos, y chilló de la vergüenza.

El noventa por ciento en la cabeza de ese hombre era sexo.

Tomó la pulsera y observó cada dije. En realidad esa pulsera le había gustado mucho al punto de que sus ojos brillaron emocionados.

Agarró entre sus dedos cada dije. El primero que cogió fue el de la figura de la caperucita roja, luego la casa de la abuela, la cesta, el hacha, el lobo, también habían hojas pintados de verde, flores de rojo carmesí y un corazón. Sus ojos se abrieron grandes cuando encontró una medalla con el dibujo de una silueta de un beagle y un escrito que decía: Love, Beagle.

Se mirada se detuvo en esa medalla. Varias imágenes pasaron por su mente. Eran recuerdos de ellos dos, los besos que se dieron, las veces en las que él se preocupó por ella y la cuidó, los abrazos y las caricias que le daba, hasta la última expresión en sus ojos cuando le dijo que no se arrepentiría si al menos ella era de él por unos días.

Una lágrima rodó por su mejilla.

Él pensaba que le diría que sí solo por el sexo. Se preguntaba si él sabía lo mucho que le quería y lo importante que llegó a ser en su vida. Lo quería demasiado que hace largos minutos atrás decidió lastimarlo y alejarse de él para no lastimarlo mucho más en el futuro.

Se secó las lágrimas con el dorso de la mano, y se puso la pulsera.

Salió de la habitación, y con pasos lentos, llegó a la de él. Abrió la puerta y en cuanto Reino la vio enseguida se incorporó y se sentó en la cama. Pese a la confianza que mostró antes, su expresión reflejaba algo de asombro.

Se sentó en la cama, junto a él. Alzó su muñeca y le mostró la pulsera.

—Es un sí, Beagle —le susurró con una sonrisa.

Reino tomó su mano. Una sonrisa se formó en sus labios cuando miró la pulsera.

—Aunque me hubiera gustado que vengas vistiendo una lencería con esto es suficiente.

Besó la palma de su mano, y luego la recostó en la cama.

—Eres un gran pervertido —murmuró ella agarrando su rostro entre sus manos.

—Cuando se trata de ti no puedo evitarlo, Kyoko.

Kyoko lo atrajo hacia su boca, y ambos cerraron los ojos, fundiéndose en un beso largo, lento y apasionado.

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